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RESUMEN DE LA CRISIS DEL 1929 Ó DEL 29 NEW DEAL CAIDA DE LA BOLSA

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la Bolsa

GRAN DEPRESIÓN DE 1929: CAÍDA DE WALL STREET

El 24 de octubre de 1929 al mediodía, el crecimiento financiero de los años veinte yacía


hecho pedazos en el suelo de la Bolsa de Nueva York. Miles de norteamericanos, desde
viudas pobres hasta magnates, habían perdido sus salvavidas. Al final del día se habían
suicidado once financistas.
Mirando hacia atrás, los signos que desembocarían en el «jueves negro» estaban escritos
en las paredes. Los precios de las acciones habían subido más del doble desde 1925 y en
setiembre el índice Dow Jones (una estimación del valor de las acciones principales) había
alcanzado la marca récord de 381 en un mercado frenético.
Los indicios de una recesión económica mundial y las advertencias de los expertos de que
las acciones estaban sobrevaluadas habían provocado que algunos inversores importantes
empezaran a retirarse del mercado, pero el 19 de octubre el impulso de vender alcanzó
proporciones alarmantes y los precios empezaron a caer.

Caída de la Bolsa de Wall Street


Si bien la Primera Guerra Mundial se desarrolló solamente en algunas regiones europeas,
la crisis económica que se desencadenó luego de su finalización afectó a todo el planeta.
Esta crisis, que cuestionó entre las dos guerras mundiales, la supervivencia del sistema
capitalista tal como se venía planteando hasta ese momento, tuvo su centro en los Estados
Unidos y de alli se extendió al mundo.
Los desequilibros económicos: Luego de la Primera Guerra, los gobiernos de los diferentes
países del mundo, tenían esperanzas en recuperar la prosperidad económica que habían
disfrutado hasta 1914. Durante los años 1918-1919, parecía que estas expectativas se
estaban cumpliendo, pero en 1920 comienza una crisis que hizo caer precios y expectativas.

