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EL OBJETO Y EL TRABAJO SOCIAL Algunas aproximaciones a la problemática

del objeto en el Trabajo Social. Gustavo Parra INTRODUCCIÓN Las


siguientes reflexiones constituyen aproximaciones preliminares en torno a
la temática del objeto en el Trabajo Social con la intencionalidad de
contribuir al debate contemporáneo sobre esta temática, recurrente y sin
dudas de permanente actualidad en el colectivo profesional. Los aportes,
análisis y reflexiones realizados durante las últimas tres décadas sobre la
problemática del objeto en la disciplina son numerosos y requerirían un
análisis más detenido y minucioso para reconstruir los debates y tendencias
que históricamente han surgido en relación a este tema. De todos modos,
y teniendo en cuenta esta limitación, consideramos importante presentar
algunas consideraciones muy generales, y como ya fue expresado, con un
carácter introductorio o preliminar sobre el objeto en Trabajo Social. EL
PROBLEMA DEL OBJETO EN TRABAJO SOCIAL En primer lugar queremos
señalar que la temática del objeto en Trabajo Social, en cuanto una
preocupación sistemática y fundamental de la profesión, es decir, en
cuanto un núcleo de interrogantes y cuestionamientos sobre la misma
profesión y en cuanto problemática teórica, y por lo tanto de análisis y
reflexión, aparece en el ámbito Latinoamericano durante el proceso del
Movimiento de Reconceptualización. Es durante la reconceptualización que
se inician y desarrollan diferentes análisis sobre el estatuto científico de la
profesión, es decir, los profesionales buscan dar respuesta a la pregunta:
¿Qué es el Trabajo Social?, y su desdoblamiento en identificar cuál es la
situación del Trabajo Social: ¿es ciencia, técnica o arte?. Ander-Egg en los
inicios de la década del 70 al analizar las tendencias presentes en la
reconceptualización identifica a una de ellas como: "énfasis en lo científico"
y sobre la cual expresa: "queremos destacar que una de las orientaciones
de la reconceptualización otorga una importancia fundamental a la
jerarquización científica del Servicio Social, ya sea mediante la constitución
del Servicio Social como rama o disciplina científica, o bien –este es otro
matiz- proporcionándole una sólida base científica" (1971:14). Las
expresiones y producciones en torno al estatuto científico del Trabajo Social
durante la reconceptualización son múltiples y la reconstrucción de las
mismas demandaría un trabajo que excede las intenciones del presente
artículo. De cualquier manera consideramos pertinente señalar que es
durante la reconceptualización que se instala la discusión y el análisis sobre
el carácter www.ts.ucr.ac.cr 2 científico de la profesión y que es en este
proceso de búsqueda sobre el estatuto de la profesión, que se establece el
debate en torno al método y su objeto. En síntesis, la referencia a la
cientificidad del Trabajo Social, a la definición de su método y de su objeto
nos remite a una discusión epistemológica sobre el Trabajo Social. Kruse
nos plantea en los primeros años de la década del 70, que uno de los
factores negativos que no permiten al Trabajo Social (al Trabajo Social
reconceptualizado que es objeto de su análisis) alcanzar cientificidad es "la
imprecisión respecto al objeto del servicio social" (1976:145). El autor
señala que la reconceptualización ha permitido el cuestionamiento y la
discusión sobre aspectos fundamentales de la profesión y ha alcanzado
unanimidad en torno a la discusión del sujeto del Trabajo Social, "ya no se
duda, ni se discute, que el sujeto son los propios clientes, nunca el
profesional" (1976:145); pero al mismo tiempo indica que los diferentes
autores que han realizado análisis teóricos sobre la profesión han eludido
el problema del objeto, lo cual se convierte en una limitación para avanzar
en la discusión de la metodología. Kruse identifica dos posiciones
dicotómicas en relación al tema del objeto: por un lado, la repercusión en
las personas de los problemas sociales y por otro los problemas sociales
derivados de la sociopatología o de la situación de dependencia y
subdesarrollo. A la primera denomina antropofílica y a la segunda
sociofílica, y que cada una de estas posiciones derivan en distintos modos
de encarar la práctica profesional. Expresando como cierre de sus
reflexiones en torno al objeto: "La no clarificación de la naturaleza del
objeto repercute, entonces, sobre una de las patas del trípode en que se
apoya la teoría. ¿Cómo queremos extraer saber de la práctica para
enriquecer la teoría si un tercio de la teoría no tiene claro cuál es la práctica
que le corresponde hacer?" (1976:146). Sin lugar a dudas el análisis
realizado por Boris Lima, escrito a mediados de la década del 70 y
sumamente difundido en nuestro país, es el primer intento de generar una
discusión en torno a la epistemología del Trabajo Social. Este autor
identifica cuatro etapas en el desarrollo de la profesión (pre-técnica,
técnica, precientífica y científica) y más allá del etapismo de Lima que ya ha
sido objeto de diversas críticas, razón por la cual no entraremos en esta
discusión, queremos rescatar la posición del autor en relación con la etapa
científica y sus aproximaciones al problema del objeto. El autor considera
que el Trabajo Social se hace científico cuando "decide tomar para sí la
indagación de las relaciones causales de las necesidades con las cuales se
enfrenta. Cuando se preocupa por conocer las cuestiones esenciales de los
fenómenos o problemas que se le ofrecen como objeto de estudio y de
intervención. Es decir, cuando inicia el camino al interior de los fenómenos,
para encontrar en ellos la naturaleza contradictoria y sustancial que los
explica" (1989:84). Para Lima la perspectiva teórica del Trabajo Social debe
estar anclada en el materialismo dialéctico, por considerar que la profesión
no sólo se dedica a estudiar la realidad sino a intervenir y actuar sobre ella,
fundamentalmente transformándola desde el compromiso con los sectores
oprimidos de la sociedad. "Sólo cuando el Trabajo Social alcance el
conocimiento verdaderamente científico de los hechos de la vida
www.ts.ucr.ac.cr 3 cotidiana que le son propios, será posible la elaboración
de proyectos adecuados para transformar la realidad" (1989:84). En
relación con el objeto nos plantea: "Hasta ahora el objeto señalado por el
Trabajo Social es el hombre desvalido, el menesteroso, el que entra en
desequilibrio, desajuste o inadaptación con el orden establecido. Cualquier
hombre que precise ser controlado y dirigido. Queremos desde ya avanzar
que la materia u objeto es aquello que una disciplina estudia y/o transforma
por su acción y que según las particularidades del hacer del Trabajo Social,
este objeto se va desdoblando en otros objetos. Porque el qué del Servicio
Social está constituido por el ambiente humano del hombre explotado. Se
conforma más bien un sistema de objetos al considerar al hombre oprimido
en su cotidianeidad frustrante. De allí que siempre existirá un objeto a
investigar, a conocer, o sobre el cual se incursionará con arreglo a métodos
apropiados para que el propio objeto se convierta en sujeto de acción"
(1989:109-110). Este breve recorrido por estos autores de la
reconceptualización nos permiten avanzar en algunas consideraciones. Por
un lado, un profundo y marcado interés en construir una perspectiva
científica del Trabajo Social, lo cual constituía una ruptura epistemológica
con el modelo norteamericano del Trabajo Social que lo presentaba como
una técnica o una tecnología social. Un segundo aspecto, y de fundamental
importancia, el camino a la cientificidad del Trabajo Social está basado en
diferentes producciones teóricas marxistas (especialmente, aunque no
exclusivamente, en Althusser y Mao Tse Tung) y presentando al
materialismo dialéctico casi exclusivamente como la única manera que
tenía el Trabajo Social para conocer la realidad e intervenir en ella. Pero al
mismo tiempo, y creemos que el estructuralismo marxista de Althusser
tiene mucho que ver con esto, al referirse al objeto del Trabajo Social se
pretende definirlo dentro de los parámetros del positivismo lógico que
hegemoniza la epistemología contemporánea, sin analizar la relación entre
sujeto y objeto desde una perspectiva dialéctica y crítica. Podemos
identificar una tensión permanente entre: esta perspectiva teórica
adoptada, -y recordemos que los análisis marxistas no se limitan a la
reproducción ideal de la realidad sino a su efectiva transformación, lo cual
se relaciona de manera directa con la situación social, económica y política
de las décadas del 60 y 70 en América Latina y con el protagonismo político
de los profesionales del Trabajo Social-, y la limitación y/o esfuerzos en
definir en términos positivos y, sobre todo lógicos, el objeto del Trabajo
Social. Creemos que la perspectiva de Lima sobre el objeto, justamente,
intenta quebrar esta visión hegemónica sobre los objetos de las ciencias, en
la medida que plantea este tránsito entre sujeto y objeto. Ya en el análisis
realizado por Escalda (1986) sobre los métodos de la reconceptualización,
la autora realiza importantes críticas a las construcciones y propuestas
metodológicas reconceptualizadas señalando que las mismas no
permitieron la consolidación de un cuerpo teórico y científico al interior del
Trabajo www.ts.ucr.ac.cr 4 Social por presentar dificultades de tipo
epistemológico principalmente en el uso mecanicista del materialismo
dialéctico e histórico, base de estas metodologías. En relación con el objeto
en Trabajo Social, la autora nos plantea: "La falta de definición del objeto
del Trabajo Social, la sobrevaloración de los objetivos en detrimento de éste
y la consideración de un objeto demasiado genérico, fueron causas
determinantes que obstaculizaron la teorización en el Trabajo Social"
(1986:90). Escalada analiza las diferentes posturas y posiciones en relación
con el objeto planteadas por diferentes autores, señalando la diversidad y
la falta de coincidencia en los mismos, apuntando que objetos tales como:
"la acción del hombre oprimido y dominado", "la alienación de las masas
desposeídas", "el hombre oprimido" son objetos demasiado genéricos
como para definir una disciplina. Nuevamente encontramos el tema de la
"definición" del objeto como un problema central de la disciplina,
acompañada de una crítica a estos objetos tan genéricos y buscando
delimitar con precisión (y quizás podríamos decir con precisión
matemática) el objeto del Trabajo Social. Para la autora: "el objeto de una
disciplina es el equivalente teórico de una necesidad demandada por la
realidad, para cuya satisfacción debe ejercerse una función específica; (...)
entonces lo que hay que investigar teóricamente y en primer lugar, es esa
necesidad, esos problemas, ya que el dominio gradual sobre ellos es lo que
determinará las pautas para actuar" (1986:91). De este modo podemos
identificar en el análisis de Escalada nuevos elementos de fundamental
importancia para el desarrollo científico de la profesión, por un lado
identificar al Trabajo Social como una disciplina de las Ciencias Sociales,
postura sobre la cual creemos que actualmente existe un considerable
consenso al interior del colectivo profesional; al mismo tiempo que aparece
el tema de la necesidad como base del requerimiento de la profesión.
Siguiendo el análisis de la autora, afirma: "El Trabajo Social puede y debe, a
nuestro juicio, definir un objeto de intervención y de conocimiento que
identifique su quehacer. Creemos que hay una necesidad que
históricamente hizo surgir la función social que tomó cuerpo en el Trabajo
Social. Esta necesidad y esta función social definen el objeto del Trabajo
Social." (1986:91) Para Escalda, entonces, el objeto es definido a partir de
esta necesidad histórica y de su función social, señalando también que el
objeto puede ser definido como los problemas sociales o como las metas a
alcanzar, es decir, el bienestar social, anclados en los polos de las
contradicciones fundamentales del capitalismo, y desde esta perspectiva
adquieren nuevas dimensiones los objetos genéricos que anteriormente
habían sido mencionados; señalando también que la reconceptualización
definió sus objetivos a partir de la contradicción principal y no su objeto que
es manifestación de esta contradicción. Sin dudas, los aportes realizados
por Escalada son sumamente significativos adquiriendo el problema del
objeto un nuevo estatuto, considerando que este objeto es manifestación
de las contradicciones del capitalismo, pero al mismo tiempo
reproduciendo, y quizás en un afán epistemologista, esta necesidad de
definir el objeto. Así la autora concluye expresando: "una de las dificultades
principales que tiene aún el Trabajo Social www.ts.ucr.ac.cr 5 para elaborar
teoría para su propio consumo, es que no se sabe QUE se va a estudiar,
porque no hay precisión sobre el objeto. Esto, agregado a la subestimación
a la teoría, lo que dificulta la articulación con la totalidad y con la historia, y
agregado a la práctica de una metodología inductiva, determina que las
investigaciones del Trabajo Social, queden encerradas en una descripción
de lo particular, sin superar la crítica a las prácticas teóricas del Trabajo
Social Tradicional" (1986:92). El problema de la indefinición del objeto, y en
definitiva de qué es el Trabajo Social continúa siendo una preocupación y
visto hasta como una limitación para alcanzar estatuto científico dentro de
las Ciencias Sociales. Escalada plantea que el interrogantes es qué se va a
estudiar, lo cual nos abre la posibilidad de discutir si el Trabajo Social puede
ser definido en términos de objeto de conocimiento u objeto de
intervención. Si consideramos que desde el siglo pasado las ciencias son
organizadas de forma fragmentada y especializada, funcionales a los
requerimientos del modo de producción capitalista, y que desde el
positivismo lógico, la validación científica está dada fundamentalmente por
su coherencia lógica, expresada a través de su método y verificada en la
empiria, cómo definir el carácter científico del Trabajo Social, ante la
imposibilidad de establecer un método de investigación y asimismo de un
objeto de estudio. Desde esta perspectiva resulta totalmente válido señalar
al Trabajo Social como una técnica o una tecnología, considerando además
su carácter interventivo sobre la realidad social. Resulta innegable el
carácter práctico o interventivo de nuestra profesión, es más, podemos
definir nuestra particularidad en cuanto profesión a partir de este rasgo
inherente al Trabajo Social, o en otros términos, la dimensión interventiva
o práctica del Trabajo Social es constituyente y constitutiva del ethos
profesional, de nuestra esencia en cuanto profesionales. Esta característica
nos llevaría a discutir otro de los núcleos conflictivos del Trabajo Social que
han aparecido históricamente, la relación entre teoría y práctica o la falsa
dicotomía entre teoría y práctica, pero para concentrarnos en el tema que
nos ocupa, podemos decir que el objeto en Trabajo Social no puede
limitarse a un objeto de conocimiento, sino que es al mismo tiempo un
objeto de conocimiento y de intervención, tal como veremos más adelante
desde la postura del CELATS. En cuanto a la indefinición del Trabajo Social,
Iamamoto nos plantea una perspectiva radicalmente diferente a la
presentada por los autores analizados hasta el momento: "A esto se suma
otro trazo peculiar al Servicio Social: la indefinición de ‘qué es’ o ‘qué hace’
el Servicio Social, abriéndole al Asistente Social la posibilidad de presentar
propuestas de trabajo que sobrepasen meramente la demanda
institucional. Tal característica, aprehendida a veces como un estigma
profesional, puede ser reorientada en el sentido de una ampliación de su
campo de autonomía, de acuerdo con la concepción social del agente sobre
su práctica" (1997:95). www.ts.ucr.ac.cr 6 Para Iamamoto, y desde una
perspectiva dialéctica, esta imprecisión sobre el Trabajo Social se presenta
como la posibilidad de construcción, como un campo fértil de desempeño
profesional generando nuevas y creativas formas de intervención
profesional, así como podemos agregar también novedosos y desafiantes
aspectos de la realidad social a investigar que nutran nuestra intervención.
Desde la perspectiva planteada por el CELATS en la década del 80, y a
nuestro entender como síntesis de diversos esfuerzos y análisis realizados
durante la Reconceptualización, se hace referencia a que el Trabajo Social
no tiene un objeto de estudio, sino un objeto de intervención (que es al
mismo tiempo objeto de conocimiento). Y es definido de la siguiente
manera: "definir el problema objeto de intervención es delimitar qué
aspectos de una necesidad social son susceptibles de modificar con nuestra
intervención profesional." (1983:100) Señalando además que los
profesionales nos enfrentamos a problemáticas determinadas, pero no con
problemas de intervención definidos, desde allí la importancia de definir y
delimitar el problema objeto de intervención. Lo cual requiere del
conocimiento de la institución, de los sujetos que reciben nuestra
intervención profesional, de las necesidades sociales, de las características
y formas de intervención profesional; además que el Trabajo Social define
su intervención en el campo contradictorio de relaciones sociales. En
síntesis el objeto de intervención no esta dado en la realidad sino que es
una construcción. La delimitación del objeto de intervención permite
establecer una metodología de intervención, señalada según el CELATS, en
momentos de: diagnóstico e investigación, de selección de alternativas, de
ejecución y evaluación. Podemos concluir que esta perspectiva de análisis
constituyó un importante avance en relación con la problemática del objeto
en Trabajo Social, si bien en términos teóricos y operativos creemos
presenta serias limitaciones para la intervención del trabajador social. Si las
Ciencias Sociales desde la perspectiva dominante del positivismo lógico,
pueden definir con claridad su objeto (de estudio y no de intervención), los
esfuerzos del CELATS se dirigieron a asimilar esta perspectiva, el Trabajo
Social para constituirse en disciplina científica debía poder definir su objeto,
claro que este, por las características de la profesión no se puede definir
como un mero objeto de estudio sino como un objeto de intervención, pero
no sólo ello además no puede ser delimitado o definido a priori, es una
construcción, una delimitación conceptual pero al mismo tiempo una
delimitación práctica o empírica del problema sobre el cual intervenir.
Ahora bien, si esta perspectiva de aproximarnos al objeto en el Trabajo
Social se presentó como novedosa y superadora de otros análisis y
propuestas de la reconceptualización, consideramos que presenta
limitaciones al operativizarla en la práctica cotidiana del profesional. Si bien
no constituye un modelo prescriptivo (como los métodos clásicos y las tan
ansiadas recetas que demandan los trabajadores sociales) presenta una
organización rígida y hasta podríamos aventurar etapista (si bien en todo
momento se resalta la intención de proceso), ante lo cual el profesional
opta por el camino metodológico prescriptivo clásico www.ts.ucr.ac.cr 7
(quizás aderezado con nuevos elementos) y a limitar el objeto de
intervención a un "problema social". Ya en el análisis realizado por Rozas
encontramos una considerable superación de la perspectiva sobre el objeto
de intervención planteado por el CELATS. Si bien la autora no deja de lado
la perspectiva del objeto de intervención, introduce otro concepto llave
para comprender la intervención profesional, el de "campo problemático"
al cual define como: "la explicitación argumentada de los nexos más
significativos de la ‘cuestión social hoy’ con relación a la peculiaridad que
adquiere la relación problematizada entre sujeto y necesidad" (1998:59).
Para la autora la comprensión del objeto de intervención adquiere nueva
significatividad desde la perspectiva del campo problemático; entendiendo
que "el objeto de intervención se construye desde la reproducción
cotidiana de la vida social de los sujetos, explicitada a partir de múltiples
necesidades que se expresan como demandas y carencias y que de esta
forma llegan a las instituciones para ser canalizadas o no"(1998:60). Sin
temor a equívocos existe un salto cualitativo entre la definición que nos
proporciona Rozas sobre el objeto de intervención y los abordajes que han
sido trabajados anteriormente. La autora problematiza la temática del
objeto de intervención, no sólo desde el nuevo concepto de campo
problemático, sino incorporando categorías como vida cotidiana,
necesidades sociales y sujeto. Asimismo plantea las relaciones entre la
configuración de la cuestión social y la intervención profesional. En síntesis,
no limita el análisis del objeto de intervención a una mera cuestión de tipo
epistemológico. Creemos que este análisis de Rozas nos da lugar a plantear
una perspectiva en torno al objeto, diferencial a la tradicionalmente
propuesta. Basados principalmente en las producciones teóricas del
Trabajo Social brasileño, pretendemos aportar algunas reflexiones que
modifican los ejes de la discusión. Iamamoto nos plantea que la cuestión
social se encuentra en la base del proceso de profesionalización del Trabajo
Social: "Es en ese contexto, en que se afirma la hegemonía del capital
industrial y financiero, que emerge sobre nuevas formas la llamada
‘cuestión social’, la cual se torna la base de justificación de ese tipo de
profesional especializado" (1997:91). Netto hace referencia a las
conexiones genéticas del Trabajo Social con la "cuestión social" (1992:14).
