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Resulta interesante reflexionar acerca de c�mo los medios masivos, atrapados por el
poder de las im�genes, en m�s de una ocasi�n las dejan congeladas como mudos
mecanismos de argumentaci�n. Sin embargo, de inmediato les reponen un sentido, van
insert�ndolas en un juego en donde la t�cnica discursiva estructura su capacidad de
argumentaci�n. As�, en los primeros momentos del 11 de septiembre de 2001, el
ataque a las Torres Gemelas fue una situaci�n en la que quienes transmit�an se
mostraban inc�modos al no poder precisar el encuadre en el que se deb�a organizar
la argumentaci�n alrededor de las im�genes y al poco tiempo se fue organizando un
discurso en torno de los posibles atacantes y, por lo tanto, de la direcci�n que
fue tomando la argumentaci�n. Esto supone al mismo tiempo la conformaci�n de un
�contradiscurso� que desaparece de los medios o que es se�alado como aquello que se
quiere descalificar. En el caso que nos ocupa, la pensadora Susan Sontag escribi�
una serie de notas acerca de la
propia responsabilidad de Estados Unidos en los atentados, hecho que implic� su
desaparici�n de los medios de comunicaci�n estadounidenses. Lo mismo ocurri� con
una importante cantidad de intelectuales que fueron �barridos� de estos medios.
Un hecho similar sucedi� cuando se com
chicos muertos por el hambre en diferentes provincias argentinas. Aqu� tambi�n la
imagen desprovista de contexto aparec�a en todo su dramatismo, pero era la
t�cnica discursiva que la rodeaba la que pod�a otorgarle un sentido.Adem�s, decir
que el reconocimiento de la verdad depende de lo que, en la t�cnica, concierne al
discurso significa que depende de lo que es dicho, y no de
quien lo dice (la posici�n extradiscursiva del locutor) ni de a quien se dice (la
posici�n extradiscursiva del auditor). En otras palabras, en una t�cnica de
verdad,la forma esencial de reconocimiento de la verdad excluye toda apelaci�n a
la autoridad de quien habla.