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CAPITULO I.

UNA INSPECCIÓN DE RUTINA

Madrid, 23 de Mayo del 2010.

Un par de dedos pulgares cubiertos con guantes de látex presionaban las manchas
azul grisáceas situadas en los muslos desnudos del cadáver.

-Presenta una incisión vertical de casi catorce pulgadas de longitud en la


parte frontal del abdomen, después de una revisión exhaustiva por el
interior del cuerpo se confirma que le fueron extirpados el riñón, los
ganglios linfáticos y la glándula suprarrenal del costado izquierdo.
Posteriormente fue suturado con grapas.

-La causa de muerte fue un paro cardiaco a consecuencia de la enorme


cantidad de Remifentalino encontrado en el torrente sanguíneo, cerca de
quince miligramos– Resonó una voz femenina.

-Hora de muerte aproximada: Entre las 20:00 y 22:00 horas del 22 de


Mayo del 2010- Concluyó una vez que mirara el reloj de contorno negro que
adornaba una de las paredes del laboratorio, cuyas manecillas indicaban las 11:07
horas.

Acto seguido, pulso el botón “stop” de la pequeña grabadora que sostenía en la


mano y se deshizo de los guantes.

Escuchó el inconfundible rechinido que hace la puerta cuando se abre y casi de


inmediato distinguió la figura de Gonzalo Montoya, el hombre de aliño impecable
que vestía un traje y corbata en negro combinado con camisa blanca, se podía
distinguir perfectamente el cuello que había sido cuidadosamente planchado y sus
zapatos en color negro meticulosamente boleados. Tenía fijación por los diseños
de marcas costosas, y esta vez todo el conjunto era responsabilidad de Emporio
Armani. Era guapo, vanidoso y capaz, con tan solo 32 años había alcanzado el
rango de inspector jefe, dentro de la Comisaría de San Antonio, ubicado en el
organigrama solamente por debajo del comisario.

La mujer que vestía una bata blanca salpicada con pequeñas gotas de sangre le
analizó durante un par de segundos sin decir palabra, notó que estaba de muy
buen humor, era un chico exitoso pero sobre todo noble de corazón, y cuando
sonreía de esa forma tan dulce no podía significar otra cosa, seguro que había
algún avance positivo dentro del caso.

-Hemos logrado identificarle…- Le informó a la inspectora Castro. – Juan


Manuel Ochoa – Dijo finalmente extendiéndole una carpeta en color manila.
Silvia Castro era la encargada del área de investigación científicas dentro del
cuerpo policial de San Antonio. Su cabellos rojos y ondulados, una piel tan blanca
como la nieve, sus ojos negros paradójicamente llenos de luz, la forma tan
peculiar que tenía para expresar sus ideas, entre muchas cosas más, hacían que
dejara con la boca abierta a cuanto individuo se acercaba.

-No se desangró Gonzalo…- Negó con la cabeza mientras tomaba el expediente


entre sus manos.- Le practicaron una nefrectomía radical, pero fue un corte
limpio y posteriormente suturado.

-¿Entonces fue el pulmón? – Preguntó bajo la hipótesis de que al extirpar el


riñón sin cuidado le hubieran roto una costilla y está hubiera perforado al pulmón.

Nuevamente la forense negó con la cabeza, otra chica que para su corta edad
llevaba demasiados títulos a cuestas. Al igual que Montoya, tenía 32 años, ambos
eran unas ratas de biblioteca, intentaban sublimar con el trabajo compulsivo, su
desastrosa vida personal, sus fracasos amorosos; Eran adictos en rehabilitación, él
al Whisky y ella a los ansiolíticos, específicamente a la benzodiacepina.
Seguramente era por eso que mantenían una conexión inexplicable, entre ellos no
hacían falta las palabras, bastaba mirarse a los ojos y el uno descifraba lo que
pensaba el otro.

Se escuchaban, se comprendían y se apoyaban mutuamente.

Silvia había estado junto a él todo el tiempo, abrazándolo y reconfortándolo cuando


diecinueve meses atrás, su prometida perdió la vida en un operativo. –Pero debes
sonreír porque vivió plenamente, porque lo último que vieron sus ojos
fueron los tuyos, llenos de amor, además… Se fue haciendo lo que más
disfrutaba…¡Salvar vidas! . Y me consta que lo hizo sin arrepentimientos,
sin dejar nada pendiente porque sus días los dedicó a ser feliz contigo –

Era lo que ella siempre le repetía a Gonzalo cada que amenazaba con tener una
recaída.

-Le narcotizaron y le inyectaron casi el triple de lo que una persona de su


peso puede soportar sin sufrir una sobredosis, ¡Fue un paro cardiaco! – Le
informó tranquilamente una vez que devolvió sus pensamientos al tema que les
interesaba en ese momento.

-¡Un aprendiz de carrito! Como diría tu padre - Rió al mencionar al comisario


de San Antonio que se había convertido en un personaje mítico entre todo el
cuerpo policial de Madrid, era perfectamente conocido por su intransigencia y mal
carácter, pero en el fondo era un hombre justo, integro, honesto y que haría
cualquier cosa por proteger de los suyos.

Silvia negó con la cabeza.


-A este hombre lo abrieron en canal, un sólo corte, exacto y perfecto…-
Hizo una pausa mientras era observada por su superior y entrañable amigo, no
conseguía descifrar si estaba maravillada o únicamente sorprendida ante la obra
de aquel criminal-… Esto solamente pudo haber sido hecho por un cirujano,
así que de novatos nada, la sobredosis se la propinaron deliberadamente
para no correr el riesgo de que pudiera hablar. - Expuso su teoría con toda la
seguridad que ella misma sentía, porque su intuición le indicaba que estaba en lo
correcto.

-Pero ¿Qué me estás contando pelirroja? ¿Le hacen una abertura de 30


centímetros y se la sellan cuando de todas formas pensaban matarlo? -
La cuestionó algo enfadado. Su actitud ante las palabras de Silvia eran de
completo escepticismo. - ¡Demasiadas molestias! ¿No te lo parece?-

A pesar del sarcasmo empleado en sus cuestionamientos, la forense conservó la


calma, ella se sabía dominadora del tema y tenía la certeza de poseer una
explicación que sustentara su hipótesis con bases solidas.

-Vamos a ver Gonzalo, si tú fueras un experto en el manejo de bisturí …Y


suturar heridas se te hubiera convertido en algo tan cotidiano como
elegir qué corbata usaras con el traje que traes puesto, dime
sinceramente ¿Qué preferirías?, ¿Suturar ó dejar abierta una zanja de 14
pulgadas de la que se derramarán varios litros de sangre, restos de
vísceras y un coctel de fluidos corporales?, incluyendo heces fecales, las
que por cierto ibas a tener que limpiar para dejar el sitio reluciente,
porque está claro que para hacer una cirugía de tal magnitud pues
requieren de un espacio fijo y discreto, en donde cuenten con
instrumental quirúrgico y suficiente espacio, algo así como una casa.-

-¿Siempre tienes que ser tan explícita? - Preguntó con gesto de repulsión ante
la postal de sí mismo deshaciéndose del escenario del crimen que acababa de ser
descrito. - ¡Eres una hortera coño!

-¡Venga! - Intentó contener la carcajada y la sustituyó por una bella sonrisa- Que
con esos datos podemos comenzar a construir el perfil de personalidad,
aunque no creo que estemos tras la pista de un solo sujeto.

-Ni yo…- Finalmente parecía que comenzaban a ponerse de acuerdo- …Estoy


convencido que se trata de una pequeña red de crimen organizado-

-Y para que cualquier organización pueda existir como tal es necesario


que cada uno de sus componentes desempeñe una función específica
conforme a sus aptitudes y que al mismo tiempo se complementen con
las del resto de los implicados-
-Traducido al castellano… - Sonrió complacido de poder contar con un elemento
tan capaz como ella dentro de su equipo-…Cada uno tiene un perfil
psicológico distinto.

-¡Exacto! - Se alegraba que a pesar de que en un principio regularmente


discrepaban con respecto a sus opiniones, al final siempre terminaban
convergiendo.

-Pues ya ves lo que dicen los psicoanalistas de la relación existente entre


la sublimación y la elección de profesión, en este caso el médico debe
ser un puto carnicero de mierda - Se aventuró a colaborar en la construcción
del perfil, complacido de poder aportar ideas.

Silvia abrió los ojos como un par de platos, no podía evitar que le hubiese quedado
ligeramente el saco. -¿Insinúas que soy una puta carnicera de mierda? - Le
acomodó dos buenos golpes en la cabeza con el fólder que aún sostenía entre sus
manos.

Ahora era Gonzalo quien contuvo una sonora carcajada, tomó una nota mental de
lo hermosa que se veía la pelirroja cuando se enojaba. - Bueno, ¡Estás un
poquito perturbada!, pero nada más…- Seguía disfrutando del momento.

La inspectora Castro volvió a negar con la cabeza, deseaba seguirlo despeinando


con los documentos que aún sostenía, aunque ahora estaban arrugados.
Descubrió que la mejor forma para hacerlo enfadar era demostrar con argumentos
válidos que sus conjeturas eran incoherentes.

-En primer lugar es poco probable que alguno de los integrantes del
grupo posea una personalidad psicopática, te recuerdo que los
psicópatas matan por mero placer, más no lo hacen por dinero…- Le
aclaro con firmeza-…Y está claro que está organización debe ser altamente
lucrativa. Además no hay desmembramiento, ni escisión de cabeza, ni
rastros de antropofagia ni actividad sexual post-mortem. En mi opinión el
médico solamente podría padecer un trastorno delirante de tipo
somático y eso explicaría que haya cerrado el cuerpo minuciosamente,
de esta forma elimina de su cabeza la idea de que miles de gusanos se le
introducirán por el cuerpo hasta comérselo todo por dentro...-

Antes de continuar echó un vistazo a la cara de Gonzalo, su expresión era una


joya y ella lo estaba disfrutando, así que se sintió tremendamente incentivada para
continuar regodeándose con toda su sapiencia.

-…Aunque en realidad yo descartaría esta opción porque una persona


que padece de este tipo de paranoia no va emplear como instrumento de
trabajo un cadáver. En todo caso creo que el médico es un TOC de
manual. - Concluyó orgullosa de tenerlo todo tan claro. Desde hace un par de
minutos ya se había metido por completo en su rol de científica calificada
-Ya! - Respondió sin mucho ánimo mientras se rascaba la nuca- …¿Algún
diagnóstico para el resto de los integrantes? -

Una vez más retomó el sarcasmo y la actitud de niño berrinchudo solamente le


daba más cuerda a la pelirroja que no dejaba de sonreír con un atisbo de malicia
en la mirada, su frente se arrugaba y dejaba que unas cuantas gotas de sangre
que habían burlado la protección de la mascarilla brillaran con intensidad. Mientras
que ella realmente disfrutaba de su momento, tenía a Montoya sobre las cuerdas,
quien ya la conocía perfecto, una vez que la forense se apoderaba de Silvia
Castro, era muy difícil hacerla volver al mundo de los simples mortales.

-En realidad sí…partiendo de la premisa que todo grupo debe tener un


líder, pues ahí lo tienes… La cabeza de la banda reúne todos los
requisitos para ser considerado un Sociópata:…-Comenzó a enumerar con
los dedos de su mano derecha-…Habilidad para la manipulación, adicto a la
adrenalina, afición por el dinero y las actividades ilícitas, no hay
sentimientos de culpa ni temor al castigo-

Gonzalo finalmente asintió satisfecho, debía reconocer que quizás Silvia nunca iba
obtener una puntuación de 9.3 sobre 10 empuñando un arma desde la línea de los
20 metros en la sala de tiro, pero joder con la pelirroja que era toda una
enciclopedia de la criminología.

-Me alegra que no seas solamente una cara bonita-

-Claro que no, también soy la hija del Comisario - Bromeó.

Gonzalo tomó una toalla y dio unos cuantos pasos hasta pararse frente al grifo de
agua.

-Tienes razón…- Asintió el joven Inspector jefe mientras se acercaba a la forense


con la toalla humedecida.

-Me alegra que sepas reconocer que no las hojeado un DSM-V en tu puta
vida - Se burló ligeramente al tiempo que unas manos masculinas limpiaban su
frente.

-Me refería a lo que dijiste sobre tener un sitio fijo, un centro de


operaciones.

-Probablemente alguna vieja bodega…No lo sé. - Se encogió de hombros


mientras disfrutaba de la frescura del agua que mojaba su rostro.

-Esta mañana llamaron dos personas para reportar movimiento poco usual en una
casa abandonada. Parece que desde hace dos días han estado entrando y
saliendo personas desconocidas y estacionando camionetas con cristales
entintados…-
Ella lo miró atenta y permaneció en silencio parta darle la señal de que continuara.

-…La casa está ubicada a unas cuatro cuadras del callejón donde
encontramos muerto a Ochoa. - Sus ojos se iluminaron ante la posibilidad de
resolver el caso mucho antes de que lo que imaginaba-…Creo que tenemos el
hilo grueso que necesitábamos para comenzar a tirar, ¿No te lo parece?-

Silvia movió la cabeza en confirmación de que estaba de acuerdo.

-Debemos notificar a mi padre para preparar el operativo, con suerte hoy


mismo duermen adentro de una celda-

Se notaba ilusionada cuando Gonzalo retomó el timón del caso.

-Tenemos que actuar despacio, ¡Vamos que ni siquiera estamos seguros


de que esto tenga relación con el caso!. Es un pálpito nada más. Vamos
tú y yo, echamos un vistazo y si notamos algo raro llamamos para pedir
refuerzos.-

Silvia no estaba tan convencida de ir solos a ese lugar, no le daba buena espina.
Pero Gonzalo era su superior y por mucho que bromearan juntos y se tuvieran
confianza, pues el trabajo era trabajo y había que tomarlo con seriedad, así que no
tenía más remedio que acatar sus órdenes.

Se dirigió hacia los vestuarios para darse un baño y cambiarse de ropa. Sustituyó
los jeans vaqueros y la blusa semi-transparente de tirantes en color blanco, que en
realidad eran opacados por la bata.

Quince minutos más tarde se encontró con Montoya en el estacionamiento,


vistiendo un pantalón de pana café que delineaba sus curvas a la perfección y una
camisa ajustada en color beige desatada de los dos primeros botones, una
chaqueta de piel también en café que hacía juego perfecto con su atuendo y unas
botas de gamuza que llegaban un poco debajo de la rodilla. Era extraño en estas
épocas del año, pero el día había amanecido nublado y a diferencia del infernal
calor que se encubaba dentro del laboratorio, el clima allí afuera era realmente frío.

-Vaya pelirroja…- Gonzalo la miró con la boca abierta desde el volante del coche
patrulla-…Pero si tú cada día te acercas más a la protagonista de todas
mis fantasías-

-¡Coño Montoya!…- Se escuchó la enérgica voz del Comisario-…¡Deje de


babear!-

Silvia sonrió divertida, nuevamente su blanco de burla era Gonzalo. Se acercó al


hombre de 62 años, que era bajito y escaso de cabello, para abrazarlo y darle dos
besos en la mejilla.
-No le culpo al chaval este…- Le susurró su padre -…La verdad es que estás
preciosa-

-Don Lorenzo…- Saludó el Inspector jefe tímidamente con la mano -…Íbamos


de salida para revisar que todo marche bien en una casa ubicada en la
avenida…-

Don Lorenzo no le permitió terminar con su explicación y le interrumpió.

-¿Se puede saber desde cuando se organizan operativos en esta


Comisaría sin que yo esté enterado? - Preguntó furioso, no era broma cuando
se hacía referencia a su mal carácter.

-¡Papá!…- Silvia le paró en seco con tono enérgico para posteriormente darle una
palmadita en el hombro e intentar dosificar el mal humor del Comisario -…No es
ningún operativo, es una Inspección de rutina-

Nuevamente besó su mejilla, de sobra sabía que ese era el mejor antídoto contra
el "genio de los mil demonios" de su padre. Aunque a decir verdad, ni ella misma
estaba del todo convencida de sus palabras, por alguna razón no se sentía
tranquila de saber que iban ellos dos solos a meterse en la boca del lobo.

-Sólo verificaremos que todo esté en orden - …Intervino Gonzalo - Echamos


un vistazo y si notamos algo fuera de lugar inmediatamente le
notificamos y esperaremos sus instrucciones - Se animó a decir notando en
la mirada del Comisario que ya se encontraba un poco más accesible.

-Bien…- Tomó de la mano a Silvia y la condujo hasta el lugar del copiloto del
coche patrulla donde ya la esperaba Montoya.-…Con mucho cuidado mi amor-

La despidió con cariño y besó su frente. Acto seguido le abrió la puerta del vehículo
y se dirigió hacia su hombre de confianza, su mano derecha, al que consideraba
como un hijo.

-Cuídemela porque en ese carro lleva lo más valioso que tengo - Dijo
tiernamente dirigiéndole una mirada llena de amor a su hija.

Gonzalo asintió.

-No se preocupe Don Lorenzo que yo se la devuelvo sana y salva -

12:24 del medio día.

La neblina casi empañaba los cristales del Seat Ibiza que conducía Gonzalo. El
clima estaba alocado, alcanzar los cuatro grados en pleno inicio del verano era
improbable, pero cada que ojeaban el termómetro digital en el tablero se
percataban que la temperatura seguía bajando. Esto no era normal, como tampoco
lo era que Silvia tuviera presentimientos. Estaba muy ansiosa, tenía una
desagradable sensación en el estómago que ni siquiera le permitía escuchar lo que
su compañero le decía.

-¿Y si nos estamos enfrentando a un asesino en serie que busca


despistarnos con lo del tráfico de órganos? - Preguntaba Montoya para hacer
algo de conversación.

Absorta en sus pensamientos, no se percató que Gonzalo esperaba una respuesta


suya.

-¡Vamos pelirroja que no has abierto la boca en todo el camino!, Ni


siquiera para reñirme por lo que acabo de decir, ¡Que no has escuchado
ni una sola palabra de lo que te he dicho! -

Al fin lo miró y se liberó de esa burbuja en la que se había sumergido.

-Perdona Gonzalo que no sé que me pasa-Dijo apenada

Llevaban cerca de 40 minutos de camino cuando por fin el GPS les indicó que
estaban muy cerca de su destino.

-Al fin - Suspiró Gonzalo

-La reja negra - Informó Silvia una vez que verificó el número de la casa en un
papel.

Se mantuvieron a unos 20 metros de distancia, el plan era quedarse ahí durante un


par de horas y observar cada movimiento. Si alguien entraba o salía habrían de
tomarle fotografías, si algún vehículo aparcaba fuera de la casa habría que anotar
la matricula, si observaban algo extraño que les proporcionara las pistas para
sospechar de ese sitio como el posible escenario de un crimen, entonces debían
coger el móvil y avisar a Comisaría para que les enviaran refuerzos.

Pero el tiempo transcurrió sin novedad alguna. Gonzalo miró su reloj y se dio
cuenta que llevaban allí más de dos horas y aún no tenían nada, ningún hilo de
donde jalar.

-¡Joderr! ¡Hace un puto frío que te cagas y no hay un sólo movimiento


coño! - El chico de tez morena, sonrisa radiante y finas facciones comenzaba a
desesperarse.

La verdad es que Silvia no ponía mucho de su parte, estaba demasiado callada y


no se esmeraba en lo absoluto por amenizar el momento.
-Mejor vámonos ya y que un coche patrulla monte vigilancia toda la
noche-

Era evidente que no quería estar ahí. Sus ojos prácticamente suplicaban, era un
desasosiego inexplicable. Desde que se despidió de su padre en Comisaría algo
dentro de ella comenzó a advertirle que no debía ir, debía convencer a Gonzalo
para que se quedasen pero no se atrevió a contradecir las ordenes de un superior.

La idea más racional que iluminó su mente fue que ella no estaba acostumbrada a
desempeñar las funciones de un típico policía de campo, ella disfrutaba analizando
pruebas y buscando minuciosamente evidencias en su laboratorio, eso de
empuñar un arma, caminar sigilosamente e irrumpir en una propiedad ajena para
capturar a los malos no era la razón por la que se había hecho policía. No le
interesaba, mucho menos le apasionaba.

De hecho le asustaba.

-No podemos perder esta oportunidad, si queremos conseguir algo…Lo


que sea, pues es ahora. - La miró muy decidido - ¡Venga! Toma tu
reglamentaria que vamos a entrar a esa casa-

-¿Pero tu estás loco? ¡Que ahí dentro puede estar lleno de tipos armados!
-

Esta vez la parte racional y la emotiva estaban jugando en el mismo


bando. La cabeza de Silvia le indicaba que entrar era una locura, era
arriesgarse demasiado y sin necesidad; Sus impulsos le dictaban lo
mismo, si hubiese obedecido a ellos ahora estaría montada en un taxi de
regreso a casa, pero su sentido del deber y el compromiso que sentía
hacia su profesión, le impidieron hacer caso a su intuición y someterse al
dictamen de Montoya.

-Pero si tú misma has comprobado que de esa casa no ha salido nadie,


¡Ni una puta cabeza asomando por la ventana!…-Sacó el arma y se cercioró
que estuviera debidamente cargada…**Por si acaso** - Pensaba en silencio.

¡Es una puta orden coño! - Habían sido las últimas palabras que Silvia escuchó
antes de bajar del vehículo.

Caminaron a pasos muy lentos hacia aquella construcción de paredes blancas y


conforme se acercaban pudieron apreciar que dentro de aquella reja negra existía
un lindo jardín, podían distinguirse rosas de al menos tres colores distintos.

Eso no encajaba.
Las denuncias anónimas presentadas en comisaría por la mañana describían una
casa abandonada, ó al menos eso les parecía, ya que según ellos el último dueño
se había mudado al menos dos años atrás.

Las piernas de Silvia comenzaron a temblar, sentía el sudor frío recorrer las
palmas de sus manos y palpaba constantemente su cintura para poder sentir el
arma que llevaba oculta debajo de la chaqueta. Notó como la velocidad de sus
pasos disminuía y su zancada se hacía cada vez más pequeña conforme se
acercaban al lugar.

-He disparado siete veces en mi vida…-Confesó la forense notablemente


compungida-…He encajado cuatro balas en un brazo y tres han salido
desviadas. No estoy preparada para enfrentarme a un grupo de Sicarios -
Terminó la frase con una expresión llena de temor en su mirada.

-La casa está vacía- Afirmó en tono enérgico- Así que entramos, buscamos
las evidencias que necesitamos y si acaso hubiese alguien ahí dentro,
entonces sacas tu reglamentaria, le miras a los ojos y le apuntas en la
puta cabeza, ¿Entendido? - Le lanzó una mirada inquisitiva.

Silvia asintió.

La reja no tenía candado ni llave así que se introdujeron al jardín sin mayores
problemas, pero cuidando que sus pasos fueran moderados, sin portar de forma
visible las armas y las placas. La intención era pasar desapercibidos por los
vecinos ya que no llevaban una orden de cateo expedida por el juez, y estaban
incurriendo en un delito, eso era allanamiento de propiedad privada y les podían
suspender o abrir un expediente por eso.

Al encontrarse frente a la puerta que permitía accesar al interior de la casa


habitación, Gonzalo sacó una ganzúa para forzar la cerradura.

Un minuto más tarde se encontraban dentro.

Ambos se miraron a los ojos un poco sorprendidos. El interior de la vivienda tenía


mobiliario aparentemente nuevo y de buen gusto, el piso era de madera, las
paredes blancas impolutas carecían de grietas y humedad, parecía todo, menos un
sitio deshabitado. Tampoco había indicios de que ahí se llevaran a cabo
intervenciones quirúrgicas de forma clandestina. Sin embargo su instinto policial
les llevó a seguir indagando, Subieron las escaleras y descubrieron dos recamaras
igualmente amuebladas, buscaron en los baños por anestésicos locales,
narcolépticos o algún instrumento punzo-cortante.

No había nada.
Pasaron cerca de veinte minutos inspeccionando la segunda planta, los armarios,
botes de basura, debajo de las camas. Nada, ni una mancha de sangre, ni un trozo
de algodón, ni ropa.

Se percataron de que contaban con todos los servicios: agua, gas y luz. Solamente
faltaba línea telefónica y comida dentro del refrigerador.

-Pues a mi me parece que alguien compró la casa y los movimientos


extraños que reportaron los vecinos se debe a que estuvieron
acondicionando el lugar- Concluyó Silvia, ya mucho más relajada y casi segura
que no había de que preocuparse.

Su compañero le dio la razón y decidieron retirarse antes de que aparecieran los


nuevos dueños y les metieran en problemas por montar un mini-operativo extra
oficial.

Descendieron por las escaleras pensando en que ya pasaban de las 3 y no habían


probado bocado. El estómago de ambos ya les pasaba factura por ingerir
únicamente un café por la mañana antes de irse rumbo al trabajo.

-Mira que hacerme entrar aquí muerta de miedo - Bromeaba visiblemente


más relajada, se giró hacia su superior para darle un pellizco en la mejilla -Tendrás
que llevarme a "Los Cachis" por unos pinchitos-

De pronto observó la mirada atónita de Gonzalo, pero no tuvo tiempo siquiera para
preguntar o voltear y descubrirlo por ella misma.

Una voz se le anticipó.

-Si dan un paso más les reviento la cabeza-

Les amenazó un hombre alto de aproximadamente 1.80, parecía más o menos de


su edad, de piel blanca, cabellos obscuros y algo despeinados, barba descuidada y
una mirada felina del color de la miel.

Con todo y el pánico que le recorría el cuerpo al tener una una M16/A4 a escasos
15 centímetros de su cabeza, no pudo evitar notar que el hombre era bien
parecido.

Por supuesto que todos los planes que tenían de desenfundar su reglamentaria y
hacer valer su condición de agentes de la Policía Nacional, se vinieron abajo en
cuanto un segundo hombre comenzó a cachearlos y los desarmó de inmediato.

Lo último que Silvia pudo recordar antes de caer inconsciente en el piso y rodar un
par de escalones, fue el impacto del fusil de asalto contra su cabeza.
CAPITULO II. LO SIENTO...ESTO NO ESTABA DENTRO DE LOS PLANES

15:47 Horas.

Un vehículo todo terreno aparcó en la entrada de una reja negra. A decir verdad,
por esa zona no circulaban automóviles tan ostentosos y evidentemente que la
Touareg V10 del año contrastaba con aquel barrio de clase media baja. Sin
embargo, si se toma en cuenta que al volante de dicha unidad se encontraba la
cabeza de un grupo del crimen organizado, entonces el tipo de camioneta en color
blanco resultaba de lo más discreta.

La persona que piloteaba finalmente bajó.

Era una silueta femenina y espigada, unos 180 centímetros de estatura, su cabello
obscuro con algunos destellos castaños que se dejaban apreciar a contraluz
estaba sujetado por una coleta. Su piel trigueña hacía juego perfecto con sus ojos
marrón verdosos, aunque justo en ese momento los llevara ocultos tras unas gafas
de sol parda con forma de gota que le cubrían medio rostro.

A pesar de vestir con un estilo casual, pants y sudadera de la selección de fútbol


inglesa en color rojo con rayas blancas, resaltaba sus curvas a la perfección. Pero
con todo y las zapatillas deportivas y la ausencia de maquillaje resultaba imposible
que pasara desapercibida.

La puerta que un par de horas antes había sido atravesada sin mayor problema
por dos agentes de la Comisaría de San Antonio, ahora era custodiada por dos
guardias, que al ver llegar a su jefa saludaron de forma respetuosa con un
movimiento de cabeza y la abrieron para darle libre acceso al interior de la casa.

Ella se paseó ante esos dos pares de ojos que la devoraban, haciendo gala de su
altivez y prepotencia. Hubiera sido demasiado pedir que les devolviera el saludo,
una sonrisa o siquiera un gracias, pero les dirigió unas cuantas palabras.
-Si alguien pone un pie a menos de diez metros de esta puerta le pegan
un tiro, no me interesa si es policía, sacerdote o si trae un bebé en
brazos - Les lanzó una mirada fulminante - ¿Entendido?-

Una vez dentro se encontró con dos caras familiares. Ambos estaban
pegados a un ordenador portátil.

-Ya les tenemos Pepa- Informó el hombre atractivo de mirada felina que había
dejado inconsciente a los dos agentes al ver llegar a la autora intelectual de la
organización.

-Silvia Castro - Susurró Pepa en un tono diferente, especial, como si de pronto, al


mirar el rostro de la forense en la pantalla de la macbook pro, algo se hubiese
movido en su interior bajando sus defensas.

Al ver que no dijo nada más, el individuo continuó exponiendo los resultados de su
investigación ráfaga.

-Inspectora del cuerpo policial de San Antonio, 32 años, forense, soltera,


sin hijos y es la hija del Comisario…Y por el otro lado tenemos a Gonzalo
Montoya…

Pepa estaba segura de que Lucas seguía hablando, pero ella no escuchaba ni una
palabra de lo que él decía. Su mente se había detenido ahí, sus ojos clavados al
monitor, en ese rostro, en esos ojos, en ese cabello rojo.

-¿Dónde está? - Preguntó la morena en singular, era claro que solamente le


interesaba recibir información de una de las personas que tenían recluidas en la
casa.

-Les amordazamos en una de las recámaras - Respondió Lucas con


tranquilidad.

De pronto la mujer se dio cuenta que se estaba interesando demasiado en una


persona que no solamente era una desconocida, sino que por la naturaleza de las
circunstancias también estaba condenada a muerte. Así que se esforzó por
sacarse ese rostro de la cabeza y focalizar su atención en lo que verdaderamente
les incumbía.

-¿Cómo es que dos agentes de barrio dieron con nosotros? - Preguntó un


tanto confundida.

-No dieron con nosotros… - Respondió una voz femenina, entrando al fin en
escena una vez que había husmeado en la base de datos de la Comisaría. -
Estuve viendo el registro de las denuncias y esta mañana recibieron dos
llamadas anónimas de los vecinos que reportaban movimientos extraños
en la casa.
-Mala suerte - Masculló para sí misma, pensando claramente en la pelirroja, su
único pecado había sido estar en el sitio equivocado a la hora equivocada.

-Aún están inconscientes - Aclaró Sara, la joven que recientemente se había


incorporado en la conversación- Pero antes de que decidas lo que harás con
ellos creo que sería importante cerciorarnos que en verdad no tengan
ningún antecedente nuestro -

-No hay nada que decidir - Dijo Pepa con pesar- Subiré a echar un vistazo,
probablemente haya despertado ya - En ese momento se percató que seguía
hablando en singular y que su inexplicable interés hacia una "simple agente de
barrio" como ella misma la había llamado, comenzaba a hacerse evidente para los
demás.

-Pepa…- Le llamó Lucas mientras la veía avanzar un par de escalones - El


ordenador no le hace suficiente justicia - Sonrió como el niño travieso que
sabe perfectamente que acaba de hacer una pequeña travesura - La verdad es
que es mucho mas bonita si la miras en persona-

Si las miradas pudieran asesinar, seguro que Lucas sería hombre muerto,
desangrado y mutilado. Pero Pepa no dijo nada y se limitó a seguir con su
recorrido hacia la habitación.

15:41 Horas. Escasos minutos antes

Silvia abrió los ojos pero no podía ver nada, entonces se percató de que los tenía
vendados. Pero no era eso lo que le preocupaba, sino un intenso dolor a la altura
del pómulo derecho que llegaba hasta la ceja.

Intuyó que el golpe que la había dejado inconsciente le habría hecho una abertura
y el pañuelo que le habían colocado para obstruirle la visión le estaba punzando
sobre la herida. ¡Era un maldito suplicio!. Pero estaba convencida de que lo peor
estaba apenas por venir.

Escuchó una silla moverse de forma insistente, entonces supo que Gonzalo había
despertado.

-Gonzalo…-Susurró con temor.

Estaba convencida de que en esa habitación sólo se encontraban ellos dos pero
tenía miedo de que les escuchasen hablar.

-¡Silvia! - Exclamó con preocupación pero con volumen audible -¿Estás bien? -
Le preguntó angustiado.
La pelirroja asintió, pero era obvio que él tampoco podía mirarle, así que optó por
hacer uso de la voz.

-Sí, sólo me duele un poco el golpe - Mintió. La verdad es que el dolor era casi
insoportable.

-Lo siento Silvia…- Se escuchaba bastante apenado - …Tenías razón -

-En nuestra Comisaría la razón es solamente un punto de vista - Sonrió al


recordar esas mismas palabras de la boca de su padre, las había utilizado para
reconfortarla aquella vez en que casi pierde la placa por ocultar información para
proteger a Paco, el marido de su hermana.

-Pero es que todo es mi culpa, jamás debimos entrar solos… - En ese


momento recordaba la mirada suplicante de la pelirroja pidiendo que se
marcharan, las palabras de Don Lorenzo ordenando que cuidara de su hija- Tú me
lo pediste, tu padre también lo hizo y yo en lo único que pensaba era en
que podíamos resolver solos este caso, sin tener al CNI y a los de
Asuntos Internos con las narices metidas en la comisaría, restregárselos
en la puta cara…-

Silvia lo interrumpió, más que nada deseaba tranquilizarlo.

-¡Hey!, ¡Que todos la cagamos alguna vez!, ¡Yo la he cagado mil veces! -

Nuevos recuerdos llegaron a su mente, cuando abrió el cadáver de una mujer sin
autorización del juez y nuevamente puso en riesgo su placa; Y bueno su vida
personal no era ninguna excepción, cuando terminó su última relación amorosa se
hizo adicta a los ansiolíticos y dejó su trabajo en el hospital "12 de Octubre".
Ingresó a la academia de policía no porque quisiera serlo, sino para contradecir a
su padre, para demostrarle que ella era capaz de tomar sus propias decisiones.

Y eso no era todo, faltaba rememorar la más grande de todas sus estupideces,
"Su obra de arte" y es que después de dejar a Márquez plantado en el altar porque
descubriese que no la llenaba como ella deseaba, tan sólo una hora antes de la
ceremonia, naturalmente el chico se ofendió y decidió cortar de tajo su relación. A
los pocos meses Silvia decidió que quería darse una nueva oportunidad de ser feliz
en pareja y le buscó para propiciar una reconciliación, pero gran sorpresa se llevó
cuando él le rechazó y le informó que ya salía con otra persona. Su ego herido la
llevó a sufrir una especie de crisis de ansiedad y fue cuando se las ingenio para
introducir un cadáver al maletero del vehículo de la en aquel entonces pareja de
Márquez.

Aunque nunca consiguieron probarle nada.

-¡Vamos a salir de esta Montoya, te lo juro! - Esto último lo dijo con falsos
ánimos, ya que en realidad estaba muerta de miedo, no tenía idea de la clase de
manos en las que estaba su vida, pero mucho temía que volver a mirar un
amanecer desde el ventanal de su apartamento a estas alturas era como esperar
un milagro. Pero si acaso existe una emoción aún más terrible que el miedo, esa
sin duda es la culpa y bajo ninguna circunstancia quería que su mejor amigo
experimentara esos horrorosos sentimientos, y mucho menos de forma
simultánea.

Al menos, por su parte, ella se encargaría de borrarle la culpa.

En ese instante la puerta se abrió. Ambos tuvieron un sobresalto en su frecuencia


cardiaca.

Decidieron permanecer en silencio, era una de las cosas que les enseñaban en la
academia. "Si el delincuente espera algo de ti, te lo hará saber" y esperar a que
"Los otros" dieran el primer paso.

15:52 Horas.

Pepa se encontraba dentro.

Sus ojos se clavaron en Silvia ignorando por completo la presencia del otro hombre
que también se encontraba amordazado a una silla.

Esa mujer , ¡Esto no podía estarle pasando! ¡No debía! Pero es que esa piel tan
blanca, parecía tan suave, tan frágil…Y en ese instante decidió que no quería que
nadie le pusiera las manos encima. Era algo demasiado extraño, inexplicable, una
sensación de choques eléctricos le recorría el cuerpo.

Eso le asustaba y mucho.

No podía seguir mirando esa boca un segundo más o iba cometer una locura. Y
cuando ella piensa en locuras pues lo hace a lo grande, no conoce nada de medias
tintas, así que seguirla mirando estaba descartado o su negocio se rodaba por la
barranca.

Permaneció en silencio y se dispuso a abandonar la habitación.

-Necesitamos hablar… - Se dejó escuchar una voz masculina - …Queremos


negociar-

Pepa se volvió incrédula. ¿Qué podría ofrecerle a ella el inspector de una


Comisaría de barrio?. Se asustó al pensar en "El que".

ELLA. Silvia Castro, una noche con ella, una mirada patosa enviada por sus ojos
que aún no conocía, un "Hola preciosa" saliendo de su boca, una caricia. Sí. La
verdad es que después de todo podían ofrecerle mucho.
Decidió que tendría una conversación a solas con ese hombre.

Bajó las escaleras y en segundos ya estaba de nuevo frente a Sara y Lucas,


quienes la esperaban con gestos de interrogación.

-Ya despertaron - Les informó intentando parecer la más casual del mundo.

-¿Y quien se va encargar de ellos? - Preguntó Lucas, de alguna manera se


temía la respuesta, ya que cuando se trataba de apretar un gatillo, él siempre era
el elegido.

-Yo- Respondió Pepa con absoluta seguridad.-Pero necesito hablar con ellos.
Sara tiene razón, necesitamos saber que tanta información tienen de
nosotros, pero habrá que interrogarles por separado-

Lucas pareció comprender. "Pepa estaba volada con la rehén y buscaría a como
diera lugar quedarse a solas con ella" y ¡Claro! No podía culparla, la verdad es que
Silvia era preciosa.

-Pues yo interrogaré a la chica - Dijo dispuesto a molestar a Pepa, tanto tiempo


detrás del ordenador le había despertado su vena maldosa.

-Claro que no. Ella está asustada y si te ve llegar después de haberla


golpeado y con esa cara de bestia que tú tienes - Rió ante la palabra que
acababa de pronunciar, pero es que ¡Vamos! Lucas era como un animal salvaje, no
entendía razones, no le temblaba la mano al sujetar una mágnum, no titubeaba al
volar cabezas, al mentir, al narcotizar, al seducir…¡Era una Bestia!

Una bestia que estaba profunda y perdidamente enamorado de Sara.

-Pues que la interrogue Sara…-Dijo el chico aparentando seriedad en su intento


por picar a la jefa-…Que tú no tienes modos-

Sara se incorporó en aquella escena tan divertida. Era la eterna dinámica, Lucas
se aburría y entonces su pasatiempo predilecto era atormentar a Pepa con
cualquier pretexto, con la más absurda de las bromas, pero es que no le podía
culpar, Pepa era demasiado irritable, de cualquier cosa se exaltaba. Y Siempre
amenazando con descargar su mágnum en la cabeza de Lucas.

-¡Lucas, Ya déjala que se está sonrojando! - Se unió a la misión de hacerla


enfadar.

Pero Pepa que sabía perfecto lo que pretendían no cayo en provocaciones. Llamó
a uno de los hombres que montaban guardia en la reja y le pidió que trasladara a
Gonzalo a otra habitación. Aún conservaba aquella idea de conversar con él a
solas, quizás él pudiera convencer a la pelirroja de que "fuese amable con ella".
Esta no sería la primera vez que pasara la noche con una rehén y para después
acabar con su vida al amanecer.

Pero algo sucede en su interior y antes de enfilarse a conversar con Montoya


decide hacer una escala técnica en la habitación donde ahora Silvia se encontraba
sola.

Entró y la miró de nuevo. Estaba allí en la misma silla, maniatada de pies y manos,
y entonces de nuevo esa sensación tan parecida a descargas eléctricas por todo el
cuerpo, pero eran tan placenteras que no las reprimía.

Se llevó la mano al estómago.

Dio unos cuantos pasos para acercarse a ella y entonces una nueva sensación
llegó a su cuerpo, esta vez acompañada de un pensamiento. "Yo te voy a cuidar y
no dejaré que nadie te toque. Si es necesario te voy a proteger de mí misma".

En ese momento decidió que nadie moriría.

Pero ¿En qué demonios estaba pensando? ¿Dejar escapar a un policía? Tenía que
haber perdido la razón. Pero esas descargas de adrenalina en todo su cuerpo no le
permitían pensar. Imaginó lo maravilloso que sería llegar a casa con la ilusión de
que esa chica la esperara para cenar y entonces se llenó de ternura.

Pero ¿Qué coños era la ternura? ¿Cómo saber que es ternura lo que siente si
jamás ha conocido tal sentimiento?.

Entonces nota la respiración acelerada de la pelirroja. No está dormida, sólo finge


porque tiene miedo. Lo sabía porque las palpitaciones del corazón de la forense la
traicionaban, sus latidos estaban muy acelerados, veía como inflaba y luego
desinflaba sus pulmones una y otra vez, haciendo que su pecho se elevara. Y el
saber que ejercía tal poder sobre la inspectora le provocaba cierta dosis de
excitación adicional a la que ya de por sí sentía.

Se debatía entre dos deseos casi irrefrenables: Conocer el sonido de su voz y


mirarla fijamente a los ojos. Pero se temía que esta última no iba poder ser posible,
mucho menos si pensaba dejarla salir de ahí con vida, no podría destaparle los
ojos y descubrir su rostro frente ella.

-Inspectora Castro…- Finalmente rompió el silencio con voz firme - …Es


momento de que conversemos -

Silvia se quedó paralizada. Concretamente el miedo la paralizaba. ¡Dios! ¿En qué


carajos estaba metida?. No podía pensar, ella que siempre se jactaba de su
capacidad de análisis, en ese momento estaba congelada. Ni siquiera era capaz
de articular palabra, estaba perfectamente consciente de lo que esa gente quería
saber, “¿Qué tanta información poseemos sobre ellos?”.
Es probable que en cuanto hable le matasen sin contemplaciones, así que era
preferible esperar. Aunque ni siquiera tuviera idea del qué esperar.

Permaneció en silencio.

-Silvia …-Nuevamente Pepa tomaba la palabra, esta vez dejó asomar una sonrisa
de medio lado-…No tengas miedo que no acostumbro a comerme a mis
víctimas-

El tono jocoso de Pepa enfureció a la pelirroja que dejó escapar las palabras sin
pensar.

-¡No tiene ni puta gracia!- Se rebeló levantando un poco la voz.

Por un momento Pepa sonrió de nuevo. La chica tiene carácter - Pensó


entusiasmada, pero después hizo una nota mental de que no le gustaba el tonito
que había empleado la pelirroja para dirigirse a ella.

No pudo evitar comenzar un pequeño discurso en su interior.

Esta bien, reconozco que por un momento me debilitó esa carita de inocente que vi
en el monitor, pero no puedo mandar todo esto a tomar por culo simplemente
porque me quiero tirar a la rehén. Así que ¡Basta de pensar idioteces! Que no
solamente está en juego mi pellejo, debo pensar también en Lucas , Sara, Decker.

- Es una pena que no tengas sentido del humor - Dijo cambiando el tono
jocoso por uno mucho más frío.

-Pues las cuerdas y esta venda no ayudan mucho - Nuevamente la doctora


Castro dejó escapar las palabras, por alguna extraña razón que aún desconocía, la
voz de Pepa le incitaba a romper el silencio.

Pepa bajó la guardia. No pudo evitar sonreír de nuevo ante la mueca de Silvia,
acababa de percatarse de que la forense arrugaba la nariz de una forma muy
chistosa cuando se enojaba.

Antes de pronunciar palabra de nuevo se detuvo a analizar la voz tan dulce de esa
mujer que se encontraba atada a menos de un metro de ella. Sería tan fácil…
acercarse, acariciarla, comerse esa boca que le apeteció desde que vio su
fotografía en el ordenador portátil de Lucas.

Pero consiguió alejar esos pensamientos y regresar a lo que verdaderamente


debía interesarle.

-Bien…- Intentando parecer seria - …Entonces hagamos un trato, Si tú me


dices lo que necesito saber, te desato las manos-
-Yo no confío en delincuentes – La paró en seco.

La morena nuevamente se descubrió enfadada por la actitud de Silvia. **Vamos a


ver si de verdad tienes tantas agallas** .

-Debes tener un par de cojones muy bien puestos para hablarme de esa
forma…- Pepa comenzó a dar pequeños pasos que le acercaban a la rehén. El
tono de voz denotaba enfado. Un falso enfado para camuflar la impotencia que
sentía. Con cualquier otra persona ya habría empleado métodos mucho más
efectivos que el dialogo para obtener la información requerida. Pero con Silvia algo
le ocurría, no se atrevía si quiera a amenazarla.

-Estoy muerta de miedo… – Confesó Silvia sin poder más. No tenía la fortaleza
para enfrentarse a una asesina. Su voz entre cortada dejaba suponer que debajo
del pañuelo que cubría sus ojos habría lágrimas.

Dicen que la Dacrifilia es un desorden Psicosexual, definido por los manuales de


Psiquiatría como el deseo sexual que se desencadena al presenciar el llanto de
otra persona.

<

VOZ EN OFF

Pero mi fetichismo con las lágrimas de Silvia es diferente, nunca me había


sucedido. No considero que estas ganas casi incontenibles de desnudarla ahora
mismo y pasarle mis manos por todo su cuerpo para sentir su calor entre mis
palmas, mordiéndole el lóbulo de la oreja mientras siento como tiembla entre
mis brazos pueda catalogarse como un acto de perversión. Mi intención no es
infringirle dolor físico ni terror Psicológico para recrearme con su sufrimiento
hasta tener un orgasmo.

Más bien creo que comienzo a comprender lo que significa la ternura.

La ternura es mirarla allí tan asustada, tan indefensa, sabiendo de sobra que
necesita un abrazo y que me muero porque sean mis brazos los que la liberen
de esa angustia, que sean mis labios los que pronuncien las palabras correctas
para hacerla sentir segura. La ternura es saber que si me atrevo a desaparecer
los escasos centímetros que me separan de ella, todo se vendrá abajo, perderé
por completo el poder que ejerzo sobre ella y entonces pensará que soy débil,
que me ha seducido y seguramente lo utilizará para salir de aquí con vida sin
haberme contado lo que saben de nuestra organización. Pero cuando ese
sentimiento hasta entonces desconocido para mi se apodera de ti, mezclado
con una peligrosa ola de pasión que corre por el torrente sanguíneo, no existen
razonamientos lógicos que impidan lanzarse al abismo sin red, sin paracaídas,
sin amortiguadores-

<
La habitación había quedado en silencio y Silvia trataba de que sus sollozos fueran
lo menos audibles posibles. Ahora más que nunca había perdido el control de la
situación. Se encontraba allí a merced de una criminal y de pronto se descubrió a
sí misma pegando un salto inesperado. Su cabeza se había estremecido de
repente y sentía el corazón en la garganta galopando a toda velocidad.

La punta del dedo índice de pepa enrollado en uno de sus rizos rojos había fungido
como el estimulo externo que provocó esa reacción involuntaria por parte de su
cuerpo. Un acto reflejo.

VOZ EN OFF –Pero ¿Qué demonios…?. ¿Está jugando con mi cabello? Y ¡Dios!
Pero ¿Qué coños fue eso?-

Silvia permaneció en mutis, pero después de haber pegado tremendo brinco, Pepa
se inhibió un poco y dio por concluida su tímida caricia.

-No te va pasar nada, Tú sólo confía en mi - Le susurró muy cerca del oído

Silvia se estremeció una vez más. Se sorprendió al descubrir que no era miedo lo
que había sentido ante aquel contacto tan inesperado.

Un sonido estrepitoso sobresaltó a ambas.

-¡Mierda! - Fue lo último que exclamó Pepa antes de salir corriendo.

Silvia prácticamente no podía moverse por las ataduras que la mantenían pegada
a la silla, así que sólo se le ocurrió reclinar su cabeza sobre el respaldo. La
humedad en sus ojos se sentía con más intensidad que nunca. Sabía lo que
significaba aquello, habían detonado un arma. Y la tenue luz de esperanza que
había albergado en su cabeza de poder salir con vida de esa pesadilla se apagaba
de golpe.

Por su parte Pepa entró corriendo a la habitación donde se suponía debía estar
Gonzalo, pero lo único que encontró fue al inspector jefe de la Comisaría de San
Antonio tendido en el piso sumergido en un charco de sangre y con la cabeza
deshecha producto de una detonación de la M16/A4. Suficiente para que hubiera
sesos salpicados por toda la pared.

En seguida aparecieron Lucas y Sara que habían subido las escaleras tan rápido
como pudieron.

-¿Qué es esto? - Preguntó Sara con gesto de repugnancia al mirar el escenario


tan desagradable.

-Lo mismo quisiera saber yo…- Dijo Pepa fulminando con la mirada al guardia
que se había quedado interrogando a Montoya.
-El tipo estaba muy alterado y entonces comenzó a insultarme…- Se
justificó el chico de escasos 19 años, aún con el fusil de asalto descansando entre
sus manos.

-¡Vale! Te insultaron y entonces te pusiste sensible…- Lucas lo miró casi


igual de furioso que Pepa - ¿Y por qué carajos no fuiste con tu mami para
que te diera un beso y un abrazo? - Le Preguntó con un grito enérgico.

-¿Se puede saber quién demonios te autorizó a disparar contra el rehén?


- Cuestionó Pepa guardando la calma, su tono era de evidente descontento, pero
el volumen no era alto.

-Perdón - Se excusó el chico con la cabeza agachada, dándose cuenta de que la


había cagado…- No vuelvo a tomarme una atribución de ese tipo-

-¡Vete Joderr! - Le ordenó Lucas.

Pepa introdujo la mano derecha dentro de la tela de su pantalón deportivo, justo a


la altura de la espalda baja, pudo palpar la magnum y sin pronunciar palabra la
desenfundó con rapidez y antes de que el chico pudiera cruzar el umbral de la
puerta, jaló el gatillo volándole la tapa de los sesos.

-¡Pepa! - La miró Sara un poco preocupada - ¿Por qué hiciste esto?-

-Porque las ordenes aquí las doy yo. No puedo permitir que las cosas se
salgan de control porque un adolescente enloquece de poder con un
arma en la mano y no es capaz de contener sus impulsos Sara, un
elemento así lejos de servirnos nos estorba-

-Voy a encargarme de los cuerpos - Informó Lucas un poco serio.

Pepa asintió.

-Esta casa ya no es segura, no tarda en llegar la policía para buscar a sus


compañeros, tenemos que movernos de aquí-

-¿Qué harás con ella? - Preguntó Sara mirando con dirección a la habitación
donde se encontraba Silvia.

-No te preocupes - Respondió Pepa secamente - Ustedes vayan a casa y


descansen-

-Pepa…-Insistió Sara.

-No te preocupes - Esbozó una sonrisa de medio lado - Yo me encargo-

16:18 Horas
La casa había quedado prácticamente vacía, a excepción de Silvia que llevaba
casi noventa minutos en el mismo sitio, en calidad de rehén y en el otro extremo de
la casa, en la planta baja estaba Pepa acompañada de todos sus demonios, Antes
de irse, Nelson el guardia que aún seguía con vida, se había encargado de limpiar
los dos charcos de sangre, cuero cabelludo, sesos y unas cuantas piezas dentales,
resultado de la explosión de dos cabezas.

Debía tomar una decisión, únicamente tenía dos opciones: Matarla o dejarla ir.
Pero ¡AHORA!. El tiempo se agotaba y si no se daba prisa, no demoraría en llegar
todo el cuerpo policial de Madrid alertados por la desaparición de dos de sus
inspectores. Para variar una de ellos era la hija del Comisario.

Subió las escaleras aparentemente con la decisión tomada.

Silvia deseaba recibir otro golpe y quedar inconsciente de nuevo, perderse de la


realidad, abandonar su pensamiento de rumeación, ¿La matarían o la dejarían
vivir? Dicen que mata mas la duda que el desengaño pero tampoco quería estar
presente ahí segundos antes de su muerte, sabiendo lo que está por venir. Era
cobarde, siempre lo había sido, cada que tenía problemas había preferido
empastillarse hasta perderse por completo y esta vez no era la excepción,
simplemente deseaba dormir y no despertar, no sentir más dolor. Y la maldita ceja
no dejaba de punzar.

Cuando Pepa salió de la habitación unos veinte minutos atrás, se fue tan de prisa
que ni siquiera reparó en cerrar la puerta, así que había escuchado casi toda lo
acontecido, las conversaciones, los planes, tristemente se había enterado que se
llevarían a Gonzalo o lo que quedaba de él a un descampado.

Tenía sentimientos encontrados porque por un lado le dolía haber perdido a un


gran policía y sobre todo a un extraordinario ser humano en circunstancias tan
tristes, le hubiera gustado estar ahí con él al menos para cerrarle los ojos, para que
no muriera solo. Pero por otro lado se alegraba, ya que al fin iba reencontrarse con
el amor de su vida, desde que Ruth había muerto, él nunca volvió a ser el mismo y
quizás ahora si podría descansar en paz, finalmente había sido feliz y tenía alguien
que lo esperaba en el más allá de la vida, donde no existe tiempo, ni espacio, ni
siquiera la certeza de que realmente haya algo, simplemente la fe de que este no
sea el final. Y si esto era el final, sería una tristeza porque era ahora en este
preciso instante cuando la inspectora Silvia Castro León se daba cuenta que no
había conocido la plenitud, ni la felicidad, mucho menos el amor. Todas sus
relaciones habían sido codependientes, autodestructivas y tremendamente vacías.

Jamás había sentido como se le desbordaba la sonrisa mientras unas llaves en la


cerradura de la puerta anunciaban la llegada de ese alguien especial, por el
contrario, la mayoría de las veces era más bien el gesto de desilusión, el
pensamiento de la invasión de su espacio, de compartir besos sin pasión, de
compartir una cama por costumbre, por excitación sexual, orgasmos insípidos, que
no coincidían con aquellas explosiones de fuegos artificiales y mariposas en el
estomago que te transportaban al paraíso como en los libros y las películas.
Se dejaron escuchar pasos, nuevamente alguien le hacía compañía y creía saber
de quien se trataba.

-Silvia voy a dejar que salgas de aquí- La voz de Pepa sonaba firme y
decidida.

-Espero que no sea dentro de una bolsa negra como Gonzalo - Se


apreciaba la tristeza en aquel reclamo.

-Lo siento…Eso no estaba dentro de los planes - Dijo la morena apenada,


quizás en un intento de disculparse con la pelirroja.

Silvia sintió como la cuerda que apretaba sus manos poco a poco se aflojaba y
suspiró aliviada. De nuevo vislumbro la posibilidad de volver a encontrarse con su
padre. Su padre. ¿Y si de verdad la dejaban escapar para después ir por su padre
y su hermana?

-Pepa…- Pronunció su nombre recordando que durante las conversaciones que


había estado escuchando, la llamaban reiteradamente por ese nombre - …Te voy a
decir todo lo que necesites saber…- Dijo tímidamente.

Pepa sintió que el corazón le daba un vuelco al escuchar su nombre en boca de


Silvia, hasta ese momento siempre había creído que su nombre era feo, pero
ahora ya no se lo parecía tanto. - ¿A que se debe tu repentina disposición? -
Le interrogó con una sonrisa, aún sin sobreponerse por completo del "Pepa".

-Me desataste las manos…- Respondió encogiéndose de hombros.

-Bueno, dime lo que sabes antes de que me arrepienta - El tono de Pepa se


tornaba un poco más inquisitivo, no quería hacerle tan evidente que ante ella se
doblegaba, se quedaba sin defensas, que la tenía como hechizada, era como si la
morena fuera la que estuviera atada, sin voluntad, sin poder ser ella.

Le asustaba, pero al mismo tiempo le encantaba.

-Antes quiero pedirte que no le hagas daño a mi familia, si me dejas ir yo


te juro que nadie va a saber de las cosas que escuché mientras estuve
aquí - Le suplicó.

-¡Confía en mí, pelirroja! - Sonrió - …¡Y no tienes que jurarme nada, que si
te estoy devolviendo tu libertad es porque confío en ti!

Silvia sintió algo que de momento no tenía ni la menor idea de lo que se trataba,
pero le gustó. Y entonces esbozó una pequeña sonrisa.

-Esta mañana hice la autopsia del cadáver de un hombre…-Se detuvo un


momento para recordar el nombre - …Juan Manuel Ochoa, le encontraron
muerto relativamente cerca de aquí y recibimos denuncias anónimas de
que en esta casa había algo raro, entonces… - Se puso un poco triste al
recordar a Montoya - …Gonzalo tuvo un palpito y pensaba que podría
existir una conexión entre ambos casos-

-Y por qué habrían de estar relacionados? - Preguntó arqueando una ceja.

-Porque a ese hombre le extrajeron el riñón y evidentemente que para


hacer algo así se necesita de un lugar, una bodega o una casa.

-¿Alguien más sabe de esto? - Preguntó un poco preocupada.

Silvia negó con la cabeza. -No, redacté el informe pero no lo entregué


porque Gonzalo tenía mucha prisa, estaba muy ilusionado con que
nosotros solos pudiéramos resolver el caso. También está la grabación
con los resultados de la autopsia, pero todo está adentro de mi locker y
solamente yo tengo la llave-

-Necesito que rehagas el informe y alteres los resultados, de todas


formas el corte que hizo Decker fue limpio y en canal, podrá pasar
perfectamente como si fuera la incisión de la autopsia. Y Nadie tiene
porque enterarse que se le practicó una nefrectomía-

Silvia abrió los ojos como un par de platos. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo
ante la tranquilidad con la que hablaba Pepa. Y así sin pudor se descaraba frente a
ella como la autora intelectual de un crimen, pero a estas alturas ya nada podía
sorprenderle y si para proteger su vida, la de su padre y la de su hermana tenía
que colaborar con traficantes de órganos, mentir y alterar los resultados, pues lo
hacía y punto. - Omitiré la nefrectomía y el resto lo dejaré como está, un
paro cardiaco a causa de sobredosis -

Pepa se quedó mirándola durante algunos segundos, ¡Era tan hermosa!, le habría
encantado tenerla ahí cautiva durante meses, conocerla mejor, robarle una que
otra sonrisa cada día, verle reír, pero la vida es así, la transitas sin rumbo fijo, y de
pronto un día te das cuenta que el sitio en donde te hubiera gustado aparcar ha
quedado unos cuantos kilómetros atrás y no hay forma de volver, quizás si sigues
con tu camino, en algún momento aparezca un retorno, y con esa esperanza, de
volverse a encontrar, bajo circunstancias diferentes, en otra vida quizás, decidió
que al menos quería conservar el recuerdo de sus ojos, así que contra toda norma
del código ético de un traficante que pasa su vida entera escondiendo su
verdadera identidad, la morena se acercó a Silvia, se puso de rodillas para quedar
a la altura de la silla y colocó su boca muy cerca del oído de la pelirroja.

-Te voy a dar una garantía de que puedes confiar en mi palabra - Le


susurró con una mirada provocativa que Silvia no pudo ver, pero eso no fue
impedimento para que una vez más se estremeciera.
Poco a poco fue deshaciendo el nudo que mantenía al pañuelo sujeto en la cabeza
de la forense. No desaprovechó la oportunidad de acariciarle el cabello de forma
disimulada, aunque Silvia sentía ese leve roce de la punta de los dedos de pepa
con sus rulos. Y por alguna razón que no se lograba explicar, deseaba pedirle que
no parara.

El rostro de pepa seguía merodeando el rostro de la pelirroja, deshacer ese doble


nudo había sido el pretexto perfecto para recrearse con el olor de su perfume,
hundir la nariz en su cabello y por un momento, la idea de reemplazar la nariz con
sus labios le pareció maravillosa, pero se contuvo y finalmente se quedó con el
pañuelo entre sus manos.

Silvia cerró los ojos con fuerza, la luz le lastimaba un poco, pero rápidamente se
recuperó y los abrió de nuevo para reincorporarse despacio a la realidad y como
una escena en cámara lenta se encontró con unos expresivos ojos en tono
verdoso a escasos dos centímetros de los suyos.

Ambas permanecieron en silencio.

Los ojos de Pepa clavados en los de Silvia, perdidos en esa mirada capaz de
derretir el corazón más duro. Convencida de que el tiempo se había detenido en
una postal maravillosa que le encantaría conservar para siempre en sus recuerdos.

Y ninguna de las dos dice nada, sólo se miran.

Los ojos de Silvia clavados en los de Pepa, perdidos en esa mirada capaz de
acariciarle el alma, de reconfortarla, de hacerle olvidar que esa mujer a escasos
milímetros de ella es una asesina. En cambio, se detiene a pensar que nunca
imaginó que una mujer tan hermosa pudiera ser la encargada de mover los hilos
de un grupo de criminales tan peligroso.

-Es…Estás sangrando…- Susurró Pepa nerviosa, aún sin reponerse de aquel


intercambio de miradas, tratando de desviar su atención a la abertura en la ceja de
la inspectora Castro.

- Si…-Asintió la pelirroja aún sin poder desengancharse de aquella mirada


misteriosa que tantos secretos debiera ocultar - …Creo que voy a necesitar
unos cuantos puntos - Informó con gesto de dolor.

-A mi me parece que está infectada- Se puso de pie -Voy a traer alcohol -


Se ofreció Pepa amablemente.

-No…- Le cortó Silvia -…No podemos quedarnos más tiempo aquí -


Percatándose de que había tirado de su brazo para detenerla y aún no se lo
soltaba.
Ahora fue Pepa quien se estremeció con el roce de la palma de Silvia sobre su
brazo. Pero por mucho que deseara retenerla bajo cualquier pretexto, la inspectora
tenía razón y debía salir cuanto antes de esa casa.

Le desató los tobillos y le entregó una pequeña bolsa negra con su placa y la
reglamentaria.

La dejó ir y la miró como se alejaba por la ventana a paso veloz, hasta que su
silueta desapareció de su campo de visión.

CAPITULO III. LA HE CAGADO


21:34 HORAS

La Revolución Francesa estremeció al mundo en 1789 y se convertiría en el


modelo a seguir para los anarquistas de la edad contemporánea, no solamente por
la transformación política, económica y social que significó, sino por sus diversos
episodios de violencia que desataron el pánico colectivo entre la población.
Probablemente el periodo comprendido entre 1793 y 1794 será especialmente
recordado por la despiadada vorágine de asesinatos cometidos contra elementos
de las tropas enemigas y desertores de la causa, pero que también segaron la vida
de miles de civiles inocentes, cuyo único error había sido encontrarse en el sitio
equivocado a la hora equivocada.

A este pasaje de la historia se le conoce como "Terror".

La real academia española define al Terror como el miedo una vez que ha
alcanzado su máxima expresión. La actividad cerebral se ve superada, pierde el
control y toda racionalidad queda abandonada.

Cuando un individuo se encuentra bajo el yugo del terror, surge la angustia, esa
que nos indica que la luz tenue de la última velita encendida ha quedado extinta,
que la salida del callejón se ha hecho tan angosta que ningún cuerpo, por espigado
que fuese, lograría escapar a su inevitable y fatídico destino, esa que acelera los
latidos del corazón a un ritmo tan vertiginoso que se dificulta respirar, que inunda
con un líquido gélido cada uno de los poros de la piel, que provoca contracciones
involuntarias de los músculos y desordenes del sueño, el más común las
Parasómnias.

A pesar de haber conseguido la abolición de los privilegios feudales y por lo tanto


la igualdad entre los individuos, libertad de expresión, derecho a la propiedad
privada, jornadas laborales y remuneraciones justas, el pueblo francés resultó
emocionalmente devastado. Se resistían a laborar y a continuar con su ritmo de
vida habitual. Se desató una epidemia de Agorafobia y estrés post-traumático. Pero
desafortunadamente en aquella época no se contaba con el suficiente
conocimiento para combatir exitosamente los trastornos mentales.

Quienes lograron sobrevivir a dicha situación límite e intentaban darle vuelta a la


página, les costaba mucho trabajo salir de casa y despertaban de madrugada
asustados y empapados en sudor después de haber tenido pesadillas.
Presentaban severas dificultades para enfrentar cambios y situaciones nuevas,
por lo que encontraron en la costumbre el refugio que necesitaban para no mirarle
al miedo a los ojos.

La rutina es extremadamente cómoda, te mantiene a salvo de sobresaltos, te libra


de tomar de decisiones, de asumir responsabilidades y de cometer errores. Es la
zona de confort ideal para todo aquél que defina la felicidad como "La ausencia de
dolor". Para el que prefiere evitar en vez de arriesgar, para quienes luchan
frenéticamente por librar la batalla en contra del miedo, impidiéndole que les
alcance, porque si no les alcanza, entonces tampoco los podrá encontrar, y así
construyen una falsa vivienda con muros hechos de tranquilidad y monotonía,
creyéndose siempre ir un paso adelante de él, pero sin darse cuenta de que es el
miedo quien duerme junto a ellos en la misma cama todas las noches.

El cuerpo es rutinario, desde que nacemos se conduce de forma natural y es capaz


de llevar a cabo todas sus funciones de manera automática sin consultar con la
mente, tal y como lo hace una máquina.

¿Desde cuándo Silvia Castro se convirtió en una máquina?, ¿Desde cuándo


renunció a la búsqueda de la plenitud?, ¿Desde cuándo se condicionó a sí misma
para no sentir? ¿Desde cuándo renuncio a su condición humana?. Porque por
definición los seres humanos son imperfectos, y si para ser humana debía cometer
errores, entonces renunciaba a serlo. Renunciaba a sucumbir ante los instintos,
renunciaba a las descargas de adrenalina, a las sensaciones que pudieran hacerla
estremecer, ¿Cuándo fue la última vez que una caricia debajo de la inmensidad del
edredón erizó su piel?, ¿Cuándo fue la última vez que se dejó empapar por gotas
de lluvia mientras se deleitaba con el aroma que desprendía la tierra mojada?,
¿Cuándo fue la última vez que estimuló sus papilas gustativas con un calórico
helado de chocolate con almendras y malvaviscos, hasta estallar de placer?.

Un desayuno cotidiano, un expresso bien cargado de cafeína, sin crema y sin


azúcar, así habían transcurrido los últimos años en la vida de la pelirroja, cargados
de trabajo, con un sabor amargo y sin mucho color. Pero esa taza que bebía todas
las mañanas le recordaba que todo estaba bien, que comenzaba su día sin
mayores contingencias y que así transcurriría hasta que apareciera la noche y
entonces ingerir dos comprimidos de TAFIL de 100 miligramos que se automedicó
desde que dejó la benzodiacepina. Así dejaba pasar la vida, mientras el mundo
giraba a su alrededor y seguía su curso, ella se había quedado congelada en el
tiempo, encerrada en su laboratorio, contagiada por la vitalidad de sus pacientes
inertes. Y si de algo tenemos certeza en nuestra existencia es que absolutamente
todo tiene un principio y un final. No se había dado cuenta con exactitud en qué
momento su existencia se convirtió en una completa rutina, pero si sabía que su
fantasía catastrófica se acababa de convertir en realidad.

Se había roto la rutina, había sido violentamente exiliada de su zona de confort


desde el momento que entró con Gonzalo en aquella puñetera casa.

Y Estaba aterrada.

“Cuando se toca fondo, todos los miedos se te vienen encima y te tocan, te


abrazan, te amenazan, te atan y por más que intentes correr no te puedes
mover, pero el miedo también se cansa, su mayor deseo es verte caer, pero si
tras un largo rato de convivencia se percata que aún te mantienes en pie
entonces emprende la retirada. Y dejas de tener miedo”
La realidad muchas veces resulta más extraña que la ficción, la vida es
impredecible, no importa cuantos planes hagas y lo bien trazados que estos estén,
al final nos damos cuenta que el destino nos tiene preparadas ciertas lecciones
que literalmente te sacuden, te cambian la perspectiva, te renuevan o te matan.

Esa es elección propia.

Y paradójicamente era bajo ese estado de terror que por fin perdió el miedo a
sentir miedo. La vida le concedió una segunda oportunidad, sólo para estar tendida
en el sofá de su apartamento, mirando por ese enorme ventanal que le regalaba
una maravillosa postal de Madrid de noche. Fue así como descubrió que los
milagros existían. Veía todas luces encendidas en la ciudad y escuchaba ruidos
de motores que pasaban por su calle a toda velocidad.

¡Dios! Casi había olvidado lo bien que se sentía apretar el acelerador hasta
alcanzar los 195 kilómetros por hora, de madrugada, transitando una autopista
desierta después de haber fumado una ración de porro.

Abandonó la cómoda posición que tenía en el sillón y se dispuso a buscar algo en


un pequeño mueble de madera con puertas corredizas que se situaba en su sala;
Segundos después sostenía una botella de "Gran Sangre de Toro". Cruzó los
pequeños arcos que dividían a la sala de estar de lo que era la cocina y de uno de
los cajones obtuvo un sacacorchos, posteriormente abrió una de las puertas de la
alacena para hacerse de una copa.

Se deshizo de la chaqueta de piel en color café y la arrojó sobre sofá donde


instantes atrás había estado recostada, siguió su camino que la conducía al baño,
dentro de su habitación. Se desabotonó la camisa y se despojó de ella notando
como el frío hacía estragos sobre su piel, tornándola de gallina.

Antes de cruzar por el umbral de la puerta que daba acceso a su recámara se


desabrochó los pantalones de pana y al igual que la camisa los dejó regados por la
alfombra.

Entró al baño con la botella de tinto sujeta en una mano y una copa en la otra.
Abrió la llave del agua caliente y vertió el vino sobre la copa, la cual acomodó con
cuidado sobre el borde de la bañera. Salió nuevamente con destino hacia la sala,
dando tiempo a que la tina se llenara.

Encendió el reproductor de discos compactos y pulsó play. Inmediatamente


comenzó a sonar "Spente Le Stelle", disfrutaba mucho de una buena música,
sobre todo tenía especial debilidad por la ópera y esa canción de Emma Shapplin
¡ufff! le hacía liberar una enorme cantidad de endorfinas, que era justo lo que
necesitaba, consentirse y disfrutar de esos pequeños placeres de la vida.

Ésta era una Silvia diferente, con todo y que estaba amenazada por la mafia o lo
que fuese esa peligrosa organización con la que en menor o mayor grado se
acababa de involucrar, algo en su interior había cambiado, era como si de pronto
hubiese recuperado la libertad del espíritu y quisiera romper esas ataduras
invisibles pero que de igual forma inmovilizaban.

Por lo menos cuatro años habían pasado desde la última vez que se paseó
desnuda por todo el apartamento, que se decidía a llenar la tina, sin el
remordimiento de que desperdiciaría 1600 litros de agua y sonreía negando con la
cabeza, como si creyera que todo eso era una locura, pero ¡Joder! ¡Si perder la
cordura era sentirse tan bien, pues entonces quería enloquecer por completo!.

El agua caliente contrastaba con los dos grados que marcaba el termómetro ahí
fuera, y ¡Ufff! Eso era increíble, parece mentira que con algo tan sencillo pudiera
degustar unas pequeñas gotas de felicidad, bebió otro sorbo de su copa, le
encantaba la sensación en el paladar, en la garganta, y ¡Claro! Como si algo faltara
para montar el escenario perfecto, comenzó a sonar “Comfortably Numb” de Pink
Floyd.

Amaba esos abruptos cambios de género, siempre había tenido la manía de


grabar discos mezclados con canciones de distintos intérpretes para que no
resultara monótono, así que había pasado de la ópera en voz femenina a rock
clásico en voz masculina.

De pronto el momentazo se desvaneció ligeramente ante el recuerdo de haberle


tenido que mentir a su padre y no solamente era eso, estaba el hecho de que ¡Se
había vendido!, aunque el pago recibido fuera la seguridad de su familia.

<

FLASHBACK

17:46 Horas.

-¡Hija!- Exclamó Don Lorenzo al mirarla entrar en su despacho


con la ceja abierta -¡Pero qué…! ¿Qué coños ha pasado?-
Preguntó alterado. Se levantó inmediatamente dejando su
escritorio para acercase a ella.

Silvia que estaba completamente cabizbaja, un poco


conmocionada y hecha un manojo de nervios porque debía
improvisar una historia que resultase medianamente creíble
para explicar que Gonzalo estaba muerto y que ella tan sólo
tenía un rasguño en la cara.
No logró articular palabra, simplemente se lanzó a los brazos de
su padre y al sentirse finalmente a salvo en su regazo soltó a
llorar como un bebé desmorecido.

El Comisario Castro que no entendía nada pero ver a su hija así,


completamente desmoronada, indefensa, solo podía significar
que algo muy malo tenía que haber sucedido.

-Silvia, mi amor…- Le susurró con ternura mientras acariciaba su


cabello rojizo -…Necesitas calmarte para que podamos hablar-

Pero la pelirroja seguía en las mismas, sin pronunciar palabra y


sin poder parar las lágrimas.

-¿Dónde está Montoya?- Preguntó su padre, daba por hecho que


Gonzalo estaría en mejores condiciones emocionales para que le
explicara que demonios había ocurrido.

-Está muerto- Respondió finalmente entre sollozos sin soltarse


de los brazos de su padre.

-¡Pero…! – Exclamó boquiabierto y rompió aquel abrazo, no


entendía nada - ¿Qué has dicho cariño?, ¿Cómo que está
muerto?-

Silvia se llevó las manos al rostro y se limpió las lágrimas,


lastimando un poco su herida sin querer. Tomó una bocanada de
aire para intentar tranquilizarse y comenzó a relatar su versión
de los hechos.

-Entramos en la casa y nos pillaron- Fue todo lo que pudo decir


con la mirada perdida en la ventana, veía el ajetreo habitual que
se vivía a diario en Comisaría, evitaba a toda costa mirar a los
ojos a su padre.

En otras circunstancias Don Lorenzo se hubiera puesto a gritar


evocando a sus “Santísimos cojones” y a la “Puta madre de
alguien en patineta”, pero en lugar de eso dejó que una lágrima
resbalara por su mejilla mientras escuchaba con atención.
Gonzalo era como un hijo para él, era su sucesor natural, tenía el
carácter, la madera, la disciplina…En estos momentos tal vez eso
ya no importaba, pero en algún sitio de su corazón mantenía la
esperanza de que Silvia y él pudieran intentar ser una pareja de
nuevo, arreglar las diferencias que les habían llevado a cancelar
su boda cinco años atrás y aunque muchas cosas habían
sucedido desde entonces, él pensaba que estaban hechos el uno
para el otro, en nadie más confiaba de esa forma para que
cuidase de su hija y sin embargo, le falló, se saltó sus ordenes,
protocolo, la había puesto en peligro, pero eso ya tampoco
importaba, después de todo, al menos Silvia estaba ahí, sana y
salva como Montoya se lo había prometido.

-Ya llevábamos un buen rato buscando algo, un indicio…-


Relataba más tranquila pero aún entre sollozos - …Yo estaba en
la planta de arriba y Gonzalo se quedó abajo vigilando que no
viniera nadie y de pronto… - No pudo terminar porque no sabía
que decir, mentir no se le daba bien y se puso muy nerviosa pero
para su fortuna, su padre nunca dudaría de ella y comprendía
perfecto que estuviese en shock.

-Tranquila cariño- Acarició su mejilla y besó su frente -Si no te


sientes como para hablar de eso ahora, pues me cuentas
después cuando te encuentres mas tranquila-

Silvia negó con la cabeza, iba hablar ahora, cuanto antes


terminara con eso mejor.

-De pronto solamente se escucharon disparos, yo me asusté


muchísimo y me escondí en la habitación donde estaba, debajo
de la cama- Dijo aún más nerviosa -…Pensé que subirían a
registrar la casa pero solamente escuché voces y pude distinguir
cuando uno de ellos dijo que se encargaría del cuerpo y te juro
que pensé que no volvería a verte-

Don Lorenzo la volvió a estrechar en sus brazos y le daba besos


en la cabeza, le repetía una y otra vez que todo estaba bien, que
el peligro ya había pasado, entonces Silvia culminó de alterar la
recreación de los hechos y le aclaró que ellos se fueron sin
registrar la planta alta, que había permanecido varios minutos
ahí oculta por si aún quedaba alguien ahí abajo, pero después de
mucho tiempo en que la casa permaneció en silencio, pensó que
era mejor salir ahora y no antes de que regresaran.

-¡Pero…Debiste llamarme al móvil-

-Lo sé es sólo que me quedé sin batería- Mintió más nerviosa, si


es que eso era posible.

El comisario notaba muy extraña a su hija, sentía que algunas


piezas del puzzle no encajaban y Silvia lo sabía, además en todo
ese tiempo había sido incapaz de establecer contacto ocular con
su padre, estaba plenamente consciente de que lo estaba
haciendo mal, pero era obvio que su padre entendía que no era
fácil hablar de eso y que lo último que se iba a imaginar era que
hubiera negociado los malos.
-Entonces esa gente nunca se enteró que estabas tu allí- Dijo
aliviado, al menos no iban a tener que conseguirle protección y
un piso franco, pero de pronto algo no cuadró, pensó mientras
miraba esa cortada en la ceja que todavía sangraba a pesar de
que ya tenía una delgada costra - ¿Cómo te hiciste eso?-

Silvia entendió que se refería a la abertura vertical que abarcaba


desde el pómulo hasta la ceja y que tanto le molestaba, aunque
con todo lo que pasaba, la verdad es que era sencillo que su
mente divagara en otros asuntos y de pronto se olvidaba del
dolor.

-Cuando me metí debajo de la cama me rasgue con un clavo que


estaba colgado, estaba tan asustada que ni siquiera me fije en
donde metía la cabeza-

Esa respuesta dejó complacido a su padre quien ya no hizo más


preguntas, solamente le ordenó que fuera a que le curaran esa
herida que no tenía buen aspecto, que se vacunara contra el
tétanos, aunque claro que ella siendo médico sabía que era el
procedimiento que correspondía seguir ante una situación así,
pero era tan terca, que si no la llevaba de la manita, no se iba a
atender, así que él personalmente se encargó de llevarla a la
enfermería y después de que le pusieran cuatro puntos de
sutura, la llevó a casa, a sabiendas de que necesitaba descansar.
Quedó de llamarla si aparecía el cuerpo de Gonzalo para que
fuese ella quien hiciera la autopsia y entonces se despidieron.

<

22:12 horas

Un cuerpo espigado reposaba su espalda sobre dos pachonas almohadas


cuidadosamente colocadas en la cabecera de la cama. La mujer trigueña miró el
reloj y se percató de que llevaba casi tres horas en la misma posición,
prácticamente en penumbras.

La habitación era levemente iluminada por la luz tenue que escapaba del
ordenador portátil que descansaba en las piernas cruzadas de Pepa.

Repasaba una y otra vez el expediente virtual que le había enviado Sara sobre la
vida y milagros de la inspectora Silvia Castro León.

-¡Como si aprendérmelo de memoria fuera a servir de algo!- Pensó en voz


alta para sí misma al tiempo que negaba con la cabeza.
Dicen que el arrepentimiento es la típica sensación que se experimenta tras darse
cuenta que se acaba de cometer un grave error, y esto puede provocar diversas
emociones, como culpa, tristeza o vergüenza. Pero era evidente que no nos
encontrábamos frente a una mujer típica y era de esperarse que su reacción
tampoco lo fuera, así que lejos de experimentar las emociones anteriormente
mencionadas, ella tuvo un pequeño ataque de ira.

-¡La he cagado!- Golpeó el colchón con ambas manos- ¡Por tu culpa la he


cagado!- Levantó un poco la voz como si le estuviera recriminando a la fotografía
de una sonriente pelirroja que aparecía en la pantalla de la Macbook Pro

-¡Pero tú quién coños te has creído!- Seguía hablando en voz alta-Te


apareces en mi casa con tu carita naif de que no rompes un plato, muy
inocente tú, ¡Y mira nada más en el lío que me he metido por tu
puñetera culpa!.

Comenzó a bufar para evitar ponerse a gritar como desquiciada. Pero poco a poco
recuperó la compostura y ligeramente más tranquila seguía observando la imagen
de Silvia en el monitor. - A ver ¿Se puede saber qué tienes tú de especial y
por qué has movido cosas dentro de mí que yo ni siquiera sabía que
existían?- El tono de sus palabras era mucho más relajado.

-¡Joder! Es que no cruzamos ni siquiera diez frases seguidas y no puedo


sacármela de la cabeza- Se alteró nuevamente y cerró de golpe la
computadora.

Se levantó de su sitio, descalza y con la misma ropa deportiva de la selección de


fútbol inglesa, salió de la habitación. Y al fin se hizo la luz en el lujoso apartamento.
Caminó por la duela de madera hasta llegar a la cocina; Tomó un vaso de cristal y
lo colocó bajo el despachador de hielo integrado a su refrigerador duplex color
acero.

Después de verter varios cubos sobre el vaso, tomó entre sus manos la botella de
Johnnie Walker Blue Label y se desplazó hasta el sillón de piel blanco de tres
plazas que estaba en la sala.

Se dejó caer en el moderno diván y desde su cómoda posición encendió el


reproductor de CD’s con el control remoto. Bebió un sorbo de su Whiskey en las
rocas, el cual no se despegó ni un momento de sus manos y mientras de fondo
sonaban los primeros acordes de “And Justice for All” de Metallica a un volumen
considerable si se toma en cuenta que eran casi las once de la noche, se dispuso
a repasar mentalmente toda la información que había obtenido sobre Silvia.

<
VOZ EN OFF

Ha estado comprometida dos veces, la primera con el muerto, Gonzalo


Montoya en el 2005 y luego a finales del 2007 con otro tipo, pero en ninguna
de las dos ocasiones hubo boda - Sonrió maliciosa- Tal parece que tiene la
manía de dejar a los novios plantados en el altar.

Por otro lado tuvo un accidente de tráfico en Julio del 2006, al que por cierto
sobrevivió de milagro, porque el conductor del otro coche si murió. Y a partir de
ahí estuvo tomando terapia Psicológica por más de dos años, pero nunca fue
constante con sus sesiones porque durante ese tiempo vio a cinco terapeutas
diferentes. -Otra vez rió- ¡Vaya con la pelirroja! ¡Pero si está más loca que una
puta cabra! Ya decía yo que algo especial debía tener además de esa boca y
esos ojos que idiotizan.

Era la médico forense del Hospital “12 de Octubre “ y tenía un sueldo nada
despreciable, pero perdió el trabajo justo después de una crisis de ansiedad
que ella misma se provocó con una sobredosis de Benzodiacepina. A esa crisis
le vinieron un par más y tuvieron que hospitalizarla de emergencia. Después
deja de trabajar un tiempo y termina en la pocilga de San Antonio, con un
sueldo insulso de €10.000 Euros al año.
Y en Febrero del 2008 la demanda una mujer por introducir un cadáver
en el maletero de su carro, pero cerraron el caso por falta de pruebas.
-Suspiró complacida- ¡Pero si es toda una Limítrofe de manual!
<

22:58 horas

Sus pensamientos eran acompañados por el sonido ambiental de “The Shortest


Straw”. Metallica era probablemente su agrupación musical favorita, aunque no le
gustaba sentarse a pensar en eso, simplemente amaba la música, era su gran
pasión y se limitaba a disfrutar escuchándola. Pero no siempre fue amante de la
música de manera pasiva, ya que a pesar de no combinar mucho con su actual
profesión, durante muchos años fue integrante de la Real Orquesta Sinfónica de
Sevilla. Y posteriormente al destacar considerablemente del resto de sus
compañeros violinistas, se lanzó como solista y logró participar en varios festivales
culturales en todo Europa.

Sin embargo, justo cuanto se encontraba en la cumbre de su carrera como


violinista profesional aclamada y reconocida por los melómanos de la melodía
clásica, sufrió una distonía focal grave que afectó considerablemente el control de
los movimientos de su dedo meñique izquierdo y se vio obligada a retirarse de los
escenarios.

Aunque no lo abandonó por completo, desde hace tres años fundó una escuela
para niños y adolescentes prodigio de la música, que no contaban con los
suficientes recursos para ingresar en el conservatorio o alguna academia donde
pudiesen potencializar su talento. Pepa era la directora y además la encargada de
impartir las lecciones de violín en todos los niveles.

Seguía inmersa en esa ola de pensamientos cuando escuchó el sonido del timbre.
-¡Mierda! ¡como si estuviera de humor para darle explicaciones a ese
par! - Masculló de mala manera y con su segundo whiskey en mano se encaminó
a la puerta.

-Hola tórtolos- Saludó sin mucho ánimo.Tal y como lo había imaginado eran
Lucas y Sara, y tampoco había que ser muy brillante para adivinar el motivo de
dicha visita.

- ¿Y se puede saber qué estamos celebrando? - Preguntó Sara con una


enorme sonrisa al mirar el vaso que sostenía Pepa.

-Pasen- Les dijo mientras besaba las mejillas de ambos.

-¡Venga que estás muy seria! - Le seguía picando Sara al tiempo que se
dejaba caer en el mismo sofá que instantes atrás había ocupado Pepa.

-¿Quieren un Whiskey? - Les ofreció resignada, ya que por lo visto no tenían la


más mínima intención de largarse pronto.

-Yo sí - Al fin habló Lucas, que se acomodó junto a Sara -Pero con agua mineral
por favor-

-¡Anda qué estás en tu casa! Hay varias botellas de perrier en la nevera y


a mí me traes hielo de paso - Le pidió Pepa acercando su vaso ahora vacío.

-Yo quiero un rico vinito- Le sonrió Sara que tampoco se quería levantar.

Lucas que conocía esa cocina como la palma de su mano se puso a buscar un
vaso para él y una copa para Sara, después buscó entre la cava de Pepa y eligió
un "Mirto" cosecha de 2004. - ¡Vaya! El negocio debe ir viento en popa para
tener la cava llena con botellas de €800 euros - Bromeó Lucas mientras
llenaba la copa de su mujer.

Pepa palideció por un instante, la palabra "negocio" le había sonado a una


indirecta muy directa, habían venido hasta su apartamento a las once de la noche
porque querían saber que había pasado con Silvia y estaba segura que lo que
escucharían no les iba a gustar en lo absoluto.

Una vez que los tres estuvieron sentados, Sara junto a su marido y Pepa en el
sillón de dos plazas que estaba colocado justo frente a ellos, separados
únicamente por un espacio de dos metros que era ocupado por una elegante mesa
de cristal, Lucas comentó que ya había conseguido una nueva casa, ubicada en
una zona discreta y era perfecta porque tenía un sótano, así Decker ya no tendría
que trabajar más en la recámara.

Pero Pepa no le prestaba mucha atención, estaba pendiente del momento en que
le soltaran la pregunta obligada, y en ese instante fue Sara la que se decidió a
romper el hielo.
-¡Tengo el presentimiento de que mañana Lucas estará cantando "Viva la
Vida" en primera fila...- Rió- ...Gritando como una quinceañera - Le guiñó el
ojo a su marido.

Pepa parecía no entender el chiste y a Lucas que evidentemente sí lo entendía,


parecía no hacerle gracia en lo absoluto -¿Me he perdido de algo? - Preguntó
intentando retomar el hilo de la conversación.

Sara seguía sin borrar esa sonrisa divertida y maliciosa - Pues que he apostado
con Lucas y si gano iremos al concierto de Coldplay, mañana en primera
fila, así tenga que "volar unas cuantas putas cabezas" para conseguir los
boletos, ¿Verdad mi vida? - Lo besó en los labios, le causaba mucha gracia
saber que estaba furioso y no decía nada.

Pepa hizo una mueca de desagrado, detestaba los grupos musicales que
arrastraban multitud de adolescentes, sólo de pensar en las chicas gritando,
cantando y llorando, sintió pena por Lucas, pero luego se lo imaginó tal y como dijo
Sara, berreando como una quinceañera y soltó una carcajada, ya con la
explicación si que le encontraba la gracia al chiste.

-Vaya sobrina- A pesar de que intentaba retomar la compostura no podía dejar de


reír- Y ¿Por qué estás tan segura que vas a ganar? - Preguntó inocentemente
sin imaginar la que se le esperaba.

Lucas estaba muy serio y algo nervioso, pero permaneció en silencio y optó por
beber un sorbo de su vaso.

-Pues le he apostado a Lucas que en este momento, la pelirroja está


descansando plácidamente en su casa, y Lucas defiende la teoría de que
yace inerte en estado de descomposición por algún descampado de
Madrid-

La piel tostada de Pepa se torno blanca como el papel y enmudeció.

-Te lo dije- Se burló Sara mirando a Lucas, mientras que el rostro de este tenía
una expresión de incredulidad mezclada con preocupación- ¡Tienes que
aprenderte por lo menos una canción eh! - Le amenazó la rubia de 1.66 de
estatura.

-Pepa…- Al fin habló Lucas - …Responde - Le pidió un poco desesperado, pero


ella seguía incapaz de pronunciar palabra, con la mirada perdida en la madera del
piso y llena de vergüenza se bebió todo el contenido del vaso al hilo.

-Pues que tengo el ordenador encendido ¿Vale?, puedo imprimirte


algunos lyrics- Respondió muy seria, no encontrando otra forma para confesar.
-Pepa tú eres la jefa y siempre he respetado tus decisiones, he acatado
tus ordenes - Negó molesto con la cabeza -…Pero es que esto se sale de
todos los parámetros-

-No va a decir nada - Le interrumpió la morena bastante apenada

-¿Crees que por amenazarle te va proteger? ¡Joder! ¡Que es policía coño!


Hija de un Comisario y para variar es forense, todo su puto cuerpo es un
saco lleno de evidencias, Yo fui quien la ató, su ropa debe estar
impregnada hasta el culo con mis huellas…-

-¡Lucas! - Respingó Sara- ¿Me estás diciendo que le tocaste el culo?-


Preguntó furiosa.

-¡Que fue una simple expresión coño! - Se defendió perdiendo la paciencia

-¡Que no va a hablar Joder!- También exaltada - Le hubieras visto, estaba


muerta de miedo - Trataba de explicarle Pepa.

-Claro que estaba muerta de miedo, cualquiera en su lugar lo habría


estado, seguro que su lógica le indicaba que saldría de allí convertida en
un rompecabezas sin armar adentro de una bolsa de basura, pero resulta
que salió con un ligero rasguño -Su mirada felina era un auténtico fusil - ¿De
casualidad no se lo curaste con algodoncito y alcohol? - Lucas no levantaba
el tono de voz, pero por su sarcasmo era evidente que estaba enfurecido.

-Tranquilízate- Sara intentó calmarlo con una palmadita en el hombro pero con
voz enérgica, ella era la única persona que ejercía el poder suficiente para que ese
hombre entrara en razón cuando perdía el control.

-¡Joder!- Seguía sin parar de maldecir -¡Que vio mi cara! A estas alturas
puede que ya me hayan hecho un retrato hablado y soy agente del CNI,
entrenado por la CIA…- Explicaba preocupado pero, ligeramente más tranquilo -
…Si me abren un expediente pierdo la placa-

En ese instante Pepa hizo una nota mental de que Silvia no solamente
había visto el rostro de Lucas, también había visto el suyo y lo que es
peor, había tenido la oportunidad de observarlo durante varios minutos,
así que de existir un retrato hablado en todo caso sería el de ella y no el
de Lucas, por lo que el arrepentimiento por haberla dejado con vida
comenzaba a hacer mella de sus emociones.

-Vale, ¡La he cagado!- Reconoció Pepa - Pero conozco a la gente y ella no


nos va a entregar, quizás le puedan brindar protección, un piso franco y
un cambio de identidad, pero ella es policía y sabe como funcionan esta
mierda de programas para testigos protegidos en nuestro país y no
estará dispuesta a pasar el resto de su vida escondida, mucho menos va
arrastrar a su familia…- La teoría expuesta por la trigueña parecía bastante
elocuente pero la verdad es que a estas alturas, sus palabras ya no le convencían
ni a ella misma.

-La cabra loca de mi tía tiene razón mi vida- Sara trataba de darle ánimos a
Lucas, que había cambiado su expresión de enojo por angustia - Pero de todas
formas tenemos que asegurarnos que de verdad se va a callar-

-Marina es la única que puede ayudarnos, ella puede inmiscuirse en la


Comisaría de San Antonio como Pedro por su casa y podrá tenernos al
tanto de la evolución de las pesquisas en torno al caso - Sugirió Lucas.

Pepa hizo un gesto de desagrado. -No pienso pedirle ayuda a esa mujer-
Advirtió decidida.

-Pepa…- Le miró Sara tratando de hacerla entrar en razón -…Tú la cagaste, tú


lo arreglas ¿Estamos?- Le pidió con tono enérgico.

- No pienso coger el móvil para llamarla a estas horas y encima pedirle


un favor- Respingó.

-Por el momento es la mejor opción que podemos tomar- Señaló Lucas.

Pepa resignada ante la presión de la parejita feliz accedió.

Cogió el móvil y del menú de contactos seleccionó a Marina Salgado, era la


Comandante del Centro Nacional de Inteligencia Española y para fortuna o
desgracia de amabas eran cuñadas. Dos años atrás había contraído matrimonio
con Paco, hermano de Pepa y padre de Sara, por tanto suegro de Lucas.

En un principio la relación con Marina había sido excelente. Era una mujer
enérgica y a veces hasta un poco dura, Los que le conocían bien, sabían de sobra
que era una mujer de conducta camaleónica, cuando estaba en horas de trabajo
se convertía en la comandante Salgado, parecía tan insensible y a veces incluso
prepotente, déspota, perfeccionista y sobre todo apegada a morir al protocolo, pero
por otro lado, cuando llegaba a casa volvía a ser simplemente Marina, la mujer de
42 años que estaba perdidamente enamorada de Paco y que se desvivía por
mimarlo, por llevar una vida plena disfrutando con su familia, de gran corazón.

El conflicto se suscitó cuando los del CNI comenzaron a investigar a Pepa y fue
precisamente Marina la que descubrió que su cuñada era traficante de órganos. En
un principio amenazó con entregarla a la justicia, pero posteriormente cuando supo
que también Sara, la hija del hombre que más amaba en el mundo estaba metida
hasta el cuello en la organización, decidió callar para proteger a esa familia de la
cuál ella ya se sentía parte, pero a esas alturas Pepa ya la había mandado un par
de veces a tomar por culo y le había jurado rencor eterno.

Unos cuantos meses después la propia Marina fue el conducto para negociar con
ellos un intercambió que proponía Alejandro Díaz, el director del CNI,
aparentemente necesitaba con urgencia un riñón y se los pidió a cambio de
protección. La realidad es que contando con ese hombre, entonces la organización
sería intocable en todo el territorio español, pero eso si, debían tener extremo
cuidado para no levantar sospechas y ser sujetos a investigación, porque en ese
caso Lucas perdería su placa y las chicas quedarían manchadas con antecedentes
penales y entonces si las familias de las víctimas aparecían para reclamar justicia,
era probable que tuvieran que pisar la cárcel aunque después el mismo CNI se
encargara de destruir cualquier evidencia que les inculpase y dejarlas en libertad.

Pepa desde todo aquello le había agarrado infinita tirria por su intención inicial de
encarcelarla, pero Marina constantemente buscaba retomar la relación con su
cuñada, sobre todo por Paco, ya que para él era muy importante que la familia
estuviera unida. Y bueno ¡Ni hablar!, Pepa sabía que por mucha protección del CNI
que tuvieran podían estar metidos en un lío gordo por asesinar a un inspector de la
Policía Nacional, así que un poco impaciente y nerviosa a la vez, escuchó como
sonaba el primer timbrazo, el segundo, el tercero…

Finalmente la voz de la Comandante Salgado apareció del otro lado de la línea.

-Dime Cuñada- Sonaba bastante sorprendida.

-Hola Marina, buenas noches…- Hacía su mayor esfuerzo por parecer cordial -
…Perdona que moleste a estas horas-

-Pepa no es ninguna molestia- Decía en tono amable y sincero, la verdad es


que conocía las razones que habían llevado a Pepa a la perdición y no la
justificaba pero había entendido que ella no era quien para juzgarla y de alguna
forma se sentía en deuda con ella así que haría cualquier cosa por ayudarle -Dime
qué ocurre-

-Mira esta tarde murió asesinado un inspector de la Comisaría de San


Antonio y yo sé que tú tienes acceso a todos sus archivos…-Hizo una
pausa para tomar aire, pedirle un favor a Marina era como perder la dignidad, al
menos desde su perspectiva -Necesito pedirte como un favor muy especial
que me mantengas informada de todo lo referente al caso, por
insignificante que parezca, cada detalle-

-¿Te refieres al Inspector Jefe Gonzalo Montoya?- Preguntó sorprendida,


no tenía la certeza pero ahí lo que sonaba evidente era que Pepa o
alguno de sus hombres habían sido los responsables de dicha muerte.

-Aja- Asintió -Te pido que cualquier cosa que averigües por pequeña que
sea me la hagas saber-

-No te preocupes Pepa, yo mañana a primera hora estoy en Comisaría y


te mantengo al tanto- Respondió sin pensárselo mucho al notar la voz
compungida de su cuñada.
Pepa le ofreció un seco "Gracias" y sin darle mayores explicaciones colgó de mala
gana.

-Pues ahí está…- Dijo para Lucas y Sara -…Cualquier cosa ella se encargará
de mantenernos al tanto- …Les informó al tiempo que se encogía de
hombros y le daba un trago a su ahora lleno vaso de whiskey.

CAPITULO IV.- ¡otra vez ella!

24 de mayo del 2010. 8:57 horas


Esa Mañana hacía un día precioso en el barrio de San Antonio, el cielo estaba
despejado y a diferencia del día anterior, había salido el Sol, pero aún así el viento
soplaba en forma agradable e invitaba a dar un paseo por la Ciudad, al menos eso
fue lo que pensó la pelirroja mientras estacionaba su Renault Megane GT en el
parking de comisaría. Estaba de muy buen humor y su semblante se veía
transformado, era como si por arte de magia esa luz que irradiaban sus pupilas
producto de la depresión crónica en que vivía, siguiera allí, pero a diferencia de los
meses anteriores, era un brillo que reflejaba ilusión y deseos de aprovechar al
máximo cada segundo, quizás consciente de que la vida le había dado una
segunda oportunidad pero de que difícilmente habría una tercera.

Había roto con la monotonía y se levantó desde las 6:00 A.M., un hora antes de lo
habitual, al igual que la noche anterior dejó llenando la tina mientras preparaba
algo para desayunar. Desempolvó una caja de harina de hot cakes de la alacena y
al comprobar que aún no vencía la fecha de caducidad decidió preparar un par, los
cuales acompañó después del baño con un poco mantequilla, mermelada y un
vaso con leche. No podía recordar cuando había sido la última vez que desayunó
decentemente, pero lo había disfrutado, ni siquiera había echado de menos su
estricta dosis diaria de cafeína que era lo que generalmente activaba sus
neuronas. Pero esta vez no había sido necesaria porque se encontraba más
despierta que nunca.

Entró en Comisaría luciendo gafas obscuras que le cubrían gran parte del rostro y
es que el pómulo había amanecido inflamado y con un aparatoso hematoma, se
hubiera quedado a descansar en casa como le sugirió su padre, pero tuvo que ir a
sabiendas de que tenía cosas por hacer, debía alterar levemente el informe de la
autopsia de Juan Manuel Ochoa como había acordado con Pepa. Por un instante
sonrió sin saber porque, pero había sido justo después de recordar a aquella
mujer, pero decidió no prestar mucha atención a la sensación placentera que
experimentó al resonar ese nombre por su cabeza y continuó repasando los
pendientes para ese día al tiempo que saludaba a unos cuantos de sus
compañeros que se iba topando mientras subía las escaleras que la conducían
hacia el Laboratorio.

Iba por el tercer escalón cuando escuchó una voz familiar que la llamaba y
entonces detuvo su andar.

-Silvia- Era la voz de la Agente Rita Peláez de 36 años, que se dirigía


cariñosamente hacia ella.

-Hola Rita- Saludó Silvia con una sonrisa luego de que se girara para quedar
frente a frente.

-Veo que amaneciste de buen humor- Dijo Rita asomando sus prominentes
encías y luciendo sus enormes y cuadrados dientes, para así corresponder a la
sonrisa de Silvia.
La forense suspiró. -Supongo que la vida sigue- Intentaba conservar su actitud
positiva pero por un momento se pudo apreciar un atisbo de tristeza en su mirada
al pensar en que no volvería a saludar a Gonzalo.

-Me dijo Don Lorenzo que subieras a su despacho en cuanto llegaras,


está ahí esperándote con el Inspector Trujillo de Asuntos Internos- Le
informó Rita.

Al escuchar “Asuntos Internos” supo que algo andaba mal, pero estaba decidido y
no había marcha atrás, no pensaba permitir que el miedo la paralizara una vez
más en su vida.

-Vale Rita, gracias-

Subió de inmediato al despacho de su padre un tanto incómoda, imaginaba


perfecto que Trujillo querría una recreación de los hechos, el problema era que si
de pronto su historia se tornaba incoherente este tipo iba cuestionarla y entonces
podía llegar a sospechar algo, pero debía seguir con su coartada, no podía echar
marcha atrás.

Una vez fuera de la oficina del Comisario empuñó la mano para golpear tres veces
con timidez y la familiar voz de Don Lorenzo le indicó que entrase.

-Buenos días Inspector- Saludó con mucha seguridad en sus palabras


escuchando el sonido de la puerta que se cerraba tras ella.

-Inspectora Castro ¿Qué tal?- Devolvió el saludo con aparente amabilidad y


estrechó la mano de Silvia.

El Comisario se levantó del escritorio para abrazarla. -Hola hija - Besó su mejilla -
Tú tranquila cariño - Le susurró para que solamente ella pudiera escuchar sus
palabras-

-Tome asiento Inspectora- Le invitó Trujillo a sentarse en la silla que quedaba


vacía junto a él.

Silvia asintió e hizo lo que se le pedía.

-Lamento mucho lo que sucedió con el Inspector Montoya- Le dio el


pésame intentando ser cortés.

La pelirroja asintió de nuevo y dejó escapar un tímido “gracias” de sus labios.

-Sé que este no es el mejor momento Doctora Castro...- Hizo una pequeña
pausa para mirar a Don Lorenzo, como esperando su aprobación para continuar
-...Pero desafortunadamente es el procedimiento a seguir-

El Comisario se reincorporó a escena y entonces le explicó a su hija lo que ocurría.


-Asuntos Internos ha decidido intervenir en el caso y se lo han asignado
al Inspector Trujillo- Le informó su padre con evidente desagrado.

-Así que si no le molesta Inspectora...- Trujillo prosiguió con su labor


-...Necesito que me relate lo que ocurrió el día de ayer sin omitir detalles
por pequeños que le parezcan-

La forense asintió.

Don Lorenzo había pactado con Trujillo un procedimiento informal para llevar a
cabo la declaración, sin asistir a la sala de interrogatorios ni la presencia de
individuos ajenos a Comisaría que pudieran perturbar los nervios de Silvia. Trujillo
aceptó con la condición de que el Comisario permanecería en silencio, limitándose
a su papel de oyente.

-Entonces voy a grabarla...- Le informó el representante de Asuntos


Internos- ...Y al final me firma su declaración-

La pelirroja se encontraba un poco descolocada de su zona de confort, pletórica de


ansiedad, pero no había forma de dar marcha atrás, sólo quedaba ser fuerte y no
permitir que la traicionase su desasociego.

El Inspector de Asuntos Internos encendió la grabadora portátil y le hizo la señal a


Silvia de que ya podía empezar.

-Bueno...-Se dispuso a comenzar algo nerviosa -...Ayer por la mañana se


recibieron dos llamadas reportando anomalías en la casa y Gonzalo me
pidió que fuésemos a echar un vistazo-

-Sin embargo tengo entendido que usted no es agente de campo...-

Don Lorenzo pudo sentir el veneno que circulaba por las palabras de Trujillo pero
recordó el pacto de permanecer en silencio y se limitó a escuchar la conversación.

-Es verdad que la mayor parte del tiempo estoy trabajando en el


laboratorio...- Esbozó una sonrisa genuina -...Pero sigo siendo policía-

-¡Vaya! - Exclamó de forma sarcástica -Y como buena policía he de suponer


que conoce el protocolo-

-¡Como la palma de mi mano!- Afirmó la pelirroja.


El comisario apretaba ambos puños por debajo del escritorio, ya se imaginaba por
donde iba el asunto, este individuo se había presentado ahí en San Antonio con el
único propósito de acosar a Silvia, de instigarle las respuestas y se sentía
impotente por quedarse ahí cruzado de brazos. Pero Silvia seguía con una actitud
firme, tal parece que entre más fuerte era el acoso, ella adquiría mayor seguridad
en sí misma.
-Sin embargo entraron en la casa sin una orden judicial y se pasaron el
protocolo por los santísimos cojones de su señor padre, ¿No es así? - La
miró desafiante.

-Yo solamente acaté la orden de un superior-

-Claro- Rió -El trabajo en equipo es excelente porque te permite echarle


la culpa a otro, sobre todo si se tiene la fortuna de que ese otro esté
muerto y no pueda refutar sus palabras, ¿No es cierto Inspectora?-

-¡Basta Trujillo! ¡Que se está dirigiendo a mi hija como si se tratara de


una deliencuente!- Estalló finalmente Don Lorenzo

-Pensé que habíamos quedado en algo Comisario Castro- Aprovechó para


regocijarse de su jerarquía y con esa simple frase fue suficiente para hacerle callar.

-Inspectora, ¿Se la ha ocurrido pensar que cada uno de los artículos


contenidos en ese protocolo tienen una razón de ser?. Lo que usted hizo
está penado por la Ley, se llama allanamiento de propiedad privada y el
hecho de que sea policía no la exime de ser sancionada-

Silvia permaneció en silencio, pero esta vez sus defensas comenzaban a


debilitarse y los ojos que de pronto se tornaron vidriosos la delataron, por lo que
Trujillo supo que tenía acorralada a su presa y que era el momento de atacar.

-Los operativos extraoficiales ameritan una severa sanción ¿Sabe por


qué? - La miró con un atisbo de crueldad- Porque los agentes que participan
en ellos casi siempre terminan muertos como su amigo Gonzalo-

-Le voy a pedir que nos limitemos a las preguntas que nos ayuden a
coger a quienes le hicieron esto a Montoya...- Le dijo en tono seco-..Y en
cuanto a mi sanción, me someteré a lo que indique el reglamento.

-Esta bien, así se hará...- Retomó la palabra molesto -¿Cuánto tiempo


permanecieron dentro de la casa?

-No lo sé exactamente...Probablemente una hora

-¿Cómo es posible que a usted no le hayan visto? - Preguntó como


intentando incomodarla, pero Silvia estaba sacando una fortaleza que hasta
entonces había tenido bien escondida, o al menos eso pensaba su padre con
orgullo.

-Yo estaba inspeccionando la planta de arriba y Gonzalo se quedó abajo


montando guardia - Le explicó ya más relajada, notando como sus ojos
comenzaban a recomponerse de aquella alarma de llanto.
-¿Qué buscaban exactamente inspectora?-

-Pensamos que el asunto de la casa podría estar relacionado con el


asesinato de un hombre que apareció muerto la madrugada de ayer a
pocas cuadras del lugar - Y eso no era mentira, simplemente había omitido
unos pequeñísimos detalles, como que al hombre le habían extraído el riñón, por
ejemplo.

Trujillo asintió sin darle mucha importancia a las palabras de Silvia, podría decirse
que en el pecado cargó con la penitencia porque estaba tan ensimismado en
joderla y llegar al punto en el que estaba seguro la iba pillar con la guardia baja,
que ni siquiera le preguntó por la causa de muerte del tipo, de haberlo hecho le
habría solicitado el informe de la autopsia que Silvia aún no había tenido
oportunidad de alterar, sin embargo por saltarse ese pequeño detalle, la pelirroja
aún seguía en pie, dispuesta a soportar el nuevo ataque.

-Pasemos a la parte medular, ¿Qué estaba haciendo usted cuando


escuchó el primer disparo? - Preguntó con algo de prisa, olvidándose de los
detalles que él mismo había exigido conocer.

-Estaba adentro de una de las recámaras revisando en un bote de


basura...-

Pero la interrumpió. -¿Cuántos disparos Silvia? - Llamándola con su nombre por


primera vez.

-No lo sé, fueron varios...-

-Haga un esfuerzo y déme un número aproximado, ¿5,10,15,20...?