Si entendemos a la cuestión social como: "manifestación de las
desigualdades y antagonismos políticos, económicos y culturales anclada
en las contradicciones propias del desarrollo capitalista y poniendo en jaque
el poder hegemónico de la burguesía, atentando contra el orden social
establecido" y que "generó múltiples estrategias del poder instituido para
enfrentarla, callarla, naturalizarla, disminuirla o incorporarla" podemos
afirmar "que el surgimiento del Trabajo Social, en cuanto profesión dentro
del orden capitalista, se constituyó en una de esas diversas formas de
enfrentar la cuestión social, tanto como una cuestión de policía como una
cuestión política". (Parra, 1999:81-82) Estos elementos nos permiten
avanzar en algunas consideraciones, en primer lugar que la cuestión social
adquiere configuraciones históricas de acuerdo a las www.ts.ucr.ac.cr 8
diferentes coyunturas nacionales, regionales e internacionales, lo cual nos
permite hablar hoy de una "nueva cuestión social" y analizar qué
características adquieren estas desigualdades estructurales, propias e
inherentes al desarrollo del capitalismo. Al mismo tiempo que el Trabajo
Social encuentra en la cuestión social su justificación y base como una
forma especializada de trabajo, tal como nos plantea Iamamoto: "Como ya
fue dicho, el Trabajo Social tiene en la cuestión social la base de su
fundación como especialización del trabajo. Cuestión social aprehendida
como el conjunto de las expresiones de las desigualdades de la sociedad
capitalista madura, que tiene una raíz común: la producción social es cada
vez más colectiva, el trabajo se torna más ampliamente social, en cuanto la
apropiación de sus frutos se mantiene privada, monopolizada por una parte
de la sociedad". (1998:27) Por otra parte, y consideramos que
recurrentemente se ha definido al objeto del Trabajo Social en cuanto
"problemas sociales" creemos pertinente detenernos en el análisis que
realiza Netto en torno a este tema. El autor nos plantea que la intervención
frente a la cuestión social se realiza fragmentándola y parcializándola, y que
esto no puede ser de otra manera en el capitalismo puesto que "tomar la
‘cuestión social’ como problemática configuradora de una totalidad
procesual específica es remitirla concretamente a la relación capital/trabajo
–lo que significa poner en jaque el orden burgués"(1992:28). De tal modo
que la política social es fragmentada en políticas sociales, "las secuelas de
la ‘cuestión social’ son recortadas como problemáticas particulares (el
desempleo, el hambre, la carencia de vivienda, el accidente de trabajo, la
falta de escuelas, la incapacidad física, etc.) y así enfrentadas. (...) Así, la
‘cuestión social’ es atacada en sus refracciones, en sus secuelas
aprehendidas como problemáticas cuya naturaleza totalizante, si asumida
consecuentemente, impediría la intervención. Donde la ‘categorización’ de
los problemas sociales y de sus vulnerabilizados no sólo con su consecuente
priorización de las acciones (con su apariencia casi siempre fundada como
opción técnica), pero sobre todo con la atomización de las demandas y la
competición entre las categorías demandantes" (Netto, 1992:28-29).
Siguiendo el análisis de Netto, el Trabajo Social es institucionalizado para
llevar adelante estas políticas sociales y los trabajadores sociales
contratados por el Estado como ejecutores terminales de las mismas. Desde
aquí limitar la intervención del profesional a los llamados "problemas
sociales" es quitar sustancia, complejidad a la cuestión social, es limitar la
intervención a la lógica necesidad/ayuda o riqueza/pobreza, perdiendo de
vista el carácter de desigualdad asentado en la relación capital/trabajo, o la
relación justicia/injusticia asentada en los derechos sociales. Sin negar la
perspectiva epistemológica, pero teniendo en cuenta que muchos de los
análisis epistemológicos sobre el Trabajo Social intentan encajar a la
profesión en los parámetros del positivismo lógico, pese a que definen a la
teoría marxista (en sus diversas tendencias internas) como la base teórica
de los análisis, del www.ts.ucr.ac.cr 9 conocimiento de la realidad y de la
metodología a emplear, cuando se hace referencia al objeto se intenta
definirlo desde la estructura del positivismo lógico. Retomando el análisis
marxiano, las categorías no sólo presentan dimensiones epistemológicas
(en cuanto formas de conocimiento de la realidad), sino que también y
fundamentalmente son categorías ontológicas (que hacen referencia al ser
social). Marx nos plantea: "Como en general en toda ciencia histórica,
social, al observar el desarrollo de las categorías económicas hay que tener
siempre en cuenta que el sujeto –la moderna sociedad burguesa en este
caso- es algo dado tanto en la realidad como en la mente, y que las
categorías expresan por lo tanto formas de ser, determinaciones de
existencia, a menudo simples aspectos, de esta sociedad determinada, de
este sujeto, y por lo tanto, aun desde el punto de vista científico, su
existencia de ningún modo comienza en el momento en que se empieza a
hablar de ella como tal." (1991:56) De este modo, creemos que más que
limitarnos a poder precisar, definir o delimitar el objeto del Trabajo Social
en búsqueda de una supuesta "cientificidad" según las imposiciones del
positivismo lógico, debemos comprender que nuestra profesión se genera,
institucionaliza y desarrolla como una respuesta a la cuestión social,
trabajando con las manifestaciones de la cuestión social, y que la cuestión
social no sólo es una categoría de análisis lógica, sino fundamentalmente
histórica, con lo cual las requisiciones profesionales están históricamente
determinadas, remiten a sujetos sociales e históricos. Desde allí, nuestra
intervención profesional, no será menos científica por no poder precisar
nuestro objeto, sino que su carácter científico dependerá de la capacidad
de los profesionales de superar visiones simplificadas de la realidad, en la
búsqueda de insumos teóricos que permitan trascender el pragmatismo y
el empirismo que caracterizaron la práctica profesional, en el recurso a la
investigación científica como parte constitutiva de nuestro ejercicio
profesional y no como actividad meramente académica o de unos pocos.
Para concluir, Iamamoto nos plantea: "Uno de los mayores desafíos que el
trabajador social vive en el presente es desarrollar su capacidad de descifrar
la realidad y construir propuestas de trabajos creativas y capaces de
preservar y efectivizar derechos, a partir de demandas emergentes en el
cotidiano. En fin, un profesional propositivo y no sólo ejecutivo". (1998:20)
REFLEXIONES FINALES. Al comienzo del artículo planteamos que éste tiene
un mero carácter introductorio, quizás más orientado al debate del
colectivo profesional que a proponer una respuesta, una alternativa o una
propuesta teórico-metodológica. www.ts.ucr.ac.cr 10 En cuanto aporte a la
discusión, consideramos que los esfuerzos por elaborar definir un objeto en
el Trabajo Social, desde la perspectiva hegemónica en el campo de la
epistemología positivista, nos conduce a un callejón sin salida como
profesión, sea porque nos reduce a una mera técnica, sea porque limita las
posibilidades de intervención profesional. Creemos que debemos superar
los meros análisis epistemológicos, entendiendo que las categorías además
de tener un componente lógico tienen un componente histórico, por lo cual
son esencialmente ontológicas. Desde allí se abren posibilidades para el
análisis, la reflexión, la profundización de nuestra intervención y desarrollo
profesional. Desde allí la práctica profesional requiere, tal como plantea
Iamamoto, este desafío de lectura de la realidad, un análisis que permita
superar visiones rutinarias y estáticas, que permita poner en juego la
creatividad, las competencias profesionales, las funciones profesionales.
Consideramos que el desafío está puesto en la lectura y el análisis de la
configuración contemporánea de la cuestión social, en la complejidad de
las relaciones entre Estado y Sociedad Civil, en las relaciones entre las
clases, en las características de las políticas sociales. Es en este análisis que
podemos descubrir las posibilidades, y también las limitaciones, de nuestro
ejercicio profesional y de su consolidación como una disciplina científica.
BIBLIOGRAFÍA ANDER-EGG, Ezequiel. "La problemática de la
reconceptualización del Servicio Social Latinoamericano, a comienzos de la
década del 70." In: AA.VV. Reconceptualización del Servicio Social. Primera
Aproximación. Buenos Aires, Humanitas, 1971. EQUIPO DE CAPACITACIÓN
CELATS. La Práctica del Trabajador Social. Lima, CELATS, 1983. ESCALDA
Mercedes. Crítica a los Métodos de la Reconceptualización del Trabajo
Social. Tegucigalpa, Guaymuras, 1986. IAMAMOTO, Marilda. O Serviço
Social na Contemporaneidade: trabalho e formação profissional. São Paulo,
Cortez, 1998. Servicio Social y División del Trabajo. Biblioteca
Latinoamericana de Servicio Social, San Pablo, Cortez, 1997. KRUSE,
Herman. Introducción a la Teoría Científica del Servicio Social. Buenos Aires,
ECRO,3ra. Edición, 1976. www.ts.ucr.ac.cr 11 LIMA, Boris. Contribución a la
Epistemología del Trabajo Social. Buenos Aires, Humanitas, 3ra. Edición,
1989. MARX, Karl. Introducción General a la Crítica de la Economía
Política/1857. México, Siglo XXI, 1991. NETTO, José Paulo. Capitalismo
Monopolista e Serviço Social. São Paulo, Cortez Editora, 1992. PARRA,
Gustavo. Antimodernidad y Trabajo Social. Orígenes y Expansión del
Trabajo Social Argentino. Luján, Dpto de Ciencias Sociales/UNLu, 1999.
ROZAS, Margarita. Una perspectiva teórica metodológica de la intervención
en Trabajo Social. Buenos Aires, Espacio, 1998.

MMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM
MMMMMMMMMMMMMM

La Reconceptualización del Servicio Social en América Latina Herman C.


Kruse1 . El proceso denominado “la reconceptualización” es una nueva
corriente en servicio social, difundida ya por todo el continente
latinoamericano. Fruto de condicionantes históricas muy precisas, al
expandirse recibe por igual la aprobación de los sectores de vanguardia y la
juventud y el más enconado rechazo de los conservadores, los
comprometidos con el status quo y los haraganes mentales. Si aplicamos un
esquema dialéctico para comprender la evolución histórica del servicio
social latinoamericano – evolución que ha sido influída por igual por los
grandes acontecimientos históricos del siglo XX y por la evolución del
servicio social europeo, y en especial norteamericano – la
reconceptualización es la tercera síntesis alcanzada en el continente. En
términos gráficos esa evolución sería la siguiente: Servicio Social para
médico / Servicio Social para jurídico Û Servicio Social Beneficial ß Servicio
Social Tradicional Û Metodologismo ß Cientificismo Aséptico Û
Desarrollismo ß Reconceptualización Û ? Nos interesa resaltar que ese
proceso ni termina, ni culmina ahí. La reconceptualización lleva ya en sí los
signos de la paradoja – como toda cosa creada por el hombre – y en su seno
se gesta, tiene que gestarse, su antítesis. En la medida que el marco
conceptual del servicio social es dinámico y el medio social sobre el cual
actúa es cambiante, el anquilosamiento del servicio social significaría una
incapacidad para cumplir su vocación. 1 Herman Kruse. Trabajador Social
uruguayo. Pionero en su país en el proceso de reconceptualización del
Trabajo Social. Pastor de la Iglesia Evangélica Metodista del Río de la Plata.
Autor de numerosos artículos y libros, entre los que se encuentran:
Introducción a la Teoría Científica del Servicio Social, (1972) Editorial ECRO;
Filosofía del siglo XX y Servicio Social (1967); Aplicación de la investigación
en Servicio Social, al método de organización y desarrollo de la comunidad,
en: Un servicio social comprometido con el desarrollo (1968) Editorial
ECRO; la Reconceptualización del Servicio Social en América Latina (1971)
Hvmanitas; artículos como: La intervención del Servicio Social en la
realidad, publicado en la Revista Universitaria de Servicio Social,
Montevideo (1967) entre muchos otros. www.ts.ucr.ac.cr 2
Afortunadamente la reconceoptualización no es un bloque monolítico de
ideas y posiciones, sino todo lo contrario, es una “olla hirviente”2 en la cual
bullen tendencias y corrientes no siempre factibles de conciliar entre sí.
Quien quiera que se proponga describir qué es hoy día la
reconceptualización, se equivoca rotundamente – e incluso se autoengaña
– si cree que es posible conceptuarla y describirla como una unidad
homogénea. No creemos que nadie pueda hoy día decir: la
reconceptualización del servicio social latinoamericano es tal cosa. La
reconceptualización son los logros de no menos de 50 pequeños grupos que
discuten críticamente el servicio social desde México hasta Montevideo,
desde Lima hasta Río de Janeiro, llegando – a veces – a hallazgos muy
distintos; sin olvidar que el énfasis de la discusión de esos grupos suele ser
completamente diferente. Más aún, los grupos que iniciaron primero ese
debate crítico han pasado por períodos en los cuales los temas examinados
han ido variando con el decorrer del tiempo. Para dar una visión
aproximada de la reconceptualización nos parece indispensable, entonces
pasar revista a esos “temas generadores” (permítasenos usar una frase
acuñada por Paulo Freire, un pedagogo brasileño que ha influído
profundamente a alguno de los grupos que integran la reconceptualización)
que han acaparado la atención durante ciertos períodos. El desafío del
subdesarrollo. El arrogante triunfo de la Revolución Cubana fue un índice
acusador a las vergonzosas condiciones de vida que se daban en el
continente. Su bandera de denuncia del subdesarrollo pronto fue tomada
también por el bando contrario, cuando el presidente Kennedy ofreció al
C.I.E.S. la aprobación de la Alianza para el progreso. Aunque Cuba quedó
radiada del sistema interamericano, la ALPRO permitió una libertad de
expresión sobre los problemas sociales desconocida hasta ese momento y
sus programas sociales, además, le depararon un lugar imprevisto al
servicio social. Dos Congresos Panamericanos de Servicio Social (San José,
1961 y Lima, 1965) enrolaron al servicio social en la corriente desarrollista.
Rápidamente se difundió una nueva visión de las posibilidades de la
profesión y de las funciones del trabajador social. En general, todas las
proclamas de que el asistente social es un agente de cambio; que el servicio
social tiene un rol en el desarrollo, etc., etc., no pasaron del mero
verbalismo. Y así, poco a poco se le empezaron a ver las goteras al
desarrollismo. En 1955, al realizarse en Porto Alegre, Brasil, el I Seminario
Regional Latinoamericano de Servicio Social, por primera vez se agarró el
toro por las guampas y se insinuaron cosas que difícilmente se podían decir
en las grandes reuniones oficiales. Se empezaron a analizar con una lupa las
graves fallas del servicio social tradicional y el cientificismo aséptico y – sin
salir todavía del desarrollismo – se comenzó a ver el rol revolucionario del
servicio social. 2 Los conceptos adelantados en este trabajo, en su mayor
parte, están siendo desarrollados en un libro que se denominará “En la olla
hirviente – Un análisis de las nuevas corrientes en el servicio social
latinoamericano”. www.ts.ucr.ac.cr 3 Paso a paso, el aporte marxista y la
libertad de expresión que existían en Uruguay y en Chile, facilitaron ver las
cosas desde otro ángulo. No hay una, sino dos concepciones del
subdesarrollo: la que lo considera la etapa anterior al desarrollo, y la que lo
considera el precio del desarrollo de unos pocos. Para la primera, la
superación del problema del subdesarrollo es simplemente un asunto de
inversiones racionales en infraestructura, en promoción humana, etc., etc.,
El pasaje del subdesarrollo al desarrollo, es un proceso continuo. Para la
segunda, el pasaje del subdesarrollo al desarrollo implica la ruptura de las
relaciones de dependencia y una real y auténtica revolución. Por supuesto
que las funciones del servicio social en una y otra concepción, son
notoriamente diferentes. El mismo tipo de programas exige una
concepción, objetivos y una ejecución diferentes. Por ejemplo, en ambas
concepciones se habla de la necesidad de educación, pero una cosa es
educar con métodos tradicionales para integrar al hombre al sistema, y otra
muy diferente educar, mediante técnicas de concientización, para ayudar
al hombre a desalienarse y desmasificarse. Frente al baremo
“subdesarrollo” hay en la reconceptualización una pluralidad de posturas
que van desde el más cerrado desarrollismo – y en algunos países ya esto
es vanguardia -, hasta un abierto revolucionarismo. No hay – y realmente
consideramos que son dos cosas incompatibles – quien dentro de la
reconceptualización defienda el status quo. La necesidad de una teoría
viable. Tradicionalmente el servicio social cultivó un olímpico desprecio por
la teoría. Todo el énfasis se centraba en la práctica. Y el contenido de esa
práctica oscilaba al vaivén de las modas mundiales. Cuando esa acción
comenzó a resultar insatisfactoria para una generación de profesionales
jóvenes que aspiraban, no ya a una vana acción asistencial, sino a una
verdadera praxis profesional en un continente subdesarrollado, quedó en
claro que el servicio social latinoamericano carecía de una teoría propia. Lo
que se denominaba teoría del servicio social – y reiteramos, se la
consideraba con bastante desprecio – era un conjunto de ideas generadas
por otras disciplinas o importadas de Europa y los EE.UU. Nadie se ocupaba
de poner al día los aportes de las otras ciencias, a menudo más dinámicas
que el trabajo social. A nadie se le había ocurrido que el marco filosófico del
servicio social, podía estar totalmente caduco. Y por supuesto, nadie creía
– ni tampoco tenía el instrumental – que de la práctica del servicio social se
podían extraer conocimientos científicos para enriquecer la teoría del
trabajo social. Todo esto fue sacudido hacia 1965 cuando un grupo de
trabajadores sociales argentinos, hace el descubrimiento del ECRO. La sigla
pertenece al psiquiatra Pichón Riviere y significa “esquema conceptual
referencial y operativo”. En una serie de trabajos Juan Barreix ha explicado
minuciosamente el tema. Lo central es que el trabajo social no puede ser ya
más un mero repetir acciones sin sentido. Las operaciones del servicio social
tienen que estar orientadas por un esquema conceptual referencial
pertinente. De 1965 en adelante, no sólo en Buenos www.ts.ucr.ac.cr 4
Aires, sino en casi todos los centros universitarios de los países del sur, se
inicia la búsqueda de una teoría del servicio social latinoamericano. Dos
cosas se clarifican rápidamente: si el servicio social quiere ser científico
debe ser una praxis; la acción del servicio social debe ser una respuesta apta
ante el desafío que plantea la realidad. Sobre esas bases la búsqueda se
continúa hasta hoy, a ratos con más ansias que logros. Pero en un lustro, se
ha avanzado bastante por ese camino. Es lamentable, sin embargo, que
habiendo partido de bases diferentes no todos los hallazgos se pueden
enriquecer mutuamente, y a menudo hay una repetición de etapas ya
superadas por otros. Sin dudas, el Documento de Araxá (1967) fue un
aporte altamente valioso para replantearse y repensar todo el problema de
la teoría del servicio social. Para muchos está superado también, el
problema de los niveles de teoría en ciencias sociales. Sin embargo, falta
todavía para que alguien, tomando aportes de aquí y de allá, pueda
presentar en un todo homogéneo, una teoría del servicio social
latinoamericano eficiente como marco conceptual de la acción. El
desgarramiento ideológico. Durante el período metodologista el servicio
social se mantuvo afiliado a la corriente que sostenía el fin de las ideologías.
