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Existe una serie de trastornos de la conducta y de las emociones que habitualmente se manifiestan en la
infancia o la adolescencia. Entre ellos, se encuentran los trastornos de ansiedad y las fobias, el trastorno
de rivalidad entre hermanos, los trastornos de tics, la enuresis y el tartamudeo. Sin embargo, hay dos tipos
de alteraciones de la conducta que, por su frecuencia y repercusión, se describen a continuación: los
trastornos hipercinéticos y los trastornos disociales.
¿Cómo se diagnostican?
Estos casos se detectan al observar una falta de atención e hiperactividad (actividad excesiva) en el niño.
Deben darse ambas características en más de una situación (por ejemplo, en clase, en la consulta del
especialista, en casa). El déficit de atención se identifica porque los chicos cambian frecuentemente de una
actividad a otra, dando la impresión de que pierden la atención en una tarea porque pasan a entretenerse
con otra. La hiperactividad se caracteriza por una inquietud excesiva, en especial en situaciones que
requieren una relativa calma.
Además, estos niños tienden a comportarse de forma desinhibida y descarada, no se atienen a las normas
y, en muchas ocasiones, sufren trastornos en el aprendizaje y torpeza y dificultad en los movimientos. En
cualquier caso, el diagnóstico definitivo deberá ser determinado por un especialista.
Factores genéticos
Los hermanos de un niño hiperactivo tienen un riesgo dos veces mayor de padecer el trastorno que la
población general. Se ha comprobado que el trastorno hiperactivo se presenta, con más frecuencia, en
ambos gemelos homocigóticos que en el caso de los heterocigóticos.
Factores estacionales
Se ha demostrado que septiembre es el mes en el que nacen más niños con este trastorno. Podría deberse
a infecciones que, durante el invierno, afectan al desarrollo del feto en sus tres primeros meses de evolución.
Lesiones cerebrales
Se pueden producir durante el embarazo, en el parto o en los primeros años de vida del niño (por accidentes
o infecciones).
Factores psicosociales
Los niños ingresados en instituciones son con frecuencia hiperactivos y tienen periodos de atención cortos.
Se cree que es debido a la falta de cariño y apoyo familiar, pues mejoran cuando son adoptados por una
familia.
¿Cuál es su tratamiento?
El tratamiento debe instaurarlo un especialista. Se utilizan fármacos estimulantes del sistema nervioso
central, como la anfetamina o el metilfenidato. En ocasiones, están indicados los fármacos antidepresivos
o los antipsicóticos. Nada más comenzar el niño a tomar la medicación, se debe hacer un seguimiento
consensuado, de acuerdo con los familiares y los profesores o educadores, para que la intervención sea
más efectiva. En muchos casos, se complementa el tratamiento farmacológico con la psicoterapia,
especialmente para mejorar el aprendizaje, la conducta y las habilidades sociales. Es preciso, asimismo,
contar con los padres y los educadores en el proceso de psicoterapia.
Los trastornos disocial
¿Cómo se diagnostican?
Se trata de niños que, con el tiempo, de manera persistente muestran las siguientes actitudes: peleas e
intimidaciones, crueldad hacia los demás, agresión ante bienes ajenos, robos, mentiras reiteradas,
desobediencia y huidas de casa y de la escuela.
Difícilmente sienten remordimientos y no responden ante los castigos. Tienen tendencia a utilizar drogas y
armas y, a menudo tendrán problemas sociales y judiciales, sobre todo en los casos más graves.
Factores socioculturales
Los niños que sufren de privaciones socioeconómicas, cuyos padres están en desempleo y reciben un
insuficiente apoyo social, tienen más probabilidades de desarrollar trastornos disociales.
Factores psicológicos
Los niños criados en malas condiciones suelen ser agresivos e inmaduros. Está comprobado que los niños
expuestos al abuso o a los malos tratos tenderán a reaccionar de forma agresiva e imitar el “ejemplo” de
sus progenitores.