-Más de 5 y menos de 10- Mintió

-¿Sabe qué es lo más extraño de todo esto?- Sonrió triunfante y con


suficiencia
-Que mis hombres han revisado con lupa cada rincón del lugar y no han
encontrado un solo casquillo-

Entonces Don Lorenzo salió de su exilio y decidió que era tiempo de volver a
intervenir -Le recuerdo que tampoco hemos encontrado el cadáver de
Montoya y es muy probable que las balas estén albergadas ahí dentro-

-Comisario le agradezco su colaboración pero yo no le he pedido su


opinión, cuando la requiera se lo haré saber - Le cortó haciendo gala de su
despotismo.

-Mire Trujillo, le recuerdo que está sigue siendo mi Comisaría y no le voy


a permitir que siga cometiendo este abuso de autoridad, mucho menos
en contra de mi hija- Le soltó con tono desafiante.
El Inspector de asuntos internos se daba aparentemente por vencido y asintió
-Está bien, solamente una última pregunta Inspectora Castro, -¿Cómo dice que
se hizo eso? - Llevándose la mano a la ceja para indicarle que se refería a la
herida.

-Me rasgué con un clavo- Mintió de nuevo, pero lo hizo con seguridad.

-¡Vaya! A juzgar por la inflamación y el aparatoso hematoma parece más producto


de un golpe, la típica marca que deja un golpe efectuado con la empuñadura de
una pistola o quizás un arma incluso más grande.

Silvia sintió la cara hirviendo, seguro que sus orejas se habrían puesto rojas y su
rostro transparente, no supo que decir pero Don Lorenzo nuevamente salió en su
rescate.

-¡Deje de instigarla anormal! Y si quiere volver a “interrogarla”... -


Encomilló esta última palabra con sus dedos -...Que sea con una orden
expedida por el juez-

-¿Sabe una cosa Silvia? No me firme el documento, no me sirve para


nada. Le doy 48 horas, ni una más, para que reflexione y cambie su
declaración, Porque volveré con esa orden judicial y efectuaremos el
interrogatorio con Polígrafo - Les amenazó- Le aconsejo que diga la
verdad, al menos que quiera perder su placa y que se le abra otro
expediente, porque este no sería el primero según tengo entendido. Y
ahora si me disculpan me retiro.

Silvia y Don Lorenzo lo miraron marcharse y tras un leve portazo el Comisario le


lanzó un “Hijo de Puta”.

11:24 horas.

El delicioso aroma que despedía la cafetera inundaba todo el apartamento,


deleitaba el olfato de la pelinegra que cogió una taza de la alacena para agregar
dentro de ella dos cucharadas de azúcar y una buena dosis de crema y
posteriormente llenarla con el obscuro y humeante líquido, culpable de que la
cocina oliera tan condenadamente bien.

Se sentó en el taburete y colocó la taza de café sobre la barra de acero en la que


diariamente tomaba sus alimentos. Observó el plato que tenía al alcance de su
mano y sin poder resistir más, mordisqueó el emparedado de salmón ahumado con
queso crema que se había preparado instantes atrás.

Las continuas sesiones de placer con las que consentía su paladar se vieron
interrumpidas con el sonido del timbre. Como ya era costumbre cada que llamaban
a la puerta, se levantó maldiciendo a quien fuera que osaba a interrumpir la
sagrada hora del desayuno, madrugar no formaba parte de sus actividades, así
que no hacía mucho que había salido de la cama y estaba ahí aún con la misma
ropa deportiva del día anterior, sin duchar, era evidente que no había pasado una
buena noche, ni siquiera se había molestado en ponerse la pijama para dormir.

-Lo que me faltaba, tenerle que ver la cara a esta imbécil - Pensó para sus
adentros al observar a Marina por el ojo de la puerta.
-Pasa- Le dio una bienvenida seca y hasta grosera, sobre todo si se tomaba en
cuenta que su cuñada le estaba haciendo un favor y no al revés.

-Gracias Pepa- Respondió seria, más por la información que le había conseguido
que por la nefasta actitud de esta.

-¿Una taza de café?- Le ofreció mientras le hacía la seña de que pasaran a la


sala.

Marina asintió, depositó su bolso sobre la cristalina mesa de centro y tomó asiento
en el confortable sillón de dos plazas. - Vengo de Comisaría...- Le miró
preocupada -Estuve hablando con Don Lorenzo Castro-

Pepa movió la cabeza en señal de que continuara hablando mientras le dejaba la


taza de café posada sobre un plato en la mesa. También acercó varias cucharas, la
azucarera y una coqueta jarrita de cerámica con leche condensada.

Marina vio a su cuñada sentarse en el otro sofá quedando frente a ella y entonces
habló de nuevo. -Me temo que la situación es delicada... - Agachó la mirada,
sentía pena por Silvia y por el propio Comisario, si bien a lo largo de tantos años
de trabajo habían tenido sus roces, estaba convencida de que era un gran ser
humano y que su hija era una forense calificada con grandes aptitudes -...Pero
necesito saber lo que ocurrió exactamente para poder ayudarte-

Pepa dudó, no estaba segura si contarle fuese buena idea - ¿A qué te refieres
exactamente con delicada? - Arqueó una ceja como tanteando el terreno.

-No te contaré nada hasta que tú...-

Pepa la interrumpió.

-Está bien- Dijo resignada - Ayer por la tarde Silvia Castro y Gonzalo
Montoya entraron en mi casa, bueno digamos que a nuestro sitio de
trabajo- Envuelta en una expresión de completo cinismo, pero Marina no articuló
palabra, tampoco le sorprendió, más bien se lo había imaginado desde el preciso
segundo en que su cuñada le llamaba por teléfono después de que llevara meses
haciendo lo imposible por evitarla.

Al ver que la Comandante Salgado no decía nada decidió continuar.


-Dos de mis hombres les pillaron y uno de ellos mató al Inspector
Montoya sin mi autorización, a Silvia la dejé ir porque me parece que es
una buena persona - Sus ojos se iluminaban al pronunciar ese nombre- Y en
agradecimiento ella prometió guardar el secreto de todo lo que vio y
escuchó-

-Puede que pague un precio demasiado alto por cumplir esa promesa ...-
Le advirtió Marina- ...Los de Asuntos Internos metieron sus narices en el
caso y ahora la están investigando por presunta colaboración con el
crimen organizado-

-Pero ¿Qué coño me estás contando Marina?- Los nervios se Pepa se


encontraban visiblemente descontrolados, no podía creer que Silvia estuviera mal
por su culpa, por no faltar a su palabra.

-Mira yo pienso que esto es algo personal, el caso se lo asignaron a


Joaquin Trujillo que casualmente odia al Comisario Castro, así que estoy
segura que lo único que pretende con todo esto es utilizar a Silvia para
joderlo-

-¡Valiente hijo de puta!- Los ojos verdes de pepa se tornaban obscuros de


rabia.

-Pues concretamente lo que quería decirte es que en 48 horas la van a


interrogar con el polígrafo y no sé si estés enterada pero Silvia tiene un
historial clínico bastante crítico, estoy segura que pretenden llevar el
control de sus emociones al límite y provocarle un ataque de ansiedad-

-¡Claro! - De pronto todo parecía encajar en la mente de Pepa- Para eso le


pusieron el plazo de 48 horas, para infundirle terror psicológico-

La atractiva mujer madura de tez morena y aliño personal impecable asintió


compungida - Eso me temo-

-Le voy a vaciar el cargador de la mágnum a ese cabrón - Amenazó


enardecida.

Marina se impresionó al ver esa mirada en Pepa, nunca la había visto así, la idea
de que entre ella y Silvia hubiera algún tipo de relación le pasó por la cabeza,
porque esa reacción en su cuñada no tenía lógica. -¿Por qué te preocupas
tanto por ella? - Se atrevió a preguntar al fin.

-Eso a ti no te importa - Respondió bruscamente, sin duda desquitando con ella


parte de la furia que tenía atorada por todo el cuerpo - ¡Voy a matarlo y punto! -
Sentenció decidida.

-No cometas estupideces, si Trujillo aparece muerto ahora sólo


comprometerías más a Silvia.
-Pero es que debe haber una manera de poder ayudarla, no podemos
quedarnos aquí de brazos cruzados - Decía con las defensas debilitadas,
fenómeno que solamente Silvia Castro era capaz de provocar.

Marina sonrió, después de todo el alma de Pepa Miranda daba señales de vida
- Se me ocurre algo...- Dejó escapar una risita - Es una locura pero creo que
puede funcionar - .

13:16 horas

El ordenador portátil colocado en la encimera del CSI se cerró con brusquedad,


unas manos pálidas reposaban sobre él mientras que las manecillas del reloj
colgado en la pared seguían su curso, cada minuto que transcurría significaba que
le quedaba un minuto menos para entregar su placa, tal vez no volvería a empuñar
un bisturí en su vida, pero tenía que ser fuerte, se lo debía a su padre y a su
hermana Dolores. La vida de las únicas personas significativas para ella dependía
de su inteligencia emocional, entre menos errores cometiera, las posibilidades
aumentaban, y finalmente eso era lo único en que debía enfocarse.

Dejaría de ser la Inspectora Castro para convertirse en docente de alguna


Universidad, podría dejar su curriculum en unas cuantas facultades de Derecho e
impartir alguna asignatura de Criminalística, o quizás hacer el intento por
reingresar a un hospital, después de todo la paga podría ser incluso infinitamente
mejor que en la comisaría de San Antonio, pero es que el sueldo no lo era todo,
era el hecho de poder estar cerca de su padre, de tener con quien pelear pero al
mismo tiempo saberse apoyada y protegida, le había tomado cariño a su
reglamentaria y no precisamente porque acostumbrara utilizarla muy a menudo, es
más a diferencia de la mayoría de sus compañeros casi nunca se pasaba a
practicar por la sala de tiro, más que cuando estaba muy enojada y necesitaba
canalizar la energía sin desquitarse con terceros. Pero era el valor sentimental que
conllevaba, añoraría todo aquello a lo que debía renunciar sin remedio.

Suspiró, prácticamente había terminado de alterar los resultados de la autopsia, se


sentía con un peso menos a cuestas, al menos ya no habría forma de comprobar
que en esa maldita casa se hicieran nefrectomías clandestinas y sería un poco
más sencillo camuflar el giro de ese grupo delictivo por uno menos escabroso, algo
así como un centro distribuidor de estupefacientes o cualquier cosa que no llamara
tanto la atención de Trujillo, con algo de suerte y ese hijo de puta encontraba un
nuevo blanco para ejercer su prepotencia y abuso de autoridad y entonces se le
esfumara esa repentina euforia por joderle la vida.

De pronto la puerta se abrió y pudo distinguir la figura de su padre que entraba al


laboratorio para acercarse a ella.
-¿Estás bien cariño?- Preguntó mirándola allí abatida con la mirada un poco
perdida.

Silvia asintió dejando muchas dudas en su padre, sabía que no era verdad, que
estaba angustiada, que algo escondía, pero no se lo iba a contar, llevaba toda la
mañana intentado que su hija se abriera con él, le reiteró más de tres veces que no
importaba lo que hubiese sucedido, él iba a estar con ella hasta el último minuto,
no la iba dejar caer, pero todos sus intentos fueron fallidos.

-Acaba de llamarme la Comandante Salgado, ha convocado una reunión


urgente aquí en comisaría - Hizo una pausa buscando el tono adecuado para
no preocuparla más de lo que ya estaba - Estará Trujillo de nuevo y Marina
quiere que también estés tú - Le informó con pesar, temía que le hicieran
pasar un rato aún más desagradable que el de un par de horas atrás.

Llamaron a la puerta y un hombre de cabellera afro y abundante, con bigote grueso


como de revolucionario mexicano asomó la cabeza. -¿Se puede? - Preguntó el
agente Curtis Naranjo.

-¿Qué pasa Curtis? - Interrogó el Comisario.

-La Comandante Salgado lo está esperando en su despacho y viene


acompañada por otra Agente del CNI - Suspiró como si se encontrara fuera de
la realidad - Pero no crea usted que es cualquier Agente... -Mirando al
Comisario- ¡Me cago en la leche con la morena Don Lorenzo que parece
sacada de la portada del Cosmopolitan!-

-¡Naranjo! - Le reprimió Don Lorenzo con un grito - ¿Quiere que le diga yo a


usted de dónde la han sacado? - Elevando el volumen de la voz - ¿Quiere que
se lo diga? ¡DE MIS SANTISIMOS COJONES! ¡ANORMAL!

Los gritos de su padre fue lo último que escuchó Silvia antes de que se cerrara la
puerta.

14:04 horas

"... Y el traidor es traidor porque es cobarde."

Llevaba casi una hora en la misma posición, contemplaba el documento de word


que varios minutos antes había terminado de redactar y revisaba una y otra vez
que no se le fuera a escapar un pequeño detalle que marcara la diferencia entre
salir bien librada del asunto o terminar completamente embarrada.
El daño estaba hecho, nunca pensó que traicionaría así a su gente, la había
cagado muchas veces pero siempre le había sido fiel a su profesión, a su ética, a
sus valores, se había jurado no volver a sentir miedo y no lo sentiría, pero debía
elegir, debía tomar partido, y por extraño que parezca le daba más seguridad jugar
del lado de Pepa que de Trujillo, no confiaba en ese cabrón, pero entonces eso
significaba que ¿Confiaba en Pepa?

“El poder detiene al poder”

Ni ella misma lo sabía, pero si de algo tenía la certeza era de que esa mujer
manejaba los hilos de algo muy gordo, tenía el poder y el control de todo, no podía
darse el lujo de traicionarla. Porque ella podía detener a Trujillo, pero Trujillo no
podría detenerle a ella.

“Con seguridad, cuando trates de causarle buena


impresión a alguien cometerás alguna estupidez”

La puerta del laboratorio se abrió y Pepa pudo distinguir una silueta femenina de
espaldas que vestía una bata blanca, a pesar de no tener la perspectiva de su
cara, los rizos rojizos le confirmaron lo que los acelerados latidos de su corazón ya
le auguraban, era ELLA.

-Hija…- La voz de Don Lorenzo fue la encargada de sacar a Silvia de la labor que
desempeñaba con extrema concentración- …Tenemos buenas noticias…-

Tras él habían entrado dos personas más, Pepa y Marina.

La forense consiguió escapar de su ensimismamiento para reincorporarse al


mundo real y en una actitud de sobresalto, cerró rápidamente la tapa del ordenador
portátil, como si estuviese trabajando en algo que nadie más debiese ver.

-Inspectora… - El Comisario se dirigió a Pepa que trataba de esconder la cabeza


detrás de Marina, pero sus 180 centímetros de estatura lo convertían en una
misión imposible -… Ella es la responsable de la Investigación Científica, la
Doctora Silvia Castro-

La pelirroja se giró en medio de un movimiento muy lento para establecer contacto


visual con su padre y con las personas que parecían acompañarle.

-Inspectora Castro…- Continuando con las presentaciones en un toque de


formalidad, la estrictamente necesaria para tratar con dos personalidades de la
envergadura de Pepa y Marina- …Ella es la Inspectora María José Miranda,
colabora para Inteligencia Nacional - Le informó su padre al darse cuenta que
al fin estaba de frente a ellos.

-Un placer Inspectora- Sonó la voz de una tímida Pepa envuelta en un vestido
simple que llegaba casi a su rodilla, bastante sencillo y casual, en tonalidad
completamente en beige y un cinturón de color negro que hacía juego con sus
sandalias de tiras sin tacón y ascendían hasta su tobillo. A decir verdad la morena
estaba lejos de ser fanática de los vestidos, pero debía presentarse elegante,
como todo un alto mando del CNI y con el jodido calor que hacía esa tarde en
Madrid, ni de coñá usaría un traje sastre.

Silvia se quedó pasmada, no daba crédito a lo que veían sus ojos, era…ELLA,
¡Otra vez ella!, aunque a diferencia del primer encuentro ya no sentía miedo,
porque ella misma había decidido que no lo tendría nunca más, esta vez no se
sintió desprotegida e indefensa, sentía rabia, coraje, le habría escupido en la cara
si hubiese podido...-Lo mismo digo - Dijo sin embargo.
<

VOZ EN OFF

¿Pero qué demonios hace esta mujer aquí? ¿De verdad será agente del
CNI? ¿Será posible que por eso me haya dejado escapar? Quizás no sea
una mala persona, tal vez la obligaron a que se infiltrara en esa
organización para poder llegar hasta ellos y desmantelarlos, pero ¿Por
qué no me lo dijo? Si cuando me desató nos quedamos a solas, No! Ella
no puede ser policía, seguro que viene a amenazarme, a decirme que si
hablo con Trujillo va a matar a mi familia y ¡Claro, a mi de paso!

<

Notó los ojos descarados de Pepa clavados sobre ella y esta vez no pensaba
mostrarle rastros de debilidad, así que posó sus ojos negros sobre los de aquella
morena que lucía muy distinta al día que la conoció, a pesar de llevar puesto un
vestido casual lo portaba con elegancia, con clase, la verdad es que perfectamente
podría pasar por modelo de pasarela. Y de nuevo sentía como Pepa la penetraba
con la mirada sin el menor pudor, pero no iba caer en el juego de nuevo, no iba
quedarse eclipasada como la última vez, así que estaba fingiendo, la veía pero no
la miraba.

Pepa por su parte había decidido que de haberla matado se hubiera perdido de
uno de los momentos más perfectos de su vida, y era justamente ese, volverla a
encontrar después de tantas cosas que había pasado para protegerla, después de
haberla maldecido por convertirla en una idiota, en un ser débil, sumiso y sin
voluntad propia, porque se había dado cuenta que estando frente a Silvia los
colores se veían distintos, más vivos, con más luz, era como sí hasta días antes su
visión estuviera nubalda y no pudiese ver con claridad.
Pero de pronto algo cambió y ahora entendía que tras toda una vida dedicada a
quitar gente de en medio como si de objetos de tratase, de encontrar el sentido de
su existencia en amasar una gran fortuna, había algo más allá hasta el final de sus
propios horizontes, en donde termina la neblina, algo que le llenaba aún más que
los lujos, algo que le provocaba más adrenalina que jalar el gatillo de una magnum,
algo que era más excitante que la sensación de omnipotencia, del poder elegir si
alguien vive o muere.

Y ese "algo" era Silvia.

Era inexplicable, no se habían inventado aún las palabras que fuesen capaces de
describir ni un tercio de la magia que envolvía ese momento, ni pinceles capaces
de plasmar la intensa tonalidad rojiza de su cabello, mucho menos la calidez de su
nívea piel, tampoco existía una lentilla tan poderosa capaz de congelar los rasgos
perfectos de su cara en una imagen como la que tenía frente a ella en ese instante.

Todos esos vaivenes en el interior de ambas se habían dado en una fracción de


segundo, sin apartar sus miradas la una de la otra, como una escena que pasa en
cámara lenta, con una baladita de Westlife de fondo. Al menos así se lo imaginaba
Pepa y ante esto no pudo hacer otra cosa más que rendirse y regalarle una sonrisa
a la pelirroja.

Marina al darse cuenta de la situación, decidió que necesitaban tiempo a solas y le


hizo señas a Don Lorenzo para que salieran a conversar en privado.

El Comisario se excusó y se dirigió a la puerta.

-Silvia…-La miró Marina con la cierta confianza que le daba el tiempo de


conocerse y el par de ocasiones que habían hecho equipo en algún operativo - …
Ustedes dos van a trabajar juntas, La Inspectora Miranda te pondrá al
tanto mientras yo afino unos detalles de la reunión con tu padre - Le
guiñó disimuladamente un ojo a Pepa-…Las veo en un rato en la sala de
Briefing- Se despidió saliendo tras los pasos de Don Lorenzo.

Ahora se encontraban a solas.

Aún sin decir nada, Silvia que intentaba recobrar la cordura, pensar con claridad,
suprimir los deseos de borrarle esa descarada sonrisa de un puñetazo, quizás
preguntarle de forma civilizada un “Pero...Tú qué haces aquí? ¿En verdad eres
agente del CNI? o quizás explicarle que no tenía ni idea del por qué Trujillo se
había empeñado en investigarla, pero que ella no había roto su pacto, que de
cierta manera confiaba en ella...

Pepa que aún no lograba apartar sus ojos de la hermosa mujer que tenía en frente,
intentaba adivinar los pensamientos de la pelirroja, claramente estaba sorprendida,
seguro que verla ahí con una placa del CNI hubiera sido lo último en pasar por su
cabeza, pero ¿Estaba asustada? ¿Quizás contenta de reencontrarse con una vieja
amiga?, entonces sonrió con más ganas todavía al pensar lo absurda que
resultaba la última idea que había llegado a su cabeza.

Pasaron así en silencio casi un minuto y finalmente Silvia, ayudada por esa
intensificación en la sonrisa de Pepa consiguió abandonar su trance y tener un
ligero estallido de ira.

-¿Qué coños haces tú aquí? - Preguntó alterada. Su cuerpo respondía, un fuerte


dolor le recorría la boca del estomago, pero intentaba ignorarlo y entonces la
desafiaba y avanzó dos pasos para encararla, que le quedase claro que no le tenía
miedo.

VOZ EN OFF :No sé en qué carajos estaba pensando, seguramente que


me agradecieras por venir aquí a montar este estúpido numerito, MÁS
IDIOTA NO PUEDO SER.

-Intentando salvar el culo de ambas ¿Te suena? - Preguntó con gesto irónico.

-¡Anda! y ¿Quieres qué te lo agradezca no? - Levantó considerablemente el


tono de la voz.

-Pues fíjate que no estaría mal…- Igualando el volumen de los casi gritos de
Silvia y sin darse cuenta acortó un par de pasos el espacio entre ellas que aún era
considerable, de unos treinta centímetros quizás - …Si tomamos en cuenta que
lo único que debías hacer era inventar una historieta creíble pero por lo
visto ni eso pudiste hacer bien-

Comenzaba a sacar su verdadero yo, ese que se vio sometido el día anterior por
una inexplicable ola de ternura y que seguramente era lo que más le ardía en el
orgullo, haberse puesto a tontear como una adolescente y arriesgarlo todo "Para
esta menuda bienvenida que le había dado la pelirroja"

La pelirroja notó como los ojos de Pepa parecían cobrar vida propia y amenazaban
con salirse de su órbita, así que no pudo evitar fallarse a sí misma y sentir miedo.
Nuevamente esa desagradable sensación que le resecaba la boca y aceleraba las
palpitaciones de su corazón la paralizó, y se quedó así, observándole en silencio.

Pepa al ver que no emitía palabra continuó.

-No sé qué demonios esperas de mí Silvia, hasta ahora solamente has


conocido mi lado bueno- Bajó la voz, pero sus ojos revelaban que seguía
estando presa de la ira- ¿Tienes idea a cuántos rehenes he dejado salir con
vida? A NIN-GU-NO - Gesticuló de forma exagerada para remarcar esta última
palabra.

-¿Y tú tienes idea de cuantas veces he mandado a tomar por culo mi


ética? ¿Tienes idea de cuántas veces me he vendido con los malos? Esta
es la primera vez y lo hice porque no tuve elección, porque soy cobarde
y porque no quiero que le hagas daño a mi familia. Y me siento una
mierda y TÚ…TÚ…Tú eres la única causante de que esté así. ¿Quieres
que te lo agradezca? - Pepa notó como sus ojos se obscurecían aún más por la
rabia - Pues vale ¡Gracias por joderme la vida!-

Pepa no podía creer que Silvia le odiara tanto, por un absurdo instante creyó que
la pelirroja también se estremecía con su sola presencia, creyó que esa atracción
irresistible podía ser mutua pero…Tal vez hubiese sido mejor haberla matado.

-Yo no te he jodido nada, y a mí no me vengas a culpar de tus


inseguridades y tu baja autoestima porque me parece que tu vida ya
estaba bastante jodida desde antes - Hizo una pausa para analizar como
esos ojos iracundos ahora se tornaban vidriosos - Además yo no fui la que se
metió en tu casa como un ladrón-

-¿Sabes una cosa? No preocuparse de lo que la gente opina de uno


mismo, no solamente es arrogancia, también es egoísmo - Le dijo como si
estuviera decepcionada, arrepentida de que en algún momento remoto hubiese
llegado a pesar en ella con cierto agradecimiento.

-No tienes ni puta idea de como soy - Le miró también decepcionada - Pero
no te equivoques porque la perfección humana no existe y tú no eres
perfecta - Sabía que sus palabras le harían daño a la forense, pero desde su
punto de vista se merecía eso y todavía se quedaba corta.

Era una tontería, pero el orgullo de Silvia estaba herido, la noche anterior había
conseguido auto convencerse de que buscar la perfección era como intentar nadar
en el desierto o exprimir el jugo de una piedra con las manos, sin embargo lo que
realmente le calaba en los más hondo era que fuese precisamente Pepa, el ícono
de la imperfección andando la que se lo restregase en la cara.

-¡Vete a la mierda! - La desafió con la mirada y entonces supo que había


cometido un gran error.

Un maldito Deja Vu No se le ocurría poner otro adjetivo para nombrar a lo que le


estaba sucediendo, ese fenómeno inexplicable de saber que ya había
protagonizado la misma situación y no deseaba que ocurriera de nuevo, no quería
volver perderse en esos ojos que le robaban su identidad, la alejaban de su
esencia, que la expulsaban de su cuerpo sin avisar, que la poseían y que entonces
ya no quería escupirle, ni golpearla, ni insultarla.

Cualquier pensamiento racional era obstaculizado por su visión, era como si sus
miradas fueran dos imanes atraídos por una fuerza irrefrenable y una vez que se
ha producido la coalición no existiese forma de separarlas, intentaba recuperar la
cordura, liberarse de aquel sortilegio inducido por aquellos ojos que estaba segura
solo podrían conducirla a un camino, al de la perdición.
-Me voy a la mierda…- Para su buena suerte, fue la misma Pepa quien se
encargó de hacerla emerger a la superficie, liberándola de ese efímero paseo en la
montaña rusa - …Pero te llevo conmigo- Le advirtió con residuos de
resentimiento en sus palabras.

Silvia abrió los ojos tan grandes como pudo al darse cuenta que Pepa iba hacia
ella, estaba a menos de diez centímetros, y seguía caminando decidida, otra vez,
cerca de tocar fondo, a punto de sufrir un colapso nervioso, eso tenía que ser una
situación límite, pero no se la pondría fácil, lo que sea que pretendiese hacerle no
le sería tan fácil, así que instintivamente comenzó a dar pasos hacia atrás para
acrecentar la distancia que las separaba, que a estas alturas sería cuando mucho
de cinco centímetros.

Pepa podía distinguir el miedo en su mirada y llámenla perversa, depravada,


degenerada, lasciva y todo lo que quieran, pero ese terror en los ojos de Silvia la
ponía al mando de la situación una vez más, le excitaba tener el control, ejercer el
poder, podría cobrarse de una vez los favores que aparentemente la Inspectora
Castro no le pensaba pagar.

Y a pesar de que Silvia intentaba evitar a toda costa el contacto físico con Pepa ,
con sigilosos desplazamientos de reversa, sucedió lo que habitualmente ocurre en
estas situaciones y la pelirroja topó con pared, no tenía escapatoria, a la morena
solamente le bastó estirar las manos y apoyarlas contra el muro para tenerla
aprisionada a su merced, y sintió un pellizco en las entrañas que la encendía aún
más.

-Si me haces algo todo mundo sabrá que fuiste tú - Fue lo único que se le
ocurrió decir a Silvia, quien daba por hecho que su atacante pretendía
estrangularla y así terminar con la única testigo que pudiera implicarla en el caso.

Pepa deslizó sus manos por la pared hasta encontrarse con los hombros de Silvia
quien al sentir el contacto comenzó a temblar y fue está respuesta fisiológica por
parte de la pelirroja la que hizo estremecer a Pepa y en tan sólo un segundo, su
rabia nuevamente se había convertido en ternura.

Sin pensarlo si quiera la sujetó de las solapas de la bata y la atrajo hacia su


cuerpo. La tenía a escasos milímetros y Silvia no oponía la menor resistencia así
que tiró de ella un poco más y cuando la tuvo completamente pegada a ella,
sucumbió de lleno a la ternura. Solamente la rodeó con sus brazos y la abrazó con
todas sus fuerzas.

Silvia no entendía nada, aún no podía creer lo que estaba sucediendo, Pepa la
estaba abrazando y lejos de lastimarla sentía como las palmas de sus manos se
posaban en su espalda y sus dedos le regalaban pequeñas caricias como si
trazaran líneas imaginarias, sabía que eso no podía estar bien bajo ninguna
circunstancia, pero ese mismo magnetismo que la arrastraba a perderse en su
mirada inmovilizando a todas sus neuronas, la había llevado a rendirse, a echar
abajo todas sus defensas, a abandonar toda actividad racional y al igual que había
hecho la morena escasos segundos antes, la rodeó con sus brazos y hundió la
cabeza en su pecho.

Pepa se sabía completamente desarmada, estaba temblando en los brazos de la


misma mujer a la que momentos antes había intentado intimidar y ahora la
intimidada era ella, pero en ese momento ya nada importaba, era como sí todo lo
que había vivido hubiera valido la pena para terminar justo ahí, atada a esa mujer,
que tampoco decía nada, pero que la apretaba con la misma intensidad que Pepa
lo hacía con ella, que se dejaba acariciar la espalda.
Inclinó ligeramente la cabeza para enterrarla entre los cabellos de color rojo de
Silvia y ahora si podía disfrutar de la textura de sus rizos acariciando su cara, se
regodeaba con el aroma de su perfume y ahora era Silvia la que temblaba.

Instintivamente las manos de la pelirroja encontraron la cabeza de Pepa y la hizo


bajar unos cuantos centímetros para dejar que una de las orejas de la nueva
Inspectora Miranda quedará a la altura de sus labios.
-No me sueltes- Le susurró con desesperación.

Silvia de pronto tuvo la sensación de que había dos Pepas, la cariñosa y la bestia
primitiva. La verdad es que la primera la hacía sentir en casa, a salvo de la Pepa
violenta a la que tanto le temía y esa suplica de "No me sueltes" era una petición
desesperada para que ese lado tierno se quedara ahí con ella, para que no dejara
sola.

Pero como todo lo bueno dura poco, el sonido de la puerta las obligó a romper el
abrazo. Por instinto se alejaron unos cuantos pasos.

-Pase- Concedió la voz de Silvia mientras se atusaba un poco el cabello.

Y en escasos segundos la figura del agente Curtis Naranjo estaba nuevamente en


el umbral de la puerta de CSI.

-Disculpen Inspectoras… - Reparó en el cuerpo de Pepa que aún con ese


vestido informal lucía tremendamente espectacular - Me ha enviado el
Comisario para informarles que el Inspector Trujillo ya está aquí-

Se escuchó un seco "Gracias" al unísono y las chicas caminaron lentamente hacia


la sala de Briefing.
CAPITULO V. DE VERDAD QUE ES PERFECTO

"El organismo humano tiende instintivamente


a buscar el placer y rehuye al dolor"

La base científica del estado placentero que produce un abrazo se fundamenta en


que la unión entre dos cuerpos segrega gran cantidad de endorfinas.

Las Endorfinas son sustancias bioquímicas segregadas por el cerebro y al mismo


tiempo se les considera como analgésicos endogenos capaces de reducir las fibras
nerviosas que conducen al dolor, ayudan considerablemente a reducir los niveles
de ansiedad y aumentan la energía vital.
Pero un abrazo es mucho más que eso, es desprenderse de un trozo del alma solo
para compartirla con la persona que reposa apacible en nuestros brazos, es
entregarse al otro por un instante, es arrancarse una parte del corazón solo para
colocarla cuidadosamente en el hueco que nos ha dejado el otro que está latiendo
impaciente a nuestro lado, es decir "Te necesito" y responder "Aquí estoy contigo"
sin hablar.

Y es que no se necesita de un lugar especial para regalar un abrazo, ni una razón


especial para recibirlo, simplemente hay veces en las que el cuerpo se rinde ante
otro sin remedio para buscar consuelo, seguridad o protección.

14:43 horas

El largo pasillo que conducía del Laboratorio a la sala de briefing era testigo de
como dos cuerpos acompasaban la velocidad de sus pasos, caminaban en
silencio, aún sin que los latidos de sus corazones lograran sobreponerse por
completo, aún sin poder darle significado a la escena que acababan de
protagonizar tan sólo un par de minutos atrás, no sabían si sería el principio de una
tregua o quizás el puro instinto de supervivencia de un alma perdida, sin hogar,
vagando indefensa al tiempo que derrama lágrimas y las deja perderse entre la
lluvia, y tal vez, era en ese abrazo desesperado en donde había encontrado la
única puerta abierta hacia un sitio que le brindara el calor que necesitaba para no
morir de hipotermia, el consuelo suficiente para no morir de dolor y la calma que
pedía a gritos para no morir de angustia.

Ninguna de las dos tenía muy claro hacia donde debiera dirigir la mirada, de
repente apuntaban al piso, luego al suelo, después al frente y de pronto Silvia pilló
a Pepa mirándola de soslayo, no supo porque pero ese gesto tan insignificante por
parte de la morena le robó una sonrisa. Pero conforme se acercaban a la sala de
juntas sintió como su efímera tranquilidad comenzaba a esfumarse; La mujer que
caminaba a su lado debió percatarse porque frenó en secó y la cogió del brazo
para que ella también parara.

-Todo va a salir bien, así que tú tranquila- Esta vez ninguna de las dos se
arriesgó a dedicarse una mirada de esas que resultaban peligrosas, pero Pepa no
resistió y antes de continuar con su camino apoyó con delicadeza su mano
izquierda en la cabeza de Silvia y tiró ligeramente de su flequillo entre jugueteo y
caricia disimulada.

La pelirroja le dedicó la segunda sonrisa en menos de un minuto y entonces


siguieron con su andar hasta que se vislumbró la puerta. Antes de abrirla ambas
inhalaron una buena cantidad de aire, la una con entera seguridad de salir
victoriosa ante un gilipollas, la otra angustiada por la incertidumbre.
Las piernas de Silvia estaban ligeramente entumidas y se negaban a mantener el
secreto de su desasosiego, Pepa por el contrario, avanzó decidida, la arrogancia
se apoderó de su mirada convencida de que no le quedarían ganas de volver a
fastidiar a su pelirroja. Sonrió ante lo bonito que sonaba eso y entró sin más a lo
que sería el escenario de la reunión.

Observó los ya familiares rostro de Salgado y del Comisario Castro, pero su mirada
se detuvo fijamente en el hombre que por mera lógica deductiva supo era Joaquin
Trujillo. Detrás de ella apareció una desconcertada pelirroja que no tenía ni la más
remota idea de qué sucedería en la dichosa reunión, y sus frenéticos esfuerzos por
demostrar modales escasamente le permitieron emitir un movimiento de cabeza
que se interpretaba como un saludo hacía Trujillo y él correspondió de la misma
forma.

-María José Miranda, Inspectora de Inteligencia Nacional - Se presentó


mientras apuraba el paso para llegar hasta él.

-Inspector Joaquin Trujillo de Asuntos Internos …- Estrechó su mano- …A


sus pies Inspectora-

La sala lucía un tanto desolada, solamente estaban aquellas cinco personas que
se acomodaron ocuparon los asientos de la primera fila y armaron una especie de
circulo para comenzar a departir.

Trujillo se apresuró a tomar la palabra - Y ¿Puedo saber al fin el motivo de


esta reunión? - Preguntó algo impaciente y con sus aires de grandeza.

Pepa se anticipó a responder, permanecía de pie, estaba en completo estado


maniaco, después de lo ocurrido con Silvia se había quedado con muchas
emociones guardadas y su cuerpo estaba hiperactivo, era imposible que hubiera
intentado acomodarse en una silla, pero se acomodó de forma en que todos la
miraran. - Le pedí a la Comandante Salgado que convocara esta reunión
para presentarme - Informó como la fresca mañana.

Silvia y Don Lorenzo se miraron desconcertados, básicamente no entendían nada.


Marina por su parte estaba en toda su pose de "La Comandante Salgado",
desempeñando a la perfección su rol, con el rostro circunspecto aunque por dentro
esperaba divertida el espectáculo que se avecinaba.

-Vaya Inspectora…- Hizo una pausa tratando de recordar -…¿Miranda verdad?


- Continuó al mirar que Pepa asentía -…Es usted una mujer muy guapa, pero
sin intención de ofender tengo mejores cosas que hacer…- Trujillo sonrió
como todo una luminaria del cine en plena alfombra roja de los grammys.

VOZ EN OFF - Claro cabrón cosas como andar jodiendo mujeres sólo
porque piensas que somos vulnerables y que no tenemos quien nos
defienda, pero esta vez no va poder ser, te vas a tener que quedar con
tus complejos ahí guardaditos, nada más para ver como se hacen más
grandes-

Silvia miró atónita la escena, ya comenzaba a reconocer esos ojos de Pepa, era
justo la mirada que ponía cuando comenzaba a perder la paciencia, le inquietaba
que la bestia saliera de su guarida y entonces la violencia se apoderara de ella.

Sin embargo Pepa manejó la situación con toda la serenidad del mundo, esbozó
una sonrisa de medio lado que le dedico con "afecto" a Trujillo - Sé que su
tiempo es valioso Inspector, es por eso que seré CLA-RA y BRE-VE -
Hizo énfasis en estás últimas dos palabras, no sabía si para los demás había
quedado entendido el mensaje, pero para ella eso solamente significaba un
"Preste atención porque no se lo pienso decir dos veces imbécil", pero de una
forma muy diplomática, claro está.

-La escucho- Anunció tajantemente

Silvia quería comerse las uñas pero cada que intentaba llevarse un dedo a la boca,
Don Lorenzo que estaba también atento a los movimientos de su hija, le soltaba un
disimulado manotazo, entonces la pelirroja lo fulminaba con la mirada.

-La situación es que al parecer se ha suscitado un mal entendido entre


Inteligencia Nacional y Asuntos Internos - Le explicaba aún de pie y con una
falsa sonrisa - …Porque verá…- De nuevo se detuvo, quería aprenderse cada
una de las facciones del hombre que tenía en frente sólo para disfrutar como se le
deformaban con lo que iba a decirle - …El asesinato de Gonzalo Montoya, así
como todo el asunto relacionado con esa casa ES- MI -CASO - Se aseguró
de remarcar esta última frase.

-¿Su caso ha dicho? - Preguntó cómo esperando no haber entendido ó haber


escuchado mal.

Don Lorenzo esbozó una sonrisa maliciosa, Marina ya le había puesto en


antecedente, mientras que Silvia miraba la escena con la misma incredulidad que
lo hacía Trujillo.

-Dije que ese caso me lo han asignado a mí desde hace meses - Le


llamaba imbécil una y otra vez con la mirada- Estamos tras algo realmente
grande Trujillo, no se ofenda pero, su presencia aquí en San Antonio
únicamente está entorpeciendo la investigación - Terminó su frase
complacida por la expresión que tenía ese cretino en la cara.

-¿Entorpezco la investigación?…- Sus gestos eran extraños, era como sí


sintiera un fuerte dolor de cabeza, de pronto posó sus ojos sobre Marina…-
¿Comandante Salgado puede hacer el favor de explicarme que es todo
este circo?-
-No es ningún circo…- Respondió Marina fingiendo pena…- Lamento toda
esta confusión… - Negó con la cabeza -…La CIA lleva más de 4 años tras la
pista de estos tipos, que parecen ser una Organización muy bien
estructurada - Sonrió - Por algo han logrado sobrevivir al margen de la ley
sin mayores dificultades-

-¿Y se puede saber por qué nadie dio aviso de todo esto a Asuntos
Internos?- Preguntó furioso, sobre todo porque estaba haciendo el ridículo frente
a Silvia y Don Lorenzo a quienes siempre había visto muy por debajo del hombro.

-Es información clasificada de la CIA, nosotros únicamente colaboramos con ellos -


Dijo La Comandante del CNI intentando que ya se diera por vencido.

Pepa completó la frase - De la misma manera que el inspector Montoya y la


Inspectora Castro aquí presente - Le guiñó un ojo a Silvia y está no tuvo otra
reacción más que sonreír - Habían estado colaborando con nosotros de
manera encubierta-

-Lo siento… - Se excusó Trujillo - …Yo no tenía idea que ustedes estaban
llevando el caso- En ese momento de percató de que en esa sala eran
cuatro contra uno y obviamente tenía que bajar la guardia.

-No es nada personal Inspector…Pero estará de acuerdo conmigo que


siendo el CNI un organismo público con autonomía funcional y
personalidad jurídica propia, tenemos plena libertad para actuar y le
agradecemos a sus superior la preocupación que han mostrado por el
caso- Lo miró Pepa con suficiencia -…Pero mientras usted se dedica a
Hostigar a Silvia, afuera sigue habiendo más asesinatos-

A Silvia se le iluminó el rostro, esa mujer que estaba de pie enfrentando tan quitada
de la pena al Inspector Trujillo, estaba dando la cara por ella y entonces se sintió
tan segura, tan protegida, tan…En Casa.
Era la segunda vez en menos de una hora que Pepa la hacía sentir en casa.

¿Pero a qué se refería su voz interior cuando hablaba de Casa? ¿Era una caja de
concreto? NO- Se respondió a sí misma con una sonrisa, es algo mucho más
bonito, pero todavía no era capaz de describir "ese algo que era tan bonito".
Estaba demasiado embobada viendo a Pepa como para reprocharse a sí misma
por las estupideces que pasaban por su cabeza, ya hablaría sola en voz alta para
intercambiar puntos de vista con ella misma cuando estuviera en su apartamento,
ahora no.

-¡Debe ser muy reconfortante trabajar para usted Miranda, veo que se
preocupa mucho por sus empleados!-

-¿Perdón? - Silvia se puso de pie y caminó hacia él para encararle, la cara de la


pelirroja era una joya, sus ojos desorbitados y como un par de platos, la boca
abierta de par en par - Yo no soy empleada de nadie imbécil, soy médico y
con un Doctorado-

-Esto le va a costar un expediente Castro - Dijo furioso - Porque aunque


parece que ya tiene quien la defienda - Aprovechó para lazar una mirada
despreciativa hacia Pepa - Le recuerdo que sigo siendo su superior-

-¿Sabe por dónde se puede meter su expediente? - Lo desafió Silvia con la


mirada, con la seguridad de que pasara lo que pasara ahí estaba la Pepa tierna
para apoyarla y la Pepa primitiva para defenderla.

-¿Por el forro de los cojones de su santísimo padre? - Tratando de disfrazar


su rabia con una sonrisa

-No- Rió con altivez- Por el coño de su puta madre ¡Cabrón!

-La voy a mandar a juicio, y así sea lo último que haga voy a hacer que
pierda su placa- Se puso de pie para encararla.

Don Lorenzo estaba atónito, pero no quería intervenir porque se consideraba


incapaz de controlar a Silvia, él mismo estaba igual de alterado que su hija o peor,
sentía ganas de sacar el arma y apuntarle en la frente a ese hijo de puta.

Pero Pepa que aún conservaba la calma tuvo que intervenir. Se puso atrás de
Silvia y colocó las manos sobre sus hombros. Sin planearlo sus cuerpos quedaron
muy próximos el uno del otro. Instintivamente la pelirroja cerró los ojos ante una
sensación de lo más desconocida que invadió su estomago. Las emociones de
Pepa que iban por el mismo camino sinuoso le aceleraron el ritmo cardiaco y antes
de que el deseo la traicionara prefirió dan un paso hacia atrás, aún con las manos
acomodadas sobre Silvia. -Tranquilízate mujer, que no vale la pena - Le dijo
bajito. Y Silvia solo podría concentrarse en lo protegida que se sentía estando
cerca de Pepa.

-Usted no va hacer nada en contra de la Inspectora Castro porque aquí


no ha pasado nada-

-¿Acaso usted además de ser el perro perdiguero de La Comandante


Salgado también es juez y es que yo no me he enterado? - Ahora sí se
notaba a un Joaquin Trujillo que comenzaba a perder el control y es que no
solamente Pepa lo había humillado, ahora resultaba que hasta la inspectora de
una Comisaría de cuarta -Porque únicamente el juez podrá decidir si los
insultos que me ha proferido la …- Le lanzó una mirada de odio a Silvia - …
Mujercita ésta proceden o no para llevar el caso a juicio-

-Deje el sarcasmo Trujillo- Le advirtió la morena sintiendo como las caricias casi
imperceptibles que depositaban sus manos sobre los hombros de la pelirroja
habían conseguido tranquilizarla - Si hay algo que no soporto es tener que
tratar con un imbécil que pretende revestir su ineptitud con expresiones
de ironía-

En ese momento Don Lorenzo decidió que Pepa le agradaba, era una chica
cojonuda y eso le gustaba en la gente que trabajaba con él.

Trujillo se quedó sin palabras, estaba completamente humillado y sólo pensaba en


el desquite.

-Comprenderá que su presencia aquí ya no es necesaria Inspector - Le


hizo notar Marina.

Él asintió. -Esto no termina aquí Inspectora …- Dirigiéndose a Silvia- ...Aún


sigue bajo investigación por su extraña historia de supervivencia el día
de ayer, eso sin contar que allanó una propiedad privada y que además,
por lo visto tampoco sabe cuidar su lengua-

Silvia iba a hablar de nuevo pero Pepa le hizo la señal de que parara y para ser
ella la que contestara al intento de provocación. -La Inspectora Castro no
allanó ninguna propiedad privada, pensé que había quedado claro que
ella colabora para nosotros y fui yo quien les di la orden a los dos
agentes para que entrasen y para su información "Inspector Trujillo" -
Remarcando esto último a manera de dar a entender que no comprendía como un
imbécil como él podía ocupar su puesto - Su equipo de trabajo llegó muy
tarde a la escena del crimen, nosotros nos encargamos de sacar de ahí
con vida a la Inspectora Castro y recabar toda la evidencia, la cual
incluye siete casquillos de bala, ¿Satisfecho? Porque yo me sentiría
avergonzada si mis hombres siempre fueran cinco pasos por detrás -

-Lo siento pero La inspectora trabaja para el cuerpo de Policía Nacional,


no para Inteligencia y ella no podía haberse unido a su equipo de trabajo
sin mi autorización, así que ustedes trabajen libremente en su caso, pero
de la Doctora Castro y de la sanción que amerite su falta al protocolo me
encargo yo - Dijo sin más.

-Para manejar el protocolo Trujillo - Salgado lo miró con una sonrisa


burlona- No basta con conocerlo de memoria, hace falta tener el criterio
para aplicarlo.

-No le estoy pidiendo consejos para mejorar mi desempeño laboral


Comandante… - Le respondió con descaro -…Así que disculpe si no le
doy las gracias por su consejo - Miró hacia la puerta y comenzó a dirigir
su andar hacia ella, pasando junto a una Pepa y una Silvia que seguían
muy juntas la una de la otra.

- ¿Sabe cuál es la diferencia entre un buen policía y usted? - Preguntó


Marina haciendo que se volviera para mirarla - Que la gente como usted
se preocupa más por conservar su puesto que por salvaguardar la
seguridad de su país -

No dijo nada, simplemente apuró sus pasos para encontrar la salida,


entre más rápido mejor.

-¿Sabe Trujillo?- Resonó la voz de Don Lorenzo justo cuando el hombre de


asuntos internos se encontraba bajo el umbral de la puerta - Había un
filósofo de apellido Brickman y él decía "encontrarse horrorizado porque
no sabía si el mundo estaba lleno de hombres inteligentes que se
empeñaban en disimularlo o de imbéciles que no se recatan de serlo".
Me surge la curiosidad por saber a qué grupo pertenece usted.

No hubo más palabras, Trujillo abandonó el recinto dejando un portazo


detrás.

-Miranda…- Se dejó escuchar la voz del Comisario que abandonó su silla


para situarse frente a Pepa -…Gracias por defender a mi hija- Extendió la
mano para ofrecerla a Pepa -

-Es mi deber Comisario- Estrechó su mano.

Don Lorenzo en realidad creía que Gonzalo si había estado trabajando


durante todos esos meses para el CNI y que Silvia le había estado
ayudando analizando algunas evidencias que requerían pasar por el
laboratorio, pero que en realidad no sabía exactamente de que iba el
caso, "ella solamente obedecía ordenes de su superior sin cuestionar"
Fueron las palabras de Marina, pero ahora que el oficial Montoya ya no
está para seguir con el caso será necesario que la Agente Miranda se
incorpore a trabajar en San Antonio para seguir trabajando sobre la
misma línea que había trazado Gonzalo con sus Investigaciones.

-Tomen asiento por favor - Les indicó Marina a las tres personas que tenía
de pie frente a ella - Ahora les explicaré la problemática del caso -

Obedecieron a Marina.

Don Lorenzo se dispuso a poner toda su atención en Salgado, pero Silvia


no pensaba en otra cosa que no fuera Pepa.

<

VOZ EN OFF

¿De verdad será Agente del CNI?. ¡Dios, Pero de verdad que soy imbécil!
Lo único que he hecho ha sido comportarme borde con ella, bueno pero
es que ella pudo habérmelo dicho, que era policía, bueno Silvia pero si es
que tú eres una neurótica que ni siquiera se lo preguntaste, te pusiste a
gritarle como una perturbada sin dejarla que te explicara.
¡Pero que vergüenza! Desde que nos vimos ella no ha hecho más que
ayudarme, de no ser por ella, ahorita yo estaría junto a Gonzalo
convertida en carroña, luego aquí en la sala de briefing defendiéndome
de Trujillo, y ese abrazo que me dio en el CSI, Uff! fue tan tierna y lo hizo
solo para que me tranquilizara porque me vio muy alterada. Ah ¿Y Si me
equivoco de nuevo? ¿Y si resulta que si trafica con órganos? Yo la
escuché matar a ese hombre y luego cuando me daba instrucciones de
cómo debía alterar el informe de la autopsia, lo hacía con la sangre tan
fría, como si nada le importara.
Joder Pepa ¿Quién eres y por qué te apareciste así de súbito en mi vida
para sacudirla como un remolino? Es que debería estar aterrada de
tenerte aquí, ¿Y si ahorita sacas un fusil y te pones a disparar a diestra y
siniestra? ¡Que no Silvia! Si la Comandante Salgado se ve que mete las
manos en el fuego por ella. ¿Y si Salgado también está involucrada en
todo eso?.
Es que no sé, ¿Qué hago? Sé que no debería…Pero…Cuando ella está
cerca y me mira como lo hace, a mi no sé qué es lo que me pasa, pero
cuando eso pasa yo me niego a creer que esa una asesina.

<

Pepa la miraba de reojo, imaginaba que se encontraba cavilando sobre


toda esta situación, sobre las últimas 24 horas que para ella habían sido
como cosa de locos, como una pesadilla quizás.

<

VOZ EN OFF

Pero ¿En qué piensas exactamente pelirroja?. Seguro estás confundida,


sopesando la posibilidad de que sea Agente del CNI, y mueres por
preguntarme, lo puedo ver en tu mirada, pero tienes miedo de mi
respuesta, prefieres seguir manteniendo la duda de que no sea tan mala
como pensabas, porque yo sé que quieres confiar en mí, me lo
confesaron tus brazos que se aferraban con fuerza a mi cuerpo y te sentí
temblar al contacto con mi piel, no sé si te pasa lo mismo que a mí, pero
sé que hay algo que ni tú ni yo nos podemos explicar, es esa adrenalina,
quizás producto de tu desajuste emocional que inconscientemente te
arrastre a sentir esa excitación por lo prohibido, la misma que siento yo,
sólo que a mi me encienden tus aires de inocencia, te imaginó en mi
cama, cegada por el deseo, despojándote de todos tus prejuicios al
compás de tu ropa y es que ante esa imagen en mi cabeza siento que
una descarga eléctrica me sacude todo el cuerpo.
¿Y si le miento? ¿Si le hago creer que de verdad trabajo para el CNI? y
que he tenido que infiltrarme con los malos, poner en riesgo mi vida para
servir a mi país, ese pensamiento me provoca reír, pero no puedo soltar
una carcajada aquí cuando Marina está a punto de comenzar la
explicación del caso, pero entonces ¿Qué hago? Es que esa puta mierda
de hacerme pasar por la heroína del cuento me provoca repelús, además
a mi lo que realmente me pone es el hecho de ser el diablo tentando a la
monja, otra vez quiero reír sardónicamente con libertad, pero debo
ahogar la risa apretando los labios, pero es que esa metáfora de la monja
es la peor que he escuchado en mi vida y ¡Madre mía! que ha sido
producto de mi inspiración, pero bueno se entiende la idea, quiero algo
con ella, ahora estoy más segura que antes, pero lo que sea que pase
entre ella y yo debe basarse en la lucha de su principio del "deber ser"
contra mi principio de placer, y disfrutando como la corpulenta línea
entre lo epicúreo y la expiación se debilita con mis besos, y se hace más
delgada ante mis caricias, hasta que desaparece, hasta que la dicotomía
entre mi hedonismo y su represión se rompe, y tras la colisión se vuelve
una sola y ahí estamos nosotras, en status quo, donde nos damos cuenta
que está pasión irrefrenable está mucho más allá del bien que del mal.
¡Anda tú Pepa! síguete volando para que te vuelvas a llevar el chasco de
hace rato, ¡Que a ella ni siquiera le gustan las mujeres! Pero a ver,
entonces ¿Por qué tiembla? Pero sí serás imbécil, tiembla como una hoja
porque te tiene miedo.

<

Ninguna de las dos se dio cuenta el momento en que Marina había comenzado a
hablar, pero afortunadamente no se habían perdido de mucho ó más bien se
habían perdido de casi nada.

-Estamos casi seguros que se trata de una red del crimen organizado que
trafica con órganos- Relataba Salgado .

Don Lorenzo se mostraba de lo más interesado, le emocionaba que pudiera


aportar aunque fuera un granito de arena para coger a esos ¡Anormales!.

Pepa pensaba en que ahora más que nunca Silvia tendría la duda, y que la
balanza se inclinaría a que en efecto era una Agente encubierto del CNI.

Y estaba en lo cierto, ese momento la pelirroja daba por hecho que era policía, que
pertenecía al equipo de los buenos.

Pero la realidad era que si no exponían el caso como era, "Tráfico de Órganos" el
CNI no podría intervenir. Así que pensaban tontear un poco y después entregarles
a algún culpable, ya se vería sobre la marcha.
La idea había sido de Marina, sólo había que hacer unas cuantas llamadas para
dar aviso al director de Asuntos Internos, que por supuesto no se tomó la molestia
de informar a un simple agente como Trujillo, y el resto era conseguir una placa
para Pepa y crear un expediente falso que constara que corroborara su fichaje
desde cuatro años atrás, con un buen número de casos resueltos, era mucho más
sencillo de lo que parecía. Sobre todo cuando el Director y la Comandante están
de tullido.

-Unicamente ustedes dos estarán al tanto de lo que estamos


investigando -Refiriéndose a los Castro, padre e hija- Para todos aquí en la
Comisaría Pepa viene a encargarse de un caso completamente ajeno al
que nos compete, le daremos algún caso que ya esté cerrado para
resolver la curiosidad de los que pregunten-

Los tres asintieron.

-Y por último Silvia, quiero que apoyes a la Agente Miranda en lo que te


solicite, ya sabes pruebas de laboratorio o alterar el resultado de alguna
autopsia, ya que es importante que nadie sepa lo que estamos
investigando -

-Claro que sí Marina- Respondió con una sonrisa, emocionada de poder


colaborar y sentir que recuperaba todos los valores que había perdido, que dejaba
de ser una corrupta, pero sobre todo ahora si convencida de que Pepa y ella
jugaban del mismo bando.

Don Lorenzo seguía embobado con el asunto del tráfico de órganos y se acercó a
Marina para que le aclarara algunas dudas y le siguiera contando más detalles, así
que se apartaron un poco de las chicas y Pepa aprovechó para salir de ahí, tanta
palabrería dando vueltas por su cabeza la tenía como león enjaulado, necesitada
llegar a casa, ponerse la ropa deportiva y salir al parque a correr o iba terminar
arrancándose los cabellos y arañando las paredes.

“El primer beso no se da con la boca,


sino con la mirada”

Respiró profundo y notó como su sentido del olfato se recreaba con un delicioso
aroma que ya comenzaba a reconocer y que además resultaba imposible negarse
a sí misma que le encantaba. Resulta increíble como el simple olor de su perfume
mezclado con sus feromonas activaba la alarma en sus glándulas suprarrenales
que de inmediato comenzaban a producir enormes cantidades de adrenalina y
noradrenalina, las descargas eléctricas estaban de vuelta por todo el cuerpo, su
pulso se aceleraba, el corazón le palpitaba con el poder y la fuerza de una
orquesta sinfónica. Sabía que ella estaba detrás, que la observaba, que quería
decirle algo pero no se atrevía, pensó en esperar a que fuera la pelirroja la quien
diera el primer paso, pero por primera vez en su vida se odió por tener que
respirar, mientras siguiera deleitándose con la fragancia que despedía el cuerpo de
Silvia, le resultaba imposible esperar, así que se giró y como lo había imaginado
allí estaba...Se veía preciosa, apenas había notado que ya no traía la bata blanca,
vestía unos vaqueros un poco deslavados en color negro, una blusita simple color
púrpura de cuello redondo y manga corta , que acompañaba con unas sandalias
negras de tacón corto.

La forense se sonrojó ligeramente, le dio un poco de vergüenza que Pepa la


hubiese pillado ahí parada detrás de ella, observándole sin decir nada.

El choque de Miradas fue inevitable. Se buscaban la una en los ojos de la otra, se


encontraron y fue allí donde se perdieron, pero ya no quisieron moverse, era ese
sitio en el que anhelaban quedarse.

Los ojos de Pepa derretían a la pelirroja depositando delicadas caricias en cada


uno de los rincones de su alma, abrazaban sus miedos y besaban sus heridas con
una simple mirada, en la que se dejaba leer un "Lo siento" por parte de ambas que
habían dejado a sus ojos la difícil tarea de conversar, dado que no encontraban las
palabras adecuadas para romper ese silencio, que lejos de ser incómodo era
reconfortante, que sin darse cuenta les había hecho olvidar el mal rato en el
laboratorio.

Y ahí se encontraba Silvia Castro, completamente perdida en esos ojos a los que
aún no conseguía definirles un color, ¿Eran miel o verdosos? y ante su debate
interno supo que tal vez había perdido la razón ¡Y es que llevaba medio minuto con
su vista clavada en ella, sin parpadear! Y si lo hizo ni se enteró.
Embelesada por la cercanía con la trigueña era imposible recobrar la cordura, así
que no pudo refrenar el impulso de estudiar minuciosamente cada una de las
facciones de su rostro, que no pasó desapercibido para una vocesilla interna que le
retumbaba en la cabeza, "Es perfecto", "Dios Es perfecto".

Amor: Estado de imbecilidad transitoria

-De verdad que es perfecto - Terminó dejando escapar de sus labios.

Pepa le regaló una radiante sonrisa y fue entonces cuando Silvia se dio cuenta de
que la voz que acababa de escuchar era la suya y no la de sus pensamientos.

-¿Perfecto? - Preguntó Pepa sin entender mucho o quizás si entendía pero


prefería no ilusionarse antes de tiempo.

Silvia hizo nota mental de que cuando Pepa estaba de por medio actuaba como
una completa imbécil. -El día… Que amaneció como muy bonito - Recordó
que efectivamente hacía un clima muy agradable ahí fuera - Apetece salir y dar
un paseo-

-Ya…- La morena la miró intentando descubrir a que podría haberse referido como
"perfecto" para que sus mejillas estuviesen enrojecidas, ¿A la escena de película
que habían estado interpretando mientras se quedaban mirando como dos tontas?
¿O quizás al plan que había trazado para patearle el culo a Trujillo?
-Pepa…- Pronunció tímidamente su nombre, detalle que le encantó a la morena.

-Dime - Le dijo levantando una ceja

-Nada que…- Otra vez se sonrojó un poco - …Que gracias por…- Le regaló una
sonrisa que fue ampliamente correspondida por Pepa - …Defenderme ahí
dentro-

-Pues nada que…- Se encogió de hombros - …Lo volvería a hacer si me


entero que vas a sonreír de ese modo-

Silvia sintió un agradable cosquilleo en el estómago y no pudo hacer otra cosa que
incrementar el tamaño de su sonrisa y claro, sus mejillas desde hace rato que ya
no eran blancas, habían alcanzado una tonalidad carmesí permanente.

De pronto la puerta se abrió y salieron Marina y Don Lorenzo.

-¿Nos vamos inspectora? - Preguntó Salgado dirigiéndose a Pepa.

-Si…Claro-

-Inspectora Miranda mandaré acondicionar un cubículo para que lo ocupe


como su despacho, estará listo mañana a primera hora - Informó Don
Lorenzo.

-Se lo agradezco mucho Comisario - Le brindó una sonrisa

Marina se despidió de los Castro y Pepa hizo lo propio estrechando la mano de


Don Lorenzo, pero se puso muy nerviosa al tener que despedirse de Silvia, la miró
una fracción de segundo sin saber que hacer, pero fue la pelirroja quien se
aventuró a colocar un beso en su mejilla, haciendo estremecer a la atractiva
traficante de órganos, que se limitó a pronunciar un "Te veo mañana".

21:09 horas

La música suena a un volumen tenue proveniente de las bocinas integradas al


ordenador portátil que descansa sobre las piernas cruzadas de una preciosa
pelirroja que contempla embobada la pantalla, y ahí esta la imagen de Pepa en el
monitor, aunque la fotografía se encuentra ya bastante distorsionada debido a la
gran cantidad de zoom que se ha hecho sobre ella.

Una mano blanca se estira buscando a tientas un vaso con agua que descansa
sobre el buró de la cama, al fin lo palpan, lo atenaza y lo traslada hasta su boca,
bebe un sorbo, y se queda un rato sosteniéndolo mientras su vista se pierde una
vez más en esos ojos, al fin ha decidido que son de color marrón verdosos.

También ha decidido que le fascinan.


Bebe un poco más del líquido transparente que le ayuda a apagar la sed
provocada por la ola de calor que se ha desatado esa noche, niega con la cabeza,
cierra el ordenador, bebe un poco más y entonces retorna el vaso a su lugar, se
cubre el rostro con las manos y vuelve a negar con la cabeza.

<

VOZ EN OFF

Tengo que dejar de pensar en ella- Se regaña a sí misma - Lo que sea


que esté pasando no puede estar bien, es que nada más nos despedimos
afuera de la sala de briefing y lo único que he hecho es esperar con
ansias que llegue mañana para verla otra vez.
¡Dios pero ganas de coger el coche y manejar sin rumbo por la
autopista, acelerar y acelerar, subir el volumen de la música hasta que
revienten los cristales!
¡QUE NOOO!- Volvió a recriminarse a sí misma - Que no puedo pensarlo
si quiera, No puedo volver a correr nunca más, pero es que me muero de
ganas de salir de aquí de gritar, de sacar toda estás adrenalina que me
recorre el cuerpo y yo debería estar llorando a Gonzalo y estoy aquí,
desesperada por saber quien es Pepa. ¿Qué hace una violinista metida
en la policía? o peor aún, traficando con órganos, ¿Y si resulta que de
verdad es una asesina? Que no Silvia, que tiene que ser policía. En su
expediente dice que la fichó el CNI hace más de 3 años, pero podría ser
falso, digo también tiene una placa y eso no significa nada. ¿De verdad
toca el violín? Pero si yo siempre tuve la fantasía de conocer un violinista,
que con solo mirarle me quedara ahí perdida entre sus ojos, que tuviera
esa sensación de plenitud y seguridad que es ahí justo donde quiero
estar, donde me quiero quedar y ahora resulta que...

<

-Nada, nada - Volvió a negar con la cabeza - ¡Deja de pensar estupideces


Silvia!, ¡Que no y punto! ¡Que es una mujer! Que tú querías conocer un
violinista no a UNA violinista, y que esto es normal, es una mezcla de
miedo y ...no sé algo como odio-agradecimiento - Comenzó a hablar en voz
alta intentando convencerse de sus propias palabras.

Levantó la tapa del ordenador y decidió que era tiempo de apagarlo, su día había
sido de locos, Trujillo ahí poniéndola al borde de un colapso nervioso y lo peor
había sido cuando se le ocurrió aparecer a Pepa en el laboratorio acompañada de
su padre y luego la discusión con ella y la forma como terminaron abrazadas, de
sólo recordar regresó ese espasmo en los músculos del abdomen.

-¡Joder! ¿qué me está pasando?-


Antes de apagarlo decidió echar un último vistazo sobre el rostro de la persona que
llegó a poner su mundo patas arriba, que estaba rompiendo todos sus esquemas y
que le hacía sentir esas cosquillas en el estomago que tanto estaba comenzando a
disfrutar - ¡Es preciosa! - Exclamó con admiración.

Se metió en la cama pero la temperatura elevada la hizo desistir de taparse,


dejaba al descubierto sus piernas torneadas y blancuzcas, se notaba que los rayos
del sol no se posaban a menudo sobre esa piel que a Pepa le parecía tan suave,
ya que solamente vestía un pequeño bóxer en color gris y una blusa de algodón
con tirantitos.

Lo cierto era que se había quedado profundamente dormida y que era la segunda
noche consecutiva que lo lograba sin la ayuda de los dos comprimidos de TAFIL
que llevaba consumiendo sin fallar desde hace más de tres años.

21:25 HORAS

La mesa plegable de plástico colocada en la sala de televisión se encontraba


cubierta por una enorme charola llena de rollos de sushi de distintos ingredientes,
junto a ella una botella de Lambrusco “Dell Emilia” de color fresa pálido y brillante,
que ya estaba cerca de encontrar el fondo y dos copas medio llenas que fueron
capturadas en ese momento por dos pares de manos, cada copa se rendía a su
respectivo par.

-Perdona que no te ofrezca botellas de €800 euros- Se disculpaba Sara con


una risita.

-Claro...Por eso te encanta ir a mi casa porque asaltas mi cava - Pepa le


seguía el juego.

-Vale que tú cuando vienes me robas los chocolates que me regala Lucas
- Levantó su copa para darle un trago.

-Que tienen muchas calorías sobrina y lo hago por tu bien, si te pones


gorda y con la cara llena de granos Lucas te dejará por una chiquilla pura
y virginal - Rió

-Vete a tomar por culo- Le amagó con darle un manotazo en la cabeza que
Pepa esquivó ladeándose hacia atrás.

-Por cierto...- Recordó mientras Sara le lanzaba un palillo de sushi-... Le prometí


a Marina que iríamos a cenar a su casa en el transcurso de la semana.

-¿Y eso? ¿Has decidido darle una tregua? - Preguntó sorprendida.


-No lo sé- se encogió de hombros -La verdad es que con el problema de
San Antonio debo reconocer que se ha comportado a la altura-

-Pues yo te lo había dicho mujer, Salgado es buena persona, además es


la mujer que eligió Papá y debemos apoyarle-

-Bueno Y ¿A qué hora vuelve Lucas? - Era evidente que Marina estaba muy
lejos de ser su tema de charla favorito-

-No lo sé, espero que antes del amanecer - Le sonrió- Pero gracias por
cenar conmigo, odio cuando me deja sola toda la noche-

-Ya me cobraré el favor sobrina, eso tenlo por seguro. Pero tenía la
esperanza de ver a tu marido, hay algo que necesito pedirle-

-Pues cuéntame y se lo digo-

-¿Recuerdas al banquero? Al que le conseguimos un riñón para su hija-

Sara asintió - David Gonzalez si no me equivoco - Dijo Sara.

-No lo sé, ya sabes que soy malísima con los nombres, pero necesito que
Lucas lo localice porque ya es tiempo de que este tipo me devuelva el
favor.

-¿Qué estas planeando Pepa? - La miró con una ceja levantada.

-Deshacerme de Trujillo, el gilipollas de asuntos internos - Se llevó un trozo


de sushi a la boca.

-Pues le digo a Lucas que te agende una cita con él-

La morena negó con la cabeza porque seguía deglutiendo el cubo de sushi. Dio un
sorbo a su copa. - No no, que lo arregle directamente con él, solamente
necesito que abra una cuenta en su banco con dos millones de euros,
pero necesito la ayuda del tipo este para simular que la cuenta se abrió
hace un par de meses porque quiero que aparezca a nombre de Enrique
Martinez - Le explicaba Pepa mientras tomaba otro cuadro de sushi

-¿El empleado que mataste ayer? - Preguntó con cara de no comprender


nada.

-Efectivamente sobrina, es muy sencillo lo que pienso hacer pero me


urge que mañana mismo quede zanjado ese asunto, así que te hago
mucho el encargo-

-Vale que yo me encargo, ¿Vas a necesitar algo más?


-Pues que busques el expediente de Martinez y te pongas a practicar su
firma para el papeleo del banco-

-Si con eso no habrá problema, aprovecho que dormiré sola para
practicarla-

-Perfecto sobrina, pues puedes dar el favor de la cena de esta noche por
saldado - Le guiñó el ojo.

25 de mayo del 2010. 09:06 horas.

-El individuo de sesenta y tres años padecía hipertensión arterial crónica


y sufría dos lesiones coronarias.
Los resultados de los análisis toxicológicos realizados al cadáver no
muestran indicio alguno de envenenamiento, tampoco se encontraron
residuos de "Rifampicina", un poderoso antibiótico indicado para la lepra
y la tuberculosis que anula los efectos del tratamiento contra la
hipertensión.
Su índice de masa corporal rondaba los 32 kg/m², su cuerpo producía
cantidades muy pobres de insulina por lo que estaba diagnosticado como
hiperglucémico.
Causa de muerte: Infarto al miocardio provocado por la excesiva
concentración de glucosa en el torrente sanguíneo, 388 mg/ dl.
Fecha de muerte: 25 de Mayo del 2010, 5:58 horas.-

"Se puede andar con una pistola cargada, se puede andar


con una pistola descargada; pero no se puede andar con una pistola que
no se sabe si está cargada o descargada"

La mano de Silvia cubierta con guantes de látex pulsó stop en la grabadora portátil,
en ese momento la puerta del CSI se abrió y la cabeza de una guapísima Pepa se
asomó tímidamente.

-¿Interrumpo? - Preguntó la morena al mirar a la pelirroja en plena acción


forense, con su bata blanca salpicada de las ya características manchas de
sangre, la mascarilla que cubría sus ojos, pero que aún así nunca fallaba y unas
cuantas gotas del líquido rojo se posaban en su frente.

-No…- Se deshizo del cubre bocas- …Justo acabo de terminar la autopsia-


Respondió un tanto nerviosa por la presencia de Pepa, que al escuchar que la
forense ya no estaba ocupada se decidió a entrar, escuchó el sonido de la puerta
cerrarse tras de sí.
Silvia intentaba no sucumbir en la tentación de mirarla, porque de sobra sabía lo
que ocurría cada vez que sus ojos se encontraban. - ¿Necesitas algo? - Preguntó
al ver que Pepa no decía nada.

-Que estoy aquí desde las siete de la mañana y me aburro, yo ahí


sentada detrás de un ordenador y luego que madrugué y ese tipo Curtis
que parece que le cayó un rayo en la cabeza no se me despega ni para ir
a mear -
Le contaba Pepa enfadada lo que le robó una enorme sonrisa a Silvia.

-¡Vaya! - Rió- Tu primer día de trabajo y ya te estás quejando-

-Ya pues es por tu culpa ¡Que tuve que meterme aquí para mandar a
Trujillo a su casa- Se acercó instintivamente a Silvia quedando a unos diez
centímetros de ella.

La pelirroja no supo como interpretar el último comentario de Pepa, ¿Eso


significaba que no era policía?, experimentaba una lucha interna entre morirse por
saber si lo era y morirse por no saberlo nunca.

-¿Por qué yo Pepa? Quiero decir ¿Por qué me ayudas? - Y muchas otras
preguntas que se quedaron atoradas en su garganta ¿Por qué me dejaste vivir?
¿Por qué me miras así? y ¿Por qué no puedo dejar yo de mirarte?, pero que fue
incapaz de dejar salir - ¿De verdad tocas el violín? - Preguntó en cambio.

Y volvió a ocurrir, sus miradas se encontraron, las chispas habituales saltaron y se


quedaron ahí varadas, sin remedio.

-Demasiadas preguntas pelirroja…- Y ambas seguían atrapadas en ese duelo


de sonrisas y cómplices miradas -…Creo que lo mas justo sería que yo
responda una y entonces tú me respondas otra, como un juego de ping-
pong - Le propuso la morena guiñándole un ojo.

Silvia levantó las cejas en un gesto que fascinó a Pepa - Vale- Respondió con
cierto tono que a la morena le pareció bastante seductor. -¿Por qué me ayudas?
- No pudo evitar tomar nota mental de que ya no eran los ojos de Pepa lo que
ahora le preocupaba, era esa increíble sonrisa que con sólo mirarla le provocaba
sonreír a ella también.

¡Y es que su dentadura era perfecta!

-Porque tú te metiste en este lío por protegerme, por hacer lo que yo te


pedí que hicieras, por hacerme un favor…- Le sonrió de una forma más
provocativa al darse cuenta que la forense que esta acción debilitaba las defensas
de la Inspectora Castro -…Y déjame decirte pelirroja que si algo he
aprendido en esta vida es que ¡Favor con Favor se paga!-
-Pero pudiste haber dejado que me mataran y ahorrarte todo esto- Le dijo
sin saber porque, ni siquiera sabía de que lado jugaba Pepa, pero en cualquiera de
los casos, dejarle a ella con vida había complicado la suya.

-Nada que…Me toca a preguntar a mí- Se acercó más hacia Silvia, notaba
como con cada paso que daba los latidos de su corazón se salían de control, su
ritmo cardiaco estaba a mil, siempre pensó que nada podía ser más trepidante que
una expedición de rafting y ahora se daba cuenta que del gran error en el que
había vivido.

Las pulsaciones de Silvia no se quedaban atrás, pensó que eso de ninguna


manera podría ser saludable para su corazón y al menos que quisiera terminar en
una plancha como el paciente que tenía cubierto por una sábana, tenía que dar
unos cuantos pasos hacia atrás - ¿Y qué qui…quieres saber…de mi? -
Preguntó con los nervios de punta y haciendo un esfuerzo para que Pepa no
notara que tartamudeaba.

-¡El cadáver en el maletero! - Exclamó con entusiasmo - ¿De verdad


hiciste eso? - Preguntó muerta de curiosidad a la vez que detenía sus pasos para
darle su espacio vital a la pelirroja que había notado como retrocedía buscando
una distancia de contención.

Silvia no dijo nada, se encogió de hombros y soltó una carcajada.- ¿Cómo es que
sabes eso? - Preguntó algo apenada, pero notando como su tensión disminuía
notablemente.

-Digamos que no hay información que un buen hacker no te pueda


conseguir y yo trabajo con la mejor- Respondió recordando a su sobrina Sara.
- ¡Me toca! - Informó emocionada.

-¡Mentira! - Objetó la pelirroja- ¡Quedamos una y una!

-Por eso - Se defendió Pepa - Acabo de responderte el cómo me enteré que


eras una perturbada que disfruta de torturar psicológicamente a
muchachitas inocentes-

La pelirroja no pudo evitar reír de nuevo, por extraño que parezca comenzaba a
sentirse cómoda con la situación - ¡Eres una tramposa- Se quejó.

-Recuerda que no debes hacer tratos con delincuentes - Le guiñó el ojo -


¿Eres adicta a plantar a tus novios en el altar?- Quemó su siguiente
cartucho.

Pepa se dio cuenta que acababa de matar cualquier posibilidad de engañar a


Silvia, que tal vez el momento se rompería ante la palabra "delincuentes", pero la
pelirroja prefirió tomarlo como una broma y seguir con el juego que parecía
gustarle mucho más de lo que debería.
Le agradaba la forma en que Pepa le preguntaba cosas de su vida privada que por
lo general nadie se atrevía a abordar dentro de su pequeño círculo y lo mejor era
que la morena no la juzgaba, por el contrario, lejos de verlo como una tragedia se
lo tomaba con mucho humor y lograba contagiarla - ¡Vaya! Lo era, pero lo he
dejado, creo que ahora me he hecho adicta a pactar con delincuentes- Le
respondió en tono jocoso.

La morena se sorprendió de la inesperada reacción de Silvia, pero no respondió,


se quedó escudriñando en su mente la frase que acababa de salir de labios de la
pelirroja, -¿Eso había sido una especie de coqueteo?- Después de todo la
idea de Marina de Infiltrarse dentro de la Comisaría estaba resultando mucho
mejor de lo que jamás hubiera imaginado.

-¿Qué había sido eso? ¿Estaba coqueteando con Pepa? - Pensó


avergonzada, deseaba tener una tecla de “delete” integrada a su cerebro que le
permitiera editar sus palabras antes de que llegaran a oídos de Pepa, pero mucho
se temía que ambas las habían escuchado al mismo tiempo.

La ahora Agente Miranda se acercó más a Silvia, lo hizo sin pensar, por mero
instinto y sintió como su mano temblaba cuando se posó sobre la frente de la
forense. - Tienes sangre - Le dijo dulcemente acariciando la pequeña mancha
que comenzaba a convertirse del rojo a un tono mucho más caoba.

Silvia sonrió, le gustaba el tono cariñoso con el que Pepa le hablaba, y entre toda
esa mezcla de emociones, de ausencia de cordura, de constantes descargas de
adrenalina, de excitación por lo prohibido tal vez le soltó sin más…

-Pepa que…No sé si tu irías conmigo a correr esta noche…- Negó con la


cabeza, sabía que era una locura, pero ¡Qué demonios importaba que lo fuera! -…
A la autopista…En el auto - La invitó con mucha timidez.

-¿También eres adicta a la velocidad? - Preguntó arrugando la frente y luego


dejó escapar una risita - ¡Vale, pero iremos en el mío!

capitulo vi. ¡ahora somos cómplices!

22:02 HORAS
La luz del despacho se apagó y la silueta de una mujer alta con vaqueros y una
camisa a cuadros de manga corta salió de allí cerrando la puerta de forma un tanto
descuidada produciendo un fuerte sonido, lo que realmente no importaba mucho
porque a esas horas la Comisaría estaba prácticamente vacía, el reloj se había
encaprichado en avanzar muy despacio, tan lento que más de una vez estuvo
tentada a volver al laboratorio y abrazar a la pelirroja sin una razón en especial,
simplemente porque quería hacerlo y punto. Pero se refrenó.

Y lo hizo porque la chica le gustaba, ¡Le gustaba mucho! Aunque de pronto lo


reconociera como en este momento y después se empeñará en negarlo, en
argumentando que quería un polvo y nada más.

Pero si de verdad fuera un polvo ¿Entonces por qué se la pasaba pensando en ella
y sentía esos bichos aleteando libremente por todo el estómago? ¿Por qué era
incapaz de enfadarse con ella? ¿Por qué cuando se metía en líos solamente
pensaba en protegerla? ¡Por supuesto que le gustaba! Solamente que sentía
temor, el temor natural que se siente por lo desconocido, María José Miranda
Ramos de 30 años de edad no conocía el amor, inclusive esos insectos voladores
que acababan de encontrar en la boca de su abdomen una nueva colonia para
vivir, era algo completamente nuevo para ella, pero la verdad es que se sentía tan
bien tener a esos inquilinos ahí dentro, que no chistaba, solamente se dedicaba a
disfrutar y lo mejor es que había identificado la fuente de ese placer...

ERA ELLA. Silvia Castro y era la responsable de que su vida se estuviese


transformando.

Por momentos lamentaba no tener nada que ofrecerle, se avergonzaba de ser


quien era, de vivir de una manera tan poco digna y entonces desearía ser una
verdadera Agente del CNI, pero la vida es así, los errores terminan pasando
factura más temprano que tarde y esa mujer que la estremeció desde el momento
en que la vio, llegó tarde a su vida, apareció hasta que su alma estaba tan
renegrida que ya no quedaba espacio para algo tan bello y puro como el amor que
Silvia había sembrado en menos de tres días.

Sintió vibrar el móvil dentro del bolsillo de su pantalón.

SMS: "Ya estoy cerrando el CSI, te veo en el aparcamiento"

Sonrió de oreja a oreja, era ella, la mujer en la que había pensado toda la la
mañana, la tarde y parte de la noche, pero por fin se había desocupado y por fin la
vería de nuevo y no sabía que decirle, no tenía idea si Silvia ya estaba enterada y
no le importaba o si estaba en una fase de negación, y prefería hacer de cuenta
que no pasaba nada, antes de enfrentar el hecho de que Pepa no era una buena
persona pero aún así tampoco podía detener el deseo de estar con ella.

Todo aquello por culpa de una fuerza demasiado poderosa, que no se mira, ni se
palpa, que simplemente no tiene explicación, pero está ahí coordinando cada uno
de tus pensamientos y por lo tanto los movimientos de tu cuerpo.
Y ahí iba ella, dispuesta a encontrarse con su pelirroja y disfrutar de su compañía
sin pensar, pero de pronto el móvil hizo nuevamente acto de presencia, está vez
era una llamada entrante y observó el nombre de Lucas en la pantalla.

-Dime Lucas…-Respondió sin muchas ganas de tomarle la llamada, lo que


realmente deseaba era salir corriendo al estacionamiento y reunirse con Silvia,
llevaba doce horas esperando por ese momento.

-Está hecho Pepa, la cuenta ya quedó abierta a nombre de Enrique


Martínez con fecha del 14 de Marzo - Le informó Lucas provocando una
mueca de felicidad en la morena.

-Excelente, ahora necesito que su cuerpo haga acto de presencia esta


misma noche, encárgate de hacer una llamada anónima para que lo
encuentren esta bola de ineptos de Comisaría-

-¿Qué pretendes hacer exactamente? - Preguntó Lucas con curiosidad

-Nada del otro mundo, mañana me pasó por tu casa y les explico, ahora
debo colgar porque tengo un compromiso.

-¿Será una cita con la pelirroja?- Preguntó con tono burlón.

-¡A tomar por culo cabrón! Saludos a mi sobrina bella y mañana me


preparan algo rico para cenar-

-¿Cena para tres o para cuatro? - Seguía picando a la morena.

-Tu puta madre Lucas- Rió - Gracias por todo.

Colgó y se dirigió a paso veloz a encontrarse con Silvia que ya estaba un poco
desesperada mirando el reloj.

-Perdona pelirroja…- Se excusó mirándola ahí recargada en su auto Megane GT


- …Que me entró una llamada al móvil-

-No te preocupes - Le sonrió notoriamente alegre de verla al fin - …Yo te hice


esperar un montón con esa autopsia que me salió de última hora-
Recordó apenada.

-¿Nos vamos? - Preguntó la morena mostrando su radiante sonrisa.

-¡Claro! La verdad es que no puedo esperar - Confesó ilusionada- …Pero


por ningún motivo permitiré que corramos en tu auto, imagina que algo
le pasa y todo por culpa mía - Negó con la cabeza - …Eso si que no puedo
permitirlo-
-Anda que ¿Cobertura amplia en seguro de automóvil te resulta familiar?
- Presumía divertida.

-Sí claro, y tendrás que pagar un deducible que yo no alcanzaría a cubrir


ni con cuatro meses de sueldo-

-Que no va a pasar nada …- Llegó hasta ella y tiró de su brazo para llevarla
hasta su carro - …Además yo sé que te mueres por alcanzar los 260 km/h
sin que se te mueva un pelo - Le tentó mientras la seguía jalando hacia su
vehículo.

-¿260 km/h? ¡Estás loca! - Exclamó asustada

Pepa mostró las llaves del coche y con el control remoto botó los seguros.

-Vamos pelirroja acomódate en el asiento del conductor - Le ordenó


tendiéndole las llaves.

-Pero Pepa que yo jamás me he subido a un coche como estos, muchos


menos he conducido uno - Dijo impactada al mirar el Porsche 911 Carrera en
color amarillo aparcado en el estacionamiento de Comisaría.

-Deja de respingar- Dijo divertida tomando el asiento del copiloto.

Silvia no muy convencida encendió el motor y suspiró, después de todo y a pesar


de contar con tantos botones en el tablero, tampoco era que tuviera mucho truco ni
nada por el estilo.

Habían avanzado unos cuantos kilómetros con rumbo hacia las afueras de la
ciudad, eran cerca de las diez con treinta de la noche y no importaba la hora, en
Madrid siempre había tráfico, así que la pelirroja se aventuró a preguntar.

-¿Te molestaría poner algo de música? - Se encogió de hombros.

-En lo absoluto, una de mis grandes pasiones es la música, yo podría


pasarme la noche aquí conduciendo y cantando - Sonrió.

-Pues ahora nada más necesitamos que cuentes con algún disco
decente- Dudaba de los gustos musicales de Pepa.

-Depende que te guste…- Abrió la guantera y comenzó a repasar el abanico de


opciones musicales que podía ofrecerle a la Inspectora Castro.

-Bueno nada de Lady Gaga ni sus derivados, nada de hip hop, rap…-
Arrugaba la nariz en total gesto de repulsión pero sin apartar la vista del camino.

-¿Qué tal Metallica con la Sinfónica de San Francisco? - Preguntó Pepa con
entusiasmo.
-No soy muy afecta al metal… - Se quejó la pelirroja - …Pero seguro que
será agradable apretar el acelerador con "Nothing Else Matters" de
fondo. Aunque a mi me van más las voces femeninas, como Tarja
Turunen, Emma Shapplin, Emilie Autumn, no sé si las conozcas -

Pepa rió y abrió muy grandes los ojos sorprendida.

-Emma Shapplin es para personas de la tercera edad pelirroja, pero


tengo discos de Nightwish si a quien quieres escuchar es a Tarja y aquí
esta algo de Emilie …- Le extendió la caja del "Opheliac" de Emilie Autumn.

-¡Wow!- La pelirroja se puso eufórica - ¿Entonces de verdad tocas el violín?-

Pepa asintió mientras Silvia feliz insertaba el disco en el reproductor de música.

-Lo tocaba- Respondió con gesto melancólico -Sufrí una lesión en el dedo
meñique que me dejó fuera de combarte-

-¿Y cómo te ocurrió eso? - Desvió un poco la mirada del volante para ver a
Pepa que de pronto se había puesto seria.

-Para casi todo violinista es como un sueño poder tocar "Devil´s Trill" de
Guiseppe Tartini, una vez que lo logras deja de ser un sueño y se
convierte en un reto, y entonces el perfeccionarla, ejecutarla con
maestría, tocarla mejor que el resto se convierte en una obsesión y ya no
importa nada más…- Relataba mientras apretaba los puños de impotencia - Me
pasaba las horas practicando, la repetía una y otra vez, hasta que un día
sentí que mi dedo meñique no respondía de la forma que solía hacerlo,
entonces fui con el médico y me dijo que debía dejar de practicar un
tiempo, pero no quise escucharle-

María José Miranda había olvidado por completo cuando fue la última vez que
derramó una lágrima, pero no había mentido cuando mencionó que la música era
su gran pasión y para ella haberse tenido que retirar de esa manera, era como si
literalmente la hubiesen matado en vida.

¿Estás bien? - Preguntó Silvia parando el coche.

La morena asintió, no quería que Silvia la viera llorar y si intentaba emitir palabra
sabía que se iba a desmoronar.

Ante esa escena, Silvia notó como algo se desgarraba en su interior, se dio cuenta
que si Pepa sufría, entonces ella también lo hacía y un deseo irracional de
protegerla y consolarla se apoderó de ella.

Aparcó el carro en plena calle, ya que a esas alturas del camino, prácticamente en
los linderos de la ciudad, se encontraban en una zona bastante desolada.
Se acercó lo más que pudo a la morena, tanto como la palanca de velocidades que
se le atravesaba para llegar hasta la desconsolada mujer se lo permitía, levantó su
mano a la altura de la cabeza de Pepa y con dedos completamente temblorosos
limpió sus lágrimas con extrema delicadeza.

Pepa cerró los ojos para sentir el suave contacto que le propinaban los dedos de
Silvia sobre su mejilla. Permitió a su cuerpo estremecer y un par de segundos más
tarde abrió sus párpados para encontrarse con el gesto de un rostro abatido por su
causa, entonces le regaló una sonrisa.

-Estoy bien pelirroja, es sólo que por un momento añoré mi vida …- Se


encogió de hombros - …Lo que era antes de que aquello sucediera-

-¿Quieres que volvamos a la Ciudad? - Le preguntó al tiempo que retiraba la


mano del rostro de la morena.

-Nada de eso- Negó con la cabeza -Creo que me vendrá bien esa descarga
de adrenalina - Le guiñó el ojo - Así que ve preparando ese pie firme sobre
el acelerador-

Silvia inhaló y exhaló con fuerza para sacudirse las ganas de abrazar a Pepa y
volvió a poner en marcha al Porsche. Comenzó a sentir como su pie se clavaba
con fuerza en el acelerador, esa agradable sensación que había decidido eliminar
de su vida desde…Bueno la verdad es que era mejor no pensar en ello porque de
hacerlo no iba poder continuar con esa locura, terminaría frenando y llorando como
una idiota. Así que apretó con más fuerza, la excitación que provoca la velocidad
ya comenzaba a hacer presa de ambas mujeres a bordo, el velocímetro indicaba
180 Km/h, pero era insuficiente, era como iniciar la fase de la meseta, a sabiendas
que el clímax aún se encuentra lejos y que lo mejor apenas está por suceder.

-¡Uff!, ¡Se siente increíble - Exclamó Silvia eufórica.

-¡Vamos Silvia, acelera! - Inquirió la morena al mirar los escasos 195 Km/h que
marcaba el tablero.

-Pero nunca le he dado a más de 195 Pepa, Que si acelero más voy a
perder el control del volante -

-Pero si eras tú quien quería correr - Le recriminó con una risa burlona -
Primero muy valiente y ahora quieres a Don Lorenzo para que venga por
ti - Soltó a reír de nuevo.

-¡COÑO PEPA! - El pie aumentó la fuerza ejercida sobre el acelerador, Y Gritó,


producto de la euforia, la adrenalina, un poco el enfado natural de que la hubiese
estado picando - ¡Que nos vamos a estrellar! - Se quejó al mirar el 225 Km/h,
pero fue incapaz de dejar de incrementar la velocidad.
Y entonces, al borde de los 240 Km/h una ola de placer les invadía, las llenaba de
energía, abandonando el límite de la cordura, rozando la frontera con la locura,
indicadores que de momento informaban que el tanque de adrenalina había
quedado vacío, ya que había alcanzado su límite de producción segregándose
toda sobre sus cuerpos.

Poco a poco, Silvia comenzó a disminuir la presión que ejercía sobre el acelerador
hasta alcanzar una velocidad promedio de 120 Km/h.

-Eso estuvo…¡Uff!, increíble- Suspiraba Pepa.

-Sí…- Respondió notablemente desanimada - …Antes solía hacerlo una vez


por semana cuando mínimo -

Pepa notó ese atisbo de tristeza en la mirada de la pelirroja - ¿Qué tienes? - Le


preguntó mostrando un poco de preocupación.

-La última vez que corrí fue hace cuatro años… - Ahora eran los ojos de la
forense los que estaban humedecidos -…Salí de casa a media noche, me
había fumado dos porros y me fallaron los reflejos, no pude frenar y me
impacté contra otro coche - Negó con la cabeza y detuvo por completo el
movimiento del vehículo, había una mezcla entre dolor y rabia en su mirada -…Y
maté a un hombre-

Cerró con fuerza los ojos y hundió su cabeza en el centro del volante, se llevó las
manos a la cabeza y Pepa que no encontraba las palabras prudentes para
aminorar el pesar de su pelirroja solamente atinó a posar la palma de su mano
izquierda sobre el dorso de la mano derecha de Silvia. Era un contacto tierno, sin
malicia, sin siquiera un rastro de coquetería, era simple apoyo, un cariñoso gesto
que intentaba reconfortarle.

Sin embargo la reacción de sus cuerpos fue inevitable para ambas y las mariposas
que vivían en sus respectivos vientres, despertaron sobresaltadas y se
manifestaron eufóricas.

Silvia levantó la cabeza y se volvió para mirar a la morena - ¿Te puedo


dar un abrazo? - Preguntó tímidamente, aún con los ojos mojados en llanto.

-Ven - Le invitó Pepa al tiempo que abría la puerta - Vamos a bajar-

Silvia le obedeció y abandonó el coche para encontrarse con la morena en el


pavimento.

-Es maravilloso sentir como el viento te golpea en la cara - Confesó Pepa


feliz levantando la mirada al cielo - Además me encanta este sitio - Sonrió al
notar que Silvia caminaba hacia ella - En la ciudad no se aprecian tan bien las
estrellas.
La pelirroja sonrió, sin saber porque… Las palabras de Pepa la reconfortaban, pero
no era algo nuevo, la verdad es que ahora se daba cuenta, fue desde que la
conoció, desde que se encontraron sus miradas en aquella casa por primera vez.
Por unos instantes volvió a sentirse viva de nuevo, con derecho a la risa, al
llanto ...Simplemente a sentir.

No es nada fácil crecer y enfrentarte a los recuerdos que duelen, es duro cuando
necesitas desahogarte y recibir un poco de comprensión pero no eres capaz de
contar esas terribles experiencias, es más sencillo ocultarse adentro del propio
cuerpo, refugiarse entre la soledad y el frío del silencio, cargar con ellos en la
espalda como si fueran una mochila llena de piedras.

Y en ese momento supo que ya no era la misma mujer solitaria que caminaba por
una vereda obscura sin rumbo, porque de alguna manera ahora veía luz, ya no se
sentía sola, y sabía que quería llegar a casa, aunque seguía sin entender qué era
exactamente la casa que tanto le mencionaba su voz interna.

Pero una cosa le quedó clara esa noche…"Entre dos era mucho más cargar con el
peso de una cruz"

-Yo sé que puedo confiar ti- Sonrió - Eso no creí volver a decirlo... gracias -
La miró por primera vez sin temor de mostrarle todo el agradecimiento que hubiese
querido expresar desde que la dejó escapar con vida.

-Nunca digas nunca mientras tengas una vida por delante… - Acortó la
distancia que les separaba y le rozó las mejillas con el dorso de su mano
- …Y tú estás viva pelirroja- Le sonrió con ternura.

-Después de pasarme cuatro años huyendo de los recuerdos, hoy los


tengo más presentes que nunca - Correspondió la sonrisa que amablemente
le había brindado la morena - …Pero por primera vez desde lo que ocurrió,
siento que merezco estar viva y que no tengo la culpa de existir aún -

Pepa sonrió complacida, sus dedos se habían trasladado del rostro de Silvia hasta
sus mechones rojizos, no entendía el por qué de la debilidad por ese cabello. Su
yema les recorría a pasos muy lentos, se enredaba ligeramente con ellos y
entonces regresaba al punto de partida y volvía colocar tenues caricias sobre las
mejillas, cerró los ojos, intentando aprender braille para leer esas facciones que le
parecían tan perfectas, ahora ya no solamente a la vista, sino también al tacto.

Silvia no decía nada, se dejaba hacer sin más, sin siquiera pensar, eso le gustaba,
sentir y nada más, sin culpas, sin cuestionamientos, sin dudas, solamente dejarse
llevar.

-¿Todavía quieres ese abrazo? - Susurró Pepa cada vez más cerca de
rozarse con la punta de la nariz.
Silvia negó con la cabeza, esbozó una sonrisa de nervios, ¡Claro que lo deseaba! -
Mmm…- Hizo la finta de que pensaba su respuesta -No me gustan los abrazos,
creo que fue un momento de debilidad, pero ahora ya estoy mucho
mejor - Le susurró en el oído con un tono que lejos de decir "No" parecía incitarle
a que le abrazase y mucho más.

¡Y como no se iba encontrar mejor que nunca, si nunca antes su rostro había
estado tan cerca del de Pepa!

Pepa no dijo nada, se limitó a sonreír ante el flirteo evidente que se suscitaba con
mas fuerza entre ellas. Deslizó las manos con dirección hacia el sur, deteniéndose
una fracción de segundo en la barbilla para impregnar sus huellas sobre ella,
entonces continuó con su recorrido hasta llegar al cuello de una Silvia que se había
perdido entre la oreja y el cabello de Pepa, pero que tampoco es que tuviera
mucho interés por moverse de ahí.

Las manos de Silvia se posaron en la espalda de Pepa, las de la morena


detrás del cuello de la pelirroja y entonces se fundieron en un abrazo.

-¿Sabes?- Susurró de nuevo la forense mientras una colonia de mariposas


chocaba sus alas contra el muro de su estomago. -De verdad estoy mucho
mejor...-

Mejor que nunca - Pensó para sí y luego continuó con su frase

-...Me he dado cuenta de que no necesito una razón en particular para


querer un abrazo tuyo - Terminó su frase con los susurros aún mas suaves.

-Ni yo necesito una razón especial para querer dártelo…- Respondió la


morena en voz bajita hundiendo la cabeza en la melena rojiza - ...Sólo las ganas
de sentirte así de cerca - Confesó sin pensar, simplemente dejó que su corazón
hablara.

Hasta ese momento supo porque la gente asociaba al corazón con el amor, porque
cuando te enamoras y esa persona te mira, te toca, te abraza, sientes como sus
latidos golpean tu pecho con tanta fuerza y parece que fuera a escaparse de la
piel.

Silvia no dijo nada, se limitó a disfrutar de las manos de Pepa que habían dejado
de jugar con su cuello para posarse sobre su espalda. Pero la morena también
tenía sus demonios internos, también cargaba con un pasado, también había
preferido vivir entre la obscuridad del silencio, se había convertido en una asesina
sin remedio, en una escoria que la sociedad rechazaría sin preocuparse por mirar
más allá de todo el cochambre que recubría su alma.
Y la realidad es que uno pasa por la vida y no siempre resultas ileso de las malas
jugadas que te prepara el destino, a ella le tocó salir muy mal librada, pero en su
afán por evitar a toda costa sufrir el mismo tormento otra vez, decidió eliminar la
debilidad de su repertorio conductual, construyó una coraza mucho más fuerte que
las rocas para que nadie pudiera traspasar y mirar el contenido de un alma
despedazada por el miedo, por el dolor, por el odio.

En vez de intentar repararla y remendar los pedazos rotos, prefirió encerrarla


dentro de un témpano de hielo, al fin que en ese sitio si algo reinaba era el frío,
segura de que los rayos del sol jamás tocarían esa cavidad tan obscura e
intangible.

Pero hasta un iceberg se derrite.

Habían sido los ojos, los brazos, el cabello, la voz, las palabras y cada uno de los
componentes que le daban vida a Silvia Castro. No podía permanecer callada, no
podía dejar que lo único puro que hasta ahora había tocado su vida, se manchara
por la cobardía, que se volviera añicos por sus mentiras.

"Los hombres no piden la verdad.


Sólo quieren que se les disfrace la mentira."

Despegó los brazos con pesar del cuerpo de Silvia.

-Hay algo que debo contarte - La miró con resignación.

La forense fijó su vista en la alfombra de asfalto, el corazón le dio un vuelco,


imaginaba lo que vendría, y deseaba gritar, suplicar, implorarle que se callara, que
no quería escucharla, que le dolería, que no era capaz de manejar esa situación,
que la culpa y el miedo no se lo permitirían, que no podía estar lejos, pero es que
si las palabras salían de la boca de Pepa, tampoco podría estar cerca.

VOZ EN OFF - ¿Y si es verdad que mata más la duda que el desengaño,


entonces por qué yo prefiero vivir con la eterna duda antes de morir
acribillada con el desengaño? Si la duda me hace feliz, entonces ¿Por qué
tiene que aclarármelas? ¡Por Dios Pepa, que te calles!.

Ese último pensamiento llegó súbitamente a su cabeza con desesperación al darse


cuenta que los labios de quien ansiaba que fuera la Inspectora Miranda se abrían y
estaban dispuestos a cortar de tajo con la ilusión de esa burbuja en donde
solamente estaban ellas dos.

-No sé si ya lo sepas ó si solamente te lo imaginas...- Comenzó Pepa


nerviosa, aunque para su fortuna o desgracia, la pelirroja seguía con la mirada
perdida en el piso, no le permitía notar su reacción y de cierta manera, fue eso lo
que la empujó a soltar toda la información de golpe...- Quizás no lo entenderías
porque ni siquiera yo soy capaz de explicártelo, pero eso que los demás
ven a simple vista no soy yo Silvia...-
Silvia deseaba correr y colocarse unos tapones en los oídos, concentrarse en otra
cosa, oír sin escuchar, ¿Cómo era posible que una misma voz fuera capaz de
provocarle emociones tan opuestas?, que la llevara hasta la cima de la dicha y con
una frase la hundiera en el fondo de la tristeza.

-Este es el mundo real, donde la sociedad utópica perfecta de Skinner no


existe, no vale, y yo tuve que aprender demasiado pronto que el
altruismo no existía, que si pretendes sobrevivir entre la crueldad de la
gente a quienes no les importa deprivar de la seguridad a un ser
inocente, entonces tienes que ser más fuerte que ellos Silvia, mucho más
astuta, pero sobre todo más despiadada-

Silvia al fin levantó la cabeza solo para mirarla horrorizada, las palabras de Pepa
consiguieron dejarla estupefacta, pero esa última palabra “despiadada” había sido
la estocada final.

-Para...- Levantó ambas manos para mostrar sus palmas - Que ya fue
suficiente -

-No Silvia, necesito contarte todo desde el principio - Insistió

-Es que no me interesa Pepa, simplemente no quiero escucharte-

-Solamente quiero que conozcas las razones que me han traído hasta
aquí, antes de que me juzgues- Le suplicó, pero ésta vez su mirada de perro
triste no fue suficiente para convencer a una Silvia decidida a cortar de tajo con
todo lo que empezaba a sentir por Pepa.

-¡Pepa, es que no me interesa tu historia!- Fue tajante y si se toma en cuenta


que la morena estaba ahí con el corazón a flor de piel, que pudo haberle mentido y
sin embargo no lo hizo, podría decirse que la actitud de Silvia fue hasta cierto
punto un poco cruel - ¡Vale! Que a lo mejor te tocó pasar por cosas
horribles, pero eso no justifica lo que haces, porque la delgada línea que
nos separa de los animales es la voluntad, y tú no eres un animal Pepa,
pudiste elegir un modo de vida diferente, digno...- Culminó su discurso con
un tono de voz que mostraba una infinita decepción.

- ¡Claro pelirroja! Pude elegir ocultarme dentro de un bonito cuento de


hadas, en donde el buen samaritano que recibe una bofetada pone la
otra mejilla para que le escupan en la cara-

-Deja el sarcasmo Pepa, que sabes que no me refiero a eso - Se dio vuelta
y comenzó a caminar hacia el coche - ¡Vámonos de aquí! - Ordenó la pelirroja
aprovechando que aún traía las llaves del auto.

-¡No! - Inquirió con voz firme, tomándola del brazo - No hemos terminado de
hablar-
-Pero es que entiende - Se señalaba repetidamente la cabeza en gesto de “A
ver si te entra lo que estoy diciendo” - Que yo no comulgo con tu filosofía
Nietzschista, no estoy de acuerdo en que te auto proclames Súper-Pepa,
legisladora de las reglas morales impuestas a su santa voluntad, y el que
no las siga es un imbécil y por tanto merece morir, no eres Dios y no eres
omnipotente, no tienes derecho a decidir sobre la vida de las demás
personas-

-¡Coño Silvia! Pero escúchate por favor, me estás tratando como si fuera
una puta nazi-

-¿Y no es eso justamente lo que haces? ¿No te conocí acaso en tu


pequeño campo de concentración? - Preguntó con ironía.

-¡Y dale con el puñetero sarcasmo pelirroja! - Recriminó ya un poco


desesperada de estar alegando.

-Niégame que estoy diciendo la verdad, niégame que basas tu “éxito


profesional” en el sacrificio de personas inocentes - La desafió con la
mirada.

-Mira que si nos vamos a poner a filosofar, permíteme citar a Cullen


Hightower “La verdadera unidad de medición de nuestra valía son los
beneficios que los demás han obtenido gracias a nuestros éxitos” y digo
yo pelirroja - Sonrió descaradamente - ¡Que por cada inocente sacrificado
en nombre del bendito dinero, pues una vida se ha salvado! - Se echó a
reír, no era la idea sacar diversión de esta conversación, pero la actitud de Silvia la
había desquiciado, así que en vez de ponerse violenta con ella como el día anterior
en el laboratorio, prefirió tomar las cosas con calma y tomárselo con humor.

-Eres una cínica Pepa - Le reclamó furiosa y sin decir nada más se montó en el
asiento del conductor.

Pepa subió al auto algo resignada a que esa noche no arreglaría nada con esa
mujer, pero mañana sería otro día, ya con los ánimos más relajados, cerró la
puerta y Silvia puso en marcha el motor. - Dicen que todo cínico en el fondo es
un puto sentimental - Esbozó una sonrisa de medio lado que hizo enfurecer a la
pelirroja aún más, lo notó por su forma tan limítrofe de conducir, acelerando sin el
menor temor. - Pues me parece que no deberías correr en un auto que se
ha pagado con dinero sucio, fruto de sacrificar la vida de varios inocentes
- Le seguía picando Pepa.

Silvia levantó su dedo medio - ¡Jódete! - Respondió aún molesta.

A pepa le causó mucha gracia la reacción de Silvia y se puso a reír.

Silvia eligió mal momento para percatarse de que la risa de Pepa debilitaba sus
defensas, lo supo cuando se sorprendió a sí misma sonriendo con disimulo por
todas las tonterías que la morena estaba diciendo. Así transcurrió el resto del
trayecto de vuelta a Comisaría, sin dirigirse una sola palabra pero con la tensión
disminuyendo con cada kilómetro recorrido.

Entraron en el aparcamiento donde Silvia había dejado su carro, apagó el motor


del Porsche, dejó las llaves pegadas y se bajó dejando un portazo tras de sí. Pepa
se limitó a observar como abordaba su coche y lo encendía para segundos
después pasar junto a ella dedicando unos cuantos bufidos con el motor, hasta
verle desaparecer por la avenida.

26 de mayo, 04:47 horas.

Las luminarias encendidas alumbraban tenuemente las calles de una desierta


ciudad de Madrid, no había un sólo automóvil circulando por la acera,
aparentemente todo el mundo dormía, a excepción de una mujer malhumorada
que conducía un llamativo Porsche 911 Carrera en color amarillo. Estaba
desvelada, apenas había dormido siete horas en dos días y ella estaba
acostumbrada a quedarse en cama hasta media tarde; La verdad es que entre la
neurosis de Silvia y las desveladas ya no le parecía tan maravillosa la idea de ser
Agente del CNI colaborando para la Comisaría de San Antonio.

El Comisario Castro la llamó a las tres treinta y cinco de la madrugada para


informarle que probablemente tuvieran algo importante con relación al caso, el
cadáver de un varón de veinte años que responde al nombre de Enrique Martínez,
había sido encontrado con un disparo en la cabeza, pero lo realmente destacable
era su billetera, ya que dentro portaba una tarjeta de presentación con los datos
del Inspector de Asuntos Internos Joaquin Trujillo y por si fuera poco una fotografía
del ahora fallecido Gonzalo Montoya.

Sabía que el cuerpo de ese hombre iba aparecer en la madrugada porque ella
misma le había dado indicaciones a Lucas para que así sucediera, pero no
contaba con que su presencia iba a ser requerida a esas horas, de haberlo sabido
hubiera dado la orden para postergar el plan, mínimo hasta que saliera el sol. Pero
ya no tenía caso lamentarse, sobre todo porque en ese instante llegaba al
aparcamiento de Comisaría, justo en el sitio donde un par de horas antes había
dejado marchar a Silvia con la situación bastante tensa entre ellas.

Con todo y eso, debiera llegar al laboratorio con ella para estar pendiente de la
Autopsia.

VOZ EN OFF - Bueno ya Pepa que no pasa nada, llegas, saludas y te


pones en plan de jefa que tú lo sabes hacer muy bien, le das órdenes y si
sigue con su puta cara de seta pues le pasas el reporte a Don Lorenzo.
Soltó una risita orgullosa por su astucia, mientras subía las escaleras que la
conducían al laboratorio.

“La peor forma de extrañar a alguien


es estar sentado a su lado
y saber que nunca lo podrás tener”

-¿Quién demonios es Enrique Martínez? - Preguntó una Silvia al borde de la


histeria al mirar a Pepa que atravesaba el umbral de la puerta.

-Esos no son modos de dirigirse a una agente con rango superior -


Respondió con desfachatez.

-¡No seas absurda Pepa! - Exclamó la pelirroja haciendo alarde de su mal


humor.

