Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
“VICIOS DE LA VOLUNTAD”
Autores:
Asesor:
Cacatachi– Perú
2014
DEDICATORIA
En el presente trabajo trataremos de explicar de manera sencilla y directa todo lo relacionado con
el tema de Vicios de la Voluntad tipificados en el Libro II-Acto Jurídico del código Civil, en donde
explicaremos sus modalidades como el error, el dolo y la violencia e intimidación.
En el error veremos sus conceptos que describen su naturaleza, sus requisitos, sus tipos en donde
los más esenciales son el error de hecho y error de derecho y sus demás variaciones.
En lo que respecta al Dolo se usará las legislaciones del derecho Romano, Francés y Alemán. Se
podrá apreciar su definición interpuesta por reconocidos autores, y se mencionará sus
clasificaciones que son mencionadas por el código y por doctrinas de ilustres autores.
En resumen, se mencionará todo respecto a los vicios de voluntad, tomando doctrinas de ilustres
autores reconocidos en el campo del derecho civil.
ANTECEDENTES
Como el presente trabajo tiene puntos muy bien delimitados, pues se tocan puntos que
aunque están íntimamente relacionados, son también independientes entre sí, es por eso,
que por decisión del grupo optamos por detallar los temas individualmente.
ERROR
La equiparación de la ignorancia con el error fue planteada desde el Derecho Romano. Si bien
la ignorancia era planteada preferentemente por los jurisconsultos romanos para calificar el
vicio que consistía en el desconocimiento o en el falso concepto de la realidad, y además era
empleada preferentemente en los textos romanos, de <<juris et facti ignorantia>>, el
derecho moderno sólo ha modificado la nomenclatura referente a este vicio, dando
preferencia al vocablo error, por lo que ambas locuciones –ignorancia y error- tienen el
mismo significado jurídico y están comprendidas en el mismo concepto, siendo así como lo
receptó la codificación civil y ha llegado hasta nuestros días.
El error en esencia del objeto, que viene a ser denominado error <<in substantia>>, tiene
raigambre en el Derecho Romano y fue receptado por el Código Napoleón (art. 1110) que lo
irradió a toda la codificación civil, llegando a nuestro código de 1852, que lo trato como error
que recae "sobre la sustancia de la cosa" y al de 1936, que lo trató como error en las
"cualidades esenciales" del objeto.
DOLO
El Acto Jurídico a través de su evolución tomaremos en cuenta tres legislaciones; Derecho
romano, francés y alemán.
En el derecho romano toman en consideración al dolo utilizando en dos sentidos iguales, por
una parte al dolor consideran como un vicio de voluntad, como un engaño que causa el error
de quien declara bajo su influjo, y la otra parte muestra al dolo no tanto como una captación
de la voluntad ajena, sino como maniobra enderezada a ejercer indebida influencia sobre
otro. El dolo concebido como el manejo engañoso no constituía, originariamente en Roma,
causa de invalidez del acto. Posteriormente por vía de excepción, por la <<exceptio doli>>,
contenida en el principio de la <<bona fider isito>> en toda fórmula procesal.
El derecho romano en los casos de perjuicios causados por cualquier clase de actos desleales
y contrario al derecho concluye que en materia de dolo, el derecho romano evolucionó de
una concepción subjetiva (error provocado) a otra más objetiva (protección de la buena fe).
En el derecho francés reapareció la condición psicologística del dolo ajo la influencia del
creciente consensualismo, que lo convirtió en uno de los vicios del consentimiento; pues
abre paso ya a la solución objetivista al recordar que <<sólo lo que hiere abiertamente a la
buena fe, ante el fuero externo e interno, es considerado como un verdadero dolo>>.
El código de Napoleón legisló sobre el dolo como vicio del consentimiento, se explica como
una maquinación, un atentado voluntario contra el derecho y los intereses del prójimo y que,
en materia de contratos, se trata de una astucia, de un engaño, que tiene como resultado
sorprender el consentimiento de la víctima.
El código civil alemán ubicó el dolo como vicio de la voluntad; se explica como
la conducta por lo cual intencionalmente se induce, se corrobora o se mantiene a otro, en
una representación errónea, no son necesarias las comunicaciones directas (palabras
escritas) se manifiesta de tal manera que el engaño puede consistir también en otros actos;
Como la ocultación de un defecto o resultan del conjunto de la conducta o por la ocultación
de hechos verdaderos. En conclusión, siempre que el medio para el engaño sea empleado
con la conciencia de que el otro es determinado a una declaración de voluntad que no habría
emitido sin el engaño.
VIOLENCIA E INTIMIDACIÓN
En nuestro Código Civil, la Violencia e Intimidación se encuentra registrado en los siguientes
artículos:
Artículo 214°
La violencia o la intimidación son causas de anulación del acto jurídico, aunque hayan sido
empleadas por un tercero que no intervenga en él.
Artículo 215°
Hay intimidación cuando se inspira al agente el fundado terror de sufrir un mal inminente y
grave en su persona, su cónyuge o sus parientes dentro del cuarto grado de consanguinidad
o segundo de afinidad o en los bienes de unos y otros.
Artículo 217°
Artículo 218°
Dichos artículos tiene como antecedentes, a las fuentes de Derecho Romano que tratan de la
Violencia en su doble significado: Como <<Vis Oblativa>>, es decir, la Violencia Física que
excluye la voluntad negocial, y como <<Vis Compulsiva>> llamada Violencia Moral, que
consiste en una coacción psicológica debida a la amenaza de sufrir un mal injusto, el cuál
genera temor, limitando así la libertad de Expresión de la Voluntad.
El Derecho Moderno, es otra fuente importante que sirve como antecedente, dado que trata
con mucha precisión la Violencia Moral porque influye sobre la voluntad de otra persona
forzándola a una determinada declaración, la Violencia Física como una fuerza corporal
irresistible ejercida sobre una persona, de tal manera que no la pueda impedir, para que
realice o no un acto jurídico. Tal como lo establece el Código Argentino- "Habrá falta de
libertad en los agentes, cuando se emplease contra ellos una fuerza irresistible", así como el
artículo 1267, 1° inciso, que dispone: <<Hay Violencia cuando para arrancar el
consentimiento se emplea una fuerza irresistible>>.
De otro lado, son antecedentes muy importantes los Códigos de 1,852 y 1,936:
El Código de 1832: Proclamó la nulidad de los contratos que se celebrarán por fuerza o
violencia, sea que las emplearán una de las partes o un tercero (no utilizó el vocablo
intimidación).
El Código de 1,936: Distinguió la Violencia de la Intimidación, pero los asimiló en cuanto a sus
efectos, posición que ha sido mantenida hasta el Código Civil vigente.
CAPITULO I
ERROR
Como expresa Savigny, «se llama error, ordinariamente, al estado intelectual en el cual la
idea de la realidad de las cosas está oscurecida y oculta por un pensamiento falso: Sin
embargo, aquí el punto esencial es la ausencia de una idea verdadera, porque se puede
muy bien no tener ninguna noción sobre una cosa sin poseería falsa. Tal es la diferencia
fundamental que existe entre el error y la ignorancia (error et ignorantia), aun cuando sus
efectos jurídicos sean absolutamente idénticos».
El estado de imperfección o indigencia del ser humano hace que siempre esté expuesto, a
cometer errores (errarum humanum est), esto es, que afirme como verdad una falsedad o
que niegue una verdad, por creer que es verdadero lo que es falso y falso lo que es
verdadero. Cuando la ignorancia o el conocimiento equivocado de la realidad es de tal
importancia en la génesis del acto que haya sido capaz de determinar la voluntad,
constituye un vicio de la misma, que convierte al acto en impugnable por la parte que
padeció el error.
Para que exista error en la voluntad o en la declaración es necesario que el sujeto haya
actuado espontáneamente, sin haber sido provocado. El error provocado se denomina
dolo.
El error es causa de anulación del acto jurídico cuando sea esencial y conocible por la otra
parte.
Esta y las normas que siguen se ocupan de señalar cómo y cuándo el error tiene
trascendencia para el Derecho, a la luz de su tratamiento legal. Trascendencia jurídica que
viene dada porque al producirse el error la regulación jurídica o fáctica del negocio no
permite lograr los fines, aspiraciones, necesidades o intereses para los que el declarante
celebra el negocio.
El error, en realidad, solo interesa al ámbito del Derecho por sus efectos y consecuencias,
pero el origen del problema es ajeno al Derecho, porque concierne al entendimiento,
definiendo a éste como parte del proceso mental del razonamiento que concluye con una
elección y decisión. En este orden de ideas, todavía fuera de la esfera jurídica, se
conceptúa como error todo juicio o valoración que sea diferente del criterio que se acepta
como válido en el campo del conocimiento sobre el que se ha expresado la elección o
decisión. Obsérvese que aludo a criterio aceptado como válido, lo que es distinto de
criterio verdadero. Con esto quiero poner énfasis y recalcar que lo contrario del error no
siempre es la verdad. En ocasiones puede llegarse a tener la certeza de la existencia de un
error en la esfera de la volición o de la expresión, pero sin llegar a saberse a ciencia cierta
qué era, en definitiva, lo verdadera-mente querido, o determinarse que lo realmente
querido a su vez no es verdadero, pero sí "la verdad" para el sujeto errante.
Esto nos conduce, en el campo jurídico, a concluir que la existencia del error tiene que ser
determinada por el razonamiento o entendimiento de otra persona, que es el juez. Quiero
decir, que el error, aunque tenga su origen en un individuo, solo puede ser determinado
en su influencia jurídica, por otro sujeto que "mide" el razonamiento y entendimiento del
errante. El enfoque del error cambia entonces de ángulo, trasladándose del sujeto
afectado por error al del entendimiento de un tercero (el juez) que debe verificar la
efectiva discordancia entre la verdad (o criterio de ella) y lo defectuosamente tomado
como verdad, la naturaleza del error, la influencia del mismo en el entendimiento del
sujeto errante y el contexto de la relación jurídica respectiva.
