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Reconocimiento de su pintura
El reconocimiento de Velázquez como gran maestro de la pintura occidental fue
relativamente tardío. Hasta principios del siglo XIX raramente su nombre
aparece fuera de España entre los artistas considerados mayores. Las causas
son varias: la mayor parte de su carrera la consagró al servicio de Felipe IV,
por lo que casi toda su producción permaneció en los palacios reales, lugares
poco accesibles al público. Al contrario que Murillo o Zurbarán, no dependió de
la clientela eclesiástica y realizó pocas obras para iglesias y demás edificios
religiosos, por lo que no fue un artista popular.
Además, compartió la incomprensión general hacia algunos pintores del final
del Renacimiento y del Barroco como el Greco, Caravaggio o Rembrandt, que
debieron aguardar tres siglos para ser comprendidos por la crítica, que en
cambio encumbraba a otros pintores como Rubens y Van Dyck y en general a
los que persistían en el estilo antiguo. La escasa fortuna de Velázquez con la
crítica debió comenzar pronto; además de las críticas de los pintores de corte,
quienes le censuraban saber pintar solo «una cabeza», Palomino cuenta que el
primer retrato ecuestre de Felipe IV sometido a la censura pública fue muy
criticado, argumentándose que el caballo iba contra las reglas del arte y el
pintor enfadado borró gran parte de la pintura. En otro lugar hablaba, sin
embargo, de la excelente acogida dispensada por el público a ese mismo
retrato, recogiendo los versos laudatorios de Juan Vélez de Guevara.128
Pacheco, en su época, ya advirtió de la necesidad de defender esta pintura de
la acusación de ser simples borrones. Si aún hoy cualquier aficionado se
admira al contemplar de cerca una maraña de colores que a distancia cobra
todo su sentido, en aquella época, los efectos ópticos aún desconcertaban e
impresionaban más y Velázquez cuando los adoptó poco tiempo después de su
primer viaje a Italia, fue continuo motivo de discusión como partidario del nuevo
estilo.
El primer conocimiento en Europa del pintor se debe a Antonio Palomino,
rendido admirador, cuya biografía de Velázquez, publicada en 1724 en el tomo
III de El museo pictórico y escala óptica, fue traducida abreviadamente al inglés
en Londres en 1739, al francés en París en 1749 y 1762, y al alemán en
Dresde en 1781, sirviendo a partir de entonces de fuente y conocimiento para
los historiadores. Norberto Caimo, en la Lettere d'un vago italiano ad un suo
amico (1764), se servía del texto de Palomino para ensalzar al «Principe
de'Pittori Spagnuoli», quien habría sabido unir magistralmente al dibujo romano
el colorido veneciano.130 El primer juicio francés sobre Velázquez es anterior y
se encuentra en el tomo V (1688) de los Entretiens sur les vies et sur les
ouvrages des plus excellents peintres anciens et modernes de André Félibien.
Limitado su conocimiento de la pintura española a la conservada en las
colecciones reales francesas, Félibien solo podía citar un paisaje de Cleantes
(por Collantes), y «plusieurs Portraits de la Maison d'Autriche», conservados en
los bajos del Louvre y atribuidos a Velázquez. Respondiendo a su interlocutor,
que le había preguntado qué encontraba de admirable en la obra de estos dos
desconocidos, y situándolos entre los pintores de segundo rango, Félibien
elogiaba en ellos «que han escogido y mirado la naturaleza de modo muy
particular», sin el aire bello de los pintores italianos.