-Agente Miranda por favor...- Le lanzó un tono bastante inquisitivo -


Inspectora Castro-

Silvia abrió muy grandes los ojos, notablemente extrañada por la repentina actitud
de Pepa, apenas un par de horas antes le suplicaba que la escuchara, que le
permitiera explicarse y además con esa mirada de cachorro triste que de verdad la
había puesto en una disyuntiva, porque quería conocer sus razones, quería
entenderla, pero su vida siempre terminaba regida por los principios y las normas
morales.

Entonces se había marchado, pretendiendo no importarle, cerrando la puerta del


carro con cierta brusquedad, y la verdad es que sí, si analiza la situación de esa
manera, Pepa tenía derecho de estar molesta. Cerró los ojos, un acto reflejo
enviado por su cerebro para notificarle que no estaba de acuerdo con la situación,
pero después de todo acto involuntario aparece el razonamiento, y este último fue
muy claro respecto a como se debiera comportar.

-Perdone Agente Miranda - Se excusó con evidente desacuerdo - Solamente


quiero saber quién es éste hombre - Girando su mirada hacia el cadáver que
tenía en la plancha cubierto por una sábana.

-El casquillo en su cabeza salió de mi arma- Aún sorprendida de cómo es


que con tanto salpicadero de masa encefálica la bala hubiera permanecido ahí
dentro, pero manteniendo la seriedad demandada por el rol que interpretaba - Ese
hombre trabajaba para mí y es el asesino del Inspector Montoya-

Silvia se indignó, se deshizo de los guantes de látex y comenzó a estrujarlos con


fuerza - ¿Y me lo vienes a decir así...? - La miró furiosa - ¿...Tan tranquila?-
Entonces los dejó caer sobre la encimera.
Pepa se encogió de hombros - Es un cadáver y tu eres la forense, Que tu
trabajo es abrirlo en canal, ¿Qué mas da su identidad? -

-¿Tienes que ver algo con esto? - Tomó un par de bolsas transparentes que
estaban sobre la mesa, en una se podía apreciar una tarjeta de presentación y en
la otra una foto de Gonzalo.

-Claro - Respondió como sí se tratase de lo más normal del mundo - Él mató a


Montoya, y lo único que estoy haciendo es darles un pequeño empujón
para que el equipo de ineptos que colabora en esta Comisaría lo
descubran-

-¡Vaya! - Exclamó quedando con la boca abierta- ¡ Ahora soy inepta!-

-No estoy para andar subiendo el ego de nadie - Se quejó de mala gana
- ¡Escucha! - Le ordenó - No tuvo tiempo de lavarse las manos después de
disparar, así que con una sencilla prueba de parafina bastará para que
encuentres residuos de pólvora, ¿La puedes hacer tú? - Intentó retarla con
la pregunta, la intención era bastante clara, era un “A ver demuéstrame que no
eres una inepta”

-Por supuesto que puedo... - Aceptó el reto - Pero necesitamos el cuerpo de


Gonzalo o de nada servirá que encuentre residuos de pólvora -

Pepa asintió - Lo tendrás aquí antes de 24 horas - Le informó de forma tajante


- Y si no me necesitas para nada más me voy a dormir a casa - Se giró y
comenzó su camino hacia la puerta.

-¿Piensas dejarme sola? - En ese instante ambas se preguntaron si eso había


sido un reclamo ó una suplica para que se quedase.

-Tuve una noche complicada y estoy cansada-

En parte era verdad, estaba exhausta, además tantas horas sin dormir la ponían
de mal humor y Silvia lo estaba pagando, porque justo fue con ella con quien
descargó su hostilidad, así que sin más se fue.

La pelirroja la miró partir, sintió un nudo en la garganta y ganas de llorar sin saber
por qué, ¿O probablemente sí lo sabía, pero prefería engañarse a sí misma?

13:36 horas.

El Comisario Castro se paseaba como león enjaulado por todo su despacho, se


arreglaba el nudo de la corbata una y otra vez, tomó una pluma del escritorio, la
estrujó con fuerza, se la cambió de mano, la volvió a estrujar, cogió el móvil de la
grapa que pendía de su cinturón y marcó el número de Pepa, pero esta seguía sin
responder. Se había marchado dejando a Silvia sola, ¿Qué demonios estaba
pensando? Si tenían algo gordo del caso y ella estaba allí para resolverlo, no para
andarse contoneando por toda la Comisaría dejando a los agentes boquiabiertos y
babeando, de pronto la puerta se abrió y Pepa asomó la cabeza.
-¿Se puede? - Preguntó una morena que ya lucía un mejor semblante, al menos
el mal humor había desaparecido.

-¡Miranda! - La llamó enfadado - ¿Dónde coños se ha metido toda la


mañana? - Se paró frente a ella al tiempo que la mujer se introducía en la oficina.

-Fui a dormir un rato a casa, la verdad es que el procedimiento a seguir


le competía únicamente a Silvia, a mi solamente me queda esperar los
resultados de la prueba de Parafina.

-¡Eso Miranda! Era eso lo que necesitábamos informarle, pero usted se


desapareció - Gimoteaba Don Lorenzo de una manera que a Pepa le pareció de
lo más divertido - La prueba dio positiva, ese tipo disparó a alguien antes
de que lo asesinaran-

-Pues ahora solamente necesitamos encontrar el cadáver del Inspector


Montoya para confirmar nuestras sospechas-

Don Lorenzo asintió - Miranda...- Se dirigió a ella en tono más tranquilo y de


completa seriedad - ¿Usted cree que Trujillo esté metido en todo esto?-

-No lo sé, esa tarjeta que traía Martinez en la billetera me da mucho que
pensar, pero por otro lado no es ninguna prueba contundente -

-Eso explicaría muchas cosas...- Concluyó Don Lorenzo llevándose la mano a


la barbilla - ...Que quisiera culpar a mi hija, porque seguramente le
preocupaba que pudieran encontrar algo que le incriminara -

-Hablaré con Marina para que comiencen a investigarle, pero de forma


discreta-

-Gracias...Si ese tipo está involucrado quiero verlo tras las rejas, tengo
miedo que intente algo contra Silvia - Expresó preocupado.
-Tranquilo Comisario, le aseguro que a la Inspectora Castro no va
ocurrirle nada-

Pepa salió de allí, estaba desesperada, el trabajo de oficina no era para ella, se
aburría, y además había tenido que buscar un profesor sustituto para las lecciones
de violín y eso no le agradaba, ya que impartir sus clases que lo único que
disfrutaba hacer, que le ayudaban a olvidarse por un momento de la mierda que
era su vida, cuando estaba ahí ante sus alumnos, un grupo de niños ingenuos,
nobles, sin malicia, simplemente llenos de talento y de ilusión de ser grandes
músicos algún día, se recordaba a sí misma a los siete años, eligiendo su primer
violín, tomando su primera clase, antes de ser privada de su seguridad y su
inocencia.
No aguantaba un minuto más con esa vida sedentaria, así que decidió visitar la
salta de tiro, segura de que disparar un rato le ayudaría a relajarse un poco, a
sacarse toda la bola de cosas que traía en la cabeza: Que si le debía un favor a
Marina, que si ahora tenía responsabilidades y era policía, que debía deshacerse
de Trujillo, y sobre todo que tenía que olvidarse de Silvia o iba a enloquecer de
tanto pensar en ella.

Tomó el móvil para enviarle un SMS a Lucas, la verdad es que había hecho un
excelente trabajo como siempre, y pues había que agradecérselo. Entró en la sala
de tiro con la vista clavada en las teclas del teléfono, no dio ni dos pasos estando
ahí dentro cuando escuchó un par de detonaciones, hizo un gesto de desagrado
porque se había imaginado que estaría sola, levantó la cabeza para ver a la
persona que le haría compañía y entonces la miró.

Ahí estaba la pelirroja, absorta en su labor, intentando dar en el blanco, mejorar su


marca, pero sobre todo trataba de no pensar, de desahogar toda esa mezcla de
emociones contrapuestas entre sí que se juntaban en su interior, llevaba toda la
mañana triste por la manera en que Pepa se había comportado con ella, pero al
mismo tiempo estaba furiosa por dejar que la morena le afectara tanto.

Silvia traía puestos los audífonos peritimpánicos, así que ni se enteró de que
alguien había irrumpido en la sala y la miraba a lo lejos. Pepa hizo lo propio y al
igual que la pelirroja, se colocó las protecciones auditivas y oculares, para acto
seguido comenzar a caminar con rapidez hasta quedar tan sólo a unos cuantos
centímetros de su espalda.
Estaban demasiado cerca la una de la otra, pero Pepa decidió quedarse ahí
parada, inmóvil, con la única intención de contemplar como el muñeco de cartón
recibía varios disparos en la cabeza.

Silvia notó que el ambiente olía distinto, percibió un aroma tan agradable que tuvo
que cerrar los ojos para deleitar sus sentidos, la lluvia de balas cesó y bajó el arma
para concentrarse en el maravilloso e increíble aleteo de las mariposas en el
estómago, entonces, tras esa fracción de segundos en la que todo pasó tan rápido
y esas deliciosas emociones sacudieron su cuerpo, lo supo, era el perfume de
Pepa.

La morena se dio cuenta de que Silvia había notado su presencia en el momento


en que interrumpió la sesión de tiros, y obedeciendo a los impulsos de su corazón
y del propio cuerpo, sin darle tiempo a que reaccionara la rodeó con sus brazos e
Inclinó un poco la cabeza para quedar a su altura.

Su rostro hundido en esos rizos que tanto le gustaban, deleitándose con su


perfume, con la textura de los cabellos rojos que acariciaban su piel sin
proponérselo.

El cuerpo de la pelirroja estaba completamente rendido a lo que en ese instante su


propia razón reconoció como atracción hacia Pepa, sus piernas dejaron de
responderle y la morena tuvo que estrecharla con más fuerza, provocando que sus
cuerpos estuvieran aún mas pegados el uno del otro. Silvia no recordaba haberse
sonrojado de esa forma en su vida. Pero ya ni eso le importaba, mucho menos
cuando las habilidosas manos que la sujetaban comenzaron a recorrer su vientre
como si escribieran sobre él, provocando que su piel se erizara por completo, pero
mantenía la esperanza que la tela de la ropa cubriera su bochornoso secreto.

Pepa estaba segura de que Silvia no conseguiría decodificar el contenido del


escrito que le había trazado la yema de su dedo índice sobre el vientre.

Sin embargo pudo sentirla temblar.

Silvia estremeciéndose entre sus brazos era lo mas cercano que hasta ahora había
estado de conocer la felicidad. Entonces decidió no poder más...

Y con tiernos susurros en el oído de la pelirroja, Pepa acabó con el silencio.

-Me encantas pelirroja - Silvia tembló con más intensidad y el rojo que teñía sus
mejillas, se volvió más intenso, pero permaneció en silencio y dejó que Pepa
siguiera susurrando - Cuando estoy contigo no puedo ser yo, no puedo
pensar, lo único que quiero es abrazarte, tenerte cerca y no soltarte...-

Las manos de Silvia se posaron sobre las de Pepa y en un abrir y cerrar de ojos,
sus dedos se encontraban entrelazados. Aún sin palabras, la pelirroja le confesaba
que ella se sentía de la misma manera.

Pero el sonido producido por el móvil de Pepa rompió la magia del momento y
entonces Silvia aprovechó para separarse un poco.

-No voy a contestar- Le amenazó acercándola nuevamente hasta su cuerpo.

La pelirroja sonrió como una tonta enamorada - Pepa...-Dijo como regañándola


- Puede ser importante -

La Agente Miranda observó la pantalla aún sin soltar a Silvia, sólo para encontrar
que era Lucas quien la llamaba. -Dime Lucas- Respondió de mala gana.

-Pepa tenemos algo gordo - Le comunicó preocupado - Unos italianos


hicieron un pedido complicado - Hizo una pausa - Son de la Gomorra
-Sentenció.

-¿Qué tan complicado exactamente? - Ahora sí liberó a Silvia y la mano que le


quedaba libre la posó sobre su propia mejilla.

-Quieren un paquete con cinco caramelos...- Lucas rió con sarcasmo, no


acostumbraban a dar tantos detalles por teléfono por aquello de que pudiesen
estar pinchados - Para hoy a las 10 Pepa-
Desde que iniciaron con el negocio siempre había tenido claro que la única forma
de mantenerse dentro y aspirar al crecimiento era relacionarse amistosamente con
gente influyente, era de esta manera como habían logrado llegar tan lejos y a tener
tan protegidas las espaldas. Pero desde un par de años atrás tenían el proyecto de
pactar con la mafia rusa o la italiana, de esta manera expanderían el territorio de
su poder, pero esto era demasiado, eran escasas ocho horas para conseguir cinco
riñones y ellos tenían un sistema de operaciones muy específico, no mataban de
forma aleatoria, siempre elegían a sus víctimas de forma meticulosa y sin
precipitaciones.

“Esa es la llave del éxito en nuestra organización”, era lo que siempre decía Pepa.

La ventaja de tener a un médico dentro del equipo les permitía que Decker desde
el hospital donde trabajaba investigara los historiales clínicos de pacientes que en
un momento dado habían sido ingresados y así con base a la compatibilidad
sanguínea y la seguridad de que se trataba de individuos con ambos riñones
sanos, exentos de cáncer y cualquier infección significativa que pudiera hacer
fracasar el transplante seleccionaban a la persona que sería sacrificada.

Entonces daban paso a la fase de planeación, si era chica entonces se dedicaban


a determinar sus gustos e intereses, ¿Quién podría atraerle más? ¿Lucas o
Decker? ó por qué no? ¿Quizás Pepa?, incluso Sara había colaborado ya con dos
chicas, todo fuera en pro del negocio, y cuando se trataba de un varón, el
procedimiento era exactamente el mismo, lo abordaban en algún sitio que se
prestara para entablar una amena charla y después los persuadían de forma
seductora para ir a la casa en turno que tuvieran destinada como centro de
operaciones, ahí les narcotizaban y el resto era cosa de Decker.

De contactar con algún posible cliente se encargaba Sara valiéndose de la red y


de la entrega y el trato directo con el cliente se encargaba Lucas; Pepa
simplemente era la autora intelectual, la encargada de dar las órdenes, de trazar
los planes, de dirigir al equipo. Pero a pesar de no ser ella la encargada de
inyectarles la sobredosis de narcolépticos que les daba la estocada final a las
víctimas, en su curriculum vitae como líder del crimen organizado cargaba con
varias muertes sobre su espalda, que en un momento dado habían sido necesarias
para quitar piedras de su camino.

-¿Qué se han creído esos gillipollas, qué sus putos caramelos salen en la
cajita feliz de McDonalds? - Silvia notó que se ponía demasiado tensa, nunca la
había visto así por lo que automáticamente se imaginó que eran asuntos de
“trabajo” y de cierta forma la magia terminó de extinguirse por completo.

-¿Abortamos la operación? - Sonó la voz de Lucas del otro lado del teléfono
que esperaba la orden de la jefa, de hecho el motivo de la llamada se reducía a
esa simple pregunta.
-No podemos darnos ese lujo...- Respondió con resignación - ...Dame una
hora para pensar en algo, pero llámales y diles que a las 10 tendrán listo
su paquete -

-Espero tu llamada - Fue lo último que la morena escuchó antes de tocar la


pantalla del iphone con su dedo pulgar en el rectángulo rojo que decía finalizar.

-¿Problemas? - Preguntó la pelirroja preocupada.

-Digamos que gajes del oficio, pero sí tengo que resolver unos asuntillos
un poco complicados -Respondió sin intención de proporcionar mucha
información.

-Ya, ¿No me quieres contar cierto?-

-¡Vamos Pelirroja! Que no te va a gustar lo que escuches, es mejor así -

-No Pepa, quiero saberlo- Le suplicó con esa mirada a la que la morena era
incapaz de negarle lo que fuese que le pidiera-

Respiró profundo y aceptó sin remedio - Necesito conseguir cinco riñones en


menos de ocho horas -

-Pero eso es técnicamente imposible - Silvia abrió los ojos como un par de
platos - Hay que hacer la prueba de compatibilidad de tejidos, cerciorarse
de que el tipo de sangre coincida...-

-Lo sé pelirroja, estoy hecha un lío... - Confesó angustiada - ...Pero es la


mafia italiana y a ellos no les puedo decir que no-

-¡Joder Pepa! - Levantó la voz perdiendo un poco los estribos, un poco por la rabia
de lo que ocurría, un poco por el miedo atroz que le provocaba la idea de que
pudieran hacerle algo a Pepa si no conseguía cumplir con las exigencias de la
mafia - ¿En qué coños estás metida?

-Por eso no quería que lo supieras - Le explicó con cara de “Te lo dije”

-Es que no Pepa - Cruzó los brazos y se quedó ahí mirándola con incredulidad -
Es que de verdad que lo intento, trato de imaginar que eres una persona
normal que ha tenido que vivir bajo circunstancias poco comunes, pero
¡Es que no puedo! - Sollozó entre esa última frase - ¡Es que esto me supera!-

Ante sus últimas palabras Silvia no pudo permanecer un segundo más allí y salió
huyendo de la sala de tiro, no tenía idea de qué hacer, minutos antes acababa de
aceptarse a sí misma atraída por una mujer, por una asesina y a lo mejor hasta
sentenciada a muerte, sentía rabia, rabia de haberla conocido, de haberla mirado
tan intensamente que cada una de sus facciones habían quedado grabadas en su
mente, que no podía dejar de pensarla, que le dolía, le dolía querer estar con ella y
al mismo tiempo tener que salir corriendo cada vez que lo intentaba.

15:02 horas

Ya había transcurrido la hora de plazo que le pidió a Lucas, pero ninguna idea de
calidad había surcado por su cabeza, que para variar ya comenzaba a dolerle, si
seguía sometida a tanta presión esa maldita vena iba a estallarle. Decker había
conseguido rastrear a varias personas con tipo de sangre A+, que por fortuna
pertenecía a uno de los grupos sanguíneos más comunes y por lo tanto más
fáciles de encontrar. Pero a pesar de ser jueves, un atractivo día para salir de
marcha, la mayoría de los resultados arrojados por el ordenador indicaban que
eran menores de edad, así que cazarlos en un bar quedaba descartado.

El resto tampoco parecían ser buenos candidatos, por una u otra razón no
cumplían con los requisitos para ser seleccionables, y eso era normal, ¡Roma no
se construyó en un día!, y en este como en todos los trabajos, pero sobre todo en
este, “El que se precipita pierde”, esa es la regla de oro.

¡Pero es la Gomorra coño! - Se repetía para sus adentros una y otra vez.

Es que si le hubieran dado un plazo más largo, ¡Pero no!, esos cabrones lo querían
ahorita, y estaba segura que la estaban poniendo a prueba, si aprobaba se
convertiría en una de sus principales aliadas, contaría con su protección y su
entera confianza, ¿Qué mas podía pedirle a la vida una traficante de mediana
monta?, ¿Y si no lo conseguía? ¿Y si defraudaba a la mafia? No quería ni
imaginarse lo que le ocurriría.

Una media hora antes, el Agente Curtis Naranjo había aparecido por su oficina
entregándole una enorme bolsa llena de pelotas blandas anti-estrés rellenas de
arena. Las había mandado traer conocedora de que las iba a necesitar.

Tomaba una bola, la presionaba con fuerza una y otra vez hasta deformarla,
entonces la cabeza le punzaba, la sacudía una ola de mal humor y la lanzaba
contra la puerta, que fungía como tablero para que rebotara en ella y cayera justo
en el cesto de basura.

Escuchó que alguien llamaba a la puerta y se alivió un poco al pensar que era Rita
con los comprimidos de ketorolaco que le envió a conseguir a enfermería, para
aminorar su jaqueca.

-Pase- Ordenó forma circunspecta.


La puerta se abrió y entonces una cabeza pelirroja que adornaba su rostro con una
bella sonrisa se asomó.

-Tengo buenas noticias - Informó Silvia emocionada, se introdujo en el despacho


y cerró la puerta - Un autobús interurbano acaba de estrellarse contra un
trailer y según lo que escuché hay un montón de muertos, si mueves tus
influencias y logras que el juez te autorice para abrir algunos cuerpos,
pues ya tenemos los riñones-

Pepa la miró sorprendida, ¿De verdad Silvia pensaba ayudarla? - Pero fue un
accidente de tráfico Silvia, ¿Qué excusa le vamos a dar a las familias?-

-¡Vamos Pepa! Que eres agente del CNI - Hizo una nota mental de que ni
siquiera sabía si lo era, vamos que perfectamente podría ser agente del CNI y ser
traficante al mismo tiempo, tenía mucho sentido - Puedes argumentar que fue
un accidente lamentable pero que ocurrió bajo circunstancias muy
extrañas, que tienes el presentimiento de que les narcotizaron con algún
inhalador para que se quedaran dormidos y robarles, y que el efecto
alcanzó al chofer-

Pepa la miró estupefacta - ¿Es broma no pelirroja?

-¡Joder Pepa! Que podrá sonar todo lo absurdo que tú quieras, pero nadie
va objetar una orden dictada por Inteligencia Nacional-

La morena no estaba muy segura pero tampoco era que a ella se le hubiese
ocurrido una idea mejor, asintió con seriedad - Vale pues voy a llamar a
Marina-

-Perfecto- Sonrió complacida con los labios y con la mirada - Necesito que
llames a tu médico de confianza porque yo sola no voy a poder con todos
los cuerpos y disponemos de muy poco tiempo - Dijo mirando el reloj.

Por un instante Pepa se sintió tremendamente contenta, ¡De verdad Silvia le iba a
ayudar! Iba a saltarse todo el protocolo por ella, ¡Sólo por ella!

22:07 horas.

Silvia entraba sigilosamente en el despacho de su padre, afortunadamente para su


causa, conservaba una copia de la llave - “Por cualquier cosa que pueda suceder
quiero que la tengas” - Recordó la voz de Don Lorenzo proporcionándole ese
duplicado que iba a ser utilizado esa noche por primera vez.

El asunto es que la Comandante Salgado acudió a un muy amigo suyo, quien al


tener conocimiento de que la petición por parte de un Agente colaborando en la
Comisaría de San Antonio, para abrir a varios de los cuerpos que habían perdido la
vida en el accidente, era respaldada por Marina, no tardó ni dos segundos en
firmar la orden.

Les autorizaron llevar a cabo doce autopsias, Entre Silvia y Decker agilizaron el
procedimiento de los análisis correspondientes y los resultados fueron bastante
favorables, ya que al menos siete de los posibles candidatos les serían útiles.

Alrededor de las siete de la noche Pepa se encontró con Lucas en la casa de este,
haciéndole entrega de cinco maletas, cada una contenía una hielera con su
respectiva cantidad generosa de hielo y su riñón.
Mientras tanto Silvia y Decker se quedaron en el CSI trabajando con los
cadáveres. Primero rociaron un poco de cloroformo en los pulmones de los
cuerpos con un inhalador, y posteriormente extrajeron una muestra del pulmón
para presentar las evidencias necesarias que justificaran la autopsia.
Posteriormente suturaron y listo, absolutamente nadie se imaginaría que los
habían utilizados para practicarles una nefrectomía.

Alrededor de las nueve llegó Pepa mucho más tranquila, la verdad es que había
pasado el día sin poderse relajar, esperando que en cualquier momento surgiera
alguna dificultad, pero la verdad es que por descabellado que pareciera, el plan de
la pelirroja había salido a la perfección, ya solamente faltaba que Lucas entregara
el pedido y les montara la escenita cursi “De ninguna manera podemos recibir su
dinero, para nuestra organización no existe mayor gratificación que contar con el
apoyo y la protección de la suya” - Era la frase memorizada que Lucas le soltaba
siempre a la gente importante de la cual sabían más adelante obtendrían un
beneficio.

En punto de las diez, Lucas llamó a Pepa solo para pronunciar un escueto pero
significativo “Está hecho, todo resultó perfectamente”. La morena complacida colgó
y entonces faltaba romper el último eslabón de la cadena de obstáculos que
pudieran arruinar sus planes.

Habría que robar la cinta que grababa los movimientos del CSI y las llaves para
accesar al cuarto de audiovisuales solamente las podían obtener de un cajón
ubicado en el despacho del Comisario.

-Las tengo - Le informó Silvia a una Pepa que se había quedado en el pasillo
montando guardia.

-Perfecto- Sonrió la morena

-Ahora vayamos y rompamos esa cinta, que parezca que el aparato la


mordió - Le insinuaba a Pepa su plan entusiasmada, mientras ambas
comenzaban a tomar camino rumbo al cuarto donde se encontraba el cerebro de
las cámaras de seguridad.

-Pelirroja...- Pepa sonrió complacida - ...Que...¡Ahora somos cómplices!


CAPITULO VII : EL FLASH DE UN DELIRIO.

Sin temores, sin complacencias, sin desfallecimientos; insensible a los


halagos o las amenazas y ajeno a las pasiones o a los intereses que se
agitan en torno a los asuntos sometidos a su consideración, el perito
médico debe vivir siempre en la verdad y defender lo que él sabe cierto
y justo. Nunca debe olvidar que "ciencia sin conciencia no es más que la
ruina del alma."
Esas habían sido las palabras que cerraron el discurso del director de la Facultad
de Medicina cuando Silvia concluyó la especialidad en Médico Forense.

Seguro que cuando recibió su título unas lágrimas producto de la emotiva


ceremonia rodaron por sus mejillas y juró solemnemente no olvidar nunca aquellas
palabras, llevarlas a la práctica enalteciendo el apellido Castro y fungiendo como
digno ejemplo para futuras generaciones.

Un hombre más realista, el Doctor Alfonso Quiroz Cuarón, decía que esos votos
eran imposibles de ponerse en práctica ya dentro de un contexto real, desde su
perspectiva, ningún individuo puede reunir de forma simultánea todas las
cualidades mencionadas en el anterior discurso.

Por lo que elaboró una clasificación con los cinco tipos de personalidad que puede
tener un Médico Forense:

a. EL INEPTO. Es él más frecuente. Se dan de dos formas de manera reiterada, a


una observación superficial: La ineptitud por inteligencia deficiente y la
ineptitud por falta de preparación.

b. EL TÍMIDO, INDECISO, TITUBEANTE Y DÉBIL. Por su sugestibilidad no se


atreve a resolver los problemas que se le plantean: A la razón se imponen
los sentimientos. Se cree bondadoso, cuando la realidad es que es débil o
ignorante.

c. EL SERVIL. Su rasgo dominante es la adulación: es un sujeto inferior que utiliza


este recurso de la sumisión como instrumento para ascender socialmente.

d. EL RUTINARIO. Es el clásico "funcionario buen padre de familia", empleado


formalista y cumplido que evita todas las fricciones y los choques, que en el
trabajo es rígido y frío, pero que en el hogar se transforma en padre y
esposo tierno y solícito. Son conservadores.

e. EL NEURÓTICO. Siempre es un débil emocional y laboral, socialmente


desajustado, lo que habitualmente le produce serias dificultades; En
ocasiones, inteligente y brillante. Generalmente Homosexual. Sus
perturbaciones emocionales y aun instintivas lo hacen doblemente peligroso.

"Y el Neurótico lucha en vano durante años


por convertirse en un ser rutinario"

23:25 HORAS
Suspiros, susurros y lágrimas atrapados en la almohada de una pelirroja que se
mantiene despierta persiguiendo un sueño que es la fuente de su propia
destrucción, un maldito sueño que significa la muerte de su integridad, la
decadencia de su voluntad, la sumisión ante las pasiones más bajas, la rendición
ante sus instintos.

¿Es esto el fin del mundo ó es tiempo de presenciar un milagro?

El milagro de la vida, de la luz...De la libertad.

Da vueltas por toda la cama, no encuentra posición, experimenta la incomodidad


propia del saberse atrapada en esa red que Pepa le ha tejido con sus habilidosas y
tersas manos, obsesionada por no caer en la tentación y al mismo tiempo se
descubre a sí misma intentando reunir la fuerza necesaria para deshacerse de
aquellas sábanas que la mantienen cautiva a esa cama que le asfixia, que le hiela
y al mismo tiempo le quema.

Bendita contradicción.

Quiere jugar porque le gusta, quiere parar porque se asusta, en ese momento ella
es el juego, ella es la pelota que se disputan dos equipos contrarios a patadas, es
la cuerda estirada brutalmente por dos fuerzas. Se da cuenta que ya no puede
estar en medio porque duele, tiene que decidir, la balanza debe ceder, inclinarse
ante una de las dos o entonces es ella la que va perder.

¿Pero cómo va a estar perdida si no tiene ni puta idea de a donde ir?

Con la mirada clavada sobre el techo, buscando por una señal entre las sombras,
algo que le ayude a olvidar la verdad. Una verdad que se ha convertido en un
pensamiento constante e hiriente, una verdad que hubiese preferido ignorar mil
veces, pero que existe y no la puede borrar.

Pero un último pensamiento llega a su mente después de todo ese remolino de


ideas sin ton ni son, “Esto no es el final y el mundo está en nuestras manos”

-¡Mierda! - Masculló en voz baja y se levantó de golpe.


Se deshizo de la pijama veraniega en color gris, aún cuando sus pensamientos
estaban un poco borrosos, no sabía si por el hecho de haber estado acostada o si
era el momento de euforia que se había colado súbitamente por todo su cuerpo,
pero sus actos carecían de cualquier atisbo de coherencia.

Encendió la luz desde la lámpara colocada sobre su mesita de noche junto a la


cama y recogió de la alfombra los vaqueros de color azul obscuro que había
dejado tirados antes de meterse en la cama, era increíble...Sobre todo cuando se
reconocía a sí misma como obsesiva del orden y la limpieza...Ya llevaba cuatro
noches así, era como si ninguna otra cosa de lo que sucediera en su entorno le
importara...
Ahora tenía una nueva obsesión que se encargaba de mantener ocupados sus
pensamientos y preocupaciones de tiempo completo.

Tenía que sacársela de la cabeza, se puso la misma ropa que había portado un par
de horas antes y se percató de que su blusa aún conservaba el aroma de Pepa,
entonces imágenes de lo ocurrido en la sala de tiro llegaron a su cabeza.

-Tengo que salir de aquí antes de hacer una locura - Pensó en voz alta luego
de que se pillase a sí misma con el móvil en la mano contemplando el número de
Pepa.

Se enfiló hacia la puerta con las llaves del carro en la mano, quería hacerlo una
vez más, correr, correr y correr, como si de esa manera pudiera arrancarse todos
los recuerdos y las sensaciones que no la dejaban dormir, ni vivir, ni trabajar, ni
concentrarse en otra cosa, simplemente no la dejaban estar.

Para su desgracia, la noche estaba lluviosa, podría manejar por un rato sin rumbo
fijo, pero definitivamente no podría correr.

Condujo por las calles desiertas de Madrid cerca de quince minutos a una
velocidad bastante moderada, la lluvia no cesaba y sus pensamientos tampoco, así
que en uno de sus típicos impulsos frenó su recorrido y aparcó el coche.

Abandonó el vehículo completamente desabrigada, ni siquiera traía una chaqueta,


mucho menos un paraguas, pero de poco le importó, comenzó a dar pequeños
pasos sin dirección. Cerró los ojos y se dedicó a sentir las gotas de lluvia que
golpeaban con fuerza y empapaban su piel.

Abrió los ojos y sonrió. Cuando era niña le encantaba mojarse, pero su padre
siempre la reprendía, así que conforme fue creciendo reprimió los deseos de
disfrutar las tardes lluviosas porque podía pescar un resfriado, de brincar encima
de los charcos porque arruinaría sus zapatos...Entonces recordó aquél
pensamiento que la hizo saltar de la cama como un resorte, esto no era el final y el
mundo estaba en sus manos.

¡Adoraba el olor a tierra mojada!


Continuó disfrutando de cada sensación, regodeándose con el momento, esa
noche no habría supervisión adulta, podría ser completamente libre si de verdad lo
deseaba.

“El miedo a la exclusión, miedo a no pertenecer a nuestros grupos de


referencia o miedo a pertenecer a aquellos que menospreciamos, en
muchos casos, sin objetividad alguna, eso es lo que nos aleja de la
LIBERTAD”
<

FLASHBACK

-Las tengo - Le informó Silvia a una Pepa que se había quedado


en el pasillo montando guardia.

-Perfecto- Sonrió la morena

-Ahora vayamos y rompamos esa cinta, que parezca que el


aparato la mordió - Le insinuaba a Pepa su plan entusiasmada,
mientras ambas comenzaban a tomar camino rumbo al cuarto
donde se encontraba el cerebro de las cámaras de seguridad.

-Pelirroja...- Pepa sonrió complacida - ...Que...¡Ahora somos


cómplices!

-Yo no lo veo así - Se puso seria reflexionando en lo que había


hecho - Más bien me concentro en la idea de que salvé cinco
vidas-

-Ya - Sonrió- ¿Y yo no tuve que ver ni un poquito en eso? -


Preguntó Pepa con voz de niña pequeña

-Sabes que sí - Reconoció algo avergonzada, pero aprovechó que


ya estaban en la puerta del cuarto que buscaban para meterse y
darle la espalda.

-Entonces somos cómplices - Le insistió para observar su


reacción

-Pero eso no es nuevo Pepa - Se giró para mirarla de nuevo - Si


desde que te conocí no he hecho otra cosa más que violar todas
las reglas del protocolo, mandar a tomar mi ética por culo, ¡Es
que cuando estás tú cerca yo ni siquiera soy capaz de pensar por
mí misma joder, que has acabado con mi voluntad! - Le reprochó
y le dio la espalda de nuevo para sacar el cassette del apartado
que decía CSI.

-Pelirroja - Se quedó mirándola con formalidad, a pesar de que


únicamente tenía la perspectiva de su espalda, como si no
tuviera la capacidad de reunir el valor necesario para hablar - Lo
que te dije en la sala de tiro...-

-¡Coño Pepa! - La interrumpió con brusquedad mientras


desgarraba la cinta - Que no es el momento - La volvió a mirar.
-¿Y cuándo vamos a tener ese momento para hablar?-

-Cuando dejes esa vida de mierda que llevas- Dijo cerrando la


puerta, y comenzando a caminar por el pasillo.

-¡Joder Silvia!-

-Me voy a casa- Respondió secamente.

-Tú también mataste a un hombre - La frase de Pepa la hizo parar


en seco y volverse hacia ésta - Yo te he entendido a ti sin
juzgarte, ahora solamente te pido que lo hagas tú conmigo-

-No es igual - Agachó la cabeza - Lo mío fue homicidio


imprudencial - Se excusó.

-Pero homicidio al fin y al cabo-

-¡Pepa que yo no planeé las cosas así como tú haces! - Se


justificó de nuevo llegando al aparcamiento.

-¿Por qué no te pasas por mi piso y cenas conmigo ? - ¡Mierda!,


había olvidado la cena con Lucas y Sara.

-¡Que no! ¡Que es una locura! ¡Que no voy a cenar contigo! -


Menos a solas, pensó para sí.

-Te lo pido como un favor- Sacó un bolígrafo del bolsillo de la


bata de Silvia
- Tenemos muchas cosas que decirnos- La tomó de la mano
provocándole que la blancuzca piel del brazo se erizara por
completo y le anotó la dirección del apartamento en la palma.

-Por si llegaras a cambiar de opinión - Fue lo último que pudo


decir Pepa con los hombros encogidos, antes de que Silvia
arrancara su coche y desapareciera de allí-

<

-Ten cuidado con lo que me pides Pepa, porque ya no puedo decirte que
¡No! - Susurró para sí misma.

23:58 horas
Ojalá "Cambiar una vida de mierda" fuera tan simple como traer una cubeta con
agua y pasarle el trapeador al pasado, entonces desaparecerían los pecados y los
errores. Desafortunadamente las etiquetas son limites que nosotros mismos le
ponemos a nuestras expectativas, no se pueden lavar, son las huellas que
dejamos impregnadas en el arma homicida, con la diferencia de que estás no se
pueden borrar.

VOZ EN OFF -No importa lo que haga para cambiar, ni cuanto me


esfuerce en ello, Para las demás personas, pero sobre todo para ella
siempre me reduciré a una simple asesina.

Estaba sentada en el sillón blanco de tres plazas que tanto le reconfortaba, al


menos en el aspecto físico, nada disfrutaba más después de un día tan ajetreado
que llegar a casa, servirse una copa, la cual dependía enteramente del humor de
su antojo y entonces podría quedarse ahí durante horas contemplando la porquería
que tenía por vida.

¿Cómo había comenzado todo? ¿Cuándo tenía ocho años? ó ¿Fue después, a los
catorce?. Podría ser que a los ocho los caprichos del destino le hubiesen
arrancado la típica sonrisa que esboza cualquier niña de la edad con el simple
hecho de saber que llega la navidad y que el día de reyes se avecina. Ella perdió
esa ilusión justamente un 22 de Diciembre.

¡Odiaba las fiestas decembrinas!

La verdad es que evocaban recuerdos muy amargos, pero a pesar de que nunca
volvió a dejar una carta debajo del árbol los días cinco de Enero por la noche,
como pudo se fue levantando, mirando hacia adelante, siempre apoyada en su
hermano Paco, quien era como su mejor amigo y ¿por qué no? También una
especie de padre. Ya que ambos habían quedado huérfanos cuando Pepa aún era
muy pequeña.

De su madre conserva muy pocos recuerdos en realidad, algunas veces las


imágenes aparecen en su cabeza, pero no está bien segura de si en verdad
ocurrió ó si se trata solamente de la memoria de un sueño.

Por un momento pudo notar como sus ojos se humedecían ante la impotencia de
no poder hacer si quiera una descripción física de su madre, le dolía tanto que
siempre se negaba a mirar los álbumes fotográficos. El Psicólogo que la trató sin
éxito durante la adolescencia le diagnosticó “Trastorno Disocial de la
Personalidad”, basándose en supuestos síntomas que la morena manifestaba ya
desde aquella época.

“No eres una Psicópata Pepa”, le decía siempre intentando suavizar la


situación y después proseguía con la parte teórica y explicativa, “Lo que me
inquieta es tu falta de empatía, eres irresponsable y no tienes el menor
respeto por las reglas sociales, por el contrario, parece que te empeñaras
en romperlas, no te detienes a pensar en las consecuencias de tus actos
y ni siquiera es tu impulsividad lo que me preocupa, sino el inexistente
temor al castigo, a la culpa, ese descarado cinismo tuyo con el que te
presentas aquí y me cuentas todo lo que has hecho durante la semana
con completa frialdad, eres incapaz de establecer relaciones
interpersonales en la que involucres lazos afectivos, únicamente utilizas
a la gente y cuando percibes que ya no te son útiles para tus fines te vas
y te alejas, muchas veces lastimas a la que gente que te quiere, y esos
episodios tuyos de violencia...” Entonces él negaba con la cabeza.

“Tus actos ahora no son tan graves, pero si no te atiendes como es


debido, tu trastorno puede degenerar en una personalidad Sociopática, y
entonces te estarías condenando a pasar el resto de tu vida tras las rejas
o huyendo de la justicia por dar rienda suelta a tus actos delictivos”

Y que razón tenía aquel hombre.

Él decía que todo estaba en un bloqueo emocional que solamente podría romper si
era capaz de explotar y dejar salir todos aquellos sentimientos reprimidos que tenía
en relación a la muerte de sus padres. ¡Comenzar a llorar sería un buen
inicio! ¡Llorar no es malo, algunas veces ayuda depurar el alma! Pero ella
simplemente no podía.

Se había jurado no volver a romper en llanto nunca más, no mostraría signos de


debilidad ante nadie.

Desde los seis años le detectaron a su madre cáncer en un riñón, desde entonces,
los pocos recuerdos que le quedan de ella, era la expresión de su rostro siempre
triste, siempre tendida en una cama, siempre yendo y viniendo del hospital,
quejándose por los fuertes dolores. La quimioterapia no funcionó, únicamente le
averió otros aspectos de la salud que le provocaban malestares todavía mayores.

Entonces le extirparon el riñón averiado, bajo la advertencia del médico de que la


posibilidad de que la metástasis invadiera al riñón sano era bastante probable,
pero tampoco tenían muchas opciones, ya que la lista de pacientes en espera de
un donador era tan grande, que aunque en esas épocas hubiera habido
abundancia de donantes, de todas maneras su madre no hubiera alcanzado a
recibir uno.

Una tarde, recuerda que su padre se reunió en la sala de la casa con otro hombre,
ella y Paco los espiaban desde la cocina y escuchaban como aquel tipo le
comunicaba a su padre que tenía un riñón, que habían hecho pruebas y era
perfecto para salvarle la vida a su mamá, pero a cambio quería $200,000 dólares.
Su familia siempre fue gente sencilla, vivían dignamente pero sin lujos y no tenían
ni una cuarta parte de esa cantidad ahorrada. Durante lo siguientes días, su padre
estuvo bajo mucha tensión, siempre desplazándose de un lado a otro, intentando
conseguir un préstamo, el cuál le denegaron más de cuatros veces.
Hasta que alguien con el suficiente poder adquisitivo para salvar su propia vida, se
quedó con ese riñón y no solamente eso, se quedó con las ilusiones de una familia
entera, con sus propias sonrisas y con la vida de su madre.

Entonces, al cumplir los ocho años de edad, la vida le enseñó su primer gran
lección: “La supervivencia le corresponde al más fuerte” “El débil es débil y por
tanto no tiene derecho a vivir”

Radical, fuerte y triste para formar parte de la ideología de una pequeña de su


edad, pero cierto.

Su padre cayó en depresión, “Se amaban demasiado”, y él era demasiado débil


para perderla, para verla morir de forma lenta, para contemplar su agonía...Así que
un par de días después ¡El muy cobarde se pegó un tiro!, dejándolos solos a ella y
a Paco, quien a pesar de ser trece años mayor que ella, tuvo que abandonar sus
estudios para dedicarse a trabajar y mantenerla. Ahí recibió su segunda gran
lección : “El amor, si es que existe, es condenadamente egoísta”

Dos meses después su madre al fin pudo descansar.

Hubiera seguido ahí tendida en el sofá rememorando la basura que había sido su
completa existencia, pero el sonido del timbre hizo que Pepa dejara su copa de
tinto sobre la duela de madera y se dispusiera a abrir de mala gana ¿Quién
demonios podría estar llamando a la puerta a las doce de la noche? ¿Otra vez la
pareja de tórtolos que querían una explicación? ¡Pues vale! se las iba a dar, no fue
a cenar con ellos porque simplemente no se le dio la gana y punto, porque estaba
perdida, porque estaba mal, porque la pelirroja la abatía, porque lo único que podía
desear era beber y beber a ver si entonces lograba anestesiar a los bichitos que se
rehusaban a detener el incesante revoloteo.

Pero para su desgracia, solamente obtuvo el efecto contrario y no sólo eso, sino
que había terminado pensando estupideces, evocando recuerdos que le hacían un
infinito daño, que terminaban de marchitar el pequeño trozo que aún le quedaba
con vida dentro del alma.

Respiró profundamente, no sería fácil confesarle a esos dos que estaba hecha una
piltrafa humana por la culpa de una hermosa pelirroja desequilibrada que a ratos la
quería y la mayoría del tiempo salía huyendo despavorida. Por un breve instante
cerró los ojos con fuerza, ¡Dios! ¡Eso dolía! Desear tanto a alguien y no poder
tenerle…Intentó olvidarse de su evidente mal humor y abrió la puerta sin siquiera
reparar por la mirilla.

Entonces abrió los ojos como un par de platos...

¡Ahí estaba ella!


La causante de toda su confusión, de todo ese dolor en el pecho; Era Silvia, estaba
empapada, sus rizos se empalmaban unos con otros para formar solamente unos
cuantos rulos de buen grosor.
"Y tú solamente te quedas ahí parada y me miras,
mientras mi mundo se desbarata"

No pronunciaron palabra, la verdad es que aunque hubiesen querido hablar no


tenían la menor idea de lo que debieran decir, así que la pelirroja simplemente
avanzó con pequeños y lentos pasos al interior del Piso.

Pepa entró detrás de ella y una vez que había dejado la puerta bien cerrada, se
animó a preguntar…

-¿Qué haces aquí? ¿Estás bien? - La verdad es que se encontraba


tremendamente sorprendida por lo que había vivido en los últimos treinta segundos
y luego verla así, empapada de pies a cabeza...

Silvia no respondió, La verdad es que no estaba nada bien, no podía estar bien,
pero había llegado hasta allí privada de la cordura solamente para cumplir con su
sueño.

Y Pepa era su puto sueño.

Había intentado una y otra vez dejarla ir, ¡Pero es que ya era adicta a ella!

Se acercó lenta y tímidamente a la morena, deseaba sentir el calor de esas


mejillas entre las yemas de sus dedos que estaban congelados por la baja
temperatura de ahí afuera.

Pepa se rindió, olvidó sus preguntas y permitió que las trémulas palmas de la
pelirroja se posaran sobre su cara. Se percató que los párpados de Silvia se
habían cerrado por completo y que a cada caricia brindada en las facciones de su
rostro, las manos de la mujer de sus sueños, emitían un espasmo más intenso, y
eso la hacía sentir tremendamente idiotizada, además de que bueno, era obvio que
en esas circunstancias el alcohol no era de gran ayuda, la bloqueaba, le nublaba
las palabras en la mente…Y Silvia que no dejaba de recrear cada uno de sus
sentidos con el rostro de Pepa, la tocaba, la miraba, respiraba muy cerca de su
cabello, se acercó a su oído y entonces por primera vez, la Inspectora Castro,
probó el sabor en la piel de una mujer, no había conseguido resistirse y por mero
acto reflejo había depositado una sensual caricia con el ápice de la lengua en el
lóbulo de la oreja de Pepa, como si quisiera susurrarle algo pero simplemente no
se atrevía.

Entre más despacio intentaba respirar la morena, su corazón se revelaba,


reclamaba con más fuerza y palpitaba cada vez con mayor rapidez, aclamando por
los brazos de la pelirroja que aún no osaban a estrecharla contra su cuerpo.
Pero la distancia entre ellas era tan corta, que Silvia consiguió sincronizar los
latidos de aquél inquieto corazón con los suyos.

Pepa pudo sentir ese par de corazones expresándose a la par, conversando en


perfecta armonía y entonces, una vez más la Inspectora Castro rehuyó ese
contacto tan directo de piel contra piel y se separó unos escasos centímetros, los
suficientes para poder quedar de frente la una con la otra.

-Eres preciosa. - Dijo Silvia con la voz tenue y entre cortada - ...No puedo dejar
de mirarte- Las mejillas de la pelirroja se tiñeron del color de su cabello.

Se miraron fijamente con los ojos muy abiertos y entonces Pepa intentó decir algo
en respuesta a las palabras de Silvia, pero ésta negó con la cabeza y le acomodó
tiernamente una mano entre sus labios.

La pelirroja sonrió, entonces Pepa se paralizo porque en la sonrisa de esa mujer


estaba depositando su vida entera y sólo atinó a besar con dulzura esa mano que
acariciaba sus labios.

Silvia lejos de paralizarse, sintió una fuerza que se apoderaba de todo su cuerpo,
no le permitía pensar, sólo sentía, sentía taquicardia, sentía literalmente fuego que
incineraba su sangre para apoderarse del control de su Sistema Nervioso Central
y entonces se bloqueó, se dejó invadir por el impulso, por el sentimiento, por los
consejos extraídos del corazón y posó nuevamente ambas manos sobre el rostro
de Pepa, cerró los ojos y acercó lentamente su rostro al de la morena.

Sentía que iba a estallar, nunca había vivido algo similar, entonces le acarició la
nariz con la suya, y así... A escasos milímetros de sus labios, abrió los ojos…

La contempló en completo silencio, los gestos de avidez dibujados en su cara le


encantaban, no era ninguna exageración cuando le dijo que era preciosa y no
podía dejar de mirarla.

Tomó una de las manos de Pepa entre las suyas para depositarle pequeñas
caricias en el dorso, trazar líneas abstractas a lo largo de su palma, y entonces la
sintió tiritar ligeramente, detalle que le fascinó y terminó por contagiarla.

Ahora las dos temblaban.

Sonrieron apenadas.

Pero lejos de interrumpir su labor, la pelirroja incrementó sus ganas de seguirla


tocando, de seguirla sintiendo. Jugueteaba con los dedos de la morena, quien no
se movía, simplemente se dejaba hacer, se dejaba consentir, se dejaba querer...Y
Silvia que manipulaba esa mano como a un títere, enredaba sus dedos con los de
Pepa y le dejaba ligeras cosquillitas hasta que tiró un poco de esa palma y la guió
para que se situara con gentileza sobre su cara.
Nuevamente cerró los ojos para deleitar la gélida piel de su rostro con la calidez y
la suavidad de las caricias de Pepa.

Pepa que no había sido incapaz de abrir los ojos desde que Silvia se apareció para
sumergirla de lleno en ese onírico universo, era capaz de mirar a través de Silvia,
podía observar esa pasión desesperada desbordándose por sus venas, sus
arterias, sus tejidos y buscando la salida por cada uno de los poros de su piel.

La pelirroja sustituyó los dedos y le encomendó la labor de estos a sus labios para
que comenzaran a repartir tiernos besos por cada uno de los milímetros de piel
que cubrían la mano de Pepa, quien sentía esos labios fríos acariciando sus
palmas, y poco a poco los besos se fueron recorriendo hacia los dedos.

Pepa sufrió una descarga eléctrica fulminante en la boca del estómago cuando
sintió los labios de la pelirroja envolviendo la punta de su dedo indice, primero con
timidez, con labios fríos y espasmódicos, pero que poco a poco fueron tomando
confianza y con el movimiento del propio dedo de Pepa que se sumergía y emergía
de la boca de Silvia, entraban gradualmente en calor.

La pelirroja tuvo la sensación de estar en casa.

Ninguna de las dos lo externaba, pero ambas sopesaban la misma idea...

¿Era todo esto lo que parecía o se trataba únicamente del flash de un delirio?

Las manos de Pepa se enredaron en ese cabello rojo que tanto le enloquecía.

La boca de Silvia liberó al dedo de la morena. -Me encanta eso que haces con
mi cabello - Confesó la pelirroja entrelazando de nuevo sus dedos con los de
Pepa y sintiendo en ellos la humedad de su propia saliva.

De nuevo se encontraron con los ojos abiertos, sonriéndose como un par de


tontas, los brazos de Pepa rodearon una vez más el cuerpo de Silvia para fusionar
de nuevo ese cuerpo contra el suyo, pero el sonido del móvil de la forense las
interrumpió.

La Inspectora Castro dio un par de pasos hacia atrás intentando recuperar su ritmo
cardíaco y sacar el móvil del bolsillo de sus vaqueros. Vio el nombre de su padre
en la pantalla.

-No lo cojas - Le suplicó Pepa

Silvia obedeció, entonces reparó en que estaba escurriendo, que había varias
gotas de agua sobre la madera del piso y que Pepa estaba empapada por su
culpa. - Creo que acabo de arruinar tu duela - Le dijo apenada.

-Compraré una nueva - Se encogió de hombros sin apartar su vista de la


pelirroja.
Entonces fue el móvil de Pepa el que sonó esta vez.

-Seguro es importante - Comentó resignada al mirar que era el Comisario


Castro quien la solicitaba.

Tomó la llamada sin remedio.

-Dígame Comisario - Asumiendo el Rol de Agente Miranda.

-Buenas noches Miranda, sé que no son horas pero es importante...- Le


dijo Don Lorenzo.

-Está bien, le escucho...-

-Hemos encontrado el cadáver del Inspector Montoya, solamente


necesito localizar a Silvia para que haga la autopsia y corroborar que fue
Enrique Martinez quien lo asesinó - Explicó Don Lorenzo con un atisbo de
tristeza, provocado por el cariño tan grande que había sentido por Gonzalo.

-Salgo para Comisaría de inmediato - Respondió Pepa esbozando una gran


sonrisa. Ahora sí, el escenario estaba puesto para deshacerse del Inspector
Trujillo.

Finalizó la llamada y dirigió su mirada a la pelirroja, la pilló con la cabeza recargada


en la pared, podía escuchar al silencio pregonando su culpa.

¿Estás bien? - Le preguntó Pepa preocupada.

Silvia no respondió, únicamente se limitó a negar con la cabeza.

El móvil de la pelirroja volvió a sonar.

-Tómale la llamada a tu padre, es importante, y si no lo haces se va a


preocupar-

Silvia obedeció nuevamente y respondió el teléfono. Sostuvieron una conversación


muy similar a la que él acababa de tener instantes atrás con Pepa.

-¿Nos vamos? - Le propuso la morena al tiempo que cogía una chaqueta negra
de piel que estaba mal acomodada en el mismo sillón donde había estado
recostada.

La pelirroja se limitó a asentir, se notaba que no tenía muchas ganas de hablar y


entonces Pepa comprendió que debía darle su espacio, pero a diferencia de los
encuentros anteriores, ahora sí estaba segura de algo...

Silvia sentía algo muy intenso por ella.


27 de mayo, 03:37 horas.

El cesto de basura se encontraba lleno hasta el tope de pelotas anti-estrés, y


seguían cayendo, una tras otra, entonces comenzaron a desbordarse y tres bolas
rodaron por el piso, provocando que la persona responsable de ese pequeño
desastre se levantara de su silla.

-Creo que necesitaré un bote más grande - Habló para sí misma al tiempo
que recogía las bolas del suelo. Acto seguido, tomó el contenedor de basura y
vertió los esféricos objetos al costal donde pertenecían.

La morena estaba demasiado tensa y la verdad es que no era para menos, la


Inspectora Forense encargada del área científica de la Comisaría de San Antonio,
Silvia Castro León, la estaba volviendo loca, ¡No la entendía! Se acercaba y la
hacía experimentar sensaciones que en su puta vida imaginó que pudieran
siquiera existir, la tocaba de una manera que ¡Dios! Habría tenido que estar
literalmente constituida de hielo en lugar de carne, huesos y sangre para no
excitarse de la manera tan patética en que lo había hecho tan sólo unas horas
antes en su apartamento.
Silvia empapada de pies a cabeza con esa carita tan hermosa que tenía ella y
luego su mirada de lobito bueno, tan triste y tan perdido...Y esa manera como sus
labios habían abusado a placer de sus dedos, besándolos con ternura, luego
lamiéndolos con lujuria, y sus hormonas a mil, despiertas, rebeldes, exigiendo más
y ahora la pelirroja la evitaba.

¿El recuento de los daños?: Se empeñó en llegar a Comisaría por separado, cada
quien en su respectivo carro y tres mensajes de texto vilmente ignorados.

VOZ EN OFF - ¿A qué estás jugando pelirroja? Tus ojos me dicen que
sientes algo por mi, ¡Joder! Pero es que no solamente tus ojos, todo tu
cuerpo, si siento como tiemblas cuando te toco y ahora estoy segura que
no es por miedo.
¡Contrólate Pepa! Tiene miedo, dale tiempo, tienes que ser paciente...

-Seré paciente - Se dijo a sí misma al tiempo que llenaba de aire sus pulmones.

Llamaron a la puerta. Ese seguro sería Don Lorenzo con los resultados arrojados
por la autopsia, entusiasmado con lo rápido que avanzaba el caso.

-Pase - Ordenó con una sonrisa, la verdad es que ese hombre le gustaba como
suegro.

-¡Miranda! - Exclamó El comisario Castro, como siempre, no importaba la hora, ni


la temperatura, él siempre impecable, con elegante traje y corbata - Ya tenemos
las pruebas de que Enrique Martinez asesinó al Inspector Montoya,
seguramente investigando a ese cabrón podremos dar con más
nombres-

-Creo que deberíamos comenzar con interrogar a Trujillo - Pepa lo miró con
seriedad - Estoy segura de que ese hombre es pieza clave en todo esto -

-Pero tú misma lo dijiste Pepa - La tuteó en un momento de confianza - Una


tarjeta de presentación no es una prueba contundente -

-Solamente le pido un par de días Comisario para encontrar algo


concreto en su contra, Marina ya lo está investigando, estoy segura que
algún cabo debió dejar suelto - Negó con la cabeza - No es tan listo como
pretende hacernos creer-

-Está bien Miranda, la verdad es que en estos días se ha ganado mi


confianza - Don Lorenzo le brindó una sonrisa - Así que esperaremos un par
de días, aunque me temo que si no actuamos pronto, de haber algún
conocido de Martinez que pueda aportarnos algún dato trascendente, no
viva para contarlo -

-Tranquilo Don Lorenzo, que tengo el presentimiento de que la llave que


nos ayudará para abrir este caso se llama Joaquin Trujillo-

El Comisario salió del despacho y acto seguido, Pepa cogió el móvil para
telefonear a Lucas.

Un timbrazo...Dos...Tres...Cuatro...Cinco...Seis...Buzón de voz.

Intentó una vez más y la historia fue la misma, seis timbrazos y el buzón.

Y así hasta que al cuarto intento se dejó escuchar una voz adormilada al otro lado
de la línea.

-¡Jo..-Se aclaró la garganta - Joder Pepa que son más de las cuatro de la
mañana- Le recriminó Lucas que todavía tenía un ojo cerrado y la cabeza rubia
de Sara acomodada sobre su pecho desnudo.

Pepa rió - Al menos tú has podido dormir un par de horas...-

-Ya - Bostezó - Nadie te mandó a que te infiltras con la policía -

-Calla y escucha- Inquirió Pepa - Lo primero que harás en cuanto


amanezca, será comunicarte con el banquero y ordenarle que lleve a
cabo la segunda parte del plan, en cuanto esté hecho me llamas y me
avisas-

-¡Sí!- Gruñó Lucas -Ahora si no te molesta voy a seguir durmiendo-


04:33 horas

“Las paredes nunca mienten y te aplastan al soñar”

SMS: “Pelirroja necesitamos hablar, cuando termines con lo de la


Autopsia ¿Te pasas un rato por mi despacho?”. 01:35 A.M.

SMS: “Sé que estás ocupada pero necesito una respuesta”. 02:12 A.M.

SMS: “Vale pues no respondas y escóndete en tu laboratorio como un


puto ratón”. 03:34 A.M.

Silvia ya tenía todo en orden, el laboratorio completamente recogido, impoluto,


nada la detenía para cerrar e irse a casa, ó más bien nada debería detenerla pero
su concentración estaba puesta con devoción en esos tres mensajes de texto que
había tenido que omitir, le habría encantado responderle a Pepa, decirle que ¡Sí!
Que moría y ardía en deseos por verla de nuevo, por estar con ella...

Pero no fue capaz.

Entonces la puerta se abrió sin previo aviso y delante de ella apreció la espigada
figura de Pepa, quien se notaba visiblemente cansada y hasta un poco ojerosa.

-Deberías ir a descansar - Le sugirió Silvia diciendo lo primero que le pasó por


la cabeza.

-Ya...- Se notaba enfadada- Ahora me vas a correr-

-¡Que no Pepa! - La pelirroja se puso en evidencia, la presencia de la violinista le


alteraba los nervios y entonces se cubrió el rostro con ambas manos, de hecho se
sentía incapaz de sostenerle la mirada -Pero desde que te incorporaste a
trabajar aquí no has dormido ni una sola noche-

Pepa la tomó de las manos con decisión sin darle oportunidad para que se soltara
-Mira Silvia, mi primer impulso fue venir a presionarte para que me
dieras una explicación - Sonrió -Pero no lo voy a hacer porque de sobra
conozco tus razones, sé que estás asustada por todo esto-

-Pues claro que me asusta - Al fin la miró, pero se soltó del agarre de sus
manos -Es que me la paso corriendo hacia ti, pero cuando te tengo de
frente entonces ya sólo pienso en huir y cuando estoy lejos... De nuevo
quiero correr hacia donde tú estás, pero es que si lo hago entonces
quiero volverme a escapar...- Terminó por confesar con tono de aflicción - ...Es
que me estoy volviendo loca Pepa-
“Soy capaz de herir tus sueños,
enjaular mis sentimientos,
arrancarte los recuerdos...
Sacrificar tu corazón”

-Tranquila pelirroja - Intentó abrazarla pero Silvia la esquivó empleando las


manos como un muro de contención y dando un par de pasos hacia atrás.

-¡No Pepa! Que si me tocas menos puedo pensar - Le reclamó.

Pepa la miró fijamente y colocó con delicadeza el dorso de su mano sobre la


mejilla de Silvia, brindándole una tierna caricia - Es que esto no debe pensarse,
solamente trata de dejarte llevar por lo que sientes-

-¡Es que Joder Pepa, que no sé si mi cabeza ha quedado infectada por “El
Síndrome de Estocolmo” o si mi corazón se ha envenenado de amor!-
Estaba confundida, desesperada, se estaba ahogando entre sus propias palabras,
pero con todo y eso logró ser firme - Pero lo que si me queda claro, es que no
tengo el menor interés de averiguarlo -

Las palabras de Silvia hirieron a Pepa, pero la morena era persistente y no se iba
rendir así de fácil - ¡Pelirroja podemos intentarlo!, ¡Mira, vayamos despacio!
- El gesto de Pepa era lleno de ilusión - Esta noche tengo una cena en la casa
de mi hermano, el esposo de Marina Salgado - Le aclaró - ¿Por qué no
vienes conmigo?-
La invitó entusiasmada.

-¿Entonces la Comandante Salgado colabora con ustedes? - Preguntó


sorprendida, aunque de cierta forma ya lo había intuido en más de alguna
oportunidad - Además ¡Tú estás loca! ¿Cómo voy a ir contigo a esa cena?-

-Marina es una mujer intachable...Pero somos cuñadas y de cierta


manera me ayuda para proteger a mi hermano de la verdad - Se encogió
de hombros - Y con respecto a la cena...-Sonrió -...Es que quiero que me
conozcas en otro contexto, quiero dejar de ser la nazi, la nietzschista, la
asesina, la traficante, quiero que me mires solamente como Pepa y nada
más, la mujer que tiene familia, que durante las cenas familiares habla
de política, de fútbol, que entra en el debate de los temas religiosos, que
hace bromas, que cuenta chistes, que ayuda a recoger la mesa y se
acomide a lavar los platos...-

Por un momento Silvia se dejó conmover por el discurso de Pepa y su mirada brilló
-Eso que dices es muy bonito Pepa, pero es que no podemos vivir como
Bonnie y Clyde-
Pepa sonrió - Tú serías Bonnie - Recordando que Bonnie nunca cometió ninguno
de los asesinatos, pero que estaba dispuesta a estar con Clyde sin importar lo que
este hiciera, lo hubiese seguido hasta al fin del mundo.

-¡Es que nuestra historia es como un puto cuadro de Dalí! - Un atisbo de


amargura se asomó por su mirada- Simplemente es algo que no puede ser-

-¿De verdad es eso lo que crees? - Preguntó visiblemente derrotada - Porque


yo aún creo que esto que tenemos es algo que no tiene fundamento ni
explicación, simplemente está aquí - Se colocó ambas manos sobre el
corazón - Y se puede sentir y va más allá de los sueños y de la
realidad ...Es...-

-No sigas Pepa - Los ojos negros comenzaron a empañarse...Y sin más se lanzó
hambrienta hacia los labios de la morena, hubiera deseado que fuera tan despacio
como el aleteo de una mariposa, pero fue imposible, sin darse cuenta lo había
deseado desde aquella riña en el laboratorio, llevaba tanto tiempo esperando ese
contacto, que no pudo ser tierna, simplemente fue apasionada.

Capturó el labio superior de Pepa y se quedó anclada a él, moviendo su boca con
rapidez. Rapidez a la cual Pepa correspondió sorprendida atrapando el labio
inferior de la pelirroja, quien depositaba ligeros mordiscos que reflejaban el deseo
de rozar la lengua con la suya.

Las manos de la morena descansaban sobre la espalda de Silvia y dibujaba con


sus dedos líneas sin ton ni son pero que erizaban la piel de la forense, quien
aferraba sus brazos al cuello de Pepa y no cesaba en su intento de rozar sus
lenguas, hasta que al fin los labios de ambas se abrieron lo necesario para
conceder el espacio suficiente para que este par de músculos repletos de
terminaciones nerviosas pudieran danzar al son del ritmo de sus corazones.

Síndrome de Estocolmo: “Derrotada por su encanto me doblego entre


sus brazos que rodean mi cuerpo, que me convierten en su presa, puedo
gritar pero no quiero, he dejado de huir de esta pasión que corre muy de
prisa a través de mi torrente sanguíneo y me rindo ante la locura de sus
labios”

Separaron sus bocas sin deshacerse del abrazo, sólo para inhalar del mismo aire,
sus respiraciones se encontraban agitadas y Pepa tuvo el impulso de reanudar el
beso, solamente había probado una vez esos labios y tal parece que fuera
suficiente para causarle adicción, pero antes de apresurarse decidió preguntar.
-¿Que significó eso? - Preguntó luciendo una radiante sonrisa, la tenía a escasos
dos centímetros, aún con las manos puestas sobre su espalda y las manos de
Silvia sujetadas en su cuello.

-Significa que me encantaría que me enseñes a mirar el mundo desde


tus ojos- Respondió sin apartarle la vista - Que me encantaría que me
ayudaras a entenderte - Sonrió - Y que me encantaría mirarte lavar los
platos - Pero de pronto esa gran sonrisa se desvaneció y negó con la cabeza -
¡Pero...Que no puedo Pepa! ¡Lo siento mucho! - Le espetó la decisión sin
mucho tacto, aunque se notaba compungida, eso bajo ninguna circunstancia hacía
sentir mejor a la morena, quien acababa de ser brutalmente lastimada.

¡Acababa de derribarla del cielo!

Se deshizo del abrazo ante una atónita Pepa quien no hizo nada por detenerla,
simplemente la miró salir del laboratorio con los ojos vidriosos.

“Estuviste, y yo sellé la puerta


Nunca sabré qué pudo ser”

capítulo viii. ¡sólo un polvo y nada más!

22:16 horas.

Existen muchos tipos de reuniones familiares, la típica cena que transcurre entre
risas y el tiempo vuela porque verdaderamente existen vínculos afectivos
fortalecidos por la confianza y la comunicación; También tenemos esas cenas a las
que se acude por compromiso y se mira el reloj constantemente, la incomodidad
está presente y se mantiene latente la fantasía catastrófica de recibir alguna
pregunta en relación con algún tema que se pretende evadir; Por otro lado, son
muy comunes esas reuniones en las que dentro del grupo de comensales se
forman subgrupos, ya sea por la proximidad en los lazos sanguíneos, por la
contemporaneidad, por los intereses comunes o simplemente por el género.

Las mujeres intercambian tips de belleza y los hombres se juntan para hablar de
fútbol.

La realidad es que la mayoría de las reuniones pasan por todas las situaciones
anteriormente mencionadas, ya que siempre existirán aquellos instantes de
complicidad que tanto se atesoran cuando se está lejos, pero también estará el
típico integrante indiscreto que se proponga revelar intimidades ajenas sin el más
mínimo pudor o lanzar preguntas comprometedoras que rompan con los buenos
momentos.

Habrá ocasiones en las que la amena charla y el positivo acogimiento hacia una
buena copa de vino por parte del cuerpo, prolongue la extensión de dichas cenas y
otras tantas en las que uno se la pasa cavilando un pretexto creíble para salir
huyendo tan pronto como se termine de servir la cena.

Y la cena de Pepa en la casa de Paco y Marina no fue la excepción a la regla, en


un principio, Pepa solamente buscaba internamente una excusa para cenar y
retirarse sin que su hermano Paco, ni su cuñada Marina se sintiesen ofendidos;

Sara y Lucas se encontraban en las mismas.

La última vez que habían estado todos juntos compartiendo la misma mesa, había
sido unos seis meses antes, en la cena de Navidad, pero como ya es sabido, Pepa
tiene conflictos severos con esta época del año, así que durante la última reunión
había desplegado una actitud de completo ensimismamiento y hostilidad hacia la
interacción con la familia.

Después de aquello, pocas ganas le quedaban de volver a casa de su hermano,


pero se lo había prometido a Marina, en retribución a todos las atenciones que la
Comandante Salgado había tenido con ella durante la última semana.

El ambiente era de cordialidad, aunque un poco tenso, Marina conociendo un


secreto que destrozaría la vida de Paco, Lucas avergonzado porque en su
momento, fue Marina quien lo metió en el CNI y la que promovió su viaje a Estados
Unidos unos cuantos años atrás para entrenarlo con la CIA, y Sara que le costaba
sostenerle la mirada a la mujer de su padre por todas las razones anteriores;

Pepa siempre se ha distinguido por su cinismo y desfachatez, ella más que


vergüenza hacia Marina había sentido odio, por alguna estúpida razón se pensaba
que su cuñada le iba a aplaudir y a ovacionar por ser una joven emprendedora que
partiendo de cero y en muy poco tiempo había hecho una gran fortuna con su
pequeño negocio en vías de expansión internacional.
Pero de alguna manera ese par de mujeres orgullosas y con carácter fuerte se
habían dado una tregua, y entonces Pepa realmente no estaba preocupada por
Marina, es más, su mente ni siquiera estaba en esa mesa con su familia, vagaba
lejos de allí, rumbo a la Comisaría de San Antonio donde una pelirroja adicta al
trabajo y a la auto flagelación espiritual se encontraba buscando razones para huir,
para rechazar a la morena, para auto convencerse de que todo eso que
comenzaba a sentir era un error.

Y no era que Silvia se lo hubiese dicho, simplemente Pepa lo sabía, y por alguna
razón se sentía inquieta, ansiosa…Angustiada tal vez…

¿La razón? ¡No tenía ni puta idea!

-De verdad que la paella está deliciosa - Comentó Lucas tratando de romper
un poquito el hielo en aquella mesa, mientras se llevaba nuevamente el tenedor a
la boca.

-Es verdad Marina...-Sonrió Sara - ...No tenía idea que te gustara la cocina
-

Entonces Salgado sonrió apenada.

-En realidad la encargamos a un restaurancito que está por aquí cerca -


Les aclaró
-El CNI me absorbe por completo, escasamente tengo yo un par de horas
para convivir con Paco-

-¡Y gracias a Dios leches! Que Marina en la cocina ¡La madre que me
parió! - Agregó Paco y todos rieron, incluso la propia Comandante, ya que
las pocas veces que había intentado preparar algo para comer siempre
olvidaba la sal, o se olvidaba de sacarlo del horno a tiempo o
simplemente confundía el azúcar con el carbonato.

-¿Y cómo va la ferretería papá? - Sara cambió el tema para no seguir


agobiando a Marina con el tema de la cocina.

-Bastante bien cariño - Sonrió Paco satisfecho, mientras bebía de su bote con
cerveza -Las ventas han aumentado este año con todo y la recesión
económica-

-¡Pero eso habrá que celebrarlo! - Exclamó con entusiasmo.

-Pues a mí nada me haría más feliz que celebrarlo con un nieto -

-¡Papá!

-¡Paco!
Sonaron al unísono las voces de Lucas y Sara.

Pepa sonrió con malicia. - ¡Que no estaría mal eh Lucas! ¡Que ya no tienes
quince años y la calidad de tus genes se puede devaluar! - Le guiñó el ojo
comenzando lo que sería una disputa por ver quién se enfadaría primero.

De nuevo todos rieron.

Sara era muy joven, apenas iba a cumplir los veinticuatro, justo diez años menos
que Lucas, y la verdad es que no se sentía con deseos de ser madre, sobre todo
porque eso significaría un cambio radical en su modus vivendi, ese era un acuerdo
que había hecho con Lucas y aún no era tiempo. Sin embargo, le hacía mucha
ilusión tener un bebé igual de descerebrado que su marido, se imaginaba a Lucas
comprándole una colección de armas de juguete e inculcándole su amor
incondicional por disparar una mágnum.

Pero mientras Sara fantaseaba con su futuro, era el turno de su marido para
intentar cabrear a Pepa.

-¿Y tú qué Pepa...Cuándo nos vas a presentar ya de manera formal a la


pelirroja?-El guiño de ojo fue devuelto

La morena no respondió.

Solamente podía maldecir a Lucas en sus adentros, pero había quedado muda, las
ideas se le habían secado, y su rabia...Que era infinita, ¡Aceptémoslo! Ni siquiera
era contra Lucas, sino contra ella misma, no pudo evitar evocar el recuerdo con
todo y la dolorosa sensación que le provocaba. ¡Pensar que había invitado a la
pelirroja! Que había estado dispuesta a darle las llaves de su mundo para que
hiciese lo que le placiera con él! y todo lo que recibió a cambio fue un cruel “Pero
no puedo Pepa...Lo siento mucho!

¡Joder con la pelirroja! - Pensaba furiosa y dolida.

-Pero...¿Qué...Pelirroja? - Preguntaba Paco perdido, que aparentemente de las


cinco personas reunidas en el comedor, era el único quien ignoraba la existencia
de Silvia Castro.

-La novia de Pepa- Respondió Sara burlona que salía de sus fantasías ¡Y cómo
no! Para salir al auxilio de su marido.

-Ustedes...-Les miró Pepa furiosa pero la verdad es que había hecho un gesto
que a los demás les pareció por demás divertido y mientras... Ella señalaba con el
dedo a la feliz pareja, pensando en qué se la iban a pagar

Pero ni siquiera terminó la frase, porque Sara se lo impidió - ¡Pero no te enojes


Pepa!...¡Que estar enamorada es lo más bonito del mundo! - Entonces se
volvió hacia Lucas y le dedicó una tierna caricia en la mejilla.
-¡Que yo no estoy enamorada de Silvia joder! - Se defendió.

Paco seguía perdido.

Pero Marina, Lucas y Sara en silencio, sin si quiera mirarse o ponerse de acuerdo,
llegaron exactamente a la misma conclusión: El grito iracundo de Pepa no iba para
Sara, ni para Lucas, iba dirigido hacia ella misma, tratando de auto convencerse de
sus propias palabras.

¿Lo habría conseguido? ¡Por supuesto que no!

-¡Pero joder! - Ahora fue Paco, quien presa de la desesperación de estarse


perdiendo la trama de la que parecía ser la telenovela familiar, se exaltó un poco
- ¿Que quién coños es Silvia?-

-La pelirroja - Respondieron Sara y Lucas a la vez.

Marina notó la absoluta desesperación de Paco, contuvo la carcajada y entonces


giró la cabeza hacia Pepa que estaba perdida entre las olas del mar de sus
pensamientos y decidió ser ella la que revelara un poco de información a su
marido.

-Es Inspectora forense en la Comisaría de San Antonio...-Volvió su mirada a


Pepa y esta vez la notó cabizbaja - Es una chica muy maja - Fue todo lo que
dijo al suponer que si su cuñada se ponía así con sólo escuchar su nombre y se
tomaba tantas molestias para protegerla, seguro que tenía sentimientos hacia ella,
pero por la expresión desencajada de su rostro y la violencia empleada en el tono
de su voz, le quedaba claro que no era correspondida.

-Pero...- Paco volvió a tomar la palabra aún sin entender del todo - ¿Son novias
o no?-

Entonces, un “No” que dolía en toda el alma, en todo el cuerpo, en todos los
huesos, en cada respiración y que se asomaba por una mirada sin brillo, se escapó
de la boca de Pepa.

Fue el momento en que Sara se dio cuenta que Silvia no era un juego para Pepa...

Ni un capricho...

Ni un polvo...

¿Qué era entonces...? Necesitaba tener una conversación larga y tendida con su
tía.
-¿Y cómo van esas clases de música cuñada? - Preguntó Marina con toda
intención de restarle importancia al hecho de que para más de uno en esa mesa,
los sentimientos de Pepa habían quedado al descubierto.

Una genuina sonrisa se dibujó en el rostro de la susodicha, al recordar a esas


pequeñas personitas que la hacían olvidarse de lo que era, que por un momento le
acercaban a una vida ordinaria, trabajar con horarios, gente que la respeta, que la
admira, que incluso le estima.

Recibir un chocolate sin más... Únicamente porque para un niño de ocho años...
¡Pepa es su ídolo!

Una tarjeta de cumpleaños porque para una niña de nueve años... ¡Ella es su
maestra favorita!

Un paquete de galletas en navidad porque para un niño de siete años...¡Pepa es


su mejor amiga!

Esas pequeñas cosas de la vida que en apariencia carecen de importancia real,


pero que para Pepa significaba una sonrisa, un sentir que valía la pena estar viva.

-¡De maravilla! - Mostró su dentadura perfecta y radiante - Estamos


preparando una presentación para el fin de cursos, por ahí a mediados
de Junio y los niños están muy entusiasmados -

-Pues más vale que nos invites a todos...- Le amenazó Paco.

-Claro que sí hermano...-Por un instante volvió a sentirse parte de la familia otra


vez - ...Lo único que no me agrada es que solamente podré elegir a diez
alumnos y los demás no podrán participar - Dijo con pesar - ...Es una pena
porque realmente se están esforzando mucho -

Una razón más para confirmar la teoría de la supervivencia del más


fuerte - Pensó para sí misma.

-Bueno hermana...- Paco sonrió mientras se terminaba de engullir un gran


bocado de paella - Y qué...¿Tú no piensas volver a los escenarios?-

Un silencio sepulcral se apoderó del salón en donde se situaba el comedor.

Sara y Lucas se miraron con alta dosis de tensión, expectantes de la reacción de


Pepa.

Y está no se hizo esperar...

-A ver Paco... - Respiró profundo, Intentaba controlarse, pero demasiados


factores estresantes circulando por su cabeza no representaban mucha ayuda -
¡Que tengo una discapacidad en la mano izquierda! ¡Que no me sirve el
dedo meñique! -

El tono de su voz no fue para nada cortés pero al menos se contuvo de gritar y los
ojos que amenazaban con reventar, al final permanecieron en su sitio.

-¡Ya Pepa...Para! - Intervino Sara, quería evitar que su padre se sintiera mal -
...Sabes que no estás discapacitada y que el hecho de no poder tocar el
violín como antes no significa que no puedas hacer otras cosas-

El móvil de Lucas vibró dentro del bolsillo de su chaqueta, disimuladamente lo sacó


para mirar la pantalla y leer el SMS entrante. Acto seguido buscó la mirada de
Pepa para que ésta notara el dedo de Lucas rascando insistentemente la punta de
su nariz.

Señal inequívoca de que debieran conversar en privado.

-Te ayudo con los platos Marina - Fue la excusa que Pepa encontró para
meterse en la cocina.

-Deja eso cuñada...- Objetó la Comandante Salgado al observarla de pie


recogiendo los platos.

-Por favor...- Le regaló una sonrisa acompañada del guiño de un ojo, entonces
Marina comprendió.

-Vale...Pues gracias! - Respondió quizás poco contenta, sabiendo que algún


asunto turbio habría de tratar Pepa con Lucas en su cocina.

-Te ayudo morena...- Se acomidió Lucas.

Lucas entró a la cocina detrás de Pepa y ambos dejaron los platos encima del
fregadero.

Pepa abrió el grifo del agua para lavarse las manos y Lucas se puso junto a ella
para que pudiera escucharlo sin necesidad de hablar demasiado fuerte.

-Ya tenemos a Trujillo- Le informó Lucas.

-Bien- Sonrió Pepa con suficiencia.

-¿Quieres qué hagamos algo con él? -

-Sólo déjenlo ahí...- Le lanzó una mirada fulminante a Lucas -...Adviérteles a esos
imbéciles que no quiero que le toquen ni un pelo, ¡Que el placer de acabar con su
miserable vida lo tengo reservado sólo para mi!. Que monten guardia toda la noche
y se larguen por la mañana, no quiero topármelos cuando llegue-
Lucas asintió en señal de que las cosas se harían exactamente como ella las pedía
.

-Los dos millones de euros ya fueron transferidos a su cuenta, con fecha del 25 de
Mayo - Seguía proporcionando toda la información que no podían discutir delante
de Paco.

-Perfecto...Mañana le haré una visita y me encargaré personalmente de que su


cara de imbécil quede salpicada por toda la pared -

23:04 horas

Abstemio: Persona débil que cae en la tentación


de negarse a sí misma el placer de sentir.

Algunas veces es necesario replantearse si el camino que hemos decidido tomar,


realmente nos acerca a ese sitio en dónde soñamos con estar mañana.

Silvia Castro se encontraba justamente varada en ese punto de su existencia.

Y el verdadero problema no era analizar el hecho de haber terminado lo suyo con


Pepa sin si quiera haberlo comenzado, sin haberlo intentado...

El problema no era que sus decisiones le alejaran a años luz de ese sitio en dónde
deseaba despertar todas las mañanas...

De casa.

Y aunque ahora estaba segura de que Pepa era su casa y que a pesar de todo era
con ella con quien deseaba estar...

Ese tampoco era el problema.

El problema real era esa pregunta que no dejaba de resonar una y otra vez en su
cabeza: ¿Y ahora con qué iba a soñar, cuándo había sido tan feliz despierta?

Ante la ausencia de una respuesta sintió una inmensa y profunda tristeza, ya no


queda nada por decir, solo apretar los dientes de impotencia, morder con fuerza el
dolor para no gritar, para no llorar con desesperación, porque sabe que si lo hace,
que si una lágrima la atrapa entonces no podrá parar.

“Pero es que hay gente que no consigues olvidar jamás,


No importe el tiempo que eso dure”
VOZ EN OFF: ¡Por Dios Pepa suéltame! Que odio esa manera tuya en que
me abrazas el alma y no la dejas ir.
¡No me mires Pepa! ¡Por favor, no vuelvas a mirarme! Que el recuerdo de
tus ojos me mantiene sujetada y no me puedo mover.

Y esa alusión de su mirada perdida en la de Pepa...

De la mirada de Pepa perdida dentro de la suya...

Solamente apareció para llegar acompañada por un vendaval de recuerdos y


añoranzas.

Sus manos entrelazadas.

La cálida piel de la palma de Pepa posada en su gélida mejilla.

La voz de la morena susurrando palabras entre cortadas.

Y entonces se estremeció.

Y un recuerdo más...

Las manos de Pepa colocadas en su espalda, su piel erizada.

Y entonces volvió a sentir su cuerpo estremecer.

Y la fotografía perfecta de sus propios labios acariciando los de Pepa, fue la última
imagen que apareció en su cabeza, antes de que esa necesidad de estallar en
llanto que estoicamente había resistido se convirtiera en un inesperado ataque de
risa que le cosquilleaba el alma.

Y Cuando consiguió abandonar su enajenación, se encontró a sí misma


esbozando una sonrisa patosa producto de ese idílico hormigueo en la boca del
estómago.

-Mi voluntad se desbarató en tus labios Pepa - Susurró para sí misma.

Don Lorenzo apareció en el laboratorio sin llamar a la puerta, provocando un leve


sobresalto en la pelirroja, quien sonrió apenada, era como si...Como si sintiera que
los demás miraban dentro de sus pensamientos y pudieran descubrir sus
sentimientos por Pepa.

Se sonrojó un poco, pero para su buena fortuna, el Comisario Castro tenía la


cabeza en otro lado

-¡Pero hija! - Exclamó el Comisario a manera de regaño - ¿Te piensas quedar a


vivir en el CSI o qué cojones estás haciendo aquí? - Su tono ahora sonaba
preocupado. - Que no has dormido casi nada en quién sabe cuantos días
cariño-

-Estoy bien papá - No quería preocuparlo.

-¡Pero mírate esas ojeras Silvita! ¡Por Dios! Que en el entierro de Gonzalo
te dije que ya no regresaras mi vida, que te fueras a descansar a casa -
Pero el tono de preocupación no cesaba.

Silvia se percató de que había algo más. Algo tenía angustiado a su padre y no
tenía nada que ver con ella.

-A ver papá, ¡Vamos que a ti te pasa algo! - Le pilló la Inspectora con


perspicacia.

Don Lorenzo asintió - Prométeme que irás a descansar...-Le ordenó.

-No mientras haya trabajo por hacer papá, dime qué pasa - Le demandó en
tono inquisitivo.

-Parece que el Inspector Trujillo lleva desaparecido desde esta tarde y me


acaban de informar que apareció su coche en un descampado -

-¡Dios! - “Esto debe ser cosa de Pepa” - Pensó

-He intentado comunicarme con Miranda, pero tiene apagado el móvil -


Se quejó enfadado - Seguramente está durmiendo plácidamente la muy
anormal-

-No lo creo - Negó con la cabeza - Me pareció escuchar que tenía una cena-

-Pues más le vale que se aparezca porque ¡Este caso es suyo! - Comenzó
a honrar la fama de su “Bendito carácter”

-Bueno ya tranquilo papá, que ya sabes tú como es Pepa-

-¿Pepa? - Abrió muy grandes los ojos - ¿No te parece que te estás tomando
demasiadas confiancitas con la Agente Miranda?-

Silvia se puso roja ante su padre una vez más.

-Pues estamos en el mismo equipo de trabajo...- Argumentó con cara de


“Trabajamos juntas” ¿Lo recuerdas?

28 de Mayo, 09:04 horas.


¡Maldita sea! - Era todo en lo que podía pensar una ficticia Agente Miranda que
aparcaba su automóvil lujoso en la Comisaría, visiblemente enfadada, agotada y
ufff ...¡De un humor...! ¡Pobre de quien se cruzara en su camino!

Primero una tenue luz solar colándose tímidamente por las persianas, invadiendo
la privacidad de sus párpados cerrados, después el sonido del móvil arrancándola
de golpe de la cama, los gritos de Don Lorenzo y su obsesión con sus santísimos
cojones la habían hecho saltar a la ducha, ni siquiera había tenido tiempo para
desayunar.

Estaba harta de montar el espectáculo freaky, de llegar todas las mañanas dando
grandes zancadas a su despacho porque siempre se le hacía tarde, no dormía, no
comía y tampoco tenía a su pelirroja, por el contrario...

Tenía un dolor de cabeza casi crónico, el estomago vacío, un montón de


problemas y un corazón rasgado.

Su ego pisoteado.

Nunca antes había tenido que meterse entre las sabanas vacías al mismo tiempo
que sus hormonas alborotadas le pedían a gritos sentir la piel de una mujer sobre
su piel...

Pero es que a Pepa ya solamente le interesaba una sola...

Probablemente la única que nunca podría ser suya.

Y estaba harta, cansada de una absurda situación, ¿Desde cuándo le importaba lo


que otra persona deseara? Ella se había acostumbrado a tomar las cosas por la
fuerza, a arrebatarlas si era preciso, pero con Silvia todo era distinto, simplemente
no podía...No quería...

Entre todo este remolino de pensamientos transcurrió el trayecto del


estacionamiento hasta su despacho, abrió la puerta de mala gana y miró a Silvia
ahí sentada, seguramente esperando por ella...

-¿Se puede saber en dónde diablos te metiste? - Estalló la pelirroja molesta ó


tal vez ¿Celosa?, temor de que Pepa hubiese apagado el móvil para que no la
interrumpiesen mientras....¡Vamos Silvia y Cállate!, pensaba para sí misma
-Te estuve llamando toda la noche y tú con el móvil apagado- Se levantó
de la silla para encararla.

-¡Vaya! - Exclamó con cuasticidad - Si he sabido que te iba apetecer un


refrote conmigo en mitad de la noche, hubiera puesto a cargar el móvil -
El característico guiñó de ojo hizo acto de presencia con total desvergüenza.

Silvia camufló su infinita desilusión en una mirada llena de rabia - Eres una
grandísima hija de puta...¿Lo sabías?-
Pepa rió sardónicamente -Pues no era lo que decías ayer mientras metías tu
lengua hasta mi campanilla -

-¡Jódete Pepa!-

Entonces la morena dejó atrás las risas y le lanzó la mirada más intimidante con
que contaba en su repertorio -¿Y Por qué mejor no me jodes tú? - Preguntó
con la firme y maliciosa intención de provocar tensión sexual en la forense.

La pelirroja intensificó su mirada iracunda - Escúchame muy bien...Nunca...


¡Nunca me tendrás en tu cama! ¿Me oyes? - Su actitud era altanera y
desafiante.

-Eso ya lo veremos pelirroja - Le regaló una sonrisa de completa desfachatez,


haciendo alarde de su egocentrismo patológico.

-¿Que le hiciste a Trujillo? - Al fin se atrevió a preguntar la Inspectora Castro,


que mantenía esa actitud de altivez.

-Aún nada - Se encogió de hombros como la fresca mañana.

-¿Qué pretendes con todo esto Pepa?- Negó con la cabeza -Es que no te
entiendo-

-A ver Silvia, ¡Recapitulemos!...Le llamaste imbécil a un Inspector de


Asuntos Internos, Te metiste con el coño de su madre a quien encima te
atreviste a llamarle puta...- Rió de forma recatada al revivir el momento - Por
mucho que le hayamos humillado y haya salido huyendo despavorido
para que no le viéramos llorar al muy gillipollas, sabes perfectamente
que te va abrir un expediente y que no va descansar hasta quitarte la
placa-

-Sí Pepa pero es que no eres Robin Hood - Respondió con incredulidad ante
los métodos que utilizaba la morena para resolver los problemas.

-Ya lo sé Silvia - Ahora estaba seria, asumiendo una actitud de formalidad para
encarar la situación - No soy Robin Hood, Ni Dios, Ni Nietzsche, Ni Hitler,
simplemente soy una persona que trata de ayudarte, intento evitar que
te hagan daño-

La pelirroja Contuvo la sonrisa, era increíble lo que hacía Pepa, era capaz de
hacerse odiar con la intensidad de mil soles y de un segundo para otro hacerle
sentir como una tonta.

¿Una tonta Enamorada?

Bueno...Como una tonta y punto.


Por el momento.

Deseaba lanzársele a los brazos y no soltarla.

Pero una vez más se contuvo.

-Ya...Supongo que por el puro placer de ayudarme... -

Ese comentario irónico no fue la mejor respuesta para Pepa, quien podría ser
sarcástica y prepotente, pero no era capaz de aguantar que los demás lo fueran
con ella...Específicamente esa mañana no estaba de humor.

Así que rió en son de burla - Por supuesto que no...Y Me extraña que a estas
alturas no te hayas dado cuenta de que el altruismo no existe, todos
nuestros actos por pequeños que sean van encaminados a obtener una
recompensa... -

Mintió.

Bueno técnicamente no lo hizo, porque eso era lo que había pensado durante casi
toda su vida, hasta que conoció a Silvia...

Y entonces todo cambió, pero tristemente, quizás la pelirroja nunca lo sabría.

-¿Y qué recompensa esperas obtener tú de mi? - Preguntó descolocada, la


respuesta de Pepa le pillaba por sorpresa, incluso le desilusionaba, simplemente
no eran precisamente las palabras que hubiese deseado escuchar.

Se acercó un poco a Silvia y tiró ligeramente del cuello de su camisa para


juguetear un poco -¿De verdad no te lo imaginas? - Preguntó una Pepa
provocativa tanteando el terreno que pisaba.

Silvia se quedó literalmente con la boca abierta, los párpados se abrieron y sus
cejas se levantaron. Estaba...Sorprendida ¡No!...¡Lo que le sigue!

-Mmm...- Se ruborizó - ...No...- Respondió visiblemente nerviosa.

Y eso a Pepa la encantaba, le devolvía el poder y esa sensación de tener el control


le excitaba.

-Te quiero a ti Silvia...- Soltó las palabras sin rodeos, entonces sus manos
viajaron de la camisa al cabello de la pelirroja, y repitió el característico ritual, sus
dedos enredados en los mechones rojos, sólo que a diferencia de la ocasiones
anteriores, esta vez Pepa desbordaba deseo en la mirada -...Una noche...Sólo
un polvo y nada más -

Y lo hizo de nuevo, volvió a mentirle.


Quería mucho más que eso...

Quería dormir con ella todas las noches y despertar a su lado todas las mañanas.

Pero una morena ardiendo en deseos por protagonizar una noche salvaje con una
pelirroja, impone más autoridad que una Pepa al borde de enamorarse con locura
de una Silvia que le priva de la voluntad con la simple dulzura que es capaz de
transmitir con la mirada.

Y Pepa ya no estaba dispuesta a ser débil y doblegarse ante ella.

Estaba harta de esa situación.

Silvia se quedó muda, sólo atinó a deshacerse del contacto de Pepa y dio un par
de pasos hacia atrás, sin saber que decir ó que pensar.

Se llevó ambas manos a la cabeza y las dejó deslizarse por su cabello, en un


gesto de arrepentimiento - ¿Sólo quieres follarme? - Hubiera deseado enmarcar
su rostro y el tono de su voz en un gesto de repulsión, pero un atisbo delator de
tristeza se reflejaba tímidamente en su mirada.

Pepa era consciente de que la lastimaba con sus mentiras, pero su mal carácter y
el ego herido no eran buenos consejeros, así que se propuso ser fuerte para no
mostrar ternura, ni cariño y no lanzarse a sus brazos para consolar esa tristeza que
la pelirroja intentaba disimular sin éxito.

-Desde la primera vez que te vi...Atada a esa silla, no he pensado en otra


cosa- Esbozó una sonrisa de medio lado -¿Te sorprende? - Preguntó con
frialdad.

No hubo tiempo ni oportunidad de conocer la respuesta de la forense porque en


ese preciso instante la puerta se abrió.

Y la silueta de Sara apareció de forma inesperada dentro del despacho.

-¡Sara! - Exclamó Pepa sorprendida.

Silvia se giró para mirar a la persona que acababa de irrumpir en el despacho y


una desagradable idea cruzó por su mente...

VOZ EN OFF- ¡Claro! Pepa se desaparece toda la noche, apaga el móvil y


hoy se comporta de esta manera conmigo, tratándome como a una...¡Sí
Silvia, dilo! ¡Como a una Puta!, Seguro que pasó toda la noche con esa
chica y pfff ¡Es guapísima! Y lo peor es que haya venido a buscarle hasta
aquí, a Comisaría, ¡Que es su sitio de trabajo joder! ¿Tendrá una relación
seria con ella? ¡Dios...Pero que vergüenza! Y yo que la besé...
-Moría por mirarte en acción interpretando tu rol de Inspectora Miranda...
- Rió con entusiasmo- ...Además, anoche me quedé con ganas de decirte
un montón de cosas -

Sara era demasiado perspicaz y no le pasó desapercibido el hecho de que cuando


pronunció la palabra “Anoche” el rostro de Silvia se había desencajado por
completo. Entonces comprendió que la Inspectora Castro no tenía la menor idea
de que Pepa era su tía. -Está Celosa - Pensó para sí y dibujó en su rostro una
sonrisa maliciosa.

-Pues entonces dame un par de minutos en lo que terminó de ver un


asunto con la Doctora Castro y platicamos...¿Vale?-

-Claro que sí Guapa! - El énfasis de su voz al pronunciar el “Guapa” fue


especialmente seductor y obviamente no pasó desapercibido por Silvia que estaba
muerta de celos. - Por cierto...- Se dirigió a Silvia -...Me llamo Sara, mucho
gusto - Le extendió la mano con una gran sonrisa de esas que solamente la rubia
era capaz de esbozar.

Silvia estrechó su mano por mera diplomacia.

En ese momento, probablemente Sara era la persona menos grata para la


pelirroja, se odiaba por admitírselo a sí misma pero la envidiaba...

-Encantada...- Correspondió la sonrisa y entró en el jueguito de las


presentaciones por mero protocolo - ...Inspectora Forense Silvia Castro -

Aunque debía de reconocer que la sensación al contactar con la mano de Sara no


fue para nada desagradable, es más le pareció una chica muy maja, y entonces
desvió la mirada hacia la morena - Yo...Pues tengo que regresar al
laboratorio, las dejo a solas para que platiquen- Le regaló a Sara una nueva
sonrisa, un poco menos forzada que la anterior y con un tímido “Con permiso”
abandonó la oficina.

-¿Guapa?- Preguntó Pepa arqueando las cejas una vez que la puerta se había
cerrado.

Sara se encogió de hombros y sonrió. - Se fue echando chispas, creo que


estaba muerta de celos- Ocupó una de las dos sillas vacías que se situaban de
frente al escritorio de Pepa.

-Para tu carro sobrina...-Le amenazó aún de pie frente a ella...- Que te


conozco y ya sé para donde vas...-

-A ver Pepa...- Comenzó a decir todo lo que había planeado, impregnando una
poca de seriedad adicional a la conversación -...De sobra sabemos que tu vida
personal te la reservas únicamente para ti y creo que toda la vida he
respetado eso...- Hizo un a pausa y miró asentir a su tía en gesto de que estaba
de acuerdo -
...Pero ahora...Es que no sé, estoy segura que tienes al alcance de tu
mano la oportunidad para ser feliz y no me perdonaría nunca, quedarme
contemplando como jodes tu vida por egocéntrica y orgullosa-

-Pero...¿Qué me estás contando sobrina? ¡Que no entiendo nada!-

-Que...- Sonrió un poco nerviosa porque de sobra sabía que cuando de


sentimientos de trataba, Pepa podría ser muy cabezota, hermética y bastante bruta
- ...Creo que la pelirroja puede ser tu felicidad-

-¡Por dios Sara! No tiene ni una semana que la conocí - Trataba de negarse
a sí misma lo que ya era evidente para ambas en ese despacho.

-Es que esa mujer te robó el corazón desde el momento mismo en que le
miraste por primera vez...- Rió conmovida - Reconócelo Pepa...¡Te flechó! y
eso no es ningún pecado...-

-Pero es que...-Al fin bajó la guardia, doblegó sus defensas y reconoció lo que
saltaba a la vista por más que se esforzara inútilmente en esconderlo - Tengo
tanto miedo sobrina...- Confesó con el rostro compungido y Sara se paralizó por
una fracción de segundo, nunca había visto así a Pepa y le imponía ver a aquel
mujeron de 1.80 completamente indefensa, víctima del padecimiento de un amor
improbable.

- A ver Pepa...-Se decidió a hablar, en ese instante su tía la necesitaba


brindándole palabras de ánimo y no callada como una imbécil que no sabe que
decir - El amor es fácil, solamente hay que sentirlo sin culpa y entonces
disfrutarlo...Y ¡Joder! Con más razón en tu caso, que yo estoy segura de
que Silvia te corresponde - Rió - Es que me parece que su perfume te
adormece la razón, te pierdes cuando está ella cerca, deberías haber
visto su cara cuando te llamé “guapa” - Apretó la mano de la morena para
manifestarle que contaba con ella de forma incondicional.

-Es que yo soy la persona que ella jamás soñó, atento contra todos sus principios,
su ética, su moral...Represento todo lo que ella buscaba no encontrar...

-A ver...Pero es que no nos enamoramos de un estereotipo, porque podemos pasar


la vida entera idealizando a ese ser perfecto que nos va enseñar la felicidad y no
nos damos cuenta de que esa criatura maravillosa no existe, que solamente forma
parte de nuestra imaginación...Y esos son los verdaderos obstáculos del amor, las
ideas falsas que nos construimos en torno a ese sentimiento, pero cuando
conseguimos abrir los ojos y nos permitirnos la oportunidad de sentir, pero sentir
con todos y cada uno de nuestros sentidos...-

Entonces Pepa asintió y le regaló una gran sonrisa...- Si sobrina, creo que estoy
enamorada...- Confesó ligeramente sonrojada...
Y se permitió reflexionar en silencio las últimas palabras que había dicho Sara...

VOZ EN OFF - Permitirnos sentir con todos los sentidos...


Recrear mis ojos con la infinita belleza que adorna su cara;
Disfrutar de la alegría que me provoca escuchar su voz, incluso cuando
está enfadada y me grita y me reclama un montón de cosas;
Sentir como se eriza mi piel con el roce de su piel;
La manera en que el olor de su perfume acaba con todas mis defensas,
Y el sabor de sus labios que me convierten en dueña del tiempo, que soy
capaz de hechizar el reloj y de pararlo con el pensamiento.

-¡Pepaaa! - Le sacó Sara de sus pensamientos - ¿Me estás escuchando?-

La morena sonrió convertida en una completa idiota y se encogió de hombros.

-Que me emociona verla sobrina, que su sola presencia hace que mi día
valga la pena, incluso cuando peleamos y nos gritamos, me
emociona...Saber que no le soy indiferente, me emociona saber que
aunque sea para maldecirme, pero que piensa en mi, que me emociona
mirarla aunque sé que tal vez no la merezca...-

-¡Hey Pepa! ¡Para, para!...-Le ordenó Sara - Creo que es justo eso que
tanto le asusta de ti lo que al mismo tiempo le gusta, quiero decir...Es
eso que le hace alejarse lo que precisamente hace que quiera estar
cerca de ti - Y entonces le sonrió - Que tienes muy buen gusto tita, ¡Es muy
bella! y así de linda como es seguro que habrá salido con miles de
chicos, pero chicos aburridos que en años de relación no habrán sido
capaces de hacerle sentir lo que tú le provocas con una simple mirada y
así es la vida...El amor te llega en el lugar y en el momento menos
indicado, y con la antítesis de la persona que habías soñado, ¡Que
mírame a mi con Lucas! - Hizo una pausa y entonces bajó la mirada - ¡Que yo
tampoco soñé mi vida con un asesino y que además me doblara casi la
edad cuando le conocí!

-Gracias sobrina...Gracias por escucharme y por no juzgarme aún cuando


estoy poniendo en riesgo el negocio, nuestra libertad, la placa de tu
marido...¡Joder sobrina! Perdóname por ser una egoísta de mierda, y es
que desde que Silvia apareció no he hecho más que cagarla...-Dijo
apenada.

- No pidas disculpas por intentar ser feliz... -Acarició su mejilla con ternura y
le regaló una mirada llena de sincero cariño - ...Te lo mereces Pepa -

Se regalaron un intenso abrazo.

-Pues que se preparé la pelirroja porque no descansaré hasta en


convertirme en la mujer de la Inspectora Castro -
14:33 horas.

David Hume afirmaba que "Las ideas son copias borrosas de las impresiones, ya
que por su naturaleza abstracta son débiles y obscuras".
Por el contrario, las impresiones se derivan de nuestras experiencias sensoriales:
Calor, color, forma, tacto, olor, etc. Y por lo tanto permanecen en nuestra memoria.

No era lo mismo tener la idea firme de que Pepa es una asesina a presenciarlo con
sus propios ojos.

Esa sería una impresión que difícilmente podría sacar de su cabeza.

Pero entonces…¿Qué pretendía Silvia?

¿Evitarlo o presenciarlo?

¿Evitar que Pepa matara a un hombre o presenciar el momento cumbre? Y


entonces auto regalarse motivos para dejar de pensar en ella, para dejar de…Pues
sí, ya no valía la pena seguirlo negando, para dejar de sentir esa atracción
irresistible que la lanzaba violentamente hasta sus brazos y muy poco podía hacer
para evitarlo.

Así que no lo dudó ni un segundo y cuando miró a la traficante abordar una


camioneta en color blanco no dudo en arrancar su coche para seguirle.

Había estado pendiente toda la mañana de los movimientos de la Agente Miranda,


sabía que tarde o temprano buscaría la manera de escaparse para terminar de
deshacerse por completo de Trujillo y no se había equivocado, aprovechó su hora
de comida para no levantar sospechas, pero Silvia ya la estaba esperando
escondida en el aparcamiento.

Intentó pasar desapercibida, así que permitió que un par de coches se


interpusieran entre ellas, pero sin perderla de vista y bajo esa dinámica se mantuvo
conduciendo durante más de cuarenta y cinco minutos hasta llegar a los linderos
de la Ciudad en donde Pepa tomó un camino que más bien parecía una pradera y
tuvo que frenar.

Evidentemente no circulaba ni un sólo automóvil por esa ruta y si la seguía Pepa le


pillaría enseguida, entonces esperó un par de minutos y antes de retomar el
camino, rogó a Dios no hubiera desviación alguna que la hiciera perderse.

Puso el motor en marcha de nuevo y para su fortuna, era un camino recto, sin un
sólo crucero, sin margen de error.

No recorrió ni cuatro kilómetros cuando vislumbro una bonita casa de campo y una
Touareg blanca aparcando, entonces la recordó igualmente aparcada afuera de
aquella casa el día que se conocieron, la había mirado cuando Pepa le dejó
escapar aunque sin prestarle mucha atención.

Hizo nota mental de que esa camioneta era utilizada por Pepa únicamente cuando
pensaba cometer algún crimen.

Llegó a la casa pero se estacionó un poco lejos de Pepa para impedir que se diera
cuenta de que la había estado siguiendo.

Los pasos de la morena eran lentos y cortos, no tenía ninguna prisa, más bien
disfrutaba enormemente de la quietud del campo y de estar en contacto con la
naturaleza.

En cambio, Silvia corrió lo más rápido que pudo hasta situarse a unos treinta
metros de ella, desenfundó su arma y gritó con la mayor firmeza que pudo:

-No des un paso más ó disparo-

Entonces Pepa reconoció esa voz al instante pero no se volteó para mirarla,
simplemente siguió su camino.

-Anda pelirroja dispara - Fue la tranquila respuesta que recibió Silvia.

-¡Pepa que te estoy apuntando con un arma en la cabeza! - Gritaba


enfadada.

Pero nuevamente fue ignorada y Pepa sacó unas llaves de su bolsillo, las cuales
introdujo en el candado, quitó la cadena y entonces otra de las llaves se encargo
de hacer girar la cerradura.

-Si quieres pasa…Dejo la puerta abierta…- Esbozó una despreocupada


sonrisa de medio lado.

-¡Pero detente joder! - Gritó al observar que la morena se irrumpía en la casa.

Ante aquel grito, la reacción de Pepa fue pararse en seco y entonces se giró.

Se encontró con la perspectiva de una Silvia que empuñaba la reglamentaria con


pulso deficiente.

“Las mejores cosas suceden cuando menos te las esperas”

Paradójicamente era la pelirroja que portaba el arma quien se encontraba


aterrada…

Aterrada porque sabía que era incapaz de dispararle, aterrada porque no sería
capaz de mirar a Pepa acabando con la vida de un hombre.
-No lo hagas…-Le suplicó - Ven conmigo - Le tendió una mano invitando a que
abandonaran las casa- Salgamos de aquí las dos…¡Juntas!-

Pepa aprovechó ese momento de debilidad y desconcentración de Silvia para


abalanzarse sobre la mano que sostenía la pistola y despojarla del arma con
relativa facilidad.

-Es mejor que te vayas Silvia…- La miró seria y lanzó la pistola al piso lejos del
alcance de ambas.

-Es que no quiero Pepa, no voy a irme sin ti… - Gimoteó al tiempo que se
cubría el rostro con las manos de impotencia.

Ante esas palabras y esa actitud de completa indefensión por parte de la pelirroja,
Pepa no pudo aguantar más y con un habilidoso movimiento cerró la puerta que se
encontraba detrás de Silvia y literalmente la acorraló entre la puerta y sus manos
recargadas con fuerza en la pared.

Maldito deseo.
Mi voluntad envenenas,
llenas de tí mi existencia, de tí...de tí”

Silvia que para estas alturas con el sonido producido por la puerta al cerrarse, ya
había descubierto su rostro , se percató que tenía frente a ella a una mujer de 1.80
a tan sólo tres centímetros de distancia.

Permaneció en silencio, tener a Pepa tan cerca le paralizaba de cualquier tipo de


razonamiento o proceso cognitivo que le permitiera hilvanar alguna idea o
pronunciar palabra.

-No sé si seré capaz de detenerme Silvia…-Susurró la morena con la voz


entrecortada producto del deseo…-Teniéndote así…Tan cerca-

Silvia permanecía muda y fue entonces cuando de forma momentánea la cordura


volvió a la cabeza de Pepa.

Apretó los párpados con fuerza intentando ganar la batalla contra sus instintos y
entonces la puerta se encontró abierta una vez más.

Silvia sabía que si no escapaba ahora…Tal vez no podría hacerlo nunca…

“Hay que alejarse de las tentaciones,


pero despacio,
para que puedan alcanzarte”
Y quizás no deseara hacerlo, pero Pepa había puesto bien claras las cartas sobre
la mesa…

¡Era sólo un polvo y nada más!

Se dio la media vuelta dispuesta a marcharse.

Pero una vez más, las manos de Pepa empujaron la puerta para cerrarla.

-No puedo pelirroja… - Le dijo con desesperación - No puedo dejarte ir-

Ven, te daré todos mis sueños


porque vivo de ilusiones
y así no sé vivir.
Si aunque no quiera pienso en tí
y el fuego en que me quemo,
quiero morir en tu veneno,
beberlo de tu piel y mi piel

La Inspectora Castro se encontraba de espaldas a Pepa, aprisionada entre la


puerta y el cuerpo de la morena.

Pepa inclinó la cabeza lo suficiente para alcanzar el cuello de Silvia, con la inercia
del propio cuerpo empujó más a la forense hasta que sus cuerpos quedaron
completamente pegados el uno del otro.