Lo cual era una forma muy sutil de mantenerlo enrolado en las filas de la
ideología del sistema o en el existencialismo, con el marxismo o con
cualquier corriente de pensamiento que no fuera insospechadamente
“occidental y cristiana”. Dos trabajos presentados en el II Seminario
Regional (Montevideo, 1966) demostraron lo contrario, y a partir de ahí
comenzó a desgarrarse el velo ideológico que alienaba a los profesionales y
a la profesión. Nos correspondió ser los pioneros en ese campo cuando ese
mismo año publicamos un trabajo sobre “Ideologías y servicio social” en la
revista “Cristianismo y Sociedad”. A partir de ahí se han esbozado una
variedad de tendencias ideológicas diferenciables, cada una de las cuales
tiene su centro de irradiación en distintos grupos y escuelas. Por lo menos,
conocemos dentro de la reconceptualización colegas que representan la
ideología de los siguientes partidos: Partido Democrata Cristiano, M:A:P:U.,
Partido Socialista, Partido Comunista, Movimientos de vanguardia (VR,
MIR, Tupamaros, etc.), Partido Social Demócrata, Partido Radical, etc. Los
nombres de los partidos varían de país en país, pero las ideologías no. No
conocemos dentro de la reconceptualización gente que represente la
ideología de los llamados Partido Conservador, Partido Liberal, Partido
Repúblicano, etc. Frente a los viejos colegas que nunca discutieron el tema
ideológico por desconocerlo o por considerarlo un tabú, se plantan hoy día
los sostenedores de las ideologías de cambio, e incluso un sector juvenil
altamente radicalizado para el cual el marco ideológico del servicio social
sólo puede ser la ideología del proletariado. Los estudios sobre ideologías
del equipo ISAL (Iglesia y Sociedad en América Latina) y los trabajos de
Althuser, han hecho aportes fundamentales a este proceso. A la inversa, la
situación de represión política en algunos países, donde los campos de
www.ts.ucr.ac.cr 5 concentración y las torturas funcionan en todo su
maléfico esplendor, le ha puesto poderosos frenos. Notoriamente, donde
el servicio social ha tenido mayor libertad y mayores incentivos para
analizar el tema ha sido en Chile. La presencia de Paulo Freire allí, durante
muchos años, sirvió además como catalizador de inquietudes. También en
Colombia la sombra de Camilo Torres y la presencia de los sacerdotes de
Golconda han servido para que se postularan posiciones de vanguardia. En
varios países el estudio de las ideologías ha interesado a los colegas jóvenes
como tema de tesis de grado. Creemos que si se siguen difundiendo en el
continente los frentes populares, al estilo de Unidad Popular de Chile o el
Frente Amplio del Uruguay, los mismos van a resultar una arena valiosa
donde los colegas de distintas tiendas políticas podrán dialogar en función,
no del entendimiento teórico, sino de la ideología indispensable para la
acción. El afán científico. La inquietud por convertir al servicio social en una
ciencia ya estaba implícita en la corriente metodológista, pero la falta de
capacitación de los colegas y el desconocimiento del instrumental
indispensable, impidieron que esa vocación se desarrollara. Varios factores
incidieron últimamente para que ese afán se convirtiera en algo concreto.
Ya hemos mencionado las inquietudes y la búsqueda de los grupos ECRO.
También fue factor importante la visita de Ernst Greenwood a América
Latina. Tanto sus ideas, como las críticas que se le formularon dieron lugar
a otro centro de búsquedas en Chile. En una línea diferente, también el
grupo que dirige Enrique Di Carlo en Uruguay, está comprometido en
investigaciones de lento proceso pero absoluta seriedad científica. El afán
científico corre el peligro de alcanzarse, a veces, en términos demasiado
descomprometidos. Indudablemente, un servicio social que aspire a ser
significativo debe ser eficiente. Pero esa eficiencia no puede lograrse al
precio de ayudar al “stablishment” a consolidarse cada vez más. El
perfeccionamiento de la investigación, la administración, la coordinación,
etc., sólo tienen sentido cuando el servicio social es una verdadera praxis.
El mero afán científico que no comprenda esto, apenas sirve para teorizar
en el vacío. ¿Cuáles podemos considerar que son los logros científicos de la
reconceptualización? A nivel de la teoría, se ha comprendido que la teoría
del servicio social no es, ni puede ser un “colage” de ideas y conceptos
compilados aquí, allá y acullá. La teoría del servicio social es un todo
armónico de conocimientos provenientes de las ciencias sociales, la
filosofía y el propio hacer profesional, que permite comprender y orientar
el por qué, el cómo y el cuando de la acción profesional. A nivel de la
práctica, el afán científico ha ayudado a comprender que la acción
profesional debe ser incisiva, eficiente, comprometida y tener como meta
final un cambio social profundo. www.ts.ucr.ac.cr 6 Creemos que en el
actual servicio social latinoamericano se esbozan por lo menos tres
corrientes de búsqueda científica. Podemos denominar a una la corriente
“praxeológica”, se sirve como herramienta fundamental del concepto de
“prácticateoría” enunciado por Althuser, utiliza sistemáticamente el
materialismo histórico y el materialismo dialéctico como métodos de
comprensión de la realidad y cómo filosofía respectivamente, y tiene uno
de sus focos de expresión más consistentes en el Centro de Estudiantes de
la Escuela de Servicio Social de la Universidad de Concepción, en Chile.
Podemos llamar a la segunda la corriente “logicista”. Explota el vasto campo
abierto por el empirismo lógico o neo-positivismo – que aún dista mucho
de ser una veta agotada – pero evita caer en su asepticismo. Este segundo
aspecto varía de lugar en lugar, en función de la realidad política de cada
país. En esta corriente podemos ubicar al ya mencionado grupo de Di Carlo,
al Instituto de Servicio Social de la Universidad de Chile, al CBCISS (Brasil),
etc. Finalmente, podemos llamar a la tercera corriente “lógico-
matemática”. A través de un lenguaje inédito para el servicio social trata de
convertir éste en una nueva ciencia cuyo objetivo es diseñar modelos
planificados alternativos en el área de la vida cotidiana. Su epicentro son
los trabajos del arquitecto chileno Antolín López. La creatividad
metodológica. El servicio social norteamericano creó sus métodos como
respuesta al desafío que le planteaba el medio a la profesión, para
profundizar y perfeccionar su acción. Nosotros recibimos esos métodos y
tratamos de transplantarlos acríticamente. El resultado fue realmente
frustrante. América Latina no tenía “agencias” sino instituciones –a menudo
calcadas del derecho europeo – en las cuales operaba una oficina, un
departamento o una división de trabajo social. Cuando caso, grupo,
comunidad, investigación y administración empezaron a difundirse entre
nosotros, no se logró con ellos la eficiencia esperada. Con un complejo de
inferioridad digno de mejor causa, los colegas se echaron las culpas del
fracaso a sí mismos, y no se les ocurrió pensar que a lo mejor el trasplante
no era viable. La reconceptualización se ha dado cuenta que en nuestro
continente el servicio social, cuantitativamente, ha hecho mucho, pero
cualitativamente ha logrado muy poco. A fines de 1968 era notoria y
difundida la preocupación por hallar medios de acción más eficaces. Se
abrieron así dos líneas de búsqueda, una interna y otra externa. La línea
externa se orientó al conocimiento y la adaptación de los nuevos
instrumentos creados por las otras ciencias sociales. Hubo un sano y fuerte
interés en la concepción de la subcultura de la pobreza de Oscar Lewis, en
el método de conscientización de Paulo Freire, en las técnicas conflictivas
de Saul Alinsky, en los instrumentos para formular tipologías, en los aportes
de la psicología del yo, etc., etc. La búsqueda interna se orientó a revisar la
metodología tradicional del servicio social. Es así como se pone de moda la
expresión “Metodología básica”. La búsqueda metodológica sigue hoy día
tres vías diferentes. Una, que tiene su centro en Brasil y www.ts.ucr.ac.cr 7
hasta ahora ha logrado su expresión máxima en los trabajos preparatorios
(José Lucena Dantas y Tecla Machado Soeiro) y en el Informe de
Teresópolis. Luego de penetrar profundamente en lo que es el “método”
para el trabajo social, se procura crear procedimientos similares para las
distintas opciones operativas o procesos (caso, grupo, comunidad)
haciendo adaptaciones de las pautas ponderativas del P. Lebret. La otra,
tiene su centro en la Escuela de Servicio Social de la universidad Católica de
Chile. Primero, procuró la “integración de métodos”, es decir, aplicar
conjuntamente caso, grupo y comunidad, para ir viendo, poco a poco que
esas opciones operativas no son métodos, sino que el trabajo social en sí es
un método. Desde hace dos años esta Escuela ha abandonado la enseñanza
y el ejercicio de los métodos tradicionales y se ha lanzado de lleno a
formular una metodología autóctona válida para la realidad
latinoamericana. Los pasos más importantes en que se descompone el
método, son: La observación temática; El diagnóstico diferencial; La
planificación; La ejecución; La evaluación. A primera vista los pasos no
difieren sustancialmente de los del “método administrativo” pero su
contenido es sensiblemente diferente, porque lo que se procura es una
acción de promoción humana para que el hombre sea el sujeto de los
cambios históricos indispensables, que reclama nuestra realidad
dependiente y subdesarrollada. En esta corriente las acciones de tipo
asistencial son reducidas al mínimo. La tercera, finalmente, se orienta a un
estudio en profundidad de los métodos tradicionales evaluando sus
posibilidades en la realidad continental y proponiendo las modificaciones
indispensables. En esa línea se orientan los trabajos de Reneé Dupont,
Natalio Kisnerman, Arlette Braga y otros con respecto a grupo. Los trabajos
de Vera Holz y Angela Vigetti con respecto a investigación. Los trabajos de
María Lucía Carvalho da Silva, Ezequiel Ander Egg, Helena Iracy Junqueira,
César Rodriguez, Osvaldo Roggi y el autor de este trabajo, con respecto a
comunidad. Los de Seno Cornely y Carlos Campos Jiménez con respecto a
planificación, etc. Curiosamente no sabemos de nadie que este trabajando
a ese nivel con el método de caso. La Renovación Institucional. Sería
inexacto negar que la reconceptualización nació en los países del Atlántico
Sur (Argentina, Brasil y Uruguay), como desconocer que en casi todo el
resto del continente había colegas y grupos que vivían las mismas
preocupaciones. Faltaba un medio de comunicación para que esas
inquietudes se expresaran. La misma función que cumplieron localmente
los Seminario Regionales vinieron a cumplirla en escala continental los
encuentros patrocinados por el I.S.I. (Instituto para la Solidaridad
Internacional, de la Fundación Konrad Adenauer). A partir de la reunión de
Caracas (1969) podemos afirmar que la reconceptualización es ya un
movimiento continental. www.ts.ucr.ac.cr 8 Esto tuvo como repercusión
una nueva preocupación por el problema institucional. Por un lado, la joven
generación, que había denostado y criticado los encuentros internacionales
(de los cuales su voz y sus opiniones habían sido sistemáticamente
eliminadas por las “papisas” y las “vírgenes iracundas”) comenzó a ver estos
encuentros con una nueva óptica. Es evidente que en el futuro los
encuentros internacionales de servicio social en América Latina ya no serán
más un prado apacible donde las “vacas sagradas” pueden rumiar sus
latosas indigestiones de textos norteamericanos. Sin lugar a dudas van a ser
activas reuniones a las que se lleva debajo del brazo “Populorum
Progressio” y los libros de Marcuse y que se celebran bajo la invisible
sombra de algunos mártires del siglo XX como Martín Luther King, Camilo
Torres y el Che Guevara. Por otro lado, la gente de la reconceptualización
ha debido replantearse – a veces con cierta angustia – el problema de las
instituciones de servicio social. Ya hemos mencionado cómo buena parte
de ellas son el fruto de una copia textual de leyes europeas. Otras, son
todavía un tardío remanente de la caridad católica y la filantropía masónica
del siglo XIX. Ni unas ni otras tenían nada que ver con la metodología que
el servicio social había creado en los EE.UU. ¿Cómo introducir en ellas la
reconceptualización? Hay dos respuestas a la pregunta. Para una corriente,
es indispensable permear las viejas instituciones con las ideas nuevas
¿Cómo? Aprovechando todas las fisuras del sistema. En ciertas realidades
nacionales esta es la única respuesta viable, porque las dictaduras no
permiten la apertura de instituciones nuevas que tengan como meta el
cambio social. Para la otra corriente la respuesta es abandonar esas viejas
instituciones anquilosadas y crear las nuevas, que requieren una nueva
concepción del trabajo social. También comprendemos que esa es la única
respuesta viable para algunos colegas que por sustentar ideas diferentes no
encuentran trabajo en las viejas instituciones. Hay quienes, sin embargo,
sostienen que ese abandono de las viejas instituciones debe ser una política
sistemática de los trabajadores sociales, en el entendido que ya nada se
puede esperar de las instituciones que han sido asimiladas por el sistema y
que un cambio radical y profundo exige instituciones nuevas, no
contaminadas con la vieja sociedad. El compromiso existencial. Para ser
sinceros, debíamos haber puesto este subtítulo entre comillas porque la
expresión no es nuestra, sino de Ezequiel Ander Egg, una de las personas
que más ha aportado y más se ha preocupado por la renovación del servicio
social. Está claro que el ejercicio del servicio social como profesión no es
algo desconectado de la vida profesional cómo vocación vital. No podemos
ser asistentes sociales de 9 a 16 horas y después “viva la pepa”. Al decir esto
no le estamos pidiendo al trabajador social que sea un monje laico ni un
apóstol, ni un guerrillero. Simplemente reclamamos una elemental
coherencia entre la vida profesional y la vida personal. Para algunos jóvenes
ese compromiso existencial debe ser llevado a sus últimas consecuencias
en el entendido que un correcto ejercicio del servicio social exige una
actitud de desclasamiento. Así en distintos lugares de Argentina, Chile y
Colombia, www.ts.ucr.ac.cr 9 hemos conocido jóvenes profesionales que
renegando de su origen burgués se van simplemente a vivir en una villa
miseria, una callampa o un tugurio para compartir plenamente la vida con
los pobres. Tenemos serias reservas ante estos intentos de desclasamiento
y no somos nada optimistas con respecto a sus posibles logros. La otra
forma de compromiso existencial es lo que podríamos llamar la corriente
“globalista”. Tradicionalmente, el servicio social nunca se observó a sí
mismo, ni en proyección, ni en perspectiva. Muchas veces hemos repetido
la frase: el servicio social se auto-considera el ombligo del mundo. Hoy día,
el servicio social latinoamericano vive una revolución copernicana. Ha
comprendido que no es el centro del mundo y ha comenzado a visualizarse
como un producto de la cultura global de la cual es parte. Esa comprensión
aventa los sueños utópicos de quienes apenas pueden ver las cosas desde
la microóptica de una disciplina particular. Y de esa comprensión globalista
del servicio social parten muchas líneas. Una que lo engarza con el conjunto
de las ciencias sociales. Otra, que lo relaciona con las corrientes filosóficas
de peso en el mundo contemporáneo. Otra, que lo lleva a mirarse a sí
mismo con realismo y con fé. Y otra, finalmente, que ayuda a concebirlo
como lo que debe llegar a ser, es decir, un instrumento liberador del
hombre, para que éste prosiga el proceso de su liberación y de su
conversión en un autor responsable de su vida y de su historia. Al historiar
dialécticamente la evolución del servicio social latinoamericano, colocamos
como antítesis de la reconceptualización, un signo de interrogación. El día
que ese signo de interrogación tenga un nombre y un contenido, la
reconceptualización habrá dejado de ser la vanguardia y quienes se aferren
a ella sólo serán – como son hoy los tradicionalistas y los cientificistas
asépticos- un mero fósil que ya nada tiene que decir. Bienvenida sea la
interrogante, ya que ella es parte – perdónesenos la redundancia – del
proceso de humanización del ser humano, meta final del servicio social.
Montevideo, 1971. Centro de Estudiantes de la Escuela Universitaria de
Servicio Social. Universidad de la República.
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La Reconceptualización Hoy: Trabajo Social Crítico. Primera Parte: La


Reconceptualización y el Trabajo Social Crítico en los 70s. Por: Alberto José
Diéguez. Octubre de 2005 Es parte del libro “La otra mirada al proceso de
reconceptualización del Trabajo Social Argentino (en elaboración).
Agradezco la revisión y discusión del texto realizada por los profesores Juan
B. Barreix y Ethel Cassineri. www.ts.ucr.ac.cr 2 La Reconceptualización Hoy:
Trabajo Social Crítico. Primera Parte: La Reconceptualización y el Trabajo
Social Crítico en los 70s. 1. Introducción. Algunos colegas, muy
equivocadamente piensan que deseamos instalar la Reconceptualización
de los años 60, en el actual momento histórico. Nada más equivocado, y en
algunos casos, nada mas malicioso, que esto. Si bien hay ideas, principios
de esa época que deben mantenerse, el actual momento histórico es
diferente, en lo político, lo social, lo económico. El inicio de la
Reconceptualización se opera en un mundo bi-polar que ya no existe; en el
que todavía no se habían operado las grandes transformaciones en las
tecnologías de la comunicación; ni se vivía el calentamiento del planeta y
todavía existía la idea acerca de la posibilidad de un “Estado de Bienestar”,
cuando hoy ese Estado se ha desmoronado día a día y se han esfumado las
posibilidades de implementación de sus propuestas. También la
“reconceptualización” adoleció de errores, ya señalados en esa época, de
los que es necesario extraer enseñanzas y buscar nuevos caminos. Cómo ya
lo he explicado en otra parte de este libro, la “reconceptualización” en
nuestro país, no apareció por generación espontánea, surgió como
producto de un proceso social y político, por factores estructurales, en el
que no estuvo ausente, ni la llamada “guerra fría”, ni el accionar de partidos
políticos europeos, ni las “usinas intelectuales” del primer mundo. Veamos
cual es, la situación de nuestro país: “...al momento del golpe de Estado del
24 de marzo de 1976, la deuda argentina ascendía a 5800 millones de
dólares, lo que hacía que cada habitante debiese 320 dólares per cápita. En
2005, antes de concretar la reestructuración, había crecido a 191.000
millones de dólares, y cada argentino debía 5700 dólares. (...) En 1976 los
asalariados participaban del 48 por ciento de la riqueza nacional. (...) En ese
período, la deuda creció un 323 por ciento, y en la década del 90, el
incremento fue del 122 por ciento. “Estos períodos coincidieron con un
formidable proceso de desindustrialización y destrucción del trabajo
nacional”. Fuente: Exposición de Cristina Fernández de Kirchner, en el
Seminario del Observatorio Argentino, de la New School University,
trascripto en Página 12, del día 14 de septiembre de 2005, por Sergio
Moreno, en el artículo “Peor sería no aprender la lección del FMI”.
www.ts.ucr.ac.cr 3 En el período que va de 1989 a 2002, el gobierno aplicó
la receta liberal a ultranza, “achicando el Estado” y privatizando empresas
públicas rentables, en sectores estratégicos como el petróleo, gas, centrales
eléctricas, comunicaciones, bancos, que fueron a caer en manos de
banqueros, monopolios y multinacionales, dejando a 350.000 empleados
estatales despedidos; ingresó en 1992 al Plan Brady y recibió el apoyo del
capital financiero internacional. Tras estas políticas, el desempleo trepó
desde el 7% hasta aproximadamente el 20% en 1995 (Fte.: INDEC), es decir
que unos 3 millones de argentinos están desocupados o subocupados, para
esa época. Por otra parte, la Nación transfirió los gastos educativos y en
parte de salud a las provincias, sacándose de encima las inversiones y gastos
en éstas áreas. Veamos lo que dice el Informe “Programa Derechos
Económicos, Sociales y Culturales”, realizado por el CELS – Centro de
Estudios Legales y Sociales, en 19991 : “Estas políticas tuvieron un claro
impacto sobre la distribución de los ingresos. Según los datos oficiales2 en
mayo de este año, una persona perteneciente al décimo más rico de la
población ganó 25 veces más que una del décimo más pobre. Hace dos años
atrás esa distancia era 23 veces, hace nueve años 15 veces y a principios de
los años 80: 8 veces. En Argentina actualmente conviven dos sociedades:
una con ingresos similares a los del Primer Mundo; y otra con salarios como
los de Asia y África. En nuestro país, un quinto de la población se apropia
hoy de más del 53% de los ingresos. La falta de trabajo afecta en Argentina
al 13,8 % de la población económicamente activa. Es decir, 1.833.000
personas se encuentran desocupadas, según las mediciones del mes de
octubre de 19992 conformando la tasa de desempleo más alta registrada
en la década del ’90, con excepción de 1995 y 1996 (18,4%), años que
reflejaron la crisis del Tequila. Sin embargo, son 3,8 millones las personas
con problemas de empleo en el país, ya que existen además 1.959.000 que
se encuentran subocupadas (personas que trabajan menos de 35 horas
semanales, aunque quisieran trabajar)”. “Pero además de la diferencia en
la distribución de la riqueza por clases sociales y segmentos laborales, existe
un impacto diferenciado del ajuste por regiones del país. Mientras la Ciudad
de Buenos Aires tiene un ingreso per cápita de 25.654 dólares al año, la
provincia de Santiago del Estero tiene sólo 2.308 dólares al año, lo que
marca una relación de 11 a uno entre distritos de un mismo país. Mientras
en la Ciudad de Buenos Aires las cifras de mortalidad en la infancia están
apenas por debajo de los niveles de los países medianamente desarrollados
(13,1 por mil), las cifras del Chaco son similares al promedio 1 Este estudio
fue realizado, por los abogados Eugenia Contarini, Carolina Fairstein, Juana
Kweitel, Diego Morales, Julieta Rossi. Buenos Aires, diciembre de 1999. 2
Encuesta Permanente de Hogares, INDEC, 2do. Trimestre 1999.
www.ts.ucr.ac.cr 4 nacional de 20 años atrás y se asemejan a los niveles de
los países más pobres de África (32,8 por mil).” Según el INDEC, (segunda
mitad de 2004) “el 40,2% de la población —15 millones de personas— es
pobre, de los cuales el 15% —casi 6 millones— son indigentes. Estos altos
niveles de indigencia y pobreza se deben a que mayoritariamente los
ingresos de los hogares pobres proviene de trabajadores en negro,
beneficiarios de planes sociales, jubilados y desocupados. Y esos sectores o
siguen sin empleo, tienen ingresos congelados o ha recibido aumentos
inferiores a la suba de los precios de los productos básicos, en especial los
alimentos. Así, los datos del primer trimestre de este año marcan que el
70% de la gente que trabaja —en blanco y en negro— gana menos de 800
pesos mensuales, que es casi el umbral de pobreza de una familia tipo.”
