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El terapeuta debe también demostrar pericia, “la empatía puede ser muy
valiosa, pero no es suficiente. Informa al paciente de que usted se
preocupa, pero no dice nada acerca de su competencia para tratar (...)” El
DSM IV recomienda utilizar estas técnicas frente al paciente “para
convencerle de que entiende su trastorno:
El diagnóstico comprende:
Obtener datos referentes a la conducta humana o los efectos de la conducta.
Interpretar los datos obtenidos. Sobre la base de las interpretaciones, deducir las
consecuencias para aquellos de quienes proceden los datos.
Ejercitar estas actividades dentro de un papel con exigencias profesionales.
Lo ideal sería que el terapeuta sugiera el momento adecuado para poner fin
al tratamiento y que el paciente esté de acuerdo, pero no siempre las cosas
ocurren de esa manera. El cliente puede desear poner fin al tratamiento por
muchos motivos, lo más deseable es que sea por que considera que su
problema se ha solucionado pero puede ocurrir lo contrario, que esté
insatisfecho con el tratamiento. Por otro lado también pueden surgir
circunstancias que impidan la continuación del tratamiento como problemas
económicos, mudanza a otra ciudad por parte del paciente etc. Además “los
tratamientos con un límite temporal prefijado acaban automáticamente una
vez realizado el número de sesiones convenido”
Hay veces que las personas logran mejorar sustancialmente sus problemas
pero temen no poder proseguir solos. En esos casos es importante plantear
la conclusión y prescribir recaídas, señalarle que conviene no apurarse
tanto o se le puede anticipar que él mismo o alguien podría sabotear los
logros.
Sin embargo según Michael Kerr (Kerr, 1981), el rol deseable del terapeuta
se basa en la “separación emocional y la objetividad” (citado por Aponte).
Algunos han destacado el rol vital del crecimiento personal del terapeuta y
otros han enfatizado la importancia de que el terapeuta aprenda las
habilidades (técnicas) más que su desarrollo emocional (Aponte: La persona
del terapeuta: Piedra angular de la terapia).
“Un medio para realzar el respeto que el cliente siente por su terapeuta
consiste en apelar a la experiencia, real o aparente, del terapeuta y a su
status.” “...En general, cuánto mayor sea su experiencia, mayor será el
respeto que el cliente siente por él” Los clientes juzgan la experiencia a
partir de la conducta observable de sus terapeutas tal como lo afirman
Schmidt y Strong (1970) (citados en Kanfer y Goldstein, 1987). Se ha
demostrado mediante varias investigaciones que “cuanto mayor sea la
experiencia del terapeuta, más efectividad tendrá para modificar conductas
y opiniones (...), se acepta mejor una sugerencia y se actúa de acuerdo a
ella cuando ésta es formulada por un experto, una persona de status
elevado”