Ya no era del todo necesario emplear los brazos para impedirle que se moviese,
así que aprovechó para despegar una mano de la puerta y remover unos cuantos
mechones rojos de la clavícula de Silvia y acto seguido se lanzó a devorarle el
cuello.

Primero lo hizo dejando pequeños y cálidos besos sobre él, pero al sentir
estremecer el cuerpo de la pelirroja debajo del suyo se despertó en Pepa un deseo
voraz por probar más fracciones de aquella piel con la que tantas veces había
soñado despierta.

Las manos de Pepa habían abandonado completamente el contacto con la puerta.

Con el brazo izquierdo envolvía el cuerpo de Silvia descansando la palma sobre el


torso de la forense.
Con la mano derecha que hasta entonces le había quedado libre comenzó a
acariciar el costado la de pelirroja en dirección descendente, comenzando desde el
omoplato derecho y bajando lentamente por su brazo, dejando un sendero de piel
encrespada a su paso.

Su boca no perdía el tiempo, repasaba ese cuello una y otra vez, despertando una
intensa avidez que incrementaba a cada beso regalado.

¡Y cómo no! Que aumentaba en la pelirroja a cada beso recibido.

La morena notó como una Silvia empeñada en disimular sus emociones fracasaba
en el intento.

Lo hubiera conseguido sino fuera por esos constantes temblores de su cuerpo que
la delataban y entonces inclinó la cabeza hacia atrás para que los labios de Pepa
pudieran profundizar aún más esos besos.

Y así lo hizo la Agente Miranda, comenzó a capturar pequeñas porciones de piel


entre sus labios trazando un camino de saliva por toda la clavícula, ayudada por la
mano que ya había abandonado el costado de la pelirroja para ocuparse de
separar el tramo de tela que le estorbaba para contactar plenamente con aquella
dermis, que mediante cada uno de los movimientos involuntarios de los músculos
del cuerpo, Pedía a gritos por más.

Entonces Pepa obedeció y esta vez fue su lengua la que comenzó a recorrer aquel
camino que había sido previamente trazado por sus labios.

El cuello de la pelirroja impregnado de humedad proveniente de la boca de Pepa.

La manos de Silvia recargadas con fuerza sobre la pared.

La mano izquierda de Pepa acariciando el estomago de Silvia por encima de la


ropa, pero que inquieta comenzó a bajar hasta encontrar el borde de la camisa y
entonces interponerse entre la tela y la piel.

Comenzó a trazar círculos imaginarios con el dedo índice alrededor del ombligo.

Silvia dejó escapar un tímido gemido.

Pepa lo tomó como una señal para ascender despacio con la punta de sus dedos.

Un nuevo camino fue trazado hasta llegar a rozar con timidez y casi de forma
imperceptible el sujetador de la pelirroja. Sólo para entonces emprender el camino
de regreso hacia el ombligo.

Silvia dejó escapar un nuevo gemido y Pepa no pudo más.


Con la otra mano, que se había estado ocupando de repartir discretas caricias
alrededor del cuello de Silvia y que se encargaba de apartar con los dedos la tela
de la camisa cuando ésta se interponía entre sus labios y la piel de la pelirroja, le
invitó a girarse hacia ella para quedar al fin de frente.
Así sin despegar la boca de su cuello, simplemente que ahora recorría nuevas
porciones de piel que a su lengua aún le faltaban por degustar.

La cabeza de Pepa enterrada en el cuello empapado de Silvia.

La manos de Silvia enredadas en el cabello de Pepa.

La mano derecha de Pepa viajando libremente a través de la espalda de Silvia y al


mismo tiempo aprovechaba para atraerla más hacia su cuerpo, si es que eso aún
era posible.

La mano izquierda de Pepa seguía recorriendo ese excitante camino que abarcaba
del ombligo al nacimiento del sujetador de la pelirroja, hasta que abandonó su
posición solamente para desabrochar muy lentamente el primer botón de la camisa
de Silvia.

Entonces Pepa abandonó el cuello de Silvia y retrocedió un poco solo para mirar la
reacción de la forense.

La pelirroja se encontraba bajo párpados cerrados.

Para Pepa fue señal suficiente de que podía seguir adelante con su cometido.

Desabrochó el segundo botón y ahora tenía espacio suficiente para recorrer el


esternón de Silvia con su dedo índice.

Silvia abrió los ojos solamente para encontrarse con la mirada de Pepa que en ese
instante solamente era capaz de transmitir lujuria.

Ese fue un gesto cruel para la pelirroja y entonces una vez más, retumbaron en su
cabeza aquellas palabras que tanto le dolían "Sólo un polvo y nada más!

-¡Para…!- Le suplicó con voz muy tenue y la respiración entre cortada - …Para
por favor Pepa - Suplicó nuevamente al ver que la morena no se detenía e
intentaba desabrochar el tercer botón de aquella camisa que tanto le estorbaba.

Pero seguía siendo ignorada, así que como pudo posó ambas manos sobre los
hombros de Pepa empujando ligeramente hacia atrás, lo suficiente para recuperar
un poco de su espacio vital y recuperar la cordura.

Pero la sangre de Pepa había alcanzado una temperatura demasiado alta y era
imposible pensar con claridad bajo el influjo de semejante sensación que había
dejado de ser deseo para convertirse en auténtica excitación.
Así que acortó la distancia nuevamente, decidida a terminar el asunto pendiente
que había dejado con aquella maldita camisa que le privaba de lo que seguro sería
uno de los paisajes más maravillosos que podría contemplar en toda su existencia.

-No lo hagas Pepa…- Sollozó y entonces sus ojos se tornaron vidriosos - Por
favor…- Suplicó nuevamente.

Solamente las lágrimas de Silvia fueron capaces de debilitar la lascivia que había
tomado el control del cuerpo y la cabeza de Pepa, así que frenó.

Silvia pudo distinguir que la expresión en la mirada de Pepa se había


transformado, hasta por un momento tuvo la loca idea de que en esos ojos
marrones verdosos había amor…

Las manos de Pepa envolvieron con delicadeza la cara de la pelirroja, regalándole


afables caricias en las mejillas.

Silvia identificó ese contacto como un acto de infinita ternura y cerró los ojos para
disfrutar de esa maravillosa sensación de mariposas en el estomago que aleteaban
de manera incesante.

Pepa también las sentía y no supo hacer otra cosa más que dejarse llevar por
aquella infinita ternura que había logrado transmitirle a Silvia con éxito y entonces
acercó su rostro al de la pelirroja y rozó sus labios con suavidad.

Fue un contacto efímero, pero maravilloso.

Se separó un poco para mirar a Silvia, quien de inmediato echó de menos la


ausencia de las manos y los labios de Pepa sobre su rostro y entonces abrió los
ojos.

Rodeó el cuello de Pepa con sus manos y ahora fue ella quien se colocó de
puntillas para acercar su rostro al de la morena, pegaron sus frentes y entonces
sus labios trémulos se encontraron, primero se rozaron con timidez, pero no
tardaron mucho en reconocerse y comenzar a buscarse con un poco más de
confianza, aunque el beso seguía siendo pausado, se disfrutaban con tranquilidad,
se deleitaban con el sabor y la textura de sus bocas.

Las manos de Silvia colocadas detrás del cuello de Pepa.

Las palmas de Pepa intentando memorizar cada una de las facciones de aquel
rostro que comenzaba a resultar adictivo para sus manos.

Los bichos que se multiplicaban en el estomago de ambas y revoloteaban con


intensidad.

Pero entonces, Pepa notó que esa misma intensidad hacía presa del llanto de la
pelirroja, que a pesar de los apacibles besos y las dulces caricias no cesaba.
Entonces fue deteniendo el beso despacio y retrocedió un poco sin dejar de
envolver las mejillas de Silvia entre sus manos

La miró, la miró, la miró.

Le entregó su vida en ese preciso instante, en esa mirada…

-No llores princesa…- Le susurró tan conmovida que por un momento Silvia
creyó que la había contagiado con sus lágrimas - No pasará nada que tú no
quieras ¿Vale?-

-Entonces no le mates Pepa…- Le rogó aún con las manos rodeándole el


cuello.

Pero Pepa que no estaba dispuesta a ceder ni con las suplicas de Silvia, rompió el
abrazo.

Negó con la cabeza…- Eso no está a discusión Silvia - Le aclaró muy seria.

Y sin esperar por una respuesta de la Inspectora Castro se dio vuelta y comenzó a
caminar hasta llegar a las escaleras, a través de las cuales comenzó a ascender
decidida a cumplir con su objetivo, segura de que la magnum situada en la espalda
baja, oculta por la ropa, le daría la estocada final a la vida de Joaquin Trujillo.

El primer pensamiento de Silvia fue quedarse ahí, colaborando nuevamente de


forma pasiva en la comisión de uno más de los delitos de Pepa, pero de pronto se
armó de valor, se limpió las lágrimas y con la camisa a medio abotonar salió
corriendo intentando llegar a tiempo…

A intentar impedir lo inevitable…

Cuando por fin consiguió llegar hasta Pepa, se encontró con un Trujillo maniatado,
con la boca encintada pero los ojos descubiertos y una mirada de completo terror
mientras la mágnum de Pepa le apuntaba directamente en la cabeza.

Silvia contemplo la escena horrorizada, no fue capaz de articular la palabra,


inmediatamente apareció en su mente el nombre y el rostro de Gonzalo,
seguramente imágenes idénticas a la que en ese momento estaba presenciando
se habrían suscitado instantes antes de que acabaran con su vida.

Una nueva lágrima nubló su mirada.

-Deseaba matarte como a un perro desde ese día en la sala de briefing…


¡Hijo de Puta! - La voz de Pepa estaba llena de odio y esa frase fue el último
sonido que se pudo apreciar antes de que la ficticia Agente Miranda detonara su
arma en la cabeza de Trujillo.

Silvia abrió muy grande los ojos y la boca, prácticamente en estado de shock.
Y entonces el llanto se hizo incontenible.

Se llevó una mano para cubrirse la boca que no era capaz de cerrar y entonces
Pepa se giró para mirarla…

-Lo siento pelirroja - Se disculpó encogiéndose de hombros.

capítulo ix. ¡el sonido del timbre!

“ INFIERNO: Es la neurosis que produce la contradicción


entre lo que hacemos
y lo que nuestra conciencia nos hace sentir”

Que curiosa resulta la vida de un motel, contemplando un vertiginoso vaivén de


amantes sin la intención de permanecer más allá que un par de horas.

Y así había transcurrido la vida de María José Miranda Ramos, como la de un


puñetero motel.
Saber que al despertar solamente quedará una habitación fría y desolada, al igual
que la existencia de esa mujer que hasta hace poco, no había conocido el amor.

Pero ahora ya lo conocía, ahora había dejado de ser un motel para convertirse en
la casa.

En la casa de alguien...

En la casa de Silvia.

Silvia...Un alma en pena que pedía con desesperación ser arropada, sin darse
cuenta fue a parar frente a la puerta cerrada de una Pepa que lo entendió todo con
tan sólo una profunda mirada.

Y entonces, así sin pensar, sin saber porque, simplemente lo hizo...

Le tendió por debajo de aquella puerta las llaves de su completa existencia y


entonces Silvia las cogió.

Decidió que ese sitio tan imperfecto ante los ojos de cualquier cotidiano, era
simplemente perfecto...

Al menos para un ser tan tremendamente imperfecto...Imperfecto como ella.

Y entonces se dio cuenta de que al fin había encontrado su casa.

La pelirroja lo asumió...Pepa era su casa.

Pero ¿Qué es una casa?

La Inspectora Forense Silvia Castro, encargada del área de Investigación científica


de la Comisaría de San Antonio llevaba noches en vela intentando descifrar el
enigma.

De dar una respuesta razonable a esa voz que le repetía de forma insistente que
Pepa era su casa.

Hasta que al fin la encontró.

Evidentemente eran esos muros de concreto que te mantienen a salvo de las


inclemencias del clima, que te hacen sentir seguridad y calma, el refugio del
trabajo, el descanso, el fruto del esfuerzo...

Pero estar en casa...Es mucho más que eso.

Es el sitio donde hay alguien que te extraña...


Donde una persona impaciente mira una y otra vez en dirección a la puerta con la
única esperanza de verte llegar...

El lugar donde te sientes fuerte e indestructible.

Y solamente lograba sentirse así entre los brazos de Pepa, porque la morena se
había convertido inexorablemente en su casa.

Su casa, su casa, su casa...

El sitio que tu cuerpo puede abandonar, pero que tus pensamientos se quedan
ahí...Anclados a ese lugar...

El calor de un abrazo, el chocolate derretido sobre el paladar, el olor a tierra


mojada...

El lugar en donde te quieres quedar, aún cuando sabes que no es el mejor sitio
donde pudieras estar...

Donde no existe la soledad, ni la sensación de vacío, ni las sonrisas forzadas...

Porque estando allí...Simplemente no te falta nada.

01 de junio, 10:05 horas.

VOZ EN OFF:

¡Quisiera saber qué carajos está mal con tu cabeza!


¡Es que joder Pepa!
Cada que te miro veo a una persona diferente, alguien que no conozco...
¡Estoy perdiendo la batalla!
Esa que juré librar para no dejarte entrar nunca en mi cama;
Y hoy me vengo a encontrar con que mi casa eres tú...
La cama en la que quiero dormir,
El calor de la manta con la que me quiero cobijar,
El aire que quiero respirar...
¡Dios, es que Pepa es mi casa y yo quiero ser la suya!

Una mano cubierta con piel blancuzca sostiene el móvil que no deja de sonar, mira
la pantalla iluminada, un número tan familiar y tan desconocido a la vez.

Ha recibido más de veinte llamadas en menos de cuarenta y ocho horas.

Algunas veces coge la llamada y otras tantas simplemente lo deja sonar.

Y es que cuando responde, escucha claramente la respiración de la persona al


otro lado del auricular, pero no dice nada.

¿Cómo puede ser Pepa tan infantil...?

Porque ¡Vale! ¡Que es Pepa la que marca y cuelga!

¿Ó no...?

¿Quién más podría ser?

Es verdad que el identificador revela un número que no pertenece al móvil de la


morena, pero eso es lo de menos.

Una nueva llamada entrante...

El mismo número.

La voz de una pelirroja cabreada resuena en todo el salón de su apartamento.

-¡Pepa! - Le gritó por el teléfono - ¡Que te estás comportando como una cría!
-

Pero no hay respuesta, únicamente se escucha una respiración pausada.

Silvia colgó furiosa.


-Tus jueguitos están comenzando a cansarme Pepa - Dijo para sí misma y
lanzó el teléfono al sofá.

Pero ¿Qué es exactamente lo que le enfadaba?

¿Que la llamaran para permanecer en silencio?

¿Ó que los días transcurrieran sin que Pepa diera señales de vida?

El timbre sonó.

-Pepa...- Masculló una milésima de segundos antes de lanzarse como un resorte


hacia la puerta.

Ni siquiera reparó en el desastre que sería su cabello, se encontraba en pijama, sin


gota de maquillaje, sin duchar...

Una sonrisa de ilusión se dejó asomar por su rostro, pero no demoró demasiado en
difuminarse al observar a Don Lorenzo por la mirilla de la puerta.
-Pero hija...-Fue lo primero que escuchó apenas abría la puerta -¿Qué cojones
está pasando contigo?-

-Pero...- Silvia lo miró desconcertada - ...¿De qué me estás hablando papá?-

El Comisario Castro avanzó un par de metros hacia el interior del piso de su hija y
entonces abrió los ojos como platos.

Ropa regada por el suelo...


Dos botellas de Tequila vacías sobre la mesita colocada al centro de la sala.

Un bote de helado de chocolate Hagen vacío encima del sofá,,,

-¡Silvia...Pero tú! ¿Te encuentras bien cariño? - Preguntó visiblemente


preocupado, inyectando una dosis cariñosa en su inflexión de voz.

-Perfectamente papá...
Las sonrisas fingidas nunca se le habían dado tan mal a la pelirroja como aquella
mañana.

-A ver hija, primero desayunabas, comías, cenabas y dormías en el CSI,


te negabas a tomar un descanso y ahora no te entiendo, que llevas
cuatro días que no te paras por Comisaría...-

-Que no hay nada que entender papá...- Comenzaba a alterarse ligeramente -


Que te pedí una semana de vacaciones ¡Y ya está! -

-Pero que esto no es normal mi vida - Decía al tiempo que recorría aquel
desorden con la mirada.

-Venga...Estoy bien - Intentaba sonar convincente - Tú mismo me sugeriste


que tomara un descanso y eso hago, intento relajarme un poco, es todo
¿Vale? -

Don Lorenzo inhaló profundamente.

-Silvia necesito que te duches y salgas de ese abandono tuyo...¡Que


estás hecha una piltrafa cojones! -Le lanzó una mirada inquisitiva - Miranda y
yo te necesitamos en Comisaría-

“Miranda” “Miranda” “Miranda”

Una simple palabra, aparentemente inofensiva pero con el poder de enajenar y


perturbar a una Silvia que ya no podía con su alma completamente derrumbada.

Ya lo había dicho su padre, ¡Estaba hecha una piltrafa! y así era como se
encontraba por dentro...

Con la moral en el piso como una rueda que se arrastra por el asfalto...

Y que duele porque raspa,

Y que duele porque quema,


Y que duele porque no tiene idea de como parar.

Tiene el abismo ante sus ojos pero no es capaz de detenerse.

Ya no.

Lo ha intentado todo, de veras que lo intentó, se alejó, se alejó y se alejó pero es


que Pepa Miranda se le ha metido como una puta bala en las entrañas, le fulminó
la vida, le contaminó el hígado, la hizo adicta a la morfina.

¡Pepa es su morfina! Y es que sabe que esa maldita sustancia la va a matar, pero
es que si no se la inyecta el dolor no la deja respirar.

¡Que sin ella se le rompen los huesos!

Se le revientan las venas.

-¡Hija! - Exclamó Don Lorenzo muy alterado - ¡Que no estás escuchando!

-Perdona papá...Es que de verdad estoy agotada y...-

-Y Nada...-Le cortó con firmeza - ...Si quieres seguir con tu semana de


vacaciones lo haces, pero después hija, que te quiero lista en cuarenta
minutos para que hagas la autopsia de Trujillo -

No pudo evitar inquietarse más de lo que estaba ya ante las palabras de su padre
- ¿Apareció el cadáver de Trujillo? - Preguntó sorprendida y también
preocupada.

-¡Pero joder contigo hija! Te lo acabo de decir y también que unos


cuantos días antes de su desaparición recibió una transferencia
millonaria en su cuenta bancaria!-

-Y ¿De verdad no hay otro forense que pueda hacerse cargo?


-Pero Silvia, que tu eres del equipo de Miranda, que es como si fuera tu
caso, además te recuerdo que ese hijo de puta quería joderte-

-Ya pero...-

-Nada de peros hija, No quiero que anden diciendo por ahí que la hija de
Lorenzo Castro es una irresponsable-

Silvia asintió resignada, sin remedio, ¿Quién era capaz de reñir a su padre? Ella no
había sido capaz de hacerlo en más de treinta y dos años.

Y estaba ahí...De pie, dispuesta a entrar en la regadera y prepararse para caminar


a través de la cada vez más delgada y debilitada línea entre llorar la lava del deseo
que quema su piel o apagarlo con salvajes roces de la piel empapada de Pepa
sobre la suya.

Aún no era capaz de dirigir sus pasos hacia el cuarto de baño cuando el móvil
volvió a sonar.

No se inmutó.

Simplemente desviaba la mirada hacia el sillón donde descansaba el aparato que


seguía sonando.

-¡Hija pero es que...!

Entonces Silvia le interrumpió.

-No quiero contestar ¿Vale? - Le miró con hastío. Ya estaba bastante crecidita
como para que su padre se pasara por su apartamento a estas alturas de la vida y
pretendiera darle ordenes.

¡Pero es que así había sido todo la vida! Y Don Lorenzo no iba a cambiar ahora.

-¡Por mis santos cojones Silvia! - Exclamó exasperado - ¡Que eres médico y
además policía! ¡Que puede ser una puñetera emergencia hija!
-Pero es que han estado insistiendo toda la mañana y tomo la llamada
pero nadie responde, debe ser un crío jugando con el teléfono-

-Voy a pedirle a Curtis que pinche el número, no me fío que sea un


simple crío haciendo bromitas - Le informó preocupado.

-No pasa nada papá, me ducho y te alcanzo en Comisaría -

El Comisario asintió pero para nada estaba convencido, por supuesto que pensaba
averiguar a quien pertenecía el dichoso número.

10:42 horas

Mientras la mañana transcurre lenta con la insoportable ausencia de su musa, esa


capaz de inspirarle a crear montones de violentos y a la vez melancólicos acordes
para violín.

Y cuando las emociones se convierten en música...

En las notas desgarradas del sonido de un corazón que palpita entre muros de
cristales rotos...

“Porque quizás ese amor esté condenado


a vivir en la ruina de un silencio
que va quedándose sin voz”

Tal vez su alma esté destinada a quedarse escondida como un secreto en su


garganta...

Quizás nunca se atreva a ejecutarlas y la vida se les extinga lentamente sin


siquiera mirar la luz del sol..

¡Que triste es pensar que tus sentimientos quedarán reducidos a un simple papel
de tono amarillento, devorado por la polilla en el fondo de un cajón!

Y las manecillas de aquel reloj de pared que decoraba la cocina eran bastante
caprichosas, se negaban a que el tiempo avanzara de forma dinámica, era como si
se quedara estancado cada dos o tres segundos y entonces el tormento de la
espera resultaba aún más dolorosa.

La encimera se encontraba cubierta por una enorme charola de pinchos de todos


colores y sabores, al tiempo que el delicioso aroma del café gourmet impregnaba
el aire que se respiraba en el apartamento de Pepa.

Sara sostenía la cafetera entre sus manos y llenaba su taza para posteriormente
hacer lo propio con la de su tía.

Ambas aún con la pijama puesta y es que había sido una noche larga...

Llena de confesiones.

Por primera vez en su vida, Pepa había abierto su alma en canal y finalmente
confesó lo doloroso que podía ser el amor, porque a ella le dolía, le dolía su
corazón cada que no palpitaba junto al de Silvia.

Y Es que la Real Academia Española no sabía una puta mierda, porque la única
definición probable para definir la palabra “Agonía” eran cuatro días sin
saber de Silvia”

Cualquier persona que se atreviera a pensar diferente, seguro que nunca conoció
a Silvia Castro.

Don Lorenzo le había ofrecido que tomase la mañana y parte de la tarde libres, ya
que le reconocía su esfuerzo y por lo tanto la imperiosa necesidad de tomar un
concienzudo descanso.

Así que después de diez días, al fin recuperaba sus sueños y tomaba un desayuno
como Dios manda.

-Tienes que serenarte tita...- Le sugirió Sara desde el taburete pegado a la


barra.

-Es que no puedo sobrina...Que han sido cuatro malditos días- Decía
tomando un pincho de Salmón con alcaparras entre sus dedos temblorosos.
-Recuerda lo que hablamos Pepa, tienes que darle su espacio, déjala que
piense en soledad, que te sienta lejos para que te extrañe- Le aconsejó a
la vez que tomaba la botella de aceite para rociar un poco sobre su pincho de
anguilas con camarón.

-¿Y por qué coños estamos desayunando con café y no con una copa
llena de tinto? - Se quejó Pepa

-Porque en unas cuantas horas tienes que estar en Comisaría y te


recuerdo que la Agente Miranda es una dama...- Sara contuvo la carcajada
con mucho esfuerzo - Una mujer de conducta intachable, no va con su
imagen el presentarse con aliento alcohólico -

-¡Joder sobrina! ¿Y si no me extraña? ¿Y si ni si quiera ha pensado en


mi ? - La desesperación se apoderaba de ella una vez más - Es que ni un sms,
ni una llamada, nada de nada...-

-Relájate - Le sonrió divertida - Además en unas cuantas horas la vas a


tener frente a ti y seguro que le gusta la sorpresa que le preparamos -

-Ó me escupe en la cara...- Tal parece que ese día se le estaba dando muy bien
adoptar una actitud pesimista - No sé Sara, es que no es sólo eso, hay algo
más que me inquieta...-Confesaba preocupada.

-¿Qué te preocupa ? - Preguntó mientras mordisqueaba su pincho.

-Es que ni siquiera lo sé, es una sensación espantosa que me oprime el


pecho, como angustia, ganas de salir corriendo...Te juro que no lo sé,
comencé a sentirme así desde la cena en casa de tu padre pero no le
tomé mucho caso -

-mmm...¿Una especie de presentimiento? - Intentaba adivinar.

-Puede ser...- Se quedó pensativa por unos breves instantes-...Es que cada que
pienso en Silvia siento esa desesperación, como si algo malo fuera a
pasar -

-¡Hey! Que todo va a estar bien ¿Si? - Le sonrió y le brindó una palmadita en
el hombro manifestándole su apoyo.
Pepa asintió pero con muchas dudas.

-Pepa...- Sara retomó la palabra de nueva cuenta - Que tengo un plan que no
puede fallar y si tú me autorizas...Ya mismo lo ponemos en práctica-

Pepa levantó las cejas y comenzó a estudiar el rostro de su sobrina, ¿Qué podría
estar pasando ahora mismo por la cabeza de esa cabra loca? - Miedo me das
sobrina...-Le dijo muy seria

-Pronto vas a estar con Silvia desayunando aquí, en esta misma barra, tú
ya lo verás - Sonrió maliciosa.

11:49 horas

El cuerpo inerte de Trujillo yacía en decúbito supino sobre la mesa de acero


inoxidable del CSI, cubierto únicamente por una sábana blanca que dejaba a la
vista solamente los dedos de los pies que ya se tornaban de un color amarillento.

Las manos de Silvia protegidas por los guantes de látex removieron la sábana para
encontrarse con el hombre que había perdido la vida en manos de Pepa.

Cerró los ojos y negó con la cabeza, no podía evitar que imágenes del momento
en que la bala proveniente de la mágnum explotara la cabeza del Inspector de
Asuntos Internos regresaran a su mente.
Tomó algunas fotografías en diferentes perspectivas del cadáver, ya que para el
archivo era indispensable dejar evidencias del estado de las ropas.

Posteriormente comenzó a cortar las prendas con tijeras de hojas curvas y largas
hasta dejarlo completamente desnudo.

Encendió la grabadora para comenzar a tomar nota de los hallazgos en el exterior


del cuerpo.

No había tatuajes, ni perforaciones, ni amputaciones, aunque le extrañó descubrir


una deformidad en la pierna derecha, que aparentemente había sido sometida a
varias cirugías, a juzgar por las cicatrices.
Tal vez explicara el amargo carácter de Trujillo, porque con todo y que era un
cabrón, pues mala persona, lo que se dice mala no era.

La piel había adquirido un tono verdoso prácticamente en su totalidad combinado


con abundantes manchas violáceas. La textura era viscosa, a causa de la capa de
mucuosa que transpiraba por los poros del cuerpo.

Fluídos en color café- amarillentos escurrían por las fosas nasales y ambas
comisuras de los labios.

Tomó fotografías de todo aquello y humedeció el cuerpo con agua caliente para
aligerar la rigidez de los huesos, mientras con una toalla limpiaba un poco la
serosidad de la piel.

La forense se cercioró de que el cuerpo mantuviera su posición boca arriba.


El cuello posicionado de forma imparcial como intentando mirar al techo.
Piernas y brazos extendidos pegados al tronco.
Las palmas de la mano hacia arriba.
Los pies en flexión neutral con las puntas del dedo gordo hacia arriba.

Entonces, ahora sí...La posición era la correcta, solamente faltaba colocar una
base de madera sobre la nuca para mantener la cabeza estática.

Tomó el bisturí por el mango para realizar una incisión que comenzaba en el
pabellón de la oreja izquierda, atravesando el cuero cabelludo hasta llegar al
pabellón de la oreja derecha.

Con un escoplo en forma de “T” separó el casquete óseo del resto de los
elementos ahí mezclados.

El cráneo presentaba varias fisuras, así que unos segundos con la sierra eléctrica
presionando sobre él fueron suficientes para abrirlo por mitad.

Extrajo con ambas manos lo que ahí quedaba de masa encefálica y lo colocó
sobre la báscula para pesarlo.

Encontró lo que ya de antemano sabía, el orificio de salida escandaloso producido


por la bala de una mágnum y residuos de pólvora de la misma.
Tomó nota del peso cerebral y guardó con cuidado las muestras de pólvora.

De sobra sabía que no encontraría nada más, pero por mero protocolo debía hacer
una incisión por todo el tórax.

Y Así lo hizo.

Primero un corte limpio descendente para deshacerse de la primera capa de la


piel.

Separó los dos extremos de la abertura con los dedos y con el escoplo plano
comenzó a remover las capas de grasa que tenían un aspecto gelatinoso de color
blancuzco-amarillento.

Fue entonces cuando pudo palpar con las yemas de los dedos algo extraño.

La teoría te dice que específicamente esas capas del cuerpo deben ser blandas.

¿Por qué coños se sentía una superficie dura?

Introdujo los dedos índice y medio de su mano derecha por la pequeña ranura que
había trazado con la hoja del bisturí y entonces pudo sentir que en efecto ahí
dentro había un objeto ajeno al cuerpo.

Haciendo uso de las manos despegó la dermis de la carne, de la misma manera


que se separa una calcomanía del papel.

Y un nuevo corte del bisturí, esta vez empleó una hoja de diez centímetros de
longitud, más del doble de tamaño que la anterior.

Y entonces distinguió lo que parecía ser un paquete, una caja quizás.

De nuevo se ayudó con las manos y la pudo tocar.

Era una caja de latón de unos quince por quince centímetros de área.
Con dificultad consiguió empujar la carne para que sus manos pudieran accesar
con plenitud y entonces atenazar con decisión la caja para tirar de ella con fuerza y
sacarla del interior del cadáver.

Colocó la caja sobre la encimera que tenía a su lado y dio un par de pasos hacia el
grifo del agua, se quitó los guantes y los tiró en el bote de basura. Se lavó las
manos y abrió un paquete con guantes nuevos.

Entonces tomó una toalla limpia y comenzó a limpiar la caja que venía
impecablemente sellada, pero que estaba impregnada de sangre, tripas y una que
otra larva.

¿Qué coños habría allí dentro?

Tomó el bisturí de hoja pequeña y comenzó a romper los sellos.

Finalmente consiguió abrirla solamente para encontrarse con otra caja de menores
proporciones, pero esta última era de cartón y venía amarrada con listón rojo, de
manera que formaba una cruz.

Ahora el dichoso paquete tomaba forma de regalo.

La pelirroja impaciente cortó los listones, ávida por descubrir el contenido de la


dichosa caja.

Era un DVD.

“Bonnie & Clyde” de 1967, dirigida por Arthur Penn.

En ese instante la Inspectora Castro se olvida de que existe un mundo girando


fuera de su Laboratorio y por un segundo se dedica únicamente a sonreír para una
Pepa que sabe está ahí, aunque no pueda verle, porque su fantasma permanece,
deambula por su cabeza...

Y es que ya no importa lo que esa perturbada mental haga, ya no importa cuánto la


decepcione...

¡Es que se le ha metido muy dentro y ya no puede resistírsele!


Al menos en ese preciso instante no hubiera tenido fuerzas para rechazarle, pero
el destino es caprichoso y la Pepa de carne y hueso no estaba allí para privar de la
razón a la pelirroja entre sus labios.

“Oye... si te arriesgas lo vivimos


y después tú me lo cuentas...
si es que hay algo más bonito”

Anexa al DVD, había una nota, escrita por la morena, con su puño y letra.

“Quizás pensar en un "nosotras" te resulte tan utópico como intentar escalar


un árbol sin piernas…
Y la verdad es que no te culpo.
Pero después de todo lo que hemos pasado, ¿No te parece que valdría la
pena cenar conmigo esta noche?

Es que yo estoy segura de que tú y yo juntas podemos hacer que caiga nieve
en el desierto.”

La enorme sonrisa que asomaba por el rostro de Silvia no se podía disimular,


releyó la nota una y otra vez.

-Es que únicamente la cabeza desequilibrada de Pepa podría planear


algo así - Hablaba con ella misma sin dejar de sonreír - Mira que hacer una
incisión en la columna para meter una caja -

Negaba con la cabeza pero incapaz de borrar la sonrisa - ¡Eres una perturbada
Pepa!

19:18 horas

El porsche amarillo aparcó en Comisaría, y una Pepa con vaqueros y una playera
negra ajustada, bastante informal, aunque no por eso desmerecía la proporcionada
y curvilínea figura de la morena, bajó a toda prisa al mirar a lo lejos que una
cabellera roja se colaba por la portezuela de su carro dispuesta a huír.
Corrió tan rápido como pudo y se interpuso en el paso de Silvia, quien tuvo que
frenar al mirar a semejante larguirucha de 1.80 ahí parada, en medio de la acera,
sin la menor intención de apartarse.

"Para amar a una persona y perdonárselo todo...


Basta con contemplarla un rato en silencio”

Y Solamente se miran.

Cualquier discurso que hubieran tenido preparado para el momento del


reencuentro, simplemente ha desaparecido, se les ha borrado de la cabeza, como
un actor que se ha olvidado de sus líneas.

Ahí están las dos...

Tan indefensas...

A merced de sus propios sentimientos que las paralizan.

Las palabras de amor que se han ahogado en el silencio,

Pero que los ojos no son capaces de esconder...

Se confiesan con cada gesto...


Y ahora que sus miradas se han cruzado otra vez, sienten arder la piel, Silvia
experimenta ese irrefrenable deseo de bajar del carro y lanzarse a los brazos de
aquella mujer que con sólo mirarla le corta la respiración.

“La vida es caer y levantarse, y volverse a caer y volver a levantarse; la


vida es alegrarte los viernes y joderte los lunes, y abrazarte a quien te
abrace y a quien no te abrace pues no te abrazas y punto, y no pasa
nada. Pero coño que si esa persona a la que te mueres por abrazar
también se muere por abrazarte... ¿Qué demonios haces ahí parada
como una imbécil?”
-Pepa...-Fue todo lo que la boca de la pelirroja fue capaz de decir después de
bajar el cristal.

-¿Te vas? - Preguntó Pepa con la ilusión perdida en la mirada.

-En realidad solo vine para hacer la autopsia y me ha llevado más de lo


planeado...-

Mintió. La verdad es que la había estado esperando.

-Pensé que...- Hizo una pausa, no sabía que decir, la verdad es que pensaba que
Silvia tal vez la iba a estar esperando, aunque fuera para reñirla- ...Que quizás
tendríamos una cena está noche- Dijo tímidamente.

Entonces la Inspectora Castro sonrió.

-Hoy no Pepa...Tal vez mañana - De pronto miró el gesto desilusionado en la


cara de Pepa y se desanimó un poco - Déjame pensar ¿Vale? -

La Agente Miranda asintió - Vale- Bajó la mirada, se dio la media vuelta y negó
con la cabeza sintiéndose una estúpida.

-Pepa...-Resonó la voz de Silvia

Entonces la morena giró la cabeza para mirar a la pelirroja.

Silvia colocó la mano en el asiento del copiloto y tomó entre sus manos la caja del
DVD que allí descansaba.
-Que...- Sonrió una vez más - Esta noche debo llegar a casa para ver esta
película-
Dijo mostrando la portada de Bonnie & Clyde que había encontrado en el paquete
misterioso al interior del cadáver de Trujillo.

Entonces sí.

Pepa esbozó una de sus mejores sonrisas, o al menos eso le pareció a la pelirroja
que sintió como una corriente eléctrica se descargaba por todo su cuerpo.

Pero una vez más...Las palabras se quedaron escondidas en aquel par de


gargantas que tenían tanto que decir...

Pero el sonido del móvil de Silvia lo impidió.

Tres timbrazos y entonces la pelirroja lo sacó del bolsillo de su chaqueta que al


igual que el DVD, también yacía sobre el asiento del copiloto.

Miró la pantalla.
De nuevo el mismo número.

No respondió la llamada, se limitó a mirar a Pepa, quien seguía de pie,


exactamente en la misma posición que la había dejado segundos antes.

Las manos las mantenía a la vista, era imposible que fuera ella la persona que
había estado haciendo las llamadas.

Inmediatamente un atisbo de preocupación se apoderó de la expresión de su


rostro, detalle que no pasó desapercibido para Pepa.

-¿Pasa algo? - Se atrevió a preguntar desviando la mirada que tenía puesta en


Silvia, hacia el móvil de ésta.

La pelirroja negó con la cabeza - Es un número extraño y me han llamado


varias veces, pero cojo la llamada y nadie responde-

Pepa sintió como esa angustia que había estado recorriéndole el cuerpo, de pronto
se intensificó.

Algo no iba bien y ahora más que nunca estaba segura de que Silvia podría estar
en peligro - Hay que rastrear el número - Fue todo lo que acertó a decir.

-No es necesario...- Respondió intentando quitarle importancia al asunto - Debe


ser algún ocioso que intenta divertirse un poco-

Pepa se acercó hasta la portezuela que comunicaba con el asiento del conductor
que ocupaba Silvia.

La pelirroja sintió el calor de la palma de Pepa acariciándole el dorso de la mano


que tenía apoyada sobre el volante del coche.

-Déjame acompañarte a casa ¿Sí? - Le pidió con una afable modulación en la voz.

A la forense le dolía el corazón por tener que negarse, pero reunió la fuerza
suficiente para negar con la cabeza - Si vienes conmigo voy a cometer una
locura - Volvió a negar con la cabeza - Que me conozco Pepa, me voy a
dejar llevar...-Cerró los ojos para disfrutar la caricia de la mano de la morena
sobre la suya - Y después me voy a arrepentir -

-Te prometo que en cuanto lleguemos a tu piso tomo un taxi y me vengo


de regreso para Comisaría - Se miraron fijamente - Te lo prometo pelirroja -

-Pepa...- Susurró al tiempo que cerraba los ojos una vez más - ...Es que no
puedo, no puedo tenerte así de cerca y no lanzarme a tus brazos -

Con la mano que le quedaba libre, la violinista acarició con ternura el rostro de su
pelirroja e introdujo la cabeza por el hueco abierto de la ventanilla - Pues mis
brazos solo desean que te lances hacia ellos - Le dijo bajito mientras se
acercaba lo suficiente para que sus labios hicieran contacto con la mejilla de Silvia.

-No Pepa - Al sentir el contacto, abrió los ojos y movió la cabeza para dejar sus
labios fuera del alcance de la morena - Es mejor que no te acerques porque
solamente consigues confundirme más -

Entonces Pepa obedeció y se alejó lentamente hasta volver a tener la cabeza


completamente fuera del vehículo.

-Yo...-Se llevó las manos a la cabeza avergonzada - Yo solamente quiero


acompañarte hasta tu apartamento y cerciorarme que estás bien-

-Voy a estar bien...- Fue la seca respuesta que le proporcionó Silvia antes de
subir el vidrió de su portezuela.

Pepa se quedó ahí mirando como el carro de Silvia se alejaba lentamente de ella.

Cabe mencionar que las dimensiones del estacionamiento de Comisaría no eran


del todo grandes y la Forense había aparcado muy cerca de la salida.

Así que la morena, llevada por esa ansiedad que no la dejaba en paz, movida por
esa necesidad de saber que su pelirroja estará bien, corrió detrás del Renault que
conducía Silvia y aunque difícilmente la iba a alcanzar, sí consiguió llegar a la calle
justo a tiempo para mirar como otro automóvil que se encontraba estático del otro
lado de la acera, ponía en marcha el motor para acelerar con dirección hacia la
Inspectora Castro.

Pepa no supo si se trataba de un delirio de persecución ó si en verdad sucedía lo


que se estaba imaginando, pero en una fracción de segundo comenzaron a
resonar las palabras...

Angustia.

Presentimiento.

Llamadas.

Tomó la decisión sin más.

Corrió hasta su coche lo más rápido que pudo y lo arrancó sin pensar.

Sabía que la pelirroja iba para su apartamento, pero no tenía idea donde quedaba,
lo más sencillo era entrar a Comisaría e investigarlo bajo cualquier excusa
relacionada con el trabajo, pero hacerlo le privaría de tiempo valioso que podría
significar la diferencia entre llegar a tiempo...

Ó llegar demasiado tarde.


Su pie apretaba el acelerador con fuerza y sus manos tomaban el volante con
pericia.

Afortunadamente consiguió vislumbrar aquel automóvil compacto de color negro


que desde su apreciación iba siguiendo a la pelirroja, aunque todo esto había sido
provocado por un maldito palpito y obviamente no tenía certeza de nada.

Pero no cesó en su objetivo, iba pegada al coche negro.

Y no fue hasta siete minutos después que se toparon con un semáforo en rojo, que
pudo vislumbrar el carro de la pelirroja en primera fila de los autos que esperaban
que la luz se tornara verde.

-¡Mierda! - Farfulló por lo alto - ¡Ese hijo de puta la está siguiendo!-

Entonces hizo lo que cualquier persona inteligente hubiera hecho en su lugar...

Cogió el móvil y marcó el número de Silvia.

La pelirroja escuchó sonar el aparato que había colocado sobre la chaqueta en el


asiento del copiloto.

Estiró la mano sin quitar la vista del camino y a tientas lo encontró solo para mirar
el nombre de Pepa en la pantalla.

-Vamos Pepa que te pedí espacio - Decía para sí misma al tiempo que se
debatía entre tomar la llamada o dejarla pasar.

Un timbrazo más.

Y otro...

Y otro más.

El semáforo al fin cambió al color verde, entonces los tres coches aceleraron.

-Me muero por decirte que vengas a ver la película conmigo- Decía
sonriendo mientras atenazaba el teléfono con su mano izquierda y lo recargaba en
su pecho
- Pero no debo - Negaba con la cabeza - Que ella solamente quiere
acostarse conmigo -

Pepa estaba desesperada, no podía concebir que Silvia no contestara el móvil.


-¡Cógelo coño! - Repetía una y otra vez con desesperación sin dejar de insistir.
-¡Joder contigo pelirroja! - Golpeó el volante una vez más - ¡Es que eres una
cabezota!-
Debía mantener los cinco sentidos bien puestos en el camino, primero que nada
para no estrellarse y en segundo para no perder de vista al hombre que iba tras de
su pelirroja.

Pero no encontrando otra alternativa, intentó escribir un sms, con una sola mano y
únicamente mirando las teclas de Soslayo.

SMS - Tienes que coger el móvil, que creo que un Jetta negro te viene
siguiendo-

Pulsó enviar.

Neurosis: Ante la necesidad de decidir entre dos estímulos, surge una


sobrecarga de tensión que no tendría porque presentarse en un
individuo sano y hasta alcanzar un bloqueo en el raciocinio del individuo,
impidiéndole así, discriminar lo que sería la elección más conveniente.

Pero entre toda su neurosis y la desesperación de no saber qué hacer, Silvia se


decide a apagar el móvil en un impulso.

Así han transcurrido más de veinte minutos de trayecto rumbo al piso de la


pelirroja, quien al fin vislumbra su calle, así que reduce considerablemente la
velocidad, enciende las intermitentes y segundos después dobla a la derecha.

Sigue manteniendo la velocidad baja, hasta que al fin frena.

Alcanza su bolso que había caído al piso, sobre el tapete del asiento del copiloto y
entonces así, agachada, comienza a buscar el control remoto que abre la cochera
eléctrica.

Tiempo suficiente para que el sujeto del auto negro aparque con cierta discreción y
baje del auto, colocándose justamente detrás del Renault de la Forense.

Silvia vuelve a pisar el acelerador, pero esta vez lo hace con mucha suavidad,
simplemente para proporcionar el impulso necesario que la haga entrar en el
edificio donde ha vivido durante los últimos años de su vida.
En ese instante llega Pepa, quien mira con tremenda agonía como sus esfuerzos
han resultado inútiles y aquel hombre calvo, delgado, de unos cuarenta años, tez
blanca y bajo de estatura, se introduce con pasos lentos al edificio, justo detrás del
auto de Silvia.

Pepa da un enfrenon que deja las marcas en color negro de las llantas por todo el
pavimento y el rechinido provoca un estruendo nada discreto, pero que no es
suficiente para encender las alarmas de peligro en el cerebro de la pelirroja.
El corazón agonizante de la morena se acelera y siente como su cuerpo comienza
a transpirar, al observar como la reja del edificio se cierra lentamente con aquel
merodeador dentro.

Baja del lujoso Porsche lo más rápido que puede, dejándolo mal ubicado,
prácticamente atravesado en medio de la calle.

Silvia pulsa el botón del ascensor y con la otra mano sostiene el DVD, el bolso y la
chaqueta de gamuza en color marrón.

Al fin las puertas del elevador se abren.

Silvia se da dos pasos para entrar, pero su mente está en otro sitio, recordando la
nota que había guardado en el bolsillo de sus vaqueros, ansiosa por tenderse a
releerla mil veces en su sofá.

Siente la presencia de alguien más ahí dentro, al tiempo que las puertas se cierran.

Pero sigue sin prestar atención en la otra persona que la acompaña.

Contempla embebida la portada de esa obra maestra cinematográfica de Arthur


Penn.

Sabía perfectamente que esa cinta contaba con más de una portada, pero Pepa
logró conseguir justamente esa, en donde se muestra a ese par de asesinos
fugitivos como una pareja feliz, que sonríen porque están enamorados, y que
presienten su trágico final, pero que no les importa esperar a que este llegue
porque lo harán juntos...

Porque si la muerte los alcanza será estando perdidos el uno en los ojos del otro...

Tomándose fuerte de las manos...

Pronunciando promesas alentadoras de que en otra vida se volverán a encontrar...

Porque sus almas se reconocerán y no importa bajo que circunstancias, pero ellos
se volverán a enamorar...

Estira la mano sin mirar, simplemente busca el botón número “5” que pertenece al
nivel donde se encuentra su piso.

Pero cuando está a punto de hacer contacto, una mano tira de su brazo con fuerza
haciendo que se sobresalte.

Entonces al fin mira a ese hombre.

Y abre los ojos como platos...


Parece que le reconoce...

Y entonces una sensación de infinito terror se asoma por su mirada.

-Vaya...- Resonó la voz aguda de aquel hombre que vestía una gabardina que
cubría casi todo su cuerpo hasta un poco por debajo de las rodillas - ...El tiempo
pasa Inspectora Castro y usted cada día más hermosa -

Silvia se paralizó, no fue capaz de gritar, ni de pronunciar palabra o emitir alguna


clase de movimiento. Simplemente fungió como mero espectador cuando el sujeto
introdujo su mano derecha en la gabardina y sacó una pistola 9mm.

-Ahora creo que no podrás negarte a dar un paseo conmigo - Sonrió


cínicamente y aprovechando el estado de indefensión de la pelirroja, la tomó por la
cintura abrazándola con la gabardina para que no se notara que le estaba
apuntando con una pistola en la espalda.

Le ordenó al ascensor que abriera sus puertas.

Y entonces deslizó despacio la mano que le quedaba libre por la espalda de la


pelirroja hasta tocarle los glúteos con lujuria.

Abandonaron el ascensor y con la boca buscó el oído de la Forense para


susurrarle entre jadeos que abriera la reja.

Silvia impávida que solamente podía sentir esa arma ejerciendo presión sobre su
espalda, no puso objeción alguna y obedeció la petición de su atacante.

La reja se abrió y se disponían a abandonar el edificio.

Los ojos de aquel hombre estaban clavados en su Jetta de color negro aparcado a
escasos veinte metros y su mano desocupada recorría el torso de la Forense hasta
llegar al escote de la blusa - Siempre quise tocarte las tetas - Sonrió con
actitud de perversión.

Silvia cerró los ojos con fuerza y se aferró con fuerza a la caja del DVD que aún
conservaba entre sus manos, mientras sentía aquellos dedos libidinosos
estrujando con voracidad las copas de su sujetador.

Entonces una voz iracunda resonó por toda la calle que a esas alturas ya estaba
prácticamente en penumbras debido a la deficiente iluminación de las farolas.

-Suéltala si no quieres que te deshaga la cabeza -

La pelirroja sintió que Dios existía al reconocer la voz de Pepa.

El hombre que no se esperaba la interrupción de la morena, giró la cabeza para


encontrarse cara a cara con ella.
Entonces colocó a Silvia como escudo para protegerse de cualquier intento de
disparo hacia su persona y con la otra mano le apuntó a la morena.

-¿Eres sordo ó retardado? - La voz de Pepa sonaba con más furia - Te he


dicho que la sueltes cabrón -

Pero fue ignorada.

A cambio solamente recibió una risita desvergonzada - ¡Anda morena


dispáranos! ¡Dispárale a la pelirroja! - Se burlaba muy seguro ocultando su
cabeza detrás de la melena de Silvia.

Las retinas de Pepa prácticamente se habían convertido en filosas hojas de


cuchillo.

Apretó con extrema fuerza la empuñadura de su mágnum y sin pensársela dos


veces disparó acertando justo en el blanco.

La bala atravesó el puño de la mano con la que el merodeador sujetaba el arma,


haciendo que ésta cayera al piso y destrozándole los nudillos.

Silvia aprovechó para zafarse y se abalanzó por el arma.

Rápidamente Pepa corrió para someterlo y le puso la mágnum en la cabeza.

-Te advertí que iba deshacerte la cabeza si no la soltabas grandísimo hijo


de puta - Le gritaba llena de rabia.

Aquel hombre sólo temblaba como un ratón que ha sido capturado por un gato.

Y su mano dejaba un pequeño charco de sangre producto de las gotas que


escurrían de su mano casi agujerada.

-¡Pepa por favor! Ya no quiero más muertes - Le suplicó Silvia - ¡Deja que
llame a la policía! - Acarició la espalda de Pepa y dicho gesto provocó que la
morena bajara un poco la guardia - ¡Por favor! - Volvió a suplicarle.

“El verdadero poder es cuando teniendo


la justificación para matar a alguien,
decides no hacerlo”

Pepa se percató que ante las caricias de Silvia, su fuerza se debilitaba.


Poco a poco fue bajando el arma hasta que la Inspectora Castró la miró y se dio
cuenta que asentía. - Está bien pelirroja, Llama a Comisaría para que
envíen refuerzos-

Silvia sonrió complacida, esa era la Pepa que necesitaba, de la que se había
enamorado como una idiota, la que quería que estuviera siempre a su lado...

Pero Pepa sigue siendo Pepa...

Y el cobarde predador no se salvó de recibir varios golpes en la cara provenientes


de la empuñadura del arma de la traficante.

21:34 horas.

Un par de patrullas se habían hecho cargo de Daniel Gutierrez, Ciudadano


Español de 38 años de edad, nacido en Almería, pero había radicado casi toda su
vida en Madrid.

Dos años atrás, su esposa murió envenenada.

Él alegaba que había sido su suegra quien la había asesinado, ya que según su
declaración, aquella mujer no soportaba ver feliz a su hija con él.

Silvia fue la encargada de hacer la autopsia y sus pesquisas la llevaron a concluir


que había sido un suicidio.

Dicho individuo la amenazó de palabra en reiteradas ocasiones y juró que se


vengaría.

El tiempo pasó y nunca volvió a saber de él, así que dio por sentado que ya había
quedado todo olvidado.

Después de rendir su declaración se volvió para su apartamento, pero en el carro


de Pepa, ya que ésta le advirtió que no la dejaría sola ni un segundo...

Al menos no por esa noche.

Silvia sacó la llave y la introdujo en la cerradura, mientras que Pepa la abrazaba


por la espalda provocando que la Forense se estremeciera.

La puerta se abrió invitándoles a entrar en el piso.

Y de un leve empujón con el hombro de la morena se cerró.

Y entonces sí...

Estaban las dos paradas, frente a frente.


-Si ese cabrón te hubiera tocado...- Decía Pepa desesperada - Lo hubiera
hecho pedazos con mis propias manos -

Silvia la miró circunspecta, no sabía que decir, un “Gracias” era tan insuficiente...

-Te quiero - Fue la frase más acertada que encontró.

Ahora sí, le sonrió como una boba.

Como una boba enamorada.

-Dímelo otra vez- Le pidió Pepa en un volumen tan bajo que parecía que
susurraba.

Silvia seguía sin borrar esa sonrisa.

No dijo nada.

Solamente descansó su cara sobre el pecho de la morena y se sintió a salvo entre


aquellos brazos protectores que envolvían cariñosamente su cuerpo.

-Tal vez no haga falta decirlo...- Le susurró Pepa sin dejar de abrazarla -
...Pero quiero decirte que te mentí pelirroja, que tú no eres ningún polvo
para mi...-

Y deshizo el abrazo.

Tomó la barbilla de Silvia entre sus manos para provocar un nuevo choque de fijas
miradas y entonces sí...

Mirándola a los ojos...

Al fin María José Miranda Ramos, traficante de órganos y asesina despiadada, se


lo dijo...

-Te quiero...Te quiero tanto que si me vuelves a rechazar me voy a morir


de tristeza Silvia -

-Pepa...-

-Shh...-Colocó un dedo en sus labios - Sólo déjame quererte ¿Sí?-

Silvia asintió con una sonrisa de absoluta alegría.

Despacio fueron acercando sus rostros hasta acortar por completo la distancia
entre ellos.
Se regalaron besos en la mejilla, en la frente, en la nariz.

Prolongando el momento tan deseado.

Y es que por primera vez, las dos estaban completamente seguras de que sería un
beso de amor.

Y ya no tenían miedo de ese amor.

Sus narices se rozaron.

Las manos de Pepa entre las manos de Silvia.

Y por fin sus labios se encontraron y solamente contactaron con timidez,


separándose casi de inmediato para contemplar sus respectivas sonrisas.

Cerraron los ojos y entonces sus bocas se volvieron a pertenecer.

Se volvieron a entregar en un beso.

En un beso lento que humedecía con un dulce sabor aquellos labios.

Y las manos que cambian de sitio.

Y Silvia siente como los dedos de Pepa recorren su espalda.

Y Pepa siente las manos de Silvia buscando el borde de su blusa.

Y lo encuentra.

Y con las puntas de los dedos que tiemblan como una hoja, acaricia tiernamente
el estomago de la violinista y percibe como ha conseguido erizarle la piel.

Y entonces Pepa sonríe apenada.

Pero Silvia le sonríe enamorada.

Y entonces sus dedos siguen ascendiendo, justo por el centro, para conseguir
llegar al cuello sin tocar nada que pudiera hacerlas ruborizar.

Y Los dedos vuelven a seguir el mismo camino, pero ahora de regreso.

Acarician el ombligo.

Vuelven a tocar el borde de la blusa, esta vez para levantarla con timidez.

Pepa cierra los ojos, y siente el aire frío que se cuela despacio por su piel a cada
milímetro que la prenda va dejando descubierta.
La camiseta ha quedado enroscada a la altura de los hombros y tiene que levantar
los brazos para que Silvia termine de quitársela al fin.

Y una vez en sus manos la deja caer al suelo con las mejillas completamente
teñidas del color de su cabello.

Y coloca las manos en la cintura de Pepa y con las palmas asciende despacio
acariciando su costado.

Y de nuevo se miran a los ojos, embelesadas, extasiadas...

Y al fin Silvia se atreve a mirar su torso desnudo.

A disfrutar del espectacular cuerpo que tiene esa mujer.

Y no consigue creer que al fin puedan estar así.

Y levanta la vista para encontrarse con aquel panorama perfecto, un sujetador azul
que cubre la desnudez de su pecho.

Y cierra los ojos.

Y sonríe.

Y se sonroja por sus pensamientos, se sonroja por desear cubrir ese sujetador con
sus manos.

Pero no se atreve aún.

Y se lanza en la búsqueda de sus labios.

Y sus bocas se acarician, primero con dulzura.

Y ambas se estremecen.

Y entonces el beso deja de ser dulce, para llenarse de deseo.

Y sus bocas se entre abren para que sus lenguas se contacten.

Y al fin los ápices se rozan,

Y se separan solamente para disfrutar de esas sonrisas,

Y de nuevo sus lenguas se encuentran.

Y ahora son sus labios.


Y ahora tímidos mordiscos.

Y las manos de Silvia juegan con el cabello de la morena.

Y Pepa solamente se deja querer.

Y ahora los labios de Silvia cambian de dirección, se mudan al cuello de la


violinista.

Y lo besa, y lo succiona y lo vuelve a besar, y lo acaricia con la lengua.

Y Pepa deja escapar un gemido casi imperceptible y Silvia se enciende,

Y entonces sus labios también,

Y descienden por aquel espectacular cuerpo con apasionados y húmedos besos.

Y la lengua de Silvia toca la textura de la tela del sujetador, pero se detiene y


cambia de dirección y se limita a besar únicamente el esternón.

Pero sus manos ya no se refrenan,

Y ahora si...

Envuelve esos pechos que tanto desea acariciar entre sus manos,

Aunque la tela le estorba,

Y con las puntas de los dedos marca el curvilíneo contorno de las copas...

Y entonces escuchan el sonido del timbre...


CAPÍTULO X. donde convergen los deseos

23:45 horas

La voz histérica de un león enjaulado llamado Pepa Miranda resuena por todo el
interior de su automóvil aparcado afuera del edificio donde vive la Inspectora
Castro, narrándole a Sara vía telefónica la manera en como los sueños que de
pronto parecían convertirse en realidad se vieron frustrados debido a la inesperada
visita de Don Lorenzo y una tal Lola, quien resultaba ser la hermana mayor de
Silvia.

-Es que no hay derecho sobrina - Reclamaba furiosa como si Sara tuviera la
culpa- ¿Tú sabes lo que a mí me ha costado que Silvia admita que me
quiere?-

-Ya lo sé Pepa...- Resonaba la voz de Sara un poco enfadada del otro lado de la
línea, y es que Pepa llevaba más de quince minutos repitiendo la misma cantaleta
-Ahora solamente queda esperar ahí abajo y en cuanto salgan pues
regresar con Silvia-

-Pero ¿Y si ya se arrepintió? - Preguntaba temerosa.


-Tranquila tita, es muy pronto para que se arrepienta, pero no debes
dejar pasar la oportunidad - Le dijo muy seria - Porque quizás mañana sí
sea demasiado tarde-

-Es que a ver...¿Por qué justo se les ocurre aparecer en ese momento?-
Refunfuñaba y Sara solamente reía.

-Pero es que a ver Pepa, que son su familia y es normal que estuvieran
preocupados por ella-

-¡Pues no! - Seguía reclamando cuando miró al Comisario Castro acompañado de


su hija mayor, salir del edificio de Silvia - ¡Sobrina! - Gritó emocionada - Ya
salieron, ¡Ya se están largando! - Exclamó feliz al mirar que arrancaban el
coche.

-¡Anda! vete corriendo para su apartamento antes de que se le ocurra


intentar dormir- Le ordenó Sara.

Y así lo hizo.

Colgó el móvil y subió corriendo por el edificio hasta plantarse afuera del piso de
Silvia.

Se sentía muy ansiosa, temía lo peor, que la pelirroja hubiera vuelto a su estado
natural y le rechazase de nuevo, pero tenía que intentarlo, era su oportunidad, y
entonces se armó de valor y con mucho miedo pulso el botón del timbre.

“A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto,


y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante”

-Pepa...- La miró Silvia sorprendida - ...Pensé que...

-¿Qué me había ido? - Preguntó antes de que la pelirroja terminara de expresar


lo que intentaba decir.

La forense únicamente asintió.

-Te dije que al menos por ésta noche no me separaría de ti... - Su mirada
era penetrante y estaba completamente sumergida en los ojos de Silvia -
...Además...- Sonrió - Tú y yo nos quedamos en mitad de algo-

La Inspectora Castro enrojeció de las mejillas.

-Pepa...-Se notaba bastante nerviosa -...Yo...- Resultaba evidente que algo


necesitaba decir, pero no se atrevía ó quizás no sabía cómo.
-Vale...- Se escuchó la voz de Pepa envuelta en una manifiesta decepción - Te
arrepientes - Dijo como si resultara lo más obvio del mundo.

Pero Silvia negó con la cabeza. -No me he arrepentido. Yo, de verdad, nunca
había sentido esto por nadie - Le confesó muerta de miedo ó al menos eso le
pareció notar a Pepa.

-Tranquila... - Le dijo la morena con voz suave mientras acariciaba ambos brazos
de su pelirroja con extrema ternura, en lo que parecía un tímido amago de abrazo
- Tal vez te parezca que somos dos seres completamente diferentes, y
probablemente tengas razón, pero créeme que yo tampoco había sentido
esto jamás - Acercó su rostro para posar sus labios en la nariz de la forense - Ni
siquiera tenía idea de que estas sensaciones pudieran existir -

-Tengo miedo- Confesó Silvia en un susurro.

-Yo también siento ese miedo pelirroja, porque cuando estoy contigo es
tu voz la única que soy capaz de escuchar, eres tú lo único que soy
capaz de ver, no existe nada más, solamente tú...-

Entonces sus manos cambiaron de sitio para colocarse entre el cabello rizado de
color rojizo...

Silvia sonrió.

-Me encanta esa fijación tuya con mi cabello- Confesó la forense ocultando
sus ojos tras párpados cerrados para disfrutar de cada una de las sensaciones que
le provocaba ese jugueteo de los dedos de la violinista con su cabello.

Los sentidos de la pelirroja se encontraban completamente cautivados y Pepa se


percató de que estaba embelesada por sus caricias y entonces aprovechó la
situación para pillarla por sorpresa con un leve roce de su lengua sobre el lóbulo
de la oreja...

-No solamente tengo fijación con tu cabello - Le musitó provocativamente en


el oído.

El cuerpo entero de la Forense reaccionó de inmediato ante aquellas incitadoras


palabras y se estremeció.

Pepa, que notó perfectamente la respuesta involuntaria de los músculos de Silvia,


le acarició los brazos, sólo para corroborar que aquella pálida y tersa piel se había
erizado por completo.

-Pepa...- Se escuchó muy bajito la voz de la pelirroja - ...Quédate conmigo-


La morena sintió que el corazón le daba un vuelco ante la petición de Silvia.
-¿Toda la noche? - Preguntó bajo la misma tónica que marcaban los anteriores
susurros.

Silvia abrió los ojos solamente para encontrarse con la mirada de Pepa que
contemplaba su boca con devoción.

En ese momento supo que la morena estaba a punto de besarla.

-Toda la vida, Pepa...- Guardó silencio un instante, solamente para recorrer con
la punta de los dedos, de la mano izquierda, cada milímetro de su cara - Una
noche no me alcanzaría para quererte -

Y la morena esbozó una sonrisa genuina, que fue inmediatamente correspondida


por Silvia.

-Y a mí una vida no me va alcanzar para mirarte...- Acortó la distancia que


las separaba y depositó un pequeño beso en la sonrisa de Silvia, provocando que
ésta se hiciera aún más grande - Cuanto más te miro, más ganas siento de
mirarte-

Esta vez fue Silvia quien buscó los labios de Pepa y la besó con ternura, sintiendo
como se le encogía el estómago y como una descarga de choques eléctricos se
apoderaba de todo su cuerpo.

La boca de Pepa se apoderó del labio superior de la pelirroja.

Lo rozó primero con dulzura y suavidad.

Sintió las manos de Silvia acariciando su espalda.

Y entonces el beso fue adquiriendo intensidad.

La forense disfrutaba de los labios de Pepa que habían abandonado los gentiles
roces para comenzar a succionar,

Primero con calma...

Y luego con pasión mientras las manos de Silvia ya no acariciaban la espalda,


ahora se aferraban a ella con fuerza, intentando pegar aún más su cuerpo al de la
morena.

Se separaron un instante solamente para agarrar un poco de aire.

Escasos segundos transcurrieron, justo los necesarios para tomar ese respiro, y
nuevamente los labios de la pelirroja deseaban reencontrarse con los de Pepa,
pero la morena atravesó las manos impidiéndoselo, posponiendo aquel beso.
-Silvia...- Le dijo envuelta en un jadeo - ...Si tú me lo pides yo te prometo
que...-

Pero la Inspectora Castro posó el dedo índice derecho en los labios de la


traficante.

-No Pepa, ya no...- Sonrió como lo hace una idiota que se encuentra
completamente sometida a la voluntad de la otra persona - ...Ya no me importa
lo que seas, ni lo que hagas, porque yo ya no soy nada sin ti...Y si lo
fuera...Dejaría de serlo por ti, para estar contigo-

Y dichas las palabras que Pepa necesitaba escuchar, permitió que Silvia se
lanzara con pasión a devorarle los labios.

La Forense atrapó el labio inferior de la violinista entre los suyos, primero


simplemente los presionó casi sin fuerza, sólo la necesaria para poderlos sentir.

Y los sentía.

Los sentía tan suyos, como si le pertenecieran de toda la vida.

Deseaba que, absolutamente, nadie que no fuera ella los volviera a tocar.

Las manos de Silvia nuevamente se aferraban a la espalda de la morena.

Y las manos de Pepa se deslizaban, despacio, en dirección descendente por toda


la espalda de Silvia hasta llegar al coxis. Y nuevamente ascendía, recorriendo el
mismo camino de ida y vuelta un par de veces.

Silvia dejó de succionar el labio inferior de Pepa para recorrerlo con la punta de la
lengua.

Dicho jugueteo encendió a la Agente Miranda quien se animó a expandir los


horizontes de su recorrido y descendió hasta las caderas de la pelirroja que
suspendió las caricias que le regalaba al labio inferior de la morena con su lengua,
para comenzar a morderlo con suavidad.

Y sus manos seguían clavadas en aquella espalda.

Y las manos de Pepa intentaban memorizar las caderas de Silvia, pero tocarlas ya
no le era suficiente y comenzó a dejar discretos pellizcos sobre ellas, que no
pasaron desapercibidos para la Forense, que de inmediato buscó la lengua de la
morena con la suya.

Y se encontraron.

Y se rozaron.
Y después se abandonan, simplemente, para que sus labios vuelvan a poseerse.

Pero esta vez lo hacen con lujuria,

Con desesperación...

Las manos de Pepa no pueden permanecer quietas y abandonan los glúteos que
las mantenían ancladas a ellos, para colarse por el interior de la blusa de Silvia.

Y las palmas de sus manos ascienden por aquella espalda completamente erizada.

Y con las puntas de los dedos se bebe toda la calidez contenida en aquella piel
blancuzca que solía ser tan suave, pero que en ese preciso instante se percibe
áspera al tacto debido a la inminente excitación provocada por los besos, las
caricias y la cercanía de los cuerpos.

Consigue tocar el broche del sujetador, pero las manos siguen subiendo y ahora
acarician los hombros.

Y de nuevo se topa con el sujetador, pero esta vez son los tirantes.

Y decide que ya no puede más, la blusa le estorba.

Ahora son las manos de Silvia las que comienzan a explorar las caderas de Pepa y
esto excita aún más a la traficante, que con un rápido movimiento ha logrado
alcanzar el borde de la prenda que tanto desea mirar desparramada por el suelo.

Y comienza a subirla despacio.

Y el torso de Silvia comienza a quedar poco a poco al descubierto.

Ambas sonríen sin dejar de mirarse.

Disfrutan cada detalle.

Pepa se deleita con la sensación de saberse desnudando a la mujer que ha


deseado con locura desde el instante en que la vio por primera vez.

El corazón de Silvia salta desbocado y entonces piensa que tarde o temprano se le


escapará de la piel.

“Y si te sigo besando hasta que me explote el corazón,


entonces podremos hacer que arda en llamas la habitación,
y nos consumiremos despacio entre el fuego,
hasta fundirnos cuerpo con cuerpo”
¡Pero qué más da si se siente tan maravilloso!

Y entonces levanta los brazos para que la morena termine deshaciéndose de una
vez por todas de la blusa.

Y Pepa la mira.

Ahí de pie, a escasos milímetros, semi desnuda, ante ella.

Sus ojos la encuentran tan hermosa...Tan perfecta...

Dispuesta a entregarle todos sus sueños,

A dejarse llevar hasta alcanzar la plenitud entre sus labios, entre sus manos...Entre
todo su cuerpo.

Y Pepa también desea todo eso.

La desea a ella, desea a su pelirroja como nunca se imaginó que podía llegar a
desear.

Pero es que de pronto el miedo le está jugando una mala pasada.

Ahora tiembla solamente con la idea de rozar esa capa cutánea satinada... Tan
delicada...Tan pálida...Tan suave...

Tan tersa y tan encrespada a la vez producto de esa ola de sensaciones que
recorre el cuerpo de la Forense.

Pero está asustada.

Y es que la quiere tanto que le da miedo hacerle daño.

Y es que contempla esa piel tan blanca...Que le da pavor ensuciarla con sus
manos...

Y es que ha soñado tanto con ese momento, en el que tuviera la posibilidad de


desnudarla, que le da miedo no saber cómo tocarla, no llenar sus expectativas, no
hacerla feliz...

Silvia consigue descifrar algo en la mirada de Pepa que le conmueve, porque ya no


había lujuria, ahora parece más como un cachorrito asustado, necesitado de cariño
y protección.

Y en ese instante supo que no habría marcha atrás, porque se reconocía a sí


misma como perdidamente enamorada.
Así que tomó a la violinista de las manos, entrelazando aquellos dedos entre los
suyos.

-Pepa...- Y en ese instante desnudó impúdicamente su alma ante la morena


- Hazme el amor - Le suplicó con la mirada.

La petición de Silvia hizo que el estómago de Pepa se contrajera y pudiera salir del
trance en que se había sumergido.

Ambas sonrieron.

Silvia caminaba de espaldas, conduciéndola rumbo al dormitorio sin deshacer el


agarre de las manos.

Pero es que el trayecto hacia la habitación parecía interminable.

La voracidad de Pepa por deleitar sus labios con la boca de la Forense la obligaron
a detener su andar en mitad del recorrido.

Y es que saber que la mujer con la que ha soñado toda su vida le corresponde y
quiere entregarse a ella por completo, no la deja pensar con claridad, no puede ir
despacio...

Así que la besa con frenesí.

Primero en los labios, pero no soporta demasiado quedarse ahí habiendo tanto
territorio por conquistar.

Así que busca el cuello de su pelirroja, conocedora de que esa zona repleta de
terminaciones nerviosas, es uno de los puntos que más enloquecen a la Forense.

Y no se equivoca.

Al sentir esos labios húmedos resbalar con avidez por su garganta, Silvia
experimenta la necesidad de aprehender el cuerpo de Pepa contra el suyo, de
estregar esa trigueña piel contra su piel.

Y así lo hace, tira de la cintura de Pepa, con impaciencia, para que sus cuerpos
queden adheridos y Silvia introduce ambas manos por la blusa y asciende con las
palmas abiertas por todo el estomago de la violinista, dejando senderos de piel
erizados a su paso.

Por fin palpa el sujetador y cierra los ojos un momento para disfrutar de ambos
pechos de la morena que aún cubiertos por la tela, puede sentirlos respirar con
excitación, como si desearan ser liberados para contactar directamente con el calor
de su piel.

Y la pelirroja intenta colar las puntas de los dedos por el escote de las copas.
Y consigue tocar una porción de aquellos firmes y redondeados senos.

Y Pepa deja salir un audible suspiro que casi se convierte en gemido.

Entonces Silvia vuelve a descender por todo el abdomen plano de la traficante y


encuentra el extremo de la playera para subírsela con rapidez hasta los hombros,
Y con ayuda de la propia Pepa la despoja de esa prenda que tanto obstaculizaba
su cometido.

Ahora sí, ambas en sujetador, se abrazan con fuerza para sentir el calor de sus
vientres adheridos.

Y se vuelven a mirar.

-Pepa...- Dijo Silvia entre nerviosa y preocupada -Que yo...- Se puso roja -
...Bueno yo nunca he...-

-Pelirroja...- Le interrumpió - Creo que yo estoy más asustada que tú-

-Tu...- Silvia sonrió - ¿Tú asustada? - Preguntó sin dar crédito.

Pepa asintió apenada - Es que te miro así tan tierna, tan perfecta y yo
tengo miedo de ir mal, de hacerlo muy rápido o ser muy brusca y
entonces que no te guste...-

-Para...- Le pidió la pelirroja - ...No pienses en eso ¿Vale? - Acarició las mejillas
de la morena - Sólo bésame ¿Sí?

Y entonces Pepa se lanzó hasta aquellos labios, esos que, ahora estaba segura,
nunca iba poder olvidar, esos que sin piedad la volvieron adicta y le encanta sentir
la timidez con que la lengua de Silvia busca la suya.

Intenta besarla despacio, liberar gradualmente la pasión como si pudiera filtrarla


por un gotero, y al principio lo consigue, son besos apasionados pero van lento, se
acarician, se abrazan, se raspan con los cuerpos, pero ese órgano móvil situado
en el interior de la boca de Silvia, zigzaguea con destreza por el paladar de la
morena, y consigue erizarle de frío la piel.

Y ahora es Pepa quien pone en marcha su camino con destino a la habitación.

Y los besos no cesan,

Y los torsos siguen haciendo fricción el uno con el otro y los poros del cuerpo
comienzan a transpirar ligeramente producto del calor despedido por aquel par de
cuerpos encendidos.

Y sus muslos chocan.


Amabas cierran los ojos para disfrutar de la fascinante colisión.

Y por supuesto que provocan otra.

Y otra...

Y otra...

Intentan irrumpir en el dormitorio, pero Pepa no se considera capaz de conseguirlo


y con un escurridizo movimiento pone a Silvia de espaldas a ella y la invita a que
apoye sus palmas extendidas en la pared.

La pelirroja obedece y se aferra con fuerza a los muros blancos de su


apartamento.

Y se deleita con la cálida humedad proveniente de la lengua de la Agente Miranda


culebreando sobre su espalda.

Y Pepa la siente temblar...

Sus labios toman dirección rumbo a la clavícula de la pelirroja y la riega con su


saliva.

Motivada por la locura que le quema por dentro, busca la manera de rozar su
entrepierna con los glúteos de Silvia.

Y lo consigue.

Y lo vuelve a hacer.

Sus manos colocadas con delicadeza en aquella blancuzca cintura comienzan a


subir por los brazos dejando sinuosas veredas de caricias.

Y mientras los labios descienden para saborear la espalda de su pelirroja, las


manos de Pepa dibujan pequeños círculos invisibles en los hombros y
disimuladamente los dedos meñiques se enredan con lo tirantes del sujetador.

Pero se desenredan y ahora cambian de posición.

Se sitúan en la parte frontal del cuerpo de Silvia, justo a la altura del ombligo.
Y ascienden con las palmas extendidas.

Tocan las copas de sujetador.

Y las manos de Silvia se aferran con más fuerza a la pared y Pepa siente que se
ha despegado unos milímetros de su cuerpo, así que ejerce la presión necesaria
en los pechos de la pelirroja, para tirar de ella y pegar nuevamente sus cuerpos.
Ese detalle enciende aún más a la Forense que deja escapar un ruidito apenas
audible.

Y es la señal que Pepa necesita para que sus manos bajen hasta la cintura de
Silvia, y ahora remarcan el contorno de las piernas cubiertas por la mezclilla de los
vaqueros.

La boca de Pepa susurra en el oído de la pelirroja. - ¿Puedo? - Mientras sus


habilidosas manos se cuelan por los muslos.

Y la melena rojiza asiente.

Y la mano izquierda de la violinista consigue deslizar las puntas de los dedos por
dentro del pantalón.

Y acaricia con extrema delicadeza la tela de las bragas.

Y percibe el calor de la tímida humedad sobre la pequeña prenda.

Y con los labios atrapa el lóbulo de la pelirroja.

Y ejerce ligera presión.

La respiración de la inspectora Castro se acelera considerablemente.

Y las manos de la morena se regresan al exterior de los vaqueros, solamente


desabrochar el botón y deslizar la cremallera.

Y los pantalones de Silvia comienzan a desparramarse por el suelo.

Entonces la pelirroja ya no puede más y en un rápido movimiento se pone de


nuevo frente a Pepa.
Y solamente la mira, pero no es una mirada cualquiera, sus ojos se clavan en los
de la morena como si quisiera plasmarlos en su mente con tinta indeleble y que
esta no se borrara jamás de sus recuerdos.

Pero ese cruce de miradas no puede durar más de escasos dos segundos porque
el deseo hace presa de ellas.

Y Silvia, nuevamente, busca esos labios que se han convertido en la fuente de su


locura, y los encuentra...

Los captura entre los suyos y, sin pensar demasiado, simplemente, se deja llevar
por esa pasión que arde por toda su piel y baja las manos hasta encontrarse con el
botón de los vaqueros de Pepa y, con un par de movimientos ágiles, la despoja de
ellos por completo.
Ahora las dos están cubiertas únicamente por la ropa interior.

Y en un instante de cordura consiguen dar el par de pasos que las separan de la


habitación, con Silvia caminando de espaldas tirando de las manos de Pepa.

Al fin se encuentran dentro y a pesar de encontrarse completamente a solas, Silvia


cierra la puerta de un empujón y por mero reflejo estira la mano para oprimir el
botón del interruptor pegado a la pared junto a la puerta y apagar la luz.

-No...- Susurró Pepa - No apagues la luz - Le pidió con voz afable - Que quiero
mirarte a los ojos y ver tus gestos mientras hacemos el amor -

Las mejillas de Silvia habían ganado una tonalidad rojiza más intensa que su
propio cabello.

-Pero...-

-Shhh. No digas nada... - Depositó un pequeño beso en sus labios - ... Además
no tienes idea de cuánto deseo ver tu cuerpo -

-Que me da vergüenza Pepa- Confesó nerviosa.

Pepa no dijo nada, ni le dio tiempo a la pelirroja para que replicara, la calló con un
suave beso.

Beso que, envuelto en una tónica suave, se prolongó mucho más de lo esperado.

Se convirtió en una hermosa confesión de amor sin necesidad de emplear


palabras.

Y se fundieron en un abrazo tan íntimo que permitía que un par de bragas se


rozaran, primero despacio, posteriormente incrementando el ritmo, provocando la
inminente humedad que se confundía entre la tela.

Las manos de Pepa repartían caricias por toda la espalda blanca de Silvia.

Mientras que las manos de la Forense acarician el cabello obscuro y lacio de Pepa.

Y por fin los dedos de Pepa buscan el broche del sujetador negro de Silvia y sin
dejar de besarla lo desabrocha.

Silvia se estremece.

Las manos de Pepa siguen subiendo hasta llegar a los hombros de la pelirroja y
después de regalarle dulces caricias, desliza los tirantes por los brazos con mucho
cuidado.

Y da un paso hacia atrás para mirarla.


Y Silvia sonríe avergonzada.

Pepa que contempla embobada la desnudez de aquellos pechos, se acerca de


nuevo a la Forense esbozando una genuina sonrisa y la besa, pero el beso es
corto.

Rápidamente se separa de ella para mirarle a los ojos - Eres preciosa - Le dice
con firmeza y aparta unos cuantos mechones rojos que cubren su rostro y la
vuelve a besar.

Y en medio de aquel beso, las manos de Silvia desabrochan el sujetador de Pepa


y se deshace de él con maestría.

Ahora las dos sonríen ruborizadas.

-Me encanta tu cuerpo...- Confesó Silvia dejando que su mano derecha


resbalase con libertad por todo el pecho de la morena hasta llegar el ombligo y
entonces emprender el camino de regreso hasta aparcar definitivamente en
aquellos firmes y redondeados senos.

-mmm - Suspiraba la violinista cerrando los ojos para regodearse con la mano de
Silvia recorriendo su cuerpo desnudo - Vamos a la cama - Le pidió con tono
sugerente.

-Espera...- Sonrió la pelirroja - En el cajón de la mesita de noche tengo unas


velas aromáticas, que esto de la luz encendida como que...

-Uy...- Le interrumpió -Pero es que con la luz apagada me perdería de esta


maravillosa vista - Dijo devorando el cuerpo de la pelirroja con la mirada.

-A ver...- Comenzó a caminar hacia el otro extremo de la habitación y Pepa fue


tras ella y la abrazó por detrás.

-No te vayas...- Reía mientras entre susurros le chupaba la oreja sabiendo que le
provocaba cosquillas a la Forense.

Silvia también reía por las cosquillas, pero al mismo tiempo se encendía con el
calor de aquella lengua y las manos de Pepa que trazaban círculos con las yemas
de los dedos alrededor de sus pechos.

-Mmm Pepa...- Decía agitada - Deja eso - Le regañó envuelta en risas mientras
la morena deslizaba la palma de la mano por sus muslos y delineaba el contorno
de las bragas.

-Mmm...- Susurró traviesa la violinista mientras Silvia sacaba del cajón seis
pequeñas velas en color azul - Pero tú no quieres que lo deje - Y esta vez coló
los dedos por dentro de la delgada prenda y pudo sentir la excitación de la
pelirroja mojando su piel.

La Inspectora Castro movía sus manos torpemente tratando de encender las velas,
pero la mano de Pepa, acariciando ese sitio tan intimo, no le permitía pensar en
otra cosa, se concentraba en que estaba viviendo el momento más maravilloso de
toda su existencia, el corazón amenazaba con explotar y salir disparado de la piel.

Y al fin consiguió encender las velas y las colocó sobre el buró.

Y Pepa aprovechó para salir disparada rumbo al interruptor y apagar la luz.

Silvia caminó hacia Pepa para retomar sus labios.

Y despacio, sin deshacer el beso, las manos de Pepa se deshacen de la última


prenda que cubría el cuerpo de Silvia.

Y la pelirroja acaricia los pechos de la morena mientras siente las bragas


resbalándose sobre sus piernas hasta llegar al suelo.

Se dejan caer lentamente en la cama.

La violinista queda encima, a horcajadas sobre Silvia.

Y no supo en qué momento Silvia lanzó la última prenda al suelo dejándola


completamente desnuda.

“Todas las cosas tienen su momento,


Ese punto exacto...
Donde convergen los sueños,
Donde convergen los deseos,
Donde convergen los besos,
Donde convergen el centro de los cuerpos,
Donde convergemos”

Con la habitación a media luz, los labios de Pepa se deslizan en dirección


descendente, primero se posan por la barbilla, después hacen una parada
estratégica en el cuello en donde vuelven a dejar rastros de saliva, pero siguen su
camino hasta deslizarse por el esternón.

Los labios ahora son sustituidos por la lengua que dibuja un camino cálido y
sinuoso hasta llegar al ombligo.

Decide que de momento, es justo ahí, en el centro del abdomen donde quiere
aparcar.
Y el ápice se sumerge en ese hueco situado en la zona umbilical.

Y comienza a nadar dentro de él.

Y un gemido escapa de los labios de Silvia y eso es suficiente para enloquecer a


Pepa que abandona su labor y sube con sorprendente rapidez para devorar la
boca de la pelirroja.

Silvia deshace aquel beso, sólo para abrir los ojos y poder mirar a la persona que
le ha robado la voluntad, que le ha colocado al mundo entre sus manos, que le ha
dado la vida...

La vida...La vida...La vida...

Esa que no conocía hasta que Pepa apareció.

Hasta que miró esos ojos marrón verdosos por primera vez.

Y el silencio invade la habitación, se regalan mil te quieros con una mirada

Los cuerpos se van acostumbrando al calor de su desnudez,

El ritmo cardiaco de ambas se acelera, se acelera y se acelera.

Dos siluetas perfectamente amoldadas que se mecen al ritmo de sus corazones...

Hacia arriba, hacia abajo...

Una y otra vez.

Dos núcleos bañados de deseo palpitan el uno sobre el otro.

Y el lecho se vuelve piélago,

Sus cuerpos la furiosa marea, culpables de desatar el vaivén entre las sábanas

Ahora sólo se escuchan respiraciones agitadas y suspiros profundos que disimulan


gemidos desesperados que claman por más profundidad en las caricias,

Porque necesitan sentirse aún más...

Más dentro porque los cuerpos han comenzado a estorbar

Con más fuerza...porque la humedad desatada por tal frenesí comienza a


derramarse por sus muslos.

Intentan adherirse aún más a la piel de la otra, sólo para disfrutar de aquellas
huellas líquidas que ha dejado la excitación en la parte más intima de la piel.
Provocan deliberadamente la fricción entre sus cuerpos, sus fluidos se mezclan, se
confunden entre las sabanas que las cubren

Y la mano de Pepa no resiste…

Entonces comienza un ritual de caricias que nace desde la rodilla hasta morir en
aquellos muslos bañados de placer.

Y entonces la siente estremecer debajo de su cuerpo.

-Estás temblando- Susurró Pepa entre jadeos con una inflexión de voz apenas
audible

-Tú también - Fue la tímida respuesta de una Silvia nerviosa

-No tienes idea lo que me haces sentir…- La voz que la morena empleaba en sus
susurros cada vez se notaba más y más agitada.

-Pe..,Pepa...-Consiguió decir entre susurros tiernos, apenas podía hablar, sentía


como su voz y su cuerpo entero temblaba - ...Quiero sentirte…- Hizo una pausa,
sus ojos se pusieron en blanco al notar que la boca de Pepa se paseaba sutil por
una de las dos aureolas de su pecho...y un cohibido gemido se le escapó de
nuevo - Quiero tenerte dentro de mi-

Entonces Pepa no puede más…

Acariciar y arañar la superficie del cuerpo de su pelirroja ya no le basta, así que la


busca...

Busca ese sitio con el que ha soñado su vida entera.

Ese sitio que desde hace tiempo quiere conquistar y poseer.

La fuente de donde emerge el deseo de su pelirroja.

Y por fin lo encuentra.

Las puntas de sus dedos advierten esa zona acuosa que antecede a cruzar las
puertas de la plenitud.

El cuerpo de la pelirroja vuelve a temblar porque los ha sentido.

Pero no es ahí donde los quiere...

Entonces separa sutilmente las piernas para que esa mano que hasta entonces se
ha recreado entre sus muslos pueda subir hasta ese rincón en donde es capaz de
esconderse tanto amor.

Y así lo hace...
Los tres dedos medios de la morena se deslizan con suavidad sobre el núcleo
empapado y excitado de la mujer que ama, a la que piensa dedicarte todo su
corazón por esa noche...

Y la vida entera si ella se lo permite.

Las manos de Silvia rasguñando la espalda de Pepa.

Y al fin está dentro...

Y ambas jadean

Y las uñas de Silvia se deslizan sin ton ni son dejando huellas de pasión color
carmesí sobre la espalda de su amante.

Y su amante la penetra con ternura...

Y sus labios se funden al igual que el resto de sus cuerpos.

Y Pepa mueve los dedos con maestría...

Los introduce y siente estremecer a la pelirroja con intensidad

Y entonces de nuevo su mano emerge a la superficie

Solo para volverse a sumergir.

Y las manos de Silvia siguen rasguñándole la espalda.

Pero la espalda deja de ser suficiente

Y las palmas de la pelirroja descienden hasta las firmes y erguidas cabezas


femorales de Pepa.

Las estruja con fuerza.

Y la respuesta de Pepa es penetrarla de nuevo, pero ahora lo hace con el deseo


desbordado...

Con lujuria, con desenfreno.

Y Silvia tira con fuerza de sus caderas para sentirla más dentro.

-Soy tuya Pepa- Le susurra al oído, completamente envenenada de amor, de


amor, de amor y de más amor - Quiero ser tuya para siempre - Y sigue llena
de amor

¡Y cómo no! De lascivia y concupiscencia también.


Y entonces lo vuelve a hacer.

Se sumerge de nuevo dentro de ella, dentro de su pelirroja, de la única persona


que ha sido capaz de despertar en ella sentimientos tan hermosos y sublimes
como el amor.

El amor verdadero.

Ese que todo lo puede

Ese que es capaz de volar sin alas

Ese que es capaz de romper todos los obstáculos.

Ese que vive en el corazón y es capaz de hacer oídos sordos a la razón.

-Y yo quiero que seas mía para siempre…mía…- Un nuevo estremecimiento


de la forense obliga a Pepa a cerrar los ojos, intentando recuperar un poco del aire
que se le ha escapado, pero se convierte en misión imposible cuando la forense
consigue acomodar una pierna entre las de la morena - Sólo mía-

Pepa se aferra a esa blancuzca pierna que la lleva lejos de cualquier síntoma de
cordura.

Y los movimientos de ambas mujeres son cada vez más rápidos, más precisos…

La rodilla de Silvia busca la punzante cavidad de su amante

Al fin la encuentra…

Vuelve a tirar con fuerza de sus caderas para poder estregarla con más
profundidad.

La excitación alcanza niveles que ya no es posible describir con palabras mientras


que siente tiritar sin control al cuerpo de la morena acomodado sobre el suyo.

Silvia se estremece una vez más, pero lo hace con fuerza, con desesperación y
entonces la mano libre de la morena consigue colarse por debajo de la espalda de
su mujer para poder abrazarla mientras siente como se convulsiona debajo de su
cuerpo.

Y es cuando la violinista se contagia de aquellos movimientos involuntarios.

Entonces ambas se convulsionan en perfecta armonía.

Y mientras su pelirroja le muerde los labios posesa de tanto placer, le dedica un “te
amo” envuelto en una voz trémula y agotada producto de sus pulsaciones tan
aceleradas.
Y lo hace por última vez.

Se introduce en el epicentro de los espasmos de su propio veneno.

Pero ahora lo hace únicamente arrastrada por ese hermoso sentimiento que es el
amor, con infinita ternura, y no deja de abrazarla con la mano libre.

Y es ahora la boca de Pepa la que le susurra un “Te amo”

Y Silvia se estremece por última vez.

Pero la intensidad ha disminuido.

Ese breve instante de plenitud, de locura, de delirio, de tocar el cielo con la punta
de los dedos ha pasado.

Ha ocurrido.

Al fin Silvia ha sido suya en cuerpo y alma.

Y ahora sí...

Silvia se recuesta de lado para que la morena pueda envolverla con ambos brazos.

Sus rostros de frente.

Y la tímida sonrisa de la Inspectora Castro que sin palabras es capaz de


expresarle a Pepa todo lo dichosa que ha sido entre sus brazos, todo lo feliz que
se siente por haberla encontrado, por haberse dado la oportunidad de dejarse
amar.

Y entonces se besan, y se besan...

Y la pelirroja aun respira con dificultad, pero Pepa la abraza con fuerza y como
ocurre cada vez que lo hace...

La hace sentir en casa.

2 de junio, 03:24 horas

Las siluetas de dos mujeres perfectamente acompasadas son iluminadas por la


tímida luz de unas cuantas velas aromáticas a punto de extinguirse.

Un par de brazos atléticos y tostados envuelven el pálido cuerpo desnudo de una


pelirroja profundamente dormida, recostada de espaldas a su amante.
Las sábanas de algodón en color rojo enredadas entre las piernas de ambos
cuerpos, armonizan a la perfección con el cabello de aquella mujer que sonríe en
sueños porque finalmente, después de vivir durante treinta y dos años entre las
sombras, ha conseguido mirar la luz, ha conocido la plenitud y ya no le teme a
nada.

La mujer más espigada de cabellos largos y obscuros abre un ojo, intenta dar una
rápida escaneada al lugar y entonces sonríe al recordar lo que pasó escasamente
un par de horas atrás y entonces a pesar de tener la de espaldas, se acerca a su
pelirroja lo más que puede dejándole varios besos tiernos en su espalda
descubierta.

La forense comienza a despertar al sentir la calidez de los labios de Pepa sobre su


piel.

Y los sigue sintiendo.

Y ahora sí ha despertado por completo.

Esboza una enorme sonrisa y siente palpitar su corazón con rapidez.

Y de un movimiento repentino se da vuelta y se coloca frente a la morena.

-Hola...-Saludó Pepa un poco apenada por haberla despertado.

-Hola...- Respondió Silvia envuelta en una enorme sonrisa.

Y se abrazan.

Y se miran.

-Nos quedamos dormidas con las velas encendidas- Le informa la violinista


en un intento por romper el silencio.

Y Silvia no puede dejar de sonreír.

-No han sido muchas horas, pero creo que nunca había dormido tan rico-

Y Pepa corresponde la sonrisa.

-Pues yo te voy a ayudar todas las noches para que duermas igual de
rico que hoy- La besó en los labios.

-Perdona que...- Silvia intentaba disculparse mientras su rostro se teñía del color
de las sábanas frescas - Me he quedado dormida y...dejamos algo
pendiente - Le dijo volviendo a contactar esos labios que entre más besaba más
necesitaba volver a besar.

-¿Algo pendiente? - Preguntó Pepa levantando una ceja.


-Sí...- Respondió la pelirroja con un tono seductor- ¿Ó tú te crees que puedes
estar en mi cama, sin ropa...Con tu cuerpo tan pegado al mío y que yo no
siento ganas de tocarlo? - Preguntó de forma provocativa.

-Puedes tocarme todo lo que quieras...- Le incitó Pepa.

Las manos de Silvia se posaron sobre los pechos de la morena, depositando las
caricias necesarias para que aquel par de relieves se tornaran más firmes y
erguidos de lo normal.

A Silvia le gustaba notar como reaccionaban ante sus caricias y saber que era
capaz de derretir a la morena con una sola de ellas.

Las manos continuaron con su labor y sus labios atraparon los de Pepa para
continuar con ese acto físico del amor que había quedado inconcluso.

Y el beso cada vez fue adquiriendo mayor intensidad y las manos de Pepa se
posaban en las caderas de la pelirroja aferrándose a ellas para atraer aún más el
cuerpo de Silvia hacia el suyo.

Y en un impulso fue Silvia la que está vez quedó a horcajadas de la morena,


repartiendo cálidos besos sobre el cuello, ascendiendo por toda la garganta y así
continuó transitando aquel camino hasta llegar al oído de Pepa - Ahora quiero
que tú me sientas a mí - Le susurró.

La Inspectora Castro pudo notar como la ficticia Agente Miranda se tensó ante
aquellas palabras, y no lo entendía, ¿Había hecho algo mal?, era como si de
pronto rechazara el contacto de su cuerpo.

- ¿Pasa algo? - Preguntó Silvia contrariada.

Pepa negó con la cabeza pero no pronunció palabra.

Entonces La pelirroja se incorporó para quedar sentada en la cama pero sin


apartar la vista de la morena, como esperando una respuesta.

La atractiva traficante de órganos hizo lo propio y se levantó únicamente para


quedar sentada de espaldas a la Forense, escondiéndole la mirada.

Sintió una mano que tímidamente se instalaba en su hombro para acariciarlo.

-¿Qué tienes? - Se evidenciaba preocupación en aquella pregunta de Silvia.

Muchas cosas pasaron por su mente, barajaba la posibilidad de haber hecho algo
mal, intentaba recordar las palabras que había dicho e intentaba descubrir cuáles
de ellas habrían podido molestar a Pepa, no podía creer que de pronto aquel
momento maravilloso se estuviera estropeando ante sus ojos.
La morena al fin giró la cabeza para dedicarle la mirada a una Silvia con el rostro
desencajado.

-Perdona...- Se disculpó avergonzada y hasta con cierto deje de tristeza -...Es


que me asusté- Confesó al fin.

-Pero...¿Por qué? - Preguntaba sin comprender lo que había sucedido.

Los ojos de Pepa comenzaron a empañarse de forma inesperada - Abrázame


¿Si?- Le suplicó la morena intentando no llorar.

Silvia completamente desconcertada la complació y le abrazó con fuerza,


intentando desesperadamente brindarle esa protección que la morena buscaba
entre sus brazos.

-Aquí estoy contigo Pepa...-Le decía cariñosamente sin dejar de abrazarla -


...Para quererte y para cuidarte-

Pepa consiguió sonreír entre las lágrimas que inevitablemente bañaban sus ojos
en sal. -Silvia...Yo...- No se atrevía, no sabía como...Simplemente no era capaz
- ...Lo que pasa es que yo...Yo nunca he dejado que me toquen...- Confesó
en un volumen casi imperceptible agachando la cabeza.

La pelirroja que seguía sin entender permaneció en silencio, intentaba encontrar


las palabras adecuadas para disipar todas sus incógnitas sin incomodar o
lastimarla, pero fue la misma Pepa la que habló sin deshacerse de ese abrazo que
la hacía sentir dichosa y que no le hacía falta nada.

-Cuando tenía catorce años...- Tomó una bocanada de aire y la inhaló


lentamente- ...Un hijo de puta me violó - Confesó finalmente conteniendo la
rabia entre sus puños que apretaba con fuerza.

Al escuchar tan fuertes palabras, a Silvia solamente se le ocurrió aferrarse a ese


cuerpo con más fuerza como si no quisiera separarse de él nunca, pero seguía sin
saber que decir, y entonces Pepa continuó explicándole el porque de su reacción.

-Nunca había querido a nadie como a ti - Derramó una lágrima más - Mi vida
ha sido una mierda desde que tengo memoria y tú eres lo único
realmente bonito que me ha pasado y yo nunca pensé que iba desear
tanto que alguien me tocara y yo quiero estar contigo, y tengo mucho
miedo - Decía desesperada.

-Y yo contigo Pepa, me muero por estar contigo - Seguía sin intenciones de


soltarla y depositaba gentiles besos en su frente - Por hacerte el amor y
hacerte feliz -

-Ya lo haces...- Le sonrió Pepa, ahora sí, deshaciendo aquel abrazo.


Se miraron enamoradas y dejaron en sus labios la tarea de confesarse entre besos
y caricias todos los sentimientos que les invadían.

Seguían abrazándose con fuerza y las lágrimas de Pepa contagiaron a la pelirroja,


que ahora comenzaba a entender el por que esa mujer tan maravillosa y
encantadora se había convertido en un ser tan duro y despiadado en apariencia,
pero que en el fondo estaba necesitada de dar y recibir una gran cantidad de
afecto.

Y no podía dejar de besarla, era imposible separarse de aquella piel que se


adhería a la suya como si fuera un imán.

Y entonces Pepa se dejó caer sobre la cama atrayendo el cuerpo de la Forense


para que quedará encima de ella.

Las respiraciones agitadas, las manos inquietas queriendo tocar todo el cuerpo a la
vez y los labios de la pelirroja que han abandonado la boca de su amante para
conquistar nuevas porciones de piel a lo largo del torso de la violinista, se
convierten en la antesala de un maravilloso momento lleno de amor.

-¿Sil tú me quieres? - Preguntó Pepa con la voz entrecortada -

-Te amo- Fue la sincera respuesta de Silvia mientras le dejaba besos por todo su
vientre, mientras con las manos ascendía por todo el pecho hasta llegar al cuello,
luego a la barbilla y después acariciar sus labios.

Los labios de Pepa capturaron la mano de Silvia llenándola de besos y


empapándola de saliva.

Y una pelirroja completamente encendida condujo sus labios por todo el cuerpo de
la morena, hasta encontrarse de nuevo con su boca para besarla y besarla y
besarla.

Y nuevamente el vaivén de los cuerpos.

Se mecen en perfecta sintonía, uno sobre el otro.

Y la humedad se vuelve a hacer presente entre sus muslos.

Y aceleran ese contoneo de caderas que tanto placer les produce.

La mano derecha de Silvia se desliza con suavidad por el costado de Pepa y


desciende remarcando el contorno de la pierna, solamente para volver a subir y
colocarse entre los muslos.

Silvia modifica ligeramente su posición, quedando a horcajadas sobre su amante y


abriendo el espacio suficiente para que su mano tenga libre acceso al interior de la
morena.
Y con la palma completamente extendida la acaricia,

Y siente como su mano se moja y se resbala por el exterior del núcleo de aquel
cuerpo desnudo y excitado que tiene debajo del suyo.

Y ese deseo líquido que se derrama por la piel es el encargado de guiar a la


pelirroja hasta su centro, al lugar correcto.

Y los movimientos involuntarios de Pepa son los encargados de indicarle donde


tocar.

-¿Puedo?- Preguntó la Forense con timidez.

La violinista asintió.

Finalmente abre las piernas por mero instinto y la pelirroja no lo piensa dos veces e
introduce dos trémulos dedos entre la empapada cavidad de la mujer que ama.

Y siente como el cuerpo entero de Pepa se estremece debajo del suyo.

Y la vuelve a penetrar con infinita ternura.

Y con los labios en el oído de la violinista le susurra que la quiere.

Se introduce una vez más y vuelve sentirla estremecer, pero ahora con más fuerza.

Entonces lo vuelve a hacer, pero obedeciendo a las peticiones del ritmo que le
marca aquel cuerpo, lo hace más rápido, y con los labios devora toda la piel que
encuentra su paso, pero se detiene en aquellos pechos que simplemente le
parecen perfectos.

Y vuelve a entrar.

Y Pepa tiembla con fuerza mientras deja escapar un gemido que la pelirroja trata
de silenciar con un apasionado beso.

Y los movimientos cada vez son más rápidos.

Los latidos del corazón se han desbocado,

Las respiraciones cada vez se tornan más agitadas.

Y los labios de Silvia juguetean con la aureola izquierda de la morena, la besan, la


acarician con la lengua, succionan con suavidad y le dejan leves mordiscos,
saboreando la textura de la excitación.

Y Pepa vuelve a gemir, pero esta vez la boca de la Forense está demasiado
dedicada en su labor como para intentar callar a la morena con un beso.
Y la pelirroja descubre lo mucho que le gusta escuchar las descargas placenteras
que provoca en su amante y la penetra de nuevo.

Y Pepa se contonea con más fuerza.

Y con el brazo libre Silvia consigue meterse entre el colchón y la espalda de la


violinista para abrazarla con fuerza.

Y así lo hace mientras Pepa comienza a convulsionarse, posesa entre aquella


mezcla de lujuria y amor.

Y el corazón de Silvia se acelera y entre la excitación que le provocan los sonidos


de placer emitidos por la morena y el sentir esos espasmos de la mujer que ama
por todo su cuerpo, se contagia y comienzan a convulsionarse juntas, abrazadas,
hasta terminar agotadas, tendidas en aquella cama que ha sido testigo de la
entrega de dos cuerpos...De dos almas y de dos corazones latiendo uno encima
del otro.
CAPÍTULO XI. AMANECER CONTIGO

"Suspiros lejanos quiebran mi soledad


y me guían…
Me dejan huir hacia un utópico fin,
bajo el embrujo fiel de tu voz,
se disuelve el temor…
No me dejes dormir,
Quiero verte a los ojos"

07:26 horas.

perspectiva de silvia

Toda la vida he temido al Diablo porque mi padre así me lo inculcó,


Pero nunca me explicó que dentro de toda su maldad, ese ser tan
despiadado también podría tener su encanto.
Nadie me explicó que antes de convertirse en ese ser obscuro tuvo su
lado de claridad, nadie me explicó que su abrazo podría hacerme
estremecer, que sus ojos de fuego podrían quemarme la sangre y
convertir en cenizas el temor...

El temor de mirarle, el temor de escucharle, de responderle...El temor


para conocerle y entonces irremediablemente enamorarme.

¡Me he enamorado del Diablo!

He perdido mis principios, he llenado mi alma de pecado y a cambio solo


he ganado un billete directo con destino al infierno y sin regreso...Seguro
que allí me quedo, pero ¿Y quién dijo que yo quiero salir de ahí?

Porque si Pepa es el diablo...Yo la pienso seguir, no me importa


consumirme entre las llamas, ya no...
Porque ¿Quién es capaz de demostrar que el Infierno no es el paraíso que
yo he estado buscando?

Porque la vida entera la dediqué a complacer a los demás…

¿Y quién se dedicó a complacerme a mí?

Durante muchos años intenté ser una persona normal, como el resto de
la gente que ocupa mi entorno, intenté tener una pareja y tener buen
sexo, pero no funcionó.

Nunca me sentí plena, nunca entendí la razón por la que todo mundo se
emocionaba al punto de los gritos de euforia por tener un orgasmo, ¡Yo
había tenido orgasmos! Y me parece que están sobrevalorados...

¿Ó es que quizás nunca los había tenido?

Me siento tan estúpida cada que lo pienso, pero la realidad es que nunca
me había sentido tan viva como hoy, como esta mañana con el corazón
palpitando de alegría porque ella está descansando a mi lado...

Estoy tan nerviosa...

¡Quiero que ya se despierte para que me mire!

Quiero que piense en mí como la mujer enamorada y decidida, no como


la forense débil que desde que la conoció solamente le ha ocasionado
problemas.

Y después de pasar la noche más maravillosa de mi


existencia...Finalmente descubrí que desperdiciamos nuestra vida
buscando y ni siquiera sabemos qué es exactamente lo que pretendemos
encontrar...

Me parece que alguien debería advertirnos que lo que deseamos no


viene en una caja cuidadosamente empacada y con una etiqueta
llamativa que nos informe que es exactamente ahí donde se esconde la
felicidad.

Pero yo he sido demasiado afortunada, porque al fin la he encontrado.

Paradójicamente en el sitio menos indicado...En el averno.

Y en el Averno me quiero condenar.

08:09 horas.
Algunos amantes suplican “Quédate conmigo esta noche”, como si con dicha
petición se presagiase el final ante el fatídico despertar...

Como si la magia pereciera con la llegada del alba...

Como si la obscuridad estuviese destinada a la cosas del amor y el amanecer


significara un violento encuentro con la realidad...

Una realidad estigmatizada por el frío de la soledad que deja un espacio vacío al
otro lado de la cama.

El miedo a lo efímero...

A lo fugaz que de un orgasmo,

A lo breve que puede resultar un momento de locura.

Pero el amor no expira en una noche, porque el amor no es un helado y la noche


no es su nevera.

Porque quizás la pequeña flama de las velas agonice por la mañana y quede
reducida a un monolito de cera.

Pero cuando esa llama muera reinará la luz del sol, haciendo desaparecer las
sombras que se llevarán consigo el temor y la confusión.

Porque la obscuridad no es la atadura que esclaviza a los amantes, sino un par de


corazones enamorados que descubren al amanecer que su deseo por permanecer
latiendo el uno cerca del otro, bajo un mismo sol, flotando entre el mismo aire y
separados únicamente por el muro cutáneo de esos cuerpos a quienes
pertenecen, solamente se ha hecho más y más grande.

El silencio que envuelve de absoluta calma la habitación se ve abrumado por el


motor de los autos que aceleran para intentar llegar con tiempo a sus destinos y
luego frenan con fuerza, y el estrepitoso rechinido emitido por el salvaje contacto
de las llantas sobre el asfalto provoca que una espigada silueta transmita señales
de vida.

El suave movimiento de un brazo bronceado, con estéticos músculos femeninos


remarcados sobresalta los sueños placenteros de una pelirroja, que acomodada
como la pieza de un puzzle, encaja a la perfección sobre el pecho descubierto de
aquella mujer que lentamente abre los ojos.

La responsable de aquel movimiento que casi consigue despertar a su amante


observa la luz del día que atraviesa las blancas persianas de la habitación,
reconociéndola como un sitio ajeno.
Los rayos de sol se estrellan justo en el cuerpo perlado completamente desnudo
de su pelirroja, desatando un increíble brillo que deleita la vista de Pepa.

Es imposible no recordar que apenas unas cuantas horas atrás hicieron magia
sobre esa misma cama.

Acomoda con cuidado la cabeza de Silvia encima de la almohada, de manera que


Pepa pueda recuperar la libertad de movimiento sin espabilar a su mujer.

Le resulta imposible no sonreír al mirar esa carita inocente e indefensa que apenas
anoche se deshacía de placer entre sus brazos.

La contempla en silencio y se da cuenta que entre más tiempo dedican sus ojos a
esa mujer, más razones encuentra para quedarse junto a ella por el resto de sus
días.

¡Y es que luce tan hermosa mientras duerme que no quisiera despertarla!

Pero ya la echa de menos.

Echa de menos su sonrisa, el sonido de su voz, la intensidad de sus abrazos, esos


labios recorriéndole todo el cuerpo.

Entonces no puede contener el deseo de acariciar tímidamente sus mejillas.

Y Silvia suspira, pero aún permanece en los brazos de Morfeo.

Pero esas ganas locas de Pepa por volver a poseer los labios de su pelirroja hacen
que acerque su boca a la de Silvia y a tan sólo escasos milímetros de ella...

Al fin la Forense abre los ojos.

Pepa se aparta ligeramente avergonzada.

Pero Silvia se lo impide y haciendo uso de ambas manos atrae el rostro de la


morena hacia el suyo, solamente para depositar un tierno beso en sus labios.

-Hola- Saludó la pelirroja con voz adormilada conservando su posición boca arriba
sobre la cama.

-Hola- Respondió Pepa con una sonrisa de tonta enamorada, aún con su cara
muy cercana a la de Silvia.

