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María Lara Martínez

Toda persona, en lo más profundo de su cerebro, alberga 3.ª edición


muchas preguntas que también habitan en las mentes de
sus congéneres. Sin duda, una de ellas es: ¿hacia dónde 3.ª edición

Ciencia histórica:
se dirige nuestra historia? Cierto es que hemos evolucio-
nado, en el sentido darwiniano del término, hacia nuevos

Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal


horizontes; mas es verdad también que, si contemplamos
los estadios de desarrollo que determinadas civilizaciones

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poseyeron en una época dada para sucumbir a continua-

conceptos y
ción, no podemos sino caer en la confusión e interrogarnos
nuevamente por las causas que hacen que los tiempos se
repitan y que los grandes temas, para bien y para mal, sean
universales. Si hiciéramos más caso a los antiguos y viéra-

etapas de la
mos en la historia la magistra vitae, otra brisa nos saluda-
ría, pero la aventura suele ser más poderosa que la calma.
Con el propósito de mostrar las peculiaridades que nos pre-

historia universal.
cedieron, este manual trata de desentrañar esa historia sin
misterios que es la narración de nuestro mundo, empujado
por los estímulos del corazón humano.

María Lara Martínez

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3.ª edición

Ciencia histórica:
conceptos y
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etapas de la
historia universal.
María Lara Martínez
Profesora de la UDIMA

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Esta obra es fruto del análisis y de los estudios, estrictamente personales, del autor.
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I.S.B.N.: 978-84-454-2871-9

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A mis abuelos, Ángel y Pilar;
mi madre, Isabel; y mi hermana,
Laura, mi escuela biográfica
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SUMARIO
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PÁGINA

Prólogo ....................................................................................................... 9
Presentación .............................................................................................. 11

Unidad didáctica 1. ¿Qué es la historia? Periodización y fuentes.


El oficio del historiador ................................... 13
Unidad didáctica 2. La prehistoria y el proceso de hominización 41
Unidad didáctica 3. El nacimiento de la civilización ..................... 73
Unidad didáctica 4. El mundo grecorromano ................................. 105
Unidad didáctica 5. La Edad Media ................................................... 139
Unidad didáctica 6. Renacimiento y Barroco .................................. 167
Unidad didáctica 7. La Ilustración ..................................................... 199
Unidad didáctica 8. La era de las revoluciones ................................... 227
Unidad didáctica 9. Imperialismo y expansión colonial. De la paz
armada a la Primera Guerra Mundial ............ 253
Unidad didáctica 10. Del periodo de entreguerras a nuestros días 285

Índice sistemático ..................................................................................... 311

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Prólogo
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LA HISTORIA COMO SOLUCIÓN

«La historia es magistra vitae», en palabras de Cicerón, restauradas después en la


historiografía por San Isidoro de Sevilla. El libro España como problema, de Pedro Laín
Entralgo, generó una gran polémica en 1949 en el marco del primer franquismo (aquel
de la autarquía y del racionamiento), así como la respuesta de Rafael Calvo Serer con
España sin problema, dentro del debate sobre el «ser de España», nacido con el rege-
neracionismo del entresiglos y fomentado después con la Guerra Civil por la consolida-
ción del concepto de «las dos Españas». La profesora María Lara Martínez nos lega en
esta obra su magistral interpretación de la historia universal, combinando el rigor cien-
tífico y el relato ameno, característicos de su literatura, para ofrecer el ejemplo históri-
co como solución, a modo de aprendizaje, a los innumerables salones de pasos perdidos
que vertebran los tiempos verbales pretérito y presente, en sabia advertencia al futuro.

El oficio del historiador nos da la bienvenida como lectores para adentrarnos en el


paraíso de la historia, donde se nos explica el proceso de hominización y recibimos la
propuesta de un viaje a la cuna de la civilización en torno a los ríos Tigris y Eúfrates.
Cleopatra, en sus juegos amorosos con Julio César y Marco Antonio, nos sorprenderá
extasiados a orillas del Nilo mientras reflexionamos sobre la cultura clásica, tan griega
como romana.

El Medievo, sus Cruzadas y la Reconquista hispana serán el escenario temático de


batallas y de convivencia de culturas. Quizás observemos a María en la Corte de Cons-

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

tantinopla o en Tierra Santa con la emperatriz Helena, como amazona cabalgando en uno
de los caballos templarios o dialogando con las brujas del Siglo de Oro.

La Edad Moderna, con sus debates religiosos, sus guerras, su esplendor y su rece-
sión, como se diría hoy, será el espacio temporal del nacimiento del Estado moderno,
del encuentro de dos concepciones vitales (el Viejo Continente y el Nuevo Mundo) y
también del avance del humanismo y del Renacimiento hacia el clasicismo pasando por
el Barroco.

La contemporaneidad, en cuyas revoluciones políticas y movimientos sociales, eco-


nómicos y culturales hallamos las raíces más inmediatas de nuestro mundo actual, dialo-
gará con nosotros mientras la autora nos explica el proceso transformador de la realidad
inmediata en tiempo histórico.
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En suma, una historia universal, en ambos sentidos, cronológico y geográfico, que


hace que este manual de la escritora María Lara sea la única investigación existente en el
mercado con las referidas características temáticas: un reto que, al igual que los poemas
homéricos, los cantares de gesta y las novelas de caballerías, está reservado para espíri-
tus elevados como Ulises, el Cid, el Gran Capitán... y María es uno de ellos.

Se lo dice una historiadora, profesora de Historia Contemporánea, a quien la pre-


sente obra ha seducido y emocionado por la inmensa capacidad que la doctora María
Lara refleja en ella, empleando con pericia el microscopio para investigar en profundidad
aquellos aspectos considerados hitos, pero también para saber establecer una jerarquía de
acontecimientos y de personajes a los que vislumbrar con el telescopio en perspectiva,
auténtico compás del tiempo.

Madrid, enero de 2014

Dra. Laura Lara Martínez


Profesora de la Udima

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PrESENTACIÓN
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Únicamente desde el futuro ya consumado puede volverse la vista atrás para hacer
la criba de los instantes decisivos que, en el tránsito rutinario de los días, merecieron
denominarse historia. Como decía el historiador Walter Benjamin, «solo a la humani-
dad redimida se le ha vuelto citable el pasado en cada uno de sus momentos». Frente al
tiempo vacío e inerte, donde consta el paso inconsciente de sucesos, se alza el verdade-
ro tiempo de la humanidad, integrado por los actos fundamentales cuya reiteración nos
conmueve.

Y, en este orden de cosas, podríamos plantearnos el valor que posee el sueño como
presagio del futuro, aunque Sigmund Freud estimara que, de esta peculiar linterna del
tiempo, solo brota el conocimiento del pasado: «en la medida en que el sueño nos pre-
senta un deseo como cumplido, nos traslada indudablemente al futuro; pero este futuro
que al soñante le parece presente es creado a imagen y semejanza de aquel pasado por
el deseo indestructible».

El propósito de esta obra es que el lector se familiarice con las nociones básicas
de la disciplina y con la periodización del devenir, introduciéndose en el conocimiento
de las técnicas y métodos de investigación en aras de formular juicios críticos sobre los
muchos afanes que la humanidad ha vivido.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

OBJETIVOS Y COMPETENCIAS

Objetivo general

• El objetivo general es que el lector sea capaz de dar una explicación razona-
da de los principales procesos y acontecimientos, relacionando los hechos
con sus causas y sus consecuencias.

Objetivos específicos o competenciales


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• Conocer las diferentes etapas de la historia.


• Comprender el desarrollo de la historia y sus principales personajes y acon-
tecimientos.
• Valorar la contribución de la historia al conocimiento del mundo y a la com-
prensión del presente.
• Poseer espíritu crítico y capacidad de síntesis.
• Saber interpretar las fuentes históricas.
• Ser capaz de aplicar técnicas y métodos historiográficos.

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UNIDAD
DIDÁCTICA ¿Qué es la historia?
Periodización y
fuentes. El oficio
del historiador
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PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS

1. La historia, ¿arte o ciencia?


2. Periodización de la historia
3. El nacimiento de la escritura
4. Fuentes históricas
4.1. Clasificación de las fuentes
4.2. Pautas para el análisis y comentario de fuentes
4.2.1. El comentario de textos históricos
4.2.2. El comentario de mapas históricos
4.2.3. El comentario de imágenes

5. Métodos y técnicas de investigación histórica


6. La renovación historiográfica en el siglo xx

CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER

ACTIVIDADES DE REPASO

EJERCICIOS VOLUNTARIOS

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

 PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS

Presentación

El cometido de todo historiador ha de ser la búsqueda de la verdad, es este un fin de


la ciencia en general, aunque la historia, en tanto que, protagonizada por el ser humano
y narrada por él, ha de desarrollar interpretaciones de los procesos a partir del consenso
en la línea de pesquisa continua que ofrecía Antonio Machado como proverbio: «¿Tu
verdad? No, la Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela».
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En la Unidad didáctica 1 trataremos de presentar los métodos de trabajo del his-


toriador, ofreciendo un marco general de la construcción historiográfica de las edades.
Así, desde las primeras líneas, el lector se acercará a la disciplina sabiendo que la histo-
ria no es solo un recuerdo, sino una tradición o memoria viva, una sugerente invitación
al tiempo para que venga cargado de proyectos y buenos deseos.

Objetivos

Esta Unidad didáctica permitirá al estudiante:

• Conocer las diferentes acepciones del término «historia».


• Estudiar las etapas de la periodización histórica.
• Conocer las ciencias auxiliares de la historia.
• Estudiar las fuentes con las que trabaja el historiador.
• Conocer los métodos de trabajo que caracterizan el oficio del historiador.
• Estudiar las tendencias historiográficas actuales.

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M. Lara Martínez ¿Qué es la historia? Periodización y fuentes. El oficio del historiador

1. LA HISTORIA, ¿ARTE O CIENCIA?

Los estudios en historia cuentan con una larga tradición que arranca de la Antigüe-
dad como el contenido de la propia disciplina. El espacio y el tiempo son las coorde-
nadas en que se mueve el oficio del historiador. El ser humano protagoniza el devenir
del tiempo y, a la vez, percibe la evolución y los cambios de mentalidades que caracte-
rizan cada época. El tiempo es el prisma que permite diferenciar unas etapas de otras.
En este sentido, podríamos afirmar que la historia es la ciencia del tiempo. No en vano
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la cronología es en esta titulación una parte fundamental para comprender plenamen-


te los acontecimientos y ubicarlos en su contexto. Pero junto a la cronología, el resto
de ciencias auxiliares de la historia (paleografía, diplomática, numismática, epigrafía,
etc.) cooperan para que el análisis de los hechos y la interpretación de su significado
sea lo más completo posible. En definitiva, el individuo siente la necesidad de reflexio-
nar sobre su pasado y de conocer lo acontecido, por un instinto lógico y metafísico, el
saber de dónde venimos.

Desde el punto de vista conceptual, el término «historia» es sumamente complejo,


pues designa los hechos realizados por los seres humanos en un tiempo concreto y la
narración de los acontecimientos desarrollada por una persona que se encuentra situa-
da en un marco concreto, que es el proporcionado por sus circunstancias particulares.

Sobre el sentido narrativo de la historia, es preciso recordar que para el filósofo


Ortega y Gasset, desde el mundo griego, era entendida como narración. A su vez, Hegel
había expuesto que este vocablo hacía referencia tanto a los acontecimientos como a la
narración histórica de los mismos, por lo que estimaba que la aparición del relato histó-
rico se había producido de forma simultánea a los hechos.

Entonces, ¿es la historia un arte o una ciencia?

Previamente a Heródoto, quien fue ya considerado por Cicerón como el verdadero


padre de la historia, existió en Asia Menor hacia el siglo VI a. C. un conjunto de escrito-
res conocidos como logógrafos que relataron acontecimientos pasados, intentando que
los aspectos míticos y legendarios quedaran fuera de sus narraciones. El más famoso de
ellos, Hecateo de Mileto, expuso cuáles eran las dos exigencias del relato histórico: la
veracidad y la forma narrativa.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

Posteriormente, en el siglo V a. C., con Heródoto y Tucídides, los dos máximos


exponentes de la historiografía griega clásica, la historia se configuraría como una ca-
tegoría y un género literario racionalista contrapuesto al mito por su deseo de búsque-
da de la verdad de los acontecimientos en el propio orden humano sin intervenciones
sobrenaturales.

Así pues, mientras que el método de trabajo de los primeros historiadores


griegos estaba basado en la tradición oral y en la observación directa de los aconteci-
mientos, pues esta constituía la garantía de la veracidad del relato, a medida que fue
avanzando la historiografía los documentos y las fuentes de toda clase se convirtie-
ron en el material del que se sirve el historiador para extraer el conocimiento históri-
co y, desde entonces, el hecho de fundamentar la investigación en el empleo de unas
técnicas y métodos concretos sería la prueba de que el discurso histórico no es fruto
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de la imaginación.

Pero la historia también tiene una clara conexión con la literatura. En la poesía
griega arcaica fue frecuente la narración de hechos históricos y, posteriormente, tanto
Aristóteles como Luciano de Samosata, que escribió la obra Quomodo sit historia cons-
cribenda (Cómo escribir la historia), relacionaron la historia con la poesía y la retórica.

Aunque Aristóteles no escribió ningún tratado específico de historia, hizo refe-


rencia a ella en su Retórica, donde recomendó a los dirigentes que leyeran libros de
temática histórica y de viajes para ampliar su experiencia; y en su Poética, obra en la
que diferenció al historiador, que relataba lo sucedido, del poeta, que contaba lo que
podría ocurrir.

Muchas centurias después, concretamente en el siglo XVIII, el poeta Novalis su-


girió la necesidad de la relación entre historia y poesía y, siguiendo esta línea, Marceli-
no Menéndez Pelayo en el tránsito del siglo XIX al XX aludió a la concepción clásica
de la historia como arte, exponiendo además que el poeta y el historiador solo diferían
en el modo de interpretación. Como hemos visto, la poesía griega arcaica fue, frecuen-
temente, la narración de hechos históricos y los cantares de gesta de la Edad Media son
poemas que relatan acontecimientos históricos.

Uno de los principales cometidos de la historia es el análisis del pasado a fin de lo-
grar una mejor comprensión del momento presente. Esta tendencia, que exalta el papel
aleccionador de la historia como fuente de enseñanza para los hombres, retoma el con-
cepto de historia como magistra vitae (maestra de la vida) que expresó San Isidoro de
Sevilla en la Hispania visigoda de los siglos VI y VII. En esta misma línea, el poeta bri-
tánico Lord Byron, que vivió entre los siglos XVIII y XIX, diría que «el mejor profeta
del futuro es el pasado».

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M. Lara Martínez ¿Qué es la historia? Periodización y fuentes. El oficio del historiador

En el Renacimiento surgió una visión antropocéntrica del mundo y, por tanto,


también de la historia. Esa historia antropocéntrica se puso al servicio de los intereses
del Estado, convirtiéndose en un instrumento político, pues se llegó a la conclusión de
que el buen gobierno pasaba por el conocimiento del pasado.

En el contexto de la revolución científica operada en Europa durante la Edad Mo-


derna, jalonada por los célebres Copérnico y Newton, surgieron corrientes que defen-
dieron que la historia funcionaba de forma similar a las ciencias naturales, existiendo en
sus contenidos una relación de causa-efecto. Frente a esta concepción de la historia, se
encontraba Descartes, principal representante del racionalismo, que negó a la historia
el carácter científico, considerando que no se hallaba sujeta a las leyes de la naturaleza.

En el siglo XVII apareció una reacción contra el racionalismo, siendo Bossuet el en-
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cargado de inaugurarla. Estos autores tenían una visión providencialista de la historia,


pues estimaban que solo se hallaba sujeta a los designios divinos.

No obstante, en el siglo XVII se produjeron algunos avances relacionados con la


identificación de la historia como ciencia, mediante adelantos en la crítica textual. El
inicio de la crítica de archivos tuvo lugar en el año 1681, cuando el monje e histo-
riador francés Mabillon (1632-1707) publicó De re diplomatica. Este erudito es co-
nocido como fundador de dos disciplinas auxiliares de la historia: la diplomática y la
paleografía.

El carácter científico de la historia adquiriría un gran avance en la Ilustración,


donde la razón y la inteligencia humana se convierten en los elementos constitutivos del
devenir histórico. La figura más destacada en este sentido fue Voltaire, quien afirmó
que el progreso era la línea conductora de la historia y que no todo lo acontecido for-
maba parte de la misma, sino únicamente aquello que hubiera contribuido al progreso.

En esta misma línea se encontraba Giambattista Vico, pues también sostenía que
la historia se dividía en periodos marcados por el progreso. Concretamente hablaba de
tres etapas: la etapa divina (en la que la historia estaba relacionada con los mitos y tenía
carácter providencialista), la heroica (en la que importaba la acción de los héroes y de
los hombres ilustres de la sociedad) y la etapa humana (donde lo importante es la acción
del hombre). Del mismo modo, para Montesquieu, la historia era algo diferente a las
ciencias de la naturaleza regidas por leyes, pues dejaba la posibilidad de que el espíritu
humano interviniera en los hechos accidentales.

La primera mitad del siglo XIX estuvo dominada por el Romanticismo, movimiento
para el que la historia se convirtió en un elemento fundamental en la exaltación nacio-

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

nalista, en el que se podían buscar referencias identitarias de los pueblos y comporta-


mientos heroicos, llegando incluso a confundirse la historia con la literatura. Destacaron
como escritores Walter Scott y Chateaubriand.

El historicismo alemán, surgido a partir de la creación de la Universidad von Hum-


boldt de Berlín en 1810 y que tuvo como principal formulador a Leopold von Ranke,
se caracterizó por el empleo de la erudición como medio para hacer historia, pero no
como principal fin. Sería entonces, a principios del siglo XIX con la escuela histórica
alemana, cuando haría su aparición la moderna ciencia de la historia. Ranke propugnó la
búsqueda exhaustiva de documentos de archivo originales, su verificación, su autentifi-
cación y su uso como base fundamental e, incluso, exclusiva, de la narración histórica.
Su objetivo era reconstruir el pasado tal y como había sucedido realmente, eliminando
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al historiador y sus valores del proceso interpretativo de construcción del relato históri-
co a partir de los documentos.

Ya a mediados de la centuria decimonónica surgieron críticas a la metodología


de Ranke. En concreto, el suizo Jacob Burckhardt rechazó suceder en la cátedra a su
maestro en 1872 por estar en desacuerdo con este, ya que había eliminado al sujeto en
el relato histórico construido al margen del arte literario. A su vez, en 1883, el filósofo
Wilhelm Dilthey puso en duda la idea rankeana de que el conocimiento histórico era tan
científico como el conseguido por las ciencias naturales.

Paralelamente, debido a la expansión del movimiento obrero y socialista desde el


último cuarto del siglo XIX en el continente europeo, la influencia del marxismo sobre
las ciencias humanas fue creciente. El marxismo criticó la metodología positivista y
adoptó una concepción materialista de la historia, que conseguiría un importante desa-
rrollo en el siglo XX. Para Marx, la historia estaba dividida en etapas, las cuales venían
marcadas por los distintos sistemas de producción que a su vez determinaban el devenir
de las sociedades. La lucha de clases como motor de la historia es una idea que vertebra
los estudios marxistas.

Su influencia del marxismo se manifestó en tres campos: la filosofía, el análisis de


sistema capitalista y las ciencias sociales. De este modo, en los albores del siglo XX, la
historia económica y la historia social cristalizarían como dos disciplinas históricas es-
pecializadas.

En la segunda mitad del siglo XIX alcanzó gran fuerza, como reacción al historicis-
mo, el positivismo, doctrina filosófica que se limita a los fenómenos y a las leyes que los
rigen. El positivismo historiográfico tuvo como principal representante a Numa Denis
Fustel de Coulanges (1830-1889).

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M. Lara Martínez ¿Qué es la historia? Periodización y fuentes. El oficio del historiador

A juicio de Fustel de Coulanges, la historia era la ciencia de las sociedades hu-


manas, llegándose así a identificar historia con sociología. De este modo, la historia no
era una mera acumulación de los acontecimientos del pasado, por lo que el lenguaje del
historiador debía ser conciso, preciso y próximo al lenguaje matemático.

Fustel de Coulanges formuló el método objetivo, constituido por tres reglas: el


historiador debía basarse en los documentos, creer solo lo que demostraban los textos y
descartar de la historia del pasado las ideas modernas, es decir, abogó por el ideal posi-
tivista de la objetividad.

A finales del siglo XIX fue cobrando fuerza la crítica del positivismo que alcanzaría
su punto álgido a principios del siglo XX. Esa crítica se plasmó en un triple escepticismo:
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• En cuanto al papel que el positivismo atribuía a los hechos históricos.


• En relación con la crisis de la idea de progreso.
• En cuanto al carácter científico de la historia.

Al final de esta Unidad explicaremos la renovación historiográfica operada en el


siglo XX, a partir de corrientes que defendieron nuevos enfoques diferentes a los plan-
teamientos de la historia tradicional.

En definitiva, la historia es una combinación de arte y de ciencia. La investigación


histórica debe ser rigurosa y, por tanto, el historiador para llegar a unas conclusiones vá-
lidas debe utilizar una metodología seria, igual que los profesionales del resto de cien-
cias. A su vez, no podemos olvidar que el historiador reflexiona sobre el ser humano
mismo y sus acciones, ya que la historia es protagonizada por los hombres y mujeres y,
al abordar el estudio de un tema, su ideología y sus circunstancias lo acompañan. De ahí,
la dificultad de la objetividad de la historia, cuestión que por otra parte se debe procurar.

2. PERIODIZACIÓN DE LA HISTORIA

Periodizar es poner límites en el desarrollo histórico, a fin de organizar los diferentes


procesos vividos por la humanidad. La delimitación de las edades del hombre data del
siglo XVII y se debe al alemán Christopher Keller (1638-1707), conocido como Cella-
rius (nombre latinizado). Este profesor de Retórica e Historia de la Universidad de Halle
expuso esta periodización en un manual de Historia Antigua (1685) y en una Historia
Medii Aevi a temporibus Constantini Magni ad Constantinopolim a Turcis captam de-

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

ducta (1688). Dividió la historia de la humanidad en una Historia Antiqua (historia anti-
gua), una Historia Medii Aevi (historia de la Edad Media) y una Historia Nova (historia
nueva), comprendiendo esta última desde el siglo XV hasta su propio tiempo.

En el siglo XIX se ampliaron estas divisiones, estableciéndose dos nuevas épocas:


la prehistoria y la protohistoria, cuyo significado explicaremos a continuación, y se di-
vidió la Historia Nova en historia moderna e historia contemporánea.

Además, hay que tener presente que,


hasta mediados del siglo XIX, se desa- Figura 1. P
 uerta de los toros alados de Nínive
rrolló básicamente una historia eurocén- (Museo del Louvre)
trica. De hecho, la historia antigua estaba
centrada en el conocimiento de Grecia,
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de Roma y de los pueblos relacionados


con estas culturas, pero no se prestaba
atención a las civilizaciones orientales. A
partir de mediados de dicha centuria, fue
creciendo el interés por el antiguo Egip-
to y por las culturas mesopotámicas y se
fijó, como término post quem (que marca
el inicio) de la Antigüedad, la aparición
de la escritura jeroglífica e ideográfica,
en Egipto y en Mesopotamia respectiva-
mente, hacia el 3.500 a. C. Sobre el naci-
miento de la escritura profundizaremos
en el siguiente epígrafe de esta Unidad.

Así pues, el devenir del ser humano


sobre la Tierra se puede dividir en dos
grandes épocas: la prehistoria y la histo-
ria. La prehistoria es el largo periodo en
el que el ser humano no conocía la escritura. La historia se inicia con la invención de la
escritura, y, entre ambas, se sitúa la protohistoria, esto es, la época en la que las socie-
dades ágrafas se hallan ya representadas en alguna cultura gráfica.

El estudio de la historia se organiza en las diferentes etapas:

• Edad Antigua. Abarca desde la aparición de la escritura hasta el 476 d. C.,


fecha de la caída del Imperio romano, al ser derrotado el último emperador,
Rómulo Augústulo, por el bárbaro Odoacro.

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M. Lara Martínez ¿Qué es la historia? Periodización y fuentes. El oficio del historiador

• Edad Media. Comprende desde el 476 d. C. hasta la toma de Constantino-


pla por los turcos en el año 1453. También se sugiere como fin de la Edad
Media el año 1492, en tanto que el descubrimiento de América da paso a
una nueva época por el conocimiento de las tierras situadas al otro lado del
Atlántico, donde el imaginario antiguo y medieval no situaba más que el
abismo (finis terrae).
• Edad Moderna. Abarca desde 1492 hasta el año 1789, en que se inicia la
Revolución francesa.
• Edad Contemporánea. Comprende desde 1789 hasta la actualidad, aun
cuando se suele emplear la categoría de «mundo actual» para designar el
periodo de tiempo iniciado con el fin de la Segunda Guerra Mundial (1945).
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Aunque esta periodización es válida para toda la historia universal, en la historia


de España podemos marcar las siguientes matizaciones:

• 1492: se suele situar como fin de la Edad Media e inicio de la Edad Moder-
na, pues en este año del reinado de los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla
y Fernando II de Aragón, tuvieron lugar tres acontecimientos de gran tras-
cendencia: final de la Reconquista con la toma de Granada, expulsión de
los judíos y descubrimiento de América.
• 1808: da comienzo en España a la Edad Contemporánea, pues empieza la
guerra de la Independencia contra Napoleón.
• 1939: supone el inicio, dentro de la historia contemporánea de España, de
la etapa denominada «España actual» que se extiende hasta la actualidad.

3. EL NACIMIENTO DE LA ESCRITURA

Como hemos explicado, el paso de la prehistoria a la historia viene marcado por


la invención de la escritura. No obstante, los individuos de la Edad de Piedra o de la
Edad de los Metales, los que vivían en las cavernas o los que se sedentarizaron, inven-
tando la agricultura, la ganadería y el trabajo metalúrgico, ya idearon sistemas para co-
municarse. Así, el lenguaje oral aparecería hace 100.000 años y las primeras formas de
expresión gráfica serían paleolíticas. Las pinturas rupestres del Paleolítico Superior,
interpretadas desde diversas perspectivas (magia simpática, ritual, etc.), son reflejo de
una ampliación de las facultades cognoscitivas y de las posibilidades de comunicación
existentes dentro del grupo.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

En las últimas décadas, los expertos en historia de la escritura han defendido una
clasificación evolucionista sobre el desarrollo del código escrito. Así, la escritura ha-
bría pasado por una serie de periodos que la llevarían desde sus orígenes remotos hasta
la escritura alfabética.

La primera etapa sería la fase «previa» de la escritura, estando dentro de estos «pre-
cursores» tanto los signos prehistóricos como los recursos mnemotécnicos. Sistemas mne-
motécnicos como los quipus de los incas y la disposición de las conchas de los wampum
indios nos indican que la finalidad de esos métodos era permitir al hombre recordar algo
y que, puesto que eran usados con frecuencia y pervivieron durante bastante tiempo, les
eran útiles a los individuos de la comunidad para satisfacer sus necesidades a ese respecto.

La segunda fase es la pictográfica, esto es, aquella en que los elementos gráficos
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son dibujos, más o menos realistas, de objetos y hechos del mundo circundante. Uno de
los problemas que presentan las pictografías es que su interpretación depende de si el
lenguaje simbólico empleado es conocido por quien las contempla.

El tercer momento es aquel en el que los signos gráficos son ideogramas, esto es,
dibujos estandarizados, referidos a un equivalente preciso de la lengua, por lo que su
significado no es tan ambiguo como el de los pictogramas, que abarcaban una serie de
posibilidades mentales.

Finalmente, llegamos a la fase fonética, donde los signos no se refieren a un signifi-


cado, sino que mantienen una absoluta relación con la lengua oral, pudiéndose distinguir
dentro de esta etapa dos subtipos: la escritura silábica, en que cada uno de sus signos es
una sílaba, y la escritura alfabética, donde cada elemento gráfico simboliza un fonema.
Si bien la alfabética posee un desarrollo mayor que la silábica, es preciso señalar que, a
lo largo de la historia, han existido escrituras que solo tenían consonantes.

Uno de los principales teóricos del estudio de los orígenes de la escritura es Giorgio
Raimondo Cardona, autor de Antropología de la escritura. Los orígenes de la escritura
cuneiforme estarían en una serie de hallazgos arqueológicos entre Jartum y Namazga,
datados entre el IX y el II milenio a. C. Se trata de conjuntos de esferas, cilindros, dis-
cos y conos de arcilla, de 15 tipologías distintas y con un máximo de 5 cm de diámetro.
Algunas de estas piezas se encontraron en el archivo de Susa, dentro de bolas huecas de
arcilla que procedían del IV milenio a. C.

Pierre Amiet denominó a estas bolas bullae y afirmó que se trataba de un registro
comercial, pues en el exterior aparecía la impronta de un sello junto a la representación
de las pequeñas piezas que había en su interior. Sin embargo, con el transcurso del tiem-
po se apreció que ya no se rompía la bullae, pues los elementos se marcaban fuera y,

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finalmente, se dejó de introducir los pequeños objetos. Ahí estaría el precedente de la


tablilla de arcilla, en la que también se pondría el sello y unos símbolos fruto de la abs-
tracción de los que aparecían ya en la bullae.

Este proceso nos sitúa en el surgimiento de la escritura cuneiforme en Mesopota-


mia hacia el 3500 a. C. No obstante, la escritura, en un principio, estaría vinculada a usos
contables y administrativos, pues hay que tener muy presente que las sociedades tradi-
cionales de cualquier época adoptarán un código gráfico, en la medida en que el lengua-
je oral no les permita satisfacer fines concretos. En la civilización mesopotámica serían
los sumerios los inventores de la escritura cuneiforme, pero dicho sistema se difundiría a
los semitas occidentales, acadios, babilo-
nios, llegando luego incluso hasta tierras
de Elam, Capadocia, Armenia y Egipto.
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Figura 2. E
 l intendente Ebih-il. Templo de Isthar
en Mari, periodo acadio, año 2400 a. C.
A lo largo del tiempo, y en función
(Museo del Louvre)
de las características organizativas del
grupo que la conoció, el código de la es-
critura cuneiforme se iría modificando,
adaptándose a las nuevas necesidades. Si
bien el sistema sumerio tenía unos 550
signos y, en principio, era meramente
ideográfico, con el tiempo se vio la nece-
sidad de introducir otros elementos para
representar los morfemas gramaticales y
la categoría semántica.

Posteriormente, los acadios segui-


rían transformando este sistema en fun-
ción de sus nuevas necesidades políticas
y económicas pero, con independencia
de ello, el soporte por antonomasia de
este tipo de escritura fue la tablilla de ar-
cilla. El descifre de los textos que estas
contienen depende no solo del grado de
conservación de dicho soporte, sino tam-
bién del procedimiento empleado para
que la arcilla perdiera la humedad, pues
los signos quedaron plenamente fijados
en las tablillas sometidas al proceso de
cocción, frente a aquellas que se seca-
ron al sol.

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En Egipto surgió la escritura jeroglífica también en el IV milenio a. C. Su prime-


ra manifestación conservada es la Paleta de Narmer, que data del 3500 a. C. Este tipo de
escritura tenía 730 unidades, de las cuales solo 140 eran habituales y 80 muy frecuen-
tes. Sin embargo, su carácter monumental dificultaba su ejecución sobre ostracon y pa-
piro, siendo además muy lenta. Por ello, apareció la escritura hierática, que era rápida y
cursiva, derivando de ella hacia el siglo VII a. C. la demótica, empleada con fines eco-
nómicos y literarios.

Tanto en el mundo mesopotámico como en el egipcio, los escribas adquirieron


un gran prestigio, ya que eran capaces de dominar un sistema con multitud de sig-
nos. Además, el acceso a la escritura solo estaba permitido a un determinado grupo
social, que ocuparía dicho oficio, bien en el templo o en el palacio, de generación en
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generación.

Una de las estatuas más representa- Figura 3. El escriba sentado (Museo del Louvre)
tivas del Mundo Antiguo es El escriba
sentado del Louvre, esculpido entre los
años 2480 y 2350 a. C., el cual fue ha-
llado en la necrópolis de Saqqara. El ar-
tista representó a un alto funcionario de
la Administración mientras escribía en
posición sedente, con las piernas cruza-
das, un papiro desplegado sobre ellas y
un cálamo en la mano, mientras se dispo-
nía a realizar su labor profesional.

La más antigua de las escrituras


consonánticas podría ser la de Ugarit,
datada desde el siglo XIV a. C., de tipo
cuneiforme y, por tanto, con un remoto
origen mesopotámico. La escritura fe-
nicia, que apareció en Biblos hacia el
siglo XIV a. C., también sería consonán-
tica y, a partir de ella, surgió la aramea, la amonítica, la hebrea y la griega, derivando
después de esta última la etrusca, la latina y la cirílica.

En otros espacios, la aparición de la escritura tiene también una antigüedad consi-


derable. En el valle del Indo se han encontrado incisiones sobre sellos y amuletos rea-
lizados por una civilización llamada Harappa, entre el 2300 y el 1750 a. C. El hecho de
que estos signos presenten parecido con los hallados en las ruinas de algunas ciudades

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sumerias indica la posibilidad de que hubiera relaciones entre las culturas del Indo, del
Elam y de Sumeria. La escritura china es resultado de un largo proceso de abstracción,
registrándose las primeras pruebas de su existencia hacia el 1400 a. C. En la actualidad,
este sistema es en parte pictográfico y en parte fonético, pero sus signos también habrían
ido evolucionando a lo largo del tiempo. Finalmente, en Mesoamérica, la escritura za-
poteca y maya está registrada desde el 600 al 900 d. C. y los sistemas mixtecas y azteca
se desarrollaron entre los años 900 y 1600 d. C.

4. FUENTES HISTÓRICAS
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4.1. CLASIFICACIÓN DE LAS FUENTES

El trabajo del historiador requiere de la investigación con los testimonios directos


o indirectos que aportan información sobre los diferentes procesos. Se trata de las fuen-
tes primarias y secundarias.

Las fuentes primarias son los testimonios directos del hecho histórico en cuestión,
en tanto que fueron creadas de forma coetánea al mismo. Pueden ser fuentes primarias
no escritas y escritas. Son fuentes primarias no escritas los monumentos, las obras de
arte (edificios, esculturas, pinturas), los restos humanos o materiales, los utensilios, los
testimonios orales, etc. Son fuentes primarias escritas las obras literarias, los documen-
tos (tratados, censos, etc.), las fuentes hemerográficas (periódicos y revistas de la época
en estudio), las inscripciones, las monedas, etc.

Las fuentes secundarias son testimonios indirectos de los acontecimientos, pues


fueron elaboradas con posterioridad. Entre ellas, destacan los libros de historia, las bio-
grafías, los tratados de arte, los estudios arqueológicos, los audiovisuales de temática
histórica, etc. Se denomina historiografía al registro escrito de la historia, esto es, a la
memoria fijada por la humanidad mediante la escritura de su propio pasado.

La naturaleza de la fuente histórica condiciona los métodos y técnicas de trabajo


del historiador. Así, si se trata de fuentes escritas (documentación y bibliografía), podrá
desarrollar la investigación en archivos y bibliotecas. Si el propósito de la investigación
es hallar vestigios del pasado en yacimientos, deberá emplear las técnicas de la arqueo-
logía. Si el objeto de estudio pertenece a la historia reciente, será de gran utilidad la in-
vestigación con fuentes orales, mediante la realización de entrevistas a personas que
hayan vivido los procesos.

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4.2. PAUTAS PARA EL ANÁLISIS Y COMENTARIO DE FUENTES

El estudio histórico requiere de la aplicación de un método riguroso que permita


extraer la máxima información posible de las fuentes y ponerlas en relación con los co-
nocimientos adquiridos del contexto general. Por ello, a continuación exponemos unas
orientaciones para el comentario de textos, mapas e imágenes de carácter histórico.

4.2.1. El comentario de textos históricos

El análisis y comentario de un texto histórico puede ser estructurado en las si-


guientes fases:
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• Lectura del texto. La primera tarea consiste en leer atentamente el texto,


subrayar sus puntos más significativos y numerar, si fuera preciso, sus dis-
tintos párrafos o líneas. Existen tres tipos de lectura previa: rápida (para
tomar contacto con el documento), sosegada (subrayar y buscar la biblio-
grafía de apoyo) y de repaso.
• Clasificación del texto:

– Fuente primaria o secundaria.


– Naturaleza del texto: jurídicos (constituciones, tratados, leyes, decre-
tos, etc.), económicos, circunstanciales (producidos en una coyuntu-
ra histórica concreta, por ejemplo, discursos, manifiestos, artículos
de prensa, etc.), histórico-literarios (contenido histórico en un conti-
nente literario, como cartas, memorias, notas personales u oficiales),
historiográficos (escritos por historiadores), etc.
– Ubicación espacio-temporal: fecha aproximada del texto y reseña rá-
pida de las circunstancias en que fue producido.
– Autor: personal, colectivo o impersonal.
– Destinatario: privado o público, con alcance nacional o internacional.

• Análisis:

– Análisis interno. Existen varios métodos de análisis:

- Literal: consiste en analizar el texto párrafo a párrafo. Es reco-


mendable para documentos jurídicos, pero se debe evitar en el
resto de casos.

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- Lógico: se trata de reagrupar las ideas, señalando la principal


y las secundarias. Suele ser el método más aconsejado.
- Mixto: sigue el método literal para analizar las ideas, pero luego
se reordenan lógicamente los principales contenidos.

– Instituciones, hechos y personajes. Consiste en aclarar los conceptos


y términos precisos para entender el contenido del texto.

• Comentario o análisis externo. Se trata de poner el texto en relación con los


conocimientos históricos adquiridos, pero sin que ello signifique ni parafra-
sear el texto, ni emplearlo como pretexto para exponer un tema.
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• Juicio crítico o conclusiones. Se deberán examinar las siguientes cuestiones


del texto:

– Autenticidad, exactitud y sinceridad.


– Aportaciones del texto al conocimiento del tema.
– Tono del documento (enfático, apasionado, etc.).
– Silencios (lo que no dice el texto), deformaciones o lo que sugiere
(dice entre líneas).
– Relevancia del documento.

• Bibliografía utilizada.

4.2.2. El comentario de mapas históricos

El análisis y comentario de un mapa histórico puede ser estructurado en las siguien-


tes fases:

• Descripción:

– Tipología gráfica:

- Mapas geohistóricos (los más comunes, pues aparecen acci-


dentes geográficos, países, ciudades, así como presentan co-
lores, signos o ideogramas).

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- Mapas mudos.
- Mapas proporcionales (aparecen contornos geográficos senci-
llos, pero se centran en una zona determinada).

– Escenario representado.

• Localización temporal y temática:

– Naturaleza (político, económico, militar, sociopolítico, sociocul-


tural).
– Cronología (fecha o época aproximada).
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– Temática (tema central, expresado brevemente).

• Análisis del tema central. Es importante establecer las relaciones entre el


escenario geográfico, los signos topográficos y el tema central. Hay que
tener en cuenta las siguientes cuestiones:

– Zonas en las que se divide el mapa, estableciendo rango (grandes


potencias y pequeñas unidades, zonas centrales y periféricas), rela-
ciones (alianza, oposición, neutralidad), carácter estático o dinámico
(variación fronteriza), etc.
– Clasificación de las ideas principales y secundarias.
– Explicación del tema central (causas, desarrollo, consecuencias, pro-
tagonistas, etc.).

• Conclusiones. Determinar su trascendencia histórica, valorar los hechos


principales situándolos en el contexto general y establecer paralelismos con
otros escenarios coetáneos o con otras épocas.
• Bibliografía utilizada.

4.2.3. El comentario de imágenes

El comentario de imágenes históricas no tiene como objetivo analizar sus valores


estéticos (lo cual sería cometido de la historia del arte), sino explicar su mensaje o fina-
lidad en el contexto en que fue creada. El comentario puede ser estructurado en las si-
guientes fases:

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• Clasificación de la imagen:

– Lugar y fecha de la imagen.


– Tema que representa.
– Medio técnico (fotografía, grabado, cartel, pintura, ilustración de un
libro, etc.).
– Destinatario (en relación con el lugar o el medio de difusión en que
apareció la imagen: prensa, espacios públicos, libros escolares, etc.).
– Autor o emisario del mensaje (por ejemplo, en un cartel electoral inte-
resa el grupo político que lo encarga, no el profesional que lo realiza,
pero en una obra de arte interesan el artista y el que encarga la obra).
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• Análisis:

– Explicación del asunto representado.


– Análisis detallado de elementos significativos de la imagen (símbo-
los, personajes, escenarios, etc.).
– Técnicas empleadas para reforzar el mensaje (colores cálidos o fríos,
luces suaves o violentas, agitación o serenidad de las figuras, etc.).
– Función y finalidad del mensaje (propagandística, para incitar al voto
a un grupo político; educativa, para inculcar la tolerancia, etc.).

• Comentario. Relacionar la imagen con el contexto histórico al que corres-


ponde.
• Crítica. Valoración histórica de la imagen, teniendo en cuenta su eficacia
para alcanzar los objetivos deseados (especialmente en el caso de imágenes
propagandísticas) y el interés de la imagen como expresión de la cultura y
de la mentalidad de una época.
• Bibliografía utilizada.

5. MÉTODOS Y TÉCNICAS DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICA

La investigación histórica requiere del conocimiento y dominio de unos métodos


y técnicas específicos. Generalmente, todo trabajo histórico es resultado de la aplica-

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ción de una pluralidad de métodos y técnicas historiográficas, pudiéndose diferen-


ciar en el proceso de investigación histórica las siguientes fases:

• Acotación del tema de estudio.


• Búsqueda de fuentes.
• Localización de fuentes.
• Estudio individualizado de las fuentes y crítica de las mismas.
• Estudio comparado de las fuentes.
• Proceso de redacción de la investigación.
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Figura 4. Tipos de fuentes históricas

tipos de fuentes históricas

Primarias Secundarias

No escritas Escritas
Escritas
• Monumentos. • Libros de historia.
• Obras literarias.
• Restos humanos o ma- • Biografías.
• Documentos.
teriales. • Tratados de arte.
• Periódicos.
• Utensilios. • Estudios arqueológicos.
• Inscripciones.
• Obras de arte. • Audiovisuales de te-
• Monedas.
• Testimonios orales. mática histórica.

Fuente: elaboración propia.

Para poder desarrollar su investigación, el historiador necesita manejar estrategias


y conocimientos procedentes de otras disciplinas. Las ciencias auxiliares de la historia
proporcionan al historiador métodos y técnicas que les permiten dotar a sus investiga-
ciones de un carácter holístico e integrador.

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El historiador utiliza las ciencias auxiliares como herramientas para validar la auten-
ticidad e integridad de los documentos y hallazgos de valor histórico. Entre ellas, cabe
mencionar la paleografía, la diplomática, la epigrafía, la numismática, la codicología, la
genealogía, la heráldica, la sigilografía, la cronología, etc. Actualmente, las ciencias au-
xiliares se denominan también «ciencias y técnicas historiográficas».

En la investigación histórica también se emplean los principios de las ciencias for-


males (lógica, matemáticas, etc.), de las ciencias naturales (astronomía, biología, física,
química, geología, etc.) y de las ciencias sociales (psicología, sociología, economía y
demografía), pero el hecho de que las disciplinas enunciadas anteriormente reciban la
denominación de «auxiliares» se debe a que poseen aplicaciones específicas para la his-
toria y su relación es directa.
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En definitiva, además de la ayuda instrumental que proporcionan las ciencias auxi-


liares, el carácter interdisciplinar que presentan numerosas investigaciones supone la
adopción de enfoques procedentes de la antropología, de la sociología, etc., o el trabajo
en equipo con profesionales de la arqueología, de la paleontología, etc.

6. LA RENOVACIÓN HISTORIOGRÁFICA EN EL SIGLO XX

Durante el primer tercio del siglo XX, hasta la renovación historiográfica producida
por la influencia creciente de la corriente de la Escuela de los Annales, en la historiogra-
fía académica occidental dominaba la historia política, en la que exclusivamente tenían
cabida los grandes acontecimientos y los grandes personajes. Era una historia construi-
da desde arriba, pero en el siglo XX se han desarrollado nuevos paradigmas, gracias
al desarrollo de la historia social, económica, cultural y de las mentalidades, lo cual ha
permitido tener una visión más completa de las distintas épocas.

En este proceso de renovación historiográfica tuvo un relevante papel la Escuela de


los Annales, cuyos orígenes y trayectoria examinaremos brevemente a continuación. En
1929 vio la luz en Estrasburgo, en la Alsacia nuevamente francesa desde 1914, el pri-
mer número de la revista Annales d’histoire économique et sociale, cuyos impulsores
fueron dos profesores de la Universidad de Estrasburgo: el medievalista Marc Bloch
(1886-1944), muerto en el combate contra el nazismo, y el modernista Lucien Febvre
(1878-1956). Bloch y Febvre encarnan la primera generación de la corriente que habría
de renovar el panorama historiográfico.

En esta corriente de origen francés, la historie non-événementielle halló sus máxi-


mos representantes. L’École des Annales planteó que la historia debía abandonar la

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narración histórica tradicional basada en acontecimientos políticos, diplomáticos y mi-


litares, amplió los campos de trabajo y utilizó métodos de otras disciplinas. Esta escuela
tuvo un gran éxito especialmente desde la Segunda Guerra Mundial y su triunfo fue
todavía más notable a partir de 1957, año en el que Fernand Braudel sucedió a Febvre
como director de la revista de la escuela, dando paso a la segunda generación.

Once años antes, Febvre y Braudel habían conseguido un decisivo apoyo institu-
cional, al establecer en París y controlar un gran centro de investigación: la VIème Sec-
tion de l´École Pratique des Hautes Études. En 1949, Braudel había publicado su gran
tesis El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, donde exponía
sus consideraciones sobre el tiempo histórico, con los procesos de larga duración (es-
tructuras, en las que el tiempo permanece casi inmóvil), de media duración (coyuntu-
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ras, donde el cambio es perceptible) y de corta duración (acontecimientos, considerados


como la «espuma» de la historia).

Desde 1970, tomaría el relevo una tercera generación en la dirección colegiada de


la revista, la cual estaría constituida por Marc Ferro (especialista en historia contem-
poránea y en las relaciones entre cine e historia), Jacques Le Goff (medievalista) y
Emmanuel Le Roy Ladurie (dedicado al estudio sobre el Antiguo Régimen).

Una de las aspiraciones de los fundadores de la Escuela de los Annales fue impulsar
la idea de unidad de la historia con las demás ciencias del hombre. En palabras de Pie-
rre Vilar, ellos «combatían contra las barreras entre disciplinas, a favor de una relación
orgánica entre historia, economía, geografía, sociología, por tanto a favor de la unidad
de la materia y de la reflexión histórica».

El objetivo de Bloch y de Febvre al potenciar el diálogo de la historia con las di-


ferentes ciencias sociales era ampliar el objeto de estudio de la disciplina, mediante la
integración de otras dimensiones, aparte de la política, en el discurso histórico. De este
modo, se perseguía una «historia total», en la que tendrían cabida las diferentes facetas
de la historia de la humanidad y la vida de la gente común, no solo de los grandes per-
sonajes como había ocurrido hasta entonces.

Frente a la visión clásica y positivista de que la historia se construía con base en


documentos, los autores de Annales defendían que los estudios históricos debían reali-
zarse empleando todo tipo de vestigio relacionado con la actividad humana: lenguaje,
signos, formas del paisaje, instrumental, etc. Por ejemplo, Le Roy Ladurie apelaba a las
complejas técnicas dendrocronológicas (recuento de los anillos de los troncos en árbo-
les centenarios) como fuente y método para el estudio del clima.

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En consonancia con el auge de la historiografía cuantitativa que explicaremos a


continuación, la tercera generación de Annales mostró una gran preocupación por la es-
tadística, empleando el utillaje conceptual de las ciencias sociales al estudio histórico
global. Asimismo, esta tercera generación fue evolucionando hacia la historia antropo-
lógica. Uno de los hitos de este proceso tuvo lugar en 1976, cuando Le Goff cambió el
nombre del título de su seminario, que pasó de denominarse Histoire et Sociologie de
l’Occident medieval a Anthropologie historique de l’Occident medieval.

La influencia de los Annales se hizo notar más allá del canal de la Mancha y al
otro lado del Atlántico. La fundación de la revista inglesa Past and Present y de alguna
análoga americana en los años sesenta son testimonio del nuevo clima historiográfico,
donde la cuantificación era aplicada a diversos dominios de la historia, como el compor-
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tamiento electoral, la movilidad social y los procesos económicos. En este campo desta-
có la cliometría, una metodología de análisis que emplea de forma sistemática la teoría
económica, la estadística y la econometría para el estudio de la historia económica. Su
nombre deriva de Clío, musa de la historia, y metría, medición.

Una de las ramas más destacadas de la cliometría norteamericana es la new eco-


nomic history, que tuvo su origen en Estados Unidos en 1958. Sus representantes se
apoyaban en las leyes de bronce de la economía formuladas por Adam Smith y David
Ricardo, con el convencimiento de que el crecimiento imparable de la economía capi-
talista, junto con la modernización económica, conducirían al establecimiento de socie-
dades libres y democráticas. Esta nueva historia económica se caracterizó por emplear
un método cuantitativo y modelos teóricos matemáticos, así como por realizar un trata-
miento informático de los datos estadísticos. El fruto más emblemático de esta escuela
fue el estudio Tiempo en la cruz: la economía esclavista en los Estados Unidos, publi-
cado en 1974 por Robert Fogel y Stanley Engerman.

Asimismo, desde los años setenta, los planteamientos marxistas del materialismo
histórico que habían dominado buena parte de los estudios históricos fueron revisados
y, a finales de siglo, tras contemplar el drama de las guerras mundiales, de las experien-
cias totalitarias y de las amenazas nucleares, en sectores intelectuales influyentes se em-
pezó a cuestionar la valoración optimista del progreso técnico, dejando de ser tratadas
con arrogancia las etapas preindustriales y las culturas extraeuropeas.

De este modo, en las últimas décadas han ido cobrando fuerza nuevos paradigmas
historiográficos que permiten abordar la historia desde abajo (de las clases subalternas,
en contraposición a la historia del poder, imperante en los siglos anteriores), la historia
de las mujeres, la historia de la vida cotidiana y la microhistoria, lo cual posibilita
tener una visión más completa del devenir histórico.

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A estos enfoques teóricos, hay que sumar dos vertientes que están suscitando en
buena parte de la población el interés por la historia: las novelas históricas, que deben
combinar el rigor de la contextualización y descripción de ambientes y personajes con
la faceta literaria, y las recreaciones históricas, que pretenden recuperar el pasado glo-
rioso de ciudades y comarcas en épocas pasadas.

Figura 5. Ciudad romana de Valeria (Cuenca), redescubierta por la arqueología


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 CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER


• Cliometría. Metodología de análisis que emplea de forma sistemática la
teoría económica, la estadística y la econometría para el estudio de la his-
toria económica. Su nombre deriva de Clío, musa de la historia, y metría,
medición. El término fue acuñado en los años sesenta por Jonathan R.T.
Hughes y Stanley Reiter.
• Historiografía. Registro escrito de la historia. Hace referencia a la memo-
ria fijada por la humanidad mediante la escritura de su propio pasado.
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• Microhistoria. Rama de la historia social de desarrollo reciente, que analiza


personajes, acontecimientos y otros fenómenos del pasado que en cualquier
otro tratamiento de las fuentes pasarían inadvertidos. Se trata de reducir la
escala del proceso a investigar o de examinar con lupa el pasado. Destacan
en este campo las obras de Carlo Ginzburg y Georges Duby, entre otros.
• Positivismo. Corriente o escuela filosófica fundada por el pensador fran-
cés August Comte en el siglo XIX, que afirma que el único conocimiento
auténtico es el conocimiento científico, el cual solo puede surgir de la afir-
mación positiva de las teorías mediante el método científico. El positivismo
historiográfico que da primacía al trabajo con documentos como fuente de
información tiene como representante a Fustel de Coulanges.

 ACTIVIDADES DE REPASO

Enunciado 1

Tras la lectura de este texto de Heródoto, responde a las cuestiones formuladas.

«Esta es la exposición del resultado de las investigaciones de Heródoto


de Halicarnaso para evitar que, con el tiempo, los hechos humanos queden

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en el olvido y que las notables y singulares empresas realizadas, respectiva-


mente, por griegos y bárbaros –y, en especial, el motivo de su mutuo enfren-
tamiento– queden sin realce. (...)
Yo, por mi parte, no voy a decir al respecto que fuese de una u otra manera,
simplemente voy a indicar quién fue el primero, que yo sepa, en iniciar actos
injustos contra los griegos; y seguiré adelante mi relato ocupándome por igual
de las pequeñas y de las grandes ciudades de los diferentes pueblos, ya que las
que antaño eran grandes, en su mayoría son ahora pequeñas; y las que en mis
días eran grandes, fueron antes pequeñas. En la certeza, pues, de que el bien-
estar humano nunca es permanente, haré mención de unas y otras por igual.»

Heródoto: Historia, libro I, Proemio (Heródoto: Historia, vol. I,


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Madrid, Gredos, 1977, pág. 85. Traducción de Carlos Schrader).

Se propone lo siguiente:

• Busca información sobre el autor del texto.


• ¿Qué cometidos atribuye Heródoto a la historia?

Enunciado 2

Lee el siguiente texto de Tucídides y responde a las cuestiones formuladas.

«He aquí la historia antigua de Grecia tal como he podido reconstruirla,


tarea difícil ya que no es posible, sin más, conceder autenticidad indistintamen-
te a cualquier testimonio, porque los hombres aceptan sin fiscalización alguna
las tradiciones del pasado, aunque se trata de su propio país. (...)
Con todo, el que, de acuerdo con los indicios que he puesto de relieve,
juzgue los hechos, más o menos, tal como los he expuesto, no se engañará, sin
conceder más crédito al canto de los poetas, que exageran los hechos para em-
bellecerlos, ni a las narraciones de los cronistas, más inclinados a encandilar
el oído que a contar la verdad y toman como tema de sus obras unos hechos
que no pueden comprobarse con rigor y que, dado el enorme lapso de tiempo
transcurrido, han llegado a convertirse en meras leyendas increíbles; piense
que mis reconstrucciones se han obtenido apoyándome en las fuentes más se-
guras, y que ofrecen un grado suficiente de credibilidad tratándose, como se
trata, de hechos tan remotos. (...)

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M. Lara Martínez ¿Qué es la historia? Periodización y fuentes. El oficio del historiador

En cuanto a los discursos pronunciados en cada bando antes de romperse


las hostilidades, o ya en el curso de la guerra, resultaba prácticamente imposible
reproducir las palabras literales con que se expresaron, bien recurriendo a mis
recuerdos personales o a las informaciones que me llegaban de otras personas;
en consecuencia, me he limitado a poner, en labios de cada orador, sencillamente
los términos en que me parecía que debieron manifestarse en cada caso a tenor
de las circunstancias, ajustándose lo más estrictamente posible al sentido gene-
ral de sus declaraciones. Y en lo que concierne a los avatares del conflicto, me
he creído en el deber moral de historiarlos no apoyándome en el testimonio de
cualquier informador, o como yo me los imaginaba; mi narración se basa en lo
que personalmente he presenciado y en las declaraciones de terceros, minucio-
samente controladas por una rigurosa crítica. Investigación laboriosa, porque
los testigos oculares de los acontecimientos no coincidían en sus referencias,
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sino que cada cual hablaba conforme a su partidismo o a su grado de memoria.


Por otro lado, acaso la ausencia, en mi obra, de todo elemento legenda-
rio, la hará menos sugestiva; en todo caso, me daré por satisfecho con que la
juzguen de utilidad  todos aquellos que aspiran a formarse una idea de los he-
chos del pasado y de aquellos que, más o menos semejantes de acuerdo con las
leyes de la naturaleza humana, puedan ocurrir en el futuro. Mi obra, en suma,
es una adquisición definitiva, no una pieza de circunstancias compuesta para
la satisfacción del momento.»

Tucídides: Historia de la guerra del Peloponeso, libro I, 20-22 (Tucídides: Historia de la guerra
del Peloponeso, Madrid, Guadarrama, 1976, págs. 42-43. Traducción de José Alsina).

Se propone lo siguiente:

• Busca información sobre el autor.


• Señala las ideas principales y secundarias del texto.
• ¿En qué se diferencian las creaciones del poeta y del cronista del relato del
historiador, según Tucídides?
• Compara los planteamientos de Heródoto con los de Tucídides y argumenta
cuál de los dos puede ser considerado con mayor propiedad como un his-
toriador científico.

Enunciado 3

Tras la lectura de este texto de Marc Bloch responde a las cuestiones formuladas.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

«El oficio de historiador –me refiero al historiador que busca, descubre,


reconstruye– es un oficio hermoso (...) pero es un oficio difícil (y cuya prepa-
ración está, en mi opinión, muy mal organizada) (...) hacerlo correctamente
exige mucho trabajo, muchos conocimientos diversos y una verdadera fuerza
intelectual; curiosidad, imaginación; orden en el espíritu; finalmente, la capa-
cidad de expresar con claridad y exactitud los pensamientos y los sentimien-
tos de los hombres.»

Bloch, M.: L’Étrange Défaite, 1940 (Mastrogregori, M.: El manuscrito interrumpido


de Marc Bloch: apología para la historia o el oficio de historiador, México, FCE, 1999, pág. 44).

Se propone lo siguiente:
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• Busca información sobre la vida y las principales obras de Marc Bloch.


• ¿Qué cualidades debe tener el historiador según el autor?
• ¿En qué medida la Escuela de los Annales contribuyó a la renovación his-
toriográfica del siglo XX?

Enunciado 4

A tu juicio, ¿qué tiene la historia de arte y qué tiene de ciencia?

Enunciado 5

Define las siguientes ciencias auxiliares:

• Sigilografía.
• Paleografía.
• Epigrafía.
• Numismática.
• Diplomática.
• Codicología.

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M. Lara Martínez ¿Qué es la historia? Periodización y fuentes. El oficio del historiador

 EJERCICIOS VOLUNTARIOS

Tras el estudio de esta Unidad didáctica, el estudiante puede hacer, por su cuenta,
una serie de ejercicios voluntarios, como los siguientes:

1. ¿Crees que el cine es un buen canal para la divulgación histórica? Argu-


menta tu respuesta e indica títulos de películas del género de cine histórico,
señalando el contexto en el que se ambientan.
2. Indica el título de tres novelas históricas y el contexto en el que se ambientan.
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3. ¿Cuál es la etapa histórica que más interesante te resulta? ¿Por qué?


4. Busca información sobre recreaciones históricas que se realicen en pueblos
o ciudades y coméntalas (por ejemplo, jornadas romanas, mercados medie-
vales, fiestas ducales, etc.).

 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Básica

ARÓSTEGUI, J.: La investigación histórica: teoría y método, Barcelona, Crítica, 1995.


BURKE, P.: Formas de hacer historia, Madrid, Alianza Editorial, 1993.
CARDONA, G. R.: Antropología de la escritura, Barcelona, Gedisa, 1994.
MORADIELLOS, E.: El oficio del historiador, Madrid, Siglo XXI, 1999.
RABADAL, M. y LARA PEINADO, F.: Comentario de textos históricos, Madrid, Cátedra, 1997.

En la red

SÁNCHEZ MARCOS, F.: Tendencias historiográficas actuales, 2009, 92 págs, en http://www.culturahis-


torica.es
http://www.h-debate.com/

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

Avanzada

BURKE, P. (ed.): Formas de hacer historia, Madrid, Alianza, 2003.


HERNÁNDEZ SANDOICA, E.: Los caminos de la historia. Cuestiones de historiografía y método,
Madrid, Síntesis, 1995.
LOZANO, J.: El discurso histórico, Madrid, Alianza Universidad, 1987.
SÁNCHEZ MARCOS, F.: Invitación a la historia, Barcelona, Labor, 1993.
STONE, L.: «The Revival of Narrative: Reflections on a New Old History», en Past and Present, 1979.
SUÁREZ, F.: La historia y el método de investigación histórica, Madrid, Rialp, 1987.
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2
UNIDAD
DIDÁCTICA

la prehistoria
y el proceso
de hominización
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PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS

1. Creacionismo versus evolucionismo


2. El origen de la especie humana
2.1. El Paleolítico
2.2. Criterios de hominización

3. El Neolítico
3.1. Causas de aparición del Neolítico
3.2. Fósiles directores o guía del Neolítico

4. Principales yacimientos neolíticos


5. La vida cotidiana en el Neolítico
6. La Edad de los Metales
7. Las civilizaciones de Oriente Próximo
8. Métodos de datación de fósiles
8.1. El carbono 14
8.2. El potasio-argón
8.3. Las huellas de fisión
8.4. La termoluminiscencia
8.5. Otros métodos de datación

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER

ACTIVIDADES DE REPASO

EJERCICIOS VOLUNTARIOS

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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M. Lara Martínez La prehistoria y el proceso de hominización

 PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS

Presentación

La Unidad didáctica 2 está dedicada al estudio de la prehistoria, analizando el proceso


de hominización y las primeras manifestaciones de la vida del hombre sobre la Tierra.

Siempre resulta incierto ahondar en cronologías profundas, como las que se corres-
ponden con el tema que nos ocupa. Es conocida la teoría del Big Bang, que formula la
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idea de la explosión cósmica como origen del universo y que ocurriría hace 15.000 mi-
llones de años. Asimismo, se estima que la antigüedad de la Tierra asciende a los 4.500
millones de años.

La biología, la geología y la antropología, entre otras disciplinas, cooperan con la


arqueología, a fin de proporcionar una aproximación al origen del hombre. Si tenemos en
cuenta que la parte correspondiente a la historia en el pasado de la humanidad supone solo
el 0,5 por 100, percibimos la relevancia del estudio del nacimiento de la especie humana.

Objetivos

La Unidad didáctica 2 permitirá al estudiante alcanzar los siguientes objetivos:

• Explicar los diferentes periodos que forman la prehistoria: Paleolítico, Neo-


lítico y Edad de los Metales.
• Analizar con criterios científicos el proceso de hominización.
• Ser capaz de describir las principales manifestaciones culturales del hom-
bre prehistórico.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

1. CREACIONISMO VERSUS EVOLUCIONISMO

El acercamiento religioso al origen del hombre ha estado marcado por un plantea-


miento creacionista. Las tres religiones del Libro, que parten de un tronco común, la
estirpe de Abraham, así lo muestran. Adán y Eva dan origen en Próximo Oriente a la
gran familia humana, dispersada por deportaciones y diluvios y establecida por la pro-
videncia divina en todo el orbe.
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El creacionismo es la corriente que sostiene que la verdad sobre el origen del hom-
bre se encuentra en el Antiguo Testamento. Los creacionistas plantean que, con anterio-
ridad al diluvio universal, todos los seres humanos hablaban la misma lengua. Después
de este acontecimiento, cada grupo comenzó a hablar lenguas diferentes e ininteligibles
para el resto de grupos. Esta ininteligibilidad condujo a la emigración a diferentes partes
del planeta. Junto con el enfoque bíblico, estudiosos de la Edad Moderna contribuyeron
a afianzar, desde un punto de vista laico, esta tesis difusionista.

Para buena parte de los ilustrados la máxima ex Oriente lux condensaba la explica-
ción del origen de la humanidad y de la civilización. Actualmente, todavía sigue habien-
do seguidores de este planteamiento. Las pruebas aportadas por el ADN mitocondrial
apoyan la teoría del origen único aunque, si bien es cierto, otros datos desmienten esta
postura. Por ejemplo, los creacionistas mantienen que la Edad de Piedra no duró los 2
millones de años, o más, que dicen los arqueólogos, sino tan solo 3.000 años, desde la
dispersión ocasionada por la torre de Babel hasta el surgimiento de las civilizaciones
desarrolladas fuera de Oriente Medio. Asimismo, en América, las sociedades estatales
precolombinas surgieron y evolucionaron sin entrar en contacto con el Viejo Mundo.

En el ámbito del evolucionismo, cabe decir que, en el tránsito del siglo XVIII al XIX,
el naturalista francés Jean-Baptiste-Pierre-Antoine de Monet, caballero de Lamarck (1744-
1829), postuló una primera teoría que trataba de explicar la adaptación de las especies al
medio. Es conocido el ejemplo de la jirafa, animal que a juicio de Lamarck había visto
prolongado su cuello por la necesidad biológica de estirarse hasta las copas de los árboles
para alimentarse con sus hojas. Lamarck fue además el fundador de la paleontología de los
invertebrados y acuñó el término «biología» para designar la ciencia de los seres vivos.

En 1859 la publicación de El origen de las especies del naturalista inglés Charles


Darwin marcaría un antes y un después en la historia y en la ciencia. Sus viajes a bordo
del Beagle y sus observaciones del medio natural lo llevaron a postular las teorías de la

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M. Lara Martínez La prehistoria y el proceso de hominización

lucha por la supervivencia y la selección natural. A su juicio, todas las especies de seres
vivos habían evolucionado a partir de un antepasado común, pero solo los individuos
más fuertes eran capaces de sobrevivir y, por ende, de perpetuar sus genes.

El impacto del evolucionismo en la sociedad del siglo XIX supondría un choque


con la Iglesia y con los sectores conservadores, que veían a Darwin como una amenaza
al mantenimiento de las teorías secularmente aceptadas.

Es digna de mención la anécdota protagonizada por el darwinista Thomas Huxley


y el obispo Wilberforce en la reunión anual de la Asociación británica para el avan-
ce de la ciencia, celebrada en junio de 1860. En aquella ocasión el obispo Wilberforce
atacó al darwinista, al que le preguntó sarcásticamente: «¿Fue a través de su abuelo o de
su abuela la reivindicada descendencia de un mono?».
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A lo que Thomas Huxley respondió: «… Preferiría tener a un miserable mono por abue-
lo que a un hombre altamente dotado por la naturaleza y dueño de grandes medios e influen-
cias y que emplea esas facultades e influencias para el mero placer de introducir el ridículo
en una discusión científica; ante esto, afirmo definitivamente mi preferencia por el mono».

Posteriormente, destacaría el enfoque del darwinismo social, corriente que tendría


un nocivo impacto social por la discriminación y segregación que conlleva.

Las tesis difusionistas primaron en el panorama arqueológico hasta bien entrado el


siglo XX. África ha sido un enclave privilegiado en lo que a cronologías antiguas se refiere
sobre restos homínidos y las explicaciones se basaron en la teoría de las migraciones del
Homo erectus y del Homo sapiens. Sería en los años treinta, cuando Weidenreicht, exa-
minando hallazgos como el Hombre de Pekín, propondría abiertamente tesis poligenistas,
que explican que el origen de la vida humana no se produjo en un único enclave, sino en
varios focos simultáneamente. Actualmente, ambas tendencias siguen marcando la explica-
ción sobre el origen del hombre, aun cuando el enfoque poligenista ha ido ganando terreno.

2. EL ORIGEN DE LA ESPECIE HUMANA

El ser humano actual pertenece al orden de los primates, al suborden de los antro-
poides, a la superfamilia hominoidea, a la familia hominidae, a la subfamilia homininae,
a la tribu hominini, a la subtribu hominina y al género homo.

El orden de los primates apareció hace 12 millones de años. De su estudio se encarga


la primatología, que es una rama de la antropología física. Como rasgos específicos de los

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

primates, en comparación con otros órdenes dentro de los mamíferos, cabe señalar: extre-
midades especializadas, manos prensiles, reducido número de crías por parto, prolongados
periodos de gestación e infancia, agudeza visual y reducida dependencia del sentido del
olfato. De los primates, el ser humano heredaría el cerebro de gran tamaño y la conducta
social compleja. Aparte de sus adquisiciones culturales, la principal diferencia entre los
homínidos y los simios es el bipedismo.

Los cambios climáticos acaecidos entre los 7 y 5 millones de antigüedad propiciaron


la bipedestación (para alcanzar visualmente el horizonte de la sabana) y la separación de
los primeros antropoides de sus parientes los primates. De este modo, nacerían los Aus-
tralopithecus, cuya existencia está documentada en un amplio periodo comprendido entre
los 4,5 y los 1,5 millones de años. África es el marco en el que estos hallazgos se docu-
mentan, pudiéndose diferenciar tres clases: el Australopithecus Africanus, el Afarensis
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y el Robustus. Los fósiles de homínidos más antiguos pertenecen al Australopithecus.

En 1974 el paleoantropólogo estadounidense Donald Johanson encontró en Etio-


pía los restos de una joven Australopithecus Afarensis a la que los arqueólogos deno-
minaron Lucy en recuerdo de la canción de los Beatles, Lucy in the sky with diamonds,
escuchada por los miembros del equipo la noche posterior al descubrimiento. Lucy fue
una joven de unos 20 años de edad, con 1 m de estatura y 27 kg de peso, que debió de
tener hijos. Se ha conservado el 40 por 100 de su esqueleto. El Afarensis vivió entre los
3,7 y 2,9 crones. En 1976-1977 la arqueóloga británica Mary Leakey descubrió en Tan-
zania las famosas huellas de Laetoli, conservadas en ceniza volcánica y pertenecientes
a individuos con una estatura cercana a 1,10 o 1,40 m.

En definitiva, los Australopithecus presentaban rasgos que preconizaban a los hu-


manos, aunque la bipedestación no era completa y la capacidad cerebral era muy infe-
rior a la actual, pues se situaba en torno a los 450 cm3.

El siguiente eslabón en la cadena evolutiva de la especie es el del Homo habilis, que


apareció hace 2,5 millones de años. En los años sesenta Louis y Mary Leakey hallaron
los primeros restos de esta especie en Tanzania. Se trataba de un individuo omnívoro,
con una capacidad craneana algo superior a la de los Australopithecus, entre los 650 y
800 cm3 y una estatura pequeña, en torno a 1,40 m. Tecnológicamente aún estaban poco
capacitados y únicamente podían trabajar cantos rodados que dan lugar a la cultura de
pebble tools con los chopper y chopping tools (piedras talladas de forma rudimentaria
por una cara o por dos, respectivamente).

El Homo erectus se encuentra documentado en África hace 1,8 millones de años.


Como sus antecesores, se dedicó especialmente a la actividad cinegética, desarrollando
la caza sistemática cooperativa. El Hombre de Java y el Hombre de Pekín, hallados a
finales del siglo XIX y principios del XX, están asociados a esta categoría.

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M. Lara Martínez La prehistoria y el proceso de hominización

La producción lítica del Erectus se corresponde con el Achelense y tuvo una prolon-
gada duración, de 1,5 millones de años, aunque la evolución del utillaje (bifaces, raede-
ras, raspadores, puntas de flecha, etc.) fue muy lenta. Este individuo poseía una elevada
estatura, de hasta 1,8 m, era muy robusto y también se piensa que fue el primer indivi-
duo capaz de realizar un uso controlado y selectivo del fuego. No obstante, esta última
hipótesis ha sido desmentida por otros estudios que, teniendo en cuenta que la fecha más
antigua a la que puede remontarse la existencia de un horno en Europa es de 0,2 cro-
nes, sostienen que fue el Homo sapiens arcaico el individuo capaz de controlar el fuego.

Figura 1. La dispersión del Homo erectus fuera de África


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El Homo erectus es la especie más


antigua a la que pertenece sin lugar
a dudas al género Homo. Los prime-
ros restos africanos de la especie
podrían ser los hallados en Olduvai,
con una antigüedad de 1,2 millones
de años. (Algunos expertos creen que
los restos encontrados en Koobi fora
y Nariokotome, junto al lago Turka-
na, pertenecen también a esta espe-
cie). El Homo erectus es la primera
especie de homínidos de la que se
han encontrado restos fósiles fuera
de África. Durante mucho tiempo se
aceptó generalmente la tesis de que
el Homo erectus comenzó a difundir-
se más allá de África hace 1 millón
de años, pero en 1989 se descubrió
en Dmanisi, Georgia, una mandíbula que puede tener 1,6 millones de años. Este descubrimiento
ha reabierto el debate.

Fuente: Roberts, J. M.: Historia universal ilustrada, Círculo de Lectores, 1998.

Entre la variabilidad morfológica del hipodigma Homo erectus nos encontramos


con el Antecessor, registrado con fechas de 800.000 años en Atapuerca (Burgos). Las
primeras exploraciones sistemáticas del sistema kárstico de Cueva Mayor se remontan
a mediados del siglo XIX, aunque la caverna ya era conocida en el lugar desde mucho
tiempo atrás. A finales del siglo XIX, las obras de excavación para construir una línea
ferroviaria, desde la sierra de la Demanda hasta Burgos, sacarían a la luz numerosas
cuevas colmatadas con sedimentos pleistocenos.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

Posteriormente, en 1964, el profesor Francisco Jordá Cerdá inició las primeras cam-
pañas de excavaciones, detenidas poco después. También desde los años sesenta trabajó
en el yacimiento el grupo espeleológico Edelweiss, que descubrió la Galería del Sílex,
la cual presenta restos de rituales funerarios y de pinturas de la Edad del Bronce. En
1973, el profesor J.M. Apellániz comenzó las campañas de excavaciones en el Portalón
de Cueva Mayor y, en los años ochenta, destacarían los proyectos coordinados por la
ingeniera de minas Trinidad Torres y el antropólogo Emiliano Aguirre.

Desde 1990, el equipo de Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eu-
dald Carbonell daría fama mundial al yacimiento con el hallazgo en 1997 del Antecessor,
el homínido más antiguo de Europa. También se ha confirmado en Atapuerca la prácti-
ca de un canibalismo ritual, la referencia más antigua de esta praxis en el continente.
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Entre las áreas que presenta el yacimiento destacan la Sima de los Huesos, la Gran
Dolina y la Galería del Sílex. Junto a otros restos, destaca el cráneo número 5, halla-
do en 1992 en la Sima de los Huesos y apodado Miguelón, en recuerdo del ciclista Mi-
guel Indurain, ganador por aquellos años de los tours de Francia. En este caso, se trata
del cráneo mejor conservado del registro fósil de los homínidos. Perteneció a un Homo
heidelbergensis de unos 35 años de edad y presenta más de 300.000 años de antigüedad.
El 30 de noviembre de 2000, la Unesco declaró patrimonio de la humanidad a los yaci-
mientos de la sierra de Atapuerca.

Los restos encontrados en Atapuerca corresponden, por un lado, a individuos em-


parentados con el Homo habilis africano y, por otro, al Antecessor. El Antecessor es un
Preneanderthal, esto es, un precursor del Neanderthal.

El Neanderthal es una especie extinta del género Homo que habitó Europa y Asia
occidental desde hace 230.000 años hasta 28.000 años atrás, durante el Pleistoceno Medio
y Superior. Culturalmente se corresponde con el Paleolítico Medio. Su técnica lítica era
el Musteriense, denominada así a partir del conjunto de artefactos hallados en un refugio
rocoso en Le Moustier, en la región del suroeste francés de la Dordoña. El Musteriense
se caracteriza por hojas modificadas o «retocadas», golpeando las pequeñas lascas en
uno o más de sus bordes.

A partir de los huesos fósiles descubiertos, sus características definidoras son: es-
queleto robusto, pelvis ancha, extremidades cortas, arcos supraorbitarios resaltados, fren-
te baja e inclinada, mandíbulas sin mentón y gran capacidad craneal, superior incluso a
la del hombre moderno. Vivían en grupos organizados de alrededor de 30 miembros y,
según se ha probado en diferentes yacimientos, como Moula-Guercy (Francia) o Vindi-
ja (Croacia), practicaban el canibalismo. Debía de tratarse de un canibalismo ritual y no
antropofágico, ya que retiraban la carne de los huesos para enterrarla, no para ingerirla.

