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LA REPÚBLICA SIN CIUDADANOS

El sistema tradicional de dominación que ha prevalecido en el Perú hasta mediados del


siglo veinte suponía falta de equidad entre los peruanos. La ciudadanía era un reconoci-
miento formal, restringido por la raza, clase, religión, opción sexual, género y nivel de
ingresos. Todo lo que se desvía de ser varón blanco, heterosexual, limeño, católico y rico
es subordinado a este valor supremo patriarcal. Para los subordinados -todo el resto de
la sociedad- la impunidad ha sido una constante en los casos de abuso o crímenes
cometidos por los dominantes. En el Perú, los ingresos no aseguraron la inserción en el
Poder; y la movilidad social tuvo un límite y un techo en términos de Poder. El dinero
"blanquea", aunque no es todo lo que se requiere para pertenecer al Poder. Esto ha sufrido
algunos cambios en los últimos treinta años, derivados de los efectos de la reforma agraria
y de la gratuidad de la educación universitaria. Eso explica la posibilidad de que exista
un presidente de la República hijo de migrantes japoneses y ministros de diferentes
grupos étnicos. Son cambios que auguran un país mejor integrado. La actuación pública
del hijo de migrantes ha calcado la conducta del patriarca blanco en el desprecio
mostrado hacia todo el resto de la sociedad: la metáfora de los alcaldes de Huancavelica
cabalgando a Lima para pedir una entrevista con el «Señor Presidente» que éste no les
concedió, es una metáfora de cómo el «Señor Presidente» ha adoptado los valores
blancos y olvidó los elementos de subordinación que sufrió como no blanco, pobre, etc. Se
lo recordaron en la investigación periodística sobre sus orígenes. Para afirmar su poder
de blanco macho y distante, quien respondió a las preguntas de la periodista en televisión
fue su madre, cuyo castellano es malo, recordándole a la teleaudiencia su ascendencia
humilde y su calidad de persona de origen subordinado. O sea, se puede incluso
manipular desde el Poder la imagen de igualdad del oprimido usando a un oprimido como
portavoz cuando se goza del ascenso social. Esto lo convierte en un miembro de la clase
dominante vergonzante. Cuando deje el poder presidencial, desaparecerá de la cúspide
del Poder real. Es extraño cómo una sociedad rígida puede generar símbolos de poder
transitorios y por tanto producir personas de esta talla. Es la misma sociedad, por cierto,
capaz de producir un Sendero Luminoso aniquilador de símbolos del Poder. Y los que
aniquilan son adolescentes.

La lucha por los "derechos" se basó en la lucha de clases desde 1920. Dos momentos
marcan el paso de lucha: los años 20 y los años comprendidos entre las décadas de los
años 60-70. Las luchas por los derechos civiles generaron conflicto con el Estado, el cual
reaccionó mediante la represión. El final del período estuvo marcado por la Asamblea
Constituyente de 1978-79 y antes la Asamblea Constituyente de 1932-33, donde los ;
legisladores trataron sin éxito de relacionar los derechos con las leyes de la tierra; por
ejemplo, encontrar la relación entre el régimen político y el progreso social.

Después de 1980, las estadísticas de violencia y muerte en el Perú expresaron horror. En


trabajos recientes, Basombrío y Degregori (1997) sugieren que si los escenarios para la
guerra no hubiesen sido en su mayoría Huamanga y Huanta, el Perú hubiese registrado
unas 800,000 muertes. La guerra interna ha sido una guerra "mediática", pensada por
ambos lados en términos de opinión pública en áreas donde nada importaba. Fue una
guerra de símbolos donde el terror y el contraterror fueron armas usadas por ambos lados
como armas psicológicas proyectadas al resto de la sociedad, afuera del escenario de la
guerra.
Hasta 1983, la guerra estuvo concentrada en Ayacucho (departamento muy pobre) y áreas
adyacentes. Ese año las fuerzas armadas y los medios de comunicación entraron al conflic-
to con la masacre de ocho periodistas en Uchuraccay. Quien hubo ordenado la masacre
había calculado muy bien el impacto: protestas, indignación en los medios de comunicación
producto del evento ocurrido en las alturas de Ayacucho. El deseo de exterminar estuvo
claro para todos los peruanos. Transmitió un terror paralizante a toda la población civil.
Todos fuimos los culpables, por ponerlo en términos del informe de la comisión
investigadora. El mensaje contrario fue transmitido por la masacre de Lucanamarca. Los
campesinos aprendieron que Sendero quería la conquista de subjetividades individuales
y sociales. El poder de destrucción, o de defensa, conquista o restauración era un poder
simbólico.