Tanto los países anglosajones, como los que habían permanecido neutrales en la guerra,
como Japón, ensayaron propuestas para volver a tener una economía sólida basada en una
moneda estable, pero lo consiguieron solo parcialmente.
Sin embargo, en la caotica Alemania cayó totalmente el sistema monetario, con lo cual la
moneda perdió su valor y terminó con el ahorro privado. Las empresas, entonces, debieron
recurrir a los préstamos extranjeros para poder sobrevivir, circunstancia que colocó a
Alemania, en los años siguientes, en una gran dependencia de los créditos externos. La
situación no era muy diferente en la Unión Soviética y en los países del este europeo, pero
en Polonia, Hungría y Austria, la moneda no perdió totalmente su valor.
A partir de 1924, la crisis se fue superando, y comenzó una nueva etapa de prosperidad que
reanuda el crecimiento económico, a pesar que algunos precios de materias primas y
alimentos básicos volvieron nuevamente a bajar, y que el desempleo se mantuvo alto. Estos
desequilibraos llevarían a una nueva crisis, pero esta vez, más profunda.
Estados Unidos y el modelo de vida americano: La Primera Guerra Mundial había favorecido
a los Estados Unidos de una manera espectacular, convirtiéndolo en el principal proveedor
de materias primas y productos alimenticios e industriales. También era el principal
acreedor del mundo, y su influencia en Europa era fundamental.
La guerra había traído también un importante crecimiento industrial que se calcula en un
15%, siendo los sectores más favorecidos aquellos relacionados con la industria bélica. La
agricultura también se había beneficiado y las necesidades europeas de comerciar,
convirtieron a la flota americana en la segunda marina mercante del mundo.
La prosperidad y el crecimiento que se inició en los primeros años de la década de 1920,
fueron mucho más profundos y estables en los Estados Unidos. En esta época se
consolidaron sectores industriales nuevos como la industria eléctrica , la química y la
petroquímica, la aeronáutica, la automotriz, el cine y la radiofonía.
Como consecuencia de este desarrollo industrial sin precedentes, el sistema energético se
renovó, sobre todo a partir del incremento del consumo de petróleo y electricidad. La
industria se hizo más eficiente al incorporarse el Tayiorismo y el Fordismo como nuevas
modalidades de producir y organizar el trabajo y la producción en serie se impuso. También
se desarrollaron nuevas actividades relacionadas indirectamente con las nuevas industrias,
como la construcción de carreteras, de aeropuertos, de viviendas de fin de semana, etc.
Como la competencia industrial era muy fuerte, aumentó la concentración empresarial,
dando lugar a la formación de trusts.
La agricultura, por el contrario, no vivió un crecimiento similar, pues los precios agrícolas se
mantuvieron por debajo de los precios industriales, generando un desequilibrio
desfavorable al sector primario. Ante esto, muchos campesinos vendieron sus tierras por
debajo del valor real y se fueron a las ciudades.
Sin embargo, la prosperidad indefinida y el optimismo se extendían por todas partes. Eran
los años dorados del consumismo y de la exaltación nacionalista. Se creía alcanzada la meta
de ser una sociedad opulenta. El clima de confianza se tradujo en la compra de acciones de
las empresas industriales por parte de un gran número de la población, siendo la Bolsa de
Nueva York el centro de la economía mundial, a dónde llegaban capitales de todos los
puntos del planeta.
A pesar de esto, como la economía mundial estaba en desequilibrio con respecto a los
Estados Unidos, no se pudo generar una demanda suficiente que pudiese sustentar la
expansión industrial. Esto dio lugar a que ya en 1925, se comenzase a acumular stock de
diversos productos, dando lugar a la caída de los precios, al desempleo y a la pérdida de la
capacidad adquisitiva de la población.
Hacia fines de la década, la compra de acciones de manera desenfrenada creció en un 90%.
La especulación financiera hacía ganar dinero rapidamente, siendo el valor de las acciones
ficiticios, ya que estaban por encima de su valor real. (La gente sacaba créditos en los bancos
y ponía ese mismo dinero en la bolsa, a un interés mas alto de lo que pagaba)
La caída de la Bolsa de Nueva York:
EL PORQUE DE LA CRISIS: A medida que la prosperidad aumentaba, los empresarios
buscaron nuevas negocios para invertir sus ganancias. Prestaban dinero a Alemania y a
otros países e instalaban sus industrias en el extranjero (la Argentina y Brasil, entre otros).
También invertían en maquinarias que permitían aumentar la producción. Desde que
advirtieron que tendrían dificultades para vender tanta mercadería, comenzaron a invertir
en bienes de lujo, como joyas o yates, y en negocios especulativos. La compra de acciones
en la bolsa se fue transformando en uno los más rentables. Muchas veces, para comprar
acciones, los empresarios pedían créditos a los bancos. Debido a que la ganancia de las
acciones podía llegar a un 50% anual y el interés que debían pagar por los créditos bancarios
