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LOS PRlNClPlOS RECTORES DE LA FUNCIÓN FISCAL EN LA

PERSPECTIVA DEL BENCHMARKlNG

1. ¿En qué consisten los principios de imparcialidad, objetividad y


legalidad?

PRINCIPIO DE IMPARCIALIDAD:

El principio de imparcialidad obliga a velar por la correcta aplicación de la ley


conforme a un criterio objetivo. Esta formulación indica que, el Ministerio Público,
debe orientar su actuación hacia la realización de la ley, hacia el descubrimiento
de la verdad real, sin que medien, en el cumplimiento de este objetivo, intereses
de tipo político, económico, que pueda calificarse, de alguna manera, como
subjetivos, frente al "objetivo" por la aplicación de la ley penal.

PRINCIPIO DE OBJETIVIDAD:

El Ministerio Público debe actuar extraño e independiente de cualquier interés o


poder. En otras palabras, su acción debe estar dirigida no sólo a condenar al
culpable, sino también a sobreseer o absolver al inocente, no sólo a ofrecer
prueba incriminatoria, sino también a ofrecer prueba de descargo, en definitiva,
al descubrimiento de la verdad histórica de los hechos.

PRINCIPIO DE LEGALIDAD:

El principio de legalidad u obligatoriedad, se concibe en doctrina como "la


automática e inevitable reacción del Estado frente a la posible comisión de un
delito, concretada a través de una acción penal que lleva la hipótesis delictiva
ante los jueces, requiriendo su investigación, juzgamiento y castigo del ilícito que
resultara haberse cometido”. Este principio, consagrado en la normativa interna,
no es más que un mecanismo procesal que intenta materializar, junto a otros, el
principio de igualdad ante la ley, ínsito en el Estado de derecho.
2. ¿Qué significan los principios de oportunidad, autonomía, unidad y
jerarquía?

PRINCIPIO DE OPORTUNIDAD:

El principio de oportunidad se recuesta sobre el respaldo de las teorías relativas


o utilitarias respecto de la pena estatal y, por ello, los motivos que lo avalan se
vinculan más a los criterios de orientación a fines y consecuencias, y a la
efectividad del sistema.

Se pretende encausar el esfuerzo del poder estatal hacia la persecución de


aquellos hechos que, efectivamente, perturban el orden social. Desde luego,
estas excepciones se definen en criterios de utilidad pública, de gravedad del
delito, de participación del agente, de finalidad y racionalidad de la pena, de
descubrimiento de otros delitos de mayor gravedad, etc.

PRINCIPIO DE AUTONOMÍA:

La "autonomía necesaria para la imparcialidad no depende de que el sistema


que se adopte sea el de la acción penal "legal" u obligatoria o que se consagre
el llamado "principio de oportunidad". Aún en los sistemas en que se establece
el principio de oportunidad, se supone que éste otorga un arbitrio mayor al MP,
pero no puede confundirse arbitrio con "arbitrariedad". Siempre, incluso con un
margen de arbitrio, éste debe ser ejercido en forma racional, y no respondiendo
a intereses o presiones de otros poderes del Estado, particularmente al interés
político del Poder Ejecutivo"

PRINCIPIO DE UNIDAD:

El Ministerio Público tendría que someter su actuación al principio de unidad, ya


que la generalidad de las leyes, tiene como consecuencia lógica: la uniformidad
en la actuación de quiénes aparezcan como sus representantes.

Y esa unidad, que deriva de la generalidad de la Ley, requiere instrucciones por


lo común genéricas y amplias, en ocasiones también concretas, para que pueda
llevarse a cabo; exige pues, en verdad, un cierto tipo de dependencia, en orden
a la necesaria unificación de criterios y modos de actuación y proceder.
PRINCIPIO DE JERARQUÍA:

El Ministerio Público se concibe como una organización jerárquica, conforme al


principio de unidad. Se observa así que la relación de jerarquía se traduce en
dos consecuencias fundamentales: por un lado, la posibilidad de que el jerarca
controle las actuaciones de sus subordinados, de las que es responsable; y por
el otro, el deber de obediencia de éstos respecto de aquél.

3. ¿Cuál es la situación de los principios rectores de la función fiscal


en América Latina?