Entonces las tácticas militares de poca monta, como por ejemplo los rastrillajes en los
pueblos jóvenes por parte del ejército, o los asesinatos selectivos y los coches bomba
por el otro lado, actuaban en el simbolismo de Poder y terror. Ambos se basaban en
instituciones débiles, en la ausencia de mediadores y subjetividades endebles. El
diagnóstico del Perú que tenía Sendero es que era semi-feudal, por ejemplo, pre-moderno,
sin una sociedad civil diferenciada ni una esfera pública diferenciada, tomándolo
directamente del diagnóstico de Mariátegui para los años 20. El Estado, según Sendero,
estaba en proceso de desintegración, con una tendencia hacia el autoritarismo, donde la
unidad nacional sólo podía ser obtenida con la mediación de la Iglesia y el ejército, en
especial el ejército. El jaque era de ejército a ejército.

Diagrama de exclusión
Vectores de Estatutos o Intermediaria Excluidos
exclusión agentes de
exclusión
Lenguaje Español Bilingües Nativos con
monolenguaje

Origen étnico- Blanco y/o mestizo Cholos Campesinos


racial indígenas

Residencia Urbana Ciudades y pueblos Comunidades


intermedios campesinas

Sexo Masculino Mercados /hogares Mujeres

Grupos por Adultos Personas jóvenes Niños y ancianos


edades

Religión Protestantes Católicos Religiones nativas

Educación Semi analfabeto


Formal Analfabeto
Organizaciones Individualización de Asociaciones Comunidades
culturales la cultura urbana voluntarias campesinas

Fuente: Figueroa. Altamirano y Sulmont, 1997: 76.

El orden y el desorden son indisociables, la violencia permea toda realidad social,


al punto que en la moderna sociedad posindustrial ha surgido una especie de
uoyeur violentista. Porque, la violencia vende: el criminal, el delincuente, el rebelde,
el combatiente, el héroe, mezclado con el vándalo tipo hooligan hasta el extraterrestre,
son los actores de un nuevo tipo de diversión. Los juegos de video y el cine han hecho
de ellos los protagonistas más rentables de una industria que, partiendo del culto
al cuerpo proveniente del deporte, se desliza por la vía del exceso hacia la
arbitrariedad, la locura colectiva, la agresión social salvaje y el menosprecio por la vida
del otro, pues matar resulta divertido (Vega Centeno, 1997).

Los que tienen el Poder, cuentan con un atajo para el proceso de legitimación mediante la
construcción de un consenso que apuesta por el uso de la fuerza. En este marco, la
intermediación social está muy reducida o debilitada. El poder del lenguaje, la religión,
las sociedades migrantes y otros trabajos voluntarios está debilitado. En el Perú esto
se expresa en la administración de las diferencias con el "otro", en tiempos de paz y el
uso extremo de la fuerza en tiempos confusos. Es entonces cuando los militares ingresan
como intermediarios. Los "otros" están al lado derecho del diagrama de exclusión.
"Ellos" eran "sacrificables», y son los que perdieron sus vidas debido al fuego cruzado de
la guerra entre Sendero y las fuerzas armadas. Sólo cuando la guerra llegó a Lima y a
sus sectores residenciales se tomó conciencia de que había alcanzado a todos. No sólo
les pasaba a "ellos"; nos podía pasar también a "nosotros".

Hay razones estructurales para la violencia, tal y como hemos visto antes. Hasta los
militares y civiles comprometidos con la guerra estaban al tanto de esto y del discurso
de las raíces estructurales de la violencia que ganó peso durante los años 80. La
exclusión era vista en términos de la extrema pobreza, la discriminación y la marginación.
Otros elementos tales como la interacción en la esfera política han entrado como un
argumento a través del trabajo de Rodríguez Rabanal, quien sugiere que la violencia es
la continuación de la política mediante otros medios, parafraseando a Clausewitz que
afirma que la guerra es la continuación de la diplomacia a través de otros medios.
Propone que la vida social continúa con cicatrices de pobreza por medios destructivos e
inéditos. En este sentido la violencia no libera, más bien refuerza la comunicación ilógica
que hay detrás de la sociedad que ha nutrido a la violencia. Esto se manifiesta de varias
formas: desde el letargo, la depresión y las actitudes de sacrificio mediante enfermedades
psicosomáticas, hasta la abierta agresión contra el "ser" y el "otro".

