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LA SANTIDAD INTERNA Y EXTERNA

INTRODUCCIÓN:

Los hijos de Dios nacidos, según la voluntad divina debemos Santificarnos por
completo, como manda el Señor. Internamente y externamente, para servir en
la congregación de los Santos, y así resplandecer la luz del evangelio. Según la
revelación bíblica, la santidad es:

1) Una cualidad fundamental de Dios y de su Espíritu

2) Una virtud indispensable de todo verdadero creyente; y

3) Un atributo de ciertos lugares, objeto, días, fechas, acciones, etc.

El termino Hebreo kadosh significa puro, física, ritual y, especialmente, moral y


espiritualmente.

En ocasiones se debe traducir “separado”, puesto aparte, consagrado; pero si


es cierto que la pureza consiste en estar separado de toda contaminación, de
todo pecado, donde se repite en varias ocasiones la orden de ser santo,
separado para Dios. Asi, la santificación es el estado predeterminado por Dios
para los creyentes, al que en gracia Él los llama, y en el que comienzan y
persisten en su curso cristiano. Por ello reciben el nombre de “santos” (jagioi).

La santificación es aquella relación con Dios en la que entran los hombres por
la fe en Cristo, y para la cual el único título que tienen es la muerte de Cristo.
La santificación también se utiliza en el NT. De la separación del creyente delas
cosas malas y de los malos caminos. Esta santidad es la voluntad de Dios para
el creyente, y su propósito al llamarlo mediante el evangelio; tiene que ser
aprendida de Dios, conforme Él la enseña mediante su palabra.

El Espíritu Santo es el agente en la santificación del creyente que vive según la


palabra de Dios, denota la manifestación de la cualidad de la santidad en la
conducta personal. Se utiliza, de la absoluta santidad de Cristo en los días de
su carne, lo que le distinguió de entre de todos los meros seres humanos; esto,
que se indica con la frase “el Espíritu de santidad”, y en vindicación de ello, su
resurrección de entre los muertos, lo señalo como (fue “declarado”) el hijo de
Dios. Por eso los creyentes debe andar “perfeccionando la santidad en el temor
de Dios”, esto es, llevando la santidad a su fin predestinado, mediante la cual
pueden ser encontrados “irreprensibles en santidad” en la parusía de Cristo.

En este estudio aprenderemos según el pasaje bíblico que nos cita.


SANTIFICACION

¿POR QUÉ DEBO SANTIFICARME PARA SERVIR A DIOS?

Porque El Dios que nos llamó para su pueblo especial, es Santo. Como él nos
llamó según su voluntad, cundo estábamos lejos de su presencia por causa de
nuestros pecados, separado de su presencia, ahora nos exige como nuestro
Padre eterno, que andemos en santidad todo los días de nuestras vidas
apartados de todo mal que el mundo nos ofrece. Por eso su palabra en libro de
Levítico nos dice:

“Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: Santo seréis,


porque santo soy yo Yahveh vuestro Dios” (Lev. 19:2).

“Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Yahveh soy vuestro Dios. Habéis,
pues, de serme santos, porque yo Yahveh soy santo, y os he apartado de los
pueblo para que seáis míos” (Lev. 20:7, 26).

Todo en cuanto lo que ofrecemos al Señor debe ser consagrado.

“Santos serán a su Dios, y no profanaran el nombre de su Dios, porque las


ofrendas encendidas para Yahveh y el pan de su Dios ofrecen; por tanto, serán
santos” (Lev. 21:6).

El hijo de Dios no debe contaminarse con animales inmundos, practicando


como los hombres del mundo.

“Porque yo soy Yahveh vuestro Dios; vosotros por tanto os santificareis, y


seréis santos, porque yo soy santo; así que no contaminéis vuestras personas
con ningún animal que se arrastre sobre la tierra” (Lev. 11:44).

Ahora como cristianos somos adoptados como hijos de Dios y llamados a vivir
en santidad. La Biblia dice:

“Según nos escogió en el antes de la fundación del mundo, para que fuésemos
santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser
adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro de su voluntad”
(Efesios 1:4-5).

“Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en
vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamo es santo, sed también vosotros
santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito esta: Sed santos, porque yo
soy santo” (1Pedro 1:14-16).
Es un deber con nuestro Nuevo Padre permanecer santos y esto se logra
andando en santa y piadosa manera de vivir:

“Puesto que toda estas cosas han de ser desechas, ¡cómo no debéis vosotros andar
en santa y piadosa manera de vivir!” (2 Pedro 3:11).

No vivir conforme a los deseos de la carne. Porque dice así:

“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación,


inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras,
contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgias, y cosas
semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes,
que los que practican tales cosas no heredaran el reino de Dios. Mas el fruto del
Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre,
templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:19-23).

Tal vez para el mundo, la Santidad del creyente no existe, para casi todo aquel
que no es convertido a Jesucristo, ser santo es una idea casi remota,
imposible, ridícula, fanática y se relaciona con una vida aburrida.
Cuando éramos religiosos relacionábamos la santidad tal vez con una imagen,
una persona con traje religioso, un hombre retirado en una
montaña o en algún monasterio, una vestidura u objeto venerable, una
sustancia bendita, un lugar, donde habita la divinidad, capilla, mezquita o
incluso un cementerio.

Pero las sagradas escrituras nos dicen que Dios habita en las alturas (cielo) y
la santidad (también se refiere a su pueblo).

Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es
el Santo: “yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de
espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de
los quebrantados” (Isaías 57:15).

Es decir que hoy Dios y la santidad no habita en templos hechos por manos
humanas, ni en objetos, sino en el cuerpo, el alma y el espíritu de los
verdaderos Cristianos hijos de Dios, ellos son su templo; luego es una mentira
decir que Dios es y está en todos, en una piedra, una vela, un crucifijo y hasta
en una alcantarilla.

La Biblia dice en el libro de los hechos:


“El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y
de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por
manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y
aliento y todas las cosas” (Hechos 17:24-25).
Y en verdad el único Santo de los Santos es Dios, pero la santidad es un
camino de superación perfecta para la mente el alma y el cuerpo
“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu,
alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor
Jesucristo” (1Tesalonicenses 5:23). Que comienza solo cuando aceptamos a
Jesucristo en nuestro corazón como único señor y suficiente salvador y nos
apartamos del pecado; parece una tarea difícil pero el prometió ayudarnos.

En este proceso de perfeccionamiento que comienza con el temor de Dios. Es


el Espíritu Santo el que nos va a guiar, a dar toda la ayuda y la fortaleza para
vencer.
Hay que orar y leer la palabra, ser sensible a la voz de Dios para conocer que
es o no pecado, para distinguir entre lo inmundo y lo limpio entre lo santo y lo
profano:

“Y enseñaran a mi pueblo a hacer diferencia entre lo santo y lo profano, y les


enseñaran a discernir entre lo limpio y lo no limpio” (Ezequiel 44:23).

La santificación requiere de andar en continua obediencia y aplicando la


palabra de Dios en mi vida; si me tropiezo me levanto y sigo caminado
Debemos confiar en la obra de Cristo en la cruz y reconocer la imposibilidad de
agradar a Dios en la carne:

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que
no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1).

No podemos jugar con las cosas de nuestro Dios Santo. La falta de santidad
abre la puerta de nuestro ser a influencias malignas que nos dejaran marcados,
y el pago que recibimos por el pecado es la muerte (Romanos 6:23).

La santidad entonces se verifica en dos grandes pasos:

1) La santidad inmediata se recibe, al aceptar a Jesucristo en nuestro corazón


como Señor y Salvador por la fe, y ser perdonados nuestros pecados.
Como la carne y el espíritu se pueden contaminar debemos perfeccionarnos en
la santidad:

“Asi que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda
contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el amor de
Dios” (2 Corintios 7:1).

2) La santidad progresiva es la obra permanente que a lo largo de nuestra vida,


hace el Espíritu Santo de transformación y renovación de nuestro cuerpo, alma
y espíritu:
“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu,
alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor
Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará” (1Tesalonicenses 5:23-
24).