Fuente: Boletín Argentino Nº 239, 11 de septiembre 2005. En nuestro país,
hay actualmente, “once millones de personas que viven con menos de dos
pesos diarios; un 25% de desocupados y subocupados; un millón de chicos
que trabajan o mendigan; cerca de un 50% de la población por debajo de la
línea de pobreza.” “En total suman 718.000 los jóvenes y adolescentes
desocupados, sobre 1,8 millón de personas sin trabajo. A su vez, la tasa de
desempleo juvenil alcanza al 26,3%, más que duplicando el promedio
general. Estas cifras fueron difundidas, en un Seminario sobre Trayectorias
Laborales realizado en el Ministerio de Trabajo. El Informe sobre desempleo
marca que la desocupación golpea con más fuerza a los jóvenes y que "la
probabilidad de los jóvenes de estar desempleados es 3 veces mayor,
mientras entre los adolescentes es 4 veces superior a la de los adultos". De
los 718.000 jóvenes desocupados, 387.000 son varones y 331.000 mujeres.
Pero en relación a la cantidad de gente en actividad, la tasa de desempleo
entre los varones de 15 a 24 años es del 24,1% y entre las mujeres asciende
al 29,5%. El desempleo juvenil se concentra en los grupos sociales más
vulnerables. Y en especial en las mujeres y los menos educados.” Fuente
Boletín Argentino, Nº 239, septiembre de 2005. Un estudio realizado por la
Fundación Favaloro, en conjunto con la Universidad de Massachussets de
los Estados Unidos, presentado en el XXXII Congreso Argentino de
Cardiología, (Octubre 2005), demuestra que se han producido “20.000
muertes cardíacas más que lo habitual entre abril de 1999 y diciembre de
2002”, época en Argentina en que se produjo el llamado “corralito” en
plena inoperancia, durante la presidencia del radical, Fernando de la Rúa.
En declaraciones al diario La Nación, de Buenos Aires, el doctor Enrique
Gurfinkel, jefe de la Unidad Coronaria de la Fundación Favaloro y autor
principal del estudio, expresaba: “Esta es la primera información
epidemiológica oficial mundial de una crisis financiera, social y económica
que se asocia a mayor mortalidad e infarto. Hubo argentinos que sufrieron
infarto por www.ts.ucr.ac.cr 5 torpeza en el manejo de la cosa pública. Una
proyección nacional haría presumir que hubo 20.000 muertes coronarias
más entre 1999 y 2002. Esto debería servirnos de advertencia, ya que, si
vuelve a pasar, los responsables de tomar las decisiones estarían
provocando un genocidio".3 Veamos ahora muy brevemente, algunos
datos sobre América Latina: “Cerca del 50% de los 550 millones de
latinoamericanos vive con menos de 2 dólares diarios (1,6 euros). Si
América Latina no crece a un ritmo sostenido del 5% o el 6%, la reducción
de la pobreza al 50% para el año 2015, prevista en los Objetivos se
jerarquiza del Milenio, será imposible, según todos los cálculos. Un mayor
ahorro interno, que en América Latina sólo representa el 18% del PIB contra
el 30% en otras regiones, y la expansión económica son fundamentales para
crecer sin retrocesos y fortalecer la democracia.”4 En los 70s tanto la
Argentina como América Latina, contaban con empresas públicas en los
sectores más estratégicos de su economía y el papel del Estado era
importante, en la consecución de los proyectos nacionales. Hoy esas
empresas se han privatizado, se jerarquiza más el interés económico, que
el interés nacional y se ha entrado de lleno en una economía de mercado.
La democracia liberal implementada, se encuentra con una débil
ciudadanía, y con una tradición de fuerte intervencionismo corporativo. Es
por demás evidente, que las respuestas que daba la Reconceptualización
en los 60-70, no pueden ser las mismas, que debe dar hoy, dado que se
necesita de mayor creatividad, de mucho mayor profesionalidad, de
soluciones inteligentes y de capacidad de los diferentes actores, para una
interacción estratégica para definir políticas institucionales a nivel jurídico,
político, económico y social. 2. El Trabajo Social Crítico, en el 70. El concepto
de Trabajo Social Crítico fue acuñado hacia 1973, en la Escuela de Servicio
Social de Posadas, de la Universidad Nacional del Nordeste (posteriormente
Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones). El
mismo figura en varios documentos de la época como la ponencia, titulada
“Servicio Social y Realidad Nacional”, presentada por la Escuela de Servicio
Social, de la Universidad Nacional del Nordeste, a la Convención Nacional
de Trabajadores Sociales, realizada en la ciudad de Olavarría, Provincia de
Buenos Aires, en octubre de 1973: en el trabajo Okada, C. (1973) “Las 3
Artículo “La crisis económica causó 20.000 muertes cardíacas”, firmado por
Fabiola Czubaj. La Nación, Buenos Aires, 8 de octubre de 2005. 4 El País,
Internacional, Reportaje de Juan Jesús Aznávez – 15ª Cumbre
Iberoamericana. “América Latina, fábrica de emigrantes”, 12 de octubre de
2005. www.ts.ucr.ac.cr 6 Ciencias Sociales, el Servicio Social y la Realidad
Nacional”. Curso para graduados 1974 – Licenciatura en Trabajo Social.
Universidad Nacional de Misiones. Facultad de Ciencias Sociales y en mi
respuesta, a la encuesta realizada por la Revista Selecciones de Servicio
Social, Nº 26, 2º cuatrimestre de 1975, reproducida en el libro “Desafío al
Servicio Social ¿Está en crisis la Reconceptualización?” Editorial Hvmanitas,
Buenos Aires, 1976, Págs. 25-32. Más tarde la expresión Trabajo Social
Critico vuelve a aparecer en nuestro país, en mi libro “Planificación y
Trabajo Social”, editado por la Editorial Hvmanitas, en 1987, en su Tercera
Parte, página 59, que reproduce la serie de conferencias que dictara en el
VI Encuentro Regional de Escuelas de Servicio Social, realizado en
Corrientes, en el año 1983. Hace precisamente treinta años atrás, se
vislumbraba entre un núcleo de profesores de la Escuela de Posadas, la
necesidad de acuñar un nombre diferente al de “reconceptualización”, para
un proceso del que se habían apropiado las más contradictorias ideologías,
que sufría graves distorsiones que pretendían ubicarlo en los caminos
reformistas y de “actualización” y que no había podido todavía substraerse
de la verborragia revolucionaria, disociada de una práctica crítica.
Detengámonos en este aspecto. Un Trabajo Social que pretenda liberar y
construir una sociedad liberada, precisa de nuevos instrumentos, nuevas
metodologías y una nueva concepción acerca de determinados aspectos de
su quehacer profesional. En aquel momento muchos adherían y adherimos
a la pedagogía del oprimido y al método psicosocial de Paulo Freire; pero
muy pocos sabían implementar en la práctica dicha metodología y cuando
lo hacían aplicaban las metodologías tradicionales, con un lenguaje y ropaje
“nuevo”, que poco tenía que ver con las enseñanzas de Paulo Freire. A más
de eso, considerábamos que un Trabajo Social Crítico, de ninguna manera
podía agotarse en una tarea concientizadora. Estas prácticas continúan hoy
día, a tal punto de que hace poco tiempo atrás, presencié una conferencia
supuestamente encuadrada dentro de la metodología de Paulo Freire y en
el contexto de una institución que se ubica en su pensamiento, en la que se
enseñaba el pensamiento lateral de Edward de Bono y se daban ejemplos
de la aplicación del método de los seis sombreros, que representan las seis
maneras de pensar, en su aplicación a la venta de automotores de una
conocida marca, al público japonés. Nadie piense que el pensamiento de
Paulo Freire, se re-conceptualizó a tal punto de enseñar a vender
automóviles, pero en tiempos de neo-liberalismo, estas cosas también
pueden pasar. Como yo era el siguiente orador, entre mi asombro y estupor
y el de algunos de los muchos asistentes, traté de dar mi visión acerca del
pensamiento de Paulo www.ts.ucr.ac.cr 7 Freire, pero que decir ante
tamaño dislate. De estos ejemplos cuento varios en mi haber. Un segundo
ejemplo. El método de estudio-acción y más tarde las metodologías de
investigación-acción y de investigación-acción-participativa, como la
propuesta por Orlando Fals Borda y la Rosca colombiana de investigación,
eran en el mejor de los casos reconocidas a nivel intelectual, pero la
implementación en la práctica de esas metodologías, brillaba por su
ausencia. Metodologías tradicionales, además de estar mal implementadas,
recibían el nombre de investigación-acción o similares, sin responder
mismamente a los principios básicos de esas metodologías, ni a los
presupuestos teóricos. Lo curioso del caso, es que actualmente se continúa
con estas prácticas y con las “pseudo-denominaciones”. Pero además esas
nuevas y necesarias metodologías, precisaban apoyarse en técnicas
anteriores desarrolladas en el ámbito de las ciencias sociales americana o
europea. No puede concebirse realizar investigación-acción, sin una buena
base en materia de observación y registro, método que deviene de la
antropología social y en la que encontramos una masa de literatura muy
vasta. Pero tampoco la implementación de esta metodología termina ahí.
Se necesita contar con un esquema conceptual de referencia, con
conocimientos de las ciencias sociales, con habilidades sociales y actitudes
de compromiso para la inserción, conocimientos y destrezas para la
motivación y activación de grupos sociales, con vista a procesos de acción
social. Quién quiera hacer investigación-acción no puede prescindir de ello
y menos desdeñar los aportes provenientes de otros países, privilegiando
el mero discurso político. Veamos otro ejemplo. Sabemos que toda acción
debe apoyarse minimamente en un diseño de proyecto de intervención,
caso contrario estaríamos actuando en una forma anárquica, improvisada,
empirista, sin la planificación necesaria para resolver los problemas
sociales. Esas metodologías, provenientes de diferentes disciplinas sociales,
en general nunca fueron aplicadas en el análisis de objetivos, de
alternativas, de recursos, de los sectores involucrados y mucho menos
transferidos a los sectores populares y sus organizaciones, para ir
generando un proceso participativo y democrático. Por el contrario fueron
siendo suplantados hasta hoy día, en que se registran importantes avances,
como el del marco lógico o la teoría de los juegos, por la improvisación y el
discurso “revolucionario”. Y un ejemplo de ello, lo tenemos en los aportes
del arquitecto chileno Antolín López5 cuyo pensamiento no prosperó en la
profesión. Herman 5 Existe una publicación de este autor, realizada por la
Editorial ECRO. www.ts.ucr.ac.cr 8 Kruse, en un artículo titulado “La
Reconceptualización del Servicio Social en América Latina”6 , sitúa estos
aportes en una tercera corriente del proceso de Reconceptualización,
denominándola “corriente lógico-matemática”, diciendo que “trata de
convertir a éste en una nueva ciencia cuyo objetivo es diseñar modelos
planificados alternativos en el área de la vida cotidiana.” Y hablando de
participación, en lo que hace al Trabajo Social en nuestro país, el tema no
ha gozado de mucho beneplácito a nivel profesional, que se encapsuló en
sus problemas, pero que no generó experiencias reales de participación
popular, como sí lo venían haciendo sindicatos, organizaciones de base y
sectores progresistas de iglesias cristianas. Y esto tiene una explicación. La
universidad argentina y la latinoamericana en el 60 y en todas las épocas,
ha sido una institución marginal, en el debate de las políticas sociales.
Desde el Trabajo Social, no conozco yo, que en plena época de generarse
profundas transformaciones en nuestro continente, en el que debían
definirse nuevas políticas sociales, el Trabajo Social argentino, sea por
medio de sus centros de enseñanza o de sus instituciones colegiadas o de
acción social, tuviesen un papel protagónico y un papel decisivo. Esto
tampoco es viejo, sino que hoy se reactualiza en nuestro país, esta posición
y la verborragia vacua, de la que fuimos críticos en su momento, y sustituye
a la necesidad de nuevos planteamientos y nuevas ideas. Ezequiel Ander
Egg, en un difundido artículo “Manías y Achaques del Servicio Social
Reconceptualizado”, escrito en colaboración con Juan B. Barreix, realiza un
recuento de las mismas. Este artículo publicado originalmente en la revista
Selecciones de Servicio Social, Nº 23, de 1974,7 es una parte del trabajo “De
la dorada mediocridad, al despertar critico”, circuló con algunas
modificaciones como “Algo más sobre Achaques y Manías del Servicio
Social Reconceptualizado”. Han pasado 35 años del proceso de
“reconceptualización” y vemos que esas manías y achaques, no fueron
solamente del Servicio Social Reconceptualizado – he aquí el equívoco -,
sino que continúan hasta el día de hoy. Por lo tanto concluimos que esas
manías y achaques, más que ser propios del proceso de
Reconceptualización, son intrínsicos de la profesión y responden, como ya
lo hemos demostrado en el Capítulo “La Reconceptualización y el sistema
de enseñanza”, a una estrategia de vaciamiento y degradación profesional,
de la que no han estado ausentes los propios colegas. El evidente error de
Ezequiel Ander Egg, proviene del hecho de que él, no era trabajador social,
sino licenciado en Ciencias Políticas de la Universidad de Cuyo, por lo tanto
desconocía el nivel de formación general de la carrera de 6 VV.AA (1971)
Revista Selecciones de Servicio Social, Nº 13, abril de 1971. Editorial
Hvmanitas, Buenos Aires. 7 Este trabajo fue publicado en el Apéndice del
libro “Desafío al Servicio Social. ¿Está en crisis la Reconceptualización”.
Editorial Hvmanitas, Buenos Aires, 1976, págs. 275/280. www.ts.ucr.ac.cr 9
Asistentes Sociales o Servicio Social en esa época; en segundo lugar se
apoya en un documento originado en la Escuela de Servicio Social de
Posadas, que atravesaba en ese momento por disputas internas profundas
y que en cierta manera se encuentran reflejadas en el documento
mencionado, y por último porqué el mismo no podía prever en ese
momento, el desarrollo futuro de la profesión. Pero ya que estamos con
este autor, preguntemos ¿Cuántos trabajadores sociales, han aplicado la
“Metodología y la Práctica del Desarrollo de la Comunidad”, tal como se
encuentra en su libro, cuya primera edición data de 1963? Es evidente de
que las criticas de este autor, se encuentran mucho antes de la
“reconceptualización” y ya existían con los enfoques desarrollistas y
cientificistas. Se reactualiza así el “ideologismo”, que al igual que el
“asistencialismo” y el “cientificismo”, no han contribuido a que el Trabajo
Social tuviese un impacto significativo en nuestra sociedad, rechazando el
análisis y estudio de los problemas sociales, con base en las ciencias
sociales, y sumiéndose en un agitacionismo y una crítica inoperante. Los
lectores ya habrán advertido, desde el inicio de este artículo, que los datos
acerca de nuestra realidad, provienen de fuentes como el INDEC, el CELS y
periodísticas, simplemente porqué la profesión no genera la necesaria
información y la misma viene siendo sustituído por el pseudo-filosofar y un
ideologismo, que enmascara la ausencia de formación técnica y el facilismo
en que ha caído la profesión. Un último ejemplo de esto que estamos
diciendo y de lo que no es Trabajo Social Crítico, lo tenemos a continuación,
en lo que he denominado: El Síndrome de la alfombra roja. Transcribo aquí
una nota recibida en mi correo electrónico, con motivo del Día del
Trabajador Social Argentino, el 2 de Julio de 2005, remitida por Maria
Cristina Carrera y firmada por la Agrupación Naranja, del Consejo
Profesional de Graduados en Servicio Social o Trabajo Social, de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires. “2 de Julio – Día del Trabajador Social
Argentino. Ante las situaciones a que se enfrentan cada día los trabajadores
sociales: A. Organismos públicos desfinanciados, sin recursos, sin personal,
con personal poco idóneo, con lugares de trabajo cubiertos con planes
Trabajar o Jefes de Hogar. Reducción de insumos para atender necesidades
básicas. B. Demanda por parte de los funcionarios de atender a la población
en lugares inadecuados, sin privacidad y con tiempos breves dedicados a
cada persona. C. Continuo atropello a la función del trabajador social por
parte de funcionarios políticos que favorecen el ejercicio ilegal de la
profesión por parte de punteros políticos, líderes comunitarios y
voluntarios sin la preparación adecuada que demanda el trabajar con
familias en conflicto y con necesidades básicas insatisfechas.
www.ts.ucr.ac.cr 10 Es difícil decir Feliz Día en este marco de situación. Si
bien no todos los trabajadores sociales están en esta situación hoy, con que
solo uno de ellos lo éste redunda en prestaciones sociales que no respetan
acabadamente los derechos de los ciudadanos de este país. En los difíciles
momentos que nos toca vivir, queremos compartir con los colegas – amén
de otros sentimientos – la esperanza y la vocación de lucha... Agrupación
Apertura – Color Naranja. (Nota: La cita ha sido trascripta en forma textual,
por lo que los errores ortográficos y de redacción, son los originales).