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M. Lara Martínez La prehistoria y el proceso de hominización

Entre las prácticas del Neanderthal destacan el culto al cráneo (ritual hacia los antepa-
sados) y el culto al oso de las cavernas. Esta última teoría, popularizada hace algunos años
por la novela de la escritora estadounidense Jan Auel, El clan del oso cavernario (1980),
se fundamenta en el hallazgo de un gran número de cuevas con útiles neanderthales y miles
de huesos de oso, aunque no han faltado las críticas a la misma, argumentando que los
hombres de Neanderthal no mataban a los osos para participar en un ritual, sino que úni-
camente visitaban las cavernas en las que hibernaban los osos y en las que a veces morían.

El Neanderthal convivió en los territorios europeos durante, aproximadamente,


5.000 años con el Sapiens, pero acabó sucumbiendo. Su desaparición sigue siendo un
enigma: inferioridad genética con respecto al Sapiens, endogamia del grupo, cambios
ambientales no soportados por los Neanderthales, etc.
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El Homo sapiens es el hombre actual. La cronología más antigua de Homo sapiens es la


presentada por los restos hallados en África, con una antigüedad superior a los 100.000 años.
Se ha explicado la aparición del Sapiens en el resto de continentes a partir de las migraciones
propiciadas por cambios climáticos ocurridos hace 90.000 años en África y que harían lle-
gar al Sapiens al sur de Eurasia en esas fechas, a Australia y Nueva Guinea hace 70.000 años
(tardaron 20.000 años en sobrepasar la línea Wallace) y a Europa y a América hace 40.000.

Figura 2. La migración del Homo sapiens

En 1868 se descubrieron
en Cromañón los restos
de un hombre anatómi -
camente moderno cuya
antigüedad se estima en
unos 30.000 años.
Descubrimientos recien-
tes hacen suponer que
el Homo sapiens moder-
no surgió probablemen-
te en África, hace más
de 100.000 años. En el
mapa se indica donde
Lugares donde se han hallado restos de los primeros Homo sapiens modernos.
se han localizado algu -
nos de los especímenes
más antiguos, así como
las posibles rutas de su difusión a partir de África. Si esta hipótesis es correcta, los neandertales no
son antepasados directos de la humanidad actual, que descendería de una sola población africana.

Fuente: Roberts, J. M.: Historia universal ilustrada, Círculo de Lectores, 1998.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

2.1. EL PALEOLÍTICO

El Paleolítico, o edad de la piedra tallada, es la etapa más larga y antigua del


devenir de la humanidad. Se extiende desde la aparición de los homínidos hasta el mi-
lenio IX a. C. Corresponde a la época cuaternaria o glaciar, denominada así por la su-
cesión de cuatro periodos fríos o glaciares.

En este periodo, acaecido durante el Pleistoceno, los grupos humanos eran nóma-
das, es decir, se desplazaban de unos lugares a otros en busca de alimento. Habitaban en
las cuevas y empleaban el fuego para preparar la comida, calentarse y ahuyentar a las
fieras. El modus vivendi estaba basado en la caza y en la recolección de frutos silvestres,
fabricándose los primeros utensilios de piedra.
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Generalmente el Paleolítico se divide en tres periodos:

• El Paleolítico Inferior, desarrollado hasta el 120000 a. C.


• El Paleolítico Medio o Musteriense, que finaliza hacia el 40000 a. C.
• El Paleolítico Superior, que se extiende hasta el 8000 a. C.

Como hemos señalado anteriormente, durante el Paleolítico Inferior se realizaban


útiles tallando guijarros para darles una forma cortante, así como empezaron a elaborar-
se bifaces o hachas de mano (talladas por ambas caras).

En el Paleolítico Medio, el desarrollo del Musteriense llevó consigo la prolifera-


ción de hachas de mano pequeñas y de una gran variedad de útiles de menor tamaño
y más perfeccionados, tales como raspadores, raederas, cuchillos, punzones, buriles,
perforadores, hojas cortantes, etc., relacionados con el trabajo de la piel, la madera y
el hueso.

En el Paleolítico Superior, los grupos debían de haber adquirido alguna forma de


organización tribal que denotaba mayor complejidad que en etapas anteriores y el uti-
llaje lítico presenta una clara evolución. Se observa una tendencia hacia la reducción del
tamaño de las piezas (microlitismo) y hacia la eficacia de los filos.

Se han realizado diversas clasificaciones de las etapas del Paleolítico Superior, desta-
cando entre ellas las culturas Auriñaciense (con hojas muy delicadas de piedra, punzones
y puntas de hueso), Solutrense (con hojas de flecha con forma de laurel) y Magdalenien-
se (con útiles de hueso, desde puntas y punzones, hasta bastones de mando y arpones,
pasando por agujas y azagayas).

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M. Lara Martínez La prehistoria y el proceso de hominización

Además, por primera vez, el hombre del Figura 3. B


 isontes de las pinturas rupestres
Paleolítico Superior da pruebas de ser un ser de la cueva de Altamira
artístico. Se trata de un arte cuya principal
finalidad no es estética, sino que parece estar
relacionada con creencias y rituales para pro-
piciar la caza. Muestra de ello son las pinturas
rupestres de Altamira (Cantabria), denomi-
nada la Capilla Sixtina del arte cuaternario,
donde los bisontes parecen cobrar vida.

El arte del Paleolítico Superior desper-


tó el interés de estudiosos extranjeros, espe-
cialmente franceses, como los arqueólogos
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Breuil (1877-1961) y Leroi-Gourhan (1911-1986), que trataron de explicar estas ma-


nifestaciones como expresiones mágico-rituales, en función de los tonos y de las esce-
nas. Breuil estimó que la necesidad de cazar llevó al hombre paleolítico a idear rituales
de magia simpática o de atracción. Se creía que el hecho de representar pictóricamente
un animal propiciaba su caza.

Tras someter varios yacimientos pictóricos a un exhaustivo método de recopi-


lación y catalogación de formas, Leroi-
Gourhan llegó a la conclusión de que los
animales más representados eran los bison-
Figura 4. Venus de Willendorf, reflejada so-
tes y los caballos y que ciertos signos más bre un espejo (Naturhistorisches
o menos abstractos hallados junto a las fi- Museum de Viena)
guras constituían señas sexuales que los
definían. Esto lo llevó a conformar pares
de figuras según la orientación sexual: el
caballo, por ejemplo, lo identificaba con lo
masculino y el bisonte, con lo femenino.

El arte mueble (objetos que aparecen


en piezas sueltas y que se pueden transportar)
también alcanzó desarrollo. Las represen-
taciones más conocidas son una serie de
figuras femeninas desnudas de formas exa-
geradamente abultadas, conocidas con el
nombre de Venus, que se han interpreta-
do como ídolos relativos a la fecundidad.
La Venus de Willendorf posee alrededor de
30.000 años de antigüedad.

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Figura 5. Clasificación de la prehistoria

Paleolítico
Edad de Piedra
Neolítico

Calcolítico
Prehistoria

Edad de los
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Bronce
Metales

Hierro

Fuente: elaboración propia.

2.2. CRITERIOS DE HOMINIZACIÓN

El cambio climático ha sido considerado como el detonante del proceso evolutivo


que llevó a la hominización. Pero, ¿cómo diferenciar a un primate de un individuo del
género Homo? ¿Cuáles son las diferencias sustanciales entre ambos?

Pues bien, el proceso evolutivo, lejos de lo que se pueda considerar, no supuso siem-
pre avances sin retrocesos o, mejor dicho, esos logros en ocasiones tuvieron un impac-
to negativo. Ejemplo de ello es el Neanderthal, cuya capacidad cerebral era superior a
la del hombre actual pero, sin embargo, no tendría la destreza del Sapiens (la clave no
está en el tamaño cerebral sino en la interconexión neuronal) y acabaría desapareciendo.

Existen dos teorías sobre el origen del Neanderthal. La genética, a partir de análisis
de ADN mitocondrial y de ADN nuclear, parece mostrar que el hombre de Neander-
thal evolucionó de forma paralela al Sapiens, desde antepasados comunes lejanos. Los
análisis realizados parecen indicar que el genoma obtenido de sus huesos coincidía en
un 99,9 por 100 y que además, el Neanderthal también poseía el gen que permite la fo-
nación, es decir, que pudo articular lenguaje.

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Sin embargo, al medir el grado de diferencia filogenético entre el ADN de los


Neanderthales y el de los humanos modernos, los investigadores indican que estas
dos especies proceden de linajes separados, al menos, hace 400.000 años o, incluso,
1 millón de años. El estudio sigue abierto y nuevos aportes matizarán el estado de la
cuestión.

La hominización es medida a través de dos tipos de indicadores: físicos y culturales.


Respecto a los rasgos físicos, cabe hablar en primer lugar de la bipedestación. El cam-
bio climático propició el tránsito del desplazamiento sobre los miembros inferiores con
ayuda de los superiores al modo de caminar erguido sobre las dos piernas. De este modo,
la visión amplía su enfoque y puede contemplar las amplias sabanas. La cabeza humana
está en equilibrio con la columna vertebral, de manera que no son necesarios fuertes
músculos en la nuca como ocurría a los póngidos. La columna vertebral, vertical pero
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con curvas (lordosis cervical en la parte superior y lordosis lumbar en la inferior) y per-
pendicular a la pelvis (más baja y ancha que la de los simios), permite a la columna ac-
tuar a modo de muelle y amortiguar el peso del cuerpo al caminar. A su vez, el foramen
magnum, orificio por el cual, el sistema central alcanza su continuación por el raquis,
que se desplaza hacia la parte inferior del cráneo. La capacidad craneana se empieza a
asemejar a la actual y la interconexión neuronal favorece el desarrollo de habilidades.

La mano queda libre y puede ejercitarse para el trabajo especializado. El pulgar de


la mano, opuesto al resto de los dedos, permite coger objetos. En el pie, el dedo gordo,
alineado con el resto de dedos, impide agarrar objetos. Las piernas son más largas que
los brazos, lo cual provoca un desplazamiento hacia abajo del centro de gravedad cor-
poral, que favorece el bipedismo.

A su vez, aparece el lenguaje y los sonidos guturales, que dan lugar a palabras ar-
ticuladas. La dentición, anteriormente preparada para el desgarro de las piezas cárnicas
y la trituración de la vegetación leñosa, ve reducido el tamaño de sus piezas. Y junto a
estos cambios se hallan los avances culturales, como el fuego, la fabricación de utensi-
lios, el enterramiento de los muertos y las manifestaciones artísticas, que facilitan la vida
cotidiana y son un reflejo de que las necesidades básicas empezaban a ser satisfechas,
agregándose a ellas prácticas como el arte o el culto a los antepasados.

3. EL NEOLÍTICO

Tras un periodo de transición entre el Paleolítico y el Neolítico, conocido como


Mesolítico (el Epipaleolítico designa las fases del Paleolítico Tardío coetáneas con el

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Mesolítico y el Neolítico en otras áreas del planeta), del que los concheros se mues-
tran como una fuente relevante de información, se inicia el periodo de la piedra nueva
o piedra pulimentada, frente a la piedra tallada que caracterizaba el horizonte anterior.

El término «neolítico» (al igual que el de «paleolítico») fue acuñado en 1865 por
John Lubbock en su obra Prehistoric Times. El autor que más ha contribuido al co-
nocimiento de esta etapa, iniciada hace 10.000 años, ha sido Gordon Childe, quien
empleó la denominación de «revolución neolítica», comparable a la revolución indus-
trial del siglo XIX, aunque hoy se prefiere hablar de proceso de neolitización, indi-
cando que no hubo una ruptura brusca, sino un cambio gradual en los modos de vida.

El Neolítico supuso la aparición de la agricultura y de la ganadería. Algunos au-


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tores plantean que para considerar una cultura propiamente neolítica, ambas manifesta-
ciones deben estar presentes; otros sostienen que la agricultura precedió a la ganadería.

Como hemos indicado, el modo de vida del hombre paleolítico era nómada y se de-
dicaba a la recolección y a la caza. Progresivamente, el conocimiento del medio natural
le permitió experimentar el cultivo de especies, así como la caza selectiva, la custodia
animal y la crianza de ganado. El poblamiento pasó así a ser sedentario.

3.1. CAUSAS DE APARICIÓN DEL NEOLÍTICO

Entre las causas que explican el origen del Neolítico destacan tres: climática, de-
mográfica y cultural. El arqueólogo Gordon Childe sostuvo que el cambio climático
(fin de las glaciaciones hace unos 12.000 años y mejora de las temperaturas) propició la
aparición en Próximo Oriente del Neolítico. Binford y Flannery indicaron que la clave
fue la presión demográfica, que hizo necesaria una organización social, y Braidwood
expuso que el Neolítico debe ser entendido como un cambio cultural registrado a finales
del IX milenio a. C. en Oriente.

En relación con el surgimiento del Neolítico, en un foco o en varios, se desarro-


llaron dos teorías, la difusionista y la evolucionista. La primera suponía la existencia
de un núcleo, el valle de los ríos Tigris y Éufrates, del que partirían las innovaciones.
Desde allí se expandiría el nuevo modo de vida a todo el planeta. El detonante del
inicio del Neolítico sería el cambio climático del 10000 a. C. Mesopotamia no tuvo
glaciaciones y el cambio climático transformó su clima templado en desértico, lo que
ocasionó que las plantas se secaran y los animales emigraran. Por ello, el ser huma-
no se vio obligado a cultivar las plantas y a criar el ganado. Los ríos Tigris y Éufrates

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configuraron el ecosistema adecuado para la aclimatación de las especies vegetales y


animales, difundiéndose a partir de este foco, según esta teoría, las nuevas prácticas.

La teoría evolucionista criticaba los planteamientos difusionistas por considerar-


los simplistas, argumentando que un solo hecho no puede desencadenar un cambio tan
relevante. Braidwood estimó que el cambio climático no fue la única ni la más impor-
tante de las causas. Durante el Paleolítico ya se habían producido cambios climáticos
interglaciares y, si este hubiera sido el factor detonante, la agricultura habría apareci-
do en el primer periodo interglaciar del Paleolítico. A su vez, los autores evolucionistas
sostienen que Mesopotamia no fue el centro inventor del Neolítico, pues de ser así los
yacimientos más antiguos de este horizonte se registrarían en esta área, cuando en rea-
lidad se localizan más al norte, en la península de Anatolia.
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La revolución agrícola implicó cambios fundamentales en las pautas de asenta-


miento, en la organización social y en los sistemas religiosos. Paralelamente, se experi-
mentó un crecimiento demográfico notable.

3.2. FÓSILES DIRECTORES O GUÍA DEL NEOLÍTICO

Entre los fósiles directores o guía del Neolítico, que ayudan al arqueólogo a iden-
tificar los estratos de los yacimientos que pertenecen a este horizonte cultural, cabe
citar: la piedra pulimentada (en contraste con la piedra tallada del Paleolítico) y la
cerámica.

Respecto a esta última, la cerámica, hay que señalar que se trató de un invento de
gran importancia, pues permitió la construcción de recipientes para líquidos y grano, fa-
cilitando así el almacenamiento. La alfarería sustituyó así a las calabazas vacías que se
usaban anteriormente, las cuales podían contener agua, pero no resistían el fuego, y a
los cestos de mimbre, que no podían almacenar agua.

Una vez aparecida la cerámica, el ser humano intentó decorarla. Primero de una
manera sencilla, con la impresión de cuerdas, y posteriormente mediante acanaladuras,
cordones y asas de diversos tipos.

En la clasificación del Neolítico, que se extendería entre el 10000 y el 4000 a. C.,


podemos diferenciar un Neolítico Antiguo o Precerámico (como su propio nombre in-
dica en esta etapa no se conocía la cerámica) y un Neolítico Pleno (con dominio de la
técnica cerámica).

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4. PRINCIPALES YACIMIENTOS NEOLÍTICOS

Las cronologías más antiguas del Neolítico se hallan documentadas en Próximo


Oriente, en territorios como Mesopotamia, Anatolia, Siria, Líbano y Palestina. Hacia
finales del Paleolítico se desarrolló la cultura natufiense, entre el 12500 y el 10300 a. C.
Se han encontrado materiales natufienses desde el sur de Turquía hasta el Sinaí. El nom-
bre de esta cultura deriva del wadi (cauce de agua que está seco, salvo en los periodos
de lluvias) en Natuf, situado en Israel. Fue en esta época cuando la población empezó a
asentarse en aldeas.

En esta área nuclear, el Neolítico Antiguo ofrece fechas de finales del IX mile-
nio a. C. y, entre los yacimientos del Precerámico A, destaca el de Jericó, donde las
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viviendas adquieren la forma circular, a diferencia del formato rectangular de las casas
del resto de enclaves. Los enterramientos estaban, frecuentemente, debajo de las vi-
viendas. Se trataba de grupos que habitaban en amplios asentamientos, fortificados in-
cluso, y que conocían la agricultura. Hacia el 8000 a. C., una sólida muralla de piedra
rodeaba el asentamiento.

A principios del VII milenio a. C, en el Precerámico B, a la práctica de la agricul-


tura se une la domesticación del perro y de la cabra. Ídolos de figuras femeninas y crá-
neos decorados (que pueden ser muestra del culto a los antepasados) forman el ajuar. Este
Precerámico B está también presente en Anatolia (en el yacimiento de Hacilar, donde las
viviendas eran rectangulares y el acceso se realizaba por la parte superior) y en Chipre
(a partir de pobladores llegados desde el Líbano). A finales del VII milenio a. C. asis-
timos al inicio del Neolítico Pleno, en el que está presente la cerámica. Las viviendas
eran rectangulares, salvo en Jericó, donde conservaron su planta circular y la cerámica
decorada con diferentes motivos permitió cubrir necesidades funcionales de almacena-
miento y decorativas, por su ornamentación. También pertenecen al Neolítico Pleno los
yacimientos de Hacilar y Çatal Hüyük, en Anatolia.

Los poblados neolíticos más importantes y conocidos se hallan en Çatal Hüyük,


donde también está documentada la Edad del Bronce. Las viviendas, de ladrillo, eran
rectangulares y se encontraban adosadas unas a otras, sin calles entre ellas, por lo que el
acceso se realizaba por el tejado. En su etapa de esplendor, el asentamiento cubría 16 ha,
en las que habitaban un millar de familias. La ciudad contaba con más de 40 santuarios,
en cuyos muros se han hallado frescos con escenas de caza y danzas rituales. También
se han encontrado en ellos esculturas con forma de cabezas de toros, cabras y osos, así
como ídolos femeninos que recuerdan a la diosa Madre. El culto a esta divinidad está
asociado al culto al toro.

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Las figuras femeninas se hallan, además, en contenedores empleados para el alma-


cenamiento de trigo y de cebada, por lo que se piensa que podían ser representaciones
de diosas protectoras del cereal. Junto con el desarrollo de la caza, de la recolección, de
la agricultura y de la ganadería, destaca la fabricación de una especie de cerveza.

El asentamiento de Çatal Hüyük (descubierto en 1958 por James Mellaart) era sede
de actividades comerciales, que permitían conseguir conchas del Mediterráneo y peder-
nal de Siria, a cambio de cerámica y utensilios de obsidiana. Asimismo, este yacimiento
presenta las fechas más antiguas de trabajo del cobre en Próximo Oriente. El clima seco
ha permitido conservar restos de tejidos y sellos de arcilla utilizados para estampar los
trajes con diversos motivos.

El fin drástico de la civilización de Çatal Hüyük tuvo lugar hacia el año 4700 a. C.
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a causa de un gran incendio que destruyó la ciudad, aunque coció el adobe y permitió
que ciertas paredes quedaran en pie.

En Chipre destaca, en el Neolítico Pleno, el yacimiento de Sotira, con casas


rectangulares, con bancos de piedra alrededor y pozos en los que se localizan los en-
terramientos. En Egipto, las cronologías del Neolítico son más tardías, pues pertene-
cen al V milenio a. C. En el Alto Egipto destaca la cultura de El Fayum y en el Bajo
Egipto la cultura Tasiana.

En otros tiempos se pensaba que la agricultura había surgido en una única zona de
Oriente Medio, desde donde se habría difundido al resto del planeta. Sin embargo, hoy
conocemos que la agricultura apareció en ámbitos locales e independientes.

En el Mediterráneo, las fechas más antiguas del Neolítico se encuentran en las islas
griegas y se aproximan a finales del VII milenio a. C. Junto con la cerámica están docu-
mentados ídolos. En el área mediterránea, el Neolítico presenta dos fases en función de
los rasgos de la cerámica. La primera etapa es la de la cerámica cardial (decorada con
impresiones de concha) y la segunda es la de la cerámica pintada.

En los Balcanes, la cronología del Neolítico es del VI milenio a. C. Son dignos


de destacar los yacimientos de Starcevo en Yugoslavia, de Karanovo en Bulgaria y de
Körös-Cris en Hungría y Rumanía. El comercio de obsidiana era una de las actividades
desarrolladas en este marco.

En Centroeuropa, el Neolítico está documentado en el V milenio a. C., en gran-


des asentamientos, de varias hectáreas, con desarrollo de la agricultura, de la ganadería
y de la cerámica de bandas. En el Báltico y en Europa occidental, el Neolítico está re-

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gistrado desde el IV milenio a. C. Este último ámbito entronca con las manifestaciones
megalíticas, de enterramiento y culto a los muertos, como muestra el crómlech Stone-
henge en las islas británicas.

El megalitismo se desarrollaría entre el 4800 y el 2800 a. C. En este sentido, con-


viene destacar las diferencias entre las principales tipologías de monumentos megalíti-
cos: dolmen (dos piedras verticales y una horizontal a modo de cubierta), menhir (una
piedra vertical a modo de obelisco), taula (enterramiento con forma de mesa) y crómlech
(disposición de los ortostatos en círculo).

En la península ibérica, la población empezó a beneficiarse de la revolución neo-


lítica hacia el 5000 a. C., apareciendo la domesticación de animales, la agricultura y la
fabricación de cerámica y de tejidos. De este modo, fueron surgiendo la propiedad pri-
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vada de los excedentes, la división del trabajo y las jefaturas políticas.

5. LA VIDA COTIDIANA EN EL NEOLÍTICO

Los primeros poblados (aldeas y ciudades) se hallaron en los márgenes de los ríos.
Hacia el 6350 a. C. se levantaron templos de ladrillo de adobe en el centro de ciudades
de Oriente Próximo como Eridu.

Fue precisamente en Oriente Próximo donde nació el urbanismo en torno a los


7.000 años de antigüedad. En esta zona nuclear, el Tigris y el Éufrates permitieron
el cultivo de cereales y otras especies vegetales que podían ser regados mediante las
obras de canalización puestas en marcha por los primeros moradores de estas ciuda-
des. Pronto aparecerían los edificios públicos característicos de la ciudad, como los
palacios y los templos. Ambos recintos cumplían además una función administrativa,
de control de la producción de alimentos y del comercio, y las necesidades contables
de la élite llevaron al surgimiento de la contabilidad y de la escritura.

El control de los medios de subsistencia y el atesoramiento de riqueza condujeron


a la aparición de una sociedad de jefaturas. La asamblea de guerreros parece que ejer-
cía un poder decisorio.

La dieta del Neolítico estaba basada, en gran medida, en el trigo, una planta sil-
vestre difundida en Asia Menor que llegó a Europa hacia el 5000 a. C. Se comían los
granos de trigo y de otros cereales y, posteriormente, se ingerían triturados, hervidos o
convertidos en pasta.

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La especialización agrícola se manifestó en el suroeste de Asia y en Egipto en el


cultivo del trigo y de la cebada. En África la primera planta que se cultivó fue el mijo,
en China el arroz fue el alimento básico y en América Central la principal especie ve-
getal fue el maíz.

En el Neolítico se difundieron los sistemas de moler harina con molinos de piedra.


Posteriormente, se descubrió el sistema de fermentación y su cocción empezó a reali-
zarse en hornos cada vez más complejos, dando lugar al pan.

El único alimento dulce conocido era la miel, del mismo modo que la sal era el único
salado. De los panales se obtenía también cera, usada en rituales mágicos, funerarios y
religiosos. De la miel se obtuvo hidromiel, solución acuosa de miel que tras la fermen-
tación alcohólica adquiría un sabor parecido al vino, pero hay que tener en cuenta que
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los individuos del Neolítico no conocían ni el vino ni el aceite.

Pinturas realizadas en los abrigos de las cuevas son reflejo de algunas manifesta-
ciones de la vida cotidiana de los grupos neolíticos. Prueba de ello es el arte levantino
en la península ibérica, donde apreciamos a hombres, mujeres y niños participando en
danzas rituales, asociadas a ritos de fertilidad. Posiblemente cada grupo disponía de un
hechicero, ataviado con una cabeza de toro salvaje hueca y una piel de toro. Entre otras
manifestaciones de arte levantino, destacan las existentes en la Valltorta. Los animales
más representados son ciervos, cabras montés y jabalíes. Entre las figuras masculinas
destacan por su número las masculinas, armadas con arcos y flechas, tensando los arcos o
disparando. Las figuras femeninas son más escasas y aparecen ataviadas con faldas largas.

6. LA EDAD DE LOS METALES

La Edad de los Metales es la etapa de la prehistoria de desarrollo de la metalurgia.


Su inicio tuvo lugar antes del V milenio a. C. y finalizó en el I milenio a. C. con el co-
mienzo de la historia a partir de la invención de la escritura. La etapa de transición entre
la prehistoria y la historia, en la que existen testimonios escritos indirectos sobre esa cul-
tura en cuestión, se denomina protohistoria.

El primero de los metales empleados fue el cobre, junto con el oro y la plata, po-
siblemente porque aparece en forma de pepitas. La Edad del Cobre se denomina Cal-
colítico. El objeto de cobre más antiguo conocido hasta el momento es un colgante
procedente de Shanidar (Irán), datado en el 9500 a. C., aunque estas piezas no se-
rían habituales hasta 3.000 años después, como constatan los hallazgos de los montes
Zagros y de Çatal Hüyük.

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Posteriormente, se descubrió que el cobre podía ser extraído de diferentes minerales,


como la malaquita y la calcopirita, mediante la fusión en hornos especiales en los que se
superaban los 1.000 ºC. El objeto de cobre fundido más antiguo procede de los montes
Zagros y presenta una cronología del 4100 a. C. Junto a esta pieza se encontraron hornos
de fundición, crisoles y moldes, necesarios en el trabajo metalúrgico.

La técnica del cobre se difundió por Próximo Oriente, coincidiendo con el naci-
miento y desarrollo de las primeras civilizaciones históricas, tales como la sumeria y la
egipcia. En el IV milenio a. C. aparecería la metalurgia en Europa.

El Calcolítico sería seguido por la Edad del Bronce. El bronce es resultado de la


aleación de cobre y estaño. Apareció en Próximo Oriente hace unos 6.000 años. Esta
etapa coincide con el apogeo de las grandes civilizaciones antiguas de Mesopotamia,
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Siria y el Nilo. Los intercambios comerciales de metales fueron frecuentes en este perio-
do. Por ejemplo, los sumerios carecían de minerales metálicos y debían de importarlos
de los montes Zagros y del Cáucaso.

En el III milenio a. C. se inició la metalurgia con materiales ferrosos, como puede


constatarse en las ruinas arqueológicas de Alaça Hüyük, en Anatolia. Por escritos en
tablillas cuneiformes se sabe que los primeros en controlar los productos de hierro fa-
bricados a mediados del II milenio fueron los hititas. Hacia el 1200 a. C., cuando el Im-
perio hitita fue destruido por los pueblos del mar, la metalurgia del hierro se difundió
por Oriente Medio, iniciándose así la Edad del Hierro. El trabajo del hierro era muy di-
ferente al del cobre y al del bronce, pues eran necesarios hornos con alta capacidad ca-
lórica. No obstante, una vez dominada la tecnología, el hierro era más abundante que
el cobre y que el estaño y más barato que el bronce. En Europa, la Edad del Hierro se
inició poco antes del 800 a. C. y estuvo protagonizada por pueblos bélicos que entron-
can con el mundo celta.

En la península ibérica, hacia el 4000 a. C., se empezaron a emplear los metales. El


Calcolítico está representado en Almería por la cultura de Los Millares. En esta etapa
se mostraron los avances en la agricultura y los excedentes del campo facilitaron la crea-
ción de núcleos de carácter preurbano, empleándose megalitos para señalar los enterra-
mientos colectivos.

Entre el 2200 y el 1900 a. C., se desarrollaría en el interior peninsular la cultura del


vaso campaniforme, caracterizado por recipientes cerámicos acampanados, hallados
generalmente en contextos funerarios. Destacan los yacimientos de Ciempozuelos (en
torno a Madrid), Palmela (en el estuario del Tajo), Carmona (en el Bajo Guadalquivir)
y Salamó (en Cataluña).

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En el Bronce, desde el 1800 a. C., se desarrollaría la cultura de El Argar en Al-


mería. Los poblados fortificados de esta cultura y la gran importancia que adquieren las
armas, presentes en los ajuares funerarios, reflejan una ideología guerrera y una sociedad
desigual. La metalurgia de El Argar se caracteriza por armas tales como puñales, espa-
das y alabardas, así como por la creciente presencia de adornos de plata y de oro en los
ajuares funerarios de mayor prestigio. La agricultura y la ganadería se desarrollan con
escasas variaciones, a excepción de la presencia del caballo. El patrón funerario se ba-
saba en sepulturas individuales o dobles, situadas debajo de las viviendas.

También se impulsaría en el Bronce el comercio del cobre, en especial en las cos-


tas atlánticas, desde el mar del Norte a Gibraltar. El perfeccionamiento de la metalurgia
de bronce coincidió con innovaciones culturales, representadas por el arado tirado por
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animales y los poblados estables.

Otras manifestaciones locales del Bronce en la península ibérica son la cultura de


Las Motillas (Bronce manchego) y la cultura de Cogotas (Bronce Final en la Meseta),
mientras que en Europa central se desarrollaba la cultura de los campos de urnas, lla-
mada así al haber sido sustituido el enterramiento en túmulos por la incineración de los
cadáveres, cuyos restos eran depositados en estos recipientes. En la península ibérica des-
taca el Can Missert de Tarrasa (Barcelona), un amplio cementerio con grandes vasos
de cerámica que contenían las cenizas de los difuntos.

Hacia el I milenio a. C., la Edad del Hierro marcaría el tránsito de la prehistoria a


la historia. En Europa se desarrollaron pueblos como los celtas, los etruscos, los iberos
y los celtíberos. Además, en este periodo comenzó a difundirse la escritura, alcanzando
en Oriente Medio su cima las primeras grandes civilizaciones históricas.

7. LAS CIVILIZACIONES DE ORIENTE PRÓXIMO

Tras el periodo neolítico, la población creció rápidamente en las áreas agrícolas, con-
centrándose, como hemos visto, en poblados como Jericó, en Palestina, y Çatal Hüyük,
en Anatolia. Así, se desarrollan las primeras grandes civilizaciones, asentadas en Me-
sopotamia, en Egipto, en China y en la India, que serán explicadas en la tercera Unidad
didáctica de este manual.

Se construyen grandes ciudades y se conforman los primeros Estados, que están


precedidos por una fase prestatal representada por bandas, aldeas y comunidades más
pequeñas y dispersas. En América destacan dos grandes civilizaciones: el horizonte

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olmeca en Mesoamérica y el horizonte chavín en Perú. La urbanización lleva consigo la


centralización administrativa, desarrollándose junto a la agricultura actividades como la
artesanía y el comercio y, así, se fue organizando la estratificación social.

La religión sería el primer catalizador político, de manera que los primeros Esta-
dos fueron de carácter teocrático. El sacerdocio se constituyó en clase gobernante y el
templo pasó a ser el centro de la organización religiosa, política y económica. Con el
tiempo, el poder se iría trasladando hacia los gobernadores seculares que se impondrían
a los sacerdotes, siendo así los primeros reyes de la historia.

La sociedad en estas primeras civilizaciones se hallaba fuertemente estratificada. La


esclavitud constituía la clase inferior y el desarrollo del militarismo se convirtió en una
de las necesidades primarias para el mantenimiento de estos imperios.
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En Próximo Oriente, el nacimiento de la civilización tuvo lugar, como hemos visto,


en torno a los ríos Tigris y Éufrates, hacia el 4750 a. C. Destacó la cultura de El Obeid,
donde la comunidad más próspera fue la de Eridu. En Mesopotamia la comunidad se ha-
llaba regida por el templo monumental. En el 3200 a. C. tenemos constancia de la ciudad
de Uruk, cuyas construcciones más complejas eran los templos, construidos en ladrillo y
adobe sobre grandes plataformas y denominados zigurat. Los interiores estaban decora-
dos con frescos y bajorrelieves con escenas narrativas de la época. De las últimas fases
de estos templos se han hallado tablillas de arcilla con signos grabados, que se corres-
ponden con documentos empleados para llevar la contabilidad.

Al primer periodo dinástico (2900-2450 a. C.) pertenecen las tumbas reales de Ur.
Adoptan la forma de casas subterráneas a las que se accede por una rampa. En estas
construcciones se documentan los primeros arcos. El difunto era acompañado en su
última morada por mujeres de su harén, cortesanos, guardas, etc., y por su ajuar. En
este primer periodo dinástico, los palacios de los reyes sumerios (patesi) son otra
tipología constructiva relevante aparte de los templos. Al final de esta etapa ya era
usado el bronce.

En Egipto, como hemos señalado con anterioridad, las fechas más antiguas rela-
tivas a la aparición de la agricultura son del V milenio a. C. La mejora de las condicio-
nes climáticas del valle del Nilo fue clave en este proceso. En el periodo predinástico,
las poblaciones agrícolas habitaban no solo en las márgenes del Nilo, sino también en
los wadis (zonas desecadas en los límites del desierto que permitían la agricultura del
trigo). El crecimiento demográfico registrado en el IV milenio a. C. llevó consigo un
desarrollo agrícola a gran escala, basado en el sistema de riego con acequias y canales
artificiales. En esta etapa, Egipto fue desarrollando ciudades de pequeña y mediana ex-

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M. Lara Martínez La prehistoria y el proceso de hominización

tensión vinculadas al Nilo, en las que además se desarrollaba un comercio local de pro-
ductos utilitarios y de lujo. Este comercio interior se vería ampliado hacia el exterior
(con la costa mediterránea y Súmer) a finales del periodo predinástico.

8. MÉTODOS DE DATACIÓN DE FÓSILES

La datación de los restos del pasado se realiza mediante diferentes métodos, que
pueden clasificarse en dos grupos: técnicas relativas y absolutas. Las primeras se em-
plean para comparar los restos hallados y así establecer cuáles son los más antiguos y
cuáles son los más recientes. Ofrecen una idea aproximada sobre la cronología de los
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fósiles, pero simplemente deben usarse de forma complementaria a las técnicas de data-
ción absolutas. Las más utilizadas son: la datación por flúor, la hidratación de obsidiana,
el estudio de la pátina, el análisis polínico y la datación mediante fósil guía.

Las técnicas de datación absoluta permiten establecer con bastante exactitud la


cronología de la pieza. Se comenzaron a emplear cuando Willard Libby descubrió,
en torno a 1950, que los cuerpos orgánicos poseen un elemento, el carbono 14, que
pierden paulatinamente a medida que transcurre el tiempo tras la muerte. El descu-
brimiento de Libby revolucionó las técnicas de datación absoluta, desarrollándose a
partir de entonces, entre otras, la datación por radiocarbono (carbono 14), el potasio-
argón, el arqueomagnetismo, las huellas de fisión, la termoluminiscencia, la dendro-
cronología, etc.

8.1. EL CARBONO 14

El carbono 14 (C14) es un radioisótopo del carbono (C12), descubierto en 1940


por Martin Kamen y Sam Ruben. Su núcleo contiene seis protones y ocho neutrones. Su
periodo de semidesintegración o semivida es de 5.730 años. Al estar presente en todos
los materiales orgánicos, es empleado como método de datación de muestras orgánicas
de menos de 60.000 años. Durante la vida, los seres orgánicos van consumiendo e in-
corporando C14, quedando los niveles detenidos a la muerte del espécimen. Transcurri-
dos 5.730 años de la muerte del ser en cuestión, la cantidad de C14 se ve reducida a la
mitad. De este modo, al medir la cantidad de radiactividad en una muestra orgánica se
calcula la cantidad de C14 que queda en ella y, por tanto, el tiempo transcurrido desde
su muerte. Esta es la edad radiocarbónica o de C14, que se expresa en años BP (Before
Present, antes del presente).

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

8.2. EL POTASIO-ARGÓN

El potasio-argón es un método surgido en los años sesenta del siglo XX, em-
pleado por los geólogos para datar rocas volcánicas superiores a los 100.000 años e
inferiores a los 5 millones de años de antigüedad. Al igual que el C14, se basa en el
principio de desintegración radiactiva, pues la concentración de isótopo radiactivo de
potasio-40 (K40) se desintegra en el gas inerte argón-40 (Ar40). Una de las limita-
ciones de este método es que con él solo podemos datar yacimientos sepultados por
erupciones volcánicas.

Un ejemplo de aplicación del método del potasio-argón es el yacimiento de Olduvai


(Tanzania), ubicado en un área volcánica con altos niveles de ceniza. Gracias a las hue-
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llas de las pisadas de los homínidos sobre la ceniza volcánica, el potasio-argón ha per-
mitido datar la ocupación humana en 2 millones de años.

8.3. LAS HUELLAS DE FISIÓN

Las huellas de fisión es un método de datación de fósiles basado en un isótopo del


uranio, U238, que deja huellas microscópicas cuando se fisiona espontáneamente en sus-
tancias vítreas asociadas a la actividad volcánica. Las huellas se estudian mediante un
microscopio óptico y se otorga una fecha teniendo en cuenta que el reloj radiactivo se
pone a cero cuando se forma el mineral o el cristal. Este método proporciona fechas úti-
les a partir de rocas próximas a restos arqueológicos. Se trata del método más útil para
los yacimientos paleolíticos de mayor antigüedad.

8.4. LA TERMOLUMINISCENCIA

Con el nombre de termoluminiscencia se designa toda emisión de luz que emite un


sólido aislante o semiconductor cuando es calentado. Esta propiedad física, presente en
muchos minerales, es empleada como técnica de datación. La termoluminiscencia es un
proceso conocido científicamente desde el siglo XVII gracias a Robert Boyle, quien des-
cribió la extraña emisión de luz proveniente de un diamante. En su tesis doctoral, Marie
Curie, en 1904, afirmaba que ciertos cuerpos, como la fluorita, se volvían luminosos al
ser calentados, esto es, eran termoluminiscentes.

La datación arqueológica por termoluminiscencia se basa en la idea de que los ma-


teriales con una estructura cristalina, como la cerámica, contienen pequeñas cantidades

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M. Lara Martínez La prehistoria y el proceso de hominización

de elementos radiactivos, sobre todo uranio, torio y potasio. Estos se desintegran a un


ritmo constante, emitiendo radiaciones alfa, beta y gamma, que bombardean la estructu-
ra cristalina y desplazan a los electrones, que quedan atrapados en grietas de la retícula
cristalina. Con el paso del tiempo, el número de electrones aprisionados es mayor. Úni-
camente los electrones pueden escapar cuando el material es calentado rápidamente a tem-
peraturas iguales o superiores a los 500 ºC, de manera que así se reajusta el reloj a cero
y, mientras transcurre este proceso, emiten una luz conocida como termoluminiscencia.

Esta técnica puede ser utilizada para datar cerámica, el material inorgánico más
abundante en los yacimientos de los últimos 10.000 años, así como para fechar sílex
quemado de hasta 80.000 años de antigüedad. No obstante, conviene señalar que la des-
ventaja que presenta este método con respecto al radiocarbono es que ofrece menos fia-
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bilidad y precisión, debido a la contaminación del medio para con la muestra.

8.5. OTROS MÉTODOS DE DATACIÓN

La datación geomagnética o arqueomagnética se basa en el principio de que du-


rante la historia de la Tierra, los polos magnéticos han cambiado su posición en ciertas
etapas. El estudio a partir de varios métodos de desintegración de isótopos ha permitido
calcular las fechas de estos «acontecimientos magnéticos». Los minerales presentes en
los estratos sedimentarios apuntan a la posición de los polos magnéticos cuando se soli-
dificaron, quedando así un registro de los acontecimientos magnéticos.

Otro método de datación es la dendrocronología, que consiste en la datación de


los eventos del pasado mediante el análisis de los anillos de los árboles. Fue descubierta
por el arqueólogo y astrónomo americano Andrew Ellicott Douglass, quien en los años
treinta del siglo XX, estableció numerosas fechas absolutas en yacimientos del suroes-
te americano. Actualmente, la dendrocronología se emplea como método independien-
te de datación absoluta y como técnica que ayuda a corregir las fechas radiocarbónicas.

Se fundamenta en el principio de que los árboles producen un anillo de crecimien-


to por año, pero el espesor de cada uno de ellos varía con la edad de los árboles y por
los cambios climáticos. Los dendrocronólogos miden estos anillos y crean un diagrama
que indica el grosor de los anillos de un árbol concreto. Todos los árboles de la misma
especie que crecen en un mismo lugar presentarán el mismo patrón de anillos, por lo
que puede compararse la secuencia de crecimiento para elaborar la cronología del terri-
torio. No obstante, este método solo puede ser empleado en árboles de las regiones ex-
teriores a los trópicos.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

La datación mediante la hidratación de la obsidiana es una técnica basada en la


idea de que, cuando la obsidiana se rompe, empieza a absorber el agua que la rodea para
formar una capa de hidratación que puede ser medida en el laboratorio. Fue empleada
por primera vez por los geólogos americanos Irving Friedman y Robert L. Smith y puede
ser aplicada a vidrios de entre 10.000 y 120.000 años aproximadamente.

También se emplea como método de datación la palinología. Los análisis de polen


permiten reconstruir el paisaje desde el momento en que se depositó el sedimento y datar
de forma relativa los elementos arqueológicos. A partir del Neolítico, esta técnica per-
mite discernir el impacto antrópico sobre un determinado espacio (actividades agríco-
las, ganaderas, etc.).
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 CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER


• Arqueología. Disciplina que estudia científicamente los restos de las cul-
turas de épocas pasadas.
• Concheros. Montículos integrados por la acumulación de los restos de mo-
luscos consumidos durante el Mesolítico. La cultura de los concheros, de-
nominada así porque estos grupos se dedicaban a la recogida de moluscos
de roca y sus conchas se han hallado acumuladas a la entrada de las cuevas,
se documenta en muchos lugares del litoral europeo y de la zona cantábrica
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española.
• Cron. Categoría cronológica empleada ampliamente en el estudio de la pre-
historia y del origen de la Tierra que se corresponde con 1 millón de años.
• Fósiles. Restos de plantas o animales del pasado geológico conservados por
mineralización. Su estudio ayuda al arqueólogo a conocer la evolución de
las diferentes especies.
• Holoceno. Última y actual época geológica del periodo Cuaternario. Com-
prende los últimos 11.784 años, desde el fin de la última glaciación. La única
especie humana que ha vivido en esta etapa es el Homo sapiens.
• Hominización. Proceso desarrollado durante millones de años por el que se
produjo el nacimiento de la especie humana mediante la evolución a partir
de los primates.
• Métodos de datación de fósiles. Procedimientos empleados por los arqueó-
logos para localizar en el tiempo la aparición de la humanidad, así como
su desarrollo anatómico y cultural. Se emplean dos tipos de técnicas de da-
tación: relativas y absolutas. Entre estos sistemas destacan el carbono 14,
el potasio-argón, la datación de huellas de fisión, la termoluminiscencia, la
datación geomagnética o arqueomagnética, la dendrocronología, la hidra-
tación de la obsidiana y la palinología.
• Neolítico. Etapa de la prehistoria desarrollada a partir del 10000 a. C., en
el que los grupos humanos se sedentarizaron e inventaron la agricultura y
la ganadería.
• Paleolítico. Etapa de la prehistoria desarrollada hasta hace unos 10.000
años, en la que los grupos humanos se dedicaban a la caza y a la recolec-
ción y practicaban el nomadismo.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

• Pleistoceno. Epoca geológica, posterior al Plioceno, que comienza hace


2,59 millones de años y finaliza 12.000 años antes del presente. Se corres-
ponde con el Paleolítico arqueológico.

 ACTIVIDADES DE REPASO

Enunciado 1
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Realiza un esquema de la evolución humana, desde el Australopithecus hasta el


Homo sapiens.

Enunciado 2

A partir del siguiente texto de Gordon Childe sobre el origen de la civilización, in-
dica cómo explica este arqueólogo el inicio de la organización social:

«En las extensas llanuras de aluvión y en los terrenos llanos de las riberas,
la necesidad de realizar grandes obras públicas para drenar y regar la tierra y
proteger los poblados, hizo que la organización social tendiera a consolidarse
y el sistema económico a centralizarse.
Al mismo tiempo, los habitantes de Egipto, Súmer y la cuenca del Indo,
se vieron obligados a organizar algún sistema regular de comercio o trueque,
para ase­gurarse el abastecimiento de materias primas esenciales. La fertilidad
de las tierras dio a sus habitantes los medios de satisfacer su necesidad de im-
portaciones. El excedente de productos domésticos no solo debió ser suficiente
para intercambiarlo por mate­riales exóticos; también debió servir para sostener
un cuerpo de comerciantes y de trabajadores de los transportes encargados de
obtenerlos, y un cuerpo de artesanos especializados para trabajar las preciosas
importaciones con mejor provecho. Pronto se hicieron necesarios los soldados
para proteger por la fuerza los convoyes y la reta­guardia de los comerciantes,
los escribas para llevar registro de las transacciones cada vez más numerosas
y complicadas, y los funcionarios del Estado.»

Gordon Childe, V.: Los orígenes de la civilización, México, FCE, 1974, pág. 174.

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Enunciado 3

Tras el visionado del siguiente vídeo «Atapuerca en 1999» (http://www.youtube.


com/watch?v=3PX9dnO0_3M), compara los datos del mismo con la información actua-
lizada que ofrece la página web del yacimiento (http://www.atapuerca.org).

Enunciado 4

A partir de la lectura de estos dos textos, responde a las cuestiones formuladas.

Texto 1:
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«En todo animal que no ha finalizado su desarrollo, el uso más frecuente


y sostenido de un órgano cualquiera lo fortalece poco a poco, lo desarrolla, lo
agranda y le da una potencia proporcional a la duración de este uso, mientras
que la falta constante de uso de tal órgano lo debilita sensiblemente, lo dete-
riora, reduce progresivamente sus facultades y acaba por hacerlo desaparecer.»

Texto 2:

«Cualquiera que pueda ser la causa determinante de toda diferencia lige-


ra acaecida entre un descendiente y su ascendiente –causa que siempre debe
existir– tiene su origen en la acumulación constante, mediante la selección na-
tural, de las diferencias de conformación más ventajosas y útiles que sean las
más esenciales para la prosperidad de cada especie.»

Se propone lo siguiente:

• Indica cuál de los dos textos pertenece a Lamarck y cuál a Darwin y justi-
fica tu respuesta.
• Explica cómo justificarían cada uno de estos dos autores el alargamiento
del cuello de la jirafa.

Enunciado 5

¿Consideras que el Neolítico supuso una revolución? ¿Crees que puede ser compa-
rable a la Revolución Industrial del siglo XIX? Razona tus respuestas.

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 EJERCICIOS VOLUNTARIOS

Tras el estudio de esta Unidad didáctica, el estudiante puede hacer, por su cuenta,
una serie de ejercicios voluntarios, como los siguientes:

1. Tras visionar la película En busca del fuego (1981), de Jean-Jacques Annaud


(dir.), responde a las siguientes cuestiones:

• Localización temporal y espacial de la acción.


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• Resumen argumental de la película.


• ¿Qué ventajas se derivan de la posesión del fuego?

2. Busca información sobre un hallazgo reciente en el campo de la arqueolo-


gía y explícalo, siguiendo esta ficha:

Ficha sobre un yacimiento o hallazgo arqueológico

1. Nombre del yacimiento o pieza arqueológica hallada.


2. Ubicación geográfica del hallazgo.
3. Lugar donde se conserva actualmente la pieza (en caso de que no sea un yacimiento).
4. Periodo prehistórico al que pertenece.
5. Nombre de los descubridores del hallazgo.
6. Imagen del hallazgo.
7. Descripción de la pieza o del yacimiento.
8. Relevancia de la pieza o del yacimiento en el campo de la arqueología y de la an-
tropología.
9. Bibliografía y páginas webs.

3. Busca información sobre los factores que llevaban a realizar manifesta-


ciones artísticas en la prehistoria y comenta el siguiente texto de Henri
Breuil:

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M. Lara Martínez La prehistoria y el proceso de hominización

«Los autores de estas obras se perfeccionaban voluntariamente,


a conciencia, en el arte del grabado y del dibujo, mediante una serie
de estudios, o bien poseían la pasión por el arte y con el solo motivo
de conseguir un goce superior, consagraban sus ocios a burilar unas
imitaciones que luego abandonaban o destruían sin pena, pues el fin
ya había sido alcanzado. La satisfacción del artista era únicamente
personal (…).»

4. ¿Existe cerca de tu lugar de residencia o has visitado algún yacimiento ar-


queológico importante? Coméntalo.

5. ¿Conoces alguna novela sobre la prehistoria o el origen de la especie huma-


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na? Cítala y haz un breve resumen de la misma.

 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Básica

ALMAGRO, M.: Introducción al estudio de la prehistoria y de la arqueología de campo, Madrid,


Guadarrama, 1963.
BINFORD, L. R.: En busca del pasado, Barcelona, Crítica, 1991.
CUNLIFFE, B. (ed.): Prehistoria de Europa Oxford, Oxford, Oxford University Press, 1994.
HEIZER, R. y GRAHAN, J.: Métodos de campo en arqueología, México, Fondo de Cultura Económica,
1988.
LEAKEY, R. y LEWIN, R.: Nuestros orígenes. En busca de lo que nos hace humanos, Barcelona, Crítica,
1994.
VV. AA.: De la Piedra al Bronce. Cazadores, recolectores en Europa, África y Oriente Medio, Atlas
culturales de la humanidad, vol. 4, Barcelona-Madrid, Círculo de Lectores-Debate, 1994.

En la red

http://www.aibr.org/antropologia/aibr/
http://www.historiaycultura.cl/html/portada.html

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

http://www.naya.org.ar/
http://man.mcu.es/
http://museoarqua.mcu.es/inicio.html
http://museodealtamira.mcu.es/

Avanzada

ARSUAGA, J. L.: El collar del neanderthal, Barcelona, Nuevas Ediciones de Bolsillo, 1999.
— La especie elegida: la larga marcha de la evolución humana, Madrid, Temas de Hoy, 1998.

ARSUAGA, J. L. et al.: «A complete human pelvis from the Middle Pleistocene of Spain», en Nature,
núm. 399, 1999, págs. 255-258.
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GOULD, D. J.: El pulgar del panda: reflexiones sobre historia natural y evolución, Barcelona, Crítica,
1994.
HARRIS, M.: Introducción a la antropología general, 7.ª ed., Madrid, Alianza Editorial, 2004.
LEROI-GOURHAN, A.: Los primeros artistas de Europa. Introducción al arte parietal paleolítico, Ma-
drid, Encuentro, 1983.

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3
UNIDAD
DIDÁCTICA

El nacimiento
de la civilización
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PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS

1. El concepto de civilización

2. Mesopotamia

2.1. Organización política


2.2. Economía y sociedad
2.3. Cultura y religión

3. Egipto

3.1. Organización política

3.1.1. Imperio Antiguo


3.1.2. Imperio Medio
3.1.3. Imperio Nuevo

3.2. Economía y sociedad


3.3. Cultura y religión

4. Extremo oriente

4.1. La India
4.2. China

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER

ACTIVIDADES DE REPASO

EJERCICIOS VOLUNTARIOS

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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M. Lara Martínez El nacimiento de la civilización

 PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS

Presentación

La Unidad didáctica 3 está dedicada al estudio de las grandes civilizaciones de la


Antigüedad. Como hemos explicado en la Unidad anterior, el Neolítico llevó consigo una
revolución que transformó los modos de vida y supuso el avance hacia la urbanización.

La aparición de la escritura supuso el inicio de los tiempos históricos y desde orien-


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te a occidente hallamos centros donde se fue tejiendo una organización social cada vez
más compleja, regida por una élite, al tiempo que la acumulación del conocimiento fa-
cilitó el desarrollo del pensamiento y el diseño de técnicas y herramientas que simplifi-
caron la vida cotidiana.

Objetivos

La Unidad didáctica 3 permitirá al estudiante alcanzar los siguientes objetivos:

• Adquirir una visión comparada de las civilizaciones de la Antigüedad.


• Analizar las consecuciones de las culturas antiguas.
• Identificar los diferentes periodos de la civilización mesopotámica.
• Explicar las distintas etapas de la historia del antiguo Egipto.
• Analizar los orígenes de las culturas china e hindú.
• Conocer el significado de la religión en las civilizaciones antiguas.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

1. EL CONCEPTO DE CIVILIZACIÓN

El vocablo «civilización» es sumamente complejo, en tanto que es ampliamente usado


en la actualidad y puede esconder ambigüedades. Su origen se halla en el siglo XVIII,
vinculado al espíritu de la Ilustración. Para los ilustrados, la civilización era un valor ab-
soluto opuesto a la barbarie.

En el siglo XIX, el concepto perdería el valor absoluto que había tenido para los
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ilustrados y se convertiría en un rasgo aplicable a distintos pueblos y épocas históricas,


de forma que comenzó a utilizarse seguido de un adjetivo especificativo que, normal-
mente, era el de un pueblo, nación, región o época histórica.

Entre los historiadores el uso del vocablo no se hace en modo alguno en un sentido
uniforme, de manera que la historia de una determinada civilización puede ofrecernos:

• Una historia total en el sentido defendido por la Escuela de los Annales.


• Un análisis exclusivo de la actividad intelectual y artística de un pueblo o
de una época determinada, confundiéndose con el término cultura.
• Un estudio de los elementos esenciales de una época histórica, aquellos que
tuvieron mayor repercusión sobre la historia posterior de la humanidad.

En este último sentido abordaremos en esta Unidad didáctica el acercamiento a las


primeras civilizaciones.

Las características que definen el concepto de civilización en el Mundo Antiguo


son las siguientes:

• Una sociedad urbanizada.


• Una ciudad-estado con base territorial, a diferencia de las unidades triba-
les basadas en el parentesco.
• El aprovechamiento del excedente agrario en el pago de tributos que per-
miten sostener los cargos de organización de la sociedad.
• La división del trabajo.

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M. Lara Martínez El nacimiento de la civilización

• El desarrollo de obras públicas monumentales.


• Los avances técnicos e intelectuales relacionados con el urbanismo, tales
como la rueda, la cerámica, el transporte fluvial, el velero, el arte represen-
tativo, etc.
• El progreso de las ciencias, que implicarán el nacimiento de la escritura y
del calendario. La escritura jeroglífica en Egipto y cuneiforme en Mesopo-
tamia aparecerían en el 3000 a. C. La silábica, en el Egeo, en el 2500 a. C.
y la alfabética, con los fenicios, en el 1500 a. C.

2. MESOPOTAMIA
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Las culturas de Oriente Próximo se extendieron por una amplia área geográfica que
tuvo su núcleo central en Mesopotamia, entre el Tigris y el Éufrates. Su radio de acción
se extendió, a través de Elam (Susa), hasta Asia Anterior, donde los pueblos indoeuro-
peos (medos y persas), llegados hacia el siglo IX a. C., constituyeron Persia, asimilan-
do la cultura mesopotámica y dotándola de un nuevo impulso artístico. De este modo,
sumerios, acadios, asirios, babilonios y persas constituyeron las primeras civilizaciones
históricas de Oriente Próximo.

Mesopotamia es una palabra griega que significa «tierra entre ríos» (μέση –medio–
y ποτάμι –río–). El hecho de que en este territorio se desarrollaran prósperas culturas no es
casual, pues el Tigris y el Éufrates, que nacen en las altas montañas armenias para desem-
bocar en el golfo Pérsico, fertilizaban el terreno por el que discurrían, convirtiéndolo en un
espacio muy rico para la agricultura y favoreciendo el desarrollo de la civilización.

El primer pueblo relevante del que tenemos noticia es el de los sumerios, que ha-
bitaban la Baja Mesopotamia (zona meridional) en el III milenio a. C. A este pueblo, or-
ganizado en ciudades-estado como Ur, Lagash, Kish o Umma, con un rey encargado de
múltiples responsabilidades (administración de justicia, regulación de la agricultura y del
comercio, iniciativa de llevar a cabo la construcción de templos y obras públicas, etc.)
se debe la invención de la escritura.

Hacia el año 2600 a. C. los sumerios fueron sometidos por los acadios, un pueblo
procedente un poco más al norte, que fundaron un imperio en la Baja Mesopotamia con
capital en Akkad. Se extendieron por Siria, el Líbano y la costa mediterránea, llegando
a realizar incursiones hasta Anatolia y el interior de los montes Zagros. Entre los reyes
acadios figuran Sargón I (2334 a. C.-2279 a. C.), el fundador del imperio, y su nieto

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

Naram-Sin (2254 a. C.-2218 a. C.). Con este último, el Imperio acadio alcanzó su máxi-
ma extensión. A finales del III milenio a. C., el Imperio acadio desapareció, renacien-
do la civilización sumeria y, con ello, las ciudades de Lagash, con su rey Gudea, y Ur.

A principios del II milenio a. C. se impondría la ciudad de Babilonia, cuna de un im-


perio que extendería su dominio por toda la Baja Mesopotamia. La estela de Hammurabi
(s. XVIII a. C.), denominada así en honor del monarca que lo encargó, es el primer código
escrito de la humanidad. Grabado sobre diorita y rematado con un relieve del propio mo-
narca ante el dios Shamash, contiene formulada la ley del talión («ojo por ojo»). Su ha-
llazgo tuvo lugar en Susa en 1905, donde fue a parar tras un saqueo, pues se piensa que su
emplazamiento original fue el templo del Sol de Babilonia.

Hacia el siglo XII a. C., el Imperio babilónico fue dominado por un pueblo guerrero
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procedente de Assur, en la Alta Mesopotamia, que alcanzó su apogeo en el siglo IX a. C.


con el rey Assurnasirpal II (883 a. C.-859 a. C.), siendo muy conocido por su brutalidad y
la fundación de la ciudad de Kalhu, la actual Nimrud, a la que convirtió en capital del reino.

En torno al 600 a. C., la decadencia del Imperio asirio se iniciaría un nuevo perio-
do de predominio babilónico, denominado Imperio neobabilónico, que tuvo su mejor
época con el rey Nabucodonosor II (605 a. C.-562 a. C.). Este monarca adquirió fama
por la conquista de Judá y Jerusalén y por su monumental actividad constructora en
Babilonia, como los famosos Jardines Colgantes de Babilonia.

En el año 538 a. C. Ciro el Grande conquistó Babilonia y se adueñó del Imperio


neobabilónico, dando lugar al Imperio persa.

2.1. ORGANIZACIÓN POLÍTICA

El templo fue en un principio el centro político, económico y religioso, pues en


él no solo se daba culto a los dioses sino que se administraban los recursos. El jefe de
los sacerdotes, denominado En (señor), era el representante de Dios en la tierra, de ahí
que fuera el responsable de la organización política, económica y religiosa de la ciudad.

En el III milenio a. C., a medida que las guerras se acrecentaron y fue necesario
prestar mayor atención a la defensa de las ciudades, la autoridad sacerdotal del En fue
sustituida por la figura del Ensi o Lugal, equivalente al rey.

El Ensi se encargaba del gobierno de la ciudad y tenía bajo su poder a todos los ha-
bitantes, incluidos los sacerdotes. No en vano, al ser la cabeza del aparato administra-

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tivo de Mesopotamia, era también el primer sacerdote aunque, a diferencia de Egipto,


no era identificado con Dios, sino que únicamente era su representante en la tierra. Las
grandes propiedades agrícolas que atesoraba le permitían mantener el palacio, así como
a su familia, a sus funcionarios y a los soldados.

Las ciudades conquistadas en los combates eran gobernadas por un delegado del
rey que se encargaba de cobrar los tributos y de administrar la justicia. Una amplia bu-
rocracia de funcionarios, formada por escribas, facilitaba la comunicación entre el mo-
narca y sus delegados.

2.2. ECONOMÍA Y SOCIEDAD


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La agricultura era la principal fuente de riqueza de Mesopotamia. Las tierras eran


propiedad del templo, que poseía además abundantes rebaños de cabras, ovejas y cer-
dos y administraba también los talleres donde artesanos especializados fabricaban telas,
objetos de metal, joyas, cerámica, etc. El trabajo era realizado por hombres libres a los
que se los recompensaba en especie o con parcelas de tierra.

Algunas tierras del rey eran cultivadas por colonos, que le entregaban una parte de
la cosecha, y otras eran divididas en lotes asignados a los soldados en compensación por
su ayuda militar. Los propietarios particulares eran hombres libres obligados a colaborar
en la construcción y en el mantenimiento de los canales y a pagar altos impuestos, lo que
hacía que, en ocasiones, las deudas los convirtieran en esclavos. Al encontrarse Meso-
potamia próxima a las rutas caravaneras y marítimas, el comercio adquirió gran auge en
la zona, estrechándose contactos con Egipto y con las culturas del Indo.

Los primeros grandes sistemas de regadío fueron creados por los sumerios, quie-
nes regularon las inundaciones periódicas por medio de canales, diques y acequias. El
olivo, la palmera y la vid, el trigo y la cebada y plantas oleaginosas como el sésamo eran
cultivados desde antiguo.

El Código de Hammurabi nos permite conocer la sociedad de la antigua Mesopota-


mia, organizada en tres grupos sociales: los awilum (grupo minoritario próximo al rey,
integrado por altos funcionarios, sacerdotes, grandes propietarios y ricos comerciantes),
los mushkenum (ciudadanos libres) y los esclavos (que habían perdido su libertad a
causa de las deudas o por ser capturados como prisioneros de guerra).

La justicia a aplicar a cada uno de estos grupos era muy diferente. Los awilum tenían
privilegios y cualquier delito cometido contra ellos era castigado severamente, mientras
que los delitos cometidos contra los mushkenum eran penados de forma más leve. Res-

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pecto a los esclavos, en el caso de que hubieran perdido la libertad a causa de las deudas,
el código estipulaba que eran esclavos solo durante tres años y les reconocía derechos
(comprar su libertad, casarse con una mujer libre, etc.). Sin embargo, los prisioneros de
guerra no tenían derechos ni protección legal alguna y eran tratados como animales de
carga o simples objetos.

2.3. CULTURA Y RELIGIÓN

Como hemos señalado con anterioridad, la escritura cuneiforme apareció hacia el


3000 a. C. Se trataba de una escritura ideográfica en el que cada signo representaba una
idea, aunque pronto se pasó a un sistema fonético, en el que cada signo representaba un
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sonido. La denominación de cuneiforme procede del modo de realización, sobre peque-


ñas tablillas de arcilla, grabando los signos con una caña cuya punta tenía forma triangu-
lar, de cuña. El conocimiento de este complejo sistema de escritura, integrado por más de
2.000 signos, reducidos después a 300, estaba reservado exclusivamente a los escribas.

El primer uso que se le dio a la escritura fue el de la contabilidad, para administrar


los templos y palacios, aunque pronto se empezó a desarrollar una literatura, de la que
nos han quedado testimonios de himnos y poemas sagrados, así como narrativa históri-
ca y épica, cuya manifestación más destacada es el Poema de Gilgamesh. Se trata de
la narración escrita más antigua de la historia y fue realizada en tablillas de arcilla con
escritura cuneiforme. Según esta epopeya, el héroe sumerio se dirige hacia los confines
del mundo en busca de la planta de la juventud y, finalmente, queda convencido de que
la verdadera sabiduría consiste en aprovechar la vida terrena.

En el plano religioso, los dioses mesopotámicos se hallaban estrechamente relacio-


nados con fuerzas y elementos de la naturaleza: Anu, el rey de los dioses, con el cielo;
Shamash o Utu, con el sol; Nanna o Sin, con la luna; Ki, con la tierra; Ea, con el mar, etc.

El templo, denominado eanna (casa del cielo) por los sumerios, era el lugar donde
el individuo podía comunicarse con los dioses. Para su construcción, en los lugares
donde escaseaba la piedra, se empleó un nuevo material, el ladrillo. Hacia el tránsito
del IV al III milenio a. C., uno de los templos más antiguos es el dedicado a la diosa
Inanna de Uruk (deidad sumeria del amor, de la guerra y de la fertilidad que, con la
llegada de los acadios, se transformó en Isthar), el cual presenta una planta rectangular
en la que se inscribe un espacio en forma de T.

No obstante, la tipología de templo más conocida es la del zigurat, construcción


compuesta por varias terrazas superpuestas, en cuya cima se hallaba un templo. El obje-

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tivo era conseguir el acercamiento al cielo, idea también recogida en la Biblia en el pasa-
je de la torre de Babel: «edifiquemos una torre cuya cúspide llegue al cielo» (Génesis, 11,
1-8), lo que Yahvé entendió como una amenaza.

Uno de los más destacados es el zigurat de Ur, erigido en época neosumeria (2150-
2015 a. C.), que se asienta sobre una planta de 60 m de lado por 45 m de ancho, con
una altura de 21 m en tres pisos. Grandes rampas escalonadas dan acceso a la puerta, a
través de la cual se ascendería por el interior del recinto hasta el tercer nivel, donde se
levantaba el templo de planta cuadrangular. El interior del mismo era habitado ciertas
noches por una sacerdotisa, que esperaba que el dios Marduk descendiera de los cie-
los para yacer con ella.

De época neobabilónica (625-539 a. C.) data el templo de Babilonia, ciudad amu-


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rallada de la que se conservan unas puertas cerámicas, las de Isthar. Según el historiador
griego Heródoto, Babilonia disponía de un foso exterior paralelo a las murallas y por
el centro discurría el Éufrates. El zigurat de Babilonia parece ser en el que se inspiró la
Biblia para el relato de la torre de Babel, ya citado,
pues su altura alcanzaba los 90 m.

También es digno de mencionar el desarro- Figura 1. Gudea de Lagash


llo que alcanzó la tipología palaciega. El palacio (Museo Louvre)
de Persépolis, cuya construcción se debe a Darío I
(522-486 a. C.) y sus sucesores, es muestra de ello.
Decorado con lamasu (toros alados androcéfalos)
como guardianes de las puertas y con relieves mura-
les, sobresale en el conjunto la denominada «sala de
las cien columnas», utilizando el prototípico sistema
persa de la sala sustentada por columnas o apadana,
que Darío se esmeró en construir con una altura de
18 m, sobre una superficie de 76 m de lado y donde
se decía que podían ser acogidas 10.000 personas.
Este monumental espacio estaba destinado especial-
mente a la celebración del Nauroz, fiesta del Año
Nuevo presidida por el propio rey.

La escultura de bulto redondo también al-


canzó un notable desarrollo desde los primeros es-
tadios de la civilización mesopotámica. La cabeza
de Naram-Sin, de época acadia (2330-2150 a. C.),
y las numerosas representaciones en diorita del
patesi Gudea de Lagash, de época neosumeria

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(2150-2015 a. C.), son significativas de la exaltación del príncipe-sacerdote. Los re-


lieves lograron también altas cotas de perfección, como atestigua la representación de
Assurnasirpal II (883-859 a. C.), de época asiria.

Por último, cabe señalar que, además de las denominadas grandes artes, el mundo
mesopotámico conoció el cultivo de las artes decorativas, con frisos de cerámica
vidriada que adornaban muros externos, puertas y salones. La puerta de Isthar, ya
mencionada, y el friso de los arqueros del palacio de Susa (s. V a. C.) son ejemplo
de ello.

3. EGIPTO
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Al igual que en el caso de Mesopotamia, el nacimiento de la civilización egipcia


tuvo lugar en torno a un cauce fluvial. Si Egipto existe es gracias al Nilo. Así lo observó
Heródoto cuando en el 450 a. C. escribió: «Egipto es un don del Nilo».

El Egipto antiguo estaba compuesto de dos regiones que tenían como eje el Nilo:

• El valle, territorio estrecho que se extiende desde la presa de Asuán hasta


Menfis y que se conoce como Alto Egipto, ubicado al sur.
• El delta, triángulo que dibujan los canales del Nilo en su desembocadura
al Mediterráneo y se corresponde con el Bajo Egipto, situado al norte.

El Nilo transformó Egipto en un oasis en medio de territorios desérticos. Los an-


tiguos egipcios supieron aprovechar los beneficios de la cuenca fluvial y las cosechas
sirvieron para el sustento alimenticio, así como posibilitaron el desarrollo de núcleos ur-
banos. Una vez al año el Nilo inundaba los campos de sus orillas y, al retirarse, dejaba
sobre ellos una capa de un rico limo que hizo fructífero el cultivo del cereal. La tierra
negra (Kemi) daría nombre al Egipto antiguo, que era llamado Kemet.

Entre los reinos del delta y del valle hubo largos conflictos hasta que el faraón Menes
o Narmer, del Alto Egipto, logró dominar a sus rivales hacia el 3000 a. C., formando
un imperio unificado que englobaba los dos reinos. Se inauguraba así la primera dinastía
(término acuñado por el sacerdote e historiador egipcio Manetón en el s. III a. C.), de la
treintenta que tendría Egipto. El primer faraón sería, como hemos comentado, Menes y
la última Cleopatra VII. La historia del antiguo Egipto ha sido dividida en tres periodos:
Imperio Antiguo, Imperio Medio e Imperio Nuevo.

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3.1. ORGANIZACIÓN POLÍTICA

El antiguo Egipto se constituyó en una teocracia cuya cabeza era el faraón, hijo
del dios solar Ra, convertido en un dios viviente. Faraón es la denominación bíblica de
los reyes de Egipto, pues los escribas egipcios empleaban el término nesu (rey), neb
(señor) o hemef (majestad).

3.1.1. Imperio Antiguo

El Imperio Antiguo se extendió desde el 2780 hasta el 2200 a. C. y comprende desde


la dinastía III hasta la VI. La principal capital de este periodo fue Menfis –fundada por
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el primer faraón, Menes– y situada en el delta. El Imperio Antiguo forjó el sistema po-
lítico, cultural y religioso surgido durante el periodo protodinástico (dinastías I y II),
con la consolidación de una monarquía basada en la divinización absoluta del faraón.

Entre los faraones de esta etapa sobresale Zoser, en el siglo XXVIII a. C., de la
III dinastía, a quien se deben las primeras grandes construcciones funerarias y los pri-
meros intentos de creación de pirámides, como la que mandó levantar para sí mismo
en Saqqara, con forma escalonada.

Figura 2. Pirámide escalonada de Zoser en Saqqara

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En la IV dinastía, los faraones Keops, Kefrén y Micerinos legaron a la posteridad


sus famosas pirámides y la esfinge en el valle de Gizeh. El debilitamiento del poder
tras la VI dinastía llevó consigo un periodo de crisis, conocido como primer periodo
intermedio, una etapa en la que el poder estuvo descentralizado y que incluye desde la
VII dinastía hasta mediados de la dinastía XI, cuando Mentuhotep II reunificó el te-
rritorio hacia el año 2040 a. C.

Figura 3. Pirámide de Keops y esfinge de Gizeh


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3.1.2. Imperio Medio

El Reino Medio comprende desde mediados de la dinastía XI a la XII (2050-1750


a. C.). La capital fue trasladada a Tebas, en el Alto Egipto. La principal característica
del Imperio Medio fue que, a pesar del centralismo político, se observó en las expresio-
nes artísticas una tendencia hacia una representación humanizada de la realeza. El arte
del Imperio Medio se caracterizó por el mayor realismo, especialmente en los retratos
faraónicos, a los que se les dio un aspecto más apacible, alargando ligeramente las figu-
ras. La invasión de los hiksos, en una fase de crisis interna en el poder egipcio, pondría
fin a esta etapa, abriéndose el segundo periodo intermedio, que transcurriría entre las di-
nastías XIII y parte de la XVII, esto es, hasta el año 1550 a. C.

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3.1.3. Imperio Nuevo

El Imperio Nuevo se inicia con la expulsión de los hiksos en la dinastía XVIII y


prosigue hasta la XX. A esta dinastía perteneció el faraón Amenofis IV o Akenatón
(1353-1336 a. C.), que quiso emprender una reforma religiosa de carácter monoteísta
basada en el culto al sol, Atón, en perjuicio del predominante culto a Amón. Su reinado
supuso el inicio del denominado periodo de Amarna, debido al nombre árabe actual del
lugar elegido para fundar la nueva capital.

El cénit del reinado de Akenatón se sitúa en su duodécimo año de reinado, cuando


organizó una gran recepción real de embajadores de potencias extranjeras y enviados
de estados vasallos del Imperio egipcio. Gracias a los relieves del cortesano Meryra, se
sabe que la familia imperial estaba configurada por Akenatón, Nefertiti y sus seis hijas.
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Después del año 14 de reinado no hay menciones a esta reina, por lo que debió de haber
fallecido.

La muerte de Akenatón en el decimoséptimo año de su reinado, cuando tenía entre


30 y 36 años de edad, llevó al trono a Semenejkaram que gobernó en un breve periodo
(algunos estiman que menos de un año o como máximo tres), tras el que sería sucedido
por Tutankamón, que contaba menos de once años de edad. La damnatio memoriae
decretada contra Akenatón por los faraones de la dinastía XIX trató de borrar su recuer-
do de la historia.

Tutankamón devolvería a los sacerdotes de Amón la influencia y el poder que


habían poseído antes de la reforma religiosa y política de Akenatón. El hallazgo de su
tumba, casi intacta, supuso una gran aportación para la comprensión de la cultura egipcia.

En la XIX dinastía Egipto alcanzó su máximo esplendor bajo el reinado del faraón
Ramsés II, que desarrolló una especie de obsesión por construir templos de enormes
dimensiones en las riberas del Nilo y llegó a edificar una nueva capital en el norte, que
recibió el nombre de Pi-Ramsés Aa-najtu («la ciudad de Ramsés»). Posiblemente, en la
construcción de Pi-Ramsés fueron contratados obreros hebreos, tal como relata el Éxodo.

Aunque Ramsés II no fue el primer faraón en hacerse adorar como un dios, sí lo fue
en dedicarse templos y estatuas de manera sistemática. Junto con Hatshepsut y Amen-
hotep III, Ramsés fue uno de los pocos faraones que creían realmente que habían sido
engendrados por el dios Amón-Ra.

Sin embargo, la invasión de los denominados «pueblos del mar» pondría fin al
Imperio Nuevo hacia el año 1000 a. C., cuando Egipto entró en una fase de decaden-

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cia hasta la conquista por Alejandro Magno en el 332 a. C. Tras la muerte de este,
Ptolomeo, uno de sus generales, gobernó el reino helenístico, fundando la dinastía
Lágida o Ptolemaica, cuya última representante fue la famosa reina Cleopatra VII,
amante de Julio César y Marco Antonio. La derrota de Cleopatra en la batalla naval
de Accio (31 a. C.), por Octavio, después llamado Augusto, supuso la incorporación
de Egipto a Roma.

3.2. ECONOMÍA Y SOCIEDAD

La sociedad egipcia estaba fuertemente jerarquizada. En la cima de la pirámide


se hallaba el faraón, debajo del cual se encontraban los sacerdotes, nobles y funciona-
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rios, a continuación los mercaderes, los artesanos y los campesinos y, finalmente, en la


base, los esclavos.