Estamos viviendo en la generación de los últimos días y solo hay dos clases de
personas los dispuestos a seguir en plena obediencia a Dios y los que quieren
vivir conforme a su voluntad, solo los primeros se irán en el rapto de la iglesia.
Este es el tiempo para buscar la mayor santificación posible: “El que es injusto,
sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo,
practique la justicia todavía; y el que es santo, santifique todavía” (Apocalipsis
22:11).

Muchos cristianos han recibido dones de parte de Dios, son usados por él, y
podrían aun ser más usados, pero se han reservado alguna área de su vida
que no le han entregado completamente al Señor, y tienen la tendencia a ser
aceptados más por el mundo que por Dios. Puede ser algo dentro de su
corazón que hace que se complazcan viviendo más para agradar su propia
carne, atendiendo aun a ciertas vanidades ilusorias de la vida y a los deseos de
los ojos.

Hay creyentes que no dan un completo testimonio y para muchos es difícil


distinguirlos de un hombre o una mujer santos, apartados del mundo y
consagrados para Dios.

El trato que dan a los demás, las emociones que todavía manifiestan, orgullo,
indiferencia a la santidad, arrogancia, ira, falta de fe y en su testimonio
espiritual y su apariencia física se parecen a los no creyentes en el evangelio.

Por eso La santidad se manifiesta de dos maneras:


La santidad interna y la externa

LA SANTIDAD INTERNA

A nivel del espíritu y del alma, como Jesús dijo es la limpieza de lo de adentro
del corazón: “Bienaventurado los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”
(S. Mateo 5:8). El primer cambio se da a nivel interno, el corazón es
transformado por la presencia de Cristo en nuestra vida, allí comienza el
Espíritu Santo a renovar nuestra manera de pensar, de sentir y de actuar.

Por eso la palabra en Proverbios nos aconseja: “Sobre toda cosa guardada,
gurda tu corazón; Porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23).
Además el Señor Jesucristo nos enseña en su palabra que debemos limpiar
primero lo de adentro del corazón: “¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro
del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio” (S. Mateo 23:26).

“Y llamando a si a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended: Porque de


dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterio, las
fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la
lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas
maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (S. Marcos 7:14,21-23).

Antes de conocer al Señor éramos autosuficientes, soberbios, impulsivos pero


ahora nuestro espíritu santificado nos permite tener comunión con Dios, se deja
guiar por el Espíritu Santo, le gusta buscar las cosas de Dios
y da frutos para él.

“Para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante


de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todo sus
santos” (1Tesalnesenses 3:13).

El Espíritu Santo va colocando cada día mayor carga por purificarnos y


apartarnos de las cosas del mundo que pueden contaminarnos.

“y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la


verdad” (Efesios 4:24).

En nuestra alma las emociones son controladas y siempre tienden a lo


espiritual por eso nos quebrantan los testimonios del poder de Dios, las
necesidades de los demás y amamos salvar las almas perdidas.

Asi la persona renacida no se deja dominar por sus antiguos pensamientos o


por sus sentidos.

LA SANTIDAD EXTERNA

El Señor Jesucristo nos ensena en el nuevo testamento que no solo hay que
limpiar lo de afuera del vaso, sino primero lo de adentro; esto quiere decir que
tampoco se debe dejar olvidado lo de afuera, hay quienes dicen Dios no ve,
pero Señor Jesús dice: “¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y
del plato, para que también lo de fuera sea limpio” (S. Mateo 23:26).
La santidad debe ser completa para que podamos estar en el centro de la
voluntad del Señor. Leamos Salmos: ¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y
quien estará en su lugar santo? “El limpio de manos y puro de corazón; el que no
ha elevado su alma a cosas vanas, Ni jurado con engaño” (Salmos 24:3-4).

Santificación del cuerpo.


El hombre y la mujer de Dios desean agradarle también externamente a su
Señor y su apariencia personal es linda, limpia, ordenada, recatada y sin
ostentaciones, sin ser desaliñado ni gazmoño o anticuado. La biblia dice:

“Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartáis de fornicación;


Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sin a santificación” (1Tesalonesenses
4:3, 7).

“Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para
iniquidad presentáis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la
iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a
la justicia” (Romanos 6:19).

Vestidos en santidad
No usa modas que inciten el deseo de las demás personas hacia las partes
íntimas o pudorosas de sus cuerpos, tampoco estimula el erotismo, ni provoca
la voluptuosidad, ya que no buscamos como cristianos despertar instintos en
los demás, ni la exaltación o la gloria propia, sino que en todo lo que hacemos,
lo que nos colocamos o como nos movemos, nuestra motivación principal es
darle la gloria a Dios. Pero si somos de Cristo, nuestro vestir sea conforme el
modelo que vio Juan cuando estaba en el Espíritu en el día del Señor, en la
isla llamada Patmos. Vio al Señor Jesús y dice:

“y en medio de los siete candeleros; a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de
una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro”
(Apocalipsis 1:13). Su vestido era el largo manto judicial. El cinto alrededor de
su pecho simboliza la justicia y fidelidad con la que Él juzga.

Pero que pasara con aquellos que no obedecen a la palabra de Dios, para
vestirse conforme al agrado de Cristo:

“Y entro el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba
vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿Cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda?
Mas el enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadles de pies y manos,
y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (S.
Mateo 22:11-13).
El verdadero seguidor de Jesús no atiende a lo que el mundo le dice en cuanto
a su manera de vestirse, ya que sin ser una imposición de su iglesia el atender
lo que dice la biblia, para así honrar en todo el nombre de su Señor.

La persona recién convertida en la congregación, no debe ser vituperada,


criticada, señalada, u observada como si fuera el peor de los pecadores, por su
manera de vestirse, por su pelo corto, por usar pantalón, usar aretes collares o
maquillarse y en el caso de los varones por llevar su pelo largo, ropas algo
sugestivas o modas extrañas, porque esto no le agrada al Señor; pues el
acepta al pecador que viene a él, como está.
Pero un verdadero hermano que quiere estar en la voluntad del Señor
empezara a atender cuanto antes, y en cuanto sus posibilidades económicas
se lo vayan permitiendo a lo que dice la escritura respecto del correcto modo
de presentarse como cristiano, ya que según nos dice el Señor, que todos los
convertidos a Cristo somos sacerdotes de Dios (Apocalipsis 1:6; 5:10 y 1a.
Pedro 2.9).

Una cosa es el legalismo (estar viviendo bajo la ley), y otra es buscar al


máximo la santificación y la obediencia aunque estemos viviendo bajo la gracia,
y eso no es que busquemos ganar la salvación por obras.
Esta parte del estudio de la santidad externa no corresponde de ninguna
manera a normas humanas o preceptos de alguna denominación, como el
apóstol Pablo dice:

“Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por que
como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni
gustes, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres),
cosas que todas se destruyen con el uso?” (Colosenses 2:20-22).

vemos que no se trata de esto, sino de algo maravilloso que dice la escritura,
que el Espíritu Santo vive dentro de todo creyente, su cuerpo humano por lo
tanto pasa a ser templo del Espíritu de Dios.

“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en
vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
20Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro
cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1Corintios 6:19-20).
Esto me dice que yo no puedo hacer con este cuerpo o vestir este templo como
a mí me plazca sino como conviene al templo de Dios.
Lo que vamos a exponer tiene respaldo tanto en el nuevo como en el antiguo
testamento.

LOS HOMBRES CRISTIANOS


El hombre de Dios que quiere ser más usado por Dios y ser un miembro de
testimonio externo tanto como interno, atenderá a las palabras de Dios. En lo
siguiente:

1. El cabello y la cabeza
”Y no se raparan su cabeza, ni se dejaran crecer el cabello, solamente lo
recortaran” (Ezequiel 44:20).

“La naturaleza misma ¿no os ensena que al varón le es deshonroso dejarse crecer
el cabello?” (1Corintios 11:14).
“Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, deshonra su cabeza.
(Cristo)” (1Corintios 11:4).
Aclarando que es conveniente no tener nada sobre la cabeza cuando se ora o
profetiza.