Bienvenido sea que los punteros políticos, los líderes comunitarios y los
voluntarios, así como las iglesias, las organizaciones de desocupados y
piqueteras, las organizaciones de base, participen, resuelvan y realicen un
“ejercicio ilegal de la profesión”. ¡Enhorabuena. El país los necesita! Y sino
estamos de acuerdo, parece que lo más lógico sería que desde una
agrupación de un colegio de profesionales, se den alternativas, se realicen
propuestas viables, se diseñen proyectos técnicos, para un país que está
haciendo esfuerzos, por salir de la crisis en que está sumido. ¿Cuántos
proyectos se han presentado ante funcionarios públicos en ministerios,
intendencias municipales; a partidos políticos, sindicatos, a Ongs y
organizaciones sociales; en que radios, canales de televisión y medios
periodísticos, se han difundido propuestas e informes técnicos ? Es hora de
que, el poco análisis y la mucha retórica, sean sustituidos por planteos más
maduros y más profesionales. Si bien los fondos que se destinan a estos
planes, no son suficientes por la magnitud de la crisis, constituyen la
inversión más importante que realiza un gobierno en toda Latinoamérica.
Según fuentes del diario Clarín, el monto que el Estado pagaría por mes, por
el plan Jefas y Jefes de Hogar, alcanzaría a los 234 millones de pesos, es
decir unos 70 millones de dólares mensuales. (Diario Clarín, 11 de
septiembre de 2005). Si el pensamiento de las colegas, fuese el de un grupo
significativo de profesionales, bien podríamos decir que el Trabajo Social
argentino, ha perdido la sindéresis política y social. Sigamos con esta
cuestión. Para esta época la UCR, había realizado un estudio, determinando
que el 51 % de los beneficiarios de estos planes, eran destinados a afiliados
de partidos políticos. Un informe publicado por el diario Clarín titulado
“Planes sociales: más de la mitad son para afiliados de los partidos” y “Un
reparto en el que casi ninguno se queda afuera”. www.ts.ucr.ac.cr 11 Pero
el tema no era nuevo, ya que el Centro de Estudios Legales y Sociales, ya en
el año 2003, sostenía que los programas sociales y en particular el Jefas y
Jefes de Hogar, se implementaban por canales partidarios.8 En un
momento pre-electoral, la pregunta es ¿qué está en juego aquí? Pues llama
la atención en el comunicado de esta agrupación naranja, la falta de análisis
del problema, del que hacen gala las colegas. Se puede argumentar que se
utilizan estos fondos para financiar la militancia; se puede hablar de
clientelismo político; de subsidiar a los piqueteros; de irregularidades en el
otorgamiento, pero también se ha comprobado el cobro de estos planes
por parte de personal militar y policial y este tema ya está en manos de la
justicia. Qué existen estas situaciones, no las vamos a negar, pero el
problema no radica ahí. Por el contrario, nada dicen los colegas de lo
insuficiente del monto de 150 pesos para poder vivir o de la necesidad de
eliminar el clientelismo, universalizando ese derecho, o de la necesidad de
incrementar los presupuestos, destinados a la población en estado de
pobreza, desocupada, subocupada, precarizada o mejor definida, en
situación de exclusión social y en que cantidades, en que formas operativas,
las diferentes formas de gestionar esos recursos, las formas de
institucionalizar este derecho, etc. Ese es el trabajo técnico que se le pide a
un profesional del Trabajo Social y no la verborragia vacua. Nada hablan
tampoco de la desigualdad existente en la sociedad argentina, del poder
adquisitivo de los salarios, de recuperar el trabajo, ni de los campos en que
se manifiesta esa exclusión social, que es un fenómeno estructural, en el
que convergen factores económicos, sociales, culturales. El neo-liberalismo
viene – con una posición interesada – cuestionando estos planes, y
cualesquiera otros. Se llega, hasta el colmo de oir hoy, a algunos
economistas, culpar de la situación existente en los países del Tercer
Mundo pauperado, a las míseras ayudas que prestan los países centrales,
las que serían un factor de desmotivación y de falta de iniciativa propia para
salir adelante. Un argumento parecido, utiliza la derecha argentina y la
jerarquía de la Iglesia Católica, cuestionando que estos “planes sociales
fomentan la vagancia” y “que hay que eliminar el Plan Jefes y Jefas de
Hogar” – manifestaciones realizadas por el obispo de San Isidro y presidente
de Caritas Argentina, Monseñor Jorge Casaretto el 26/12/2003, al que se le
han sumado sacerdotes “populares” como Luís Farinello -, porqué
desalentaban el trabajo. La jerarquía eclesiástica, parece no saber que el
coste social, se paga con sufrimientos, enfermedades y vidas humanas. 8
Fuente: Auyero, Javier (2005) “Buscan cuestionar los planes”, Artículo en
Página 12, Buenos Aires, 13 de Septiembre de 2005. www.ts.ucr.ac.cr 12
Para mí, este es el mejor ejemplo de lo que no es, Trabajo Social Crítico,
aunque es de lamentar que provenga de un sector de un Colegio
Profesional. 3. El Trabajo Social Crítico, sus notas distintivas. Del documento
“Las Ciencias Sociales, el Servicio Social y la Realidad Nacional” (Posadas,
1974), se extraen las características principales del Trabajo Social Crítico.
“La “orientación crítica”, aún en proceso de gestación, se ha originado
abriéndose paso entre el “cientificismo” y el “ideologismo” en cuanto se
trata, en algunos casos, de desprendimientos de tales orientaciones. Esta
orientación no supone la negación del Servicio Social, sino su recuperación
y renovación de su teoría y práctica que la vincula efectivamente a las
necesidades de los sectores populares. Actualmente el Servicio Social no
puede eliminar ni tampoco reducirse al asistencialismo. Nuevos horizontes
se han brindado al Servicio Social que amplían su campo de acción: el
trabajo grupal, la planificación social, el desarrollo de comunidades, etc. En
este aspecto las posibilidades profesionales del Servicio Social dependen,
antes que nada, de la formación técnico-profesional. El bloqueo profesional
que suelen padecer los trabajadores sociales se asocia, por un lado, a una
imagen tradicional que persiste en la mayor parte de la gente, y, por otro,
a las debilidades de los cuadros académicos de la mayor parte de las
escuelas del país. La participación del Servicio Social en esta etapa de
Reconstrucción y Liberación Nacional requiere no sólo lucidez de la
coyuntura política, sino capacitación técnica para cumplir efectivamente
con las tareas de organización y movilización popular que le son inherentes.
El conocimiento y vinculación con los problemas de la región y de la
comunidad surge como uno de los objetivos básicos. Es decir, las tareas del
Servicio Social no resultan uniformes para todo el país, ya que deben
someterse a las particularidades regionales y locales. El relevamiento de los
problemas regionales y comunitarios se presenta como una labor prioritaria
y que permite, además, la canalización de proyectos sociales que apunten
a dar respuesta a las demandas planteadas por dicha situación. Las notas
que distinguen a la orientación crítica pueden esbozarse hipotéticamente
de la manera siguiente: 1. Profundo compromiso y conocimiento de los
problemas nacionales a partir de un objetivo central: erradicar nuestra
estructura dependiente y construir una sociedad liberada de cualquier
forma de explotación. 2. Asumir como uno de los objetivos la inserción del
trabajador social en los problemas específicos de la región y en aquellas
áreas www.ts.ucr.ac.cr 13 donde su intervención resulte más beneficiosa
para los sectores populares. 3. Establecer soluciones efectivas a
determinados problemas que afectan a las comunidades populares a través
del desarrollo de programas conjuntos con las instituciones públicas. 4.
Critica al “academicismo” y al “cientificismo” y al “ideologismo” en cuanto
a su capacidad de resolver adecuadamente las cuestiones teórico-prácticas
del Servicio Social. 5. Acopio critico y sistemático de los instrumentos
técnicos y conceptuales que proporcionan las disciplinas sociales ligadas a
la actividad del Servicio Social”. 6. Estímulo al desarrollo de estudios sobre
las condiciones de existencia de las poblaciones marginales donde
participen los interesados y se propongan soluciones. 7. Rechazo de toda
forma de dogmatismo sea éste de orden ideológico o metodológico
(consagrar una sola orientación o un autor con exclusión de otras
manifestaciones), ya que esto resulta probadamente perjudicial para el
desarrollo de cualquier disciplina científica. 8. Desarrollar técnicas y
métodos que posibiliten una mejor integración de la práctica del Servicio
Social a nivel de caso, grupo y comunidad, teniendo en cuenta los
frecuentes desfasajes que se dan entre los niveles citados. 9. Desarrollar
planes de capacitación y de transferencia tecnológica hacia los sectores
marginales de la comunidad a fin de que puedan resolver autónomamente
algunos de sus problemas inmediatos. 10.Permanente actualización
profesional que implique un conocimiento crítico de los nuevos aportes al
Servicio Social, tanto a nivel nacional como internacional y con especial
énfasis en la especialidad que cada trabajador social posea. Y sobre este
último punto hay que reconocer que el déficit es todavía importante.” El
término Trabajo Social Crítico y las características enunciadas
precedentemente, nos siguen pareciendo apropiadas hoy día, para señalar
un Trabajo Social en los términos descriptos y que hemos ampliado en
nuestra comunicación, al congreso nacional de AdEC del 2004. Por otra
parte, este término viene siendo adoptado incipientemente por otros
colegas argentinos y latinoamericanos, con sentido similar al utilizado por
nosotros en los 70s., es decir poniendo el acento en el conocimiento
profundo de las realidades sociales a nivel nacional, regional y local; el
desarrollo de www.ts.ucr.ac.cr 14 propuestas basadas en el concepto de
soberanía tecnológica, lo que es contrario a colonialismo tecnológico y a las
“soluciones” convenientes a los países centrales y organismos financieros
internacionales; orientación cultural de la intervención; rechazo del
dogmatismo ideológico y metodológico. Alberto J. Diéguez Madrid, Octubre
de 2005.

JNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNN
NNNNNNNNNNNNNNNN

Trabajo social, intervención en lo social y nuevos contextos Social work,


intervention in social settings, and new contexts Víctor Mario Estrada
Ospina Resumen El artículo tiene como propósito desarrollar una
reflexión sobre la intervención profesional, a partir de realizar una lectura
sobre los cambios que se vienen operando en los actuales contextos. En esa
medida se realiza una diferenciación conceptual entre las nociones de
intervención social e intervención en lo social, tratando de precisar los retos
que tienen las disciplinas y profesiones de las Ciencias Sociales y Humanas;
en particular se examina la situación del Trabajo Social en América Latina,
analizando los aciertos y desaciertos del movimiento de
Reconceptualización, en tanto movimiento que coloca en tela de juicio la
formación y la intervención profesional. En ese sentido se analizan las
principales potencialidades y limitaciones de la profesión, con el fin de
visualizar los nuevos desafíos de la intervención profesional en la
conceptualización y construcción de la intervención en lo social en los
nuevos contextos y frente a la complejidad de los problemas y
problemáticas sociales, en la llamada era de la crisis de la modernidad y de
la globalización. Palabras clave: Trabajo Social, intervención social,
intervención en lo social, campo profesional, método, metodología,
contextos Abstract The purpose of this article is to develop a reflection on
professional intervention, based on an interpretation of the changes
currently taking place. Therefore, a conceptual differentiation between the
notions of social intervention and intervention in social settings is made,
trying to define the challenges being faced by the disciplines and
professions of the social sciences and the humanities; in particular, the
situation of social work in Latin America is examined, by analyzing the
accuracies and inaccuracies of the movement of reconceptualization, as a
movement that criticizes professional formation and intervention. Thus the
main potentialities and limitations of the profession are analyzed, in order
to visualize the new challenges of professional intervention in the
conceptualization and construction of intervention in social settings and in
new contexts, before the complexity of social problems during the so-called
era of crisis of modernity and globalization. Keys words: social work, social
intervention, intervention in social settings, professional field, method,
methodology, contexts  Este artículo se elaboró a partir de la ponencia
presentada por primera vez bajo el título: Trabajo social e intervención en
lo social, en el encuentro nacional de docentes en Metodologías de
intervención profesional, realizado por el “CONETS” en la ciudad de
Medellín, el 20 y 21 de Agosto de 2009; y de la segunda versión de ponencia
presentada al II Seminario Internacional. Intervención en trabajo social:
Fundamentación teórica y metodológica, realizado en la ciudad de Medellín
el 19 y 20 de Noviembre de 2009.  Profesor Titular Universidad del Valle,
Cali, Colombia. Correo electrónico: viestrad.o@gmail.com. Fecha de
recepción: 20 de Septiembre de 2011. Fecha de aprobación: 10 de Octubre
de 2011 Sumario: 1. Introducción; 2. Intervención social y nuevos
contextos; 3. El movimiento de Reconceptualización como crítica a la
formación y a la intervención profesional; 4. La cuestión sobre el método y
la metodología de intervención profesional; 4.1. Metodologías de transición
y metodologías alternativas para la acción transformadora de la realidad;
4.2. Metodologías de transición; 4.3. Metodologías alternativas para la
acción transformadora de la realidad; 5. Resignificar la intervención
profesional en lo social. 6. A manera de conclusiones finales; 7. Referencias
bibliográficas. 1. Introducción El lector encontrará, en la primera parte, una
caracterización sobre el contexto actual y los nuevos escenarios de
intervención en lo social, estableciendo la relación y la diferencia existente
entre las nociones de intervención social y de intervención en lo social; en
esa perspectiva se destacan los desafíos que en las actuales circunstancias
tienen que asumir las distintas profesiones y disciplinas, en tanto la
intervención social se devela hoy como un campo social de análisis desde el
punto de vista epistemológico, teórico-conceptual, metodológico y ético-
político. Luego, se examinan los principales cuestionamientos que formula
el movimiento de reconceptualización a la denominada metodología
tradicional o clásica. Este cuestionamiento se centra en analizar y criticar la
formación y la intervención profesional. En ese sentido, se destaca cómo la
ausencia de una formación que se funde en el conocimiento de la relación
entre teoría y método para abordar el estudio de las realidades sociales, le
impide a la profesión generar un conocimiento sobre las especificidades
sociales en las que interviene, repensar y teorizar la intervención, criticarse
a sí misma y cuestionar creativamente las teorías tomadas de las ciencias
sociales y humanas. En ese momento histórico se plantea no solo desechar
los métodos tradicionales, sino tratar de estructurar un método y una
metodología que permitan abordar la intervención social bajo nuevos
referentes teóricos y metodológicos. Surgen así, en ese contexto, la
metodología de transición y la metodología para la acción transformadora
de la realidad. Sin embargo, a partir de la post-reconceptualización, el
interés por este tema pasa a segundo plano como tendencia dominante
para el caso colombiano. Resignificada en parte la historia de la profesión a
partir del movimiento de reconceptualización, se plantea que es necesario
revalorar la intervención en lo social. Ello implica asumir el análisis de la
intervención social como un campo social interdisciplinario y
transdisciplinario. En esa perspectiva se destaca como la noción de
intervención social es, en sí misma, un proceso contradictorio y
profundamente conflictivo, que está mediado por las posiciones que los
agentes sociales asumen cuando tratan de construir su horizonte y su
sentido. Este trabajo tiene por objeto realizar una reflexión sobre el tema
de la intervención profesional en trabajo social, esta profesión-disciplina
hace parte de las llamadas Ciencias Sociales y Humanas y hoy se encuentran
cuestionadas y al mismo tiempo confrontadas por la existencia de los
nuevos contextos, los actores sociales, las instituciones y las agendas de las
políticas públicas; en esa perspectiva se destaca los desafíos que en las
actuales circunstancias tienen que asumir las distintas profesiones y
disciplinas, en tanto la intervención social, se devela hoy como un campo
social de análisis desde el punto de vista epistemológico, teórico-
conceptual, metodológico y ético-político. La importancia de este trabajo
consiste en que aporta elementos para pensar y construir tanto los
procesos de formación académica, como de la intervención profesional en
Trabajo Social; para que ello sea posible es necesario que se tenga en
cuenta el desarrollo de la profesión en América Latina y particularmente en
Colombia. A partir de identificar en los nuevos contextos los problemas y
complejas problemáticas sociales, se realiza una mirada sobre el
movimiento de Reconceptualización destacando algunos de sus principales
aportes y dificultades que caracterizo este proceso, en ese sentido se
relieva cómo la ausencia de una formación que se fundará en el
conocimiento de la relación teoría-método, para abordar el estudio de las
realidades sociales, le impide a la profesión generar un conocimiento sobre
las especificidades sociales en las que interviene, repensar y teorizar la
intervención, criticarse así misma y cuestionar creativamente las teorías
tomadas de las Ciencias Sociales y Humanas. Realizada una lectura crítica
en parte sobre la historia de la profesión a partir del movimiento de
Reconceptualización, se plantea que es necesario hoy redefinir la
intervención en lo social, ello implica asumir el análisis de la intervención
social como un campo social interdisciplinario y transdisciplinario. Hay que
tener en cuenta que la noción de intervención social, es en si misma un
proceso contradictorio y profundamente conflictivo, que está mediado por
las posiciones que los agentes sociales asumen cuando tratan de construir
su horizonte y su sentido. Finalmente, se destaca cómo para poder avanzar
en la fundamentación de la intervención en lo social, como saber y práctica
especializada del trabajo social, es necesario que se formule la relación
entre conocimiento y acción, que permita identificar, construir, y
transformar en el campo profesional los diferentes objetos de intervención
en objetos de conocimiento. En esa perspectiva la construcción de una
propuesta o estrategia de intervención profesional, debe tener como
referentes las siguientes dimensiones: identificación de problemas sociales
y situaciones problemáticas complejas, lectura de los contextos particulares
micro-estructurales y macro-estructurales, comprender y explicar los
procesos sociales que se encuentran en curso y los sujetos sociales
implicados con sus significaciones, representaciones sociales y sus
imaginarios simbólicos. 2. Intervención social y nuevos contextos La crisis
de paradigmas y los diversos replanteamientos que se han venido
produciendo a nivel de las ciencias sociales y humanas, en las últimas
décadas en el contexto mundial y en particular en el de América Latina, ha
colocado como un elemento central de la reflexión el asunto de la
intervención social y sus implicaciones epistemológicas, teórico-
conceptuales y metodológicas. En esa dimensión, distintas disciplinas y
profesiones y en particular el Trabajo Social, se vienen ocupando de la
exploración de las más diversas perspectivas sobre el tema de la
intervención social, tratando de dar respuestas a muchos de los desafíos1 ,
que tienen que ver, de un lado, con la formación académica y del otro, con
la intervención profesional, en los nuevos contextos complejos en que se
expresan la nuevas realidades sociales. 1 Pensar hoy la formación en trabajo
social significa reflexionar sobre la necesidad de asumir como ejes
transversales de un proyecto educativo curricular, algunos de los más
importantes desafíos; por ejemplo, ¿cuáles deben ser los principales
paradigmas teóricoconceptuales que deben guiar la formación profesional?
¿Cómo plantear en términos de la formación, la relación entre investigación
e intervención y la dimensión ético-política? Es por lo tanto necesario tomar
en cuenta que la intervención social y la intervención en lo social2 ,
aparecen hoy como un problema clave de discusión en las disciplinas y en
las profesiones, pero también y ante todo, como un desafío de naturaleza
interdisciplinaria y transdisciplinaria.3 La intervención social se devela hoy
como un campo, es decir, como un espacio social de análisis y al mismo
tiempo tomado como referente operativo de la acción social, como un
campo social en construcción. En la era de la globalización y de la llamada
crisis de la modernidad, la intervención en lo social se viene hoy
reformulando por parte de las diferentes profesiones y disciplinas, sobre la
base de la existencia de nuevos contextos, nuevos escenarios, nuevos
problemas sociales, nuevos y complejas problemáticas sociales. Se
encuentran en crisis no sólo las instituciones sociales, los servicios sociales
que se ofrecen, sino también las prácticas sociales responsables de la
intervención en lo social. A la pregunta sobre ¿Cuáles son los nuevos
contextos y escenarios de intervención en lo social? Carballeda, 2002:36-
37, sostiene que: […] “los nuevos escenarios de intervención en lo social se
encuentran atravesados por una serie de rasgos que es necesario analizar.
