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“Por la carroza, todo” - Notas Ciudadanas, escrita por Minguet,

miércoles, 21 setiembre de 1994, Diario El Heraldo (Concordia, E. Ríos)

Ahí están, en el galpón. Jean con engrudo, camisa afuera, pelo atado en una cola,
manos sucias, música estridente, movimiento, poca charla. Son ellos, los estudiantes,
que hacen su carroza. Entramos a ese galpón, que les costó tanto conseguir y más
pagar, y el asombro, como todos los años, se repite.
Ellos, los muchachos, son genios. Realmente nos resulta asombroso ver el bosquejo,
sucio, arrugado, que me extienden sobre el piso del acoplado, "y por ahí hay un túnel, y
viene el tren que pasa por abajo de este árbol. Y las abejas se mueven” y miramos el
acoplado y sólo vemos armazones y soldadores trabajando sin prestarnos atención,
"estas son las flores, fíjese, mueven los pétalos..."
Y uno intenta imaginar, porque tiene un boceto a la vista, pero se pregunta cómo estos
mismos muchachos que nos parecen a veces irresponsables, que no cumplen, que nada
terminan, están ahí, artífices de una fenomenal obra soldando fierrito por fierrito,
atando alambre por alambre, mientras las chicas introducen sus manos en palanganas
de engrudo (que le echan limón para evitar el olor) y pincelean el papel de diario, en
pedacitos, que prolijamente colocan sobre los armazones para recubrirlas. Porque
arriba de todo esto irán los millones de flores que hicieron. Cajas, cajas y más cajas
encimadas en un living que parece un depósito, que una madre ha consentido, saben de
la labor femenina. Y ahí están los de primer año, de segundo, no importa de cual, la
carroza tiene que estar, ser la más bella, es la carroza de su colegio, es... el sueño de
seis años.
Ya no saben lo que es dormir, mañana, tarde y noche en su "hábitat" que es el galpón,
con mate, sin termo, con galletitas o sin ellas, con papel de diario por todo el suelo, que
de vez en cuando barren porque ya no ven ni el piso. Están afuera, adentro del galpón,
con frío, sin frío, pero más puntual que la asistencia a la escuela "de eso no se habla",
por favor, si ya faltan pocos días y recién la carroza está viendo sus flores tapando el
puente, el árbol, las abejas. Y después, seguro, cuando esté armada empieza el sistema
eléctrico. ¿Y si no funciona? ¿Y si cuando van abajo del acoplado moviendo las miles
de vueltas que tiene, se atasca?... ni pensarlo, por favor no lo piense... Caminamos
entre ellos y sus herramientas, convertidos en ingenieros electrotécnicos. Pienso que
también están sorprendidos de haber podido concretar el bosquejo.
Mientras los miraba trabajar, cada uno en lo suyo, intentaba adivinar si habrían
surgido amores de esta convivencia artística... pero no pude ubicar un solo gesto que
fuera algo más que compañerismo.
Realmente creo que se los puede admirar. Aún con demoras terribles, cada año, en
medio de miles de dificultades logran salir a desfilar con su obra, producto del
desorden ordenado, del amor apasionado, del orgullo para no fracasar.
Dios quiera no haga frío, porque pareciera que la primavera no quiere compartir la
belleza de las niñas reinas y sus gasas flotantes y se convierte en el día más desolador.
Cierto es que el deseo de triunfar hace que no sientan ni el frío.
Cuando los vemos trabajar no podemos pensar que se pueden convertir en
malhechores, o en drogadictos, pensamos lo mejor, porque el futuro, así como ellos lo
encaran, no permite que la mente imagine más que una juventud bella, sana, con metas
y esperanzas.
Por eso mismo, estudiantes, por esto que les digo es que los padres apoyan la carroza.
Porque los envuelve, como un contento de que están haciendo algo hermoso, aunque no
ganen premios. Porque están tranquilos de verlos en una obra que no sabe de descanso
y sí de mucho compañerismo y empeño... Y les preparan el termo, les llevan comida o
alguna torta y se afligen como ustedes pensando en una lluvia ¿qué le pasará a la
carroza de los pobres chicos?...
De alguna manera los padres vuelven a vivir su juventud, aunque no haya sido la
misma. Ningún padre ni madre deja de apoyar a su hijo en la carroza. Confían, en
medio de tantos desaciertos que tiene la juventud, en estos días donde ya se siente el
perfume a primavera, que nada malo pueden hacer porque han entregado a la carroza,
todo.

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