2. Tinturas:
Aunque en la época de Jesús ya tenían la posibilidad de pintarse el cabello, el
mismo Señor dijo lo siguiente:
“Ni por tu cabeza juraras, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello”
(S. Mateo 5:36).

Esto además de la enseñanza sobre el juramento y que un hombre no puede


hacer que le salga pelo negro o blanco por su propia voluntad, indica que a él
no le gusta que se cambien el color del cabello que el mismo les creo.

3. Los tatuajes:
“Y no haréis rasguños en vuestro cuerpo por un muerto, ni imprimiréis en
vosotros señal alguna. Yo Yahveh” (Levítico 19:28).
Lo único que él quiere que llevemos como una marca en nuestro brazo es su
amor es decir con mucha fuerza. El diablo está acostumbrando a la gente de
los últimos días a que se tatúen y reciban marcas, preparándolos así para que
reciban la marca del anticristo: “Y hacia que a todos, pequeños y grandes, ricos y
pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mono, o en la frente”
(Apocalipsis 13:16).

Fíjate que la mayoría de los tatuajes se relacionan con el ocultismo.

4. Aretes (zarcillos):
”Y les dijo Gedeón: Quiero haceros una petición; que cada uno me de los zarcillos
de su botín (pues traían zarcillos de oro, porque eran ismaelitas). Ellos
respondieron: De buena gana te los daremos. Y tendiendo un manto, echó cada uno
los zarcillos de su botín” (Jueces 8:24-25).

Aquí vemos como los enemigos de Dios usaban aretes y el pueblo de Israel los
entrega con gusto de su botín.
5. No al vino:
“Ninguno de los sacerdotes beberá vino cuando haya de entrar en el atrio interior”
(Ezequiel 44:21).

“Tú, y tus hijos contigo, no beberéis vino ni sidra cuando entréis en el tabernáculo
de reunión, para que no moráis; estatuto perpetuo será para vuestras
generaciones, para poder discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo
y lo limpio” (Levítico 10:9-10).
El vino trae disolución entre los hermanos, por eso en su enseñanza el apóstol
Pablo en 1Timoteo capítulo 3, da requisitos para los obispos y diáconos que no
sean dados al vino.

LAS MUJERES CRISTIANAS


De igual manera las hermanas que quieren ser de mayor testimonio y más
bendecidas por el Señor atenderán a la palabra con fidelidad, haciéndolo todo
no por obligación sino de corazón. La Biblia dice la mujer que teme a Dios es
elogiada:

“Muchas mujeres hicieron el bien; Mas tu sobre pasas a todas. Engañosa es la


gracia, y vana la hermosura; La mujer que teme a Yahveh, ésa será alabada”
(Proverbios 31:29-30).

Pero hoy en día se mueve más que nunca antes, el espíritu de Jezabel; Que
incita a las mujeres a ataviarse como lo hacía la Jezabel pagana y mundana
del antiguo testamento para atraer al pecado a otros.

”Vino después Jehú a Jezreel; y cuando Jezabel lo oyó, se pintó los ojos con
antimonio, y atavío su cabeza, y se asomó a una ventana” (2Reyes 9:30).

Vemos que ella murió después al ser arrojada desde la ventana y luego los
perros devoraron su cara ataviada y las manos que uso para el pecado, tal
como Dios lo había profetizado a través de Elías.

1. Atavió y vestido:

A nuestro Señor Dios todopoderoso no le agrada en el templo, acerca de este


espíritu que hace que sus hijos se aparten sutilmente de la santidad, debido a
la influencia de la vanidad y la identificación de muchos cristianos con las
costumbres, adornos y modas mundanas.

El señor nos habló también de muchas hermanas tibias que aunque se vestían
como a él le agradaba, en su interior anhelaban estar como las mujeres del
mundo.
El pantalón fue una moda que escandalizo a la sociedad americana tan solo
hace cuarenta años y la minifalda apareció como parte de la liberación sexual
de los años 60 e inventada por una inglesa.
En otras palabras son los últimos estragos causados por esta última
generación decadente influida grande y sutilmente por Satanás, antes del
regreso de nuestro Señor Jesucristo. La palabra de Dios claramente nos dice:
“No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque
abominación es a Yahveh tu Dios cualquiera que esto hace” (Deuteronomio 22:5).