Se caracterizan por ubicarse en una dimensión espacio-temporal
relacionado con la denominada “crisis de la modernidad”, lo que implica
una serie de fisuras y continuidades en conflicto. Por otra parte esta nueva
situación, que estaría desarrollándose desde hace aproximadamente
treinta años, requiere una nueva agenda para la intervención en lo social
que abarca una serie de temas relevantes: La aparición de nuevos
interrogantes, el surgimiento de nuevos aspectos institucionales, la
emergencia de nuevas problemáticas sociales, y la consecuente aparición
de nuevas formas de comprender y explicar lo social que se transforma en
otras y diferentes perspectivas de las ciencias sociales. A su vez, todos estos
cambios impactan en forma relevante en la intervención, ya que la
demanda de nuevas modalidades, formas, instrumentos y métodos traen
como consecuencia nuevos aspectos teóricos…La aparición de nuevas
formas de análisis de la cuestión social abre panoramas hasta hace poco
tiempo impensados e inexplorados… A su vez, algunos autores han
presentado el contexto actual en términos de la aparición de la “nueva
cuestión social”, donde sobresalen especialmente la ruptura de lazos
sociales, la fragmentación social y, en definitiva, nuevas formas del malestar
que se expresan, entre otros campos en la comunidad en tanto espacio de
construcción de cotidianidad, certezas e identidades. Desde el origen y
sentido que se le imprime a la institucionalización de la intervención en lo
social, las diversas prácticas sociales trataron de darle un contenido y un
sentido a la intervención profesional. Es claro que la intervención social no
se puede tomar como un campo propio y exclusivo del trabajo social, no lo
ha sido y tampoco lo será en el futuro; sin embargo, en la coyuntura actual
el trabajo social como profesión-disciplina en construcción4 , tiene que
tomar en 2 Es importante diferenciar y precisar las nociones de intervención
social y de intervención en lo social. Entiéndase por intervención social un
campo social de análisis ó de acción social del cual se ocupan diferentes
disciplinas y profesiones. Al utilizar la noción de intervención en lo social se
hace referencia a la intervención de un tipo de práctica social ó saber
especializado. La forma particular de intervención en lo social como saber
y práctica especializada por parte del trabajo social, da lugar a la necesidad
de incorporar la noción de campo profesional. (García Salord, 1998),
sostiene que:”todo campo profesional se estructura en relación con ciertos
imperativos sociales que plantean como necesario un tipo de práctica
determinada. La estructura del campo profesional de trabajo social es una
compleja red de interacciones conformadas por aspectos intrínsecos al
propio desarrollo de la profesión y por aspectos externos al campo”. 3
Asumir la intervención social como un campo de análisis y/o de acción social
interdisciplinaria y transdisciplinaria, significa pensar en la necesidad de
construir un mapa de navegación compartido, es decir, implica formular
una perspectiva teórico-conceptual y una estrategia metodológica, que
permita abordar su conocimiento desde el punto de vista social. 4 Plantear
que el trabajo social es una profesión hace referencia a que
fundamentalmente es una práctica social, es decir, que ha priorizado la
acción social ó la intervención en lo social, igual que lo hacen la Educación,
la Medicina, las Ingenierías, la Arquitectura, cuenta las reales amenazas
presentes en el contexto y los desafíos que se derivan de la necesidad de
generar un conocimiento social, que permita fundamentar la intervención
profesional en lo social, por las profundas implicaciones que tiene para el
desarrollo de la profesión a mediano y largo plazo. Esta práctica social al
priorizar la acción social –allí radica una de las mayores potencialidades del
Trabajo Social– ha ido acumulando un saber, un saber-hacer y un deber ser,
del que carecen fundamentalmente las disciplinas sociales que priorizan y
continúan priorizando la construcción de un objeto de conocimiento. Sin
embargo, hay que tener en cuenta que son múltiples las profesiones y las
disciplinas, que tratan hoy de transitar articulando la construcción de un
conocimiento de lo social, con la búsqueda y construcción de sentido de un
horizonte de intervención en lo social. A mediano y largo plazo, si no se
asumen estos desafíos muchas de las disciplinas y profesiones, estarán
irremediablemente sometidas a perder vigencia o incluso a desaparecer,
dadas las necesidades y las demandas sociales existentes, desde los sujetos,
las poblaciones, las instituciones sociales, las agendas de políticas públicas
y los nuevos contextos sociales, culturales, políticos, etc. En contraposición
a los ideales de la razón planteados por la modernidad de universalizar, de
homogenizar las sociedades, los nuevos contextos y escenarios sociales, se
caracterizan por la existencia de una marcada pobreza, exclusión social,
desigualdad, desintegración, heterogeneidad de lo social, fragmentación
social, diferenciación, crisis de identidades y pérdida de los vínculos y de los
lazos sociales; la vida en sociedad se ha complejizado y frente a la certezas
y verdades absolutas, acabadas y construidas, incluso por las mismas
ciencias sociales y humanas, nos encontramos hoy en el mundo de la
incertidumbre y de alguna manera en la era de la heterodoxia; éste hecho
se puede considerar como algo muy positivo, para avanzar en la
construcción de un conocimiento de lo social, que permita abordar de
manera distinta los problemas y problemáticas sociales, en los nuevos
escenarios y contextos complejos de intervención profesional. De otro lado,
como lo plantea Carballeda, 2002:53-54: […] “La relación entre la
denominada globalización y la vida cotidiana trae como consecuencia una
serie de nuevos problemas que se transforman en interrogantes para la
intervención. Pero en definitiva la globalización vuelve homogéneo al
sector del capital y cada vez más heterogénea y extraña a la sociedad, la
que se expresa en más y nuevas fragmentaciones. Por último, el
surgimiento de nuevas formas de disciplinamiento dentro de la sociedad,
vinculadas especialmente a la lógica del mercado, hace que muchos
dispositivos clásicos de la intervención dejen de ser funcionales a la
sociedad actual. Muchos autores entre ellos Gilles Deleuze, plantean que se
está operando un pasaje de la sociedad disciplinada a las sociedades de
control, donde el Marketing se presenta como nuevo instrumento de
control social, ya no sería necesaria la aplicación de la disciplina desde
“afuera” sino que este nuevo modelo de sociedad implica esencialmente,
“autodisciplina”. En estas circunstancias, resulta pertinente hacer un poco
de historia que permita comprender las claves importantes sobre cómo se
asumió la reflexión en términos de la formación y la intervención
profesional, en relación con el tema del método y la metodología de
intervención en trabajo social, durante la reconceptualización y la llamada
postreconceptualización, que se inicia más o menos a partir de la década de
los 80 en el siglo pasado. etc. (Foucault, 1984) afirma que: “las prácticas
sociales conforman dominios del saber, generan objetos de conocimiento,
conceptos, técnicas, filosofías y transforman los sujetos de conocimiento.
Una disciplina se caracteriza básicamente por la construcción de un objeto
de conocimiento”. Afirmar que el trabajo social es una profesión–disciplina
en construcción, significa que se debe continuar priorizando la intervención
en lo social, pero al mismo tiempo, debe esforzarse por abordar, construir
y transformar el objeto de intervención en objeto de conocimiento. En estas
circunstancias, resulta pertinente hacer un poco de historia, que permita
comprender las claves importantes sobre cómo se asumió, en trabajo
social, la reflexión en relación con el tema del método y la metodología de
intervención, durante la reconceptualización y la llamada
postreconceptualización, que se inicia más o menos a partir de la década de
los ochenta en el siglo pasado. 3. El movimiento de reconceptualización
como crítica de la formación y la intervención profesional La
Reconceptualización5 que lideró la llamada “Generación 65” a nivel del
trabajo social, se constituyó en el más importante movimiento académico
de crítica y de autocrítica sistemática a las características de la formación y
de la intervención profesional, al que se haya visto sometida una profesión;
de ello no existe punto de semejanza ò de comparación alguna, con ninguna
otra profesión ó disciplina de las ciencias sociales y humanas en el contexto
de América Latina; aunque paradójicamente, compartiera con ellas en su
ejercicio concreto, un contexto estructural común, que evidenciaba una
profunda crisis: política, económica, social, cultural, institucional,
ideológica, etc. La Reconceptualización como movimiento crítico tuvo
importantes potencialidades, pero también hay que admitirlo, condujo a
una serie de errores y desviaciones con consecuencias sociales y
académicas, tanto en términos de la formación como de la intervención
profesional. De una manera rápida y a groso modo, se podría plantear que
éste movimiento cuestionó cuatro aspectos importantes: Una práctica
profesional con un marcado acento empirista: se refleja en una limitada
formación epistemológica, teórico-conceptual, metodológica e incluso
técnica. Se identifica en la formación una práctica empirista de bajo o de
ningún nivel teórico, que reduce la investigación a la mera acumulación de
datos y, de los cuales se parte para formular generalizaciones empíricas,
convirtiendo de ésta manera el dato en el reflejo inmediato de la realidad.
El dato en si mismo no es conocimiento, si no se le piensa a la luz de
conceptos y categorías de análisis, es decir, para poder trascender la
inmediatez del dato es necesario pensarlo y abstraerlo a partir de
referentes teóricos. 5 Ander-Egg, 1986:372–374 en el diccionario del
trabajo social, define la reconceptualización como un: “movimiento de
cuestionamiento y reformulación del [trabajo social] que se inicia en
América Latina, a mediados de la década del 60, como consecuencia de la
crisis de la profesión. El movimiento de reconceptualización pretendió
cambiar los presupuestos políticos, ideológicos y científicos del [trabajo
social], y reformular su metodología y su práctica profesional con el fin de
que respondieran a la realidad social, económica, política y cultural de un
continente subdesarrollado y dependiente como es América Latina. Si bien
el movimiento de reconceptualización tuvo desde sus inicios un carácter
heterogéneo, y a veces ambiguo y contradictorio, en sus diferentes
tendencias se dio un propósito fundamental: producir un cambio en el
dispositivo conceptual referente al marco teórico vigente hasta ese
momento en la profesión. En un segundo momento apuntó también a
producir un cambio en el contenido ideológico. Estrechamente ligado a ello,
implicó, un cambio de perspectiva en cuanto a la intencionalidad del trabajo
o de la acción social realizada desde la profesión... A fines de la década del
70, puede considerase como cerrado el proceso y el movimiento de
reconceptualización; éste ya había perdido su impulso y algunas tendencias
se habían diluido en la fantasía de una terminología pseudo científica y
pseudo revolucionaria. Sin embargo, su saldo final ha sido positivo…” La
investigación se asume desde una lógica neo-positivista, que no trasciende
la inmediatez, lo fenoménico, lo sensible y, que presupone por parte del
profesional una ignorancia absoluta sobre el objeto de acción que aborda,
lo que le impide además trascender y transformar el objeto de intervención
en objeto de construcción de conocimiento, El trabajo social entonces se
caracteriza por carecer de una lógica de investigación, problema que se
acentúa en la intervención profesional por el marcado énfasis que se da a
la práctica en términos del sentido común, mediante el propósito de
comprensión y ayuda. En éste sentido, Faleiros, 1972, señalaba para esa
época que la práctica del (trabajo social) era totalmente empirista, ya que
se repite siempre en función de un resultado inmediato y pragmático sin
criticarse: Una formación ideológico-humanista: la cual plantea la
“neutralidad”, la “apoliticidad” y la asepsia metodológica de la práctica
profesional, basada en principios generales de libertad, dignidad y
autodeterminación de la persona humana, presentando la profesión de
trabajo social como algo “puro” e “indeterminado”, que tiene como
objetivo abstracto el bienestar social de individuos, grupos, comunidades;
suprimiendo así el carácter idelógico y político de la intervención
profesional, negando y velando, las contradicciones y conflictos existentes
en la estructura social. Una visión limitada sobre los métodos y las
metodologías de intervención profesional: basados en supuestos lógicos
del positivismo y del funcionalismo estructural y configurada en una teoría
de la acción social, que concibe la sociedad como funcional y natural, cuya
finalidad es adaptar y lograr la integración de los actores (individuos,
grupos, comunidades), al medio social, mediante la aplicación de los
llamados métodos tradicionales ó clásicos, tratando de alcanzar la
satisfacción de ciertas necesidades que permita la homeostasis ó equilibrio
del sistema social. La Reconceptualización crítica el “individualismo
metodológico” dominante en el trabajo social, que asume al individuo
como la fuente principal de trastorno y desadaptación totalmente
desconectado y aislado de la estructura social; también cuestiona y critica
la “asepsia metodológica” que revestida con el manto de la neutralidad,
niega el carácter político implícito en toda acción social. Como lo plantea
(Ander-Egg, 1986), la Reconceptualización tuvo el mérito de haber
descubierto y develado la dimensión política e ideológica implícita en toda
acción social realizada desde la profesión: Una formación profesional débil
y heterogénea: se refleja en el bajo nivel de preparación epistemológica,
teórico-conceptual y metodológica. Es notoria la ausencia de una formación
que se fundará en el conocimiento sistemático de las principales teorías
sociales y en la ausencia de una formación investigativa rigurosa, que
permitiera el conocimiento de los métodos y de los diferentes tipos de
investigación social. La ausencia de una formación que se fundara en el
conocimiento de la relación teoría y método para abordar el estudio de las
realidades sociales, pesaría mucho en la intervención del trabajo social, lo
que naturalmente le impide generar un conocimiento sobre las
especificidades sociales en las que interviene, repensar y teorizar la
intervención, criticarse así misma y cuestionar creativamente las teorías
tomadas de las ciencias sociales y humanas. (Estrada, y Mejía, 1979) La
ausencia de una formación que se funde en el conocimiento de la relación
entre teoría y método para abordar el estudio de las realidades sociales
pesaría mucho en la intervención del trabajo social, lo que naturalmente le
impide generar un conocimiento sobre las especificidades sociales en las
que interviene, repensar y teorizar la intervención, criticarse a sí misma y
cuestionar creativamente las teorías tomadas de las ciencias sociales y
humanas (Estrada y Mejía, 1979). 4. La cuestión sobre el método y la
metodología de intervención profesional Uno de los resultados importantes
de la Reconceptualización a partir de la década de los ochenta –período en
el que se inicia la denominada post-reconceptualización– fue el
mejoramiento ostensible de la formación profesional, desde el punto vista
ontológico, epistemológico, teóricoconceptual, metodológico e
investigativo, lo cual se va a reflejar positivamente en una mayor eficacia
social6 de la intervención profesional, éste es sin duda uno de los grandes
aciertos. Sin embargo, éste movimiento también incurrió en una serie de
desviaciones que han pesado en la historia del desarrollo de la profesión en
América Latina, al sobredimensionar y sobre ideologizar la intervención del
trabajo social, como una práctica política macrosocietal, cuya finalidad era
la transformación radical de las estructuras sociales y el compromiso con
un proyecto de emancipación humana de liberación de los oprimidos, del
cual se apropia unilateralmente y se responsabiliza de llevarlo a feliz
término. Esta tendencia al priorizar una práctica política a nivel
macroestructural, niega tajantemente las posibilidades de intervención
microestructural, en cuanto no comprende ésta dialéctica y conflictiva
relación; por lo tanto, se puede afirmar que ésta tendencia como expresión
del ala más radical de la reconceptualización, dejó en un segundo plano, el
asunto de la reflexión sobre la intervención profesional, el método y la
metodología de intervención, situación que se manifiesta de manera clara
en todo el continente Latinoamericano. Algunos autores han denominado
éste período como la politización de la intervención profesional, por
ejemplo, Alwin citado por Ander-Egg, 1986:374, reconoce la existencia de
una fuerte politización que tuvo repercusiones en la formación desde el
punto de vista académico y teórico, concluyendo que el trabajo social en
América Latina ha alcanzado con éste proyecto, pese a todas sus
limitaciones, un nuevo nivel de desarrollo y ya no podrá volver a ser lo que
era antes de la reconceptualización. En esa misma dimensión pero con un
acento diferente al destacar la prelación por la perspectiva
macroestructural Netto, (citado por Ander-Egg, 1986:374), señala que la
incidencia del proceso de reconceptualización fue positiva: se comenzó a
producir un cuadro profesional mínimamente alfabetizado, versado en el
acervo de la ciencia social, capaz de recorrer las nuevas teorías
sociopolíticas y económicas, apto para comprender los fenómenos de
microescala a partir del encuadramiento sociohistórico macroscópico. 6
Entiéndase en éste caso la mayor y mejor capacidad de la profesión para
entender y comprender los contextos de intervención en las sociedades
Latinoamericanas. La Reconceptualización, como se anoto anteriormente,
se centró en cuestionar y criticar la llamada metodología “tradicional” ó
“clásica”. 7 Esto significa, que en un primer momento se cuestiona los
llamados métodos tradicionales de trabajo social, sobre todo en cuanto se
señala que estos métodos respondían a una visión fragmentada y
parcializada de la realidad, en ese sentido se entra a colocar en tela de juicio
su estructura lógica, las fases o momentos del método: estudio, diagnóstico
y tratamiento. Se cuestiona la concepción que reduce lo social a la
existencia de simples patologías sociales, la cual subyace como concepción
y le sirve de fundamento a la intervención profesional; esta concepción es
retomada por el trabajo social desde la medicina clínica, de la sociología
funcionalista-estructural, de la psicología y del psicoanálisis. Lima, 1976:80-
81 sostiene que: “la observación del estudio del hombre en cada uno de
estos niveles dio origen a los métodos tradicionales del trabajo social. La
acción sistematizada generó el trabajo social de casos, el trabajo social de
grupos y el trabajo social de organización de la comunidad,
respectivamente; todos modelados según normas derivadas de la
Medicina, Psicología, Sociología disciplinas preponderantes en el campo
social de la época. Estas guías de acción con una visión positivista y
funcionalista, unilateralizan el trabajo social, lo toman como un objeto
metodológico fijo, dentro de una sociedad estática. Este enfoque divide la
realidad en individuos, pequeños grupos y macrogrupos, sobre los cuales se
van acumulando datos en forma aislada, proponiendo el análisis del
desarrollo social por parcelas de entes sociales que jamás llegan a
trascender el marco global de las relaciones de producción en el sofisticado
objetivo de provocar el “desarrollo pleno de las potencialidades” de los
individuos y comunidades, los métodos se han mostrado incapaces de
arribar a conclusiones favorables, puesto que su estructura lógica y sus fines
no podrán nunca sortear los grandes obstáculos que la estructura
económico social impone”. La Reconceptualización dejó en claro que no se
podía seguir hablando de la existencia de tres métodos distintos, ya que si
se tiene en cuenta como referente en términos analíticos, su estructura
lógica y las fases ó momentos implícitos en la aplicación del método, estas
eran comunes a los tres métodos: estudio, diagnóstico y tratamiento; las
diferencias estaban más bien dadas ó manifiestas en el ámbito de la
aplicación del método en la realidad; mientras que el trabajo social de caso
enfatiza la intervención individual, el trabajo social de grupo y comunitario
enfatiza una intervención societal. En un principio y durante mucho tiempo
producto del individualismo metodológico, el trabajo social priorizó el