-Se nos acabó la noche- Le dijo Silvia con un poco de pesar, al tiempo que
posaba ambas manos sobre las mejillas de la violinista.

La sonrisa de Pepa se hizo más grande al sentir ese dulce contacto sobre su piel
- Pero empieza un nuevo día...- Se encogió de hombros.
-¿Te quedarás aquí conmigo? - Preguntó aún con voz soñolienta pero llena de
ilusión.

-Sólo si tú me lo pides...- Fue la incitante respuesta proporcionada por la morena.

-Te lo estoy pidiendo - Respondió Silvia en tono bajito un poco ruborizada, pero
sin dejar de memorizar las facciones del rostro de Pepa con las palmas de las
manos.

La morena soltó una risita que a la Forense le pareció encantadora.

-Perfecto...- Se acercó una vez más a ella para depositarle un beso travieso en la
nariz -...Porque de todas maneras pensaba quedarme-

La sonrisa de Silvia no podía ser otra que la de un ser perdidamente enamorado.

Tiró levemente de las orejas de Pepa como reprendiéndola por su ego elevado.

-Eres una boba ¿Sabías? -

-Ya...- Sonrió -Pero una boba que te encanta ó ¿Me lo vas a negar?-

Silvia negó con la cabeza -Imposible negar tan grande verdad, pero ¿Crees
que deba preocuparme por ello?-

-¿Y por qué habrías de hacerlo? Sí...A mí me encanta que te encante-

Entonces la pelirroja se incorporó quedando sentada y recargada sobre la


cabecera de la cama.

-Es que...-Tomó una almohada entre sus manos y aprovechó para ocultar la
cabeza en ella - Ya sabes que no es solamente que me encantes, que...-
Pepa le quitó la almohada para encontrarse con un rostro completamente
sonrojado -

-¿Qué...? - Le preguntó con ternura.

-Ya...Que te lo dije anoche - Respondió con exagerada timidez.

-¿Mientras hacíamos el amor? - Le soltó tremenda pregunta llena de pillería,


con la firme intención de observar esas mejillas aún más a tono con aquel cabello
rojo.

Silvia asintió avergonzada como diciendo “Sí...Claro que fue en ese momento”,
entonces escondió la mirada en el suelo y observó la ropa regada por el piso.
Inevitablemente una descarga eléctrica hizo presa de su estomago al recordar que
finalmente había decidido dejarse llevar por sus más íntimos deseos, mandando a
tomar por culo a la maldita culpa y a todo rastro de moralidad que quedara en ella,
y entonces sonrió una vez más.

Y sonrió porque estaba segura de que ahora sí había encontrado su casa.

Y sonrió porque sabía que era ella...Pepa...¡Pepa era su casa!, la persona con
quien quería dormirse abrazada todas las noches y despertar abrazada a ella
todas las mañanas. Porque sabía que era Pepa ese rostro familiar que deseaba
encontrarse en casa al abrir la puerta, esa sonrisa que quería mirar a todas horas
del día...

Y que sería Pepa... La única persona capaz de sobresaltar los latidos de su


corazón, solamente con escucharla introducir las llaves en la cerradura anunciando
su llegada a casa.

-Quiero escucharte decírmelo otra vez- Le pidió la morena con esos ojitos que
estaba segura convencerían a la pelirroja.

Y en efecto...Había conseguido derretirla.

Pero...¡Es que no podía! -Que me da vergüenza hablar de esas cosas y


además ya lo sabes - Le suplicaba con la mirada un “Por favor no me hagas
decirte eso”.

Pepa rió - Pero a ver...Que estás aquí conmigo...-Y entonces recorrió el


cuerpo de la Forense de arriba abajo con la mirada -...Completamente desnuda
y ¿Te da vergüenza decirme que...? Bueno ESO que no te atreves a
decirme-

-A ver Pepa...- Puso los ojos en blanco - Que tú disfrutas con esto ¿No?-
Comenzó a cabrearse.

-No te enfades- Le sonrió y la tomó de las manos - Es que me gusta como se


ve tu cara cuando te sonrojas - Le dijo con ternura y entonces el enojo de la
pelirroja comenzó a desvanecerse - Es que te ves...Preciosa - Y con una mirada
acabó el trabajo que habían comenzado las palabras...

Simplemente la mató...La mató de amor.

-A ver...- Y apretó las manos de Pepa...-Que es imposible transformar mis


sentimientos en palabras...- La miró fijamente y negó con la cabeza
-Simplemente no puedo, es que un “te quiero” es increíble y demasiado
fuerte cuando de veras lo sientes...- Entonces entrelazó sus dedos con los de
la morena -...Pero aún así no es capaz de describir una milésima parte de
lo que siento por ti-

-¡Uufff! - Suspiró Pepa sintiendo su cuerpo estremecer y del brinco involuntario


que soltó deshizo el contacto de ambos pares de manos.
-¿Todo bien? - Silvia levantó una ceja tras lanzar su pregunta que no tenía otra
intención que buscar revancha.

-¡Uufff! - Exclamó una vez más aún sin reponerse de aquellas sensaciones -
Pues tú que eres médico me lo dirás, que yo no sé si esto de sentir que
se me retuerce el estomago cada que te tengo tan cerca sea normal- Dijo
llevándose las manos a la zona abdominal.

Silvia sonrió. -¡Uy! déjame decirte que tu caso es bastante grave... - Enredó
la mano derecha entre los mechones obscuros del cabello de Pepa -...Por lo que
me cuentas deben ser las famosas mariposas y son altamente
peligrosas... - Y entonces la besó. Apenas un contacto suave y fugaz, pero lo
suficientemente intenso para conseguir que ese par de corazones latiera más de
prisa - Te hacen tartamudear porque simplemente cuando estás cerca de
la persona que te las provoca, se te olvida como hablar - Y vuelve a
depositarle otro pequeño beso en los labios - Te pones a temblar sin que haga
frío - Y de nuevo la besa - El corazón te palpita tan rápido y tan fuerte que
puedes sufrir un ataque al miocardio - Y lo hace otra vez, adhiere su boca a la
de Pepa - Y se dificulta respirar porque sientes que te falta el aire - Otro
beso más - Porque las mariposas se comen tu voluntad, tu razón, porque
dejas de pensar, te carcomen las neuronas y se presenta un cuadro
crítico de alucinaciones, al grado de pensar que te han salido un par de
alas y te sientes capaz de volar...-

Y al fin Pepa le interrumpe con un susurro - ¿Y cómo es que sabes tanto de


esa grave enfermedad? - Preguntó muy cerca de sus labios.

-Porque desde que te conocí supe lo que era tener a esos insectos
viviendo en la boca del estómago -

-Y...¿Existe cura? - Susurró en un tono muy sensual acercándose más a aquellos


labios pero sin llegar a rozarlos.

Pero Silvia negó con la cabeza.

-Es un mal irreversible...- De nuevo la besó - Avanza demasiado rápido y


tan sólo existen unas cuantas maneras para aminorar los síntomas...-

Esta vez Pepa la hace callar con un beso y termina una vez más poniéndose
encima del cuerpo de la pelirroja.

-¿Si? - Le preguntó a manera de provocación - ¿Y cuáles son esas maneras de


aminorar los síntomas...? Porque ahora mismo los estoy sintiendo y me
están matando - Le susurró de forma tal, que erizó cada milímetro de la piel
nívea que tenía aprisionada bajo su cuerpo.
-Pues el tratamiento que se sigue es a base de besos...- Le susurra con la
respiración agitada debido a que el corazón comienza a latirle como un loco...

-¿Así?- Pregunta Pepa en medio de un susurro que amenaza peligrosamente en


convertirse en un jadeo.

Y le regala un suave beso.

La Forense niega con la cabeza - No...Tiene que ser así -

Y entonces Silvia captura el labio superior de Pepa, lo degusta con calma, mientras
que ambas respiraciones comienzan a acelerar como si fueran a emprender la
carrera más importante de sus vidas.
Pepa deshace el beso solamente para preguntar...

-¿Y qué más? - Pregunta en medio de un jadeo.

-También son necesarias las caricias - Susurra Silvia sintiendo que le falta el
aire y posando una mano sobre el costado de la morena, deslizándola con deseo
hasta llegar a las caderas de la violinista.

-Uuff...-Dejó escapar un gemido - ...Pero si esta es la medicina, entonces el


mal no puede ser tan grave-

-El problema real es que el medicamento es adictivo... - Finalmente


consigue acomodar la mano entre las piernas de Pepa y sentir la tímida humedad
de su excitación - Llega un momento en el que los besos y las caricias
dejan de ser suficientes y necesitas más...- Y la vuelve a besar mientras sus
dedos navegan por aquella superficie acuosa...- En dosis cada vez más
elevadas-

Y ya no queda distancia entre ellas, sólo su pasión y una locura que parece no
tener fin...

-Dímelo Silvia...- Le suplicó Pepa al tiempo que entreabría las piernas para
permitir que la mano de la pelirroja irrumpiera en el calor de su interior.

Y ahora sí...

Suficientemente cerca para saber que es verdad.

Suficientemente cerca para tener la completa certeza de que todo lo que sienten
es real.

Suficientemente cerca para comprobar que su amor tan sólo se ha hecho más
grande con la aparición del Sol.

Y aunque sus cuerpos estén enredados,


Y hayan dejado de ser dos para fundirse en un sólo corazón...
Y tras párpados cerrados se miren con el alma,
Y aunque el silencio sea capaz de confesar el más grande de los sentimientos...

La voz de la Inspectora Castro complace la petición de la mujer que ama...

-Que mi vida estaba vacía y con una sola mirada tú la llenaste...- Y la


besa...Y se sumerge en ella, le hace el amor llena de ternura - Yo estaba tan
sola y entonces con un abrazo tuyo mi soledad me abandonó -

Y ahora son los brazos de Pepa los que atraen la cabeza de Silvia hacia la suya
para besarla con la más desenfrenada de las pasiones.

Sus lenguas juguetean, se rozan, pelean, se acarician...


La morena rompe con el contacto entre aquellas bocas sedientas para tomar una
bocanada de aire, mientras un par de dedos de Silvia entran y salen libremente de
aquella cavidad inundada por el éxtasis. - Abrázame fuerte - Le suplica una
Pepa completamente perdida...

Perdida galopando en el cuerpo de la pelirroja...

Perdida entre las caricias de Silvia...

Perdida en su boca...

Perdida en la ternura de sus palabras...

Perdida en el acelerado palpitar de su corazón...

Perdida en la indescriptible sensación que le provoca tener dentro de ella a la


persona que ama...

Y Silvia la abraza y disfruta la entrega total de Pepa.

La siente temblar entre sus brazos y le clava las uñas en la espalda haciendo más
intenso el abrazo - Te quiero...- Las palabras de amor pronunciadas por la
pelirroja provocan que la morena se estremezca aún con mayor fuerza - ...Te
quiero - Le dice una vez más y entonces comienzan los intensos espasmos.

Y los “Te quiero” no cesan,


Y el vaivén de los dedos tampoco,
Y los espasmos son más frenéticos cada vez.

Le excita los movimientos cada vez más furiosos del cuerpo de Pepa sobre su
cuerpo.

Y Pepa sabe que el momento cumbre se acerca y clava su lengua en el cuello de


su amante, sólo para devorarlo.
Y las manos en la almohada.

Y se estremece con mayor fuerza.

Y entonces la mano de Silvia ha abandonado aquella espalda que comienza a


transpirar pequeñas gotas de sudor, para posarse sobre los glúteos.

Y se olvida de las caricias sutiles, simplemente los presiona con lujuria.

Pepa deja escapar un gemido tan intenso que la Forense comienza a


estremecerse en armonía con su amante.

Y de nuevo sus labios se encuentran.


Y Silvia retira la mano del interior de su amante solamente para unir sus núcleos
que embonan a la perfección como si estuviesen hechos el uno para el otro.

Y las manos blancuzcas presionan con fuerza las caderas de la violinista para
pegarla aún más a ella.

Para poderla sentir con mayor intensidad.

Y la siente...

Y la vuelve a sentir.

Y un par gemidos al unísono inundan la habitación.

Y se sienten una vez más, vuelven a gemir, y se besan.

Y la boca de Pepa desciende y su lengua culebrea por el cuello de la pelirroja...

Y continúa descendiendo hasta encontrarse con aquel par de hermosos relieves


que con el lenguaje mudo de la excitación claman a gritos por aquellos labios.

Ella lo entiende y les complace.

Y succiona el seno izquierdo sin dejar de frotar su entrepierna con la de Silvia.

Y succiona de nuevo, pero esta vez el placer amenaza con hacerla explotar.

Sus sentidos se nublan, no es capaz de concentrarse, ya no puede hacer otra cosa


más que convulsionarse con fuerza al ritmo que le marca el cuerpo de su amante.

Y ambas son capaces de llegar juntas a la locura, de tocar el paraíso por un


instante con los dedos, con los labios, de volar cuerpo contra cuerpo y de convertir
en realidad el más hermoso de los sueños.
Y aún con los cuerpos acompasados, uno sobre el otro...Los brazos de Silvia
envuelven a Pepa con amor, con miedo a perderla, a que la magia del momento
pueda terminar...

Pero una vez más la sombra del miedo desaparece con una simple frase...

-Cada que me tocas es como si...- Una Pepa un poco más recuperada de todo
lo que acababa de pasar sobre aquella cama rompió el silencio -...¡Ppfff! Es
como si no me faltara nada - Y aún sobre el cuerpo agotado de Silvia deposita
un tierno beso en sus labios.

-Pepa...-Susurró la pelirroja en un volumen apenas audible, aún sin dejar de


abrazarla - Yo también quiero escucharte decirlo-

Pepa abrió muy grandes los ojos.

Sabía que era el turno para hablar de sus sentimientos...Y ya lo había hecho,
incluso había pronunciado un “Te amo” pero también es verdad que lo hizo al calor
del momento, bajo el influjo de la pasión, del embrujo del cuerpo de Silvia que la
embriagaba de placer y le privaba de cualquier atisbo que pudiera quedar en ella
de cordura...

Y no era que se arrepintiera, por el contrario, ahora se encontraba más segura que
antes de la magnitud del amor que sentía por Silvia, pero es que no era fácil
expresar algo tan bonito, mucho menos cuando aún no conseguía recuperarse de
la maravillosa sorpresa que le había causado escuchar a su pelirroja pronunciar
tan bellas palabras.

¿Cómo igualar una confesión de amor tan sublime, tan hermosa y perfecta a la
vez?

Se incorporó para sentarse sobre la cama y tomó un respiro.

La Inspectora Castro hizo lo propio y se acomodó junto a ella.

Pepa se notaba nerviosa. Se frotaba las manos y después las paseaba por su
cabello una y otra vez.

-A ver pelirroja... - Una vez más se frota las manos - Creo que las palabras
están en deuda conmigo porque yo hablo y hablo, digo muchas tonterías,
pero en los momentos importantes...- Y entonces esboza una sonrisa de
medio lado -Y que sepas que este se ha convertido en el momento más
importante de mi vida...- Y entonces Silvia corresponde a la sonrisa -Pero es
que las palabras simplemente se largan, desaparecen ...Y es que no
encuentro la manera de hacerte saber todo lo que me haces sentir -
Sonríe una vez más, como una tonta enamorada -...Es increíble sentir algo
así aquí dentro - Se lleva ambas manos al pecho - Y sé que no soy capaz de
describirlo, pero gusta como se siente - Y de nuevo sonríe - haces que
anhele convertirme en una mejor persona, solamente para que puedas
estar orgullosa de mí y para que no te avergüences por quererme-

-Pepa...- Posó el dorso de la mano sobre la mejilla de aquella traficante de


órganos- Jamás me avergonzaré por quererte...De sobra sé que todo esto
es una utopía - Sonríe mientras no cesa de acariciar el rostro de la morena -
Pero ¿Sabes? Ahora sé que tú y yo juntas sí que somos capaces de
escalar un árbol sin piernas - ríe -...De hacer que caiga nieve en el
desierto y sí tú quieres podemos transformar las nubes en algodones de
azúcar, pero no soy capaz de dejar de quererte. ni de sentir vergüenza
por ello - Depositó un suave beso en los labios de la violinista.

-No sé si alguien te lo habrá dicho antes pero yo te echo de menos por la


mañana y te echo de menos por las tardes y en las noches también, te
echo de menos cuando tú estás en el laboratorio y yo metida en mi
oficina... - Y con la nariz acaricia la de su pelirroja, mientras sus manos se
colocan en ambos brazos de Silvia -...Me encanta verte aunque sea a lo lejos
o a través el cristal del CSI sin que puedas advertir mi presencia, me
gusta hablar contigo aunque estés enfadada y me grites un montón de
cosas...- Y no consigue dejar de sonreír -...Es que me encanta como se te
arruga la frente cuando te cabreas y esa manera tuya de abrir los ojos
como platos cuando hago algo muy malo, pero luego tú me sonríes y esa
sonrisa derriba todos esos muros que nos separan y comienza la magia y
comienza nuestra historia-

-Esa historia comenzó cuando nuestros ojos se cruzaron por primera vez
en aquella casa - La tomó de las manos - Me cambiaste la vida con una
simple mirada-

Y Pepa sonríe.

¡Claro que lo hace!

Si la mujer que ama acaba de decirle esas cosas tan lindas.

Y es que está enamorada y es correspondida.

-Sé que no estoy muy bien de la cabeza y solo me queda darte las gracias por quererme
como soy, por quedarte conmigo a pesar de mis locuras y mis errores porque yo sé que...

-Shh...- Y entonces Silvia le hace callar poniendo un dedo sobre sus labios- Puede que
gracias a ti haya descubierto que soy un poco esquizofrénica y que tal vez mi
percepción distorsionada de la realidad sea lo que me permita ver al ser
humano tan maravilloso que se esconde detrás de esa pose fría e indiferente,
pero me alegro de estar desequilibrada ¿Sabes? Sería una pena que por culpa
de la cordura me hubiese perdido la oportunidad de amarte-

-¡Uuff!...Me impresiona tu capacidad para pronunciar las palabras exactas que


me dejan sin saber que decir...Mientras que yo te he tirado todo este rollo sólo
para decirte que te quiero, que quererte a ti es sentir como mi cuerpo ha
dejado de ser mío para entregártelo a tí, es como si el corazón ya no me
perteneciera a mí porque te pertenece a tí y que sepas que no acepto
devoluciones, que solamente te pido que lo cuides y que los conserves
para siempre.

-Emm...Pepa...-Farfulló por lo bajo depositándole un sensual beso en el oído.

Pepa se estremeció.

Cerró los ojos mientras susurraba embelesada por el aroma de Silvia que inundaba
todos sus sentidos. - ¿Sí?-

-Que eres una cursi - Rió

La morena se separó un poco, lo suficiente para que la Forense pudiera apreciar


que tenía una ceja levantada...

¿Estaba enfadada...?

Quizás únicamente estuviese preparando la respuesta para defenderse de aquel


golpe bajo propinado por su chica.

-Así que te parezco cursi ¿Eh? - Le dedicó una mirada asesina -Pues te
confieso que fue lo mismo que pensé de ti anoche...- Entonces le sonrió
triunfal sabiendo que la estocada estaba a punto de ser colocada -Cuando me
susurrabas “Pepa soy tuya”... - Intentó imitar a Silvia en aquel momento de
completo éxtasis y con jadeos y todo - Mientras te hacía el amor-

Y entonces sí...El rostro de Silvia se tornó de un rojo tan intenso que Pepa podría
jurar que superaba a su cabello.

-¡Eres una grosera! - Le recriminó con golpe incluido en el brazo.

-¿Ahora yo soy la grosera? -

-Pues claro que lo eres...- le dijo indignada- Mira que burlarte de algo tan
íntimo-

-¡Ah! - Se defendió- Y yo intento decirte lo que siento por tí y tú me llamas


“CURSI” aaaaggggrrr, ¿Sabes tú cuándo yo vuelvo a decirte esa cosas?
¡nunca pelirroja! ¡Ni de coña! - Exclamó dejando en claro que ahora la
indignada era ella

Pero Silvia rió -Vamos Pepa que... ¡Era una broma! además a mí me gusta
que seas cursi y me digas todas esas cosas - Le hizo ojitos.

-Ya...- Fue su escueta respuesta carente de toda convicción -Pero te burlas y


me haces sentir una tonta-
-A ver...Es que no me burlo, es sólo que me resulta tan raro escucharte
decir palabras tan tiernas después de que te he visto dispararle a un
hombre en la cabeza a sangre fría, es como no sé, nunca me lo hubiera
imaginado-

-Pues ya ves que después de todo sí tengo corazón- Seguía un poco a la


defensiva.

Silvia negó con una gran sonrisa - Tenías porque ahora lo tengo yo
¿Recuerdas?-

Y al fin se besan.

Y es que más de cinco minutos sin unirse labio con labio las estaba matando.

Aunque en realidad fue un beso corto, pero es que no necesitaban más para sentir
sus cuerpos estremecer.

-Lo sigo teniendo porque me has regalado el tuyo- Y acaricia su mejilla y


mira como la enorme sonrisa de la pelirroja hace que luzca aún más bella.

-Pepa...- Se hizo un silencio mientras se miraban fijamente a los ojos - ...Te


quiero-

La respuesta de la violinista fue una enorme sonrisa.

-Uff que me acostumbraré demasiado rápido a amanecer contigo y a


tener estas mañanas tan calurosas- Decía Pepa mientras sentía las manos de
Silvia acariciando su espalda.

-Uy...Tú tienes que ir a Comisaría - Susurraba la pelirroja mientras la lengua de


Pepa culebreaba por su cuello.

-¡Ni de coña! - Su mano traviesa buscaba los muslos de la Forense.

-Que...ammmm vas a cabrear a mi padre- Balbuceaba Silvia excitada.

Y la mano de Pepa no descansaría hasta conseguir su cometido y es que cuando


el deseo carnal se satisface simplemente desaparece, pero cuando esa lujuria
desenfrenada viene acompañada de un sentimiento tan intenso como lo es el
amor, resulta imposible extinguir ese deseo, porque mientras mas se acarician,
entre más se sienten la una dentro de la otra, mayor es el antojo de no separarse
más, mayor el ansia de volver a poseerse, imposible detenerse, no cuando quieren
devorar cada gota de placer que emana del centro de sus cuerpos.

11:25 horas
La Comandante Salgado dirigía sus ágiles pasos hacia el Despacho de la Agente
Miranda, reía por lo bajo imaginando lo absurdo que resultaba toda la situación: Su
cuñada infiltrada como policía y burlándose en las narices del Comisario Castro.

Golpeó un par de veces la puerta hasta escuchar una voz circunspecta


pronunciando un “Pase”.

Acto seguido se encontraba dentro, dispuesta a escuchar las incoherencias que


pasaran por la mente de aquella morena larguirucha que podría ser descrita con
millones de adjetivos pero de una cosa estaba segura, la salud mental y el
altruismo nunca formarían parte de ellos.

-Cuñada- Saludó Pepa radiante dándole dos besos.

-¡Vaya!...Con tan buen humor juraría que tuviste una estupenda noche,
pero a juzgar por esas ojeras no creo que hayas dormido demasiado- Le
dio un pequeño abrazo y tomó asiento.

-Eso exactamente Cuñada...- Se desparramó sobre su silla ejecutiva de piel en


color café que hacía estupendo juego con la madera que constituía el resto del
mobiliario en el cubículo -Que pasar una noche durmiendo...- Sonrió
traviesamente- Pudiendo disfrutar despierta de una maravillosa compañía
es como...Un sueño perdido-

Marína correspondió la sonrisa de forma afable y genuina. -Me imagino que esa
maravillosa compañía no es cualquier chica-

Pepa negó con la cabeza pero manifestando una evidente felicidad en su rostro
-Definitivamente no...- Sonrió -Ella no es como las demás mujeres que he
conocido, ¿Sabes...? Mi pelirroja supera con creces todo lo que yo había
soñado - Confesó sin pensar, solamente para reaccionar de forma tardía y mirar a
Marina con cara de “La he cagado”.

La reacción primera de Marina fue soltar una carcajada y es que la cara de Pepa
no tuvo precio y encima de todo aquello era un plus imaginar la idea de que Una
traficante de órganos se estuviese tirando a la hija del intachable Comisario
Lorenzo Castro.

-A ver cuñada pero...Lo tuyo con la Inspectora Castro es un...¿Simple


polvo...Ó las cosas van serias?- Intentaba despejar todas las incógnitas que en
ese momento inundaban su mente.

-¡Noo! ¡Claro que no es un polvo!...- Pero de pronto apareció la duda en su


mirada -...Aunque bueno, ahora que lo mencionas, la verdad es que no
hemos puntualizado de qué va esto...- Dijo ahora con un poco de desilusión.

-Bueno pero ¿De qué va esto para ti?-


-Jamás había ido tan en serio en mi vida Marina- Respondió con toda la
seriedad que pudo.

-¿Y ella?-

-Bueno...No podría asegurarlo pero yo estoy segura que de verdad me


quiere, me lo ha demostrado de mil formas y no me refiero únicamente a
lo de anoche... -Suspiró - Ha mentido por mí, ha mandado su ética al
carajo, se ha convertido en mi cómplice-

-Lo sé...Por lo poco que conozco a Silvia sé que su proceder es igual de


recto que el de su padre y yo también creo que ha perdido la cabeza por
ti-

-No tiene caso esconderlo cuñada, le quiero, le quiero como una idiota y
siento que he comenzado a vivir una vida verdadera desde que ella se
apareció en mi mundo-

-Pero es que aún no me lo creo...- Decía sorprendida- “El ángel exiliado del
paraíso porque se enamoró del diablo” - Rió.

“El amor debilita,


pero al mismo tiempo fortalece,
Porque el amor es convertir en fortaleza...
la debilidad de aquellos a quien amamos”

-Pues mi historia de amor bien podría ser el guión de una novela erótica
policiaca- Le guiñó el ojo. -Pero ya hablando en tono serio...Sé que suena
inverosímil que hayamos podido compaginar tan bien, pero es que
somos tan opuestas que nos complementamos como las piezas de un
puzzle, y es que Silvia no es ningún ángel- Sonríe- Es una desequilibrada
reprimida y de cierta forma ve en mi la manera de liberarse, de ser ella
misma sabiendo que yo no la voy a juzgar...Digamos que mi locura la
hace sentir viva y al mismo tiempo su locura mesurada me ayuda a
anclar los pies al suelo y hemos conseguido lograr un equilibrio-

-A ver poeta- Se burla un poco ¿Para qué negarlo? Silvia ha convertido a Pepa
en un monstruo de la cursilería -Todo eso suena maravilloso pero ¿Tú te has
hecho una idea del suegro que te vas a echar encima?-

Pepa sonrió.

-Te recuerdo que el diablo soy yo y no le temo a nada...Solamente a que


algo malo pudiese pasarle a Silvia - Hizo una pausa y de nuevo retomó la
seriedad - Por eso te llamé...Ayer un tipo trató de atacarla, pero
afortunadamente no lo consiguió, la cuestión es que lo encerraron y tú
mejor que nadie sabes cómo funciona el Sistema de mierda en nuestro
país, seguro que lo dejan libre y entonces querrá intentarlo de nuevo o
simplemente vengarse por el tiempo que haya pasado encerrado-

-¿Y quieres que te ayude a entrar en su celda para que le mates?- Pues
era obvio que Salgado ya conocía a la perfección la manera tan extraña en que
funcionaba la retorcida y renegrida mente de Pepa así que no era de extrañarse
que preguntase eso.

-Más bien que me ayudes a sacarlo de ahí y simular que se ha escapado,


porque bajo ninguna circunstancia quiero que Silvia sepa que yo lo
maté...Me pidió que no lo hiciera y entonces yo le prometí que no lo
haría-

-Pero a ver...-Intentó hacerla entrar en razón- Si Silvia piensa que ese hombre
escapó vivirá aterrorizada toda su vida pensando que en cualquier
momento pueda aparecer-

Pepa gruñó enfadada. -Ya pero entonces ¿Qué pretendes? ¿Qué me quede
de brazos cruzados y espere a que de verdad ese tipo salga libre y
regrese por ella?...¡NO MARINA! Ya veré que se me ocurre para
tranquilizar a mi pelirroja, ella sabe que estando conmigo nada malo
puede ocurrirle y además pues luego podemos simular que un contacto
tuyo te informó que lo capturaron en otro país, no sé...

-Está bien...Te voy a ayudar...- Negó con la cabeza en señal inequívoca de


desacuerdo -...Pero que sepas que lo que mal empieza mal acaba y sí
desde ahora estás construyendo tu relación con ella a base de
mentiras...Tarde ó temprano ella se va a enterar y no te lo va perdonar-

12:25 horas

Silvia aún permanecía en la cama, desnuda, únicamente medio cubierta por unas
sábanas completamente revueltas, pero es que no quería ducharse y perder el
aroma de Pepa que aún tenía impregnado por todo su cuerpo.

Había sido una misión casi imposible convencer a la morena de que entrara en la
regadera y se fuera para Comisaría aunque llegará casi dos horas tarde...Pero...
(Sonrió al recordar)...Tremenda impuntualidad había merecido la pena, ¡Dios! ¡Que
forma tan apasionada la de Pepa para hacerle el amor por la mañana!

Cerraba los ojos para revivir el momento y sentía la humedad una vez más en su
cuerpo.

Piensa entre suspiros que lo bonito no debería de ser tan breve.


Y entonces se descubre un rasguño en el brazo y seguramente no será el único
vestigio que ha quedado grabado en su cuerpo producto de aquella desenfrenada
pasión de Pepa.

Y seguramente tenía que ser pecado haber dado rienda suelta a sus instintos de la
forma en que lo hicieron...

Pero ¿Qué más da...Sí de todas maneras ella ya se ha condenado en el infierno?

Y si eso es el infierno ¿Para qué demonios quiere ir al cielo?

Seguramente que es aburrido, que no habrá personas interesantes, pero bueno es


que a ella ya solamente le interesa Pepa...

Pero da igual...¡Que de todas maneras Pepa no iría al cielo ni volviendo a nacer!.

Y seguro que en el cielo tampoco se puede fumar porritos...Ni correr a 230


kilómetros por hora.

Y así pudo pasarse el día entero de quimera en quimera esperando a que llegara
su mujer para ir a cenar como prometieron que ocurriría, pero el bendito sonido del
timbre la devolvió violentamente a la realidad.

¿Quién podría ser?

¡Pero si estaba completamente desnuda!

¡Y no quería ni imaginar el aroma que despedía su cuerpo!

Y entonces escuchó la voz familiar de Lola.

-¡Hermana ábreme!- Comenzaba a sonar un tanto desesperada y es que entre


la indecisión de Silvia que no sabía si debiera abrir ó no y la preocupación de Lola
por lo acontecido la noche anterior...

-¡Voy! - Gritó al fin y corrió tan rápido como pudo al baño, abrió la ducha y se
envolvió en una toalla.

Y entonces sí...

La puerta se abrió.

-¡Lola por Dios! - Corrió de nuevo al baño entre gritos sin dedicarle una sola
mirada a su hermana - ¡Que estaba a punto de entrar en la ducha!- Una Lola
más tranquila se acomodó en el sofá -... Dame 5 MINUTOS - Y resonó un
portazo.

-Tomate tu tiempo hermana que no tengo prisa- Respondió entre risas por lo
exaltada que parecía Silvia.
¡Y es que no lo parecía...LO ESTABA!

15 minutos más tarde.

Una pelirroja mucho más relajada,

¡Por supuesto que limpia!

Y totalmente vestida apareció en el salón de su apartamento, aún con el cabello


mojado e intentando cepillarlo.

Aunque la expresión de su rostro era...¿Avergonzada?

-A ver Lola que....No debiste tender la cama- Dijo notablemente ruborizada.

-No pasa nada hermana, sabes que me estresa el desorden y bueno


mientras te duchabas yo me aburría...- Sonrió -...Pero dime algo...-

¡Y aquí vamos! Silvia sabía perfectamente la pregunta que se avecinaba, lo que no


sabía era lo que debiera responder.

-Qué...¿Tú has pasado la noche con alguien? - Preguntó con entusiasmo,


podría jurar que Silvia llevaba al menos dos años sin compartir el lecho con nadie.

-A ver Lola...- A pesar de que esperaba la pregunta no pudo evitar ruborizarse


aún más al escucharla -...No seas cotilla- Se defendió.

-¡Ah no!- Se indignó -¡Que soy tu hermana y me lo cuentas ahorita!-


Inquirió moviendo las manos producto de la desesperación que le provocaba la
intriga.

-¡Bueno ya ya tranquila! - Rió.

-Pues a ver cariño mío tú habla que yo me tranquilizo-

-Pues sí...- Confesó sin poder disimular más su alegría -...Anoche estuve con
alguien-

-¿Es alguien de Comisaría no? - Intentaba rastrear la mayor cantidad de


información.

-¿Cómo lo sabes? - Preguntó levantando una ceja e intentando concentrarse en


cepillar su cabello para disimular su nerviosismo.

-¿Será por qué tu círculo social se reduce a papá y a mí? Y únicamente


sales de casa para ir a trabajar hermana-
-Pues sí- Respondió tímidamente -Trabaja en Comisaría pero...- Rápidamente
llegó la primera advertencia- Papá aún no sabe nada-

-No te preocupes, tú se lo dices cuando consideres el momento justo-

-Gracias- La forense sonrió aliviada.

-Y...¿Esa persona persona te hace feliz?...Quiero decir...Sé que apenas


están saliendo pero...¿Estás enamorada? ¿Te trata bien? - No podía ocultar
ese apetito voraz por saberlo hasta el más pequeño detalle.

Silvia se limitó a reír al ver la impotencia de Lola por no conocer toda la


información que ansiaba saber.

Pero entonces el móvil de Silvia sonó.

Estaba sobre la mesa de centro, a menos de veinte centímetros del campo de


visión de Lola, que disimuladamente ojeó la pantalla para confirmar sus
sospechas.

Sonrió al ver como temblaban las manos de su hermana pequeña al responder la


llamada.

-Hola...- Resonó una sonriente Pepa del otro lado de la línea- Es que falta
mucho para que se haga de noche y necesitaba escuchar tu voz para
recuperar fuerzas mientras el tirano del Comisario Castro me explota
como si fuera una esclava- Bromeó solamente para hacer reír a la pelirroja.

Y lo consiguió, pero notó que su risa no era del todo entusiasta.

-Perdona...- Se excusó Pepa -...No debí decir eso de tu padre...-

-No no no, sí yo sé que es verdad, debe haber nombrado a sus


santísimos cojones de menos unas cinco veces- Y ahora si rió con ganas -Ya
me imagino como se puso cuando te vio llegar dos horas tarde-

-¿De verdad no te molestaste?- Preguntó aún temerosa.

-¡No! ¿Cómo crees?...- Sonrió -...Es que no estoy sola, mi hermana Lola
vino a visitarme-

Y al fin Pepa pilló lo que sucedía. -Y no puedes hablar...- Infirió como tramando
alguna travesura.

-Sí...Exacto- Asintió.

-Entonces te dejo mujer...- Sonrió -...Pero que sepas que cuento las horas
para que las manecillas de ese puñetero reloj marquen las diez y
entonces sí te voy a comer a besos-
Y Lola no podía más que disfrutar el color carmesí de las mejillas de su hermana.

¡A saber lo que le estaban diciendo por teléfono pero podría jurar que Silvia se
estaba retorciendo por dentro!

-Yo...Yo tam...bién lo haré- Respondió tartamudeando.

-¿Y qué más me harás?- Difícil adivinar quien de las dos disfrutaba más de los
aprietos en que estaba metida la pelirroja, pero la morena estaba dispuesta a
seguir con el cachondeo por el teléfono.

-Pues...Lo...Lo que tú quieras- Tartamudeó una vez más.

-Ya...- La sonrisa cada vez más maliciosa aumentaba gradualmente su tamaño- ¿Y


yo también podré hacerte lo que quiera?-

-Aja...-Respondió intentando parecer casual.

-¡Uuff!...Creo que tendré que inventarle a tu padre que me siento mal


porque no creo aguantar hasta las 10-

-Vale...- Respondió visiblemente más relajada -Si quieres lo llamó y le digo


que necesito que te pases por mi piso para revisar los resultados de unas
pruebas para lo del caso...-

-¿De verdad harías eso?- Preguntó un tanto escéptica.

-¿Todavía lo dudas?- Sonrió -Claro que lo llamaré, que ni de coña puedo


esperar a que sean las 10-

Y una Pepa pletórica de felicidad ahora sí se despidió...-Entonces hasta al rato-

-Pero un rato muy chiquito ehh- Ahora sí la pelirroja le respondió con ternura,
casi olvidando por completo la presencia de Lola.

-Silvia...Que...-Sabía lo que quería decir pero le costaba- Que te...¡Que te


amo!- Se atrevió a decir al fin en un hilo de voz.

Y entonces las mariposas enamoradas hicieron de las suyas en el estomago de la


pelirroja - Y yo a ti-

Y al fin finalizó la llamada.

Aún no conseguía salir de su trance en que la había sumergido Pepa cuando una
vez más, fue la voz de Lola la encargada de devolverla al mundo de los vivos.

-Ya no hace falta que contestes a mis preguntas hermana...- Rió -Ya vi que
no eres feliz ¡Lo que le sigue! Y me acabo de dar cuenta que estás
enamorada como una tonta de esa chica-
DE ESA CHICA...

DE ESA CHICA...

Las palabras de Lola resonaban como un tambor en la cabeza de Silvia.

-No me mires así hermana- Le dijo al notar que se había quedado estupefacta.
- Que tus sábanas estaban impregnadas de perfume de mujer y no era el
tuyo-

CAPÍTULO XII. UNA UTOPÍA MARAVILLOSA

13:16 Horas

PERSPECTIVA DE PEPA

Tenemos miedo de todo lo que no podemos ser y al final nos convertimos


en nada...En nadie...Solamente por no enfrentar las adversidades.

Pero al mismo tiempo vivimos atemorizados, esforzándonos por


mantener ocultos los demonios que habitan en nuestro interior, porque
tenemos miedo de ese ser obscuro en el que sabemos somos capaces de
convertirnos si tan sólo...

Si tan sólo dejamos de llorar esperando a que del cielo caiga la justicia.

Y es que el cielo sí existe...

Es inherente a la mente humana, Y nosotros tenemos el poder para


construirlo, ladrillo a ladrillo, con nuestras propias manos.

Lo mismo sucede con la justicia, nadie nos la regala y podemos


convertirnos en espectadores de nuestra propia vida o podemos decidir
vivirla.
Podemos decidir dejarnos oprimir por el enemigo ó convertirnos en el
enemigo de los opresores.

Podemos conformarnos con lo que hay, con lo que tenemos, con tomar el
autobús todas las mañanas ó podemos convertirnos en los triunfadores,
en el grupo de aquellos que duermen por la mañana, desayunan en casa
y ponen en marcha su convertible del año.

Porque la verdadera tragedia no es haber nacido miserables...

La verdadera tragedia es quedarse quieto, observando como otros


cumplen con su sueño, como otro se casa con la mujer que amas, como
otro se queda con la vida que debería corresponderte...

Solamente porque puede pagar por ello y tú no.

Solamente porque ellos son capaces de arrebatar lo que les corresponde


y tú no.

Y ese es el verdadero valor de la justicia...

El resto...

El resto es cobardía.

Y el verdadero problema de los cobardes es que meditan demasiado e


irremediablemente se alejan de la esencia de la vida, que es la la
felicidad.

A mí, la felicidad, el amor, el cielo y la justicia me llegaron de junto,


como un combo dentro de una cajita feliz de Mc donalds, esas que una
compra con la expectativa de encontrarse con una sorpresa ESPECIAL.

Y ese alguien especial a quien yo me encontré en esa cajita feliz se


llama Silvia Castro.

Supe que era ella sólo con mirarla en la pantalla de un ordenador...

¡Y mi pelirroja es hermosa...SÍ!, Pero no fue su belleza lo que obligó con


violencia a mi corazón para enamorarme de ella.

Hubo algo más allá de lo que la mente humana es capaz de entender,


algo que no tiene una explicación racional, algo que ningún científico
sería capaz de medir.

Simplemente la miré y lo supe...


Aunque ¡Claro que no fue sencillo!, ¿Cómo iba yo a saber que esas
contorsiones de mi abdomen que electrocutaban todo mi cuerpo eran
amor?

Sé que no es excusa, pero a mí nadie me lo enseñó....

...Nadie me enseñó a amar.

Desde que era muy niña tuve que aprender a enfrentar a levantarme
cada mañana a base de hostias, de los típicos golpes de la vida que
pasan desapercibidos para los demás porque no dejan los ojos morados,
ni los labios hinchados, pero que despedazan el alma, se la van bebiendo
gradualmente, gota a gota, hasta convertirla en una zona árida,
desierta...

...Ó al menos eso creía yo.

Y me alegra haberme equivocado.

Porque entonces Silvia apareció y fue capaz de fecundar esperanza.

Mi pelirroja le devolvió la vida a todo mi ser.

Mis sentimientos que creía muertos reverdecieron, y todo con una simple
mirada.

Bueno, una simple mirada no fue, es que Silvia no es una mujer común,
no es una persona ordinaria, ella no es como las demás y no sé como me
di cuenta de ello, pero fue al instante, simplemente lo sentí.

Ella reparó mi brújula y me construyó el camino con cada latido de su


corazón.

Encendió la extinta llama de mi obsoleta ilusión y con su infinita


perspicacia descubrió vida dentro de mí.

Esa es Silvia, mi mujer, la mujer más maravillosa del mundo.

Y yo juro que el resto de mi vida transcurrirá dedicada en hacerla sonreír


todos los días.

Pero a ver...

¿Cómo demonios se supone que vaya a hacerla sonreír metida en está


maldita oficina? Ya estoy harta de navegar por la red...

¡Maldito Facebook!
¡Maldito Farmville!

Es que cuando Silvia no está en su laboratorio es demasiado aburrido


venir a Comisaría y luego...

¡Aaagggrrrr! ¡Que Sara me me ha rebasado! pero ¿Cómo demonios pasó


eso?

¡Es que está puñetera PC!

¡Maldito Bill Gates y su jodido Windows! Que el ordenador se traba cada


quince segundos... Pues así ¿Cómo cojones se supone que voy a poder
estar pendiente de mi granja?

Alguien debiera decirle a mi adorado suegro que existe la Empresa de la


manzanita que es mucho más eficiente que estás cacharrerías.

Y mientras Pepa gruñía y rumiaba su frustración el tiempo transcurría lento, era


como sí se hubiera confabulado con el reloj para joderle el día, y es que ella lo
único que quería era ver a su pelirroja.

Miraba impaciente la puerta esperando que entrara Don Lorenzo y le informara que
debía presentarse en el apartamento de Silvia para trabajar en un asunto
relacionado con el caso que supuestamente llevaban juntas, pero nada...

Entonces sus ojos saltaban hacia la pantalla del móvil con la esperanza de que la
Forense hubiera llamado o enviado un mensaje de texto y que por alguna extraña
razón teniendo el volumen del timbre a su máxima capacidad y con el aparato
colocado en el escritorio a escasos tres centímetros de su cara...No se hubiese
percatado de que había sonado.

Pero la respuesta seguía siendo la misma...¡La maldita nada!

14:51 horas

El Renault Megane de dos puertas se había quedado aparcado a tres cuadras de la


Comisaría, por un momento la joven pelirroja que portaba unos simples vaqueros en color
azul y una chaqueta de pana color café había barajado la posibilidad de esperar a Pepa
ahí fuera, simplemente llamarla al móvil e informarle que estaba allí a unas cuantas
calles, esperándola, por la sencilla razón de que estando lejos de ella sentía que se
asfixiaba y que necesitaba verla con desesperación aunque fuera unos instantes.

Pero mientras se sentaba en una banca del parque situado a escasos metros de su
destino, pensaba en lo absurdo que sería andarse escondiendo de su propio padre y el
resto de sus compañeros de trabajo.
Era verdad que aún no tenía un panorama claro de su futuro junto a Pepa y no estaba
preparada, ni consideraba que fuese correcto exhibirse de la mano con la morena delante
de todos, porque no tenía la certeza de que esa relación fuese a durar, ¡Es más, ni
siquiera lo habían hablado...!

¿Acaso tenían una relación?

Hay veces que las palabras no son necesarias, sobran porque los hechos hablan por sí
mismos, y en este caso, los besos y las caricias dejaban entre ver el inminente
surgimiento de algo serio, fuerte...Duradero...

Pero los deseos no siempre se convierten en realidad.

Las cosas no siempre son como debieran de ser.

¿Y si no funcionaba...? Obviamente que esa era una posibilidad y antes de salir del
armario de golpe era necesario probar un poco para evaluar como les iba juntas, ya como
una pareja de verdad...Y entonces sí...Hablaría con su padre y podría presumir a los
cuatro vientos que esa morena espectacular era su chica, y que era suya, y que se
pertenecían, y que Pepa solamente tenía ojos para ella.

Entonces sonrió y se abrazó a sí misma, mientras sentía su cuerpo titiritar.

No entendía qué diablos pasaba con el clima...

El día había amanecido precioso, caluroso, aunque claro, hizo nota mental que podría
haber influido el hecho de tener el cuerpo desnudo de Pepa pegado al suyo.

Nuevamente sonrió.

Pero podría jurar que unos intrépidos rayos de sol se habían colado a través de las
cortinas para iluminar tímidamente el dormitorio por la mañana.

Y ahora...

¡Un frío de mierda que le hiela los huesos!

FLASHBACK

<

-No me mires así hermana- Le dijo al notar que se había quedado


estupefacta. - Que tus sábanas estaban impregnadas de
perfume de mujer y no era el tuyo-

Silvia sintió como su rostro completamente enrojecido ardía de


la vergüenza.
-¡Dios Lola...! - Se cubrió el rostro con ambas manos- Es que
yo...-

Pero Lola le cortó.

-¡No! A ver Silvia espera - Le dio una palmadita en el hombro en


señal de que se relajara- A mí me basta con que estés feliz, lo
que tú hagas o dejes de hacer de la puerta de tu apartamento
para dentro es asunto tuyo y de tu intimidad, no tienes porque
darme explicaciones-

-Pero es que quiero dártelas- Tomó aire aún


ruborizada-...Necesito dártelas porque si no se lo cuento a
alguien voy a reventar-

-Tranquila mujer - Intentó emplear un tono despreocupado para


hacerle sentir a su hermana menor que el hecho de que
estuviese con una mujer carecía de importancia para ella- Deja
que prepare café y entonces nos sentamos y me cuentas con
calma-

Silvia asintió un poco más aliviada, en el fondo se alegraba de


que Lola la hubiese descubierto, ya que quizás ella no hubiera
tenido el valor para confesarlo y es que desde que Pepa apareció
en su vida junto con todo ese torrente de emociones que le
sacudían el cuerpo, no había podido compartirlo y ni
desahogarlo, y es que a veces es necesario saber que puedes
recurrir a alguien para ser escuchada, para pedir consejo...

Aunque claro está que...Tendría que contar una verdad a medias.

El aroma del café recién hecho fue la señal que esperaba la


pelirroja para sacar un par de tazas y platos de la alacena,
mientras que Lola lavaba un par de cucharas que yacían sucias
dentro del fregadero y en un abrir y cerrar de ojos, la dos se
encontraron de frente, sentadas cada una en su respectivo
sillón.

-Es la chica que me presentaste anoche ¿No?- Preguntó Lola de


forma casual, sopesando en su mente la idea de que era
realmente atractiva.

Silvia respondió con un tímido asentimiento de cabeza.

-Pues está muy guapa - Fue la sonriente respuesta que recibió


de Lola, quien notablemente trataba de animarla - ¡Vamos
que...No es el típico ícono lésbico!

Al fin Silvia se relajó y entonces sí...Dejó escapar una risita.


-Es que Pepa atenta contra cualquier estereotipo...-Y entonces
suspiró- Ella es muy ella- Rió de nuevo - ...Es única-

Esta vez fue Lola la que dejó escapar una carcajada. - Más bien
tú estás enamorada-

Silvia se encogió de hombros y su mirada enmarcada entre ojos


muy abiertos expresó algo así como “¿Para qué negarlo?” -
Nunca pensé que podía sentir algo como esto - Confesó al fin.

Entonces Lola bebió un sorbo de su taza y sintió como el café


quemaba su garganta - ¿Y ustedes son...?...- Hizo una pausa
mientras pensaba cómo decirlo ¿novias? - ¿...Pareja? - Dijo al fin.

La pelirroja negó con un movimiento de cabeza - La verdad es


que no tengo idea-

-¡Vaya! Es que estás relaciones de ahora yo ya no las entiendo-

-A ver que...Vale nos queremos pero es que yo no sé si con eso


baste para hacer funcionar una relación-

-Es que tu eterno problema es que quieres racionalizarlo todo,


tener el control absoluto sobre tus emociones y eso es
imposible...- Le regañaba Lola.

-Pero a ver...Tienes que entenderme, me da pánico entablar algo


serio, es que solamente de pensar en la reacción de mi padre...-
Se llevó las manos a la cabeza y frotó un poco su cabello,
resignada a que no sería nada fácil.

-Bueno, seguro que a Papá le va dar un infarto, pero debes


pensar más en ti y menos en los demás - Entonces le sonrió con
complicidad a su hermana pequeña- Y por si fuera poco, “Don
Lorenzo Castro” ha hecho siempre su santa voluntad y es un
viejo caprichoso, no puedes dejar ir tu felicidad para darle gusto
a él-

-Gracias Lola...De verdad necesitaba contárselo a alguien- Y se


levantó de su sillón buscando la cercanía de su hermana.

Y La mayor de las Castro León volvió a reír mientras miraba


como Silvia se acercaba hacia ella - Pero si tú no me has contado
nada, todo lo he tenido que averiguar yo sola-

<

-¡Dios Pepa, cómo te quiero! - Recitó para sí misma mientras permanecía


sentada en aquella misma banca.
Entonces coge el móvil y marca al número de Pepa, pero antes de recibir tono
decide colgar.

16:03 horas

-¡Inspectora! - Resonó la voz de Curtis al percatarse de que Silvia se dirigía


rumbo al despacho de Pepa- ¿Va usted a hablar con la Agente Miranda?-

Silvia asintió como si fuera lo más natural del mundo. -¿Pasa algo - Lo miró con
cara de “¿Te molesta?”.

-Es que dio órdenes de que nadie la molestara - Hizo una pausa y se rascó
la barbilla -Estaba de un humor que...¡Joder con ella, que estará muy buena pero
le hace falta un buen polvo!-

-¡¡¡CURTIS!!!- Exclamó al borde de los gritos- ¡Que le estás faltando al


respeto a una superior! - Le reprendió cabreada.

-Pues sí la morena quisiera yo podría faltarle al respeto todas las


noches...Y las mañanas...- Decía con tono lujurioso.

-¡¡¡BASTA CURTIS!!! - Está vez si consiguió que Silvia estallase y sus alaridos se
dejaran escuchar por media Comisaría.

Entonces la puerta del despacho de Pepa se abrió y su mal humor no se hizo


esperar.

-¡Pero qué Demonios son esos...! - Estaba gritando con la vista clavada en
Curtis cuando reparó en la presencia de su pelirroja, ahí parada con esa carita de
enojo que a Pepa tanto le gustaba - ...Gritos - Disminuyó notablemente su enojo y
sonrió cuando sus miradas al fin se encontraron fijamente.

-Bueno...Yo ya me iba...Con permiso- Dijo Curtis aprovechando el momento de


embelesamiento de ambas para escapar sin tener que explicar las razones de los
gritos de la Forense.

Pero ellas seguían allí mirándose embobadas con una sonrisa patosa, sin
pronunciar palabra.

Y al fin la Agente Miranda consigue escapar del trance y romper el silencio...

-¡Naranjo! - Gritó al tiempo que giraba la cabeza para encontrarse cara a cara
con él- ¿Me puede explicar a qué vienen esos...?- Se interrumpió a sí misma al
percatarse de que ya no estaba.

-El muy cobarde huyó- Se quejó Silvia aún molesta, pero aparentemente más
tranquila.
-¿Por qué discutían? - Preguntó con extrañeza, al tiempo que le indicaba a Silvia
que entrasen a su oficina.

La violinista abrió la puerta y permaneció debajo del umbral permitiéndole el paso a


Silvia...

-El muy guarro me sacó de quicio- Le explicó escuetamente mientras


observaba a la morena cerrar la puerta.

Pepa arqueó una ceja y la miró circunspecta como esperando una explicación
mucho más amplia. -¿El muy guarro? - Preguntó.

Silvia tomó aire y recorrió los escasos metros que faltaban para llegar hasta la
morena que aún permanecía recargada en la puerta -¡Uff! Mejor olvidemos el
asunto que me pongo de malas, fue una tontería - Intentó restarle
importancia, contemplando la posibilidad de que a Pepa se le ocurriera coger la
magnum y volarle la tapa de los sesos en plena Comisaría.

-Claro...- La expresión de Pepa era de evidente descontento - Y seguramente


por una tontería, TÚ Silvia Castro te pones a montar ese circo en tu sitio
de trabajo ¿No?-

-¡Vamos Pepa!...Que vine hasta aquí para verte...-Le hizo ojitos y posó
ambas manos sobre los hombros de la morena- ...Para besarte...-

Y justo cuando la boca de Silvia comenzaba a saborear esos labios que había
deseado durante toda la mañana y parte de la tarde, Pepa se apartó.

-No...- Negó con la cabeza y caminó rumbo al escritorio dándole la espalda a la


pelirroja - ..Me exaspera que no me tengas confianza- Bufó.

Silvia caminó detrás de ella y le pasó ambas manos sobre la espada para
acariciarla con cautela. -Hey...- Le dijo bajito, sintiendo como a cada caricia, la
rigidez del cuerpo de la traficante disminuía y comenzaba a disfrutar del contacto
-Yo confío en ti - Se acercó lo más que pudo a ella y se colocó en puntillas para
susurrarle un “Te quiero” al oído que inevitablemente hizo estremecer a Pepa.

Lentamente la morena se dio vuelta para quedar de frente a Silvia.

-Solamente que no quería hacerte pasar un mal rato- La forense la miró con
expresión de tristeza y le rozaba dulcemente las mejillas con el dorso de la mano
-Lo siento-

-Ya perdón...-Bajó la guardia -...No debí ponerme así-

Ambas se sonrieron.

Pero Pepa retomó la palabra.

-Pero quiero que me cuentes- Le pidió con tranquilidad.


-Nada...Pues palabras más, palabras menos insinuó que eras una
amargada y que él estaría encantado de darte el buen polvo que te hacía
falta- Le relató indignada.

Y sucedió algo que no se esperaba...

Pepa soltó una carcajada. -¡imbécil!-

-¿Te vas a reír?- Preguntó furiosa la pelirroja

-Pero es que ese pobre tío me ha tirado los trastos desde el primer día-

-Ya...Y tú te sientes muy halagada ¿no?- Abrió muy grandes los ojos como
esperando una explicación que le convenciera.

-Pues sí...- Respondió la violinista como la fresca mañana, con toda intención de
mosquear a Silvia.

-¡Anda pues...! - Pepa hizo nota mental de lo mucho que le encantaba la manera
en que su pelirroja arrugaba la nariz cuando se enojaba, y ahora mismo, mientras
hablaba se veía preciosa - ¡Que harían una linda pareja!- Nunca el sarcasmo
le había sentado tan mal a la Inspectora Castro.

-¡Pelirroja! - Exclamó la morena conteniendo la nueva carcajada- ¿No estarás


celosa tú del tito Curtis verdad?-

-Pues tú dirás...Si me dice que quiere tirarse a mi novia y ella parece


estar fascinada con la idea...- Echaba chispas, sin reparar en lo que acababa
de decir.

Pero Pepa le interrumpió.

-¿Qué has dicho pelirroja? - Preguntó al borde de un ataque de felicidad.

Silvia la miró sin entender tan repentino derroche de alegría, pero aún sin articular
palabra.

-Has dicho mi novia- Le aclaró Pepa.

Silvia enrojeció y al fin reparó en sus palabras.

-Lo de dicho sin pensar- Se disculpó avergonzada

-Pero...¿A ti te gustaría?- Preguntó Pepa sin disimular su ilusión.

La Forense abrió la boca como si estuviera a punto de dar la respuesta, sin


embargo, el sonido de alguien llamando a la puerta interrumpió el momento
El gesto de Pepa se transformó notoriamente en desagrado. - Pase - Dijo de mala
gana, Mientras se acomodaba en su silla, poniendo el escritorio de por medio entre
la pelirroja.

La cabeza de Rita asomó discretamente por la ranura que se formaba por el efecto
de la puerta entre abierta.

-¿Se puede? - Preguntó la Agente Peláez con temor.

-He dicho que pasarás ¿No? - Fue la intransigente respuesta que proporcionó
Pepa.

-Disculpe Agente Miranda, es que llegó esto para usted - Explicó Rita
extendiendo ambas manos que sostenían una caja de cartón.

-¿Para mí?- Preguntó Pepa con completa cara de sorpresa.

-Aquí dice su nombre, mire...-Le señaló la tarjeta que venía adherida al


paquete.

-Déjala encima del escritorio - Le ordenó de mala manera.

Ojos asesinos casi negros miraron a Pepa.

No era difícil de suponer que su pelirroja estuviese cabreada, aquello que le había
entregado Rita tenía toda la pinta de ser un regalo.

Miró a Silvia intentado explicarle con las manos y los gestos que no tenía la más
remota idea del contenido, mucho menos del remitente.

Pero la Forense le dedicó una afable sonrisa hacia la Agente Peláez. - Gracias
Rita- Le dijo amablemente y de soslayo asesinó a la morena de nueva cuenta
- ¿Nos dejas a solas por favor? - Le pidió sin abandonar la cortesía.

-Eh...- Titubeó un poco la ficticia Agente Miranda - Que...Gracias Rita -


Finalmente le agradeció.

Rita asintió un tanto descolocada por el repentino cambio de actitud de Pepa y con
un “Con permiso” salió del despacho.

-¡Y Pepa Miranda debe comportarse prepotente con todo el mundo para
demostrar su poder! - Le recriminó la pelirroja negando con la cabeza.

Pepa elevó los hombros, inhaló y unos cuantos segundos después, exhaló. Juntó
sus palmas y justo en el sitio donde convergían los pulgares apoyó la barbilla - A
ver Silvia, que yo nunca he podido ser amable con la gente, simplemente
no me nace -

-Ya pero...Eres amable con mi padre-


-Hago el esfuerzo porque es tu padre - Se anticipó a decir.

-A ver Pepa...- Entonces la Inspectora Castro se puso seria -...Que yo puedo


hacer la vista gorda con respecto a un montón de cosas, y soy capaz de
aceptar tu modus vivendi aunque no me guste, ¡Es más...Aunque me
aterre! Y lo hago porque te quiero ¿Vale? - La miró fijamente y Pepa le indicó
que estaba de acuerdo con un movimiento de cabeza. -Pero eso no significa
que yo vaya a permitir que andes mirando al mundo entero por debajo
del hombro-

El rostro de la morena se tornó avergonzado - Lo siento.

Y Silvia le regaló las más bella de las sonrisas. -Tampoco quiero


regañarte...Pero...Rita es una buena compañera-

-Lo sé...Es que soy algo bruta para tratar a la gente- Puso cara de cachorro
triste, a sabiendas de que Silvia no conseguía resistirse cuando hacía eso.

-No lo hagas- Le sentenció en medio de una carcajada.

-¿El qué? - Se hacía la inocente.

La pelirroja se acercó con toda la intención de abrazarla, sin borrar esa sonrisa de
su cara, pero de pronto desvió la mirada hacia el paquete.

Entonces se frenó en seco.

-¿No piensas abrirlo?- Silvia soltó sin más, la pregunta que más bien sonaba a
un reproche.

-No tengo idea de quien pudo haberlo enviado- Respondió de forma sincera,
sin mostrar mucho interés en el contenido.

-Pues si no lo abres, nunca lo descubriremos mujer...- Entonces la pelirroja


se quedó observando a Pepa en silencio un par de segundos, como sí...¿Estuviera
enfadada? - Aunque tiene pinta de ser un regalo ¿No? Seguro que lo envía
Curtis Naranjo-

Ante ese último comentario, proveniente de la Inspectora Castro, aparentemente


cargado de ¿Celos...? La curiosidad comenzó a hacer estragos en Pepa.

-Vale pues...Veamos lo que hay dentro-

Caminó hacia el escritorio, decidida a descubrir el contenido del misterioso


paquete, abrió uno de sus cajones y obtuvo un abrecartas con el que cortó los
listones en color rojo que se abrazaban a la caja y formaban una especie de
cuadro sobre ella.

-Está pesada- Informó mientras trozaba la cinta adhesiva que la mantenía sellada
aún. Entonces la volvió a dejar sobre el escritorio y al fin logró destaparla.
La Agente Miranda dibujó una mueca de completa sorpresa en su rostro. -¿Un
contenedor isotérmico?- Preguntó con incredulidad.

-Quizás te hayan enviado un bote con helado- Se burló Silvia pero con
fingida seriedad.

Pepa ignoró el comentario de la pelirroja y levantó la tapa de unicel que le impedía


descubrir de una vez por todas el dichoso contenido. -¡Pero que co...! - Exclamó
boquiabierta - ¡Joder! ¿Qué coños es esto? - Preguntó atónita y levantó entre
sus manos una bolsa ziplock que contenía un objeto de forma cónica, al cual le
escurría sangre y su tamaño era aproximado al del puño cerrado de una mano.
¡Pero...! ¿Este corazón es humano? - Volvió a preguntar, esta vez con
repulsión.

Silvia permaneció en silencio, se limitó a contener una carcajada y entonces Pepa


vio la nota adjunta al órgano musculoso que sostenía entre sus manos.

“¿Pensar en un “Nosotras”? Tienes razón...La verdad es que me parece una


utopía...¡Pero una utopía maravillosa!

Porque me parece que tú y yo juntas somos un par de abejas capaces de


polinizar un jardín formado con flores de papel.

Y después de todo lo que hemos pasado juntas me encantaría aceptar esa


invitación que nos quedó pendiente para cenar esta noche”

-Esa chica sí que debe estar coladita por ti... - La Forense rompió el silencio
-Mira que...- Y entonces sus ojos se encuentran, y chispas invisibles saltan por
todo el lugar, y se pierden, y se quedan adheridas como si la fuerza de un imán no
les permitiera mirar rumbo a otro sitio - ...Regalarte de forma simbólica su
corazón y pretender convertirse en poeta para escribirte una tan nota
cursi llena de amor...-

Pero Pepa la interrumpió - Debe estar completamente desequilibrada-


Sonrió irremediablemente idiotizada.

- O tal vez solamente se enamoró- Se encogió de hombros.

- Bueno...Pues enamorarse de mí habla mucho de su cordura-

- Se lo he dicho a mí hermana- Informó súbitamente la pelirroja

- ¿Qué le has dicho? - Preguntó aún con la bolsa ziplock entre las manos.
- Pues que dormí con una chica, que estamos juntas y...- Entonces le regaló
una nueva sonrisa, aunque unos diez metros de distancia las separaban -...Y
que te quiero-

La sonrisa fue inmediatamente correspondida.

-¿Y cómo se lo tomó? - No hizo esfuerzo alguno por ocultar su curiosidad.

Silvia miró como Pepa devolvía el corazón dentro del contenedor isotérmico. -Pues
la verdad es que bastante bien - Respondió mientras con pequeños pasos
hacia al frente agotaba la distancia física que se interponía entre ellas -Dice que a
ella le basta con que yo sea feliz-

-Me tranquiliza que no te haya cuestionado por estar con una mujer- Le
comentaba mientras sentía las manos de Silvia acomodándose en ambos
extremos de su cintura.

-A mí también- Confesó aliviada, al tiempo que sus brazos envolvían el espigado


cuerpo de la morena -Necesitaba hablarlo con alguien-

-Yo se lo conté a Marina- Reveló con un poco de temor -Espero no te


moleste-

-¿A Marina? - Por la reacción de la pelirroja, Pepa supo que no se lo esperaba


-No es que me moleste...- Le aclaró -...Pero es que me dará vergüenza
cruzármela por algún pasillo de Comisaría y mirarle a los ojos-

-Es una gran mujer, aunque te confieso que no me fue fácil entenderla,
pero sobre todo es la persona más discreta que he conocido- Le informó
para intentar que se quedara más tranquila, mientras sentía que las manos de
Silvia se aferraban más y más a su cuerpo.

-A mí solamente me preocupa mi padre, por el momento no quiero que lo


sepa-

-Estoy de acuerdo- Asintió con un deje de comprensión en el tono de la voz- ¿Y


Por cierto...Conseguiste dejarme la tarde libre? - Cuestionó con la ilusión
plasmada a flor de piel en la mirada.

Pero la Inspectora Castro negó con un movimiento de cabeza -Nos conseguí


algo mejor-

Pero la violinista la miró con cara de no entender...

-Explícate- Le demandó.

-Pues hoy terminas con tu jornada habitual, pero en la noche te vienes


conmigo a casa y no nos separaremos hasta pasado mañana-
-¿Estás insinuando que quieres pasar la noche conmigo?- La provocativa
actitud de la morena dilató los ojos de la Forense.

Y entonces...

Se miran con intensidad,

Se miran con un poco de vergüenza,

Se miran con pasión,

Se miran con complicidad,

Se miran con deseo...

-Te estoy diciendo que no sé si podría acostumbrarme a despertar...-


Sonríe -...Mirar a mi alrededor y no encontrarte durmiendo junto a mí-

Y como siempre ha de ocurrir en los mejores instantes que nos regala la vida, la
puerta interrumpe, el sonido de un puño golpeándola es capaz de cortar el
momento más romántico que hasta esa tarde había presenciado aquél despacho.

El corazón de Silvia se sobresalta haciéndola pegar un par de saltitos hacia atrás y


deshacer el abrazo.

*Bonita forma de interrumpir* Fue el primer pensamiento que cruzó por la


mente de la violinista.

-Pase- Dio la indicación de mala gana.

Una vez más la cabeza de Rita se asomó por aquella puerta.

-Aquí están los pinchicos que mandó pedir- Informó tímidamente.

Pepa miró a Silvia con un gesto que inequívocamente transmitía alegría. Y acto
seguido devolver al mirada hacia Rita

-Muchas gracias Agente Peláez, por favor déjelos sobre el escritorio-

Y así lo hizo, solamente para proceder retirarse.

-Y Rita...-Pepa le miró diferente, era como si de pronto se hubiera convertido en


un ser empático, noble...Generoso -Haga el favor de tomarse la tarde libre-
Le permitió la Agente Miranda.

Rita se le quedó mirando a Silvia como buscando una explicación racional a tan
repentino cambio de actitud, pero la pelirroja solamente se encogió de hombros.

-Aprovecha y para llevar a Sabina al parque- Le sugirió la Inspectora Castro


con una radiante sonrisa.
-La Sabinica es mi hija- Le Aclaró Rita a Pepa.

La morena asintió con fingida alegría, ¡Como sí le importara la vida de Rita!, pero
es que ese repentino cambio de actitud le significaban pequeños pasos hacia el
frente con su pelirroja.

-Pues anda y disfruta el resto del día con tu hija-

Ambas mujeres miraron como Rita salía de la oficina con la expresión del rostro
reventando de absoluta felicidad y entonces Silvia se acercó a la morena.

Tenía toda la intención de abrazarla, besarla, decirle cuanto la quería, pero esta
vez fue Pepa quien sin decir nada, simplemente la tomó entre sus brazos, con tal
intensidad que pareciera no deseara soltarla nunca.

La estrechó con fuerza y le susurró varios “Te quiero” en el oído, mientras la sentía
estremecer entre sus brazos.

-Quería llevarte a comer fuera- Le susurró la pelirroja al tiempo que le


acariciaba la espalda.

-Pero estuve esperando que me llamaras y yo moría de hambre, por eso


encargué algo para comer- Le explicó la morena.

-Es que quería darte una sorpresa- Le comunicó la Forense un poco


desilusionada.

-Pues lo conseguiste- Entonces Pepa se acercó y finalmente posó sus labios


sobre los de Silvia - Y ha sido una sorpresa increíble-

Y la hora de comida transcurrió demasiado rápido, porque estando juntas el tiempo


transcurría sin pensar, las manecillas ingeniaban la manera de avanzar
desbocadas, sin esperanza de obtener un freno, convencidas de que cuando hay
amor, los segundos pasan tan de prisa que debiera existir una cámara lo
suficientemente poderosa como para capturar cada uno de esos instantes de
felicidad y de esa manera conseguir conservarlos para siempre.

-Pero yo no entiendo como puedes comer de esa forma y tener ese


cuerpo- Decía Silvia impresionada mientras observaba a la morena meterse en la
boca un pincho entero cubierto entre otras cosas por tres gambas e considerables
dimensiones.

-Son los genes pelirroja...- Rió sardónicamente al pensar en lo excedido de


peso que estaba su hermano Paco -Los genes Miranda- Le informó mientras
tomaba un nuevo pincho de salmón ahumado.

-¿Y ya sabes qué cenaremos está noche?- Preguntó la Inspectora recordando


que tenían un cita pendiente.

Pepa asintió.
-Claro...- Dejó su lata de coca-cola sobre el escritorio después de haber bebido
un sorbo -Pero será una sorpresa, así que no pienso decirte nada-

-Miedo me dan tus sorpresas... -Le regaló una sonrisa mientras veía con
atención la mano de la violinista a punto de atenazar la lata de refresco con su
mano para llevársela a la boca una vez más -...Tienes que dejar de beber esas
cosas que te vas a perforar el hígado y se te van a deshacer los riñones-

La morena se preparaba para hacer frente al regaño de la Forense cuando la


puerta del despacho se abrió abruptamente.

La figura del Comisario Castro apareció envuelta en un impecable traje de color


negro y una corbata azul, sin embargo, la expresión de su rostro era de total
descontento. -¿Se puede saber quién se ha creído usted para darle la tarde
libre a la Agente Peláez? - Preguntó furibundo dirigiéndose a Pepa.

-Buenas Don Lorenzo- Le saludó cínicamente la morena -¿Y se puede saber


dónde ha olvidado usted sus modales esta tarde? Porque a mí me
enseñaron que es de buena educación llamar a la puerta antes de entrar-

-¡No me toque los cojones Miranda- Refunfuñó incrementando la intensidad de


su enojo.

Pepa tomó la charola de los bocadillos y la acercó hasta su suegro -¿Un pinchito
para el estrés?- Le ofreció con desfachatez.

Silvia se percató que su padre estaba a punto de estallar en un ataque de ira y


decidió intervenir -A ver papá tranquilízate y escúchame- Intentaba conciliar
la situación entre sus dos amores - Que Sabina la hija de Rita se sentía mal y
Pepa consideró que lo más elocuente sería que la llevara con el pediatra-
Y con disimulo le guiñó el ojo a la desvergonzada pero adorada traficante de
órganos.

-Pero es que hija...- Seguía quejándose aunque eso sí, ya un poco más relajado
-Que aquí ya todo mundo hace lo que se les da la gana, que ya nadie
respeta mis órdenes-

-Anda ya no hagas corajes- Le dio un par de palmaditas en el hombro -Y come


algo de esa charola antes de que Pepa tenga una congestión-

El Comisario no pudo evitar reparar en el hecho de que su hija hubiera llamado a la


Agente Miranda “Pepa”, dos veces y con tanta naturalidad. -¿Y tú que estás
haciendo aquí hijita?- Le cuestionó al tiempo que obedecía y tomaba un
bocadillo, mientras que la morena aprovechaba para seguir bebiendo de su coca-
cola -¿No se supone que seguías de vacaciones?-

Por un instante Silvia se puso nerviosa, no tenía pensada una coartada para
justificar su presencia en Comisaría, pero fue cuestión de décimas de segundo
para que las palabras correctas aparecieran en su cabeza. -Pues necesitaba
poner al tanto del caso a la Agente Miranda, le estaba contando lo que te
comenté cuando hablamos por teléfono ¿Te acuerdas?, Que mañana voy
a necesitar que se pase desde en la mañana por mi apartamento- Y
entonces le dedicó una mirada traviesa a su mujer, sintiéndose orgullosa de sí
misma por lo convincente que había sonado.

Pero Don Lorenzo negó con la cabeza, al tiempo que cogía un segundo bocadillo
-Pues sigo sin comprender esa necedad tuya de reunirse en tu
apartamento hija, que los asuntos de trabajo se deben quedar fuera de
casa y se atienden en Comisaría-

Al fin Pepa se decidió a intervenir.

-Pero es que se trata de información clasificada Comisario, altamente


confidencial - Recalcó -No podemos arriesgarnos a que se filtre algún
dato, por pequeño que fuese, podría ser definitivo entre desmantelar a
esa organización o permitirles que sigan delinquiendo-

-Y hablando de delincuentes...-Recordó Don Lorenzo - ...Estoy haciendo lo


posible con un juez amigo mío para que le echen encima al menos
quince años al depravado que intentó atacarte anoche cariño-

-La silla eléctrica es lo que le deberían de dar a ese imbécil- Pensó Pepa
en voz alta.

-¡Pepa!- La fusiló Silvia con la mirada -Lo que me preocupa es qué va a


pasar cuando salga papá, seguro que buscará vengarse-

-Lo dicho- Repuso Pepa -¡La silla eléctrica!-

-La silla eléctrica es lo que necesitan sus neuronas Miranda...- Le


reprendió Don Lorenzo -...A ver si con unas buenas descargas se las hacen
funcionar-

En ese momento Pepa se percató de que le estaba sonando el móvil colocado


encima del escritorio, muy cerca de la charola con bocadillos, entonces lo agarró y
miró el nombre de Sara en la pantalla.

-Con permiso- Se excusó -Voy a salir a tomar la llamada- Y con unos cuantos
pasos abandonó su oficina.

-¡Sobrina!- Exclamó eufórica al escuchar la voz de Sara.

-Bueno pero es que si yo no te llamo tú me dejas morir de la curiosidad-


Le reclamaba fingiendo molestia.

-Perdona...Es que...- Sonrió -...Aún no he logrado bajar de las nubes- Dijo


feliz.
-Lo que yo te diga tita- Reía divertida del otro lado de la línea -¡Que estás
hasta las trancas y más allá!-

-¡Ufff!- Suspiraba eufórica -¡Es que esa mujer me mata!

Sara gritó de la emoción -¡Durmieron juntas y no te atrevas a negarlo!

-Pues dormir...Dormir, lo que se dice dormir...Muy poco, casi nada- Le


contó esbozando una sonrisa triunfal.

-¿Sabías que eres una guarra?- Preguntó sin dejar de reír alegremente.

-Y tú una cotilla...Que yo sé que te mueres porque te cuente todos los


detalles-

-Esos los puedes reservar para que escribas en tu diario...- Se burló


-...Pero lo importante aquí es ¿Cómo reaccionó? ¿No se arrepintió?-
Preguntó preocupada.

-Nada de eso- Sonrió -Aunque te confieso que yo también tenía temor de


que llegara la mañana y se retractara de todas las cosas que me dijo
anoche-

-¿Y qué te dijo?- Seguía gritando como adolescente después de recibir su primer
beso.

-¡Uff!- Pepa se llevó la mano al estomago que se le encogió al recordar las


palabras de Silvia -Pues un montón de cosas sobrina, me dijo que me ama,
me pidió que me quedara con ella toda la vida, que...-Entonces rió- Que
gracias a mí descubrió que está un poco esquizofrénica pero que le
encanta estarlo porque sería una lastima que por estar cuerda se hubiera
perdido la oportunidad de quererme y lo más importante...- Le relataba
casi gritando, completamente excitada por la felicidad.

Pero de repente se apareció Don Lorenzo frente a ella.

-La telenovela está muy emocionante Miranda, pero dígale a su vecina


que se la termina de platicar después, mientras lavan la ropa- Le lanzó
una mirada asesina - Que aquí se viene a trabajar-

Pepa como pudo se alejó unos cuantos pasos dándole la espalda al Comisario.

-¡Mierda Sara! - Susurraba nerviosa por lo bajo -¡Que tengo a mi suegro aquí
dando gritos, te llamo más tarde vale?-

-Vale- Accedió un tanto desilusionada -Y tita...Que necesitas mostrarle al


viejo quién manda- Rió.

-Lo sé...Lo sé...Te sigo contando al rato-


-Te quiero Pepa y no hagas tonterías-

Y entonces colgaron.

21:36 horas.

Un establecimiento bastante acogedor, tenía el aspecto de una cabaña perdida en el


bosque, probablemente influía que estaba rodeado de un lago y que para llegar a él
debían aparcar el auto unos 100 metros atrás para después embarcarse en un bote.

La carta del lugar era bastante amplia, aunque la especialidad era la comida italiana.

A pesar de estar construido de madera casi en su totalidad, había un enorme horno de


piedra, en el que según los relatos de Pepa, cocinaban la pizza más deliciosa de todo
Madrid.

La idea era cenar algo bastante informal, pero en realidad la sorpresa había resultado ese
sitio con un toque tan romántico...

Una atmósfera relajante amenizada por un piano en vivo que era perfecto para sostener
una conversación entre dos tontas enamoradas.

Habían ordenado la recomendación de la casa proporcionada por el capitán de meseros


que no era más que una pizza “Puerto Madero” que contenía doble queso gambas y
tocino.

Por el tipo de construcción y la ubicación de la misma, el clima era bastante frío pero
contrastaba con el calor que producía la chimenea a tan solos un par de metros de su
mesa.

Descorcharon una botella de vino blanco Bottega Vinaia, ideal para acompañar pastas y
mariscos, y una vez con ambas copas servidas Silvia sonrió al contemplar esa
maravillosa vista que les regalaba ese enorme ventanal de cristal del lago que lucía
todavía más espectacular con el reflejo de las farolas.

-¡Vaya con la sorpresa! - Exclamó la pelirroja notablemente contenta.

-¿Te gustó? - Preguntó la morena orgullosa sabiendo de antemano la respuesta.

-No voy a alimentar tu ego...Sí es lo que pretendes- Tomó su copa y bebió un trago.

-Pues salud por eso- Le invitó a chasquear la copa con la suya.

-¡Salud! - Sonrió

-¿Y por qué brindamos exactamente? - Pepa levantó una ceja

Silvia rió. -No tengo idea, fuiste tú la que propuso el brindis-


-Es cierto, pues entonces brindo porque ya somos novias- Le dijo traviesamente
mordisqueando una rebanada de su pizza.

El rostro de la forense enrojeció peor que un tomate y su cabello juntos.

-¿No...Novias? - Se atragantó con el vino.

-Bueno si te parece que es pronto...-

-¡NO! - Le interrumpió- Sí quiero ser tu novia y que tú seas la mía y todas las
cosas que eso implique-

-¿Es ésta la parte en donde te beso? - Se acercó lentamente a su pelirroja.

-Mmm creo que hemos hecho las cosas un poco al revés nosotras...- Susurró
-Primero nos besamos, después te dije que te quería...Luego dormimos juntas-
Pegó su rostro al de Pepa pero evitando que sus labios se rozasen.

-A mí me ha gustado nuestro proceso- Y entonces sí...La besó.

-Ehmm Pepa...¿Te puedo preguntar algo? - Preguntó en medio de un susurro,


todavía muy cerca de sus labios.

-Pregunta lo que quieras novia-

Ambas sonrieron.

-¿Por qué no me mataste aquel día...Cuando nos conocimos en aquella casa?-

Entonces la morena tomó cierta distancia, la suficiente para tomar un nuevo pedazo de
pizza -Es que no pude...- Le dio un mordisco al triángulo caliente que sostenía en la
mano -...Te miré y simplemente no pude-

-¿Te había pasado algo así antes?-

-¿Te refieres a quedarme paralizada por una rehén...? - Le dio una nueva mordida
a su trozo de pizza- ¡Por supuesto que no!-

-Entonces fue mutuo- Rió- Digo...Yo me quedé paralizada por el miedo pero...No
sé, hubo algo en tí, en tu olor, en el sonido de tu voz, tu sola presencia me
hacía sentir un poco protegida, incluso en medio de todo aquel terror que me
infundías-

-El destino...No te burles pero creo que estaba escrito que ese día, a esa hora
dos almas que en otra vida se pertenecieron chocarían y se reconocerían al
momento-

-Vale no me burlo...-Sonrió- ...Pero yo pienso que tu tienes el tornillo que a mi


me falta para sentirme completa y que me impulsas a ser yo misma, y que yo
tengo el tuyo que te hace actuar de una forma ligeramente más ¿Cuerda?-

-¿Cuerda yo pelirroja?- Se indignó- ¡No me jodas! Prefiero la teoría de las almas


perdidas y encontradas.
-Es que en el fondo eres una sentimental, tierna, cursi y todas esas cosas- Se
burló.

-¡Ya! Pero eso solamente lo sabes tú...- La besó de nuevo -...Y si alguien más se
entera entonces sí tendré que matarte-

-¡Ah! Y yo que sé...¿Quién me asegura que no le dices esas cosas a todas tus
conquistas?-

Pepa estaba a punto de besarla de nuevo cuando sonó su móvil.

-¡Coño!...- Miró en la pantalla el nombre de Lucas -¡Pero que oportuno joder!-

Entrelazó la mano libre con la de Silvia y tomó la llamada.

La pelirroja veía como la sonrisa de su novia se tornaba en una mueca de notorio


desagrado, solamente para escuchar la confirmación de sus labios.

-Ya te escuché Lucas- Respondía molesta -En cuarenta minutos estoy allá-
Entonces colgó de mala manera.

La violinista miró con pesar a su pelirroja - Sé que esto no es ni por mucho la noche
tan especial que te prometí- Le dijo apenada -Pero en verdad tengo que irme-

Silvia asintió resignada deshaciéndose del enlace de la manos -Vale- Respondió


desilusionada.

CAPÍTULO VIII. LA PRIMERA COLISIÓN CON LA REALIDAD

03 DE JUNIO, 02:12 HORAS.


El picaporte gira y la puerta se abre, unas piernas visiblemente agotadas avanzan
con pasos muy lentos hasta traspasar el umbral, las manos que indecisas palpan
la pared buscando el interruptor, al fin lo encuentran y dan vida a la luz de ese piso
desolado.
La morena gira la cabeza y con vista periférica busca rastros de alguna presencia
humana allí dentro, pero la única silueta que es capaz de mirar es la de su propia
sombra y el único sonido capaz de distinguir es el de su propia respiración.

Recarga bruscamente la espalda contra la puerta para que ésta se cierre.

Al fin sola...Al fin las ocupaciones han terminado...Al fin en su apartamento...

Pero no en casa.

Su casa se ha quedado lejos, a kilómetros de distancia, se ha marchado.

Y no...No es una casa rodante, es un cuerpo de carne y hueso, con roja cabellera
y piel blancuzca como la nieve que ha tomado su propio rumbo haciendo uso de
sus dos pies.

Se ha ido...Se cansó de esperar...

Ó quizás nunca llegó.

No cabe duda, Silvia está enfadada...Mucho, y lo peor es que la traficante no la


puede culpar, está perfectamente consciente de que su pelirroja tiene razones de
sobra para no querer dormir con ella esa noche.

Su primer pensamiento es coger impulsivamente una botella y sentir como el


alcohol le quema en la garganta, pero hay algo que debe hacer primero.

Entra al dormitorio, aún con la tenue, muy tenue...Pero esperanza al fin...De


encontrarse a su pelirroja durmiendo plácidamente en la cama.

Pero solamente encuentra una habitación vacía, fría e inundada de tristeza.

Por primera vez repudia con todo su ser la asquerosa vida de crimen que decidió
vivir, por primera vez siente que el dinero y la ambición la están apartando de la
esencia de su felicidad.

Pero es que una vez que matas...Una vez que pruebas el exquisito sabor del
poder...

Ya no hay marcha atrás.

Y quien diga lo contrario es porque nunca ha tenido el valor de apretar un gatillo,


seguro que nunca ha sostenido el juego de llaves de un Porsche entre sus manos,
Y por consiguiente ha tenido que conformarse la vida entera con lo que hay, con
las limosnas del destino, con las sobras de los deseos cumplidos por los otros.

Pero una vez que aprendes a tomar la mesa con la vista más bonita de todo el
restaurante, a ordenar la botella de champagne más fina sin siquiera tomarte la
molestia de mirar los precios en la carta, una vez que vas al centro comercial y te
llevas a casa todas las prendas que te hacían ver linda y sexy en el probador,
así...Sin reparar en el precio de la etiqueta...

Inexorablemente genera adicción, esa misma adicción encargada de beberse el


alma, la voluntad y la vida entera si es preciso, pero que no descansa hasta
consumirte y mirarte tendida entre la mierda, completamente consumida, dándole
tremendo sentido a frases insulsas que hacen referencia a purgar el castigo,
porque hoy...

A María José Miranda le ha quedado claro que en el pecado se encuentra inmersa


la penitencia.

-Seguro esos cabrones que me mandan sus bendiciones desde el puto


infierno- Murmura por lo alto con el ceño fruncido y niega con la cabeza.

Se frota los labios con brusquedad y entonces mira el color rosado, casi pálido de
los residuos de su propio labial impregnados en el dorso de su mano izquierda.

Y ríe con sarcasmo, pero lo hace de sí misma, ¡Sí! El color es rosa, pero debiera
ser rojo, porque a pesar de que esos labios tan sensuales van transitando por la
vida... Sin que se note...

¡Están manchados con la sangre de quién sabe cuantos inocentes...!

Demasiadas veces han matado.

-El maldito beso de Judas- Masculló molesta.

¿Molesta consigo misma?

Tal vez sí...Ó Tal vez solamente estaba iracunda porque Silvia no utilizó las llaves
del apartamento para entrar en él y entonces esperar a que Pepa llegara.

Tantas horas fantaseando con el momento en que volvieran a encontrarse a


solas...En que pudiera tocar de nuevo sus labios, esos labios tan dulces pero más
peligrosos que una sobredosis de heroína...

Darte cuenta de que entre más los pruebas más los necesitas.

Se miraba a sí misma negando en el espejo con un movimiento de cabeza poco


sutil. Eso no podía estar bien, no podía desestructurarse a tal grado por otra
persona. Sabía que la clave para no arruinar su vida era profesarse amor
incondicional únicamente a sí misma, y ahora...

-Estoy hecha una completa idiota por ella- Decía en voz alta mientras
intentaba deslizar la cremallera del elegante vestido negro que portaba esa noche.

Fue entonces cuando se percató que aún no se había deshecho de los tacones.

-No puedo permitir que maneje mi vida de ésta manera...- Lanzó una de
las sandalias, solamente para provocar que se estrellara contra el armario - Dice
que no le importa lo que yo haga, ni lo que yo sea, pero está intentando
castigarme por lo de está noche y no pienso permitir que me manipule a
su antojo- Finalmente lanzó la sandalia restante para que impactara contra la
pared.

CUATRO HORAS ANTES. 02 DE JUNIO, 21:57 PM.

-Sé que esto no es ni por mucho la noche tan especial que te prometí- Le
dijo apenada - Pero en verdad tengo que irme-

Silvia asintió resignada deshaciéndose del enlace de la manos -Vale- Respondió


desilusionada.

-Hey Preciosa...- Le dijo con ternura - No te enfades conmigo ¿Vale?- Le


suplicó con esa mirada...Esa que era la culpable de que Silvia se derritiera adentro
de sus ojos.

-¡Pufff! - Tomó una generosa bocanada de aire -De verdad que lo estoy
intentando Pepa, pero no sé si pueda- Entonces la morena presenció cómo
aquellos ojos negros se tornaban vidriosos -¡Es que todo esto me supera!-

-A ver pelirroja...- La miró rogando su comprensión -No contaba con esta


repentina llamada, yo tenía planeada toda mi noche contigo, de verdad
que lo siento...- La tomó de las manos -Lo siento...Lo siento...- Le repetía una
y otra vez con dulzura - Pero te prometo que en un par de horas estaré de
vuelta contigo y no te pienso soltar en toda la noche-

-No lo sé Pepa...- Negó con la cabeza -Yo no sé si quiera pasar esta noche
contigo- Le dijo con pesar.

-Silvia no me hagas esto - La forense observaba la manera en que los labios de


Pepa temblaban amenazando con llorar, a pesar de que la morena intentaba
mantenerse fuerte y su voz era firme -No te imaginas como me encantaría
quedarme contigo pero me tengo que ir - Sacó de su bolso de mano el juego
de llaves de su apartamento y lo introdujo en el puño cerrado de la pelirroja que no
muy convencida abrió una pequeña rendija para recibirlo -Cuando llegue a casa
voy a encontrarte ¿Cierto? - Una vez más le suplicaba con la mirada.

-No lo sé- Fue la circunspecta respuesta que recibió la traficante antes de


depositar €200 Euros sobre la mesa y abandonar el lugar arrojando chispas.

Se embarcó en el bote que la transportaría durante los siguiente cien o ciento


cincuenta metros hasta poder abordar su deportivo auto en color amarillo, puso el
motor en marcha y aceleró como desquiciada.

Bueno, en realidad no es que estuviera muy cuerda, pero en ese momento estaba
en plena crisis emocional, no sabía si era rabia lo que sentía, si era tristeza ó una
mezcla de ambas.

Había avanzado varios kilómetros cuando recordó que había dejado a Silvia en el
restaurante, sola, sin coche, ¡Joder! Que habían llegado juntas, que había llegado
con ella y la había dejado ahí, materialmente botada como a un par de calcetines
sucios que te quitas antes de meterte en la cama y luego los lanzas al suelo.

Salió tan enojada y se comportó tan egoísta que ni siquiera le ofreció llevarla a
casa o por lo menos asegurarse de que hubiera un sitio de taxis cercano.

Una razón más para cabrear a la pelirroja.

-¡Coño Pepa pero sí serás bruta!- Se reprochó a sí misma.

Cogió el teléfono y marcó en automático el número de Silvia, pero lo único que


escuchó fue la voz familiar que suena en todas las compañías que ofrecen servicio
de telefonía móvil para informar que “El número que usted marcó posiblemente se
encuentra apagado o fuera del ...”

-¡Maldita sea pelirroja! - No terminó ni de escuchar el mensaje cuando azotó al


dispositivo móvil contra el asiento del copiloto.

Sopesó la posibilidad de frenar en seco y darse la vuelta en el primer retorno, pero


el reloj digital del tablero le indicaba que eso sería imposible, tenía que estar donde
Lucas y Sara en menos de veinte minutos.

Así que se limitó a pisar el acelerador con más fuerza y escupir un repertorio de
insultos que a juzgar por su enojo, resultaba bastante limitado.

Debido a su mala administración del tiempo le fue imposible llegar a casa de Lucas
y Sara a la hora acordada, así que tuvo que llegar directamente al restaurante en
donde se supone debiera coincidir con la persona que se convertiría en la próxima
víctima, el blanco perfecto que serviría para cosechar un éxito más en su récord.

Bajó del vehículo, el cual aparcó tres cuadras antes de la ubicación exacta del
lugar en donde esa noche debería seducir a un hombre de aproximadamente
cuarenta y dos años de edad. A lo lejos vislumbró la Touareg blanca que solamente
era utilizada para llevar a cabo este tipo de operativos.
Es curioso, ya que por lo general, este tipo de grupos pertenecientes al crimen
organizado emplean un vehículo distinto cada vez, para evitar dejar pistas. Sin
embargo, Pepa siempre decía que ese tipo de camioneta se asociaba más con la
típica ama de casa económicamente acomodada que recoge todos los días a sus
hijos del Instituto, así que a nadie le cruzaría por la cabeza que alguien a bordo
pudiera ser la cabecilla de una banda traficante de órganos.

La calle estaba prácticamente desierta y bastante obscura, definitivamente el


alumbrado público tenía muchas carencias, pero por ahora había demasiadas
cosas en las que debiera pensar como para detenerse a maldecir al montón de
farolas fundidas para variar.

Abordó la camioneta únicamente para escuchar los regaños de Sara.

-¡Pepa!...¿Y se puede saber cómo demonios piensas cambiarte de ropa


aquí dentro...? - Preguntaba furiosa su sobrina - No y espérame tantito
porque seguramente el lujosísimo Porsche amarillo no llamará la
atención de medio mundo ahí aparcado en medio de una calle solitaria-

-A ver sobrina, ¿Qué parte del “estaba cenando con mi mujer y la he


tenido que dejar allí sola, en el restaurante, totalmente cabreada
conmigo y estoy de un humor de los mil demonios”- Enmarcó con especial
énfasis ésta última frase para manifestar su enojo -... No te quedó clara?

-¡Ya basta!- Intentó poner orden Lucas antes de perder la paciencia -Que se
ponga el vestido como pueda, que improvise si es necesario, que
tampoco creo que sea tan difícil - Ordenaba desde el asiento del conductor -Y
respecto al coche, pues ahora llamo a uno de nuestros hombres para que
vaya y lo deje en tu casa-

-¿Tú de verdad piensas que yo voy a dejar que uno de esos imbéciles
conduzca mi coche? - La morena comenzó a chistar de inmediato.

-A ver Pepa...¿Cómo te explico qué “Bebé amarillo”...? - Estaba enfadado,


pero su voz sonaba burlona -... No puede quedarse ahí aparcado ó entonces
sí, ni el CNI nos salva de que nos metan presos-

-¡SARAAA! Pero tú dile algo que es tu marido- Buscaba la defensa de su


sobrina.

-Lo siento pero Lucas tiene razón- Sentenció Sara -No podemos asumir
riesgos innecesarios-

-Pero es que sobrina...¿Tú has visto cómo conducen esos animales? -


Decía indignada -¡Que parecen Cruela de Vil persiguiendo a los 101
Dálmatas en plena navidad!

Lucas y Sara se miraron mutuamente, no pudieron contener la carcajada por la


ocurrencia de Pepa.
Pero con todo y la insistencia de la morena, al final uno de sus hombres se llevó el
coche, no sin antes ser amenazado con tener una muerte lenta y dolorosa si acaso
algún rasguño llegase a encontrar Pepa sobre la pintura amarilla.

Como bien amenazó Lucas, Pepa tuvo que sacarse los vaqueros y la camisa en el
asiento trasero de la camioneta y como pudo, con la ayuda de Sara se metió
dentro de aquel vestido en color negro, liso, recto y nada espectacular, sí acaso un
poco escotado del pecho y la espalda, pero nada para escandalizar a los santos de
la Iglesia.

El blanco a cazar acudía asiduamente a ese Restaurante, aparentemente gustaba


de ir por una copa después de concluir su jornada laboral, pero era bien sabido por
los meseros que después de la primera copa llegaba la segunda, la tercera y se
iba de filo. Tenía fama de alcohólico y solitario. En un principio se había
cuestionado ¿Para qué carajos les iba a servir el riñón de un alcohólico? Hasta que
Lucas le aclaró que se trataba de un “Favor personal”. Una razón adicional para
refunfuñar, ¿Desde cuando se habían convertido en asesinos a sueldo?.

Hizo la nota mental de que su Organización se cimentaba en la cordialidad de las


relaciones con gente poderosa.

Por lo que consiguieron investigar superficialmente sabían que soñaba con


reencontrarse con el amor, ya que su esposa lo dejó años atrás debido al problema
que el susodicho presentaba con su forma de beber.

Y como dato adicional tenían conocimiento de que se le iban los ojos con las
mujeres morenas.

El trabajo que haría Pepa esa noche sería bastante sencillo, debía sentarse en la
barra, de forma casual, pretendiendo no percatarse de la presencia de aquel
hombre. El resto lo haría él...Abordarla, sacarla platica, tontear un poco con ella y
entonces invitarla a seguir la fiesta a su apartamento.

El proyecto estaba trazado, ahora faltaba ejecutarlo, así que con pasos firmes, la
traficante atravesó todo el lugar, desde la puerta de entrada hasta la barra.

Lo miró.

La verdad es que el tipo no era precisamente feo, de hecho aparentaba


ligeramente menos edad, no era el típico señor calvo, gordo y chaparro.

Eso le tranquilizó un poco, sería un poco menos repulsivo de lo que imaginó.

Llegó a la barra y se sentó cruzando la pierna de forma muy sensual.

Inmediatamente sintió la mirada de aquel hombre que sin sospecharlo, firmaba su


propia sentencia de muerte con los ojos.

Pepa ordenó un martini de chocolate, es importante conocer los cócteles que te


hacen lucir atractiva, femenina y sofisticada...
No cabía duda que la elección había sido la correcta, lo supo porque al instante de
que le sirvieran la bebida pudo escuchar una voz masculina que inequívocamente
dirigía sus palabras hacia ella.

-Buenas noches...- Dijo él intentando ser cortés -Disculpe la pregunta...Pero...


¿Viene usted sola? - Le interrogó pareciendo interesado en ella pero sin resultar
acosador.

Y Pepa se percató de que era un tipo que tenía ese típico “No se que”...
¿Encantador quizás? -Eso parece- Le sonrió de forma casual -Quedé con una
amiga pero me llamó para decirme que le surgió un contratiempo- Se
encogió de hombros -Pero yo ya estaba aquí en la entrada, así que decidí
no quedarme con las ganas de tomar al menos una copa, mala suerte
supongo- Y entonces bebió un sorbo de su martini.

-Mala suerte para usted, pero quizás muy buena suerte para mí-

*Pobre imbécil...Si Supiera...* - Pensó para sus adentros mientras le regalaba


lo que aparentaba ser una genuina sonrisa - Pero háblame de tú por favor-

-Me parece perfecto - Correspondió de inmediato a aquella sonrisa -Y


entonces permíteme que te pregunte tu nombre-

La traficante volvió a dar un trago a su bebida para ganar un poco de tiempo, y


darle oportunidad a que su cerebro procesara y se le ocurriera un nombre -
Lorenza...- Sonrió -Lorenza Castro-

-Me gusta tu nombre- Intentaba coquetear con ella.

*Maldito farsante*, en su mente soltaba una carcajada, a nadie le puede gustar


ese nombre tan horrible -Lo sé...La verdad es que me lo dicen todo el
tiempo- Ambos se sonrieron - Y...Tú...¿Cómo te llamas?-

-Javier...- Se presentó formalmente extendiendo el brazo y abriendo la palma de la


mano derecha para que Lorenza la estrechara - Javier Jimenez-

Entonces Pepa hizo lo que tocaba, apretar esa mano y darle dos besos en la
mejilla - Pues encantada-

-Pues déjame decirte que el encantado soy yo, sencillamente encantado


con tu sonrisa y ¿Para qué negarlo? Con toda tú -

*Perfecto, presa mucho más fácil de lo que hubiera pensado* - Miró el reloj
de forma involuntaria, necesitaba saber que tenía tiempo, tiempo para disfrutar de
lo que quedara de la noche con su pelirroja - ¿Vienes muy seguido por aquí?-
Intentando parecer interesada.

-La verdad es que sí...Al menos cuatro veces por semana- Ahora fue él
quien bebió un ligero sorbo de su Whiskey en las rocas -Casi todas las tardes
saliendo del trabajo me paso por aquí con el pretexto de tomar una copa
y relajarme, pero casi siempre me voy de filo-

¡Vaya con la sinceridad de ese individuo! -En cambio yo...Es la primera vez
que me paso por aquí -

-Lo sé...- Le dijo él con mucha seguridad -...De haber visto tu cara antes
jamás se me habría olvidado-

-Pues ya ves...Me llama ayer mi amiga para insistirme que viniésemos a


este sitio porque acaba de terminar con una relación muy larga y quería
hablar de ello, desahogarse supongo-

-¡Uy! Tal parece que existiera una correlación muy directa entre las
rupturas sentimentales y el venir a este Bar a desahogar las penas-

-Entonces tú también acabas de terminar una relación- Nuevamente fingía


interés en conocerle un poco más.

-En realidad la relación terminó hace ya algunos años, pero te mentiría sí


te digo que no estoy tratando de flirtear contigo - Sonrió una vez más -Y
uno de los errores de manual en estas situaciones es comenzar a charlar
de las ex-

-¡Vaya! - Exclamó Pepa con artificial sorpresa -¡Que directo! - Dio el último
sorbo a su copa y al fin ésta quedó vacía.

-No me gusta andar con rodeos...Espero no incomodarte-

-En lo absoluto, me gustan los tíos sinceros, que no se andan con


jueguitos o estrategias tontas-

-¡Claro! ¿Te refieres a confundir a las personas con fichas de ajedrez y


entonces esperar el movimiento de la otra persona para poner en
marcha el nuestro? - Negó con la cabeza -Me parece que esas niñerías de
“Te ignoro para que me prestes atención” Son niñerías, inmadurez propia
de la edad, yo tengo 42 años y mi vida transcurre rápido como para
darme el lujo de perder tiempo jugando a los novietes de Instituto-

A Pepa le agradaba ese hombre, era una lástima porque de todas formas iba a
morir -Pues la verdad es que me has regalado una charla muy agradable
para acompañar mi copa, pero yo solamente venía por una y ya se ha
terminado-

-Pero ¡Por favor! - Rió -Permíteme que te invite una más...- Le guiñó el ojo
-Por lo menos-

Era ese el momento, “Ahora ó nunca” -Mejor déjame que te invite yo a ti...- Y
entonces sí...Se humedeció sutilmente los labios - ...Una copa en mi casa-
Sara y Lucas miraban discretamente desde otro punto del Bar, diametralmente
opuesto de la barra, cómo Pepa les hacía la señal de que debieran pedir la cuenta
e irse adelantando.

En el estacionamiento del Pub esperaba por la morena un vehículo de utilería


bastante modesto para los que ella acostumbraba a conducir, de esa manera cada
quien abandonaría el sitio en su propio carro y no los verían marchar juntos.

Javier siguió a Pepa, un poco extrañado de que la casa estuviera a las afueras de
la Ciudad, pero quizás por el calentón del momento ó por menospreciar la astucia y
la maldad que pueden reinar en la mente femenina, no reparó en desconfiar y
siguió su camino hasta llegar a la especie de cabaña en el campo, la misma donde
la traficante había terminado con la vida de Trujillo, apenas unos cuantos días
atrás.

Unos cuantos besos en los labios fueron suficientes para que Javier se distrajera y
diera la oportunidad a que Pepa vertiera una dosis sumamente elevada de
Remifentalino en su Whiskey.

Tan sólo unos minutos después, el hombre cayó inconsciente sobre el sofá.

Entonces Pepa marcó al móvil de Lucas para indicarle que todo estaba listo.

03 de Junio, 09:22 horas.

Al amor puede resultar un sentimiento maravilloso, irremediablemente te modifica


la manera de ver la vida, te arrastra a cometer una inimaginable cantidad de
locuras...

Y es que cuando te enamoras eres capaz de distinguir el sol entre las nubes más
obscuras, no existe estrella tan lejana en el firmamento que no se pueda rozar con
las yemas de los dedos...

Pero el amor también se desgasta, duele, decepciona...Y es que el amor nunca es


suficiente.

Silvia estaba dispuesta a entregarle su vida a Pepa, de veras que lo estaba.

Habría olvidado todo, incluso la identidad de ambas, todos los porqués que las
separaban, las razones que le gritaban en el interior de su cabeza que una
traficante de órganos no podía ser buena para ella, que quererla no era sano...

Habría ignorado todo aquello por un simple beso.


Nunca fue de sentir mariposas en el estómago, siempre se consideró una mujer
demasiado racional como para sentir que formaba parte de una película romántica,
pero ahora...

No cambiaría por nada esa noche llena de pasión y ternura dónde por primera
conoció el verdadero significado de hacer el amor.

Pero ella soñaba con llevar una vida medianamente normal junto a la persona que
ama, esa que le da sentido a levantarse todas las mañanas...

Y estaba segura que esa persona era Pepa, era a ella a quien se entregaría en
cuerpo y alma cada día que le restara de vida, pero ya no estaba segura sí valdría
la pena arriesgarlo todo por ella, no estaba segura si la morena estaría dispuesta a
ofrecer lo mismo.

De pronto, ahí metida en el laboratorio, intentando improvisar trabajo para no


pensar, solamente conseguía pensar y pensarla más y más, porque cerraba los
ojos y solamente era capaz de distinguir su sonrisa entre las penumbras de
párpados sellados, pero es que se encontraba con una mujer egocéntrica, incapaz
de sacrificarse, incapaz de dar el todo para mantener una relación estable.

Quizás Pepa no la amara tanto, quizás ese amor capaz de todo que sentía el
corazón de la pelirroja no fuese correspondido.

-¿No se supone que debieras estar con Miranda analizando los resultados
de las pruebas en tu casa?- Resonó la voz de Don Lorenzo, tan pronto como
Silvia miraba abrirse la puerta del CSI.

-Aún no están listas - Respondió un poco nerviosa -Estaban un tanto


confusas y las mandé a balística de nuevo-

-¿Y en dónde demonios está metida Miranda?-

-Papá por favor, eso yo no tengo porque saberlo, que no soy su niñera-
Respondió arisca, detalle que no pasó desapercibido para el Comisario.

Antes de pronunciar palabra la observó con detenimiento y al fin se dio cuenta de


lo que su hija había tratado de esconder en vano...

-¡Hija pero...! - Reparó una vez más en aquellos ojos hinchados -¿Tù has
estado llorando?- Preguntó boquiabierto, más de alguna vez había sopesado la
remota idea de que la neurótica Inspectora Castro estuviera constituida de roca.

-¡No soy de roca sabes!- Y no pudo más, las gotas de sal comienzan a
quemarle la mirada -A todos nos ocurre alguna vez, nos sentimos frágiles,
como sí no tuviéramos una casa a dónde ir- Sollozó.

Don Lorenzo no era demasiado sentimental y lo que estaba por suceder le


costaba...De verdad que le costaba, pero ¡Era Silvita, su hija, la que se encontraba
allí a escasos centímetros de él en medio de un estallido de llanto!
Y bueno...Después de todo mostrar ternura y comprensión no te hace un hombre
débil ¿Cierto?, así que se olvidó de todas sus extraños y cuadrados introyectos,
avanzó con titubeantes pasos y abrió los brazos para envolver el cuerpo indefenso
de su pequeña.

-Yo también me pongo melancólico algunas veces, cuando pienso en que


ya estoy viejo y añoro todos aquellos momentos junto a tu madre- Le
confesó el duro Lorenzo Castro en un momento de complicidad, en medio de ese
abrazo que les brindaba seguridad, confianza y protección a ambas almas.

-La extraño papá...- No lograba deshacerse de los sollozos -Me hubiera


gustado tenerla más tiempo con nosotros-

-Lo sé mi vida- La abrazó con mayor intensidad -Nunca pude amar a nadie
como a ella, era la mujer más maravillosa que he conocido, era tan
hermosa...Y yo tenía tanto miedo no conseguir sacarlas adelante a ti y a
Lola...-

-Lo hiciste perfectamente papá- Susurró la pelirroja con dulzura.

-No mi amor, he cometido grandes errores, siempre he sido un viejo


necio queriendo imponer mi voluntad...- Decía con un deje de remordimiento
sin romper el contacto entre sus cuerpos.

-Todos cometemos errores, pero con todo y eso...- Sonrió -Tú siempre has
estado ahí para Lola y para mí, nos has dado apoyo en los momentos
difíciles, nos trazaste el camino del bien- Justo en estas dos últimas palabras
intensificó el llanto, como avergonzada por todo lo que había hecho últimamente.

-Era mi obligación, pero sobre todo fue ese infinito amor que siento por
ustedes hija, que me duele decirlo, pero sé que no siempre he sido capaz
de demostrárselos, y he fallado en esas pequeñas cosas que pueden
llegar a significar tanto para una niña de nueve años, como cuando no
pude llegar al festival del día del padre ¿Recuerdas?- Confesó apenado -
Te compré una muñeca para lavar mi culpa pero tú no me perdonaste-

-Pero hay cosas mucho mas importantes que esas, como cuando me
defendiste de Trujillo en tu despacho, él estaba empecinado en culparme
de la muerte de Gonzalo y tú diste la cara por mi aún cuando corrías el
riesgo de que te abriera un expediente-

-¡Ese hijo de puta!- Le maldijo al recordarlo.

-Es mejor olvidarnos de él- Se estremeció al recordar a la mano de Pepa la


mano de Pepa empuñando esa pistola y sus dedos oprimiendo el gatillo que
acabara con la vida de ese hombre
¿Cómo era posible que con esas mismas manos que la acariciaban con tanta
ternura y con esos dedos que le habían llevado hasta el paraíso pudiera asesinar
sin compasión a sangre fría?