El faraón era el dueño absoluto de todas las personas y tierras de Egipto, en tanto
que, como hemos visto, era encarnación del dios Ra, por lo que era adorado y se creía
que después de morir sobrevivía asimilado a una divinidad.

La clase dirigente estaba formada por los nobles, por los sacerdotes y por los fun-
cionarios, como auxiliares del faraón. La nobleza acompañaba al faraón en el palacio
y le ayudaba en la administración. En este grupo sobresalía el visir o primer ministro.
Los sacerdotes se encargaban de la organización del culto y eran los responsables de
los templos. Por su parte, los funcionarios conformaban una sofisticada burocracia, ne-
cesaria para el mantenimiento del orden y el desarrollo de un gobierno eficaz. Dentro de
los funcionarios, cabe destacar la figura del escriba, que gozaba de una posición privi-
legiada derivada de su conocimiento de la escritura.

La mayor parte de la población la constituían los campesinos, los cuales eran


sometidos al pago de fuertes impuestos y debían entregar prácticamente toda su cose-
cha al faraón. El trabajo de los siervos, que eran la gran mayoría de los campesinos,
en ocasiones no distaba mucho del de los esclavos pues, en virtud de los derechos se-
ñoriales del faraón, este podía movilizarlos para hacer frente en cada momento a las
tareas constructivas. Así actuó Keops para la edificación de su pirámide, según rela-
ta Heródoto:

«Keops (…) ordenó a todos los egipcios que trabajasen para él… Traba-
jaban permanentemente en turnos de 100.000 hombres, a razón de tres meses
cada uno.»

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Al igual que en Mesopotamia, la base de la economía era la agricultura, que de-


pendía de las crecidas anuales del Nilo, si bien es cierto que estas eran encauzadas me-
diante grandes obras hidráulicas dirigidas por el faraón.

Los principales cultivos eran los cereales, aunque también se cultivaban legumi-
nosas. Para llevar a cabo las labores agrícolas se utilizaban el arado tirado por bueyes,
el trillo, la hoz y el shaduf, un invento que facilitaba la elevación del agua del río hasta
los bancales mediante un complejo sistema de palancas y contrapesos. Los talleres ar-
tesanales, instalados en las ciudades y dedicados a la elaboración de cerámica, tejidos
y papiros (con el prensado de cañas), así como el comercio completaban la economía
egipcia.

En la base de la sociedad se encontraban los esclavos (prisioneros de guerra o ciu-


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dadanos condenados por cometer un delito) que trabajaban en las minas o en las monu-
mentales obras mandadas construir por el faraón. En este sentido, resulta interesante el
siguiente testimonio de Diodoro de Sicilia:

«En el límite entre Egipto y la vecina Etiopía, existe un lugar donde hay
muchas y grandes minas… Los reyes de Egipto envían a los criminales con-
denados y a los prisioneros de guerra…»

3.3. CULTURA Y RELIGIÓN

Los antiguos egipcios emplearon tres tipos de escritura: jeroglífica (empleada


en las inscripciones monumentales, pues era la más importante), hierática (adapta-
ción de la escritura jeroglífica para escribir sobre papiro) y demótica o popular (de
tipo cursivo).

El desciframiento de la escritura jeroglífica tuvo lugar en 1822 y fue llevado a cabo


por el investigador francés Champollion, gracias al descubrimiento en el delta del Nilo,
durante las campañas napoleónicas en Egipto, de la Piedra de Rosetta, que tenía ins-
cripciones en jeroglífico, demótico y griego.

Los egipcios sobresalieron en el conocimiento de varias ciencias, entre las que des-
tacan las matemáticas (ya conocían el número pi, las tablas de multiplicar y la trigono-
metría), la astronomía (organizaron un calendario de 365 días, divididos en 12 meses de
30 días cada uno y 5 sobrantes al final) y la medicina (realizaban complejas operaciones,
como trepanaciones, y desarrollaron las técnicas de embalsamamiento).

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En el plano literario, dejaron grandes obras como el Libro de los Muertos, un rollo
de pergamino que se colocaba en las tumbas para ayudar en el viaje al otro mundo, las
novelas de Sinuhé y la Historia del náufrago y textos didácticos como la Sátira de los
oficios.

La religión egipcia era politeísta. Adoraban una multitud de dioses, cuyo nombre
fue cambiando en las distintas épocas. Así, veneraron al sol primero con el nombre de
Horus (dios con cabeza de halcón y coronado con un disco solar) y luego con el de Ra,
como también es conocido Amón.

Otras deidades importantes fueron: Osiris (dios de los muertos y de la resurrección,


encargado de juzgar a los espíritus de los difuntos), Isis (la luna, diosa madre, esposa
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de Osiris y madre de Horus), Thot (dios de la escritura y de la sabiduría, representado


con cabeza de ibis), Anubis (responsable de conducir a los muertos hasta Osiris, refle-
jado con cabeza de chacal), Hathor (diosa del amor y de la fecundidad), Seth (dios de
la destrucción y la guerra), Nut (diosa del cielo), etc.

Los egipcios creían que el hombre podía sobrevivir tras su fallecimiento y, para ini-
ciar el viaje al más allá, era necesario que la fuerza vital (Ka) y el alma (Ba) permanecie-
ran unidas. Por eso se momificaba el cuerpo y se realizaba una estatua que representara
al difunto, que habían de guardarse en un mismo espacio. Cumplido el rito, el difunto
podía subir a la barca del Sol-Ra y comparecer ante Osiris para la psicostasis. El juicio
suponía pesar el alma en una balanza. Si el alma era más ligera que la pluma (símbolo
de pureza), colocada en el otro extremo, el difunto sería devorado por un monstruo, si
ocurría lo contrario viviría eternamente.

El ya citado Libro de los Muertos, el cual fue redactado en el Imperio Nuevo, nos
describe la creencia egipcia en la vida de ultratumba. En él aparecen representados
momentos de las celebraciones funerarias, como el ritual que consistía en tocar la boca
del difunto con un instrumento que, simbólicamente, le daba la facultad de respirar, ha-
blar y comer en el más allá.

Después del enterramiento en las primitivas tumbas en túmulo, la primera tipología


con fines mortuorios ampliamente utilizada durante el Imperio Antiguo fue la mastaba,
constituida por un tronco de pirámide, empleada por los faraones y, después, por los altos
dignatarios. En estas tumbas, la momia del difunto se disponía sobre un pozo excavado
bajo la construcción, donde se hallaban la cámara mortuoria y el serdab (que contenía
el doble del difunto). Hacia el exterior, se abría la capilla de las ofrendas, donde se reali-
zaban los cultos de atención al difunto. Las mastabas solían agruparse en conjuntos que

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conformaban auténticas ciudades de Figura 4. Ushebtis (Museo egipcio de El Cairo)


los muertos o necrópolis. Ejemplos
de esta tipología son las mastabas
de Gizeh.

En las tumbas se colocaban ob-


jetos y alimentos que el difunto podía
necesitar en el más allá y unas pe-
queñas estatuillas, denominadas
ushebtis, que eran la representación
simbólica de los servidores que ha-
brían de ayudarles en la eternidad.
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Sin embargo, la forma de ente-


rramiento por excelencia durante el
Imperio Antiguo fue la pirámide.
Algunas de ellas fueron concebidas
bajo artificios numéricos, como es
el caso de la de Keops, que recoge
ciertas medidas astronómicas y presenta una altura de 146 m. Además, las cuatro
aristas que proceden del vértice simbolizan los rayos del Sol-Ra, protegiendo a su
hijo, el faraón. Su forma apuntada y su gran elevación, que la hacía visible desde la
lejanía, era la plasmación simbólica del poder político del soberano. Como hemos
señalado anteriormente, en el valle de Gizeh otras dos pirámides, también de la IV
dinastía, acompañan a la de Keops: Kefren, con 143 m de altura, y Micerinos, con
65 m.

En el Imperio Medio, la construcción más destacada fue el templo funerario de


Mentuhotep (XI dinastía) en Deer el-Bahari (véase figura 5), asentado junto a la mon-
taña en dos terrazas superpuestas y con una sala hipóstila y estancias funerarias exca-
vadas en la roca. Se trata de una arquitectura de transición entre las formas piramidales
antiguas y los templos y speos que se desarrollarían en el Imperio Nuevo.

Durante el Imperio Nuevo el tipo funerario más extendido fue el speo o hipogeo,
construcción excavada dentro de la montaña con una organización interna similar a la de
las pirámides. Estas tumbas alcanzaron gran difusión durante las dinastías XVIII y XIX.
De la XVIII data el hipogeo de la reina Hatshepsut en Deer el-Bahari, precedido de un
templo funerario. En la XIX dinastía destaca como monumento principal el hipogeo de
Abú Simbel, que fue el templo funerario de Ramsés II (véase figura 6).

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Figura 5. Templo funerario Hatshepsut en Deer el-Bahari


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Figura 6. Detalle de los relieves del templo de Hatshepsut

Se relata gráficamente la expedición comercial al Punt (Somalia). En la imagen se puede apreciar


el medio ambiente, con las palmeras y palafitos.

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Entre los templos egipcios sobresalen el de Luxor y el de Karnak, ambos en Tebas


y pertenecientes al Imperio Nuevo, con salas hipóstilas, capiteles palmiformes, papiri-
formes y campaniformes y relieves polícromos en los fustes.

Figura 7. Templo de Luxor


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Figura 8. Templo de Karnak

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Las leyes de frontalidad y simetría imperan Figura 9. E


 l alcalde del pueblo
en la estatuaria egipcia. En las representaciones fa- (Museo egipcio de El
raónicas, los rostros inexpresivos, la rigidez de los Cairo)
cuerpos y la ausencia de movimiento contribuyen
a transmitir una imagen distante y fría, en tanto que
el faraón era considerado como un ser sobrenatural.

En contraposición, las esculturas de persona-


jes de menor condición social que el soberano pero
superiores al pueblo, como los escribas o adminis-
tradores, presentan rasgos de humanización. Es el
caso de El escriba sentado del Museo del Louvre o
de El alcalde del pueblo (nombre puesto por los tra-
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bajadores de la excavación) del Museo de El Cairo,


los dos realizados en la V dinastía.

Por último, señalar que la pintura y el relieve


gozaron de una amplia iconografía que se desarrolló
a partir de una doble temática: imágenes de la vida
cotidiana y escenas de vida real. Debido a su ubica-
ción en las tumbas, el objetivo era dar una muestra
de cómo era la vida del difunto en la tierra y adelan-
tar cómo sería en el más allá.

De las primeras se han hallado representacio-


nes de sirvientes realizando los más variados traba-
jos, entre los que destacan las labores agrícolas. Una muestra del repertorio iconográfico
de ultratumba la podemos contemplar en las pinturas de escenas agrícolas y de la reali-
zación de la psicostasis en la capilla de Menna, escriba de Tutmés IV (Imperio Nuevo,
XVIII dinastía), o en las de la tumba de Ramsés I (Imperio Nuevo, XIX dinastía), que
reflejan al difunto entre los dioses Osiris y Anubis y en la barca de Ra.

4. EXTREMO ORIENTE

4.1. LA INDIA

El subcontinente de la India es una extensa península situada al sur de Asia, que li-
mita al norte con el Himalaya y hacia el sur está rodeada por el mar de Omán, el océano
Índico y el golfo de Bengala.

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M. Lara Martínez El nacimiento de la civilización

En torno al 3000 a. C. surgió en el valle del Indo la cultura urbana de los drávidas,
cuyas principales ciudades fueron Hasrappa y Mohenjo-Dara, que tuvieron su época de
mayor esplendor desde el 2300 hasta el 1750 a. C.

Posteriormente, la India fue invadida por pueblos nómadas que se adentraron desde
el noroeste, formando pequeños reinos en los que se desarrolló rápidamente una misma
civilización, con una sociedad de castas, sistema hereditario de estratificación social
que ha existido en el subcontinente desde hace más de 2.500 años. En esta organización,
estrechamente vinculada con el hinduismo, los grupos sociales se definen por un número
de grupos endógamos denominados jāti.

El hinduismo enseña que los seres humanos fueron creados de las diferentes partes
del cuerpo de una divinidad (Purusha) llamada Brahmā. Dependiendo de la parte del
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cuerpo de Brahmā de donde los humanos fueron creados, estos se clasifican en cuatro
castas básicas (varnas), que definen su estatus social, los trabajos que pueden realizar y
con quien pueden contraer matrimonio.

Las Leyes de Manu dictaminaban, ya en el siglo I a. C., que este orden era sagrado
por lo que, durante la vida, nadie podía aspirar a pasar de una casta a otra. Cada persona
desempeñaría el oficio de su padre y se casaría con alguien de su casta. Solo la sucesión
de reencarnaciones permitiría avanzar (o retroceder) en este estatus. La reencarnación
en un grupo superior estaría reservada a los individuos que hubieran seguido las activi-
dades (dharma) correspondientes a su camino (karma).

Desde la Antigüedad, y así aparecen recogidas en las Leyes de Manu, las cuatro
castas eran:

• Brāhmanes. Sacerdotes, maestros y académicos, que conformaban la clase


más alta, pues según ellos salieron de la boca de Brahmā.
• Chatrías. Clase política-militar, que salieron de los hombros de Brahmā.
• Vaishias. Comerciantes, artesanos, agricultores y ganaderos, que se forma-
ron de las caderas de Brahmā.
• Shudrás. Siervos y obreros, procedentes de los pies de Brahmā.

Por último, estaban los intocables (parias o dalits), que se hallaban fuera del
sistema de castas y eran relegados a realizar los trabajos de más ínfima importancia
e incluso se les prohibía beber de las mismas fuentes de agua que a los miembros de
las castas.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

El sistema de castas pervive en la actualidad India, aunque fue desafiado por el bu-
dismo, principal disidencia del hinduismo flexibilizado en el siglo XX. Las proclamas
de Gandhi, durante su lucha por la independencia de la India (posesión británica hasta
1947, como explicaremos en la Unidad didáctica final de este manual) trataron de hacer
valer los derechos de los «intocables».

Hacia el 600 a. C. existían 16 monarquías hereditarias en la planificie del Indo-


Ganges, extendiéndose desde Afganistán hasta Bangladesh. El derecho al trono era legi-
timado por los sacerdotes, que componían genealogías ficticias, donde el rey era investido
de orígenes divinos. Los sacrificios védicos de animales solo podían ser realizados por la
clase sacerdotal y la lengua de la corte era el sánscrito. En este periodo se compusieron
los poemas épicos Rāmāiaṇa y Majábharata y, en el 537 a. C., Gautama Buda creó el
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budismo.

Hacia el 500 a. C., la región del valle del Indo fue invadida por Darío I, rey persa
que convirtió a la India en una satrapía del Imperio aqueménida. En el siglo IV a. C.,
Alejandro Magno conquistó el norte de la península india, designando gobernadores
griegos para gobernar la nueva provincia adquirida, abriendo rutas de comercio hacia el
Egeo, Egipto y el sudeste asiático.

4.2. CHINA

China se enorgullece de ser la civilización más antigua desarrollada sin interrupcio-


nes, pues sus antepasados ya vivían en comunidades estables en la zona conocida hoy
con el nombre de China al menos hacia el año 5000 a. C.

Situada al este del continente asiático, la China antigua estuvo dividida en dos
zonas:

• El norte, con eje en el río Huang Ho o Amarillo, cuna de esta civilización.


• El sur, a la orilla del Yangtze Kiang, que fue pronto tomada como un área
de expansión.

Poblada desde el Paleolítico, en los tiempos de las primeras dinastías históricas


(II milenio a. C.), su territorio se fue ampliando de norte a sur y el poder político intentó
mantener bajo su autoridad la extensa área.

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M. Lara Martínez El nacimiento de la civilización

Este deseo de unidad se reforzó por la constante lucha mantenida con las tribus de
mongoles al norte, de quienes los emperadores chinos quisieron aislarse mediante la cons-
trucción al norte de China de la Gran Muralla, cuyo recorrido alcanza los 2.200 km. Las
barreras naturales de China reforzaron esta tendencia al aislamiento, lo cual propició du-
rante siglos el inmovilismo dentro de su sociedad.

La documentación escrita china se remonta a los tiempos de la dinastía Shang con


las inscripciones en huesos adivinatorios. Sima Qian (145-86 a. C.), en sus Anales his-
tóricos, narra la historia de China desde los tiempos mitológicos hasta el apogeo de la
dinastía Han (206 a. C.-220 d. C.), época en la que vivió. Pero mucho antes de la época
de Sima Qian ya se realizaron compilaciones de diferentes textos procedentes del pri-
mer milenio antes de nuestra era. Entre ellos destacan tres: el Canon de las mutaciones,
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el Canon de los documentos y el Canon de la poesía.

Gracias a las fuentes escritas podemos conocer todas las dinastías que se sucedie-
ron en la antigua China. La dinastía Xia (2100-1600 a. C.) es considerada por algunos
estudiosos legendaria, mientras que otros estiman que existen pruebas arqueológicas
que la confirman.

Shang (1766-1045 a. C.) fue la primera dinastía auténticamente histórica (no le-
gendaria) de China. Su capital estuvo emplazada en el valle Juang, cerca de la ciudad
de Anyang. Al frente de la sociedad se encontraba el rey, seguido de una aristocracia
hereditaria.

A continuación, se encontraban los sacerdotes, que eran los responsables de los do-
cumentos de gobierno y de la adivinación, arte practicada mediante el empleo de los hue-
sos oraculares (caparazones de tortuga y escápulas de buey), sobre los que se colocaban
los textos resultantes del ritual. Estos testimonios son la forma más antigua de escritura
y contienen información histórica de gran valor, como la genealogía real completa de la
dinastía Shang. Por debajo de este estrato se hallaba el pueblo.

La economía estaba basada en la agricultura y también se criaban gusanos de seda,


cerdos, perros, ovejas y bueyes.

El último soberano, Di Xin, fue considerado un déspota y corrupto. Su poder esta-


ba debilitado y este hecho fue aprovechado por Wu, rey de los Zhou, un pueblo que ha-
bitaba los territorios al oeste del reino Shang, para derrotarlo hacia el año 1045 a. C. De
este modo se inició la dinastía Zhou occidental (1045-256 a. C.).

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

La amplia extensión territorial hizo imposible que los Zhou ejercieran un control
directo sobre toda el área, por lo que idearon una especie de sistema feudal, encabe-
zado por el señor, que ostentaba el cargo hereditariamente, y era ayudado por vasa-
llos que gobernaban ciudades. A ellos los seguían los guerreros y, finalmente, los
campesinos.

En el año 771 a. C., los Zhou fueron expulsados de la capital Hao por los Quan-
rog, siendo obligados a trasladarse al este (Luoyang). De esta forma, comenzó el perio-
do Zhou oriental (770-256 a. C.). A pesar de los conflictos, los avances en esta época
fueron considerables. El perfeccionamiento de las técnicas de regadío y la invención del
arado de hierro permitieron incrementar las cosechas, creciendo la población. En esta
etapa vivieron el filósofo chino Confucio (551-479 a. C.) y Lao Tsé (s. VI a. C.), crea-
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dor del taoísmo.

En el año 221 a. C., el inicio de la dinastía Qing supuso el nacimiento del imperio.
Qin Shi Huangdi se proclamó emperador, unificó los estados feudales y finalizó la Gran
Muralla. Sin embargo, a su fallecimiento, los rebeldes aprovecharían el reinado de su
hijo para poner fin a la dinastía Qing y arrasar su capital, Xianyang. El líder de la rebe-
lión militar, Liu Bang se proclamó emperador en el 206 a. C. y fundó la dinastía Han,
que perviviría hasta el 220 d. C.

En el plano religioso, cabe señalar que el confucionismo consideraba que el cosmos


era algo armónico que regulaba las estaciones, la vida animal, la vegetal y la humana.
El rey o emperador sería el intermediario entre el cielo y los hombres. No obstante, si
esta armonía cósmica era trastornada, las consecuencias serían dramáticas. Por ello, los
confucianos defendían que el mal gobernante debía ser depuesto pues, al contradecir el
orden natural y violar el mandato del cielo, perdía su legitimidad.

El culto de los confucianos giraba en torno a la adoración de poderes, entre los


cuales el cielo era el superior. La veneración de los antepasados gozaba de una gran
relevancia e implicaba que las almas de los difuntos podían beneficiar o castigar a sus
descendientes. El confucionismo sería la religión oficial de China hasta 1912, cuando
se proclamó la república.

La creencia en el más allá impulsó la construcción de las tumbas reales, donde el


cadáver del soberano era rodeado de los restos mortales de los parientes, sirvientes y
soldados que habrían de acompañarlo en la eternidad.

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M. Lara Martínez El nacimiento de la civilización

Desde el siglo V a. C., la práctica de los sacrificios humanos fue sustituida por la
colocación de estatuillas de madera, terracota o piedra. Ejemplo de ello son los guerre-
ros de Xian: más de 6.000 soldados (de 1,80 a 2 m de altura), centenares de caballos y
decenas de carros de guerra, que debían acompañar al primer emperador de la dinastía
Qin en su tumba ubicada en la ciudad que da nombre al conjunto. 700.000 personas tra-
bajaron en la construcción de la tumba y, para su protección, se diseñaron dispositivos
de seguridad, así como los artesanos que habían participado en la obra fueron enterrados
con el emperador. El ejército simbólico fue descubierto en 1974.
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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

 CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER

• Ciudad-estado. Centro urbano delimitado territorialmente que contaba con


su propia forma de gobierno, organización social y desarrollo económico
y cultural. De la ciudad propiamente dicha dependían las áreas cercanas y
los núcleos de población más pequeños.

• Civilización. Sociedad humana que posee una unidad histórica y cultural y


ha alcanzado un alto grado de desarrollo, gracias al alto nivel de su ciencia,
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tecnología, artes, ideas y costumbres.

• Ensi. Título empleado por los gobernantes de las antiguas ciudades-estado


sumerias y señalan al representante de los dioses del pueblo y al adminis-
trador del reino, puesto que las funciones de sacerdote y gobernante esta-
ban unidas.

• Patesi. Sacerdote-gobernador en la cultura sumeria.

• Psicostasis. Peso del alma.

• Pueblos dravídicos. Nombre que reciben los habitantes del extremo meri-
dional del subcontinente indio.

• Sala hipóstila. Sala de columnas.

• Sistema de castas. División de la sociedad en capas o niveles propia del


hinduismo, donde los brahmanes o sacerdotes ocupan el primer lugar.

• Vedas. Nombre de los cuatro antiguos textos sánscritos, en los que se inclu-
yen recopilaciones de himnos, fórmulas de consagración y oraciones dirigi-
das a los dioses, que se aplica para denominar una cultura indo-aria. En su
origen, esta cultura era una sociedad pastoral que derivaría en una sociedad
agrícola compuesta de cuatro varnas (castas).

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M. Lara Martínez El nacimiento de la civilización

 ACTIVIDADES DE REPASO

Enunciado 1

Realiza un friso o eje cronológico con los diferentes periodos de la historia de la


civilización mesopotámica.

Enunciado 2
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A partir del siguiente texto, localiza el relieve de Assurbanipal y el león y comen-


ta la imagen:

«Yo soy Assurbanipal, rey del mundo, rey de Asiria. En mi palacio real he
agarrado un león por la cola y por orden de los dioses Ninurta y Ningal, mis se-
ñores, he destrozado su cráneo con un hacha manejada por mis propias manos.»

Enunciado 3

Explica el sentido religioso de los zigurat.

Enunciado 4

A partir de la lectura de estos dos textos, responde a las cuestiones formuladas.

Texto 1:

«En el límite entre Egipto y la vecina Etiopía y Arabia, existe un lugar donde
hay muchas y grandes minas de oro, de las que se obtiene un rico beneficio, aun-
que hay que ganárselo de un modo muy penoso y costoso. Los reyes de Egipto
envían a los criminales condenados y a los prisioneros de guerra a las minas de
oro, también a aquellos que han sido detenidos en el calor de las pasiones (…)
Los muchachos que todavía no han crecido tienen que bajar por las galerías
a los huecos que hay en las rocas y recoger los trozos menores que han caído,
sacándolos hacia afuera. No hay perdón ni indulgencia para los enfermos, los

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

delicados, los ancianos, ni para con la debilidad de las mujeres. Todos ellos,
obligados por los látigos, tienen que seguir trabajando hasta que la muerte pone
fin a sus penas y sufrimientos.»
Diodoro de Sicilia (s. I a. C.)

Texto 2:

«Keops… sumió a sus habitantes en una completa miseria. Primeramente


cerró todos los santuarios, impidiéndoles ofrecer sacrificios, y luego ordenó
a todos los egipcios que trabajasen para él. En este sentido, a unos se les en-
comendó la tarea de arrastrar bloques de piedra, desde las canteras existentes
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en la cordillera arábiga hasta el Nilo, y a otros les ordenó hacerse cargo de


los bloques, una vez transportados en embarcaciones a la otra orilla del río,
y arrastrarlos hasta la cordillera llamada líbica. Trabajaban permanentemente
en turnos de 100.000 hombres, a razón de tres meses cada turno. Asimismo, el
pueblo estuvo, por espacio de diez años, penosamente empeñado en la cons-
trucción de la calzada por la que arrastraban los bloques de piedra…
Diez fueron, como digo, los años que se emplearon en la construcción de
esa calzada y de las cámaras subterráneas de la colina sobre la que se alzan
las pirámides…
Por su parte, en la construcción de la pirámide propiamente dicha, se em-
plearon veinte años…»
Heródoto (s. V a. C.)

Se propone lo siguiente:

• Busca información sobre Keops.


• Investiga sobre el papel de la mujer en la sociedad egipcia.
• Señala los aspectos de los dos textos que más te han llamado la atención.

Enunciado 5

Responde al siguiente cuestionario:

• ¿Cómo se llamaba el rey persa que se apoderó del Imperio neobabilónico?

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M. Lara Martínez El nacimiento de la civilización

– Sargón I.
– Ciro el Grande.
– Asurbanipal.

• El principal grupo social mesopotámico se denominaba…

– Mushkenum.
– Awilum.
– Gilgamesh.

• La escritura sumeria que se escribía sobre tablillas de arcilla se llama…


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– Cuneiforme.
– Jeroglífica.
– Alfabética.

 EJERCICIOS VOLUNTARIOS

Tras el estudio de esta Unidad didáctica, el estudiante puede hacer, por su cuenta,
una serie de ejercicios voluntarios, como los siguientes:

1. Tras leer este texto extraído del Himno al templo de Eninnu, recogido en el
Cilindro A del Museo del Louvre, en el que se explica cómo Gudea recibe en
sueños el encargo de levantar un templo, responde a las cuestiones formuladas.

«El ladrillo del destino levantó su cabeza hacia él, estiró (ávida-
mente su cuello) hacia él para la construcción del templo puro, y en
aquella visión nocturna, hacia su rey, cuando Gudea abrió los ojos sobre
su señor Ningirsu, este le habló sobre su templo y construcción (…)
En el sueño había un primer hombre, cuya talla igualaba el cielo,
(…) (aquel) me ordenó construir el templo.»

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

Se propone lo siguiente:

• ¿A qué época pertenece el texto?


• Busca una imagen de Gudea.
• ¿Quién es Ningirsu?

2. Busca información sobre las campañas de Napoleón en Egipto y el hallaz-


go de la Piedra Rosetta.

3. Lee el siguiente texto de Plinio y responde a las cuestiones formuladas.

«Los reyes, por una cierta rivalidad entre ellos, hicieron de esta
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piedra unos bloques largos llamados obeliscos, consagrados a la di-


vinidad del Sol. En la superficie se halla la representación de sus
rayos, y eso es lo que significa el nombre en lengua egipcia («teche»:
rayo u obelisco). El primero que instauró esta costumbre fue Mesu-
res (Tutmés III), que reinaba en la ciudad del Sol y lo hizo obede-
ciendo una orden recibida en sueños…»

Se propone lo siguiente:

• ¿Quién es el autor del texto?


• ¿Qué es un obelisco? Localiza una imagen de uno de ellos.
• ¿Por qué se erigían obeliscos?

4. Define los siguientes conceptos o personajes relacionados con las civiliza-


ciones china e hindú.

­• Rāmāiaṇa.
• Majábharata.
• Buda.
• Gran Muralla.

5. Cita alguna película que conozcas inspirada en las civilizaciones antiguas


tratadas en esta Unidad didáctica y coméntala.

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M. Lara Martínez El nacimiento de la civilización

 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Básica

BLANCO FREJEIRO, A.: El arte del Próximo Oriente, Madrid, Anaya, 1992.
GRIMAL, N.: Historia del antiguo Egipto, Madrid, Akal, 1996.
KEMP, B. J.: El antiguo Egipto: anatomía de una civilización, Barcelona, Crítica, 1992.
PADRÓ, J.: Historia del Egipto faraónico, Madrid, Alianza, 1999.
SANMARTÍN ASCASO, J.: Historia antigua del Próximo Oriente: Mesopotamia y Egipto, Madrid, Akal,
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1998.
SCARPARI, M.: Antigua China. Grandes civilizaciones del pasado, Barcelona, Ediciones Folio, 2005.

En la red

http://www.allabouthistory.org/spanish/antigua-babilonia.htm
http://www.institutodeindologia.com
http://www.lagranepoca.com/cultura-china
http://www.transoxiana.org
http://www.tudiscovery.com/guia_china/china_dinastias/china_qin/index.shtml

Avanzada

BRYANT, E.: The quest for the origins of vedic culture, Oxford, Oxford University Press, 2001.
CASTEL, E.: Diccionario de mitología egipcia, Madrid, Alderabán, 1995.
DAUMAS, F.: La civilización del Egipto farónico, Barcelona, Óptima, 2000.
ROBINS, G.: Las mujeres en el Antiguo Egipto, Madrid, Akal, 1996.
SHAUGHNESSY, E. L.: La antigua China. Vida, mitología y arte, Madrid, Jaguar, 2005.
SHAW, I.: Diccionario Akal del antiguo Egipto, Madrid, Akal, 2004.

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4
UNIDAD
DIDÁCTICA

el mundo
grecorromano
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PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS

1. Grecia

1.1. Creta
1.2. Micenas
1.3. Los siglos oscuros
1.4. La polis en la época arcaica

1.4.1. Esparta, la polis oligárquica y militarista


1.4.2. Atenas

1.5. La polis en la época clásica. La democracia ateniense


1.6. La crisis de la polis en el siglo iv a. C.
1.7. El helenismo
1.8. La cultura griega

2. Roma

2.1. La monarquía
2.2. La república
2.3. El imperio
2.4. Cultura y religión en la antigua Roma

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER

ACTIVIDADES DE REPASO

EJERCICIOS VOLUNTARIOS

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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M. Lara Martínez El mundo grecorromano

 PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS
Presentación

En la Unidad didáctica 4 se explicarán las grandes civilizaciones de Occidente en la


Antigüedad: Grecia y Roma, así como también se analizarán las civilizaciones cretense
y micénica que precedieron en el Egeo al nacimiento de la polis.

Aunque el urbanismo y las ciudades-estado son realidades históricas anteriores a los


griegos, el concepto de polis es totalmente original, por ello se convirtió en uno de sus
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rasgos distintivos pues, como asevera Aristóteles en la Política, «la comunidad perfecta
es la polis (...), surgió para satisfacer las necesidades vitales del hombre, pero su finali-
dad es permitirle vivir bien (...). El hombre que, naturalmente y no por azar, no viva en
la polis es infrahumano o sobrehumano».

Desde este enfoque orgulloso de la articulación de la vida en arterias urbanas, el


concepto presenta una diferencia sustancial con la idea moderna de Estado y es que, para
los griegos, la polis no se identificaba con un territorio, sino con el conjunto de sus ciu-
dadanos, de ahí que, aunque se perdiera en alguna contienda el dominio geográfico, si el
cuerpo cívico sobrevivía, se estimaba que la polis estaba a salvo. Tampoco para noso-
tros la nación es un manojo de distritos elegidos al azar o un grupo casual de personas,
sino el sello moral que, impreso en la conciencia de los hombres y mujeres, es capaz de
sustentar los principios que justificaron su nacimiento y de poner en marcha empresas
creativas que dan sentido a ese hecho fundacional.

Objetivos

La Unidad didáctica 4 permitirá al estudiante alcanzar los siguientes objetivos:

• Conocer los principales rasgos de las civilizaciones cretense y micénica.


• Estudiar el surgimiento de la polis griega.
• Analizar los diferentes periodos de la Grecia antigua.
• Estudiar las instituciones de la antigua Roma.
• Analizar las distintas etapas de la historia de la antigua Roma: monarquía,
república e imperio.
• Conocer el legado que el mundo grecorromano aportó a la posteridad.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

1. GRECIA

Hélade, la tierra de los helenos, como se designaba a la antigua Grecia, era una
extensa área geográfica que abarcaba desde el Mediterráneo occidental (Marsella)
hasta los confines de Oriente Medio, pues incluía tres espacios: la Grecia peninsular
(de mayor extensión que en la actualidad), la Grecia insular (integrada por islas si-
tuadas en los mares Egeo y Jónico) y la Grecia asiática (una estrecha franja de Asia
Menor que, hoy, forma parte de Turquía). A esta civilización, con 2.000 años de du-
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ración, se deben la mayor parte de las innovaciones políticas y culturales que cimen-
taron la sociedad actual.

1.1. CRETA

Descubierta por el arqueólogo inglés Sir Arthur Evans (1851-1941), la civilización


cretense se remonta al 2600 a. C. En la primera mitad del II milenio a. C. la civili-
zación cretense adquirió su máximo esplendor. En esta época, según el historiador Tu-
cídides, Creta era una talasocracia, es decir, una potencia marítima indiscutible, cuya
grandeza estaba vinculada con la de su rey legendario Minos, de ahí que esta civiliza-
ción sea también conocida como minoica. Desde el 1800 a. C. se empezó a emplear en
Creta un tipo de escritura silábica conocido como lineal A.

No obstante, lejos de ser un territorio unificado bajo el mando de un solo monarca,


Creta era un conjunto de ciudades-estado. Cada una de ellas poseía un palacio-santuario
como núcleo económico, político y religioso. Estos palacios y las pinturas que los deco-
raban constituyen el principal legado del arte minoico.

El palacio más importante fue el de Cnosos que, siguiendo la estructura habitual de


estas construcciones, carecía de murallas –a diferencia de los rígidos palacios orientales–.
La columna con capitel que anticipa el dórico y con fuste liso, que disminuye su grosor
hacia la base, es uno de sus elementos característicos.

Los palacios cretenses estaban ricamente decorados. Gran parte de sus muros se
hallaban cubiertos por frescos de colores vivos y temas variados (juegos, fiestas, proce-
siones, etc.). Frente al carácter geométrico y repetitivo de la pintura egipcia, en el arte

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M. Lara Martínez El mundo grecorromano

cretense llama la atención el gusto por la curva y el sentido de movimiento, aun cuando
las representaciones de la figura humana se asemejan a las de aquella, al estar la cabeza
de perfil y el ojo de frente y almendrado. La pintura de La Parisina, nombre dado por
sus descubridores por asemejarse a la moda francesa del momento en que se encontró,
representa a una diosa recibiendo ofrendas. Los motivos marinos son también frecuen-
tes, destacando los delfines.

1.2. MICENAS

Hacia el año 1400 a. C., el poder cretense se hundió y sus palacios fueron destruidos
debido a la invasión de los aqueos, pueblo procedente de la Grecia continental descrito
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por Homero en la Ilíada y la Odisea.

Desde Creta, el nuevo centro de poder político se trasladó al continente, donde de-
bían de existir varios reinos independientes (Micenas, Tirinto, Pilos, etc.), bajo la hege-
monía del soberano micénico. La civilización minoica sobreviviría en parte en la micénica,
aunque adaptada a las nuevas condiciones políticas y sociales.

Figura 1. Círculo A de tumbas reales en Micenas

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

A diferencia del cretense, el palacio micénico era cerrado y de carácter defensivo.


El elemento más destacado del mismo era el mégaron, edificio formado por una sala
rectangular, con el hogar en el centro, precedida de una antecámara y de un pórtico. Esta
construcción solía emplearse como sala del trono y de ella derivaría el templo griego.
Los recintos amurallados eran solemnemente provistos de entradas monumentales,
como la Puerta de los Leones (s. XIII a. C.), que era el acceso occidental a la ciudade-
la de Micenas.

Los micénicos usaban armas de bron- Figura 2. M


 áscara de Agamenón (Museo Ar-
ce y carros de guerra tirados por caballos. queológico Nacional de Atenas)
Enterraban a sus muertos en grandes cá-
maras circulares denominadas tholos, cu-
biertas con una falsa cúpula y precedidas
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de un largo pasillo, como ocurre en el


Tesoro de Atreo. Los ajuares funerarios
eran muy ricos, con abundantes piezas
de oro, destacando máscaras mortuorias
como la de Agamenón.

El contacto aqueo con la civiliza-


ción minoica los llevaría a adoptar la es-
critura lineal B. El mundo micénico fue
descubierto por el arqueólogo alemán
Schliemann (1822-1890).

1.3. LOS SIGLOS OSCUROS

Hacia el año 1200 a. C. grandes movimientos de población transformaron la vida


en el Mediterráneo. La civilización micénica desapareció y, entre los siglos XII y
VIII a. C., tuvo lugar un prolongado periodo de decadencia, del que se tiene esca-
sa información, pues llegó a desaparecer la escritura. No contamos con una narración
continuada de los acontecimientos y ni siquiera poseemos referencias fragmentarias o
alusiones de carácter indirecto procedentes de fuentes orientales. Ante la ausencia de
fuentes escritas, el único recurso del que disponemos es la arqueología.

Como hemos indicado, el rasgo más destacado de este periodo fue el movimiento
de pueblos, bien procedentes del exterior del ámbito egeo, como es el caso de la contro-
vertida invasión doria, o de corrientes migratorias internas, como la primera coloniza-
ción de pobladores griegos en las tierras de Asia Menor (Jonia).

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Durante mucho tiempo se pensó que fueron los dorios (pobladores del norte de
Grecia) quienes destruyeron la civilización micénica, aunque la historiografía actual
parece mostrar escepticismo ante esta hipótesis, pues debió de ser más una consecuen-
cia de dicho proceso.

Entre los cambios más destacados de la vida cotidiana cabe citar que, debido a la
desaparición de los palacios micénicos, los grupos de población debieron aprender a or-
ganizar su vida sin la protección que aquellos representaban y sin la guía de la estructura
burocrática reflejada en las tablillas. En el plano funerario, hay que mencionar la susti-
tución del rito de inhumación por el de la incineración del cadáver, así como el abando-
no de las tumbas colectivas por las individuales en forma de cista. Asimismo, el hierro
reemplazó al bronce como metal básico en armas y herramientas.
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Uno de los enigmas de este periodo es la guerra de Troya. Este conflicto habría
tenido lugar a finales de la época micénica o a comienzos de la Edad Oscura, siendo
preciso señalar que la historiografía ha adoptado tres actitudes sobre la historicidad del
acontecimiento, contrastando los hallazgos arqueológicos en la colina de Hissarlik y los
relatos legendarios: un primer grupo de estudiosos piensa que la guerra tuvo lugar tal
como se cuenta en los poemas, ya que así parece confirmarlo la arqueología; un segundo
grupo sostiene que fue un hecho real, aunque debería ser matizada la información que
nos ofrecen los poemas; un tercer grupo parte de las contrariedades existentes entre la
arqueología y la literatura para defender que se trató simplemente de una razia ocasional
en busca de botín, magnificada por la epopeya.

El final de esta etapa coincide a nivel artístico con el periodo geométrico, por de-
sarrollarse una cerámica con formas micénicas reelaboradas y decorada con motivos
regulares y geométricos en bandas horizontales. Desde finales del siglo VIII a. C., las
influencias orientales añadirían formas vegetales y animales en el repertorio figurativo.

1.4. LA POLIS EN LA ÉPOCA ARCAICA

A partir del siglo VIII a. C., se aprecian signos de recuperación que marcan el inicio
de la época arcaica. En el siglo de Homero y de Hesíodo reapareció la escritura, se de-
sarrolló una estatuaria rica y variada, se reemprendieron las navegaciones y se gestó una
nueva forma de organización política que iba a caracterizar en lo sucesivo la historia griega.

Los juegos panhelénicos, celebrados en Olimpia desde el año 776 a. C., constitu-
yen una expresión de la unidad cultural griega y marcan el punto de arranque del desa-
rrollo literario y artístico de los griegos.

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El crecimiento de la producción, especialmente de cerámicas, llevó consigo el


desarrollo de un sistema de intercambios que tendría gran alcance a nivel social ya que,
por un lado, se operaría una división del trabajo entre el núcleo urbano y el campo, apa-
reciendo una clase de artesanos especializados, y por otra, la comercialización agrícola,
sobre todo de vino y aceite, provocaría un cambio en el régimen de propiedad de la tie-
rra, que sería acumulada por la aristocracia.

En estrecha consonancia con esta situación se hallan los dos fenómenos más carac-
terísticos de este periodo: el origen y el desarrollo de la polis y la segunda colonización
helena que supuso la expansión griega por la cuenca mediterránea, concretamente por
el Mediterráneo occidental (Sicilia, Magna Grecia y península ibérica) y alrededor del
mar Negro, como explicaremos más adelante.
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Desde el año 700 a. C., con el desarrollo urbano, encontramos definida la polis,
forma típica de organización sociopolítica griega. Muchas de ellas eran pequeños asen-
tamientos al amparo de una elevación natural del terreno, la acrópolis.

La polis controlaba un territorio cuyo centro era la ciudad y cada una de ellas era
independiente de las demás, puesto que no existía una unidad política griega, aunque
sí la conciencia de unidad cultural (oikoumene), que les hacía verse como parte de la
Hélade, al tener una lengua y unos dioses comunes (aunque con dialectos y advoca-
ciones locales) y una educación basada en la literatura homérica, frente a los bárbaros
(palabra que en griego significa extranjeros).

Las dimensiones de la polis debían de ser reducidas y llegaron a ser objeto de dis-
cusión filosófica, pues mientras que Platón ofrecía la cifra de 5.040 habitantes, Aristóte-
les pensaba que su límite era el del número de personas que podían oír simultáneamente
a un orador.

A diferencia de lo que ocurría en las ciudades-estado, el poder no residía en el tem-


plo o en el palacio, sino que el centro político y religioso era el ágora, espacio en el que
se reunía la asamblea y en cuyas proximidades se hallaba la tumba del héroe fundador.

Si exceptuamos el caso de Atenas y de Esparta, la polis presentaba reducidas di-


mensiones. A nivel organizativo, era una comunidad corporativa y cerrada, donde los
ciudadanos eran los únicos miembros de pleno derecho.

Las antiguas monarquías homéricas habían desaparecido, por lo que el poder lo os-
tentaban los grandes propietarios. Se desconoce el tránsito de los regímenes monárqui-
cos a los aristocráticos, aun cuando parece que no fue violento. En Atenas, las funciones

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del rey fueron pasando gradualmente a los magistrados de la aristocracia y en Esparta,


donde la monarquía sobrevivió hasta el siglo III a. C., surgió pronto el eforado, una ma-
gistratura elegida anualmente como un poder ejecutivo al lado del rey.

La rivalidad entre las ciudades hacía frecuente la guerra, a la que todos los ciuda-
danos debían acudir con las armas que poseyeran, si bien es cierto que los únicos gue-
rreros bien armados eran los ricos terratenientes, que se llamaban a sí mismos aristoi
(los mejores) y gobernaban la ciudad.

De este modo, las formas de organización imperantes eran la aristocracia (el poder
de los mejores) y la oligarquía (el gobierno de unos pocos). Todos los ciudadanos for-
maban parte de la Asamblea, pero esta se reunía pocas veces y generalmente se limitaba
a aprobar las decisiones del Consejo (integrado por la aristocracia). En los siglos VII y
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VI a. C., muchas poleis evolucionaron hacia formas de gobierno democráticas, con ex-
cepciones como Esparta.

El enriquecimiento de las poleis fomentó la construcción de espléndidos edificios


que expresaban el orgullo cívico. La edificación más característica es el templo, cuya
estructuración data del periodo arcaico y evolucionaría hasta el clásico. La preocu-
pación por el hombre quedó reflejada en la decoración escultórica del templo pues,
tanto en bulto redondo como en relieve, la figura humana es la protagonista de la es-
cultura griega.

A partir del siglo VIII a. C., los griegos iniciaron la colonización del Mediterráneo,
tratando de hallar una nueva forma de vida, ajena a la agricultura y que no estuviera domi-
nada por la aristocracia. De ahí, la relevancia que adquirirían las actividades comerciales
y artesanales. El crecimiento demográfico es uno de los factores decisivos del proceso.

La colonia era creada por emigrantes de una polis, los cuales reconocían a esta su
carácter de metrópolis (polis madre) y, aunque eran independientes a nivel político,
siempre mantenían unos lazos de unión muy fuertes, ya que sus habitantes se conside-
raban helenos y conservaban la lengua, las leyes, la cultura y la religión helénicas. Las
regiones costeras eran enclaves propicios para la colonización.

La colonización se dirigió en una doble dirección:

• Hacia el Mediterráneo occidental. En el siglo VIII a. C., la oleada colo-


nizadora impulsada por gentes del Peloponeso, Corinto, Rodas, Creta, etc.,
daría lugar a la Magna Grecia, con colonias como Cumas, Nápoles, Cro-
tona y Tarento, en el sur de Italia, y Siracusa y Agrigento, en Sicilia. En

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el siglo VII a. C., ciudades de la costa jónica como Focea y Mileto funda-
rían las colonias más alejadas del Mediterráneo occidental como Massalia
(Marsella) y Emporion (Ampurias).
• Hacia Europa oriental. Mileto sería la gran creadora de colonias en este
ámbito, llegando a controlar todo el litoral del mar Negro. En el norte de
África, los griegos crearían también dos colonias: Naucratis y Cirene.

El proceso colonizador propició el fortalecimiento del grupo social constituido por


armadores y comerciantes que, en alianza con los propietarios de extensiones de tipo
medio, formaron un frente unido para poner fin al monopolio político de los aristócra-
tas terratenientes.

También se experimentaron cambios en el ejército, pues los pequeños propietarios


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agrícolas, los artesanos y los comerciantes contaban ya con los medios necesarios para
adquirir su propio armamento, un nuevo tipo más barato y ligero que dio lugar a unida-
des de infantería formadas por hoplitas (soldados de infantería pesada, que iban a pie).
La caballería aristocrática se vería ahora relegada, de forma que los combates se resol-
vían no por luchas individuales sino ciudadanas.

Estas transformaciones llevaron a la creación de leyes escritas en los siglos VII y VI a. C.,
surgiendo legisladores como Licurgo, en Esparta, y Dracón y Solón, en Atenas, si bien
es cierto que la oligarquía trató de defender sus prerrogativas, imponiendo su autoridad
en periodos concretos mediante la figura de los tiranos. En este sentido, a mediados del
siglo VI a. C., destacaría en Atenas el gobierno de Pisístrato y sus hijos, los pisistrátidas.

1.4.1. Esparta, la polis oligárquica y militarista

Situada al sur del Peloponeso, en el extremo septentrional de una fértil llanura, Es-
parta surge en el siglo IX a. C. vinculada a la invasión doria, convirtiéndose en la gran
potencia terrestre de la Grecia antigua.

Su sociedad quedó organizada en tres niveles:

• La nobleza. Formada por los invasores dorios y parte de la antigua nobleza


aquea.
• Los ilotas. Siervos tratados muy dura y cruelmente, que pagaban una renta
procedente de la parcela de tierra asignada.
• Los periecos. Población libre, pero carente de derechos y con la obligación
de suministrar soldados y pagar una renta a los espartanos.

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Esparta era una polis oligárquica y militarista y contaba con cuatro instituciones
principales:

• Basileus. Monarquía dual (dinastías de los Agiadas y Euripóntidas), que ejer-


cía la jefatura militar suprema y tenía plenos poderes en tiempo de guerra.
• Gerusía. Asamblea de ancianos formada por 28 mayores de 60 años, con
carácter electivo. Constituía el juzgado supremo y el consejo militar.
• Apella. Asamblea popular, formada por todos los espartanos mayores de
edad que gozaban de plenos derechos. En sus sesiones intervenían solo los
basileus y los altos funcionarios, pues el resto manifestaban su opinión me-
diante gritos.
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• Eforado. Colegio formado por cinco éforos que representaban a cada una
de las cinco aldeas en las que se asentaron los dorios. De ellos dependía la
sujeción de la masa de periecos e ilotas.

A mediados del siglo VI a. C., Esparta formó con las poleis vecinas la Liga del Pelo-
poneso.

1.4.2. Atenas

El origen de la polis de Atenas se halla en el sinecismo o unificación de la región


del Ática, acaecido en los siglos IX y VIII a. C. Atenas se anexionó primero la Paralia,
la costa oriental del Ática, y luego la Diacria, región montañosa situada al norte.

La sociedad ateniense de época arcaica estaba integrada por:

• Los eupátridas. La nobleza que había reunido en sus manos la mayor parte
de las tierras del Ática.
• Los pelates y hectemori. Campesinos sin tierras que cultivaban las de los
eupátridas. Hasta Solón sufrieron con frecuencia esclavitud por deudas.
• Los demiurgos. Artesanos y comerciantes, que tendieron a concentrarse en
Atenas, junto al puerto de El Pireo, y en la Paralia.
• Los metecos. Población inmigrante, carente de derechos políticos.

Al desaparecer la monarquía, el poder quedó organizado en torno a dos ejes: el


colegio de los nueve arcontes (elegidos anualmente entre los eupátridas, con el ar-

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conte epónimo al frente, que daba nombre al año, seguido por el arconte basileus, que
dirigía el culto, y por los arcontes tesmotetes, guardianes del derecho consuetudinario
oral) y el areópago (antiguo consejo de ancianos en el que se integraban los exarcon-
tes, que representaba la instancia superior para la mayoría de los asuntos). La asam-
blea popular tenía un escaso papel en esta época.

El régimen político-social de la antigua Atenas se caracterizaba por el predominio


de la aristocracia, que concentraba en sus manos las mejores tierras y el poder. Con-
tra esta aristocracia se levantaría el demos ateniense, desarrollándose en los siglos VII
y VI a. C. intensas luchas sociales que conducirían al establecimiento del régimen de-
mocrático de época clásica.
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1.5. LA POLIS EN LA ÉPOCA CLÁSICA. LA DEMOCRACIA ATENIENSE

Las bases del sistema democrático ateniense se sitúan a finales del siglo VI a. C.
con Clístenes, que fraccionó el Ática en tres regiones geográficas (la montaña, la costa
y la llanura central) y distribuyó a la población en diez tribus, cada una de las cuales
se componía de un grupo procedente de la región montañosa, otro de la región llana y
otro de la costera. Finalmente, cada tribu estaba dividida en demos, esto es, en munici-
pios. El objetivo de estas reformas era disminuir el poder de las grandes familias nobles
y equilibrar los contrastes entre las diferentes capas de población.

Figura 3. Acrópolis de Atenas

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Cincuenta representantes de cada tribu constituían la boulé o Consejo de los Qui-


nientos, cuya misión era elaborar las leyes, las cuales serían sometidas a la aprobación
de la Ecclesia o Asamblea, integrada por todos los ciudadanos (no se consideraban ciu-
dadanos a los extranjeros, a las mujeres y a los esclavos). La administración de justicia
estaba en manos de un tribunal de 6.000 miembros elegidos por sorteo: los heliastas.
Solo una décima parte de los habitantes de Atenas tenían derechos políticos: los ciuda-
danos nacidos de atenienses.

Con el apoyo de Atenas, las ciudades griegas de Jonia, cansadas de la opresión


mediante tributos desarrollada por el Imperio persa, se sublevaron contra él en el
siglo V a. C. La consecuencia fue el enfrentamiento entre griegos y persas en las de-
nominadas guerras médicas (499-478 a. C.). Atenas, líder de la Confederación de
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Delos, impuso su hegemonía y, dirigida por Pericles, pasó a ser la polis hegemónica
del mundo helénico.

La atmósfera de optimismo que generó en Atenas la victoria contra los persas y la


inclinación hacia el antropocentrismo explican la creencia en que el ser humano, me-
diante su racionalidad y su pensamiento, puede perfeccionar su entorno. La comunidad
y sus valores son ensalzados hasta alcanzar rango divino y Pericles, Fidias y Sófocles
dan forma a esta visión, que Protágoras condensó en la frase: «El hombre es la medida
de todas las cosas».

Este periodo de confianza se quebraría pronto, debido a las catástrofes que sucesi-
vamente asolaron Atenas, entre ellas una devastadora epidemia y las guerras del Pe-
loponeso (431-404 a. C.) pues, una vez
desaparecida la amenaza persa, se reavi-
Figura 4. Erecteion de Atenas, con las célebres
varon las rivalidades entre las poleis que cariátides
se enfrentaron entre sí. Esparta encabezó
la oposición a Atenas, que fue derrotada
y perdió su anterior hegemonía.

En consecuencia, el arte de los si-


glos posteriores, aunque mantuvo el prin-
cipio de equilibrio, fue cada vez más
proclive a reflejar la experiencia emotiva
del hombre como individuo y no los de
la colectividad, haciendo aparición en la
estatuaria del siglo IV a. C. los estados
emocionales y la sensualidad.

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1.6. LA CRISIS DE LA POLIS EN EL SIGLO IV a. C.

Como consecuencia del conflicto que enfrentó a las poleis griegas durante la gue-
rra del Peloponeso y que significó la derrota de Atenas frente a Esparta, esto es, el triun-
fo del sistema oligárquico sobre el democrático, el siglo IV a. C. se nos presenta en el
mundo griego como un tiempo de crisis general.

En primer lugar, se vivió una crisis agraria motivada por la devastación de los cam-
pos y el abandono de las tierras, lo que ocasionó el empobrecimiento de la población
rural y el engrosamiento de las filas de la población urbana, incrementando la miseria
de estas capas sociales. En segundo lugar, se asistió a una crisis de valores, derivada de
la falta de credibilidad en un sistema que propició, o no supo evitar, el enfrentamiento
entre las poleis helenas.
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En el plano político, la victoria de Esparta pondría fin a la polis como célula bási-
ca del mundo griego, de manera que la ciudad-estado cedería progresivamente el paso a
concepciones de mayor amplitud que intentaban imponer el dominio de una polis sobre
otra basándose en su fuerza militar.

La innovación más radical y destinada a triunfar tendría su origen en la periferia grie-


ga. Los reyes Jasón de Tesalia y Filipo II de Macedonia iniciarían la transformación de
la antigua polis en un estado territorial gobernado por un poder personal, el del monarca.

1.7. EL HELENISMO

La iniciativa de reorganizar políticamente el mundo griego, poniendo fin a las con-


tinuas disputas entre las poleis, fue impulsada por Macedonia, un reino del norte poco
desarrollado, cuyo rey, Filipo II, inició la expansión de sus territorios. Su hijo, Alejan-
dro Magno, concluyó la conquista en el área del Egeo en el año 330 a. C., para iniciar a
continuación su avance por el Imperio persa y por Egipto hasta llegar a la India.

El centro de gravedad se trasladó de la Grecia continental hasta las ciudades griegas


de las costas asiáticas y africanas, como Alejandría en Egipto, y la obra de Alejandro
significó la universalización de la cultura griega, que se encuentra con las tradiciones
orientales, haciendo que Oriente y Occidente quedaran fundidos en una realidad única.

A su muerte, en el año 323 a. C., sus generales rivalizaron entre sí por el control
del imperio, que acabó escindido en tres grandes reinos: Macedonia (con los Antigóni-
das), Asia (con los Seleúcidas) y Egipto (con los Ptolomeos), conquistados finalmente
por Roma entre los siglos II y I a. C.

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El periodo helenístico abarca desde la muerte de Alejandro Magno hasta la con-


quista romana en el año 31 a. C. En esta etapa, los elementos griegos se entremezclaron
con los orientales de los territorios conquistados, instaurándose como sistema político
la monarquía de origen divino. La inmensidad geográfica fomentó la riqueza creativa,
proliferando instituciones de saber colectivo, como las bibliotecas, donde los eruditos
hallaban los instrumentos necesarios para su saber.

En el ámbito artístico, las cortes de los reyes y los ciudadanos ricos ejercieron el
mecenazgo de numerosas obras, surgiendo un eclecticismo en el que caben tanto las mi-
mesis del clasicismo como los monumentos de gigantescas dimensiones.

1.8. LA CULTURA GRIEGA


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El desarrollo del pensamiento y de las artes es uno de los rasgos más destacados del
mundo griego, no en vano es reconocido su papel como cuna de la civilización occidental.

En el campo de la filosofía, tras una serie de pensadores conocidos como los preso-
cráticos (Tales de Mileto, Anaximandro, Anaxímenes, Heráclito, Demócrito, Parménides,
Pitágoras, etc.), sobresalieron Sócrates –el maestro de la mayéutica–, Platón –fundador
de la Academia– y Aristóteles –de El Liceo–.

En el ámbito de la historia destacaron: Heródoto –al que se considera padre de la


disciplina, que narró las guerras médicas–, Tucídides –autor de una Historia de la gue-
rra del Peloponeso– y Jenofonte –continuador de la obra del anterior y autor de la Aná-
basis o Expedición de los diez mil–.

En poesía cabe citar a Homero –autor de la Ilíada y de la Odisea–, a Hesíodo –siste-


matizador del panteón griego en su Teogonía–, y a la poetisa Safo de Lesbos. En el teatro,
tenemos a los tres grandes autores de tragedias: Eurípides, Sófocles y Esquilo, mientras
que en la comedia sobresalió Aristófanes.

En el plano de la ciencia, hay que mencionar en las matemáticas a Euclides,


Pitágoras y Arquímides, en medicina a Hipócrates, y en geografía a Ptolomeo y a
Estrabón.

En las artes, tanto la arquitectura como la escultura conocieron una época de gran
auge. El desarrollo del urbanismo y la construcción de templos, como ejemplifican en
Atenas la Acrópolis y el Partenón respectivamente, son muestra del embellecimiento de
las poleis con edificios monumentales que expresaban los valores cívicos.

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La escultura clásica tendría en los Figura 5. D


 iadumeno de Policleto, siglo V a. C.
artistas Mirón, Fidias y Policleto tres de (Museo Arqueológico Nacional de
sus mayores exponentes, operándose un Atenas)
avance hacia la expresión de emociones
y sensaciones en el periodo helenísti-
co. También la pintura fue cultivada por
los griegos, pues se empleaba para poli-
cromar la arquitectura de los templos y
decorar las cerámicas. Los escasos testi-
monios conservados hacen necesario re-
currir a las fuentes literarias o a las copias
romanas para profundizar en su conoci-
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miento.

Por último, es preciso señalar la im-


portancia que la religión tenía en la Gre-
cia antigua. Dioses antropomorfos dieron
vida a relatos mitológicos, cuya trascen-
dencia en la cultura occidental ha sido
notable. Y junto a los dioses se halla-
ban los héroes, mitad divinos y mitad
humanos, como Hércules, Perseo, Jasón,
Ulises, Aquiles, etc., que protagonizaron
viajes prodigiosos y célebres hazañas, re-
producidas en la literatura y en el arte.

La inmortalidad y la omnipotencia eran los dos rasgos que marcaban la diferencia


entre los dioses y el mundo de los humanos. Zeus y Hera, padres de los dioses, Atenea,
de la sabiduría, Afrodita, del amor, y Ares, de la guerra, entre otros, pasarían a formar
parte siglos después, con otra denominación, del panteón romano.

2. ROMA

2.1. LA MONARQUÍA

La mitología romana vincula el origen de Roma al héroe troyano Eneas que,


huyendo de la destrucción de su ciudad, navegó hacia occidente hasta llegar a la pe-

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nínsula itálica, donde fundó la ciudad de Lavinio. Posteriormente, su hijo Ascanio


crearía la ciudad de Alba Longa, de cuya familia real descenderían los gemelos Ró-
mulo y Remo, fundadores de Roma hacia el 753 a. C.

En la colina Palatina se han hallado indicios de una aldea de la Edad del Hierro, de
mediados del siglo VIII a. C. La leyenda del rapto de las sabinas y la consiguiente unión
de romanos y sabinos también se apoya en las evidencias arqueológicas.

Las crónicas tradicionales de la historia de Roma, transmitidas a la posteridad por


autores como Tito Livio, Virgilio y Dionisio de Halicarnaso, narran que en los primeros
siglos transcurridos desde su fundación se sucedieron siete reyes. En algún momento
desconocido de la época monárquica, Roma quedó bajo el control de los reyes etruscos,
siendo de este origen los tres últimos, que gobernaron entre el siglo VII y VI a. C. Todos
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los reyes, excepto Rómulo, el fundador, fueron elegidos por el pueblo de Roma y ningu-
no empleó la fuerza militar para acceder al trono.

Tabla 1. Los reyes legendarios de Roma

Nombre Periodo

Rómulo 753 a. C.-716 a. C.

Numa Pompilio 715 a. C.-674 a. C.

Tulio Hostilio 673 a. C.-642 a. C.

Anco Marcio 642 a. C.-617 a. C.

Tarquinio Prisco 616 a. C.-579 a. C.

Servio Tulio 578 a. C.-535 a. C.

Tarquinio el Soberbio 535 a. C.-509 a. C.

Es difícil concretar cuáles eran los poderes del rey. Algunos historiadores pien-
san que el poder supremo de Roma residía en el pueblo y el monarca era solo la cabeza
ejecutiva del Senado. Sin embargo, otros estiman que la soberanía residía en el rey. Lo
que parece cierto es que el monarca tenía el derecho de auspicium, esto es, la capaci-
dad para interpretar los designios de los dioses en nombre de Roma, como jefe de los
augures. Por tanto, el rey era reconocido por el pueblo como mediador ante los dioses,
de forma que dirigía las ceremonias, controlaba el calendario y designaba a los cargos
religiosos menores.

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Además de ser la máxima autoridad religiosa, el rey era investido con la autoridad
militar y judicial suprema mediante el uso, en exclusividad, del imperium, que lo hacía
comandante en jefe de todas las legiones romanas y responsable último de la justicia.
Así pues, en la etapa monárquica, el Senado y la Asamblea de la Curia no eran institu-
ciones independientes, pues solo podían reunirse por orden del soberano, por lo que te-
nían realmente poco poder.

El Senado era tan solo un consejo de honor, integrado por los patres o jefes de las
gentes (plural de gens), cuyos descendientes fueron designados patricios y actuaba como
órgano consultivo del rey. La Asamblea curiada aprobaba leyes cuando el rey decidía.
Socialmente, la antigua Roma era un reino organizado en dos estamentos: los patricios
(aristocracia) y los plebeyos (carentes de derechos civiles y políticos).
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2.2. LA REPÚBLICA

El último rey de Roma fue Tarquinio el Soberbio, hijo de Tarquinio Prisco y


yerno de Servio Tulio, los otros dos monarcas etruscos. Tarquinio usó la violencia y
sembró el terror para mantener el poder. El final de su tiránico reinado tuvo lugar hacia
el año 509 a. C. cuando, tras permitir la violación de la patricia romana Lucrecia por
parte de su propio hijo Sexto, un pariente de esta, Lucio Junio Bruto convocó al Sena-
do, que decretó su expulsión, proclamándose la república.

Las instituciones políticas de la República se forjaron de la experiencia del pasa-


do de Roma y de la necesidad de evitar los errores cometidos en la etapa anterior. Los
pretores ocuparon el vacío político dejado por el monarca y, en el 449 a. C., fueron de-
signados como cónsules.

El cónsul concentraba todos los poderes que, anteriormente, pertenecieron al mo-


narca (imperium y auspicium) y los compartía con otro colega consular, si bien es cier-
to que podía vetar las decisiones o actuaciones de este. Sus mandatos eran anuales y el
cónsul daba nombre al año, de ahí que se denomine a este cargo cónsul epónimo.

Con el tiempo, se definieron nuevas magistraturas: ordinarias, como la de pretor


(con potestad judicial) y la de censor (responsable del censo), y extraordinarias, como
la de dictador (con autoridad completa sobre todos los asuntos, civiles o militares, pero
con un mandato limitado a seis meses).

Los poderes religiosos fueron entregados a dos nuevos cargos: el rex sacrorum
(máximo puesto religioso de iure, pues oficiaba el sacrificio anual a Júpiter, un privilegio

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reservado durante la monarquía al rey) y el pontifex maximus (máximo cargo religioso de


facto, que convocaba a todas las vírgenes vestales, pontífices e, incluso, al rex sacrorum).
Hacia el siglo I a. C., el pontifex maximus controlaría todos los asuntos religiosos, al
desaparecer la figura del rex sacrorum.

Hacia el siglo IV a. C., los romanos empezaron su expansión por la península itá-
lica y ocho décadas después firmaron con Cartago, poderosa potencia comercial del
norte de África, un tratado de no agresión que delimitaba sus áreas de influencia en el
sur de Italia y Sicilia. En el 264 a. C., se rompió el acuerdo y empezaron las hostilida-
des, iniciándose la primera de las tres guerras púnicas que enfrentarían a romanos y
cartagineses hasta el 146 a. C. Este conflicto inicial se saldó con la derrota de Cartago,
que tuvo que abandonar Sicilia y Cerdeña, perdiendo su hegemonía marítima en el Me-
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diterráneo occidental.

Para compensar su fracaso en las islas, Cartago trató de afianzar su dominio en la


península ibérica y en el 237 a. C. Amílcar Barca desembarcó en Cádiz y dio inicio a
su expansión, controlando las explotaciones mineras del sur (Sierra Morena) y fundan-
do la fortaleza de Akra Leuké (probablemente Alicante).

A la muerte de Amílcar Barca en el 229 a. C. lo sucedió su yerno Asdrúbal, que


fundó Carthago Nova en el 228 a. C y firmó con Roma, en el 226 a. C., el Tratado del
Ebro, por el que los cartagineses no podían sobrepasar la línea del Ebro hacia el norte.
Cinco años después, Asdrúbal falleció y el hijo de Amílcar, Aníbal, se hizo con el poder.

En el 219 a. C., Aníbal puso sitio a Sagunto (territorio situado al sur del Ebro pero
que poseía un tratado de alianza con Roma). Sagunto resistió el asedio durante ocho
meses y se rindió exhausto sin que su aliada, Roma, le enviara fuerzas. Solo tras su
caída, en el 218 a. C., declaró la guerra, desembarcando los romanos en Ampurias. Así
se iniciaría la segunda guerra púnica, que finalizó en el 202 a. C. con el fracaso cartagi-
nés en Zama (África).

Durante el siglo II a. C., Roma conquistó la península ibérica en una lucha larga y
penosa debido a la resistencia ofrecida por el caudillo lusitano Viriato y por la ciudad
de Numancia, en las guerras celtibéricas, que se prolongaron hasta el 133 a. C.

Hispania fue anexionada a Roma y quedó organizada hacia el 197 a. C. en dos pro-
vincias (la Citerior, con capital en Tarraco, y la Ulterior, con capital en Corduba). Poste-
riormente, con la reforma de Diocleciano, fue estructurada en cinco provincias: Baetica,
Lusitania, Tarraconensis, Cartaginensis y Gallaecia y, en el siglo IV d. C., las islas Ba-
leares constituyeron también una provincia independiente con el nombre de Balearica.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

En la república, junto a la absorción de regiones periféricas por parte de Roma, las


obras públicas se acrecentaron. En el 312 a. C., se realizó el primer acueducto de la ciu-
dad, al tiempo que se ejecutó la vía Apia que enlazaba con el sur de la península itálica
y, en el 184 a. C., se edificó la primera basílica, en el foro.

Tras los asesinatos de los hermanos Tiberio (133 a. C.) y Cayo Sempronio Graco
(121 a. C.), que habían intentado llevar a cabo una reforma agraria a fin posibilitar el ac-
ceso a la posesión de las tierras a los plebeyos, la ciudad experimentó una etapa de ines-
tabilidad que culminó con las guerras civiles del siglo I a. C.

Con la llegada al poder de Julio César y su hijo adoptivo Cayo Julio César Octavio
se asistió a una paulatina restauración del poder real, pues el primero fue elegido dicta-
dor vitalicio y pontifex maximus. Tras el asesinato de Julio César en los idus de marzo
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del año 44 a.C., Augusto obtuvo los poderes tribunicios, junto a los cargos de pontifex
maximus y princeps senatus, convirtiéndose en un monarca de facto. De este modo,
se inició el Principado, periodo en el que las instituciones de la República siguie-
ron vigentes, al tiempo que Octavio iba acumulando en su persona todos los poderes.

Figura 6. Antiguo Campo de Marte, hoy Largo di Torre Argentina (Roma), en cuya área se en-
contraba la Curia donde fue asesinado Julio César en los idus de marzo

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M. Lara Martínez El mundo grecorromano

2.3. EL IMPERIO

En el año 27 a. C. Cayo Julio César Octavio recibió el título de Augusto, inicián-


dose el imperio, un periodo que se extendería hasta el 476 d. C., en que se disolvió el
Imperio romano de Occidente.

A inicios del imperio, Roma se había convertido en el centro del mundo y de ella
partía el sistema viario que ponía en contacto sus diferentes regiones. Augusto, como
princeps (primer ciudadano), mantuvo la constitución republicana hasta el 23 a. C., cuan-
do el poder tribunicio y el imperium militar (mando supremo) fueron revestidos con la
autoridad real. El Senado mantuvo el control de Roma, la península itálica y las provin-
cias más romanizadas, mientras que las provincias fronterizas, donde fue necesario con-
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tar con acuartelamiento estable de legiones, fueron gobernadas por legados, nombrados
y supervisados por Augusto.

Frente a la corrupción que había caracterizado a la administración provincial roma-


na en el último siglo de la república, Augusto trató de restaurar las tradiciones morales
del pueblo con numerosas reformas sociales. Además, embelleció Roma con templos y
basílicas que parecían reflejar el nacimiento de una época de paz y prosperidad, la Pax
Augusta. Una de las obras de arte más destacadas de este periodo es el Ara Pacis Au-
gustae (altar de la paz de Augusto) encargada por el Senado en el 13 a. C. La literatura
latina conoció también su edad de oro, sobresaliendo en prosa Tito Livio con Ab urbe
condita libri, y en poesía Virgilio, Horacio y Ovidio.

Durante los cinco siglos de gobierno imperial, la historia de Roma se identificó en


gran medida con los reinados de cada uno de los emperadores, agrupados en dos gran-
des periodos (Alto Imperio y Bajo Imperio).

El Alto Imperio se extendió hasta finales del siglo III d.C. y estuvo integrado por
cuatro dinastías: de los Julio-claudios, Flavios, Antoninos y Severos.

Tiberio sucedió a su padrastro Augusto en el 14 d. C. y fue un competente gestor


que se apoyó en el poder militar, manteniendo en Roma a su guardia pretoriana. Lo si-
guieron en el trono el tiránico y mentalmente inestable Calígula (37-41 d.C.) y Claudio
(41-54 d. C.), cuyo mandato contempló la conquista de Britania, así como la continua-
ción de las reformas administrativas iniciadas por Julio César y Augusto. Su hijo adop-
tivo Nerón comenzó su gobierno bajo el sabio consejo del filósofo estoico Lucio Anneo
Séneca, pero los posteriores excesos de poder del emperador lo condujeron a su derro-
camiento y suicidio en el 68 d. C., finalizando así la dinastía Julio-claudia.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

Los breves reinados de Galba, Otón Figura 7. Arco de Orange


y Vitelio, entre los años 68 y 69 d. C.,
fueron seguidos del de Vespasiano que,
junto a sus hijos, los emperadores Tito y
Domiciano, constituirían la dinastía de los
Flavios (69-96 d. C.), la cual intentaría
restaurar la autoridad del Senado y pro-
mover el bienestar del pueblo. Durante el
reinado de Tito tuvo lugar la erupción del
Vesubio, que devastó las ciudades itálicas
de Pompeya y Herculano.

La dinastía de los Antoninos (96-


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192 d. C.) fue iniciada por Marco Coceyo Construido en la época de Augusto y de-
Nerva, el primero de los llamados «cinco corado con relieves del combate contra
los galos (Francia).
buenos emperadores», junto a Trajano,
Adriano, Antonino Pío y Marco Aure-
lio. Cada uno de ellos era elegido por su
habilidad y adoptado legalmente por su
predecesor.
Figura 8. Columna trajana en Roma
Trajano llevó a cabo la campaña
contra los dacios, los armenios y los par-
tos, permitiendo que el imperio alcanzara
su mayor extensión territorial. Durante su
reinado vivieron el escritor satírico Juve-
nal, el orador y escritor Plinio el Joven y
el historiador Tácito.

El gobierno de Adriano también


fue un periodo de paz y prosperidad pues,
tras ceder algunos territorios orientales,
Adriano consolidó el resto del imperio y
estabilizó sus fronteras. El mandato de
Antonino Pío también se caracterizó por
el orden, pero las incursiones de varios
pueblos convulsionaron el reinado del
siguiente emperador, el filósofo estoico
Marco Aurelio, sucedido por su hijo, el
licencioso Cómodo, que sería asesinado
en el 192, marcando el fin de la dinastía.

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Figura 9. Mercado de Trajano, en el foro de Roma que lleva el nombre de dicho emperador
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El reinado del hábil Septimio Severo daría inicio a la breve dinastía de los Severos
(193-235), continuada por el excéntrico Caracalla y culminada por el sabio Severo Ale-
jandro. Tras la muerte de este último emperador fuerte del Alto Imperio, se inició el
periodo conocido como la anarquía militar, etapa que se prolongó hasta la llegada al
poder de Diocleciano, en el 282, y se caracterizó por la acumulación de diversos proble-
mas que alteraron la estabilidad del imperio.

Por un lado, se tuvo que hacer frente a los enemigos externos, que eran tanto los
persas como los pueblos que protagonizaron las invasiones del siglo III. A su vez, entre
el año 250 y el 252 tuvo lugar la llamada Peste de San Cipriano, denominada así por-
que es este obispo de Cartago quien nos informa sobre ella. Finalmente, cabe señalar que
en el transcurso de estas décadas se sucedieron una veintena de emperadores legítimos
y más de cincuenta usurpadores, pues iban siendo proclamados por los ejércitos acanto-
nados en las fronteras y provincias.

Como excepción en esta etapa de anarquía, cabe señalar a los emperadores ilirios,
nativos de Dalmacia, quienes lograron que se desarrollara un corto periodo de paz. Esta
nueva dinastía incluyó a Claudio II el Gótico, que rechazó a los godos, y a Aurelia-
no que, entre el 270 y el 275 d. C., derrotó a los godos, a los germanos y a la reina de

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

Palmira, Septimia Zenobia, la cual había ocupado Egipto y Asia Menor. A Aureliano
le siguieron una serie de emperadores relativamente insignificantes hasta el ascenso al
trono en el año 284 de Diocleciano.

La llegada al poder de Diocleciano marcaría el inicio de un periodo de reformas con


el objetivo de acabar con una serie de problemas que, durante la etapa anterior, habían ido
surgiendo. Así pues, desde finales del siglo III, en la época conocida como Bajo Imperio
o Antigüedad Tardía, se produjo una transformación radical de las estructuras estatales.
En lo político, el antiguo poder centralizado por el imperio quedó atomizado, en lo econó-
mico tuvo lugar la sustitución del modo de producción esclavista por el feudal, en lo social
desapareció el concepto de ciudadanía romana y se constituyeron los estamentos medieva-
les y, en lo cultural, del saber clásico se pasó al modelo teocéntrico, cristiano o islámico.
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La crisis del siglo III, un concepto de profundo arraigo en la historiografía tradi-


cional, se halla fuertemente discutido en la actualidad, pues se tiende a interpretar los
fenómenos y los periodos de cambio como una suma de complejos factores, con multi-
plicidad de circunstancias y variantes, concluyentes en el proceso, lejos de explicaciones
unívocas, basadas en una dialéctica maniquea.