era del 12%, los beneficios que obtenían eran enormes. A fines de la década, la prosperidad,
que antes estaba basada en el desarrollo industrial, pasó a depender de la especulación.
En 1928, algunos síntomas hacían prever que la economía estaba en peligro. Los ingresos
de la población no habían subido tanto como para que el consumo siguiera creciendo. Los
almacenes estaban llenos de mercaderías que no podían ser vendidas y muchas fábricas
comenzaron a despedir a sus trabajadores. Sin embargo, en la bolsa seguía la fiesta
especulativa. Los precios a que se vendían las acciones no reflejaban la situación económica
real de las empresas. Aunque el crecimiento de muchas de ellas se había detenido, sus
acciones seguían subiendo porque había una gran demanda de los especuladores. Nadie
pudo o quiso darse cuenta de la gravedad de la situación. Cuando en octubre de 1929 la
Bolsa de Nueva York quebró, la crisis fue inevitable y se extendió al sistema bancario, a
laindustria, el comercio y al agro estadounidenses. Sus consecuencias se sintieron también
en todo el mundo y perduraron hasta la Segunda Guerra Mundial.
El jueves 24 de octubre de 1929, se produjo el crash de la bolsa de Wall Street. Más de
13.000.000 de títulos que cotizaban en baja no encontraron compradores y ocasionaron la
ruina de miles de inversores, muchos de los cuales, habían comprado las acciones con
créditos que ya no podrían pagar.(Foto:Una multitud aguarda para retirar sus depósitos)
Esto llevó a que la gente entrara en pánico, y quienes poseían dinero en cuentas bancarias
corrieron a retirarlo. Los bancos no eran capaces de hacer frente a tal magnitud de
reintegros, y además, como en los Estados Unidos se había tratado de hacer frente al
descenso de la demanda con una expansión del crédito a los ciudadanos comunes, se vieron
desbordados por deudas incobrables. Ante esto, se negaron a dar nuevos créditos y a
refinanciar las deudas existentes, pero sin embargo, aproximadamente 600 bancos
americanos quebraron.
A partir de ese momento se inició un período de contracción económica mundial, conocido
como la “GRAN DEPRESiÓN”.
En los Estados Unidos, el descenso del consumo hizo que los stocks acumulados crecieran,
las inversiones se paralizaran y muchas empresas tuviesen que cerrar sus puertas.
La caída de la actividad industrial supuso una desocupación generalizada, de tal manera que
se calcula que hacia 1932, existían en los Estados Unidos cerca de 13.000.000 de
desocupados.
La depresión trajo también penuria en el campo, pues muchos agricultores se arruinaron
como consecuencia de la caída de los precios y de los mercados agrícolas. Como solución
desesperada para poder pagar sus deudas, gran cantidad de trabajadores agrícolas
vendieron sus tierras a precios irrisorios y se fueron a trabajar al oeste.
La pobreza no alcanzó solo a campesinos y obreros, sino que se extendió a empleados,
profesionales y capitalistas arruinados.
Extensión de la crisis
Las conexiones existentes en la economía internacional, pero sobre todo la dependencia
que de los Estados Unidos tenía la economía europea, hicieron que la Gran Depresión, se
extendiera por todo el mundo.
La caída de los precios en América afectó a las industrias de otras partes del mundo que
tenían precios superiores a los estadounidenses y que al no poder competir, vieron
drásticamente reducidas sus exportaciones. Al mismo tiempo, la disminución de la
demanda norteamericana, (y por ende, de sus importaciones), frenó las exportaciones de
muchos países, con lo que disminuyó el comercio mundial.
Los Estados Unidos también trataron de repatriar capitales que habían invertido en
diferentes países. Esto tuvo una especial repercusión en Alemania, que tenía cuantiosos
créditos tomados a Norteamérica, pues ese país había sido prácticamente obligado a
endeudarse para hacer frente a las reparaciones de guerra estipuladas en el Tratado de
Versalles, las que debían ser pagadas en efectivo. La crisis afectó también a Austria, Gran
Bretaña, Francia, América Latina, el Sudeste Asiático, Australia, y muchos más, ya que salvo
en la Unión Soviética, sus consecuencias repercutieron de una u otra manera en todo el
planeta.
El 11 de diciembre de 1930, en la ciudad de Nueva York, el poderoso Banco de Estados
Unidos se derrumbó, y destruyó los depósitos de medio millón de cuentahabientes. Sólo en
1931 se desplomaron unos 2,300 bancos. Innumerables fabricantes con exceso de
existencias cerraron sus fábricas para reducir pérdidas. Entre 1930 y 1933 un promedio de
64,000 trabajadores por semana pasaron a engrosar la multitud de desempleados. En 1933,
unos 13 millones de estadounidenses estaban sin empleo, y quienes lo conservaron vieron
reducidos sus salarios. La producción industrial descendió hasta los niveles de 1916.
El New Deal: La crisis había llevado a replantear el rol del Estado en la economía de una
nación. En marzo de 1933 asumió como presidente de los Estados Unidos, Franklin
Roosevelt, quien se fijó como principal objetivo reconstruir la economía de su país.