Cuando el hombre y la mujer cayeron en desobediencia descubrieron que


estaban desnudos, taparon con hojas sus partes genitales, porque sintieron
vergüenza de su cuerpo. Pero nuestro Dios creador en su infinito amor le hiso
una túnica para que tape todo su cuerpo, a fin que no se descubra su
desnudes. “Y Yahveh Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los
vistió” (Génesis 3:21).
Satanás hoy en día ha robado la bendición de Dios, trayendo modas para las
mujeres segándole su mente. Como Apóstol Pablo dice: “en los cuales el dios de
este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la
luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2Corintios
4:4).

Tal vez alguien diga, yo conozco una hermanita muy ungida, habla en lenguas,
es predicadora, se pinta, se corta el cabello como un hombre, usa pantalón y
Dios la usa. Ya hemos visto todo lo que se muestra externamente, es conforme
como esta su corazón y a estas mujeres Dios no le usa, sino dios de desorden
que hay en ella para seducir a los creyente neófitos; porque como el que
predica y el que escucha andan en la desobediencia al mandamiento del Señor
Dios todopoderoso, y el pecado de la desobediencia en un creyente se
compara con el pecado de la idolatría.

Solo los que están en obediencia y en una permanente santificación del alma,
espíritu y cuerpo se irán en el arrebatamiento de la iglesia. Toda mujer creyente
que se guarde plenamente, debe vestir honestamente y sin adornos
ostentosos:

”Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de


vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un
espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (1Pedro 3:3-4).

“Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no
con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras,
como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1Timoteo 2:9-10).

La mujer en la perfecta voluntad de Dios en su vestir diario se abstendrá de


vestidos escotados, sin mangas, con aberturas pronunciadas, minifaldas, ropa
apretada a su cuerpo o notoriamente sensual, modas estrafalarias, pantalones ,
shorts, aretes, pulseras, brazaletes, collares, cabello corto, tinturados,
maquillajes y esmaltes.

2. El depilado de cabeza
Por vanidad le hacemos daño a nuestro cuerpo y ofendemos a Dios pues todo
lo que él hizo es perfecto y sabe por qué ha puesto cada cosa en su lugar.
El cabello de una mujer se diferencia claramente en la biblia del cabello del
varón:
“Tenían cabello como cabello de mujer; sus dientes eran como de leones”
(Apocalipsis 9:8).

El cabello largo en la mujer sobre su cabeza y hombros es señal de


sometimiento a la autoridad del varón y a la autoridad de Cristo. La Biblia dice:
“Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de
los ángeles. Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin
cubrirse la cabeza? Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el cabello le es
honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello” (1Corintios 11:10, 13, 15).
Atendamos a la palabra del Señor, andemos en su perfecta voluntad, y no en
vanidades que para nada aprovechan.

3. Joyas y adornos

Que un cristiano porte, se trata de un asunto donde el Espíritu Santo nos


redarguye de vanidad y falta de pudor.
Hablando de Israel en el sentido espiritual como una mujer, Dios mismo la
engalana, pero el mismo dice el efecto negativo que esto tuvo en un pueblo
que no es verdaderamente santo, ni obediente. Vemos lo que dice en Ezequiel:

“Puse joyas en tu nariz, zarcillos en tus orejas y una hermosa corona en tu cabeza.
Asi fuiste adornada de oro y de plata, y tu vestido bordado era de lino fino y seda.
Comiste flor de harina de trigo, miel y aceite. Fuiste embellecida en extremo y
prosperaste hasta llegar a reinar. Y salió tu renombre entre las naciones a causa de
tu hermosura; porque era perfecta, a causa de mi hermosura que yo puse sobre ti,
dice Yahveh el Señor” (Ezequiel 16:12-14).