El nuevo emperador fue consciente de que era necesario hacer una serie de cam-
bios y, entre ellos, se halla uno sustancial, de carácter político, que es la tetrarquía. En
este sistema, el poder no estaba concentrado en una única persona, sino que había dos
augustos y dos césares, de tal forma que, en un primer momento, Diocleciano le otorgó
a Maximiano el título de césar, concretamente, en marzo del 286. Un mes después, lo
nombró augusto, iniciándose así la diarquía pero, al percatarse ambos de la insuficiencia
de este sistema, pues eran incapaces de contener los ataques persas en Asia, de terminar
con las usurpaciones en Britania y de poner fin a las incursiones de francos y germanos
en Occidente, decidieron dar paso a la tetrarquía.

El 1 de marzo del año 293, Diocleciano en Nicomedia, y Maximiano en Milán,


nombraron como césares a Galerio y a Constancio Cloro, respectivamente. Diocleciano
se identificó con Júpiter, el padre de los dioses en el panteón romano, y Maximiano con
Hércules, por lo que con esta vinculación religiosa se plasmaba quién era el más impor-
tante en todo el sistema.

Diocleciano fijó su residencia en Nicomedia y se encargó de la frontera perso-egip-


cia. A su césar, Galerio, se le entregó el control de Tracia y de los Balcanes, estable-
ciendo este como capital Tesalónica. Por su parte, en la Pars Occidentis, Maximiano se
quedó con Italia, África e Hispania, instalándose en Tréveris. Finalmente, a Constancio
Cloro se le encomendaría el control de Britania y de la Galia. En el 305, Constancio se

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M. Lara Martínez El mundo grecorromano

convertiría en augusto de la parte occidental del imperio, al igual que le ocurriría a Ga-
lerio en oriente, a raíz de las dimisiones de Diocleciano y Maximiano. Los nuevos césa-
res serán Severo en occidente y Maximino Daya en oriente.

Durante la primera etapa de la tetrarquía, Diocleciano promovió reformas milita-


res, administrativas y territoriales. En el 303 se decretó la persecución de los cristianos,
lo cual propició la crítica de su actividad en las fuentes cristianas y, por ello, se le ha ten-
dido a otorgar un carácter negativo en la historiografía. Por el contrario, se ha tendido a
magnificar la figura de Constantino, al ser considerado como defensor del cristianismo.

En julio del 306, al fallecer Constancio Cloro en Britania, su hijo Constantino fue
proclamado por las tropas de su padre como su sucesor. Severo pasaría a ser augusto,
por lo que Constantino y Majencio (hijo de Maximiano) se disputarían el título de césar.
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Tras la muerte de Severo lucharían por ser augustos, venciendo finalmente Constantino.

En el 312 el ejército de Constantino atravesó los Alpes y derrotó a las tropas de Ma-
jencio en Turín y Verona. Quedaba abierto así el camino hacia Roma, lugar en el que se
produciría un enfrentamiento entre ambos en octubre del mismo año, conocido como la
batalla del Puente Milvio. A Majencio, que había consultado los libros sibilinos, se le
dijo que el enemigo de Roma iba a morir, por lo que pensó que fallecería su adversario.
Sin embargo, algunas fuentes cristianas señalan que Constantino tuvo un sueño, y otras
afirman que fue una visión conjunta de todo su ejército, donde pudo apreciar un aro solar
con dos letras marcadas: la ji y la rho. Este mandaría grabar ese signo en su yelmo y en
el estandarte o labarum, estando ahí el origen del crismón. También, según las fuentes,
vería escrito el lema «Hoc signo vincas».

Majencio falleció, por lo que Constantino quedó como augusto de Occidente. A


la muerte de Galerio, Licinio y Maximino Daya se disputaron el título de augusto de
Oriente, venciendo el primero. Tras derrotar en el 324 a Licinio, emperador de Oriente,
Constantino quedó como único gobernante del mundo romano.

En el año 313 una reunión celebrada en Milán entre ambos sellaría la tolerancia de
cultos, dejando de ser perseguidos los cristianos. En el 380 el cristianismo pasaría a ser,
con el emperador Teodosio, la religión oficial del imperio.

A pesar de que los senadores romanos habían apoyado a Majencio, Constantino no


tomó represalias hacia ellos. Este emperador inició el proceso de cristianización de la
topografía, lo cual es apreciable, además de en otras ciudades, en Roma. En ella empe-
zarían a construirse iglesias y edificios cristianos entre los años 312 y 325. San Pedro
fue la mayor de estas basílicas, la cual fue construida en el solar de un antiguo centro
de culto a dicho santo.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

La mayoría de la aristocracia romana siguió siendo pagana, pero hubo algunas


familias, como la de Junio Baso y la de los Anicios, que se hicieron cristianas y acom-
pañaron al emperador a Constantinopla (actual Estambul). Esta ciudad sería fundada
como la Nea Roma (nueva Roma), en el espacio en el que antes estuvo instalada una co-
lonia griega llamada Byzas y, que después, Septimio Severo había ampliado, dándole el
estatuto de colonia romana.

Varias razones llevarían a Constantino a crear dicha ciudad, destacando sobre todo
que Roma se había quedado en una posición excéntrica y alejada de las fronteras impe-
riales. Constantinopla, que fue consagrada el 11 de mayo del 330, adquiriría un impor-
tante desarrollo en el transcurso de una centuria, pasando de 2.000/2.500 habitantes a
300.000. Desde su fundación, el emperador Constantino residiría en ella la mayor parte
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de su vida, hasta su muerte en el 337.

Con Constantino apareció también la idea de monarquía de origen divino, la cual


se perpetuaría en los siglos siguientes. Del mismo modo, se fue ratificando el distancia-
miento del emperador con respecto al resto de la población. La vida de la corte era de un
lujo exquisito. En Constantinopla, el hipódromo y el palacio imperial estaban comuni-
cados por el palco imperial, llamado kathisma y, del mismo modo, se podía acceder a
la primitiva iglesia de Santa Sofía, a través del recinto palaciego. A su vez, determina-
das materias (seda, púrpura y marfil) estaban exclusivamente reservadas al emperador.

En el 325 Constantino convocó el primer concilio ecuménico, en Nicea, para tratar


de acabar con el problema del arrianismo. Esta herejía, que defendía la existencia de una
jerarquía dentro de la Santísima Trinidad, había surgido a partir del presbítero alejandri-
no Arrio, que vivió en los siglos III y IV d. C. Desde entonces, todos los emperadores
fueron partidarios de la unidad de la Iglesia, pues la identificaban con la del imperio. In-
cluso, Juliano el Apóstata, conocido por tal nombre a causa de haber renunciado al cris-
tianismo, quiso también crear una especie de «Iglesia pagana».

La muerte de Constantino en el año 337 supuso el inicio de una guerra civil entre
los césares rivales hasta que su único hijo vivo, Constancio II, reunificó el imperio en
el 351. Fue sucedido por Juliano el Apóstata y este por Joviano. Bajo el reinado de Teo-
dosio I el imperio permaneció por última vez unificado ya que, a su muerte en el 395,
quedó repartido entre sus hijos: Arcadio (395-408) se convirtió en emperador de Oriente
y Honorio (395-423), de Occidente.

En el siglo V las provincias del Imperio romano de Occidente se empobrecieron por


los impuestos exigidos para el mantenimiento del ejército y de la burocracia, así como a
causa de las invasiones de los pueblos germánicos y de la guerra civil. La política con-

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ciliadora con los invasores que se puso en marcha, otorgándoles cargos militares o ad-
ministrativos en el imperio, tuvo éxito al principio pues, en lo sucesivo, supondría el fin
del sistema, ya que los pueblos germánicos emprenderían gradualmente la conquista.

A finales del siglo IV, Alarico I, rey de los visigodos, ocupó Iliria y arrasó el territorio
griego y, en el 410, conquistó y saqueó Roma. Su sucesor Ataúlfo (410-415) dirigió a los
visigodos a la Galia y, en el 419, el rey visigodo Valia recibió autorización del emperador
Flavio Honorio para asentarse en el suroeste de la Galia, donde fundó un reino visigodo.

En esta etapa, los suevos, vándalos y alanos ya habían invadido Hispania, por
lo que Flavio Honorio se vio obligado a reconocer la autoridad de estos pueblos sobre
esa provincia. Durante el reinado de su sucesor, Valentiniano III, los vándalos, bajo el
mando de Genserico conquistaron Cartago, mientras que Galia y las tierras itálicas eran
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invadidas por los hunos, encabezados por Atila. En el año 451 un ejército de romanos y
visigodos, mandado por Flavio Aecio, derrotó a los hunos en la batalla de los Campos
Cataláunicos. En el año siguiente Atila invadió Lombardía, pero no pudo seguir avan-
zando hacia el sur y falleció en el año 453.

En el 476 el último emperador de Occidente, Rómulo Augústulo, fue depuesto por


el jefe de los hérulos Odoacro. El Imperio de Oriente, también llamado Imperio bizanti-
no, perduraría hasta 1453, en que Constantinopla fue tomada por los turcos.

2.4. CULTURA Y RELIGIÓN EN LA ANTIGUA ROMA

Con el nombre de romanización se designa al enorme proceso de asimilación, in-


tegración y uniformización mediante el cual las tierras conquistadas por Roma queda-
ron insertas en su cultura. Esto fue posible gracias a la existencia de una única lengua,
el latín, y a la introducción de sus instituciones y del Derecho romano a todos los luga-
res incorporados a Roma.

El gran centro romanizador fue la ciudad. Se crearon numerosos núcleos urbanos


siguiendo el modelo de la urbe, los cuales fueron dotados de monumentos públicos que,
junto a su valor estético, tenían un alto componente funcional: acueductos, puentes, tea-
tros, anfiteatros, circos, basílicas, termas, templos, etc. A la romanización contribuyó en
gran medida la extensión de las vías romanas que comunicaban el imperio.

Como hemos señalado, el Derecho fue una de las aportaciones más originales y
trascendentales de Roma. Comenzó siendo un derecho consuetudinario, es decir, no es-
crito y basado en la costumbre, y posteriormente se codificó en la Ley de las XII Tablas,

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hacia el 451 a. C. A este primer código se añadieron las leyes dictadas por el Senado,
los plebiscitos de las asambleas y las dictadas por el emperador, conformando el llama-
do Ius civile, el Derecho civil que regulaba las relaciones entre los ciudadanos romanos,
recogido en el Corpus Iuris de Justiniano en el siglo VI d. C.

En el campo de las letras, sobresalieron: en la novela, Petronio con el Satiricón y


Apuleyo con El asno de oro; en la poesía, Virgilio con la Eneida y Ovidio con las Me-
tamorfosis, y en el teatro, cabe citar las comedias de Plauto y Terencio. En la historia
destacaron Tito Livio, Salustio, Julio César, Tácito y Suetonio y, en el pensamiento, Sé-
neca y Marcial, ambos de origen hispano.

En el plano religioso, los romanos Figura 10. Maison Carrée, templo consagrado al
fueron politeístas, al igual que los grie- culto imperial. Nimes (Francia), año
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gos, de los que heredaron su panteón, 16 a. C.


bautizando sus dioses con otro nombre:
Júpiter se identificaba con el Zeus griego;
Juno con Hera; Neptuno con Poseidón;
Mercurio con Hermes; Baco con Dioni-
so; Vulcano con Hefesto; Minerva con
Atenea; Venus con Afrodita, etc.

Bajo el mandato del emperador


Tiberio el cristianismo irrumpió en el
imperio, cuando Jesús de Nazaret pre-
dicó en Galilea y Judea la buena nueva,
la palabra de Dios. Tras su crucifixión,
el cristianismo fue difundiéndose por el
imperio y sus discípulos fueron perse-
guidos. Los romanos habían asimilado dioses de otros pueblos conquistados y se habían
mostrado tolerantes con otras religiones, como las mistéricas orientales.

Sin embargo, los cristianos fueron considerados enemigos del imperio por su mo-
noteísmo (creencia en un solo dios) y por negarse a dar culto al emperador (considera-
do por los romanos como digno de adoración). El primer emperador que proclamó los
hostigamientos a los cristianos fue Nerón, culpándolos del incendio de Roma en el año
64 d. C. La persecución más sangrienta fue la última, dictada en el 303 por Diocleciano.
Sería en el año 313 d. C. cuando, como hemos explicado, Constantino con el edicto de
Milán permitiera la práctica abierta del cristianismo en todo el imperio. Las catacumbas,
donde los cristianos habían celebrado sus cultos y depositado los restos de sus difuntos,
serían sustituidas desde el siglo IV por las iglesias y basílicas de arte paleocristiano y
bizantino que serían el reflejo del cristianismo triunfante.

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 CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER

• Crismón. Anagrama de Cristo.


• Foro. Espacio de la ciudad de la antigua Roma, sede del gobierno, donde se
celebraban las asambleas públicas, las ceremonias religiosas y las transac-
ciones comerciales.
• Magna Grecia. Nombre dado en la Antigüedad al territorio ocupado por
los colonos griegos al sur de la península italiana y Sicilia, donde fundaron
numerosas poleis que comerciaron con su metrópoli.
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• Mayéutica. Arte de hacer aflorar la verdad en el diálogo. Se asocia con


Sócrates.
• Minoico. Relativo a la civilización cretense.
• Polis. Asentamiento propio de la Grecia antigua. Se trataba de ciudades-
estado, que controlaban un amplio territorio cuyo centro era el núcleo
urbano.
• Talasocracia. Concepto que denota al Estado, cuyos dominios son princi-
palmente marítimos.
• Tiranos. Nobles que en la Grecia arcaica asumían el gobierno de la polis
por medios no constitucionales y que se apoyaban en el pueblo.

 ACTIVIDADES DE REPASO

Enunciado 1

Realiza un esquema con los principales rasgos de las etapas de la historia de la an-
tigua Roma.

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Enunciado 2

Busca información sobre los pueblos suevos, vándalos y alanos.

Enunciado 3

Localiza en un mapa de la Grecia antigua las tres áreas geográficas que la confor-
maban.

Enunciado 4
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A partir de la lectura de este texto, responde a las cuestiones formuladas.

«Cómodo no es de naturaleza malvada pero, por el contrario, es el hombre


menos honesto que jamás ha vivido. Su gran simplicidad, unida a su cobardía,
le han hecho ser esclavo de sus compañeros. Las malas influencias le han hecho
desviarse del camino del buen hacer y, al principio por su ignorancia y al final
por la creación de una segunda naturaleza, han hecho que sus actos crueles y
lujuriosos se hayan convertido en un hábito.»

Dión Casio: Historia Romana, 73.1.2.

Se propone lo siguiente:

• Busca información sobre el contexto histórico del emperador Cómodo.


• Investiga sobre la personalidad de Cómodo, localizando más fuentes pri-
marias y secundarias sobre el tema.
• Cita otros emperadores romanos que tuvieron comportamientos extraños.

Enunciado 5

Responde al siguiente cuestionario:

• ¿Cómo se llamaba el magistrado ateniense que daba nombre al año?

– Polemarco.

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– Epónimo.
– Basileus.

• Los cinco magistrados espartanos que estaban encargados de vigilar el poder


de los reyes de Esparta eran los…

– Periecos.
– Ilotas.
– Éforos.

• El siglo de Pericles es el…


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– V a. C.
– VI a. C.
– IV a. C.

• ¿Cuándo murió Alejandro Magno?

– En el 357 a. C.
– En el 341 a. C.
– En el 323 a. C.

 EJERCICIOS VOLUNTARIOS

Tras el estudio de esta Unidad didáctica, el estudiante puede hacer, por su cuenta,
una serie de ejercicios voluntarios, como los siguientes:

1. Responde a las siguientes preguntas:

• ¿Quién fue Homero?

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• ¿Quién es el protagonista de la Ilíada? ¿Y de la Odisea?


• ¿Qué influencia han tenido estas obras en la cultura occidental?

2. ¿Conoces algún cómic inspirado en la civilización grecorromana? ¿Y algu-


na película?
3. Busca información sobre la Biblioteca de Alejandría y responde a las si-
guientes preguntas:

• ¿En qué periodo fue creada?


• ¿Quiénes fueron los principales bibliotecarios?
• ¿Cuándo fue destruida?
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4. Comenta el siguiente texto relativo a la fundación de una polis, extraído de


la comedia Los pájaros de Aristófanes:

«CORIFEO: Ea, ¿qué hay que hacer?


PISTETERO: Lo primero es ponerle un nombre a la ciudad, uno
famoso e ilustre y después ofrecer un sacrificio a los dioses.
EVÉLPIDES: Soy de la misma opinión.
CORIFEO: Bien, veamos cuál será el nombre de nuestra ciudad.
PISTETERO: ¿Queréis que tomemos de Lacedemonia el glo-
rioso nombre de Esparta y se lo pongamos?
EVÉLPIDES: Por Heracles, que yo no le pondría esparto a mi
ciudad, ni tan siquiera para el colchón de un catre que tuviera.
PISTETERO: ¿Pues qué nombre le pondremos?
EVÉLPIDES: Uno bien rimbombante, relacionado con estos lu-
gares de las nubes y los cielos.
PISTETERO: ¿Qué te parece Piopío de las Nubes?
CORIFEO: ¡Huy, huy! Diste con un nombre bonito y con pres-
tancia.
EVÉLPIDES: Esa Piopío de las Nubes debe ser ese sitio en el
que se hallan las ingentes riquezas de Teógenes y todos los bienes
de Esquines. (...)

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M. Lara Martínez El mundo grecorromano

CORIFEO: Ilustre cosa es esa ciudad. ¿Y qué dios será su pa-


trono, para quién tejeremos el peplo?
EVÉLPIDES: ¿Por qué no concedemos el patronazgo a Ate-
nea Políada?
PISTETERO: ¿Cómo podría estar bien organizada una ciudad
cuyo dios es una mujer puesta en pie, revestida de armadura comple-
ta, y en la que está Clístenes manejando la lanzadera?
COLIFEO: ¿Y quién será el dueño del Pelárgico de la ciudad?
PISTETERO: Un pájaro.
CORIFEO: ¿Uno de nosotros? ¿De qué especie?
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PISTETERO: Uno de Persia, del que se dice por todas partes


que es el más tremendo, un pollito de Ares. (...) Voy a llamar a un sa-
cerdote que dirija la procesión para ofrecer un sacrificio a las nuevas
divinidades. Tú, esclavo, levanta la cesta y el agua lustral.»

Aristófanes: Los pájaros, págs. 753-891.

5. Investiga sobre la emperatriz Helena, madre del emperador Constanti-


no, Flavia Iulia Helena, canonizada como Santa Elena. ¿Por qué alcanzó
fama?

 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Básica

ALFÖLDY, G.: Historia social de Roma, Madrid, Alianza Editorial, 1987.


GÓMEZ ESPELOSÍN, F. J.: Introducción a la Grecia antigua, Madrid, Alianza Editorial, 1998.
GUZMÁN GUERRA, A.: Grecia, mito y memoria, Madrid, Alianza, 2005.
PASTOR, B.: Breve historia de la antigua Roma: el imperio, Madrid, Nowtilus, 2008.
ROLDÁN HERVÁS, J. M.: Historia de Roma, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1995.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

En la red

http://www.cerhas.uc.edu/troy/
http://www.ekt.gr/parthenonfrieze_text_version/index.jsp?w=1280
http://www.imperioromano.com
http://www.viadomitia.org/

Avanzada

GARCÍA GUAL, C.: Diccionario de mitos, Madrid, Siglo XXI, 2003.


DOMÍNGUEZ MONEDERO, A.: Historia del mundo clásico a través de sus textos, vol. I. Grecia, Madrid,
Alianza Editorial, 1999.
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ELVIRA, M. A.: Grecia y las olimpiadas, Madrid, Bruño, 1992.


GRIMAL, P.: Historia de Roma, Barcelona, Paidós, 2005.
— El siglo de Augusto, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1996.

JULIUS, J.: Breve historia de Bizancio, Madrid, Cátedra, 2000.

138 www.udima.es

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5
UNIDAD
DIDÁCTICA

La edad media
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PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS

1. Periodización de la Edad Media

2. La Alta Edad Media

2.1. Los reinos germánicos


2.2. El Imperio carolingio
2.3. Europa en el cambio de milenio
2.4. El feudalismo
2.5. La sociedad medieval
2.6. El monacato y la cultura

3. La Plena Edad Media

3.1. Expansión agraria y crecimiento demográfico


3.2. La ciudad y los gremios
3.3. El renacimiento cultural del siglo xii
3.4. Las universidades

4. La Baja Edad Media

4.1. La crisis del siglo xiv


4.2. La cultura en el ocaso de la Edad Media

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

5. Las sociedades peninsulares

5.1. El reino visigodo


5.2. La Reconquista

CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER

ACTIVIDADES DE REPASO

EJERCICIOS VOLUNTARIOS

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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M. Lara Martínez La Edad Media

 PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS

Presentación

En la Unidad didáctica 5 se analizará el Medievo en Europa y, particularmente,


en la península ibérica, estudiando los conceptos de feudalismo, cruzada y reconquista.

Para los intelectuales del Renacimiento, la Edad Media era una época caótica si-
tuada entre dos ciclos unidos en torno al antropocentrismo. Los ilustrados desdeñaron
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la época de los castillos y de los monasterios al verla colmada de ignorancia, supersti-


ción y fanatismo.

Sin embargo, los escritores románticos pusieron de moda la Edad Media, pues se sin-
tieron atraídos hacia este reino de lo natural, en el que la pasión imperaba sobre la razón
y, hoy, debemos estar inmersos en una nueva oleada de medievalismo, ya que, además
de la cultura académica, existe toda una vertiente popular que trata de recrear las esce-
nas cotidianas de aquella larga etapa en la que el sujeto era ante todo un homo viator, un
peregrino en búsqueda constante de Jerusalén, como meta física o aspiración espiritual.

Objetivos

La Unidad didáctica 5 permitirá al estudiante alcanzar los siguientes objetivos:

• Conocer las etapas de la Edad Media.


• Estudiar los reinos germánicos.
• Analizar el feudalismo en sus diferentes vertientes.
• Estudiar la organización social en el Medievo.
• Analizar la cultura medieval.
• Conocer la organización de los reinos cristianos peninsulares en la Edad
Media.
• Estudiar la Reconquista en la península ibérica.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

1. periodización de la edad media

El término castellano «Medievo» deriva de la expresión latina Medii Aevi pues,


como hemos explicado en la Unidad didáctica 1, con la división del tiempo histórico que
realizó Cellarius en el siglo XVII, la Edad Media quedó definida como la etapa situada
entre la Antigüedad y su propio tiempo.

Cellarius consideraba esta época como un periodo intermedio y con poco valor,
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jalonado por la civilización grecorromana, identificada por su cultura y arte, y la reno-


vación marcada por la Edad Moderna, cuyo inicio estuvo caracterizado por el Huma-
nismo y el Renacimiento.

El arraigo adquirido por este esquema ha perpetuado un preconcepto erróneo, el


de considerar a la Edad Media como una época oscura, sumida en la violencia y en el
retroceso intelectual. Sin embargo, muchos de los indicadores de modernidad de las
centurias posteriores se fraguaron durante el Medievo: se sentaron las bases de la pos-
terior expansión europea, se forjaron los agentes sociales que caracterizaron la socie-
dad estamental e inició su despegue la burguesía que, siglos después, protagonizaría
el inicio de la contemporaneidad. Las nuevas formas políticas gestadas en este perio-
do, las monarquías feudales, transformadas en monarquías autoritarias, prefigurarían
el Estado moderno.

La prolongada extensión de esta época hace necesaria su periodización interna, por


lo que se diferencia una Alta Edad Media (ss. V al X), una Plena Edad Media (ss. XI al
XIII) y una Baja Edad Media (ss. XIV y XV).

2. LA ALTA EDAD MEDIA

2.1. LOS REINOS GERMÁNICOS

Tradicionalmente, en las civilizaciones antiguas se empleaba el calificativo de


bárbaro para referirse al extranjero. Los griegos llamaban así (βάρβαρος) a los no helé-

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M. Lara Martínez La Edad Media

nicos y también los pueblos germánicos, procedentes de la Europa oriental y septentrio-


nal, que se asentaron en Occidente poniendo fin al Imperio romano en esta área.

Los historiadores alemanes del siglo XIX (momento en el que el término «barbarie»
designaba un estadio de desarrollo cultural inferior a la civilización y superior al salva-
jismo) rechazaron esta categorización y prefirieron acuñar el concepto Völkerwanderung
(migración de pueblos), más liviano que el de invasiones germánicas.

Los germanos disponían de instituciones políticas particulares, como la figura del


rey y la asamblea de guerreros libres, pero las tradiciones imperiales, la civilización
grecorromana y el cristianismo (no siempre católico, sino también arriano) influyeron
en la formación de sus reinos, gobernando una élite dirigente a una mayoría de pobla-
ción local a la que acabarían fusionándose.
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Los tres reinos germánicos más importantes fueron: los francos, los ostrogo-
dos y los visigodos. Los francos ocuparon el norte de la Galia. Su creador fue el rey
Clodoveo, fundador de la dinastía Merovingia. Los últimos monarcas dejaron las fun-
ciones del gobierno en manos de los «mayordomos de palacio». Uno de ellos, Carlos
Martel, frenó el avance musulmán en la batalla de Poitiers en el año 732. Su descen-
diente Pipino el Breve, padre de Carlomagno, se proclamó rey de los francos y creó
la dinastía Carolingia.

Los ostrogodos se instalaron en la península itálica. Este reino fue creado por el
arriano Teodorico, quien fijó la capital en Rávena. Los visigodos ocuparon el sur de la
Galia y la mayor parte de Hispania, como explicaremos al final de esta Unidad didáctica.

Otros pueblos germánicos fueron los vándalos en el norte de África, los suevos,
vándalos y alanos en Hispania, los lombardos en el norte de la península itálica, los
burgundios en el sureste de la Galia, y los anglos y sajones en las islas británicas.

2.2. EL IMPERIO CAROLINGIO

Con la herencia de Carlos Martel y de Pipino el Breve, Carlos, después llamado


Carlo­magno, aspiró a reconstruir la extensión del antiguo Imperio romano de Occiden-
te. Aquisgrán se convirtió en la nueva capital y el papa León III reconoció las preten-
siones imperiales de Carlomagno con una coronación el día de Navidad del año 800.

Con el propósito de fijar las fronteras ante los enemigos exteriores, se crearon las
marcas: la marca hispánica (ante los musulmanes), la sajona, la bretona, la lombarda, etc.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

El territorio interior fue organizado en condados y ducados, dirigidos por condes, mar-
queses y duques y vigilados por los missi dominici (enviados del señor), que actuaban
como inspectores temporales.

En la escuela del palacio de Aquisgrán, Carlomagno intentó iniciar un programa


educativo basado en el trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el quadrivium (arit-
mética, geometría, astronomía y música), para lo que mandó llamar a la intelectualidad
de su tiempo a sus dominios. En este proyecto contó con la colaboración de Alcuino de
York (735-804), dando origen al denominado renacimiento carolingio. El propósito
de este erudito anglosajón fue convertir el Imperio carolingio en una nueva Atenas o en
una nueva Roma, aunque ahora irradiada por el espíritu cristiano. El mismo Carlomagno
intentó aprender a escribir, aunque nunca consiguió hacerlo con soltura.
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Tras la muerte de su hijo, Ludovico Pío, sus nietos se repartieron el reino por el
Tratado de Verdún en el año 843: a Carlos el Calvo le correspondieron Aquitania y
Borgoña, a Lotario, Lombardía, y a Luis el Germánico, Baviera y Sajonia. En el siglo IX
se introdujeron en Europa nuevos pueblos que protagonizaron las segundas invasiones:
los vikingos (procedentes de Escandinavia y asentados en las costas atlánticas y en las islas
británicas), los magiares (que crearon un reino en Hungría) y los eslavos (que provenían
de las llanuras rusas y se instalaron en Europa oriental y en los Balcanes).

Junto a los reinos cristianos en que estaba fragmentada Europa, los musulmanes
estaban presentes en al-Ándalus y los bizantinos ocupaban el extremo sureste del con-
tinente.

2.3. EUROPA EN EL CAMBIO DE MILENIO

Hacia el año 1000 determinadas áreas experimentaron importantes transformaciones.


Las estructuras políticas más fuertes del periodo anterior estaban mostrando su debilidad.
El islam se descompuso en califatos (Bagdad, El Cairo y Córdoba) y, en Inglaterra, tras
la batalla de Hastings, en 1066, Guillermo de Normandía se proclamó rey.

En Francia, Hugo Capeto fue coronado rey de los francos en el 987, iniciándose
la dinastía de los Capetos. En Alemania, Otón I el Grande logró someter a los numero-
sos nobles feudales y ducados nacionales apoyándose en la Iglesia y, una vez vencidos
los eslavos y los húngaros, se hizo coronar emperador en el 962. Así comenzó la dinas-
tía Otónida, que regiría el Sacro Imperio Romano Germánico, mientras el Imperio
bizantino (situado sobre Asia Menor, el sur de la península itálica y Cerdeña) perma-
necería hasta 1453, año en que tendría lugar la toma de Constantinopla por los turcos.

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M. Lara Martínez La Edad Media

El año 1000 fue revestido de un


Figura 1. B
 asílica de Santa María en Trastevere,
simbolismo legendario, en tanto que mar- Roma
caba el cambio de milenio. El milena-
rismo y los pronósticos del final de los
tiempos se alimentaron de las interpreta-
ciones bíblicas (visión del libro de Daniel
y Apocalipsis, especialmente) y de la as-
tronomía. Respecto a la primera fuente
citada, según el milenarismo cristiano,
Cristo debe gobernar el mundo durante
un periodo de 1.000 años (millenium).
Según el Apocalipsis de San Juan, el
reino mesiánico debía durar 1.000 años.
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Después, tras la destrucción y el juicio a


los muertos, los elegidos alcanzarían un
reino de gloria.

Acerca de la astronomía, el cometa


Halley, que se acerca a la Tierra periódi-
camente cada ocho décadas, fue visible en Fue construida durante el papado de Ca-
el 989 y llegó también a tiempo de la ba- lixto I en el siglo III y embellecida durante
la Edad Media.
talla de Hastings. Todo el siglo X puede
ser considerado como una época oscu-
ra, pesimista e insegura presidida por el
miedo a los peligros reales e imaginarios.

De este modo, el siglo X europeo ha sido catalogado tradicionalmente como un


periodo histórico oscuro, aunque si bien es cierto los «terrores del año mil» se debie-
ron más que a una época de temores impactantes, a un conjunto de amenazas específi-
cas de la vida cotidiana. En el norte de Italia se extendió, hacia el año 997, el «mal de
los ardientes», una epidemia que provocaba quemazón en los miembros del cuerpo. Las
malas cosechas recurrentes provocaron hambrunas que debilitaron más a la población
y las invasiones normandas se exageraron como un riesgo permanente, transformándo-
se en el imaginario popular las innovadoras técnicas de navegación de estos pueblos en
monstruos marinos o dragones.

Desde los medios clericales, esta visión apocalíptica fue difundida en homilías,
predicaciones y tratados, promoviéndose como solución iniciativas religiosas de peni-
tencia, tales como ayunos y peregrinaciones hacia los santos lugares (Jerusalén, Roma
y Santiago de Compostela) y etapas de no beligerancia (paz de Dios y tregua de Dios).

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

Sin embargo, a finales del siglo X, la pureza de la Iglesia se estaba viendo dañada
debido a la simonía (compraventa de cargos eclesiásticos) y al nicolaísmo (depravación
moral y clerical en la conducta sexual). Esta situación mejoraría con los planteamientos
regeneracionistas emanados del papado, a raíz de la reforma gregoriana.

2.4. EL FEUDALISMO

El feudalismo es el régimen político, militar, social y económico que predominó en


Europa occidental durante la Edad Media y, de hecho, su vigencia llegó hasta los albo-
res de la contemporaneidad, pues la Revolución francesa suprimió solemnemente todos
los derechos feudales el 4 de agosto de 1789 y abolió definitivamente el régimen feudal
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con el decreto del 11 de agosto. En España, la proyección del feudalismo alcanzó hasta
el siglo XIX. Los historiadores que aplican la metodología del materialismo histórico
(marxismo) definen el modo de producción feudal como el estadio intermedio entre el
esclavismo y el capitalismo.

Dentro del feudalismo se han diferenciado dos fases: el primer feudalismo o feuda-
lismo carolingio, desde el siglo VIII hasta el año 1000, y el feudalismo clásico, desde
el siglo XI al XIII. Dos instituciones claves en el desarrollo del feudalismo fueron: el
vasallaje (relación jurídico-política entre el señor y el vasallo, consistente en el inter-
cambio de apoyos y fidelidades mutuos, como el auxilium –ayuda– y el consilium –
consejo–) y el feudo [unidad económica y de relaciones sociales de producción entre el
señor y sus siervos, basada en el do ut
des (te doy para que me des), que se ma-
terializaba en la protección a cambio de
Figura 2. Castillo de Alarcón (Cuenca)
trabajo y sumisión].

El caballero de menor rango se


convertía en el vasallo (vassus) del
noble más poderoso, que pasaba a ser
su señor (dominus) por medio del ho-
menaje e investidura en una ceremonia
ritualizada que tenía lugar en la torre del
homenaje del castillo del señor. El ho-
menaje del vasallo al señor consistiría
en la postración de rodillas, el beso y el
entrelazamiento de las manos. Tras este
acto, se procedía a la investidura del

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M. Lara Martínez La Edad Media

señor al vasallo, que representaba la entrega de un feudo (un castillo, una marca, un
condado, un ducado, etc., dependiendo de la categoría del vasallo y del señor) a través
de un símbolo (un puñado de tierra, por ejemplo) y de la entrega de la espada (espal-
darazo) o del báculo.

En el ámbito económico, cada feudo constituía una unidad completa e indepen-


diente basada en el autoabastecimiento. El señor acogía a los campesinos en su feudo,
organizado en una reserva señorial (terra indominicata), que los siervos debían trabajar
obligatoriamente (corveas), y en los mansos, explotaciones familiares que se atribuían
a los campesinos para que pudieran subsistir. Ciertas partes del feudo, como los cami-
nos, los bosques, los puentes, etc., o instalaciones comunes, como el molino, eran tam-
bién propiedad del señor, que los explotaba en régimen de monopolio y podía exigir el
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pago de un impuesto por su uso.

Los siervos trabajaban las tierras del señor y estaban sujetos a él por una doble ju-
risdicción: la que marcaban el señorío territorial (pago de rentas al noble por el uso de
la tierra) y el señorío jurisdiccional (que convertía al señor feudal en juez en las causas
civiles y criminales).

2.5. LA SOCIEDAD MEDIEVAL

A diferencia de la sociedad contemporánea, organizada en clases en función del


nivel adquisitivo del individuo, en el Antiguo Régimen la sociedad era estamental. El
estamento era un grupo social cerrado al que se pertenecía por el nacimiento, siendo
prácticamente nula la movilidad de un cuerpo a otro.

En la cúspide de la sociedad feudal se situaba el rey, legitimado por la Iglesia como


representante de Dios en la tierra, con la misión de gobernar a su pueblo y de mantener
unido a su reino. El rey era reconocido como un primus inter pares, el primero entre
iguales. Sus iguales eran la alta nobleza y las principales autoridades religiosas, con quie-
nes compartía el gobierno del reino.

Entre las principales atribuciones del rey, se hallaban la dirección de las campañas
militares, el establecimiento de impuestos en caso de guerras, coronaciones, bodas, etc.,
y el ejercicio de la justicia. El rey vivía con el séquito de personas que formaban la corte
y se desplazaba de uno de sus castillos a otro para controlar sus posesiones.

El orden tripartito en el que se organizó la sociedad medieval fue justificado ideo-


lógicamente desde los albores del Medievo por autores como San Agustín (La ciudad

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

de Dios). Esta organización de raíces platónicas (pues el filósofo griego también dividió
la sociedad en tres grupos: los filósofos, los guerreros y los productores) venía a ser la
sombra, en tanto que como terrena que era no podía dejar de ser imperfecta, de la idea
perfecta de la ciudad celestial. En el siglo X, en la carta de Adalberón de Laón a Ro-
berto II el Piadoso, apreciamos la estructuración en tres órdenes: bellatores, oratores y
laboratores.

Los primeros dos estamentos mencionados eran privilegiados, pues estaban exentos
de pagar impuestos y a ellos quedaban reservados los altos cargos nobiliarios y eclesiás-
ticos. Los bellatores (nobles y caballeros) serían los defensores de la ciudad, encargados
de mantener el orden. Los oratores rezarían por la pervivencia de la paz. Generalmente,
los hijos segundones de las grandes familias solían desempeñar los puestos de dirección
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de la Iglesia, actuando a modo de señores feudales eclesiásticos.

El enfrentamiento entre la Iglesia y el poder civil, entre el papado y el imperio,


por el control de los nombramientos eclesiásticos recibió el nombre de «querella de
las investiduras». Esta pugna se desarrolló entre 1073 y 1122. Los principales pro-
tagonistas fueron el papa Gregorio VII y el emperador Enrique IV. El fin de la que-
rella tuvo lugar en 1122, con el Concordato de Worms, en función del cual se
estableció que correspondería al poder eclesiástico la investidura eclesiástica median-
te la entrega del anillo y del báculo, mientras que la investidura feudal sería llevada
a cabo por el poder civil, mediante la concesión de los derechos de regalía y demás
atributos temporales.

El tercer grupo, no privilegiado, era el integrado por los laboratores, los que traba-
jaban, que constituían la gran masa demográfica. Los campesinos representaban el 90 por
100 de la población, estaban sometidos a la jurisdicción de los señores feudales y debían
pagar impuestos.

Junto con la legitimación religiosa, este orden social donde sobresalían la nobleza
y el clero fue validado ideológicamente y difundido por la cultura y el arte laicos (épica
de los cantares de gesta, lírica del amor cortés, etc.).

2.6. EL MONACATO Y LA CULTURA

Al igual que el poder temporal, la Iglesia medieval también se organizó al modo


feudal, en diócesis y abadías. En una Europa eminentemente rural, los anacoretas y

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M. Lara Martínez La Edad Media

eremitas (retirados en solitario hacia parajes agrestes para practicar oración y peniten-
cia) y los monasterios (donde habitaban comunidades de monjes) edificaron la piedad
del pueblo.

El monacato se inició en Oriente y su difusión en Occidente se debió sobre todo


a San Benito de Nursia (480-547), que fundó la orden benedictina, regida por el lema
«ora et labora» (reza y trabaja). La Regla escrita por San Benito sirvió de modelo
para la organización de otras comunidades monásticas. Su objetivo era establecer
monasterios autosuficientes, organizados en torno a la iglesia, de planta basilical, y
el claustro.

Durante la Alta Edad Media, los monasterios fueron los centros de la vida cultural.
En los scriptoria, los monjes se dedicaron a copiar a mano las grandes obras, las cuales
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eran ilustradas con miniaturas (códices miniados) y custodiadas en las bibliotecas. En


las escuelas monásticas se enseñaron las disciplinas del trivium y del quadrivium, así
como teología.

La benedictina fue, en esta etapa, la


orden monástica más importante, que ex- Figura 3. Capitel cluniacense, en el que se apre-
perimentaría dos grandes reformas en el cia la policromía de oro (Museo Cluny,
París)
tránsito a la Plena Edad Media. La refor-
ma cluniacense tuvo lugar en el siglo X
y surgió del monasterio francés de Cluny.
Al tiempo que el románico se extendía,
los cluniacenses defendían una mayor
espiritualidad y querían reforzar la au-
toridad del papa. Sin embargo, acabaron
enriqueciéndose y llevando una vida muy
lejana de los principios de la austeridad
monástica.

Por ello, nacería también en Francia


la reforma cisterciense, cuyo principal
impulsor fue San Bernardo de Claraval.
En contraposición a los cluniacenses, los
cistercienses huían del lujo y subrayaban
la importancia del trabajo manual y de la
sencillez. Con ellos, el gótico inició su
difusión por toda Europa.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

3. LA PLENA EDAD MEDIA

Entre los siglos XI y XIII, Europa conoció el momento de máximo apogeo del mundo
medieval; aunque el feudalismo siguió presente, el desarrollo de las ciudades propició
una transformación en las prácticas de vida. El campo producía las materias primas y
las ciudades, los productos manufacturados. De este modo, resurgió el comercio y los
artesanos y los comerciantes urbanos dieron lugar a un nuevo grupo social, la burguesía,
que progresivamente iría minando el poder de los señores feudales.

3.1. EXPANSIÓN AGRARIA Y CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO


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Desde el siglo XI, en Europa occidental se introdujeron una serie de innovaciones


en la agricultura, tales como la implantación de nuevas técnicas de cultivo (por ejem-
plo, rotación trienal que solo dejaba un tercio de la tierra en barbecho) y el uso de ins-
trumentos agrícolas como el arado normando o de vertedera, la collera y las herraduras
de los caballos. Además, el recurso de los molinos de agua o viento simplificó la tarea
de molido del grano.

Entre los siglos XII y XIV, la aplicación de estos adelantos supuso un aumento de la
productividad, lo cual permitió mejorar la alimentación, potenciándose la resistencia de
la población ante las enfermedades. De este modo, Europa pasó de 45 millones de habi-
tantes en el siglo XII a 75 millones en el XIV. El desarrollo demográfico hizo necesario
encontrar nuevas tierras de cultivo, a fin
de garantizar el sustento. Los campesinos
Figura 4. Iglesia de la Natividad de Nuestra
roturaron y cultivaron tierras abandonadas, Señora, Arcas del Villar (Cuenca),
incrementándose la producción agraria. uno de los ejemplos más meridiona-
les de románico

3.2. LA CIUDAD Y LOS GREMIOS

El renacer de las ciudades tuvo lugar


a partir del siglo XI, cuando la relativa
paz propiciada por el fin de las grandes
invasiones permitió el surgimiento de
nuevos núcleos (burgos). Las ciudades
medievales estaban protegidas por mu-
rallas y, en su interior, en el centro solía

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M. Lara Martínez La Edad Media

haber una plaza, alrededor de la cual se situaban los edificios más relevantes (la catedral,
el ayuntamiento, etc.). Las calles estaban empedradas y eran estrechas. La escasa higiene
urbana favorecía la difusión de enfermedades (peste, cólera, tifus, etc.). La proliferación
de madera en las construcciones hacía frecuentes los incendios.

En la ciudad, el trabajo artesanal se agrupaba por profesiones. La unión de artesanos


que trabajaban en un mismo oficio (zapateros, aguadores, etc.) dio lugar a los gremios,
que defendían los intereses de sus miembros y de sus clientes. Los gremios poseían una
estructura vertical y jerárquica, integrada por el maestro, los oficiales y los aprendices.
Cada gremio se encomendaba a un santo patrón, en honor del cual se celebraban unas
fiestas propias, naciendo así las cofradías.

Los mercados (semanales) y las ferias (anuales) eran grandes lugares de intercam-
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bio y difusión de productos y técnicas. En el comercio internacional destacaron cuatro


grandes rutas internacionales: la mediterránea (que, merced a las cruzadas, ponía en
contacto ciudades europeas con los principales puertos de Oriente Próximo, permitiendo
que al Viejo Continente llegaran productos exóticos como seda, especias y perfumes),
la del Báltico y el mar del Norte (las ciudades de los Países Bajos formaron la Hansa,
una liga comercial para intercambiar productos con el Báltico), la de Champagne (una
vía terrestre que unía el norte de Italia con los Países Bajos a través de esta región fran-
cesa) y la de los Alpes (también terrestre, desarrollada desde el s. XIII al entrar en de-
cadencia la de Champagne).

La recuperación del comercio hizo necesaria la circulación de la moneda y mu-


chas ciudades volvieron a retomar las acuñaciones propias, en oro o en plata. También
fue frecuente que particulares o sociedades prestaran dinero con intereses o recibieran
depósitos por los que entregaban un recibo (letra de cambio).

La burguesía de las ciudades buscó desvincularse del poder feudal. Frente al cas-
tillo, donde se concentraba el poder feudal, los concejos municipales regían las ciuda-
des y, en ellos, tenían una amplia representación las familias de la alta burguesía. El rey,
apoyado por la burguesía, incrementó su poder y surgieron nuevas instituciones como
las asambleas nacionales (Cortes o Parlamentos).

En los años centrales de la Edad Media, entre 1095 y 1291, una serie de cam-
pañas militares respaldadas por el papado y en las que participaron monarcas como,
Luis VII de Francia, acompañado por su esposa Leonor de Aquitania, Luis IX de Fran-
cia (San Luis) y Ricardo Corazón de León, de Inglaterra, entre otros, trataron de res-
tablecer el control cristiano de Tierra Santa. Se trataba de las cruzadas, de las que se
sucedieron ocho.

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Los lugares donde había vivido Cristo, especialmente Jerusalén, se habían converti-
do desde la Antigüedad Tardía en centros de peregrinación de los cristianos. En el siglo
XI, Jerusalén fue conquistada por los turcos y, ante estas circunstancias, en el año 1095,
el papa Urbano II llamó a los cristianos para liberar Tierra Santa de los infieles (no cris-
tianos y, en este caso, musulmanes).

Lo que el pontífice no había previsto era el entusiasmo que su llamamiento produciría


entre las gentes de la ciudad y del agro. A la Cruzada de la nobleza se sumó otra consti-
tuida por el pueblo llano, mas los contratiempos del viaje hicieron que solo unos pocos
pudieran llegar a Próximo Oriente. Así, en 1212, partiría la «cruzada de los niños», en
la que miles de adolescentes y jóvenes recorrieron Francia y embarcaron en sus puertos
para ir a liberar Tierra Santa.
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La primera cruzada finalizó en 1099 con la toma de Jerusalén por parte de los vale-
dores de la cruz. Algunos participantes se instalaron en Judea para consolidar el dominio
cristiano. Entre ellos, un grupo de nueve caballeros que se erigieron como protectores de
los peregrinos que emigraban a Tierra Santa. El círculo estaba presidido por el francés
Hugo de Payens y por el flamenco Godofredo de Saint-Omer quienes, en 1119 o 1120,
impulsaron su constitución como corporación militar y religiosa.

La agrupación nació con el nombre de la milicia de los Pobres Caballeros de Cristo,


aunque recibió otros apelativos como Caballeros de la Ciudad Santa, Caballeros del Tem-
plo de Salomón de Jerusalén, Santa Milicia Jerosolimitana del Templo de Salomón, etc.,
si bien fue conocida como Orden del Temple.

En 1128, se convocó expresamente el Concilio de Troyes para conferir reconoci-


miento oficial a la mesnada. Se redactó la normativa que habrían de seguir, basada en la
Regla de San Agustín (que habían acatado hasta ese momento), aunque con inspiración
cisterciense (infundida por Bernardo de Claraval). La cotidianidad del monje-soldado
estaría marcada por la pobreza, la castidad y la oración.

Cinco de sus integrantes viajaron por Europa para reclutar caballeros y captar fon-
dos económicos que financiaran las campañas religiosas. En unos pocos años ya suma-
ban 30.000 hombres y 9.000 encomiendas; además, las viejas coronas les entregaron más
de 50 fortalezas que garantizaban su puesto preeminente en Francia, Alemania, España,
Portugal o las islas británicas.

Los templarios destacaron por su destreza en la batalla, aunque uno de sus valores
más firmes era la aptitud logística. Crearon un alfabeto con caracteres propios y un len-

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guaje encriptado muy difícil de descifrar. Inocencio II valoró su aportación en las cruza-
das en la bula Omne datum optimum, de 1139, reservándoles ciertos privilegios, como la
capacidad de responder de sus actos únicamente ante el papado y la exención del pago
de los diezmos a los obispos.

La fortuna amasada por el Temple causó un enorme recelo en los tronos, que persi-
guieron a sus miembros, acusándolos de herejía. El rey francés Felipe IV el Hermoso,
endeudado por el préstamo adquirido por su abuelo Luis IX en la séptima cruzada,
presionó a Clemente V para comenzar el juicio de los templarios, durante el que fueron
acusados de sodomía, de prácticas satánicas y de escupir al crucifijo. Sobre este último
cargo, es preciso comentar que, para acceder al capítulo secreto de carácter iniciático,
se pedía al aspirante que escupiera sobre la cruz, se le administraba el bautismo del
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fuego (baphos-metheos) y, finalmente, el oficiante administraba el aliento del espíritu,


soplando en la base de la columna vertebral del neófito.

El proceso inquisitorial supuso la abolición de la orden por parte del papa Clemen-
te V. Jacques de Molay y 140 templarios fueron encarcelados y torturados. En 1314
Molay fue quemado en la hoguera. El patrimonio que los templarios habían acumulado
por toda Europa fue cedido a los hospitalarios.

En el año 2007, coincidiendo con el 700 aniversario del comienzo de la represión,


salió a la luz un documento de los archivos secretos del Vaticano conocido como el
Pergamino de Chinon (1308), según el cual el mismo pontífice que sentenció a los tem-
plarios habría decretado su absolución. Pese a su drástico ocaso, la orden fue refunda-
da en varios lugares, especialmente en España, con diversos nombres. A comienzos de
1981, la Santa Sede encontró más de 400 organizaciones sucesoras de los templarios y,
actualmente, esta fraternidad sigue siendo para muchos una filosofía de vida: «Si por la
causa de Dios has pasado de conde a soldado y de rico a pobre –advertía en 1125 Ber-
nardo de Claraval a Hugo–, te felicito como es justo, y en ti glorifico a Dios, porque sé
que este cambio se debe a la diestra del Altísimo».

3.3. EL RENACIMIENTO CULTURAL DEL SIGLO XII

Se conoce con este nombre a una serie de cambios políticos, económicos, sociales y
culturales que afrontó Europa en la centuria indicada y que tendían a cuestionar el viejo
orden agrario y rural del feudalismo, como consecuencia de la irrupción de un nuevo
agente económico y social: la burguesía de las ciudades.

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La revitalización intelectual de Europa en esta época contribuiría en gran medida


a los posteriores logros literarios y artísticos de finales del Medievo y de los inicios de
la Edad Moderna, con el surgimiento del Humanismo y del Renacimiento.

La maduración del orden feudal, acompañada del crecimiento sostenido de la po-


blación y de la economía permitió consolidar y ampliar el ámbito geográfico europeo,
en creciente contacto con las civilizaciones islámica y bizantina.

Uno de los elementos más destacados de este renacimiento fue la aparición del inte-
lectual. Con este término los hombres de la Edad Media no aludían tanto a una categoría
profesional (designada por multitud de vocablos, como litteratus, magister, professor, etc.),
sino a una cualidad inmaterial. El intelectual era el sujeto que cultivaba y vendía el pro-
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ducto de su saber.

A diferencia de los oratores, el intelectual no consideraba el oficio de pensar, liga-


do a la docencia y a la escritura, solo como un medio de llegar a Dios, sino como un fin
en sí mismo. Por eso, en palabras de Bernardo de Chartres (fallecido en 1130), los in-
telectuales se consideraban «enanos subidos sobre hombros de gigantes», en tanto que
los nuevos conocimientos iban construyéndose sobre la base de los antiguos y se aña-
dían a ellos.

En este siglo se registraron más nue- Figura 5. Catedral de Burgos, de estilo gótico
vos inventos que en los 1.000 años ante-
riores de era. La aparición del grabado,
de la pólvora, de la brújula y de la lente,
la mejora de los relojes y de los barcos y
la introducción del astrolabio desde el
ámbito musulmán propiciarían la expe-
rimentación de técnicas de navegación
que abrirían al fin del Medievo la época
de los descubrimientos.

3.4. LAS UNIVERSIDADES

El gótico y sus luminosas cate-


drales, con cuya elevada altura querían
alcanzar la esfera celestial, se fueron ex-

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pandiendo y aparecieron nuevos centros del saber, las universidades (agrupaciones de


profesores y estudiantes con sus propios reglamentos), que sustituirían a las escuelas
monacales.

Las cuatro facultades eran Derecho, Artes, Medicina y Teología. Muchas univer-
sidades acabaron especializándose: la Sorbona de París en Filosofía y Teología, la de
Montpellier en Medicina y la de Bolonia en Derecho.

En España las primeras que aparecieron fueron la de Palencia (1208) y la de Sa-


lamanca (1218). La escolástica, un método que unía la filosofía clásica con la teología
cristiana, se desarrolló desde el siglo XIII con figuras como San Anselmo (1033-1109),
padre de esta corriente, y Santo Tomás de Aquino (1224-1274), que cristianizó el pen-
samiento aristotélico.
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Si durante la Alta Edad Media la enseñanza filosófica y científica se basaba en las


escasas copias y comentarios griegos antiguos conservados en Europa occidental, en la
Plena Edad Media el creciente contacto con el mundo islámico y con el Imperio bizan-
tino permitió iniciar traducciones de las obras griegas y musulmanas, especialmente de
Aristóteles, Euclides, Ptolomeo, Al-Khwarizmi, Al-Razi, Avicena, Avempace y Averroes.
El desarrollo de las universidades medievales contribuyó a la difusión de estos textos.

4. LA BAJA EDAD MEDIA

El fin del Medievo fue una época de trastornos, mas también de fermentaciones
donde se buscaron soluciones nuevas. En todas partes la guerra frenaba el desarrollo
de la economía rural (las Dos Rosas en Inglaterra, el enfrentamiento entre Pedro I y su
hermanastro, Enrique de Trastámara, en Castilla, las luchas intestinas en Italia...) pero,
mientras se articulaban nuevas instituciones al servicio del poder central, se fortaleció
la figura del príncipe, el fermento de las monarquías nacionales.

4.1. LA CRISIS DEL SIGLO XIV

El extraordinario desarrollo acaecido en Europa desde el siglo XI comenzó a de-


tenerse a finales del siglo XIII. El hambre, la guerra y la peste se convertirían en una
trágica tríada que haría del siglo XIV un periodo de crisis. Las malas cosechas surgidas
por los fríos extremos y las abundantes lluvias y las sucesivas epidemias de peste negra
desencadenadas desde 1348 hicieron que el hambre se extendiera por el continente y que
la mortalidad fuera en ascenso.

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La despoblación rural, ocasionada por estos dos factores, llevó consigo el abandono
de las tierras, viéndose los señores obligados a arrendarlas a precios bajos. La moneda se
desvalorizó, cayeron las rentas y surgieron numerosas revueltas campesinas de carácter
antiseñorial (como las jacqueries en Francia), ante lo cual los señores incrementaron la
presión fiscal y recurrieron a la guerra.

El episodio bélico más relevante de estos años fue la guerra de los Cien Años
(1337-1453), entre Inglaterra y Francia, que se originó con el fin de dirimir quién con-
trolaría las enormes posesiones de los monarcas ingleses en territorios franceses desde
1153, debido al ascenso al trono inglés de Enrique II Plantagenet, conde de Anjou y es-
poso de Leonor de Aquitania. El conflicto tuvo implicaciones internacionales y se saldó
con la retirada inglesa de tierras francesas.
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Las revueltas urbanas se extendieron también por numerosas ciudades europeas


(Florencia, Gante, París, Barcelona, etc.) y a menudo los barrios judíos fueron asalta-
dos (pogromos, 1391). La autoridad real, los nobles y la burguesía urbana combatieron
estas sublevaciones.

En el plano económico, la crisis supuso el traslado del eje de comercio tradicional


(desde el Mediterráneo hasta el mar del Norte) hacia el este, afectando el descenso de la
actividad mercantil a ciudades como Brujas y Barcelona.

La crisis espiritual quedó plasmada en el Cisma de Occidente (1378-1417), ori-


ginado cuando el papado que se había establecido en Aviñón, presionado por la mo-
narquía francesa, decidió regresar a Roma. Ante esta decisión, los cardenales franceses
nombraron otro papa y, así, a principios del siglo XV llegó a haber tres pontífices dife-
rentes: uno en Roma, otro en Aviñón y otro en Peñíscola (el aragonés Benedicto XIII,
conocido como el papa Luna).

4.2. LA CULTURA EN EL OCASO DE LA EDAD MEDIA

Frente a la mentalidad teocéntrica de las centurias anteriores, en los siglos XIV y


XV, se fue elaborando un pensamiento laico y autónomo. Los esfuerzos de Santo Tomás
de Aquino por conciliar la filosofía aristotélica con el cristianismo entraron en crisis y la
ciencia experimental comenzaría su andadura, al tiempo que las actitudes religiosas más
personales iban cobrando fuerza. De este modo, se fue operando el tránsito del hombre
medieval (apegado a la tradición) al hombre moderno (individualista).

La crisis demográfica hizo habitual la presencia de la guadaña, desarrollándose en


la literatura respuestas diferentes: desde las Danzas de la muerte, que ponían énfasis
en el carácter igualador de los destinos personales, hasta el tópico carpe diem (atrapa

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el momento), que se aprecia en el Libro del buen amor del Arcipreste de Hita, pasando
por la idea de que la fama pervive después de la muerte, reflejada por Jorge Manrique
en las Coplas que dedicó a la muerte de su padre. No obstante, se avanzó en el diseño de
medidas profilácticas, como las contenidas en el libro del médico Jaume de Agramunt,
titulado Regiment de preservació de pestiléncia, y, gracias a los métodos de diagnósti-
co, enfermedades como la lepra fueron descendiendo.

Al haber menos brazos para trabajar a causa de la peste negra, se agudizó la pre-
sión señorial en aras de mantener los niveles de recaudación de rentas, y el pecado de
la avaricia campó a sus anchas, siendo criticado en los relieves de las sillerías de coro
de algunas catedrales con imágenes monstruosas y en literatura por el infante don Juan
Manuel en El conde Lucanor, donde ofrece sabios consejos para guiar la vida al mar-
gen de los aduladores o del qué dirán.
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Frente al ambiente de lujo y fiesta que caracterizaba la vida de los nobles, desde
el nacimiento hasta la muerte, con opíparos banquetes y mausoleos como el del desafor-
tunado don Álvaro de Luna en la catedral de Toledo, el pueblo llano conocía un día a
día muy diferente.

En la Baja Edad Media, los avances científicos culminaron en el proceso de recep-


ción del saber greco-árabe en el occidente cristiano. Se aceptaba la hipótesis de Ptolomeo
de que la Tierra era el centro del universo, sobre la que, en el XVI, Copérnico, dando
un paso más, formularía la teoría del heliocentrismo, y comenzaba a experimentarse el
método de destilación de líquidos mediante alambiques.

5. LAS SOCIEDADES PENINSULARES

5.1. EL REINO VISIGODO

En el 406 los suevos, vándalos y alanos cruzaron el limes del Rin a la altura de Ma-
guncia y tres años después llegaron a la península ibérica. Fueron los primeros pueblos
germánicos que llegaron a Hispania. Los suevos (pueblo indoeuropeo de familia germá-
nica, al igual que los vándalos) crearon un verdadero reino en Gallaecia, mientras que los
vándalos y los alanos (pueblo indoeuropeo de familia irania) pasaron al norte de África.

En el año 507 los visigodos, derrotados por el rey franco Clodoveo, abandonaron
su reino en la Galia, cuya capital era Tolosa, y entraron en la península ibérica, fijando
su nueva capital en Toledo. La monarquía visigoda era electiva y el rey era ayudado

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en la administración por una asam- Figura 6. Moldes, platos de balanza y colgantes


blea de nobles que formaban el Aula visigodos
Regia. Los reyes visigodos eran arria-
nos, hasta que en el año 589, Reca-
redo se convirtió al catolicismo. Los
concilios de Toledo pasaron a ser así
los principales órganos rectores de la
vida religiosa y política.

A nivel cultural, el máximo ex-


ponente del saber de la época fue San
Isidoro, arzobispo de Sevilla y autor
de las Etimologías, una obra enciclo-
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pédica de gran resonancia durante Parque Arqueológico de Recópolis (Zorita de


todo el Medievo. los Canes, Guadalajara), ciudad visigoda crea-
da por el rey Leovigildo para su hijo Recare-
do (Centro de Interpretación de Recópolis).

5.2. LA RECONQUISTA

El choque de civilizaciones entre la cristiandad y el islam, manifestado en la rup-


tura de la unidad del Mediterráneo, tuvo un escenario de primer orden en la península
ibérica. En el año 711, con la invasión musulmana de la península ibérica, desapareció
el reino visigodo, cuyo último representante fue don Rodrigo. La Reconquista, el pro-
ceso de lucha entre musulmanes y cristianos, se extendería hasta el año 1492, en que los
Reyes Católicos conquistaron Granada, el último reducto musulmán.

Durante esta prolongada etapa, los primeros núcleos de resistencia, confinados al


norte del Duero y situados en Asturias, los condados pirenaicos y los condados catala-
nes, irían ampliando su área de influencia hasta conformar en la Plena Edad Media cinco
reinos independientes: León, Castilla, Navarra, Aragón y Portugal. Los dos primeros se
unificarían definitivamente a partir de 1230, siendo rey Fernando III el Santo.

Al-Ándalus (nombre que recibe el territorio, de fronteras variables, dominado por


los musulmanes en la península ibérica) fue al principio una provincia dependiente del
califato de Damasco, gobernada por un wali. Posteriormente, desde el año 773, con Ab-
derramán I, fue un emirato independiente y, a partir del 929, califato, con capital en Cór-
doba, siendo iniciada esta etapa por Abderramán III.

La descomposición del califato en el año 1031 supuso la fragmentación del poder


musulmán en los reinos de taifas. La unidad perdida trató de ser restaurada en los si-

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glos XI y XII por las invasiones al- Figura 7. P


 alacio de la Aljafería, de Zaragoza, ex-
morávides, un movimiento rigorista presión del arte de los reinos de taifas
del islam encabezado por Yusuf ben
Tasufin. Los personajes más destaca-
dos de este proceso fueron el monar-
ca Alfonso VI de Castilla y Rodrigo
Díaz de Vivar, conocido como El
Cid. Durante el reinado de Alfonso
VI tuvo lugar en 1085 la conquista
cristiana de Toledo, antigua capital
visigoda.
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El malestar ante los almorávides


hizo surgir los segundos reinos de
taifas. En 1145, los almohades des-
embarcaron en la península ibérica y tra-
taron de unificar las taifas, empleando Figura 8. Giralda de Sevilla
como elemento de propaganda su agre-
sión a los reinos cristianos. En unas déca-
das los almohades forjaron un poderoso
imperio que se extendía desde Santarem
(centro de Portugal) hasta Trípoli (Libia),
consiguiendo parar el avance cristiano
cuando derrotaron a las tropas castella-
nas en la batalla de Alarcos en 1195.

La victoria de Alfonso VIII en la


batalla de Las Navas de Tolosa, en 1212,
marcó el comienzo del fin de la dinas-
tía almohade, abriendo paso a los cris-
tianos hacia el valle del Guadalquivir y
Levante. En la segunda mitad del siglo
Los dos tercios inferiores se corresponden
XIII, las conquistas de Fernando III el
con el alminar de la antigua mezquita, de
Santo (Córdoba, Sevilla) y Jaime I el arte almohade.
Conquistador (Valencia, Baleares) de-
jarían reducido al-Ándalus al reino na-
zarí de Granada.

Durante la Edad Media, a la vez que las luchas armadas evidenciaban el conflicto entre
cristianos y musulmanes, también se vivieron etapas de coexistencia entre las tres reli-

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giones presentes en la península ibérica: cristianismo, judaísmo e islam. Hasta el siglo X,


la España musulmana fue culturalmente muy superior a la cristiana. Solo los monasterios,
como el de Ripoll o Sahagún, conservaron y transmitieron la cultura mediante la custo-
dia y copia de libros.

Figura 9. Castillo de Molina de Aragón (Guadalajara), siglo XIII

Esta fortificación se construyó


sobre el antiguo alcázar mu-
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sulmán. En torno al castillo,


apreciamos la torre de Ara-
gón (atalaya), la muralla y el
albacar.

El descubrimiento de los restos del apóstol Santiago en el siglo IX dio origen a la


ruta jacobea de peregrinación: el Camino de Santiago, por el que llegarían influencias
culturales del resto de Europa. Desde el siglo XI se iniciaría un desarrollo cultural pa-
ralelo a la formación de las lenguas romances y la Escuela de Traductores de Toledo,
que alcanzaría su apogeo con el monarca Alfonso X el Sabio en el siglo XIII y actuaría
de puente cultural entre el saber de la Antigüedad, el mundo islámico y la cristiandad.

A nivel artístico, el románico, desarrollado desde el siglo XI, sobresalió en la ca-


tedral de Jaca (Huesca) y en la iglesia de San Martín de Frómista (Palencia). El gótico,
que triunfaría desde el siglo XIII, sería el estilo constructivo de las catedrales de Burgos,
Toledo, León, Barcelona y Palma de Mallorca. El mudéjar introduciría novedades como
el uso del ladrillo y del azulejo, así como elementos ornamentales de raíz musulmana.
Ejemplos típicos de este estilo son el alcázar de Sevilla y la torre de San Martín de Teruel.

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 CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER


• Arrianismo. Doctrina religiosa que negaba la divinidad de Jesucristo, al
afirmar que solo era hijo adoptivo de Dios. Fue condenado como una here-
jía por la Iglesia católica en el Concilio de Nicea en el año 325.
• Estamento. Grupo social característico del Antiguo Régimen. De carácter
cerrado, la pertenencia al mismo venía marcada por el nacimiento, siendo
prácticamente nula la movilidad de un cuerpo a otro.
• Feudalismo. Sistema político y social imperante en la Europa medieval, ba-
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sado en la organización de la sociedad en tres estamentos: bellatores, ora-


tores y laboratores, unidos a través de una red de relaciones de fidelidad y
vasallaje.
• Feudo. Unidad económica y de relaciones sociales de producción entre el
señor y sus siervos, basada en la protección a cambio de trabajo y sumisión.
• Gremio. Unión de artesanos que trabajaban en un mismo oficio.
• Vasallaje. Relación jurídico-política entre el señor y el vasallo, consistente
en el intercambio de apoyos y fidelidades mutuos.

 ACTIVIDADES DE REPASO

Enunciado 1

Contesta a las siguientes preguntas:

• ¿Cuál fue el origen del feudalismo?


• ¿Qué es el vasallaje?
• ¿Cómo era armado un caballero?

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Enunciado 2

Busca información sobre las cruzadas. ¿Por qué surgen las órdenes militares? ¿Qué
eran?

Enunciado 3

A partir de este texto en el que se describe la invasión de los pueblos suevos,


vándalos y alanos sobre Hispania, responde a las cuestiones formuladas.

«Los bárbaros se desparraman furiosos... y el azote de la peste no causa


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menos estragos, el tiránico exactor roba y el soldado saquea las riquezas y


las vituallas escondidas en las ciudades; reina un hambre tan espantosa, que
obligado por ella, el género humano devora carne humana, y hasta las ma-
dres matan a sus hijos y cuecen sus cuerpos para alimentarse con ellos. Las
fieras aficionadas a los cadáveres de los muertos por la espada, por el hambre
y por la peste, destrozan hasta a los hombres más fuertes, y cebándose en sus
miembros, se encarnizan cada vez más para destrucción del género humano.
De esta suerte, exacerbadas en todo el orbe las cuatro plagas: el hierro, el
hambre, la peste y las fieras, cúmplense las predicciones que hizo el Señor
por boca de sus profetas. Asoladas las provincias... por el referido encrude-
cimiento de las plagas, los bárbaros, resueltos por la misericordia del Señor
a hacer la paz, se reparten a suertes las regiones de las provincias para esta-
blecerse en ellas.»

Hidacio, Chronicon (c. 468).

Se propone lo siguiente:

• Localiza en un mapa los diferentes reinos germánicos.


• ¿Quién era Hidacio?
• Busca información sobre los suevos, vándalos y alanos.

Enunciado 4

A partir de la lectura de este texto, responde a las cuestiones formuladas.

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«Se cree que la casa de Dios sobre la tierra es una, pero está dividida
en tres órdenes: los unos rezan, los otros combaten y otros, por último,
trabajan.
Estos tres órdenes son indispensables el uno para el otro; la actividad de
cada uno de ellos permite a los otros dos vivir.»

Adalberón, obispo de Laon, siglo XI.

Se propone lo siguiente:

• ¿Quién era Adalberón de Laon?


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• ¿Qué tres órdenes tenía la sociedad medieval?


• ¿Hasta cuándo pervivió esa organización social?

Enunciado 5

Completa la siguiente tabla sobre el románico y el gótico, indicando una obra ar-
quitectónica, otra escultórica y otra pictórica de cada estilo. Comenta una de las obras
que cites, siguiendo las pautas de análisis de imágenes explicadas en la Unidad didác-
tica 1 de este manual.

Románico Gótico

Arquitectura

Escultura

Pintura

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 EJERCICIOS VOLUNTARIOS

Tras el estudio de esta Unidad didáctica, el estudiante puede hacer, por su cuenta,
una serie de ejercicios voluntarios, como los siguientes:

1. ¿Qué papel tuvo la Iglesia en la Edad Media? Busca información sobre


alguna orden religiosa creada en esa época.
2. Comenta el siguiente texto:
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«Veía las plazas y las calles llenas de buenos artesanos que ha-
cían diferentes oficios: aquellos pulían las espadas, unos batanaban
las telas, los otros las tejían, las teñían (…)
Otros fundían oro y plata y hacían (…) copas y bandejas y
joyas (…)
Se podría haber pensado y dicho que en la ciudad siempre había
mercado, de tan llena de riquezas como estaba.»
Chrétien de Troyes, siglo XII.

3. Busca información sobre ferias medievales famosas. ¿Cómo se celebraban?


Cita ciudades en las que tuvieran lugar.
4. Comenta el siguiente texto sobre el rey medieval:

«¿Qué cosa es el rey? Vicarios de Dios son los reyes, cada


uno en su reino, puestos sobre las gentes para mantenerlas en jus-
ticia (…)
Y naturalmente dijeron los sabios que el rey es cabeza del reino,
porque así como de la cabeza nacen los sentidos que mandan a todos
los miembros del cuerpo, bien así por el mandamiento que nace el
rey, que es señor y cabeza de todos los del reino, se deben mandar y
guiar y hacer un acuerdo con él para obedecerle.»
Las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio, siglo XIII.

5. Investiga sobre las manifestaciones culturales desarrolladas a partir de la


crisis del siglo XIV, como las Danzas de la muerte.

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M. Lara Martínez La Edad Media

 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Básica

BARBERO, A.: La formación del feudalismo en la península ibérica, Barcelona, Crítica, 1978.
BONNASSIE, P.: Las Españas medievales, Barcelona, Crítica, 2001.
DUBY, G.: Arte y sociedad en la Edad Media, Madrid, Editorial Taurus, 1998.
GARCÍA DE CORTÁZAR, J. A.: Historia de la Edad Media: una síntesis interpretativa, Madrid, Alianza,
1999.
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KOENIGSBERGER, H. G.: La Edad Media, 400-1500, Barcelona, Crítica, 1991.


MITRE FERNÁNDEZ, E.: Historia de la Edad Media en Occidente, Madrid, Cátedra, 1995.

En la red

http://www.bbc.co.uk/history/british/middle_ages/
http://www.learner.org/interactives/middleages/
http://www.middle-ages.org.uk/

Avanzada

BLOCH, M. L. B.: La sociedad feudal, Madrid, Akal, 2002.


BRESC, H.: Europa y el islam en la Edad Media, Barcelona, Crítica, 2001.
CRUZ HERNÁNDEZ, M.: El islam en Al-Andalus: historia de su realidad social, Madrid, Instituto de
Cooperación con el Mundo Árabe, 1992.
HODGETT, G. A. J.: Historia social y económica de la Europa medieval, Madrid, Alianza, 1986.
LARA MARTÍNEZ, M.: Enclaves templarios, Madrid, EDAF, 2013.
— «Alfonso VI, conquistador», en Salas Parrilla, M. (coord.): La batalla de Uclés contra los almorávides
(1108). Su contexto histórico, Cuenca, Ayuntamiento de Uclés, 2008.

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6
UNIDAD
DIDÁCTICA

renacimiento
y barroco
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PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS

1. El inicio de la modernidad
1.1. El Estado moderno
1.2. El Imperio español en el siglo xvi

2. El Renacimiento
3. La Reforma
4. El siglo xvii, ¿una época de crisis?
4.1. El Absolutismo
4.2. La monarquía hispánica en el siglo xvii
4.3. La guerra de los Treinta Años
4.4. El lento progreso de Inglaterra

5. El Barroco
6. El Siglo de Oro español

CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER

ACTIVIDADES DE REPASO

EJERCICIOS VOLUNTARIOS

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

 PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS

Presentación

En la época en la que los Médicis propiciaba el esplendor de la cultura florentina,


el hombre volvió a ser tomado como patrón de medida y, jugando a Demiurgo, sopesó
los entes desde su romana. Imbuido de la entelequia del individuo que aspira a ser Dios,
en esta segunda edad dorada de la reflexión filosófica, el humanista Manetti aseguraba
que «nuestras son, es decir humanas, puesto que han sido elaboradas por los hombres
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estas cosas que vemos: todas las casas, todas las ciudades, todos los edificios. Nuestras
son las pinturas, nuestras las esculturas, nuestras las artes, nuestras las ciencias, nuestra
la sabiduría».

En la Unidad didáctica 6 se analizarán los aspectos políticos, sociales, económicos


y culturales que caracterizan la historia de Europa en los siglos XVI y XVII, una etapa
clave en la formación del Estado moderno y en la gestación del absolutismo, porque no
hay que entender los cambios como decadencia, sino como realidades complementarias,
como no resultan excluyentes la armonía renacentista y la exaltación barroca.

Objetivos

La Unidad didáctica 6 permitirá al estudiante alcanzar los siguientes objetivos:

• Analizar los principales procesos políticos acaecidos en Europa en los si-


glos XVI y XVII.
• Estudiar la Reforma y la Contrarreforma.
• Conocer las principales contribuciones del humanismo.
• Analizar el concepto de «crisis» aplicado al siglo XVII.
• Estudiar la revolución científica.
• Conocer las principales obras literarias y artísticas del Renacimiento y del
Barroco.

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M. Lara Martínez Renacimiento y Barroco

1. EL INICIO DE LA MODERNIDAD

Como la apertura de todos los nuevos procesos trascendentales de la humanidad, los


albores de la modernidad no vienen marcados por una única causa, sino por una multi-
plicidad de factores. Hemos explicado como el hambre, la guerra y la peste fueron tres
elementos identitarios de la crisis bajomedieval. En el último tercio del siglo XV, estos
tres males no desaparecieron pero sí es cierto que la confluencia de ellos no fue tan pa-
tente como lo había sido desde mediados de la centuria anterior, de ahí que se pueda ha-
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blar de un cambio de tendencia. La peste dejó de ser endémica y pasó a ser epidémica,
un notable avance si tenemos en cuenta que el XVII sería por fortuna el último gran siglo
de la peste en Europa. La producción agrícola empezó a ser suficiente para mantener a
la gran mayoría de la población y la guerra no tuvo una extensión temporal tan amplia
como la de los Cien Años, resultando a su vez menos mortífera.

Como consecuencia de ello, Europa experimentó un importante crecimiento demo-


gráfico en el periodo 1460-1560, estimándose que su población pudo llegar a duplicarse.
El optimismo surgido del aparente desarrollo económico motivó el incremento de la tasa
de nupcialidad (posteriormente, en el s. XVII, la coyuntura desfavorable desencadenaría
el fenómeno contrario, al retrasarse la edad de casamiento de la mujer). La natalidad se
elevó y fueron frecuentes las migraciones, especialmente en el último tercio del siglo XV,
para repoblar las zonas asoladas por las catástrofes de la crisis.