Para esto desarrolló un plan conocido como “New Deal”, que consistía en la regulación de
la economía favoreciendo las inversiones, el crédito y el consumo, lo que permitiría reducir
el desempleo. El gasto público debía orientarse a la seguridad social y a la educación.
El modelo estaba inspirado en las ideas del economista John Keynes que expuso sus
principios en el libro “La teoría general del empleo, el interés y el dinero”. Keynes sostenía
los principios del liberalismo clásico, pero proponía la intervención del Estado en aquellos
casos en que se viera perjudicado. Creía que una redistribución de los ingresos y el aumento
de la tasa de empleo, reactivaría la economía. Nació así la teoría keynesiana.
Las medidas adoptadas por Roosevelt fueron: ayudar a los bancos, subvencionar a los
agricultores, aumento de los salarios y reducción de las horas de trabajo, creación de
nuevos puestos de trabajo en la administración pública y en obras públicas, lo que daría un
fuerte impulso a la construcción y a sus industrias derivadas. También se establecieron
planes de asistencia sanitaria y se organizó un nuevo sistema de jubilaciones y pensiones”
Los resultados del New Deal fueron desiguales, lográndose estabilización en lugar de
crecimiento. No se logró el pleno empleo y la permanencia de un número alto de
desocupados, hicieron de la década del 30. Un período de tensiones y enfrentamientos
sociales.
LOS GOBIERNOS enmarcados en el New Deal (Nuevo Trato) del presidente Franklin Delano
Roosevelt, desde 1933 hasta 1940, no lograron elevar el empleo ni la producción industrial
norteamericana a los niveles que tenían en 1929. Sin embargo, gracias a la inversión pública
y a la reestructuración casi total de la economía, pero sobre todo al liderazgo económico de
Washington, el país quedó preparado para asumir el predominante papel internacional que
le correspondió desempeñar en la Segunda Guerra Mundial y que trajo consigo la
recuperación económica además de una gran victoria.
La necesidad de aumentar la producción debido a la guerra finalmente solucionó el
problema de la cesantía. El esfuerzo económico que se requería para satisfacer las
demandas de las fuerzas armadas y los aliados era gigantesco. La forma en que reaccionó
la industria norteamericana abrió un espectro tan grande de posibilidades económicas que,
al realizarse, crearía para los Estados Unidos una era de prosperidad y poder, sin
precedentes.
Primer discurso de inauguración de F.D. Roosevelt el 4 de marzo de 1933
[…] Nuestra tarea prioritaria es hacer que la gente vuelva a trabajar. Esto se puede conseguir
mediante un reclutamiento directo por parte del gobierno. […] Nosotros podemos facilitar
la realización de este objetivo aumentando el precio de los productos agrícolas, y con éstos
la capacidad adquisitiva de los agricultores.
Podemos facilitarlo insistiendo para que el gobierno federal, el de los Estados y los gobiernos
locales se pongan a trabajar inmediatamente para reducir de una forma draconiana sus
costes de funcionamiento. Podemos facilitarlo unificando las ayudas a las víctimas de la
crisis. […] Podemos facilitarlo planificando y supervisando a nivel nacional todas las formas
de transporte, de comunicaciones y de servicios que tienen claramente un carácter de
interés público […].
Finalmente, en nuestro camino hacia la plena ocupación, necesitaremos llevar a cabo tres
medidas destinadas a prevenir un retorno a los malos tiempos pasados: tendrá que haber
una estricta vigilancia de todas las actividades bancarias, financieras y de inversiones; habrá
que limitar las actividades de los que especulan con el dinero de los demás; habrá que
asegurarse de que nuestra divisa sea a un tiempo adecuada y saneada. […]
Nuestras relaciones comerciales internacionales, aunque tienen mucha importancia, son,
hoy, secundarias respecto a la necesidad de establecer una política nacional saneada […].
DEPRESIÓN MUNDIAL
La oleada de la depresión económica norteamericana sacudió a todo el mundo. Japón
perdió el lucrativo mercado estadounidense para sus exportaciones de seda (que habían
supuesto vitales ingresos para los agricultores y trabajadores de su industria textil). Debido
a la retirada de los préstamos norteamericanos, muchos gobiernos de Iberoamérica
tuvieron que abandonar numerosos proyectos. En Europa, la quiebra delCreditanstalt, el
mayor de los bancos austríacos, en mayo de 1931, repercutió en muchos otros, que se
vieron obligados a cerrar, incapaces de satisfacer sus obligaciones. Los esfuerzos
internacionales por ayudar al Creditanstalt sólo lograron agotar las necesarias reservas de
otros bancos.
En Alemania estaban sin trabajo la mitad de los hombres en edades comprendidas entre 16
y 30 años. En Australia, el desempleo ascendió de menos del 10 por ciento en 1929 a más
del 30 por ciento en 1932. En el mundo, el número de los desocupados se elevaba a 30
millones. En las ciudades, el aguijón del hambre impulsaba a infinidad de hombres y mujeres
a buscar alimento en los cubos de basura. Mientras tanto, miles de hectáreas de grano se
pudrían en los campos porque su recolección y transporte no resultaban económicos. En
Brasil se quemaron, por la misma causa, miles de toneladas de café.
En septiembre de 1931, Gran Bretaña abolió la convertibilidad de la libra en oro; es decir,
el patrón oro había sucumbido. Al protegerse las naciones con fuertes barreras arancelarias,
cuotas de importación, devaluaciones de moneda y numerosos medios para amparar sus
industrias, el comercio internacional se derrumbó. Las dificultades económicas acentuaron
la insolidaridad de las naciones, cuando sólo la cooperación hubiera podido subsanar los
males. Paradójicamente, el auténtico estímulo para la recuperación económica provino del
rearme alemán, cuyas larvadas raíces se hundían siniestramente en la sima de la Depresión.
En términos de vidas y padecimientos, fue un estímulo cuyos abrumadores costes
superarían cuanto la experiencia o la imaginación humanas pudieran concebir.