enfoque individualista, luego va transitando hacía la construcción de un
enfoque más amplio que ve al ser humano actuando en pequeños grupos y
en macrogrupos, se arriba así al enfoque que se podría denominar
societario: se ocupa de grupos de cualquier tamaño incluidos dentro del
concepto de sociedad, subrayando el funcionamiento y la estructura del
grupo, además de las relaciones entre sus miembros (Lima, 1976). 7 Es
preferible utilizar el término de metodología clásica por el de metodología
tradicional, por las imprecisiones a que puede conducir éste término al
considerarse como algo ya superado en la formación y en la práctica del
trabajo social. La noción de metodología clásica se emplea en éste caso para
referirnos a todos los autores que contribuyeron de una u otra manera a
sentar las bases de una intervención profesional sistematizada y esto
implica, contemplar los llamados métodos clásicos del trabajo social y la
denominada metodología de intervención profesional. Este giro que lleva la
profesión al binomio individuo - sociedad sobre todo en el contexto de
Norteamérica, es consecuencia de la depresión ó gran crisis financiera que
se produjo en 1929 y cuyos efectos se extendieron hasta 1936, en esa época
se triplicó el número de desempleados, –para señalar el elemento
estructural más importante–, vino a incrementar el número y las esferas del
“mal funcionamiento social”. Por lo tanto se impone la necesidad de nuevos
servicios, nuevas teorías y técnicas innovadoras. De allí que se aprecie el
desarrollo de la higiene mental, de la psicología social, de la teoría
estructural funcionalista de la sociología (Lima, 1976). Sin embargo, “el
psicologismo impregnó y dominó el trabajo social en todas sus dimensiones
así como a otras ciencias sociales. El psicologismo descansa sobre dos
principios fundamentales: en primer lugar, la reducción del devenir social a
la conducta del individuo, y en segundo lugar, el estudio del individuo por
fuerzas psíquicas de carácter instintivo, profundamente enraizadas en la
“naturaleza humana”, la cual es considerada estable y determinada
biológicamente. La corriente psicologísta según (Baran, 1971), evolucionó
al “sociopsicologismo”8 , mezcla de psicoanálisis freudiano y nociones
sociológicas cuasi-marxixtas.” La concepción sociopsicolozante terminó
imponiéndose en la aplicación no sólo del llamado método de grupo, sino
también en el método de organización de la comunidad, bajo la idea ó
premisa del cambio planeado (Lima, 1976). 4.1 Metodologías de transición
y metodologías alternativas para la acción transformadora de la realidad
Casi paralelamente con el movimiento de Reconceptualización en América
Latina liderado por los países del Cono Sur, en Norteamérica, se había
comenzado a plantear la propuesta sobre la necesidad de dotar al trabajo
social de un “método integrado”, para romper la sub-especialización en la
formación de pregrado en torno a uno de los métodos, como también para
intentar reducir las limitaciones existentes en la intervención profesional,
al reducir el ejercicio a un particular escenario de la realidad social. Desde
1962 en Puerto Rico (Estado asociado de Norteamérica) se comienza a
plantear la propuesta sobre el “método polivalente”. Estas dos propuestas
tienen en común que sostienen la necesidad de propiciar la integración de
los métodos, planteando que los problemas sociales que se diagnostiquen
pueden ser susceptibles a trabajos de casos, de grupos, de comunidad de
manera simultánea ó a una combinación de estos. Como lo anota Lima,
1976:120-121, “el marco referencial de esta nueva postura
teóricometodológica parte de tres enfoques diferenciados,9 los cuales se
formulan en los Estados Unidos: el enfoque I, gira en torno al método
comprensivo de la intervención. Es la búsqueda de un método común de
intervención para solucionar los problemas sociales. Un enfoque II, que se
manifiesta por la imposibilidad de la total integración entre los tres
métodos tradicionales, debido a sus características diferenciadoras. Un
enfoque III, que propugna por la elaboración de una metodología que diluya
las rígidas líneas existentes entre los tres métodos básicos. 8 El
sociopsicologismo se impuso como una “ideología”, que reconoce que el
individuo no es un ser totalmente aislado, sino afectado por el marco social
en que se desenvuelve. 9 Según Vásquez, (citado por Lima, 1976:120-121),
el grupo I representado por: William Gordon (1965), Mark Hale (1967) y
Catherine Papell (1966). El enfoque II defendido por: Catherine Kendall
(1967), Eveline Burns (1965, Hielen Younghusband (1966) y Enmanuel
Tropp (1966). El grupo III por: Kaduchins Alfred (1965) “[…] La integración
de métodos puede satisfacer algunas intenciones como las que hemos
venido señalando. Pero ésta orientación de suyo se encuentra con enormes
escollos. Por ejemplo, no se pregunta si esos métodos que se pretenden
integrar siguen teniendo vigencia, no cuestiona su utilidad, si son capaces
de dar solución a los ingentes problemas que el trabajo social afronta, no
sólo en las sociedades capitalistas desarrolladas, sino también en las
sociedades dependientes. Los promotores del trabajo social polivalente
como Ligia Vásquez de Rodríguez en Puerto Rico, dejando de lado en cierta
forma el asunto de la integración metodológica, se declara partidaria de la
eliminación de la nomenclatura en la enseñanza de los tres métodos
tradicionales; subrayando que en la elaboración del “modelo polivalente”
debe “pensarse sólo en términos de problemas, unidades de intervención
y la posición del trabajador social” (Lima, 1976:120-122) Lima, 1976,
criticando la propuesta del llamado método polivalente, sostiene que
pronto vendrá la frustración al comprobar que el modelo no implica
cambios importantes en la concepción metodológica, ni en el aparataje
teórico, ni en el plano de la acción, ni mucho menos en la orientación de la
disciplina; sin embrago, hay que reconocer que el planteamiento formulado
por Vásquez, 1962 para el momento era una formulación innovadora, ya
que de alguna manera resaltaba las limitaciones existentes en términos de
la intervención profesional, pero al mismo tiempo habría nuevas
perspectivas para pensar la intervención bajo nuevos enfoques y
derroteros. En el contexto de la Reconceptualización en Latinoamérica
surgen dos tendencias diferenciadas en torno al asunto del método y las
metodologías de intervención, la primera, que se puede clasificar como las
denominadas: “metodologías de transición”, la cual comprende las
siguientes propuestas: método integrado, método polivalente, método
básico y el método único; la segunda, que se enmarca dentro de la
denominada: “metodologías alternativas para la acción transformadora”,
en la cual se agrupan las siguientes propuestas: método de intervención en
la realidad (Bolivia), metodología para la acción transformadora,
Universidad de Caldas (Colombia) y el modelo de intervención en la
realidad, Universidad Central (Venezuela). Todas estas propuestas tienen
en común el esfuerzo por tratar de fundamentar el denominado: “método
cognoscitivo” y el “método de intervención en la realidad”. Sería por
ejemplo, interesante analizar cuál fue el aporte y las principales limitaciones
de las denominadas metodologías alternativas para la acción
transformadora de la realidad; ese balance crítico de alguna manera está
por hacerse10 . 4. 2. Metodologías de transición A diferencia de la llamada
propuesta de integración de métodos, los promotores del método básico y
del método único, parten de plantear una reflexión sobre el método y las
metodologías de intervención, que permita aproximarse a una nueva
lectura y comprensión de la cuestión social en el ámbito Latinoamericano.
Se establece así una especie de ruptura con los métodos tradicionales ó
clásicos de trabajo social y con la concepción sociopsicoligizante que reduce
la comprensión de la realidad social a la identificación y modificación de las
patologías sociales, que afectaban a individuos, grupos, comunidades y que
hacían pensar en la perspectiva de un cambio ordenado y planeado 11 . 10
Una de las pocas evaluaciones críticas sobre esta propuesta ha sido
realizada por Barreix y Castillejos, en el texto Metodología y método en
trabajo social, denominándola como la “línea “populista” del proceso de la
reconceptualización. 11 En términos de las denominada metodología de
transición, “el método integrado, es una especificación que no tendría
sentido sino hubiera estado precedida, por los llamados métodos
tradicionales de trabajo social individual, de grupo y comunidad, que
respondían a un ordenamiento (según objeto de estudio y sujeto de
operación) ligado pragmáticamente al ámbito en el que los trabajadores
sociales se desempeñaban. Durante la reconceptualización se formulan
propuestas metodológicas superadoras, aunque de transición. En ellas se El
método básico: La propuesta del método básico fue elaborada por la
Escuela de trabajo social de la Universidad Católica de Santiago de Chile en
1969. Lima, 1976:126–127 plantea que: “La inquietud por la formulación de
un método profesional tiene su origen, por un lado, en la preocupación de
los profesionales –básicamente del Cono Sur de América Latina– por
imprimir a sus acciones mayor efectividad en relación directa con el
contexto social donde ejercían la profesión y por otro lado, en el hecho que
el análisis realizado sobre la metodología tradicional ha demostrado que a
pesar de la segmentación funcional del método sobre el objeto de la acción
–individuo, grupo comunidad– manifiesta cierta unicidad en la estructura
del proceso metodológico. Así mismo, es posible identificar la repetición y
afinidad de muchas técnicas y procedimientos incluidos en cada uno de los
métodos antes citados”. Este esfuerzo por tratar de abordar el
conocimiento de la realidad social, desde una perspectiva diferente,
permitió formular el método básico, en el cual se distinguen cinco etapas ó
momentos del proceso: Investigación, diagnóstico, planificación, ejecución
y evaluación; recientemente se ha incorporado otro momento denominado
sistematización. El método único Esta propuesta fue elaborada por la
Escuela de trabajo social de la Universidad de Concepción de Chile en 1971.
En su estructura metododológica se diferencia del llamado método básico;
se plantea como objetivos profesionales lograr una transformación social
de las condiciones existentes a través de la acción racional, realizada por un
sujeto que ha tomado conciencia de su valor y de su dignidad humana. Para
lograr dichos objetivos el método único propone cuatro grandes funciones
para el trabajo social. A cada una de ellas corresponde un enfoque
metodológico diferente: Función de Educación Social: la cual tiene como
objetivos los siguientes: capacitación social básica, capacitación técnica
básica y cambio de las estructuras mentales. Se realiza a través de un
enfoque pedagógico moderno, tomando como base el método psicosocial
de Freire Función de Investigación Social: cuyos objetivos son: investigar
la realidad social, las instituciones de bienestar social y el campo del trabajo
social Función de Planificación social: sus objetivos son contribuir a diseñar
políticas sociales nacionales y promover el cambio de estructuras Función
Asistencial: es entendida como la prestación de servicios directos
tendientes a solucionar los problemas inmediatos (Lima, 1976:127-129).
ubican los denominados métodos básico, único e integrado, cuyo rasgo
fundamental era la agrupación de los diversos procedimientos utilizados
por la profesión hasta ese momento en un solo planteamiento, tratando de
superar las visiones asistenciales y terapéuticas que habían caracterizado a
la profesión, sustituyéndolas por una visión más acorde con la época que
en ese momento vivía América Latina”(Eroles, 2005). Esta intencionalidad
se orienta fundamentalmente a tratar de estructurar una propuesta de
método y unas metodologías de intervención, tomando como referente
común a las dos propuestas el llamado “método científico12; situación
explicable en parte porque antes de la Reconceptualización, se carecía de
una rigurosa formación en investigación social y por otro lado, por la falta
de trayectoria y experiencia del trabajo social en una práctica investigativa.
En el contexto actual, estamos obligados ha reflexionar sobre sus alcances
y limitaciones, con el fin de avanzar en nuevas lecturas y construcciones
epistemológicas, teórico-conceptuales y metodológicas de la intervención
en lo social. Recientemente Mastrengelo, refiriéndose a todas las
propuestas surgidas durante y después de la Reconceptualización señala
que: […] “en todos los casos, las propuestas metodológicas se inspiraron en
el método científico o en los “métodos utilizados en las Ciencias Sociales”.
El método de caso, el método de grupo y el método de comunidad pasaron
a denominarse “niveles de abordaje” (o niveles de intervención): individual,
grupal y comunitario. A pesar de lo dicho, en la literatura sobre el tema, se
advierten pocos avances en la delimitación referida a la naturaleza de los
métodos y sus diferencias con los niveles de abordaje. En ese sentido se
tiene la impresión de que sólo hubo variaciones en la denominación; en la
práctica caso, grupo y comunidad continúan enseñándose y practicándose
de manera tradicional y sospecho que, a pesar de adquirir –los trabajadores
sociales– capacitación en los tres niveles, existe una fuerte tendencia a
trabajar con casos en la mayoría de los servicios sociales” Cabe agregar a lo
anterior que la formación de los trabajadores sociales contempla la
enseñanza de la metodología de investigación social, pero sin ninguna
relación con la metodología del trabajo social. Entonces por un lado se
enseña el proceso, los modelos de investigación en las ciencias sociales (qué
son las hipótesis, qué son las variables, los indicadores, los marcos teóricos);
y, por el otro lado, se enseña la metodología del trabajo social en relación
con los niveles de abordaje” (Mastrangelo 2002:50-51). Más allá de la crítica
que se le pueda formular a estas dos propuestas metodológicas, algunas de
ellas planteadas por (Lima, 1976), en el sentido que no están exentas de
una carga positivista, de su discutible funcionalidad en su aplicación
práctica, de la desaparición formal ó nominal de lo que venían siendo los
objetos de acción de los métodos clásicos –individuo, grupo, comunidad–
creyéndose así simplificar y hacer más científico el hacer profesional; hay
que reconocer que se constituyeron en el primer esfuerzo genuinamente
Latinoaméricano, que intentó dotar al trabajo social de la formulación de
un método general que le diera un nuevo sentido y contenido a la
intervención profesional, en un contexto estructural completamente
diferente del existente en los países desarrollados13 . 12 Durante la
Reconceptualización se manifestaron dos tendencias : una, que identifica el
método científico con el enfoque cuantitativo de investigación, el cual está
asociado con el paradigma positivista de la ciencia, es fundamentalmente
hipotético-deductivo; otra, que identifica el método científico con el
método dialéctico e histórico, el cual parte de la experiencia directa y
después formula hipótesis, estudia la sociedad en su unicidad, descubre las
contradicciones internas de la realidad y es fundamentalmente un enfoque
explicativo. En ese sentido es importante referenciar algunos de los
trabajos publicados: Casalet, Mónica. Alternativas metodológicas en
trabajo social; Porzecanski, Teresa. Lógica y relato en trabajo social;
Gallardo, Maria Angélica. La praxis del trabajo social en una dirección
cientifica. 13 Eroles, 2005:126-128 define el método “como el conjunto de
procedimientos ordenados que guían la acción profesional para conocer y
transformar una realidad. Supone operaciones que permiten concretar
estas funciones a través de una práctica social intencionada. En síntesis el
método actúa como un facilitador del conocer para la acción, donde a
través de aproximaciones sucesivas, logramos un conocimiento cada vez
mayor del objeto y una acción transformadora más eficaz. Si bien hoy
podemos hablar casi sin conflictos de una metodología única o integrada,
no se llegó a este resultado en forma pacífica, sino a través de un largo
proceso histórico. Ya no es sencillo hablar de método en trabajo social.
Como disciplina inserta en las ciencias sociales, se trata de de intervenir con
una mirada crítica sobre una realidad compleja. Conocerla no es una tarea
sencilla sino cargada de contextos variantes, criterios hermenéuticos,
contradicciones múltiples y aproximaciones éticas. Lo humano, lo social, el
tiempo y el espacio, la mediación y la incertidumbre que genera el cambio
epocal, son parte de los nuevos desafíos…En algunos trabajos de colegas De
esta manera las distintas iniciativas que hicieron parte de la denominada
“metodología de transición”, intentaron dejar de lado los métodos
tradicionales o clásicos y retomaron los llamados métodos propiciatorios o
auxiliares: planeación social, administración social, investigación y
supervisión, convirtiéndolos en los referentes centrales del intento de
fundamentación teórica y metodológica de estas nuevas propuestas. Hay
que reconocer la intencionalidad de un esfuerzo sistemático por tratar de
abordar el estudio de la cuestión social bajo nuevas perspectivas teóricas,
rompiendo así con las concepciones anteriores que venían condicionando
la práctica del trabajo social en América Latina, la cual reducía la
intervención profesional a la simple ajuste, adaptación y corrección de las
disfuncionalidades sociales. 4.3 Metodologías alternativas para la acción
transformadora de la realidad. Este esfuerzo que fue meritorio y que habría
nuevas posibilidades y perspectivas teóricas y metodológicas, para
repensar la formación y la intervención profesional bajo nuevos horizontes,
de alguna manera se truncó y se vió eclipsado por el impacto de la fuerza
hegemónica de la tendencia más radical de la Reconceptualización, que
tuvo como escenario la Región Andina: Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú
y Bolivia. Mientras en el Cono Sur se avanzaba en la búsqueda de repensar
la intervención profesional asumiendo la reflexión sobre el asunto del
método y la metodología de intervención profesional, partiendo de
reconocer el contexto; en la Región Andina florecían las propuestas
alternativas metodológicas, que sobredimensionaban la acción política
para la acción transformadora de la realidad, empeñadas
fundamentalmente en el cambio radical de las macro estructuras sociales y
en el proyecto de emancipación humana y de liberación de los oprimidos.
En el caso de Colombia, éste hecho tuvo repercusiones negativas por lo
menos en términos de la formación profesional, porque el radicalismo
vivido durante este proceso, generó una especie de rechazo inconsciente,
donde el interés por la discusión metodológica pasa definitivamente a un
segundo plano durante la década de los ochenta, sin lograr darle salida a
muchos de los problemas relacionados con la formación profesional.14 Las
Escuelas de trabajo social se dedican unas a la enseñanza de los llamados
métodos clásicos o tradicionales, otras plantean la necesidad de orientar la
formación por la integración de métodos, un último grupo de Escuelas,
introducen cambios derivados de las propuestas del método básico y del
método único, orientando la enseñanza de la metodología de intervención
por procesos. En los últimos años se ha vuelto a expresar un gran interés
por el tema de la intervención social y de la intervención en lo social, ello
en parte puede explicar por qué se convocó recientemente al Encuentro
Nacional de Docentes en Metodologías de Intervención, promovido por el
Consejo Nacional para la Educación en Trabajo Social. del trabajo social
Latinoaméricano se mencionan como métodos los clásicos y el método
integrado, como si fueran opciones alternativas vigentes. A nuestro juicio,
el método único o integrado implica la negación epistemológica de los
llamados métodos clásicos. Estos últimos sólo podrían ser analizados como
una etapa de un proceso histórico en la conformación de nuestra
disciplina”. 14 En ese período el último seminario sobre metodología se
realizó en Colombia en 1979. El Consejo Nacional para la Educación en
Trabajo Social, emprendió una investigación sobre la formación
metodológica del trabajador social a través de un proyecto de capacitación-
investigación apoyado por el Celats y coordinado por Victoria Eugenia
Muñoz y José Adán Guzmán. Los resultados del encuentro nacional
realizado en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, fueron
publicados en cuadernos Celats Nº 22, Lima, Perú, 1979. Sería interesante
preguntarnos y analizar por ejemplo, ¿Cuáles deberían ser los paradigmas
teóricos que deben orientar en el contexto actual la formación profesional?