Otro de los factores que caracteriza el comienzo de la modernidad es la amplia-


ción espacial del mundo conocido, posibilitado por el incremento de población en
la segunda mitad del siglo XV, así como por la divulgación de la geografía griega de
Ptolomeo y los grandes adelantos técnicos en el arte de la navegación (brújula, astro-
labio, nocturnal, etc.).

Durante el siglo XV, portugueses y castellanos llegaron por mar al Lejano Oriente.
Los portugueses quisieron desarrollar este proyecto bordeando África, mientras que los
castellanos anhelaban navegar hacia Occidente.

En 1415, los portugueses prepararon sus primeras expediciones a Madeira y Azo-


res; en 1482, Diogo Cao alcanzó Cabo Verde; en 1487, Bartolomé Díaz superó el golfo
de Guinea y dobló el cabo de Buena Esperanza; en 1492 Colón encontró, sin saberlo,

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

un nuevo continente, América, conocido entre los españoles de los siglos XVI-XVIII
como las Indias y, en 1498, Vasco de Gama fue el primer europeo que llegó por mar a
la India, concretamente a Calcuta.

Finalmente, cabe señalar que otro de los elementos decisivos en el comienzo de esta
época fue la invención de la imprenta (1453), por el alemán Johannes Gutenberg, lo cual
posibilitó la difusión de los nuevos conocimientos del humanismo a través de libros, que ya
no eran copiados separadamente página a página, sino mediante un sistema de tipos móviles,
que permitía formar líneas mediante la impresión de bloques de madera que se correspon-
dían cada uno de ellos con una letra diferente. En 1500, 236 ciudades de Europa contaban
con imprenta. De hecho, en la segunda mitad del siglo XV pudieron publicarse 30.000 tí-
tulos y 15 millones de ejemplares, que se convertirían en 150 millones en el siglo XVI.
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1.1. EL ESTADO MODERNO

En el siglo XV tuvo lugar el afianzamiento de las monarquías frente al imperio, las


noblezas feudales y el papado. De este modo se pusieron las bases del Estado moderno,
basado en un ejército permanente, un sistema polisinodial, una burocracia que con-
trolaba la administración y la hacienda y una diplomacia estable con embajadores que
ponían con relación a los reinos. Expliquemos con más detenimiento cada uno de estos
pilares del Estado moderno.

El ejército pasó de ser señorial a estatal, aunque buena parte de sus efectivos eran
mercenarios, es decir, que no luchaban por la patria sino por adquirir la soldada (sueldo
que recibía el soldado). A medida que fue avanzando la Edad Moderna, los ascensos se
fueron asociando más a los méritos profesionales que al origen social de los individuos
y la artillería adquirió un notable desarrollo.

El sistema polisinodial hace referencia a la forma de gobierno basada en conse-


jos (territoriales y temáticos en el caso de la monarquía hispánica: Consejo de Castilla,
Consejo de Hacienda, etc.), encargados de asesorar al soberano.

La burocracia se fue jerarquizando y especializando para desempeñar con eficacia


las directrices emanadas desde el poder. En su mayoría, estos secretarios formaban parte
de la nobleza media y baja y de la burguesía letrada.

La diplomacia tuvo a dos figuras significativas: los embajadores (enviados con una
misión precisa, para representar a su país y al rey) y los cónsules (portavoces de los in-
tereses de un grupo de determinada nacionalidad residente en el extranjero).

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M. Lara Martínez Renacimiento y Barroco

1.2. EL IMPERIO ESPAÑOL EN EL SIGLO XVI

Entre 1464 y 1468 la alta nobleza castellana divulgó la leyenda de la ilegitimidad


de Juana, la hija de Enrique IV, y propuso como herederos consecutivamente a los her-
manastros del monarca, Alfonso e Isabel. Enrique era hijo de María de Aragón, Alfonso
e Isabel lo eran de Isabel de Portugal.

El largo reinado de Enrique IV (1454-1474) estuvo marcado por multitud de cons-


piraciones por parte de la nobleza. En 1465 los rebeldes destituyeron a Enrique en la
llamada farsa de Ávila y eligieron como rey a Alfonso. La destitución fue promovida
por una liga de la que formaban parte Alfonso Carrillo –arzobispo de Toledo–, Pedro
Girón –maestre de Calatrava– y el marqués de Villena. Tras levantar un tablado, colo-
caron en el trono a un muñeco al que le fueron quitando los atributos regios y, por últi-
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mo, sentaron allí a Alfonso.

En el año 1467 estalló un conflicto por la sucesión en el trono de Enrique. Alfon-


so se alzó en armas para conseguir el título y los privilegios. Los ejércitos de Alfonso
avanzaron por el valle del Duero, mientras que los leales al rey se dirigieron a Medina
del Campo. Ambas fuerzas se encontrarían en las inmediaciones de Olmedo.

En el bando de Enrique IV de Castilla se hallaban Pedro de Velasco, el marqués


de Santillana y Beltrán de Cueva. En el bando de Alfonso estaban los magnates de la
orden de Calatrava. Cuando comenzó el combate muchos soldados se mostraron reacios
a entrar en batalla. El resultado fue completamente incierto, ninguno de los dos bandos
se alzó con una clara victoria, ni tampoco resultó derrotado.

Al año siguiente, Alfonso fallecería repentinamente. Por el tratado de los Toros de


Guisando (1468), Enrique declaró heredera a Isabel pero, como al año siguiente se dis-
gustó con esta por casarse con su primo segundo Fernando de Aragón, revocó su decisión
y nombró princesa de Asturias a su hija Juana, apodada la Beltraneja, porque muchos la
creían hija del favorito Beltrán de la Cueva.

El 11 de diciembre de 1474 Enrique IV murió sin que el problema sucesorio es-


tuviera resuelto; dos días después Isabel se autoproclamó reina en Segovia y, en 1475,
estalló la guerra civil, en la que se enfrentaron Juana y sus partidarios, apoyados por Al-
fonso V de Portugal, e Isabel, con la ayuda de Fernando.

Los partidarios de Isabel vencieron en Toro y, en los años siguientes, en Albuera


(1479), firmándose en el último año citado el tratado de Alcaçobas con Portugal. Juana
se recluyó en un convento pero siguió considerándose reina de Castilla hasta su muerte.
El final de la guerra civil coincidió con la muerte de Juan II de Aragón, por lo que Fer-

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

nando heredó el dominio de su padre. Cada reino conservó sus instituciones y alentó su
vocación: mediterránea, en el programa aragonés, y atlántica, en el caso de Castilla, con
la conquista de Canarias y el inminente descubrimiento de América.

Una vez finalizada la guerra sucesoria, Isabel y Fernando se propusieron terminar


una empresa que, durante más de siete siglos, había consumido los efectivos y recursos
de Castilla. Junto a la persistencia, en la toma de Granada se recurrió a la artillería, a
la táctica de la tierra quemada, al bloqueo de la plaza y a la guerra psicológica. El 2 de
marzo de 1482 la enorme hueste cristiana conquistó Alhama, enclave que ofrecía pro-
tección a los granadinos. Los musulmanes llegaron a ofrecer una suma de 30.000 piezas
de oro por su recuperación, pero los Reyes Católicos hicieron oídos sordos y continua-
ron avanzando.
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Desde 1464 reinaba en Granada Abú-l-Hassan Alí, el Muley Hacén de las cróni-
cas castellanas, en medio de las revueltas dirigidas por sus familiares y los abencerra-
jes. Las intrigas de alcoba de los mahometanos convenían a los cristianos y, en 1482, un
grupo encabezado por Fátima, la mujer del nazarí, entronizó a su hijo Muhammad XII
Abu Allah (Boabdil el Chico). Muley Hacén tuvo que refugiarse en el castillo de Mon-
dújar con su hermano El Zagal, futuro Muhammad XIII, que tras intentar de modo fa-
llido la recuperación de Alhama venció a los castellanos en la Ajarquía malagueña en
1483. Así, regresaron a la Alhambra, mientras que Boabdil era apresado por Fernando.
En Castilla había terminado una guerra civil entre tía y sobrina y en Granada se inicia-
ba otra entre padre e hijo.

En 1485 los cristianos tomaron Ronda y Marbella, pero fueron rechazados en las
inmediaciones de Málaga por 5.000 caballeros de Granada. Al año siguiente, los cristia-
nos reemprendieron su avance, sin levantar el asedio a Granada y tomaron Loja y Mo-
clín. Dentro de las murallas de Granada El Zagal había expulsado a Boabdil, que solo
pudo regresar al poder con la ayuda de los Reyes Católicos, quienes veían en el joven a
un enemigo mucho más débil que a su aguerrido tío.

Desde 1487 hasta 1489, en la cruzada contra el islam, en manos de Castilla fueron
cayendo Vélez-Málaga, Málaga, Almuñécar, Baza y Almería. Durante 1491 un incendio
destruyó el campamento cristiano, levantándose en el paraje la ciudad de Santa Fe. Si-
guiendo las órdenes de Isabel y Fernando, los soldados no bombardearon Granada, sino
que tomaron la ciudad por aislamiento, evitando la destrucción del egregio patrimonio.

El 2 de enero de 1492 Boabdil entregó la ciudad. Los Reyes Católicos entraron en


la plaza el día de la Epifanía. El último nazarí se refugió en las Alpujarras, desde donde
partió en 1493 a Fez, donde murió en 1527. Toda Europa se alegró de la victoria en Gra-
nada, pues esta equilibraba la pérdida de Constantinopla en 1453.

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M. Lara Martínez Renacimiento y Barroco

Con la reconquista de Granada, Isabel y Fernando impusieron la política de uni-


formidad religiosa. Hispania había recuperado la esencia visigoda. La unión de las dos
ramas Trastámara anticipó ese futuro cercano en el que los herederos gobernarían en
solitario sobre ambas coronas.

A la muerte de Fernando el Católico, su nieto Carlos I ocupó el trono, instaurándo-


se la dinastía de los Austria o Habsburgo, a la que pertenecía por línea paterna, al ser
su abuelo Maximiliano de Austria, emperador alemán.

En Castilla y Aragón, respectiva-


mente, Isabel y Fernando habían senta- Figura 1. Escudo de la Inquisición, en la casa del
do las bases de la monarquía autoritaria. familiar del Santo Oficio, en Priego
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Habían puesto fin a la Reconquista, ha- (Cuenca)


bían impulsado el fortalecimiento de las
instituciones, creando algunas nuevas
como la Santa Hermandad, para pro-
teger los caminos y las actividades co-
merciales y la Inquisición, con el ánimo
de perseguir a los conversos, ya que uno
de los principales objetivos era conse-
guir la uniformidad religiosa, una vez
derrotados los musulmanes y expulsa-
dos los judíos.

Desde 1478 hasta 1834, el Santo


Oficio vigiló atentamente la pureza dog-
mática de toda manifestación pública y privada. La delación convertía lo más personal
de un individuo, sus creencias, en asunto público, se indagaba en la memoria de los an-
cestros y se trataba de cortar de raíz toda herejía, aunque hemos de advertir que en lo
relativo a brujería las tierras hispanas se mostraron menos sanguinarias de lo que ha
apuntado la leyenda negra.

A pesar de la disparidad de cifras que arrojan los estudios, 300 brujas en la hoguera
frente a las 25.000 alemanas parecen confirmarlo, siendo digno de mención el punto de
inflexión que marcó el auto de fe de Logroño de 1610, el de las brujas de Zugarramurdi,
a partir del cual el inquisidor Alonso de Salazar y Frías intentó convencer a la Suprema
de que la incultura no podía ser castigada: «No hubo brujas ni embrujados en el lugar
hasta que se comenzó a tratar y escribir de ellos».

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

Carlos I (V del título imperial) y Felipe II recogieron esta herencia y la reforzaron,


aunque respetaron las tradiciones y los fueros de los diferentes reinos de la monarquía.
Con el primero de ellos, se inició el Imperio español en Europa y en América, que se
mantendría en el reinado de Felipe II, si bien los territorios austriacos y el título impe-
rial se desligarían de la corona.

Carlos I tuvo que hacer frente a problemas internos y externos. Tres años después
de su llegada a la península, en 1517 para ser reconocido rey, estalló la guerra de las
Comunidades, como protesta por el dinero castellano destinado a sufragar la candida-
tura imperial. Los jefes comuneros, Padilla, Bravo y Maldonado, tras ser derrotados en
la batalla de Villalar en 1521, fueron ajusticiados. En las mismas fechas tuvo lugar en
Valencia y Mallorca el movimiento de las Germanías (1519-1523) que enfrentó a la
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burguesía con la alta nobleza, que representaba la monarquía de Carlos V. El conflic-


to finalizó con el triunfo del emperador. En el exterior, Carlos I tuvo que enfrentarse a
seis guerras contra Francia, al problema protestante y a los turcos que llegaron a ocupar
Viena en 1529.

Enfermo y agotado, Carlos V entregó el título imperial a su hermano Fernando y los


territorios hispánicos, itálicos y de los Países Bajos, junto con las posesiones de ultramar,
a su hijo Felipe. Falleció en 1558.

Felipe II decidió ocuparse personalmente de todos los asuntos de sus Estados, de ahí
que sea conocido como el «rey prudente», y en 1561 fijó la corte en Madrid pues, hasta
entonces, era itinerante. Uno de los aspectos que caracteriza el reinado de este monarca
es su defensa del catolicismo. La Inquisición persiguió las desviaciones religiosas y se
celebraron autos de fe para juzgar a los sospechosos de herejía, al tiempo que se exigía
la «limpieza de sangre» (no tener antepasado judío o musulmán) y ser «cristiano viejo»
(para acceder a los cargos, órdenes militares y cuerpos de honor).

En su propósito de mantener la hegemonía política y la ortodoxia católica en Europa,


Felipe II trató de frenar la expansión musulmana en el Mediterráneo, organizando una
gran flota aliada del papado que derrotó a los turcos en la batalla de Lepanto en 1571.

Asimismo, dirigió la ofensiva contra dos frentes alineados con los protestantes: los
Países Bajos e Inglaterra. En 1566, la sublevación capitaneada por Guillermo de Orange
llevó a una larga lucha que supuso la fragmentación de los Países Bajos en dos zonas: el
norte (protestante), que conseguiría su independencia, reconocida en 1648 por la paz de
Westfalia, y el sur (católico), sometido al gobierno español. En 1588 la Gran Armada,
bautizada por los ingleses como «Invencible» fue derrotada.

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M. Lara Martínez Renacimiento y Barroco

En 1596, dos años antes de la muerte del monarca en torno al cual se tejieron una
leyenda negra y otra rosa, la Hacienda española entró en quiebra, vaticinando el duro
siglo XVII que se acercaba, donde a la expansión del XVI le sucedería una fuerte rece-
sión demográfica y económica.

2. EL RENACIMIENTO

Desde el siglo XV, un movimiento cultural, nacido en ciudades italianas, se exten-


dería por toda Europa. El antecedente se encontraba en Petrarca y Boccaccio que, en la
centuria anterior, iniciaron el proceso de recuperación de la herencia de la Antigüedad,
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buscando manuscritos, traduciendo al latín las obras de autores griegos y componiendo


obras como el Cancionero y el Decamerón respectivamente.

El objetivo era resucitar la cultura clásica de los antiguos griegos y romanos, ensal-
zando valores como el antropocentrismo (concepción de que el hombre era el centro
del universo), frente al teocentrismo medieval. Así lo expresaría Pico de la Mirandola
en De dignitate hominis (1486): «Leí en los libros de los árabes que en el mundo no se
puede ver nada más admirable que el hombre».

Esta consideración del hombre como objeto principal de preocupación e interés


cristalizó en el movimiento intelectual del humanismo, que concedía gran importan-
cia al estudio de las ciencias humanas. Las transformaciones en todos los órdenes se
sucedieron.

La recuperación del saber de la Antigüedad fue uno de los aspectos más desta-
cados de este movimiento. El principal descubrimiento fue el de la obra de Platón ya
que, en la Edad Media, la memoria del pensamiento griego se reducía al aristotelismo.
Además, se sacó del olvido la obra científica de Pitágoras, Ptolomeo, Euclides, etc., la
poesía de Hesíodo y Homero, el teatro de Aristófanes, Esquilo, Eurípides, etc., y la his-
toria de Heródoto, Tucídides y Jenofonte. Los poetas, moralistas e historiadores latinos
(Virgilio, Séneca, Marco Aurelio, etc.) también vieron restituida su fama.

No solo las cartas y los libros eran los vehículos transmisores de las ideas entre los
humanistas. Los viajes permitieron que los conocimientos recorrieran el Viejo Continen-
te. Por ejemplo, Erasmo (1469-1536) estuvo en París, Inglaterra e Italia y fue invitado
a viajar a Alcalá de Henares para ocupar una cátedra en su Universidad, aunque expresó
su negativa, quizás por encontrarse al final de su vida, mediante su famosa frase «non
placet Hispania» (no me apetece España).

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

También los estudiantes viajaban Figura 2. F


 achada de la Universidad de Alcalá
para matricularse y recibir enseñanzas en de Henares, exponente de los inicios
del renacimiento español. Obra de
las más prestigiosas universidades: Bo- Rodrigo Gil de Hontañón
lonia, Padua, París, Montpellier, Salaman-
ca, Alcalá de Henares, Coimbra, Lovaina,
Oxford, Cambridge, Erfurt, Cracovia, etc.

El viaje permitió que los artistas se


desplazaran por Europa, patrocinados por
príncipes y los grandes señores. Italia fue
un escenario privilegiado para el conoci-
miento de las nuevas técnicas artísticas.
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De ahí, que encontremos allí formándose


a españoles como los Berruguete, Pedro
(el padre, pintor) y Alonso (el hijo, es-
cultor), el arquitecto Pedro Machuca, el
pintor Vicente Macip, etc.

Muchas familias de flamencos se trasladaron a la península ibérica, donde alcan-


zaron fama por el brillante desempeño de su arte. Es el caso de los Siloé, los Arfe y los
Egas. La construcción de las grandes obras, como el monasterio de San Lorenzo de El
Escorial, en tiempos de Felipe II, sería un atractivo reclamo para artistas de todos los
órdenes.

La búsqueda de manuscritos dio lugar a la crítica de textos, estimulada por el


hallazgo de un buen número de documentos falsos elaborados durante la Edad Media.
Por ejemplo, a mediados del siglo XV, el humanista Lorenzo Valla, pionero de la crí-
tica histórica, demostró la falsedad de la famosa «Donación de Constantino», por la
cual el emperador cedía al papa la parte central de Italia originándose el Estado pon-
tificio.

En el plano religioso, la exaltación el individualismo y de la razón supuso la críti-


ca de la Iglesia y de sus instituciones en muchos aspectos, cobrando importancia en la
creación artística y literaria, que encontraba inspiración en las obras clásicas, la na-
turaleza y la escala humana. Desde Florencia, bajo el mecenazgo de nobles y príncipes,
los nuevos modelos del Quattrocento (s. XV) se difundieron al resto de Europa que,
durante el Cinquecento (s. XVI), conocería su renacimiento con la primacía capital
de Roma.

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M. Lara Martínez Renacimiento y Barroco

Figura 3. S
 anta María Novella, en Florencia. Figura 4. V
 ista de Florencia, con la cúpula de
Alberti (1458-1470) Santa María de las Flores, de Brune-
lleschi
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Figura 5. L
 a Piedad de Miguel Ángel, en la
Frente a las danzas macabras, repre- basílica de San Pedro, en el Vaticano
sentativas de la angustia bajomedieval,
hermosos cuerpos se muestran desnudos
en las obras artísticas (La Primavera de
Botticelli, Dánae recibiendo la lluvia de
oro de Tiziano, David de Miguel Ángel,
etc.). La renovación de los temas, con la
exaltación de los valores cívicos, con-
jugados con la mitología y las escenas
cristianas, la expresión de un orden, en
buena parte matemático, y el nacimiento
de la perspectiva caracterizan este estilo.
Figura 6. Templete de San Pietro in Montorio,
En el Quattrocento sobresalieron en Roma (Bramante, 1502)
en arquitectura Brunelleschi (que pro-
yectó la enorme cúpula de la catedral de
Florencia, Santa Maria del Fiore), en es-
cultura Donatello (David, Gattamelata,
etc.) y en pintura Botticelli (El nacimien-
to de Venus). En el Cinquecento desta-
caron Bramante y Miguel Ángel, en las
obras de San Pedro del Vaticano, Rafael
(Madonnas) y Leonardo da Vinci (Gio-
conda) en pintura.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

Una de las tareas más importantes del humanismo fue reconciliar el legado de la An-
tigüedad grecolatina con la tradición cristiana, fundiendo las dos corrientes intelectuales
y espirituales en una filosofía. Erasmo de Rotterdam, el principal representante del hu-
manismo, autor de obras como Elogio de la locura, criticó la generalización de prácticas
eclesiásticas arraigadas (compraventa de cargos, relajación de las costumbres del clero,
venta de bulas e indulgencias para obtener el perdón de los pecados, etc.) y defendió una
religiosidad más íntima basada en la lectura de la Biblia. Siguiendo sus doctrinas, cobró
fuerza la corriente del erasmismo, que defendía la creencia en una fe sencilla e interna,
libre de la intromisión y de la regulación de la Iglesia romana y se posicionaba en contra
del lujo y de la superficialidad en materia eclesiástica (monachatus non est pietas: el mo-
nacato no es la piedad).

Junto con el estudio de las lenguas clásicas, el humanismo potenció el empleo de


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las lenguas vernáculas en la transmisión del saber. En el marco del pensamiento rena-
centista en Italia, cabe citar, además de al ya mencionado Pico de la Mirandola, con su
Discurso sobre la dignidad del hombre, a Nicolás Maquiavelo, autor de El Príncipe,
uno de los tratados de doctrina política de mayor trascendencia, donde se expone la su-
premacía de la razón de Estado y la teoría de que el fin justifica los medios.

En Inglaterra hallamos a Tomás Moro, con su célebre Utopía, nombre de la idíli-


ca isla donde la propiedad común de los bienes y la tolerancia de los diferentes credos
hacían de aquella comunidad un espacio privilegiado en una Europa dividida por las
guerras de religión. En Francia, en el ámbito del pensamiento, sobresalió Jean Bodin,
teórico del absolutismo; en España, Antonio de Nebrija, con su Gramática castellana,
que fue la primera en esta lengua; y Luis Vives, humanista, pedagogo y autor de obras
como Sobre el alma y la vida y La educación de la mujer cristiana.

El humanismo también tuvo su eco en el ámbito de la experimentación, destacando


en astronomía Nicolás Copérnico, que formuló en De revolutionibus orbitum celestium
(1543) el heliocentrismo (el Sol es el centro y la Tierra y los demás planetas giraban en
torno a él), que venía a sustituir al geocentrismo, afianzado durante siglos. En química
y medicina sobresalieron Paracelso, alquimista, Vesalio, fundador de la anatomía mo-
derna, y Servet, que dio a conocer la circulación pulmonar de la sangre y fue condenado
a morir en la hoguera en Ginebra por los calvinistas.

Uno de los mayores exponentes de ese saber plural que caracteriza al hombre re-
nacentista es Leonardo da Vinci (1452-1519) que, además de artista, fue matemático,
mecánico e ingeniero. Sobre estas contribuciones se construiría en el siglo XVII la re-
volución científica, con astrónomos como Kepler, Galileo y Newton y filósofos como
el empirista Bacon y el racionalista Descartes, que introducirían cambios decisivos en
la cosmovisión del universo y en el método científico.

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3. LA REFORMA

Como hemos visto, el humanismo reivindicó el derecho a averiguar, a la luz de la


filosofía clásica, cómo fue transmitida la palabra de Dios. Los humanistas pusieron en
tela de juicio famosos textos. Entre ellos, la traducción latina de la Biblia, la Vulgata,
en la versión de San Jerónimo, fue sometida a examen por Lorenzo Valla, al tiempo
que Lefèbvre d’Étaples yuxtapondría su traducción latina de la Biblia a la de la Vulgata
para demostrar sus errores.

No obstante, los anhelos de reforma no procedían únicamente del humanismo. Desde


hacía siglos, las críticas a los abusos cometidos en el seno de la Iglesia (absentismo de
los obispos, simonía, falta de formación del clero, etc.) se extendieron, aunque en esta
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ocasión, los abusos no eran el objeto central de la crítica.

La incertidumbre acerca de los temas capitales de la doctrina (dogmas, eficacia de


los sacramentos, etc.) y la angustia por alcanzar la salvación harían que ciertos grupos
buscaran soluciones de tipo místico, como los alumbrados en Castilla o los practican-
tes de la devotio moderna, que seguían en los Países Bajos y en parte de Alemania y de
Francia el modelo de los Frères de la vie commune (Hermanos de la vida comunitaria)
de Windesheim. Su religiosidad estaba orientada más hacia el interior, a diferencia de
los acostumbrados ritos externos. La oración personal, la lectura de autores espirituales
y la meditación comunitaria formaban parte de su día a día.

En 1517, el fraile agustino alemán Martín Lutero inició sus críticas a la Iglesia con
la publicación de las 95 tesis contra la doctrina católica y la jerarquía eclesiástica. En
ellas negaba el valor de las indulgencias y proponía una nueva espiritualidad religiosa.
Lutero fue apoyado por los príncipes y nobles alemanes, deseosos de reforzar su autori-
dad frente a Carlos I y al papa.

En la Dieta de Worms, celebrada en dicha ciudad alemana en 1521, Lutero fue con-
denado al destierro por Carlos V, tras negarse a la retractación de sus tesis reformado-
ras. Ocho años después, a raíz de la Dieta de Spira, surgiría el término «protestantes»,
como un apodo peyorativo hacia los príncipes y representantes de las ciudades alemanas
que en esta reunión protestaron contra el edicto de Worms, que prohibía las doctrinas
luteranas y autorizaba al clero romano a perseguirlas.

La iniciativa de Lutero desencadenó la fragmentación de la cristiandad occidental.


El luteranismo conquistó buena parte de Alemania, alcanzó un éxito notable en los paí-
ses escandinavos y penetró en Bohemia, Hungría y Polonia.

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El calvinismo se consolidaría en los Países Bajos y en Francia, mientras que Suiza


se convirtió en un mosaico religioso con distritos que permanecieron firmes en el ca-
tolicismo, otros que siguieron a Zwinglio (reformador protestante suizo que hizo de la
Biblia la única autoridad en materia religiosa, rechazando la dependencia de Roma y es-
tableciendo que las misas se oficiaran en latín), otros al religioso alemán Oecolampadio,
que dirigió la Reforma en Basilea, y los seguidores de Calvino, en Ginebra.

Inglaterra optó por un camino propio bajo el impulso de Enrique VIII que, en 1534,
se proclamó jefe de la Iglesia anglicana (Acta de Supremacía), rompiendo los lazos con
la Iglesia de Roma, al negarse el papa Clemente VII a concederle la anulación de su ma-
trimonio con Catalina de Aragón.

El catolicismo se afianzó en los reinos hispánicos y en la Europa meridional. En el


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Concilio de Trento (1545-1563), la Iglesia católica declaró su fidelidad a los siete sa-
cramentos y a la presencia real de Cristo en la eucaristía, defendiendo la necesidad de
las buenas obras para salvarse, el culto a la Virgen y a los santos, la preeminencia del
papa y el celibato eclesiástico. Para difundir el espíritu religioso de la Contrarreforma
se crearon nuevas órdenes, como la Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de Lo-
yola en 1537, dependiente directamente del papa, y se promovieron reformas de otras,
como la del Carmelo llevada a cabo por Santa Teresa de Jesús.

Por su parte, los reformadores defendían el sacerdocio universal, reconocían solo


dos sacramentos (el bautismo y la eucaristía) y cuestionaban la intermediación de los
santos, apostando por una relación personal y directa entre el hombre y Dios. Para Lu-
tero únicamente la fe salvaba, relegando las obras a un papel secundario y, a juicio de
Calvino, Dios había elegido a sus hijos, los que habrían de salvarse, antes de la creación
del mundo, siendo expresada esta creencia en la doctrina de la predestinación.

En 1555, la paz de Augsburgo reconoció la existencia oficial de católicos y pro-


testantes. Según la fórmula «cuius regio, eius religio», el pueblo habría de adoptar la
religión de su gobernante, cristalizando así el modelo confesional.

4. EL SIGLO XVII, ¿UNA ÉPOCA DE CRISIS?

En Europa, continente árbitro en las relaciones internacionales en la Edad Moder-


na, en tanto que motor de las empresas «descubridoras» y conquistadoras, la crisis esta-
ba presente en el siglo XVII, como han confirmado los estudios de Trevor Aston, Eric
Hobsbawm, Geoffrey Parker y Hugh Trevor-Roper, entre otros.

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Se trataba de una crisis general provocada por varios factores: cambio climático
(«pequeña edad de hielo», por el descenso de las temperaturas), crisis económica (tras
una fase de auge económico con la llegada de metales preciosos de América, que oca-
sionó la «revolución de los precios», el s. XVII fue una etapa de recesión) y desórdenes
políticos y sociales, que hicieron de 1640-1660 el periodo en el que el Viejo Continente
conoció la más amplia e importante oleada de levantamientos hasta el final del Antiguo
Régimen (recordemos las revueltas de Cataluña y Portugal, que estallaron en 1640, la
Fronda acaecida en Francia en 1648-1653 y la primera revolución inglesa, iniciada tam-
bién en 1640, después de la cual se produciría la «gloriosa revolución» de 1688). A lo
largo del siglo XVII, la alta mortalidad ocasionada por las epidemias, especialmente la
peste bubónica, así como por la existencia de hambrunas hizo que la población se estan-
cara, a excepción de Holanda e Inglaterra.
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Algunos autores otorgaron calificativos a esta centuria que evidencian la dureza de la


coyuntura que se vivió. El historiador inglés Henry Kamen calificó el periodo 1550-1660
como el «siglo de hierro», pues compartía la opinión generalizada de que el siglo XVII
fue una época de crisis entre dos periodos de crecimiento: el XVI y el XVIII. No obstante,
otros historiadores han matizado la generalización. Por ejemplo, a juicio de Bartolomé Ben-
nassar, 1550 parece una fecha demasiado precoz para situar el cambio de coyuntura, al
tiempo que después de 1660 se alternaron cortos periodos de expansión con otros de tre-
mendas crisis parciales.

Por otro lado, profundizando más en


Figura 7. F
 achada de San Andrés del Quiri-
este concepto de crisis general del siglo nal, en Roma (Bernini, 1658-1670)
XVII, cabe señalar que, historiográfica-
mente, la obra del historiador marsellés
Paul Hazard, La crisis de la conciencia
europea 1680-1715, marcó un hito, en el
sentido de que situó en este periodo el cam-
bio sustancial en la cultura que precede a la
Ilustración. A partir de entonces, esta cate-
goría ha designado los 35 años que cons-
tituyen la etapa intermedia o de transición
entre la cultura del clasicismo francés y los
primeros pasos de Las Luces.

La crisis del siglo XVII puede ser in-


terpretada como el momento clave en la
transición del feudalismo al capitalismo.
El mercantilismo, que cifraba la riqueza

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en función de los metales preciosos atesorados, es el sistema económico imperante en


los siglos XVI y XVII. Desde el inicio de la modernidad, los banqueros –un grupo de
hombres de negocios con enorme poder económico– configuraron auténticas dinastías,
como la de los Fugger, que sustentaron la hacienda en tiempos de Carlos V.

La obra más universal de las letras hispánicas, El Quijote, no deja de revelar este
proceso, pues la crítica satírica a las novelas de caballerías, recreadoras de una mentali-
dad medieval, es manifestación de que, en torno a 1605, Cervantes estaba convencido de
que se había inaugurado un nuevo proceder en materia socioeconómica: las gestas caba-
llerescas y el amor cortés habían sido reemplazados por el interés económico.

Precisamente, la hipótesis de que la crisis del siglo XVII puede ser vista como
una transición hacia el capitalismo queda corroborada por el hecho de que los países
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que salieron reforzados de ella, sobre todo Inglaterra, se encaminaron hacia procesos
que conducirían en el siglo XVIII, al inicio de la Revolución Industrial y, con ello,
al establecimiento de unos nuevos medios y modos de producción, mientras que los
países que salieron en peores condiciones de la crisis, como la monarquía hispánica
de los Habsburgo, perderían el papel preponderante que hasta entonces habían tenido
en Occidente.

Otro de los efectos de la crisis del siglo XVII fue el cambio del eje de la civilización
hacia la Europa noroccidental, cobrando auge plazas como Londres y Amsterdam, fren-
te a las atlánticas Sevilla y Lisboa, que a su vez habían sustituido a las mediterráneas
Génova y Venecia en el siglo XVI. En este sentido, cabe recordar la obra del economista
y sociólogo alemán Max Weber La ética protestante y el espíritu del capitalismo, en
la que expuso su idea de que la laboriosidad protestante debía ser interpretada desde la
perspectiva de que el enriquecimiento es entendido como una señal de la predestinación
para la salvación eterna.

4.1. EL ABSOLUTISMO

El régimen político más característico del siglo XVII es el absolutismo, que supuso
un reforzamiento de la monarquía autoritaria. El rey absolutista se encontraba por enci-
ma de los habitantes de sus territorios. Su autoridad emanaba directamente de Dios, por
lo que era considerado su representante en la tierra.

Así pues, era la cabeza de la justicia y dirigía la política interior y exterior, sin com-
partir la soberanía con nadie, de ahí su nombre «absoluto», que deriva de «ab legibus
solutus», desvinculado de la ley (en el sentido de ley positiva), aunque su poder estaba

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restringido por el derecho natural (conjunto de leyes formadas por la costumbre), la ley
divina (a la que estaba sometido como creyente) y las limitaciones que los Parlamentos,
Cortes o Estados generales imponían al monarca, aunque los reyes no aceptaban las li-
mitaciones parlamentarias y no solían convocar las Cortes.

El mayor exponente de este sistema fue el francés Luis XIV (1643-1715), que tras-
ladó la corte a Versalles, un fastuoso palacio que se convirtió en el emblema de su poder.
Toda la corte giraba en torno a su persona, como el gran astro de Francia, por lo que fue
conocido como el «rey Sol». Para gobernar, el soberano se rodeó de consejeros y fun-
cionarios competentes por su capacidad, no por su título ni rango social.

4.2. LA MONARQUÍA HISPÁNICA EN EL SIGLO XVII


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El siglo XVII es, en nuestro país, el de crisis económica, el de dejación de la auto-


ridad real en manos de los validos (el duque de Lerma, en el reinado de Felipe III, y el
conde-duque de Olivares, en el de Felipe IV) y el de la regencia de Mariana de Austria
ante la minoría de edad de su desafortunado hijo Carlos II, el último monarca del Seis-
cientos español y de la Casa de Austria. Pero es también la edad áurea desde el punto
de vista cultural, en la que el Renacimiento y el Barroco son la expresión artística de una
Europa en la que Reforma y Contrarreforma pugnan por la conquista de las conciencias.

En El Quijote se reproduce la sociedad pintoresca presente en los territorios de la


monarquía hispánica, una sociedad llena de contradicciones, con un feudalismo enfermo
abocado a su fin y con un nuevo orden, basado en la primacía de lo económico, que se
implantaba con celeridad ante la fascinación causada por la llegada de metales de Amé-
rica, proceso que desencadenaría la revolución de los precios.

En el origen de la crisis española del siglo XVII hay que tener en cuenta la con-
junción de varios factores: descenso demográfico, guerras continuas, corrupción ad-
ministrativa, inflación provocada por la llegada de metales preciosos de América,
aumento de la presión fiscal, especialmente en Castilla, para financiar las empresas
de la Corona, etc.

Las dificultades económicas propiciaron la aparición de obras de reflexión sobre


estos temas. Sus autores fueron llamados «arbitristas», ya que estos «protoeconomis-
tas» se dedicaban a analizar las causas de la decadencia del siglo XVII y a proponer re-
medios («arbitrios») necesarios para que la Hacienda se recuperara y se restableciera así
la prosperidad perdida.

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Uno de estos arbitristas, el ovetense Martín González de Cellorigo, puso de ma-


nifiesto en 1600 algunos signos de aquella sociedad condenada en su Memorial de la
política necesaria y útil restauración de España y estados de ella, y desempeño univer-
sal de estos reinos:

«No parece sino que se han querido reducir estos reynos a una república
de hombres encantados que viven fuera del orden natural.»

A su juicio, la riqueza solo crecía «por la natural y artificial industria», de modo


que las operaciones especulativas y los privilegios administrativos empobrecían al reino,
provocando el abandono de los oficios y de las actividades productivas.
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Durante el siglo XVII, los reinos hispánicos siguieron inmersos en conflictos, ex-
ternos e internos. La guerra de los Treinta Años (1618-1648) y el enfrentamiento con
Francia (1635-1659) finalizaron, respectivamente, con las paces de Westfalia y de los
Pirineos. Los levantamientos de Portugal y de Cataluña culminaron con la independen-
cia del primer territorio citado y con el fallido intento del segundo de anexión a Francia.

Al morir Felipe IV en 1665, los Habsburgo vivieron su última etapa en España.


Carlos II falleció en 1700 sin dejar herederos y la guerra de Sucesión (1700-1714) de-
cidiría el destino de la monarquía hispánica, inclinándose la balanza hacia el lado de los
Borbones.

4.3. LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS

Entre 1618 y 1648, Europa central vivió la guerra de los Treinta Años, en la que in-
tervinieron la mayor parte de las grandes potencias de la época. La elección del católico
Fernando II como emperador puso a la nobleza de Bohemia, protestante, en una situación
de rebelión. Los bohemios eligieron a Federico V del Palatinado como líder y cuando
Fernando II envió a dos consejeros católicos y sus representantes al castillo Hradčany
de Praga, en mayo de 1618, para preparar el camino para su llegada, los calvinistas de
Bohemia los secuestraron y los arrojaron por una ventana de la fortaleza.

La defenestración de Praga (que, por otra parte, no causó pérdidas humanas) su-
puso el inicio de la sublevación bohemia, que se extendió pronto por Silesia, Lusacia y
Moravia. Pronto, la guerra se extendió al oeste de Alemania y Fernando II tuvo que re-
clamar la ayuda de su sobrino y yerno, Felipe III, rey de los territorios hispánicos.

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En 1648, la paz de Westfalia puso fin a la contienda y el mapa europeo experimen-


tó cambios notables: una nueva potencia, Francia, ascendió en Europa, al tiempo que el
viejo imperio de los Austrias caminaba hacia su hundimiento. Alemania se fragmentó
en 300 Estados y Holanda consiguió su independencia. El viejo sueño de Carlos V de
conseguir una Europa cristiana se vio frustrado triunfando, frente a las formas de poder
supranacionales, los Estados-nación.

La proclamación de la igualdad y de la libertad religiosa marcó el fin de la época


de las guerras de religión que habían ensangrentado el Viejo Continente en la centuria
anterior.
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4.4. EL LENTO PROGRESO DE INGLATERRA

En el siglo XVII, Inglaterra conoció un progreso efectivo, aunque lento, a pesar de


la crisis de la década de 1640. Protegida por su condición insular, pudo haberse librado
de los conflictos del siglo de no haberse volcado en una cruenta guerra civil que se ex-
tendería desde 1641 hasta 1646 y que finalizaría con la ejecución de los ministros más
notables y del propio rey Carlos I en 1649.

En el campo, el paisaje se vio notablemente modificado pues los propietarios cerca-


ron sus tierras (enclosures), rompiendo el sistema comunal de la vieja Inglaterra (open-
fields: campos abiertos). De este modo, los terratenientes ingleses pudieron dedicarse a
la producción de cereales, a la cría de mayor número de ovejas y a la protoindustria tex-
til y metalúrgica, base de la posterior Revolución Industrial.

En 1688, la gloriosa revolución derrocó a Jacobo II y entronizó a Guillermo III,


príncipe de Orange, y a su esposa, María II. La Declaración de derechos (1689) dio ori-
gen a una nueva monarquía, controlada por el Parlamento (Cámara de los Comunes).
En estos años, la clase política se dividiría en dos tendencias: los tories (conservadores)
y los whigs (liberales).

Asimismo, durante el siglo XVII, los ingleses consiguieron crear colonias definiti-
vas en Norteamérica: las de Virginia (Jamestown) y las de Massachusetts, con el viaje
del Mayflower y de los «Padres peregrinos» (1620). Los colonos de Virginia eran, en su
mayoría, fieles al anglicanismo, mientras que los de Massachusetts eran disidentes reli-
giosos, más tarde llamados «puritanos». Otras colonias fueron New Hampshire (1624)
y Maryland (1632), creada por católicos.

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5. EL BARROCO

Frente al racionalismo y al equilibrio renacentista, en el siglo XVII se propusieron


nuevos valores estéticos que marcaron el inicio de una nueva corriente, el Barroco, que lejos
de ser únicamente un estilo artístico, impregnó todas las facetas de la cultura y de la vida.

La expresión del movimiento mediante la curva, la importancia de la luz y del


color en la creación de las formas y el gusto por lo teatral y lo escénico caracterizaron
las obras del XVII, pues el objetivo del artista era exaltar los sentimientos, emocionan-
do y sorprendiendo al espectador.

Una de las obras más expresivas de la profunda antropología del Barroco es El sueño
del caballero de Antonio de Pereda. Perteneciente al género de las «vanitas», caracterizado
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por la representación de objetos inanimados en un espacio interior con una intencionalidad


moralizante, esta pintura es una representación alegórica donde los distintos elementos (re-
lojes de arena, joyas, libros, monedas, vajillas, viandas, etc.) son imágenes simbólicas de la
brevedad de la vida y de la fugacidad de la posesión de los bienes terrenales.

La Iglesia de la Contrarreforma halló en los artistas católicos eficaces propagandistas


de su mensaje. En arquitectura, Bernini remató la basílica de San Pedro del Vaticano con
una gran columnata elíptica en el exterior. En escultura, la imaginería expresó con veraci-
dad los sentimientos de escenas amables o dramáticas (Éxtasis de Santa Teresa, de Bernini).
En pintura, asistimos al triunfo del color sobre el dibujo y a la organización del diseño com-
positivo mediante formas abiertas y dinámicas (Crucifixión de San Pedro, de Caravaggio).

Figura 8. P
 laza de El Vaticano, con la columna- Figura 9. Baldaquino de San Pedro de El Va-
ta de Bernini ticano

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El Barroco también fue un estilo que mostró la grandeza de las monarquías absolutas.
El Palacio de Versalles y sus jardines son ejemplo de ello. En Holanda y en Alemania, las
obras de arte fueron encargadas por clientes burgueses y el arte se volvió más intimista
y cotidiano. Entre los principales artistas flamencos y holandeses, sobresalen Vermeer
(El taller del pintor), Rembrandt (Lección de anatomía) y Rubens (Las tres gracias).

6. EL SIGLO DE ORO ESPAÑOL

En 1849, el hispanista norteamericano George Ticknor (1791-1871) consagró el


concepto de «Siglo de Oro» en su Historia de la literatura española, para hacer refe-
rencia a la etapa de esplendor cultural acaecida en los reinos hispánicos entre 1492 y
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1665. Cuando Ticknor examinó la excelente producción literaria de los escritores es-
pañoles de los siglos XVI y XVII, hubo de recordar la expresión «Siglo de Oro» con
la que Lope de Vega aludía a su propio tiempo y las palabras que Cervantes recogió en
el capítulo XI de la segunda parte de El Quijote aludiendo a una primitiva edad áurea
(véase el texto de la actividad 2 de Ejercicios voluntarios de esta Unidad didáctica).

Durante el Siglo de Oro, los reinos hispánicos produjeron obras inmortales en la li-
teratura universal, tales como La Celestina de Fernando de Rojas, el anónimo Lazarillo
de Tormes y el famoso Quijote, a los que debemos sumar la mística de San Juan de la
Cruz y Santa Teresa de Jesús.

En las artes plásticas podemos diferenciar tres fases. La primera de ellas es el


renacimiento, introducido en la primera mitad del siglo XVI, con los pintores Juan de
Juanes, Sánchez Coello y Luis de Morales; los escultores Alonso Berruguete y Juan de
Juni; y los arquitectos Covarrubias y Vandelvira.

La segunda es el manierismo, una


Figura 10. Monasterio de El Escorial, manda-
etapa de transición desarrollada en Espa- do construir por Felipe II
ña durante la segunda mitad del siglo XVI,
si bien es cierto que en arquitectura se vio
eclipsado por la construcción de El Esco-
rial, obra de Juan Bautista de Toledo y Juan
de Herrera, donde sobresalen las escultu-
ras de los Leoni. En esta época, El Greco
desarrolló su pintura de figuras alargadas
y vistas de Toledo, la ciudad que él adoptó
como propia cuando se instaló en España.

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La tercera fase es el barroco, desa- Figura 11. 


Plaza Mayor de Madrid (Juan
rrollado en el siglo XVII y en la primera Gómez de Mora, 1617)
mitad del siglo XVIII. En arquitectura,
cabe citar a Juan Gómez de Mora, a quien
se debe la Plaza Mayor de Madrid y la
Clerecía de Salamanca. Un estilo arqui-
tectónico barroco propio del arte español
fue el churrigueresco, llamado así por ser
iniciado por la familia de arquitectos y
retablistas Churriguera, que llevaron a
cabo, entre otras edificaciones, el pobla-
do de Nuevo Baztán y el palacio de los
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Goyeneche en Madrid (actual sede de la


Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando). Se desarrolló en el primer ter-
cio del siglo XVIII y se caracterizó por
presentar una decoración exuberante. Fueron discípulos de los Churriguera Pedro de
Ribera (autor de la fachada principal del monasterio de Uclés, Cuenca, conocido como
«El Escorial de la Mancha») y Casas Novoa (que ejecutó la fachada del Obradoiro de
la catedral de Santiago).

Figura 12. Fachada del Obradoiro de la catedral de Santiago de Compostela, de


Fernando de Casas Novoa. Siglo XVIII

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Figura 13. Basílica de El Pilar, en Zaragoza (Herrera el Mozo, 1680)


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En escultura destacaron Alonso Cano (célebre por sus tallas de la Inmaculada


Concepción y por sus pinturas, como la de Cristo y la samaritana), Gregorio Fernán-
dez (autor de varios Cristos yacentes, entre ellos el de El Pardo) y Francisco Salzillo
(a él pertenecen numerosos pasos procesionales de la Semana Santa murciana), crea-
dores de imágenes religiosas amables y otras de un profundo dramatismo que contri-
buían a difundir el espíritu de la Contrarreforma. En pintura, esta etapa conoció
grandes genios como Velázquez (La fragua de Vulcano, Las meninas, etc.), Murillo
(Inmaculadas) y Zurbarán (con sus escenas de frailes, como San Hugo en el refectorio
de los Cartujos) que dieron al arte español resonancia universal.

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 CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER


• Antropocentrismo. Concepción de que el hombre era el centro del univer-
so, recuperada y difundida por el Renacimiento.
• Cinquecento. Siglo XVI. Nombre con el que se conoce el afianzamiento
del renacimiento en Italia.
• Hugonotes. Protestantes franceses que adoptaron el credo calvinista. En
los reinados de Francisco I y Enrique II fueron duramente perseguidos.
• Mercantilismo. Sistema económico imperante en los siglos XVI y XVII,
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según el cual la riqueza de un reino se cifraba en función de los metales


preciosos que tuviera.
• Quattrocento. Siglo XVI. Nombre con el que se conoce la primera etapa
del renacimiento en Italia.
• Régimen polisinodial. Organización política de las monarquías absolutas
de los reinos hispánicos durante el Antiguo Régimen, basado en consejos,
que elevaban consultas al monarca, quien resolvía según su parecer.
• Valido. Figura política propia de la monarquía hispánica que alcanzó su
plenitud bajo los llamados Austrias menores en el siglo XVII. Aunque no
puede ser considerada como una institución o cargo oficial, dos de sus ras-
gos propios fueron la relación de íntima amistad con el rey y la intervención
directa en el gobierno.

 ACTIVIDADES DE REPASO

Enunciado 1

Contesta a las siguientes preguntas:

• ¿Quién puso en marcha la Reforma?

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M. Lara Martínez Renacimiento y Barroco

• ¿Cuáles son las principales diferencias entre las creencias de los católicos
y de los protestantes?

• ¿Qué diferentes grupos se pueden diferenciar dentro del protestantismo?

Enunciado 2

Busca información sobre Erasmo de Rotterdam y explica qué fue el erasmismo.

Enunciado 3
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Explica el significado de los siguientes versos de Quevedo:

«Nace en las Indias honrado


donde el mundo le acompaña;
viene a morir a España
y es en Génova enterrado.

Y pues quien le trae al lado


es hermoso, aunque sea feo,
poderoso caballero
es don Dinero.»

Enunciado 4

Describe las virtudes del caballero renacentista según el texto de El cortesano de


Castiglione.

«Que sepa no solo la lengua latina, sino también la griega (…) que esté
versado en los poetas y paralelamente en los oradores e historiadores, y ade-
más, diestro en escribir en prosa y en verso, principalmente en nuestra lengua
vulgar (…).
No estaré satisfecho de nuestro caballero si no es músico y si, además de
la capacidad y hábito de leer su partitura en el libro, no sabe tocar diversos ins-

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trumentos (…). Hay todavía una cosa que estimo de gran importancia y nues-
tro caballero no la debe abandonar: el talento de dibujar y el conocimiento de la
pintura (…).
Quiero que nuestro cortesano sea un perfecto caballero en todos los as-
pectos.»

Baltasar Castiglione: El cortesano, 1528.

Enunciado 5

Completa la siguiente tabla sobre el renacimiento y el barroco, indicando una obra


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arquitectónica, otra escultórica y otra pictórica de cada estilo. Comenta una de las obras
que cites, siguiendo las pautas de análisis de imágenes explicadas en la Unidad didác-
tica 1 de este manual.

Renacimiento Barroco

Arquitectura

Escultura

Pintura

 EJERCICIOS VOLUNTARIOS

Tras el estudio de esta Unidad didáctica, el estudiante puede hacer, por su cuenta,
una serie de ejercicios voluntarios, como los siguientes:

1. Responde al siguiente cuestionario:

• ¿Quién escribió el Elogio de la locura?

– Tomás Moro.

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– Erasmo de Rotterdam.
– Martín Lutero.

• ¿Quién fue el último monarca español de los Habsburgo?

– Carlos II.
– Felipe IV.
– Fernando I.

• ¿Quién fue el primer marino que dobló el cabo de Buena Esperanza?

– Elcano.
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– Bartolomé Díaz.
– Vasco de Gama.

• ¿Cómo se llamaban los protoeconomistas que escribían consejos para


mejorar la situación económica en el siglo XVII?

– Arbitristas.
– Escolásticos.
– Juristas.

2. Comenta el siguiente texto:

«Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos


pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta
nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella ven-
turosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían
ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa
edad todas las cosas comunes: a nadie le era necesario para alcanzar
su ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzar-
le de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando
con su dulce y sazonado fruto (…)
No había la fraude, el engaño ni la malicia mezclándose con la
verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus proprios términos, sin
que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del interese, que
tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen (…)

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

Las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por


dondequiera, sola y señera, sin temor que la ajena desenvoltura y
lascivo intento le menoscabasen, y su perdición nacía de su gusto
y propia voluntad. Y agora, en estos nuestros detestables siglos, no
está segura ninguna, aunque la oculte y cierre otro nuevo laberinto
como el de Creta (…)»

Miguel de Cervantes, El Quijote, segunda parte, capítulo XI.

3. Elige una obra literaria del Siglo de Oro español y explica brevemente el
contexto que recrea.
4. A partir de la lectura del texto y de la información proporcionada sobre el
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contexto del mismo, responde a las cuestiones formuladas.


En 1624, el conde duque de Olivares dirigió al rey Felipe IV un memorial
en el que expuso sus ideas en torno a la monarquía hispana. El proyecto era
convertir el conglomerado de reinos y territorios gobernados por los Habs-
burgo españoles en una monarquía unitaria y centralizada, basada en las
leyes y costumbres del reino de Castilla. Este proyecto fracasó y no llegó
a consumarse hasta el siglo XVIII, con la llegada al trono español de la di-
nastía Borbón.
A continuación, se cita un fragmento del Gran Memorial del conde duque
de Olivares, dirigido a Su Majestad Felipe IV:

«(…) Tenga V. M. por el negocio más importante de su Monar-


quía, el hacerse Rey de España; quiero decir, Señor, que no se con-
tente V. M. con ser Rey de Portugal, de Aragón, de Valencia, Conde
de Barcelona,… sino que trabaje y piense con consejo mudado y se-
creto, por reducir estos reinos de que se compone España, al estilo y
leyes de Castilla sin ninguna diferencia, que si V. M. lo alcanza será
el Príncipe más poderoso del mundo.
Conociendo que la división presente de leyes y fueros enfla-
quece su poder y le estorba conseguir fin tan justo y glorioso, y tan
al servicio de nuestro señor, extender la Religión Cristiana, y cono-
ciendo que los fueros y prerrogativas particulares que no tocan en el
punto de la justicia (que ésa en todas partes es una y se ha de guar-
dar) reciben alteración por la diversidad de los tiempos y por mayores
conveniencias se alteran cada día y los mismos naturales lo pueden

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M. Lara Martínez Renacimiento y Barroco

hacer en sus cortes, (…) se procure el remedio por los caminos que
se pueda, honestando los pretextos por excusar el escándalo, aunque
en negocio tan grande se pudiera atropellar por este inconveniente,
asegurando el principal. (…).
Tres son, Señor, los caminos que a V. M. le pueden ofrecer la
ocasión (…)
El primero, Señor, y el más dificultoso de conseguir (pero el
mejor pudiendo ser) sería que V. M. favoreciese los de aquel reino,
introduciéndolos en Castilla, casándolos en ella, y los de acá, allá
y con beneficios y blandura, los viniese a facilitar de tal modo, que
viéndose casi naturalizados acá con esta mezcla, por la admisión a
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los oficios y dignidades de Castilla, se olvidasen los corazones de


manera de aquellos privilegios que, por entrar a gozar de los de este
reino igualmente, se pudiese disponer con negociación esta unión tan
conveniente y necesaria.
El segundo sería, si hallándose V. M. con alguna gruesa arma-
da y gente desocupada, introdujese el tratar de estas materias por
vía de negociación, dándose la mano aquel poder con la inteligencia
y procurando que, obrando mucho la fuerza, se desconozca lo mas
que se pudiere, disponiendo como sucedido acaso, lo que tocare a
las armas y al poder.
El tercer camino, aunque no con medio tan justificado, pero el
más eficaz, sería hallándose V. M. con esta fuerza que dije, ir en per-
sona como a visitar aquel reino donde se hubiere de hacer el efecto,
y hacer que se ocasione algún tumulto popular grande y con este pre-
texto meter la gente, y en ocasión de sosiego general y prevención
de adelante, como por nueva conquista asentar y disponer las leyes
en conformidad con las de Castilla y de esta misma manera irla eje-
cutando con los otros reinos (…)
El mayor negocio de esta monarquía, a mi ver, es el que he re-
presentado a V. M. y en qué debe V. M. estar con suma atención, sin
dar a entender el fin, procurando encaminar el suceso por los medios
apuntados.»

Tomado de Díaz Plaja, F.: La historia de España en sus documentos:


el siglo XVII, Madrid, 1957, págs. 119-121.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

Se propone lo siguiente:

• ¿Por qué creía Olivares que era ventajoso para Felipe IV que el resto de
reinos de la monarquía hispánica se ajustaran a las leyes de Castilla?
• ¿Qué diferencia había entre las leyes de Castilla y las de los demás
reinos?
• ¿Qué medidas le aconsejaba tomar Olivares a Felipe IV para conse-
guir el engrandecimiento de la monarquía?

5. Investiga sobre algún explorador que llevara a cabo viajes de descubrimien-


to o de conquista a América.
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 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Básica

BENNASSAR, B.: La Europa del Renacimiento, Madrid, Anaya, 1988.


ELLIOT, J. H.: Europa en la época de Felipe II, Barcelona, Crítica, 2001.
FLORISTÁN, A.: Historia moderna universal, Barcelona, Ariel, 2002.
HAZARD, P.: La crisis de la conciencia europea 1680-1715, 3.ª ed., Madrid, Pegaso, 1975.
KAMEN, H.: El siglo de hierro. Cambio social en Europa, 1550-1660, Madrid, Alianza, 1982.
LARA MARTÍNEZ, M.: Brujas, magos e incrédulos en la España del Siglo de Oro, Cuenca, Alderabán,
2013.
TREVOR-ROPER, H.: La crisis del siglo XVII: religión, reforma y cambio social, Madrid, Katz, 2009.

En la red

http://centros1.pntic.mec.es/~devallea/isabel/index.html
http://www.archivodelafrontera.com/
http://www.fordham.edu/halsall/mod/modsbook.asp
http://www.portalplanetasedna.com.ar/menu_historia_moderna.htm

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M. Lara Martínez Renacimiento y Barroco

Avanzada

ASTON, T. (ed.): Crisis en Europa 1560-1660, Madrid, Alianza, 1965.


BENNASSAR, B.: La Europa del siglo XVII, Madrid, Anaya, 1989.
DOMÍNGUEZ ORTIZ, A. et al: La crisis del siglo XVII: la población, la economía, la sociedad, Madrid,
Espasa-Calpe, 1989.
LARA MARTÍNEZ, M.: «Luis XIV, la toma del poder», en Historia national geographic, núm. 81,
págs. 76-87.
— «Cervantes, entre las armas y las letras», en Historia national geographic, núm. 85, págs. 16-19.

WEBER, M.: La ética protestante y el espíritu del capitalismo, introd. y ed. crítica de Francisco Gil Ville-
gas M., México, Fondo de Cultura Económica, 2003.
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7
UNIDAD
DIDÁCTICA

la ilustración
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PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS

1. Economía y sociedad en el siglo xviii


2. La Ilustración. Concepto y características
2.1. Les Lumières
2.2. La Ilustración en Europa
2.3. La Enciclopedia
2.4. La crítica de la religión

3. El despotismo ilustrado
4. El retorno a los órdenes clásicos
5. España en el siglo xviii
5.1. La guerra de Sucesión y los primeros reinados borbónicos
5.2. Economía, sociedad y cultura

CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER

ACTIVIDADES DE REPASO

EJERCICIOS VOLUNTARIOS

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

 PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS
Presentación

La Unidad didáctica 7 está dedicada al Siglo de las Luces. Sobre la igualdad y la


libertad natural descansa toda la teoría sociopolítica de la Ilustración, y los filósofos se
preocuparon mucho de divulgar sus ideas, surgiendo así la Enciclopedia, el monumento
que la cultura del XVIII se erigió a sí misma.
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Si la Edad Media había buscado las respuestas en el cielo y el Renacimiento bebió


en las fuentes de la Antigüedad, los ilustrados orientaron su mirada al futuro, defendien-
do la razón, en tanto que prisma desde el que comprender el mundo, y el progreso, como
cauce para desafiar la rigidez de la sociedad estamental.

El deísmo fue la opción mayoritaria de los ilustrados ante la religión, por lo que,
si el universo había sido creado por el dios arquitecto o relojero, el individuo solo ne-
cesitaba las leyes naturales y su capacidad racional para desenvolverse, rechazando por
irracionales el pecado, el rito, el dogma y el milagro.

Objetivos

La Unidad didáctica 7 permitirá al estudiante alcanzar los siguientes objetivos:

• Profundizar en el concepto de Ilustración, estudiando sus causas, el desa-


rrollo y sus consecuencias.
• Conocer la situación política existente en Europa en el siglo XVIII.
• Analizar la economía y la sociedad en el siglo XVIII.
• Conocer las contribuciones artísticas y culturales.
• Estudiar las aportaciones a la historia universal de los principales filósofos
ilustrados.
• Conocer el despotismo ilustrado y los monarcas más representativos del
mismo.
• Profundizar en el estudio de la guerra de Sucesión española y la posterior
organización de los reinos mediante los Decretos de Nueva Planta.

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M. Lara Martínez La Ilustración

1. ECONOMÍA Y SOCIEDAD EN EL SIGLO XVIII

En el siglo XVIII, el Antiguo Régimen (nombre que los revolucionarios france-


ses otorgaron a la época cuyo fin anhelaban) asistió a sus últimas décadas de vida. En
1700, la mayor parte de los Estados europeos, a excepción de Gran Bretaña, se hallaban
gobernados por monarcas absolutos, que fundamentaban su poder en el origen divino
de su autoridad.
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Como hemos señalado en las Unidades didácticas precedentes, la sociedad del An-
tiguo Régimen era de carácter estamental. La nobleza, el clero y el tercer estado eran
los grupos en los que se organizaba la pirámide social. Sin embargo, en el siglo XVIII
cobraría fuerza la burguesía, un sector con poder económico y formación cultural, aun-
que integrado en el pueblo llano (no gozaba de privilegios), que logró imponer las ideas
y modas que seguiría la aristocracia y que se convertiría en la protagonista de las revo-
luciones que marcarían el inicio a la Edad Contemporánea.

Durante el siglo XVIII, el crecimiento demográfico se tradujo en una mayor pre-


sión sobre los recursos agrícolas, de manera que el incremento de la demanda de tierras
y productos ocasionó una subida de los precios.

La concentración de la propiedad en manos de una minoría (por ejemplo, en el reino


de Castilla el 65% del suelo cultivable era controlado por la nobleza y la Iglesia) desen­
cadenó una creciente resistencia antiseñorial en la segunda mitad del siglo XVIII, en-
marcándose en este contexto los motines de 1766, registrados en diversas ciudades, como
Madrid, Zaragoza y Guipúzcoa.

En el siglo XVIII, cobraría fuerza la fisiocracia, doctrina económica que sostenía


que la riqueza de un Estado había que buscarla en la naturaleza, exactamente en la agri-
cultura. Su escenario fue Francia y su principal teórico Quesnay.

Desde mediados de la centuria cobraría fuerza el librecambismo, práctica económi-


ca que fomentaba los intercambios comerciales entre países, eliminando cualquier tipo
de trabas aduaneras a fin de fomentar las exportaciones. Esta doctrina se inició funda-
mentalmente en Inglaterra y propugnó la no intervención estatal en el comercio inter-
nacional, por lo que se ha considerado como un primer capitalismo.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

En 1776, Adam Smith, padre del liberalismo económico, publicó La riqueza de


las naciones, cuya tesis es que la riqueza del Estado no radica ni en la acumulación de
metales preciosos (mercantilismo) ni en la agricultura (fisiocracia), sino en la libertad.
El Estado no ha de intervenir en la actividad económica, sino que debe dejar total liber-
tad a la iniciativa privada, pues la división del trabajo y la libre competencia potencian
el crecimiento económico y, por tanto, el bienestar social. Las contradicciones engen-
dradas por las leyes del mercado serían corregidas por la «mano invisible» del sistema.

La agricultura experimentó una profunda transformación de base científica, al


establecerse el sistema de la rotación de los cultivos y la selección de las semillas.
La mecanización del campo, merced a los adelantos tecnológicos que propiciarían la
Revolución Industrial desde finales de la centuria, llevaría consigo importantes cam-
bios que afectarían a los modos de producción y a la estructuración social.
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2. LA ILUSTRACIÓN. CONCEPTO Y CARACTERÍSTICAS

La Ilustración fue un movimiento intelectual desarrollado en Europa en el siglo XVIII,


que defendió la autonomía de la razón para combatir la ignorancia y el fanatismo reli-
gioso. Esta época es conocida como el «Siglo de las Luces», porque se pretendía que la
luz de la razón iluminara el conocimiento.

En el siglo XVIII, la singularidad y verticalidad de la luz (verdad divina o auto-


ridad del rey Sol) fueron sustituidas por la pluralidad y la horizontalidad de las luces
(red de relaciones entre los seres, acumulación enciclopédica de los conocimientos). De
hecho, en las distintas lenguas la palabra «Ilustración» incluye la alusión al término «luz»
(Aufklärung, Enlightenment, Lumières, Illuminismo). En contraposición, en la primera
mitad del siglo XIX, el Romanticismo ensalzaría la noche, el misterio y la religión ba-
sada en el sentimiento.

La filosofía ilustrada no fue una filosofía académica, elaborada en el seno de las


instituciones universitarias, sino gestada en las academias, los salones y los cafés. Los
ilustrados sintieron una profunda preocupación por el presente histórico que estaban vi-
viendo. Es conocido cómo Kant definió a la Ilustración. Tomando como lema la frase del
poeta latino Horacio, «sapere aude» (atrévete a saber), afirmó que la Ilustración debía
ser la salida del hombre de la minoría de edad.

Desde los comienzos del siglo, la crítica salió de las bibliotecas y de las aulas es-
colásticas para reconocer las calles, las plazas y los pueblos. Paul Hazard diferencia tres

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M. Lara Martínez La Ilustración

momentos o recursos estilísticos sucesivos en el ejercicio de la crítica: en primer lugar,


el recurso tragicómico y burlesco, herencia de la centuria anterior; después, la llegada
de los viajeros que, fingiendo mirar a Europa con ojos nuevos, descubrieron sus extra-
vagancias, sus defectos y sus vicios (los persas de Montesquieu, el Micromegas de Vol-
taire o el marroquí de Cadalso); en tercer lugar, hay que destacar el procedimiento de
otros viajeros, como Gulliver, que descubrieron maravillosos países que avergonzaban
al Viejo Continente.

La Ilustración fue un movimiento cosmopolita e interdisciplinar. El siglo XVIII


tuvo como rasgo distintivo, frente al XVI y al XVII, el propósito de llevar el pensamien-
to a la sociedad, esto es, el deseo de tener una estrecha interacción con la sociedad de
la época. Así pues, la Ilustración postula una filosofía militante, comprometida con la
marcha de la historia, un pensamiento volcado hacia el exterior, hacia el mundo, que no
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se repliega sobre sí mismo.

Existe una estrecha relación entre el pensamiento y la pedagogía ilustrada. La Ilus-


tración necesita una nueva pedagogía y, aunque los filósofos ilustrados no se dedican en
sentido estricto a la enseñanza en colegios y universidades, todos quieren ser pedago-
gos. Por ello, en la Ilustración se escribieron más tratados pedagógicos que en cualquier
otro tiempo.

Esta época de pasión por la educa- Figura 1. P


 anteón de París, donde se encuentran
los restos mortales de muchos ilustra-
ción solo puede ser comparada con la de
dos, entre ellos Voltaire y Rousseau
Sócrates y los sofistas. Se escriben mu-
chos tratados, es decir, hay preocupación
por la educación desde un punto de vista
teórico, pero también hay interés por la
educación práctica. Platón escribió la
República como gran texto político y
pedagógico, defendiendo que una buena
educación era un medio eficaz para crear
una buena política. En la Ilustración, apa-
reció el Emilio de Rousseau. No en vano,
Ortega y Gasset definiría al siglo XVIII
como «el siglo educador».

Como hemos mencionado ante-


riormente, junto a la faceta teórica de la
Ilustración, es necesario señalar su di-
mensión de filosofía militante, que con-

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

tribuyó a propiciar el cambio en la sociedad y motivó dos acontecimientos políticos: la


independencia de las trece colonias británicas y la formación de los Estados Unidos en
1776 y la Revolución francesa de 1789. En definitiva, la Ilustración supuso una revolu-
ción de los espíritus, que generaría una revolución real, como atestiguan los dos proce-
sos señalados.

2.1. LES LUMIÈRES

La Ilustración francesa supuso un grado de radicalización nunca visto en las rela-


ciones entre el movimiento filosófico y la tradición religiosa. De entre los pensadores del
Siglo de las Luces, cabe destacar las reflexiones de Montesquieu, Voltaire y de Rousseau.
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Charles-Louis de Secondat (1689-1755), barón de Montesquieu, se hizo célebre


con la publicación de sus Cartas persas (1721), una crítica sarcástica de la sociedad del
momento que le valió la entrada en la Academia francesa (1727).

En 1748 publicó su principal obra, El espíritu de las leyes, donde mostró que la
estructura del gobierno y del derecho dependía de las condiciones en las que vivía cada
pueblo. Por tanto, a su juicio, para crear un sistema político estable había que tener en
cuenta el desarrollo económico del país, sus costumbres y tradiciones, e incluso los de-
terminantes geográficos y climáticos.

De los diversos modelos políticos que definió, Montesquieu asimiló la Francia de


Luis XV (una vez eliminados los parlamentos) al despotismo, que descansaba sobre
el temor de los súbditos; alabó la república (edificada sobre la virtud cívica del pue-
blo, que él identificaba con una imagen idealizada de la Roma republicana) y definió la
monarquía como un régimen en el que también era posible la libertad, pero no como
resultado de una virtud ciudadana difícilmente alcanzable, sino de la división de pode-
res y de la existencia de poderes intermedios (como el clero y la nobleza) que limitaran
las ambiciones del príncipe.

El poder debía estar separado en tres niveles: legislativo (que hace las leyes), en
manos del Parlamento; ejecutivo (que hace cumplir la ley), en el rey y los ministros; y
judicial (que imparte justicia), en manos de jueces y tribunales.

François Marie Arouet (1694-1778), más conocido como Voltaire, es una de las
figuras intelectuales dominantes del siglo. Fue hijo de un notario y estudió en el colegio
de jesuitas Louis-le-Grand de París, frecuentando también la sociedad libertina del Tem-
ple, donde era admirado por su ingenio independiente. Estuvo en La Haya (1713) como

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M. Lara Martínez La Ilustración

secretario de embajada, pero un idilio con la hija de un refugiado hugonote le obligó a


regresar a París. Inició la tragedia Edipo (1718) y escribió unos versos irrespetuosos, di-
rigidos contra el regente, que le valieron la reclusión en la Bastilla (1717). Una vez libe-
rado, fue desterrado a Châtenay, donde adoptó el seudónimo de Voltaire, anagrama de
«Arouet L(e) J(eune)» o del lugar de origen de su padre, Air-vault.

Un altercado con el caballero de Rohan, en el que fue apaleado por los lacayos de
este, condujo a Voltaire de nuevo a la Bastilla; al cabo de cinco meses, fue liberado y
exiliado a Gran Bretaña entre 1726 y 1729. En la corte de Londres y en los medios li-
terarios y comerciales británicos fue acogido calurosamente. Publicó Henriade (1728)
y obtuvo un gran éxito teatral con Brutus (1730), aunque la obra que mayor impacto
provocó fue Cartas filosóficas o Cartas inglesas (1734), en las que Voltaire convirtió en
un brillante reportaje sobre Gran Bretaña en una crítica del régimen francés. Se le dictó
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orden de arresto, pero logró escapar, refugiándose en Cirey, en la Lorena, donde gracias
a la marquesa de Châtelet pudo llevar una vida acorde con sus gustos.

Ciertas composiciones, como el Poema de Fontenoy (1745), le acabaron de intro-


ducir en la corte, para la que realizó misiones diplomáticas ante Federico II. Luis XV
lo nombró historiógrafo real e ingresó en la Academia francesa en 1746. Unos años
después, su pérdida de prestigio en la corte y la muerte de la marquesa de Châtelet mo-
vieron a Voltaire a aceptar la invitación de Federico II. Durante su estancia en Potsdam,
escribió El siglo de Luis XIV (1751) y continuó con Micromegas (1752), la serie de sus
cuentos iniciada con Zadig (1748).

El filósofo ginebrino Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) es considerado como


un puente entre la Ilustración y el Romanticismo que caracteriza el inicio de la contem-
poraneidad. Sin apenas haber recibido educación, trabajó como aprendiz con un notario
y con un grabador, quien lo sometió a un trato tan brutal que acabó por abandonar Gine-
bra en 1728. Fue entonces acogido bajo la protección de la baronesa de Warens, quien
lo convenció de que se convirtiera al catolicismo, pues su familia era calvinista.

En 1742, Rousseau puso fin a una etapa que más tarde evocó como la única feliz de su
vida y partió hacia París, donde presentó a la Academia de la Ciencias un nuevo sistema
de notación musical ideado por él, con el que esperaba alcanzar una fama que tardaría en
llegar. En 1743-1744, estuvo como secretario del embajador francés en Venecia, pero un
enfrentamiento con este determinó su regreso a París, donde inició una relación con Thérè-
se Levasseur, con la que se casó civilmente en 1768, tras haber tenido con ella cinco hijos.

En aquella época, Rousseau entabló amistad con los ilustrados y fue invitado a
contribuir con artículos de música a la Enciclopedia de D'Alembert y Diderot. Esto

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

último le impulsó a presentarse en 1750 al concurso convocado por la Academia de


Dijon, la cual otorgó el primer premio a su Discurso sobre las ciencias y las artes.
En esta obra se preguntaba si el progreso experimentado en el ámbito científico había
sido parejo a un avance en los ámbito moral y humanístico, concluyendo con la re-
futación del planteamiento, pues sentenciaba que el progreso científico no había sido
acompañado de una transformación de la vida humana en el sentido del perfecciona-
miento de la persona.

En 1754, visitó de nuevo Ginebra y retornó al protestantismo para readquirir sus


derechos como ciudadano ginebrino, entendiendo que se trataba de un puro trámite le-
gislativo. Apareció entonces su Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los
hombres, escrito también para el concurso convocado en 1755 por la Academia de Dijon.
Rousseau se enfrentó a la concepción ilustrada del progreso, al defender que los hom-
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bres en estado natural eran por definición inocentes y felices y que eran la cultura y la
civilización las que imponían la desigualdad entre ellos, especialmente a partir del es-
tablecimiento de la propiedad, generando la infelicidad. Es la teoría del buen salvaje, el
hombre era bueno por naturaleza y era la sociedad la que lo corrompía. La labor educa-
tiva consistiría en hacer volver al hombre a la naturaleza para que así pudiera desarrollar
libremente su personalidad.

Una de sus obras más relevantes es El contrato social (1762), donde Rousseau in-
tentó articular la integración de los individuos en la comunidad. A su juicio, las exigen-
cias de libertad del ciudadano habían de verse garantizadas a través de un contrato social
ideal, que estipulara la entrega total de cada asociado a la comunidad, pacto que lo libe-
raría de su egoísmo particular. La voluntad general marcaría el acuerdo de las distintas
voluntades particulares, por lo que en ella se expresaría la racionalidad que les es común.

Finalmente, Emilio o De la educación (1762) es una novela pedagógica, cuya parte


religiosa le valió la condena inmediata por parte de las autoridades parisinas y su huida
a Neuchâtel, donde surgieron de nuevo conflictos con las autoridades locales. A partir
de entonces, Rousseau cambió sin cesar de residencia y, finalmente, regresó a París en
1770, donde transcurrieron los últimos años de su vida, en los que redactó sus escritos
autobiográficos.

Jean-Jacques Rousseau, ¿ilustrado o romántico? Se trata de un dilema que duran-


te largo tiempo ha enfrentado a algunos de los más importantes estudiosos de la obra
del filósofo ginebrino. Rousseau confiaba y creía en el poder de nuestra facultad cog-
noscitiva pero, a su juicio, esta necesitaba de la conciencia si no quería equivocarse,
divagar, o verse envuelta en disparatados sofismas. Si aceptamos esta idea, podríamos
considerar a Rousseau un ilustrado, un hombre de su siglo, pero teniendo en cuenta

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M. Lara Martínez La Ilustración

que fue un ilustrado que no siempre suscribió literalmente los presupuestos generales
de ese movimiento. Nos encontraríamos ante lo que Encarnación Pesquero ha llamado
una «conciencia desgarrada» de la Ilustración.