El error solo surge cuando hay confrontación entre él y la verdad; por lo tanto, solamente
podemos hablar de error cuando la proposición niega lo descubierto como válido o
verdadero.
La ignorancia es distinta del error, pero jurídicamente se asimila a éste, porque en uno y
otro caso el agente celebra un negocio que no concluirá como cierto, o que celebraría en
condiciones distintas. La ignorancia o falta de información conduce a conocimiento
defectuoso y por tanto a formarse un criterio de las cosas distinto del correcto. Conviene,
pues, insistir en que no interesa tanto saber qué es el error, como entender cuándo
estima la ley que hay error, coincida o no la solución legal con la vulgar opinión. Es
imprescindible partir de esta premisa y adoptar esta postura para una fructífera
explicación de las normas, porque es tal vez en este campo del error donde en sede del
negocio jurídico más se advierte la intención del legislador de dar mayor o menor
preponderancia a ciertas actitudes o comportamientos, desdeñando o relegando a
segundo plano otros, que acaso tengan singular trascendencia en otros sistemas jurídicos.
Corolario del principio enunciado es que al hacer radicar la relevancia del error en su
posibilidad de ser conocido por la otra parte, de modo que de alguna manera ya resulta
ajeno al errante, el ordenamiento impone al declarante: (a) una carga de cui-dado y
seriedad tanto en su raciocinio como en la expresión, y (b) un beneficio, otorgado por la
posibilidad de ver rectificado su error por su conocimiento por la otra parte. Se ha
impuesto así un contrapeso a la teoría voluntarista, que afincaba solo en la voluntad, y no
en la declaración, la posibilidad de anulación.
El error puede ser de hecho (error facti) o de Derecho (error iuris). El error de hecho
es el conocimiento equivocado o la ignorancia que se tiene de los hechos, de los
bienes o de las personas.
Según TEÓFILO HIDROGO DELGADO:
Esta modalidad de error es la falsa noción o idea que se tiene de las cosas o de las
circunstancias del hecho que se realiza, en otras palabras es el conocimiento
equivocado o inexacto de un hecho o de sus elementos; así, si alguien compra un
objeto en la creencia que es de oro, por su apariencia y peso, sin que lo sea o sin
que tenga los quilates que suponía.
Esta clase de error, no solamente puede referirse a los elementos del acto, sino
también puede referirse a las personas que intervienen, a la causa, a la sustancia,
calidad, cantidad, tiempo, lugar y modo en que debe realizarse.
En el Código vigente, el error de hecho forma un solo concepto con el error de
derecho, cuyo estudio supone la clasificación del error esencial, si afecta a la
validez- de 1 acto jurídico y puede producir su anulación; y, en indiferente, sí no va
a invalidar el acto y-por ello no puede producir su anulación.
Los romanos consideraron que el que padece de error de Derecho incurre en grave
negligencia. Paulo (D: 22,6,9) proclamó como principio general que el error de
Derecho perjudica siempre al que incurre en él:
inris quidem ignorantiam caique nocere, facti vero ignorantiam non nocere (a
cualquiera perjudica la ignorancia del Derecho, en cambio no lo daña la ignorancia
de hecho). Lo que significa que nadie se puede sustraer a las consecuencias dañosas
de sus propios actos aduciendo ignorancia de la ley.
Con otras palabras se expresaba nemo ius ignorare consetur (nadie puede ignorar
el Derecho), o neminem licet ignorare ius (a nadie es lícito ignorar el Derecho), por
exigirlo así la obligatoriedad de la ley y la imprescindible necesidad de certeza del
Derecho. Por tanto, nadie puede escudarse en su propia ignorancia para incumplir
el mandato legal.
El Derecho romano clásico conoce excepciones a esta regla, referidas a las hipótesis
en las cuales el errante debe ser socorrido en presencia de errores de Derecho
justificables. Así, el error de Derecho era admisible si iii el que realiza el negocio no
ha podido consultar a un jurisconsulto para obtener una orientación o no ha podido
procurarse por si el conocimiento necesario de las normas. El Derecho justinianeo
introdujo la presunción de conocimiento de la norma por el cual no es posible
librarse de las consecuencias negativas del error iuris ni aun cuándo se prueba que
el error no se debe a culpa del sujeto.
El Código de 1936, en los arts. 1079 y siguientes reguló el error de hecho. Al error
de Derecho se refería por excepción en el art. 1280 que establecía: «El que por
error de hecho o de derecho entregase a otro alguna cosa o cantidad en pago,
puede repetirla del que la recibió». León Barandiarán23 escribe que el art. 1079 se
refiere sólo al error de hecho.
El interés de la distinción entre error de hecho y Derecho, está en que según los
romanos, aquél es excusable y éste no. Sin embargo, la regla de error inris nocet, en
el propio Derecho romano tenía atenuantes. En el estado actual de la ciencia
jurídica la regla de nemo ius ignorare censetur ha perdido su primitivo rigor. En
Roma tenía su razón de ser, por el deber impuesto a todos de conocer el Derecho;
pero hoy éste es tan complicado que no puede imponerse tal exigencia. Agrega,
citando a Dereaux, que no hay razón plausible para proclamar que nadie es
reputado de no ignorar la ley y establecer así una separación profunda entre el
error de Derecho y el error de hecho.
El Código vigente de 1984 regula en forma expresa el error de Derecho como vicio
de la voluntad (art. 202.3).
Incurre en error de Derecho quien no conoce la existencia de una norma jurídica,
quien conociendo la existencia de la norma ignora su contenido, quien conoce la
existencia y el contenido de una norma, pero ignora su exacto significado, quien
ignora o tiene un falso conocimiento de un derecho subjetivo.
a) Muchas veces el objeto del acto jurídico está determinado por normas
jurídicas. Por ejemplo, la venta de una herencia en una sucesión abierta (la
venta de bienes de sucesiones no abiertas, esto es, de sucesiones futuras está
prohibida por el art. 1405) tiene por objeto la cuota que le corresponde al
vendedor, y esta depende de las normas sobre sucesiones. Puede suceder, v.
gr., que una persona, por ignorancia de las normas sobre sucesión legítima
(art. 723 y ss. del C. C) esté convencida de haber heredado solamente un tercio
de la herencia, mientras que en realidad su cuota es de la mitad; un contrato
de venta de la herencia realizado bajo los efectos de este erróneo
convencimiento es anulable.
En ocasiones sucede que normas imperativas suprimen algunas cláusulas del acto
(nulidad parcial) o las sustituyen por otras, dando así al negocio un contenido
diverso al querido por las partes. La diversidad puede aún tocar elementos
esenciales, por ejemplo, el precio. Si el objeto de la ley es el de imponer una
disciplina a la relación negocial, por considerar que es más justa respecto a la
establecida por las partes, no se puede admitir que uno de los contratantes
invoque la ignorancia de la ley para liberarse de los efectos contractuales, porque
ello significaría eludir la ley misma.
1.4. ERRORES MENCIONADOS EN EL CODIGO CIVL DEL ART. 202 AL ART. 209
1.4.1. ERROR ESENCIAL art. 202°
El error es esencial:
1.- Cuando recae sobre la propia esencia o una cualidad del objeto del acto que, de
acuerdo con la apreciación general o en relación a las circunstancias, debe
considerarse determinante de la voluntad.
2.- Cuando recae sobre las cualidades personales de la otra parte, siempre que
aquéllas hayan sido determinantes de la voluntad.
3.- Cuando el error de derecho haya sido la razón única o determinante del acto.
Según JUAN ESPINOZA ESPINOZA:
Se afirma que “el error de cálculo es el error obstativo y, como tal, esencial, en
cuanto afecta la cantidad del objeto. Si el art. 1430 c.c ita. Aparentemente dice lo
contrario, e porque el error rectificable no es, en realidad, error, ya que no ha
desviado la determinación ni ha conducido a una manifestación efectivamente
diversa; si con la rectificación el contrato satisface igualmente la función atribuida a
este, significa que el cálculo era asumido como mera operación material del objeto,
pero sin ninguna relevancia para la formación de la determinación del objeto; pero
sin ninguna relevancia para la formación de la determinación”.
Esta norma es considerada inútil; por cuanto “las partes, queriendo aquellas
operaciones aritméticas, querían también el resultado y, por consiguiente, la
rectificación seria solo el procedimiento necesario para aclarar el contenido de la
voluntad de las partes. El denominado error de cálculo rectificable no sería ni
siquiera un verdadero error. Solo fuera de su cuadro se podría tener de error en la
cantidad, relevante cuando vicie la voluntad y sea esencial y reconocible.
El error en el motivo tiene una mayor amplitud y hay casos en que no es esencial,
sino indiferente. Pero nuestro Código Civil, alude de la posibilidad de que sea esencial
o indiferente, según e den las circunstancias señaladas en el art.205.
Como bien dicho, el error no será esencial, si no que ser indiferente y por lo tanto, no
vicia el acto, cuando el motivo es expresamente manifestado, es decir, que el error
en el motivo no puede ser aceptado por la otra parte.
Siguiendo con el código 1936, León Barandiaran hace alusión que el error en el
motivo es indiferente. Pero, agrega, hay un supuesto en que tal error puede
determinar un error esencial, esto es que anula el acto jurídico, cuando se dan las
circunstancias del art. 1004. Sostiene que si el motivo que determino al agente a
hacer su declaración fue uno que expresamente se manifestó de tal modo que fue
conocido y aceptado por la otra parte, entonces, al no producirse el motivo, el acto
queda sin efecto. Es decir, la parte que hizo la declaración puede solicitar que el acto
sin efecto.
Para poder ilustrar la explicación de Leon Barandiaran, presenta este ejemplo bien
explícito:
Expresando nuevamente, que nuestro Código vigente, en u art. 205 también perfilé
el error en el motivo como algo esencial, para que el error en el motivo cobre valor,
el Código vigente exige tres requisitos para que el motivo se haya manifestado como
razón determinante; que se haya hecho constar expresamente el motivo, y que sea
aceptado por el destinatario de la declaración como algo determinante de la
celebración del acto jurídico.