¿Cuál es el sentido y contenido de los proyectos educativos curriculares del
trabajo social en Colombia? ¿Cuál es la real situación de la enseñanza de la
denominada área profesional en la estructura curricular de los programas
de trabajo social en Colombia? ¿Cómo se asume el tema del método y las
metodologías, en la enseñanza de cada una de las asignaturas
correspondientes a las metodologías de intervención? ¿Cuáles son los
referentes epistemológicos, teórico-conceptuales, metodológicos y ético-
políticos que fundamentan la intervención en lo social? 5. Resignificar la
intervención profesional en lo social La resignificación de la intervención
profesional debe comenzar por una revisión de los presupuestos
epistemológicos, teórico-conceptuales y metodológicos implícitos no sólo
en la intervención social, como campo social de análisis y de acción
interdisciplinaria y transdisciplinaria, sino también, de de manera específica
en la denominada intervención en lo social; en esa perspectiva se debe
retomar la discusión y la reflexión sobre la cuestión del método y la noción
de metodología (Velez, 2003), plantea que parar avanzar en la discusión
sobre la metodología del trabajo social y contribuir por esa vía al reto de
repensar la profesión, es necesario esclarecer la confusión que muchas
veces se establece entre metodología y método15 . La indagación y la
reflexión teórico-conceptual, debe iniciarse con la revisión misma de la
noción o categoría de intervención social. En la historia y en el desarrollo de
la profesión la noción de intervención ha sido problematizado y
cuestionado. Velez, 2003:54-55, plantea que “el término “intervención”
ampliamente utilizado en el lenguaje profesional para designar
determinado tipo de acción desarrollada en la práctica del trabajo social
(Metodología de Intervención), es a mi modo de ver problemático y
restrictivo desde el punto de vista epistemológico y operativo, haciéndose
necesario, desde la perspectiva contemporánea su cuestionamiento y
remoción. El contenido, usanza y tradición de dicho concepto se tornan hoy
en día obsoletos e insuficientes, debido a que las nuevas tendencias
metodológicas del trabajo social abogan por el establecimiento de
sintonías, tránsitos y filiaciones con tendencias y posturas que conecten la
esencia del quehacer profesional con una acción social dialogante e
interactiva, y eso tiene que operarse también en el terreno de lo
conceptual. 15 “La obligada diferenciación conceptual –que desde el punto
de vista epistemológico se impone– entre metodología y método es
importante también para evitar confusiones o semejanzas que limitan su
alcance, reduciéndola al ámbito puramente operacional… La metodología
regula y ordena la actividad científica proponiendo orientaciones y
procedimientos que aseguren la realización de las acciones, en
correspondencia con los supuestos establecidos en las matrices teóricas
que las rigen. La estrecha conexión existente entre metodología y teoría
obliga a abandonar la concepción reduccionista de la primera como la
fórmula o receta mágica a través de la cual es posible abordar cualquier
realidad… Además, de las precisiones teóricas e instrumentales, la
metodología tiene que incorporar el conocimiento del contexto en el cual
se va actuar, los objetivos de la profesión y las funciones que –como
profesional– se pretenden desempeñar. Estos ámbitos y la forma de
aproximación a ellos son los garantes de una acción pertinente y los que
aportan elementos para una reflexión crítica que contribuya a modificar o
ampliar los supuestos iniciales (o prenociones), imprimiéndole al ejercicio
profesional un sentido más creativo y científico. El método como
concreción de la metodología, es una forma particular de actuación
profesional que no puede reducirse a la sucesión lineal de acciones que
operen apriorísticamente como recetas o esquemas, costriñendo la riqueza
que las expresiones particulares de la realidad revisten. El método es un
recurso analítico y operativo con que cuenta el trabajo social para enfrentar
de manera racional los problemas propios del ejercicio profesional. Dicho
de otra manera es un conjunto de razonamientos analíticos que respaldan
acciones específicas y a través del cual se le asigna un fundamento racional
a los distintos cursos de acción, constituyéndose en el sustento de la
práctica profesional”(Vélez, 2003:53-64). En síntesis, el método es una carta
de navegación, es decir, es una lógica con la cual se aborda la construcción
del conocimiento o se construye y se sustenta la intervención profesional;
la metodología en sentido estricto se refiere al estudio de los diversos
métodos que se utilizan para construir la intervención profesional en
Trabajo Social. La marcada connotación positivista presente en el término
“intervención” con que se define todo lo referente a la metodología del
trabajo social (métodos de intervención, modelos de intervención, niveles
de intervención, etc.) está fundamentada en un imaginario ideológico que
subordina la práctica profesional a visiones externalistas de manipulación,
control o cosificación de las personas y situaciones. En sintonía con lo
anterior y buscando contribuir con la apertura conceptual que tiene que
operarse en el lenguaje profesional contemporáneo (teórico y
metodológico), propongo la eliminación del término “intervención”,
reemplazándolo por el de “actuación” 16. La autora cuestiona el término de
“intervención” y más precisamente el término “metodología de
intervención”, calificándolos como problemáticos desde el punto de vista
epistemológico y operativo, luego, propone simplemente reemplazarlo por
el término de actuación. En primer lugar, comenzaría señalando que la
autora no rastrea ni define que entiende por intervención, el cual queda
formulado en términos generales de manera implícita no explícita, da por
supuesto que todo el mundo está de acuerdo en algo que no está
claramente definido; en segundo lugar, no hace la distinción entre
intervención social e intervención en lo social, las dos nociones o categorías
aunque relacionables, tienen que ser diferenciadas y definidas
rigurosamente desde el punto de vista conceptual; en tercer lugar, el
problema no es de forma, ni simplemente nominal, sino de contenido, no
basta con proponer la sustitución del término intervención por actuación,
sino hay una revisión a fondo de los presupuestos, epistemológicos,
teórico-conceptuales y metodológicos, que caracterizan hoy la formación y
la intervención profesional. No basta y no es suficiente con cambiar
nombres o el lenguaje, para resolver las limitaciones o dificultades
evidentes en la formación y en la práctica de los trabajadores sociales; de
hecho, podemos seguir enseñando viejas doctrinas bajo nuevos mensajes,
por lo tanto, la apertura conceptual que tiene que darse en el lenguaje
profesional contemporáneo –en eso estamos de acuerdo– tiene que ser
resultado de una profunda y sistemática reflexión, sobre la naturaleza y el
sentido de la intervención en lo social. Si lo miramos en términos de la
formación profesional, tendríamos que determinar cuáles deben ser los
paradigmas teóricos, que deben orientar el proceso de formación y
particularmente la enseñanza de las metodologías de intervención en
trabajo social, como proyecto educativo curricular; elegido él o los
paradigmas teóricos, debemos ser concientes de cuáles son sus
implicaciones epistemológicas, teórico-conceptúales y metodológicas. La
noción de intervención en si misma, por su significación y contenido, es
problemática y conflictiva. Carballeda, sostiene que: 16 Entiende la
actuación “como el conjunto de actos, prácticas y procesos condicionados
por interacciones y mediaciones sociales (internas y externas) que
estructuran la especificidad del trabajo social, y cuya elección no es ajena a
las nociones, visiones o posturas que sobre la realidad, la profesión y la
acción social se tengan. La actuación profesional tiene un marco estructural
y contextual que la hacen posible. El carácter simbólico –o la capacidad de
representación– y la finalidad , orientación o intencionalidad definen el
sentido de la acción. La actuación profesional remite a todas esas acciones
materiales y/o discursivas que realizan los agentes profesionales y al
conjunto balanceado de lógicas y competencias administrativas,
experienciales, cognitivas y creativas que le infunden vida al ejercicio
profesional, proyectándolo”. […] “la palabra intervención proviene del
término latino intervenio, que puede ser traducido como “venir entre”, o
“interponerse”. De ahí que “intervención”, pueda ser sinónimo de
mediación, intersección, ayuda o cooperación y, por otra parte, de
intromisión, injerencia, intrusión, coerción o represión. En definitiva en
todo proceso de intervención en lo social podemos, en la mayoría de los
casos, encontrarnos con ambas caras de una “misma moneda”… Reconocer
lo artificial de la intervención significa tender a su desnaturalización,
entenderla como dispositivo que se entromete en un espacio, en tanto
existe una demanda hacia ella. De ahí que la demanda sea el acto fundador
de la intervención. En este aspecto, la demanda proviene de los sujetos que
acuden a las instituciones, los organismos, etc, pero, también la demanda
es generada desde las instituciones, las agendas de políticas públicas, los
medios de comunicación, etc. En definitiva, de la visión de “problema
social” que una sociedad tiene” (Carballeda, 2002). En esta misma línea
Eroles, reconociendo la dualidad conceptual coincide con Carballeda
destacando también el carácter contradictorio de dicha noción. En ese
sentido sostiene que: […] “dado que se trata de un acto o de un proceso
constituido por un conjunto de actos, la intervención implica siempre
acción, es decir, conciencia y transformación de la realidad. Esa realidad
muchas veces se nos impone, sufrimos y experimentamos lo impuesto, y
otras veces, por el contrario podemos actuar sobre lo disponible. Parte de
la realidad permanece tal como se presenta, parte se transforma por si sola,
y parte permanece o se transforma sólo cuando hacemos o sufrimos algo.
En toda acción hay una relación entre lo irremisiblemente impuesto y
aquello disponible, y cada uno de nosotros se desenvuelve en un círculo de
posibilidades reales en el que no sólo se padece lo impuesto. Los límites de
lo posible se modifican no sólo históricamente por las distintas
generaciones, sino a lo largo de la vida de cada individuo. Toda acción
supone la existencia de un diálogo, el entrecruzamiento de lenguajes, de
horizontes de comprensión socio-culturales, y de esquemas de
comportamiento y pensamiento. Su producto es real cuando hay una
transformación en acto, pero su resultado es también ideal, en la medida
en que toda acción es pensada, es anticipada mediante el proyecto. Lo que
media entre la idea, el proyecto y el acto es la voluntad manifestada en la
“decisión”. La decisión es más bien el último obstáculo de la voluntad con
el cual se supera el umbral existente entre el agente del proyecto (en tanto
acto mental con anterioridad a la misma acción) y el acto propiamente
dicho. Para llegar a ella muchas veces hay interrupciones, rodeos y
suspensiones; de todas maneras, y aún no convertida en acto, es
intervención por que es experiencia intencionada de cambio; por ello se
dice que hay participación, sea por acción, por omisión o inacción”
(Carballeda 2007:105-109). La intervención en lo social si lo
conceptualizamos como un proceso social, no puede ser pensada como un
asunto puramente operativo y lineal, ésta es sin duda alguna una
construcción social, cuya legitimidad está determinada por las demandas
que establecen las poblaciones o las instituciones sociales. En éste sentido
las y los trabajadores sociales que intervienen en lo social, al promover y
construir procesos de intervención, en tanto humanos mediados por
valores y posturas político-ideológicas, no están exentos de asumir en la
práctica posiciones que oscilen entre ser mediador, promotor u orientador;
o asumir el papel opuesto de instrumentalizar, controlar, reprimir o ejercer
la coerción contra las personas con que las que se trabaja. En esas
circunstancias por su significación la intervención en lo social, tiene que ser
analizado como un proceso conflictivo y hasta contradictorio y aunque
podemos y debemos esforzarnos por construir el sentido, la finalidad y el
horizonte de la intervención profesional, no estamos exentos consciente o
inconcientemente de incurrir en posturas y prácticas que nieguen el
reconocimiento del otro como sujeto social. En síntesis, la intervención en
lo social desde la perspectiva profesional, tiene que ser pensada y abordada
como un proceso social complejo, por esa razón es necesario plantear la
resignificación de la relación entre método y metodología. La categoría de
proceso17, es fundamental para conceptualizar no solo el papel del método
sino también de la metodología, en tanto que la intervención en lo social es
ante todo una construcción social, que debe abordar y comprender la
dinámica de los procesos sociales en curso, con el fin de formular las
respectivas estrategias de acción social. De la misma manera que se plantea
un pluralismo metodológico en la construcción del conocimiento de lo
social, se debe reivindicar un pluralismo metodológico en términos de la
intervención profesional, que parta de admitir que para poder fundamentar
la intervención en lo social, es necesario contar con un método o métodos
que permitan, darle sentido y finalidad a la intervención profesional –
heredamos de la reconceptualización el método básico y el método único–
, ello implica hoy, repensar el asunto en términos epistemológicos, teórico-
conceptuales, metodológico y ético-político. Hay que admitir que como
toda intervención en lo social, se construye en contextos particulares
contingentes, no se puede seguir formulando la idea limitada que hace
alusión a la existencia de una metodología de intervención genérica, válida
de ser aplicada en los múltiples contextos en los que se interviene. Antes
que utilizar en singular la noción de metodología de intervención, debemos
utilizar en plural la noción de metodologías de intervención en lo social,
para referirse a la construcción de estrategias metodológicas, que
respondan y se articulen a esos contextos contingentes, únicos e
irrepetibles. En el contexto actual es necesario repensar los denominados
“niveles de intervención”, ya que si se conceptualiza la intervención como
un proceso social, esta debe dar cuenta de la tensión que se expresa en la
relación social existente entre lo individual y lo social (colectivo), lo cual está
presente como interacción social, en los distintos campos de intervención
profesional. En esas condiciones la intervención en lo social, debe ser
asumida en la perspectiva de la construcción del campo profesional, que
permita abordar y construir los diferentes objetos de intervención
implícitos en cada uno de ellos. Ello significa darle prelación al conocimiento
de los paradigmas que corresponden a la teoría crítica, al paradigma del
conflicto social, al constructivismo o construccionismo social y al enfoque
histórico-hermenéutico. Para que sea posible repensar y conceptualizar
adecuadamente el campo profesional y la construcción de los diversos
objetos de intervención, es necesario apoyarnos en la teoría del campo
social propuesta por Pierre Bourdieu y la teoría de la acción social,
propuesta por Max Weber y todos sus continuadores hasta los más
contemporáneos como Thomas Luckmann y Peter Berger. 17 El proceso es
un cambio continuo o discontinuo que tiene lugar gracias a la operación de
fuerzas presentes en una situación. El despliegue de tales fuerzas produce
el proceso, sin que éste para serlo haya de marchar necesariamente hacia
adelante, es decir, hacia el progreso de manera lineal. Hay procesos sociales
de integración y desintegración, de organización y desorganización. No hay
un juicio previo cualitativo sobre el curso y desenlace de un proceso social:
puede ser hacia arriba o hacia abajo, hacia adelante o hacia atrás, en todo
proceso hay avances y retrocesos, lo importante es poder captar y
comprender las tendencias de continuidad o discontinuidad. Con el fin de
fundamentar la intervención en lo social, es necesario que se plantee la
relación entre conocimiento y acción, que permita identificar, construir y
transformar en un campo o espacio social18, los diferentes objetos de
intervención, en objetos de conocimiento. En esa perspectiva la
construcción de una propuesta o estrategia de intervención profesional,
debe tener como referentes las siguientes dimensiones: en primer lugar, la
identificación de problemas sociales y la construcción de situaciones
problemáticas complejas, ya que en sentido estricto ningún problema social
existe aisladamente de otros problemas; en segundo lugar, la lectura de los
contextos particulares contingentes de intervención; el contexto
estructural que media o sobredetermina los contextos particulares. Si algo
se debe aprender es a comprender y a leer adecuadamente las
sobredeterminaciones históricas, sociales, económicas, políticas,
culturales, etc. de los contextos, no sólo se debe prestar atención al
reconocimiento, sino también, se debe tener un sumo cuidado por la
instrumentación de los determinantes del contexto. En síntesis es necesario
hacer las lecturas del contexto y en contexto, en tanto esta última noción
ayuda a identificar y construir los múltiples objetos existentes en los
diferentes campos de intervención profesional. Finalmente, si algo deben
aprender hoy las y los trabajadores sociales es a contextualizar, ya que una
adecuada lectura del contexto es fundamental para fundar y sustentar la
intervención profesional; esta se debe orientar, como es lógico en una
actitud ético-cognitiva que permita la construcción de una postura ético-
política; en tercer lugar, comprender y explicar los procesos sociales que se
encuentran en curso; en cuarto lugar, tomar en cuenta los sujetos sociales
implicados, con sus significaciones, representaciones sociales y sus
imaginarios simbólicos. Sólo así se podrá saber si la intervención en lo social
desde la perspectiva profesional deberá orientarse a transformar o incidir
en los problemas o situaciones problemáticas complejas, los procesos
sociales, los contextos micro y macro estructurales o intervenir con los
sujetos y las poblaciones. En esa línea se debe destacar que toda
interpretación como toda experiencia que se realiza es una acción social y
política situada, en sentido estricto toda acción social es una acción política,
por lo tanto hay que destacar que todo dialogo tiene siempre un significado
social. Alonso, 1998:232, plantea que: […] “sólo de la comunicación libre
surge el conocimiento social constructivo, y sólo entablando
conversaciones –en el más amplio sentido de la palabra– y, construyendo
espacios comunicativos abiertos es posible conducir libremente cualquier
proceso de constitución democrática real.” Es justamente en éste tipo de
contextos donde se debe comenzar a rescatar el sentido de la política y de
lo político en toda su significación, ya que el escenario de la comunidad
constituye el contexto natural por excelencia en el cual se debe recuperar
el sentido de la política. Ello supone que la acción del conocer –y esto
deberían tenerlo en cuenta las y los trabajadores sociales– se debe orientar
siempre por la puesta en práctica de un principio dialógico, que parta de
reconocer a ese otro en todas sus potencialidades como sujeto social y
político”. 18 Se puede “definir el concepto de campo en dos momentos. En
principio, como un espacio específico en donde suceden una serie de
interacciones; por otra parte –lo define Bourdieu– como un sistema
particular de relaciones objetivas que pueden ser de alianza o conflicto, de
concurrencia o de cooperación entre posiciones diferentes, socialmente
definidas e instituidas, independiente de la existencia física y de los agentes
que la ocupan. Por ejemplo, aunque desaparecieran los agentes que
ocupan las diferentes posiciones sociales de empleador o de patrón,
dirigente deportivo o rector, etc; esta posición podría ser ocupada por otro
agente. Siempre existirá la posición, ya que “a rey muerto rey puesto””
(Moreno y Ramírez 2003:16-17). 6. A manera de conclusiones finales Es
necesario continuar la reflexión epistemológica, teórico-conceptual y
metodológica, que permita profundizar en las relaciones de
complementariedad y al mismo tiempo de diferenciación entre las
categorías de intervención social e intervención en lo social. La intervención
social es hoy un campo social en debate pero también un campo social en
construcción, ya que son múltiples las disciplinas y profesiones, que tratan
hoy de transitar articulando la construcción de un conocimiento de lo social,
con la búsqueda de sentido de un horizonte de intervención en lo social. A
mediano y largo plazo si no se asumen estos desafíos, muchas de las
disciplinas y profesiones, estarán irremediablemente sometidas a perder
vigencia o incluso a desaparecer, dadas las demandas sociales existentes
desde la sociedad, los sujetos sociales, las poblaciones, las instituciones
sociales, las agendas de políticas públicas y desde los nuevos contextos y
escenarios sociales y políticos. La Reconceptualización crítica el
“individualismo metodológico” dominante en el trabajo social, que asume
el individuo como la fuente principal de trastorno y desadaptación,
totalmente desconectado y aislado de la estructura social; también
cuestiona y critica la “asepsia metodológica”, que revestida con el manto
de la neutralidad, niega el carácter político implícito en toda acción social.
La reconceptualización tuvo el mérito de haber descubierto y develado a
nivel del trabajo social la dimensión política e ideológica consustancial a
esta práctica social. En el contexto de la Reconceptualización surgen dos
tendencias claramente diferenciadas en torno al asunto del método y la
metodología de intervención; la primera que se puede clasificar como la
denominada metodología de transición, la cual comprende las siguientes
propuestas: método integrado, método polivalente, método básico y el
método único; la segunda, que se enmarca dentro de la denominada
metodología alternativas para la acción transformadora de la realidad, en
la cual se agrupan las siguientes propuestas: método de intervención en la
realidad (Bolivia), metodología para la acción transformadora, Universidad
de Caldas, (Colombia) y el modelo de intervención en la realidad,
Universidad Central, (Venezuela). Todas estas propuestas tienen en común
el esfuerzo por tratar de fundamentar el denominado “método
cognoscitivo” y el “método de intervención en la realidad”. Sería
interesante analizar cuál fue el aporte y las principales limitaciones de las
metodologías alternativas para la acción transformadora de la realidad.
Este balance crítico en Colombia de alguna manera está por hacerse dada
las limitadas alusiones al tema. La resignificación de la intervención
profesional en lo social debe comenzar por una revisión de los presupuestos
epistemológicos, teórico-conceptuales, metodológicos y ético-políticos
implícitos no sólo en la intervención social, como campo y espacio social de
análisis y de acción interdisciplinaria y transdisciplinaria, sino también, de
manera específica en la denominada intervención en lo social. Es por lo
tanto indispensable retomar la discusión y la reflexión sobre la cuestión del
método y la noción de metodologías de intervención en trabajo social. Si
conceptualizamos la intervención en lo social como un proceso social, este
no puede ser pensado y formulado como un asunto puramente operativo y
lineal, es por lo tanto una construcción social, cuya legitimidad está
determinada por las demandas que establecen las poblaciones o las
instituciones sociales. En ese sentido las y los trabajadores sociales que
intervienen en lo social, al promover y construir procesos de intervención,
en tanto humanos o agentes sociales mediados por valores y posturas
político-ideológicas, no están exentos de asumir en la práctica posiciones
que oscilen entre ser mediador, promotor u orientador; o adoptar el papel
opuesto de instrumentalizar, controlar, reprimir o ejercer la coerción contra
las personas con las que se trabaja. 7. Referencias bibliográficas Ander-Egg,
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