-Silvia...- La voz de su padre le liberó de sus pajas mentales -Perdóname por no


ser la clase de padre que habrías deseado-

-No diga tonterías Don Lorenzo...- Deshizo el abrazo, se secó las lágrimas
solamente parar mirar fijamente los ojos de su padre que también estaban
humedecidos -Que yo estoy orgullosa de decir que El Comisario Castro sea
mi padre-

-Hija yo...- No consiguió refrenar el llanto, por el contrario se incrementó la


intensidad.

-No digas nada papá...Te quiero y necesito agradecerte por todo lo que
me has dado, porque...- Tomó aire -Yo no soy ni la mitad de la hija que tú
hubieras merecido tener -Le temblaban los labios, no podía seguir hablando,
solamente sintió los brazos de su padre envolviéndola una vez más.

-Si me hubieran dado a elegir, no habría sido capaz de escoger a una hija
mejor, eres una mujer extraordinaria, una Forense brillante, una policía
íntegra, eres inteligente y por si fuera poco eres hermosa, tu hermana y
tú son todo lo que tengo y lo único que amo en esta vida-

Silvia fue incapaz de articular alguna frase, las palabras de su padre solamente
incrementaban el sentimiento de culpa y por consiguiente el llanto.

-Y más vale que nadie sepa que la familia Castro estuvo a punto de
inundar el CSI con estas cursilerías- Decía Don Lorenzo con su característico
tono inquisitivo al tiempo que se secaba las lágrimas con el dorso de la mano -Y
con lo que respecta a usted, Inspectora Castro, no quiero volver a
escucharle decir esas tonterías de que no se merece tener como padre a
un viejo necio y cansino, ¿Entendido?-

-Entendido Comisario- Sonrió aún con los ojos mojados.

-Y...Esas lágrimas... ¿Son por algún ganso?- Intentó cotillear en la intimidad de


su hija.

-Digamos que la Inspectora científica y racional de esta Comisaría se dejó vencer


por el inexplicable fenómeno de las mariposas aleteando contra las paredes
abdominales-

-¡Cojones contigo hija! - Exclamó enfadado - ¿Será posible que seas tan
cuadriculada que hasta algo tan impulsivo e irrefrenable como el amor pretendas
racionalizarlo?-

Silvia soltó una carcajada al fin.


-Tuve al mejor maestro- Respondió encogiéndose de hombros.

-¡Eso sí que no Inspectora! Que con las cartas de amor que yo le escribía
a mi difunta Margarita hubieran podido sacar un guión decente para la
porquería esa de adolescentes del vampiro y el hombre lobo- Se defendió
indignado.

-Uff - Definitivamente Silvia no conocía ese lado tan sensible de su padre,


tampoco se imagino que existiera, pero es que en realidad tampoco imaginó que
pudiera existir dentro de ella, y bastaba recordar la nota que escribió para Pepa
mencionando al “Par de abejas polinizando flores de papel” para darse cuenta que
ella también habría podido colaborar con los escritores de la saga de “Crepúsculo”
-Tienes razón, por más que se intente, esto es algo que...- Entonces negó
con la cabeza -Simplemente no se puede racionalizar y yo...¡Estoy
enamorada papá! - Confesó entusiasmada por un instante.

-Pues que lo sepas que no ha nacido la persona que merezca una sola de
tus lágrimas, y si ese gilipollas te hace llorar, entonces busca otro, uno
que sea inteligente y sepa tratarte como la princesa que eres-

-Gracias- Sonrió avergonzada -No pude haber sido más afortunada ¿Sabes?
Porque el mejor hombre del mundo resulta ser mi padre-

El Comisario correspondió a la sonrisa -No piense que halagar al Comisario le


otorgará un aumento de sueldo Inspectora-

-Ni por un momento Don Lorenzo-

11:04 horas.

Pepa la mira a través del cristal, está allí trabajando en el ordenador, simula estar
concentrada pero ella sabe que no es así, puede notar la infinita tristeza que se
esconde en su mirada y no puede evitar sentirse culpable, sabe que es por ella.

Y también sabe que ahora toca arreglarlo a como de lugar.

“No es que no pueda vivir sin tí,


es que ni siquiera lo pienso intentar”

-¿Puedo pasar?- Se detuvo la morena tímidamente bajo el umbral de la puerta.

Silvia asintió -Que bueno que llegas porque necesitaba hablar contigo-
La violinista sonrió -No te imaginas la noche terrible que pasé, imaginaba lo peor,
que estarías enfadada y no querrías verme, me asusté mucho cuando llegué a
casa y no te encontré...- Camino hacia la Forense, moría por sentirla cerca una vez
más.

-¡No Pepa!...- Colocó las manos como una especie de barrera para que la
morena no consiguiera acercarse -De eso justamente quiero hablarte-
Entonces se metió la mano al bolsillo de la bata blanca y le tendió el juego de
llaves de su piso que le había confiado la noche anterior.

-Quédatelas por favor- Negó con la cabeza -Son tuyas-

-Lo siento pero...No las quiero- Las dejó sobre la encimera al notar que Pepa no
las cogía.

-¿Qué significa todo esto?- Pregunto la morena aterrada, sospechaba el doloroso


episodio que se aproximaba.

-Significa ¡Que no, Pepa! Que no pienso entablar una relación contigo...-
Aunque el corazón la traicionaba y las lágrimas amenazaran con rodar por sus
mejillas -Perdona mi honestidad pero tenerte cerca de mí no me
hace ningún bien-

-¡Pero qué...? ¿Qué demonios estás diciendo pelirroja?- Cuestionó indignada


-¿Ahora me vas a decir que yo mi presencia solamente te hace daño?

-Tal vez para ti no haya significado nada, pero la manera tan


intempestiva como me dejaste anoche me hizo reflexionar muchas
cosas- Hizo una pausa para tomar aire -El “que” no es importante, así que
no te molestes en preguntar, el punto es que por primera vez desde que
te besé, he conseguido justamente eso “reflexionar”, me doy cuenta que
tu y yo juntas no vamos hacia ningún sitio, la verdad es que no me creo
capaz de soportar que me rompas el corazón-

-A ver Silvia...Primero que nada ¡Vamos a tranquilizarnos! ¿Quieres?-


Respiró profundo - Yo sé que lo de ayer estuvo pésimo, que la cagué, es
solamente que no tenía otra alternativa, tú sabes que si hubiese podido
elegir, a ojos cerrados me habría quedado contigo, pero es que debes
entender que...- Agachó la cabeza - ...Es mi trabajo-

-¿Trabajo?- Cuestionó con completa indignación -¿De verdad piensas tú que


a eso se le pueda denominar trabajo?-

-Es la manera como me gano la vida y así me conociste- Le lanzó una


mirada llena de desilusión -Y dijiste que no te importaba, que me querías
y...-

-Pensé que podría...Pero...-


-Pero no puedes- Le interrumpió.

“Y de pronto siento miedo,


Las lágrima asoman por tus ojos,
dejan rastro de humedad en mis mejillas.
Entonces lo comprendo...
Me estás dejando,
Y quisiera cerrar la puerta,
Suplicarte que te quedes,
Pero ya lo tienes decidido,
Desearía detenerte,
Pero tú ya te has ido”.

-No quiero averiguarlo Pepa, me da miedo ese ser en el que soy capaz de
convertirme para estar contigo, siento que estoy perdiendo la poca
cordura que quedaba dentro de mí-

-¡El maldito miedo otra vez!- Se exaltó, prácticamente estaba al borde de los
gritos.

-Sí- Respondió igual de alterada que la morena -Pero resulta que es ese
maldito miedo el que puede impedirme que me ante caminando por el
borde de un acantilado con los ojos vendados-

-Vale pues no creo poder hacer gran cosa contra ese miedo atroz tuyo de
ser feliz...Así que...Ni hablar...Supongo que no me quieres lo suficiente-
Intentaba picarla.

-¡Por favor! No te atrevas a decir eso porque nunca había querido a nadie
como a ti y creo que te lo he demostrado una y otra vez, ¡Sabes que he
luchado contra todos mis principios para intentar entenderte, pero es
que no puedo evitar sentirme de esta manera!

-Déjame que te ayude a entender, sabes que daría todo para que no te
sintieras así...Que si pudiera te regalaría el mundo, pondría todos los
astros del cielo entre tus manos - Nuevamente intentó acercarse pero Silvia
dio un par de pasos hacia atrás y Pepa pareció entender puesto cesó si intento -
Mira yo sé que fui una imbécil, que cambié una noche maravillosa
por...Ni vale la pena hablar de ello, solamente quiero que sepas que
estoy arrepentida, que estoy consciente de que si no hubiera sido una
idiota ahorita mismo estaríamos en tu apartamento, sonriendo, felices...-
Sus ojos se humedecieron -...Te estaría abrazando-

-Vete por favor- Le suplicó en medio de un susurro -Que se te quedas no


tendré fuerzas para rechazarte, no podré decirte que no aún cuando sé
que estar contigo me va destrozar la vida-
-Quédate conmigo Silvia - Le susurró dulcemente -Por favor-

“Si quisieras perdonarme,


me harías bello, incluso este desastre.
Yo no tengo razones, pero me da coraje,
no quiero que te roce ni un sólo fleco de este aire”

-Sigo asombrada, Yo siendo tan racional nunca creí que pudieran existir
las mariposas en el estomago, no concibo como me envolviste para
meterme contigo...Pero es que no puedo estar con alguien que se cree la
dueña del mundo, y lo peor es que perdió su alma solamente para
obtener un poco de poder-

Pepa negó con la cabeza -Yo también lo creía así, pensaba que había
perdido mi alma, pero entonces te apareciste en mi vida y...La
recuperé...Eres lo más bonito que me ha pasado en la vida-

Las lágrimas que rodaban por las mejillas de la morena consiguieron ablandar el
escudo protector que había colocado Silvia alrededor de su corazón - No sabes
como desearía no necesitarte con tanta desesperación- Fue la última frase
que pronunció antes de que la sal que bañaba su mirada le nublara la vista,
nuevamente se había quedado indefensa ante el enorme sentimiento que se
desbordaba por todo su cuerpo, se habría lanzado a los brazos de la traficante que
al igual que ella, lloraba con desesperación por el temor de no volver a tocarla,
pero entonces la puerta del laboratorio se abrió una vez más y la familiar voz de
Sara se hizo escuchar.

-¡Pepa! Te he buscado por toda la Comisaría- Decía entusiasmada de


encontrarse con ella al fin.

Los ojos de Silvia se abrieron cual par de platos casi en sintonía con sus labios.

-¡Pero lo que faltaba! - Exclamó indignada. -¡Me restriegas a tu amante,


justamente aquí en mi laboratorio!

Pepa se quedó paralizada por un momento, era de esas contadísimas ocasiones


en las que la Inspectora Castro y su sobrina la verían tener miedo.

Y es que el miedo se apoderaba de ella, el miedo a perder al amor de su vida.

-A ver Silvia...- Sara intentaba conciliar la situación al ver la incapacidad de


reacción que presentaba su tía -Que estás confundiendo las cosas-
-No lo creo...Y ya me cansé de ser aquí la única estúpida que cree en
todas las mentiras de ÉSTA...- Le dirigió una mirada despectiva a la morena
-...Señora- Completó la frase al fin con tono notable de ironía.

-Que Sara trabaja conmigo...Somos un equipo! - Reaccionó Pepa al fin.

-¡Vaya!- Continuaba Silvia en su tono de ironía -¿Y díganme exactamente cuál


es la función que desempeñan...? ¿...Servir de cebo para seducir a sus
víctimas? ó permítanme que sea más precisa...¿Se acuestan con ellos
cierto?- Entonces se dio la media vuelta y abandonó su sitio de trabajo sin rumbo
fijo, lo único que quería era salir de allí, no quería que la vieran derramar una
lágrima más.

Pepa no se las merecía.

-¡Ve tras ella! - Le ordenó Sara.

-No sobrina, ella no quiere escucharme-

-¡Tita! - Entonces la voz de su sobrina sonó por lo alto - ¡Deja atrás ese
maldito orgullo ó la vas a perder!

-¡Es que...!-

-¡Es que nada Pepa! - Le interrumpió con voz enérgica -Que por mucho que
Silvia te quiera ella siempre va a pertenecer al equipo de los buenos,
mientras que tú estás en el bando de los malos, eres su enemiga natural,
y esto es demasiado para ella, debes tenerle paciencia, quererla,
cuidarla, ¡A tomar por culo con ese puto orgullo que tú tienes! - Le
reprendió.

-Es que no sé si seré capaz sobri, no estoy segura de ser la pareja que
ella necesita-

-A ver Pepa, primero la persigues de día y de noche, te infiltras en esta


Comisaría solamente para estar cerca y ahora...- Levanta las manos en
señal de no dar crédito - ...¡Y ahora resulta que no estás segura!-

-Es que la quiero demasiado y tengo miedo de hacerle daño- Respondió


con un gesto de tristeza.

-¿Sabías que eres una bruta? - La miró Sara sin remedio.

*******************************

“Me apabullaste en lo que debiera ser un hermoso instante,


Me está sangrando el corazón,

Y pretendo curarlo poniendo una sonrisa que disimule el llanto”

Mientras que por el pasillo de Comisaría vaga un alma perdida, no tiene idea de
como ejecutar el verbo “Olvidar”, ¿Cómo dejar de sentir? De sentir ese amor que le
duele, que llena de oscuridad sus sueños, que le parte en dos el alma y le destroza
el cuerpo.

-Silvia...- Escuchó su nombre la pelirroja en una voz femenina que le parecía


bastante familiar pero no era capaz de identificar, así que volteó para encontrarse
cara a cara.

-Marina...- Pronunció apenada, sabiendo que tenía los ojos hinchados y rojos de
tanto llorar.

-¿Estás bien?- Preguntó preocupada.

-Sí...Perfectamente- Respondió con sonrisa fingida.

-¡Vamos Silvia, puedes confiar en mí! - Se mostraba una Comandante


Salgado bastante maternal que hasta ahora había desconocido la Inspectora
Castro.

-De verdad que estoy bien Comandante-

-Marina, Silvia, llámame Marina que somos familia-

Después de aquellas palabras la pelirroja dejó de luchar y por enésima vez en el


día dejó escapar las lágrimas.

-Es que...¡Quisiera odiarla, pero no puedo!- Sollozaba con desesperación.

Entonces Marina comprendió que la culpable de ese llanto era su cuñada.

-¿Que pasó con Pepa? -Preguntó con dulzura

-¿Podemos salir de aquí? No quiero que media Comisaría mi pille aquí


llorando a medio pasillo-

-Si quieres vamos al CSI y ahí me cuentas-

Pero Silvia negó con la cabeza - Resulta que ahí esta metida la cínica de
Pepa con SARA...- Este último nombre lo pronunció con rabia -...Su amante-
Concluyó con un atisbo de melancolía.
La Comandante Salgado la miró atónita. -¿Sara? ¿Sara, su amante?- Preguntó
sin dar crédito a las incoherencias que escuchaba -¡Por Dios Silvia! ¡Que Sara y
Pepa son familia!-

-¿Qué dices? - Por un momento se sintió arrepentida de todas las idioteces que le
pasaron por la cabeza

-¡Pues eso! ¡Que Sara es la hija de mi marido, es la sobrina de Pepa!-

-¡Soy una idiota!- Dijo con una mano sobre su frente.

Marina sonrió -No pasa nada, hablen y aclaren sus cosas, que mi cuñada
te adora-

-Es que no es sólo eso Marina, hay demasiadas cosas que nos separan-

-Entiendo que no sea fácil, no sé que momento esa muchacha decidió


desviarse tanto del camino, pero en el fondo- Rió -Muy en el fondo me
temo que aún conserva grandes porciones de un corazón que esconde
bondad y eres justamente tú la que lo está sacando a la luz-

-Yo lo sé, créeme que he tenido la oportunidad de conocer ese lado


amable suyo y me ha encantado-

-Al punto de enamorarte y renunciar a todo lo que conocías como cierto y


correcto por ella-

-Sí- Asintió apenada.

-El único consejo que te puedo ofrecer es que le des la oportunidad de


salir de ese infierno, creo que eres tú la única capaz de convertirla en
una mejor persona-

-Ó quizás...Ella sea la única capaz de convertirme en una Criminal- Se


encogió de hombros.

23:08 horas.

Había sido un largo día, una larga tarde y todo parecía indicar que sería una aún
más larga y dura noche.

El mundo ya no se veía igual, perfectamente podría escribir un libro titulado “La


vida antes y después de Pepa Miranda”.

¿Cómo era su vida antes de conocerla?


Era triste, bastante gris, sin sobresaltos, aburrida...

Pero se movía por el camino de la rectitud, de la honestidad y en general era una


científica que se distinguía por la pulcritud de sus actos.

Y de eso...De eso ya quedaba muy poco.

Allá afuera, en la calle, la lluvia era incesante, su abrigo color negro estaba
empapado y sus botas de piel que casi le alcanzaban la rodilla estaban un poco
batidas de lodo, así que las talló lo mejor que pudo en el típico tapete de la entrada
con la leyenda “Welcome” y se deshizo de ellas para no estropear la limpieza del
piso.

¡Sí! En efecto, la noche anterior se había puesto a asear compulsivamente el


apartamento, como toda una TOC de manual en pleno estado de crisis.

Dio un par de pasos hacía el salón y lanzó el abrigo al sofá.

Unas cuantas gotas de agua escurrían del cabello rojo hasta sus mejillas y cerró
un poco los ojos para limpiarse los rastros de lluvia que le nublaban la visión.

Y de pronto...

Sintió una mano que se posaba sobre su hombro.

No tuvo tiempo de sentir temor, ni de de preguntarse quién era porque


inmediatamente el aroma de Pepa inundó todos sus sentidos.

Cerró los ojos para sentir alrededor de su cuerpo a esos brazos que locamente
había extrañado.

Percibió un suspiro de Pepa muy cerca de su oído.

Aquellas manos embonaron en su cintura como si hubiesen sido hechas


especialmente para amoldarse en ella.

“¿De verdad es este nuestro último abrazo?


Puede que esto esté realmente mal,
Pero yo creo que debería de estar bien,
Puede que esto esté realmente mal,
Pero permite que nuestros corazones exploten juntos,
¿Acaso estamos cavando nuestra propia tumba?
Es que esto ya se ha salido por completo de control
Y es que parece que lo nuestro no podría durar”
-Sólo dame otra oportunidad- Suplicó la violinista en medio de un susurro.

-Pepa...- Susurró la pelirroja temblando.

-Shh...¿Tienes frío?- Preguntó cariñosa al darse cuenta que Silvia traía la ropa
mojada y la temperatura de su cuerpo estaba demasiado baja.

-No...Yo...- Intentaba articular palabra aún sin abrir los ojos, disfrutando del calor
que le brindaba el cuerpo de Pepa a su espalda -Estoy temblando porque lo
hago siempre que te tengo cerca- Confesó con timidez, pero convencida de
que las palabras estaban dichas y de que sería capaz de experimentar el frío
eterno si alejaba de esa mujer, a la que tanto amaba.

-Entonces deja que me quede esta noche, la siguiente y todas las que
vengan- Seguía hablando con tono muy bajito aún sin mirarse cara a cara.

-Me aterra descubrir lo que será mi vida contigo-

-Lo único que yo tengo claro en mi cabeza es que una vida lejos de ti no
vale la pena vivirla-

-Tal vez Podamos vivir de los recuerdos, de todos esos momentos


increíbles que me has regalado y...-

-¿Y que han sido los mejores que has vivido?- Preguntó Pepa segura de
conocer la respuesta -Porque puedes estar segura que para mí sí...Para mí
sí lo han sido, pero aunque pensar en ti sea maravilloso - Negó con la
cabeza -No se compara con mirarte, ni con escuchar tu voz-

Al fin Silvia se decidió a girar y entonces se miraron.

-¿Y tú de verdad crees que esto pueda ser normal? ¿Piensas que está
bien...? Es decir...Tú y yo juntas-

-A ver pelirroja, lo que tú debes entender es que “El bien” y “La


normalidad” son dos estupideces que solamente fueron inventados para
joderle la vida a los demás- La tomó de las manos -Y no...Definitivamente
estoy segura que nosotras enamoradas no es normal y bajo ninguna
circunstancia podría ser bueno, pero dime si eso realmente es tan malo
cuando te abrazo - Entonces acerca su cara a la de Silvia - Dime si eso es
realmente malo cuando te beso...- Le dijo bajito y finalmente La Forense cerró
los ojos para sentir los labios de la morena hacer sutil contacto con los suyos.

Pepa se separó a la expectativa de la respuesta de su pelirroja.

-En realidad se siente maravilloso, estoy segura que algo que se siente
así...No puede ser malo- Sonrió.
-Entonces ya no más dudas Silvia, yo te quiero, y estoy dispuesta a
modificar muchas cosas en mi vida para que podamos estar juntas-

-¿De verdad crees que pueda funcionar?- Preguntó con un poco de temor,
pero muy cerca de los labios de su violinista.

-Por supuesto que va a funcionar- Rió y ladeó la cabeza de un lado a otro en


forma divertida - Solamente necesitamos ajustar unos cuantos detallitos-

-Pues sí tú me lo dices- Entonces Silvia se acercó para besarla brevemente -No


me queda más remedio que creerte-

-No te queda más remedio que quedarte conmigo para siempre-


Correspondió con otro pequeño beso en los labios.

-Entonces me resignaré- Sonrió profundamente enamorada.

“Y muy pronto, yo sé que descubrirás


que no somos tan diferentes,
que cuando miras mis ojos a media luz,
Se te olvida la tormenta que azota allá afuera,
esa que nos mantiene atrapadas en la línea del fuego,
Caminando peligrosamente entre el cielo y el infierno,
Pero cuando todas las nubes negras desaparezcan,
Nuestros sueños vencerán los miedos”
capítulo xiv. aprendiendo a confiar

4 Meses después. 16 de Octubre del 2010, 21:14 horas.

¿Y el mundo se puede convertir en algo tan hermoso de la noche a la mañana?

SÍ Y NO.

No hay que poner en duda el hecho de que en un instante toda cambia, pero no es
que se transforme de color, es que los ojos lo perciben de forma distinta,

El cerebro es el centro de operaciones de la vida misma y solamente él tiene poder


para decidir si el mundo es tan maravilloso como queremos que este sea ó si por el
contrario se trata de una horrible pesadilla.

Silvia Castro pensó que estaba viviendo la peor de todas...

Maniatada en una habitación, en manos de asesinos despiadados, sabiendo que


en el cubículo contiguo acaban de darle muerte a tu mejor amigo y compañero de
trabajo...

Pero Protágoras de Abdera, un Sofista de origen griego, afirmaba que el “El mundo
está hecho a medida de quien lo contempla” Y seguramente esto sea verdad,
porque si la Inspectora Silvia Castro hubiese sido una persona equilibrada de la
mente, seguramente hubiera terminado recluida en un hospital Psiquiátrico
diagnosticada con Trastorno de Estrés Post-Traumático, debido a la severa lesión
emocional ocasionada por encontrarse expuesta a una situación que suponía un
severo peligro para su integridad física y su vida en general.

Sin embargo, han pasado casi cinco meses desde aquel 23 de Mayo, cuando todo
comenzó como una simple inspección de rutina, donde efectivamente un
panorama negro se convirtiera en la luz más resplandeciente.

Algunos Psiquiatras le llamarían “Síndrome de Estocolmo”, pero Silvia


simplemente sabe que es amor y no hay necesidad de darle más vueltas a algo
qué se siente tan jodidamente bien.

Porque no encuentra razones para negarlo, ni para esconderlo, está enamorada de


Pepa, sin remedio, sin posibilidad alguna de mirar hacia atrás.

Y en un abrazo suyo descubrió la eternidad...


Desde entonces ya no existe la soledad, ni la tristeza, ni la sensación de vacío,
porque las noches ya ni siquiera son tan obscuras y las estrellas brillan con tanta
intensidad...Parecen tan cercanas que hasta se pudieran tocar.

Porque estando junto a Pepa ya nada parece imposible.

No tiene la más remota idea de hacia dónde va, pero sabe perfectamente que si es
junto a Pepa, que si es esa Traficante de órganos humanos quien la va a llevar...

Entonces... ¡Es exactamente ese sitio en donde quiere estar!

Y sabe que más de alguna vez, la gente las ha mirado paseando por la calle y las
han envidiado al verlas reír, porque ellos desearían poder tener alguna alegría para
compartir, y sin embargo...Silvia sabe que ellos no ríen porque no duermen dentro
de las mismas sábanas que Pepa, ellos no conocen la forma tan graciosa en que
un rebelde mechón de cabello resbala todas las mañanas por el rostro de la
morena al despertar...

Porque alguien que no ha vivido un amor tan fuerte, no es capaz de entenderlo,


mucho menos comprender las locuras que eres capaz de regalar en el nombre de
ese amor.

“Yo no te pido que me ames,


pero gracias por hacerme tan feliz...
Mi vida, sin ti... Yo sería un punto en la nada,
Eres tú quien me hace respirar,
El amor tocó y nos hizo dos
Y nadie podrá separar este lazo que jamás se romperá”

La puerta del cuarto de baño se abrió con brusquedad, provocando el sobresalto


del estilizado y esbelto cuerpo que se encontraba sumergido en el jacuzzi de forma
redonda semi-lleno de agua caliente.

-¡Pepa! - Resonó la voz cabreada de la Forense - ¡Que quedamos con Marina


de estar a las 10 en su casa!

-¡Me asustaste pelirroja!- Se quejó la violinista tallándose los ojos, después que
le salpicara agua con jabón dentro de éstos a causa del brinco que pegó.

-Es que no puedo contigo Pepa...- Le regañaba indignada -...Que no es


posible que todos los días tengas que desperdiciar 1500 litros de agua y
ni siquiera te importe que tengamos una cena en menos de media hora-

Pero la morena no se inmutó y siguió disfrutando del hidromasaje -Por unos


minutos tarde no se acaba el mundo mujer - Se justificó con toda serenidad.
-La puntualidad es reflejo de la educación ¿Sabías?- Su molestia lejos de
cesar parecía que incrementaba a cada palabra cínica que pronunciaba la morena
-A mí sí me da vergüenza con tu hermano y con Marina - Dicho esto, dio
media vuelta con toda intención de salir del baño.

Pero antes de cruzar la puerta, sintió las empapadas manos de Pepa sobre sus
hombros -¿Estás enfadada?- Preguntó con temor, sin percatarse de que Silvia ya
esbozaba una sonrisa triunfal.

¡Por supuesto que no lo estaba!

¿Cómo iba enfadarse con aquella mujer de la que estaba perdidamente


enamorada?

Era imposible, por mucho que lo intentara...De verdad que era imposible.

-Sí...- Fue su escueta respuesta sin voltear a mirarla.

-Lo siento- Se disculpó cabizbaja.

-¿Sabes lo que me enfada realmente?- Entonces sí...Giró la cabeza y


quedaron frente a frente.

-Dime...-

-Que prefieras el hidromasaje, cuando tienes las manos de tu novia que


se mueren por acariciarte-

Y entonces Pepa sonrió.

Y Silvia le correspondió de inmediato.

Y entonces se miran...Y lo hacen con tanta profundidad que...Se acarician el alma


con los ojos como solamente ellas saben.

-¿Sabes lo que yo pienso?- Le preguntó Pepa aún embelesada por aquellos


ojos negros, en un intento por romper el silencio.

-No...- Y es que esa mirada de miel era su maldita perdición, era incapaz de
pensar, incapaz de ver hacia otro sitio, estaba allí, clavada en la intensidad de
aquellos ojos.

-Que es una pena que tengamos que ir a la cena porque...- Y entonces


escanea de arriba abajo el cuerpo de su pelirroja, quien ya estaba completamente
arreglada para salir -Me encantaría quitarte ese vestido ahora mismo- Le
dijo con pesar.
-¿Por qué...?- Preguntó en tono sugerente y se acercó traviesamente hasta
quedar a escasos milímetros del cuerpo desnudo y aún mojado de la violinista -
¿Acaso no te gusta?- Le susurró al oído rozándolo disimuladamente con el ápice
de la lengua.

Pepa se estremeció de pies a cabeza.

-¡Ufff!- Suspiró con la respiración acelerada -¿Y así esperas que me de prisa
para llegar a la casa de Paco?-

-Mmm...- Lo pensó por un instante mientras que ahora sí cruzaba la puerta -...En
realidad...- Caminó rumbo a la habitación y se percató de que Pepa la seguía
-Planeaba la manera de hacerte salir de la bañera-

-Golpe bajo pelirroja...- Se quejó -Muy bajo-

-Anda criminal de baja monta- Se burló lanzándole la ropa que la morena ya


tenía preparada sobre la cama -Y ponte eso antes de que se haga más
tarde-

Entonces Pepa atrapó los vaqueros y la camisa en color amarilla que le lanzó la
pelirroja, ropa interior incluida, pero de pronto llegaron miles de pensamientos
juntos a su cabeza, y no pudo evitar esbozar una sonrisa de medio lado.

¿Cómo habían llegado justo a este punto...? No tenía idea pero se alegraba
profundamente de que estuvieran ambas allí, juntas, enamoradas y...¿Felices?

Prácticamente vivían juntas, únicamente hacía falta anunciarlo con bombos y


platillos, lo cuál tendría que esperar hasta que Silvia reuniera el valor suficiente
para soltárselo a su padre...Naturalmente no todo, solamente el hecho de que
estaba con una mujer, que ya de por sí sería suficiente para que se escandalizara
y la odiase de por vida.

-Pelirroja...- Finalmente la voz volvió a la boca de Pepa -¿Tú eres feliz


conmigo?-

La Forense la miró extrañada, ¿A que venía esa pregunta tan así...De la nada?
-En este momento sería mucho más feliz si yo también estuviera
desnuda, metida contigo en esa cama- Sonrió -Pero tenemos un
compromiso-

Esa respuesta era todo lo que Pepa necesitaba escuchar para confirmar que Sí, en
efecto, eran inmensamente felices juntas.

Y si ...¿Ser feliz había sido su sueño...ese que había estado persiguiendo durante
años...?
Entonces significaba que su sueño había llegado a su fin, pero se encontraba
enfrente del inicio de otro...

¡Pasar el resto de su vida sonriendo junto a Silvia!

Silvia mientras tanto se dedicó a contemplarla mientras se vestía, tenía un cuerpo


espectacular, y ya no le incomodaba reconocerlo, ni reconocerse a sí misma como
admiradora de las curvas femeninas, aunque claro que...La únicas curvas
femeninas que provocaban ese efecto en todo su cuerpo eran las de su mujer.

“Su mujer”, unos cuantos meses atrás, eso habría sonado tan disparatado en su
cabeza y ahora... Era sorprendente la naturalidad con la que podía pensar en Pepa
de esa forma.

-¿Te parece que voy demasiado informal? - La Violinista rompió el silencio al


darse cuenta de que Silvia no le quitaba la vista de encima.

La Inspectora Castro se limitó a negar con la cabeza, no tenía palabras para


expresar lo preciosa que lucía la morena, o al menos a ella se lo parecía...- Estás
perfecta- Dijo embobada sin dejar de mirarla.

-¡No te burles pelirroja!- Gimoteó -¡Pero que a mi eso de caminar con


tacones no se me da!-

-¡Pero es que de verdad me encantas metida en esos vaqueros!- Le hizo


ojitos - ¿Sabes? Me provoca tocarte el culo- Confesó con tono sugestivo.

-Entonces me veo bien- Sonrió con suficiencia.

-Mucho más que eso...Te ves perfecta, ya te lo dije-

22:46 horas.

El vehículo deportivo de color amarillo aparcó afuera del edificio del piso que
compartía la Comandante del CNI Marina Salgado con Francisco Miranda. Al llegar
a la casa de su hermano, Pepa se percató de que el auto de Lucas y Sara ya
estaba allí, por lo que la pelirroja le dirigió una mirada con cierto reproche.

-Te dije que llegaríamos tarde, que Paco y Marina se acuestan temprano-

-Pero nosotras no...- Y con una mirada malévola introdujo una de sus manos por
dentro del vestido de la pelirroja para acariciarle las piernas despacio y con deseo
de llegar más lejos
Silvia que ocupaba el asiento del copiloto se limitó a cerrar los ojos y sentir esos
dedos escurridizos ascendiendo sobre sus muslos a la par que su cuerpo
comenzaba a entrar en ebullición.

-Pepa...- Susurró mientras dejaba caer la cabeza sobre el respaldo del asiento
-...Tienes que sacar la mano de ahí ó jamás llegaremos a esa cena-

-Pues yo no tengo hambre...- Le dijo muy cerca del oído, mientras aquella
mano seguía haciendo de las suyas -¿Acaso...Tú sí?-

-No...- Respondió entre suspiros que ya se habían convertido en jadeos -...Pero


no pretenderás que dejemos plantada a tu familia-

-¡Uff!- La morena negó con la cabeza en medio de un bufido -No podemos-

Silvia sonrió -No, no podemos- Acarició la mano de Pepa para expulsarla con
suavidad del interior de su vestido -Ni dejarlos plantados, ni terminar lo que
comenzaste- Se encogió de hombros.

La violinista acomodó el cabello rojo de su mujer que se había desaliñado,


posándose rebelde sobre aquel rostro precioso que adornaba la humanidad de la
Inspectora Castro.

Se dieron un beso tierno entre miradas cómplices y entonces sí...Finalmente


consiguieron abandonar el vehículo.

Tomadas de la mano subieron las escaleras que las conducían hasta el piso donde
vivían Paco y Marina.

-Al fin llegan- Se hizo escuchar la voz de la Comandante Salgado una vez que
había abierto la puerta.

-El tráfico cuñada...- Se excusó Pepa -...Es que una ya no puede circular
por la bendita Ciudad, ¡Que es un caos a todas horas!-

-Hola Marina...- Saludó avergonzada la pelirroja dándole dos besos -...De


verdad nos apena mucho la tardanza-

-No te preocupes Silvia...- Sonrió maliciosamente como si pudiera adivinar la


verdadera razón de la demora -...Y tú qué cuñada ¿No me vas a dar un
abrazo?-

-Claro- Respondió Pepa con el escaso entusiasmo que le caracterizaba cuando de


manifestar afecto se trataba.

-¡Hermana!- Sonó la voz de Paco llena de Euforia -¡Pensé que ya no llegabas!


- Y entonces la abrazó como si en ello se le fuera el último soplo de vida.
Pepa tenía la boca abierta, dispuesta a repetir la explicación que había dado a su
cuñada para justificar su impuntualidad, pero fue la misma Marina quien se anticipó
- El tráfico mi vida...- Y entonces le guiñó un ojo a la pelirroja, para aclararle que
entendía perfectamente la verdadera situación -Que las chicas hicieron más de
una hora de camino-

-Hola Paco- Una vez más saludó tímidamente la pelirroja, justo después de que
los hermanos habían deshecho el abrazo -Lamentamos lo del tráfico...- Se
excusó nuevamente -...Quizás debimos haber salido con más anticipación
de casa- Dicho esto le lanzaba una fulminante mirada a la traficante que
solamente sonreía con desfachatez.

Paco era un hombre bastante noble y con un carácter bastante afable, así que
contar con su empatía era pan comido -¡Por favor cuñada, no te disculpes! -
Ahora era él quien sonaba apenado, decirle cuñada a una mujer, a sabiendas del
contexto de la situación, es decir, ella era la pareja de su hermana, y si bien, desde
hace años tenía conocimiento de la homosexualidad de Pepa, jamás les había
presentado una novia formal, y a pesar de que los meses habían transcurrido,
algunas veces aún le costaba acostumbrarse a la situación que no dejaba de ser
nueva. -Más bien el apenado soy yo que les insistí tanto para que vinieran
y nada más las hice pasar un momento desagradable para llegar acá-

-Nada de eso hermano- Pepa se adentró en el lugar como Pedro por su casa y
tomó a Silvia del brazo para que la imitara -Que para nosotras es un gustazo
venir a tu casa Paquito-

Y entonces Paco sonrió como lo hace todo un triunfador, ¡Si su hermana en el


fondo lo adoraba! Solamente que no es muy dada a expresar sus afectos.

Ó al menos ese pensamiento recurrente era el que le consolaba cada vez que
Pepa le mostraba indiferencia.

Marina les invitó a sentarse en el salón donde ya las esperaban hambrientos Sara
y Lucas. Cualquiera hubiera imaginado que la expresión marcada en el rostro de
éste último era de enfado, quizás por el hambre y la espera obligada, pero Pepa,
quien a lo largo de los años había aprendido a descifrar uno a uno el significado de
sus gestos, supo que algo no estaba del todo bien...

No era molestia lo que había en esa cara...era...¿Preocupación...?

Lucas deshizo el enlace con la mano de Sara y se levantó para saludar a Silvia con
cortesía, le dio dos besos a lo que la pelirroja respondió con un sonriente “Buenas
noches”, para acto seguido darle un caluroso abrazo a Sara.

¡Es curioso cómo las cosas cambian!

Escasos cuatro meses atrás, Silvia deseaba partirle la cara a esa rubia y ahora...
¡Tan amigas como si se conocieran de años!

-Que tu cabello es un desastre tita- Le susurró Sara a la pelirroja en medio del


protocolo de los dos besos.

Mientras la Forense se ruborizaba, Lucas le pedía a Pepa disimuladamente unos


minutos a solas.

-Pues pasemos al comedor...- Se dirigió Marina a todos los que se encontraban


reunidos-

-Ustedes vayan acomodándose en la mesa...- Sugirió Pepa un poco nerviosa


-...Es que mi carro trae un ruidillo raro y quiero que Lucas le eche un
vistazo - Informó al fin lanzando un guiño de ojo hacia Silvia y Sara.

-¡Por Amor de Dios hermana...Que la cena se enfría- Protestó Paco.

-Será solamente un segundo Paco- Intervino Lucas.

Mientras ellos salían del apartamento, las tres mujeres restantes se quedaban
mirando entre ellas como esperando que alguna supiera de qué iba todo aquello y
fuera capaz de proporcionar una explicación.

Pero fue inútil.

Probablemente Sara supiera más de lo que aparentaba, pero sabían que no era
momento para hablarlo, así que no diría nada.

Por su parte, Pepa y Lucas bajaron rápidamente las escaleras hasta salir del
edificio y encontrarse a solas en medio de la calle.

-Vamos Lucas, dímelo y trata de ser breve - Decía de mala gana la traficante

-A ver Pepa...- Junto las palmas de las manos y las apoyó en su frente
-...Anoche me llamó el tipo que nos va ayudar con tu encargo, quería
negociar y quedamos hoy para desayunar- Informaba con cierto atisbo de
preocupación

-Y ¿Bien?...- Cuestionó con la sonrisa de medio lado -¿Te ha plantado?-

-No no no...- Negaba con la cabeza - ...A ver es que es algo complicado -
Observó la mirada atenta de Pepa que tanto conseguía intimidarle - ...Quiere que
hagamos un trueque - Entonces gesticuló con desagrado - “Hombre por
hombre”-

-¿Quiere que matemos a alguien a cambio?- Preguntó sin más


-Mmm Pues sí...- Arrugó la nariz -...Pero...No te gustará escuchar la parte
que sigue- Le advirtió

-No le des vueltas Lucas que la cena se enfría- Comenzaba a desesperarse

-Ya sabes como es esto, al menos que queramos buscar problemas,


debemos operar con nuestro método tradicional...Flirteo...Seducción y...-

-Y sí...- Le interrumpió impaciente -...Ya sé lo que sigue, pero no veo la parte


desagradable por ningún lado-

-Pues resulta que el tipo es Ruso y un pelin racista...- Intentaba explicarle,


pero con recelo...Incluso con un poco de temor -Sólo se acuesta con
pelirrojas- Se atrevió a decir al fin.

-¿Qué coños te crees que me estás contando? - Protestó de inmediato


¡Furiosa!

-Lo lamento Pepa, pero eso es lo que hay...- Se encogió de hombros con esa
misma mueca de descontento -...En 72 horas trasladan a ese tipo y te
aseguro que recluido en otra prisión será casi imposible que consigas
deshacerte de él-

-El precio a pagar es demasiado alto- Respondió muy seria

-Lo sé pero no es que contemos con un abanico de opciones-

-¿Te das cuenta de lo que me estás pidiendo? ¿Quieres que permita que
un cerdo le ponga las manos encima a mi pelirroja? ¿A MI mujer?- Se
señaló a sí misma con el dedo índice flexionado

-Yo he tenido que permitir que se las pongan a la mía-

-¡Ya! Pero es que no es lo mismo-

-Y ¿Por qué piensas que no lo es?- Lanzó la pregunta repleto de indignación


-¿Acaso por qué eres Pepa Miranda y con los objetos de su propiedad
nadie se puede meter? -

-¡No te pases Lucas!- Levantó la voz -¡Que Silvia no es ningún objeto!-

-Eso mismo digo yo- Respondió aquel hombre con ojos que amenazaban con
salirse de sus órbitas -¡Así que deja de tratarla como si lo fuera! ¡Permítele
decidir si quieres colaborar o no!-

-¡PERO ES QUE TÚ TE HAS VUELTO LOCO! -Terminó perdiendo los estribos y


comenzó a gritar.
¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨

Marina observaba de forma insistente el reloj ajustado a su muñeca izquieda, ese


par llevaba más de quince minutos allá afuera y la tensión comenzaba a hacer
presa de los comensales allí presentes, aunque por diferentes motivos.

Silvia temía que Pepa estuviera metida en algún lío.

Sara temía por la vida de su marido.

Marina temía por la venda que imaginaria que cubría los ojos de Paco y lo
mantenía al margen de la desagradable situación.

Paco únicamente pensaba en lo bien que olía esa pasta de cuatros quesos que
aguardaba en el horno.

-¡Que las tripas ya reclaman por un trozo de pan!- Dijo Paco con una risita
boba intentando romper la tensión en aquella mesa.

-Deberá ser la cena...- Intervino Silvia, sólo por decir cualquier cosa -Que huele
delicioso-

-Bueno Silvia...- También Marina intentaba ayudar haciendo un poco de


conversación - ¿Y cómo va todo por San Antonio?-

-Pues ya sabes, yo no hago mucho trabajo de campo pero en el CSI


siempre hay algo que hacer-

Sara agradecía el esfuerzo que hacían las dos mujeres por aparentar normalidad,
pero ella simplemente no era capaz de emitir palabra.

-¿Y cómo es abrir es eso de trabajar con muertos?- Preguntó Paco lleno de
curiosidad -Es que yo siempre he sido de los que se desmaya cada que
me pinchan para sacarme sangre...- Confesó apenado.

-Está mintiendo...- Le delató Sara con una sonrisa, quien al fin se atrevía a
participar de la plática -Yo jamás he visto a mi padre desmayarse por un
pinchazo- Y entonces contuvo la carcajada con grandes esfuerzos -¡Que el
siempre se desmaya en cuanto mira la aguja a más de cinco metros-

La Forense observó como su cuñado se sonrojaba.

-Bueno la verdad es que al principio no es sencillo abrir un cadáver en


canal...- Comenzó a explicar con seriedad para intentar restarle importancia al
bochorno que habían hecho pasar a Paco -...El truco es deslindar la parte
emocional, olvidar que ese cuerpo inerte alguna vez tuvo un nombre, un
hogar, una dirección postal, una familia que llora por él con desconsuelo
y entonces si retiramos todo eso de la situación, todo se reduce a una
simple herramienta de trabajo, tan valioso como un par de guantes de
látex y ó el propio bisturí-

Sara la miró con sorpresa, había escuchado con atención cada una de sus
palabras y no solamente eso, también se había dado a la tarea de analizar “el
cómo” las decía, descubría poco a poco las razones por las que Pepa se había
vuelto literalmente loca por esa mujer, no solamente era una cara bonita
acompañada de un cerebro brillante, también había algo en ella que resaltaba, ese
lado oculto en donde eran capaz de morar obscuras perversiones

- ¡Es increíble conseguir llegar a ese grado de profesionalismo! - Decía


Marina con Admiración - Yo llevo más de la mitad de mi vida sirviendo al
cuerpo policial de mi país y todavía me siguen temblando las rodillas
cuando detono un arma o miro un cuerpo sin vida entre mis pies-

-Bueno Marina...- Explicaba Sara en tono burlesco, aparentemente más relajada


-Ya sabes lo que dicen, “La bata blanca del cirujano no es más que un
disfraz para camuflar al verdadero carnicero que lleva dentro”-

A Silvia le divertían bastante las ocurrencias de Sara -No olvides el título


Universitario, que la bata se la puede colocar cualquiera...Aunque claro
que...- Y entonces sonrió por lo escabrosamente verdadero que resultaban las
palabras que estaba a punto de pronunciar -...Tú hablabas de los cirujanos en
general y digo yo que en mi posición de Forense yo no uso ningún
camuflaje...-

-Porque tú literalmente eres una...- Se aventuró a señalar Sara en tono de “Ya


lo decía yo”

-“Carnicera”- Dijeron ambas al unísono como sí de la más grande de las virtudes


se tratara.

-¡Pero niña...Que tonterías estás diciendo!”- Paco intentaba reprender a Sara


- ¡Y faltarle al respeto de esa manera tan chulesca a la novia de tu tía!

-A la novia de la bollo de mi tía querrás decir- Esta vez no pudo contener la


carcajada y fue secundada por Silvia.

Era impresionante la química que habían conseguido estas dos en cuestión de


pocos meses, se notaba una confianza y una complicidad que definitivamente era
benéfica para la relación amorosa de Silvia y Pepa.

¡Vaya con el par de enamoradas!

“La Inspectora Forense y la Traficante de Órganos humanos”


¡Sonaba bien como para título de una película macabra!

Pero a Silvia le parecía lo más romántico del mundo y entre risas comenzaba
realmente a disfrutar de la velada, incluso con la ausencia de Pepa; Esas personas
con las que compartía la mesa le hacían sentir cómoda, como sí ya perteneciera a
la familia Miranda.

De pronto la atmósfera de tensión regreso con la súbita apertura de la puerta.

Era Pepa que aparecía con mala cara y sin mucho esfuerzo por disimular su furia,
seguida por Lucas quien a juzgar por su aspecto no se encontraba mucho mejor
que la morena.

-¿Cenamos? - Fue la señal emitida por la violinista de que no quería preguntas.

-En un momento sirvo la pasta- Respondió Marina, comprendiendo que existen


terrenos que es mejor no atreverse a pisar.

Silvia y Sara se miraron, obviaban que sus respectivas parejas habían discutido.

La pelirroja desconocía la razón de la discrepancia.

Sara, por su parte, estaba al tanto de la razón, más desconocía la magnitud de


ésta.

Ambas estaban nerviosas, tenían un nudo en el estomago y difícilmente podrían


pasar alimento.

Pepa ocupó su lugar en la mesa junto a Silvia, mientras que Lucas hizo lo propio
junto a Sara, pero esta última se puso de pie...

-Déjame que te ayude Marina...- Se acomidió amablemente.

-Nada de eso Sara, que para son mis invitados y casi nunca nos visitan
así que déjame ese gusto por favor...- Inquirió Salgado -...Si no me puedo
adjudicar el mérito de haber cocinado la cena, al menos quiero
atenderles como Dios manda- Sonrió y ante eso, la rubia no tuvo argumento
para desacatar sus peticiones.

Silvia miraba de reojo a su mujer y se encontraba con la misma respuesta: El


inequívoco semblante de una mujer angustiada. No encontró otra forma de
confortarla, más que apretar su mano con fuerza por debajo del mantel.

A pesar de todo, Pepa no se resistió a regalarle una sonrisa llena de amor a su


pelirroja, que con un simple apretón de manos era capaz de transmitirle una
enorme gama de emociones, era un “No te preocupes, no tengo la menor idea de
lo que te tiene así de intranquila, pero sabes que estoy aquí contigo, pase lo que
pase siempre tendrás mi mano para que te aferres a ella con fuerza, cada que la
necesites...Porque tú lo has hecho conmigo y sé que lo volverías a hacer mil veces
sin pensarlo”

Y ese era el vinculo que las unía, el saber que se tenían la una a la otra de manera
incondicional, sin excusas, sin pretextos, ni condiciones...

Porque cada unos de sus movimientos se convertía en un acto de amor, cada


palabra pronunciada venía desde el fondo del alma, no había cabida para actuar o
decir algo por compromiso, porque lo que se había suscitado entre ambas era
espontáneo, carente de cualquier fundamento lógico o racional, era solamente algo
mágico e inexplicable...

Porque así es el amor, no se mira, ni se toca, pero se siente y se sufre con él, pero
también se disfruta, y ellas sufrieron mucho por quererse...Ahora solamente había
sitio para gozar de su relación.

-¿Te paso la sal mi vida?- Le susurró Pepa al oído al percatarse que la pasta
estaba un pelin desabrida. Conocía perfecto a su pelirroja, sabía que le
encantaban las cosas saladas pero no se atrevería a pedirle el salero a Paco.

-Sí...- Respondió en medio de otro susurro -...Pero discretamente que me da


vergüenza con tu hermano-

La morena sonrió con gesto de “Parece que no me conoces” y entonces Silvia miró
como de pronto el semblante de su novia se tornaba por fin lleno de alegría, como
si el incidente con Lucas hubiera quedado en el olvido -¡Paquito! - Le llamó Pepa
- Que digo yo que la sal se pone al centro de la mesa y la tienes ahí
apañada en tu lugar-

-Enseguida hermana- Fue la apresurada respuesta de Paco que ya tenía el


bocado a tres centímetros de la boca, y entonces sí...Tomó el salero entre sus
manos mientras intentaba deglutir el alimento, ¡Menuda labor para un comedor
compulsivo! Pero es que su nutricionista le hacía énfasis en que comiera despacio.

-Gracias Paquito- Le guiñó un ojo a Silvia para que disimuladamente lo tomara.

-Y cuéntanos de tu coche hermana...- A diferencia de Marina, el hermano de la


violinista estaba muy despreocupado por pisar arenas movedizas -¿Qué fue lo
que encontró Lucas? ¿Es grave? Porque no llegaron con buena cara.

-Es el hambre suegro- Lucas intentaba desviar el tema, por nada del mundo
quería tener que responder a preguntas como ¿Y ustedes que tienen? ¿Acaso han
discutido?.

-¡Que Lucas es necio hermano! Dice que el problema del ruido radica en
que es necesario cambiar una pieza, pero yo estoy segura que...-
Entonces Lucas le interrumpió -Pues nada que Pepa piensa que una nueva
pieza rompería con la armonía de conservar todas las piezas originales
del auto-

-¡Pues claro! - Exclamó Pepa - ¡Que dentro de 50 años ese auto será un
clásico, nada de cambiarle las piezas!-

A Silvia le hizo bastante gracia el comentario - Eres una idiota- Le susurró


dándole un palo en el brazo.

-A ver Pepa...- Intervino Sara...- Que de aquí a 50 años ese carro será un
montón de fierro oxidado y tú...- Rió - Tú, serás una anciana paseando en
silla de ruedas-

-Muy graciosa sobrina- Respondió arqueando las cejas.

-Bueno ya- Paco intentaba poner orden -¡Joder con ustedes dos! ¿Qué no es
posible cenar en paz en esta familia o qué pasa con ustedes coño?-

Y así transcurrió la cena, básicamente entre bromas de Sara, de repente Pepa se


las devolvía y Paco les reprendía, pero a pesar de que por algunos momentos, la
diversión y la paz que se respiraba al estar en familia le relajaban un poco, la
traficante enamorada no conseguía olvidarse del tema Silvia y mucho menos del
hombre que había intentado atacarla cuatro meses atrás y que estaba a punto de
ser trasladado de Reclusorio, solamente quedaban tres días para deshacerse de él
y asegurarse que no volvería a intentar nada contra su pelirroja.

17 de Octubre del 2010, 01:03 hrs.

El camino de regreso a casa había transcurrido con una Pepa bastante callada,
con la mirada que aparentaba estar fija en el pavimento puesto ya era tarde, pero
la realidad es que no conseguía ir más allá del parabrisas, se había perdido en ese
cristal que le recordaba la encrucijada en la que estaba atrapada.

Cualquiera de las dos opciones que barajaba podría ser peligrosa para Silvia.

Ésta última obviaba que algo estaba mal, pero no quería presionar a su mujer,
tenía la seguridad que de un momento a otro iba a soltar de golpe todas esas ideas
que viajaban a mil kilómetros por hora por aquella cabeza perturbada...

Pero no sucedió.

El disco de “Use your illusion” interpretado por Guns & Roses, fue el encargado de
que el trayecto a casa no se hubiera convertido en un silencio sepulcral, porque
que la voz de la pelirroja tampoco se dejó escuchar, ya que al igual que la morena,
se encontraba bastante pensativa, con la diferencia de que ella intentaba inferir el
origen de la preocupación de Pepa.

Al fin llegaron.

Pepa oprimió el botón del mando para abrir las puertas eléctricas del
estacionamiento que daban paso al interior del edificio.

-Es muy triste ¿No?- Fueron las inesperadas palabras que empleara la pelirroja
para romper el silencio.

-¿Cómo has dicho?- Preguntó Pepa que definitivamente se había perdido de lo


que fuera que Silvia hubiese dicho.

-La historia que te venía contando- Dijo solamente por decir.

-¡Oh!..Sí...Sí...¡Pobre chica! - Respondió sin pensar, mientras las puertas


eléctricas se cerraban y terminaba de aparcar el coche.

-¿Qué chica?- Sí, astutamente Silvia intentaba hacer que Pepa confesase que
venía perdida pensando en quién sabe qué cosas.

-¿La de la historia?- Preguntó bastante perdida, con la esperanza de que


existiera tal chica dentro del relato.

-No hay tal...- Negó con la cabeza, se veía un poco enfadada o tal vez
decepcionada de que su pareja no confiara en ella, ó al menos no lo suficiente -
No hay tal chica, ni tal historia...- Se encogió de hombros, el carro ya estaba
completamente estático, el motor apagado... -Me refería a la canción, ese “Talk
to me softly...There’s something in your eyes”, no sé porque...No sé, creo
que ni siquiera es lo que dice, es simplemente esa melodía tan triste, esa
guitarra tan melancólica, pero...Esa frase...Justo ahora hizo que me
identificara con la canción-

-Es un clásico pelirroja, creo que todos alguna vez hemos tenido
emociones encontradas con “Don’t Cry”-

-Pepa...Ahora mismo me encantaría ser yo la que hubiera escrito las


líneas de esa canción, porque aunque trates de esconderlo sé que hay
algo que me quieres ocultar, sé que estás muy cerca de llorar por dentro
y de negar ese inminente llanto con una falsa sonrisa, y me encantaría
ser yo quien te diga que hay todo un cielo a nuestro alrededor y que no
importa lo que te haya dicho Lucas porque todo va a estar bien, que sé lo
que estás sintiendo porque he estado ahí antes, ¿Recuerdas? Yo también
he llorado por dentro y he tenido miedo de contarte, pero nunca te he
mentido y siempre he aceptado gustosa tu hombro y...-
-Es que no quiero preocuparte...-

¡Bingo! Silvia se abría en canal para desnudar sus sentimientos y obtenía una
respuesta tan mediocre...Tan vacía...Tan...

¡Maldita sea!

-Pues como tú quieras- Respondió enfadada y colocó la mano en la manija de la


puerta para salir del carro.

-No...- Entonces sintió la mano de Pepa que se lo impedía -...Sólo quédate un


segundo ¿Sí? - Le suplicó.

Silvia suspiró y momentáneamente abandonó la idea de abandonar el vehículo


-Es que no quiero que me mantengas al margen de tu vida, ni que me
ocultes cosas para no preocuparme, cuando de todas formas me voy a
preocupar porque miro como te comportas y somos una pareja...-

-Sil...- Pepa le interrumpió -Sólo bésame y no me preguntes nada ahora...


¿Sí?- Le suplicó una vez más...

Pero ahora lo hacía con tanta ternura, con tanta necesidad que...¿Cómo negarle
un beso a la persona que más en este mundo?, ¿Cómo negárselo cuando sabes
que es la única manera de devolverle la paz a su alma aunque sea por un
momento? ¿Cómo negárselo sí ella es todo tu Universo?

Sin dudarlo un instante...

Sin más preguntas...

Sin reproches...

Simplemente obedeciendo los mandatos del deseo, del propio y de los latidos de
su corazón, se acercó a Pepa con determinación, la miró a los ojos con infinita
ternura y con delicadeza tomó el rostro de la violinista entre sus manos y entonces
la besó.

Durante el beso que no fue precisamente dulce, sino más bien apasionado, Pepa
se sentía capaz de curar los miedos, de ganar la guerra, de resolver con éxito
cualquier encrucijada.

Entre los brazos de Silvia se hacía más fuerte, se convertía en el ser más
poderoso del Universo ...

Si ya de por sí el beso estaba lleno de sentimiento, el vaivén de esas lenguas que


colisionaban una y otra vez lo intensificó aún más, dando lugar a respiraciones
agitadas y escasas de oxígeno.
De forma disimulada, Pepa reclinó su respaldo tanto como pudo y en un rápido
movimiento atrajo el cuerpo de Silvia hasta el suyo, quedando recostada debajo de
la pelirroja y recostada sobre el asiento.

-No podemos hacerlo aquí- Jadeaba la Forense sin hacer nada realmente para
que Pepa dejara de devorarse su cuello.

-Shh...Sólo bésame...- Susurró en medio de un jadeo y como podía la pegaba


más a su cuerpo -...Necesito sentirme adentro de mí-

La petición de Pepa le provocó a la pelirroja una ola de mariposas en el estómago


mezcladas con excitación.

Excitación que pudo corroborar Pepa al subir las manos por el interior del vestido
de su chica y llegar hasta el interior de los muslos.

Le encantaba sentir esa humedad entre sus manos, el mundo se podía estar
acabando allá afuera y eso no importaba, no mientras tuviera el núcleo de Silvia,
mojado y meciéndose encima de sus dedos.

-Pe...Pa...Que...- Intentaba decir algo pero se quedaba sin aire, se perdía entre
las caricias de su amante -Alguien puede vernos-

La morena se limitaba a negar con la cabeza y seguía literalmente clavada en lo


suyo -No pienses en nada y no dejes de besarme- Le pidió una vez más.

Silvia no tuvo más remedio que obedecer al notar como los movimientos de la
mano de Pepa se hacían más rápidos y más profundos cada vez. Así que la besó
como una loca desesperada, le mordía los labios y dejaba que su saliva se
mezclara dentro de la boca de Pepa.

Por su parte, la violinista deleitaba su sentido del tacto con los fluídos más íntimos
de su mujer, mientras que con la otra mano recorría como podía la mayor cantidad
del cuerpo de la pelirroja, de pronto conseguía colarla por arriba del escote y
tocarle los pechos, y era en ese momento que lamentaba no estar en la comodidad
de su cama para poder desnudarla a placer, deseaba arrancarle el vestido en ese
instante y acariciarla sin pudor, sin perder detalle de cada milímetro de la suavidad
de aquella piel.

-¿Quieres que paremos y terminemos con esto en el dormitorio?- Susurró


la morena en el oído de su novia, pero sin dejar de penetrarla.

Pero era tarde para cambiar de ubicación porque las manos de Silvia se apoyaron
con fuerza sobre la cima del respaldo, al tiempo que Pepa comenzó a sentir esas
contracciones en el cuerpo que estaba encima del suyo.
-No...- Fue la monosilábica respuesta, y la única emisión de voz entendible que
salió de la voz de la Forense, ya que el resto eran gemidos e intentos de
respiraciones sumamente agitadas-

Silvia quedó privada por completo de la razón, ya no importaba si alguien las


pillaba en pleno acto, ella solamente estaba concentrada en terminar lo que Pepa
había comenzado y la morena como pudo la abrazo mientras los espasmos en el
cuerpo de la pelirroja se hacían más intensos y frecuentes cada vez.

Todo aquello para alcanzar ese sitio donde se desborda el instinto, ese sitio preciso
en donde se alinean las estrellas, en donde se tocan los océanos, ese lugar en
donde la pelirroja no había estado jamás hasta que conoció la existencia del amor,
en donde se entrega por completo y aún así estaría dispuesta a dar un poco más,
porque el mundo deja de girar, el sol deja de quemar, porque eso solamente puede
existir en un sueño...Y es que hacer el amor con Pepa es su sueño hecho realidad.

“No puedo creerlo pero eres mía...Tan fuertemente mía...


Que hasta me siento un ser injusto y egoísta”

09:19 hrs.

Cuando lo que comienza en el auto termina en el portal al interior del apartamento,


cuando vuelve comenzar en la cocina y termina en la ducha, y entonces lo que
aparentaba ser una batalla sin final, solamente puede desembocar en un par de
cuerpos desnudos, completamente agotados, tendidos sobre la cama, enredados
entre las sábanas, atados a sí mismos por piernas y brazos que parecieran
cadenas, impregnados del aroma del otro, ajenos a cualquier atisbo de vergüenza
y complejo, simplemente disfrutando del calor de la piel ajena que se adhiere a la
propia, una sonrisa que aún mientras duermen adorna con perfecta armonía la
expresión de ambos rostros.

Son de esos domingos por la mañana en que podrían haberse quedado en la


cama hasta el atardecer, levantarse únicamente para comer algo y regresar a su
actual ubicación para hacer el amor una vez más, pero cuando tu pareja es la
cabeza de un peligroso grupo de crimen organizado...Todo puede suceder...

Incluso el móvil le puede sonar en pleno domingo a las 9 de la mañana.


Pepa abrió un ojo de mala gana sin dejar de abrazar por la espalda el cuerpo de su
pelirroja, sólo se movió lo necesario para estirar un brazo y buscar a tientas el
móvil encima del buró.

Una vez que lo tuvo atenazado en su mano se dispuso a responder al llamado


así...Sin observar la pantalla.

-Pepa...Lo siento...Sé que no son horas- Resonó la voz de Lucas por el otro
lado de la línea.

-Pero quieres una solución...- Adivinó de mala gana.

-En efecto...- Le confirmó éste.

-Pues lo lamento, pero ésta vez no tengo la menor idea de cómo resolver
ese asunto, así que decide tú...- Hizo una pausa y modificó su tono de
desgano por uno mucho más amenazante -...Pero a ella la dejas fuera de todo
esto - Susurró para no despertar a Silvia, sin imaginar que la pelirroja estaba
pendiente de cada una de las cosas que la violinista decía.

-No me voy a entrometer en tus decisiones, pero estás eligiendo el


camino más complicado-

-Ese es el que quiero tomar y punto Lucas, que tú serás mi mano


derecha pero las decisiones las sigo tomando yo-

-Así se hará...Solamente espero que no esta actitud tan soberbia no te


cause líos más adelante-

-¡Ve a joder a tu puta madre y que pases un bonito domingo- Respingó


antes de colgar.

Dejó caer el teléfono junto a ella sobre el colchón, pensando en que efectivamente,
podrían avecinarse problemas si no conseguía asesinar al atacante de Silvia.

Y de pronto se encontró pegando un brinco del susto cuando se percató de que


Silvia estaba despierta.

-Ahora sí piensas decirme... ¿Qué lío te traes tú con Lucas?- Cuestionó la


pelirroja.

-Hey...Te hacía dormida- Dijo un poco nerviosa.

-Pues ya ves que no lo estoy y que he escuchado la conversación, al


menos de tu parte-

-¿Qué quieres saber?- Preguntó resignada, como si en verdad sopesara la idea


de contarle todo.
-No te hagas tonta Pepa, no sé exactamente lo que quiero saber,
simplemente dime lo que está pasando y ya, no quiero que pretendas
protegerme toda la vida y me impidas que me entere de lo que sucede a
nuestro alrededor-

-Pues... ¿Te acuerdas del tipo que te atacó?-

-Por supuesto que sí, de hecho mi padre ha estado muy pendiente de


toda la evolución del caso...- Le explicaba pacientemente -...En un par de
días lo van a trasladar a otra prisión-

-Pues esa situación es la fuente principal de mi angustia...-Confesó al fin -


¡Vamos Silvia que ese tipo juró vengarse!-

-¿De qué va todo esto Pepa? ¿Piensas matarlo?-

No respondió, pero bien dicen que quien calla otorga.

-¿Asumo que sí?- Le instigó la pelirroja.

-Ese hombre es un peligro para nuestras vidas- Se justificó.

-A ver Pepa...Si te quedas más tranquila teniendo a ese hombre a tres


metros bajo tierra...Pues todo tuyo, digo yo no me pienso oponer-

-¿Es en serio?- Preguntó sorprendida, incluso abandonando su posición acostada


para inclinar su postura sentándose sobre la cama.

-¿Y Por qué no?- Se sentó imitando a la morena -Yo sé que hace unos meses
te pedí que no lo hicieras, pero a estas alturas ya entendí que solamente
sería uno más en la lista y digo no lo harás ni por hobbie, ni por maldad,
ni siquiera por dinero...- Sonrió enamorada -Lo vas a hacer por mí, para
protegerme y yo jamás te reprocharía el hecho de que quieras cuidarme
- Se acercó a ella para dejarle un beso en los labios.

-La verdad no esperaba que dijeras eso- Confesó sorprendida.

-Creo que debes de confiar más en mí...¿No te parece?-

-Confío en ti pelirroja-

-Pero pensabas ocultármelo- Le reprochó

-Es que ni siquiera es eso...A ver que lo van a trasladar en cuestión de


horas prácticamente y en esa prisión no hay manera de que algún
contacto mío pueda hacer el trabajo y aquí...Bueno...Tu padre lo tiene
muy bien vigilado-
-¿Entonces?- Enlazó su mano con la de Pepa

-Hay un tipo que tiene la manera de hacer el trabajo pero a cambio


quiere la cabeza de un tipo de aquí afuera-

-¿Y es un tipo peligroso...? Me refiero al hombre que te mandaron bueno


ya sabes...-

-En realidad no lo sé, pero es que tú sabes como trabajamos nosotros, los
abordamos para luego seducirlos y...-

-No hace falta que me recuerdes que te besas con ellos, que sabes los
asquerosos celos que eso me provoca-

-Bueno- Sonrió complacida de que Silvia la celara -El problema es que ni Sara
ni yo somos su tipo-

-¿Le gustan los tíos?- Preguntó con una ceja levantada -Pues que lo haga
Lucas y asunto resuelto-

La morena negó con la cabeza -Le gustan las pelirrojas-

-Pues no encuentro el problema, por el contrario, creo que todo es muy


sencillo-

-Pero que ni Sara ni yo pasamos por una, bueno ni con una peluca, que
no tenemos pecas ni cabello rizado-

-¿Y la persona que tienes sentada frente a ti qué es...? ¿Un holograma?
¿ó Consideras que no soy capaz de seducir a un hombre?- Preguntó
indignada.

-Pero...¿Qué demonios estás diciendo? ¡Tú no vas a seducir a nadie


pelirroja!-

-A ver Pepa...Tú misma dijiste que con ese tipo libre mi vida peligra,
¿Será que prefieres mantener a salvo tu ego y la presunción de que a tu
mujer nadie la toca más que tú...Aún cuando mi vida corra peligro?-

-¡NO!- Respondió alterada -¡Pero es que no entiendes! Ese tipo querrá


toquetearte y ve a saber que otras cosas retorcidas más-

-¿Y qué...? ¿Acaso no es eso a lo que te expones tú todo el tiempo? Pero


eso sí...La idiota de Silvia que tiene que soportar esas cosas-

-Entonces lo haces por desquite-


-Tampoco es eso Pepa...Pero sí tú lo haces todo el tiempo y no pasa nada,
no veo porque yo no pueda hacerlo, sobre todo cuando es para asegurar
mi bienestar-

-Pero es que yo no quiero que te conviertas en mi cómplice-

-¡Pero es que he sido tu cómplice desde el momento mismo en que te


conocí!-

-Pero es que esto es diferente...es...No lo sé, es como más fuerte-

-Lo sé...- Respondió tranquilamente -...Esta vez sería parte activa dentro de
un asesinato...¿Y sabes qué? ¡No me importa!, me asusta incluso
pensarlo Pepa, pero es que yo mataría por ti y para ti, no hay nada que
no hiciera si tú me lo pides-

-No sé que decirte...- De hecho se encontraba boquiabierta con lo que acababa


de escuchar -Es algo que nunca pensé escuchar de tus labios-

-Hay muchas cosas que nunca pensé que sucederían y míranos, aquí
desnudas en tu cama...Ya nada me sorprende, sólo quiero que sepas que
te amo, un poquito más con cada segundo que pasa-

-Y yo...No existe absolutamente nada que yo no haría si tú me lo pidieras-

-Entonces déjame ayudar... - Le miró con esa carita angelical a la que es


imposible negarle algo -Te lo estoy pidiendo-

-Esta bien...- Accedió al fin -Pues vamos a hacerlo- Autorizó no muy


convencida.

Silvia sonrió entusiasmada de que Pepa depositara en ella su entera confianza y


sellaron el pacto con un beso.

“Ni todo el amor del mundo podría salvarte,


Ni siquiera la poca inocencia que aún conservas dentro,
Y yo intenté hacerte cambiar de parecer,
Pero soy yo misma la que te ha metido en este infierno que no soy capaz
de describir,
Y es que a pesar de que te amo,
Y a pesar de que me amas...
Hoy... Por primera vez...
Tus besos me dejan un sabor amargo porque sé que te hago daño.
Hoy por primera vez tengo miedo de que esos hermosos sentimientos
que viven dentro de ti...Que me pertenecen sólo a mí
Se vayan y me abandonen para siempre”

CAPÍTULO XV. TIEMPO DE HABLAR CON LA VERDAD.

“El pecado no es un tema agradable. Es como hablar del cáncer con la


diferencia que TODOS tenemos pecado y, si no se sana, el diagnóstico
será la muerte eterna del alma”.

18 DE OCTUBRE DEL 2010, 23:25 HRS.

PERSPECTIVA DE PEPA.

Dicen que aquel que comete pecado, rechaza el amor divino, se opone a la propia
dignidad de hombre llamado a ser hijo de Dios y hiere la belleza espiritual de la
Iglesia...

Y yo me cago en la puta iglesia.

Y me cago en Dios y reniego de ser su hija.

Bonita vida la que me obligó a vivir, me pregunto en dónde estaba él cuando murió
mi madre...

Ó cuando mi padre se suicidó.


Mejor aún, ¿Dónde carajos estaba él cuando ese cerdo me violó?

Al fin llego a casa, aparco el coche junto al de mi pelirroja.

Me encanta esa sensación que se produce en mi interior al saber que ella está
esperando por mí para cenar, que en cuanto cruce la puerta ahí estará con esa
sonrisa que me derrite, ¡Que me pone idiota!

Oprimo el botón que abre la puerta del ascensor, mientras espero a que esto
suceda pienso en el triunfo de la noche.

Todo ha salido de maravilla.

Mi pelirroja lo hizo. Ha cumplido. El tipo está muerto y el precio a pagar... Dos


únicos besos, aunque me duelan por todo el cuerpo...Han sido solamente dos...
Y ella...Ella parece estar bien, satisfecha, sabe que lo ha logrado, que hizo un
excelente trabajo...
Y de esta forma el asunto queda zanjado.

Pero hay algo dentro de mí que no me deja disfrutar del momento, y es que yo
creo firmemente en la inexistencia de la “Justicia Divina”, no te tenido el gusto de
conocer al remordimiento, para mí solamente ha sido un día más de trabajo, pero
para ella...

¡Tengo un miedo atroz de estar destrozando su vida!

Entro y la miró ahí, sentada en el sofá aún con el vestido puesto.

El color rojo le sienta maravilloso, hace juego perfecto con su cabello, resalta lo
penetrante de sus ojos y entonces...Aún avergonzada por lo que he permitido que
suceda, por arrastrarla conmigo por un camino sinuoso y lleno de piedras me
animé a terminar con el silencio.

-Te has aprendido bien el guión...-Le dije con ironía

-Lo sé- Respondió asintiendo -Pero esto no es nada comparado con lo que
yo haría por ti - Se levanta y camina hacia mi con los pies descalzos.

-¿Ha sido difícil?- Pregunté algo preocupada.

-Mejor será que no me preguntes eso-

-Lo ha sido- Asumí


-¿Está muerto?- Preguntó con cierto temor

Asentí. -Asunto zanjado-

-Lo volvería hacer una y mil veces si tú me lo pides-

-No lo digas...Nunca te pediría algo así- Negué con la cabeza -Ésta vez lo
permití porque era tu propia vida la que corría peligro-

-No pretendas guardarme en una urna de cristal Pepa, porque...-

Pero no la dejé que continuara.

-Pelirroja...Eres lo que más amo, lo que más me importa, no puedo dejar


que entres en mi mundo de porquería y que te revuelques en la mierda
como yo lo hago-

Entonces Silvia sonrió -Tu mundo no es ninguna porquería - Se acercó para


acariciarme con dulzura las mejillas -Tu mundo soy yo y tampoco te revuelcas
entre la mierda, tú nada más puedes revolcarte en nuestra cama... -
Entonces me dejó un pico -...Conmigo- Terminó con tono sensual.
Le sonrió pero de nuevo intento recobrar la seriedad de la conversación.

-No, pero en serio...No quiero que...-

Esta vez fue ella la que no me permitió seguir y me calló con un beso - Shh..- Me
derritió con una sonrisa -No lo digas, yo sé que lo haces por protegerme y
me encanta que lo hagas, pero es que eso me hace sentir no sé, no me
gusta que me percibas como una mujer indefensa y débil, al contrario,
me encantaría que pienses que soy valiente, porque intento serlo, nada
me encantaría más que saber que te sientes segura conmigo, a salvo,
que me dejes cuidarte como lo haces tú conmigo-

-Claro que dejo que me cuides princesa...- Y me encanta la manera en que


pone sus manos alrededor de mi cuello y lo vuelve a hacer, me derrite de nuevo
con su sonrisa y las benditas mariposas que hacen conmigo lo que les da la gana,
no se van de mi estomago -...Pero tú a lo tuyo, tú abres los cadáveres que
yo me encargo de abastecerlos-

Y entonces me da un golpe en la cabeza, de esos que no duelen, que son un signo


de complicidad y la miro reír por mi ocurrencia. Detecto el brillo en su mirada, sé
que no miente cuando dice que haría cualquier cosa por mi, sé que la hago feliz y
entonces mis miedos se apagan.

-Estuve pensando mientras llegabas y creo que ya es tiempo de hablar


con mi padre-
Abrí los ojos como par de platos, ¿Hablaba en serio? -¿Hablar con Don
Lorenzo?- Le pregunté notando como mi voz temblaba, no sé si por el miedo de
que él pudiera influir negativamente en Silvia ó más bien positivamente y entonces
me dejara.

-¿Crees que es una mala idea?- Supongo que era evidente mi temor.

-En absoluto- Negué con un par de movimientos de cabeza -Pero no me lo


esperaba la verdad-

-Es que...- Y entonces me mira de una manera tan increíble y profunda que
pareciera que nuestros ojos fueran capaces de salirse de sus órbitas para
abrazarse -Ya estoy harta que siempre que vas a visitarme a Comisaría
tengamos que buscar una excusa para ello, tan bonito que sonaría en la
boca de Rita “Zagalica que acabo de ver entrar a tu novia y viene
cargando con un oso de peluche”- Me dijo imitando la voz de Rita la dientona.

Y no pude evitar sonrojarme con la idea -Que yo no soy de regalar peluches ni


flores pelirroja- Le advertí con una ceja levantada.

-A mi me encantan los ojos de peluche- Me hizo ojitos -Además con las


ganas que tiene Curtis de ocupar mi sitio en tu cama, ¡Me encantaría
presumirle a todos en Comisaría que eres solamente mía!-

Me encanta como suenan sus palabras y con la pasión que imprime en cada una
de ellas, me encanta que me cele, que quiera estar conmigo, que no quiera
esconderse, que no se avergüence de nuestro amor.

¡Me encanta absolutamente todo de ella!

-No puedo pelirroja, los osos de peluche me superan- Pero a pesar de que
me hace ojitos, no pienso acceder a tal cosa -Y de las flores ni hablamos-

-Mala novia- Se quejó con fingida tristeza-

-No es lo que me dices cuando hacemos el amor-

La miro como se sonroja, para acto seguido encogerse de hombros con una
sonrisa timidilla - Es que eres la mejor-

-¿En la cama?-

-También- Respondió y acercó sus labios a los míos.

“Para mi la definición perfecta del amor eres tú”.


Me besó con tanto sentimiento que podía sentir como su alma salía de su
escondite para erizar todo mi cuerpo. Es increíble como puedes jugarte la vida
entera en un simple beso.

Y es increíble como un simple beso deja de ser simple cuando existe una conexión
mágica e inexplicable entre dos seres que se aman con todo lo que son, sin
reservarse nada, sin miedo, sin prisa...

-¿Te dije que estás hermosa metida en ese vestido?- Le dije apenas nos
separamos.

-No...Pero aún estás a tiempo porque lo sigo teniendo puesto-

-Es verdad...- Me quedé pensando un segundo en lo que debía decir -Aunque


creo que tengo un problema, no sé como me gusta más...Si con el vestido ó sin él-

-Pues puedes mirarme todo el tiempo que quieras con él y después me lo quitas...-
Sonrió -Sólo así podremos saber...- Me besa -...Comparando-

-Estás hermosa...No puedo dejar de verte- Le dije concentrada en su rostro e


inspirada por su infinita belleza, al menos para mí, Silvia era la chica más bonita de
todo el Universo.

-Debe ser el vestido- Y con una sonrisa junto su nariz con la mía.

-No lo creo porque cuando te quito la ropa me sigues pareciendo increíblemente


hermosa-

-¿Sabes de que tengo ganas?- Me preguntó con esa carita de boba enamorada
que me hacía flotar entre nubes -

-¿De qué? - Enredé mis dedos entre sus rizos, ¡Casi cinco meses y aún no perdía
esa fijación con su cabello!

-De tirar 1500 litros de agua por el drenaje-

-Debes estar muy enamorada- Le dije con enorme sonrisa triunfal

-¡UUFFF!- Suspiró -No tienes idea de cuanto-

-Así que seremos novias formales, le diré a Don Lorenzo...¿Puedo llamarle


suegro...?- Reí divertida -...No No espera, mejor aún -Me aclaré la garganta -”Don
Lorenzo...¿Puedo llamarle padre?-
-¡Idiota! - Entre risas me acomodó un palo bien dado en el brazo.

“Jamás dejes que las dudas paralicen tus acciones.


Toma siempre todas las decisiones que necesites tomar,
incluso sin tener la seguridad o certeza
de que estás decidiendo correctamente”.

19 DE OCTUBRE DEL 2010, 11:45 HORAS.

PERSPECTIVA DE SILVIA

Entrar en la oficina de mi padre esa mañana, ha sido una de las cosas más difíciles
que seguramente me ha tocado enfrentar a lo largo de mi vida. Sentía mis manos
temblar a la par de mis rodillas, mi ritmo cardiaco estaba tan acelerado que apenas
podía respirar, estoy segura que los poros de mi piel transpiraban frío y unas
horrendas contracciones estomacales se anticipaban a lo que sería una confesión
de definitivamente etiquetaría mi vida para siempre.

No tenía idea como empezar, ¿Debía decirlo en forma directa...? ¿Sin rodeos?
¿O ...Simplemente intentar establecer una conversación con él para después
confesar?

Uff...Aunque frente a Pepa pretendí serenidad, la verdad es que tenía miedo de su


reacción.

¿Cómo se lo tomaría?

Quizás ya se las olía y sólo me llamara algo así como "practicante sexual anti-
natura" y entonces con el paso de los días iba terminar por aceptar nuestra
relación al darse cuenta de que yo era feliz.

Después de todo su mal carácter, la verdad es que mi padre era un hombre


sensato.

Pero no podía descartar la otra vertiente...

Y que la sola idea de imaginarme liada con otra mujer le pareciera escalofriante.
Me daba pavor que considerara aberrante mi amor por ella.

Golpeé la puerta tímidamente y escuché un "Pase" pronunciado con bastante mala


gana. Seguro que no imaginaba que fuese yo quien llamaba, y lo sé porque se
sorprendió mucho al verme.

-Hijita, mi amor...- Se dirigió a mí lleno de cariño y abandonó la silla del escritorio


para estrecharme con fuerza entre sus brazos -...Que ya casi nunca te pasas
por ésta oficina-

Sonreí un tanto por los nervios y otro poco por la alegría que le daba al verme.

-Pero si serás exagerado papá...- Puse mi mano sobre su hombro, una vez que
cortamos el abrazo -...Que trabajamos en la misma Comisaría-

-Pero tú ya no tienes tiempo para estar con tu padre, que te la pasas


encerrada en el laboratorio analizando tus pruebas y cuando no estás
trabajando estás con ese noviete tuyo que no me gusta para nada-

Entonces me puse seria.

-A ver... ¿Y cómo es que no te gusta si ni siquiera te lo he presentado?-


Le confronté y a mi parecer con justa razón

-Pues eso hija, que si no me lo has presentado por algo será...A saber los
vicios que tendrá-

Tomé una generosa bocanada de aire hasta sentir que se llenaban mis pulmones,
mucho me temía que esto no iba ser nada fácil.

-A ver papá...Justamente de eso vengo a hablarte-

-No me vengas con que estás embarazada porque nos conocemos


cariño-

-No no no...- Negué rotundamente, aunque no pude evitar pensar ¿Qué había
querido decir con ese “Nos conocemos”? ¿Acaso insinuaba que yo era una loca
impulsiva? Podría haberle reclamado, pero la verdad es que ¡Ni como desmentirlo!
-De hecho en mi situación no sería posible porque...- Lo mire antes de
continuar y me percate que me observaba con una ceja levantada -...Estoy con
una mujer- Finalmente me atreví a decir pletórica de temor.
-¿Una mujer has dicho?- Me preguntó con cierta tranquilidad aunque a mi
parecer con la esperanza de haber escuchado mal

Asentí, la verdad es que pronunciar el ya evidente "si" salía sobrando -De verdad
lo siento papá, sé que esto no tiene nada que ver con lo que tú hubieras
querido para mí-

-¿Es Miranda no es cierto?-

¡Vaya! Supongo que el amor es así...Se desborda por todo el cuerpo aunque una
se empeñe en ocultarlo. -Sí papá...- Confesé tímidamente pero en ningún
momento escondí la mirada -Pepa y yo estamos juntas-

-No me gusta Miranda- Me dijo muy serio, aunque más que sonar molesto, se
escuchaba preocupado.

-¿Existe alguna razón específica para que no te guste o estás basando


tus juicios de valor en el simple hecho de que sea una mujer?

-¡Pero hija que eso es anti-natura!- Gimoteó -¡Esa maldita María José
Miranda es una anormal!-

-Pues entonces yo también lo soy papá, porque llevo casi cinco meses
durmiendo con ella en la misma cama-

-Dormir no es malo cariño- Intentaba engañarse a sí mismo.

-Por supuesto que no lo es y hacer el amor antes de dormir tampoco-

-¡Hija...!- Me reprendió con una clara expresión de desaprobación y repulsión en


su rostro. -¡Que no quiero conocer detalles de como se montan la tijereta!-

-Es que no es mi intención exponer detalles íntimos de mi vida amorosa,


pero debes comprender que no se trata de un mero capricho de la carne,
ni lo hago porque me encuentre decepcionada de los hombres o por
miedo a quedarme solterona, simplemente estoy con ella porque le
quiero-

-Silvia, cariño- Me miró con impotencia, como si deseara que sus palabras
tuvieran el poder suficiente para hacerme cambiar de idea. Estoy segura que
pensó en decirme miles de cosas pero de pronto y honestamente en un gesto que
no me esperaba, únicamente negó con la cabeza -A veces creemos estar
enamorados cuando en realidad es otra cosa lo que sentimos y una
mujer no se enamora de otra mujer-

-Papá...- Entonces le miré con dulzura, como intentando explicarle que no quería
alejarlo de mí, ni que nuestra relación padre-hija se viera fisurada a causa de mi
condición sexual, pero es que no sabia como. -Yo te amo infinitamente, eres
mi papá y fuiste capaz de desempeñar el rol de padre y madre a la vez
cuando mamá murió, y de verdad no quiero que el cariño que nos
tenemos se vea afectado por lo que te voy a decir...Pero es que a Pepa
también la amo y es mi pareja-

-Silvia no pienso ponerte a elegir entre Miranda y yo...Y tampoco


cambiará el concepto que yo tengo de ti, para mí eres una excelente
Forense, tu ética profesional es intachable, pero tu vida personal es
caótica, siempre has sido berrinchuda y caprichosa, dejaste plantados a
dos hombres en el altar y eso no puede estar bien, de la misma manera
que no puede estar bien que estés liada con una chica, sin embargo no
por eso vas a ser menos hija mía, ni el amor que siento por ti va
disminuir - Y entonces si, me lanzó una mirada dura y llena de frialdad -Pero
no esperes que prepare una cena para Pepa en su cumpleaños, ni que la
presente delante de mis conocidos como la novia de mi hija o que la
considere como mi nuera, yo no puedo tener nueras Silvia, porque yo
solamente tuve dos hijas y por lo tanto solamente puedo tener yernos -

-Me queda clarísimo papa- Le dije molesta -Te agradezco por escucharme,
yo siempre he pensado que detrás de ese viejo gruñón existe un hombre
sensato, con capacidad para reconocer la realidad cuando está delante
de sus ojos, así que espero no descubrir que he vivido equivocada todo
este tiempo con respecto a ti y esperaré con paciencia que pronto
cambies de opinión-

Salí del despacho de mi padre dejándolo al pobre con un amargo sabor en la boca,
atormentado por sus demonios internos, sufriendo y quebrándose la cabeza para
descifrar en donde había estado su error, barajando la posibilidad de que yo fuese
lesbiana por la falta de una madre, por la ausencia de una figura femenina con la
cuál yo me hubiese podido sentir identificada. Porque claro está que mi hermana
Lola estaba casada y ella vivía entre los parámetros de normalidad aceptados por
mi padre, pero es que cuando Margarita, mi madre se nos fue, Lola ya estaba
grandecita, lo suficiente como para encaminar su sexualidad por la senda
adecuada.
Y mientras toda esa bola de cosas e ideas absurdas surcaban por la mente del
Comisario Castro, yo me escapé un rato de lo monótono que resultaba mi trabajo
en Comisaría para ir a “Los Cachis”, justamente el Bar de mi hermana Lola.

Entré al Bar con una enorme sonrisa, la verdad es que no me había ido nada mal
con mi padre, era lógico que no iba a ofrecer una gran fiesta para celebrar mi unión
con Pepa, había que darle tiempo y seguro que las cosas se encausarían de
manera favorable. Además me había quitado una enorme loza imaginaria que
cargaba sobre mis hombros, de cierta forma me sentía liberada y hasta feliz de ya
no tener que ocultar más mis sentimientos hacia Pepa.

¿Quién me iba a decir que terminaría liada con una mujer y encima delincuente?

Y sobre todo que me llegaría a sentir orgullosa por ello.

Tan pronto cruce la puerta Lola me miró y a pesar de que se notaba algo ocupada
conversando con unos clientes, me hizo un ademán para que me acercara a la
barra.

Mientras ella terminaba de arreglar sus asuntos en una de las mesas, yo ordené
una botella con agua. La verdad es que después de semejante cantidad de
adrenalina descargada en la oficina de mi padre, me apetecía una copa de vino o
al menos una cerveza, pero si algo me distingue entre mis compañeros es mi
sentido de la responsabilidad y el respeto con mi horario laboral.

Al fin apareció mi hermana a escasos centímetros míos y me dio dos besos.

-¡Y ahora tú hermana...!- Me miró sorprendida -¡...Se te ha hecho temprano


para venir a comer!- Miró el reloj sujeto a su muñeca -¡Muy temprano en
realidad! ¿O es que papa te dio el día libre?-

Negué con la cabeza pero al mismo tiempo le regalé una sonrisa -Es que al fin se
lo dije Lola- Y entonces me di cuenta de que ella no entendía de lo que estaba
hablando -Lo mío con Pepa, se lo dije y necesitaba venir y contarte-

-Y cómo se lo ha tomado?- Me miró boquiabierta esperando lo peor.

-Lo normal- Respondí quitándole importancia -Me dijo que no esperara que
me hiciera una fiesta, que nunca iba aceptar a Pepa como su nuera y ya
sabes...Sus frases típicas-
Entonces Lola rió supongo que imaginando la escena en su cabeza -Tal vez
nunca llame "nuera" a Pepa...- Y entonces río con mas ganas -Pero quizás
hasta llegue a llamarle "hija"-

Ambas soltamos una enorme carcajada.

-Eres una idiota, pero es que Pepa tuvo la misma ocurrencia, dijo que le
pedirá a mi padre..."Don Lorenzo...¿Puedo llamarle padre?"- Terminé de
contarle casi ahogándome entre mi sardónica risa.

-Bueno pero ya Hablando en serio- Dijo recobrando la compostura -¿Cómo le


viste...? ¿Crees que haya posibilidades de que lo acepte alguna vez?-

-La verdad es que no lo sé, de momento es suficiente para mí con el


hecho de que no me haya gritado que me olvidara de que tenía un padre
o cosas así-

-Y tú...¿Cómo te sientes? ¿No te arrepientes de habérselo dicho?-

-No, en absoluto, la verdad es que lo mío con Pepa va en serio y no me


sentía cómoda escondiéndome para poder estar con ella- Bebí de mi
botella al fin.

-Supongo que ahora vivirán juntas-

La verdad es que yo nunca he sido interesada, pero el apartamento de Pepa era


mucho más grande, bonito y sobre todo más lujoso que el mío. Ya hacía meses
que mi piso había dejado de gustarme y además odiaba tener que seguir pagando
el alquiler cuando ya no paraba en allí ni siquiera para ducharme.

-Si- Fue mi sonriente respuesta -Es lo que mas me entusiasma de haber


hablado con mi padre-

Mismo día, Misma Hora, Escuela de Música Infantil PEPMIR

El ceño de Pepa se encontraba fruncido, era la quinta vez que tenían que
re-comenzar la pieza, y todo por el mismo chico, quien aparentemente no estaba
concentrado ó simplemente no se esforzaba lo suficiente.

-¡Victor!- Resonó la voz furibunda de la morena que ya comenzaba a perder la


paciencia -¡Discúlpate con tus compañeros!- Le inquirió notablemente
exasperada.
-Pero...¿Por qué?- Preguntó el pequeño de nueve años con temor en la mirada
-¡Mozart es muy complicado! - Intentó justificarse.

-No es posible que en cinco intentos no hayas sido capaz de tocar


cincuenta segundos seguidos de la melodía- Le recriminaba con frustración y
apretaba con fuerza el violín que sostenía entre sus manos.

-Es que yo...- Victor agachó la mirada, se notaba compungido -No practiqué el
fin de semana- Confesó con la típica voz indefensa que emite un infante cuando
definitivamente intenta manipular a un adulto.

-Vale...- Fue la expresión de Pepa que ni por error denotaba indicios de que su
molestia disminuyera -¿Nos puedes contar el motivo?-

-Es que se quedó a dormir mi primo Jorge en la casa y trajo su X-Box 360,
yo...- El chico se veía realmente triste - ...Bueno es que a mi papá no le
alcanza para comprarme uno y yo nunca había podido jugarlo tanto
tiempo-

El resto de los alumnos, un total de siete niños, permanecían en silencio,


observando como las lágrimas de su compañero estaban a punto de asomarse con
vergüenza.

-Con mayor razón pídeles una disculpa a tus compañeros...- Le pidió Pepa
un poco más calmada -...Que mientras tú pasaste el finde enterito jugando
video juegos, resulta que ellos estuvieron ensayando “Lacrymosa” una y
otra vez para no equivocarse ni una sola vez. ¡Y tú te has equivocado
cinco veces!-

Entonces Pepa observó como el pantalón en color café claro de su alumno se


humedecía gradualmente hasta quedar visiblemente empapado.

¡Dios, se había orinado!

Literalmente acababa de mearse del puto miedo, y todo por su culpa, por exigirle
disciplina y perfección a un niño que lo único que buscaba era jugar y tener una
infancia normal.

¡Hacia años que no se sentía tan mierda!

Pero se sintió aún peor cuando el resto del grupo comenzó a reír a carcajada
limpia señalando y haciendo evidente con el dedo lo que acababa de pasar con
Victor.

-Vamos Victor...- Dijo la violinista extendiéndole la mano -...Te acompaño al


baño-
El chico rechazó la mano pero se dio media vuelta y con rápidos pasos se dispuso
a salir del aula.

Pepa salió tras él no sin antes advertir al resto del grupo que permanecieran dentro
y no hicieran desorden.

-No era mi intención...- Ahora era Pepa quien se sentía avergonzada frente al
niño.

Pero el pequeño no dijo nada.

-¿Quieres que llame a tu mamá para que venga por ti?- Preguntó la morena
con tono cariñoso.

-No, Por favor- Le suplicó con cierto temor - Si sabe lo que hice me va
encerrar en el cuarto obscuro con los fantasmas- Decía desesperado.

-¿Hace eso? - Preguntó incrédula con cara de “Valiente hija de puta que es tu
madre” -Me refiero a que si te encierra-

-Ella dice que si no aprendo a tocar el violín como mi abuelito me va a


regalar a un Orfanato, de esos donde hay muchos fantasmas-

-Vale no le vamos a contar nada de lo que paso ¿Ok?- Le dijo con una mayor
dosis de ternura -Pero tenemos que cambiarte esa ropa-

Afortunadamente Pepa era una directora muy estricta y les exigía llevar uniforme,
por lo que tenía varios pantalones en bodega, el problema sería la ropa interior.

La única solución que encontraron fue que de momento se colocara los pantalones
nuevos así...Sin utilizar nada debajo, lavar los calzoncillos e intentar que se
secaran lo más posible exponiéndolos al sol, aunque eso sí...Completamente fuera
del alcance de los ojos morbosos que pudieran seguir con las burlas en contra del
pequeño.

Victor no quería volver al salón, pero Pepa le convenció de que la única manera de
resolver un problema era enfrentándolo y si las burlas representaban un problema
para él, entonces había que enfrentarlas, porque escondiéndose no solucionaría
nada.

La violinista se reincorporó con el grupo mientras tomaba a Victor de la mano y así,


sin soltarlo, les explicó que lo sucedido había sido un accidente de esos que a
todos nos pasa. Incluso les compartió la anécdota de que cuando ella tenía más ó
menos el rango de edad, también se había hecho Pipi en plena escuela y eso
inyectó en los niños la confianza necesaria para confesar que a ellos también les
había ocurrido alguna vez, si bien no en la escuela, sí en casa, o en la alberca, o
en la cama mientras dormían.
Una vez que consiguió que el tema se asimilara como algo que no estaba bien,
pero que sin embargo a cualquiera le podía pasar y entonces a nadie le gustaría
en ese caso que se burlaran de aquello, pues les exhortó a que le pidieran una
disculpa a Victor, y por supuesto, le recordó a Victor que él también le debía una
disculpa al grupo por no practicar su tarea.

Y así lo hicieron, por lo que de momento quedaba zanjado el asunto.

Llegó la hora de salida al fin.

De pronto sintió vibrar el móvil y lo extrajo del bolsillo de la chaqueta.

Miró con una sonrisa de medio lado el nombre de Silvia en la pantalla.

-Hola cariño- Saludó sin mucho entusiasmo.

La enorme sonrisa de Silvia se difuminó, no podía esperar para contarle que ya


podrían estar juntas sin esconderse de nadie y entonces...

-¿Está todo bien?- Preguntó preocupada, en esos meses había aprendido a


conocer a su mujer como a la palma de su mano.

-No lo sé...- Dijo triste, pero entonces reparó en que seguro su novia comenzaba
a preocuparse -...No es nada grave, nada de ya sabes “El trabajo”-

Con esa pequeñísima explicación fue suficiente para que la pelirroja recobrara el
aliento -Menos mal- Dijo aliviada.

-Es que creo que la he cagado con un alumno-

-¿Con un pequeñin?- Preguntó sorprendida, ¿Que demonios había podido hacer


Pepa para cagarla con un niño menor de diez años?.

-Pues no ensayó el fin de semana y ya sabes que el evento que se


avecina es muy importante, así que me enfadé mucho y lo regañé frente
al grupo, y no sé si le dio mucho miedo o vergüenza pero se hizo pipi en
en pleno salón y todos los niños se dieron cuenta-

-Pero...¿Lo hizo para desafiarte o de verdad se asustó?-

-No sé si se asustó, digo tampoco fui como tan ruda o tal vez sí- Dudó por
un instante -Pero no sé exactamente si fue miedo o vergüenza-

-Tal vez sus padres lo maltraten y por eso se asustó, quizás pensó que le
ibas a pegar-
-Sí...Después hablé con él a solas y le pedí disculpas y sí, en efecto
pelirroja, me habló de que su madre lo encerraba en un cuarto con
fantasmas-

-¡Hija de puta!-

-Pues fue lo mismo que pensé-

Entonces Silvia sonrió.

-¿Qué te parece si te invito a comer y me sigues contando?-

-¡Vale! Pero no sé si sea buena idea, en este momento no creo ser la


mejor compañía...- Dijo lamentándolo.

-Tú siempre serás la mejor compañía que yo pueda tener, te amo- Y


resonó un beso por el auricular -Paso por ti a la escuela-

17:34 horas.

Los anaqueles de la tienda estaban repletos de distintos videojuegos y los ojos de


Pepa giraban paseando de una consola a otra, Nintendo Wii, Nintendo DS, PSP,
PlayStation, XBox...

-¡Sí...Estoy segura que dijo XBox 360!- Exclamó emocionada señalando la


consola en color blanco.

Y Silvia se emocionó porque si Pepa estaba triste, pues ella también lo estaba y
mirarla sonreír de nuevo le devolvía la alegría a su día.

-Pues nada que ahora hay que concentrarnos en mirar las XBox porque a
ver creo que hay de varios tipos...- Entonces comenzó a leer lo que decía
cada una de las cajas -...A ver...aquí dice que este es XBox 360 Arcade,
Xbox 360 Premium y ¡Mira que linda que es la consola Elite, es de color
negro y también la hay en rojo!-

-Ya pelirroja, pero mira el precio que es la más cara- Se quejó la morena.

-¡Vamos Pepa! - Le lanzó una mirada asesina -¡Que a ti lo que te sobra es


dinero!, además es una buena manera de que expíes tus culpas,
haciendo buenas obras-
-¡Está bien! ¡Está bien pelirroja! -Exclamó con un movimiento de manos que
anunciaba su rendición ante las palabras de Silvia -¿Cuál te gusta más la roja o
la negra?-

La Forense esbozó la típica sonrisa de saberse ganadora en la disputa -Pues a


mí me encanta la roja pero mmmm...- Posó una de sus manos en la barbilla
-Pero como es para un chico creo que le gustará más la negra-

En ese instante se acercó una chica rubia, más o menos de la estatura de Silvia y
no mayor de 25 años, que a juzgar por el Uniforme que portaba, un pantalón negro
de vestir y una playera tipo polo en color rojo con el logo de la tienda, pues sería
vendedora del área de videojuegos.

-¡Hola Buenas tardes!- Se dirigió a la pareja feliz con una radiante sonrisa -¿Les
puedo ayudar en algo?-

-Pues sí...- Respondió Pepa algo confundida entre tantas consolas que en
apariencia eran iguales pero resultaba que a juzgar por el precio eran diferentes
-¿Cuál es la diferencia entre la Arcade, la Premium y la Elite?-

-Básicamente la diferencia radica en la memoria del disco duro...- Miró a


Pepa fijamente sin evitar sonreír y posteriormente bajar la mirada un poco apenada
- La Arcade es la más económica porque prácticamente no tiene
memoria, únicamente son 256 Megas, la Premium tiene 60 Gigas y la
Elite 240 Gigas- Terminó de explicar ante la aún mirada confundida de la
morena.

-Pero a ver que me pierdo...¿Hablas de memoria, disco duro y gigas?


¿Cómo un ordenador?-

-Exactamente- Sonrió.

-¿Y yo para que quiero un disco duro si los juegos vienen en discos?-
Preguntó con una ceja levantada.

-Bueno con Live Points, que es una tarjeta que maneja Xbox 360 puedes
cargarle crédito y descargar juegos de Internet o en el caso de Guitar
Hero, puedes descargar canciones- La rubia se encogió de hombros como
diciendo “Ya ves la tecnología de hoy en día”.

¡Vale! Silvia observaba la escena con poco entusiasmo, ¿Acaso esa maldita
vendedora estaba intentando coquetear con su novia en sus propias narices? Sin
embargo permaneció en mutis.

-¡El Guitar Hero! - Exclamó entusiasmada la violinista- ¿Es el juego en que


puedes tocar la batería, cantar y todas esas cosas?-
-Sí- Respondió la chica encogiéndose de hombros y sin decir nada más, ya que
aparentemente los ojos miel de Pepa la habían hechizado.

-¿Escuchaste eso pelirroja?- Al fin recordó que venía acompañada de su


hermosa novia y la incluyó en la conversación, aunque estaba tan eufórica que ni
siquiera se había percatado de la cara de perro Bull Dog que tenía Silvia -¡Que
tendremos que llevar una de estás para casa también!- Dijo dándole leves
golpecitos a la caja de la consola Elite en color rojo.

-¿Entonces te llevas la consola?- Preguntó la Vendedora intentando no parecer


una idiota que se había quedado sin palabras.

-¡SIIII! - Fue la contundente e histriónica respuesta de Pepa- ¡Una negra y una


roja!-

-¿Las dos?- Preguntó boquiabierta.

La Traficante asintió. -Una es para regalo y la otra nos la llevamos para


casa- Sonrió como niña pequeña que espera con ansias el día de reyes magos. -
¡Y el Guitar Hero también!-

-Si gustas te los puedo mostrar...- Le hizo la señal con el brazo de que la
siguiera -...Tenemos varias ediciones-

Silvia se quedó observando como Pepa la ignoraba por completo y se había


marchado con la vendedora dejándola ahí sola, ¡Parada como imbécil!, con las
manos en los bolsillos.

“El que es celoso, no es nunca celoso por lo que ve;


con lo que se imagina basta”.

Poco más de Diez minutos después, ahí estaba Pepa, acompañada de la atractiva
y por lo visto muy acomedida vendedora. Ambas cargaban dos enormes bolsas
con las que apenas podían.

-¿De verdad no quieres que te acompañe hasta tu coche?- Preguntó la


rubia ante la mirada asesina de la pelirroja que definitivamente había sido borrada
de la jugada.

-No ¿Cómo crees?- Negó la violinista con una enorme sonrisa- Ya han sido
demasiadas molestias-
-En lo absoluto- Negaba entre risas, era obvio que en esos minutos que
desaparecieron de cuadro, habían hecho buenas migas y hasta se dirigía la una a
la otra con cierta complicidad. -Que esto es mi trabajo-

-Nada de eso- Y al fin miró a Silvia - ¡Anda Pelirroja, sostén las bolsas de
Jenny para que me ayudes!-

La Inspectora Castro que no podía estar más llena de rabia, levantó la mirada y la
clavó en la playera tipo polo en color rojo que vestía la rubia, fue entonces cuando
distinguió el nombre de “Jennifer” escrito en el Gafete que pendía de un hilo grueso
sujeto a su cuello.

Sin decir nada, miró a la susodicha con desdén y prácticamente le arrebató las
bolsas, dio la media vuelta y comenzó a caminar rumbo a la salida.

Pero Pepa todavía se acercó a darle las gracias a Jenny y le hizo un gesto con la
mano para decir “Hasta luego”.

Entonces sí...Imitó el recorrido de Silvia hasta llegar al auto.

Mientras abría la cajuela y colocaba las bolsas, no dejaba de hablar de los


videojuegos, aún no se enteraba del berrinche que estaba a punto de protagonizar
su pelirroja.

-¡Aún no me la creo, es que tengo en mis manos el Guitar Hero de


Metallica!-

-Yo tampoco me la creo- Respondió sarcásticamente.

-Pues no te noto contenta- Le reprochó -Ya sé que no te agrada Metallica,


pero es que ni siquiera me acompañaste a pagar a la caja-

-¿Y para que te acompañaba? - Le preguntó al tiempo que le pasaba la últimas


de las bolsas para acomodarlas dentro del Megane GT. -...Sí “Jenny” ya lo
hacía - Encomilló el nombre de la rubia con especial desprecio.

Entonces Pepa arrugó la nariz y esbozó una sonrisa de medio lado.

-No es verdad- Y entonces se giró para quedar frente a Silvia -¿Mi vida estás
celosa?- Preguntó entre divertida y emocionada.

-¡Por supuesto que no! - Negó furiosa - ¡Estoy indignada que es distinto!-

La morena cerró la cajuela -Pero no entiendo, Si esa chica solamente se


portó amable porque era su trabajo, todas las vendedoras lo hacen-

Silvia esbozó esa mueca tan graciosa que hacía con los ojos y la frente arrugada
cuando estaba furiosa -¡Pues que lo harán contigo porque...!-
-¡Para, Para! - Le interrumpió Pepa -¡Era una buena vendedora Sil y yo no
tenía ni puta idea de cómo elegir un videojuego, ella nos ayudó y punto-
Le explicó con serenidad.

-¡Es que ese es el problema, que te lo explicó a ti, porque desde el


principio ella me ignoró y tú se lo permitiste, ni siquiera me diste mi
lugar!-

-Pero es que...¿De qué hablas? Si tu lugar lo tienes siempre, ya sabes


que soy incapaz de mirar a otra mujer que no seas tú-

-¡Sí claro!- Respondió con ironía -Y por eso te reías con ella y hasta la
llamaste Jenny-

-Pues porque ella me pidió que la tuteara- Se justificó como si fuera lo más
normal del mundo

-Pues claro que te pidió que la tutearas, si poco faltó para que te
montara el cuento de que como compraste tantas cosas, te convertías
en cliente distinguida y te pidiera tu número para ofrecerte futuras
promociones-

-Pues de hecho lo hizo- Respondió como la fresca mañana -No veo qué
pueda tener eso de malo-

-¡No pero esto ya es el colmo! - Abrió la portezuela de su auto y se colocó en el


asiento del piloto.

Pepa hizo lo propio.

-No entiendo tus celos pelirroja, de verdad que no! - Negaba con la cabeza
segura de que los argumentos de Silvia eran simples necedades.

Como ya era costumbre cada que peleaban en el coche, el trayecto a casa


transcurrió con dos mujeres en silencio que morían por pronunciar un “Lo siento”
Pero que su orgullo estúpido y absurdo refrenaba sus deseos.

-Olvidé que dejaste tu coche en la escuela- Recordó la pelirroja apenada, ya


que justo estaba aparcando en casa.

-Pues yo también lo olvidé por estar pensando en Jenny- Esbozó una


sonrisa malévola y acto seguido reinó un silencio sepulcral.

-¿Sabes una cosa?- Preguntó exageradamente enojada

-Que te amo- La miró Pepa llena de ternura -Y que me amas- Y puso una
mano sobre la mano de Silvia - Y que pensaba en lo idiota que fue esa chica
si en algún momento pensó que yo podría mirarla si quiera, ¡Que yo
solamente tengo ojos para ti, solamente tengo manos para acariciarte a
ti- Y entonces acercó su rostro al de la Forense- Y solamente tengo labios
para besarte a ti- Y entonces sí, le dio un beso tierno, tan tierno que pudo sentir
como los labios de la pelirroja temblaban entre los suyos.

Sus manos se entrelazaron y cuando se separaron solamente para mirarse,


pudieron darse cuenta de que la sonrisa había regresado a sus caras.

-Perdóname por ponerme así- Se disculpó apenada y bajo la mirada pero sin
deshacer el enlace de sus dedos -No soporto la idea de imaginar que puedas
dejarme de querer-

-Te perdono solamente porque a mí me pasa lo mismo, no imagino mi


vida sin ti viviéndola conmigo, imaginarme despertar y no tenerte
abrazada a mí me mata y ni hablar de pensar en que alguien más te
toque- Dijo esto último con coraje y desesperación.

Ambas sonrieron como un par de tontas y se encogieron de hombros, en señal de


resignación...

Resignación a que ese amor que sentían las arrastraba a cometer tonterías,
locuras inesperadas y que quizás llegaran a hacerse daño y se lastimaran...

Pero que al mismo tiempo, esas cosas que en algún momento les habían hecho
daño, que las habían separado...Hoy las unían irremediablemente.