Al margen de esta excepción que existe en el art. 205 de nuestro Código, el error en
el motivo e indiferente o irrelevante, en tanto los motivos que impulsan a una
persona a realizar un acto, son en principios extraños a este acto, pues solo es de
conocimiento del celebrante. Ejemplificando lo dicho, “yo vendo mi casa en Lima,
porque pienso ir vivir en Madrid, circunstancia que solo la conoce el vendedor. Si por
cualquier eventualidad, el viaje no se produce, el vendedor no puede pedir la nulidad
de la compra-vende. Tal posibilidad si sería factible si se dictan los presupuestos
contemplados en el art. 205 de nuestro Código Civil.
Esta disposición viene a sustituir la contenida en el artículo 1084 del Código de 1936,
que impropiamente hablaba de falsa causa. La mejora es digna de ser aplaudida,
porque la falsa causa es distinta del motivo determinante.
Ya habíamos dicho que el Derecho considera sin relevancia jurídica el error en los
motivos y en las valoraciones particulares, porque en la dogmática del negocio el
declarante tiene una carga de responsabilidad en manifestar la razón de sus actos
cuando quiera atar los efectos a las razones especiales que le impulsan y mueven su
voluntad. Por eso, cuando se expresan y son aceptadas tales razones pero hay error
sobre las mismas, se admite la anulabilidad.
Hay error en los motivos cuando recae sobre las razones subjetivas. En este caso, el
error no se encuentra en el objeto del negocio, entendido tanto como materia de
prestación, o como conjunto de intereses a satisfacer, ni estriba tampoco en la
persona de la otra parte. No, el error ha sido sobre un hecho o circunstancia ajenos al
negocio.
Ejemplo clásico del error en los motivos es el del heredero que confiando en la
herencia que habrá de beneficiarle, realiza ciertas adquisiciones a precio aplazado y
luego descubre que sus expectativas han estado equivocadas porque aparece un
pariente con mejor derecho.
El artículo bajo análisis puntualiza que no cualquier móvil tiene trascendencia a los
efectos del error, pues impone tres requisitos que han de concurrir de consuno: a)
que se haya manifestado como razón determinante; b) que así se haya hecho constar
expresamente; y c) que sea aceptado por el destinatario de la declaración con este
carácter de motivo determinante, o sea, esencial para celebrar el negocio.
Concluye el artículo diciendo que el motivo determinante tiene que haber sido
aceptado por la otra parte. En este extremo ya no se hace distingo alguno sobre la
forma, expresa o tácita, de la aceptación. Puede hacerse de cualquier modo, siempre
que pueda concluirse que, efectivamente, se ha producido tal aceptación. De paso
digamos que como no se reclama forma declarativa (no formalidad) especial para
evidenciar la aceptación, no vemos razón poderosa para invocar la obligación a una
parte de hacerlo de modo expreso y liberar a la otra. A nuestro juicio, los criterios
para cerciorarse de la declaración del motivo y de la declaración de aceptación no
tienen por qué ser diferentes. El juez podrá ser rígido, debe serio en estos casos, para
convencerse de que dada la conducta de las partes, las circunstancias concurrentes,
etc., existía un motivo determinante aceptado (si ha sido aceptado no hace falta que
se pruebe que se había manifestado de uno u otro modo), pero no creemos que
pueda imponer una declaración expresa, tal como la entiende el artículo 141.
La parte que incurre en error no puede pedir la anulación del acto si, antes de haber
sufrido un perjuicio, la otra ofreciere cumplir conforme al contenido y a las
modalidades del acto que aquélla quiso concluir.
En adición a esto, hay que recordar que el error vicio está plasmado como un defecto
en la voluntad de una de las partes que puede o no, según ciertos criterios
legalmente estatuidos, ser reconocido por la otra. De acuerdo a este planteamiento,
surgen dos hipótesis:
Primera.- Que el destinatario de la declaración pudo reconocer o efectivamente
reconoció el error, esencial o no, pero el negocio fue celebrado. En este supuesto, si
el destinatario ofrece subsanar su falta de diligencia y seriedad y acomodar sus
intereses a los del errante, éste no puede negarse y pretender impugnar el contrato.
Y si lo hace, la anulabilidad debe ser rechazada, porque si el negocio se puede
rectificar para adecuarlo a lo efectivamente querido (típico, por ejemplo, error de
cantidad), el errante cuyo interés ha sido satisfecho queda privado de interés
tutelable respecto de la pretensión anulatoria.
La anulación del acto por error no da lugar a indemnización entre las partes.
Las disposiciones de los artículos 201 a 207 también se aplican, en cuanto sean
pertinentes, al caso en que el error en la declaración se refiera a la naturaleza del acto,
al objeto principal de la declaración o a la identidad de la persona cuando la
consideración a ella hubiese sido el motivo determinante de la voluntad, así como al
caso en que la declaración hubiese sido transmitida inexactamente por quien estuviere
encargado de hacerlo.
Según se ha explicado, es necesario distinguir el error vicio, que es aquel que incide
por ignorancia o equivocación en formación de la voluntad, del otro error llamado
obstativo u obstáculo, impediente o impropio que incide en la declaración de la
voluntad. Constituye un error en la declaración o en la transmisión.
El error obstativo puede conducir al disenso. Aparte del disenso (que en verdad debe
conducir a nulidad, no a anulabilidad), puede el error obstativo revestir otras
modalidades: equivocación del declarante, verbal o escrita; equivocación en la
transmisión de la declaración por un tercero; error sobre el significado de lo declarado.
El artículo 208 indica que las disposiciones de los artículos precedentes que ya hemos
analizado son aplicables "en cuanto sean pertinentes". Digamos, primero, que es
correcta la diferenciación que remarca este precepto, porque el error de que habla el
artículo 208 se circunscribe al que se materializa por inadecuada expresión de la
volición, pero quedando entendido en principio (salvo ciertas excepciones, como
distracción, olvido, desconocimiento) que la volición es correcta y que ha sido
efectivamente querida. La declaración de voluntad es un todo, como ya hemos visto he
insistido en otro lugar, pero puede ser vista desde su lado interno (error vicio) o
externo o funcional (obstativo), pues cumple la función de comunicar la intención.
Cosa diversa es, desde luego, que el error en la declaración recaiga sobre una cualidad
esencial. Así por ejemplo, si queriendo comprar un lote de anillos de oro, por un error
en la declaración se expresa de plata. Lo querido es correcto, y la intención también,
pues se desea adquirir alhajas de oro y que efectivamente es oro, pero se ha
expresado malla voluntad; ha habido un error en la declaración sobre una cuali-dad
esencial. Por lo tanto, el negocio es anulable.
Art. 209 del Código Civil vigente, propone una salida para que el error no sea
determinante, sino obstantivo (declaración), al disponer que el error en la declaración
sobre la identidad o la denominación de la persona, del objeto o de la naturaleza del
acto, no vicia el acto jurídico, cuando por su texto o circunstancias se puede identificar
a la persona, al objeto o al acto designado. Esto quiere decir que si no se presentan
estas circunstancias a que se refiere el art. 209, sino por el contrario, el error hubiese
sido un motivo determinante de la voluntad, el error será esencial.
La doctrina explica el error indiferente como aquel que recae sobre las cualidades no
sustanciales y consideradas secundarias de la cosa o de la persona y que, por tanto, no
pudieron ser determinadas secundarias de la cosa o de la persona, y que sobre, por lo
tanto no pudieron ser determinantes de la voluntad, o bien en la cantidad, cuando no
se haya sido tampoco determinantes de la voluntad, pues esta de error se subsumen
los errores en el motivo que no llegan a ser esenciales y por consiguiente, no atribuye
e poder de pedir la anulación del negocio dando lugar a solo efecto rectificatio.
El error impropio actúa destruyendo alguno de los requisitos esenciales del acto. Por
ejemplo, A vende a B una nave que días antes ha perecido en un naufragio, sin que
ellos lo supieran: la compraventa es nula por falta de objeto. Sin duda los
contratantes han incurrido en error al creer que la nave existía en el momento de
celebrar contrato, pero este error no constituye un vicio de la voluntad.
El error propio produce la anulabilidad del acto jurídico directamente por virtud
propia (es el llamado error esencial o substancial). No ataca a uno de los requisitos
de validez" del acto, sino que solamente obra sobre la voluntad viciándola.
Este error se refiere a los motivos, que impulsan a hacer alguna declaración sobre las
cualidades secundarias de mera denominación del objeto o con referencia a vicios o
defectos en el mismo, que no constituye error esencial y por lo que no son anulables.
Al respecto VIDAL RAMÍREZ sostiene: el error indiferente viene a ser, pues, un simple
accidente en el acto jurídico y, por ello, no alcanza a viciarlo con nulidad, puede dar
lugar, tan solo, a efectos rectificatorios.
El art. 277, me. 5o, establece: Es anulable el matrimonio... De quien lo contrae por
error sobre la identidad física del otro contrayente o por ignorar algún defecto
sustancial del mismo que haga insoportable la vida común. Se reputan defectos
sustanciales: la vida deshonrosa, la homosexualidad, la toxicomanía, la enfermedad
grave de carácter crónico, la condena por delito doloso a más de dos años de pena
privativa de la libertad o el ocultamiento de la esterilización o del divorcio. La acción
puede ser ejercitada sólo por el cónyuge perjudicado. Dentro del plazo de dos años
de celebrado.
Por la importancia que tiene en la vida de! ser humano, la existencia y los efectos del
matrimonio no se deben exclusivamente a la voluntad de los contrayentes, como
sucede con el contrato, sino que en gran parte se deben directamente a la ley. Hay
que defender y proteger la subsistencia del matrimonio como garantía de seguridad y
estabilidad familiar.
