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Del tiempo y lugar de la celebración de la Eucaristía

C.931

La celebración y administración de la Eucaristía puede hacerse todos los días y a cualquier hora, con las
excepciones que se establecen en las normas litúrgicas.

C.932

P.1. La celebración eucarística se ha de hacer en lugar sagrado, a no ser que, en un caso particular, la
necesidad exija otra cosa; en este caso, la celebración debe realizarse en un lugar digno.

P.2. Se debe celebrar el Sacrificio Eucarístico en un altar dedicado o bendecirlo; fuera del lugar sagrado se
puede emplear una mesa apropiada, utilizando siempre el mantel y el corporal.

C.933

Por justa causa, con licencia expresa del Ordinario del lugar y evitando el escándalo, puede un sacerdote
celebrar la Eucaristía en el templo de una Iglesia o comunidad eclesial que no estén en comunión plena
con la Iglesia católica.
OGMR 2002

CAPÍTULO V

DISPOSICIÓN Y ORNATO DE LAS IGLESIAS PARA LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA

I. PRINCIPIOS GENERALES

288. Para la celebración de la Eucaristía el pueblo de Dios se congrega generalmente en la iglesia, o


cuando no la hay o resulta insuficiente, en algún lugar honesto que sea digno de tan gran misterio. Las
iglesias, por consiguiente, o los demás lugares, sean aptos para la realización de la acción sagrada y para
que se obtenga una activa participación de los fieles. Además, los edificios sagrados y los objetos que
pertenecen al culto divino sean, en verdad, dignos y bellos, signos y símbolos de las realidades celestiales.
[108]

289. De ahí que la Iglesia busque siempre el noble servicio de las artes, y acepte toda clase de expresiones
artísticas de los diversos pueblos y regiones. [109] Más aún, así como se esfuerza por conservar las obras
de arte y los tesoros elaborados en siglos pretéritos, [110] y, en cuanto es necesario, adaptarlos a las
nuevas necesidades, trata también de promover las nuevas formas de arte adaptadas a cada tiempo. [111]

Por eso, al impartir una formación a los artistas y al elegir las obras destinadas a las iglesias, búsquese un
auténtico valor artístico que sirva de alimento a la fe y a la piedad y responda auténticamente al
significado y fines para los que se destina. [112]

290. Todas las iglesias han de ser dedicadas, o, al menos, bendecidas. Pero las catedrales y las iglesias
parroquiales han de ser dedicadas con rito solemne.

291. Para la construcción, reconstrucción y adaptación de los edificios sagrados, los interesados en ello
consulten a la Comisión diocesana de sagrada Liturgia y de Arte sacro. El Obispo diocesano sírvase del
consejo y ayuda de esa Comisión, siempre que se trate de dar normas en este campo o de aprobar los
planos de nuevos edificios o de dar un parecer sobre cuestiones de una cierta importancia. [113]

292. El ornato de la iglesia ha de contribuir a su noble sencillez más que al esplendor fastuoso. En la
selección de los elementos ornamentales se ha de procurar la verdad de las cosas, buscando que
contribuya a la formación de los fieles y a la dignidad de todo el lugar sagrado.

293. Para que la idónea disposición de la iglesia y sus lugares adyacentes responda a las necesidades de
nuestro tiempo, se requiere que se preste atención no sólo a lo que más directamente atañe a las
celebraciones sagradas, sino que se prevea también lo que tiende a una conveniente comodidad de los
fieles y a todo aquello que se suele prever habitualmente en los lugares donde el pueblo se congrega.

294. El pueblo de Dios, que se congrega para la Misa, lleva en sí una coherente y jerárquica ordenación,
que se expresa en la diversidad de ministerios y de acción, mientras se desarrollan las diversas partes de la
celebración. Por consiguiente, la disposición general del edificio sagrado conviene que se haga de tal
manera que sea como una imagen de la asamblea reunida, que facilite un proporcionado orden de todas
sus partes y que favorezca la perfecta ejecución de cada uno de los ministerios.

Los fieles y la schola ocuparán, por consiguiente, el lugar que pueda hacer más fácil su activa
participación. [114]
El sacerdote celebrante, el diácono y los demás ministros ocuparán un lugar en el presbiterio. Allí mismo
se colocarán los asientos de los concelebrantes; si su número es elevado, las sillas se dispondrán en otra
parte de la iglesia, pero cerca del altar.

Todo esto, que debe poner de relieve la disposición jerárquica y la diversidad de ministerios, debe también
constituir una unidad íntima y coherente, a través de la cual se vea con claridad la unidad de todo el
pueblo santo. La estructura y belleza del lugar y de todos los utensilios sagrados fomenten la piedad y
manifiesten la santidad de los misterios que se celebran.