Todo lo que Dios, dio adornos a su pueblo es bueno, cuando se usa para la
gloria y honra de su nombre. Cuando llego a la indolencia, Yahveh se desposo
con ella, purifico para el matrimonio, la colmo de favores y la adorno. Pero ella
confiando en su hermosura, le dejo a Él para irse a los ídolos, convirtiéndose
en ramera para todos cuanto pasaban. En lugar de confiar en Yahveh se
corrompieron, viendo sus adornos lujosos. Por eso Él Señor dice:

“Pero confiaste en tu belleza, te prostituiste a causa de tu fama y derramaste tus


fornicaciones a cuantos pasaron; Suya eras. Y tomaste de tus vestidos, te hiciste
diversos lugares altos y fornicaste sobre ellos; cosa semejante nunca había
sucedido, ni sucederá más” (Ezequiel 16:15-16).

Satanás inspiro a Aarón a pedirle los aretes a todo el pueblo para fabricar el
becerro de oro. Y Aarón les dijo: “Apartad los zarcillos de oro que están en las
orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos.
Entonces todo el pueblo aparto los zarcillos de oro que tenían en sus orejas, y los
trajeron a Aarón: y él las tomo de las manos de ellos, y le dio forma con buril, e
hiso de ello un becerro de fundición. Entonces dijeron: Israel, estos son tus dioses,
que te sacaron de la tierra de Egipto” (Éxodo 32:2-4).

Todos estos adornos fueron y han sido puertas para la idolatría. Asi el pueblo
uso la bendición de Dios para corromperse atrás de sus ídolos, como en la
iglesia de hoy se hacen idolatras.

Dios les concedió todas esas joyas para que tuvieran con que ofrendar, para
construir el tabernáculo y para la obra de Dios:

“Y vino todo varón a quien su corazón estimulo, y todo aquel a quien su espíritu le
dio voluntad, con ofrenda a Yahveh para la obra del tabernáculo de reunión y para
toda su obra, y para las sagradas vestiduras. Vinieron así hombres como mujeres,
todos los voluntarios de corazón, y trajeron cadenas y zarcillos, anillos y brazaletes
y toda clase de joyas de oro; y todos presentaban ofrenda de oro a Yahveh” (Éxodo
35:21,22).

Incluso mucho antes de la ley cuando Jacob va a ofrecer culto a Dios en Bet-
el, hace que todos se purifiquen y ordena quitar todos los aretes de sus orejas.
”Asi dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos, y los
zarcillos que estaban en sus orejas; y Jacob los escondía debajo de una encina que
estaba junto a Siquem” (Génesis 35:4).

Para que vamos a insistir en usar algo que el señor mismo quitara cuando el
venga, porque no está en su voluntad.
“Aquel día quitara el Señor el atavío del calzado, las redecillas, las lunetas, los
collares, los pendientes y los brazaletes, las cofias, los atavíos de las piernas, los
partidores del pelo, los pomitos de olor y los zarcillos, los anillos y los joyeles de las
narices, las ropas de gala, los mantoncillos, los velos, las bolsas, los espejos, el lino
fino, las gasas y los tocados” (Isaías 3:18-23).

Conclusión:

Atendamos a la palabra del Señor, andemos en su perfecta voluntad, y no en


vanidades que para nada aprovechan. “para ser ministro de Jesucristo a los
gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que los gentiles le sean ofrenda
agradable, santificada por el Espíritu Santo” (Romanos 15:16).

“Por eso, dispóngase para actuar con inteligencia; tengan dominio propio;
pongan su esperanza completamente en la gracia que se les dará cuando se
atreve Jesucristo. Como hijos obedientes, no se molden a los malos deseos
que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes
santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamo; Pues
está escrito: “Sean santos, porque yo soy santo”. Ya que invocan como Padre
al que juzga con imparcialidad las obras de cada uno, vivan con temor
reverente mientras sean peregrinos en este mundo. Como bien saben, ustedes
fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El
precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata,
sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin
defecto” (1Ped. 1:13-19).

En verdad, ¡cuán bueno es Dios con su pueblo, con puros de corazón! Amen.

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