Por eso, el matrimonio solamente es relevante cuando excluya, no solamente vicie, la
voluntad; lo que puede ocurrir sólo cuando el error verse sobre la identidad física de
la persona (por ejemplo, quiero y creo casarme con Juana, y por el contrario, cambio
el formal «sí» con María Teresa), hipótesis harto difícil que se dé en la realidad: o por
ignorancia de algún defecto sustancial en la persona del otro cónyuge, como la vida
deshonrosa, la homosexualidad, etc.
La anulabilidad del testamento por vicios de la voluntad está regulada en el art. 809
que prescribe: Art. 809.- Es anulable el testamento obtenido por la violencia, la
intimidación o el dolo. También son anulables las disposiciones testamentarias
debidas a error esencial de hecho o de derecho del testador, cuando el error aparece
en el testamento y es el único motivo que ha determinado al testador a disponer.
La fuente del art. 809 es el art. 624 del Código italiano que dispone: Art. 624. La
disposición testamentaria puede ser impugnada por quienquiera que tenga interés
cuando es efecto de error, de violencia o de dolo. El error sobre el motivo, ya sea de
hecho o de derecho, es causa de anulación de la disposición testamentaria cuando el
motivo resulta del testamento y es el único que ha determinado al testador a
disponer.
Confrontando el art. 809 del Código peruano y el art. 624 del Código italiano, se
aprecia la infortunada redacción del Código patrio. Hace bien el Código italiano en
disponer que el motivo debe resultar del propio testamento. Lógico, un motivo que
no ha sido exteriorizado y no consta expresa o implícitamente del propio acto
jurídico, en este caso del testamento, carece de toda trascendencia para el Derecho.
En cambio, es trágica la redacción del Código peruano cuando establece que son
anulables las disposiciones testamentarias por error, «cuando el error aparece en el
testamento y es el único motivo que ha determinado al testador a disponer».
Al .parecer se ignora las ciases de error: error en el objeto, error en el motivo, etc.
Pero más grave aún es sostener que el error debe aparecer en el testamento
(«cuando el error aparece en el testamento», es como decir que el testador declare
en el testamento que la disposición lo hace por error, lo cual linda con lo absurdo y
no merece mayor comentario. Lo que debe aparecer en el testamento es el motivo
sobre el cual recae el error, pero no el error mismo. Establecer si el testador ha
actuado por error es una cuestión de hecho que se demostrará tomando en cuenta
todos los elementos y circunstancias que rodean el caso concreto; el testamento es
solamente uno de esos elementos de prueba.
A continuación, interpretemos el art. 809 que regula el error vicio en el testamento
de acuerdo a su fuente:
Para que el error de hecho o de Derecho sea causal de anulación del testamento,
debe ser esencial y determinante (arts. 201 y 202). Siendo el testamento una
declaración de voluntad unilateral, personal, no recepticia, no se exige, ni se puede
exigir que el error sea conocible. El testamento es igual de eficaz tanto para los
herederos que lo conocen como para los que no lo conocen.
Es mucho más claro el art. 625 del Código italiano que establece: Art. 625. Indicación
errónea del heredero o del legatario o de la cosa que constituye objeto de la
disposición.- Si la persona del heredero o del legatario ha sido indicada
erróneamente, la disposición tiene efecto cuando del concepto del testamento o de
otra manera resulte de un modo no equívoco la persona que el testador quería
nombrar. La disposición tiene efecto también cuando la cosa que constituye objeto
de la disposición ha sido erróneamente indicada o descrita, pero es cierto a qué cosa
quería referirse el testamento».
Configura cuando las partes “dan por verdadera circunstancia falsa”. Por ejemplo, si
Cayó declara vender a Tizio el “tramontana” (una villa que forma parte de una
herencia que Cayo ha adquirido sin conocerla bien), creyendo que se trata de un
yate, y Tizio, a su vez, cree comprar un yate, “tenemos una hipótesis de
representación (falsa) conocida, acompañada de la ignorancia de la falsedad de la
representación”. Se puede excluir el requisito de la reconocibilidad cuando el error es
bilateral. Este supuesto es diverso del disenso.
Para autorizada doctrina italiana, el disenso es “una anormalidad que solo en los
negocios bilaterales puede producirse, consistente en un íntimo inadvertido
desacuerdo entre las partes en cuanto al sentido en que cada una de ellas entiende
el contenido del negocio, desacuerdo que se halla cubierto por la aparente (o creída)
congruencia exterior de las respectivas declaraciones”.
Distinto es el caso del doble error asimétrico es decir cuando ambas partes caen en
error, pero no en el mismo (como es el supuesto error común), sino que diversos
errores del mismo negocio jurídico. Ejemplo: A confiere un encargo a B porque lo
cree dotado de importantes cualidades personales que B no tiene (error in
personam), a su vez, B se equivoca en el monto de la contraprestación debida en
moneda extranjera, por un mal conocimiento del tipo de cambio (error de cálculo).
Como se advierte, los dos errores son tratados separadamente: cada parte puede
invocar el suyo, si es esencial y reconocible para la contraparte.
CAPITULO II
DOLO
Concepto
El dolo, al igual que el error, es un vicio de la voluntad que en determinadas circunstancias puede
ser causa de anulación del acto jurídico. El dolo se diferencia del error en que en este último el
vicio nace del propio declarante equivocado sin participación de ninguna otra persona, en tanto
que en el dolo, el vicio es causado por el otro sujeto del acto, mediante una acción o una omisión
tendiente a inducir al primero a que cometa el error.
Por eso se dice que el dolo es error provocado por uno de los celebrantes o un tercero, contra el
declarante, se trata pues de un engaño contra el que manifiesta su voluntad.
Así, si una persona compra un traje creyendo que es de casimir inglés, cuando en realidad no lo
es, incurre en un error si en tal decisión no media para nada el vendedor, pero si el vendedor, en
el escaparate donde se encuentra exhibiendo el traje, le pone un aviso que diga casimir inglés y
debido a esto el comprador lo adquiere, entonces estará de por medio el dolo utilizado por el
vendedor contra el comprador.
Se aprecia pues que en el dolo hay intención de una parte para inducir a la otra a que celebre el
acto jurídico, que no habría celebrado en otras condiciones, de no haber sido inducido o más
propiamente engañado, para galeno en el dolo uno de los contratantes es inducido a error por los
engaños de que se ha valido el otro contratante, o bien de un tercero. Si los engaños han sido
determinantes para la adopción de consentimiento, de tal modo que sin ellos la otra parte no
habría contratado, el contrato es anulable por estar de por medio el dolo dirimente. Pero sí en
cambio el contrato se hubiese producido en condiciones diferentes el acto jurídico será válido por
ser un dolo incidental pudiendo ocasionar una indemnización de daños y perjuicios Lohman,
citando a Ruggiero, define al dolo como la conducta de alguien ajeno al declarante, que causa un
error en este mediante artificios, astucias o mentiras empleadas para inducirá la celebración de
un negocio, o celebración de una manera determinada. Los Mazeaund en forma mu objetiva
sostienen que se trata de un error pero provocado por la otra parte; añaden que una víctima de
dolo no solo se engaña, sino que ha sido engañado. De manera que en el dolo está de por medio
el artificio utilizado para engañar a una persona y de esa forma inducirla a realizar un negocio
jurídico.
De aquí se aduce que en el dolo hay mala fé, lo que no sucede con el error aun en el caso de que
se exija que sea conocible por otra parte. Por eso Josserand califica al dolo como una astucia de la
víctima para que nazca en su espíritu un móvil, una razón de contratar, la misma que es
inexistente, errónea, ilusoria, perniciosa, obtenida a sabiendas por una de las partes en
detrimentos de la otra.
El dolo en su sentido amplio, sostiene AGÜIR: “consistirían la consciente de una obligación, y el
tercero, el dolo en su sentido estricto, como vicio de la voluntad, el que no obstante aquellos
caracteres comunes, se diferencia profundamente del dolo en el amplio concepto a que nos
hemos referido”
Por su parte, LOHMAN afirma: “cuando es provocado se llama dolo, que en sede de vicios de
voluntad es sinónimo de engaño. Engaño consiste en la acción u omisión por la cual una persona
hace creer a otra algo que no se ajusta a la verdad”.
VIDAL RAMIREZ, concluye: “así, pues, el dolo constituye vicio de la voluntad en función del error
que hace sufrir a la víctima. Por eso se dice que es error provocado”.
MASIAS SANCHEZ; manifiesta que el dolo es “toda especie de artificio, maquinación o astucia de
que una parte usa contra otra para inducir a la celebración de un contrato, que no lo habría
celebrado sin el engaño, o para eludir el cumplimiento del que lo está celebrando.
Los conceptos doctrinarios expuesto, inciden en la mala intención que usa una parte para inducir
a la otra a que celebre un acto jurídico, que no lo habría celebrado o que lo habría realizado en
otra condiciones de no haber sido engañado. Por el dolo se lleva un perjuicio al derecho ajeno,
privando al sujeto de lo que es suyo ya en orden a su patrimonio, en cuanto se refiere a sus
bienes, ya en lo referente a su persona o a sus facultades.
Existen otras clasificaciones, pero nosotros solo vamos a tomar la ya indicada por su vinculación a
las normas del Código Civil. Pero además, por la raigambre romanista y su concepción actual,
vamos a considerar la distinción entre el dolo bueno y el dolo malo.
El dolo de que ahora nos ocuparemos es una especie del ilícito civil, con un significado más
restringido. Aunque parezca poco frecuente que ocurra la hipótesis, la redacción de las
normas que regulan el dolo permite demandar la anulación del negocio y hasta
reclamar indemnización aunque la parte autora del engaño haya actuado con fines lícitos,
elogiables o nobles. Así, por ejemplo, quien deseando compartir sus futuras confiadas
ganancias con un amigo, le induce con engaño a que le compre unas acciones que cree que
experimentarán fuerte alza en la bolsa. Le miente a su amigo asegurándole que fuentes bien
informadas le garantizan seguras ganancias que al postre no solo no se producen, sino que
además hay pérdidas. Se han preguntado los tratadistas sobre la utilidad de la figura del dolo,
visto que se resume en un error que vicia la voluntad.