-Tenemos que regresar por el carro- Lamentó la pelirroja, como si solamente


deseara subir al apartamento y hacerle el amor con desesperación a su novia.

-Podemos hacerlo después- Le guiñó el ojo la morena

-¿El qué?- Preguntó de forma incitadora.

-Me refería a regresar por el coche-

-Una vez que entremos por esa puerta no sé yo si...Vaya a dejarte salir
después-

-Y digo yo que tú deberías estar con tus pruebas y esas cosas que haces
en el laboratorio en vez de seducir a jovencitas inocentes-

-¿Jovencitas inocentes?- Fingió cara de preocupación -Es que yo no veo a


ninguna por aquí-

-¡Más respeto pelirroja!-


-Solamente digo la verdad- Le dejó un pico con fingida inocencia y entonces
encendió el auto de nuevo.

-¿Es un hecho que has decidido tomarte el día libre?-

-Es un hecho que de ahora en adelante me voy a dedicar a disfrutar cada


segundo de mi vida y la realidad es que soy más feliz contigo que en
Comisaría-

-Esa nueva pelirroja me gusta- Sonrió -Por cierto, estaba pensando que si
la madre de Victor es la bruja malvada que pensamos, tal vez lo regañe
por recibir regalos de su maestra de violín-

-Puedes inventarle que hicieron un concurso en la escuela y que su hijo


resultó el afortunado ganador y una consola XBox 360 Elite era
justamente el premio-

-¡Con todo y Guitar Hero incluído- Exclamó con actitud de “Si claro que se lo
va a creer”

-Pues inténtalo...Y si no... Digo siempre está la opción B-

-Y esa ¿Cuál es?- Preguntó la morena ajena a los planes de Silvia.

-Cortarla en pedacitos y preparar un festín para los niños pobres- Sonrió

-Me gusta, me gusta, sobre todo por aquello que decías de expiar culpas
y librar el infierno ¡Que mejor que alimentar a los niños pobres-

-Pues es que quiero que Dios bendiga nuestra unión-

-Vale pero...Yo la cocino y tú la rebanas- Sugirió la Traficante haciendo mueca


de repugnancia en la palabra “rebanar”.

-Vale...Trato hecho- Dijo Tomando la mano de Pepa con la que no estaba


operando el volante.
CAPITULO XVI. EL INSTINTO DEL LOBO

20 de octubre, 16:04 horas.

Un estrepitoso y terriblemente arrítmico golpeteo retumbaba por todo el apartamento


cuando Silvia cruzó la puerta después de una acalorada discusión con su padre.

Por un momento pensó que alguien ahí dentro había decidido tomar revancha de las
maldades que Pepa había hecho a lo largo de su vida y estaba destruyendo el mobiliario
de la casa con un bate de béisbol.

Pero esa idea abandonó rápido su cabeza cuando escuchó unos alaridos de cerdo en
pleno matadero coreando...

-”Eeeeexit Light...Ennnnnter night...Taaake my hand...”- Canturreaba Pepa


desgañitada.

-¡Dios mío!- Exclamó Silvia -Ya me veo todos los días con dolor de cabeza y
tapones para los oídos-
-”And never mind that noise you heeeeeeard...It's just the beasts under
your bed...”- Esos berridos definitivamente ya no podían ser cantos.

-¡¡¡PEPAAAA!!!- Gritó Silvia como desquiciada intentando llamar la atención de su


novia que estaba embebida con el Guitar Hero.

-¡Dios Silvia!- Se quejó -¡Que llevaba 52 notas seguidas!-

-¡Pero que parece que estás pariendo chayotes coño!- Tomó el control
remoto y amagó con apagar el televisor.

-¡No te atrevas!- Le amenazó la ahora baterista. -¡Que se borrará todo mi


progreso!- Finalmente pulsó el botón de pausa desde la batería.

-¡Pero si lo haces terrible!- Comenzó a reír por fin al asimilar la escena. Pepa
ahí sentada en el sillón en sujetador y empapada de sudor, con una heineken a
lado.

-¡Anda pues inténtalo tú!- Dijo extendiéndole las baquetas.

-¡Nada de eso!- Rechazó la oferta- ¡Tuve tres autopsias y vengo molida!-

-Bueno- Sonrió Pepa - Al menos gracias a que vienes hecha polvo pudiste
tomar la tarde libre-

-Uy Ojalá, pero mi padre se quedó furioso y maldiciendo tu nombre


porque me vine a casa- Se dejó caer sobre el sofá.

-¿Discutiste con él por mi culpa?- Preguntó algo triste, sintiéndose ¿Mal...?


Quizás...

-Ya sabes como es mi padre, si por él fuera se la pasaría gritando todo el


tiempo, únicamente busca pretextos-

-Pero da la casualidad de que nuestra relación le ha dado el pretexto


perfecto para echarte bronca de aquí a veinte años y yo sé que eso te
lastima-

-No es que me lastime, pero tampoco me hace feliz que mi padre no


acepte que estemos juntas-

-¡Vamos!- Se acomodó en el sofá junto a Silvia -Tú sabías que esto no iba a
ser nada sencillo, pero al menos lo estás intentando- Extendió los brazos
para envolver el cuerpo de la pelirroja.

-Ts Ts Ts- Se ladeó un poco hacia atrás, lo suficiente para que Pepa no pudiera
alcanzarla -Ni lo sueñes que...Apestas a perrito mojado-
-Yo sé que te encanta mi olor..Mi sudor...- La miró con lujuria -Sobre todo
cuando se adhiere a tu cuerpo-

-Anda y tira para la ducha- Le señaló el camino hacia el cuarto de baño con el
dedo.

Pepa estaba a punto de obedecer la orden de su pelirroja cuando escuchó vibrar el


móvil sobre la mesa de centro de la sala.

-Apuesto diez euros a que es Lucas- Presagió la Forense.

-¡Tramposa!- Gesticuló de forma exagerada para que Silvia decodificara el


mensaje sin necesidad de emplear la voz. Acto seguido tomó la llamada.

“La vida es un gigante dormido


que espera el momento para despertar
y vengarse de tus decisiones pasadas”

-¡Marina!- Saludó Pepa entusiasmada y le gesticuló de nuevo a Silvia, ésta vez el


mensaje fue un “Me debes diez euros”. -¡Que gusto saludarte!- Se notaba
contenta y obviamente cada uno de sus gestos llevaban una dedicatoria burlona
para su pelirroja.

-Pepa...Lamentablemente no llamo para saludar- Sonó preocupada la voz de


la Comandante Salgado.

-Cuñada me asustas- Rió un poco nerviosa, sintiendo ese desagradable


retortijón en el estomago que se experimenta cuando la ansiedad se apodera de tu
cuerpo.

-Los planes resultaron mal, tú hombre falló, no consiguió ejecutar tus


órdenes- Le informó al fin sin abandonar el tono de preocupación.

-¡Vaya pues estoy aquí con Silvia y ella también te manda saludos!-
Intentaba disimular.

-Supongo que no puedes hablar-

-Pues no del todo-

-¿Puedes ir ahora para la casa de Lucas y Sara?-

-Solamente me ducho y te alcanzo ok?-


-Nos vemos allá en una hora- Respondió Marina en tono circunspecto.

Colgó el teléfono y dibujó una sonrisa fingida en su cara.

-¿Cómo ves a mi cuñada?- Torció los ojos -Quiere que le ayude a escoger
un regalo para Paco-

-Ya no seas mala- Sonrió con dulzura y se le acercó despacio -Que ella te ha
sacado de muchos líos eh...Además...- Y entonces la sonrisa se hizo tan
grande que casi no le cabía en la cara -Fue ella quien te ayudó a infiltrarte
en San Antonio, podríamos decir que gracias a ella estamos juntas-

Y por un momento olvidó el mal olor y el cuerpo pegajoso por tanto sudor.

La miró fijamente.

¿Cómo es posible que aún después de tantos meses siga sin cansarse de mirarla?

¡Es que nunca podrá tener suficiente de esos ojos color miel!

Pepa pensó que le dejaría un rápido beso en los labios y la llevaría a rastras para
la ducha, pero se equivocó, porque los labios de Silvia se posaron con delicadeza
sobre su hombro.

Le dejó un beso húmedo...Dos...Tres...Y otro más...

Y la violinista cerró los ojos para sentir el calor de ese delicioso aliento sobre su
piel que ya comenzaba a erizarse.

Silvia disfrutaba de esa leve interacción entre sus labios y la piel morena de su
amada. Degustaba su sabor, ese que era salado por culpa de la transpiración, pero
que a ella le parecía tan dulce, por el simple hecho de que...¡Era la piel salada de
Pepa la que estaba probando!

Y entonces esos labios que resultaron ser tan hiperactivos no pudieron quedarse
quietos. Continuaron su camino hasta parar sobre el cuello.

Se percató que la respiración de su mujer había comenzado a acelerarse y por lo


tanto, los latidos de su corazón estarían haciendo lo propio. Así que posó una
mano sobre su pecho para sentirlo.

¡Era increíble saberse capaz de provocar tanta vida dentro de un corazón!

No podía parar de besar ese cuello, aunque lo hacía de forma pausada, tan tierna
y delicada que pareciera que tuviera temor de hacerle daño.
La mente de Pepa estaba plenamente consciente de que allá afuera, en el mundo
real, la esperaba una tormenta, que debiera darse prisa, salir de allí e intentar
resolver la problemática. Pero algo dentro de ella, en algún sitio muy profundo le
decía que lo único que podía salvarle eran esos besos, el recuerdo de aquellos
momentos que la hacían sentir tan viva...Tan feliz...

Y así con movimientos suaves, lentos, fueron caminando hacia el baño, sin decir
nada, sin mirarse si quiera, únicamente con los labios de Silvia clavados en su
cuello y la mano extendida sobre su pecho sintiendo el palpitar de ese corazón que
de sobra sabía...Latía por ella, porque le pertenecía.

Las manos de Pepa se colaban en la espalda blancuzca de su pelirroja y la


acariciaba con tanto cariño y que ambas se conmovían de lo tiernas que podían
llegar a ser la una con la otra, aún cuando otras veces se amaran con pasión y
desenfreno.

Pero sabían que esta ocasión sería todo lo contrario...

La Blusa de Silvia cayó al suelo y sintió como un par de dedos deslizaban la


cremallera de sus vaqueros, mientras que ella escuchaba el “plug” emitido por el
sujetador de la morena al ser desabrochado.

A tientas, la pelirroja abrió la llave de la ducha y mientras el agua corría fresca y se


tornaba caliente, la Traficante terminaba de desnudarla.

Al fin se miraron a los ojos. Y solamente podían encontrar amor.

El agua se escuchaba caer y poco a poco se comenzó a sentir el vapor que


anunciaba la temperatura deseada para tomar la ducha.

Pepa la tomó de la mano y ambas entraron.

Y así completamente desnudas, con las gotas impactando sobre su cuerpo, se


abrazaron únicamente para sentirse.

Calor con calor...

Cuerpo con cuerpo...

Piel con Piel...

Núcleo con núcleo...

PERSPECTIVA DE PEPA
Esa tarde en la ducha fue uno de los momentos mas hermosos que recuerdo
haber vivido. No tuvimos suficiente tiempo para hacer el amor, ni para acariciarnos
todo lo que hubiésemos querido, pero pienso que la vida debería medirse por esos
pequeños detalles por los que vale la pena existir y despertar cada día, solamente
para volver a sentir las manos blancuzcas de mi pelirroja enjabonando cada
centímetro de mi cuerpo, amándome con cada roce de las yemas de sus dedos,
con cada mirada, con cada beso lleno de ternura.

Después de cerca de veinte minutos maravillosos compartiendo tantos instantes


románticos bajo la regadera, al fin conseguimos separar ese abrazo que había
fundido irremediablemente nuestros cuerpos.

Salimos envueltas con nuestra respectiva toalla y mientras yo me colocaba la ropa


interior, me percaté que mi niña preciosa se había quedado profundamente
dormida sobre nuestra cama.

Me queda muy claro que no exageraba en lo mas mínimo cuando dijo que estaba
hecha polvo. Y entre el cansancio y el relax de la ducha había quedado rendida
sobre el confortable nórdico en color rojo.

Cuando terminé de arreglarme, me di cuenta que mi pelirroja se había girado de su


antigua postura provocando que la toalla se desenrollara y dejara al descubierto la
desnudez de su espalda, gluteos y piernas.

Me quedé embobada por un momento contemplando la perfección de su figura.

¡Preciosa y era completamente mía!

¡Y yo de ella!

!Me ama y yo a ella!

¿Quien querría reunirse con Marina y Lucas teniendo en frente ese majestuoso
panorama?

Seguramente que nadie en pleno uso de sus facultades mentales.

Pero hay ocasiones en las que decidir no es una opción.

En esos casos...Lo mejor que puedes hacer es destender la cama con sumo
cuidado y en silencio, para no despertar al amor de tu vida.
Y ayudarle de forma disimulada, con movimientos casi imperceptibles a que se
resguarde debajo de las mantas.

Escribí una nota...Y la deje sobre la mesa de noche.

¿Alguna vez te he dicho cuánto me encanta verte así...Sin nada más que el
brillo de tu piel? ¡Vale, Pues ahora ya lo sabes! ¡Tu cuerpo es tan perfecto
que me deja embobada!
Así que no fui capaz de despertarte y romper con esa escena tan perfecta.
Quiero que sepas que cada segundo que transcurra lejos de ti voy a
extrañarte como una loca. TE AMO.
Hasta dentro de unas horas que me resultarán eternas...

Y mientras mi princesa descansa plácidamente con una enorme sonrisa, yo me


encamino rumbo a la boca del lobo, aunque aún no soy completamente consciente
de ello.

Antes de salir de forma sigilosa para no interrumpir sus sueños, le dirijo una última
mirada.

¡Es preciosa!

Yo no creía en el amor a primera vista, es más...Ni siquiera creía que el amor


existiera, me lo he repetido mil veces, y sin embargo...Supe que todas esas ideas
tontas y derrotistas eran una falacia, porque desde el instante primero en que la
vi...

¡Me enamoré!

Simplemente lo sentí, todo dentro de mi se llenó de una sensación tan maravillosa


que sigo sin poder explicar.

Jamás pensé que ella me correspondería, siendo dos mundos tan distintos...

Y entonces sonrío. Porque Silvia está conmigo, metida en mi vida, en mi


apartamento, en mi cama.

Y al fin consigo despegar mis ojos de ella para acudir a mi cita.

Hay algo que no me gusta, sé que las cosas con Daniel Gutierrez, el hombre que
atacó a Silvia hace más de cuatro meses, no han salido nada bien, pero no sé,
siento que se avecina algo muy malo.

Y siento el maldito terror, ese que solamente siento cuando pienso que puedo
perderla.
Yo no soy capaz de vivir sin ella.

Aún sin saber porque, toqué el timbre del apartamento de Lucas y Sara con manos
temblorosas y tomé un respiro.

Necesitaba aire fresco para intentar tranquilizar esa ansiedad que me provocaba
un dolor agudo en el estómago.

Sara me abrió la puerta con un gesto nada alentador.

Parecía que estaba en un funeral, siendo que ella siempre está alegre y le
encuentra buena cara a cualquier adversidad. Podría decirse que es la encargada
de no dejarnos caer y animarnos siempre para seguir adelante.

-Hola sobrina- Saludé seria.

-Hola- Saludó aún más seria que yo e incluso omitió el protocolo de los dos besos.

Mientras ella cerraba la puerta, yo me adentré rumbo al salón donde ya estaban


sentados Marina y Lucas.

Y comprendí perfectamente que esa expresión en sus rostros no se debía a mis


casi veinte minutos de retraso.

-Siéntate...- Ordenó Lucas

-¿Qué demonios pasa?- Me exalté, producto de mis nervios afectados -Saben


de sobra lo que me desespera jugar a las adivinanzas- Sin embargo
obedecí y terminé sentada en el sillón de tres plazas dejando vació el sitio entre mi
cuñada y yo.

-El hombre que envió el contacto de Lucas no consiguió asesinar a


Gutierrez- Explicó Marina cabizbaja.

-Aún nos quedan 24 horas antes de que lo trasladen...¿Cierto? Tiempo


suficiente para terminar el trabajo- Les miré suplicando por una respuesta
afirmativa.

-Creo que eso ya es lo de menos- Me preocupó Lucas aún más.

-No pienso preguntarlo otra vez...¿Qué coños está pasando?- Pregunté


perdiendo la paciencia.

-Creemos que el Sicario se dejó pillar- Intentó explicarme Marina -Seguro


que se imaginó que si gente tan poderosa estaba tan interesada en
acabar con la vida de ese tipo...Habría algo gordo detrás-
-No estoy entendiendo- Fue lo único que acerté a decir.

Nuevamente Salgado tomó la palabra -A ver Pepa, que tu suegro estaba


obsesionado con custodiar a Daniel Gutierrez, y si un alto mando policial
y la mafia al mismo tiempo se preocupan tanto por alguien, significa que
ese alguien vale más vivo que muerto. Seguramente pensó que si lo
dejaba vivo, le darían lo que pidiera con tal de proporcionar nombres y el
móvil del crimen-

-Pero ¿Qué le puede ofrecer Don Lorenzo? Si nosotros pagamos muy bien
por ese trabajo y cuando digo “Muy bien”... - Enfaticé la última frase -Hablo
de millones-

-La libertad- Fue la tajante respuesta de Lucas.

Sara y Marina asintieron.

-No hemos permitido que Don Lorenzo le interrogue, pero no podremos


seguirselo impidiendo por mucho más...Y él está planeando ofrecerle un
piso franco para que hable- Me siguió explicando Marina. -Justo lo que
Gutierrez quería-

-Pero él sabe que nosotros tenemos mucho más poder que un simple
Comisario de Barrio- Les dije indignada, aún sin poder creer lo que escuchaba.

-Pero cometimos un grave error, le ofrecimos dinero a un convicto,


cuando él lo que necesita es salir para poder gastarlo-

-¡Pues que compre cigarros y protección porque la va a necesitar!- Dije


furiosa.

-Matarlo no es la solución- Negó Lucas con la cabeza.

-¿Y qué sugieres...? ¿Esperar a que Don Lorenzo le monte un


apartamento de lujo mientras yo paso el resto de mis noches en una
paupérrima celda?-

-Lo más seguro es que alguien más esté enterado de todo esto, el tipo no
tiene un pelo de imbécil, sabe que tu primer impulso será asesinarlo-
Opinó Marina sin que yo se lo pidiera, pero por muy cabreada que yo estuviera, la
verdad es que tenía la boca de razón.

Y ante mi silencio, Lucas se animó a hablar -Tu suegro te está investigando-

-¡Pero...! ¿Cómo demonios se enteró?- Pregunté atónita


-A ver...- Intervino Sara al fin -Nos estamos apresurando, es normal que te
mande investigar si se acaba de enterar que te estás follando a su hija-

-Sara...- Lucas la miró muy serio -En este negocio, las elucubraciones son un
lujo que no podemos permitirnos-

-¡Para! ¡Para!- Le interrumpí -¿Qué demonios estás insinuando?- Apreté los


puños con fuerza, sentía como mi enfado incrementaba a cada frase que Lucas
pronunciaba.

Pero él no respondió, simplemente me desafió con la mirada.

-¡Que es mi suegro joder!- Grité perdiendo el control -¡Es el padre de la


persona que más amo!-

-Pepa, por una puta vez en tu vida deja de pensar solamente en ti- Me
recriminó Lucas -Si tu suegro encuentra cosas raras, nos va a cargar a
todos, Marina incluida-

-¡Pepa tiene razón, que es padre de Silvia coño!- Replicó Sara.

-Piensa en tu hermano- Insistía Lucas -Tener que visitar a su hermana y a


su mujer en prisión...Y lo que es peor...¡A su hija!-

Y el silencio sepulcral se apoderó de aquel apartamento.

Porque no existe una flama tan tenue que sea incapaz de quemar.

Porque los sueños se vuelven en pesadillas que se convierten en realidad.

Porque los planes se derrumban y las ilusiones se desmoronan.

-Me voy- No pude decir nada más. Me levanté de mi sitio y me dirigí hacia la
puerta con la mirada perdida, la sonrisa muerta y seguramente con mi alma
entrando en estado de descomposición, sintiendo como era devorada por las
larvas.

-No hay mucho tiempo para decidir- Alcancé a escuchar la voz de Marina
mientras hacía girar el picaporte para salir de allí.

-Piensa que cada segundo que pasa, es un segundo menos de


libertad...Es un segundo que jugará cruelmente en nuestra contra- Fue lo
último que dijo Lucas antes de que yo estallara.

Me di la media vuelta, azoté la puerta y comencé a gritar producto de la


desesperación y la impotencia.
-¿Crees que esto me divierte? ¿Matar al padre de la mujer que amo?
¿Crees que es fácil? ¡Pues sí coño, es demasiado fácil! - Rompí a llorar cual
bebé desmorecido -Una puta orden y caso cerrado- Seguía sollozando con la
comisura de los labios temblando -¿Y cómo voy a hacer yo para llegar a casa
ésta noche, para mirarle a los ojos sin agachar la cabeza?-

-¿Estás dando luz verde?- La pregunta de Lucas me pareció completamente


fuera de lugar, y no solamente a mí. Pude ver como Sara le pellizcaba el brazo
para que se callara el puto hocico. ¡Pero joder! Que tenía razón, que no podía
arrastrar entre las patas a mi cuñada y a mi sobrina.

“Cuando la situación es adversa y la esperanza poca,


las determinaciones drásticas son las más seguras”

Asentí. Y lo hice preguntándome a mí misma si acaso era posible que el bien y el


mal cohabitaran dentro de la misma persona -Hazlo- intentaba contener las
lágrimas, pero ellas parecían haber adoptado vida propia y salían rebeldes a
goterones.

-No te preocupes por nada, haremos que parezca un trágico accidente


para que Silvia no sospeche nada- Fueron las “alentadoras palabras” de
Lucas.

Con mucho más tacto que su marido, Sara se me acercó a darme un par de
palmadas en la espalda, ella sabía lo que significaba para mí ese “Hazlo” que
acababa de salir de mi boca.

-Estoy bien sobrina- Respondí llorando pero con una sonrisa pintada en los
labios.

Y entonces sí...Me fui de allí...


Sin rumbo.

No podía llegar a casa, Silvia no podía mirarme en ese estado. Pero tampoco
podía escapar y desaparecer, por mucho que deseara que el mar me tragase.

Estuve corriendo un rato por la autopista, la verdad es que fue una fortuna que no
me estrellara contra un árbol o contra otro auto, porque tenía la vista nublada de
tanto llorar.

Y es que en un instante todo puede cambiar súbitamente y las risas se convierten


en lágrimas.

Hay voces dentro de mí que gritan hasta ensordecer mis oídos y se burlan de mi
supuesto amor, y me dicen que el diablo no se enamora, que es incapaz de amar,
porque al igual que un lobo, el instinto de la traición es inherente a mi ser.
Y ese instinto traicionero aúlla en la esquina recóndita y obscura de lo que queda
de mi alma, donde algún día guardé todo lo bonito que Silvia había sembrado
dentro de mi.
Y todas esas cosas hoy se quedaban enterradas dentro de un desierto seco en el
que se había convertido mi corazón, la semilla del mal finalmente había germinado,
contaminando toda la pureza que mi pelirroja había traído a mi vida.

Ojalá pudiera abrirme en canal y drenar toda la maldad, toda la suciedad que vive
dentro de mi, ojalá pudiera descomponerme en partes y que permaneciera
solamente lo digno, lo limpio...El amor.

Y soy como el lobo que alguna vez Silvia alimentó.

Y hoy estoy estrechando su mano con mis garras.

Estoy respondiendo con rasguños a sus caricias.

Estoy hundiendo mis colmillos en sus labios, soy la bestia asquerosa que deja
huellas indelebles de dolor en donde solamente deberían existir besos de amor.

-¡Abrázame Silvia! ¡Abrázame fuerte hasta que la maldita bestia regrese


a su guarida, hasta que se duerma y ya no pueda hacerte daño!- Susurro
para mí misma frenando en seco, sin dejar de llorar y hundo la cabeza en el
volante.

Alrededor de las 9:00 de la noche al fin me atrevo a llegar a casa, cruzó el portal y
miro que las luces están apagadas, no se escucha ruido así que intuyo que ella
aún sigue durmiendo, seguro que no ha borrado esa sonrisa de sus labios con la
que la dejé cuando me fui.

Y es mejor así...Mantenerla ajena a todo esto.

Me acomodo en el sofá y comienzo a beber una botella de Black Label, así a


bocajarro.

Miro el reloj.

¡Es hora! Las 10:25, a las 10:27 de la noche, el Comisario Lorenzo Castro estará
muerto.

Bebo compulsivamente, como si de agua se tratara, siento como el alcohol quema


mi garganta, anestesia mis sentidos.

-No es nada personal...Es solamente cuestión de negocios- Susurro


mientras levantó la botella, para ofrecer un simbólico último brindis a nombre de
Don Lorenzo y entonces vuelvo a beber.
Siento vibrar el móvil, miro el contenido del SMS y mentalmente repaso las líneas
escritas en la pantalla. “Está Hecho”.

Y pronto recuerdo que la vida no es más que un juego cruel y despiadado, que se
encargó de unir a dos corazones que por nada del mundo debían encontrarse, ni
hablar entre sí, mucho menos latir tan cerca...Tan pegados el uno del otro.
Ese par de corazones que provenían de mundos tan distintos...
El suyo rodeado de una familia, destinado a salvar vidas...
El mío...Indiferente a la tragedia ajena, despreocupado por la vida de sus
semejantes...

Aún conservo la esperanza de que nos reencontraremos en otra vida...


Y hasta entonces... tú comprarás unos binoculares, te sentarás en una hamaca y
me buscarás desde tu terraza instalada en el cielo, intentando mirar mas allá de los
linderos de tu paraíso, ojeando hacia ese lugar prohibido, al que nadie debiera
mirar...
Y yo estaré ahí...Tan perdida sin ti, consumiéndome entre las flamas ardientes de
la soledad, esperando a que me lances una última sonrisa para poder condenarme
en paz.

¡Aborrezco obligarte a pagar una cuota tan alta por quererme!

Porque yo soy el dolor disfrazado con piel de amor que se ha infiltrado por tu
sangre, que ha carcomido tus neuronas hasta reducirlas a cenizas.
Soy yo tu peor pesadilla, esa fantasía catastrófica hecha realidad.
Soy el mal hecho carne.
Soy la obscuridad de tus días.
Soy yo quien te mata lentamente, quien mutila tu fe y descuartiza tu esencia
solamente por quererme.
Y desde mi averno particular estaré esperando para volverte a sentir, porque
aunque eso ya no sea posible, yo cerraré los ojos y aun seré capaz de oírte
respirar.

Porque en ese Universo donde lo que quede de mí habitará, únicamente poseeré


un par de alas incapaces de volar, montones de lágrimas solidificadas que no
conseguiré llorar y todas mis sensaciones quedarán petrificadas en un lago de
hielo que jamás se romperá.

De pronto mis ojos se cerraron.

El whisky venció a mi cuerpo y entre la neblina, a nivel imaginario comencé a


transitar por una senda sinuosa, cubierta por pequeñas rocas que se clavan en las
plantas de mis pies.
Me doy cuenta de que el dolor me odia, me persigue, me posee, me penetra, nos
fundimos en el más macabro de los abrazos y nos volvemos una misma
substancia.

No sé si me he quedado dormida y estoy sonando...


Ó si me encuentro en estado semi- consciente y yo misma he construido estos
pensamientos auto destructivos para convencerme realmente de que soy esa
basura tan asquerosa que no merece ni una mirada de mi pelirroja.

Y entonces...Una cálida caricia reconforta mis labios.

Y siento su aliento por toda mi cara y entre esas voces que me atormentan consigo
distinguir su voz.

Es Silvia que me llama.

Abro lentamente los ojos, ya no hay neblina, solo está ella y su sonrisa.

-¿Qué haces aquí?- Me preguntó cariñosamente arrodillada para quedar a mi


altura.

-Creo que me quedé dormida- Respondí sin pensar, aún no era plenamente
consciente de si esto era la realidad o sí seguía siendo parte de mi fantasía.

-¿Estuviste bebiendo?- Preguntó no molesta, pero sí muy sorprendida.

-Creo que un poco de Whisky- Y fue cuando al fin conseguí enfocar la vista y la
miré, aún desnuda, envuelta en una sábana.

-¿Sin mí?- No era un reclamo, simplemente creo que le habría gustado compartir
esas copas conmigo.

-Lo siento- Le dije apenada, la verdad es que me sentía en otra dimensión, era
como si fuera otro personaje quien estuviera interpretando la vida de Pepa Miranda
y yo fuera una simple espectadora, era como sí no pudiera mirar a Silvia, como si
estuviera frente a una extraña. -Es que no quería despertarte-

Y entonces ella sonrió.

-Gracias por la nota que me escribiste- Me miró con tanta devoción que no
pude evitar sentirme más mal de lo que de por sí ya me sentía. No merecía tener
su amor, no merecía tenerla ahí junto a mí, jugueteando con mi cabello -La leí un
montón de veces y es que sentía los bichitos aquí- Me contaba llevándose
las manos a la boca del estomago.

Me parecía irresistible la manera en como describía las sensaciones que le


provocaban mis palabras y al fin consiguió arrancarme la primera sonrisa de la
noche.

Se acomodó en el sofá junto a mi, apenas cabíamos pero ahí estábamos las dos
recostadas y ella me envolvió con la sábana y y buscó los botones de mi camisa
para quedar en igualdad de circunstancias, y poner su piel contra mi piel.

Estábamos una frente a la otra, yo recargada en el respaldo del sillón y Silvia


sujeta a mis manos que le ataban por la espalda.

-Pensé que aún no la habrías leído-

Mientras me desnudaba no pude refrenar el impulso y la besé con pasión.

Cuando nos separamos para tomar un poco de aire, mi camisa ya estaba en el


suelo y había quedado en sujetador, pero no por mucho tiempo, porque mi pelirroja
deseaba sentirme, adherir su piel a la mía, sentir mi calor, así que en cuestión de
segundos yo ya estaba desnuda de la cintura para arriba.

-La leí por la tarde, es que el sonido del móvil me despertó y fue cuando
la encontré sobre el buró-

-Y te dormiste de nuevo floja- Le chinché pero si dejar el tonteo ni el tono


cariñoso.

-Estaba recargando baterías justamente para este momento en que


pudiera tenerte así conmigo- Me hizo ojitos, esos que conseguían derretir al
mismísimo lago congelado en donde habían quedado petrificadas mis emociones.
-¿Sabes? Quien llamaba era mi padre...-

Al escuchar “Mi padre”, sentí un horripilante escalofrío que sacudía todo mi cuerpo,
pero creo que conseguí disimularlo porque Silvia siguió hablando.

-Pensé que volveríamos a discutir pero todo lo contrario- Me contaba


llena de alegría- Se disculpó por comportarse borde esta mañana y hasta me
dijo que sí tú eres la persona que elegí y me haces feliz, pues que entonces apoya
nuestra relación, solamente me pidió un poco de tiempo para asimilar todo esto-
Y si antes había sido un escalofrío, ahora estaba pálida, no soportaba más, la
culpa y la vergüenza me estaban matando.

Y sí, era yo Pepa Miranda...¡Y Pepa Miranda sentía culpa!

-¿Bueno pero no me vas a decir nada?- Me preguntó decepcionada -¡Pensé


que te alegrarías!-

-¡Claro que sí mi vida!- Intenté disimular. -Si tú te alegras yo me alegro y sé


que la aceptación de...- Antes de decir “Tu padre” Tuve que hacer una pausa
porque se me hizo un nudo en la garganta -Bueno de tu padre te hace feliz-

-La verdad es que sí...Además ahora si seremos una pareja normal, como
cualquier otra, sin escondernos ni inventar pretextos tontos para estar
juntas-

Y sin decir nada, me aferré con fuerza a su cuerpo, necesitaba sentirla, estrujarla,
porque sabía que solamente así podría disminuir está maldita ansiedad que me
estaba matando.

Y ella lo aceptó sin preguntar.

Se dejó abrazar y se dejó hacer cuanto me apeteció.

Le hice el amor con desesperación, no pude ser cariñosa, el ritual de los besos por
todo el cuerpo fue vilmente omitido y pasé de aferrarme a su cuerpo en un abrazo
a deshacerme de los vaqueros y las bragas para comenzar a besarla con lujuria en
los labios y frotar mi núcleo contra el suyo.
Entre tantas emociones encontradas, creo que fui un poco brusca, la toqué sin la
acostumbrada gentileza y ella se dio cuenta, pero se lo atribuyó al exceso de
whisky en mi torrente sanguíneo.

Y en realidad me permitió que la tocara a placer y aceptó cada uno de mis


movimientos.

Tuve un orgasmo mientras nos refrotabamos, ella acariciaba mi espalda y besaba


mi cuello, mientras que yo materialmente le arañaba los gluteos y le mordía el
lóbulo.
Por el alcohol yo tardé demasiado tiempo en tener mi orgasmo, la verdad ni
siquiera supe si ella también lo alcanzó, si lo tuvo mucho antes o si ni siquiera lo
tuvo.

Fui una amante bastante egoísta, demasiado preocupada por llenar todo mi vacío
emocional con sexo y me olvidé de ser tierna con ella.

Casi inmediatamente después de haber terminado volví al abordaje, comencé a


succionarle los pechos y ella solamente cerraba los ojos, para sentir el calor de mi
boca envolviéndolos con la humedad de mi saliva.

Cuando terminé de devorarlos, mis labios emprendieron el descenso por todo su


vientre hasta llegar a la zona más intima, esa que me moría por degustar.

Y así lo hice, hasta que ahora sí, me cercioré de que se convulsionara en mi boca.

Nos abrazamos por largo rato, fue en ese momento que comprendí que quizás
había sido un tanto ruda, y comencé repartirle besos tiernos por toda la cara,
intentando remendar mi falta de gentileza.

Entonces intentó devolverme el orgasmo pero no la dejé y terminé hundiendo mis


dedos en ella.

Y así...Abrazadas y con las piernas enredadas en el cuerpo de la otra, nos


quedamos dormidas, ella producto de la fatiga y la distensión total de los músculos
de su cuerpo y yo por el cansancio y el alcohol.

Yo no te pido que te quedes,


Pero gracias por quererme como soy,
Si algún día el destino es muy cruel,
Sólo recuerda que yo siempre te amaré.

21 de Octubre, 02:32 a.m.

El frío congelaba los huesos de Silvia Castro que se encontraba completamente


desnuda, dormida en el sofá. No tenía idea en que momento, su amante se había
apoderado de la sábana con la supuestamente ambas deberían cubrirse de las
inclemencias del clima.

Pensó en mudarse a la cama y continuar disfrutando de su sueño en la habitación,


pero no quiso despertar a Pepa, mucho menos pasar el resto de la noche sin ella.
Otra de las ideas que rondaron por su cabeza era ponerse algo de ropa, pero una
de las cosas que mas disfrutaba en la vida, era sentir el calor de la dermis de su
mujer sobre la suya, así que al igual que la anterior, esa posibilidad también quedó
descartada.

Así que optó por entrar al dormitorio y trasladar el edredón de la cama hacia el sofá
para abrigarse las dos y seguir durmiendo.

Lo primero que distinguió al situarse bajo el umbral de la puerta, fue la luz en la


pantalla de su móvil que parpadeaba.

Se le hizo extraño tener llamadas perdidas tan entrada la madrugada, pero


después recordó su profesión y un médico siempre debe estar disponible las 24
horas.

-Seguro que entró una autopsia y mi padre estará furioso por no


responder el móvil- Susurró para sí misma mientras caminaba desnuda por la
habitación para tomar el aparato que reposaba sobre las cobijas desordenadas de
la cama.

-¿27 llamadas de Lola?- Lanzó en voz alta la pregunta al aire

Y su sorpresa fue mayor al mirar que tenía 8 mensajes de voz.

Comenzó a preocuparse, pero antes de perder la calma decidió escucharlos,


ninguno contenía gran cosa, únicamente era la voz de su hermana pidiéndole se
comunicara de inmediato.

Y entonces sintió mucho miedo.

Su primer impulso fue ir por Pepa, presentía lo peor y antes de recibir las malas
noticias, necesitaba los brazos de la mujer que amaba reconfortándola.

La morena abrió un ojo, debido a la insistente voz de Silvia que le pedía despertar.
Miró la luz encendida del salón y sintió una dolorosa punzada en la cabeza,
producto de la resaca que comenzaba a pasar factura.

-¿Qué pasa?- Preguntó aún sin aterrizar de lleno en el mundo de los vivos.
Olvidando por completo que conocía de sobra la razón de que Silvia estuviera ahí
con el gesto compungido.
-Tengo varias llamadas de Lola y mensajes pidiéndome que me
comunique, temo que algo grave haya sucedido -

Aún adormilada, Pepa tuvo un encontronazo violento con su realidad.

El aquí y el ahora estaban para recordarle su pasado y el posible lúgubre futuro.

-¿Estás bien?- Preguntó sacando sus mejores dotes histriónicos e


incorporándose para abrazar a su pelirroja.

-No lo se, debo llamar a Lola pero tengo pánico de hacerlo- Entonces
buscó consuelo y protección en los brazos de su novia -Es que mira, todas
estas llamadas y los mensajes, Tengo miedo Pepa- Sollozó mientras le
mostraba el móvil.

-¡Tranquila cariño! Todo va estar bien, pero tienes que llamar a tu


hermana o no sabremos que es lo que ocurre-

Y así...Entre los brazos del amor, la Forense reunió el suficiente valor para tomar el
teléfono y comunicarse al fin con Lola.

-¡Lola! ¿Qué pasa?... ¡Que vi tus llamada perdidas y me quedé


angustiadísima- Decía con desesperación apretando la mano de Pepa.

-Hermana que...- La voz de Lola sonaba seria, con un toque de tristeza -Tienes
que serenarte y ser muy valiente-

-¿Es papá verdad?- Preguntó al borde de un ataque de pánico -Sólo dímelo...


¿Papá está bien?-

La traficante no pudo escuchar la respuesta de su cuñada, pero de sobra la


conocía y observó con un enorme cargo de conciencia la manera en que Silvia
estrujaba el móvil con rabia y rodaban lágrimas por sus mejillas.

Se limitó a permanecer en silencio y apretar su mano con mayor fuerza.


CAPITULO XVIi. una segunda oportunidad

21 de octubre, 03:14 horas.

Dicen que a nadie le gustan los hospitales...La atmósfera es tan fría que los
huesos se congelan como si de un sitio con el aire acondicionado encendido se
tratase, además de que se respira el miedo y una terrible sensación de pérdida,
acompañada de un olor a muerte y Formol.

Por si fuera poco, los pasillos largos y estrechos en completa obscuridad son tan
tétricos que de pronto pareciera que la gente instalada en la sala de espera, fueran
un personaje más del filme "El Resplandor" dirigido por Stanley Kubrick,
aguardando a que alguna criatura mutante o ser de ultratumba comience la
persecución por todo aquel escenario tan lúgubre.

De pronto, Pepa se descubría a si misma esbozando una sonrisilla malévola,


imaginando que ella podría ser aquella bestia demoniaca que comenzara con la
cacería humana.

Volteaba a su alrededor y solamente encontraba rostros llenos de angustia, ojos


hinchados, gente que posiblemente nunca antes había creído en Dios y que sin
embargo, en ese momento sacaban su fe escondida hasta debajo de las piedras y
rezaban por la salvación de algún ser querido.

Todo aquello le provocaba una infinita pereza y observaba de pie aquellos cuadros
desgarradores, con absoluta indiferencia mientras sostenía un capuchino caliente
que había extraído de la maquina expendedora.

Silvia permanecía a unos metros de distancia, en silencio abrazada a Lola. Ésta


última le comentó a Pepa que temía una crisis nerviosa de la pelirroja, pero la
susodicha se negó a tomar una dosis de ansiolíticos, ya que la dejarían en calidad
de bulto y ella lo que necesitaba era tener ojos y oídos bien abiertos para recibir
noticias de su padre.

Lo único que les habían informado era que un trailer envistió el carro de Don
Lorenzo cuando transitaba el camino de la Comisaría a su casa.

Aparentemente, el conductor del trailer iba borracho, o al menos eso declararon los
testigos que alcanzaron a presenciar el accidente, porque el responsable de
aquella tragedia que apremiaba a la familia Castro se había dado a la fuga.

Cuando llamaron a Lola para darle la mala noticia, solamente le dijeron que El
Comisario había tenido un accidente de tráfico y que se encontraba en Terapia
Intensiva en un estado calificado como grave.

Y al llegar al hospital los datos que recibió no fueron muchos mas de los que
previamente tenían.

La morena observó el reloj enredado a su muñeca como de costumbre, para


alguien tan impaciente como ella, el tiempo transcurría despacio hasta el punto de
un ataque de neurosis.
Silvia se desprendió de los brazos de su hermana y se levantó de la incomoda silla
para buscar el resguardo de su novia.

Ahora mas que nunca le necesitaba para que con su entusiasmo le inyectara
esperanza y ganas de creer en los milagros.

Pero la realidad es que en esos momentos, la violinista era algo así como lo mas
parecido a un vegetal, incapaz de transmitir emoción, árida por dentro como el
Sahara.

-¿Quieres ir a casa a descansar?- Preguntó la pelirroja algo apenada, sabiendo


lo fundamental que resultaba para su novia dormir diariamente sus ocho horas de
rigor.

-De ninguna manera pienso dejarte sola- Negó con la cabeza.

-Estoy con Lola-

-Pero yo quiero estar contigo- Respondió carente de entusiasmo, y no es que


estuviera mintiendo o lo dijera por compromiso, es que ni siquiera tenía el valor de
mirarle a la cara.

Estaba confundida, sus pensamientos atrapados en una encrucijada...

¿Debería alegrarse de que las cosas hubieran salido mal y Don Lorenzo, aunque
en una situación critica, aún se encontrara con vida?

¿Ó debiera estar furiosa y preocupada de que su suegro tuviera más vidas que un
gato y pudiera causarle severas dificultades a posteriori?

-Es que...Te noto algo extraña, no sé, tal vez fastidiada de estar en el
hospital o quizás solamente estés un poco cansada-

Fue entonces que Pepa reparó en la mirada vidriosa de su Forense, estaba hecha
pomada por dentro y de veras necesitaba de sus brazos, su calor, esas palabras
más efectivas que cualquier ansiolítico y que solamente su boca era capaz de
pronunciarlas.

-No princesa, jamás me podría fastidiar estando contigo- Acarició con


dulzura su mejilla -Debe ser el whisky de anoche y la bendita resaca-
-Si quieres voy a la farmacia y te compro un suero o cualquier cosa que
contenga electrolitos- Se ofreció con una sonrisa mientras recibía gustosa la
caricia brindada por su novia.

-Por supuesto que no, Tú te quedas con Lola que en cualquier momento
sale el médico a darles la buena noticia de que mi suegro está fuera de
peligro y yo voy a la farmacia por el suero y unos analgésicos-

-Aunque sea déjame acompañarte- Le suplicó con esa mirada empañada de


sal - Es que lo único que me da fuerza es saber que te tengo a ti y no
me quiero separar que siento que me falta el aire-

-Amor no nos vamos a separar, pero no te perdonarías nunca si saliera el


medico y tú no estuvieras aquí-

Silvia abrió los labios dispuesta a decir algo, seguro la pensaba contradecir y
acompañarla a como diera lugar, pero antes de que las palabras fueran expulsadas
de su boca, como ángel caído del cielo y enviado por el espíritu santo, apareció
Sara, quien traía consigo una suficiente ración de cannabis para intentar aminorar
los malestares del alma.

Pepa caminó de inmediato con dirección hacia ella, la intención de interceptarla


para charlarle a solas era clara, seguramente era esa necesidad de desahogarse
con alguien.

-Necesitas un porro porque te ves fatal- Susurró Sara cerca del oído de su
tía, antes de los dos besos de rigor

-¿Y de dónde demonios se supone que vaya a sacar yo un porro en este


momento sobrina?- Preguntó enfadada

- Del interior de mi bolso tal vez- Se encogió de hombros y por un instante el


gesto de Pepa se recompuso aunque fuera un poco

-¡No me jodas!- Exclamó pletórica de entusiasmo -¡Eres la hostia!-

- Eso ya lo se- Respondió con tono chulesco.

La morena dedicó una mirada hacia su pelirroja que observaba con tristeza la
interacción privada entre tía y sobrina, quizás era la difícil situación que estaba
viviendo lo que la tenía más susceptible de lo normal, pero la cuestión era que se
sentía relegada del grupo.
-Espera un segundo- Se excusó con su sobrina y caminó para reencontrarse con
su pelirroja. -¿Te apetece un porro?- Preguntó encogida de hombros una vez
que estuvo para frente a ella.

-No estaría mal- Sonrió de medio lado -Creo que me hace falta-

-Pero no quisiera que te despegaras de aquí- Le externó con sincera


preocupación -Además que tú eres médico y de todos los que estamos
aquí tú eres la más indicada para hablar con el cirujano- Y entonces lanzó
una mirada panorámica hacia las personas ahí reunidas, En primer plano Lola con
su marido, Curtis Naranjo y Rita Peláez, entre otros Agentes de San Antonio -Eres
la única que entenderá sus terminologías extrañas-

-Lo sé- Respondió en tono profesional, resignada a someterse al cumplimiento del


deber -Pero vamos afuera por un par de fumadas y ya está-

Las tres se dirigieron hacia la salida del maldito hospital, aunque estaba claro que
para Sara la situación resultaba igual de bizarra que para Pepa y es que podrían
ser todas unas asesinas en serie, pero nunca habían matado por placer, y a pesar
de lo necesario que había resultado exterminar a Don Lorenzo, estaban ahí junto a
su hija, actuando como si nada...Fingiendo preocupación y ofreciendo apoyo.

¡Comportándose de la misma manera y con el mismo indice de perversidad en que


lo hace un puto psicópata!

Las jóvenes mujeres se encontraban de pie en la banqueta, la obscuridad de la


noche y una luna en forma de queso adornando el cielo de Madrid estaban en
plenitud; El flujo vehicular en la acera era prácticamente nulo.

Y entre ellas existía una especie de incómodo silencio mientras Pepa preparaba el
carrujo de marihuana.

-Una dura noche...¿No?- Intentaba Sara romper la tensión del momento.

-La mas difícil de todas, no recuerdo haber pasado por una peor, ni
siquiera la noche que murió Gonzalo y yo temía por mi vida y la de mi
familia- Respondió la Forense quitándole el porro encendido de las manos a la
violinista para darle un par de fumadas

-Sé que son exactamente las palabras que detestas escuchar en una
situación como ésta porque son justamente las que te suele decir todo el
mundo pero "Todo va a salir bien, ya verás"- Intervino Pepa -En un par de
días estará dando gritos por toda Comisaría rindiendo tributo a sus
inmaculados cojones y llamándonos "Desustanciadas" porque le
hacemos a la tijereta- Intentó bromear un poco para relajar a su novia.

Esas palabras hicieron sonreír levemente a Silvia, esa era la Pepa que ella
necesitaba a su lado en tales momentos, esa era la mujer mas parecida a la que
se había enamorado, la única capaz de devolverle el alma al cuerpo en semejante
tragedia que apremiaba su existencia en el aquí y el ahora.

-No tienen idea lo mucho que significa para mí que estén aquí conmigo-
Y mientras Pepa fumaba y las manos de la Inspectora Castro habían quedado
vacías, atenazó entre las suyas una de las manos de Sara con una y con la otra
una de Su morena - Les agradezco infinitamente por hacerme compañía en
estos momentos-

El corazón de la rubia se estrujo, ¿Se podía ser más vil? ¿Se podía ser más
basura? !Por supuesto que sí! Y para muestra de ello...-Hey Silvia no digas
tonterías, sabes que en estos meses te has ganado a pulso el titulo de
"mi tita" y ni Pepa ni yo vamos a dejarte sola- Apretó su mano como si con
ello pudiera lavar sus culpas.

-¿Saben?...Hace unos meses yo era una mujer muy sola, Además de mi


padre y mi hermana, solamente tenía a Gonzalo y entonces lo perdí, pero
a cambio aparecieron ustedes y es que ahora ustedes son lo más
parecido a una familia que he tenido, de verdad que me siento competa
y ahora que he acariciado la felicidad no quiero perder a mi padre porque
entonces la perdería de nuevo-

Después de escuchar el mini speech de la pelirroja, Sara se sintió la mierda más


grande y apestosa de todo el drenaje y demandó una fumada del tan cotizado
porro. Así que las manos de Pepa volvieron a quedar disponibles y aprovechó para
envolver el cuerpo de su novia por la espalda y Besarle la cabeza con ternura.

-No lo vas a perder princesa, te lo prometo y yo voy a estar aquí contigo


cada segundo, no te pienso dejar sola por nada del mundo-

-¿Ni para ir al baño?- Le preguntó con carita y voz de niña pequeña.

-No sé yo si resista tus malestares estomacales- Dijo muy seria


-¿Cómo hacen para que una conversación tan cursi adopte a la velocidad
de la luz un giro tan hortero?- Preguntó la rubia aparentando que dentro de ella
había normalidad

-Pues lo cursi no se me da, al menos no en público- Decía apenada la


traficante

-Y hablando de cosas cursis y parejas inseparables...- Retomaba Silvia la


palabra - ¿Dónde has dejado a Lucas?- Preguntó curiosa

-En una misión del CNI- Se encogió de hombros y le dio otra fumada al carrujo
de marihuana -Supongo que es lo que tiene estar casada con un Agente
entrenado por la CIA, estar irremediablemente destinada a dormir sola
tres cuartas partes de mi vida-

-¡Sobrina! - Exclamó Pepa -¡Que te has acabado el porro!-

-Pues prepara otro y ya está- Le dijo como si la vida fuera tan sencilla y el ser
humano se la complicara por gusto.

-Chicas que yo debo volver allí dentro- Se excusó Silvia con voz bajita como
si temiera que alguien más la fuera a escuchar. Y entonces soltó una risita que
aunque intentó que fuera discreta, terminó contagiando al otro par.

Y ahí estaban las tres riéndose a carcajada limpia como idiotas, sin motivo
particular, simplemente encontrando un desahogo a la miseria espiritual que
embargaba sus respectivas almas.

-¡Vamos Sil!- Le invitaba una Pepa visiblemente, ya más relajada -Sólo otro
cigarrillo y ya-

-Vale- Accedió la pelirroja, tampoco es que tuvieran que insistirle demasiado.

04:18 horas.

Después de compartir un segundo cigarrillo de marihuana, Silvia al fin regresaba a


la sala de espera del hospital, acompañada del otro par que no podían dejar de reír
y no conseguían mantener una postura erguida en su andar. Aunque la pelirroja
había sido un poco más precavida y no había fumado la misma cantidad que Pepa
y Sara, intentaba caminar despacio, en todo momento plantando bien los pies en el
suelo y apoyando las manos en paredes, barandales, botes de basura o cualquier
cosa de la que pudiera echar mano para no caerse o dar un mal paso.
Justo en el momento que se reincorporó en aquella sala sepulcral, pudo observar
que Lola ya se encontraba charlando con un individuo que portaba bata blanca y
aunque para esos instantes su mente no funcionara correctamente, consiguió
inferir que se trataba del médico y entonces se acercó.

-Silvia, menos mal que apareces, ya había enviado a Rita para que te
buscara- Le informó su hermana un poco aliviada de que al fin llegara.

-Perdona, acompañé a Pepa a la Farmacia por unos analgésicos...- Se


tambaleó ligeramente, aunque para su fortuna no fue de forma notoria, al menos
no para los demás -...Que se siente un poco mal-

-Bueno lo que importa es que ya estás aquí, él es el doctor que se está


encargando de Papá- Le señaló con la mirada.

-¿Qué tal?, Encantado de conocerla aunque no sea en las mejores


circunstancias- Le extendió la mano -Me comentaba su hermana que es
usted médico, yo soy Neurofisiólogo Clínico- Al fin intervino en escena el
hombre de bata blanca que estrechaba la mano de la Forense.

Pero no era un buen momento para que Silvia asumiera su rol de médico, digamos
que la Forense se había ausentado por unas horas, se había ido de vacaciones y
en su lugar había dejado a Silvia la novia de Pepa, la Neurótica capaz de cometer
cualquier locura, como fumarse un porro afuera del Hospital mientras su padre se
debate entre la vida y la muerte...

-Soy Forense- Asintió resignada y por un momento adquiriendo un tono de


seguridad en sí misma -¿Cómo está mi papá?- Preguntó con terror en la mirada,
con una tensión tan fuerte que prácticamente habría recuperado la sobriedad.

-Mira Silvia...- Entonces aquel hombre hizo una pausa -Perdón- Se disculpó
apenado -¿Te molesta si te tuteo?- Preguntó con una sonrisa que ¿Para qué
mentir? A La Inspectora Castro le pareció encantadora.

-No te preocupes, de tú, de usted es lo de menos...- Entonces fue que por


primera vez prestó atención en el rostro de aquel hombre, era muy joven, quizás
de su misma edad o hasta un poco menor, de tez blanca, barba de candado, como
de la estatura de Pepa, cabello obscuro y cuidadosamente recortado y relamido,
en general de un aspecto muy pulcro y atractivo -...Ahora lo importante es
conocer el pronóstico de la salud de mi padre-
-Le comentaba a tu hermana justo antes de que tú llegaras, que la
situación no es sencilla- Decía muy serio -En realidad es casi un milagro
que se encuentre con vida porque al momento en que el coche se volcó,
la lámina del techo se comprimió y le provocó un violento Traumatismo
craneal, justo en el lóbulo parietal izquierdo, lo cuál como tú bien sabrás
es muy incierto porque de la misma manera que puede haber una
evolución muy satisfactoria por parte del paciente, también puede
ocasionar secuelas irreversibles-

-¿Podría perder el habla?- Preguntó alterada la pelirroja mientras Lola


escuchaba la conversación de forma pasiva intentando comprender todo lo que
decían.

-Mira, lo principal en estos momentos es esperar a que se pase el efecto


de los sedantes y el punto número uno es que recupere la conciencia, y
entonces sí comenzar a revisar el funcionamiento de su actividad
cerebral, en realidad lo que más me preocupa es que no despierte dentro
de las próximas 72 horas de rigor-

-¿Puede que haya quedado en coma?- Nuevamente preguntaba alterada

-Eso no lo sabremos hasta dentro de un par de horas que le haya pasado


el efecto de la anestesia, pero por ahora lo principal es que recupere el
sentido y posteriormente nos preocuparemos por lo demás...Que sí...No
te voy a mentir, podría haber quedado afectada el área del lenguaje,
quizás imposibilitado para reconocer objetos y llamarles por su nombre,
tal vez hasta sea incapaz de escribir o de realizar una sencilla operación
aritmética, pero de eso nos preocupamos después, por ahora hay que
focalizarnos en salvarle la vida-

-¿Qué porcentaje de probabilidades existe de que sobreviva?-

-Mira el hecho de haber llegado hasta aquí nos posiciona con una gran
ventaja de un setenta por ciento, pero no podemos cantar victoria y
confiarnos-

-Y supongamos que todo sale bien...Sobrevive y consigue eludir el coma,


¿Qué porcentaje de probabilidad existe de que se presenten las
secuelas?-

-Eso no lo sé, cincuenta y cincuenta quizás-


-Vale pues nos ponemos en sus manos doctor-

-Alejandro- Le lanzó una mirada profunda -Por favor-

Pepa que a distancia observaba la interacción entre el Neurofisiólogo y


su mujer, se encontraba inquieta, no le gustaban para nada las miraditas
que ese tipo le lanzaba a Silvia.

-Está intentando coquetear con ella- Le dijo Sara.

-Voy a matar a ese hijo de puta- Respingó furiosa.

-Tranquila que Silvia ni se ha enterado de su existencia-

-Pero si no paran de hablar...¡Míralos!- Le indicaba furiosa con la mirada.

-Pepa- Le reprochó con la mirada -Mi tía postiza está demasiado enamorada
de ti y extremadamente preocupada por la vida de Don Lorenzo como
para darse cuenta de que ese médico pretende impresionarla con su
pose de galán-

-¡Pues claro que no...Si es horrendo!- Exclamó indignada arrugando la frente y


llenando sus ojos de odio, la verdad es que su gesto era bastante gracioso.

-No lo es...Yo diría que más bien es todo lo contrario, pero los ojos de
Silvia solamente son capaces de mirarte a ti- Se encogió de hombros.

-Y se supone que debo quedarme aquí parada, cruzada de brazos como


una estúpida mientras ese imbécil no es capaz de cerrar la boca
comiéndose a mi mujer con la mirada- Empleó una fuerte dosis de ironía en
sus palabras.

-No- La rubia negó con un movimiento de cabeza -Se supone que tú deberías
estar junto a tu mujer ofreciéndole un hombro donde llorar y una mano
para estrechar, pero en cambio...Estás aquí...Completamente drogada,
teniendo delirios celotípicos-

-No soy capaz de mirarle a los ojos estando sobria- Confesó con la humedad
en los ojos.
-Es que no puedes permanecer borracha y drogada toda la vida-
Ambas presenciaron que al fin Silvia estrechaba la mano del médico en señal de
despedida y se daba media vuelta para buscarlas con la mirada. Una mirada a la
que Pepa no supo darle una interpretación.

¿Acaso había recibido buenas noticias ó eran malas?

¿Y qué representaba eso para ella?

¿La desgracia de Silvia significaba una buena noticia para ella?

¿Simbolizaba el bienestar y tranquilidad para la organización, la familia y para ella


misma?

-¿Cómo va todo?- Preguntó Sara a una pelirroja que se notaba desorientada, tan
pronto la tuvieron ahí parada frente a ellas.

Silvia negó con la cabeza -No sabemos a ciencia cierta, aunque el médico
nos da muchas esperanzas de que sobreviva, pero aunque lo logrará es
probable que queden secuelas porque recibió un golpe muy fuerte en la
cabeza- Les explicaba lo más coloquialmente posible.

Y entonces observó a Pepa que se tambaleaba notoriamente. -¿Te sientes bien?-


Le preguntó con expresión de “¿Qué coños te pasa?”

-Perfectamente cariño- Respondió con ironía.

-No, no se siente nada bien- Le informó Sara -Me temo que está bastante
drogada-

-¡Y cómo no! Si el segundo porro se lo ha fumado prácticamente sola-


Razonó la pelirroja.

Los sentidos de la morena se encontraban bastante agudizados, de pronto sentía


que el piso brillaba con intensidad y conseguía distinguir al menos tres tonalidades
de color rojo diferentes que cambiaban constantemente y emitían flashes de luz
que cegaban sus ojos.

-Reconozco que esta porquería comienza a hacerme algo de efecto, pero


estoy bien- Se defendió al tiempo que cerraba los ojos para que esos flashes de
luz, que evidentemente resultaban producto de su imaginación no le lastimaran la
retina.
-Sara...- Silvia la miró muy seria e incluso un poco apenada -¿Podrías llevarle a
casa, por favor?- Le pidió la pelirroja.

-¿A mí?- Pepa la miró furiosa.

-Sí- Afirmó -A ti, cariño- Le sonrió divertida.

-Pensé que no querías separarte de mí- Le reclamó con un atisbo de tristeza.

-Y no quiero que nos separemos pero fumaste demás y con todo el


alcohol que de por sí ya traías en la sangre...- Negó con el dedo índice
derecho -No estás en condiciones de acompañarme aquí-

-Anda tita- Intervino Sara -No seas necia que te llevo a casa-

De muy mala gana, la morena accedió a irse con su sobrina, no son antes recibir
un beso en los labios por parte de su adorada pelirroja que contempló su partida
con tristeza, le habría encantado permanecer junto a ella todo el tiempo, pero es
que el estado de su novia era el menos propicio para estar en la sala de espera de
un hospital.

No entendía del todo qué pasaba, ni las razones de Pepa para ahogarse en
alcohol y después ponerse a volar con marihuana, no era abstemia ni mucho
menos, pero jamás se había caracterizado por perder la sobriedad de esas
manera, mucho menos así, sin dejar llegar la resaca.

Pero no se iba a quebrar la cabeza dándole vueltas a algo que parecía irrelevante,
cuando el asunto en que realmente debiera enfocarse se encontraba allí dentro, en
el área de Terapia Intensiva, debatiéndose entre la vida y la muerte.

10:22 horas.

El sonido de las cortinas que se corrían hizo que la violinista diera por finalizado su
sueño, la verdad es que el ruido no había sido tan estrepitoso, pero se le habían
acumulado las dos resacas, tanto la del whisky, como la del cannabis, y cuando
ese fenómeno se presenta, es normal que no se consiga descansar
adecuadamente; Las mantas provocan extremo calor y si te deshaces de ellas,
entonces un temblor de aparente frío se apodera del cuerpo y el resultado es dar
vueltas en la cama, despertar una y otra vez solamente para descubrir que el techo
es un platillo giratorio, que el suelo se mueve y que la cama se encuentra
suspendida en el aire, como flotando, y que en cualquier momento puedes caer al
vacío.

Así que después de experimentar todas esas cosas una y otra vez, al fin sintió
como la luz del sol se colaba por sus retinas y le lastimaba a tal grado, que parecía
que un taladro estaba trabajando a marchas forzadas en su cabeza, los oídos le
zumbaban y los labios le amanecieron pegados de tan deshidratada que estaba.

-Toma- Le extendió Lucas un Gatorade al percatarse que al fin había abierto los
ojos -Roncas como un tren- Se burló -Y hueles a piña podrida, ¿Qué carajos
bebiste anoche?-

-Black...- Intentaba despegar los labios para responder dignamente -Black Label-
Consiguió articular al fin, tomando la bebida hidratante en color púrpura
que Lucas le ofrecía-

-Con tanto dinero y tan pésimo gusto para beber, ya te he lo he dicho un


millón de veces que debes beber Blue...Blue Label joder- Se mofaba del
rostro desencajado de Pepa, no recordaba haberla visto en ese estado tan
deplorable jamás.

-¿Qué hago en tu cama?- Preguntó desconcertada al percatarse de que no


estaba en su casa

-Silvia le pidió a Sara que te trajera a casa y bueno hete aquí yaciendo
plácidamente sobre mi cama-

-Creo que fumé de más porque lo último que recuerdo es ese asqueroso
olor a formol del hospital y un imbécil que intentaba seducir a mi mujer-

-¡Vaya! Este lado tuyo sí que es novedoso, ¡Delirio Celotípico bajo el


influjo de las drogas!-

-¡No digas estupideces!- Gruñó mientras le daba un generoso sorbo a su bebida


-¿Dónde está Sara?- Intentaba incorporándose.

-En la cocina, preparándote algo para desayunar- Le informó Lucas quien


permanecía de pie junto a la cama.

Entonces miró el reloj.


-¡Dios, debo llamar a Silvia!- Exclamó preocupada al mirar la hora, era obvio
que para esas instancias ya se sabría algo más concreto sobre la condición de su
suegro.

-Acaba de llamar, escasos minutos antes de que viniera a despertarte- Y


ahora sí...Se sentó junto a Pepa que sostenía la cabeza con dificultad, ¡Y es que
todo le daba vueltas!

-¿Y que dijo?- Preguntó con desesperación, con esa enorme necesidad por
conocer la respuesta -¿Ya se sabe algo de Don Lorenzo?-

Lucas asintió de mala gana, como si las noticias recibidas le ocasionaran un grave
disgusto. -Pésimas noticias- Confirmó con sus palabras lo que ya anunciaba con
sus gestos.

En el umbral de la puerta apareció una Sara con ojos de desvelada y de fiesta, aún
en pijama, unos bóxers en color gris y una blusita de tirantes del mismo color.
Sostenía una bandeja que contenía unos cuantos emparedados, una jarra con
zumo de naranja y otra con leche.

-El viejo está vivo y para colmo acaba de reaccionar, ya está consciente
y todo- Terminó de informarle Lucas.

-¡Pero eso es estupendo!- Exclamó Pepa de manera espontánea y con el


corazón en la mano.

-Pero ¿Qué coños estás diciendo?- Preguntó furioso -¡Que no estamos ni


para bromas estúpidas, ni para sarcasmos!-

-Tengamos la fiesta en paz durante el desayuno...¿Quieren?- Les suplicó


Sara colocando la bandeja sobre la cama.

-¡Por supuesto que desayunaremos en santa paz sobrina, pero que sepan
que me alegro profundamente de que Don Lorenzo se haya salvado...!-
Entonces tomó otro sorbo del Gatorade -¡...Que yo jamás estuve de acuerdo
en que le matasen!-

-¡Deja de decir estupideces Pepa!- Replicó Lucas.

-¿Desayunamos?- Les fulminó Sara con la mirada.


-¡No!- Levantó la voz ese hombre que parecía incrédulo y enervado por lo que
estaba escuchando -¡Espérate Sara! Es que parece que Pepa lo toma todo
a juego, ¡Acabo de decir que para variar las cosas nos han salido mal!,
Que el hombre que puede acabar con nosotros está vivo y fuera de
peligro...Y a tu tía lo único que se le ocurre decir es “¡Oh, que
maravilla!”- Imitaba la voz de Pepa.

-Pues me parece maravilloso que a Silvia le retorne el alma al cuerpo y


que sonría porque su padre está vivo y me alegra no ser yo la causante
de su dolor, ¿Acaso eso es tomar las cosas a juego?- Se levantó de la cama
para encarar a Lucas.

-¡Bravo Pepa!- Aplaudió -¡Que bonita tu historia de amor!...¡Como un


cuento de hadas! Pero resulta que mientras tu ves sonreír a tu pelirroja
desde una celda, tu hermano Paco va a estar llorando mirando como su
hermana, su mujer y su hija se desmoronan en prisión...-

-¡No voy a caer de nuevo en el chantaje! ¡No ésta vez que la vida me ha
dado una segunda oportunidad para remendar mis gillipolleces!-

-Emm Lucas...- Una Sara pensativa y tal vez decepcionada se le quedó mirando
a su marido -¿Tú serías capaz de matar a mi padre con tal de evitar perder
tu placa y entrar en prisión?-

-¿Pero qué tonterías me estás contando Sara?- La miró indignado -¡Pero por
supuesto que no!-

-¡Vaya!- Rió Pepa con sarcasmo -Entonces al padre de tu mujer no lo


matarías porque ella sí te importa, pero al padre de la mía tenemos que
matarle porque no es nada tuyo y por lo tanto no es importante-

-¿Saben qué?- Preguntó Lucas tomando la chaqueta colgada sobre la silla


-¡Hagan lo que quieran y piensen lo que quieran, pero yo me largo a
desayunar a la calle!-

Ninguna de las dos impidió que se fuera y simplemente se quedaron mirando en


silencio al escuchar el portazo que anunciaba la irremediable partida de Lucas.

11:56 horas.
Pepa entró al hospital para encontrarse con una ojerosa pero sonriente pelirroja
que la recibía con los brazos abiertos y le daba noticia de que Don Lorenzo ya
había sido trasladado al área de Terapia Intermedia.

-Lamento haberme puesto así anoche- Se disculpó la morena cabizbaja.


-No pasa nada, hasta yo fumé con ustedes y mira que mi padre se
debatía entre la vida y la muerte-

-Pero tú me necesitabas y yo...Me comporté como la peor de las novias-

-Ya mi vida, no quiero que te culpes, ya pasó la tormenta y estás aquí


conmigo, eso es todo lo que importa-

Se quedaron mirando fijamente como dos tontas.

Era impresionante como el silencio podía decir tanto, la manera en que dos pares
de ojos eran capaces de comunicar tanto amor que no existían palabras suficientes
que pudieran hacerlo, al menos no con tanta precisión.

Y entonces apareció Lola en escena, quien venía de estar con su padre, al fin
había podido verlo, tocarlo, hablar con él, aunque fuera por unos cuantos minutos.
Después de todo los milagros existían y la familia Castro había sido testigo de uno.

-Hola Pepa- Lola le sonrió y le dio dos besos -Espero que ya te sientas mejor,
aunque deberías ir a descansar porque te ves fatal-

-No me quiero separar de Silvia- Le aclaró.

-Eso es amor hermana- Pellizcó la mejilla de la pelirroja -Y parece que Papá


ya comienza a entenderlo porque me ha pedido que pasen a verlo...
¡Ambas!- Les informó sorprendida.

-¿Yo también?- Preguntó una Pepa asustada, peor que un niño pequeño que le
teme a los fantasmas.

-He dicho que ambas cuñada, así que no creas que te salvaras de pasar
al banquillo de los acusados- Rió.

-¿Y tienes idea para qué nos quiere a las dos ahí dentro?- Preguntó una
Silvia casi igual de asustada que su novia.
Lola negó con la cabeza -No me lo dijo, pero no creo que sea para nada
malo- Les animó con una gran sonrisa. -Y no tengas miedo Pepa, que estoy
segura de que te dejará llamarle padre- Se mofó, pero era normal, era una
manera de sacar toda la tensión acumulada, todo el miedo que había guardado
para transmitirle fuerza y optimismo a su hermana y ahora al fin podía celebrar y
hacer chistoretes.

La pelirroja sabía que era el momento de darle su lugar a Pepa, su lugar como su
pareja novia, como su pareja frente a su padre, así que no encontró otra forma
mejor que tomarla con fuerza de la mano.

Dicen que el espacio vacío entre los dedos, es para llenarlo con los dedos de la
persona amada y ni mandado a hacer ese instante para demostrar tal sabiduría.

La Forense golpeó la puerta con timidez y una voz femenina poco familiar le
autorizó la entrada.

Cuando la feliz, aunque nerviosa pareja hacía su aparición triunfal en la habitación


de Don Lorenzo, una enfermera de edad madura salía, no sin antes clavar una
descarada mirada hacia aquel enlace de manos.

-Cinco minutos- Les advirtió de mala gana y salió de allí cerrando la puerta tras
de sí.

-¡Papá! ¡Te veo muchísimo más recuperado que está mañana!- Exclamó
llena de alegría.

-Buenas...- Pronunció con timidez la Violinista, aunque hizo una pausa antes de
continuar, la verdad es que había perdido toda noción del tiempo...¿Serían días o
tardes?, Prefirió ahorrarse la vergüenza frente a su suegro y cortó el saludo de
cortesía con el simple “Buenas” -¿Cómo se siente Don Lorenzo?-

-¿Cómo me siento...? ¿Qué como me siento?- Preguntó con su típica actitud


cansina -¡Como si un trailer me hubiera pasado por encima de los dos
cojones!-

Pepa sintió el impulso de reír, pero Silvia le tiró un palo en el brazo, la verdad es
que no sabía si su padre había dicho aquello a manera de chiste o si estaba
molesto, ambas se quedaron calladas...Sin saber que decir.

-Si cariño...- Se dirigió el Comisario a la pelirroja -Me siento mucho mejor que
está mañana y supongo que ya como me ves fuerte y sano entras en
éste cuarto de la mano con ésta despotenciada...- Decía con voz que
expresaba cierto dolor, colocándose la mano sobre la zona abdominal, y que entre
otras partes del cuerpo, se había fracturado un par de costillas.

-¡Papá...No la llames así!- Le reprochó la pelirroja.

-¡Espérame cojones, que no he terminado!- Decía sin retirar la manos debajo


del pecho.
Ambas enfocaron su mirada a Don Lorenzo y aguardaron en silencio para
escuchar lo que fuera que tuviese que decirles.

-Hace meses que la Inspectora Miranda abandonó San Antonio, pensé


que al fin me había deshecho de ella...- Y entonces la miró con...¿Fingido
odio? -Que lo sepa usted Miranda, es un pésimo elemento para ser
subordinado, usted no nació para recibir órdenes-

-Don Lorenzo...- Pepa intentaba decir algo, pero su suegro se lo impidió.

-¡Que me dejen terminar coño!- Levantó la voz y la hizo callar -Ésta


descerebrada llegaba todos los días a Comisaría a la hora que se le daba
la gana, se brincaba mis órdenes y aunque ella creía que yo no me daba
cuenta...También se burlaba de mí cuando le gritaba- Finalmente sonrió de
medio lado.

-Nunca fue mi...- Intentaba disculparse apenada la morena.

-¡A callar Miranda! ¿Qué acaso no puede respetarme ni en mi lecho de


muerte?- Gritó Furioso.

-¡Papá!- Gritó Silvia también -¡Que no estás en tu lecho de muerte!-

-¿Sabe Pepa?...¿Puedo llamarle Pepa?- Le preguntó con seriedad

-Por supuesto señor- Respondió con un hilo de voz bastante bajito,


definitivamente aquel hombre poseía una personalidad tan fuerte que era capaz de
intimidad a la mismísima María José Miranda.

-Entonces Pepa ha de saber que mi hija y yo somos iguales, Silvia tiene


todos los genes Castro bien puestos...- Levantó el cuello con suficiencia
-Tiene carácter y es caprichosa- Rió -No puedo entender cómo no han
terminado matándose después de tantos meses viviendo juntas, yo ya lo
habría hecho-
-¡Papá!- Volvió a levantar voces Silvia.

-Pero...¿Saben ustedes por qué no me he muerto todavía...?- Lanzó la


pregunta al tiempo que le hacía la señal a su hija con la mano de que lo dejara
continuar -¡Porque no pienso morirme justo ahora que comienzo a ver
que mi hija es feliz, no ahora que la miro sonreír todos los días, no ahora
que ha dejado de ser un puto robot para convertirse en un ser humano
de carne y hueso que tiene sentimientos, que se salta reglas, que vive
con tanta intensidad-

Y entonces, de forma automática y sin reparar en sí estaba bien, mal o si


simplemente era una ridiculez, la pelirroja derramó una lágrima.

-¿Y si todo esto es por culpa de usted Pepa...? ¡Pues como carajos no le
voy a dar la bienvenida dentro de mi familia!- Y dicho esto extendió la mano
para que la violinista se la estrechara.

-Muchas gracias Don Lorenzo- Respondió casi al borde del llanto contagiada
por la emotividad de su mujer.

-No me de las gracias, que mi hija es una neurótica, ¿Ya le contó que
lleva dos novios que deja plantados en el altar?-

Ambas sonrieron con complicidad.

-Me parece que ninguno de ellos la hacía lo suficientemente feliz Don


Lorenzo y con respecto a que es una neurótica pues...¡Ni como
desmentirlo!- Soltó a reír -Pero le aseguro que sobreviviremos.

-Gracias papá- Decía enternecida la pelirroja -No tienes idea lo importante


que es para mí que aceptes mi relación con Pepa-

-Menos mal que me lo aclaras porque llevabas cuatro meses viviendo


con ella y yo como siempre, ¡El último en enterarme de lo que pasa!-

-Lo siento papá...- Agachó la cabeza -Temía por tu reacción-

En ese momento la puerta se abrió y apareció Alejandro García, el


Neurofisiólogo que atendía a Don Lorenzo.
-Buenas tardes- Saludó muy entusiasmado y con los ojos iluminados al mirar que
Silvia estaba ahí. -¿Cómo va todo?- Le dedicó una mirada al Comisario, no sin
antes ojear a la pelirroja.

-Perfectamente bien, así que ya puede darme el alta- Exigió Don Lorenzo.

-Nada de eso Comisario, apenas hace unas horas estaba a punto de


morir, deberá quedarse en observación unos cuantos días, además
tenemos que hacerle varias pruebas que descarten posibles secuelas-

-Pero...¿De qué secuelas me está hablando usted anormal? ¡Que ya le


dije que me encuentro perfectamente!
-Papá...Alejan...- Entonces observó como Pepa la fulminaba con la mirada -El
médico tiene razón papá, tienen que realizarte varios exámenes
solamente para cerciorarnos de que todo está bien, te recuerdo que te
golpeaste muy fuerte la cabeza-

-No lo he olvidado cariño, si tengo doce puntos de sutura-

-Pero doctor...- Al fin habló la morena que había pasado inédita durante la breve
conversación- ¿No cree que mi suegro ya se encuentra perfectamente
bien?, digo no me parece a mí que sea incapaz de nombrar a los objetos
por su nombre cuando ya ha mencionado más de una vez a sus santos
cojones-

Silvia se le quedó mirando a Pepa con cara de “¿Qué coños te pasa?”, y es que no
estaba segura de que a su padre le hiciera gracia que hicieran publica su relación
frente a desconocidos.

-Bueno...Para ser sincero yo también estoy seguro que Don Lorenzo se


encuentra perfectamente, pero son pruebas de rutina que debemos
realizar sólo para estar seguros- Señaló un tanto confundido, hasta donde él
había entendido, el Comisario solamente tenía dos hijas.

Entonces irrumpió la enfermera en la habitación y les pidió a las chicas que


salieran para realizar las curaciones pertinentes en las heridas del Comisario
Castro, además de que por el momento se había terminado el tiempo de visita
permitido.
CAPÍTULO XVIII. CUANDO LA DOLOROSA VERDAD SALE A LA LUZ.

“Somos primates poco humanizados. Aún no somos humanos. Para serlo,


necesitamos liberarnos del comportamiento primate más elemental y
desarrollar una forma de comportamiento inteligente en el que la
cooperación y la distribución de los recursos estén por encima del
individualismo”.

13:03 horas.

Para Silvia, el día pintaba perfecto, después de superar una de las pruebas más
fuertes e importantes de su vida, todo parecía acomodarse a su favor. Ahora no
solamente tenía un padre fuerte y sano para rato, sino que también contaba con la
aprobación de éste para hacer y deshacer con su vida amorosa.

Y creía comprender a Pepa, seguramente los hospitales, al igual que las fiestas
decembrinas, le traían recuerdos dolorosos, la muerte de su madre, el suicidio de
su padre...Entre otras cosas.

Aunque no lo manifestara, debiera ser eso lo que la motivaba para actuar de forma
tan extraña, pero es que aunque no quisiera asaltarle a preguntas incómodas,
había algo más...

Tenía que averiguarlo.

Salieron a desayunar/comer algo rápido a una cafetería cercana, solamente debían


caminar un par de calles al norte del Hospital y listo.

Silvia tomó dos expresos, la verdad es que estaba agotada, necesitaba recobrar
energía, porque se negaba rotundamente a pasarse un rato por el piso que ahora
compartía con su mujer y tomar un descanso.
Pepa ordenó chocolate caliente, aunque apenas lo probó, y no era que supiera
mal, es que cualquier cosa le provocaba nauseas.

¡Y como no...Con semejante resaca que se cargaba!

Y con lo parlanchina que era...¡Apenas había pronunciado palabra!

Y con lo glotona que era...¡Apenas y había mordisqueado su Baguette de Salmón


con queso crema y alcaparras que tanto le gustaba!

Cosa rara, Silvia que era bastante melindrosa para la comida, había devorado el
suyo de atún atascado de mayonesa y aceitunas, e incluso había roído un trozo de
lo que dejó Pepa.

Pidieron la cuenta y la pelirroja intentaba escudriñar la mirada de la morena, ¿Cuál


era la razón de su extraña actitud?

¿Acaso esa razón tenía nombre y apellido?

¿Alejandro García?

-Emmh...Pepa- La miró como si existiera algo que necesitaba saber con urgencia
unos cuantos metros antes de cruzar la puerta del hospital -Tú...¿Tienes celos de
Alejandro?-

-¿Alejandro?- Preguntó la morena notoriamente cabreada.

-Alejandro, el médico de mi padre- Aclaró la pelirroja.

-Sé quien es...Lo que no me cuadra es que te refieras a él con tanta


familiaridad cuando hace apenas unas horas que lo conociste-

-Él me pidió que lo tuteara- Se encogió de hombros.

-¡Vaya!- Exclamó con ironía -Si el te lo pidió entonces supongo que no


existen razones para que yo tenga celos-

-Pues no sé lo que esté pasando exactamente por tu cabeza en estos


momentos, pero la verdad es que no encuentro disparatado que me haya
pedido hablarnos de “tú”- Le miró circunspecta y Pepa no supo descifrar si le
daba la razón, si estaba de su lado ó si por el contrario estaba molesta ahora
mismo por estar teniendo aquella conversación, ¡Pero es que era la misma Silvia la
que la había comenzado! -Te recuerdo que somos colegas y además él es
muy joven, se me haría más extraño hablarle de usted, ¿No lo crees?-

-A ver Silvia...- Intentó exponer su perspectiva -Quizás no te hayas dado


cuenta pero él...-
Y entonces la Forense terminó lo que Pepa trataba de decir...

-¿Intenta tontear conmigo?- Preguntó como sí fuera lo más normal del mundo.

-¿Entonces...Ya te habías dado cuenta?- Se colocó las manos en la cintura


como clara señal de indignación.

-¡Pues claro! No tengo los ojos en la espalda y que yo sepa tampoco


tengo síndrome de Down, ¡Vamos Pepa! A veces siento que me
subestimas- Le recriminó

-¡No, no, no...!- Intentaba que no surgiera ningún mal entendido entre ellas -No
se trata de eso, no lo pienses si quiera, jamás te subestimaría, todo lo
contrario...- Entonces acarició tímidamente su mano y la tomó entre la suya
-Desde que te conocí pensé que eras la mujer más inteligente que había
conocido-

-Pero piensas que soy ingenua- Le reprochó pasillo adentro hacia el área de
Terapia Intermedia.

-¡Que no joder!- Levantó ligeramente el tono de voz -Pero es que no doy


crédito a lo que escucho, ¡Tú sabías que ese imbécil quiere meterse en tu
cama y no haces nada al respecto-

-¡Por Dios Pepa!...Pero ¿Qué coño me estás contando?- Se indignó


-Reconozco que ha sido amable y hasta cierto punto coqueto si lo quieres
llamar así, pero es que en ningún momento me ha hecho insinuaciones,
al menos no alguna que me incomode ó me haga sentir acosada-

-Y entonces como no se te ha insinuado de manera manifiesta yo tengo


que quedarme cruzada de brazos como idiota viendo como ese hijo de
puta te lanza los trastos en mi cara-

-Estás exagerando-

-Hace dos días me montaste una escena de celos en la tienda de


videojuegos por no darte tu lugar frente a la vendedora y ahora resulta
que soy yo la que exagera-

-Vale- Le dio finalmente la razón, porque en esencia la tenía, al menos en lo que a


la chica de la tienda de videojuegos se refería -¿Te sentirías más cómoda si
dejo de tutearle?-

-¡No!- Respondió tajante -Me sentiría mucho más cómoda si me dieras mi


lugar como tu pareja-

-Pero es que ese lugar ya lo tienes, ya te lo he dado, lo sabe mi padre, lo


sabe mi hermana y si quieres lo grito a los cuatro vientos en Comisaría,
pero no puedo llegar con un completo extraño a decirle “Hola, mucho
gusto me llamo Silvia Castro y soy novia de Pepa Miranda”-

-Solamente te estoy pidiendo que le dejes claro a ese tal Alejandro que
estás con alguien y no te interesa tener algo con él-

-Me parece que ya te encargaste tú de dejárselo claro, ¿Para eso


llamaste suegro a mi padre delante suyo no es cierto?-

-¿Estás enfadada por ello?- Levantó una ceja.

-¿Por mear en tu territorio como los perros? ¡Por supuesto que no! - Le
Respondió sarcástica con cara de ¿Y tú que crees?

-¡Vale pues no era mi intención ofenderte!-

-No me ofendes pero creo que me subestimas-

-¡Otra vez con lo mismo joder!- Frunció el ceño un poco hastiada de la misma
cantaleta.

Y cuando parecía que las cosas no podían ir peor, apareció Alejandro con su
radiante sonrisa.

-Que tal- Se dirigió a Pepa con cortesía.

Cortesía que la morena correspondió de forma forzada con un simple movimiento


de cabeza.

-Emmh...Silvia me permites un segundo a solas?- Le pidió el Neurofisiólogo


con timidez

-Claro Al...- Entonces recordó que había acordado con Pepa no tutearlo -Vamos-
Le dijo finalmente -Será sólo un segundo mujer- Esto último iba para la morena
que se limitó a apretar los puños para contener la rabia mientras observaba como
su pelirroja se alejaba con ese tipo, que encima de todo, osaba a colocar una de
sus asquerosas manos sobre el hombro de su mujer.

Estaba iracunda.

Porque ¡Vale! Pudo haberle dicho “Será un segundo cariño”, pero ¡NO! Estaba
claro que no pensaba dejar en aclarar su condición de mujer comprometida y
encima gay.

-Te alegrará saber que he dado la orden ya para que Don Lorenzo
abandone Terapia Intermedia y sea trasladado a una habitación-
-¡Eso significa que...!- Exclamó feliz, poco le faltaba para que se pusiera a dar
saltitos -¿Está fuera de peligro?-

-Completamente- Sonrió él.

-Muchísimas gracias- Y entonces...Producto del entusiasmo desmedido, La


Forense le dio un abrazo y un beso en la mejilla, que a decir verdad y muy a pesar
de la furia de Pepa, no llevaba otra cosa más que agradecimiento puro.

-No tienes nada que agradecer- Respondió aún sin recuperarse de aquel
abrazo que le había robado el aire -Tu padre es un hombre muy fuerte y con
muchas ganas de vivir-

-Lo sé...Pero se necesitaba un milagro y al mismo tiempo realizar todos


los esfuerzos humanamente posibles para salvarle la vida- Le sonrió -Y tú
has sido esas manos humanas que han hecho posible que el milagro
ocurriera-

-¿Sabes...?- Se frotaba las manos un tanto nervioso, mientras que Pepa no les
quitaba los ojos de encima -Sé que nos conocimos en el momento menos
afortunado para esto, pero ahora que tu padre ya está bien, será
cuestión de días para darle el alta y no nos volveremos a ver...- Entonces
hizo una pausa y jaló tanto aire como pudo -Al menos que tú dispongas otra
cosa-

-¿Cómo?- Preguntó haciéndose un poco la tonta, pero la verdad es que ya sabía


perfectamente por donde iba todo aquello.

-Que...Me encantaría seguirte viendo, ya sabes mantener el contacto-

Por un instante, la Inspectora Castro pensó que el chico no se atrevería a hacerle


una proposición de forma directa y se sintió aliviada -Claro, estaría bastante
bien- Le respondió con una sonrisa, ahora bastante nerviosa de su parte.

-Vas a pensar que estoy loco, pero es que...¡Me flechaste!- Se atrevió por
fin.

-No sé si te estoy entendiendo- Le dijo con la esperanza de que se retractara.

-Creo que sí lo has entendido bien- Le miró fijamente -Estoy intentando


pedirte una cita, no lo sé...A cenar ésta noche ¿Quizás?- Le preguntó
esperanzado.

Silvia sonrió con agradecimiento, la verdad es que era un tipo muy cortés y por si
fuera poco, guapo, educado, respetuoso, quizás si lo hubiera conocido seis meses
antes habría contemplado la posibilidad -Tus palabras me halagan- Sujetó su
mano en tono amistoso -Pero no puedo aceptar-
-¿Por qué?- Preguntó sorprendido, la verdad es que no se esperaba la negativa
-¿Alguna razón en particular?-

-¿Ves a esa mujer que está allí sentada...Mirándonos?- Preguntó señalando


en dirección hacia Pepa

-La veo- Asintió.

-Ella es la razón- Respondió con una sonrisa, al tiempo que se encogía de


hombros.

-¿Ella?- Palideció por un momento, probablemente por la vergüenza o tal vez por
la impresión - ¿Tú eres...? ¿Ustedes son...Están juntas?- Tartamudeaba un
poco.

Silvia asintió con el gesto repleto de satisfacción, esa mujer que estaba sentada a
unos metros de ellos, observando la escena con completa impotencia, era la mujer
de su vida, la única persona capaz de hacerla sonreír, de hacerla sentir completa,
estar con ella era...Sentir que era dueña del mundo porque nada le faltaba.

-Es el amor de mi vida-

-Discúlpame...Yo...- Era evidente que no se esperaba semejante respuesta de


Silvia, había quedado literalmente perplejo, ¡Como el más grande de los idiotas!
-Uff...Que vergüenza, de verdad que no tenía idea-

-Tranquilo, no pasa nada- Ahora era Silvia la que le dejaba una cariñosa
palmada en el hombro

-Ahora entiendo porque me dedica esas miradas tan amistosas- Rió.


Probablemente lo haya hecho para no quedar tan mal parado frente a Silvia ó
simplemente porque se encontraba inmerso en esas situaciones en las que no se
sabe si lo mejor es reír o llorar, y él...Él simplemente prefirió reír.

-Lo siento- Se excusó -No pretendía hacerte pasar un mal rato-

-No es tu culpa- Se encogió de hombros -Es sólo que no...Ya sabes...- Quería
decirle algo, era evidente, pero no se atrevía -No pareces...No tienes pinta de
que te gusten las chicas-

-Lo que pasa es que Pepa no es cualquier chica- Sonrió enamorada y en un


descuido se pilló a sí misma mirándola como una boba.

-Supongo que no- Decía intentando encontrar un pretexto para escapar de allí
sin quedar como un resentido.

-Oye...- lo miró con empatía -De veras lo siento-


Pero Alejandro negó con la cabeza -Créeme que yo lo siento más pero
culpemos al destino que no me puso antes en tu vida-

Silvia se limitó a sonreír por las palabras del médico, pero no dijo nada, era como
sí ya no quedará nada por decir.

-Ahora con tu permiso me retiro, que aún debo terminar la ronda con el
resto de mis pacientes-

Dicho esto último, la pelirroja se quedó mirando como se alejaba aquel hombre con
las ilusiones rotas y la sonrisa desdibujada, reflexionaba sobre lo acostumbrados
que estamos a querer a la persona que no nos quiere y jamás nos querrá, pensaba
en que absolutamente todos los “NO” duelen, pero que es menos doloroso recibirlo
que propinarlo.

Es demasiado cruel tener que romper el corazón de un alguien, de un alguien que


nos piensa y que sueña con nosotros, pero al mismo tiempo no elegimos de quien
enamorarnos, ella no eligió amar a Pepa y sin embargo la amaba, porque entre
todo un universo repleto de personas, era solamente esa violinista la que tenía la
llave que abría las puertas de su corazón.

Y mientras todos esos pensamientos surcaban por su cabeza, una voz ya bastante
familiar se dirigía a ella con cierto tono de cabreo.

-Si quieres llamarme exagerada ó paranoica...- Resonó la voz de Pepa en


los oídos de una Silvia que ya esperaba el numerito -Puedes hacerlo, pero
nadie me lo ha contado, que yo vi cómo le tomaste de las manos al
cabrón ese- La encaró

-A ver Pepa...Sería absurdo negarte que lo tomé de las manos porque es


justo lo que acabo de hacer y además lo he hecho frente a ti...-

Pero la morena le impidió que continuase.

-¿Y bien...?- Se cruzó de brazos -¿Me seguirás argumentando que mis celos
son injustificados?-

-Si apreté su mano fue para aligerar la carga del rechazo- Le explicó con
paciencia.

-¿La carga del rechazo?- Preguntó sin comprender mucho, hasta que escuchó la
frase de su propia boca y asimilaba cada una de las palabras fue que todo
comenzó a tomar cierto sentido -¿Qué me estás diciendo...? ¿Ese imbécil se
te insinuó?- Y de nuevo la furia volvía a su semblante.

-No...- Negó con la cabeza -No se me insinuó, solamente me pidió una cita-
-¡Vaya!- Dijo chocando sus palmas a manera de sarcasmo -¿Te invita a salir
pero no se te ha insinuado? ¿Y qué se supone que discutirían en la
cita...? ¿Cosas de médicos?-

-Es que no entiendo por qué tu afán de llevar todo a un nivel tan
extremista- Se quejó -Vale que sí...Me invitó a salir para conocernos
porque le gusto, pero me lo externó con mucho respeto, sin
insinuaciones fuera de lugar-

-Anda pues el chico es tan respetuoso que ya hasta siento como que le
tengo afecto- Dijo arrugando la nariz.

-¿El sarcasmo lo dejamos para después...?- Preguntó con cara de “Si quieres
podemos dar paso a lo que sigue ó nos quedamos discutiendo la misma estupidez
de por vida”

-Quiero saber que le respondiste-

-Pues lo normal...- Se le quedó mirando como si fuera obvio -¡Que no!-

-Pero me supongo que habrá insistido-

-Me preguntó la razón de mi negativa y palabras textuales le dije “Ves a


esa mujer que está allí sentada mirándonos con cara de pocos amigos...?
Pues ella es la razón”-

-¿De verdad le respondiste eso?- Sonrió con el ego apunto de explotar.

-Bueno...- Esbozó una sonrisa de medio lado -Omití lo de la cara de pocos


amigos-

16:32 HORAS.

PERSPECTIVA DE SILVIA.

Me cuesta recordar la última ocasión en que me había sentido así de agotada,


hasta el punto de que la necesidad del cuerpo por descansar suprime la voluntad y
heme aquí, aún en el hospital, sin escuchar a Lola quien me asegura permanecerá
en todo momento junto a mi padre, porque ella ya se fue un rato para casa a tomar
una ducha y una siesta ráfaga. Intenta persuadirme para que haga lo mismo, pero
no importa cuánto me insista, la negativa en mi respuesta seguirá permaneciendo,
al menos hasta que ésta silla de mierda termine por reventarme el culo.

Por un momento pienso que es la silla más incómoda sobre la que me he sentado,
pero por otro lado reflexiono que es la primera silla sobre la que paso más de 5
horas seguidas después de no sé cuantos años de haber culminado mis estudios
académicos.
La verdad es que yo ya estaba muy acostumbrada a estar en constante
movimiento, en el CSI casi siempre estoy de pie, desplazándome de un lado a otro
y la verdad es que tanto tiempo en esa puñetera silla ya comienza a pasarme
factura, siento todo el cuerpo entumido y mis baterías se encuentran
completamente descargadas.

Es extraño porque a sabiendas de que mi padre ya se encuentra completamente


fuera de peligro, yo me rehuso a despegarme de allí, al menos quisiera quedarme
hasta que le pasen a un cuarto y es que Alejandro me dijo que haría todo lo
necesario para que le trasladasen cuanto antes, pero no le he vuelto a ver desde
nuestra penosa conversación y las enfermeras no me saben dar razón...

Y bueno...Dicen que las cosas suceden por algo,

Quizás si...

Tan sólo hubiera escuchado a Lola y hubiera tirado para casa a descansar...

Me habría evitado vivir el episodio más negro de toda mi vida.

Instintivamente giré la cabeza y me encontré con la presencia de un sujeto ya


entrado en años, cuyo rostro me sonaba de algo, por su vestimenta, seguro que se
trataba de algún conocido de papá, alguien que ocupara un alto rango en otra
Comisaría.

-Buenas tardes- Me saludó de forma cortés, pero sin intención de besar mi


mejilla, ni con la sonrisa adornando su rostro -¿La Inspectora Castro cierto?-
Me preguntó sólo para confirmar, porque de sobra me pareció que él ya sabía
quién era yo.

-Inspectora Silvia Castro León- Le extendí la mano -A sus órdenes-

-Roberto Montero, Comisario de San Julián- Estrechó mi mano tras


presentarse -Fui compañero de tu padre en la Academia.

-Mucho gusto- Le dije por cortesía ante su respuesta que ya más ó menos me
esperaba.

-Dejemos atrás los protocolos Silvia, que yo sé que éste no es el mejor


momento para las relaciones sociales, y me apena presentarme aquí
bajo estas circunstancias pero me veo en la necesidad de informarte
sobre ciertas cosas que me parecen bastante delicadas-

No tengo idea de la razón, pero escuchar esas palabras me pusieron la piel de


gallina, como si en el fondo yo ya me imaginara que algo andaba mal, como si de
pronto ese dedo con el que me había empeñado en tapar el sol durante varios
meses, comenzara a quemarse y a reducirse poco a poco a cenizas, y entonces
esos rayos que solamente pueden presagiar desgracia comenzaran a estrellarse
con violencia contra mi rostro...

-¿De qué se trata?- Pregunté nerviosa, sentí como las palmas de mis manos
transpiraban frío.

-¿Me aceptarías un café?-

Entonces me relajé un poco, recordé que ya había bebido dos expresos un par de
horas atrás, pero aparentemente declararía oficialmente al 21 de Octubre como “El
día mundial del café”.

-Por supuesto que sí...- Acepté con una sonrisa -...Además me hace falta, no
he dormido nada-

-¿Cómo está Lorenzo?- Preguntó mientras nos enfilábamos pasillo afuera del
Hospital.

-Mucho mejor, de hecho se supone que ya en un rato le van a trasladar a


una habitación-

-¡Vaya!- Exclamó con genuina alegría -Te asustaría escuchar las cosas que se
dicen allá fuera-

-¿De mi padre?-

Asintió con ligero descontento -Hasta se rumoraba que había muerto, de


hecho pensé que estaría muy grave, me da gusto saber que fueran
simples chismes amarillistas-

-En realidad sí lo estuvo- Me encogí de hombros -El médico dice que ha


sido un milagro-

-Silvia, no deben confiarse, es justamente eso lo que vine a decirte- Me


miró muy serio, pude notar que había algo grave que le preocupaba -No tenemos
las pruebas en la mano, pero mis hombres de confianza y yo estamos
seguros de que no fue un accidente-

-¿Cómo ha dicho?- Pregunté estupefacta, sentí que se me helaba todo el cuerpo.

-Lorenzo y yo fuimos grandes amigos hace muchos años, ya sabes como


es esto, por azares del destino fuimos perdiendo contacto poco a poco,
pero yo le guardo un gran aprecio y admiración, así que cuando me
enteré de lo que había sucedido me puse a husmear el expediente...- Me
anunció con la mirada que estaba por revelar la parte medular del asunto
-Encontré ciertas irregularidades en los supuestos hechos...-
-¿Irregularidades? Pero es que de verdad no tengo idea de lo que
estamos hablando- Le dije muy confundida.

-A ver...Si el conductor del trailer que envistió a tu padre se encontraba


en estado de ebriedad, ¿Cómo explicas que haya conseguido huir sin
ningún problema? ¡No tiene sentido!, Los reflejos le fallaron cuando se
estampó contra el vehículo de Lorenzo, pero al momento de pisar el
acelerador a toda velocidad se largó sin más, sin provocar caos u otro
accidente de tráfico-

-¿Un golpe de suerte tal vez?- Se me hizo la respuesta más lógica -Además
no es raro que después de un fuerte susto se baje el efecto del alcohol-
Expuse con profesionalismo

-¡Vamos Silvia! Tienes que pensar como policía, Han pasado casi 24
horas de lo ocurrido y no han encontrado el trailer, es como si ya
hubieran tenido planeado un lugar para esconderlo-

-Me parece que está buscando culpables en donde no los hay-

-No te parece extraño que el trailer no tuviera razón social, ningún indicio
de que perteneciera a alguna empresa, y nadie ha reportado el robo de
un trailer o la desaparición de uno de sus empleados-

-Pero es que no ha transcurrido ni un solo día de lo sucedido, creo que es


normal que no haya reportes y también me resulta normal que no
encuentren el trailer-

-Algunos de los testigos pudieron proporcionar una leve descripción del


individuo y consiguieron armar un retrato hablado del conductor,
deberías pasarte por San Antonio y revisar el expediente con lujo de
detalle porque las características físicas de ese hombre coinciden
bastante con las de un asesino a sueldo de baja monta, al cual llevamos
rastreando desde hace meses y sabemos que se caracteriza por
participar en asesinatos que logran camuflar como accidentes-

-Pero es que de solo pensarlo se me enchina la piel- Dije sin más con los
ojos como par de platos.

-Lo sé...Es duro saber que hay alguien que está cavilando la forma para
deshacerse de ti-

-Pero lo más terrorífico es que si fallaron lo volverán a intentar-

-Esa es otra de la razón por la que estamos aquí- Señaló con la mirada la
fachada de la cafetería a la que justo acababan de arribar -Debemos idear la
manera en que tu padre se encuentre vigilado las 24 horas y sí es
posible favorecer la propagación de los rumores que indiquen que está
en coma o que tiene muerte cerebral y si no le han desconectado ha sido
a la espera de que algo divino suceda- Me sugería mientras nos
acomodábamos en una mesa

-¡Tenemos que dar con esos hijos de puta!- Exclamé con tanto odio que
podía notar perfectamente mi sangre en ebullición y apreté los puños con fuerza.

-Cuenten conmigo para eso, no solamente por el cariño que le tengo a


Lorenzo y por todo el tiempo que llevamos tras los pasos de ese cabrón-
Me miró con cierto desprecio que de sobra sé no iba dirigido hacia mi persona,
más bien me pareció que era la repugnancia contenida contra todos los crímenes
que se quedaban impunes -¡Creo que es cuestión de Justicia!-

-Gracias- Fue todo lo que atiné a decir, dándome por aludida quizás...Y es que yo
misma me había convertido en participante de crímenes impunes, la verdad es que
hacía mucho tiempo que yo misma había dejado de creer en la dichosa Justicia.

-¿Tú sabes si tu padre tiene algún enemigo?-

-Bueno...Es policía, ha encerrado a mucho gilipollas y más de uno le ha


propinado montones de amenazas-

-Claro, eso nos sucede todo el tiempo, es nuestro pan de cada día...Pero
piensa, alguno realmente poderoso, que tuviese interés en hacer
desaparecer a Lorenzo, sobre todo piensa en alguien que no esté preso,
más bien que le estén investigando y ¡Claro!, a esa persona no le
convenía que el Comisario Castro fuera asesinado porque las sospechas
iban a recaer directamente sobre él-

-Es verdad- Asentí con mis pensamientos vagando a mil por hora, intentando
recordar rostros, nombres, expedientes, los últimos casos en los que había visto
como mi padre se apasionaba había sido el que supuestamente supervisaba Pepa,
ese relacionado con desmantelar a un grupo de crimen organizado y pues quizás
también lo vi muy aferrado a vigilar a Daniel Gutierrez, el hombre que me atacó,
que de hecho a estar altura ya estaría bien muerto. -Si se hubiese tratado de
una venganza lo habríamos encontrado acribillado o mutilado adentro de
alguna zanja, pero la verdad es que no tengo idea-

-¿No sabes si recientemente ha estado colaborando en algún caso con


Marina Salgado?-

Sentí mi rostro palidecer.

Dicen que quien nada debe nada teme, tal vez yo comencé a delirar que este
hombre sabía mucho más de lo que aparentaba cuando no fuese cierto, pero es
que yo ya debía muchas y por tanto me encontraba temerosa.
-Bueno hace unos meses...Pero mi padre es muy discreto con esas cosas
y la Comandante Salgado no que me tenga mucha confianza, por lo
general ella trabaja con su propio Forense y a mi no me dan acceso a las
pruebas- Mentí no sé por qué, quizás porque sentía que de esa forma protegía a
Pepa y tristemente ¡A mí misma!.

-Pues habrá que plantearle la situación a Marina, solamente ella puede


saber si recientemente se estaba manejando información clasificada en
San Antonio que pudiera ser la causa de que atentaran contra la vida de
tu padre-

Es verdad que mi padre era muy discreto, pero la verdad es que Marina confiaba
mucho en mí, además desde que éramos algo así como familia, ella me mantenía
al tanto prácticamente de todo lo que sucedía, incluso en algunas reuniones nos
platicaba de ciertos casos y estoy segura que si hubiese tenido conocimiento de
que mi padre podría correr peligro me lo hubiera dicho.

-Vale- Respondí.

Para cuando nos tomamos el café, prácticamente ya me había dicho todo lo que
había venido a decirme, sin embargo mi padre ya estaba consciente y en perfectas
condiciones para que tuvieran una platica cara a cara, ¿Quién mejor que mi padre
para conocer a sus enemigos?

Sabiendo que lo iba dejar en buenas manos, decidí lanzarme para Comisaría,
necesitaba asignarle a un par de Agentes que montaran guardia en el Hospital,
tanto en interiores como en exteriores y sobre todo un par de hombres que no se
movieran de la puerta, debía tramitar una orden para controlar las visitas, elaborar
una pequeña lista con los posibles nombres de las personas que pudieran ir a
visitarle.

Lo primero con que me encontré al llegar a Comisaría fue al Agente Curtis Naranjo,
que se dirigía hacia mi tan pronto me vio subir las escaleras que conducían a mi
laboratorio.

-Inspectora- Me llamó.

-Dime Curtis- Le respondí secamente, él y yo nunca habíamos tenido ninguna


especie de vinculo cercano y desde que se dedicaba a devorarse a Pepa con la
mirada, la verdad es que su presencia no me hacía ninguna gracia.

-Necesitamos que firmen la orden de Traslado de Daniel Gutierrez, ya


que no está tu padre...Tú eres la única facultada para hacerlo-

-¿Traslado de Daniel Gutierrez?- Pregunté sin creer lo que me escuchaba -Me


informaron que había muerto-

Pero Curtis negó con la cabeza.


-Ya sabes que los chismes corren rápido en esta Comisaría pelirroja- De
pronto me tuteo, típico en un tío carente de tacto y educación. -Eso mismo se
decía de Don Lorenzo y está fuerte y sano como un roble-

-¡Ah!...Con respecto a eso...- Recordé las palabras del Comisario Montero


-Tenemos fuertes sospechas de que a mi padre lo intentaron asesinar, así
que te voy a pedir dos cosas- Le informé cuidando mi tono, no quería ser
déspota con él, ni mezclar el trabajo con antipatías personales -Necesito que se
filtre el rumor de que mi padre está agonizando, que incluso es probable
que solamente estemos esperando para desconectarle- Observé que mi
miraba con cara de “Pero es que ...¿Tú te has vuelto loca o que coños te pasa?”
-Si de veras quisieron asesinarlo, intentarán terminar lo que dejaron
inconcluso- Le aclaré y entonces pareció comprender.

-Y lo segundo que quiero pedirte es que organices una brigada de


Agentes para que no entre ni Dios sin que nosotros estemos enterados y
a la habitación de mi padre solamente podemos entrar Lola, mi cuñado,
Rita, Povedilla, la Comandante Salgado y yo...¡Ah!- ¿Para qué mentir? Esto
último lo haría por pura maldad -¡Y claro está que Pepa- Le informé con una
sonrisa.

-Pero si el Comisario no tolera su presencia a menos de cien metros de


distancia-

-Eso era antes- Le dije con cara de “Y que lo sepas” -Seguramente estará
entrando y saliendo conmigo muy a menudo porque...-

-¡Vaya que ustedes se han hecho muy amigas pelirroja!- Esbozó una
sonrisa de medio lado -¡Que digo yo que deberías echarme una mano con
ella! -Me pidió con pose de galán.

Entonces sonreí y negué con la cabeza -A ver Curtis que Pepa y yo estamos
juntas- Nunca fue tan agradable convertirme en portadora de tan magníficas
noticias.

-¿Juntas?- Preguntó como esperando haber escuchado mal -¿Juntas, juntas?-

-Juntas, juntas- Sonreí -No habíamos dicho nada porque mi padre aún no
lo sabía y sabes como se pone, pero ahora él ya ha aceptado nuestra
relación y ¡Qué mas da que todo San Antonio se entere!-

-¡Vaya pues...Si algún día les apetece un trío colóquenme a la cabeza en


la lista de opciones- Decía mientras se pasaba la mano por su enorme y
desagradable bigote

-¡Curtis!- Le fulminé con la mirada.


-Bueno no te enojes que era sólo si les llegase a apetecer...-

-Mejor volvamos a lo nuestro, dime...¿Cómo es eso de que Daniel


Gutierrez está con vida?-

-Pues un recluso intentó clavarle un cuchillo en las regaderas, pero lo


pillaron a tiempo-

Pero...¿Por qué yo no sabía nada...?

¿Acaso Pepa estaba enterada de aquello...?

¡Claro que sí, ella siempre tiene el control de absolutamente todo lo que pasa con
sus hombres!

¿Por qué no me dijo nada...?

Todos estos pensamientos surcaban mi cabeza provocándome una ola de


indignación, y es que seguramente había callado para no preocuparme...

¡Y lo estaba haciendo otra vez! ¡Me estaba subestimando, como si yo fuera una
niñata tonta, cobarde, débil y toda la bola de adjetivos ofensivos para una
Inspectora Científica de mi capacidad intelectual como lo era yo!

Entonces sonó mi móvil.

Era mi padre que llamaba desde el teléfono de Lola.

Me excusé con Curtis con la mirada para tomar la llamada.