En definitiva, Rousseau fue un ilustrado, puesto que compartió con estos su fe en la


razón, contribuyó a la crítica de la sociedad del Antiguo Régimen y a la defensa de la li-
bertad, otorgando gran relevancia al desarrollo moral del hombre. Sin embargo, por su
postura ideológica, podemos hablar de un doble desarraigo en él: el del filósofo, Rousseau,
enfrentado a sus compañeros de oficio, y el del hombre, Jean-Jacques, que luchó por la
conquista de un modo de ser que le hiciera fiel a sí mismo y a las ideas que defendía, entre
ellas el cuestionamiento del poder omnímodo de la razón, la exaltación del sentimiento y
las reivindicación de valores patrióticos y nacionalistas.
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2.2. LA ILUSTRACIÓN EN EUROPA

Desde Francia, la Ilustración se extendió por el mundo. En Inglaterra se produje-


ron en 1689 dos importantes acontecimientos: la promulgación de la Ley de Tolerancia,
ya citada en la Unidad didáctica 6, y la publicación de la Epistola de tolerantia de John
Locke (1632-1704), el gran precursor del movimiento. Su insistencia constante en el
carácter razonable de la experiencia religiosa y en la consideración de la razón como una
potencia que se autolimita e induce a la mente humana a reconocer su poca capacidad
para creer, caracterizan su pensamiento.

En sus Dos tratados sobre el gobierno civil, Locke propuso la separación de po-
deres mediante el ejercicio de un gobierno parlamentario que garantizase las libertades
individuales y sustituyera el absolutismo monárquico vigente en Europa. Locke estima-
ba oportuno separar el poder en tres instancias: el legislativo (poder supremo pero no
absoluto, en tanto que tiene que respetar la ley moral natural), el ejecutivo (encargado
de realizar los mandatos del legislativo) y el federativo (responsable de la seguridad del
Estado y de las relaciones con el exterior).

En la Ilustración británica sobresalieron también el obispo irlandés Berkeley (1685-


1753), que desarrolló el idealismo subjetivo (condensado en la frase «esse est percipi aut
percipere», esto es, «ser es ser percibido o percibir») y fue autor de un gran número de
obras, entre ellas el Tratado sobre los principios del conocimiento humano, y el escocés
Hume (1711-1776), quien sostuvo que todo conocimiento derivaba en última instancia
de la experiencia sensible, siendo esta la única fuente de conocimiento, y sentó las bases
del pensamiento laico en el ensayo De la superstición y la religión.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

Holanda había aportado en el tránsito del siglo XVII al XVIII las respuestas teóri-
cas más radicales al tema de la tolerancia. La Ilustración holandesa hundió sus raíces en
su propia experiencia de la centuria anterior. La decadencia económica e internacional
de la República, iniciada tras la guerra de Sucesión española, causó un fuerte impacto
en el desarrollo del pensamiento ilustrado holandés. Incapaces de interpretar el declive
en función de categorías económicas o políticas, los intelectuales ilustrados holandeses,
como Justus van Effen, fundador del Hollandsche Spectator (primer semanario moral
holandés), percibieron las causas de dicha decadencia como un asunto moral.

Este declive no preocupaba únicamente a los holandeses. En el siglo XVIII, el dis-


curso intelectual europeo se lamenta de las corrupciones de la moral y de la pérdida de
la virtud y de la honestidad. Se creía que en un pasado remoto, la población había vi-
vido una edad áurea, más virtuosa y menos corrupta. Para los holandeses esa etapa no
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era lejana, pues consideraban que en el siglo XVII la nación había conseguido un alto
nivel de prosperidad política, económica, social y cultural. De ahí el deseo de mejorar
la moralidad.

Los intelectuales holandeses lograron crear a mediados del siglo XVIII un mode-
lo de Ilustración moderada, responsable de una interpretación de la historia nacional
que explicaba las causas de la superioridad cultural y política de su Estado, ofrecía un
análisis de los problemas de la reciente decadencia y era capaz de revivir esa morali-
dad que permitiría a los holandeses volver a situar a su República en su anterior po-
sición gloriosa.

Si la Ilustración francesa se ocupaba sobre todo de cuestiones políticas, la alemana


se interesó prioritariamente por cuestiones morales y religiosas, no porque los alemanes
fueran más religiosos sino porque estudiaron el hecho religioso de un modo científico,
como si analizaran los minerales. Leibniz, Semier y Lessing son los principales ilustra-
dos alemanes.

El primero de ellos, Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716) defendió la teoría


de que se vivía en el mejor de los mundos posibles (postura ridiculizada por Voltaire en
el personaje Pangloss de su obra Cándido), puesto que Dios es bueno y todopoderoso
y todo lo tenía que hacer bien. Semier (1669-1740) fue el primero que estudió las reli-
giones y la Biblia de forma científica, afirmando que todas derivaban unas de otras. De
este modo, estudió los orígenes persas y babilónicos de la religión hebrea. Por su parte,
Lessing (1729-1781) estimó que todas las religiones eran únicamente etapas que con-
ducían a otra religión más perfecta: primero, fue la religión pagana; luego, el paganismo
fue superado por el judaísmo, después este por el cristianismo y, por último, este por otra
religión nueva que sería la máxima perfección.

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M. Lara Martínez La Ilustración

La Ilustración alemana se puede dividir en tres fases. La primera de ellas es la


Frühaufklärung o Ilustración temprana, que abarca desde la década de 1680 hasta la
primera mitad de la siguiente centuria. Esta etapa coincidió con el periodo del absolu-
tismo en los Estados particulares y con el apogeo del Barroco.

Algunos Frühaufklärer de universidades y cortes protestantes elaboraron los mé-


todos y principios de la Ilustración en los terrenos de la teología, la filosofía, el derecho
y la historia. Se convino en que el uso de la propia razón era una facultad común y na-
tural de todos los hombres, proponiéndose su aplicación a todos los ámbitos de la vida.
Samuel Pufendorf desmontó la idea del gobierno de origen divino y estableció la teoría
secularizada de los derechos naturales y el contrato. De este modo, privó al gobernante
del derecho a inmiscuirse en asuntos de conciencia y fe, abriendo así la vía intelectual
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hacia un nuevo tipo de tolerancia.

A mediados del siglo XVIII, el aumento del uso del término Aufklärung marca el
inicio de la segunda fase de la Ilustración alemana o Hochaufklärung (alta Ilustración).
En el plano político, los Estados pasaron a la práctica del absolutismo ilustrado o re-
formado. Uno de los principales representantes de los Aufklärer austriacos fue Joseph
Sonnenfels, que sería el primero en debatir públicamente en Viena problemas de juris-
dicción y legislación, como la abolición real de la tortura (1776). Otro de los más desta-
cados filósofos ilustrados alemanes fue Reimarus, que inició a mediados del siglo XVIII
el movimiento de búsqueda del Jesús histórico. Entre otros aspectos, es recordado por
su deísmo, pues consideraba que la razón humana podía llegar con mayor certeza a la
religión natural que a las religiones basadas en la revelación.

La Spätaufklärung o Ilustración tardía se impondría hasta las primeras décadas del


siglo XIX. Los debates desarrollados en los centros intelectuales y religiosos alemanes
del siglo XVIII constituyeron el gran legado para la centuria siguiente. En cualquiera de
las confesiones donde se debatía el problema de la tolerancia, los teólogos y los juristas
disidentes defendían el derecho a la libertad y la inviolabilidad de la conciencia como
principios compatibles.

En Italia, la figura más destacada de la Ilustración fue Beccaria, que puso como fun-
damento básico del derecho moderno dos principios: el de proporcionalidad de la pena a
los delitos cometidos y la garantía de que ningún hombre pudiera disponer de la vida de
otro. Partiendo de la teoría contractualista, que fundamenta la sociedad en un contrato
encaminado a salvaguardar los derechos de los individuos, Beccaria definió los delitos
como violaciones de este contrato y sostuvo que la sociedad en su conjunto gozaba del
derecho a defenderse, siguiendo los dos principios enunciados. Su obra De los delitos y
las penas tuvo un gran éxito en toda Europa.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

2.3. LA ENCICLOPEDIA

La obra que mejor define el espíritu ilustrado es la Enciclopedia, editada entre 1751
y 1765, bajo la dirección de Denis Diderot y Jean D’Alembert. El término «enciclope-
dia» procede de tres palabras griegas: en (es una preposición), kyklos (círculo) y paideia
(formación). Es considerada una de las más grandes obras del siglo XVIII por contener
la síntesis de los principales conocimientos de la época en un esfuerzo editorial conside-
rable para su tiempo. El proyecto despertaría el enfrentamiento entre los representantes
de los poderes secular y eclesiástico, ya que el espíritu crítico presidió la obra.

En la Enciclopedia vemos imponerse nuevos valores: la naturaleza, en tanto que


es un factor determinante de la actividad del hombre; la felicidad terrena, como objetivo
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a perseguir, y el progreso, mediante el cual cada época se esfuerza en alcanzar la felici-


dad colectiva. Del mismo modo, el nuevo espíritu filosófico se sustenta en el amor por
la ciencia, la tolerancia y la felicidad material, oponiéndose a restricciones como las de
la monarquía absoluta o el control religioso de las conciencias.

Este magno trabajo de autoría colectiva consta de 21 volúmenes de texto, 12 de


láminas y 2 de índice general; esto es, más de 25.000 páginas, 71.818 artículos y 2.885
ilustraciones. En su creación participaron hasta 160 personas de diversas profesiones,
como teólogos, filósofos, literatos, científicos, artistas, magistrados, artesanos, etc., uni-
dos, como señala Diderot en el artículo Enciclopedia de la propia obra, «por el interés
general del género humano y por un sentimiento de recíproca benevolencia».

2.4. LA CRÍTICA DE LA RELIGIÓN

La filosofía de la Ilustración trató de fundar una religión dentro de los límites de


la razón. Si bien es cierto que el ateísmo declarado fue minoritario, muchos autores se
mostraron partidarios de la religión natural o del deísmo, esto es, la creencia en un dios
creador del universo que insertaba en él las leyes y se desentendía del mismo para que
funcionara según el mecanismo fijado. Por ello, los deístas rechazaron la esfera sobre-
natural de la religión.

Esta religión natural es la que el literato y pensador francés Diderot definió como
aquella que, bajo la diversidad de ritos y representaciones, se expresa por lo que ni el
tiempo ni los hombres han abolido ni abolirán jamás, lo que une al hombre civilizado y
al bárbaro, al cristiano, al infiel y al pagano, al adorador de Yahvé, de Júpiter y de Dios,
al filósofo y al pueblo, al sabio y al ignorante, al viejo y al niño, al cuerdo y al insensato.

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M. Lara Martínez La Ilustración

Uno de los philosophes que hizo profesión de deísmo fue Voltaire. Como anécdo-
ta, cabe señalar que, en 1758, Voltaire adquirió la propiedad de Ferney, cerca de la fron-
tera suiza, donde vivió 18 años convertido en una especie de patriarca europeo de las
letras y del nuevo espíritu crítico. Allí financió la renovación de la iglesia del pueblo e
hizo colocar una lápida en la que decía «Deo erexit Voltaire» (Voltaire la erigió a Dios).
El templo era levantado en honor de Dios, no de los santos. Esa divinidad desempeña-
ría para Voltaire una doble función, pues serviría como punto último de referencia para
una explicación del universo y, a la vez, permitiría llevar un eficaz control social para
las masas populares, lo que para un hacendado como Voltaire resultaba más apremiante
que para otros ilustrados.

En otro ilustrado, Diderot, se apreciaría una evolución desde el deísmo y el escep-


ticismo, de los años cuarenta del siglo XVIII, al ateísmo y al materialismo militantes de
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los años cincuenta-ochenta. Su pensamiento es un itinerario por las diferentes corrientes


críticas hacia la religión establecida manifestadas en la Ilustración.

En 1746, Diderot era todavía deísta, como indican las primeras palabras de los
Pensamientos filosóficos: «J'écris de Dieu» («Escribo sobre Dios»), una actitud que se
opone tanto al cristianismo como a todo fanatismo religioso sin excepción, al estimar
que cualquier forma de superstición es más injuriosa contra Dios que el mismo ateísmo.
El filósofo consideraba, en esta fase incipiente, que la creencia en Dios debía estar fun-
dada en el conocimiento de la naturaleza.

El avance hacia el materialismo y el ateísmo se aprecia en 1754 en los Pensa-


mientos sobre la interpretación de la naturaleza, donde las primeras palabras no son ya
«J'écris de Dieu», sino «C'est de la Nature que je vais écrire» («Voy a escribir sobre la
naturaleza…»).

En el ámbito del materialismo, cabe citar a los filósofos franceses Helvetius, autor
de Del Espíritu, donde reflexiona sobre cómo ese intangible que nos constituye desde
dentro –el espíritu, la mente– acaba por ser la base fundamental del ser humano y su cul-
tura, y La Mettrie, con El hombre máquina, en el que desarrolló la tesis de la identidad
entre las funciones psíquicas y los estados corporales: «el alma no puede dormir cuando
la sangre circula demasiado deprisa».

3. EL DESPOTISMO ILUSTRADO

En el siglo XVIII, algunos reyes trataron de reforzar su poder frente a la Iglesia y


nobleza, mediante una fórmula que les permitía afianzar su autoridad, al tiempo que ofre-
cían a sus súbditos una imagen de modernidad y bienestar público. Esta es la fórmula del

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despotismo ilustrado: «todo para el pueblo, pero sin el pueblo» que, guardando la dis-
tancia temporal que las separa, puede ser comparada con la máxima de Juvenal «panem
et circenses» (pan y circo) romano, pues el gobernante ilustrado trataba de introducir la
modernización en el sistema sin que los pilares del absolutismo se resintieran.

Rusia, Francia, Austria, Prusia y España fueron escenario de esta forma de gobier-
no que trataba de aunar el absolutismo con las ideas de la Ilustración, donde el rey tenía
un poder casi ilimitado y a su vez era mecenas de las artes y de las ciencias.

Catalina II (Rusia), Luis XV (Francia), José II (Austria), Federico II (Prusia) y Car-


los III (España) son los principales monarcas del despotismo ilustrado. Entre las refor-
mas emprendidas en este contexto, sobresalen la centralización de la Administración,
unificando la legislación y las instituciones en todo el territorio; la modernización de la
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economía, fomentando la agricultura, la industria y el comercio; y la mejora de las con-


diciones de vida del tercer estado, impulsando las obras públicas y fomentando la ins-
trucción pública, las ciencias y las artes.

En materia religiosa, como hemos señalado, los monarcas del despotismo ilustra-
do defendieron los derechos de la soberanía real en materia eclesiástica, aunque no se
cuestionaba el poder de la Iglesia en cuestiones de fe y de moral. Esta doctrina se conoce
como regalismo y, entre otras cuestiones, reivindicó el derecho del soberano a nombrar
cargos eclesiásticos. En España, esta política regalista tuvo dos hechos significativos:
la expulsión en 1767 de los jesuitas (que profesaban un cuarto voto, el de obediencia al
papa), a los que consideró instigadores del motín de Esquilache acaecido el año anterior,
y el recorte del poder de la Inquisición en 1768-1770.

4. EL RETORNO A LOS ÓRDENES CLÁSICOS

Si bien es cierto que durante buena parte del siglo XVIII se mantuvo el barroco como
estilo artístico imperante, progresivamente asistimos a la aparición del arte neoclásico,
en cuyo surgimiento confluyeron varios factores: la tendencia hacia el redescubrimiento
de los principios del arte clásico, propiciada por el hallazgo arqueológico de Pompeya y
Herculano; la difusión de las ideas ilustradas y su vinculación con la burguesía, la nueva
clase social en ascenso, que acabó produciendo una crítica al rococó, asociado a los am-
bientes nobiliarios y cortesanos, considerados como representativos del Antiguo Régimen.

En arquitectura, el neoclasicismo tomó como referente los edificios de Grecia y


Roma. El perfil de los Propileos de Atenas le sirvió al alemán Carl Gotthard Langhans

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(1732-1808) para configurar su Puerta Figura 2. Puerta de Brandeburgo (Berlín)


de Brandeburgo (1789-1791) en Berlín.
En Italia, el neoclasicismo se extendió
hasta bien entrado el siglo XIX. El mo-
delo romano del Panteón de Agripa se re-
pitió en buen número de templos, como
el de la Gran Madre de Dios en Turín y
el de San Francisco de Paula en Nápo-
les, ambos terminados en el siglo XIX.

La estatuaria neoclásica se desa-


rrolló especialmente sobre mármol blan-
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co sin policromar, con el predominio en


ella de la belleza serena que el historiador
del arte alemán Winckelmann (1717-
1768) había encontrado en las esculturas griegas. Los temas de la mitología clásica y las
alegorías sobre las virtudes cívicas llenaron los relieves de los edificios, los frontones
de los pórticos y los monumentos, como las columnas conmemorativas y los arcos de
triunfo. Las figuras exentas desnudas y el retrato también ocuparon lugares destacados.

Entre los escultores neoclásicos sobresalieron el italiano Antonio Canova (1757-


1822) y el danés Bertel Thorvaldsen (1770-1844). Mientras el primero llegó al clasi-
cismo desde una formación barroca y configuró un estilo donde predomina la sencillez,
el segundo siguió más directamente las teorías de Wincklemann hasta conseguir un es-
tilo distante y frío, con clara inspiración en la estatuaria griega.

Las tres Gracias, Cupido y Psique y el busto de Napoleón Bonaparte son algunas
de las obras más célebres de Canova, al igual que Ganimedes con el águila de Júpiter y
el Cristo de la catedral de Copenhague lo son de Thorvaldsen.

En pintura, junto con el desarrollo del rococó que tuvo en Jean-Honoré Fragonard
(1732-1806) uno de sus máximos exponentes (con pinturas como El columpio) cabe citar
algunas obras de estética neoclásica de Jean Auguste Dominique Ingres (1838-1867),
como La fuente. Mención especial merece en este estilo Jacques-Louis David (1748-
1825), que exaltó los mitos romanos, creando identidades con los valores de la revolu-
ción. La muerte de Sócrates y El juramento de los Horacios son algunas de sus pinturas
más representativas.

En literatura, junto a los filósofos ilustrados que cultivaron también este campo,
cabe citar las novelas de aventuras de los ingleses Daniel Defoe (Robinson Crusoe)

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y Jonathan Swift (Los viajes de Gulliver), la crítica de las costumbres contenida en


obras de Feijoo (Teatro crítico universal), Cadalso (Cartas marruecas) y las fábulas
de Fontaine, Iriarte y Samaniego.

En la dramaturgia, en Francia destacó Marivaux, con sus piezas de enredo amo-


roso y galante, como El juego del amor y del azar, en las que predominaba la crítica
social y moral. En España, se operó la transición de los antiguos corrales a los teatros,
sobresaliendo Leandro Fernández de Moratín, creador de la comedia moratiniana (La
comedia nueva o El café y El sí de las niñas) en la que ridiculizaba los vicios y las cos-
tumbres de su época, con un fin moralizante.
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5. ESPAÑA EN EL SIGLO XVIII

5.1. L
 A GUERRA DE SUCESIÓN Y LOS PRIMEROS REINADOS
BORBÓNICOS

El 1 de noviembre de 1700 Carlos II fallecía sin descendencia. La rama hispánica


de la dinastía Habsburgo tocaba a su fin, habida cuenta de que su testamento disponía
el establecimiento de Felipe de Anjou, nieto del rey Sol, en el trono hispánico frente a
la opción de continuidad representada por el archiduque Carlos. El nombramiento del
nuevo monarca, con el título de Felipe V, provocó un enfrentamiento que aunó dos di-
mensiones: guerra civil y conflicto internacional.

En tanto que guerra civil, los territorios hispánicos quedaron divididos en dos
bandos: la Corona de Castilla apoyó mayoritariamente a Felipe de Anjou y Aragón se
decantó por Carlos de Austria.

En el plano internacional, se produjo el enfrentamiento de la Gran Alianza (Ingla­


terra, el imperio de los Habsburgo, Portugal, Saboya y Holanda) con los Borbones de
Francia. Los intereses expansionistas de las potencias mencionadas se verían más
o menos satisfechos con los Tratados de Utrecht y Rastadt (firmados en 1713 y
1714), que ratificaron la victoria de Felipe de Anjou en España y de Carlos en el resto
de Europa.

Felipe fue proclamado rey de los territorios hispánicos (incluidas las Indias) y tuvo
que renunciar a los derechos de sucesión al trono francés. Carlos recibió Milán, Nápo-
les, Cerdeña y Flandes. El duque de Saboya ganó Sicilia e Inglaterra consiguió Gibral-

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tar y Menorca en 1704 y 1708, respectivamente, así como el permiso de enviar un navío
cada año a las Indias y el asiento de negros, que le posibilitó la introducción de escla-
vos negros en las colonias americanas.

A su llegada a los reinos hispánicos, Felipe V puso en marcha un modelo de Estado


centralizador. Los Decretos de Nueva Planta, promulgados entre 1706 y 1716, trataron
de conseguir la homogeneización institucional de los diferentes reinos que integraban la
Corona española, imponiendo el modelo jurídico, político y administrativo castellano a
los territorios de la antigua Corona de Aragón: se suprimieron los fueros y las Cortes de
Cataluña, Aragón, Valencia y Mallorca; los antiguos virreinatos fueron sustituidos por
provincias, dirigidas por capitanes generales, con competencias militares y civiles, ya
que estaban al mando de las tropas y eran los presidentes de las Audiencias; y se colo-
có a funcionarios castellanos al frente de las instituciones. Solo los territorios vasco-na-
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varros y del valle de Arán en Cataluña, fieles a Felipe V durante la guerra de Sucesión,
conservaron sus fueros.

Siguiendo los usos franceses, en 1713, Felipe V introdujo la Ley Sálica, que nega-
ba todo derecho sucesorio a las mujeres. Paradójicamente, el monarca debía su corona a
la transmisión de sus derechos por vía femenina (su abuela María Teresa y su bisabuela
Ana de Austria).

A diferencia del sistema polisinodial de los Habsburgo, integrado por Conse-


jos, los Borbones crearon las secretarías de Estado, antecedente de los ministerios
del siglo XIX. Algunos secretarios reunieron en su persona varias carteras, como José
Patiño, que se encargó de Marina e Indias, Hacienda, Gobierno y Estado. Los consejos
de los territorios desaparecidos jurídicamente fueron suprimidos, permaneciendo, entre
otros, el de la Inquisición y el de las Órdenes.

Los intendentes actuaron como nexo entre el poder central y las provincias y los
municipios fueron perdiendo atribuciones. El ejército también experimentó una impor-
tante reforma, al ser sustituidos los antiguos tercios por un nuevo modelo militar basado
en brigadas, regimientos, batallones, compañías y escuadrones. Además, se introdujeron
novedades como los uniformes, los fusiles y la bayoneta y se perfeccionó la artillería.

En la política exterior, los primeros Borbones se centraron en dos objetivos: re-


cuperar los territorios perdidos en virtud del Tratado de Utrecht y defender el Imperio
español de ultramar. Los pactos de familia (firmados en 1733, 1743 y 1761) sellaron la
alianza con Francia y posicionaron a España en contra de Austria o Rusia. Con Ingla-
terra, las relaciones fueron tensas durante todo el siglo XVIII. Los puntos de fricción
eran Gibraltar, Menorca y las colonias americanas y esta rivalidad impulsaría a España

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a intervenir a favor de la independencia Figura 3. M


 aría Luisa de Saboya, esposa de Fe-
de Estados Unidos. Con Portugal, reino lipe V. Autor desconocido, primera
satélite de Gran Bretaña, las relaciones mitad del siglo XVIII (Museo Casa de
Colón, Las Palmas de Gran Canaria)
también fueron difíciles, entrando en co-
lisión por los intereses en América. Así
acaeció en la guerra guaraní, provocada
por la cesión a Portugal de dos zonas en
la frontera brasileña poblada por guara-
níes y en las que existían misiones jesuí-
ticas.

Expliquemos con más detenimiento


la primera etapa borbónica en España. El
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reinado de Felipe V es el más dilatado en


el tiempo de la monarquía hispánica pues,
salvo en el paréntesis marcado en 1724
por el reinado de su hijo Luis I, que estu-
vo solo siete meses en el trono, ciñó la
corona hasta su muerte en 1746. Felipe V
contrajo matrimonio en dos ocasiones:
con María Luisa de Saboya y con Isabel
de Farnesio.

En el plano artístico, siguiendo el


ejemplo de su abuelo Luis XIV, que Figura 4. P
 alacio Real de la Granja de San Ilde-
consideraba que la cultura era un medio fonso
para demostrar la grandeza real, ordenó
la construcción del Palacio Real de la
Granja de San Ildefonso, cuyo modelo
paradigmático era Versalles. Su reinado
coincidió con la introducción del roco-
có en España.

A su muerte, fue sucedido por su


hijo Fernando VI (1746-1759) (nacido
de M.ª Luisa de Saboya como su primo-
génito Luis I), en cuyo reinado la labor
más importante fue llevada a cabo por
el marqués de la Ensenada, secretario de
Hacienda, Marina e Indias, que intentó

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sustituir los impuestos tradicionales por un tributo único, el catastro, que gravaba en
proporción a la capacidad económica de cada contribuyente. El florecimiento cultural
se plasmó en 1752 en la creación de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando,
que se sumó a las Reales Academias de la Historia y de la Lengua fundadas por su padre.

En 1759, llegaba al trono español Carlos III (1759-1788). Pocos reinados han go-
zado de un balance tan unánime como el del soberano ilustrado español por excelencia.
Envuelto en una leyenda blanca, Carlos III ha pasado a la historia como el «monarca
ilustrado» que propició un tiempo de prosperidad y de modernización en el país.

Cuando en 1759 fue proclamado rey de España, Carlos era ya un monarca vetera-
no, que conocía al detalle el estado de los reinos hispánicos. El trono de las Dos Sicilias
había sido su escuela práctica de aprendizaje y, durante el último año, en el que su herma-
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nastro Fernando VI permaneció recluido en el castillo de Villaviciosa de Odón, prisione-


ro de la tristeza por la muerte de su esposa, Bárbara de Braganza, el soberano napolitano
fue consciente de su nuevo destino, por lo que estuvo puntualmente informado de la si-
tuación de la Corte fernandina por su madre, Isabel de Farnesio, y por el primer minis-
tro Ricardo Wall, un político de origen irlandés que sostenía una conocida oposición al
grupo colegial jesuítico. Tras una calurosa despedida por parte del pueblo napolitano,
el 7 de octubre de 1759, Carlos partió con una escuadra de 17 navíos y 4 fragatas hacia
una España esperanzada por la llegada del nuevo monarca.

Se ha hecho célebre la frase «Primero Carlos que rey», con la que el monarca anun-
ciaba que el hombre que había debajo del soberano también contaba y que, para ser un
buen servidor del bien público, era preciso ser antes una persona íntegra, sustentada sobre
un código moral adecuado.

Desde su llegada al trono, el monarca se ocupó en primera persona de los asuntos


del reino. En palabras del conde de Aranda, Carlos era el amo, o como expresó la reina
a Tanucci poco después de su llegada a España: «los secretarios se hallan todos llenos
de terror y trabajan como fieras, más hacen en una semana que antes en seis meses».

En 1766, Carlos III vio cómo en Madrid estallaban una serie de revueltas, cuyo de-
tonante era el decreto firmado el 10 de marzo por Esquilache en el que se prohibía a los
hombres llevar capas largas y sombreros anchos y redondos, prendas que debían ser sus-
tituidas por capas cortas y sombreros de tres picos para reducir los delitos. En el fondo
del problema estaban otras reivindicaciones: expulsión de los gobernantes extranjeros,
supresión de la Junta de Abastos, reducción de los precios de los alimentos básicos y ex-
tinción de la Guardia valona, odiada desde que, con motivo de la celebración en el Buen
Retiro de las bodas de la infanta María Luisa, ejerciera una sangrienta represión contra
los ciudadanos que, empujados por el gentío, desbordaron las vallas.

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Una vez extinguido el motín en Madrid, en abril de 1766 estallaron revueltas en


otras ciudades como Zaragoza, donde el intendente tuvo que refugiarse en la Aljafería
para salvar su vida, ya que su casa fue saqueada. En Elche, los sublevados trataron de
incendiar el palacio del duque de Arcos y, en Palencia, la intervención de los obreros
textiles dio a la revuelta el carácter de conflicto laboral.

En materia religiosa, Carlos III impulsó una reforma desde arriba, con el objeti-
vo de controlar a la Iglesia, en consonancia con la concepción que los ilustrados tenían
del papel del Estado y con el modelo regalista que regía sus relaciones con la institu-
ción eclesiástica.

Frente al modelo de religiosidad barroco y superficial, que había permitido a la


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Iglesia incrementar su poder económico y su influencia social, la reforma carolina se


encuentra en la línea de los informes de Campomanes, de los Diarios de Jovellanos y
de los relatos de viajeros como Ponz, que venían a coincidir en el diagnóstico: excesivo
número de clérigos, acumulación de bienes en manos de la Iglesia, deficiente formación
intelectual, abandono del clero rural y celebración de prácticas religiosas supuestamente
reprobables por incurrir en la superstición. De hecho, en 1768 el Censo de Aranda ofre-
cía la cifra de 176.057 miembros del estamento eclesiástico.

Uno de los aspectos más célebres de la biografía de Carlos III es el de «mejor al-
calde de Madrid», nombramiento que recuerda el título de la obra El mejor alcalde, el
rey, que Lope de Vega ambientara en Galicia en la época de Alfonso VII y publicara en
la centuria anterior, hacia 1635.

Cuando Carlos III inició su reinado,


Madrid era una población grande, con Figura 5. P
 uerta de Alcalá (Madrid), realizada
160.000 habitantes, que presentaba im- por orden de Carlos III
portantes problemas de higiene y segu-
ridad. Para llevar a cabo sus planes de
urbanización ordenó que viniera desde
Nápoles el arquitecto neoclásico Francis-
co Sabatini. El programa de reformas in-
cluía: la construcción de un pozo séptico
en cada casa, la colocación de canalones
para las aguas de lluvia, la creación de
aceras costeadas por los propietarios, la
recogida de basuras y la prohibición de
que los cerdos y otros animales deambu-

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M. Lara Martínez La Ilustración

laran por las calles. En esta misma línea de mejora de la salubridad pública, se propuso
trasladar los cementerios fuera de las iglesias, aunque este proyecto se encontró con la
resistencia del pueblo.

En el reinado de Carlos III, Madrid se convirtió en una ciudad neoclásica. En esta


época se realizó un primer ensanche con las amplias avenidas y paseos de Delicias, Aca-
cias o Melancólicos y la capital se embelleció con edificios y monumentos situados en
el Paseo del Prado, como las fuentes de Neptuno y Cibeles, el Observatorio Astronó-
mico y el Museo de Historia Natural (actual Museo del Prado). Este último y el Jardín
Botánico (fundado en 1755, es decir, durante el reinado de Fernando VI, aunque viviría
su etapa de desarrollo en época de Carlos III) se hallan estrechamente vinculados con la
pasión del monarca por la naturaleza. Sabatini finalizó las obras del Palacio Real, edifi-
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có la Aduana y llevó a cabo construcciones que se han convertido en auténticos iconos


de la capital, como la Puerta de Alcalá.

5.2. ECONOMÍA, SOCIEDAD Y CULTURA

Durante el reinado de Carlos III, los problemas del mundo rural pasaron a ser
objeto de atención por parte del Gobierno. La escasa productividad del campo y el
riesgo de amotinamiento estimularon algunas iniciativas de los consejeros del mo-
narca, entre las que sobresalieron las de Campomanes y Jovellanos, que denunciaron
las manos muertas y los privilegios de la Mesta, e incluso en su Informe en el Ex-
pediente de ley agraria (1795) el segundo abogó por la distribución de la tierra entre
todos los propietarios.

Otra iniciativa puesta en marcha durante el reinado de Carlos III fue la coloniza-
ción de despoblados, especialmente de Sierra Morena. Este proyecto, pilotado por el
intendente Pablo de Olvide, permitió instalar en La Carolina y en La Carlota a unos
7.000 colonos católicos alemanes, holandeses y españoles.

En el ámbito artesanal, el siglo XVIII español conoció la irrupción de la fábrica. Si


bien el mundo de las manufacturas se había caracterizado por la dispersión y la frag-
mentación de la producción, la tendencia a la creación de fábricas propició la lenta rup-
tura del sistema de gremios, criticado por los ilustrados y condenado a su fin desde que la
Corona terminara con el monopolio gremial desde 1770. Además, el fomento industrial
fue impulsado por los monarcas mediante la creación de manufacturas reales, entre las
que cabe citar la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, la de paños de Guadalajara
y la de cristal de La Granja de San Ildefonso.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

El sector que mayor crecimiento tuvo en el siglo XVIII fue el comercial. La recupe-
ración económica de la primera mitad de la centuria y el desarrollo del pensamiento ilus-
trado propiciaron la mejora de las comunicaciones y la activación del comercio exterior.

La principal medida adoptada en relación con el comercio colonial fue la pérdida


del monopolio americano por parte de la Casa de Contratación, que en 1717 había sido
trasladada de Sevilla a Cádiz. Entre 1728 y 1756 se fundaron compañías privilegiadas por
acciones para comerciar con determinadas áreas americanas, siendo la primera de ellas
la Compañía guipuzcoana de Caracas. Posteriormente, el decreto de Libre Comercio
de 1765 autorizó a diversos puertos españoles el comerciar con América y, en 1778, se
dictó el nuevo reglamento de libre comercio.

En el ámbito cultural, España conoció una Ilustración moderada, debido al gran


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peso de la Iglesia católica. Los ilustrados pensaban que solo la educación y las refor-
mas podían combatir la mala distribución de la tierra, los privilegios de la Mesta y la
superstición de la cultura popular. Entre los ilustrados españoles sobresalieron el padre
Feijoo, Gregorio Mayans, Enrique Flórez y Melchor Gaspar de Jovellanos.

También hubo científicos célebres, como Jorge Juan y Antonio Ulloa, que partici-
paron en la medición del arco del meridiano en el virreinato del Perú, y José Celestino
Mutis, a quien se deben numerosos avances en el conocimiento de la botánica del virrei-
nato de Nueva Granada.

Entre las vías de difusión cultural del siglo XVIII destacan las Academias, las So-
ciedades Económicas de Amigos del País, la prensa, las tertulias y los salones. De esta
época datan la Reales Academias creadas en Madrid (de la Historia, de la Lengua y de
Bellas Artes) y las surgidas en otras ciudades como Sevilla, Barcelona y Zaragoza. Las
Sociedades Económicas de Amigos del País eran reuniones de ilustrados que buscaban
el desarrollo de las «ciencias útiles» y el fomento de la economía en sus regiones. Dia-
rios como El Pensador y El Censor lanzaron sus críticas hacia los privilegios sociales
de una minoría de la población, al tiempo que en las tertulias y en los salones, algunos
de ellos regentados por distinguidas mujeres, se debatía sobre «Las Luces».

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M. Lara Martínez La Ilustración

 CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER


• Enciclopedia. Obra dirigida por Diderot y D’Alembert que recopilaba el
saber del siglo XVIII y que se ha convertido en el emblema de la Ilustración.
• Fisiocracia. Doctrina económica que sostenía que la riqueza de un Estado
había que buscarla en la naturaleza, exactamente en la agricultura. Su es-
cenario fue Francia y su principal teórico Quesnay.
• Guerra de Sucesión. Conflicto acaecido desde 1700 hasta 1713, a raíz del
fallecimiento sin descendencia del último Habsburgo de España, Carlos II,
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en el que lucharon por llegar al trono el archiduque Carlos de Austria y el


futuro Felipe V. La contienda finalizó con la victoria borbónica.
• Mesta. Agrupación de ganaderos de ovejas castellanos, reconocida por el
rey Alfonso X en 1273, que gozaba de amplios privilegios en el Antiguo
Régimen, lo que suscitó la crítica ilustrada.
• Regalismo. Política de control del gobierno del rey sobre la Iglesia, impo-
niéndole las regalías o supuestos derechos absolutos del monarca, caracte-
rística de las monarquías del despotismo ilustrado.

 ACTIVIDADES DE REPASO
Enunciado 1

Realiza un esquema con las principales ideas del pensamiento ilustrado.

Enunciado 2

Contesta a las siguientes preguntas:

• ¿Por qué se inició la guerra de Sucesión en España?


• ¿Qué postura adoptaron en el conflicto Cataluña, Aragón y Valencia?

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

• ¿Por qué se habla de política centralista con la llegada de la dinastía borbó-


nica a España?

Enunciado 3

Visiona la película La Misión (R. Joffé, 1986) y haz un análisis de la misma, con-
textualizándola en la guerra guaraní.

Enunciado 4

Tras la lectura de estos dos textos de Jovellanos, responde a las preguntas formuladas:
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Texto 1:

Defensa de las ciencias útiles

«Yo no me detendré en asegurar a la Sociedad (de Amigos del País de


Asturias) que estas luces y conocimientos solo pueden derivarse del estudio de
las ciencias matemáticas, de la buena física, de la química y de la mineralogía;
facultades que han enseñado a los hombres muchas verdades útiles, que han
desterrado del mundo muchas preocupaciones perniciosas, y a quienes la agri-
cultura, las artes y el comercio de Europa deben los rápidos progresos que han
hecho en este siglo. Y, en efecto, ¿cómo sería posible sin el estudio de las ma-
temáticas, adelantar en el arte del dibujo, que es la única fuente donde las artes
pueden tomar la perfección y el buen gusto? Ni ¿cómo se alcanzará el conoci-
miento de un número increíble de instrumentos y máquinas, absolutamente ne-
cesarias para asegurar la solidez, la hermosura y el cómodo precio de las cosas?
¿Cómo, sin la química, podrá adelantarse el arte de teñir y estampar las fábri-
cas de loza y porcelana, ni las manufacturas trabajadas sobre varios metales?»

Gaspar Melchor de Jovellanos: Discurso sobre la necesidad de cul-


tivar en el Principado el estudio de las ciencias naturales, 1782.

Texto 2:

La Desamortización

«La sociedad, señor, penetrada de respeto y confianza en la sabiduría y


virtud de nuestro clero, está tan lejos de temer que le sea repugnante la ley de
amortización, que antes bien cree que si Su Majestad se dignase de encargar a

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M. Lara Martínez La Ilustración

los reverendos prelados de sus iglesias que promoviesen por sí mismos la ena-
jenación de sus propiedades territoriales para volverlas a manos del pueblo,
bien fuese vendiéndolas y convirtiendo su producto en imposiciones de censos
o en fondos públicos, o bien dándolas en foros o en enfiteusis perpetua y libres
de laudemio, correrían ansiosos a hacer este servicio a la patria con el mismo
celo y generosidad con que la han socorrido siempre en todos sus apuros (...)
La primera providencia que la nación reclama de estos principios es la
derogación de todas las leyes que permiten vincular la propiedad territorial».
Gaspar Melchor de Jovellanos: Informe en el Expediente de Ley Agraria, 1795.

Se propone lo siguiente:
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• Realiza un resumen de cada uno de los dos textos.


• ¿Qué eran las Sociedades de Amigos del País?
• ¿Qué significa enfiteusis?
• ¿Conoces otros momentos de la historia de España donde el control de las
propiedades territoriales haya desencadenado debate o conflicto? ¿Cuándo?

Enunciado 5
Responde a las siguientes preguntas a partir del texto de Kant:

«La Ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad. Él mismo


es culpable de ella. La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse
del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de
esta minoría de edad cuando la causa de ella no yace en un defecto del enten-
dimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independen-
cia de él, sin la conducción de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu
propio entendimiento! He aquí la divisa de la Ilustración.
La mayoría de los hombres, a pesar de que la naturaleza los ha librado
desde tiempo atrás de conducción ajena (naturaliter maiorennes), permanecen
con gusto bajo ella a lo largo de la vida, debido a la pereza y la cobardía. Por
eso les es muy fácil a los otros erigirse en tutores. ¡Es tan cómodo ser menor
de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un pastor que reemplaza mi con-
ciencia moral, un médico que juzga acerca de mi dieta, y así sucesivamente,
no necesitaré del propio esfuerzo. Con solo poder pagar, no tengo necesidad
de pensar: otro tomará mi puesto en tan fastidiosa tarea.»
Kant: ¿Qué es la Ilustración?, 1784.

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Se propone lo siguiente:

• ¿Qué es la Ilustración según Kant?


• ¿Cómo puede el ser humano adentrarse en la Ilustración?

 E
JERCICIOS VOLUNTARIOS
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Tras el estudio de esta Unidad didáctica, el estudiante puede hacer, por su cuenta,
una serie de ejercicios voluntarios, como los siguientes:

1. Completa la siguiente tabla con los principales acontecimientos y medidas


de cada reinado:

Felipe IV Luis I Fernando VI Carlos III

2. Valora el impacto de este texto de Rousseau sobre el «contrato social» en la


inmediata Revolución francesa y en las tendencias políticas contemporáneas:

«Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja con


toda la fuerza común a la persona y los bienes de cada asociado, y
por lo cual, uniéndose cada uno a todos, no obedezca sin embargo
más que a sí mismo y permanezca tan libre como antes. Tal es el
problema fundamental, cuya solución da el contrato social.
Las cláusulas de este contrato están de tal modo determinadas
por la naturaleza del acto, que la menor modificación las haría vanas y
de nulo efecto (...) Estas cláusulas, bien entendidas, se reducen todas
a una sola: la enajenación de cada asociado con todos sus derechos

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M. Lara Martínez La Ilustración

a toda la comunidad. Pues, en primer lugar, dándose cada uno todo


entero, la condición es igual para todos, y siendo igual para todos,
ninguno tiene interés en hacerla onerosa para los demás.
Por otra parte, dándose cada uno sin reserva, la unión es todo lo
perfecta que puede ser y ningún asociado tiene ya nada que recla-
mar. Pues si les quedaran algunos derechos a los particulares, como
no habría ningún superior común que pudiera fallar entre ellos y el
público (...) subsistiría el estado de naturaleza.»

Rousseau: El contrato social, 1762.

3. Busca información sobre la política exterior española en el siglo XVIII.


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4. A partir de la lectura del texto de Montesquieu sobre la separación de pode-


res, realiza un esquema de las atribuciones que presenta cada uno de ellos
y de las ventajas que ofrece esta división:

«En cada Estado hay tres clases de poderes: el legislativo, el eje-


cutivo de las cosas pertenecientes al derecho de gentes, y el ejecutivo
de las que pertenecen al civil. Por el primero, el príncipe o magistrado
hace las leyes para cierto tiempo o para siempre, y corrige o deroga
las que están hechas. Por el segundo, hace la paz o la guerra, envía
o recibe embajadores, establece la seguridad y previene las invasio-
nes; y por el tercero, castiga los crímenes o decide las contiendas de
los particulares. Este último se llama poder judicial; y el otro, sim-
plemente, poder ejecutivo del Estado (…)
Cuando los poderes legislativo y ejecutivo se hallan reunidos en
la misma persona o corporación, entonces no hay libertad, porque es
de temer que el monarca o el senado hagan leyes tiránicas para eje-
cutarlas del mismo modo. Así también sucede cuando el poder judi-
cial no está separado del poder legislativo y del ejecutivo. Estando
unido al primero, el imperio sobre la vida y la libertad de los ciuda-
danos sería arbitrario, por ser uno mismo el juez y el legislador, y
estando unido al segundo, sería tiránico, por cuanto gozaría el juez
de la fuerza misma que un agresor.»

Montesquieu: El espíritu de las leyes, 1748.

5. Busca información sobre algún monarca no español del despotismo ilus-


trado.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Básica

BENNASSAR, B.: La Europa del Renacimiento, Madrid, Anaya, 1988.


FERRONE, V. y ROCHE, D. (eds.): Diccionario histórico de la Ilustración, Madrid, Alianza Editorial,
1998.
FLÓREZ MIGUEL, C.: La filosofía en la Europa de la Ilustración, Madrid, Síntesis, 1989.
HAZARD, P.: El pensamiento europeo en el siglo XVIII, Madrid, Alianza Editorial, 1991.
Copia registrada y de uso exclusivo para: luciana eichenberger - 26309120

PESQUERO FRANCO, E.: «Jacques Rousseau, una conciencia desgarrada de la Ilustración», en Anales
del Seminario de Metafísica, núm. extra, Homenaje a S. Rábade, 1992, págs. 595-622.
POMEAU, R.: Voltaire, París, Seuil, 1983.

En la red

http://www.ciudadesilustracion.org/ilustracion.php?lang=cas
http://www.fordham.edu/halsall/mod/modsbook10.asp
http://www.historiasiglo20.org/HE/8f.htm
http://www.site-magister.com/philosophis.htm

Avanzada

CASSIRER, E.: La filosofía de la Ilustración, 3.ª ed., México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1984.
DELUMEAU, J.: El catolicismo de Lutero a Voltaire, Barcelona, Editorial Labor, 1973.
LARA MARTÍNEZ, M.: «María Teresa de Austria», en Historia national geographic, 2010, núm. 86,
págs. 80-88.
PIMENTEL, J.: Testigos del mundo: ciencia, literatura y viajes en la Ilustración, Madrid, Marcial Pons,
Ediciones de Historia, 2003.
PINTOR-RAMOS, A.: J.-Jacques Rousseau. Escritos religiosos, Madrid, 1978.
ROUSSEAU, J. J.: Discurso sobre las ciencias y las artes. Discurso sobre el origen de la desigualdad entre
los hombres. El contrato social, Madrid, Editorial LIBSA, 2001.

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8
UNIDAD
DIDÁCTICA

La era de
las revoluciones
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PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS

1. Las primeras revoluciones contemporáneas


1.1. La independencia de los Estados Unidos
1.2. La Revolución francesa

2. La Europa napoleónica
3. La restauración
4. Las oleadas revolucionarias
5. El siglo xix español
6. La Revolución Industrial
6.1. Máquinas y fábricas
6.2. La sociedad de clases
6.3. La jornada laboral
6.4. Ideologías del movimiento obrero

CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER

ACTIVIDADES DE REPASO

EJERCICIOS VOLUNTARIOS

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

 PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS

Presentación

En la Unidad didáctica 8 se estudiarán las primeras revoluciones contemporáneas,


aquellas que marcaron el fin del Antiguo Régimen en el orden político y el nacimiento
de un nuevo sistema socioeconómico gestado en tiempos de la Revolución Industrial. Si
el Tercer Estado era todo, como afirmaba Sièyes, parecía lógico que esta amalgama de
gentes sin privilegio consiguiera la conquista de los derechos que le pertenecían desde
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su nacimiento. Para ello hubo que crear la sociedad de clases que, aunque no constituye
la panacea, comienza por no segregar a los ciudadanos en función de la cuna.

Durante la primera mitad de la centuria decimonónica, las potencias absolutistas


tuvieron que enfrentarse además a las oleadas revolucionarias que, apoyadas en prin-
cipios liberales o nacionalistas, reclamaban la configuración de los Estados nación y la
ampliación del sufragio, al tiempo que los primeros sindicatos hacían valer los derechos
del proletariado.

Objetivos

La Unidad didáctica 8 permitirá al estudiante alcanzar los siguientes objetivos:

• Conocer el nacimiento del mundo contemporáneo.


• Analizar la Revolución francesa.
• Estudiar las causas y consecuencias de la independencia de los Estados
Unidos.
• Conocer las reivindicaciones del liberalismo.
• Profundizar en el conocimiento de la Revolución Industrial.
• Estudiar el enfrentamiento entre absolutismo y liberalismo en España en el
siglo XIX.

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M. Lara Martínez La era de las revoluciones

1. LAS PRIMERAS REVOLUCIONES CONTEMPORÁNEAS

Desde el último tercio del siglo XVIII, buena parte de Europa experimentó un pro-
fundo proceso de cambio político, cuyo referente fue la Revolución francesa, la cual
puso fin al absolutismo y a los privilegios estamentales y marcó el inicio de la socie-
dad liberal.

En América, la independencia de las trece colonias inglesas dio lugar al naci-


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miento de los Estados Unidos; quedó definido desde los años setenta un sistema libe-
ral-democrático con relevantes peculiaridades derivadas de su formación nacional.

1.1. LA INDEPENDENCIA DE los ESTADOS UNIDOS

Inglaterra poseía en América del Norte 13 colonias en la vertiente atlántica, donde


obtenía materias primas baratas y vendía su producción industrial. Sus nombres eran:
Massachusetts, Virginia, Maryland, Rhode Island, Connecticut, Nueva York, Nueva
Jersey, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Nuevo Hampshire, Pensilvania, Delaware
y Georgia.

Cada colonia podía gobernarse a sí misma de acuerdo a sus necesidades. Por


ejem­plo, votaban sus propios impuestos y defendían sus derechos individuales. Sin
embargo, el rey Jorge III comenzó a aumentarles los impuestos con la ayuda del
Parlamento inglés (que votaba las leyes necesarias para ello). La promulgación de
la Stamp Act, ley que gravaba todos los documentos jurídicos, incrementó el descon-
tento de los colonos entre 1767 y 1770. La protesta fue dirigida por una minoría de
intelectuales, abogados, escritores, etc., entre los que se encontraban Franklin, Jeffer-
son y Washington.

Las tasas de 1767 serían anuladas tres años después, pero se mantendría el impues-
to sobre el té, lo que dio lugar al famoso «motín del té» (Boston Tea Party), acaecido
en la noche del 2 de octubre de 1773, al ser saqueado un buque por colonos disfrazados
de «pieles rojas» en el puerto de Boston.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

El rey no aceptó las peticiones de los colonos y estos se sublevaron. El 4 de julio de


1776, las trece colonias norteamericanas dependientes de Gran Bretaña se opusieron al
dominio de la metrópoli. Ese día el Congreso de Filadelfia emitió la Declaración de inde-
pendencia, inspirada en los principios de la Ilustración. En el conflicto, los colonos fue-
ron ayudados por España y por Francia.

El triunfo sobre la metrópoli tuvo Figura 1. C


 asa del Estado de Massachusetts,
lugar en 1783 y, desde entonces, la sobe­ construida en Boston (Estados Uni-
ranía de los colonos sustituyó a la so- dos) a partir de 1795
beranía británica, aprobándose en 1787
la Constitución de los Estados Unidos
de América, texto de carácter presiden-
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cialista y federal, que establecía la se-


paración de poderes. En 1789, George
Washington fue elegido primer presi-
dente de los Estados Unidos.

Desde sus inicios estuvo presen-


te el enfrentamiento electoral y la al-
ternancia en el gobierno de las dos
tendencias políticas: los federalistas,
partidarios de reforzar el poder federal
(como George Washington) y los republicanos, que querían restringirlo al máximo
en beneficio de los Estados (como Thomas Jefferson).

En 1790 el nuevo país tenía 4 millones de habitantes, concentrados al sur del río
Hudson. El extraordinario crecimiento se explica por el flujo de inmigración europea y
por la conquista y la colonización de las tierras del oeste, arrebatadas a los indígenas,
sobre los que se practicó un auténtico genocidio a partir de 1865. La esclavitud, arraiga-
da sobre todo en los Estados sureños, con una economía de plantación de tabaco y algo-
dón, fue el detonante de la guerra de Secesión (1861-1865).

Los Estados del sur reaccionaron ante la elección del abolicionista Abraham
Lincoln como presidente de la Unión y proclamaron su secesionismo, creando la Con-
federación. El conflicto entre el norte industrial (23 Estados y 22 millones de habitantes)
y el sur agrario (11 Estados y 10 millones de habitantes, de los cuales 4 eran negros) fue
muy cruento y destructivo, quedando esta última región en una situación de postración.
Tras la rendición del general Lee en 1865, se formalizó la victoria del norte y, poco des-
pués, fue asesinado el presidente Lincoln.

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M. Lara Martínez La era de las revoluciones

1.2. LA REVOLUCIÓN FRANCESA

Decía Tocqueville en El Antiguo Régimen y la Revolución (1856) que la filosofía


ilustrada había sido una de las causas principales de la Revolución francesa, aunque no la
única pues, a juicio del historiador francés, nunca un acontecimiento había estado mejor
preparado y, a su vez, paradójicamente, había resultado más imprevisto.

La revolución estuvo además precedida de protestas campesinas, desde 1788, por


la crisis agraria, y de la rebelión de la nobleza, ante la propuesta de los ministros de
Luis XVI de introducir reformas fiscales que obligaban a tributar a los privilegiados. De
este modo, se inició una auténtica crisis política, ya que los nobles alegaron que solo
podían aprobar nuevos impuestos los Estados Generales (el Parlamento, dividido en los
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tres estamentos), que no se habían reunido en Francia desde 1614. Así empezó a difun-
dirse la idea de que el Tercer Estado, que englobaba al 95 por 100, era el único represen-
tante de los franceses, forjándose la oposición al sistema de representación estamental.

En la Revolución francesa podemos diferenciar tres etapas: el proceso constituyen-


te (1789-1792), la Convención (1792-1794) y el Directorio (1795-1799).

En la primera etapa, se produjo la


quiebra de las estructuras políticas y so-
ciales del Antiguo Régimen y se procedió Figura 2. Plaza de la Bastilla (París)
a la construcción de una nueva legitimi-
dad política. Los Estados Generales se
reunieron en mayo de 1789. Los dipu-
tados del Tercer Estado, cuyo número
duplicaba al de los privilegiados, recha-
zaron el voto por estamento y reclama-
ron el voto por cabeza. El 20 de junio
de dicho año se constituyeron en Asam-
blea Nacional, sumándose a ella algu-
nos dipu­tados nobiliarios y eclesiásticos.
Ante la amenaza de una reacción de los
privilegiados contra el proceso, los dipu-
tados apelaron al pueblo en su defensa,
lo que se tradujo en la sublevación de
París. El 14 de julio tuvo lugar la toma
de la Bastilla, fortaleza parisina símbolo
del absolutismo, y el 4 de agosto quedó

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

abolido jurídicamente el absolutismo, al ser promulgada el 26 de agosto la Declaración


de derechos del hombre y del ciudadano, por la que los franceses adquirían la condición
de ciudadanos, libres e iguales ante la ley.

La toma de la fortaleza de la Bastilla, ubicada en 1789 esta plaza y demolida unos


años después, representó el símbolo del inicio de la Revolución francesa.

En 1790, la Asamblea Nacional proclamó la Constitución civil del clero, que per-
mitía la separación de Iglesia y Estado; al año siguiente, aprobó la Constitución, que de-
fendía una monarquía constitucional, en la que el poder se encontraba dividido en tres
(legislativo, ejecutivo y judicial) y el sufragio censitario.

La sospecha de traición por parte del rey provocó la insurrección popular del 10 de
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agosto de 1792. Las masas de París, dirigidas por los sans-culottes, formaron una comu-
na popular, gobierno paralelo que compartiría el poder con la Asamblea. Además, esta
votó ese mismo día la supresión de la monarquía y la convocatoria de una convención
elegida por sufragio universal.

En septiembre de 1792 se formó la Convención Nacional, que perduró hasta 1795.


Esta proclamó la república. En su primer periodo, tuvo lugar el gobierno de los giron-
dinos, encabezados por Danton. La ejecución de Luis XVI, aprobada por un voto de di-
ferencia, enfrentó a jacobinos y girondinos. El monarca fue guillotinado el 21 de enero
de 1793 y su esposa, María Antonieta, el 16 de octubre de dicho año.

Desde junio de 1793, los jacobinos ocuparon el poder y dirigieron la etapa más ra-
dical de la revolución. En ese mismo mes se aprobó una nueva Constitución, basada en
la democracia social: soberanía popular y sufragio universal directo. El nuevo gobierno,
denominado Comité de Salud Pública y presidido por Robespierre, proclamó el Terror
ante los enemigos de la revolución y llevó consigo una sangrienta represión que preci-
pitaría la caída de Robespierre, que sería guillotinado el 28 de julio de 1794.

La reacción termidoriana supuso el inicio de la tercera etapa de la revolución, que


se caracterizó por sustentarse sobre bases más moderadas, que enlazaron parcialmente
con los años iniciales y que instauraron una auténtica «república burguesa».

La Constitución de 1795 retornó al sufragio censitario y el poder ejecutivo quedó


en manos de un Directorio, formado inicialmente por cinco miembros, luego por tres y,
finalmente, por uno. Tras el golpe dado por Napoleón el 9 de noviembre de 1799 (Golpe
de 18 de Brumario), este accedió al poder mediante un triunvirato o consulado integra-
do por él mismo, Sièyes y Ducos.

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M. Lara Martínez La era de las revoluciones

2. LA EUROPA NAPOLEÓNICA

El 9 de noviembre de 1799, las tropas dirigidas por Napoleón tomaron control y dis-
persaron los consejos legislativos, quedando Bonaparte, Sièyes y Ducos como cónsules
provisionales. Si bien Sièyes pretendía dominar el nuevo régimen, Bonaparte se le ade-
lantó redactando la Constitución del año VIII (aprobada el 24 de diciembre de 1799),
asegurando su elección como primer cónsul.

Esta Constitución de 1799 otorgó a Napoleón Bonaparte poderes casi dictatoria-


les. Tenía 95 artículos, en los que se regulaba el derecho de sufragio universal, pero esta
concesión era solo en apariencia, puesto que se le permitía votar exclusivamente a las
personas que estuvieran en unas «listas de confianza».
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Los poderes ejecutivo y legislativo recaían en manos de Napoleón y los jueces eran
designados por sufragio universal, aunque posteriormente el corso se haría con los tribu-
nales. Se trataba de la primera Constitución promulgada desde el inicio de la revolución
en la que no constaba una declaración de
derechos. Sería sucedida por la Constitu-
ción del año X, que convertiría a Napo-
Figura 3. Hôtel des Invalides, donde se halla el
león en el primer cónsul vitalicio. mausoleo de Napoleón (París)

Así pues, en la época de suprema-


cía de Napoleón en Europa se pueden
diferenciar dos etapas, que se expli-
carán a continuación: el Consulado
(1799-1804) y el Imperio (1804-1815).
En la primera etapa, Napoleón firmó en
1801 el concordato con la Santa Sede,
mediante el cual Francia reconocía la
religión católica como la religión de
la mayoría de los franceses, aunque no
como la religión del Estado y, en con-
trapartida, Pío VII aceptó la venta de
los bienes de la Iglesia y el gobierno
del primer cónsul.

En 1802, el poder y la popularidad


le permitieron a Napoleón proclamarse
cónsul único y vitalicio y Francia firmó

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

la paz de Amiens con Gran Bretaña. El 2 de diciembre de 1804, Napoleón fue coronado
emperador en Notre-Dame en una ceremonia presidida por el papa Pío VII.

Uno de los motivos del prestigio y del poder de Napoleón Bonaparte fue su capa-
cidad para alejar el peligro de una invasión extranjera contra Francia. Los monarcas ab-
solutos europeos se habían opuesto a la Francia revolucionaria y habían coaligado sus
ejércitos para luchar contra ella. Napoleón consiguió derrotarlos y conquistar con sus
tropas gran parte de Europa.

El 8 de septiembre de 1805 estalló una nueva guerra entre Francia y Austria y Na-
poleón derrotó a los austriacos en Ulm el 20 de octubre. El 2 de diciembre se produjo la
victoria de Napoleón en Austerlitz sobre los emperadores austriaco y ruso y, el 27 de
dicho mes, Austria firmó el tratado de paz con Francia en Presburgo. En virtud de dicho
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acuerdo, Napoleón fue reconocido como rey de Italia, que era el reino títere que incluía
todos los territorios venecianos otorgados a Austria en los últimos pactos.

Napoleón conquistó el reino de Nápoles, donde colocó como rey a su hermano


José, desintegró las Provincias Unidas y fundó el reino de Holanda, al frente del cual
situó a su hermano Luis; estableció, además, la Confederación del Rin, que agrupaba
a la mayoría de los Estados alemanes que quedaban bajo su protección.

En 1806, sin haber podido vencer a los británicos militarmente, Napoleón decretó
el bloqueo continental. Portugal, tradicional aliada de Inglaterra, se negó a acatarlo de
modo que el emperador decidió invadir dicho país. Para ello, necesitaba ser capaz de
trasladar tropas terrestres allí, de ahí que firmara el Tratado de Fontainebleau, por el
que se permitía el paso de tropas francesas por territorio español para invadir Portugal,
como se explicará más adelante.

Aunque es cierto que el ejército franco-español entró en Portugal ocupando Lisboa


en noviembre de 1807 y obligó a la familia real portuguesa a refugiarse en Brasil, simul-
táneamente las tropas francesas fueron ocupando las principales plazas españolas, lo cual
desembocó en el inicio de la guerra de la Independencia española.

El imperio alcanzó su apogeo en 1810, con la incorporación de Bremen, Lübeck y


otros territorios del norte de Alemania. El Imperio napoleónico se extendía de Alemania
a Italia y numerosos países se convirtieron en Estados vasallos suyos. Salvo Gran Breta-
ña, el resto de Europa se situó bajo el dominio o el control de Francia.

La invasión de Rusia fue el gran error de Napoleón. En la campaña de 1812


contra el zar Alejandro I, Napoleón llegó hasta Moscú, pero en la obligada retirada
perecieron casi medio millón de hombres debido al frío extremo del invierno ruso y

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al hambre. También resultó un fracaso la invasión de España, debido la acción de la


guerrilla surgida espontáneamente entre el pueblo para luchar contra los franceses.
La suma de estos errores hizo fracasar la política del bloqueo continental.

Tras su derrota en Rusia y en España, el 11 de abril de 1814 se vio forzado a ab-


dicar y retirarse a la isla de Elba. En Francia se restauró la monarquía (con Luis XVIII,
hermano del guillotinado Luis XVI), aunque los intentos de volver al Antiguo Régimen
fueron inútiles. En marzo de 1815, Napoleón regresó de la isla de Elba y restauró un
efímero imperio «de los cien días», que acabó con la derrota definitiva de Waterloo
ante un ejército coaligado. El emperador moriría desterrado a la isla de Santa Elena,
en medio del Atlántico sur, el 5 de mayo de 1821.
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3. LA RESTAURACIÓN

Los representantes de las potencias europeas que habían vencido a Napoleón, pre-
tendieron terminar con la situación creada por la Revolución francesa, mediante la res-
tauración de los principios monárquicos del Antiguo Régimen, esto es, el absolutismo.
Las medidas sociales, políticas y económicas dictadas por los ideales revolucionarios
fueron derogadas para dar paso otra vez al poder ilimitado de los monarcas y a la devo-
lución de sus privilegios a la nobleza y al clero.

Los principios de la restauración fueron aprobados en el Congreso de Viena, reu-


nión de los principales reyes europeos bajo la dirección de las potencias vencedoras: Aus-
tria, Prusia, Rusia y Gran Bretaña. El Congreso se inauguró en octubre de 1814 y el acta
final fue firmada el 8 de junio de 1815. Asistieron 15 miembros de las familias reales, 200
príncipes y 216 representantes de misiones oficiales. En el transcurso de las sesiones, se
celebraron numerosos festejos, recepciones, bailes, conciertos y banquetes. Los persona-
jes más destacados fueron el zar Alejandro I de Rusia, el canciller austriaco Metternich y
el ministro francés de Asuntos Exteriores Talleyrand.

Las grandes potencias definieron en el ámbito de la teoría política los pilares que
habrían de sustentar el nuevo orden internacional. Estos principios fueron: el equilibrio
(principio de inspiración británica que impedía la expansión de una potencia a costa de
otros Estados, a fin de evitar conflictos en Europa), la legitimidad (solo tenían derecho
a estar en el poder aquellos a los que Dios hubiera elegido por su herencia real, con
independencia de que su nacionalidad fuera diferente a la de sus súbditos), el absolu-
tismo (al derivar el poder regio de Dios no debía ser frenado por ninguna Constitución
ni por la soberanía nacional) y el intervencionismo (las potencias se comprometían a

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intervenir en aquellos territorios que, perteneciendo a otro país, sufrieran movimientos


populares que pusieran en peligro los principios señalados). De este modo, se desa-
rrolló un complejo sistema de alianzas y se diseñó la celebración de congresos (foros
donde se discutieron las formas de resolver los conflictos internacionales).

El mapa europeo fue reconstruido con el propósito de conformar Estados naciona-


les más fuertes, con un territorio más extenso y de mayor volumen demográfico. Así, se
trataba de prevenir cualquier intento expansionista como el experimentado con Francia.
Las dos grandes potencias continentales fueron Austria y Rusia, al lado de Gran Bretaña,
que consolidó su posición marítima, y Prusia que, a pesar de tener su territorio dividido,
incrementó su poder en la zona del Báltico y dentro de la Confederación Germánica re-
cién formada. El acta definitiva del Congreso fue acompañada de otros decretos como
los que garantizaban la neutralidad de Suiza y la libre navegación de los ríos de Europa.
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En definitiva, el Congreso de Viena fue la primera conferencia de paz contempo-


ránea: un intento de resolver todas las cuestiones pendientes en el continente europeo y
de preservar la paz sobre una base permanente.

4. LAS OLEADAS REVOLUCIONARIAS

El propósito de los monarcas de im- Figura 4. C


 ádiz, ciudad que conoció los inicios
plantar por la fuerza del orden anterior de la revolución liberal española
fue duramente contestado por la burgue-
sía y por el pueblo. Las reivindicaciones
liberales estaban basadas en la soberanía
nacional, la igualdad de todos los ciuda-
danos ante la ley y la división de poderes.
El enfrentamiento de estas dos posturas
llevó a Europa a una nueva etapa revo-
lucionaria, que comenzó en 1820 y fue
adquiriendo más fuerza en los movimien-
tos de 1830 y 1848.

Las oleadas revolucionarias de


1820 dieron comienzo en España con el pronunciamiento de Riego en Cabezas de San Juan
que obligó a Fernando VII a jurar la Constitución de 1812 y dio origen al «trienio liberal».
Este periodo finalizaría con la llegada de los Cien Mil Hijos de San Luis que restablecerían
el absolutismo.

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El ejemplo español se extendió a Italia, donde las insurrecciones de los carbona-


rios en Nápoles obligaron a Fernando I a promulgar una Constitución, lo mismo que en
Piamonte, pero la intervención de las tropas austriacas restableció el orden absolutista
en los dos casos.

En Rusia estalló la revolución decembrista de 1825, un levantamiento de oficiales


del ejército contra el zar Nicolás I, sucesor de Alejandro I, pero también fracasó. Sin
embargo, en Grecia triunfó la revolución que alcanzó la independencia del reino con
respecto al Imperio turco (Tratado de Adrianópolis, 1829). En Iberoamérica, el deseo
de los criollos de hacerse con el poder y la debilidad política y militar de España y Por-
tugal, junto a la difusión de las ideas ilustradas y el ejemplo reciente de la revolución
de las colonias inglesas, llevaron a la independencia de las colonias españolas y portu-
guesas del continente.
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La oleada de 1830 fue más extensa, pues afectó a todos los territorios europeos si-
tuados al oeste de Rusia. La revolución triunfó en Francia, donde Carlos X de Borbón
fue sustituido por Luis Felipe de Orleans, y se extendió luego a Bélgica, que se inde-
pendizó de Holanda. Sin embargo, fracasó en Polonia, donde fue reprimida por tropas
rusas, así como en la península italiana. En España y en Portugal se abriría un periodo
de guerras civiles entre liberales y absolutistas, materializado en nuestro país en la pri-
mera guerra carlista.

En 1848 estallaría la mayor de las oleadas revolucionarias, conocida como la «pri-


mavera de los pueblos» por los numerosos levantamientos que hubo contra el absolutismo
y los imperios. La revolución tuvo unos rasgos comunes: su carácter liberal y nacionalis-
ta, su contenido democrático y la reivindicación del sufragio universal, frente al censita-
rio, y de la soberanía popular, frente a la nacional. En ella participaron diversas clases
sociales, desde la burguesía industrial y financiera hasta el proletariado, movido por su
penosa situación social (hambre, enfermedad y desempleo).

Las naciones se alzaron por separado, espontánea y simultáneamente, con el triunfo


de estos movimientos en Francia, en casi toda Italia, en los Estados alemanes, en gran
parte del Imperio de los Habsburgo (Hungría y Bohemia) y en Suiza.

5. EL SIGLO XIX ESPAÑOL

En España, el nacimiento de la Edad Contemporánea tuvo lugar con la guerra de


la Independencia (1808-1814) contra las tropas napoleónicas, etapa en la que el libe-

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ralismo dio sus primeros pasos, que lle- Figura 5. Museo del Prado
varían a la organización de las Cortes de
Cádiz y a la promulgación de la Consti-
tución de 1812, la primera en la historia
de nuestro país.

Si tuviéramos que sintetizar el inicio


de la contemporaneidad en España en la
aportación de un único artista, este sería
inexcusablemente el aragonés Francisco
de Goya (1746-1828), cuya obra resume
a la perfección las contradicciones y los Fue edificado entre 1785 y 1808. Obra
valores de una época que vio caer los sis-
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de Juan de Villanueva, el proyecto esta-


temas absolutistas y surgir las primeras ba destinado a ser el Gabinete de His -
toria Natural que formaría un conjunto
sociedades liberales. Los autos de fe, el
con el Jardín Botánico. Fue Fernando
drama de la guerra y el arraigo de la su- VII quien decidió cambiar su uso y des-
perstición que ensombrecía las luces de tinarlo a albergar buena parte de las co-
la razón desfilan por sus lienzos, junto lecciones reales.

a los retratos de la familia real y de los


principales personajes de la sociedad y
de la cultura de su tiempo. En la lite-
ratura, el escritor canario Benito Pérez
Galdós (1843-1920) recrearía con suma Figura 6. Benito Pérez Galdós
maestría la España decimonónica en sus
Episodios nacionales.

Al finalizar el conflicto, duran-


te el reinado de Fernando VII (1814-
1833) se sucedieron periodos absolutistas
(sexenio absolutista, 1814-1820, y déca-
da ominosa, 1823-1833) y liberales (trie-
nio constitucional o liberal, 1820-1823).
A la muerte del monarca, carlistas e isa-
belinos se enfrentarían en la primera de
las tres guerras carlistas que vivió Espa- Retrato realizado por Joaquín Soro -
lla. 1894. Museo Casa de Colón (Las
ña en el siglo XIX, etapa de minoridad
Palmas de Gran Canaria).
de la heredera Isabel, en la que ejercie-
ron de regentes su madre, M.ª Cristina
de Borbón-Dos Sicilias (1833-1840), y
el general Espartero (1841-1843).

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Las Cortes de Cádiz y, posteriormente, el trienio liberal suprimieron la Inquisición,


si bien es cierto que el retorno del absolutismo (sexenio y década ominosa) la rehabili-
taron. Finalmente, un decreto de 15 de julio de 1834, en la regencia de M.ª Cristina de
Borbón-Dos Sicilias, pondría punto final al Santo Oficio.

En el reinado personal de Isabel II (1843-1868) serían los liberales progresistas


y moderados quienes se alternarían en el poder. Destacaron en esta época hombres de
gobierno como Narváez, O’Donnell, Prim o Serrano. La Revolución Gloriosa en 1868
conduciría al exilio a la reina, iniciándose el agitado sexenio democrático, en el que
España experimentó un Gobierno provisional (1868-1870), el reinado de un monarca
extranjero, Amadeo I de Saboya (1870-1873), la breve primera república (1873) y el
golpe de Estado de Pavía, que el 4 de enero de 1874, dio paso a la república presiden-
cialista del general Serrano.
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Figura 7. La sociedad española según el censo de 1890

Profesiones Población

Abogados ........................................................ 12.000


Arrendatarios .................................................. 510.000
Artesanos ......................................................... 665.000
Catedráticos y profesores .............................. 2.600
Dedicados al comercio ................................... 72.000
Eclesiásticos ..................................................... 428.000
Ejército ............................................................. 158.000
Empleados ....................................................... 63.000
Escribanos y notarios ..................................... 5.000
Fabricantes ...................................................... 13.500
Institutos religiosos ........................................ 20.500
Jornaleros del campo ..................................... 2.400.000
Jornaleros en fábricas ..................................... 154.000
Maestros .......................................................... 24.000
Pobres de solemnidad ................................... 260.000
Procuradores ................................................... 2.500
Propietarios ..................................................... 1.466.000
Sirvientes ......................................................... 818.000

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En 1875, tras el pronunciamiento de Jovellar y Martínez Campos en Sagunto, los


Borbones, en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II, fueron restituidos en el trono
español, inaugurándose la restauración, sistema político basado en el turnismo pactado
entre los conservadores de Cánovas y los liberales de Sagasta.

La temprana muerte de Alfonso XII en 1885 daría paso a la regencia de M.ª Cristi-
na de Habsburgo-Lorena, madre del hijo póstumo del monarca, el futuro Alfonso XIII.
En esta etapa despuntarían los nacionalismos en Cataluña y el País Vasco y se asistiría
a las primeras manifestaciones del movimiento obrero español.

El desastre del 98, con la pérdida de las últimas colonias de ultramar (Cuba, Puerto
Rico, Filipinas y la isla de Guam) sumiría al país en una fuerte conmoción. No obstante,
la repatriación de capitales y la reacción regeneracionista permitiría que España entra-
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ra en el siglo XX en un periodo de notable vitalidad en el plano cultural: la denominada


Edad de Plata de la cultura española.

6. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

Como hemos apuntado en la Unidad didáctica 7, la primera Revolución Industrial


tuvo su origen en Gran Bretaña durante la primera mitad del siglo XVIII, difundiéndo-
se en la centuria posterior por toda Europa y Estados Unidos. Por su trascendencia, se
ha comparado en relevancia este proceso con la revolución neolítica, pues si bien en la
prehistoria se produjo el tránsito de la economía cazadora-recolectora a la productora, la
industrialización llevó consigo el inicio de una nueva etapa donde el trabajo manual era
desplazado por la máquina y la agricultura perdía la batalla ante las chimeneas fabriles.

6.1. MÁQUINAS Y FÁBRICAS

Es necesario situar los orígenes de la Revolución Industrial en la revolución agríco-


la experimentada en Gran Bretaña desde el siglo XVIII hasta comienzos del siglo XIX,
de la que hemos hablado en la Unidad anterior. El incremento de la productividad agrí-
cola, gracias a la rotación cuadrienal de cultivos (sistema Norfolk), a las nuevas formas
de organización de las explotaciones y a los avances técnicos, propició la mejora de la
alimentación, la cual se tradujo en un aumento de la población sin precedentes, liberan-
do del campo a un significativo porcentaje demográfico, que constituyó la mano de obra
de la Revolución Industrial.

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Por ello, podemos hablar de revolución demográfica, para explicar el notable incre-
mento de la población registrado desde 1750 en Europa y, especialmente, en Gran Bre-
taña. Entre 1700 y 1800, el número de habitantes aumentó en un 68,7 por 100 en dicho
país y, entre 1800 y 1850, la población se duplicó y la esperanza de vida, a finales de la
centuria, alcanzó la edad de 50 años.

En la Revolución Industrial podemos diferenciar dos fases. La primera Revolu-


ción Industrial, desarrollada desde mediados del siglo XVIII hasta mediados del XIX,
se caracterizó por el uso de la máquina de vapor para mover las máquinas. El sector
emblemático en el que se produjeron las primeras transformaciones fue el textil algo-
donero, que desplazó a la industria de la lana, dominante hasta entonces. La aplicación
de inventos como la lanzadera volante de Kay (1733), que aumentó la velocidad del
tejido y la anchura de las piezas, o las máquinas de hilar (Spinning Jenny, Mule Jenny
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y Water frame), inventadas a finales del XVIII, incrementaron la productividad en el


hilado. El siguiente paso fue el telar mecánico de Cartwright (1785), que aumentó es-
pectacularmente la producción.