El artículo 210 que ahora examinamos alude implícitamente a una conducta del engañador.
Conducta que asume relevancia jurídica en especiales circunstancias. Empero, la norma
silencia un aspecto de vital importancia cual es el enjuiciamiento de la conducta. Habla del
engaño, como consecuencia objetiva, y de su influencia en la celebración del negocio, o sea,
la imposición valorativa de su conducta. En suma, cuál ha de ser el criterio para juzgar el
elemento subjetivo del agente activo: ¿tiene que haber intencionalidad, o basta la culpa?
Ante el vacío del precepto, la investigación arroja resultados sorprendentes: la mayoría de las
legislaciones hablan de intencionalidad o soslayan el punto. Por su parte, la doctrina sigue el
mismo camino. Todo parece sugerir, pues, que el engañante debe tener una voluntad
conscientemente pre-ordenada a producir o permitir un error injusto, desviando la voluntad
del declarante o impidiendo que se acerque a la verdad.
Esta tesis que reclama la intencionalidad nos parecía francamente imposible de suscribir a la
vista de nuestro nuevo ordenamiento. Habiendo quedado limitadas las causales de
error vicio y error en la declaración y estando el error dotado de un tinte de esencialidad
y conocimiento, el ámbito de actuación de la anulación por ese vicio ha sido circunscrito. En
consecuencia, o se amplía el margen de la represión del error motivado o permitido por un
tercero o la otra parte, o quedaría un vacío: una zona de nadie entre el error legalmente
esencial y espontáneo y el error intencionadamente provocado.
Quedaría indemne el error no esencial sufrido por el declarante, no reconocible por él con
diligencia normal, pero que ha sido causado, propiciado o permitido por la otra parte aunque
sin maliciosa intención. Nos preocupaba, de paso, la dificultad de probar la intencionalidad,
pues nunca puede presumirse. Intencionalidad juega aquí como sinónimo de mala fe. De otro
lado, si el error engaño del numeral 210 no es espontáneo, en el sentido de serie imputable
de manera exclusiva al declarante; si, además, la ley no exige que recaiga sobre aspectos
esenciales del objeto o de las personas, todo invita a suponer con razón que el Derecho
desea permitir que el declarante engañado pueda desvincularse del negocio invocando la
anulación. Y, en tal tesitura, la exigencia de intencionalidad acreditada parecía ser excesiva.
Autor.- Guillermo Lohmann Luca De Tena
JURISPRUDENCIA
"Que, el dolo en materia civil, es la maquinación o artificio que se emplea para engañar a
otro, como resulta de lo dispuesto por el artículo 210 del Código Civil" (Exp. Nº 256698.
Diálogo con la Jurisprudencia Nº 38. Enero 2001. Pág. 244)
En efecto, el artículo 211 del código civil contiene una noción del dolo incidente: “si el
engaño no es de tal naturaleza que haya determinado la voluntad, el acto será válido,
aunque sin él se hubiera concluido en condiciones distintos; pero la parte que actuó de mala
fe responderá de la indemnización de daños y perjuicios.”.
En efecto, el artículo 211 del código civil contiene una noción de dolo incidente: “ si el
engaño no es de tal naturaleza que haya determinado la voluntad, el acto será válido,
aunque sin él se hubiera concluido en condiciones distintas; pero la parte que actuó de mala
fe responderá de la indemnización de daos y perjuicios.
La norma fue tomada del proyecto de la comisión reformadora y registra como antecedente
el artículo 1086 del código civil de 1936 que solo considero la consecuencia indemnizatoria
del dolo incidente, por lo que la noción contiene se inspira en el artículo 1440 del código civil
italiano.
Messineo comentado la norma del código de su país ha escrito que el dolo tiene relevancia
como motivo de anulación, cuando sea elemento decisivo en la formación de la volición
(dolus causam dans) , no cuando sea secundario de ella (dolus incidens); y que la
contraposición de la dos especies de dolo es clara, en el que el dolo causam dans es
concebido como factor que determina por si gravedad del querer y la conclusión del negocio
( nexo de causalidad entre dolo y evento ), mientras que el dolus incidens opera solamente
hasta el punto de determinar las modalidades del negocio, las cuales, sin engaños, habrían
sido diversas esto es, menos gravosas para quien ha sufrido el dolus incidens , pero la
conclusión del negocio se habría producido aun sin él. Sin embargo concluye messineo, el
dolus incidens puede dar a la contraparte título para obtener el resarcimiento del daño.
El dolo incidente no es, pues causa de anulación sino de indemnización, como lo precisa el ya
acotado 211.
El dolo por acción, dolo positivo o acción dolosa, viene a ser un actuar que trasunta en
palabras o hechos, en una conducta o, como expresa Coviello, en presentar circunstancias
falsas, o en suprimir o alterar las verdaderas.
Según explica Aguilar, cuando se trata del dolo por palabras no es fácil su apreciación porque
toda mentira o aserción de lo que es falso no lo constituye, pues a menudo en la vida diaria
de los negocios y de las relaciones sociales, engañosamente, se magnifican o se
respectivamente, cualidades que no tienen o que pueden tener, y que aun cuando l amoral
repruebe tales excesos verbales no entran en los dominio del dolo, porque por grave que sea
la mentira se ha podido verificarla o pedir su prueba y si se ha faltado a ese deber, se comete
una imprudencia y es sabido que esta excluye la posibilidad del dolo; pero si la mentira va
acompañada de la apariencia de la prueba que hace verosímil por los hechos en que se
apoya, o que la hace, no se debe dar por comprobado el dolo por palabras. Para el tratadista
argentino, pues el actuar doloso es la conjunción de las palabras y los hechos, actuar que, a
nuestro parecer, configura el dolo positivo o por acción.
El código civil ha considerado el dolo por acción en su artículo 212: la omisión dolosa
produce los mismos efectos que la acción dolosa. La norma fue tomada del proyecto de la
comisión reformadora y registra como antecedente el artículo 1088 del código civil de 1936.
Como puede apreciarse el acotado articulo 212 le reconoce al dolo positivo la misma eficacia
que el dolo negativo o dolo por omisión u omisión dolosa (infra N° 87.2), lo que significa que
ambos pueden dar a un dolo causante (supra N° 86.2), o de ser el caso a un dolo incidente
(Supra N° 86.3).
El dolo positivo o acción dolosa es la modalidad más generalizada del dolo y de ordinario es
como se espera que se manifieste
Como ya hemos visto el dolo por omisión, dolo negativo u omisión dolosa también previsto
en el artículo 212 del código civil. La omisión dolosa produce los mismos efectos que la
acción dolosa. La norma como también hemos advertido, reitera el artículo 1088 del código
civil de 1936 y motivo Manuel de la puente y Susana Zusman consideraban con razón, que la
equivalencia entre la acción dolosa y la omisión dolosa era conveniente para negar lo que
algún sector de la doctrina sostiene sobre la equiparada entre el llamado dolo bueno y el
simple silencio o reticencia.
El dolo por omisión, omisión dolosa o dolo negativo, viene a ser reticencia de quien
actuando de mala fe se guarda para inducir al sujeto a error, o no sacarlo del error si ya
incurrió en él, pues quien actúa con dolo no dice en parte lo que debe decir, o no se da
entender con claridad, o con malicia oculta o calla algo. Este es, por lo demás, el significado
que al dolo por omisión le da la doctrina. Así Coviello lo conceptúa como la omisión de una
circunstancia que por la ley, los usos del comercio o la naturaleza del negocio había
obligación de revelar a la otra parte. Carranza lo explica indicando que no cabe dudar acerca
de que la voluntad del contratante puede ser determinada y captada por el silencio de quien
o circunstancias cuyo conocimiento hubiera podido cambiar al parecer de la parte y hubiera
podido hacerla desistir de la celebración del contrato.
Como puede apreciarse, el dolo por omisión se sustenta en la obligación de explicarse que
imponen las reglas de la buena fe, siendo este el criterio generalizado de la doctrina, por lo
que, sumando a las citas ya efectuada la opinión de Stolfi. El dolo negativo supone la
violación de una obligación específica de hablar, porque se configura mediante el silencio y la
reticencia y también con el ocultamiento de hechos verdaderos. Pero queremos advertir que
para evitar confusión con la figura del silencio, que hemos estudiado al ocuparnos de la
manifestación de voluntad (Supra N° 44), es preferible utilizar solo el vocablo reticencia que
según Messineo es callar u omitir en circunstancia en que se tenía el deber de comunicar, o
cuando se da una respuesta negativa o dubitativa, cuando la respuesta a darse debía ser
afirmativa.
Por último, el dolo por omisión puede configurar, según el caso un dolo causante
El precepto, inspirado en el1 085 del Código anterior, no tiene complejidad alguna. La
posición del Código difiere de la sostenida por un vasto sector de la doctrina que considera
que la existencia de bilateralidad del dolo no debe impedir la anulabilidad del negocio,
porque cada uno de los dolos empleados reúne los requisitos de conducta engañosa,
intención y gravedad. En suma, el acto celebrado no fue querido por ninguna de las partes.
Autor.- Guillermo Lohmann Luca De Tena
CAPITULO III
VIOLENCIA E INTIMIDACIÓN
I. CONCEPTO GENERAL
1.1.Vicios de la Voluntad
Los vicios de la voluntad están constituidos por las divergencias que existen
entre la declaración o manifestación de la voluntad con la intensión o
propósito internos del sujeto que interviene en la celebración de un acto
jurídico.
HENOCH AGÜIAR, refiriéndose a la voluntad jurídica concluye: “Lo
dicho nos conduce a distinguir la voluntad jurídica socialmente protegida, o
sea aquella que en sus manifestaciones procede de acuerdo con el derecho,
de la que obra con violación de sus normas y con repudio del mismo, sin
que por este queda fuera de la definición; porque tanto la una como la otra
produce efectos jurídicos imputables a su autor, in dependientemente del
móvil que la determine1.