El altar y su ornato

296. El altar, en el que se hace presente el sacrificio de la cruz bajo los signos sacramentales, es, además,
la mesa del Señor, para cuya participación es convocado en la Misa el pueblo de Dios; es también el centro
de la acción de gracias que se realiza en la Eucaristía.

297. La celebración de la Eucaristía en lugar sagrado debe realizarse sobre un altar; fuera del lugar
sagrado, puede también celebrarse sobre una mesa idónea, empleando siempre el mantel, el corporal, la
cruz y los candeleros.

298. Es conveniente que en toda iglesia haya un altar fijo, que significa de modo claro y permanente a
Cristo Jesús, Piedra viva (1 P 2, 4; cf. Ef 2, 20); el altar puede ser móvil en los demás lugares dedicados a las
celebraciones sagradas. Un altar se llama fijo cuando está construido sobre el pavimento de manera que
no se pueda mover; móvil, si se puede trasladar.

299. El altar se ha de construir separado de la pared, de modo que se le pueda rodear fácilmente y
celebrar de cara al pueblo, que es lo mejor, donde sea posible. Ocupe el lugar que sea de verdad el centro
hacia el que espontáneamente converja la atención de toda la asamblea de los fieles. [116] De ordinario
será fijo y dedicado.

300. Tanto el altar fijo como el móvil se dedican según el rito que figura en el Pontifical romano; el altar
móvil puede sólo bendecirse.

301. Según la costumbre tradicional de la Iglesia y su significado, la mesa del altar fijo sea de piedra; en
concreto, de piedra natural. Con todo, puede también emplearse otro material digno, sólido y bien
trabajado, a juicio de la Conferencia de los Obispos. Los pies o el basamento de la mesa pueden ser de
cualquier materia, con tal que sea digna y sólida.

El altar móvil puede construirse con cualquier clase de materiales, nobles y sólidos, que sirvan para el uso
litúrgico, según las diversas tradiciones y costumbres de los pueblos.

302. Es oportuno conservar el uso de poner bajo el altar que se va a dedicar reliquias de Santos, aunque
no sean Mártires. Cuídese, con todo, de que conste con certeza la autenticidad de tales reliquias.

303. Cuando se construya una iglesia nueva, conviene erigir un único altar, que signifique ante la asamblea
de los fieles al único Cristo y a la única Eucaristía de la Iglesia.

En las iglesias ya construidas, cuando el antiguo altar está colocado de tal modo que haga difícil la
participación del pueblo y no pueda trasladarse sin detrimento de su valor artístico, constrúyase otro altar
fijo, artísticamente confeccionado y que se ha de dedicar debidamente, y las acciones sagradas se
realizarán exclusivamente sobre él. Para que la atención de los fieles no se aparte del altar nuevo, el
antiguo no recibirá un especial ornato.

304. Por reverencia a la celebración del memorial del Señor y al banquete en que se distribuye el Cuerpo y
Sangre del Señor, póngase sobre el altar en el que se celebra por lo menos un mantel de color blanco, que,
en forma, medida y ornamentación, cuadre bien con la estructura del mismo altar.

305. En la ornamentación del altar se guardará moderación.

Durante el Adviento adornen las flores el altar con la moderación que conviene a la índole de este tiempo,
sin alcanzar la plenitud de alegría característica del Nacimiento del Señor. Se prohíbe adornar el altar con
flores durante el tiempo de Cuaresma. Se exceptúa el domingo Laetáre (domingo IV de Cuaresma), las
solemnidades y las fiestas.

El empleo de las flores como adorno para el altar ha de ser siempre moderado y se colocarán, más que
sobre la mesa del altar, en torno a él.

306. Sobre la mesa del altar se puede poner tan sólo aquello que se requiere para la celebración de la
Misa, es decir, el Evangeliario desde el inicio de la celebración hasta la proclamación del Evangelio; y desde
la presentación de los dones hasta la purificación de los vasos, el cáliz, con la patena, la píxide, en caso de
que sea necesario, y el corporal, el purificador, la palia y el misal.

Colóquese también de un modo discreto lo que pueda ser necesario para amplificar la voz del sacerdote.

307. Los candeleros, que en cada acción litúrgica se requieren como expresión de veneración o de
celebración festiva (cf. n. 117), colóquense en la forma más conveniente, o sobre el altar o alrededor de él
o cerca del mismo, teniendo en cuenta la estructura del altar y del presbiterio, de modo que todo forme
una armónica unidad y no impida a los fieles ver fácilmente lo que sobre el altar se hace o se coloca.

308. También sobre el altar o junto a él debe haber una cruz, con la imagen de Cristo crucificado, de modo
que resulte bien visible para el pueblo congregado. Conviene que esa cruz permanezca junto al altar
también en los momentos en que no se celebran acciones litúrgicas, con el fin de traer a la mente de los
fieles el recuerdo de la pasión salvífica del Señor.

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