Otro sector decisivo durante esta fase fue el del hierro, necesario para producir la
maquinaria, el cual impulsó a su vez el desarrollo de la minería del carbón, siendo este
empleado como combustible. Los inventos más importantes para difundir el hierro fue-
ron el uso del carbón de coque para los altos hornos y la pudelación y laminación del
hierro, inventada por Cort en 1783. En 1856, el convertidor de hierro en acero de Bes-
semer permitió obtener acero directamente del hierro fundido.

Uno de los aspectos más destacados de esta etapa es la construcción del ferrocarril.
En 1829, Stephenson inventó la locomotora y, al año siguiente, se abrió la primera línea
de ferrocarril, la cual unía Liverpool con Mánchester.

Tras la primera fase de la industrialización, se inició en la segunda mitad del XIX


un nuevo ciclo que habría de durar hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial en
1914. En este periodo, en el que el capitalismo maduró definitivamente como sistema
económico, Gran Bretaña perdió su liderazgo en beneficio de otras potencias, fueron
empleadas nuevas fuentes de energía como el gas o el petróleo, surgieron nuevas indus-
trias, como la química, eléctrica o automovilística, y se industrializaron países como
Rusia, Alemania, Japón, Estados Unidos y los Países Bajos.

Nuevas invenciones caracterizaron este periodo, donde destacan, entre ellas, el motor
de combustión, el aeroplano, el automóvil, el teléfono y la radio, de forma que, durante
la segunda Revolución Industrial, se vivió una auténtica revolución en el campo de los
transportes y de las comunicaciones.

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En España, el proceso se realizó con cierto retraso respecto a los países más industriali-
zados, por lo que a principios del siglo XX seguía siendo un país agrícola en el que solo unos
reducidos núcleos habían iniciado este camino (Cataluña, el País Vasco, Madrid, etc.). Las
primeras líneas de ferrocarril serían Barcelona-Mataró (1848) y Madrid-Aranjuez (1851).

6.2. LA SOCIEDAD DE CLASES

La industrialización se fundamentó en una nueva doctrina económica, el liberalis-


mo, y consolidó el sistema económico capitalista. Además, en contraste con la sociedad
estamental, donde el nacimiento determinaba el destino de los individuos, con escasas
posibilidades de movilidad en la pirámide social, la llegada de la Edad Contemporánea
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supuso el inicio de la sociedad de clases.

Decía el historiador E.P. Thompson en La formación de la clase obrera en Ingla-


terra que «la clase toma realidad cuando algunos hombres, a consecuencia de unas ex-
periencias comunes (heredadas o compartidas), perciben una identidad de intereses y la
articulan entre ellos y en contra de otros hombres cuyos intereses son distintos (y gene-
racionalmente opuestos) a los suyos». Es precisamente esa polarización entre quienes
controlaban los medios de producción y los que ofrecían la fuerza de trabajo el elemento
característico de los albores de la sociedad de clases.

La burguesía, grupo que desde finales de la Edad Media había ido despuntando
dentro del estamento del Tercer Estado, carente por tanto de privilegios aunque podero-
so económicamente, se convirtió en la nueva clase dominante.

En el centro de esta sociedad polarizada en burgueses y obreros, la clase media


englobaba a toda la serie de profesionales que adquirieron importancia con el proceso
(funcionarios de la Administración, ingenieros, técnicos, empleados del comercio y pro-
fesionales liberales). Este nuevo grupo social imitó a la burguesía en sus esquemas fa-
miliares, formas de vestir y aficiones culturales (música, teatro, ópera, etc.).

El hábitat rural decreció ante el desarrollo urbano y también en las ciudades quedó
plasmada la distribución social. La burguesía ocupó el centro de las poblaciones o edifi-
có confortables áreas residenciales, dotadas de amplias avenidas y buenas comunicacio-
nes. Sin embargo, los barrios obreros eran insalubres e incómodos y la falta de viviendas
provocó el hacinamiento en los suburbios.

Con el avance del siglo, la aparición progresiva de instalaciones de agua, luz y


alcantarillado en las ciudades y los adelantos médicos (aparición de vacunas), las con-

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diciones de vida en los centros urbanos fueron mejorando. La reducción de la jornada


laboral y el incremento del salario permitieron asimismo disfrutar en el tiempo libre de
nuevas formas de ocio, como los bailes populares, el cine, etc.

6.3. LA JORNADA LABORAL

En la sociedad burguesa, los asalariados (especialmente de la industria) se convir-


tieron en el grupo más desfavorecido y explotado. El liberalismo económico predicaba
que el crecimiento de la producción aportaría riqueza para el conjunto de la sociedad,
pero no fue así. Las largas jornadas laborales (14-16 horas), los sueldos ínfimos y las
deficientes condiciones ambientales de los suburbios y entornos fabriles colocaron a los
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proletarios (su única posesión era su prole) en el límite de la subsistencia.

Las mujeres y los niños percibían además sueldos inferiores. En Inglaterra, el sa-
lario de los niños equivalía a un 10 por 100 del de los hombres y el de las mujeres es-
taba en torno al 40 por 100. El obrero estaba totalmente desprotegido ante el patrón,
pues podía ser despedido en el momento que este deseara, siendo frecuentes los castigos
y las penalizaciones. Únicamente se cobraba la jornada trabajada, por lo que los días
festivos o de enfermedad carecían de remuneración. En esta tesitura, los problemas de
salud y la vejez eran difíciles de afrontar, ya que no había ningún seguro que facilitara
la subsistencia en esas etapas.

En los primeros tiempos, no existía ningún tipo de legislación laboral que fijara las
condiciones de trabajo o la protección en caso de accidente o enfermedad. Las primeras
leyes reguladoras del trabajo se aplicaron en Gran Bretaña en 1833, cuando se promul-
gó la Factory Bill, que reglamentaba la inspección de las condiciones de trabajo en la
industria textil.

6.4. IDEOLOGÍAS DEL MOVIMIENTO OBRERO

La irrupción de las industrias en la vida cotidiana no estuvo exenta de reaccio-


nes violentas, como el ludismo, consistente en la destrucción de las máquinas como res-
puesta al despido de trabajadores al ser necesario un volumen de mano de obra inferior.
El sindicalismo canalizaría la protesta social con los Trade Unions y las Internacionales.

La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) fue la primera organización


que unió a nivel interestatal a una buena parte del proletariado. Hasta 1871, la AIT cele-

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bró con regularidad congresos pero el estallido de la comuna de París en dicho año su-
puso un duro golpe para la organización. En el Congreso de Filadelfia (1876) se decretó
la suspensión de la I Internacional y, en 1889, nació la II Internacional, de predomi-
nio marxista, al quedar prácticamente excluidos los anarquistas. En el primero de sus
congresos, en 1890, se decidió instaurar el 1 de mayo como fiesta anual del trabajo, así
como reivindicar la jornada laboral de 8 horas y suprimir el horario nocturno.

En 1919 tendría lugar la fundación, a iniciativa de Lenin y del partido bolchevique,


de la III Internacional, conocida también como la Internacional Comunista o por su
abreviatura en ruso Komintern. Su objetivo era extender la revolución fuera de la URSS.

Las doctrinas sociales reivindicarían los derechos de la clase obrera desde po-
siciones en clave de lucha, teórica o práctica (socialismo y anarquismo), o pacíficas
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(catolicismo social). Dentro del socialismo hallamos dos vertientes: la utópica y la


científica o marxista. Los teóricos del socialismo utópico confiaban en que la capa-
cidad transformadora del individuo iría extendiendo la necesidad de cambiar las es-
tructuras económicas y propugnaban métodos pacíficos para que el socialismo lograra
imponerse al capitalismo.

Entre los socialistas utópicos sobresalieron Robert Owen (defensor de la vía coope-
rativista para alcanzar el socialismo) y Charles Fourier (que proponía el asociacionismo
libre y voluntario de los trabajadores, orientado a la formación de falansterios).

La línea divisoria entre ambas corrientes se halla en 1848, fecha de aparición del
Manifiesto comunista. El socialismo científico estuvo representado por Karl Marx y
Friedrich Engels, para quienes la historia humana había ido transitando de forma evolu-
tiva a través de diferentes modos de producción hasta llegar a la dominación burguesa.
El enfrentamiento entre esta y el proletariado sería necesario para llegar a una sociedad
justa e igualitaria en la que, finalmente, las clases serían abolidas. El materialismo his-
tórico (explicación marxista de la formación y el desarrollo de la sociedad, al igual que
el materialismo dialéctico es la expresión filosófica del movimiento) entendía así la lucha
de clases como el motor de la historia.

Otra teoría sociopolítica fue el anarquismo o comunismo libertario, que tenía como
fin eliminar al Estado en atención a la libertad absoluta del individuo. Dentro del anar-
quismo se desarrollaron dos tendencias: la colectivista o bakunista (Bakunin), de base
agraria, que abogaba por la propiedad social del capital, de la tierra y de los modos de
producción, aunque reservando los rendimientos del trabajo a la propiedad individual;
y la comunista o kropotkinista (Kropotkin), partidaria de la socialización de todos los
elementos anteriormente citados.

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M. Lara Martínez La era de las revoluciones

En una sociedad donde la secularización y las manifestaciones anticlericales iban


ganando terreno, la Iglesia católica desarrolló una especie de socialismo cristiano que
reivindicaba la justicia social a la vez que trataba de evitar la lucha revolucionaria. Como
solución proponía el seguimiento de un camino reformista y pactista fundamentado en
la reconciliación de las clases. Frente a los excesos del capitalismo, abogó por la limita-
ción de horarios y jornadas laborales y por el derecho del trabajador a percibir un salario
justo que le permitiera vivir a él y a su familia. El catolicismo social sería asumido ofi-
cialmente por la Iglesia a partir de la promulgación de la encíclica Rerum novarum de
León XIII, en 1891, que marcaría el inicio de la doctrina social de la Iglesia.
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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

 CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER


• Girondinos. Republicanos moderados en la Revolución francesa.
• Jacobinos. Republicanos radicales en la Revolución francesa.
• Materialismo histórico. Marco conceptual creado por Marx y usado origi-
nalmente por él y por Engels para analizar científicamente la historia huma-
na. Según esta corriente, la historia no es ni una colección de hechos, como
parecían concebirla los empiristas, ni una sucesión de categorías, como pen-
saban los idealistas, ni la acción aislada de los considerados «personajes
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históricos». La historia es el resultado del modo en que los seres humanos


organizan la producción social de su existencia.
• Reforma agraria liberal. Conjunto de medidas que tenían como objetivo
la disolución del Antiguo Régimen en el campo, así como la introducción
de formas de propiedad y producción capitalistas. Esta transformación fue
intentada llevar a cabo en España en el siglo XIX.
• Sans-culottes. Clases populares revolucionarias de carácter radical, que
solían desempeñar los oficios manuales urbanos y cuya denominación pro-
cede de que vestían un calzón largo, a diferencia de los nobles.
• Sistema Norfolk. Iniciativa puesta en marcha en el siglo XVIII en Inglate-
rra, que suponía la eliminación del barbecho, mediante la introducción de
plantas forrajeras y la rotación cuadrienal.
• Trade Unions. Primeros sindicatos obreros, que agrupaban a los trabaja-
dores por oficios; seguían un modelo mutualista partidario de una sociedad
alternativa fundada en los principios del cooperativismo y del colectivismo.

 ACTIVIDADES DE REPASO

Enunciado 1

Realiza un esquema del siglo XIX español.

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M. Lara Martínez La era de las revoluciones

Enunciado 2

Contesta a las siguientes preguntas:

• ¿Por qué se inició la Revolución francesa?


• ¿Qué fases se pueden diferenciar en el proceso?
• Cita personajes que tuvieran protagonismo en la Revolución.

Enunciado 3
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Tras el visionado de la película Lo que el viento se llevó (V. Fleming, 1939), reali-
za un análisis de la misma, contextualizándola en la guerra de Secesión norteamericana.

Enunciado 4

Realiza un comentario de texto del siguiente testimonio:

«Trabajo en el pozo de Gawber. No es muy cansado, pero trabajo sin luz y


paso miedo. Voy a las cuatro y a veces a las tres y media de la mañana, y salgo
a las cinco y media de la tarde. No me duermo nunca. A veces canto cuando
hay luz, pero no en la oscuridad, entonces no me atrevo a cantar. No me gusta
estar en el pozo. Estoy medio dormida a veces cuando voy por la mañana. Voy
a escuela los domingos y aprendo a leer. (...) Me enseñan a rezar (...) He oído
hablar de Jesucristo muchas veces. No sé por qué vino a la tierra y no sé por
qué murió, pero sé que descansaba su cabeza sobre piedras. Prefiero, de lejos,
ir a la escuela que estar en la mina.»

Declaraciones de la niña Sarah Gooder, de ocho años de edad.


Testimonio recogido por la comisión Ashley para el estudio de
la situación en las minas, 1842.

Enunciado 5

A partir de la lectura de este texto de Marx y Engels, elabora un esquema de su


pensamiento:

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

«La burguesía ha sometido el campo a la denominación de ciudad. Ha


creado ciudades enormes, ha incrementado en alto grado el número de la po-
blación urbana con relación a la rural. Ha hecho depender a los países bárba-
ros y semibárbaros de los civilizados, a los pueblos campesinos de los pueblos
burgueses, al Oriente de Occidentes. La burguesía va superando cada vez más
la fragmentación de los medios de producción, de la propiedad, de la pobla-
ción. Ha centralizado los medios de producción y ha concentrado la propiedad
en unas pocas manos.»

Marx y Engels: Manifiesto del partido comunista, 1848.


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 E
JERCICIOS VOLUNTARIOS

Tras el estudio de esta Unidad didáctica, el estudiante puede hacer, por su cuenta,
una serie de ejercicios voluntarios, como los siguientes:

1. Tras leer este texto de Olimpia de Gouges (1748-1793), responde a las cues-
tiones formuladas.

«I. La mujer nace libre y permanece igual al hombre en dere-


chos. Las distinciones sociales solo pueden estar fundadas en la uti-
lidad común.
II. La finalidad de cualquier asociación política es la conversa-
ción de los derechos naturales e imprescriptibles de la mujer y del
hombre: estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y
sobre todo la resistencia a la opresión.
III. El principio de cualquier soberanía reside esencialmente en la
nación que no es más que la reunión de la mujer y el hombre: ningún
cuerpo, ningún individuo puede ejercer la autoridad que no emane
expresamente de ello.
IV. La libertad y la justicia consisten en devolver todo lo que
pertenece a otro; así, el ejercicio de los derechos naturales de la mujer

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M. Lara Martínez La era de las revoluciones

no tiene más límites que la tiranía que el hombre le opone; estos lími-
tes deben ser reformados por las leyes de la naturaleza y de la razón.
V. Las leyes de la naturaleza y la razón prohíben todas las accio-
nes perjudiciales para la sociedad: todo lo que no está prohibido por
estas leyes, sabias y divinas, no puede ser impedido, y nadie puede
estar obligado a hacer lo que no ordenan.
VI. La ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas
las ciudadanas y ciudadanos deben contribuir personalmente o por
medio de sus representantes a su formación (...).»

Olimpia de Gouges: Los derechos de la mujer y de la ciudadana.


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Se propone lo siguiente:

• ¿Cuál es el contexto de esta declaración?


• Busca información sobre la participación de mujeres en la Revolu-
ción francesa.
• ¿Cuáles son los principios que demanda Olimpia de Gouges en este
documento?

2. Tras leer estos dos fragmentos de Cadalso y de Beaumarchais, donde se


plasma la crítica hacia el estamento nobiliario en los inicios de la contem-
poraneidad, realiza un análisis de los mismos, señalando las ideas comunes
que subyacen en ambos textos y los argumentos propios de cada autor:

Texto 1:

«Instando a mi amigo cristiano a que explicase qué es la nobleza


hereditaria, después de decirme mil cosas que yo no entendí y des-
pués de reírse conmigo de muchas cosas que decía ser muy respeta-
bles en el mundo, concluyó con estas voces, interrumpidas con otras
tantas carcajadas de risa: nobleza hereditaria es la vanidad que yo
fundo en que ochocientos años antes de mi nacimiento muriese uno
que se llamó como yo me llamo, y fue hombre de provecho, aunque
yo sea inútil para todo.»

José de Cadalso: Cartas marruecas, 1789.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

Texto 2:

«Porque sois un gran señor os creéis un gran genio. (...). Nobleza,


fortuna, rango, posición, todo eso es lo que os hace ser tan arrogante.
Pero ¿qué habéis hecho para merecer esas fortunas? Os tomasteis la
molestia de nacer, y nada más. Por lo demás, sois un hombre bastante
ordinario. En cuanto a mí, Dios mío, perdido entre la oscura multitud,
he tenido que usar de más ciencia y expedientes tan solo para sub-
sistir de los que se han usado en los últimos cien años para gobernar
a toda España. (...). Me esfuerzo para seguir una carrera honorable y
en todas partes me veo rechazado. Aprendo la química, la farmacia,
la cirugía, y toda la influencia de un gran señor apenas basta para po-
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nerme en la mano una lanceta de veterinario.»

Beaumarchais: Las bodas de Fígaro, 1874.

3. Busca información sobre uno de los episodios de las oleadas revolucio-


narias.

4. A partir de la lectura de la Declaración de independencia de los Estados


Unidos de América (1776), responde a las cuestiones formuladas:

«Consideramos evidentes por sí mismas las siguientes verdades:


todos los hombres han sido creados iguales; el creador les ha conce-
dido ciertos derechos inalienables; entre esos derechos se cuentan:
la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Los gobiernos son
establecidos entre los hombres para garantizar esos derechos y su
justo poder emana del consentimiento de los gobernados. Cada vez
que una forma de gobierno se convierte en destructora de ese fin, el
pueblo tiene derecho a cambiarla o suprimirla, y a elegir un nuevo
gobierno que se funde en dichos principios, y organizar sus poderes
en la forma que a su juicio sea la más adecuada para alcanzar la se-
guridad y la felicidad. (...)
Cuando una larga serie de abusos y usurpaciones , dirigida inva-
riablemente al mismo objetivo, demuestra el designio de someter al
pueblo a un despotismo absoluto, tiene el pueblo el derecho, tiene el
deber de derrocar ese gobierno y establecer nuevas garantías para su
futura seguridad (...)

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M. Lara Martínez La era de las revoluciones

Nosotros, los representantes de los Estados Unidos de América,


reunidos en Congreso general (...) en el nombre y por autoridad del
pueblo, solemnemente publicamos y declaramos que estas colonias
son y de derecho deben ser Estados libres e independientes; que se
consideran libres de toda unión con la Corona británica.»

Se propone lo siguiente:

• Reflexiona sobre el contexto histórico de la independencia de los Es-


tados Unidos.
• Destaca las palabras-clave y comenta brevemente las ideas políticas,
filosóficas y religiosas que inspiraron a los independentistas.
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• Reflexiona sobre la trascendencia histórica de estos acontecimientos


y su validez actual.

5. Selecciona una pintura de Goya y elabora un comentario de la imagen.

 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Básica

ARTOLA, M.: La España de Fernando VII, Madrid, Espasa-Calpe, 1999.


BELINCHÓN, M. y ALONSO, I.: Otra visión de la Revolución Industrial británica: presencia de las mu-
jeres, Valencia, Generalitat Valenciana, 1989.
HOBSBAWN, E. J.: La segunda Revolución Industrial, Barcelona, Ariel, 1998.
LARA MARTÍNEZ, L.: Historia social y política contemporáneas, Madrid, CEF, 2010.
POMEAU, R.: Voltaire, París, Seuil, 1983.
THOMPSON, E. P.: La formación de la clase obrera en Inglaterra, Barcelona, Grau, 1989.
WRIGHT, D. G.: La Europa napoleónica, Madrid, Alianza, 1999.

www.udima.es 251

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

En la red

http://clio.rediris.es/udidactica/sufragismo2/revfran.htm
http://www.historiasiglo20.org/
http://www.portalplanetasedna.com.ar/francesa.htm
http://www.sispain.org/spanish/history/

Avanzada

FUSI, J. P.: España (1808-1996): el desafío de la modernidad, Madrid, Espasa, 2003.


KELLY, L.: Las mujeres en la Revolución francesa, Buenos Aires, Vergara, 2004.
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LARA MARTÍNEZ, M.: «Masones. La hermandad perseguida», en Historia national geographic, núm. 74,
págs. 76-84, 2010.
MORI, G.: La Revolución Industrial. Economía y sociedad en Gran Bretaña en la segunda mitad del siglo
XVIII, Barcelona, Crítica, 1987.
PÉREZ, M. P. y GARCÍA, T.: De Colonias a República. Los orígenes de los Estados Unidos de América,
Madrid, Síntesis, 1995.
TOCQUEVILLE, A. de: El Antiguo Régimen y la Revolución, México, Fondo de Cultura Económica, 1998.

252 www.udima.es

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Imperialismo y

9
UNIDAD
DIDÁCTICA expansión colonial.
De la paz armada
a la primera
guerra mundial
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PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS

1. Las primeras revoluciones contemporáneas


2. Las grandes potencias de la paz armada (1870-1914)
2.1. La Inglaterra victoriana
2.2. La iii república francesa
2.3. El Imperio austrohúngaro
2.4. El fin de la Rusia zarista
2.5. Los nuevos Estados unificados
2.5.1. Alemania
2.5.2. Italia
2.6. La descomposición del Imperio otomano

3. La política internacional desde 1870 hasta 1914: los sistemas bismarckianos y las reivin-
dicaciones nacionalistas
3.1. Las crisis marroquíes
3.2. Las crisis balcánicas

4. La Primera Guerra Mundial (1914-1918)


4.1. Causas
4.2. Fases del conflicto

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

4.3. La organización de la paz


4.4. Consecuencias

CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER

ACTIVIDADES DE REPASO

EJERCICIOS VOLUNTARIOS

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Imperialismo y expansión colonial.
M. Lara Martínez De la paz armada a la Primera Guerra Mundial

 PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS

Presentación

En la Unidad didáctica 9 del manual de Ciencia histórica: conceptos y etapas de


la historia universal realizaremos una aproximación al estudio del periodo entre 1870
y 1918. En esta etapa, los fenómenos del imperialismo y del colonialismo supusieron el
reparto entre las grandes potencias de las tierras de África, Asia y Oceanía.
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Paralelamente, la carrera de armamentos fue preparando el terreno a la Primera Gue-


rra Mundial, donde jóvenes idealistas y apasionados, de toda condición social, lanzaron
entre obuses sus gritos de horror, vastos cantos de una tragedia improvisada. Entre trin-
cheras y juramentos que amedrentaban a un dios, mas no a los piojos, hallaron también
los veteranos su cita con la muerte.

Objetivos

La Unidad didáctica 9 permitirá al estudiante alcanzar los siguientes objetivos:

• Diferenciar los conceptos de imperialismo y colonialismo.


• Conocer la situación de los Estados europeos en la época de la paz armada.
• Estudiar las causas de la Primera Guerra Mundial.
• Conocer las fases del conflicto.
• Estudiar los tratados que marcaron el fin de la guerra.
• Analizar las consecuencias de la Primera Guerra Mundial.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

1. LAS PRIMERAS REVOLUCIONES CONTEMPORÁNEAS

Se conoce con el nombre de imperialismo a la culminación de un proceso inicia-


do en el siglo XVI, cuando las potencias atlánticas se lanzaron al descubrimiento de
nuevos espacios geográficos; sin embargo, difiere en varios aspectos de la etapa del
colonialismo anterior:

• Los viejos imperios estaban ubicados principalmente en América, territo-


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rios que se emanciparían desde finales del siglo XVIII. En la nueva etapa,
la ocupación se realizó sobre todo en África, en Asia y en el Pacífico.
• Las antiguas colonias habían sido básicamente de asentamiento y los emi-
grantes crearon sociedades de tipo similar al europeo. Sin embargo, las nue-
vas colonias serían territorios de ocupación, donde una pequeña minoría de
europeos ejercía el control político.
• El ritmo de ocupación anteriormente fue lento, pero en el siglo XIX fue
muy rápido.
• Las posesiones coloniales de la etapa precedente dieron lugar a escasos
conflictos; sin embargo, el imperialismo del siglo XIX presentó un carácter
belicoso, ya que la expansión se había convertido en uno de los objetivos
prioritarios de los países industrializados.

Sobre el imperialismo se han desarrollado varias explicaciones historiográficas,


que podemos sintetizar en cuatro interpretaciones:

• Misión «civilizadora» del hombre blanco. Los países inmersos en la ca-


rrera colonial desarrollaron las primeras formulaciones teóricas del impe-
rialismo. En Inglaterra destacaron Joseph Chamberlain y Cecil Rhodes y en
Francia, Jules Ferry. Estos autores justificaron el imperialismo basándose
en tres razones: el deber de los pueblos «civilizados» de ayudar a los que se
encontraban en un estadio inferior de desarrollo; la idea de que las riquezas
de las colonias deben ser explotadas por quienes puedan hacerlo y la nece-
sidad que tenían las naciones colonizadoras de encontrar territorios, donde
colocar sus excedentes de población, y mercados, para sus productos.

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Imperialismo y expansión colonial.
M. Lara Martínez De la paz armada a la Primera Guerra Mundial

• Enfoque económico del imperialismo. Esta interpretación económica del


imperialismo se debe, en sus orígenes, al estadounidense Conant (Las bases
económicas del imperialismo, 1898) y al británico Hobson (Imperialismo:
un estudio, 1902). Posteriormente, los autores marxistas, como Rosa Luxem-
burgo y, especialmente, Lenin (El imperialismo, fase superior del capita-
lismo, 1915) desarrollaron esta teoría.
Según este modelo explicativo, el imperialismo tuvo su origen en el de-
sarrollo del proceso capitalista pues, a medida que las naciones indus-
trializadas fueron cada vez más poderosas, creció la competencia para
dominar nuevos mercados y, como el mercado interior ya estaba satura-
do, los países capitalistas procedieron a ocupar por la fuerza países más
débiles para obtener materias primas baratas e imponerles su sistema
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económico.
Además, hay que tener en cuenta el enorme crecimiento natural que conoció
el Viejo Continente entre 1840 y 1914, proceso conocido como la «explo-
sión blanca», que generó un flujo migratorio de alrededor de 40 millones
de europeos.
• Revisión del fenómeno imperialista. Especialmente desde el fin de la Se-
gunda Guerra Mundial y, en parte, de forma paralela al desarrollo del pro-
ceso descolonizador, fue cobrando auge la idea de que la economía no fue
el factor determinante del imperialismo, sino uno más del conjunto.
A juicio del economista y sociólogo austriaco Schumpeter (1883-1950),
que publicó poco después de la Gran Guerra, en 1919, un estudio titulado
precisamente Imperialismo, la expansión no era fruto de un capitalismo ma-
duro ni respondía a una dinámica económica específica, como defendían los
marxistas, sino que era reflejo de residuos culturales el pasado, esto es, de
impulsos atávicos e irracionales procedentes de un lejano tiempo histórico
que habían sobrevivido por el apoyo recibido de las clases dominantes.
Por su parte, el historiador David Fieldhouse defiende la existencia de un
nuevo factor en el origen del imperialismo: la brusca reivindicación de co-
lonias por parte de Bismarck en 1884-1885, al convertirse así estos territo-
rios en un medio de trueque diplomático, de los cuales una gran potencia
podía servirse para negociar.
• Visión de los descolonizados. La cuarta interpretación del imperialismo es
la ofrecida por los intelectuales de los países descolonizados, donde destacan
Senghor y Kizerbo. Por una parte, como representantes de los pueblos ex-
plotados, lo condenaban y, por otra, ante el hecho innegable de que su propia

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

formación intelectual debía mucho a las antiguas potencias colonizadoras,


tendían a poner de relieve los aspectos positivos del fenómeno colonial.

Para señalar los aspectos más destacados del imperialismo, destacaremos, en pri-
mer lugar, que el imperio más extenso de todos fue el británico, en la etapa de la reina
Victoria (1837-1901), ya que sus dominios se extendieron por cinco continentes.

El Imperio francés era el segundo en importancia y extensión. Su impulsor más


destacado fue Jules Ferry, que trató de contrarrestar, mediante la política imperialista, la
derrota francesa ante Prusia en 1870.

Otro imperio europeo fue el ruso, cuya acción expansiva se dirigió hacia la incorpo-
ración de tres ámbitos: tierras al sur del Cáucaso, zona costera del Pacífico y Manchuria,
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siendo derrotada por Japón en 1905 en el intento de dominar el último territorio citado.

Alemania e Italia, cuyos Estados nacionales estaban recién construidos, fruto de


la unificación, se incorporaron tarde a la carrera colonial, pero lograron anexionarse
posesiones africanas. También Bélgica se aseguró el dominio de la cuenca del Congo que,
tras el Congreso de Berlín, en 1885, fue incorporado a la soberanía del rey Leopoldo II.

Las dos naciones ibéricas, pioneras de la exploración marítima desde el siglo XV,
no tuvieron tanta suerte en el fenómeno imperialista del XIX. Portugal logró reafirmar
su presencia en Angola y Mozambique, pero vio frustrado su proyecto de unir ambos
territorios. España conservó en África occidental Ifni, río Muni y Fernando Poo pero,
tras la guerra contra los Estados Unidos, en 1898, perdió sus colonias de Cuba, Puerto
Rico, Filipinas y Guam.

Durante el siglo XIX, a medida que progresaba la expansión colonial, se produjeron


disputas entre las potencias imperialistas. Con la pretensión de evitar estos conflictos,
en 1885 se reunieron en Berlín los representantes de 14 países europeos, más Estados
Unidos y Turquía, para concretar sus respectivas posiciones en el reparto de África. En
el Congreso de Berlín se adoptaron las siguientes resoluciones:

• Se reconoció a Leopoldo II el dominio exclusivo del Congo belga, frente a


las ambiciones francesas sobre parte de esa colonia.
• Gran Bretaña y Francia habrían de resolver por sí mismas sus diferencias.
• Se determinó que aquella potencia que controlara el litoral de un territorio
ostentaría de hecho la autoridad sobre el interior del mismo, lo cual esti-
muló la penetración desde la costa hacia el interior del continente.

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Imperialismo y expansión colonial.
M. Lara Martínez De la paz armada a la Primera Guerra Mundial

En la expansión imperialista también participaron dos Estados extraeuropeos:


Estados Unidos y Japón. Ambos transformaron profundamente su economía durante el
siglo XIX y defendieron la ampliación de sus respectivas áreas de influencia.

El espectacular crecimiento económico de los Estados Unidos favoreció una agresiva


política de expansión interior hacia el oeste y el sur y, además, en 1867, tuvo lugar la adqui-
sición de Alaska a Rusia. La aplicación de la teoría de la supervivencia de las especies de
Darwin, el denominado darwinismo social, alcanzó una gran difusión en los Estados Uni-
dos, con Herbert Spencer y John Fiske. La idea central era que los Estados Unidos tenían
que competir con las otras potencias para sobrevivir en el ámbito internacional, desarro-
llándose formalmente desde 1823 la doctrina Monroe («América para los americanos»).

En Japón, la era Meiji (1867-1912) supuso la abolición del feudalismo y el inicio


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de la modernización económica del país, asociada a la ruptura del anterior aislacionis-


mo. El expansionismo nipón venció en la guerra contra China en 1894-1895 y contra la
Rusia zarista en 1905.

A pesar de los intentos por canalizar pacíficamente el proceso imperialista, los


enfrentamientos se agudizaron en la primera década del siglo XX, constituyendo la an-
tesala de la Primera Guerra Mundial. Muestra de ello son el enfrentamiento anglo-francés
en Fachoda (1898-1899), en el Alto Nilo (Sudán), que supuso la retirada francesa del
territorio, y la guerra anglo-bóer (1899-1902), registrada en los territorios de Transva-
al y Orange, entre los holandeses africanos (llamados bóeres, esto es, granjeros) y los
ingleses, instalados en El Cabo e interesados en las minas recién descubiertas. Tras tres
años de conflicto, los territorios bóeres fueron anexionados al Imperio británico.

La presión imperialista despertó la resistencia en las colonias ante el dominio de la


metrópoli. En China, las potencias occidentales ejercieron presión para establecer encla-
ves comerciales desarrollándose, como reacción frente a la influencia económica, polí-
tica, religiosa y tecnológica extranjera, las guerras del Opio (1839-1842) y la rebelión
de los bóxers (1899-1901). Otros movimientos de resistencia fueron la revuelta de los
cipayos (1857-1859) en la India y la conquista del Oeste en Norteamérica.

2. LAS GRANDES POTENCIAS DE LA PAZ ARMADA (1870-1914)

Gracias a las consecuciones obtenidas por el liberalismo y el nacionalismo, en


torno a 1870 se habían consolidado en Europa los Estados nación, que daban entidad
político-jurídica al sentimiento de pertenencia a un pueblo. Desde dicha fecha, hasta el

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

estallido de la Primera Guerra Mundial, se desarrollaron en Europa occidental y sep-


tentrional grandes Estados, como Gran Bretaña, Francia y Alemania y potencias meno-
res, como Bélgica, Holanda, Italia y España. Mientras, en las zonas central y oriental
del Viejo Continente pervivían grandes imperios de tipo absolutista, como el austro-
húngaro y el ruso.

En esta etapa, los intereses imperialistas dieron origen también a multitud de con-
flictos, con la organización de sistemas de alianzas internacionales que desembocaron
en la formación de dos bloques antagónicos que colisionaron en la Primera Guerra
Mundial.

2.1. LA INGLATERRA VICTORIANA


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El reinado de Victoria I, que se prolongó desde 1837 hasta 1901, supuso la etapa de
consolidación de Gran Bretaña como el país más poderoso y de mayor influencia entre
las primeras potencias, al rivalizar a principios del siglo XX con los Estados Unidos y
la Alemania del II Reich.

Los tres rasgos más destacados de la era victoriana fueron el liberalismo, el desa-
rrollo económico y, sobre todo, la expansión de su imperio.

En primer lugar, Gran Bretaña asistió en el siglo XIX a la modernización del sis-
tema liberal, mediante diversas leyes de reforma (Reform acts), que ampliaron la parti-
cipación electoral aunque, en un principio, estuvo reservada únicamente a los hombres.
La negación del derecho a voto a las mujeres provocó el nacimiento del movimiento su-
fragista, liderado por Emmeline Pankhurst (1858-1928), fundadora de la Liga en favor
del derecho al voto de la mujer. Finalmente, en 1918, se reconocería el derecho de la
mujer al sufragio.

La importancia que fue adquiriendo el movimiento obrero hizo que, a la tradicio-


nal organización política inglesa en whigs (liberales) y tories (conservadores), se suma-
ra en 1900 el Partido Laborista (Labour Party). Paralelamente, se puso en marcha la
democratización de la enseñanza que, desde 1891, se convirtió en obligatoria y gratuita.

Uno de los principales problemas políticos del momento fue el nacionalismo irlan-
dés. La política británica no pudo resolver la situación y el Parlamento nunca llegó a
aprobar unas leyes propias conocidas como Home Rule, que permitieran su autogobierno.
En 1921, Gran Bretaña tuvo que reconocer la independencia de la República de Irlanda,
aunque un territorio del norte (Ulster) siguió perteneciendo a la metrópoli.

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Imperialismo y expansión colonial.
M. Lara Martínez De la paz armada a la Primera Guerra Mundial

El segundo de los rasgos característicos de la era victoriana es el desarrollo económico.


La industria británica no tuvo rival hasta los años noventa de la centuria decimonónica
y la política librecambista adoptada permitió abaratar los precios de los alimentos im-
portados y reducir los costes de su producción industrial. Durante el siglo XIX, Gran
Bretaña poseía la primera marina mercante y Londres era el centro financiero mundial
pero, en el tránsito de centuria, tuvo que hacer frente a la fuerte competencia de otros
países, especialmente Alemania.

En tercer lugar, el imperio era expresión del esplendor británico. Gran Bretaña se
sintió llamada a una gran misión civilizadora en el mundo, conservando una paz hege-
mónica bajo dominio inglés, una Pax britannica, al estilo de la Pax romana. La políti-
ca imperialista, asociada al ensalzamiento patriótico y a la superioridad racial, tuvo uno
de sus hitos en la proclamación de Victoria como emperatriz de la India en 1877, con el
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conservador Benjamín Disraelí como primer ministro.

2.2. LA III REPÚBLICA FRANCESA

Se conoce como tercera república francesa al régimen establecido desde el fin


del segundo imperio, al ser apresado Napoleón III el 4 de septiembre de 1870 durante
la guerra franco-prusiana (iniciada el 19 de julio de dicho año), hasta el inicio de la re-
pública de Vichy, el 10 de julio de 1940, por la invasión nazi. Fue una democracia par-
lamentaria, cuyo mayor logro fue sobrevivir a la Primera Guerra Mundial.

Uno de los procesos más destacados del inicio de la III república es la comuna de
París, nombre con el que se conoce el movimiento insurreccional que gobernó la ciu-
dad de París desde el 18 de marzo hasta el 28 de mayo de 1871, con la instauración del
sufragio universal y un proyecto comunista autogestionario.

La comuna de París estuvo influenciada por las ideas socialistas y se llegó a instau-
rar el gobierno del proletariado, con la adopción de una serie de medidas encaminadas a
la formación de un poder democrático popular, entre las que destacaban: la abolición del
trabajo nocturno, la reducción de la jornada laboral, la concesión de pensiones a las viu-
das y a los huérfanos de la Guardia Nacional y la separación entre la Iglesia y el Estado.
Finalmente, la comuna fue duramente reprimida por el Gobierno, instalado en Versalles.
El presidente Thiers envió soldados a París para que sofocaran la revuelta. Más de 30.000
trabajadores fallecieron en las calles de París y 7.000 fueron exiliados del país de por vida.

Durante la III república, Francia evolucionó hacia un Estado con una administra-
ción nacional fuertemente centralizada. El poder legislativo residía en dos cámaras

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(Asamblea y Senado) y el ejecutivo en un presidente. En 1880, se instaló el sufragio


universal masculino y se reformó el sistema educativo, instaurándose una escuela obli-
gatoria, laica y gratuita entre los 6 y los 13 años.

La industrialización francesa fue más tardía que la británica pero, a finales de la


centuria decimonónica, se inició un acelerado proceso de crecimiento económico. En esta
etapa, el segundo gran centro financiero europeo fue París, donde se administraban la
mayor parte de los capitales que se invertían en los países de Europa meridional y oriental.

En la historia de la primera etapa de la III república, momento en el que Francia se


dedicó a la expansión colonial, destacan dos problemas internos: el protagonizado por
el general Boulanger y el affaire Dreyfus:
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• Boulanger, tras ser ministro de la Guerra desde 1885 hasta 1888, intentó
ejercer un caudillaje apelando a las masas descontentas. El boulangismo
fomentaba el nacionalismo y el sentimiento de revancha frente Alemania,
pero su inspirador fue derrotado en las elecciones de 1889 y tuvo que huir.
• El caso Dreyfus tuvo como origen un error judicial con trasfondo de an-
tisemitismo, del que fue víctima el capitán Alfred Dreyfus, de origen ju-
dío-alsaciano, que fue acusado de espionaje con pruebas falsas. La opinión
pública se conmovió al descubrirse la falsedad de las mismas.

A nivel internacional, el principal asunto que dividía a la opinión pública eran las
relaciones con Alemania, muy tensas desde que Francia había perdido Alsacia y Lore-
na en la guerra de 1870.

2.3. EL IMPERIO AUSTROHÚNGARO

El antiguo Imperio austriaco de los Habsburgo pasó a denominarse Imperio aus-


trohúngaro a raíz de las reformas de 1868. Pese a la fuerte personalidad del emperador
Francisco José, que reinaba desde 1848, el imperio se hallaba en una situación de es-
tancamiento político, pues el emperador era prácticamente absoluto y no había institu-
ciones representativas.

Desde finales del siglo XIX, se intensificaron las reivindicaciones nacionalistas pues,
además de las nacionalidades germana y húngara, que eran las mayoritarias, el imperio
incluía multitud de pueblos: croatas, serbios, eslovenos, polacos, checos, rumanos, búl-
garos e italianos.

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Imperialismo y expansión colonial.
M. Lara Martínez De la paz armada a la Primera Guerra Mundial

2.4. EL FIN DE LA RUSIA ZARISTA

Desde el siglo XVI, los zares rusos pertenecían a la dinastía Romanov y, tres cen-
turias después, seguía siendo un imperio autocrático, donde los señores agrarios ejercían
un férreo dominio político.

En 1861, Alejandro II había decretado la liberación de los siervos, pero los efectos
de esta medida tardaron en hacerse visibles. Las grandes industrias se instalaron, con el
apoyo de capitales extranjeros, en las cuencas carboníferas del mar Negro, en los Urales
y en torno a Petrogrado, la capital zarista. El proceso de industrialización tuvo uno de
sus hitos en la construcción del ferrocarril transiberiano, la línea más larga del mundo,
entre Moscú y Vladivostock.
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En 1894 subió al trono el último de los zares, Nicolás II. Su política interna estuvo ba-
sada en la autocracia. Las revoluciones de 1905 y de 1917 debilitarían su poder y pondrían
fin al zarismo, respectivamente, con la instalación del comunismo, capitaneado por Lenin.

2.5. LOS NUEVOS ESTADOS UNIFICADOS

2.5.1. Alemania

Antes de la formación de un Estado nacional unificado, el actual territorio de Ale-


mania se hallaba dividido en un mosaico de más de 30 Estados, entre los que destacaba
Prusia. Desde principios del siglo XIX, se inició el proceso de organización de un Esta-
do nacional en Alemania, al ser un paso importante en este proceso la formación de un
mercado único en la región, impulsado por los Junkers (aristocracia terrateniente) de
Prusia y la burguesía industrial de la cuenca del Ruhr. En 1834 se estableció el Zollverein
(unificación aduanera) y, desde 1848, se intensificaron las reivindicaciones de los
grupos nacionalistas que solicitaban la formación de un único Estado.

En 1862, el rey Guillermo I nombró canciller (primer ministro) al estadista Otto


von Bismarck (1815-1898), quien puso en marcha un plan para imponer la hegemonía de
Prusia sobre el conjunto de Alemania, como paso previo para una unificación nacional.

Bismarck reorganizó y reforzó el ejército prusiano, al que lanzó a tres conflictos


en los que resultó vencedor: la guerra de los ducados (1864), una acción concertada
con Austria para arrebatar a Dinamarca los territorios de habla alemana de Schleswig
y Holstein; la guerra austro-prusiana (1866), provocada a raíz de los problemas de la
administración conjunta de los ducados daneses y dirigida a eliminar la influencia aus-

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triaca sobre los asuntos alemanes, y la guerra franco-prusiana (1870), suscitada por
un malentendido diplomático con la Francia de Napoleón III a propósito de la solución
al vacante trono de España, pero orientada a anular a Francia en la política europea.

La victoria en estos conflictos permitió a Prusia acrecentar su poder y su territorio.


En 1867, fue capaz de unir la mayor parte de los Estados independientes que subsistían
en Alemania formando la Confederación de la Alemania del Norte y, cuatro años des-
pués, se anexionó las regiones francesas de Alsacia y Lorena e impuso la creación de un
único Imperio alemán bajo la corona de Guillermo I. El 18 de enero de 1871 la unifica-
ción de Alemania había concluido.

A nivel interno, Bismarck estableció un régimen autoritario de apariencia constitucio-


nal. En un principio, gobernó en coalición con los liberales, centrándose en contrarrestar la
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influencia de la Iglesia católica (Kulturkampf) y en favorecer los intereses de los grandes


terratenientes a través del librecambismo; sin embargo, en 1879, rompió con los liberales
y se alió con el partido católico Zentrum, con la adopción de medidas proteccionistas que
impulsaran el desarrollo industrial. En esta segunda etapa trató de frenar el movimiento
obrero, ilegalizándolo mediante las Leyes Antisocialistas, a la vez que trataba de conseguir
el apoyo de los trabajadores mediante la legislación social más avanzada del momento.

En política exterior, Bismarck fue el artífice de los sistemas vertebradores de las


relaciones internacionales en la Europa de la paz armada, como explicaremos más ade-
lante. Su interés por apartar a Alemania de la carrera imperialista acabó enfrentándolo
con el nuevo emperador, Guillermo II, presentando su dimisión en 1890.

2.5.2. Italia

Desde la caída del Imperio romano de occidente, la península itálica había estado
dividida en diferentes reinos. En el siglo XIX, el proceso de unificación italiana, cono-
cido como risorgimento, permitió agrupar en un mismo Estado varios territorios inde-
pendientes entre sí.

Por el Tratado de Viena (1815), Italia quedó dividida en siete Estados independien-
tes (el reino de Cerdeña-Piamonte, el reino de las Dos Sicilias, los Estados pontificios, el
reino de Lombardía-Véneto y los ducados de Parma, Módena y Toscana).

En la segunda mitad del siglo XIX, tras varios intentos de unificación entre 1830 y
1848 aplastados por el Gobierno austriaco, fueron cobrando fuerza los planes de creación
de una confederación italiana, diseñados por el conde de Cavour, primer ministro del

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Imperialismo y expansión colonial.
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rey Víctor Manuel II de Saboya y capitaneados por Piamonte-Cerdeña. Estos proyectos


llegaron a interesar al emperador francés Napoleón III, pues suponían la expulsión de
los austriacos del norte de la península itálica.

En el proceso de unificación italiana podemos diferenciar cinco fases:

• Guerra contra Austria e incorporación de Lombardía. Los ejércitos


austriacos fueron derrotados por el ejército franco-sardo en las batallas de
Magenta y Solferino (1859).
• Anexión de los Estados de Parma, Módena y Toscana. La victoria sobre
Austria despertó el sentimiento nacionalista entre los Estados de Italia
central, por lo que se organizó en 1860 un plebiscito que determinó la
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incorporación de los Estados de Parma, Módena y Toscana al reino de Pia-


monte-Cerdeña, motor de la unificación italiana.
• Revolución de las Dos Sicilias. El reino de las Dos Sicilias incluía los te-
rritorios de Nápoles y Sicilia. Giuseppe Garibaldi, con el apoyo secreto de
Cavour, al mando de un cuerpo de 1.000 voluntarios que vestían camisas
rojas (expedición de los Mil o de los camisas rojas), desembarcó en Sicilia
en 1860 y se apoderó de la isla, ocupando poco después el reino de Nápoles.
Asimismo, el ejército sardo, al mando de Víctor Manuel II, tras conquis-
tar los Estados pontificios, salvo la ciudad de Roma, se unió a Garibaldi en
Nápoles. El 13 de marzo de 1863 el primer parlamento nacional, reunido
en Turín, proclamó a Víctor Manuel II rey de Italia.
• Incorporación de Venecia. Con el propósito de conseguir la incorporación
de Venecia, Víctor Manuel II estableció una alianza con Prusia, enemiga
de Austria. Iniciada la contienda entre Austria y Prusia en 1866, la victoria
favoreció a Prusia, por lo que el Imperio austrohúngaro tuvo que entregar
Venecia a Italia.
• Incorporación de Roma. Con la anexión de Venecia, solo faltaba la incor­
poración de Roma para dar por concluida la unificación italiana. El 20 de
septiembre de 1870, las tropas italianas, al mando del general Cadorna,
después de abrir una brecha en las murallas de Roma, ocuparon la ciudad.
Víctor Manuel II se instaló en el palacio del Quirinal y declaró que Roma
era la capital del reino de Italia. Por su parte, Pío IX se negó a aceptar la
anexión de Roma, pues el papa quedaba prisionero en el Vaticano. Así sur-
gió la cuestión romana, que se prolongaría hasta el Tratado de Letrán de
1929, suscrito por el papa Pío XI y el rey Víctor Manuel III, en virtud del
cual se reconocía la existencia del pequeño Estado del Vaticano, cuyo so-
berano sería el pontífice.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

Tras la unificación, el país experimentó un importante crecimiento demográfico, llegan-


do a 35 millones en 1913. Además, se impulsó la industrialización, aunque las diferencias
entre el norte (industrial) y el sur (agrario) dificultaron el proceso de modernización social.

2.6. LA DESCOMPOSICIÓN DEL IMPERIO OTOMANO

A finales del siglo XIX, el Imperio otomano era un régimen autocrático que se en-
contraba en una franca decadencia. Durante esa centuria, los movimientos nacionalistas
habían desmembrado su territorio. A la independencia de Grecia en 1828, siguieron la
de Serbia, Rumanía, Bulgaria y Montenegro en los años siguientes.
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El sentimiento de hundimiento nacional, causado por la rivalidad con las poten-


cias occidentales, desencadenó en el imperio movimientos nacionalistas de carácter re-
formista. Así, en 1889, se creó el partido Jóvenes Turcos, que tenía como propósito la
instauración de un régimen constitucional y parlamentario.

La inestabilidad política en los Balcanes y la denominada cuestión de Oriente fue-


ron el origen de las guerras balcánicas (1912-1913), que constituyeron el precedente de
la Primera Guerra Mundial.

3. LA POLÍTICA INTERNACIONAL DESDE 1870 HASTA 1914:


LOS SISTEMAS BISMARCKIANOS Y LAS REIVINDICACIONES
NACIONALISTAS

Durante las décadas que permaneció en la cancillería del Reich, Bismarck fue el
artífice de la política internacional mediante el diseño de sistemas de alianzas que tra-
taban de garantizar el predominio alemán en la política europea y la contención de los
enemigos del Reich. La diplomacia secreta vivió en la época bismarckiana su edad de oro
pues, frecuentemente, los tratados firmados entre diversos Estados no se hacían públicos.

Desde su unificación en 1871, Alemania se convirtió en una potencia económica


y militar pero, cuando intentaba extender su comercio, se encontró con la oposición de
Gran Bretaña y de Francia, que trataban de proteger sus imperios coloniales.

Gran Bretaña y Francia jugaban un papel bastante diferente en el plan estratégico


del canciller alemán. Para que la balanza de poderes se mantuviera en equilibrio, Ale-

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mania debería tener el dominio en Europa continental y Gran Bretaña en el ámbito ul-
tramarino. Sin embargo, Francia debía ser aislada, a juicio de Bismarck. Tras la derrota
gala en la guerra franco-prusiana en la batalla de Sedán (1 de septiembre de 1870), el
aislamiento de Francia fue un objetivo constante en la política alemana y, con este fin, se
organizaron sucesivos sistemas de alianzas que vinculaban al Reich con otras potencias:

• En 1873 negoció la Liga de los Tres Emperadores, entre los tres grandes
imperios conservadores (Austria, Rusia y Alemania).
• En 1879 firmó con Austria la Doble Alianza.
• En 1882 se constituyó la Triple Alianza, entre Alemania, Austria-Hungría
e Italia.
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Paralelamente, las potencias opuestas a Alemania también estrecharon alianzas:

• En 1871 se firmó la alianza franco-rusa.


• En 1904 se formalizó la Entente Cordial franco-británica, algo insólito
si tenemos en cuenta la rivalidad colonial existente entre las dos potencias.
• En 1907, después de resolver sus problemas en Asia central, ingleses y rusos
firmaron también un acuerdo en 1907, dando origen a la Triple Entente.

Estos acuerdos serían el origen de los dos bandos enfrentados en la Primera Gue-
rra Mundial. La Triple Alianza conformaría el bando de los imperios centrales y la Tri-
ple Entente, los aliados.

Este ambiente de tensiones y de alianzas llevó a las grandes potencias a tomar medi-
das preventivas, como incrementar el presupuesto con fines militares para fortalecer sus
ejércitos y aprovechar los avances tecnológicos fruto de la segunda Revolución Industrial.

3.1. LAS CRISIS MARROQUÍES

Los enfrentamientos coloniales en la primera década del siglo XX fueron expre-


sión de la tensión latente y tuvieron como escenario el norte de África. La primera crisis
marroquí tuvo lugar en 1905. El Gobierno alemán ofreció su apoyo al sultán de Ma-
rruecos para que pudiera resistir las presiones francesas para establecer un protectorado
en la zona. El káiser Guillermo II desembarcó en Tánger en medio de una multitud que
mostraba su apoyo al sultán. A fin de resolver el conflicto, se convocó la Conferencia

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de Algeciras (1906), que frustró las aspiraciones alemanas, al establecerse un protecto-


rado franco-español sobre Marruecos. Pero Alemania no se dio por vencida y, en 1911,
protagonizó un nuevo incidente, consiguiendo la ampliación de la colonia alemana de
Camerún a cambio de abandonar Marruecos.

3.2. LAS CRISIS BALCÁNICAS

El conflictivo panorama político internacional se vio complicado por el sentimiento


nacionalista de diferentes pueblos, especialmente en el ámbito de los Balcanes, donde
el Imperio austrohúngaro y el Imperio ruso trataban de incrementar su influencia a costa
de la debilidad del Imperio otomano. Ambos imperios desarrollaron actitudes muy dife-
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rentes ante las reivindicaciones nacionalistas de los eslavos.

El Imperio austrohúngaro se oponía a las intenciones nacionalistas de los esla-


vos, pues si conseguían su independencia, Austria-Hungría vería fracasado su propósito
de tener una vía más amplia de salida al Mediterráneo a través de Serbia, territorio que
limitaba con Bosnia, anexionada en 1908.

El Imperio ruso promovía el paneslavismo, defendiendo la unión de los pueblos


eslavos por los beneficios que entrañaba, entre ellos, conseguir libre acceso a los puer-
tos de la costa mediterránea y detener la expansión austrohúngara.

En 1912 la alianza quedó establecida entre Serbia, Montenegro, Grecia y Bul-


garia, con el nombre de Liga balcánica, viéndose esta involucrada en dos conflictos
sucesivos:

• En la primera guerra balcánica (1912-1913), las operaciones contra el


Imperio turco se desarrollaron sin grandes problemas, pues los ejércitos
coaligados contaban con 700.000 hombres frente a los 320.000 otoma-
nos. El Tratado de Londres, firmado el 30 de mayo de 1913, ratificó la
victoria sobre el Imperio turco y reconoció la independencia de Albania,
país que había sido invadido por Serbia, Montenegro y Grecia.
• En la segunda guerra balcánica (1913) se enfrentaron Serbia, apoyada
por Montenegro y Grecia, contra Bulgaria. El detonante fue la ruptura, por
parte de Grecia y Serbia, de la alianza con Bulgaria el 1 de junio de 1913.
El conflicto se inició el 29 de dicho mes, es decir, poco después del cese de
las hostilidades con el Tratado de Londres. El 10 de agosto se firmaría en
la capital rumana el Tratado de Bucarest, en virtud del cual Bulgaria per-

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día una parte considerable de su territorio, incluidos unos 7.700 km2, que
fueron asignados a Rumanía. Entre otras compensaciones, la mayor parte
de Macedonia pasó a formar parte de Serbia y de Grecia, al igual que Bul-
garia tuvo que ceder una gran extensión de su territorio al Imperio otoma-
no por posteriores acuerdos. Además de las ganancias territoriales, Serbia
se consolidó como el Estado más importante de la región.

Las guerras balcánicas influyeron profundamente en el desarrollo de la historia


de Europa, pues los tratados de paz facilitaron la formación de un Estado serbio fuerte
y ambicioso, pero también infundieron un resentimiento antiserbio en el Imperio aus-
trohúngaro. El asesinato en Sarajevo el 28 de junio de 1914 del archiduque Francisco
Fernando de Austria (1863-1914), heredero del trono imperial, proporcionó a Austria-
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Hungría un pretexto para invadir Serbia, iniciándose así la Primera Guerra Mundial.

4. LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL (1914-1918)

4.1. CAUSAS

¿Por qué fue mundial una guerra que se inició en Europa y entre países del continen-
te? Ante todo porque, en 1914, más de la mitad de las tierras emergidas y de la población
del planeta dependían de Europa. Los Imperios coloniales británico y francés y, en menor
medida, el alemán se extendían por África, Asia y Oceanía y, en América Latina, donde
tras las independencias no existía el dominio político, sí se ejercía el control económico.

El debate historiográfico sobre la Primera Guerra Mundial se ha centrado en dos


aspectos: el de las causas y el de la responsabilidad alemana en su inicio. En el primer
ámbito citado, las aportaciones se han dividido entre los defensores de las causas econó-
micas como determinantes y los que se inclinan por la pluralidad de factores.

Los historiadores marxistas defendieron que las causas económicas fueron el ori-
gen del conflicto, siguiendo así la línea historiográfica marcada por Lenin en su obra
El imperialismo, fase superior del capitalismo. Pero no todos los defensores de la prio-
ridad de las causas económicas fueron marxistas. En 1934, la investigación de un comité
norteamericano sobre los beneficios de la industria de guerra concluyó con la afirmación
de que la entrada de los Estados Unidos en el conflicto fue provocada por la presión de
los intereses financieros de los bancos, que habían prestado grandes sumas de dinero a
los aliados y temían no poder cobrarles si Alemana vencía en la guerra.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

Figura 1. Distribución de la producción mundial en 1913, vísperas de la Primera Guerra Mundial

10,4 %

38,2 %
Grandes potencias industriales
13,3 % de la Europa occidental (38,2 %)
América del Norte (38,1 %)

Resto de Europa (13,3 %)

Resto del mundo (10,4 %)

38,1 %
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Fuente: elaboración propia.

La pluralidad de causas fue defendida principalmente por historiadores franceses,


entre los que destaca el historiador francés Pierre Renouvin (1893-1974). A juicio de
esta línea historiográfica, lo económico no fue exclusivamente el origen de la guerra,
sino que habría que tener en cuenta también otros factores, como: la rivalidad económica
y naval entre Alemania y Gran Bretaña con su consecuente carrera de armamentos, los
intereses colonialistas, la agresividad del militarismo prusiano, la situación de tensión
en los Balcanes y el intento, consciente o no, de los Gobiernos de buscar en la guerra el
motivo para desviar la atención de los pueblos de sus problemas internos.

El debate sobre la responsabilidad alemana, consagrada en el Tratado de Versalles,


fue protagonizado esencialmente por historiadores franceses y alemanes. Para los primeros,
la culpabilidad alemana fue clara y, para los segundos, Alemania se vio forzada a emprender
una guerra defensiva ante el cerco al que la habían sometido el resto de las potencias europeas.

En definitiva, los enfrentamientos coloniales, las crisis balcánicas y la rivalidad


entre las grandes potencias eran expresión del tenso ambiente que había en los años pre-
vios a la Gran Guerra.

4.2. FASES DEL CONFLICTO

El atentado de Sarajevo, perpetrado por el estudiante bosnio Gavrilo Princip (per-


teneciente a la organización terrorista serbia Mano Negra), fue el desencadenante de un
conflicto que, en un principio, se pensó que sería breve, pero que se alargó durante cua-

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tro años y movilizó a 70 millones de combatientes. Además, la contienda, que se inició


como un enfrentamiento localizado entre el Imperio austrohúngaro y Serbia, alcanzó rá-
pidamente una dimensión mundial, viéndose implicados países extraeuropeos y territorios
coloniales. Por primera vez se vivió una «guerra total» que movilizó a toda la población
civil en el esfuerzo bélico.

El estallido del conflicto fue acogido con estupor por la mayoría de la población,
pues las clases trabajadoras, influenciadas por las ideas socialistas, eran contrarias a la
guerra. Pero pronto en cada país los ciudadanos se alistaron para combatir en el frente y
las fuerzas políticas acordaron las «uniones sagradas», con el fin de otorgar a los gobier-
nos el apoyo político necesario, con independencia del signo de partido.

Los países contendientes se encontraban agrupados en dos bandos: los imperios cen-
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trales (Alemania y Austria-Hungría, pues Italia, tras declararse neutral el 3 de agosto de


1914, inició una negociación con ambas alianzas y, finalmente, en abril de 1915 firmó el
Tratado secreto de Londres con los aliados) y la Triple Entente (Gran Bretaña, Francia y
Rusia, a quienes se sumaron desde el inicio de la contienda Serbia y Bélgica). A estos dos
bandos se unirían otros países, como indicamos en la siguiente tabla:

Tabla 1. Contendientes en la Primera Guerra Mundial

Año Entente o aliados Imperios centrales

Francia
Reino Unido
Alemania
Agosto de 1914 Rusia
Austria-Hungría
Serbia
Bélgica

1914 Japón Turquía

1915 Italia Bulgaria

1916 Rumania

1917 Estados Unidos


Grecia

1918 Abandono de Rusia


(Paz de Brest-Litovsk)

Fuente: elaboración propia.

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El conflicto se desarrolló en dos frentes: el occidental, donde combatían Francia,


Gran Bretaña, Bélgica y Serbia contra Alemania, Austria-Hungría, Turquía y Bulgaria,
y el oriental, en el que se enfrentaban Alemania y Rusia.

La Gran Guerra puede ser estructurada en cuatro fases:

• La guerra de movimientos (1914). Al principio se pensó que la guerra


duraría poco, por lo que el general alemán Schlieffen diseñó un plan que
consistía en sorprender a los franceses mediante la invasión de Bélgica y la
marcha sobre París. Sin embargo, los franceses, bajo la dirección del general
Joffre, desde el 6 al 13 de septiembre de 1914, vencieron en la batalla del
Marne, fracasando así el plan. En el frente oriental, el general Hindenburg
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logró obtener dos victorias en Tannenberg y en los lagos Masurianos. El


fracaso de la guerra relámpago condujo a una estabilización de los frentes,
dando paso a la segunda fase del conflicto, conocida como «guerra de posi-
ciones».
• La guerra de posiciones (1915-1916). Esta segunda fase es conocida tam-
bién como «guerra de trincheras», pues supuso un cambio de estrategia
con respecto a la «guerra relámpago», extendiéndose las líneas de trincheras
a lo largo de cientos de kilómetros desde el mar del Norte hasta Suiza. La
guerra de desgaste tuvo básicamente como escenario los territorios francés
y belga y el elevado número de bajas arruinó la moral de los soldados. Du-
rante meses, las tropas se vieron obligadas a combatir en trincheras en pe-
nosas condiciones. En el frente occidental, la guerra de posiciones alcanzó
su punto álgido en la batalla de Verdún en 1916, la cual fue iniciada por
los alemanes con el fin de romper el frente. También los aliados intentaron
una ofensiva en Somme, pero no tuvieron éxito.
En la primavera de 1916 tuvo lugar el hecho naval más relevante de la con-
tienda, la batalla de Jutlandia, que se saldó con un ligero triunfo de la flota
alemana sobre la británica.
• Crisis de 1917. El fallo en la previsión de que sería una guerra de corta
duración dio lugar a una creciente desmoralización entre las tropas y la
reta­guardia. En 1917, las protestas de los soldados y de los mandos se con-
virtieron en motines que fueron duramente reprimidos. Surgieron iniciati-
vas de paz como la del presidente de los Estados Unidos Wilson o la del
papa Benedicto XV pero, finalmente, se impusieron las tesis de los par-
tidarios de continuar la guerra. Sin duda, Rusia fue el escenario más con-

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Imperialismo y expansión colonial.
M. Lara Martínez De la paz armada a la Primera Guerra Mundial

vulso de esta etapa. El fuerte descontento reinante, debido a la escasez de


víveres y los continuos descalabros militares, desembocó en la revolución
de febrero de 1917. El zar se vio obligado a abdicar y se constituyó un
Gobierno provisional liderado por Kerenski que, en contra de la mayoría
de los rusos, decidió proseguir la lucha. En octubre de 1917, un golpe de
Estado acabó con el gobierno de Kerenski y llevó al poder a los comunis-
tas de Lenin, quien entabló conversaciones con las potencias centrales, a
fin de poner término a la guerra en el frente oriental. En marzo de 1918 se
firmó el Tratado de Brest-Litovsk, en virtud del cual Rusia perdía exten-
sos territorios (Estonia, Letonia, Lituania, etc.). La salida de Rusia de la
contienda significó un giro radical en el conflicto, ya que el frente oriental
quedó libre de enfrentamientos, concentrándose desde entonces las poten-
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cias centrales en luchar con la totalidad de sus ejércitos en el frente occi-


dental.
En 1917 tendría lugar otro acontecimiento trascendental en la guerra: la en-
trada de los Estados Unidos. El 16 de enero de 1917, el ministro alemán del
Exterior, Arthur Zimmermann, envió un telegrama al embajador en Méxi-
co, Heinrich von Eckardt, con indicaciones para convencer a Venustiano
Carranz de que México entrara en la guerra del lado de los imperios centra-
les, a cambio de restituirle al país los territorios perdidos por el tratado de
Guadalupe-Hidalgo. El telegrama fue interceptado por los británicos. Este
hecho, junto con el torpedeamiento del carguero estadounidense Vigilantia,
provocó la entrada de los Estados Unidos en la guerra en la primavera de
1917, lo cual alteró las expectativas alemanas y austrohúngaras, pues esta
nueva potencia, con un gran peso económico, demográfico y militar, incli-
nó la balanza hacia el bando aliado.
• El fin del conflicto (1918). En 1918, ambos bandos atravesaban serias difi-
cultades, aunque el panorama era más complicado entre las potencias cen-
trales, ya que la incorporación de los Estados Unidos a la contienda había
supuesto una inyección de recursos materiales y humanos. El general ale-
mán Ludendorff inició una ofensiva en el lado occidental, conocida como
segunda batalla del Somme, para diferenciarla de los combates que se ha-
bían desarrollado en la misma zona en 1916. La iniciativa fracasó, pues los
aliados frenaron la ofensiva en el Marne, en el mismo lugar donde Joffre
había hecho abortar el plan Schlieffen en 1914. En septiembre y en octubre
se rindieron los búlgaros y los turcos respectivamente. El 8 de noviembre
de 1918 estalló en Berlín un movimiento revolucionario y abdicó el káiser

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

Guillermo II, con la formación de un nuevo gobierno encabezado por el


socialdemócrata Ebert. El 11 de dicho mes Alemania firmó el armisticio.
Se constituyó una república democrática, la de Weimar, regida por un débil
sistema parlamentario que atravesó una gran estabilidad (causada princi-
palmente por la crisis económica de posguerra) en la que fue creciendo el
nazismo. En 1933, Hitler abolió la democracia. El Imperio austrohúngaro
se rendiría a mediados de noviembre.

4.3. LA ORGANIZACIÓN DE LA PAZ

En enero de 1919 se inauguró en París la conferencia que debía establecer las con-
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diciones de paz. Se reunieron 32 países, entre los que no se hallaba ninguno de los venci-
dos. Las principales negociaciones se desarrollaron entre los representantes de las cuatro
grandes potencias vencedoras de la guerra: Estados Unidos (Wilson), Francia (Clemen-
ceau), Gran Bretaña (Lloyd George) e Italia (Orlando).

El más importante de los tratados fue el de Versalles, en el que se fijaban las con-
diciones de la paz para Alemania, a la que se consideraba responsable del conflicto. El
Imperio alemán hubo de entregar Alsacia-Lorena a Francia, la Posnania a Polonia y se-
paraba la Prusia oriental del resto del territorio por el llamado pasillo de Danzig, mien-
tras que sus colonias eran repartidas entre los vencedores.

Además, se impuso a Alemania el pago de fuertes reparaciones de guerra para


compensar las destrucciones en los países aliados. Debía entregar las minas de carbón
del Sarre a Francia y le fueron incautados sus bienes en el exterior, hasta su flota mer-
cante. Además, tuvo que abolir el servicio militar y restringir las fuerzas de su ejército
a 100.000 hombres. Se prohibía también la unión de Alemania con Austria para evitar
cualquier tentación de pangermanismo y los aliados ocuparon la orilla izquierda del Rin
durante 15 años.

Otros tratados se ocuparon del resto de vencidos:

• Por el Tratado de Saint-Germain, Austria perdía todos los territorios esla-


vos y se convertía en república.
• Por el Tratado de Trianon, Hungría perdía la salida al mar y una parte de
sus territorios eran cedidos a la nueva Checoslovaquia, a Yugoslavia y a
Rumanía.

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Imperialismo y expansión colonial.
M. Lara Martínez De la paz armada a la Primera Guerra Mundial

• Por el Tratado de Neuilly, Bulgaria cedía parte de sus territorios a Grecia.


• Por el Tratado de Sèvres, se imponía al Imperio turco la cesión de territo-
rios a favor de árabes y griegos.

En París se pusieron las bases de una nueva organización que debía garantizar la
paz y fomentar la cooperación internacional. La Sociedad de Naciones tuvo su sede en
Ginebra y su impulsor fue el presidente Wilson, aunque Estados Unidos no se integró en
ella. Esta ausencia, así como la de los propios vencidos y de Rusia, convirtió a la Socie-
dad de Naciones en una organización de vencedores de la guerra y su fracaso condujo
al estallido de la Segunda Guerra Mundial.
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4.4. CONSECUENCIAS

Toda guerra lleva consigo un drama humano. En la Primera Guerra Mundial, el


número de muertos ascendió a 9 millones de personas, cifra a la que habría que sumar
la enorme cantidad de heridos. Además, anteriormente un conflicto nunca había oca-
sionado tantas destrucciones materiales, con el consiguiente empobrecimiento de la
población, que había visto como sus hogares y sus centros de trabajo fenecían ante
las armas.

El nacionalismo había sido uno de los factores desencadenantes del conflicto y, al


finalizar la contienda, el mapa del Viejo Continente cambió sustancialmente. La paz de
París dio paso a una reestructuración del espacio europeo. La descomposición de los
antiguos imperios supuso la aparición de nuevos Estados: Polonia, Estonia, Letonia, Li-
tuania, Yugoslavia, Checoslovaquia y Hungría. La democracia fue ganando terreno y
se implantó el sufragio universal en casi toda Europa, así como empezó a reconocerse
el sufragio femenino.

La Primera Guerra Mundial significó la pérdida de la hegemonía europea en la


economía mundial. El conflicto empobreció a los países beligerantes: Francia perdió el
30 por 100 de su riqueza y Alemania el 22 por 100. Estados Unidos fue la potencia que
salió beneficiada económicamente del conflicto, pues se convirtió en líder de las finan-
zas mundiales. También Japón aumentó de forma considerable su producción, al hacer
frente a los pedidos europeos, sobre todo de armamento.

La contienda trastocó profundamente la estructura social de muchos países, ya que


surgieron una serie de nuevos ricos que se habían beneficiado de los negocios de la gue-

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

rra. En el ámbito de género es destacable la incorporación creciente de la mujer al mundo


laboral, que al final del conflicto representa el 35 por 100 del personal industrial de Ale-
mania y Gran Bretaña.

Tabla 2. El progreso del voto femenino

Fecha de concesión del derecho


País
al sufragio femenino

1893 Nueva Zelanda

1902 Australia
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1906 Finlandia

1907 Noruega

1915 Dinamarca

1917 Rusia

1918 Gran Bretaña (mujeres mayores de 30 años), Suecia, Polo-


nia y Canadá

1919 Alemania, Holanda e Islandia

1920 Estados Unidos y Austria

1921 Checoslovaquia

1925 Hungría

1928 Gran Bretaña (igualdad con los hombres)

1931 España y Portugal

Fuente: elaboración propia.

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Imperialismo y expansión colonial.
M. Lara Martínez De la paz armada a la Primera Guerra Mundial

 CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER


• Bóxer. Nombre que recibe la rebelión acaecida en China desde noviem-
bre de 1899 hasta septiembre de 1901, ante la intromisión occidental en
la política, economía, cultura y religión autóctonas. En la revuelta y en su
represión fallecieron más 100.000 personas, entre rebeldes y extranjeros.
• Cipayos. Originariamente, eran miembros de una tropa de caballería de élite
incluida dentro de las Seis Divisiones de la Caballería del Imperio otomano
y procedían del Magreb. Posteriormente, en el Imperio británico se cono-
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cía como cipayo al nativo de la India reclutado como soldado. Los cipayos
protagonizaron una rebelión frente al imperio en 1857.
• Colonialismo. Hace referencia al domino ejercido por las metrópolis
sobre los territorios conquistados (colonias) durante las primeras fases
de la expansión europea, esto es, en los siglos XVI, XVII y XVIII.
• Comuna de París. Nombre con el que se conoce el movimiento insurrec-
cional que gobernó la ciudad de París desde el 18 de marzo hasta el 28 de
mayo de 1871, con la instauración de diversas medidas encaminadas a la
formación de un poder democrático popular, como el sufragio universal.
• Cuestión de Oriente. Nombre que recibe el conjunto de problemas surgi-
dos durante los siglos XVIII y XIX como consecuencia del debilitamiento
progresivo del Imperio otomano. El fin del imperio llevaría a la proclama-
ción de la república de Turquía el 23 de octubre de 1923.
• Imperialismo. Doctrina que conduce al dominio de un Estado sobre otro
mediante el empleo de la fuerza militar, económica o política. A diferen-
cia del colonialismo, el objetivo no era la transformación cultural de estas
zonas, sino su control político, económico y militar. Este proceso se desa-
rrolló en el siglo XIX.
• Segunda Revolución Industrial. Proceso acaecido en los decenios finales
del siglo XIX, caracterizado por una nueva oleada de innovaciones técni-
cas, que posibilitó el aumento de la capacidad productiva y la mejora de
los medios de transporte, por lo que está estrechamente relacionado con el
auge del imperialismo. La electricidad y el petróleo sustituyeron a la má-
quina de vapor y al carbón como fuentes de energía y, entre los inventos de
esta etapa, destacan el teléfono (Bell, 1876), la bombilla (Edison, 1879) y
la aspirina (Bayer, 1899).

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

 ACTIVIDADES DE REPASO

Enunciado 1

Lee el siguiente texto de Fustel de Coulanges y responde a las cuestiones formula-


das a continuación.

«Creéis que Alsacia es de nacionalidad alemana porque su población es


de raza germánica y porque su lengua es alemana. Pero (...) lo que distingue a
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las naciones no es ni la raza ni la lengua. Los hombres se sienten que son de


un mismo pueblo cuando tienen una misma comunidad de ideas, de intereses,
de recuerdos y de esperanzas (...) Se podría decir que Alsacia es alemana por
raza y lengua; pero su nacionalidad y su sentimiento de patria son franceses. ¿Y
sabéis qué es lo que la ha convertido en francesa? Nuestra revolución de 1789.
A partir de aquel momento, Alsacia ha seguido todos nuestros destinos, ha vi-
vido nuestra vida, ha pensado y sentido como nosotros (...) No tienen nada en
común con vosotros. Para ella, la patria es Francia y el extranjero, Alemania.»

Fustel de Coulanges: ¿Alsacia es alemana o francesa?, 1870.

Se propone lo siguiente:

• Busca información sobre el autor del texto.


• Localiza Alsacia y Lorena en un mapa de Europa y explica por qué perte-
necieron a Alemania después de 1870.
• ¿Cómo argumenta el autor que Alsacia pertenece a Francia?

Enunciado 2

Lee el siguiente texto de Jules Ferry y responde a las cuestiones formu­ladas.

«Jules Ferry: La política colonial se impone, en primer lugar, en las


nociones que deben recurrir o la emigración, ya por ser pobre su población, ya
por ser excesiva. Pero también se impone en las que tienen o bien superabun-

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Imperialismo y expansión colonial.
M. Lara Martínez De la paz armada a la Primera Guerra Mundial

dancia de capitales o bien excedente de productos; esta es la forma moderna


actual más extendida y más fecunda (...).
Desde este punto de vista, lo repito, la fundación de una colonia es la crea-
ción de un mercado (...). En el tiempo en que estamos y con la crisis que pasan
todas las industrias europeas, la fundación de una colonia es la creación de una
salida. Allí donde permanezca el nudo colonial entre la madre-patria que produ-
ce y las colonias que ella fundó, se tendrá el predominio de los productos: eco-
nómico, y también político (...).
Hay un segundo punto que debo igualmente abordar: es el lado humani-
tario y civilizador de la cuestión. Es preciso decir abiertamente que, en efec-
to, las razas superiores tienen un derecho con respecto a las razas inferiores
porque existe un deber para con ellas. Las razas superiores tienen el deber de
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civilizar a las razas.