VIDAL RAMIREZ, afirma que “Cuando esta conjunción de elementos se
rompe por la presencia de factores perturbadores, surge la voluntad viciada
porque no existe ya la necesaria correlación entre lo que quiere el sujeto y
su voluntad exteriorizada. Se tiene, así, los llamados vicios de la voluntad”2.
En términos más detallados, PALACIOS PIMENTEL acota: “Para que el
acto jurídico tenga plena validez debe haber una perfecta concordancia entre
lo declarado (manifestación externa de la voluntad) y lo querido por el
agente (proceso interno, subjetivo); pero no siempre ocurre esto, pues, con
frecuencia no hay armonía entre lo querido y lo declarado por el agente;
también puede ocurrir que el agente se encuentre en tal situación que se
sienta privado o impedido de actuar con libertad completa, con
espontaneidad: o que hayan otras personas que traten de influir
deliberadamente y con dolo en las decisiones del agente.
En todos los casos se dice que el acto está viciado. Hay, pues, factores que
hacen variar esta libertad, esa coincidencia entre lo realmente querido y lo
manifestado. A todas esas circunstancias que unas veces surgen del propio
agente y otras por obra ajena denominan vicios de la voluntad3.
1.2. Violencia
La violencia es la coacción física o moral que ejerce una persona sobre la otra,
obligándola a ejercer un acto jurídico que no quiere o desea. La violencia ataca la
libre determinación de una persona.
Al respecto, LEON BARANDIARAN afirma que la violencia “es un vicio del acto
porque afecta directamente a la libertad de la voluntad. El declarante formula su
promesa conminado por la influencia que supedita la voluntad de su decisión”5.
La violencia física denominada por los romanos como la vis absoluta, consiste en
el empleo de la fuerza bruta contra otra persona que hace la declaración ,de tal
suerte que le priva de la libertad y le imposibilita para defenderse .En otras
palabras quien usa la fuerza física apabullante e irresistible, doblega la voluntad del
codeclarante. Por ejemplo: Pedro toma la mano de pablo es ineficaz porque le falta
el consentimiento libre y espontaneo.
4
Olazábal, Leoncio; Ob. Cit.; p.422.
5
León Barandiarán, José; Ob. Cit.; p.28
hacer o a impedirle que haga lo que quiere, apunta AGÜIAR6.Esta es una
definición más completa sobre la violencia física, porque esta no solamente se
obliga a un sujeto a realizar algo contar su voluntad, sino que también se le impide
hacer lo que se ha propuesto.
6
Agüiar, Henoch; Ob. Cit.; I.; p.203.
7
Sánchez Masías; Ob. Cit.; p.235.
8
Agüiar; Henoch; Ob. Cit.; T. I.; p.216.
conyugue o sus parientes dentro del cuarto grado de consagrada o segundo de
afinidad o en los bienes de uno u otros. Tratándose de otras personas o bienes
corresponderá al Juez decidir sobre la anulación según las circunstancias .Esta
norma tiene su antecedente en el art. 1090 del código derogado, solamente se ha
hecho extensiva al parentesco por consanguinidad y afinidad, dándonos, “la noción
de intimidación con carácter de definición”9.
En la violencia física, el sujeto obra bajo los efectos de una fuerza irresistible,
donde no hay voluntad interna, menos una declaración manifestada simplemente se
aprecia una declaración no deseada por parte del agredido.
La violencia física, considerada como fuerza material, fue señalada y regulada por
los romanos y tiene una connotación similar a la hecha actualmente por la doctrina.
Se trata del empleo de una fuerza material que reducía a la víctima a un estado
pasivo, es decir era un mero instrumento de la voluntad del que ejercía el acto
violento, destruyendo la voluntad de la víctima. Como sostiene AGÜIAR 11, la
violencia física es la que ejerce materialmente sobre el celebrante, por
constreñimiento corpóreo con lo cual se impide la libertad de hacer o no hacer
algo.
Pero este estado de incapacidad, que se logra con la fuerza material se puede
conseguir también anulando la capacidad de decisión de una manera distinta,
aspectos que el derecho romano no lo contempló. Se trata de aquellos actos que
utilizan, o bien uno de los que celebra el acto jurídico o de un tercero y que
consiste en suministrar sustancias estupefacientes, o valerse de la hipnosis. En este
caso existe una manifestación externa de la voluntad del sujeto, pero la declaración
no es querida por el declarante. Así, por ejemplo, si una persona se niega a
suscribir un convenio, pero la otra parte recurre a un hipnotizador para lograr que
9
Código Civil; Ob.; T. IV.; p.327.
10
El Acto Jurídico. Pág. 140.
11
Agüiar, Henoch. D. Hechos y Actos Jurídicos La Voluntad Jurídica. Buenos Aires 1950, Pág.203.
suscriba el documento, aun sin quererlo. Aquí se aprecia que lo expresado ha sido
obtenido por una actitud violenta.
Finalmente hay que tener en cuenta que le Código Civil considera vaciada la
voluntad por afectar la libertad del otorgante. Puede ser quien se beneficia con el
acto, o un tercero. Es por eso que el Art. 214 contiene los aspectos antes analizados
al señalar que “La violencia o la intimidación son causas de anulación de al acto
jurídico, aunque hayan sido empleadas por un tercero que no intervenga en él.
1.3. Intimidación
Ya hemos dicho que sólo existe la violencia física o vis absoluta, sino también la
violencia moral o vis compulsiva a la que nuestro Código denomina intimidación.
Según el art. 214, que ya hemos analizado, tanto la violencia como la intimidación
son causas de anulación del acto jurídico. De manera que habiéndose visto el tema
relativo a la violencia absoluta, corresponde ver la parte que tiene que ver con la
intimidación. Sobre este tema, además de lo establecido por el artículo 214, el
artículo 215 dispone lo siguiente:
12
Op. Cit. Pág. 258 a 259.
“Hay intimidación cuando se aspira al agente el fundado temor de sufrir un mal
inminente y grave en su persona, su cónyuge o sus parientes dentro de cuarto grado
de consanguinidad o de segundo de afinidad o en los bienes de unos y otros”.
De este modo, el sujeto atemorizado debe escoger entre realizar el negocio o sufrir
el mal con el que se amenaza. La consecuencia puede ser que opte por no hacer la
declaración que se le exige y soportar el mal; o hacer declaración como un mal
menor que evita el mal mayor. Si la alternativa es esta última la voluntad existe,
pero no es producto de la libertad y por eso se dice que hay voluntad sana sino que
está viciada.
Aquí salta la diferencia con la vis absoluta o violencia física que como ya lo vimos,
destruye la libertad de querer o no, esto es, suprime la voluntad, mientas que la
intimidación no la destruye sino que la limita. Por eso se dice que hay voluntad,
pero viciada y por eso tal declaración es anulable.
De manera que se puede apreciar con toda claridad la diferencia entre violencia e
intimidación. La violencia física como ya lo dijimos anula la voluntad, al convertir
al sujeto que lo sufre en un instrumento pasivo del que impone su voluntad. En
cambio, en la violencia moral, el propio sujeto amenazado resuelve, es decir, se
13
Manual de Derecho Civil y Comercio. Tomo II. Págs. 441 y 442.
decide a prestar su declaración para la formación del apto jurídico y lo hace por su
propia voluntad pero viciada.
Como el acto viciado por violencia moral es válido para el ius civile, los remedios
pretorianos tienden a que la víctima obtenga una reparación del perjuicio o bien
que se rescinda el negocio. El pretor también puede conceder a la víctima de la
violencia la in intergrum restituido, instrumento rescisorio dirigido a restituir las
cosas a la situación procedente a la conclusión del negocio. Si la victima de la
violencia que a un no ha cumplido con la obligación es demandado para el
cumplimiento, puede para la acción del adversario mediente la exeptio metus,
enunciada en el edicto con las palabras: “quod metus causa gestum erit, ratum no
habebo” (D. 4, 2,21), o sea que l negocio concluido como consecuencia de la
violencia no tiene acción en el derecho pretorial. Es necesario recalcar que en el
derecho romano la violencia no fue entendida como un vicio de la voluntad
invalidante del negocio, sino como un acto injusto que motiva la protección de la
víctima en base a la equidad14.
En el derecho moderno la violencia física (o vis corpore illata ovis absoluta o vis
ablativa) o la intimidación o violencia moral o psicológica (llamada vis
compulsiva, porque obra sobre la voluntad de otra persona forzándola a una
determinada declaración) ejercitada por una de las partes o por un tercero, son
causales de anulación del acto jurídico. La violencia ejercitada por un tercero da
lugar siempre a la anulación del acto sin interesar que ya haya sido conocida por la
parte que obtuvo beneficio del acto.
14
Pastori, Franco, ob. Cit.,p.615.
física exclúyela libertad de quien la soporta, como cuando el agresor, tomando la
mano de su víctima, le ase suscribir un documento, o se fuerza la cabeza de un
sujeto cundo aparezca un signo afirmativo, o bien se le levanta el brazo en señal de
aceptación de una oferta; el acto “se arranca materialmente por la fuerza al
violentado”16, quien no obra por si, si no que su persona es utilizada por el que
ejerce la fuerza física como un instrumento para obtener el propósito buscado en
casos como los mencionados los efectos de una fuerza irresistible, no hay voluntad
interna el sujeto es un simple instrumento de su agresor tampoco no hay voluntad
de declarar simplemente hay una declaración no seseada, es una declaración del
deseo el que utiliza la fuerza bruta. Se asimilan a la fuerza física caso como la
hipnosis, la drogadicción y la embriagues, debido a que como a primera dan lugar
también a la eliminación de la voluntad para convertir a la persona en instrumento
de la voluntad absoluta de otro. Si no hay voluntad el acto no ha nacido, es
inexistente, por tanto debe ser nulo, sin embargo, el art. 214 dispone que es
solamente anulable.