 El principio de imparcialidad y objetividad en algunos países realizan lo


contrario a dichos principios ya que en los casos en que defiendan
intereses del Estado es casi imposible que se realice el sobreseimiento o
en causas originadas por tráfico de drogas el fiscal aun en contra de su
criterio tendrá que interponer recursos contra los procesados cuando un
juez haya dictado un fallo favorable a ellos. (BOLIVIA).
En países como Ecuador y Bolivia dichos principios se encuentran
distorsionados.
Por otro lado, si bien la totalidad de los países reconocen la obligación
jurídica del MP de ofrecer y colectar pruebas favorables al imputado,
también se admite que, en la práctica, se conviertan en acusadores a
ultranza, sobre todo, en la fase preliminar.
Es recomendable que, como contrapeso de la relativa supremacía del
poder del MP en el procedimiento penal, se garantice la imparcialidad y la
objetividad del MP en la persecución penal, instrumentando mecanismos
que permitan al perseguido excluir al funcionario del MP por sospecha de
parcialidad.
 El principio de legalidad, reconocido por todas las legislaciones (Bolivia,
Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Panamá, etc), no tiene, en la
práctica procesal de esos 186 países, conforme a lo expresado, el rigor
que le reconoce la ley. Se informa que la inadecuada organización del MP
(Bolivia), el exceso de trabajo (Colombia), la selectividad práctica en
cuanto a excluir del sistema los hechos de menor alarma social a través
del traslado de los mismos del sistema penal al contravencional
(Colombia) y la presencia de deliberadas omisiones en la función
persecutoria (Bolivia), anulan, de hecho, el postulado del principio.
 Ninguno de los países que incluye esta investigación, introduce en sus
leyes el principio de oportunidad, salvo por alguna vía excepcionalísima.
Si bien la idea de introducir el principio en la legislación procesal,
pareciera inoportuna en algunos países (Costa Rica y Panamá, por
ejemplo); lo cierto es que, dada la crisis que afecta al principio de
legalidad, parece importante la regulación de criterios opuestos.
No obstante la conveniencia de introducir criterios de oportunidad en la
persecución penal, ello supone, previamente, la consolidación del MP
como un órgano funcionalmente autónomo (al parecer así en Colombia,
Ecuador y Panamá) y la homologación jurisdiccional de todas las
decisiones que en este aspecto se tomen. Así, en Bolivia, Costa Rica y
Guatemala, debido a la falta de autonomía y a otros factores, ya indicados,
el MP, en su actual estado de organización, no merece confianza para
manejar criterios de selección.
 El Principio de Autonomía:
En Bolivia, la práctica demuestra, sin duda, que el MP carece de
autonomía, por la injerencia del Poder Ejecutivo no sólo en el seguimiento
de las causas, sino fundamentalmente en la selección ' de los "clientes"
del sistema de administración de justicia penal.
En Costa Rica existen una serie de factores que restan autonomía al MP.
La Corte Suprema ejerce sobre él una influencia directa, tanto
administrativa como económica y funcional. También lo hacen los otros
Poderes del Estado a través de la Corte Suprema precisamente.
En Guatemala, donde los fiscales dependen del Ejecutivo y son
nombrados por él, hay cierta injerencia de los funcionarios del Organismo
Ejecutivo, cuando ellos o sus allegados son implicados en algún hecho
delictivo.
En Colombia, la Fiscalía General de la Nación no tiene ninguna potestad
disciplinaria sobre la actuación de los jueces.
En Ecuador, se informa, la situación es distinta. La autonomía del MP no
admite la posibilidad de conflicto con otros poderes del Estado. Cabe
anotar que los fiscales actúan no sólo como sujetos procesales, sino que
su función se extiende a la vigilancia de la actividad de los jueces, aspecto
que implica que el MP tiene poder disciplinario sobre ellos, cuando
observen el incumplimiento de los deberes de la función.
En igual sentido, en Panamá, el MP, a partir de diciembre de 1990, goza
de completa autonomía, no existiendo injerencia de los otros órganos del
Estado.
 La legislación boliviana no contempla el principio de unidad e
indivisibilidad del oficio respecto del ejercicio de la función requirente. De
igual manera, los fiscales de inferior categoría reciben órdenes de sus
superiores.
Colombia, representaba el caso extremo. Así, no sólo no contemplaba en
su legislación los principios de unidad y jerarquía, sino que les estaba
prohibido a los fiscales recibir instrucciones de los superiores jerárquicos.
Distinto es el caso de Costa Rica, en donde, por interpretación del art. 448
C.P.P., se reconoce al superior jerárquico del MP la posibilidad de dar
órdenes de servicio a los inferiores, en toda la escala.
Guatemala, que no posee jerarquía entre sus fiscales en materia penal.
Ecuador, aun distribuyendo sus fiscales ante los distintos tribunales
competentes en materia penal, es el único país que asegura el principio
de jerarquía, mediante la previsión de instrucciones de los fiscales
superiores eh orden jerárquico hacia los inferiores, en todas las escalas.
Como se observa, la mayoría de los países, a excepción de Ecuador, se
adhieren, débilmente, a los principios de unidad y jerarquía.

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