Sr. Maigne: ¿Se atreve usted a decir eso en el país donde se han pro-
clamado los derechos del hombre?
Sr. Guilloutet: Es la justificación de la esclavitud y de la trata de negros.
Jules Ferry: (...) Las razas superiores tienen el deber de civilizar a
las razas inferiores. ¿Y existe alguien que pueda negar que hay más justicia,
más orden material y moral en el África del norte desde que Francia ha hecho
su conquista?»

Discurso de Jules Ferry ante la Cámara, París, 1885.

Se propone lo siguiente:

• ¿Qué argumentos da Jules Ferry para justificar el imperialismo?


• ¿Qué alegaciones realizan Maigne y Guilloutet?

Enunciado 3

Señala si estas afirmaciones sobre la Primera Guerra Mundial son verdaderas o falsas:

• Entre las causas de la Primera Guerra Mundial se encuentra la disputa de


los países por las colonias.
• Aunque se denomina Guerra Mundial, en el conflicto solo participaron paí-
ses europeos.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

• El balance de muertos de la Primera Guerra Mundial superó claramente al


de los conflictos anteriores.
• Uno de los elementos que caracterizó al conflicto fue el empleo de la bomba
nuclear.

Enunciado 4

Tras leer estos dos textos de Tatanga Mani y de Senghor, realiza un balance de la
colonización desde el punto de vista de los autóctonos.

Texto 1:
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«Ustedes los blancos presumían que éramos salvajes... Cuando cantá-


bamos nuestras alabanzas al Sol, a la Luna o al Viento, ustedes nos trataban
de idólatras. Sin comprender, ustedes nos han condenado como almas pérdi-
das, simplemente porque nuestra religión era diferente de la vuestra. Nosotros
veíamos la Obra del Gran Espíritu en casi todo: el Sol, la Luna, los Árboles, el
Viento y las Montañas; y veces nos aproximábamos a Él a través de ellos: ¿era
eso tan malo? Yo pienso que nosotros creemos sinceramente en el Ser Supre-
mo, de una fe más fuerte que muchos blancos que nos han tratado de paganos.
Los Indios viviendo del lado de la Naturaleza y del Maestro de la Naturaleza,
no viven en la oscuridad.»

Tatanga Mani o Búfalo Caminante (1871-1967), jefe indígena de la tribu Stoney de Canadá.

Texto 2:

«La colonización tiene su faceta positiva y su faceta negativa. Por una parte,
es evidente que ha favorecido el desarrollo de un proceso natural de totalización
del mundo. En ese sentido, gracias a la colonización se ha ido creando, siglo
tras siglo, la civilización entendida como universal. Sin embargo, por otra parte,
la explotación que implica el hecho colonial, hace de un fenómeno nefasto.
En realidad, en cualquier época, la colonización ha comportado aspectos
muy negativos. Basta con analizar, como ejemplo, la historia de África. (... )
Hasta mediados del siglo XIX, los árabes y europeos organizaron el comercio
humano llamado "trata de negros". (... ) Se calcula que ese genocidio provocó
cien millones de muertos. Yo creo que fueron doscientos millones. Se trata del
genocidio más brutal de la historia. El mal causado al África negra es el terri-
ble que jamás se haya causado a una etnia.

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Imperialismo y expansión colonial.
M. Lara Martínez De la paz armada a la Primera Guerra Mundial

Y, sin embargo, insisto en el hecho de que la colonización ha comportado


algo positivo en sentido de que a los pueblos africanos nos ha permitido entrar
en el mundo moderno. El proceso colonizador nos ha aportado aspectos cultu-
rales que, a pesar de ser extranjeros, cabe considerar como fecundos.»

Leopoldo Sédar Senghor (1906-2001), presidente de Senegal de 1960 a 1980.

Enunciado 5

Realiza un cuadro comparativo sobre las consecuencias territoriales de la Gran


Guerra.
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 EJERCICIOS VOLUNTARIOS

Tras el estudio de esta Unidad didáctica, el estudiante puede hacer, por su cuenta,
una serie de ejercicios voluntarios, como los siguientes:

1. Tras la lectura de este texto de la Declaración Balfour, investiga sobre este


acontecimiento y su repercusión en el sionismo internacional.

«Foreign Office, 2 de noviembre de 1917.

Estimado Lord Rothschild:

Tengo gran placer en enviarle, en nombre del Gobierno de Su


Majestad, la siguiente declaración de simpatía con las aspiraciones
sionistas judías, que ha sido sometida al gabinete y aprobada por él.
El Gobierno de Su Majestad ve con ojos favorables el estableci-
miento en Palestina de una patria nacional para el pueblo judío, y se
esforzará lo más posible para facilitar la consecución de este objeti-
vo, quedando claramente entendido que no se hará nada que pueda
perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no
judías existentes en Palestina, o los derechos y el estatus político de
que gozan los judíos en cualquier otro país.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

Le agradecería que pusiera esta comunicación en conocimiento


de la Federación Sionista.

Sinceramente suyo...»

Arthur James Balfour, ministro de Asuntos Exteriores británico a


los dirigentes del movimiento sionista. Noviembre de 1917.

2. Busca información sobre alguno de los enfrentamientos registrados entre


imperios coloniales citados en esta Unidad didáctica.

3. Investiga sobre alguno de los movimientos de resistencia surgidos en las


colonias frente al dominio de la metrópoli.
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4. Examina esta imagen sobre el incidente de Fachoda y responde a las cues-


tiones formuladas:

• ¿Con qué cuento infantil se está comparando el suceso?


• ¿Con qué país se identifica cada personaje?
• Realiza un comentario de la imagen como fuente histórica, siguiendo
las pautas expuestas en la Unidad didáctica 1.

5. ¿Quién fue Lawrence de Arabia? ¿Está bien articulada en relación con los
acontecimientos históricos la película que dirigió sobre este personaje David
Lean en 1962?

282 www.udima.es

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Imperialismo y expansión colonial.
M. Lara Martínez De la paz armada a la Primera Guerra Mundial

 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Básica

ARÓSTEGUI, J.: La Europa de los imperialismos (1898-1914), Madrid, Anaya, 1991, (Biblioteca Básica
de Historia).
CASTELLÓ, J. E.: La Primera Guerra Mundial, Madrid, Anaya, 1993, (Biblioteca Básica de Historia).
FERRO, M.: La Gran Guerra (1914-1918), Madrid, Alianza, 1984.
FIELDHOUSE, D. K.: Los imperios coloniales desde el siglo XVIII, Madrid, Siglo XXI, 1993.
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GIL PECHARROMÁN, C.: La Primera Guerra Mundial, Madrid, Historia 16, 1985.
RENOUVIN, P.: La crisis europea y la Primera Guerra Mundial (1904-1918), Madrid, Akal, 1990.

En la red

http://clio.rediris.es/udidactica/IGM/guerra.htm
http://www.claseshistoria.com/imperialismo/esquema.htm
http://www.portalplanetasedna.com.ar/guerra1.htm

Avanzada

HERNÁNDEZ SANDOICA, E.: El colonialismo (1815-1873). Estructuras y cambios en los imperios co-
loniales, Madrid, Síntesis, 1992.
HOBSBAWN, E. J.: El imperio colonial. La era del imperio, 1875-1914, Madrid, Crítica, 2003.
MARTÍNEZ CARRERAS, J. E.: Historia del colonialismo y la descolonización, Madrid, Editorial Com-
plutense, 1992.
PERTIERRA, J. F.: La expansión imperialista en el siglo XIX, Madrid, Akal, 1988.
RENOUVIN, P.: Tratados de Paz. I Guerra Mundial. Historia de las relaciones internacionales, siglos
XIX y XX, Madrid, Akal, Textos, 1990.
ZWEIG, S.: El mundo de ayer. Memorias de un europeo, Barcelona, Acantilado, 2002.

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10
UNIDAD
DIDÁCTICA

DEL PERIODO
DE ENTREGUERRAS
A NUESTROS DÍAS
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PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS

1. El periodo de entreguerras
2. La Segunda Guerra Mundial
3. La guerra fría
4. La descolonización y el tercer mundo
5. La Unión Europea
6. El orden internacional en un mundo globalizado
7. Guerra civil, dictadura y democracia en España

CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER

ACTIVIDADES DE REPASO

EJERCICIOS VOLUNTARIOS

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

 PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS

Presentación

En la Unidad didáctica 10 del manual analizaremos los principales procesos acae-


cidos desde el periodo de entreguerras hasta la actualidad. El ascenso al poder de los
totalitarismos (fascismo y comunismo) y la crisis económica complicarían el panorama
de los años treinta, estallando en 1939 un nuevo conflicto mundial.
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Entre las múltiples consecuencias de la contienda, cabe citar la organización de dos


bloques (capitalista y comunista), capitaneados por los Estados Unidos y la URSS, prota-
gonistas de la denominada «guerra fría», y el desarrollo del proceso de descolonización.

En España, la guerra civil culminaría con la victoria de Franco, que impondría una
dictadura de casi cuarenta años de duración. A su muerte en 1975 se abriría la transición
a la democracia, que tendría uno de sus hitos en la promulgación de la Constitución es-
pañola en 1978.

Objetivos

La Unidad didáctica 10 permitirá al estudiante alcanzar los siguientes objetivos:

• Estudiar el ascenso de los totalitarismos durante el periodo de entreguerras.


• Analizar el crack de la Bolsa de Nueva York y su impacto en la economía
mundial.
• Estudiar las causas, fases y consecuencias de la Segunda Guerra Mundial.
• Analizar los principales acontecimientos de la guerra fría.
• Estudiar el orden internacional en un mundo globalizado.
• Analizar el proceso descolonizador.
• Conocer la historia reciente de España.

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M. Lara Martínez Del periodo de entreguerras a nuestros días

1. EL Periodo DE ENTREGUERRAS

Los orígenes de la Segunda Guerra Mundial han de buscarse en el inestable orden


internacional surgido del Tratado de Versalles, el cual estableció una paz ficticia ba-
sada en el temor, el resentimiento y la humillación, en vez de en el consenso y en la
reconciliación entre las naciones.

Entre los factores que condujeron al inicio del conflicto, cabe señalar la crisis econó-
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mica de 1929 (que pondría fin a los «felices años veinte» que vieron nacer la sociedad de
consumo) y el auge del fascismo (favorecido por la política de apaciguamiento de Fran-
cia e Inglaterra, por el aislacionismo de la URSS y por la quiebra práctica de la Sociedad
de Naciones, incapaz de detener el inicio de una nueva contienda de escala mundial).

Durante los años veinte y treinta del siglo XX proliferaron en Europa los regímenes
dictatoriales. Si bien todos ellos no pueden ser calificados plenamente como fascistas,
sí compartieron algunos de sus rasgos: modificación de los valores nacionales en aras de
sus objetivos, sumisión del individuo al Estado, existencia de un partido único, elimina-
ción de la oposición mediante métodos de violencia física o psíquica, con expresiones
extremas como el antisemitismo, control centralizado de la economía y monopolio de
los medios de comunicación y propaganda.

Tabla 1. Regímenes dictatoriales en Europa en el periodo de entreguerras

País Dictador Año

España Primo de Rivera 1923


Portugal Gomes da Costa 1926
Polonia Pilsudski 1926
Grecia Venizelos 1928
Yugoslavia Alejandro I 1929
Hungría Gömbös 1932
Austria Dollfuss 1933
Rumanía Carol II 1933
Bulgaria Boris III 1934

Fuente: elaboración propia.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

El régimen fascista italiano se prolongó desde 1922 hasta el final de la Segunda Gue-
rra Mundial. Su líder fue Benito Mussolini, fundador de los Fasci di combattimento,
aclamado como Duce.

En Alemania, la llegada de los nazis al poder tuvo lugar a principios de 1933, cuando
el presidente Hindenburg nombró a Adolf Hitler canciller de la república. El expansio-
nismo nazi tuvo como fin forjar el Gran Reich y conquistar su «espacio vital», objetivo
que Hitler trató de alcanzar en primer lugar mediante una política ofensiva no planifica-
da, sino concretada a través de decisiones personales, a menudo imprevisibles, como el
intento de anexión de Austria, en 1934, propósito en el que fracasó.

Sin embargo, desde 1935, el Führer consiguió imponer en Europa su iniciativa,


con una política de hechos consumados que dejó sin respuesta a las potencias democrá-
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ticas. A principios de dicho año procedió a la anexión del Sarre, tras la celebración de
un plebiscito entre la población y, pocas semanas después, impulsó el rearme de la so-
ciedad alemana al establecer el servicio militar obligatorio y crear una fuerza área. En
marzo de 1936, procedió a la militarización de Renania. El orden de Versalles había
sido quebrantado sin que las democracias reaccionaran ante la agresividad nazi.

2. LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

El inicio de la Segunda Guerra Mundial tuvo lugar a raíz de la invasión nazi de Po-
lonia el 1 de septiembre de 1939, alegando como pretexto la reivindicación de la sobera-
nía sobre el Estado libre de Dantzig, poblado mayoritariamente por alemanes. El 3 de
septiembre, Reino Unido declaró la guerra a Alemania y Francia, unas horas más tarde,
haría lo mismo. El día 17 los comunistas invadieron Polonia por la frontera oriental, con
lo que quedó abierta la lucha armada.

Los países que se enfrentaron en la Segunda Guerra Mundial estuvieron agrupados


en dos bandos: los aliados (Reino Unido, Francia, Polonia, Bélgica, Holanda, Estados
Unidos, la Unión Soviética y China) y las potencias del Eje (Alemania, Italia, Japón,
Austria, Rumanía, Ucrania, Bulgaria y Finlandia).

En los tres primeros años de los seis que duró la lucha dominaron las potencias del
Eje, que tenían la superioridad técnica, mientras que en los tres últimos, los aliados irían
avanzando hasta derrotarlas.

Asimismo, desde 1939 hasta 1941 se trató de un conflicto entre países del Viejo Con-
tinente, encontrándose los frentes en Europa y en sus colonias africanas; sin embargo, a

288 www.udima.es

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M. Lara Martínez Del periodo de entreguerras a nuestros días

partir de 1941, la contienda se convirtió en una guerra mundial, debido a la invasión


alemana de la URSS el 22 de junio y, fundamentalmente, a raíz del ataque japonés a la
base de Pearl Harbor.

Tabla 2. Etapas de la Segunda Guerra Mundial

Etapas del conflicto Principales acontecimientos

La guerra relámpago • Invasión de Polonia (septiembre de 1939). Expansión


(septiembre 1939-junio 1940) alemana hacia Finlandia y las repúblicas bálticas.
• Ocupación alemana de Holanda y Bélgica.
• Entrada alemana en París; división de Francia en dos
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zonas: de control directo alemán (norte) y régimen co-


laboracionista de Vichy (sur). Desde Londres, De Gaulle
anima a la resistencia.

De la batalla de Inglaterra a Stalingrado • Bombardeos en Inglaterra (Coventry, Londres).


(julio 1940-febrero de 1943) • Entrada de Italia en la guerra: apertura de un nuevo fren-
te en el Mediterráneo.
• Mussolini invade Grecia desde Albania, pero fracasa.
• Hungría, Rumanía, Eslovaquia y Bulgaria, Estados sa-
télites nazis.
• Ocupación alemana de Yugoslavia.
• Hitler emprende la guerra relámpago contra Grecia, que
cae, al igual que lo haría Creta.
• Campaña de Rusia (inicio: 22 de junio de 1941). Rendi-
ción alemana en febrero de 1943 (primera derrota del
ejército alemán e inicio del declive nazi en el continente).

La guerra en el Pacífico • Ataque aéreo nipón a la base norteamericana de Pearl


(diciembre de 1941-febrero de 1943) Harbor (7 de diciembre de 1941).
• Apertura de un nuevo espacio bélico (Asia Oriental): mun-
dialización de la guerra. Inicio de la lucha en el Pacífico.
• Derrota japonesa en Guadalcanal (febrero de 1943): anun-
cio del declive japonés, paralelo a la rendición de las tro-
pas de Hitler en Stalingrado.

La derrota alemana • Bombardeos masivos sobre ciudades alemanas.


(primavera de 1943-mayo de 1945) • Campaña de Italia y desembarco aliado en Sicilia. Caída
y encarcelamiento de Mussolini.

.../...

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

Etapas del conflicto Principales acontecimientos

.../...

• Avance del Ejército Rojo, retroceso alemán.


• Desembarco anglonorteamericano en Normandía (6 de
junio de 1944).
• Liberación de París (24 de agosto de 1944).
• Suicidio de Hitler (30 de abril de 1945).
• Capitulación de Berlín (2 de mayo de 1945).
• Capitulación incondicional de Alemania (7 y 8 de mayo
de 1945).
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La derrota japonesa • Avance norteamericano, dura resistencia nipona.


(1944-1945) • Tras sangrientas batallas, Estados Unidos va recuperan-
do archipiélagos en el Pacífico.
• Bombardeos sobre Tokio (noviembre de 1944).
• Lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima y
Nagasaki (6 y 9 de agosto de 1945).
• Capitulación japonesa (2 de septiembre de 1945). Fin de
la guerra.

Fuente: elaboración propia.

Las consecuencias de la contienda fueron incluso más dramáticas que las de la Gran
Guerra. Se trató de una «guerra total», que afectó al conjunto de la sociedad y tuvo en
la población civil su principal víctima. Fue también una guerra ideológica, pues persi-
guió la plena liquidación del enemigo, mediante devastadores procedimientos como los
campos de exterminio y la bomba atómica. Asimismo, fue una guerra civil en el interior
de determinados países, ya que significó un duro enfrentamiento entre los colaboracio-
nistas alineados con el fascismo y los defensores de la democracia.

El conflicto causó más de 50 millones de muertos y más de 35 millones de heridos,


de los que el 50 por 100 eran civiles. Las dos naciones que tuvieron más víctimas fueron
la Unión Soviética (más de 20 millones de muertos) y China (13 millones). Alemania
tuvo más de 5 millones de muertos, Polonia 6 millones, Japón entre 2 y 2,3 millones,
Francia 850.000 muertos, Reino Unido 410.000 y Estados Unidos 250.000.

Las grandes batallas se vieron alternadas con bombardeos para destruir ciudades. La
primera ciudad bombardeada fue Coventry, operación llevada a cabo por los alemanes
en varias incursiones, siendo especialmente destructiva la del 16 de noviembre de 1940.

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M. Lara Martínez Del periodo de entreguerras a nuestros días

Las deportaciones en masa y los traslados de población a campos de exterminio


fueron lamentablemente frecuentes durante el conflicto. Los nombres de campos de
concentración como Auschwitz-Birkenau, Bergen-Belsen y Buchenwald por desgra-
cia se han hecho famosos, a partir de la reclusión y exterminio (por parte de los nazis)
de judíos, gitanos, etc., y de personas que por sus ideas políticas o creencias religiosas
eran detenidas. Las cámaras de gas y los hornos crematorios fueron su último destino.

Se calcula que murieron víctimas de este exterminio más de 6 millones de judíos,


aparte de unos 800.000 gitanos, 4 millones de prisioneros de guerra soviéticos o víctimas
de la ocupación, polacos e individuos calificados de asociales de varias nacionalidades
(presos políticos, homosexuales, discapacitados físicos o psíquicos, etc.).

Una vez finalizada la contienda, el 18 de octubre de 1945 comenzaron los procesos


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de Nüremberg contra los principales dirigentes nazis, que fueron acusados de crimi-
nales de guerra y genocidas: 12 fueron condenados a muerte (aunque el mariscal Göe-
ring se suicidó), 4 a prisión perpetua, 3 a penas más breves y 3 quedaron absueltos. En
Japón se realizaría un proceso semejante con la élite del gobierno y del ejército imperial.

3. LA GUERRA FRÍA

Antes de finalizar el conflicto, en febrero de 1945, Stalin, Roosevelt y Churchill se


reunieron en la Conferencia de Yalta y fijaron las fronteras de Europa. Posteriormen-
te, en julio y en agosto de dicho año, Stalin, Truman y Attlee concretaron en Potsdam
las vaguedades de Yalta. Alemania quedó dividida en cuatro zonas de ocupación. Ber-
lín, que estaba situado en zona soviética, fue distribuido también en cuatro sectores, co-
rrespondientes a las cuatro potencias ocupantes (Estados Unidos, Inglaterra, Francia y
la Unión Soviética).

En ambas conferencias se reconstruyó el mapa político europeo de acuerdo a los


esquemas de equilibrio continental trazados por los vencedores (Estados Unidos, la URSS
y Gran Bretaña) y se fijaron las zonas de influencia, de forma que se sentaron las bases
de la política de bloques característica de los años posteriores, perviviendo el sistema
mundial bipolar hasta la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989.

Al término de la Segunda Guerra Mundial, un hito importante fue la creación de la


Organización de las Naciones Unidas (ONU). Entre el 25 de abril y el 26 de junio de
1945, se celebró la Conferencia de San Francisco, la cual aprobaría la Carta de las Na-
ciones Unidas, que entró en vigor el 24 de octubre. Este documento fundacional de la

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ONU fue firmado por 51 Estados, que establecieron como principios básicos la defensa
de los derechos humanos, el reconocimiento de la igualdad de derechos para todos los
pueblos y la preservación de la paz mundial.

Así pues, la situación política existente tras la Segunda Guerra Mundial estuvo con-
dicionada por el enfrentamiento entre las dos potencias vencedoras: Estados Unidos y la
Unión Soviética. El bloque capitalista y el comunista quedaron separados por un «telón
de acero», en palabras de Churchill. Las relaciones entre los dos bloques pasaron por
fases de gran tensión internacional, de ahí el nombre de «guerra fría»: bloqueo de Berlín
(hasta 1949), guerra de Corea (1950-1953), guerra de Vietnam (1957-1975) y crisis de
misiles en Cuba (1962). Si bien es cierto que, ante la imposibilidad de destruir al rival
sin poner en peligro a toda la humanidad, se fue abriendo paso la coexistencia pacífica.
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Ambos bloques configuraron su sistema militar. En 1949, se firmó el Pacto Atlán­


tico que integraba a Estados Unidos, Canadá y 10 países de Europa Occidental. Fue el
origen de la OTAN (Organización del Tratado Atlántico Norte), organismo de coopera-
ción militar para defenderse de cualquier agresión extranjera y bajo la dirección de Was-
hington. En 1955, el bloque comunista firmaría su alianza militar, el Pacto de Varsovia,
que unía a la URSS y los países del este para garantizar la integridad de su territorio.

En lo relativo a las zonas de ocupación alemana, desde los primeros momentos,


los aliados occidentales decidieron unificar sus territorios y anunciaron su intención de
crear un Estado federal. En 1949, nacerían oficialmente la República Federal Alema-
na (al oeste) y la República Democrática Alemana (al este); y, para frenar los traslados
masivos de población desde la zona soviética a la occidental, en 1961 se levantaría un
muro que fragmentaba en dos la ciudad de Berlín.

Desde 1961 hasta 1989, en una Alemania dividida, gran parte de la población tuvo
que separarse de sus familias que vivían al otro lado de la ciudad y muchos trabajadores
se quedaron sin empleo por la construcción del muro. En estas casi tres décadas, nume-
rosas personas intentaron cruzar las fronteras por estar en desacuerdo con el régimen que
les había sido impuesto. Los ciudadanos intentaron escapar de muchos modos: a través
de túneles o saltando el muro desde ventanas cercanas. Algunos lograron salir, otros fue-
ron encarcelados o murieron en el intento.

Los primeros signos del deshielo se percibieron en la URSS cuando, tras la muer-
te de Stalin en 1953, en el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética
(PCUS), celebrado en febrero de 1956, Jruschev, el nuevo secretario general del parti-
do, denunció públicamente los errores y crímenes del estalinismo, iniciando el llamado
proceso de desestalinización.

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En ese mismo año, en 1956, en Estados Unidos fue reelegido presidente el republi-
cano Eisenhower, que decidió apartar del poder a los sectores más derechistas y antico-
munistas de la guerra fría. El senador McCarthy fue detenido y se puso fin a la «caza
de brujas», persecución puesta en marcha contra los sospechosos de simpatizar con el
comunismo en el interior de Estados Unidos. En 1960 fue elegido presidente el demócra-
ta John F. Kennedy. Su propuesta, denominada «Nueva Frontera», tenía como metas
el desarrollo de programas sociales para reducir la pobreza y la discriminación racial;
en el ámbito internacional, se impulsó la ciencia con el fin de llevar a cabo la conquis-
ta del espacio.

En 1959, Jruschev fue el primer dirigente soviético en viajar a Estados Unidos y,


dos años después, se entrevistó con Kennedy en Viena. En 1963, se estableció un con-
tacto directo entre los mandatarios de ambos países mediante el teléfono rojo.
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A pesar de este acercamiento, a finales de los años setenta se produjeron nuevos


focos de conflicto en todos los continentes que hicieron aflorar las tensiones (interven-
ción soviética en Afganistán en 1979, boicot estadounidense a los Juegos Olímpicos de
Moscú en 1980 y soviético a los Juegos de Los Ángeles en 1984 y relanzamiento de la
carrera nuclear). Además, en las áreas de influencia de las dos naciones que capitanea-
ban los bloques se fueron acrecentando las disputas. La URSS hubo de enfrentarse a la
disidencia yugoslava y china, así como al estallido de revueltas en Hungría y en Checos-
lovaquia. Estados Unidos vio contestada su hegemonía en Latinoamérica al contemplar
como la vía del europeísmo cobraba fuerza.

En el tránsito de los años ochenta a los noventa, la Unión Soviética expresó al


mundo el comienzo de sus reformas al régimen, con Mijaíl Gorbachov, secretario ge-
neral del Comité Central del PCUS y presidente de la URSS. Se iniciaba así una oleada
de protestas y movimientos sociales que acabaron por transformar y liquidar finalmente
el bloque socialista.

Uno de los acontecimientos más destacados del siglo XX fue la caída del muro de
Berlín el 9 de noviembre de 1989. Después de varias décadas, muchas personas volvie-
ron a ver a su familia y pudieron, por fin, salir de un país que les cerraba la libertad de
tránsito. El estado de división política finalizó el 3 de octubre de 1990, cuando la Repú-
blica Democrática Alemana se incorporó a la República Federal dejando así de existir.

En la etapa final de la Unión Soviética, Gorbachov puso en marcha sus políticas


conocidas como perestroika y glasnost. La primera de ellas, cuyo significado es «rees-
tructuración», fue un proceso de reforma económica impulsado con la ayuda del primer
ministro de Japón. El objetivo era modificar el régimen, salvaguardándolo y otorgando

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a la sociedad soviética un cierto espíritu de empresa e innovación. La segunda («trans-


parencia») pretendía liberalizar el sistema político, férreamente controlado por el PCUS,
y conceder a los medios de comunicación mayor libertad de expresión tras décadas de
fuerte censura.

El 8 de diciembre de 1991, los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia firmaron


el Tratado de Belovesh, que declaró oficialmente la disolución de la URSS y el estableci-
miento en su lugar de la Comunidad de Estados Independientes (CEI). El 21 de dicho mes,
los representantes de todas las repúblicas soviéticas, excepto Georgia, firmaron el Proto-
colo de Alma-Ata, que confirmó el desmantelamiento de la URSS. Cuatro días después,
Gorbachov presentó su dimisión como presidente de la URSS declarando el cargo como
extinto y transfirió los poderes a Boris Yeltsin, que fue nombrado presidente de Rusia.
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4. la DESCOLONIZACIÓN Y el TERCER MUNDO

La Segunda Guerra Mundial puso de manifiesto la debilidad de las potencias eu-


ropeas para mantener su dominio colonial y creó las condiciones favorables para que
los movimientos de liberación consiguieran sus objetivos. Si en 1914, el 84 por 100
del territorio mundial se hallaba en manos de las potencias coloniales europeas, en tan
solo dos décadas (1945-1965) la mayoría de las colonias alcanzaría su independencia.

A su vez, en el marco de la guerra fría, las dos nuevas superpotencias, Estados Uni-
dos y la URRS, mostraron su posición anticolonialista y su apoyo al proceso de desco-
lonización. De hecho, Estados Unidos quiso dar una prueba visible de su orientación
concediendo en 1946 la independencia a Filipinas, su única colonia, al tiempo que la
URSS hizo público su apoyo a los movimientos independentistas, algunos de los cuales
eran impulsados por guerrillas comunistas.

También las organizaciones internacionales creadas tras la Segunda Guerra Mun-


dial se mostraron partidarias de la descolonización. En 1945, la Carta Fundacional de
las Naciones Unidas proclamó la igualdad de todos los pueblos y el reconocimiento del
derecho de autodeterminación.

En la inmediata postguerra mundial alcanzaron su independencia Indochina (1945),


la India (1947) e Indonesia (1949), al tiempo que se asistió a la proclamación del Es-
tado de Israel (1948), pues la ONU aprobó la división de Palestina en dos Estados, uno
judío y otro árabe. Sin embargo, la paz no ha llegado al histórico territorio y, hasta el
presente, el conflicto árabe-israelí ha causado millares de víctimas.

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En Egipto, la monarquía fue derrocada en 1952 por un grupo de oficiales dirigi-


dos por el coronel Nasser y, en Irán, un golpe de estado expulsó en 1951 del poder al
Gobierno prooccidental del sha Muhammad Reza Palavi; si bien es cierto que, dos años
después, un nuevo golpe restituiría en el poder al sha, que trató de occidentalizar el país
a través de un régimen autoritario. Los jefes religiosos chiitas se opusieron a esta política
y, en 1979, expulsaron del trono al sha, haciéndose con el gobierno el ayatolá Jomeini.

Desde 1955 la independencia de las colonias africanas fue un proceso continuo. En el


África británica la mayoría de los territorios consiguió desvincularse del dominio metro-
politano de una manera pactada y gradual, a excepción de Kenia donde la insurrección del
grupo Mau-Mau provocó más de 40.000 muertos hasta lograr la independencia en 1963.

En el África francesa las únicas insurrecciones populares se producirían en Ma-


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dagascar (1947) y en Argelia, donde se desató una guerra que se cerraría en 1959 con el
reconocimiento, por parte del general De Gaulle, del derecho de autodeterminación del
pueblo argelino. En el resto de colonias, el proceso fue gradual.

Uno de los episodios más conflictivos, de entre los registrados en este continente,
fue el acaecido en el Congo Belga, donde la metrópoli aprovechó las rivalidades entre
las etnias para defender sus intereses económicos coloniales.

En el cono sur, la población blanca de Sudáfrica (colonia británica) declaró la inde-


pendencia unilateralmente y consolidó un régimen de apartheid respecto a la población
negra, mayoritaria en el país (70%). De este modo se inició una lucha que duraría más
de tres décadas, la cual estaría protagonizada por la mayoría negra y reivindicaría el fin
de esta discriminación. Nelson Mandela y su partido, el Congreso Nacional Africano,
tuvieron un destacado papel en este proceso.

España poseía en África cuatro territorios coloniales: Ifni, Sahara Occidental, Gui-
nea Ecuatorial y el norte de Marruecos (Rif). En 1956, España aceptó que el Rif se incor-
porara al nuevo reino de Marruecos y, dos años después, convirtió el resto de colonias
en provincias, con el fin de retenerlas, aunque en 1968 hubo de reconocer la indepen-
dencia de Guinea y, al año siguiente, tendría que ceder Ifni a Marruecos. El Sahara per-
maneció vinculado al dominio español hasta 1975, cuando después de la Marcha Verde
lo entregó a Marruecos.

Las colonias portuguesas fueron las últimas que subsistieron en África. En 1955
surgieron movimientos nacionalistas y, desde 1961, la insurrección se extendió a todas
las colonias, viéndose abocada la metrópoli a una guerra colonial que acabó erosionan-
do la dictadura de Salazar. En 1974, un grupo de oficiales coloniales protagonizaron un
golpe de estado, conocido como la «revolución de los claveles», que derrocó el régimen

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

e instauró un nuevo sistema democrático, que inició negociaciones con los movimientos
nacionalistas de las colonias, las cuales serían poco después declaradas independientes.

El primer intento de reunir a los Estados afectados por la discriminación colo-


nial para reivindicar sus derechos tuvo lugar en la conferencia celebrada en Nueva
Delhi en 1947. Posteriormente, en 1955, los nuevos Estados nacidos de la descoloniza-
ción adquirieron por primera vez un lugar preeminente en la política internacional en la
Conferencia de Pueblos Afroasiáticos convocada en Bandung en 1955. En este en-
cuentro, las naciones participantes optaron por la no alineación con los bloques y rea-
firmaron el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos, así como rechazaron toda
intervención extranjera y condenaron la discriminación racial.

En 1952, el economista francés Alfred Sauvy empezó a utilizar la expresión


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«tercer mundo» para definir a los países de Asia, África e Iberoamérica que no deseaban
alinearse con ninguno de los dos bloques y que compartían una serie de características,
derivadas del subdesarrollo económico. Esta denominación surgió de la comparación
de la situación de estos países con la del tercer estado antes de la Revolución francesa.

5. LA UNIÓN EUROPEA

La idea de la unión entre los países europeos nació de la declaración que realizó el
ministro de Asuntos Exteriores francés, Robert Schuman, el 9 de mayo de 1950. Su
propuesta era integrar bajo una sola autoridad la producción franco-alemana de carbón
y acero (origen, entre otras razones, de las dos guerras mundiales). Así pues, en 1951,
nació la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), integrada por Francia,
República Federal Alemana, Italia, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo.

En 1957, con la firma de los dos «Tratados de Roma» por los seis países citados,
tendría lugar la fundación de la Comunidad Económica Europea (CEE) y de la Comu-
nidad Europea de la Energía Atómica (CEEA o Euratom).

En 1973, se unirían a la CEE Reino Unido, Dinamarca e Irlanda, en 1981 Grecia,


en 1986 España y Portugal y, en 1995, Suecia, Austria y Finlandia, configurándose así
la «Europa de los Quince».

Las últimas ampliaciones de la Unión tendrían lugar en 2004 y en 2007. En el primer


año citado se incorporaron Polonia, Eslovenia, Eslovaquia, Hungría, República Checa,
Estonia, Lituania, Letonia, Malta y Chipre. En el segundo, Rumanía y Bulgaria, estando
así integrada la Unión Europea por 27 Estados.

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Las instituciones que vertebran la Unión Europea son: el Parlamento Europeo, in-
tegrado por los diputados que son elegidos por los ciudadanos, que se encarga de debatir
y aprobar, junto con el Consejo, la legislación de la Unión Europea; la Comisión, cuyos
miembros (27, uno por cada país) son nombrados por los Gobiernos nacionales y su fi-
nalidad es promover los intereses de la Unión Europea en su conjunto; y el Consejo, que
reúne a los líderes nacionales y europeos y establece las prioridades generales de la Unión.

Con el Tratado de Maastricht, firmado el 7 de febrero de 1992, la CEE pasó a


denominarse Unión Europea. Las novedades más importantes de este acuerdo son: la
consagración de la «Europa de los ciudadanos», dando carta de naturaleza a la libre
circulación de personas y reconociendo el derecho de sufragio activo y pasivo en las
elecciones municipales a los residentes de la Unión Europea; la institución de la figura
del defensor del pueblo, designado por el Parlamento Europeo; el desarrollo de una es-
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trecha cooperación en el ámbito de la justicia y de los asuntos interiores y la atribución


de mayores poderes al Parlamento Europeo.

El 1 de enero de 2002 entró en circulación el euro, moneda de la eurozona, que


reemplazaría a las nacionales en Bélgica, Alemania, Grecia, España, Francia, Irlanda,
Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Austria, Portugal y Finlandia. Posteriormente, ingre-
sarían en la zona euro Eslovenia (2007), Chipre y Malta (2008), Eslovaquia (2009) y
Estonia (2011).

6. EL ORDEN INTERNACIONAL EN UN MUNDO GLOBALIZADO

En la última década del siglo XX, el hundimiento de la URSS y de las democracias


populares pusieron fin a una época caracterizada, como hemos visto, por la primacía de
las dos superpotencias: Estados Unidos y la URSS. A partir de entonces, se empezó a
perfilar un nuevo orden internacional en el que Estados Unidos asumiría el liderazgo.

Desde los años sesenta, la democracia liberal ha conseguido una gran expansión.
Si a comienzos de dicha década existían en el mundo 53 países con regímenes democrá-
ticos, hacia el año 2000 la democracia había llegado a unos 92 países, en los que habita
el 50 por 100 de la población mundial.

A partir de 1989, las intervenciones del ejército americano se han ido repitiendo:
ese mismo año actuó en Panamá para derribar al general Noriega, en 1991 en Kuwait y
en Irak contra Sadam Hussein, en 1992 en Somalia, en 2001 en Afganistán para derro-
car al régimen talibán y en 2003, nuevamente en Irak.

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La descomposición de la URSS supuso la aparición de nuevos Estados indepen-


dientes, entre los que destacaba por su peso territorial, demográfico y político la Fede-
ración Rusa, formada por 16 repúblicas y un conjunto de regiones autónomas. Desde
entonces, Rusia tuvo que afrontar los problemas que comportó la transición hacia un
sistema político democrático y hacia una economía capitalista. La manera autoritaria en
que se realizó esta transición, en un clima de crisis económica y con un sistema carente
de tradición democrática, precipitó al país a una situación de asfixia económica y social
agravada por la corrupción política.

En las últimas décadas, el panorama internacional ha conocido la emergencia de un


nuevo protagonista: el fundamentalismo islámico. Los integristas se basan en el Corán
y en la tradición para acusar a sus Gobiernos de alejarse de los modos de vida propug-
nados por las leyes coránicas y de sucumbir ante la influencia de Occidente. A menudo
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recurren a la violencia armada, utilizando la guerra santa (yihad) para movilizar a la


población con el fin de instaurar un Estado basado en la ley islámica (sharia). Muestra
de estos movimientos fundamentalistas son la república islámica de Irán, el régimen de
los talibanes en Afganistán, ya citado, y el avance del integrismo en las regiones del Ma-
greb (Egipto, Libia, Sudán, etc.).

Lamentablemente, también hay que mencionar el nacimiento de nuevos movimien-


tos terroristas de carácter islamista que atacan intereses occidentales. Los atentados
del 11 de septiembre de 2001 contra el corazón financiero (World Trade Center) y de
defensa (Pentágono) de Estados Unidos han marcado un hito en las relaciones interna-
cionales. Fueron perpetrados por la organización Al Qaeda, del árabe saudí Osama Bin
Laden. Detrás de estos atentados encontramos un nuevo tipo de violencia internacional,
que pone de manifiesto una profunda oposición contra Estados Unidos y su liderazgo
mundial. Estados Unidos respondió con el ataque a Afganistán, cuyo régimen talibán
escondía los campos de entrenamiento vinculados a Bin Laden.

En el cambio de milenio, la mayor parte de los conflictos registrados han sido gue-
rras civiles nacidas de rivalidades étnicas o religiosas. En la antigua Yugoslavia se vivió,
desde 1991, la primera guerra en Europa después de 1945, que finalizó con el recono-
cimiento de dos Estados independientes (Croacia y Eslovenia) y la proclamación de la
república de Yugoslavia, que integraba a Serbia y a Montenegro, mientras que Bosnia
se declaraba también independiente.

La independencia de Bosnia dio origen a un nuevo conflicto, aún más cruento. La


existencia de grandes contingentes de población croata y serbia y el hecho de que una
parte importante de la población bosnia fuera musulmana provocó una guerra con graves
enfrentamientos étnicos y religiosos. Con el apoyo del ejército, desplegado por el presi-

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M. Lara Martínez Del periodo de entreguerras a nuestros días

dente yugoslavo Slobodan Milosevic, los serbios de Bosnia emprendieron la lucha para
destruir el Estado bosnio y aniquilar a la población musulmana. Para ello, procedieron al
bombardeo de poblaciones desarmadas y a una política de limpieza étnica que llevó con-
sigo masacres de población y la aparición de campos de concentración y de exterminio.

La opinión pública denunció las matanzas y se promovió un plan de paz con el envío
de los cascos azules de la ONU, que no consiguieron detener el conflicto. Finalmente,
la intervención de tropas bajo los auspicios de la ONU logró un alto el fuego y el co-
mienzo de conversaciones de paz en Dayton (Estados Unidos) en 1995. Bosnia quedó
dividida en dos entidades políticas autónomas: la federación croata-musulmana y la
república serbia de Bosnia.

Tras la desaparición del Estado soviético, en el Cáucaso se registraron diversos


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enfrentamientos entre pueblos de la zona y así como con Rusia, que no aceptaba la
independencia de unos territorios con importantes riquezas petrolíferas. Mención espe-
cial merece el caso del Kurdistán, un Estado previsto en las negociaciones de paz de la
Primera Guerra Mundial pero que nunca se llegó a materializar. Las tensiones entre el
pueblo kurdo y los gobiernos turco e iraquí han sido constantes.

En África el desolador panorama, marcado por la implantación de dictaduras mili-


tares y por la miseria extrema de amplias capas de población, ha desencadenado nume-
rosas guerras civiles, que se han saldado con auténticas masacres. En la República del
Congo (antiguo Zaire), la guerra civil se originó a raíz de la revuelta contra el dictador
Mobutu Sese Seko, que fue derribado en 1997. En Ruanda y en Burundi, con el enfren-
tamiento desde 1994 de las etnias tutsi (minoritaria) y hutu (mayoritaria), se sucedieron
las matanzas que conmocionaron a todo el mundo.

En el plano económico, cabe señalar que en los últimos años del siglo XX y en la
primera década del XXI, se ha asistido al despegue de China y del sureste asiático en el
panorama mundial. Desde que el país más poblado (más de 1.300 de los 7.000 millones de
habitantes del planeta viven en su superficie) iniciara su giro hacia el capitalismo en 1978,
tras la muerte de Mao, el alto índice de crecimiento anual (en torno al 10%) ha hecho que
China superara en 2010 a Japón y ocupara el segundo puesto en la escala internacional (un
lugar que la economía nipona ocupaba desde 1968), situándose detrás de Estados Unidos.

En otro orden de cosas, cabe señalar que, actualmente, el protagonismo de los me-
dios de comunicación y de las nuevas tecnologías han permitido romper las distancias,
al interconectar a personas que se encuentran en diferentes lugares del planeta. Esto ha
supuesto cambios considerables en todos los órdenes: política, economía, cultura, re-
laciones humanas, etc. Así, se ha generalizado el concepto de globalización, que hace

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referencia a la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del


mundo, con la unificación de sus mercados, sociedades y culturas, a través de transfor-
maciones que les dan un carácter universal.

7. GUERRA CIVIL, DICTADURA Y DEMOCRACIA EN ESPAÑA

El 14 de abril de 1931 fue proclamada la segunda república española y, desde


ese momento hasta el comienzo de la guerra civil, se sucedieron, en poco más de cinco
años, un Gobierno provisional, las etapas denominadas por la historiografía como bie-
nio social-azañista y bienio radical-cedista y el gobierno del Frente Popular.
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En los tres años previos a la Segunda Guerra Mundial, España vivió una guerra
civil (1936-1939), que enfrentó a los defensores de la legitimidad de la república y a las
fuerzas sublevadas. La política de no intervención de las democracias en esta lucha
fratricida evidenció la debilidad del sistema, que acabaría sucumbiendo en la Segunda
Guerra Mundial. Mientras, Hitler y Mussolini apoyaron explícitamente a los militares
sublevados contra la república, al tiempo que la URSS, México y las Brigadas Interna-
cionales ayudaron a los republicanos.

La guerra civil finalizaría el 1 de


abril de 1939 con la victoria de las tro- Figura 1. A
 rco de la Victoria (Madrid), realiza-
do en los años cuarenta
pas sublevadas. Se iniciaría así el régi-
men de Franco. La dictadura tendría
una larga vida de casi cuatro décadas y
pasaría por diversas etapas pues, a los
años de autarquía y aislamiento interna-
cional, seguirían la aceptación en orga-
nizaciones internacionales (concordato
con la Santa Sede y acuerdos con Esta-
dos Unidos en 1953; entrada de Espa-
ña en la ONU en 1955) y la expansión
económica de los sesenta (Plan de Es-
tabilización de 1959, planes de desarro-
llo e impulso del turismo), creciendo en
el periodo final la oposición al sistema.

Los fundamentos ideológicos en los que se apoyaba el nuevo régimen fueron ges-
tados en el marco de la contienda por el bando autodenominado «nacional». Entre ellos,

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M. Lara Martínez Del periodo de entreguerras a nuestros días

destacan el anticomunismo, la identificación de la dictadura con el catolicismo y la de-


fensa del tradicionalismo cultural, con la exaltación de los valores de la Reconquista
y del imperio, así como las figuras de los Reyes Católicos, de cuyo escudo se tomaron
el yugo y las flechas para incorporarlos al nuevo emblema. La organización castrense
impregnaría numerosas manifestaciones de la vida cotidiana, al tiempo que la democracia
y el liberalismo eran considerados «antiespañoles», por lo que las personas que no se
alineaban con los principios del régimen eran objeto de represión.

Con la muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975 comenzaría la transición


a la democracia. Dos días después del fallecimiento, Juan Carlos I fue proclama-
do rey de España. El último presidente del Gobierno del régimen franquista, Carlos
Arias Navarro, fue confirmado en su puesto aunque pronto se percibiría la dificultad
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de llevar a cabo reformas políticas bajo su mandato, con el incremento del distancia-
miento entre Arias Navarro y Juan Carlos I. El 1 de julio de 1976 el presidente pre-
sentó su dimisión, siendo relevado por Adolfo Suárez, quien se encargaría de entablar
las conversaciones con los principales líderes de los diferentes partidos políticos y
fuerzas sociales, más o menos legales o toleradas, de cara a instaurar un régimen de-
mocrático en España.

El 15 de junio de 1977 se celebraron


las primeras elecciones democráticas Figura 2. Congreso de los Diputados (Madrid)
después de la guerra civil. En ellas, el
partido más votado fue Unión de Centro
Democrático (UCD), liderado por Suá-
rez. El 6 de diciembre de 1978 se aprobó
en referéndum la Constitución española,
que entraría en vigor el 29 de dicho mes.

A principios de 1981 Adolfo Suá-


rez dimitió, debido a las desavenencias
entre las diferentes corrientes que inte-
graban su partido. Durante la celebra-
ción de la votación de investidura de
Leopoldo Calvo-Sotelo como presidente
del Gobierno se produjo en el Congre-
so de los Diputados el golpe de estado
conocido como 23-F, dirigido por An-
tonio Tejero, Alfonso Armada y Jaime
Milans del Bosch. El golpe fracasó y el

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

26 de febrero Calvo-Sotelo juró el cargo ante los reyes. Durante su gobierno se firmó
un acuerdo por el empleo con las centrales sindicales y los empresarios, se aprobó la
ley del divorcio, España ingresó en la OTAN y se cerró el mapa autonómico.

El 28 de octubre de 1982 venció en las elecciones el Partido Socialista Obrero Es-


pañol (PSOE), convirtiéndose en presidente del gobierno Felipe González. Hasta 1996
los socialistas se mantendrían en el poder. La compleja reconversión industrial, el
referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN (los socialistas habían sido
contrarios, durante el gobierno de la UCD, a la adhesión de España en dicha orga-
nización) y el ingreso en la CEE en 1986, así como la proyección de España a nivel
internacional en 1992 (V Centenario del Descubrimiento de América), con la celebra-
ción de la Exposición Universal de Sevilla y de las Olimpiadas de Barcelona, serían
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algunos de los elementos destacados de estas cuatro legislaturas, las cuales, sin em-
bargo, se verían ensombrecidas en la etapa final por escándalos de corrupción política.

El 3 de marzo de 1996 se celebraron las primeras elecciones de la democracia en


España en las que venció un partido de centro-derecha. José María Aznar se convirtió
en presidente del Gobierno, cargo que mantuvo hasta el año 2004.

La recuperación económica iniciada en 1995 se consolidaría durante los años de


gobierno del Partido Popular (PP). Aznar centró sus esfuerzos en poner en práctica una
política económica que redujera el déficit público y reactivara la actividad económica
privada. El objetivo último era cumplir los denominados «criterios de convergencia»,
relativos a inflación, deuda y déficit establecidos en el Tratado de Maastricht de 1991.
Estos requisitos permitirían a España unirse a la nueva divisa europea: el euro, como de
hecho ocurriría en 2002.

El gobierno de Aznar, con el apoyo de la oposición socialista, lanzó una políti-


ca de dureza con ETA y con el entorno nacionalista. La reacción de la otra parte fue el
Pacto de Estella de 1998, un acuerdo de todas las fuerzas nacionalistas, desde el Partido
Nacionalista Vasco (PNV) a ETA, para avanzar hacia la independencia.

La firma de este pacto fomentó la tregua de ETA de septiembre de 1998, que con-
tinuó en vigor tras el anuncio del fin de esta etapa de paz en noviembre de 1999. Lamen-
tablemente, el 21 de enero del 2000 ETA volvió a atentar, con el asesinato del teniente
coronel Pedro Antonio Blanco.

En la segunda legislatura del PP, el Gobierno culminó el proceso de profesionali-


zación de las Fuerzas Armadas, que quedaron reducidas a 150.000 efectivos, y el tra-
dicional servicio militar obligatorio fue suprimido a partir de 2003.

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M. Lara Martínez Del periodo de entreguerras a nuestros días

El 26 de mayo de 2003 se vivió la mayor tragedia sufrida por el ejército español


en tiempos de paz: el accidente aéreo del Yak-42, que se estrelló en Turquía cerca
del aeropuerto de Trebisonda con 75 personas a bordo. El pasaje estaba constituido
por 62 militares españoles, que regresaban a España tras cuatro meses y medio de mi-
sión en Afganistán y Kirguistán, 12 tripulantes ucranianos y un ciudadano de origen
bielorruso. Falleció toda la tripulación.

En materia sanitaria, el principal problema fue la crisis de las «vacas locas», de-
nominación coloquial de la encefalopatía espongiforme bovina, que llegaría a España
en el año 2000, cuando se detectó la primera vaca infectada y se desató la alerta. Asi-
mismo, el hundimiento del petrolero Prestige en noviembre de 2002 provocó uno de los
mayores desastres ecológicos de la historia del país.
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El 11 de marzo de 2004 España se despertó con la terrible noticia de un gravísimo


atentado que se había producido al explotar artefactos en cuatro trenes de Cercanías
que se dirigían a Madrid. La desolación y la tristeza se adueñaron del país. La hipótesis
confirmada es que el atentado fue perpetrado por terroristas yihadistas. Diez explo-
siones casi simultáneas en los cuatro trenes en plena hora punta de la mañana (entre las
07:37 y las 07:39) causaron la muerte de 191 personas y 1.858 heridos.

Los atentados del 11-M acontecieron tres días antes de las elecciones generales,
convocadas para el domingo 14 de marzo de 2004. Los comicios se desarrollaron en un
clima de dolor y desconcierto. El PSOE regresó al poder, esta vez encabezado por José
Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno desde 2004 hasta 2011.

En su primera legislatura, Zapatero fomentó las medidas sociales consideradas


progresistas, como el matrimonio homosexual, y propició una nueva regularización
de emigrantes. También inició un «proceso de paz con ETA» y la reforma de Esta-
tutos de Autonomía.

En la segunda etapa de Zapatero, la crisis se convirtió en el tema central, ante el


incremento del paro (que superó el 22%) hasta la asfixiante situación económica. El
20 de octubre de 2011, los españoles recibieron una buena noticia, cuando la organiza-
ción terrorista ETA anunció su cese definitivo a la actividad armada. Por desgracia, en
sus más de 50 años de violencia, ETA ha sometido a la sociedad española a la «dictadu-
ra del terror», causando 829 víctimas mortales y miles de heridos.

Ante la lamentable crisis económica, el Ejecutivo, presionado por la oposición


y por la opinión pública, decidió adelantar las elecciones que habrían de celebrarse en
marzo de 2012, para el 20 de noviembre de 2011. En estos comicios alcanzó la mayoría

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

absoluta el Partido Popular, con Mariano Rajoy al frente, que se convirtió en presidente
del Gobierno. Los recortes en sanidad, educación y justicia, la reforma laboral, la subida
de impuestos, los escándalos de corrupción y la cifra de más de 4,7 millones de parados
provocaron al cierre de 2013 el malestar ciudadano.

En el plano positivo de este mandato marcado por las decisiones para superar la cri-
sis, cabe destacar la aceleración del pago de la deuda pública a proveedores y la posi-
ción firme del Ejecutivo frente al terrorismo, especialmente ante un hecho tan polémico
como la condena a España del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que implicó, en
octubre de 2013, la derogación de la doctrina Parot.
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 CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER


• Brigadas Internacionales. Cuerpo de voluntarios extranjeros que partici-
pó en la guerra civil española apoyando al bando republicano. Fueron con-
vocados por la Komintern a propuesta del Partido Comunista francés, sobre
la base de un antecedente similar que había existido durante la Revolución
rusa. Su objetivo era luchar contra el fascismo. Una vez en España, fueron
concentrados en Albacete donde recibieron uniformes e instrucción militar.
• Guerra fría. Situación internacional extremadamente tensa existente tras la
Segunda Guerra Mundial, en la que las dos potencias que lideraron los blo-
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ques capitalista y comunista respectivamente (Estados Unidos y la URSS)


iniciaron una carrera de armamentos y adoptaron una actitud beligerante,
aunque no llegaron nunca a un enfrentamiento armado colectivo.
• Guerra relámpago. Ofensiva basada en la sorpresa y en la rapidez de
movimientos de las divisiones acorazadas, combinada con la acción de la
aviación. Su fin era la destrucción del enemigo y la devastación de sus in-
fraestructuras. Fue aplicada por los alemanes al inicio de la Segunda Gue-
rra Mundial y en tres semanas llegaron a Varsovia.
• Tercer mundo. Denominación acuñada por el economista francés Alfred
Sauvy, en los años cincuenta del siglo XX, para hacer referencia a los paí-
ses de Asia, África e Iberoamérica que no deseaban alinearse con ninguno
de los dos bloques y que compartían una serie de características, derivadas
del subdesarrollo económico.

 ACTIVIDADES DE REPASO
Enunciado 1

Lee el siguiente fragmento de la novela La casa de los espíritus de Isabel Allen-


de, localiza el contexto histórico al que está haciendo referencia (se trata de un periodo

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

concreto analizado en esta Unidad didáctica) y comenta el texto según las pautas indi-
cadas en este manual.

«La clase alta, sin embargo, dueña del poder y de la riqueza, no se dio
cuenta del peligro que amenazaba el frágil equilibrio de su posición. Los ricos
se divertían bailando el charlestón y los nuevos ritmos el jazz, el fox-trot y
unas cumbias de negros que eran una maravillosa indecencia. Se renovaron los
viajes en barco a Europa, que se habían suspendido durante los cuatro años de
guerra y se pusieron de moda otros a Norteamérica. Llegó la novedad del golf,
que reunía a la mejor sociedad para golpear una pelotita con un palo, tal como
doscientos años antes hacían los indios en esos mismos lugares. Las damas
se ponían collares de perlas falsas hasta las rodillas y sombreros de bacinilla
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hundidos hasta las cejas, se habían cortado el pelo como hombres y se pinta-
ban como meretrices, habían suprimido el corsé y fumaban pierna arriba. Los
caballeros andaban deslumbrados por el invento de los coches norteamerica-
nos, que llegaban al país por la mañana y se vendían el mismo día por la tarde,
a pesar de que costaban una pequeña fortuna y no eran más que un estrépito
de humo y tuercas sueltas corriendo a velocidad suicida por unos caminos que
fueron hechos para los caballos y otras bestias naturales, pero en ningún caso
para máquinas de fantasía. En las mesas de juego se jugaban herencias y las
riquezas fáciles de la posguerra, destapaban el champán, y llegó la novedad de
la cocaína para los más refinados y viciosos.»

Allende, I.: La casa de los espíritus, Barcelona, Plaza & Janés, 1992.

Enunciado 2

Clasifica en dos columnas (potencias del Eje y países aliados) los Estados enfren-
tados en la Segunda Guerra Mundial.

Enunciado 3

Visiona la película La vida es bella (Roberto Benigni, 1997) y realiza un comen-


tario de la misma.

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Enunciado 4

Lee el siguiente texto de Mussolini y responde a las cuestiones formuladas.

«El fascismo niega que el número, por el simple hecho de ser número,
pueda dirigir las sociedades humanas; niega también que este número pueda
gobernar mediante una consulta periódica; afirma la desigualdad irremedia-
ble, fecunda y beneficiosa de los hombres, que no se puede nivelar mediante
el hecho mecánico y extrínseco como es el sufragio universal. Se pueden defi-
nir como regímenes democráticos aquellos en los que, de tanto en cuando, se
da al pueblo la ilusión de ser soberano, pero la verdadera y efectiva soberanía
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reside en otras fuerzas (...).»

Mussolini: La doctrina del fascismo, 1932.

Se propone lo siguiente:

• ¿Qué argumentos da Mussolini para justificar el fascismo?


• Enumera los elementos o procedimientos típicos de la democracia que son
criticados por Mussolini en este texto.

Enunciado 5

Busca información sobre las causas y consecuencias de la hiperinflación alema-


na en el periodo de entreguerras y contrástala con el fragmento reproducido a con-
tinuación:

«En Alemania, en 1923, el valor de la moneda se redujo a una millo-


nésima parte respecto a 1913, lo que equivale a decir que la moneda perdió
completamente su valor. Incluso en casos extremos las consecuencias fueron
realmente dramáticas. El abuelo del autor, cuya póliza de seguros venció du-
rante el periodo de la inflación austriaca, contaba que cobró esa gran suma en
moneda devaluada y que solamente le sirvió para pagar una bebida en un bar
al que acudía habitualmente.»

Hobsbawm, E.: Historia del siglo XX: 1914-1991, Barcelona, Crítica, 1995.

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 EJERCICIOS VOLUNTARIOS

Tras el estudio de esta Unidad didáctica, el estudiante puede hacer, por su cuenta,
una serie de ejercicios voluntarios, como los siguientes:

1. Busca información sobre Anna Frank.

2. A partir de la lectura de este texto de Keynes, investiga sobre sus propues-


tas para salir de la crisis económica de 1929 y argumenta si las alertas que
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indicaba en este fragmento de 1919 tuvieron su plasmación en la realidad


unos años después:

«Si lo que nos proponemos es que, por lo menos durante una ge-
neración Alemania no pueda adquirir siquiera una mediana prosperi-
dad; si creemos que todos nuestros recientes aliados son ángeles puros
y todos nuestros recientes enemigos, alemanes, austriacos, húngaros y
los demás son hijos del demonio; si deseamos que, año tras año, Ale-
mania sea empobrecida y sus hijos se mueran de hambre y enfermen,
y que esté rodeada de enemigos, entonces rechacemos todas las pro-
posiciones generosas, y particularmente las que puedan ayudar a Ale-
mania a recuperar una parte de su antigua prosperidad material. (...).
Si tal modo de estimar a las naciones y las relaciones de unas con
otras fuera adoptado por las democracias de la Europa occidental,
entonces, ¡que el Cielo nos salve a todos! Si nosotros aspiramos de-
liberadamente al empobrecimiento de la Europa central, la venganza,
no dudo en predecirlo, no tardará.»

Keynes, J. M.: Las consecuencias económicas de la paz, 1919.

3. Tras leer estos dos textos de Roosevelt y de Jdanov, responde a las cuestio-
nes formuladas:

Texto 1:

«Después de un año, quiero manifestar nuestra opinión acerca


de que Indochina no debería regresar bajo la dominación francesa,

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M. Lara Martínez Del periodo de entreguerras a nuestros días

sino que debería ponerse bajo la tutela de una comisión internacio-


nal (...) Cada situación colonial debe ser estudiada separadamente,
pero el caso de Indochina está perfectamente claro. Hace cien años
que Francia desangra ese país. El pueblo de Indochina merece una
suerte mejor.»

Declaraciones de F. D. Roosevelt (1945).

Texto 2:

«Los pueblos de las colonias no quieren vivir más como en el


pasado. Las clases dominantes de las metrópolis no pueden seguir
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dominando las colonias como han venido haciéndolo. Las tentativas


de aniquilar el movimiento de liberación nacional por la fuerza se
encuentran con la creciente resistencia armada de los pueblos de las
colonias y conducen a guerras coloniales de larga duración, como en
Indonesia e Indochina.»

Declaraciones de A. Jdanov (1947).

Se propone lo siguiente:

• Identifica a los autores de los dos textos.


• Busca información sobre los procesos de independencia de Indochi-
na e Indonesia.
• ¿Qué actitud adoptaron los respectivos países de los autores ante el
problema colonial?

4. Busca información sobre el proceso descolonizador de un territorio con-


creto.

5. Investiga sobre los siguientes conceptos:

• New Deal.
• Leyes de Nuremberg.

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Básica

CHAMBERLAIN, M. E.: La descolonización. La caída de los imperios europeos, Barcelona, Ariel, 1994.
CHEN, J.: La China de Mao y la guerra fría, Barcelona, Paidós, 2005.
DEHESA, G. de la: La primera gran crisis financiera del siglo XXI: orígenes, detonantes, efectos, respues-
tas y remedios, Madrid, Alianza, 2009.
LARA MARTÍNEZ, L.: España actual, Madrid, CEF, 2011.
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MUNS, A.: USA ¿Quo vadis? Claves para interpretar el nuevo orden mundial, Barcelona, Granica, 2003.
NOEL, E.: Las instituciones de la Comunidad Europea. Documentación europea, Luxemburgo, Oficina de
Publicaciones Oficiales de la CEE, 1993.

En la red

http://europa.eu/index_es.htm
http://www.claseshistoria.com/entreguerras/periodofelices20.htm
http://www.constitucion.es/escuela/secundaria/transicion.html
http://www.elmundo.es/especiales/2005/06/espana/estatutos_autonomia/
http://www.historiasiglo20.org/IIGM/guerra4.htm
www.un.org/spanish/descolonizacion

Avanzada

GALBRAITH, J. K.: El crack del 29, Barcelona, Ariel, 1993.


GARCÍA ALVARADO, J. M.: La España de las autonomías, Madrid, Síntesis, 1999.
HOBSBAWN, E. J.: Historia del siglo XX: 1914-1991, Barcelona, Crítica, 1995.
LARA MARTÍNEZ, M.: Introducción a la antropología, Madrid, CEF, 2011.
MESTRE, J.: Atlas de la transición: España, de la dictadura a la democracia, Barcelona, Península, 1997.
MIR, C.: La represión bajo el franquismo, Madrid, Marcial Pons, 2002.
STIGLITZ, J. E.: El malestar de la globalización, Madrid, Taurus, 2002.

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ÍNDICE SISTEMÁTICO
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PÁGINA

Sumario ..................................................................................................... 7
Prólogo ...................................................................................................... 9
Presentación .............................................................................................. 11

Unidad didáctica 1. ¿Qué es la historia? Periodización y fuentes.


El oficio del historiador ................................... 13

Presentación y objetivos .................................................................................................... 14

1. La historia, ¿arte o ciencia? ....................................................................................... 15


2. Periodización de la historia....................................................................................... 19
3. El nacimiento de la escritura .................................................................................... 21
4. Fuentes históricas........................................................................................................ 25
4.1. Clasificación de las fuentes........................................................................... 25
4.2. Pautas para el análisis y comentario de fuentes ....................................... 26
4.2.1. El comentario de textos históricos .............................................. 26
4.2.2. El comentario de mapas históricos ............................................. 27
4.2.3. El comentario de imágenes .......................................................... 28

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

5. Métodos y técnicas de investigación histórica ....................................................... 29


6. La renovación historiográfica en el siglo xx ......................................................... 31

Conceptos básicos a retener .............................................................................................. 35

Actividades de repaso ....................................................................................................... 35

Ejercicios voluntarios ......................................................................................................... 39

Referencias bibliográficas ................................................................................................. 39

Unidad didáctica 2. La prehistoria y el proceso de hominización 41

Presentación y objetivos .................................................................................................... 43


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1. Creacionismo versus evolucionismo ...................................................................... 44


2. El origen de la especie humana ............................................................................... 45
2.1. El Paleolítico ................................................................................................... 50
2.2. Criterios de hominización ............................................................................ 52

3. El Neolítico .................................................................................................................. 53
3.1. Causas de aparición del Neolítico .............................................................. 54
3.2. Fósiles directores o guía del Neolítico ....................................................... 55

4. Principales yacimientos neolíticos ........................................................................... 56


5. La vida cotidiana en el Neolítico ............................................................................. 58
6. La Edad de los Metales ............................................................................................. 59
7. Las civilizaciones de Oriente Próximo .................................................................... 61
8. Métodos de datación de fósiles ................................................................................ 63
8.1. El carbono 14 .................................................................................................. 63
8.2. El potasio-argón ............................................................................................. 64
8.3. Las huellas de fisión ...................................................................................... 64
8.4. La termoluminiscencia ................................................................................. 64
8.5. Otros métodos de datación .......................................................................... 65

Conceptos básicos a retener .............................................................................................. 67

Actividades de repaso ....................................................................................................... 68

Ejercicios voluntarios ......................................................................................................... 70

Referencias bibliográficas ................................................................................................. 71

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M. Lara Martínez Índice sistemático

Unidad didáctica 3. El nacimiento de la civilización ..................... 73

Presentación y objetivos .................................................................................................... 75

1. El concepto de civilización ....................................................................................... 76


2. Mesopotamia .............................................................................................................. 77
2.1. Organización política .................................................................................... 78
2.2. Economía y sociedad .................................................................................... 79
2.3. Cultura y religión .......................................................................................... 80

3. Egipto ........................................................................................................................... 82
3.1. Organización política .................................................................................... 83
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3.1.1. Imperio Antiguo ........................................................................... 83


3.1.2. Imperio Medio ............................................................................... 84
3.1.3. Imperio Nuevo .............................................................................. 85
3.2. Economía y sociedad .................................................................................... 86
3.3. Cultura y religión .......................................................................................... 87

4. Extremo Oriente ......................................................................................................... 92


4.1. La India ........................................................................................................... 92
4.2. China................................................................................................................ 94

Conceptos básicos a retener .............................................................................................. 98

Actividades de repaso ....................................................................................................... 99

Ejercicios voluntarios ......................................................................................................... 101

Referencias bibliográficas ................................................................................................. 103

Unidad didáctica 4. El mundo grecorromano ................................. 105

Presentación y objetivos .................................................................................................... 107

1. Grecia ........................................................................................................................... 108


1.1. Creta ................................................................................................................ 108
1.2. Micenas ........................................................................................................... 109
1.3. Los siglos oscuros .......................................................................................... 110

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

1.4. La polis en la época arcaica .......................................................................... 111


1.4.1. Esparta, la polis oligárquica y militarista .................................. 114
1.4.2. Atenas ............................................................................................. 115
1.5. La polis en la época clásica. La democracia ateniense ............................. 116
1.6. La crisis de la polis en el siglo iv a. C. ....................................................... 118
1.7. El helenismo ................................................................................................... 118
1.8. La cultura griega ............................................................................................ 119

2. Roma ............................................................................................................................ 120


2.1. La monarquía.................................................................................................. 120
2.2. La república .................................................................................................... 122
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2.3. El imperio ....................................................................................................... 125


2.4. Cultura y religión en la antigua Roma ....................................................... 131

Conceptos básicos a retener .............................................................................................. 133

Actividades de repaso ....................................................................................................... 133

Ejercicios voluntarios ......................................................................................................... 135

Referencias bibliográficas ................................................................................................. 137

Unidad didáctica 5. La Edad Media ................................................... 139

Presentación y objetivos .................................................................................................... 141

1. Periodización de la Edad Media .............................................................................. 142


2. La Alta Edad Media ................................................................................................... 142
2.1. Los reinos germánicos .................................................................................. 142
2.2. El Imperio carolingio .................................................................................... 143
2.3. Europa en el cambio de milenio .................................................................. 144
2.4. El feudalismo ................................................................................................. 146
2.5. La sociedad medieval.................................................................................... 147
2.6. El monacato y la cultura ............................................................................... 148

3. La Plena Edad Media ................................................................................................ 150


3.1. Expansión agraria y crecimiento demográfico ......................................... 150
3.2. La ciudad y los gremios ............................................................................... 150

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M. Lara Martínez Índice sistemático

3.3. El renacimiento cultural del siglo xii ......................................................... 153


3.4. Las universidades .......................................................................................... 154

4. La Baja Edad Media ................................................................................................... 155


4.1. La crisis del siglo xiv ................................................................................... 155
4.2. La cultura en el ocaso de la Edad Media ................................................... 156

5. Las sociedades peninsulares..................................................................................... 157


5.1. El reino visigodo ............................................................................................ 157
5.2. La Reconquista ............................................................................................... 158

Conceptos básicos a retener .............................................................................................. 161


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Actividades de repaso ....................................................................................................... 161

Ejercicios voluntarios ......................................................................................................... 164

Referencias bibliográficas ................................................................................................. 165

Unidad didáctica 6. Renacimiento y Barroco .................................. 167

Presentación y objetivos .................................................................................................... 168

1. El inicio de la modernidad ....................................................................................... 169


1.1. El Estado moderno ........................................................................................ 170
1.2. El Imperio español en el siglo xvi .............................................................. 171

2. El Renacimiento.......................................................................................................... 175
3. La Reforma .................................................................................................................. 179
4. El siglo xvii, ¿una época de crisis? ......................................................................... 180
4.1. El Absolutismo .............................................................................................. 182
4.2. La monarquía hispánica en el siglo xvii ................................................... 183
4.3. La guerra de los Treinta Años ..................................................................... 184
4.4. El lento progreso de Inglaterra .................................................................... 185

5. El Barroco .................................................................................................................... 186


6. El Siglo de Oro español.............................................................................................. 187

Conceptos básicos a retener .............................................................................................. 190

Actividades de repaso ....................................................................................................... 190

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

Ejercicios voluntarios ......................................................................................................... 192

Referencias bibliográficas ................................................................................................. 196

Unidad didáctica 7. La Ilustración ..................................................... 199

Presentación y objetivos .................................................................................................... 200

1. Economía y sociedad en el siglo xviii .................................................................... 201


2. La Ilustración. Concepto y características .............................................................. 202
2.1. Les Lumières .................................................................................................. 204
2.2. La Ilustración en Europa............................................................................... 207
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2.3. La Enciclopedia............................................................................................... 210


2.4. La crítica de la religión ................................................................................. 210

3. El despotismo ilustrado ............................................................................................ 211


4. El retorno a los órdenes clásicos .............................................................................. 212
5. España en el siglo xviii ............................................................................................ 214
5.1. La guerra de Sucesión y los primeros reinados borbónicos ................... 214
5.2. Economía, sociedad y cultura ...................................................................... 219

Conceptos básicos a retener .............................................................................................. 221

Actividades de repaso ....................................................................................................... 221

Ejercicios voluntarios ......................................................................................................... 224

Referencias bibliográficas ................................................................................................. 226

Unidad didáctica 8. La era de las revoluciones ................................... 227

Presentación y objetivos .................................................................................................... 228

1. Las primeras revoluciones contemporáneas .......................................................... 229


1.1. La independencia de los Estados Unidos .................................................. 229
1.2. La Revolución francesa ................................................................................. 231

2. La Europa napoleónica ............................................................................................. 233


3. La restauración ........................................................................................................... 235

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M. Lara Martínez Índice sistemático

4. Las oleadas revolucionarias...................................................................................... 236


5. El siglo xix español ................................................................................................... 237
6. La Revolución Industrial .......................................................................................... 240
6.1. Máquinas y fábricas ...................................................................................... 240
6.2. La sociedad de clases .................................................................................... 242
6.3. La jornada laboral.......................................................................................... 243
6.4. Ideologías del movimiento obrero .............................................................. 243

Conceptos básicos a retener .............................................................................................. 246

Actividades de repaso ....................................................................................................... 246

Ejercicios voluntarios ......................................................................................................... 248


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Referencias bibliográficas ................................................................................................. 251

Unidad didáctica 9. Imperialismo y expansión colonial. De la paz


armada a la Primera Guerra Mundial ............ 253

Presentación y objetivos .................................................................................................... 255

1. Las primeras revoluciones contemporáneas .......................................................... 256


2. Las grandes potencias de la paz armada (1870-1914) ........................................... 259
2.1. La Inglaterra victoriana................................................................................. 260
2.2. La iii república francesa ............................................................................... 261
2.3. El Imperio austrohúngaro ............................................................................ 262
2.4. El fin de la Rusia zarista ............................................................................... 263
2.5. Los nuevos Estados unificados ................................................................... 263
2.5.1. Alemania ........................................................................................ 263
2.5.2. Italia ................................................................................................ 264
2.6. La descomposición del Imperio otomano ................................................. 266

3. La política internacional desde 1870 hasta 1914: los sistemas bismarckianos y


las reivindicaciones nacionalistas ............................................................................ 266
3.1. Las crisis marroquíes .................................................................................... 267
3.2. Las crisis balcánicas ...................................................................................... 268

4. La Primera Guerra Mundial (1914-1918) ................................................................ 269


4.1. Causas ............................................................................................................. 269

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Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal

4.2. Fases del conflicto .......................................................................................... 270


4.3. La organización de la paz ............................................................................ 274
4.4. Consecuencias ................................................................................................ 275

Conceptos básicos a retener .............................................................................................. 277

Actividades de repaso ....................................................................................................... 278

Ejercicios voluntarios ......................................................................................................... 281

Referencias bibliográficas ................................................................................................. 283

Unidad didáctica 10. Del periodo de entreguerras a nuestros días 285


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Presentación y objetivos .................................................................................................... 286

1. El periodo de entreguerras ....................................................................................... 287


2. La Segunda Guerra Mundial .................................................................................... 288
3. La guerra fría .............................................................................................................. 291
4. La descolonización y el tercer mundo .................................................................... 294
5. La Unión Europea ...................................................................................................... 296
6. El orden internacional en un mundo globalizado ................................................ 297
7. Guerra civil, dictadura y democracia en España .................................................. 300

Conceptos básicos a retener .............................................................................................. 305

Actividades de repaso ....................................................................................................... 305

Ejercicios voluntarios ......................................................................................................... 308

Referencias bibliográficas ................................................................................................. 310

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María Lara Martínez
Toda persona, en lo más profundo de su cerebro, alberga 3.ª edición
muchas preguntas que también habitan en las mentes de
sus congéneres. Sin duda, una de ellas es: ¿hacia dónde 3.ª edición

Ciencia histórica:
se dirige nuestra historia? Cierto es que hemos evolucio-

Ciencia histórica: conceptos y etapas de la historia universal


nado, en el sentido darwiniano del término, hacia nuevos
horizontes; mas es verdad también que, si contemplamos
los estadios de desarrollo que determinadas civilizaciones
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poseyeron en una época dada para sucumbir a continua-

conceptos y
ción, no podemos sino caer en la confusión e interrogarnos
nuevamente por las causas que hacen que los tiempos se
repitan y que los grandes temas, para bien y para mal, sean
universales. Si hiciéramos más caso a los antiguos y viéra-

etapas de la
mos en la historia la magistra vitae, otra brisa nos saluda-
ría, pero la aventura suele ser más poderosa que la calma.
Con el propósito de mostrar las peculiaridades que nos pre-

historia universal.
cedieron, este manual trata de desentrañar esa historia sin
misterios que es la narración de nuestro mundo, empujado
por los estímulos del corazón humano.

María Lara Martínez

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