15
El art. 936 del Código Argentino establece: habrá falta de libertad en los agentes, cuando se emplease
contra ellos una fuerza irresistible. El art. 1267,1° del código español dispone: hay violencia cuando para
arrancar el consentimiento se emplea una fuerza irresistible.
16
Albaladejo, Manuel, ob.cit.,p.184.
En el acto realizado bajo los de la violencia o intimidación, la victima obra don
doce cuenta, pero sin quererlo, debido que se le anulado su libertad o se la
restringirlo gravemente.
VIOLENCIA E INTIMIDACION
Estos elementos no son solo absolutos si no que están limitados por las calidades de las
personas que son víctimas de la intimidación y que sean recogido en el Art. 216 del código
civil Peruana, el mismo que dispone que “Para calificar la violencia o la intimidación debe
atenderse a la edad, al sexo, a la comisión de la persona y en las demás circunstancia que
puede influir sobre su gravedad”.
3.1.1. La amenaza
La intimidación tiene su causa y es la amenaza. Si no existe esta no se producirá la
intimidación y por lo tanto quienes celebran un acto jurídico sin la concurrencia de la
amenaza, no podrá alegar que su voluntad estuvo viciada y por lo tanto debe anularse
tal acto.
LEÓN BARANDIARAN18 coincide en que no interesa la persona del que amenaza, puede
tratarse de una persona con toda su capacidad o de un incapaz. Lo que interesa es que
el anuncio del mal sea factible y que el amenazado se sienta presionado. De ahí que la
parte pertinente del Art. 215 considera que “hay intimidación cuando se inspira al
agente el fundado temor”.
17
Citado por Fernando Vidal, Op. Cit. Pág. 470.
18
Acto Jurídico, Pág. 140.
consanguinidad y afinidad con quienes existen muchos vínculos de
afectividad, o contra sus bienes o los bienes de éstos, sin importar que la
amenaza sea presente sino también puede ser futura. En otros términos, los
art. 215 y 1090 del Código vigente como del abrogado disponen,
respectivamente: “hay intimidación cuando se inspira al agente el fundado
temor de sufrir un mal inminente y grave...”.
La amenaza debe de ser injusta e ilegitima
La amenaza es injusta o ilegitima cuando es contraria al derecho. Esto
significa de quien amenaza sin que exista algún medio que lo justifique, está
atentando contra todo principio que norma las relaciones humanas y de
buena fe que debe existir entre los sujetos que intervienen en la celebración
de un acto jurídico, que no implique cometer abuso de derecho; por ejemplo,
si un acreedor ejercita una acción ejecutiva contra su deudor pretendiendo
hacerle reconocer una obligación no contraída y con mayor razón si se traba
un embargo, la coacción que se ejerce es injusta por no estar a derecho.
El mal es inminente, cuando el efecto del mismo es próximo, más o menos inevitable
que amenaza nuestra vida, nuestra integridad corporal o la de seres queridos. La
inminencia está dada porque la ocurrencia del mal no sea remota y que supere a la
víctima en su posibilidad de contrarrestarla. Es decir, la amenaza podría, de no ser
inminente, ser evitada, ya sea por los propios medios de la víctima o recurriendo a la
fuerza pública.
Este nuevo punto de vista que no es contradictorio, es también recogido por Vidal
Ramírez y Lohmann. Para el primero21, la inminencia de mal no se refiere a que deba
de realizarse en un futuro inmediato, sino que se trate de un mal que no puede
evitarse en el intervalo de tiempo que medie entre la amenaza y su ejecución. Esto
quiere decir, que la circunstancia debe analizarse en cada caso. Para Lohmann22,
inminente es sinónimo de futuro, pero próximo, aunque no inmediato. El autor pone
como ejemplo, el hecho que a una persona se le amenace como que dentro de los tres
días será secuestrado su hijo menor, sino celebra tal o cual acto jurídico. Este
dispositivo tiene como antecedente inmediato al Art. 1092 del Código de 1936.
19
Acto Jurídico, Pag.25.
20
Manual del Acto Jurídico, Pág. 25.
21
El Acto Jurídico, Pág.141.
22
El Negocio Jurídico, Pág. 507.
23
Cabanellas, Guillermo, Diccionario de Derecho Usual, Tomo I. Pág.577.
El mal, como causa de intimidación de una manifestación, debe ser considerable y muy
grave. Se trata de poner a la persona en una alternativa de brindar su conocimiento o
sufrir el mal. De esta manera, el intimidado podrá escoger el mal menor, que a criterio
del que intimida debe ser la celebración del acto jurídico. Un mal mínimo no puede ser
elemento de consideración, que le permita al celebrante del negocio, aducir que por
temporal mal prestó su consentimiento. Ejemplo, te amenazó con no hablarte o te doy
un puñetazo si no me donas la computadora o me haces la donación. La anulación del
acuerdo se remite a lo prudente valoraciones del juez, quien tendrá en cuenta las
circunstancias del caso concreto, partiendo del concepto del hombre medio o el
hombre sensato24.
Para autores como AGÜIAR25, la alternativa consiste, cuando se trata de mal grave, en
escoger el sufrir el gran dolor físico o moral frente a la representación de otro dolor,
menos intenso, que le producirá la celebración del acto que se le exige.
No obstante, hay que tener en cuenta que el mal grave, es un concepto relativo, que
no afecta a todos de la misma manera. No se trata, pues es un aspecto objetivo que
nos lleva a concluir, en todos los casos, el quebrantamiento de la libertad. Por eso,
LEÓN BARANDIANRÁN26, sostiene que el mal es grave cuando produce una impresión
decisiva en el ánimo del sujeto, llevándolo a formular la declaración, pues no impera
un criterio objetivo sino subjetivo, es decir, que el temor producido haya perturbado la
voluntad del sujeto.
24
Galgano, Op. Cit. Pág.314.
25
Hechos y Actos Jurídicos. I. La Voluntad Jurídica, págs. 227 y 228.
26
Acto Jurídico, Pág.25.
Como sostiene LEÓN BARANDIARÁN, el temor ha de ser “fundado”, esto significa
racional, sensato, que sea explicable dentro del ánimo del sujeto. Si se tratara de un
temor hipotético o inexplicable, que consista por ejemplo, en que vendrá una ruina
que matará a toda tu familia. Si una persona por temor a tal circunstancia realiza tal o
cual acto jurídico, no podría demandar la nulidad del acto jurídico, simplemente
porque el temor no es razonable.
El temor debe estar dirigido a la persona del intimidado, a la de sus pacientes y a la de
terceros. Por eso el Art. 215 dispone que debe existir el fundado temor de sufrir un
mal inminente y grave de su persona, su cónyuge o sus parientes dentro del cuarto
grado de consanguinidad o segundo de afinidad o en los bienes de unos u otros. Pero
el Código también contempla la posibilidad de comprender a otras personas.
Como se puede apreciar, el Código tiene en cuenta el ámbito afectivo del sujeto que
ha sido objeto de la intimidación y que pueden ser parientes, terceros y sus
respectivos bienes. Esto quiere decir que el que intimida busca afectar esa
identificación plena que tiene el intimidado con las personas y bienes. Se trata pues de
íntimos vínculos afectivos que hacen explicables que el agente haga declaración
intimidado en el deseo de evitar a esas personas el daño que les podría sobrevenir si
no se accediera a aquello que se le exige por quien ejerce la violencia.
La codificación civil, desde el derecho romano ha buscado encontrar un elemento
objetivo de lo que se debe entenderse por temor. Así, el Código de Napoleón introdujo
la idea de la “persona razonable” como criterio objetivo para la apreciación de la
intimidación. Por su parte, el Código argentino, así como los códigos de 1936 y de 1984
del Perú se refiere al “temor fundado”. El Código italiano nos habla de la “persona
sensata”. No obstante, gran parte de los Códigos han introducidos los elementos
subjetivos como la edad, el sexo y la condición de la persona con lo cual terminamos
aseverando que el temor es un aspecto más subjetivo que objetivo.
El Art. 216 de nuestro Código es muy elocuente al señalar con toda claridad y
seguridad que “Para calificar la violación o la intimidación debe atenderse a la edad, al
sexo, a la condición de la persona y a las demás circunstancias que puedan influir sobre
una gravedad. De manera que los conceptos de persona razonable, “temor fundado y
“persona sensata “han dejado de ser los únicos referenciales del temor.
Temor por Amenaza a parientes y a terceros
El art. 215 del código actual siguiente al art.1090 del código de 1936 ha
previsto sobre cualquier declaración contra su voluntad que realice una
persona para evitar un daño que afecte con un mal grave en su persona , su
cónyuge, sus parientes dentro del cuatro grado de consanguinidad o segundo
por afinidad o en sus bienes de unos a otros. El mal debe ser racional y
sensato para causar la anulabilidad del acto jurídico y debe recaer sobre los
sujetos mencionados, por razón de los íntimos vinculados efectivos que ligan
el declarante con estas personas lo que le obliga ante la intimidación a
prestar la declaración contra su voluntad .Esto ocurre por ejemplo, cuando
un hijo es asaltado conjuntamente con su padre y los delincuentes amenazan
con asesinar al padre, si el hijo no les dona una cantidad de dinero en esta
circunstancias el declarante realiza un acto contra su voluntad para salvar a
su padre. El mal que puede sufrir el declarante puede ser contra su cónyuge,
sus primos, sus sobrinos, bienes, etc. Hasta donde dispone el artículo 215, en
estos supuestos quien pretenda anular el acto realizado en estas
circunstancias, tendrá que probar los lazos de afectividad que tiene con las
personas que han sufrido la amenaza.