En el ser interior de las personas que dieron testimonio para el trabajo de Rodríguez
Rabanal, los principios de represalia y la búsqueda compensatoria por el gran
salvador, un mesías, está
presente. La inhibición de la violencia se reduce, puesto que la violencia aumenta y una
tendencia hacia impulsos agresivos de destrucción crece entre la población. Esto nos
permite entender la guerra y la peculiar posguerra. Cualquier ideología puede llenar el
vacío: el senderismo o el libre mercado, siempre que el mesías lo guíe. La meditación
racional de una ética no existe y el instinto abre camino a un pseudo discurso científico
(senderismo o libre mercado). Apoya a una figura autoritaria como Fujimori, como a un
mesías al que entrega el escenario. La impotencia alimenta la esperanza. La
esperanza está afuera de uno. La esperanza está en el mesías. Se puede leer esto tanto
en el trabajo' de Degregori (1985) Qué difícil es ser Dios, a propósito de Guzmán o la
religiosidad mesiánica del APRA en trabajos de Degregrori y de Vega Centeno (1988).

Luego de la masacre de los penales (19 de junio de 1986), la mayoría de los limeños
encuestados coincidían en condenar la violencia ocurrida y los cientos de personas
desarmadas asesinadas. Poco a poco la realidad hizo cambiar a la opinión pública. Seis
años después, el apoyo masivo al autogolpe de Estado en abril de 1992 estuvo relacionado
con la necesidad de restablecer el orden a cualquier precio, endosando una militarización
del país a pesar de sus "excesos". La masacre que tuvo lugar en los penales en 1991
pasó casi desapercibida. En todo caso no generó reprobación ni quedó en el recuerdo
social.

Después de 1993 la situación comenzó a cambiar. A mediados de ese año la población


sindicó a las fuerzas armadas como responsable de la muerte de 9 estudiantes y un
profesor de La Cantuta y estuvo en contra de la Ley de Amnistía de julio de 1995,
cuando los militares responsables de esas muertes fueron liberados de las cárceles. El
cambio en las actitudes está relacionado con el trabajo de las organizaciones de
derechos humanos, periodistas, líderes de la oposición, sin cuya acción el cambio de
actitud no podría ser explicado. ¿Significa esto que hay una percepción común sobre
los temas de derechos humanos en el Perú de hoy? El trabajo efectuado por la Coor-
dinadora de Derechos Humanos mediante una encuesta llevada a cabo en tres ciudades
sobre la percepción de los derechos humanos, arroja los siguientes resultados:
A. El lugar común según el cual todos somos sujetos de derechos humanos con una
desigual distribución de la justicia, leyes débiles y la ausencia de la autoridad no
aparece con la esperada intensidad entre los muy pobres. Lo que se reflejó fue que
las condiciones para el éxito no eran iguales para el rico y para el pobre en la
competencia por la vida.
B. Hay una conexión entre las demandas de la población por derechos ciudadanos y por
la ley y el orden. Esto ha tenido un resultado en el comentario según el cual el "orden
existente" está marcado por el abuso del Poder... "todos están bajo sospecha". Es un
reconocimiento consciente y amargo de la exclusión: la experiencia ha enseñado que todos pue-
den ser culpables si no son parte del mundo de las influencias, la ley y el orden.

C. Hay un embargo sobre los mecanismos sociales para la reivindicación de los derechos.
La protesta está inhibida por el miedo a ser acusado por subversión. El discurso domi -
nante se ha llegado a adoptar con la convicción de que todo está definido y no puede
ser modificado. La única lucha posible es para obtener el "éxito individual". Cuando los
organismos defensores de los derechos humanos se alejan de la población en un área,
queda la sensación de falta de protección contra la violación de los derechos huma
nos. El Estado, como tal, intimida a los muy pobres y pobres en las zonas identificadas.
Por otro lado, parece estar a la sombra de la conciencia ciudadana el hecho de que
todos somos iguales, algunos más iguales que otros, según la primera respuesta.

ACTIVIDAD Nº 02
1. Lee atentamente y subraya las ideas más importantes.
2. Forma grupos y relaciona los contenidos de la lectura con los elementos no
sociales que han influenciado en la vida de la población y de la sociedad
peruana.
3. Expone las conclusiones

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