Las manifestaciones —como esta marcha de hombres sin trabajo organizada en Londres en
1930 (centro)— ponían de relieve ante la opinión pública la angustiosa situación. Inglaterra
tenia en diciembre de 7930 dos millones y medio de parados.

Una imagen de la época, reclamos gráficos

CRÓNICA DE LA ÉPOCA:
NOTA A CARGO DE SILVIA B. LÁZZARO Historiadora
Períodico El Bicentenario Fasc. N°6 Período 1910-1929
La crisis con epicentro en Wall Street impacta en todos los ámbitos de la economía
capitalista, afectando tanto a los países industrializados como a los productores de materias
primas. Los motivos de la amplia propagación son las gigantescas dimensiones asumidas
por la producción industrial en Estados Unidos y los vínculos financieros que la posición
dominante del dólar había creado en Europa, Canadá y América latina.
El mecanismo de mercado se desbarató provocando, por un lado, la implementación de
formas de regulación ante la exigencia de generar renovados impulsos a la actividad
económica y para recuperar el empleo y la demanda; y por otro, se produjo un
reacomodamiento, fundamentalmente en los países centrales, que se caracterizó por
adoptar claros perfiles proteccionistas. Se asistió a una quiebra del sistema multilateral de
comercio y de pagos, cobrando fuerza procesos como la constitución de bloques, acuerdos
bilaterales, devaluación monetaria, abandono del patrón oro, adopción de controles de
cambio y el establecimiento de cuotas de importación.
El objetivo explícito de tales medidas tiende a desvincular los medios de pago y el nivel de la
economía interna, de las fluctuaciones del balance de pagos y a posibilitar la adopción de
estrategias monetarias y fiscales compensatorias que permitan contrarrestar los efectos de
la crisis.
Las secuelas más inmediatas de esta situación son la disminución del comercio y del
movimiento internacional de capitales, lo que implica una serie de consecuencias
mutuamente condicionadas para las economías dependientes especializadas en la
exportación de productos primarios: reducción de los volúmenes exportados;
trastrocamiento de la corriente internacional de capitales; disminución del poder de
fcpmpra de las exportaciones; empobrecimiento de las reservas, y profundización i del
endeudamiento externo en tanto es ineludible equilibrar el déficit de la balanza de pagos.
Los vanos intentos por encontrar un acuerdo que regule las transacciones internacionales
muestran hasta qué punto se deterioró la situación política.
Las economías latinoamericanas sufrieron de inmediato las secuelas de la crisis, surgiendo
dos opciones para responder al crack económico global: una, fortalecer los vínculos
comerciales con los países desarrollados con el propósito de compartir equitativamente el
mercado y mantener el funcionamiento del modelo basado en la exportación/importación,
en el contexto más general signado por la reducción de la demanda ocasionada por la crisis;
otra, no necesariamente contrapuesta a la primera, iniciar un proceso de industrialización
que tienda a superar la vulnerabilidad externa y a lograr una mayor autosuficiencia,
sustituyendo importaciones tradicionales de Europa o Estados Unidos.
A causa de los efectos de la depresión sobre los sectores más concentrados se está
registrando un desplazamiento general hacia la implementación de políticas económicas
intervencionistas que estimulen la sustitución de importaciones y el incremento de la
actividad industrial. E implica secuelas sociales complejas: el germen de una burguesía
industrial, que no representa una amenaza potencial a la hegemonía de las clases
tradicionales -sino que por el contrario contribuye a su diversificación, pero también a su
cohesión en torno a la defensa de intereses compartidos-, y el crecimiento y fortalecimiento
de los movimientos sindicales. En efecto, el apoyo y el control del trabajo se erigen en
condición fundamental para la expansión industrial de forma rentable, emergiendo el
trabajo organizado como un actor importante en la escena social.
La crisis del capitalismo liberal muestra la imposibilidad de que el Estado se siga
manteniendo al margen del ámbito socioeconómico, pero también del político institucional.
El desprestigio de las instituciones políticas del capitalismo liberal conduce al
fortalecimiento de la propuesta corporativa en sus diferentes variantes (fuerzas armadas,
Iglesia, sindicatos y organizaciones empresariales), cuya función será recibir y dar
respuestas a las demandas que se generen.
La crisis es un mecanismo recurrente del sistema capitalista mismo y quizá pueda
considerársela no íntegramente como un proceso de desequilibrio, sino por el contrario
como una estrategia equilibradora; en tanto también es capaz de generar respaldo a la
inversión, al crédito y al sistema banca-rio: políticas asistenciales e incremento de la obra
pública como formas de reactivación de la economía.
Lo esencial es plantearnos como desafío aprehender los dilemas económicos que se generan
y, más aún, discutir sus soluciones en el contexto de un sistema de producción capitalista
complejo en su naturaleza y en el diagnóstico de sus problemáticas, susceptibles de
continuos abordajes teóricos que nos deriven hacia el imprescindible debate.

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