La última parte del art,215 sobre el mal que pueden sufrir otras personas o
bienes, de la víctima amenazada en esta caso corresponde a la Juez decidir
sobre la nulidad del acto jurídico practicando según las circunstancias de
afectividad que unen a esa personas con la víctima o la intimidad que existe
entre ellos , en el ejemplo no lo hace, desfiguraría el rostro de su novia que
se encuentra y el tiempo puede considerarse como circunstancias
determinadas para que se haya realizado este acto jurídicos.
Para calificar la violencia o la intimidación debe tenerse en cuenta las condiciones personales
del que intimida y de la víctima, como la edad, sexo, carácter y las demás circunstancias que
puedan influir sobre su gravedad, como los medios empleados, etc.27; lo que es suficiente
27
El art. 938 del Código Argentino dispone: “La intimidación no afectará la validez de los actos, sino cuando
por la condición de la persona, su carácter, habitudes o sexo, pueda juzgarse que ha debido racionalmente
hacerle una fuerte impresión”. El art. 98 del Código del Brasil establece: ”para la apreciación de la fuerza,
para un invalido o un enfermo, puede no económicamente puede no serlo para un
potentado; lo que es decisivo para un ignorante puede no serlo para un instruido.
Deben analizarse todas las circunstancias que rodean al caso concreto para establecer con
precisión si el temor infundido fue el que determino al sujeto a llevar a cabo el negocio que
se impugna de anulabilidad. Nadie podrá creerle a un capeón de box de la categoría peso
pesado que solicita la anulación de un contrato que ha celebrado con un enano, alegando
que este lo amenazo con maltrato a golpes; pero si alega y prueba que el enano lo
amenazaba con matarlo apuntándolo con el dedo en el gatillo de una ametralladora para que
suscriba un contrato, no cabe duda que le boxeador ha actuado bajo una fuerte impresión de
perder su vida, por tanto, el contrato es anulable.
La violación o intimidación deben ser de tal naturaleza que impresionen a una persona
sensata y que le hagan temer de exponerse o exponer a sus parientes cercanos o a los bienes
de unos y otros de sufrir un mal injusto o grave. La tutela del sujeto constreñido físicamente
o amenazado no se extiende a lo hipersensible a lo sugestionable, es decir. Como dice
PASSARELLI28, la violencia o intimidación son valoradas por el ordenamiento jurídico según
un criterio objetivo ponderado , que no toma encuentra la reacción suscitada en concreto
sobre la víctima , sino la reacción que puede suscitar en una persona normal que se
encontrarse en la misma situación de la víctima.
hay que tomar en cuenta el sexo, la edad, la condición, la salud o la complexión de la víctima, así como
todas las otras circunstancias susceptibles de influir sobre su gravedad”. El art. 1435del Código italiano
prescribe: ”En esta materia se tendrá en cuenta la edad, el sexo y la condición de las persona”.
28
Passarelli, F. Santoro, Dattrine generale del diritto civile, Napoli, 9°edición , 1996, p.167.
Cuando hablamos de la amenaza dijimos que se trataba de la intención de causar un
mal deliberado, un mal injusto y contrario al derecho. Pero sostiene GALGANO29, la
amenaza de un mal puede no ser contraria al derecho. Ejemplo, el cliente que dice al
banco: “si no me concedéis el nuevo préstamo que os pido, transferiré mi cuenta a
otro banco”. Si bien en este caso puede ser un perjuicio para el banco, pero se trata de
un mal lícito, que implica el ejercicio de un derecho y la posibilidad de que el cliente
obtenga un mayor préstamo en otra entidad.
De manera que podemos decir que la amenaza es injusto o ilegítimo cuando el hecho
es contario al derecho, o cuan do no representa el ejercicio regular de un derecho. En
este último caso, la amenaza es justa y legítima. Consecuentemente, para que exista el
ejercicio regular de un derecho debe existir una relación directa y proporcional entre la
amenaza y el derecho. Ejemplo, el caso del acreedor que amenaza a su deudor con
embargarle sus bienes si hasta el día siguiente no le abona lo que le adeuda. En este
caso, el deudor no podría alegar que pagó por temor al embargo y por consiguiente
demandar la nulidad del pago.
Es por eso que autores como LOS MAZEAUD30 consideran que un acreedor tiene el
derecho de usar la coacción para obtener lo que se le debe, pero con los límites de no
desnaturalizar ese derecho de acreencia en cuyo caso ingresamos en el abuso del
derecho, si pretende una mayor ventaja al del legítimo interés. Por su parte
MESSINEO31 sostiene que la amenaza de hacer valer un derecho un derecho, es
presión pero justa y legitima.
La consideración de LEÓN BARANDIARÁN es más objetiva, al sostener que el titular de
un derecho puede emplear los procedimientos legales para conseguir que el deudor
cumpla con su deber. Se requiere al deudor para que lo haga, advirtiéndole que si no
cumple con ello utilizará tales procedimientos. No hay pues una amenaza ilegitima que
pudiera servir de fundamento para que el deudor impugne el cumplimiento de la
obligación, bajo el pretexto de haberse ejercido amenaza sobre él. El Art. 217 del
Código Civil vigente considera que la amenaza del ejercicio de un derecho no anula el
acto. El ejercicio regular es contrario al abuso del derecho, en el que el titular se
29
Op. Cit. Pág. 313.
30
Lecciones del Derecho Civil. Parte Segunda II, Vol. I. Pág. 221.
31
Manual del Derecho Civil y Comercial. Parte Segunda II, Vol. I. Pág. 221.
excede manifiestamente de los límites de la buena fe y por lo tanto es incompatible
con la correcta aplicación.
Este también está considerado en el Art. 127, en la parte que sostiene que el simple
temor reverencial no anula el acto.
32
Op. Cit. Pág. 314.
33
Doctrina General del Derecho Civil. Pág. 440.
frente al reverente, quien realiza el acto jurídico acatando lo indicado por el
reverenciado, pero sin que se aprecie la violencia moral, que en este caso, si sería
factible demandar la nulidad del acto por estar viciada la voluntad34. Luego, en su libro
sobre el acto jurídico, LEÓN BARANDIARÁN35 añade que el temor reverencial es el
respeto que alguien debe a otro, al margen de cualquier regularización por la ley o
generalmente amparada por las relaciones sociales, así por ejemplo, la atención a un
benefactor, a un maestro, a un consejero, a un confesor.
Finalmente, debe tenerse en cuenta que el temor reverencial no es algo objetivo. Esto
significa que en este caso también es de aplicación lo establecido por el Art. 216de
nuestro Código, que significa apreciar la edad, el sexo, y sobre todo la condición de la
persona, para determinar si en la celebración de acto jurídico estuvo presente sólo el
temor reverencial o existió la intimidación.
Ya hemos visto que el error es una causa de anulación del acto jurídico (Art. 201). Lo mismo
dice el dolo el Art. 210. Finalmente el Art. 214 dispone que la violencia o la intimidación son
causas de anulación del acto jurídico. Esto significa que en estos aspectos que son los vicios
de la voluntad, está presente el derecho de la persona, cuya voluntad está viciada para acudir
ante la autoridad judicial y demandar la nulidad.
El Art. 218 del Código Civil dispone que “Es nula la renuncia anticipada a la acción que se
funde en erro, dolo violencia o intimidación. En este caso, el Código sanciona con nulidad
absoluta la renuncia anticipada a la acción de anulabilidad.
El derecho de acción para plantear la anulabilidad es de dos años, de acuerdo al Art. 2001 del
Código. Ese plazo se inicia desde el día en que pueda ejercitarse la acción. Hechas estas
percepciones es necesario volver al texto del Art. 218 y preguntarnos qué significa la palabra
anticipada. La respuesta es muy simple. Lo que se exige es que primero se haya producido el
acto jurídico viciado y después podrá convalidarse el mismo mediante la conformación.
Lo que el Código no permite, es que con anterioridad a la celebración del acto jurídico se
haya pactado que en el caso de concurrir cualquier vicio de la voluntad no haya la posibilidad
de demandar la nulidad, aceptar tal temperamento significaría quitarle a los actos jurídicos
su seriedad y el rol que cumplen en el mundo jurídico.
34
León Barandiarán, José. Manuel del Acto Jurídico, pág. 26 y 27
35
Acto Jurídico, Pág.152.
Sobre este particular Vidal Ramírez sostiene que la renuncia a la acción anulatoria en los
vicios de voluntad, no puede ser anticipada sino posterior a la celebración del acto jurídico,
que puede ser objeto de impugnación para su anulación.
La acción de anulabilidad del acto jurídico por las causales de error, doló, violencia o
intimidación prescribe a los dos años (art.2001.4).El plazo de prescripción se computa desde
el día en que se puede ejercitarse la acción (art.1993).
Se puede anular el matrimonio de quien lo contrae por error sobre la identidad física del otro
contrayente o por ignorar algún defecto sustancial del mismo que haga insoportable la vida
común. Se reputan defectos sustanciales: la vida deshonrosa, homosexualidad, la
toxicomanía, la enfermedad grave de carácter crónico, la condena por delito doloso a más de
dos años de pena privativa de la libertad o en el ocultamiento de la esterilización o del
divorcio. La acción puede ser ejercitada solo por el cónyuge perjudicado, dentro de plazo de
dos años de celebrado (art.277.5).
También es anulable el matrimonio de quien lo contrajo bajo amenaza de sufrir un mal grave
e inminente, capaz de producir en el amenazado un estado de temor, sin el cual no lo
hubiera contraído .el juez apreciara las circunstancias, sobre si la amenaza hubiera sido
dirigida contra terceras personas. La acción correspondiente al cónyuge perjudicando y solo
puede ser interpuesta dentro del plazo de dos años de celebrado. El simple temor reverencial
no anula el matrimonio (art.277.6).
El testamento es anulable cuando obtenido por la violencia, la intimidación o el dolo
.También son anulables las disposiciones testamentarias debidas a error esencial de hecho o
de derecho del testador a disponer (art.809). Sin embargo, en estos casos, el testador puede
pude testamento en cualquier momento (art.798).
CONCLUSIONES
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS