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“Año del dialogo y al reconciliación nacional”

Tema:

LA ERA DEL GUANO

Alumno:
Mauricio Martínez Carrillo
Curso
Historia Del Perú
Profesor
Marcelo Jumpa
Grado
4to Año
Colegio:
I.E.P. Cristo Liberador
Año:
LA ERA DEL GUANO
La explotación del
guano empezó en
1841 en las islas de
Chincha, las de Lobos
de Afuera y Lobos de
Adentro y las islas del
sur hasta Tarapacá. El
interés que
paulatinamente
despertó esta lucrativa
actividad se plasmó en
la inestabilidad de los
tres primeros contratos de explotación, firmados entre 1841 y 1842, en los que el Estado
buscaba obtener cada vez un beneficio mayor. Así, lo que empezó siendo un sistema de
contrato de alquiler concedido a un inversionista, Francisco Quirós, derivó en un
convenio que otorgaba al Estado el 64 por ciento de los beneficios y, finalmente, se pactó
entregarle a este el 75 por ciento del ingreso liquido.

La explotación del guano


Inicialmente se recurrió a esclavos y presidarios para la extracción del guano en
las islas. A partir de 1850, cuando empezó la inmigración asiática, los culis fueron
los más requeridos. Si bien en sus contratos de introducción al Perú se
especificaba que no podían trabajar en el guano, los culis fueron sometidos a
tantos atropellos que su situación pasó ser similar a la de los esclavos. También
se utilizaron obreros chilenos, aunque en menor escala. Los trabajadores no
contaban con seguridad para evitar accidentes o enfermedades y sus jornadas de
trabajo podían llegar a ser de 16 horas.

Los inversionistas
El Estado se encontraba en crisis fiscal pues no había logrado cubrir los gastos
que se habían generado desde las batallas de la independencia. En esas
condiciones, ni el Estado ni los capitalistas nacionales podían competir con las
compañías europeas y estadounidenses en la inversión que significaba la
explotación del guano. El predominio de extranjeros y la ausencia de
inversionistas peruanos fueron cuestionados en la década de 1850 por el
Congreso, que decidió que no se firmasen nuevos contratos si no se incluía a
capitalistas nacionales. Así, los extranjeros formaron empresas mixtas, pero sin
permitir que la participación nacional los sobrepasara.

Las consignaciones o inversiones


El Estado acordó ceder a los empresarios la explotación del guano en lugares
específicos y por un periodo determinado que no superaba los nueve años. Estos
inversionistas o consignatarios debían asumir todos los gastos, desde la
extracción hasta la venta. Al ingreso bruto se le descontaban los gastos y el
producto neto se dividía entre el fisco y los consignatarios. Este acuerdo acabó
por convertir al Estado en deudor de los consignatarios, pues estos adelantaban
los beneficios que correspondían al fisco en calidad de préstamos que debían ser
amortizados con elevados intereses.
El acaparamiento de la explotación del guano por los capitalistas extranjeros, así
como su deshonestidad provocaron denuncias contra el sistema. Las principales
sospechas recayeron sobre la casa británica Gibbs y la casa francesa Montané.
Los empresarios vendían el guano en el exterior a un precio menor al oficial,
perjudicando la venta del guano del Estado.

El contrato Dreyfus
La ruptura con los consignatarios ocurrió durante le gobierno del presidente José
Balta. Este le encargó al ministro de Hacienda, Nicolás de Pierola, que convocara
una licitación en París para vender dos millones de tonelada de guano, sin
informas de esto a los consignatarios. La buena pro fue otorgada a la firma
francesa Augusto Dreyfus y hermanos, que ofreció excelentes condiciones, entre
ellas, cubrir la deuda externa con cinco millones de soles. Los consignatarios
llevaron el caso ante el Poder Judicial, pero el convenio con Dreyfus siguió
adelante. Las ventajas del contrato se esfumaron pronto, pues no se invirtieron
los ingresos en actividades productivas a corto plazo sino a ferrocarriles. El
contrato se canceló en 1875.

Guano y Progreso
Los ingresos producidos por la explotación del guano permitieron atenuar las
deudas que se arrastraban desde la independencia. Los beneficios de este nuevo
negocio se vieron particularmente en los gobiernos del presidente Ramón
Castilla.

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