-Hija...Escucha...- Resonó su voz sin si quiera tomarse el tiempo de saludar, sin


lugar a dudas el motivo de su llamada tenía que ser muy importante -Estoy aquí,
todavía con el Comisario Montero y ya me puso al tanto de la platica que
tuvieron, estoy seguro que todo esto está relacionado con el tipo que te
atacó...con Daniel Gutierrez-

-¿Con Daniel Gutierrez?- Pregunté incrédula, ¿Que tenía que hacer un pobre
diablo como él atentando contra la vida de mi padre? En mi cabeza un acto de
venganza había quedado descartado desde el principio.

-Ayer intentaron asesinarle, un convicto que seguía las órdenes de


alguien más-

Y entonces sí...Un escalofrío azotó por todo mi cuerpo.

Si el sicario hablaba...¡Todos nos íbamos a la mierda!.

¡Debía informarle de todo esto a Pepa!


Al menos ese fue mi razonamiento tan ingenuo.

-¿Las órdenes de alguien?- Hice un esfuerzo sobre humano para que me saliera
la voz.

-Sí...Debe ser alguien muy poderoso, estoy seguro que detrás de todo
esto se esconde algo muy gordo, yo pensaba negociar con ese hombre y
ofrecerle un piso franco a cambio de que nos proporcionase nombres -
Me explicó, pero eso no tenía sentido, estábamos perdiendo el tiempo...¡Siguiendo
la pista equivocada! -Pero ya sabes cómo es la Salgado!- Alzó voces por el
teléfono como reviviendo su cabreo hacia ella -Siempre hay que hacer las
cosas a su modo y no me dejó interrogarle, me dijo que podría hablar
con él hasta hoy por la tarde-

Eso significaba que...

¡Todos estaban enterados!

¡Me lo habían ocultado y...!

De pronto todo comenzó a cobrar sentido.

Nunca aquella frase contenida en ese viejo poema de Neruda había cobrado tanto
sentido para mí...”Los recuerdos irrumpían en mi mente como una espada en
gotas, como un desgarrador río de vidrio...”

La repentina llamada de Marina.

La misteriosa salida de Pepa, que ahora recuerdo se puso nerviosa.

Su atípica borrachera, su actitud tan extraña, la manera tan poco sutil con la que
me había follado, porque esa noche no me había hecho el amor, ¡Me había follado!

Las últimas palabras pronunciadas por mi padre resonaban en mi cabeza, “No


podría interrogarle hasta hoy por la tarde”

¡Claro!

¡Y es que hoy por la tarde él ya debería estar muerto!

Apreté el móvil con todas mis fuerzas como si pretendiera exprimirle jugo.

-¡Hija!- Sonó de nuevo la voz de mi padre, yo estaba en mi propio mundo, pero


creo que se escuchaba un poco cabreado -¿Me estás oyendo?-

-Lo siento papá, tengo que colgar, en un rato te marco ¿Vale?- Y colgué sin
esperar su respuesta.
¡No podía ser verdad!

Sin embargo absolutamente todo encajaba.

“Mi delito es la torpeza de ignorar


que hay quien no tiene corazón”

Entonces las nubes aparecieron tiñendo el cielo de gris.

Solamente puedo suplicarle a Dios que esto no sea lo que parece, que no sea lo
que estoy pensando.

¡Dios mío, por favor permíteme estar soñando!

Y entonces recuerdo que fui yo misma la que renuncié a Dios, la que me metí en la
misma cama con el diablo.

“Hoy me doy cuenta que te amé


que mi vida la dejé en un sueño que soñé,
¡Como me duele saber que solamente yo lo soñé!”

¿Cómo puedo pretender que no he descubierto la mierda escondida detrás de


falsas palabras de amor?

Y el mundo se me cae encima a pedazos.

Ahora lo comprendo todo...Debemos confiar en un asesino, debemos confiar en


que nunca van a cambiar.

-¡Silvia!- Curtis paseaba su mano frente a mis ojos para que reaccionara -¿Estás
bien?-

Entonces me espabilé un poco y miré a Rita sosteniendo una botella de alcohol en


la mano y un trozo de algodón en la otra.

Fue cuando me di cuenta que yo observaba la escena tendida en el suelo.

Me había desmayado, supongo que de la impresión.

-Silvica...¿Cómo te sientes?- Me preguntó con sincera preocupación.

-Bien...- Mentí -...Creo que se me bajó la presión-


-Y ¿Cómo no? Si no has dormido nada y apenas has comido, ¡Anda que te
llevo a casa a descansar!

A casa. Yo ya no tenía casa, yo ya no tenía nada.

Y es que si Pepa no tiene alma, entonces yo no tengo nada.

¡Corrección! Sí que tiene alma, ¡Simplemente la tiene podrida!

-No te preocupes Rita- Me reincorporé despacio -Ya estoy bien-

-De todas maneras yo te llevo a casa que todavía estás muy pálida y con
lo blanca que eres zagalica te ves verde-

Comprendí que no me dejarían ir sola y de cierta forma se lo agradecí en mis


adentros, no creo que yo estuviese en condiciones para conducir.

-Llévame al piso de Pepa- Le pedí sin pensar, pero por primera vez supe que yo
ya no era la misma, supe que al igual que a ella, se me había podrido el alma, se
me había contaminado de odio, de sed de venganza.

-Ya me dijo Curtis que están juntas- Sonrió dejando al descubiertos aquellos
dientes tan peculiares.

Y entonces asentí con lo poco que me quedaba de vida.


Durante el trayecto a casa no pronuncié palabra, quería evitar preguntas y
comentarios jocosos por parte de Rita acerca de mi relación con Pepa a como
diera lugar. Así que me recliné en el asiento del copiloto y cerré los ojos, para fingir
que dormía.

Dormir, dormir, dormir, eso era lo único que quería, dormir para nunca despertar,
cavar un hoyo tres metros bajo tierra y meterme allí para no salir jamás.

Abrí los ojos, en realidad si me quedé dormida, aunque no me di cuenta a qué hora
ni cuánto tiempo.

Rita me informó que ya habíamos llegado.

Abrí la puerta del coche patrulla en que me había llevado hasta casa...

Hasta casa...¿Cómo me explicó a mí misma que esa ya no es mi casa?

¡Que nunca lo fue!

Me ofrece su brazo para que me apoye en él porque aún me percibe muy débil.

Que fuerte es caminar por esa maldita acera, por la que solíamos pasear tomadas
de la mano, por la misma en donde tantos besos nos regalamos.
Ahora solamente quiero verla, quiero que venga y llene todas las páginas de mis
fantasías, quiero aplastarla...Verla retorcerse en el suelo sucio como a una
cucaracha después de rociarla con insecticida, quiero que sufra, que llore que
suplique de la misma forma en que yo supliqué por la vida de mi padre, mientras le
pongo una jodida mágnum en la cabeza.

Y conforme me adentro al edificio me doy cuenta que tengo miedo, que tengo asco
de mí misma.

Es horrible temer al sitio que una vez amaste, al sitio que una vez consideraste tu
hogar, es horrible estar frente al ascensor que abordas todos los días y tener
miedo de entrar en él, es horrible estar frente al quicio de tu puerta y no atreverte a
cruzarla, es horrible mirar tu habitación y temerle a las sombras que se forman en
la ventana.

Pero ella no está.

Y como una autómata despedí a Rita y le prometí que descansaría, pero tan pronto
se fue me puse a buscar las llaves del carro de esa perra.
Lo único que le importaba en la vida eran los lujos, el dinero, no tenía espacio en
su vida para los sentimientos, y le iba a pegar en donde más le dolía, en su puto
“Bebe amarillo” y después yo misma me encargaría de que no volviera a joder la
vida de alguien...

¡Nunca más!

“Voy a escanear la Ciudad hasta encontrarte,


Hay un demonio poseyendo mi ser,
Habitando en mi cabeza,
Me he trastornado por completo,
Así que mejor corre antes de que pueda alcanzarte,
Huye y escóndete como la cobarde que eres,
Porque voy tras de ti para destruirte”
CAPÍTULO XIX. LA TORMENTA

“Si vas a tener un mundo sin tiempo para los sentimientos,


no creo que yo quiera vivir en él”

23 de octubre, 09:12 horas.

PERSPECTIVA DE PEPA

Me duelen mis errores por todo el cuerpo, no creí que esa confianza que un día mi
pelirroja depositó en mí...Pudiera lastimar tanto...

Y es que siento cómo se me esfuman los latidos del corazón, la sangre se me


paraliza, se me congelan las venas y las malditas persianas están abiertas, pero
no entran los rayos del sol...

Yo solamente quiero que nos tendamos encima de éste sofá, que recuerde que es
nuestro lugar...

Suyo y mío nada más.

Que olvida lo que he hecho, por favor...Solamente pido que lo olvide y recostarnos
aquí, juntas, ¡Como tantas veces lo hicimos!

Que me regale esa sonrisa que me da el aliento para respirar, que me devuelva la
ilusión que me daba todos los días solo verla despertar...

¡Silvia...No puedo seguir así!


Otra noche más sin dormir, una hora más que transcurre y yo no sé nada de ti.

-¡CUARENTA Y DOS!...- Grité al fin con desesperación mientras daba vueltas por
el salón de mi apartamento como una endemoniada, había transcurrido toda la
madrugada en silencio, quizás porque sabía que merecía este tormento y no
quedaba nada por decir...Solamente la maldita espera -Cuarenta y dos horas
desde la última vez que hablé con ella- Cambié mi tono de rabia y
desesperación por uno de más humildad, quizás de resignación al castigo.

-¿Quieres que hablemos?- Me preguntaba Sara con dulzura, sé perfectamente


que no encontraba las palabras que me hiciesen sentir mejor y aún así se negaba
a dejarme sola, con todo y que sé de sobra yo no era ni por mucho, la más grata
de las compañías en aquel momento.

Yo negaba con la cabeza y apretaba con rabia los labios, reprimiendo esos
sollozos ahogados que clamaban por emerger a la superficie.

-Vamos Pepa, que seguro Silvia está bien, las malas noticias vuelan y tú
lo sabes-

-¿Y de qué me sirve que esté bien si...De todas formas la voy a perder?-
Le pregunté rindiéndome ante el dolor, si bien no me desmorecí en llanto, si dejé
que las lágrimas fluyeran libremente dejando sus huellas de humedad por toda mi
cara.

-Pfff...No puedes ser tan egoísta tita, cuando amas de verdad deseas lo
mejor para esa persona aunque no sea contigo- Me miró con reproche, yo sé
que tenía razón, pero es que yo no podía entender eso, yo no era una persona
ordinaria, y definitivamente no estaba sana ni emocionalmente equilibrada.

-Pues no me importa ser la persona más egoísta de este puñetero


mundo, pero si Silvia no está junto a mí, Yo...- Y entonces sí, no pude más y
exploté, mi voz se desbarató en llanto -Yo...¿Para qué quiero vivir...Si no soy
nada sin ella?-

-No digas tonterías que hasta hace unos meses tú eras muy feliz sin
haberla conocido-

-Pero es que tú no entiendes, que yo no era feliz, vivía en un vacío


inmenso, solamente que no me daba cuenta porque nunca había
probado lo que era sentirme completa-

-Vamos Pepa - Me abrazó con ternura -Que para bien ó para mal, la misión
de eliminar a Don Lorenzo fracasó y él está vivo, no te será nada fácil
pero si tienes paciencia y le das tiempo...Ella tal vez...-
-¿Tiempo?- Le pregunté saltando rápidamente del llanto a la ira, ¡Y es que para
Sara era tan fácil decirlo! -¿Cuánto sobrina?- De nuevo negué con la cabeza -Si
de sobra sé que una eternidad no le alcanzará para perdonarme,
mientras que a mí...- Y entonces intenté limpiar esas lágrimas que inundaban
mis ojos y nublaban mi campo de visión -A mí no me va a alcanzar una
eternidad para olvidarla-

Y hay veces que las palabras sobran porque ya todo ha sido dicho y mi sobrina
parecía comprenderlo, al fin parecía que aterrizaba en su cabeza la idea de que la
asesina despiadada de su tía por primera vez había tenido algo real, algo que me
llenaba la vida...Que le daba sentido a mi existencia e irremediablemente lo había
perdido.

Y tan sólo me acunaba entre sus brazos mientras el ensordecedor sonido del
silencio me recordaba que ya nunca más volvería a enredar mis dedos en su
cabello.

No había marcha atrás, el daño estaba hecho, supongo que ahora quedo fuera de
su vida.

Ó tal vez no...

Tal vez me quede demasiado dentro, como una estaca clavada en su corazón,
destrozándole la vida cada día, tan destrozada como ya la tengo yo.

De pronto sonó el móvil de Sara, quien no tenía la menor intención de atender al


llamado y se excusó por la interrupción, mientras tomaba el aparato entre sus
manos solamente para silenciar el timbre.

-Es Lucas- Me informó al mirar la pantalla, como si de encontrar mi aprobación


para cogerle la llamada se tratase.

Asentí.

Lucas se estaba encargando de buscar a Silvia hasta por debajo de las piedras y
tenía la orden precisa de no cesar hasta encontrarla.

Observé la cara de angustia bosquejada en el rostro de mi sobrina quien no decía


nada, únicamente escuchaba lo que decía su marido al otro lado de la línea.

-Pon el altavoz- Le exigí con firmeza.

Me miró con un semblante que dejaba entrever lo poco conveniente de aquello,


sus ojos me sugerían no escuchar, pero esa no era una opción valida en aquellos
momentos.

-¡SARA, PON EL PUTO ALTAVOZ YAA!- Reiteré enérgicamente.


Al fin obedeció y con un gesto que decía más que mil palabras, algo así como un
“Lo siento de verdad”, le pidió a Lucas que repitiera lo que le acababa de decir
para que yo escuchara.

-Encontramos tu coche a unos 15 kilómetros de la ciudad, en la carretera


que conduce al puerto de Navacerrada...- Y entonces guardó silencio por un
instante, quizás esperaba que fuera yo la que lo interrumpiese, pero no lo hice, así
que no tuvo más remedio que continuar -En el fondo de un acantilado- Tomó
aire y entonces terminó -Está completamente destrozado-

-¿Y ella?- Fue lo único que acerté a decir.

-No, no hay rastro de la pelirroja- Me informó con preocupación, supongo más


por mi reacción que por la vida de la propia Silvia.

-Pero alguna pista debes tener Lucas, ¿Que acaso no eres un Agente
entrenado por la CIA?- Le reté porque en ese momento estaba perdiendo el
control, ya no sabía ni que lo que pensaba, ni lo que sentía, estaba como atrapada
en un sueño, en donde absolutamente nada es lo que parece, o tal vez estaba
atrapada en la realidad y pretendía vivir dentro del sueño.

-Pepa, sé que no es fácil pero te pido paciencia, no podemos asegurarlo


pero lo más probable es que cuando el carro cayó al vacío no tuviera
conductor-

-Pues llévalo con un Forense automotriz que dictamine exactamente lo


que ocurrió-

Pillé a Sara conteniendo una risita, después de todo, “Lo de Forense automotriz”
brindaba una pequeña esperanza de que la vieja Pepa, aquella que gustaba de
gastar bromas, pudiera reaparecer de un momento a otro.

-A ver escucha- Intentaba tranquilizarme Lucas -No encontramos residuos de


sangre que pudieran significar que Silvia viajara ahí dentro-

De cierta manera, aunque no me estaba dando nada concreto, pues medio


consiguió su objetivo, porque me relajé un poco. El problema era que tampoco
estaba mi Revólver Mágnum Desert Eagle, calibre 44 de colección.

Era un regalo que me había hecho Sara un par de años atrás para intentar
alegrarme una Navidad. Y junto con mi coche, eran mis dos bienes más preciados
y ¡Por supuesto que Silvia lo sabía!

En más de una ocasión me reprochó medio en broma, medio en serio que quisiera
más a mi “Bebé Amarillo” y a mi Desert Eagle que a ella.
Hasta cierto punto consideré predecible que el carro fuera a resultar deshecho,
aunque lo que me preocupaba era que Silvia pensara en estamparse con él, pero
algo me decía que ella estaba bien, al menos físicamente.

Ahora mi segunda preocupación era que se fuera a pegar un tiro con mi arma.

Y ese pensamiento me aterraba.

¡Es que era demasiado impulsiva! De pronto recordé que en una ocasión introdujo
un cadáver al maletero de la pareja de un ex-novio.

Y entre todo mi dolor, no puedo evitar sonreír al tiempo que se me escapa una
lágrima, y es que éramos tal para cual, la una para la otra.

¡Un par de enfermas mentales que nacieron para estar juntas, para amarse, para
quererse, para cuidarse, para complementarse!

-Seguiremos buscando- Me dijo Lucas al notar que yo no pronunciaba palabra.

-Y no pararán hasta encontrarla- Le advertí con odio, de pronto recordé que


había sido justamente él, quien me coaccionó para dar esa maldita orden.

La más dolorosa que había dado jamás.

Después de que finalizara la llamada con Lucas, le pedí a Sara que se fuera.

Ahora sí...Necesitaba estar sola.

Pensar lo que se me venía encima, y al mismo tiempo luchar por dejar mi mente en
blanco, ya que cualquiera de los escenarios posibles eran más que desoladores.

Mi sobrina no estaba muy convencida de dejarme, sabía de sobra cómo era yo y


que en cualquier momento podría cometer una locura y para esas...¡Ya suficiente
teníamos con Silvia, que a saber lo que estaba tramando!

Sin embargo, cuando me pongo de malas puedo convertirme en un ser descortés y


de trato rudo, incluso con aquellos seres a los que amo.

Así que prácticamente terminé por pedirle de muy mala manera que se largara, no
sé, quizás hasta le haya cerrado la puerta en la cara.

Me senté en el suelo del salón, con una botella de Black Label en mano y me puse
a beber directamente de la boquilla como un alma en pena, con la desesperación
de alguien que ha perdido todo en la vida, incluso la esperanza de levantarse y
comenzar de nuevo.

Solamente había sentido semejante dolor en el pecho cuando murieron mis padres
y cuando aquel hijo de perra me violó.
Ahora me sentía igual de perdida ó tal vez peor.

Porque la diferencia era que ésta vez, la culpable de todo esto había sido yo.

09:46 horas.

Se define como “Agazapado” al individuo que se encuentra oculto, al acecho de su


víctima, como un felino a punto de saltar sobre su presa para destrozarlo con sus
garras.

Así mismo se encontraba la alguna vez racional Silvia Castro, agachada tras un
arbusto en la acera de enfrente de la que hasta un par de días atrás había sido su
casa.

Tenía dos puntos en la mira, la puerta que daba entrada al edificio y el coche de
Sara.

Sabía que la rubia se encontraba ahí dentro, lo cual significaba que Pepa no
estaba sola.

Había perdido la cuenta del tiempo que llevaba ahí esperando, aguardando por
una posibilidad de encarar a la morena sin testigos, porque esa cuenta que tenían
pendiente era sólo cosa de dos.

Llevaba quien sabe cuantos días sin pegar el ojo, los días más terribles de toda su
existencia, estaba desquiciada, llena de rabia y sedienta de venganza, dispuesta a
todo sin tocarse el corazón, porque simplemente ya no tenía, la morena se lo había
robado, únicamente para jugar con él como un guiñapo.

No le importaba nada, solamente pensaba en la Mágnum oculta debajo de su


chaqueta, llevaba horas y horas soportando las inclemencias del clima, armándose
de valor para jalar ese gatillo, y ahora por fin estaba lista.

No tendría miedo, ni compasión, ni remordimientos.

La sensación de que una puñalada se incrustaba en su pecho se desató tan pronto


como miró salir a Sara del edificio.

No sabía si debía llorar o esbozar la más macabra de las sonrisas.

No hizo ni lo uno ni lo otro, simplemente apretó los dientes con fuerza, harta de
contener esa rabia, y es que destrozar con un bate de béisbol el Porsche de Pepa
no le hacía sentir mejor, no le le había resultado suficiente.

Ya nada le parecía suficiente, porque jamás volvería a ser la misma.


Entró utilizando sus llaves con cotidianidad.

Se topó a un par de rostros conocidos y les dio el buen día como siempre lo hacía.

Se detuvo justo frente a la puerta de su piso.

Su piso, su piso, alguien debería sacudirle la cabeza y modificar todos sus auto-
esquemas, “Ese ya no era su piso, esa ya no era su puerta, esa ya no era su vida”.

Tomó aire, el suficiente para reunir el valor que le hacía falta y hacer girar el
picaporte.

Al darse cuenta que la puerta se abría, Pepa se sobresaltó, la casa estaba en


completo silencio y prácticamente en penumbras, así que sujetó con fuerza la
botella de Whisky y se puso de pie intentando averiguar la procedencia de aquel
sonido.

Cuando pudo distinguir que alguien había entrado, se topó con la anatomía de
Silvia, a escasos centímetros de ella.

Una sensación de alegría y al mismo tiempo de temor recorrió todo su cuerpo.

No sabía que decir, únicamente se limitó a clavar sus ojos de miel en aquellos
color negro a los que tanto amaba, pero estos habían desaparecido, eran muy
distintos a cuando los había visto por última vez.

La mirada de la pelirroja estaba vacía, no reflejaba absolutamente nada, ni siquiera


dolor, ni siquiera odio, mucho menos amor.

-Silvia...- Se atrevió a decir -¿Dónde estabas?- Le preguntó sin más, con la


esperanza quizás de que nada fuera realmente lo que en esencia
parecía.

-No lo sé- Se encogió de hombros, aún con el vacío en la mirada -En el infierno
tal vez- Pero ésta vez, el odio hizo mella de sus ojos.

-Nada es como parece- Intentó explicarle tanto como su propia vergüenza se lo


permitía y abandonó el whisky por el suelo.

-No te atrevas a negarlo, ni siquiera lo intentes- Le amenazó la pelirroja

-Pelirroja...Tranquilízate por favor- intentaba conservar la calma


-Necesitamos hablar-

-No quiero escuchar tus mentiras- Le advirtió con la mirada perdida en algún
punto dentro de la nada.
-No te voy a mentir, solamente quiero explicarte- Y entonces de forma
instintiva dio un paso hacia donde se encontraba su chica.

-Es que tampoco quiero escuchar tus verdades, todas tus razones son
una mierda- Respondió en medio de sollozos -Fui una imbécil y solamente
era capaz de escuchar las cosas que tú decías...Y yo te creía-

-Me creías porque me quieres...- Un nuevo paso al frente la posicionaba más


cerca de su pelirroja -Porque sabes que te quiero- Intentó decirle con dulzura y
de nuevo avanzó un par de centímetros, justo los suficientes para rozarle el brazo
con las yemas de sus dedos -Por favor vamos a sentarnos para hablar -Le
suplicó con la mirada

-¡No te me acerques! - Le exigió con un grito de furia y en ese instante


desenfundó la pistola que ocultaba debajo de su chaqueta, que en efecto resultó
ser la sagrada Mágnum que Pepa tanto atesoraba,

-Guarda eso cariño- Le pidió intentando mantener la calma, pero aunque no


quería demostrarlo, había tanto odio dentro de sus ojos que por un momento creyó
que dispararía

-En tu puta vida vuelvas a llamarme así ¿Me escuchas? ¡En tu puta vida!-
Gritaba completamente fuera de sí, mientras sostenía el arma con manos
temblorosas a la altura de su pecho, apuntando con dirección hacia Pepa.

-¿Entonces que coños quieres Silvia? - Le preguntó con los brazos en los
costados -¡Las dos sabemos que tú no eres una asesina!- Le recordé
solamente para inyectarle la idea de que no le tenía miedo.

-Me convertí en una cuando comencé a inmiscuirme en tus “Negocios”-


Encomilló con los dedos sarcásticamente la última palabra -¡Si he matado a
gente inocente...Qué más da acabar contigo que no mereces ni el puto
aire que te respiras!-

-Yo no quería- Le dijo derramando una lágrima al fin -...Te lo juro que jamás he
querido hacerte daño-

-¡CÁLLATE!- Vociferaba en medio del llanto - Y no te atrevas a hablar de


hacer daño, porque tú no tienes ni puta idea de lo que se siente que te
hagan daño, hace mucho que se te olvidó, que dejaste de tener
sentimientos- Negó con un movimiento de cabeza -La gente como tú no
siente nada-

-No digas eso por favor- La morena también negaba con la cabeza, y al igual
que Silvia comenzó a desbaratarse entre lágrimas y lamentos llenos de dolor - Que
yo te amo- Le susurró
Silvia volvió a negar sacudiendo la cabeza mientras colocaba la punta de la
Mágnum en la frente de Pepa -¿Sabes cuál es tu maldito problema...? ¡Que
no estás acostumbrada a que te quieran, que no eres capaz de recibir
amor!-

-Baja el arma- Le pidió una vez más, mientras se secaba las lágrimas y sentía
como ambos cuerpos temblaban, el de la violinista por el miedo, el de la Forense
por el odio -No tuve otra opción- Le buscaba la mirada, pensaba que era la
única manera de aminorar aquella furia que corroía por las venas -¿De veras
crees que si la hubiese tenido habría hecho algo que destrozaría la vida
de la mujer con la que he soñado toda mi vida?-

-No hables de sueños Pepa, porque los humanos tienen sueños, hasta los
perros tienen sueños, PERO NO TÚ- Y aumentó la presión del revolver sobre la
cabeza de la Traficante -Tú eres tan sólo una máquina, ¡Una imitación de la
vida!, ¡Estás seca por dentro!-

Pepa se encorvó para que sus manos recuperaran la botella que había dejado en
el suelo instantes atrás -Ya me cansé de tu puto jueguito- Respondió con
coraje, con la idea fija de que Silvia únicamente pretendía insultarla, hacerla sentir
mierda, y que jamás tendría las agallas suficientes para descargar esa Mágnum en
su cabeza -¿Me vas a matar? ¡Pues anda coño, dispara!- La desafió.

-¿De verdad te importaría si te mato? ¡Por supuesto que no!- Se respondió


a sí misma -Porque no sufrirías, porque sería demasiado sencillo, te vuelo
la cabeza y te mando al puto infierno y te vas tan contenta como
siempre, sin causarte agonía - Hablaba con tanta frialdad que la sangre de
Pepa se había convertido en un río congelado -Y eso sería como un premio
para ti-

-Entonces...¿Qué demonios quieres? Has venido a insultarme y a tratar


de humillarme con toda esa bola de palabrería, pero no eres capaz de
hacerlo sin un revólver apuntándome en la puta cabeza- Le recriminaba, de
manera que ahora parecía que ella tenía el mismo derecho que Silvia para hablar
con odio e indignación.

-¿Te molestaría si te destrozo la columna vertebral...? Si te dejo lisiada


para el resto de tus días...¿Crees que podrías perdonarme?- Rió de la
misma manera que lo haría una psicópata - ¡Tan sólo te diré...”Es que lo
siento, no quería herirte, pero es que no tenía otra opción”- Fue el
sarcástico speech que Pepa pudo escuchar mientras bebía iracunda directamente
de la botella.

-Pues si eso te hará sentir mejor- Se encogió de hombros -¡ENTONCES HAZLO Y


DISPARA DE UNA PUÑETERA VEZ!- Le gritó con furia.

En ese momento toda la sed de venganza y el infinito dolor que Silvia sentía se
hicieron uno mismo, se unieron para sacar el coraje y disparar ese condenado
gatillo que tanto le costaba apretar.

Muchos flashes pasaron por su mente.

Don Lorenzo llevándola a la escuela.

Don Lorenzo cortando la tarta de cumpleaños para ella.

Don Lorenzo abrazándola con fuerza el día que se convirtió en médico.

Don Lorenzo aprobando su amor por Pepa.

Era su padre, lo amaba por sobre todas las cosas y apenas escasos días atrás
había estado a punto de morir asesinado.

Y su asesina estaba ahí, frente a ella, a su merced, solamente llevaría un segundo


vengarse, asegurarse de que no intentaría dañar una vez más al hombre que le dio
la vida.

Pero entonces los otros recuerdos aparecieron.

Pepa rodeando su cuerpo por la espalda en la sala de tiro.

Pepa salvándola de aquel loco que pretendía sodomizarla y a saber que más.

Pepa desnudándola con ternura mientras ambas temblaban.

Pepa haciéndole el amor como nunca antes se lo habían hecho.

Y ahí estaban cara a cara.


Ambas con los ojos inundados de lágrimas.

Ambas temblando por el miedo, por el odio, por la impotencia.

Ambas cerraron los ojos, la pelirroja no era capaz de disparar mirándole a la cara.

Pepa no era capaz de presenciar como Silvia la miraba con odio, dispuesta a
arrancarle de tajo la vida.

Y entonces sucedió.

El estruendo de un balazo resonó por todo el apartamento.

La sangre rápidamente comenzó a teñir de rojo la madera que cubría al suelo.

Pero la morena reparó en el hecho de que si había sido capaz de escuchar


semejante ruido, de sentir ese líquido caliente color carmesí mojando su cuerpo,
pero sobre todo si era capaz de experimentar ese dolor tan insoportable...

Solamente podía significar que aún se encontraba con vida.

-Te he dado en el brazo- Le informó Silvia con tranquilidad -Después de todo


tuviste razón, yo no soy una asesina- Bajó el arma y la dejó caer sobre la
duela.

Se apretaba con fuerza para no perder demasiada sangre -Eso quiere decir
que...- Decía con ilusión a pesar de que sentía aquel horrible dolor punzándole en
la herida.

-No morirás aquí...¡Pero vivirás el resto de tus días para atormentarte


sabiendo que con tus asquerosas manos acabaste con lo único bonito
que has sido capaz de provocar en tu vida! Ese amor que sentía por ti,
esas ganas locas de estar contigo el resto de mis putos días para
quererte. Espero que a cada minuto transcurrido seas un poco mas
miserable y termines por pegarte un tiro-

Fue lo último que una Pepa perpleja escuchó de aquellos labios que tanto amaba,
antes de que la pelirroja abandonara su piso...Tal vez para siempre.

“Lo sé, amor,


Que te vas inevitablemente,

Aunque yo me aferre

Con la fuerza de un millón de soles

Y me arranque con las manos el alma

Y aunque se sequen mi ojos de llorar

Sé que no puedo hacer nada de nada”

CAPÍTULO XX. LA DESPEDIDA DESPUÉS DE LA CALMA

¿Es posible estar compartiendo un espacio con más personas, incluso charlar con ellas y
aún así sentir que el sitio está vacío?

¡Que se está completamente sola!

Y que no hay nadie realmente alrededor, al menos no capaz de brindarte consuelo, de


abrazarte el alma, de hacerte sentir que todavía queda mucho por vivir.

Solamente queda una mujer arrepentida por todo aquello que no fue capaz de ser, por
todos los sueños que nunca se convertirán en realidad, por toda esa maravillosa vida que
tenía y se ha perdido de vivir.

Una mujer que en el acantilado de sus ilusiones sueña con disfrazarse de viento para
volver a rozar a su Silvia.

Que desea desesperadamente convertirse en lluvia para volver a mojarla.

Disfrazarse de luz para colarse por la ventana de su habitación y embriagarse con su piel
todas las mañanas.
Que cambiaría todo lo que tiene para convertirse en una sábana y colarse dentro de su
cama.

Pero que para su desgracia, debajo de ese disfraz solamente existen las cenizas de un
juguete del destino que se rompió en su intento por amar.

11:26 HORAS.

-AAAUCH- Se quejaba la morena del dolor mientras Decker desinfectaba la herida


-¡Con cuidado Joder!-

-Tuviste suerte ¿Sabes?- Le informaba el también Forense -Que a esa


distancia tan corta y con una calibre 44 pudo haberte volado el brazo-

-¡Nada más esa me faltaba! ¡AGRRR!- Gemía del dolor -Que me quedara
sin brazo y no pudiera volver a tocar un violín en mi puta vida-

-Pues déjame decirte que estuviste muy cerca- Decía mientras aplicaba el
líquido sellador en la herida, ya que Pepa amenazó con pegarle un tiro si se atrevía
a suturarla -Y más te vale que durante las próximas 48 horas no muevas
ese brazo al menos que sea estrictamente necesario- Ahora era él quien la
amenazaba con la mirada -Yo no soy partidario de estas cosas - Decía
refiriéndose al sellador -Porque cualquier movimiento brusco y se te
puede abrir la herida-

-Está bien- Asintió -Voy a hacer todo lo posible para tener cuidado-

En ese momento apareció Sara con una copa de tinto en mano y y dos vasos con
whisky, uno para Pepa y otra para Decker.

-¿Cómo estás?- Se dirigió a su tía, mientras le dejaba el vaso en la mano sana.

-¿Cómo me veo?- Preguntó con tono de vieja cascarrabias -¡Toda jodida!-

-Bueno, al menos estás viva- Intentaba darle ánimos.

-Y la vida no sirve para nada si no tengo con quien vivirla-

-¿Otra vez con lo mismo?- Preguntaba la rubia algo cansada de darle vueltas y
vueltas al mismo tema. Miró a Decker con cara de “Por favor suminístrale un
sedante para que se calle y se duerma”, pero el Forense simplemente se encogió
de hombros con una clara actitud de “Yo mejor ni me meto”.

-¿Y qué quieres sobrina...?- Preguntó enfadada -Si es el único pensamiento


que surca por mi cabeza en estos momentos- Bebió todo el contenido del
vaso de un solo sorbo.
-Ya te dije que necesitas darle tiempo-

-¡QUE NO PUEDO JODER!- Gritó con impotencia -Cada segundo lejos de ella
me asfixia, ¿Qué de verdad es tan difícil de entender?- Sollozaba con
desesperación.

-Pero a ver...- Sara intentaba hacerla entrar en razón -No puedes buscarla
ahora, que hace menos de dos horas te acaba de pegar un tiro-

-Pues ya estará más tranquila ¿Cierto?- Dijo como sí fuera lo más natural del
mundo.

-Pepa pero es que Silvia está hecha una fiera, lo último que quiere ver es
a ti-

La traficante hizo mutis, ya no le quedaban argumentos, su sobrina tenía razón.


Solamente esbozó un gesto de infinita tristeza que destrozaba el corazón de Sara.

-Esto ya está- Les informaba Decker colocando una gasa sobre la herida, pero en
realidad ninguna de las dos mujeres ahí presentes lo escuchaban.

-Sólo dale unos días tita, un par de días y ya está ¿Vale?- Le dijo Sara con
dulzura, permitiéndole que conservara la esperanza.

Pepa asintió con una sonrisa forzada.

Esperaría.

MISMO DÍA, MISMA HORA, HOSPITAL 12 DE OCTUBRE.

Silvia cruzaba la puerta a paso muy lento, era como sí no quisiera llegar a su
destino final y es que estaba devastada por dentro y por fuera, se le
desmoronaban los huesos, se le desangraba el corazón, se le podría cada
centímetro de la carne y tenía que fingir entereza, debía aparentar que todo estaba
bien, tenía que ser fuerte...

¿Y cómo iba a ser fuerte si durante todo éste tiempo Pepa había sido su fuerza?

El motor que hacía latir a mil por hora ese corazón que ahora estaba marchito.

¿Y qué carajos se supone que debía hacer con todo ese dolor?

Vislumbró la habitación de su padre y se disponía a entrar, aunque sinceramente lo


hacía más por compromiso que de ganas, no tenía mucho valor para sostenerle la
mirada, ¿Cómo explicarle que llevaba durmiendo cinco meses en la misma cama
de su asesina?
¿Cómo explicaría su ausencia de casi dos días?

¡Mierda! “La vida es demasiado complicada como para tener que vivirla” Eran
justamente sus pensamientos cuando la puerta se abrió y vio salir a Lola.

-Hermana pero ¿Dónde demonios te habías metido? ¡Que nos tenías con
la angustia en el pecho!-

-Perdón, no era mi intención- Respondió cabizbaja

-Pero ¿Tú estás bien?- Preguntaba con preocupación la mayor de las hermanas
Castro.

“NO” Era lo que ansiaba gritarle al mundo entero -Sí...- Respondió en cambio
-...Pero necesitaba un tiempo fuera, reflexionar sobre muchas cosas...No
sé, estar sola y nada más-

-A ver Silvia que tú ya estás bastante grandecita para que nos pongamos
a pedirte cuentas de tu vida, pero ¿No te parece que debiste avisarnos
de esa repentina necesidad tuya por estar sola?- Le reprochaba sin duda.

-De veras que lo siento Lola, pero simplemente no me apetecía hablar


con nadie- Se encogió de hombros

-Pero es que papá aún se encuentra un poco delicado y esas


preocupaciones tampoco es que le ayuden mucho-

-Ya sé, estoy consciente de que fui una egoísta pero es que yo tampoco
estaba bien-

-¿Son otra vez esas crisis de ansiedad?- Preguntó Lola preocupada

La Forense asintió. -Pues me temo que sí, supongo que debo retomar el
medicamento-

-Antes de tomar esa clase de decisiones debes ir a que te cheque un


especialista-

-¿Y para qué?- Le cuestionó -Si ya sé perfectamente lo que me pasa-


Respondió con displicencia

-Deja la soberbia a un lado hermana- Le reprendió -Que si sigues con esa


actitud te vas a convertir en el vivo retrato de nuestro padre-

-Al menos él tuvo sus buenas épocas, cuando mamá vivía-

-¿Y qué pasa con Pepa?- Por la reacción de su hermana al escuchar la


pregunta, supuso que había dado en el clavo, ¡Seguro que había problemas con la
morena!
-Pues nada, que simplemente lo hemos dejado- Respondió intentando
restarle importancia al asunto.

-Pero...¿Qué me estás contando tú hermana?- Lola miraba a la pelirroja como


sí ésta hubiese perdido la razón -¿Cómo que lo han dejado?-

-Pues que me he dado cuenta que ella no es lo que estaba buscando...¡Y


ya está!- Respondió como si nada.

-¡Ah, no! Tú no me vas a venir ahora con ese cuento cuando hace apenas
un par de días Pepa era el ser más maravilloso sobre la tierra-

-¡Lola!- Silvia la miró con un gesto que solamente ella sabía poner, de esos que
dicen un ¡Por favor no me atosigues con eso ahora quieres! -Ya no estamos
juntas y punto, no me preguntes ya-

-Va venir siendo cierto eso que dice mi padre y solamente eres una niña
caprichosa que un día quiere una cosa y se aferra con su vida hasta
conseguirla y cuando ya la tiene, entonces decide que ya no le interesa-
Una Lola muy decepcionada miraba con dureza a su hermana menor.

-¿Sabes qué?- Preguntó la Forense hastiada de que juzgaran sus actos sin
conocimiento de causa -¡Piensa lo que quieras!- Y después de exclamar con
semejante frase adolescente de todo tacto, se dirigió a la habitación de Don
Lorenzo.

En menos de un minuto ya se encontraba situada frente a la puerta que daba al


cuarto del Comisario Castro. Abrió sin preguntar, simplemente entró y se encontró
con su padre recostado en una cama de Hospital, ¡Necesitaba mirar esa horrenda
postal todas las veces que fueran necesarias para recordar que debía odiar a Pepa
por el resto de sus días!

-¿Se puede saber en dónde cojones estabas?- Preguntó El Comisario


furibundo.

-¡Dios Papá! ¿Tú también?- Preguntó enfadada -¡Que Lola me acaba de dar
un sermón allí afuera por lo mismo-

-¡Pero es que Silvia que nos tenías a todos muy preocupados!- Le


informaba con su típico tono entre regaño y gimoteo -¡Que si no me muero del
golpe que me di en la cabeza, me matas tú de un infarto-

-¡No es para tanto!- Se defendía de mala gana.

-¿Te parece poco desaparecerte por dos días? ¡Que ni Miranda sabía
donde estabas metida!- Negó con la cabeza -¡Bonita relación la de
ustedes!-

-Te tranquilizará saber que ya lo hemos dejado- Le informó con tranquilidad


-¡Pero qué...! ¿Qué demonios pasa contigo Silvia?- Le preguntó en medio de
un reproche -¡Te enfrentaste conmigo por ella, defendiste esa relación a
capa y espada y ahora resulta que no es más que uno más de tus
caprichos!-

-Pero...¿Qué demonios está pasando con todo el mundo? ¡Primero que sí


lo mío con Pepa no va porque es una mujer y ahora que estoy mal
porque hemos cortado! -Decía indignada.

-¡Es que no puedes seguir comprometiéndote con medio mundo y


después decidir que siempre no estás enamorada!-

¡Joder! Pero es que...¿Cómo explicarles que lo suyo por Pepa no había sido un
capricho? ¿Cómo explicarles que la amaba más que a su vida? ¡Pero que con todo
y ese sentimiento que le cercenaba el alma...Lo de ellas simplemente ya no podía
ser!

-¿Podrías dejar de ser por un día el Comisario Castro, ese hombre que
solamente es capaz de juzgar a los demás y actuar únicamente como mi
padre? El hombre comprensivo que me apoya decida lo que decida?-
Preguntó molesta, pero la realidad era que tras ese fingido enojo se escondía una
infinita melancolía.

-Es que precisamente ese ha sido mi error contigo, ¡Apoyarte en todos


tus disparates!-

Silvia abrió muy grandes los ojos y la boca -¡No me lo puedo creer papá! ¡No
concibo escucharte decir eso!-

-Ya deja de jugar a la hija incomprendida y mejor tira para Comisaría


porque mientras tú disfrutabas de tus vacaciones en Rancho Relax el
mundo siguió girando y tiene mucho trabajo por hacer, Inspectora
Castro-

Estaba muy desilusionado y Silvia lo sabía, comprendía sus razones, ahora


pensaría que no era más que una mujer inmadura que no tenía ni la más remota
idea de qué deseaba hacer con su vida.

Era imposible sacarlo de su error!

Y entonces sintió una profunda envidia.

¡A ella también le habría gustado vivir en la ignorancia!

30 de octubre del 2010, 15:36 horas. UNA SEMANA DESPUÉS.


Los días habían transcurrido sin novedad, Pepa tenía que morder la almohada
cada que le apetecía llamar a Silvia, es decir más de veinte veces por día, por lo
que pasaba su tiempo libre tumbada en el sofá bebiendo whisky, con la música en
altos decibeles y apergollada a un cojín para soportar esas ganas desenfrenadas
de comunicarse con su pelirroja.

Pero había decidido escuchar las palabras sabias de su sobrina y darle espacio y
tiempo a su ahora ex-mujer con el fin de que pudiera digerir todo lo sucedido, que
pudiera pasar del odio a la empatía y consiguiera comprender que no había sido
un acto de crueldad y perversión, sino que se hubo encontrado atrapada en una
encrucijada que parecía no tener otra salida.

Debido a su lesión en el brazo, Decker le había obligado a guardar reposo una


semana y ¡Por supuesto que nada ir a dar clases a la Escuela de Música!

En ese aspecto, el Médico había sido tajante: “Si piensas sustituir los hilos de
sutura por un liquido sellador tendrás que incrementar al triple todos los cuidados”

Y La morena aceptó con tal de que no le dieran puntadas.

Podría ser toda una asesina certificada pero tenía fobia por las agujas.

Pero la semana se había cumplido y llegaba a casa después de reincorporarse a


sus clases.

Ya la esperaba Sara con la comida preparada, la verdad es que durante todo ese
tiempo, la mujer de Lucas había sido más que un apoyo, se había convertido en
una especie de ángel de la guarda.

-Hey te veo de muy buenas- Se alegraba Sara al mirar ese semblante tan
alentador en el rostro de de su tía.

-Es que lo estoy- Respondía con una radiante sonrisa que de menos llevaba
unos nueve días sin hacer acto de presencia.

-¿Y se puede saber la razón?- Preguntaba mientras veía como Pepa se colaba
en la cocina para husmear en las cacerolas.

-Pues no sé si te acuerdas del chico que te conté, el de la Xbox- Le


contaba mientras tomaba unos cuantos fetuchinies con las manos y miraba asentir
a su sobrina.

-¡Pepa, no seas puerca y agarra un plato!- Le reprendía Sara.

-Pues que le regalé la consola y está feliz, hubieras visto su carita, toda
iluminada- Relataba conmovida sin hacer caso de la sugerencia con respecto a la
pasta.

-Parece mentira lo que pueden hacer unos cuantos euros-


-¿Y dónde has aprendido tú a cocinar? ¡Esto es bastante comestible!-
Decía como si la creyera incapaz de cocinar algo.

-La mandé pedir del restaurante italiano que me gusta- Le explicó.

-Ya decía yo- Decía con la boca llena, e intentando pescar un poco más de
tallarines con los dedos.

-¡Deja ahí cerdo! - Le dio un manotazo y con las pinzas comenzó a servirle en un
plato. -Pero hay algo más...¿Cierto? Quiero decir...Además de ese niño-

-Pues es que ya ha transcurrido una semana, ¡Una semana completa


sobrina!- La miraba como diciendo “Mira todo lo que he tenido que soportar
mientras tanto” -Y digo yo que será tiempo de enfrentar de nuevo a Silvia-

-No sé yo si una semana sea suficiente, que intentar matar a su padre no


es como algo que se pueda superar en una semana- Entonces tomó un
plato para ella.

-No intentes desanimarme porque no lo vas a conseguir, que ésta misma


tarde me planto en Comisaría y no me muevo de allí hasta que me
escuche-

-Ten cuidado, no vaya a terminar gritándole a todo el mundo que eres


una asesina-

La fulminó con la mirada. -¡Por favor Sara, que estamos hablando de Silvia,
ella jamás haría algo así-

-No lo sé Pepa, ella está demasiado dolida y llena de odio, no podemos


adivinar cómo va a reaccionar cuando te vea ahí parada frente a ella-

-Bueno tampoco espero que me abrace y me coma la boca, sé que esto


me llevará tiempo, pero al menos aspiro a que me escuche-

-No sé que decirte...- Ambas se sentaban sobre un taburete y colocaban los


platos sobre la barra de acero -Excepto que te deseo toda la suerte del
mundo-

18:31 HORAS.

Hay que ver como quema la luna,


cuando tú no estás aquí...
¡Cómo pesa la noche en mi cama...
Si me acuerdo de ti.
Hay que ver como matan los besos,
que al final me perdí,
¡Cómo sabe de ingrato el sabor del amor!

Para Silvia los días no habían sido menos tormentosos que los de Pepa, entre los
juicios duros emitidos por su padre y su hermana, quienes no la bajaban de ser
una caprichosa y el terrible dolor en cada una de sus vísceras que le provocaba la
ausencia de Pepa, ¡Había sido una semana terrible!.

Había intentado refugiarse en todo el cúmulo de trabajo que había surgido durante
su desaparición fugaz.

Pero es que ni todo ese montón de expedientes eran suficientes para que pudiera
sacar de su mente a la Violinista por más de diez minutos.

De pronto irrumpió Rita en el laboratorio, así como una estampida de elefantes, a


toda velocidad y sin reparar en llamar a la puerta, y no es que la Forense estuviera
de humor como para pasar por alto esa falta de cortesía hacia su persona y sitio de
trabajo.

-¡Pero qué...Demonios Rita!- Levantó voces como toda una solterona


amargada.

-Ni me digas nada zagalica que cuando veas la sorpresa que te traigo
hasta la cara de amargada que tienes se te va a quitar-

-¡RITA!- Se quejó furiosa, Pero es que...¿Cómo se atrevía a llamarle amargada?


¡Que era su superior! ¡Que si quería en ese instante le abría un expediente!

-Nada de gruñidos Silvica que cada día te pareces más a tu señor padre y
déjame decirte que con un Don Lorenzo tenemos suficiente-

-¡Ufff!- Intentó coger todo el aire que pudo para no estallar

-¿Y no me vas a preguntar cuál es tu sorpresa?- Le incitaba emocionada.

-A ver Rita, que no quiero ser grosera, pero en verdad tengo mucho
trabajo- Le informaba con paciencia, comprendiendo que aquella mujer no tenía
culpa absoluta del desastre en que se había convertido su vida.

-¡Que es la Pepica!- Exclamó emocionada -Que la acabo de mirar entrando


a Comisaría con un oso de peluche en brazos, de esos enormes que casi
le tapa toda la cara-
¡Dios!, Definitivamente eso no se encontraba dentro de los planes, un escalofrío
recorrió su cuerpo, desde el cabello hasta la punta de los pies, sus extremidades
temblaban y es que no era capaz de ocultar tanto amor, no estaba preparada para
enfrentarse con un reencuentro, se hallaba completamente desarmada, no sabría
que decir, ni siquiera estaba segura de tener las fuerzas suficientes para
rechazarla.

¡Y es que entre más intentaba odiarla, más la amaba!.

Unos golpes tímidos en la puerta entre abierta la sacaron de su ensoñación.

-¿Puedo pasar?- Preguntó Pepa con temor en el tono de su voz.

Silvia se giró rápidamente para mirarla, aunque se había prometido a sí misma no


volver a perderse adentro de esos ojos de miel, su instinto fue más fuerte y
predominó sobre su razón.

¡Normal cuando se está tan enamorada!

Aunque se encontró con la enorme cabeza blanca de un oso de peluche que


seguramente estaba de su tamaño.

No pudo evitar dejar escapar una sonrisa y recordar las palabras de Pepa...

“Que no soy de regalar peluches pelirroja...No puedo, que los osos de peluche me
superan”

-Será mejor que no- Respondió Silvia recomponiéndose de la euforia del


momento.

Pero evidentemente la morena hizo caso omiso a la negativa de la Inspectora


Castro y se pasó como Pedro por su casa.

-Y digo que como en estas cosas del amor un tercero siempre sale
sobrando...- Dijo Rita sonriendo -Yo las dejo solas- Se dio la media vuelta y se
dirigió a la puerta, no sin antes susurrarle un “Suerte” apenas audible a Pepa.

-Pepa- La pelirroja pronunció aquel nombre en medio de un suspiro, no estaba


molesta, simplemente le lanzaba una mirada que lo explicaba todo, era un “No
hagas esto más difícil, por favor”.

-Al menos ya no me miras con odio- Sonrió dejando al enorme oso sobre la
encimera.

-Créeme que no es por gusto- Le respondió con tranquilidad -Me he cansado


de intentarlo pero es que...Simplemente no puedo- Se encogió de hombros
con la expresión de sufrimiento e impotencia en el rostro.

-Es un buen augurio, ¿No crees?- Preguntó llena de esperanza.


Sin embargo Silvia negó con la cabeza.

Y mientras Pepa pasea por sus ojos intentando encontrar aquellos viejos
sentimientos que solía guardar allí para ella, para después entregárselos envueltos
en una mirada, la Forense al fin es capaz de romper la coraza de piedra en la que
había guardado su corazón y comienza a hablar...

-No quiero sentir esto, no quiero querer estar contigo...- Entonces sus ojos
comienzan a bañarla en sal -Ojalá pudiera sacarme el alma y las vísceras...-
Comenzó a subir el volumen de la voz entre sollozos, producto de su infinita
desesperación -...Y todo lo que me obliga a sentir, todo lo que me obliga
extrañarte- Intentaba inútilmente ocultar las lágrimas bajo la palma de sus manos
-¡Me odio por quererte!-

-No sé porque lo hice- Intentaba ganar su perdón, completamente contagiada


por las lágrimas y el dolor de su pelirroja -No sé donde tenía la puta cabeza,
¡Estaba idiota!, tenía miedo de que tu padre nos separara cuando
supiera la verdad-

-No pepa, esto no se trata de mí, no tiene nada que ver conmigo, esto es
cuestión de tener el poder y el control sobre la vida de los otros, No te
imaginas como maldigo a éste par de manos...- Lloraba desconsolada y
dejaba sus húmedas palmas al descubierto -...Que son incapaces de
arrancarme el corazón a pedazos, y me odio por respirar junto a ti y me
odio por respirar sin ti, me odio por no poder callar los latidos de mi
corazón cada vez que te miro y me odio porque entre más me dueles
más te amo-

Ante semejante confesión, a Pepa se le estrujó todo lo que tenía adentro del
cuerpo, más allá de los huesos y la carne, no pudo contener el impulso de
abrazarla, abrazo que por un instante Silvia aceptó, pero tan pronto se dio cuenta
que era a Pepa, la mujer que intentó terminar con la vida de su padre, a quien
estaba abrazando, se zafó con fiereza.

-Por favor Silvia, tienes que escucharme que...¡Mi vida es una mierda sin
ti!- Intentaba acercarse de nuevo.

-No Pepa- Negó con la cabeza aún sin poder detener el llanto -Que tú vida ya
era una mierda cuando yo te conocí, que me aferré a un imposible
porque tenía fe en que lo lograríamos, porque tú me dabas esa fe, TÚ
ERAS MI FE- Remarcó ésta última frase -Pero tú misma te encargaste de
destruirla-

-Pelirroja...- Le dijo con ternura -Que yo solamente intento dormir para ver
si por casualidad te encuentro en mis sueños y luego cuando me
despierto me doy cuenta de que estoy sola- Se acercó una vez más y Silvia
conmovida le limpió las lágrimas con ternura ¡No soportaba verla así! Tan
deshecha, tan indefensa.
¡Y es que esas lágrimas son capaces de embrujarla con una mirada!

Envenenan por completo su razón y no puede hacer más que escucharla mientras
sigue removiendo esas lágrimas que parecen no cesar.

-Y te busco a tientas por la cama, aún esperando encontrarte, pero tú no


estás ahí- Berreaba peor que un bebé recién nacido -Y yo tampoco soy capaz
de arrancarme este par de manos que solamente están hechas de
recuerdos de ti, que aún son capaces de sentir lo cálida que es tu piel...
¡Y se me está desangrando el corazón!-

-Es que también se me está desangrando a mí...- Respondió la pelirroja,


quien ésta vez si se rindió ante el abrazo de Pepa -Y todas las noches me
pregunto si tú también eres capaz de cerrar los ojos y sentirme entre tus
brazos-

Entonces se separan un poco y se miran a los ojos, aunque la visión no es muy


buena, ya que se encuentra empañada por las lágrimas -¿Y cómo no voy a
sentirte entre mis brazos si mis sábanas todavía huelen a ti? ¡Si no hay
una sola noche en la que no me pregunte si serías capaz de olvidarte del
mundo entero y escaparte conmigo-

Y aunque el alma se le haga añicos de sólo pensar en lo que dirá, niega con la
cabeza -No Pepa, no soy ni seré capaz de olvidar, no podré estar contigo
nunca más y te suplico que éste sea nuestro último abrazo y que no me
vuelvas a buscar-

-Pero Silvia entiéndeme que no sé vivir así, no sé como hacerlo sin ti-

-Lo siento Pepa, no tienes una idea de cuánto me duele rechazarte,


siento como la vida se me apaga a cada paso que doy mientras me alejo
de ti, por eso te pido que no lo hagas más difícil ¿Sí?- Le rogaba con
dulzura, dejando en claro que la amaba con desesperación, pero que
definitivamente no podría despertar a su lado todos los días sabiendo lo que había
hecho.

Y al fin Pepa lo comprendió.

Y entonces asintió.

Ya no hay nada que decir, sabe que se aman, pero el amor no es suficiente y el
tiempo no será capaz de curar todo ese dolor.

Y Silvia se queda mirando la desgarradora escena, conteniendo su propio cuerpo


de salir corriendo atrás de ella para pedirle que no se vaya y contempla como
desaparece la silueta de la mujer que ama, de la única persona a quien ha amado
de verdad, a quien ha sido capaz de entregarle su vida y a la que muy
probablemente no volverá a ver a jamás.
“La parte más difícil de dejarte ir...
Es tener que despedirme de ti”

CAPÍTULO XXI . el último as bajo la manga

15 de noviembre del 2010, 15:09 horas.

Era muy extraño que la mayor de las hermanas Castro se dejara ver por
Comisaría, es más, eran de esos fenómenos que solamente ocurren cada año
bisiesto, sin embargo, aquella tarde, Lola apareció con unas cuantas bolsas de
papel kraft en mano, las cuales contenían comida y llevaban como destinataria a la
Forense de San Antonio.

Así que se encontraba golpeando la puerta del laboratorio con los nudillos de la
mano derecha.

-Pase- Escuchó la familiar voz de su hermana pequeña.

-¿Se puede?- Preguntó con una sonrisa asomando medio cuerpo nada más.

-¡Ay pero claro Lola, pasa!- Le indicó Silvia entusiasmada por la sorpresa.

-Apuesto diez euros a que no has probado bocado en todo el día-

-Anda que primero dame dos besos y luego me regañas-

-Pues te traje unos pinchitos y unas croquetas para que no te quedes con
el estómago vacío, que ya me ha dicho papá que estás cargada de
trabajo- Decía dándole los dos besos.

-Gracias- Respondió con fingida emoción, tomando los paquetes entre sus manos
y dejándolos sobre la encimera

-¿Crees que no lo sé?-

Sin duda, la pregunta de Lola tomaba por sorpresa a la pelirroja.

-¿Que no sabes qué?-

-Que estás sufriendo, te conozco desde que naciste Silvia y sé


perfectamente que estás así por ella-

-La verdad es que no tengo ni la más remota idea de lo me hablas-


Respondió sintiendo como los nervios se apoderaban de su voz.

-Hermana que se te nota a cientos de kilómetros que estás mal, que no


comes, no cenas y a saber si aunque sea desayunas...¡Mírate nada más,
sí estás escuálida y ojeroza!-

-Anda pues gracias por los piropos que yo también te quiero- Dijo de mala
manera.

-Vamos Silvia, sabes que tengo razón y no te trates de salir por la


tangente que nos conocemos-

-Pues bebo un par de tazas de café todas las mañanas- Se defendió -Y si


no me he pasado por los Cachis no ha sido por falta de ganas, sino de
tiempo-
-Pues cuando estabas con Pepa siempre tenías tiempo de pasar aunque
fuese a saludar- La miró a los ojos como pidiéndole de esa manera que le tuviera
confianza -Tu semblante era distinto- Le recalcó con un deje de tristeza.

-A ver, ya te he dicho que de pronto me he vuelto a sentir ansiosa, ya


sabes que cuando me pongo así ...Pues no como, ni duermo, porque
simplemente no me da sueño ni hambre-

-Y es por ella- Le insistió

-¡No Lola!- Respondió molesta -¡Que es un desajuste de mis


neurotransmisores y no tiene nada que ver con Pepa ¡Por Dios!-

-Está bien- Al fin parecía resignarse a que Silvia no le confesaría la verdad -Si no
me quieres contar, ¡Adelante! ¡Quédate tú sola con toda tu pena para
que se te enquiste!-

-¡Aaash!- Gruñó -Lo tuyo es necedad absoluta, entiende que estoy bien,
que no pasa nada, que lo de Pepa terminó porque simplemente me di
cuenta de que no era lo que yo buscaba, que no la amaba como
pensaba- Intentaba repetir las mismas mentiras que había estado diciendo desde
hace días, como si haciéndolo se las fuera a terminar creyendo ella misma.

-Vale pues yo te dejo porque supongo que tendrás mucho trabajo- Le dijo
con ironía.

-¿Te vas a enojar?- Le preguntó un tanto arrepentida de haberle hablado así.

-No es enojo hermana, creo que es más bien tristeza, me duele que no
confíes en mí, pero sobre todo me duele verte sufrir, y me duele que no
intentes hacer nada para remediarlo-

-Bueno pero... ¿Tú de verdad crees que estoy así por gusto?-

-¿Y cómo estás?- Preguntó como sí fuera lo más obvio, pero sin embargo
enfadada porque Silvia se había empeñado en negar lo evidente.

-Pues mal- Se encogió de hombros -Ya lo dijiste tú, se nota a kilómetros de


distancia-

-¿Y para que te empeñas en negarlo? Tal vez si me contarás lo que está
sucediendo realmente...Pues podría ayudarte, al menos sabes que lo
intentaría, que vas a tener mi apoyo, ¡No estás sola Silvia!, deja de
comportarte como si nadie te comprendiera porque llevas toda tu vida
cometiendo locuras y jamás te hemos dado la espalda, ni siquiera
cuando atropellaste a aquel hombre-
-Ya lo sé- Asintió cabizbaja -Es sólo que ni yo misma entiendo lo que pasa-
Mintió

-Pero al menos...¿Admites que la razón es Pepa?-

-¡Que más quisiera yo que negarlo!- Bajó la mirada e intentaba concentrarse


en las formas abstractas que se dibujaban en los mosaicos que cubrían el suelo
-Pero no puedo- Confesó llena de impotencia.

-La quieres, tu mirada te delata- Sonrió -Simplemente tienes miedo, creo que
esperabas que papá no la aceptará nunca y ahora que al fin accedió...¡Pues te
aterra el compromiso, y creo que estás auto-saboteando tu felicidad!-

-Creo que habrías una muy buena Psicóloga- Sonrió, aunque éste gesto
seguía siendo insuficiente para disfrazar su enorme pesar -Pero no quiero
hablar de ello ¿Vale?- Suplicaba comprensión con la mirada.

-Solamente déjame decirte una última cosa...- Se acercó a la Forense y le


apretó la mano en señal de apoyo y con la clara intención de reconfortarla -Puede
que Pepa sea tu felicidad y si la dejas ir...Tal vez nunca la vuelvas a
encontrar-

Entonces Silvia ya no pudo más, los ojos le dolían por tanto esfuerzo en contener
las lágrimas, pero ¡No más! ¡Soltó a llorar!, olvidó toda clase de pudor y vergüenza
de que su hermana la viera así, tan frágil, tan desarmada, tan infeliz y destrozada.

-Es que no puedo Lola- Sollozaba sin control -No puedo, no puedo- Era lo
único que era capaz de articular ante la impotencia de su hermana, que deseaba
ayudarla pero no era capaz, ni siquiera comprendía los porqués de encontrar a
Silvia en semejante estado de indefensión.

-A ver Silvia mírame- Intentaba encontrar los ojos de la pelirroja, pero era
imposible, ya que ésta se había llevado las manos al rostro para cubrirlo, como sí
de esa manera pudiera evitar que Lola se percatara de todo ese dolor que había
intentado ocultar durante semanas -Mírame mi niña, por favor- Le pedía
completamente conmovida, en su memoria no almacenaba un sólo recuerdo de su
hermana así...Simplemente estaba desmoronada.

La Forense al fin obedeció y se atrevió a mirar a su hermana a los ojos pero sin
poder detener esos sollozos que brotaban de forma involuntaria -Es que la quiero
Lola, la quiero tanto que me cuesta dormir por las noches, porque no sé
dormir sin ella, porque la extraño tanto que me duele aquí- Decía mientras
se tocaba el pecho.

-¿Y Por qué no tratas de arreglar las cosas?- Le aconsejaba con toda la
sabiduría que era capaz de encerrar aquella sonrisa alentadora que le regalaba a
la pelirroja -Todas las parejas tienen malas rachas y ahorita ustedes están
pasando por una, pero créeme hermana, no existe una sola diferencia
que no pueda ser resuelta con paciencia y una buena conversación,
sobre todo cuando hay amor- Le dejaba una palmadita en el hombro, que
intentaba transmitir claramente el mensaje de “No te desanimes que veras que en
un par de días ya estarán juntas otra vez”.

-No Lola- Negó con un movimiento de cabeza mientras volvía a clavar los ojos en
el suelo -No todos los problemas se solucionan con amor-

Y entonces ese enorme sentimiento de tristeza se apoderó de aquellos ojos


negros.

-Y si no lo intentas, menos los podrás arreglar- Le regañó. -Bueno, tengo


que atender el Bar, así que...Ahora sí te dejo, eso sí...No te dejo sola, te
quedas muy bien acompañada por toda tu amargura- Le dijo entre reclamo
y broma.

-Vale...- Respondió con seriedad, por supuesto que el anterior comentario no le


había hecho ni tantita gracia -Eh Lola...¿Podrías simplemente olvidarte de
todo lo que te dije y de esa manera tan patética en la que me
comporté?- Le pidió apenada -De verdad no sé que me pasa-

-Claro- Respondió circunspecta, mientras pensaba un “Sí hermana, tú síguele


haciendo al tonto que ya verás cuan lejos llegas”.

18:22 HORAS.

Una mujer que ante la vista de los ojos ajenos se percibiera inmensamente
afortunada, en apariencia lo tiene todo...Salud, belleza, dinero y sobre todo poder
absoluto.

Dicen que nadie puede atreverse a cuestionar la Patología del poder y que quien lo
hiciese...Será porque nunca lo ha probado.

Sin embargo, la hermosa morena de ciento ochenta centímetros de estatura y ojos


de miel, parece inundarse en la miseria de sus días, de sus tardes y de sus
noches, mirando a través del cristal de una botella que ha quedado vacía en su
garganta, ya no es capaz de distinguir su ubicación temporal, solamente sabe que
hace días no sale de casa, ha dejado de impartir lecciones de violín a sus niños y
lo único que la mantiene con vida...Son los latidos del corazón...

De un corazón necio que no deja de palpitar por Silvia.

Hace ya más de tres semanas desde la desgarradora separación y dos semanas


apenas desde aquella dolorosa despedida, en la que la pelirroja le dejó claro que
por mucho que la amase, jamás volverían a estar juntas.
Desde entonces, la traficante de órganos ya no tiene vida, vive de aire porque
sabrá Dios si por lo menos se alimenta o bebe algo que no sea alcohol. Se ha
negado a responderle el teléfono a Marina, a Paco e incluso a Sara, ésta última, a
pesar de tener duplicado de las llaves del apartamento, ha decidido brindarle su
espacio, de sobra sabe que su tía está hecha polvo por dentro y tiene derecho a
vivir su dolor a solas, finalmente es un duelo por el que tendrá que atravesar para
tarde o temprano seguir con su vida.

Y ahí está María José Miranda, sentada en el suelo del salón, recargada en su
sofá, con los ojos cerrados y bañados en lágrimas, abrazándose a su propio
cuerpo, imaginando que son los brazos de Silvia los que la envuelven.

Y así transcurren sus minutos, alejada de toda realidad, ¡A saber desde cuando no
se abre la regadera de su baño!

Aún puede recordar la última vez que se duchó con Silvia, ese momento lleno de
amor y de entrega total, en donde alma y cuerpo se fusionan para volverse una
sola substancia.

Echaba tanto de menos sus regaños, esa forma tan peculiar que tenía de arrugar
la nariz cada que se cabreaba, su sonrisa tan perfecta, el color de su cabello todo
desparramado por la almohada.

Una camisa de las muchas que Silvia dejó adentro del armario, cubren las piernas
de Pepa, y entonces rocía sobre ésta un poco del perfume de la pelirroja,
solamente para deleitarse con su aroma...

Y la acaricia...Solamente para sentir que es la piel de Silvia la que acaricia.

Y la besa...Solamente para sentir que son los labios de su pelirroja a los que besa.

Solamente para conservar esa falsa ilusión de que su presencia aún permanece
cerca.

Si tan sólo Silvia pudiera mirar sus lágrimas, si pudiera mirar en su interior y
descubrir al ser tan insignificante en que se ha convertido con su ausencia...

Y si pudiera regresar el tiempo...

Ahora sabe la respuesta...Si pudiera dar marcha atrás ¡Lo haría sin titubear!

La cárcel sería un sitio infinitamente más acogedor para vivir que un lujoso
Penthouse...Tan sola, muerta en vida...Porque la única razón por la que no ha
cometido la cobardía de pegarse un tiro, es porque sabe que muerta no podrá
verla jamás y porque prefiere vivir en la inmundicia, pero viva, con la esperanza de
que algún día su pelirroja la despertará de esa horrible pesadilla con un cálido
beso.
************************************************

Es verdad que Sara respetaba el proceso de aislamiento que deseaba vivir Pepa,
pero también es verdad que le preocupaba de forma considerable que su tía
cometiera un disparate.

La conocía de sobra y sabía hasta donde era capaz de llegar en un impulso, así
que después de mucho analizar pros y contras, al fin se decidió a utilizar su juego
de llaves que Pepa le había proporcionado por si algún día surgía alguna
emergencia.

“Ésta es una emergencia”, pensaba la rubia, quien con un poco de temor a una
posible reacción furibunda por parte de Pepa al sentir invadida su privacidad, hizo
girar el picaporte de la puerta y entró en el apartamento.

El día estaba bastante nublado, las persianas cerradas y todas las luces se
encontraban apagadas, por lo que entre las penumbras de aquel salón, apenas
pudo distinguir la silueta de la morena que se había quedado dormida al ras del
suelo, solamente abrigada por una camisa color púrpura, la cual no le fue difícil
identificar como propiedad de la pelirroja.

-Pepa, despierta- Le susurraba aunque de forma audible para no sobresaltarla,


pero no recibió respuesta, al menos no de forma contingente.

Supuso que la botella de Whisky completamente vacía habría podido influir


bastante en que su tía hubiera agarrado un sueño tan pesado, así que se arrodilló
frente a ella y fue necesario que insistiera un par de veces más, ahora
incorporando sutiles golpecitos en el brazo, para que al fin abriera los ojos.

-Sara- Fue lo único que la violinista fue capaz de pronunciar, debido a que estaba
adormilada aún.

-¿Te sientes bien?- Preguntó preocupada

-Creo que sí, aunque estoy mareada, creo que bebí demasiado whisky-
Decía aún tumbada en el piso y sobándose un poco la cabeza.

-La botella entera nada más- Le dijo en tono de reproche -Y en ayunas


además-

-¡Pfff!- Dejó escapar un poco de aire e intentó incorporarse -¿Y tú cómo


entraste?- Le preguntó aún aturdida sin entender mucho lo que estaba haciendo
ahí su sobrina.

-Te recuerdo que tengo duplicado de tus llaves- Le aclaró, al tiempo que
imitaba a la mayor de las Miranda ahí presentes y se ponía de pie.

-Es verdad, lo había olvidado- Decía mientras se dejaba uno que otro masaje
en ambas sienes.
Sara presionó el interruptor para encender uno de los focos de la sala.

-¡Grrr!...¡Apaga eso que me lastima los ojos- Le ordenó en medio de un


gruñido

-¡Vaya!- Exclamó la rubia -Eso es lo que llamo yo una resaca del quince-

-Del quinto infierno querrás decir- Se quejó

-¿Quieres que te prepare algo de comer?- Se ofreció

-¿Tú?...¿De verdad crees que yo me voy a comer algo cocinado por ti?- Se
mofó.

-Anda...Una que intenta ser amable y mira...- Se molestó un poco, aunque


debía admitir que su tía tenía razón, ¡Era pésima cocinera! -Además no estaba
pensando en nada elaborado, unas tostadas o un sandwich quizás-

-Te lo agradezco sobrina pero no tengo hambre, ya te podrás imaginar


que ando de una inapetente que mi boca solamente ha paladeado
whisky en estos últimos días- Le relataba mientras se dejaba caer en el sofá.

-Siento horrible de verte así- Sentándose junta a ella en el sofá.

-Yo también- Haciendo gala de aquello que dicen que hay que saber reírse de
una misma -Pero...¿Qué le vamos a hacer si es lo que hay? Ya no es
posible cambiar las cosas-

-Ó tal vez sí...- Se encogió de hombros -...Yo creo que todavía te puedes
jugar una última carta-

-¿Lo dices en serio?- Parecía muy interesada en lo que fuese que Sara se trajera
entre manos.

Asintió la rubia -Aunque claro que...No esperes nada convencional-

-Espero no sea lo que estoy pensando- Le advirtió levantando una ceja.

-Exactamente el mismo plan que te propuse hace meses, cuando Silvia y


tú aún no estaban juntas- Sonrió con suficiencia

-¡Ni de coña Sara!- Remilgó de inmediato -Que ya la he liado suficiente con


mi pelirroja como para todavía darme el lujo de que me odie más y más-

-A ver Pepa, lamento decirte esto, pero es la verdad- Entonces se levantó


del sillón y se puso justo de frente a su tía para encararla -Tus posibilidades de
volver con Silvia son nulas, solamente un milagro te pondría de nuevo
junto a ella, así que ó te arriesgas y haces algo radical, jugándote el todo
por el todo ó te quedas aquí bebiéndote hasta el agua de los floreros
arrumbada en el suelo como un calcetín sucio y viejo-

-¡No me toques la moral sobrina- Le amenazó apuntándole con el dedo índice


sobre la punta de la nariz.

-Pues hay algo más...Y será mejor que te lo diga ya-

Pepa no pasó por alto el semblante de preocupación que había adoptado el rostro
de su sobrina al decirle esto último.

-Habla ya- Le ordenó de mala gana, con menos paciencia de la usual.

-Marina fue a verme ésta mañana, parece que Don Lorenzo ya cumplió
sus días de incapacidad y está de vuelta en San Antonio- Entonces Sara la
miró muy seria intentando prevenir a su tía de que no escucharía nada agradable
-Quiere abrir un expediente por lo de Gutierrez y su intento de asesinato-

-¡Vaya con la madre que parió al puto viejo, aún está convalenciente y no
escarmienta!- Exclamó sin dar crédito a lo que escuchaba

-Pues así están las cosas, por eso me parece que poner en marcha mi
plan podría beneficiarte por partida doble- Elevó los hombros y sonrió como
si ejecutar su idea fuera el paso más lógico a seguir -Tendrías a Silvia cerca y
además neutralizarías al viejo sin tener que matarlo-

-Y otra vez tomar decisiones que no quiero- Negaba con la cabeza -Es que
después de ésta si la pierdo para siempre sobrina- Comenzaba a reflejar
desesperación en el rostro.

-A ver Pepa, pero es que a Silvia tú ya la perdiste, yo más bien diría que
tienes todo que ganar y nada que perder-

-Pues como siempre...- Y entonces expulsó el aire que sentía le pesaba por todo
el cuerpo -...Elegir no es una opción-

-¿Entonces?- Preguntó con una gran sonrisa a sabiendas de que Pepa aceptaría.

-Hagámoslo- Respondió resignada, con esa sensación de saber que no estás


haciendo lo correcto y que no surgirá nada bueno, pero que no puede quedarse
cruzada de brazos, debe movilizarse, y por lo pronto...No encuentra una alternativa
mejor.

-Sé que es una locura, pero...De verás tengo el palpito de que ésta vez
sí...Todo va a salir mejor de lo que esperamos- Sonrió con todo y el
pesimismo de la violinista.
16 DE NOVIEMBRE DEL 2010, 10:44 AM

Los gritos de Silvia se escuchaban por toda la Comisaría de San Antonio, y es que
últimamente, el gen Castro estaba haciendo mella de la Forense, pero no
solamente eso, si bien es cierto es que se había convertido en una mujer
amargada y permanentemente malhumorada, ante los ojos de los demás ella tenía
la razón, claro menos para su padre, que era más terco que una mula.

-Pero es que a ver papá...- Intentaba respirar y exponer su punto con paciencia,
pero simplemente cuando tienes a Lorenzo Castro en frente con una idea fija en la
cabeza, cualquier esfuerzo para no exaltarse resulta imposible -Que por poco y
te matan y abrir un expediente es meterte a la cueva del lobo-

-Silvia, llevo más de cuarenta años al servicio del cuerpo policial, he


dedicado mi vida a buscar la justicia y no voy a claudicar para darle
gusto a una panda de asesinos, si he de morir, pues que sea lleno de
honor, prefiero eso a pasar los años que me queden escondido como un
cobarde-

-Papá...- Le miró aterrada, prácticamente con las lágrimas asomando por sus
mejillas -Estamos frente a gente muy peligrosa-

-¿Y crees que no lo sé? ¡Por eso mismo necesitamos coger a esos hijos de
puta y encerrarlos!- La miró completamente decidido, y en ese instante Silvia
supo que no habría forma de disuadirlo -¡Que no podemos permitir que sigan
jodiendole la vida a más inocentes por Dios!-

-¡Papá!- Levantaba voces la Forense -¡Pero es que deja de pensar en gente


extraña y detente un instante a pensar en tu familia!- Se llevaba dos dedos
a la frente -¿Qué de verdad no te importa el dolor que nos vas a causar a
Lola y a mí si algo te llega a pasar?-

-A ver Silvia, tú eres policía y conoces perfectamente nuestra


misión...”Defender los derechos de todos y cada uno de los Ciudadanos
españoles, con nuestra vida si es preciso”-

La Forense asintió cabizbaja, y es que ambos tenían razón, pero ¡Joder! A tomar
por culo la maldita ética y la misión como agente de policía, el bienestar propio y
de los tuyos debe estar sobre cualquier cosa, pero...¿Cómo explicarle eso a Don
Lorenzo Castro? -Pues yo flipo contigo, lo siento- Respondió disminuyendo
considerablemente los decibeles en el tono de voz.

En ese instante la puerta de la oficina del Comisario se abrió y apareció Rita, quien
entró sin tocar, aparentemente venía tan eufórica que se le olvidó ese pequeño
detalle de las buenas costumbres.

No fue hasta que miró el par de caras largas que protagonizaban la discusión, que
se percató de que acababa de cometer una terrible falta de educación.
-Perdonen...Yo...- Titubeó avergonzada, sin saber como disculparse -Es que
venía tan en mi mundo que...Bueno yo quería entregarles esto- Terminó
diciendo al fin extendiéndoles un elegante sobre a cada uno, en color blanco, con
unos detalles de buen gusto en color dorado.

-¿Qué cojones es esto?- Preguntó Don Lorenzo con cara de pocos amigos.

-¿Te vas a casar?- Preguntaba Silvia muy sorprendida al observar que se trataba
de una invitación.

-Pues sí- Respondió dejando atrás por completo la vergüenza y esbozando una
sonrisa tan grande que hacía lucir aún más gigantescos sus dientes, si acaso eso
era posible -Que mi Joselu y por fin nos vamos a casar por la Iglesia-

-Vaya Rita pues...Me alegro por ustedes dos- Decía Silvia aún con la
expresión de sorpresa en el rostro aunque carente de entusiasmo

-En hora buena Rita...Povedilla es un gran hombre- Decía don Lorenzo con
toda sinceridad.

-¡Pues anden que...Denme un abrazo!- Les pidió aún con la sonrisa brillando
en todo su esplendor.

Y así lo hicieron.

Las lágrimas se apoderaron de Rita, quien obviamente no lloraba de tristeza, sino


todo lo contrario, estaba que se le desbordaba la alegría por cada uno de los poros
de su cuerpo.

-Les deseo lo mejor a José Luis y a ti- Le decía Silvia al deshacer el abrazo.

-Gracias zagalica yo también espero que las cosas con la Pepica se


arreglen pronto que se ven tan bonicas ahí las dos juntas-

-Gracias Rita- Fue su escueta respuesta mientras levantaba ambas cejas.

-Bueno yo, me voy que...- Y de nuevo mostró su espectacular sonrisa -Tengo


que ir a repartir el resto de la invitaciones-

-Anda Rita ve- Le indicó el Comisario.

La Agente Peláez abandonó el despacho dejando nuevamente a padre e hija a


solas.

-Respecto a lo que dijo Rita...- Rompió el silencio el Comisario -¿Cómo va lo


tuyo con Miranda?- Preguntó muy interesado.

-No me cambies el tema papá- Se quejó -Que nosotros estábamos


hablando del absurdo expediente-
-Tú tampoco me lo cambies a mí, quiero que me digas ya la razón de esa
absurda ruptura- Le dijo de manera inquisitiva.

-Ese tema pertenece a mi vida privada y sabes que no acostumbro a


ventilar esos asuntos, así que no insistas- Respondió de forma tajante

-Pues tú tampoco insistas con lo del expediente, que lo voy a abrir y


punto que para eso soy el Comisario-

22:02 HORAS.

Todo estaba listo para ejecutar el plan trazado por Sara.

Pepa era la encargada de dirigir el operativo desde una furgoneta en


color blanca, siempre en color blanco, supuestamente para pasar un
poco más desapercibidos.

El vehículo se ubicaba a escasos metros frente al aparcamiento de la


Comisaría de San Antonio.

Pepa y Sara en la parte trasera observando toda el área a la redonda con


un solo punto en la mira...El coche de Silvia.

Gracias a las cámaras que habían colocado sus hombres por la mañana,
podía tener una vista perfecta del más insignificante aleteo de una
mariposa, a través de los monitores instalados en la furgoneta.

Dos de sus hombres se encontraban en la parte delantera,


desempeñando el papel de piloto y copiloto respectivamente.

Lucas se encontraba en otra furgoneta, ubicada un par de cuadras más


adelante, pero que sabían formaba parte inexorable del trayecto de la
pelirroja rumbo a casa. Mantenía contacto con Pepa en todo momento
por el micro.

-¿Estás segura?- Se escuchó la voz del marido de su sobrina.

-No...- Sonó una respuesta vacilante, como si estuviera segura de que esa no era
la solución -Así que mejor no preguntes-

-Todavía podemos cancelar todo esto- Le recordaba Lucas intentando evitar


que cometiera un error, él no había estado de acuerdo con el plan de su mujer,
creía que sería el cuento de nunca acabar.

-Ya te dije que no vamos a matar al viejo- También le recordó Pepa.


-¡Bueno ya!- Les paró Sara -Mi plan es casi perfecto y todo va a salir bien,
ya lo verán, dejen de discutir- Le decía enfadada de escuchar como
demeritaban lo que para ella era la perfecta solución.

-Vale- Se escuchó la voz de Pepa y Lucas al unísono.

-¡Ahí está Silvia!- Exclamó Sara emocionada, aunque un poco nerviosa, porque
sabía que lo que seguía a continuación era precaución extrema.

-Preparados, está a punto de abordar el coche, no la pierda de vista- Fue


exactamente la misma orden lanzada tanto por Pepa como por Lucas, a sus
respectivos hombres que tenían al mando.

CAPÍTULO XXII . EL SECUESTRO

UNOS CUANTOS MINUTOS ANTES


Esa noche, como todas, La Forense de San Antonio aseguró con llave la gaveta en
donde guardaba objetos personales y material con trascendencia para la
investigación de algún caso, recogió sus cosas, concretamente su abrigo en color
negro, ya que aunque dentro del CSI se encerraba mucho calor, allá afuera la
temperatura estaba más baja que una nevera.

Sujetó el bolso de mano y una botella con agua, para posteriormente apagar las
luces y cerrar la puerta de su laboratorio.

Miró el reloj, ya pasaban de las diez.

A pesar de ser Silvia Castro, la hija del Comisario, a estas alturas ya no resultaba
extraño para nadie que casi todas las noches fuera la última en salir y es que
buscaba refugio en el trabajo, intentaba pasar la menor cantidad de tiempo en
casa.

La verdad es que su apartamento era el peor sitio donde podía estar, ya que
estaba lleno de recuerdos.

¿Cómo olvidar que fue justamente ahí dónde había hecho el amor con Pepa por
primera vez...? Ese lugar en donde se dedicaron tantas caricias y confesiones
llenas de amor.

¡No! ¡Definitivamente odiaba llegar a casa!

Y mientras pensaba en las duras horas que se le venían encima, esas en las que
lucharía sin éxito por conciliar el sueño y no pensar en ella, llegó al aparcamiento,
prácticamente su carro era el único que quedaba y es que la mayoría de sus
compañeros, quienes cubrían el turno de la noche y madrugada, eran becarios que
ni siquiera llegaban a poseer vehículo propio.

Abordó su automóvil y lanzó el abrigo junto con la botella de agua al asiento del
copiloto.

Puso en marcha el motor y encendió la radio solamente para encontrarse con


baladas románticas que para su desgracia jugaban en su contra, porque todas y
cada una de ellas le recordaban a ella.

Después de zapear a través de las estaciones sin éxito, haciendo gala de toda su
neurosis, optó por apagarlo.

-¡Joder con la puta música!- Se quejaba golpeando el volante con ambas


manos, completamente ajena a lo que sucedía a su alrededor.

Una furgoneta de color blanco seguía atentamente cada uno de los movimientos
de su carro, sin embargo, la pelirroja tenía su mente ocupada en los posibles
problemas que podrían avecinarse en el futuro debido a la necedad de su padre
por abrir un expediente para atrapar a quienes habían intentado asesinarle, pero lo
que no se imaginaba, ni por equivocación, es que justo al doblar la calle, una
furgoneta idéntica a la que ya la perseguía, se le atravesó, de tal manera que le
obstruía el paso.

-¡Coño!- Exclamó en un tono apenas audible y con voz temblorosa, sintió su


rostro palidecer y como una autómata accionó la palanca de la reversa pisando el
acelerador tan fuerte como pudo, pero no consiguió retroceder ni veinte metros,
cuando la otra camioneta en color blanco apareció justo detrás, dejándola
completamente acorralada.

Frenó por instinto.

De inmediato dos encapuchados con fusil de asalto en mano bajaron de cada una
de las unidades móviles que encajonaban a la Doctora Castro.

En ese momento supo que el futuro que tanto temía ya había alcanzado a su
presente.

Fue una fracción de segundo en la que su mente se bloqueó y cuando reaccionó


ya se encontraba abajo del carro siendo cacheada por uno de los tipos.

Lo último que recuerda antes de que le cubrieran el rostro con un pañuelo


remojado en cloroformo, es haber sido sometida con relativa facilidad y una vez
que comprobaron no traía arma alguna, ni siquiera la reglamentaria, le despojaron
del móvil.

16 DE NOVIEMBRE DEL 2010, 04:25 HORAS.

Cuando Silvia despertó tuvo la idea de que esa película ya la había vivido, atada a
una silla, privada de su libertad, con los ojos vendados, sin tener la menor idea de
qué esperar.

¿Quién le habría hecho eso?

¿Era una venganza?

¿En contra de quién?

¿De ella misma ó de Pepa?

Seguro que enredarse con una criminal como la morena sería razón suficiente para
que algún resentido quisiera cobrárselas ¡Y que mejor carnada que su mujer!

Porque vale, que las demás personas no tendrían porque estar enterados de su
vida privada ni de que ya no eran pareja.

Ó quizás...Era que después de todo, ella se seguía viviendo como la mujer de


Pepa Miranda.
La puerta se abrió, lo supo porque entre la quietud de la madrugada, el rechinido
era inconfundible.

-Estoy despierta- Pronunció con calma, no tenía idea de quién estaba allí, ni
siquiera sabía si querrían hacerle daño, si tal vez hubiese sido mejor callar a que
entonces aparecieran veinte tipos y la violaran sin piedad, pero después de todo lo
que le había tocado vivir en los últimos meses...Ahora sí que ya no tenía miedo.

Había aprendido que al miedo se le debe mirar a la cara, porque si a algo le teme
el miedo, es a los ojos fijos clavados sobre él, a la mirada de un ser valiente.

Y ella iba a ser valiente.

Pero no recibió respuesta alguna, simplemente escuchó que la puerta volvía a


cerrarse.

Y otra vez...A sufrir la agonía de la maldita espera.

********************************************************************************************

-¿Dónde está Pepa?- Le preguntaba Sara a su marido desde las escaleras que
venía bajando.

-Está fumando afuera-

-Voy a buscarla, que Silvia ya se despertó- Le informó nerviosa, no sabía


como reaccionaría la pelirroja al saber que era la morena quien había ordenado su
secuestro.

-¿Hablaste con ella?- Preguntó interesado

Negó con la cabeza -No me atreví-

-Mejor así, que seguramente se pondrá como una fiera- Predijo con gesto
de “La que se va liar allá arriba” -Nosotros nos vamos a dormir a casa y que
Pepa se encargue de tranquilizar a su mujer-

-¿No crees que sería bueno mandar traer a un par de hombres para que
vigilen la casa? Digo por si acaso- Sugirió la rubia.

-Solamente Pepa puede girar esa orden, pero sinceramente no creo que
quiera tener público presenciando su luna de miel- Se hacía el chistoso.

En ese momento apareció la violinista por la puerta.


-Se me están congelando los huesos con el puto frío que hace allá
afuera- Se quejó la morena mientras se frotaba las manos intentando entrar un
poco en calor.

-Silvia también se debe estar congelando- Le informó Sara -Que ya


despertó-

-¡Mierda!- Exclamó exaltada -¿Y como reaccionó?- Se apresuró a preguntar


alterada -¿Por qué no corriste a avisarme?- Le recriminó finalmente.

-Calma Pepa que no crucé palabra con ella, aún no sabe que somos
nosotros-

-Bueno pues hasta aquí termina nuestra misión por hoy, nos vamos para
casa a descansar- Le informó Lucas -No olvides enviarme la fotografía de
Silvia sosteniendo el periódico del día, antes de las diez, que para esas
horas ya se habrán dado cuenta de que desapareció y cuento antes
contactemos con el viejo mejor-

Pepa asintió -Gracias por todo chicos-

Ambos negaron con la cabeza en señal de que no había nada que agradecer.

-¿Quieres que te mande a unos hombres para que monten vigilancia?- Le


ofreció Lucas

-No es necesario, que a nadie se le ocurrirá buscar aquí, además con


gente vigilando podríamos levantar sospechas de algún campesino que
ande por los alrededores-

-Mucha suerte tita- Le deseó con cariño tomándola de las manos.

Pepa sonrió -Gracias sobrina, si esto sale bien te deberé algo más que la
vida- Bromeó -Pero anden vayan a dormir un rato que mañana tenemos
mucho por hacer-

En cuanto el par de enamorados abandonaron la casa de campo, esa que habían


convertido en su centro de operaciones, la misma en la que un día había ejecutado
a Trujillo a sangre fría en las narices de Silvia...

Silvia, Silvia, Silvia...

Era lo único que podía escuchar en su cabeza en cuanto se quedó a solas.

Ahora sí...El momento de enfrentarse con la verdad había llegado.

Obtener el amor de su pelirroja o su rechazo para siempre.

Subió las escaleras completamente invadida por los nervios.


¿Cómo se lo diría?

¿Cómo decirle a la mujer que amas que fuiste tú quien la secuestró...? Pero que lo
hiciste por desesperación, como último recurso para poder estar juntas otra vez.

Pepa se armó de valor como pudo, reunió la valentía que la había caracterizado
para cometer todo tipo de criminales actos y abrió la puerta de la habitación en
donde aún permanecía Silvia atada de pies y manos.

-Quiero negociar- Dijo la pelirroja un poco asustada, pero al mismo tiempo


prácticamente segura de que eran las palabras adecuadas para intentar salir de allí
con vida.

-Yo también quiero- Fue la temerosa respuesta de una morena que no tenía la
más remota idea de qué decir.

La Forense reconoció esa voz de inmediato.

Pero no supo reaccionar.

¿Debía alegrarse?

¿Debía llenarse de rabia y odio a la vez?

A Pepa solamente se le ocurrió descubrirle los ojos, aún sabiendo que encontraría
miles de reproches en aquella obscura mirada.

La traficante observó su rostro incrédulo, su boca muda y sus ojos llenos de


interrogantes.

-¿Pepa?- Preguntó aún sin podérselo creer.

-Hola- Gesticuló de forma exagerada, parecía un niño pequeño emocionado por


encontrar a su madre después de haberse perdido en el centro comercial.

-¿Qué coños es todo esto Pepa?- Le preguntó en medio de un reproche.

-Sé que estuvo mal...- Intentaba explicarse al tiempo que se arrodillaba frente a
ella -Pero es que no encontraba la manera para estar cerca de ti-

Y entonces Silvia pudo ver aquella mirada de miel que era sincera y se bañaba en
sal sin pudor alguno.

-Pero es que te pedí que no me buscaras y que me dejaras ir -Negó


decepcionada con un movimiento de cabeza -Pensé que lo entenderías-

-Es que yo lo entiendo, pero mi corazón no...- Entonces acercó su rostro al


de Silvia quien aún se mantenía atada de pies y manos -Intenta explicárselo tú
pelirroja, porque yo no puedo- Decía muy triste.
-Ni se te ocurra...- Amenazó tan pronto los labios de Pepa estuvieron demasiado
cerca de su campo de visión.

-Pfffff...- Se llevó las manos a la cabeza llena de frustración -¿Tienes idea de lo


que me pides?-

-¿Qué me dejes en paz? ¿Y que me dejes reconstruir la vida que tú


misma destruiste?- La miró indignada -Es lo mínimo que me debes-

-¡Pero es que no puedo Silvia, que no soy capaz de vivir sin ti!-

-Y es que...¿ tú de veras crees que voy a volver a entregarte mi cuerpo?


¿Que pondré una vez más mi corazón entre tus manos para que lo
vuelvas a despedazar?- Le preguntó víctima de la emoción, contagiándose con
la lágrimas de su ex-amante -No Pepa, nunca volveré a estar contigo-

-Tal vez con el tiempo...- Le dijo tímidamente, temerosa por la respuesta que
recibiría.

Silvia negó con la cabeza -No, el tiempo no va curar éste dolor, no borrará
lo que hiciste-

-Pero nos queremos y ambas estamos sufriendo- La miraba con


desesperación, con lágrimas, con un terrible dolor en el pecho

-Por favor déjame ir- Le suplicó

-¿En verdad te quieres ir?- Le preguntó con el corazón prácticamente


destrozado.

La Forense asintió -Entiende que me hace daño tenerte cerca, me hace


daño mirarte así, suplicándome y tenerte que decir no aún cuando me
muero por decirte que sí-

-¿Y Por qué no intentarlo? ¿Por qué no decirme que sí?-

-Nunca Pepa, nunca volveremos a estar juntas, nunca ¿Me escuchas?-

Aparentemente la morena se resignó a recibir únicamente rechazo por parte de


Silvia, se puso de pie y se limpió las lágrimas con los dorsos de ambas manos.

-Lo siento, pero...De todas formas no puedo dejarte ir, necesito


mantenerte secuestrada para presionar a tu padre con el bendito
expediente que quiere abrir-

-¡Dios!- Entrecerró los ojos con preocupación -¿No pretenderás hacerle creer
a mi padre que...?-
-¿Qué de verdad estás secuestrada?- Completó la pregunta de Silvia antes de
que ésta terminara de hablar, entonces asintió con mucha seriedad -Lo siento
pero no tengo otra opción-

-¿Sabes que yo habría sido tu cómplice en todo no?- Le preguntó con la


mirada llena de rabia -Hasta habría fingido mi propio secuestro con tal de
ayudarte, pero ¿Por qué Pepa? ¿Por qué atentar contra la vida de mi
padre? -Nuevamente las lágrimas brotaron - ¡Que es mi padre coño!- Le
recriminó alzando la voz.

-Duerme conmigo- Le dijo de repente

-¿Queeeeé? Pero va a ser verdad que tu estás perturbada!-

-Hace frío Sil, no puedo dejarte aquí atada en ésta silla, y si te


desato...Seguro que te vas a escapas-

-Pues claro, ¿Ó qué esperabas... Qué saliera corriendo para meterme en


tu cama?-

-Vale pues muérete de frío- Le dijo molesta y antes de que la pelirroja pudiera
pronunciar palabra, le amordazó la boca, para que no se pusiera a echar voces lo
que restaba de la noche.

Abrió un armario que se encontraba dentro de la misma habitación y de ahí extrajo


un par de mantas para abrigar a la que ella aún consideraba como su mujer.

Salió de allí entre triste y furiosa, pero recordó las sabias palabras de su sobrina,
no iba a ser nada sencillo, pero debía ser paciente, así fuera por el puto frío pero
tarde o temprano sería la misma Silvia quien le suplicara dormir en la misma cama.

11:05 horas.

Pepa se estaba de pie frente a la puerta de la habitación donde se hallaba


enclaustrada la pelirroja.

Definitivamente no había sido una buena noche.

Escasamente había conseguido pegar los ojos más de quince minutos seguidos,
para después despertar y recordar que en la habitación contigua se encontraba la
mujer que amaba pasando frío y terribles incomodidades.

¡Que duro es eso de tener que aguantarte las ganas de abrigarla con tus brazos!

Pero debía ser fuerte, debía ser paciente.

Abrió por fin la puerta y saludó con un seco “Buenos días”


-¿Estás despierta?-

La Inspectora Castro asintió ya que una mordaza le impedía hacer uso de la voz,
pero acto seguido, la traficante la liberó de aquel molesto trapo dentro de la boca.

-Eres una hija de puta- Le dijo furiosa y de pasó le escupió en la cara.

-¡Joder contigo Silvia!- Le reclamó alzando el tono de la voz -¡Que ya me


estoy cansando de tus malos tratos!- Decía mientras se limpiaba la cara

-¿Y tú crees que yo no me he cansado de ti y de tus estúpidos juegos?


¡Estoy harta de ti, maldito sea el día en que me enredé contigo!-

-Pues sí, ¡Maldito sea el día que te enredaste conmigo, pero ya lo hiciste
y ahora toca pagar las consecuencias!-

-¿Y cuál es el precio a pagar? ¿Me piensas tener aquí toda la vida? ¿Me
dejarás viviendo atada a una silla?-

-Hasta que dejes de sentir el culo y te cagues de frío, SÍ- Le recalcó

-¿Piensas que no voy a soportarlo no? ¿Ese es tu brillante plan?- Rió con
ironía -¡Lástima que tenga las manos atadas que me encantaría
aplaudirte!-

-Pues búrlate todo lo que quieras, pero no me negarás que la idea en


esencia tiene su punto, no creo que soportes más de dos días durmiendo
fuera de mi cama-

-¡Vete a la mierda!-

-Después, ahora necesito que llamemos a tu padre, utilizaremos un


distorsionador de voz para explicarle la situación y exponerle nuestras
condiciones, después hablarás tú con él para que se quede tranquilo, dile
que estás bien, que estás sana y salva y que no te hemos tocado un
pelo-

-Ésta vez no seré tu cómplice- Le dijo tajante.

-Si colaboras con nosotros todo será más fácil, además...En el fondo
sabes que es la única solución-

-¿Y cuándo mi padre haga lo que ustedes quieren piensas dejarme ir?-

-Eso no lo sé-

-Pues vaya mierda- Se quejó

-Tal parece que la vida es una puta mierda- Se encogió de hombros.


En ese instante entró Lucas con un móvil en mano.

-Silvia- Saludó apenado con un movimiento de cabeza y se acercó a ella para


sostenerle el móvil. -Habla con él- le ordenó pero de buena manera

-¿Papá?- Dijo con voz temblorosa.

-Hijita...- Sonó la voz desesperada del Comisario Castro. -¿Estás bien? ¡Si esa
panda de anormales te toca un pelo los mato con mis propias manos!-

-Escucha papá...Estoy bien, tranquilo- Intentaba ser paciente con la situación


-Pero no estamos en posición de amenazarles ni de hacernos los
valientes ¿Me escuchas? Simplemente haz lo que te piden y olvídate de
ese caso ya-

-Perdóname hija, tú me lo advertiste- Sollozaba arrepentido.

-Tranquilo, de verdad estoy muy bien, ellos solamente quieren que zanjes
el asunto y me dejarán ir- Sus ojos amenazantes se posaron sobre los de
Pepa.

Entonces Lucas retiró el móvil del alcance de la pelirroja y abandonó la habitación


dejando nuevamente a las dos mujeres solas.

-Estoy segura de que hará lo que le pidan, déjame ir- Le pidió una vez más.

-Ya te dije que no sé si pueda dejarte ir-

-¡Es que está situación es absurda-

-Toda nuestra relación lo ha sido, ¿De qué te sorprendes?- Preguntó con


una fingida sonrisa de medio lado. -Voy a bajar a la cocina para traerte algo
de desayunar-

-Ni te molestes que no pienso comer nada-

-No empieces- Le amenazó

-Vale pues me tomaré un café entonces-

-Y algo solido, que necesitas alimentarte-

-¡Vaya contigo! Que me dejas congelada en una mierda de silla y ahora


te preocupas por que esté bien alimentada-

-Pues consumir calorías te ayudará a soportar el frío- Le sonrió y antes de


abandonar el cuarto le regaló un guiño de ojo.
Ese gesto derritió a la pelirroja que muy en contra de su voluntad dejó escapar una
sonrisa cuando Pepa ya se encontraba afuera.

Pepa descendió por las escaleras y se encontró con Sara y Lucas que
desayunaban unos pinchos sentados en el sillón de tres plazas.

-¿Cómo ha ido todo?- Le preguntó su sobrina al mirar el gesto de pocos amigos


que tenía la morena

-Pues es una necia y está insoportable- Decía con furiosa, pero la verdad es
que esas muecas le causaban mucha gracia a la parejita feliz.

-¿Y qué esperabas?- Preguntó Lucas mientras tomaba un pincho para llevarse a
la boca -Si apenas hace tres semanas mandaste ejecutar a su padre y
anoche la secuestraste- Se encogió de hombros dándole a entender que la
reacción de Silvia era la más normal del mundo.

-Visto de esa forma pareciera que soy un monstruo- Le recriminó

-Pues técnicamente lo eres, un monstruo enamorado, pero monstruo al


fin y al cabo- ¡Cómo le fascinaba a Lucas hacer chistar a Pepa!.

-Sobrina dile algo que no respondo- Miró a Sara como esperando que la
defendiera de su marido.

-Bueno Lucas tiene razón, eres una perturbada pero al menos tienes a tu
favor que Silvia está igual de deschavetada que tú, así que seguro te
perdona, solamente debes tener paciencia- Intentaba darle ánimos.

En ese momento sonó el móvil de la traficante, quien observó el nombre del


Comisario Castro en la pantalla.

-¡Mierda!- Exclamó asustada -Es Don Lorenzo- Le informó preocupada.

-Querrá avisarte lo que pasó con Silvia, pedirte ayuda tal vez- Infirió la
rubia.

-¿Le contesto?- Miró a Lucas esperando consejo

-Será mejor que sí, no es bueno levantar sospechas- Decía mientras se


dejaba escuchar el tercer timbrazo.

La violinista asintió y tomó la llamada.

-Don Lorenzo...¡Que sorpresa!- Exclamaba sin muchos ánimos.

-Miranda, lamento llamarla bajo éstas circunstancias- Sonaba muy


preocupada la voz del Comisario -Pero no tenía a quien más recurrir-
-No se preocupe Comisario, pero ¿Qué ha pasado?- Intentaba no delatarse.

-Es Silvia hija...- Sollozaba -Que unos hijos de puta la tienen secuestrada
desde anoche-

-¿Cómo?- Intentaba sonar lo más perpleja que fuera posible -Pero...¿Qué coños
me está contando Don Lorenzo?-

Lucas elevó el dedo pulgar en señal de que estaba montando muy bien la película.

-Estoy desesperado, quieren chantajearme para que cierre un caso, pero


tengo miedo de que aún accediendo a sus peticiones no me la devuelvan
con vida-

-No diga eso Don Lorenzo- Intentaba sonar preocupada -Que Silvia es fuerte
y resistirá cualquier cosa con tal de estar con su familia de nuevo-

-Y contigo Pepa...- Dijo el Comisario al fin -¡Que yo sé cuanto te adora mi


niña!-

-Y yo a ella señor, no dude en pedirme lo que necesite, yo no sé que


decir, hay cosas que no pueden explicarse con palabras-

-Yo estoy igual hija, es la primera vez en mi vida que siento este miedo
que me paraliza y no sé que hacer-

-De momento no queda otro remedio más que hacer lo que le están
pidiendo esos cabrones- Le sugirió a su conveniencia

-No te separes de tu móvil por si surge algo importante y...Es probable


que también se pongan en contacto contigo, recuerda que estuvieron
trabajando juntas en un caso delicado y seguro ya están enterados de
que ustedes estaban juntas-

-No se preocupe señor, cualquier cosa que ocurra le aviso


inmediatamente, me encantaría estar con usted en Comisaría pero estoy
en medio de una infiltración-

-Está bien, tampoco quiero que los demás se enteren, no quiero que esos
hijos de puta que tienen a mi hija se pongan nerviosos y decidan
lastimarla-

-Así se hará señor, no pienso comentarlo con nadie-

-Cualquier cosa que me sucediera prométeme que vas a cuidar a mi


niña-

-Se lo juro Don Lorenzo, pero no va a pasar absolutamente nada, le doy


mi palabra que todo saldrá bien- Intentaba tranquilizarlo, pero imprimía tanta
seguridad a sus palabras que se percató que muy probablemente ya estaba
hablando de más.

MINUTOS DESPUÉS

Lucas y Sara se habían ido, el primero porque tenía una misión para el CNI y la
segunda por aquello que dicen de que el octavo mandamiento es no estorbar.

Pepa retornaba al sitio donde la Forense permanecía cautiva, quien la miró entrar
con un contenedor térmico relleno de café en mano.

-Negro y sin azúcar como te gusta- Le informó despojándola de aquella


molesta mordaza.

-Más que un café me apetece un trago- Le dijo mientras Pepa le desataba las
manos.

-¿Quieres que te prepare un whisky?- Le ofreció pensando que al menos la


pelirroja ya se encontraba un poco más relajada.

-¿Esa es tu nueva estrategia? ¿Emborracharme para que me acueste


contigo?- Le arrebató de mala manera el termo que contenía el café.

-Es el colmo contigo, trato de ser amable y eres tú la que ha pedido un


trago...Te lo ofrezco y me tratas peor que si fuera una extraña- Le
reprochó.

-Ojalá fueras una extraña, al menos así no tendría que odiarte como te
odio-

-¿Es esa la verdadera causa de tu rabia no? ¡Que intentas odiarme pero
entre más lo intentas más me amas-

-Deja descansar a tu ego por un momento por favor-

Pepa inclinó la cabeza para quedar muy cerca de Silvia quien ya tenía las manos
libres, pero no hizo nada para impedir que la morena rozara su frente con la suya.

-No es cuestión de ego pelirroja- Susurró aprovechando la proximidad entre


sus rostros -Las dos sabemos de sobra cuanto nos queremos y que es
imposible estar separadas.

Silvia pudo volver a sentir el cálido aliento de la violinista.

Cálido aliento que acariciaba su cabello y que muy en contra de su voluntad


provocaba una incontable cantidad de reacciones por todo su cuerpo.
Por un momento se dejó llevar, se dejó tocar por unas manos de Pepa que
temblorosas se posaban pos sus mejillas, así sin mirarla, con los ojos cerrados,
aún sin deshacer el contacto entre sus frentes.

Pero en cuanto la sangre volvió a irrigar por su cerebro, la razón apareció e hizo
mella de sus actos.

Y aún con el cuerpo atado, empujó a la traficante como pudo haciendo uso de las
manos.

Consiguió aparte lo suficiente para que ésta vez sí...Pudieran mirarse a los ojos.

Esa mirada de odio que por momentos desaparecía, se encontraba más presente
que nunca en los ojos de la Inspectora Castro.

Y de forma inesperada le lanzó una cachetada muy bien dada a su ex-mujer.

-No vuelvas a acercarte a mí de esa forma- Le amenazó

Pero una Pepa harta de recibir ese tipo de humillaciones, ó al menos así calificaba
los recientes actos de la pelirroja, se enfureció y la encaró.

-Y tú no vuelvas a ponerme una mano encima porque no respondo-

-¿Y qué me vas a hacer?- La retó -¿Me vas a matar?- Preguntó con ironía -Es
así como acostumbrar a solucionar las cosas ¿Cierto? Matando a la gente
que te estorba-

-Sabes perfectamente que jamás te haría daño- Se defendió furiosa.

-Entonces no me amenaces que yo no te tengo miedo-

Pepa se incorporó y para atarle las manos de nuevo.

-¿Sabes qué?- La traficante estaba hecha una furia y hastiada de recibir tantos
desaires -¡Vete a la mierda!-

Salió de allí echando chispas y azotó la puerta.

Pero salir de ese intento de calabozo resultaba insuficiente, necesitaba huir, salir
de la casa, tomar aire fresco, gritar en medio de la nada, donde nadie pudiera
escucharla, donde nadie pudiera observar como a Pepa Miranda se le desgarraba
el alma a causa de Silvia Castro.

Para su fortuna y por alguna extraña razón cargaba un violín en el maletero de su


nuevo auto, por supuesto un bebé amarillo idéntico al anterior, aunque claro que
por muy parecido que fuese pues no era el mismo, pero eso importaba poco.
Respiró profundo unas cuantas veces y después de dar unos cuantos pasos a las
afueras de la cabaña se decidió a entrar de nuevo, ésta vez lo hizo acompañada
del único objeto capaz de facilitarle la tranquilidad que necesitaba, ese violín que
era cómplice de tantas noches de llanto, que guardaba sus más secretos temores
y frustraciones.

El único instrumento capaz de exorcizar todos sus demonios.

Nadie lo sabía, pero de vez en cuando aún tocaba, por supuesto que a solas y
sumergida en el total anonimato.

Únicamente cuando le entraban sus instantes de introspección y llegaba a la


conclusión de lo miserable que era vivir.

Y ese era uno de esos momentos.

**************************************************************

Silvia lo intentaba, de veras que lo intentaba pero le era imposible parar de llorar.
Ya ni siquiera conseguía discriminar la razón, había vivido demasiadas cosas tan
espantosas en los últimos días que en realidad lloraba por absolutamente todo y
nada a la vez.

Nunca pasó por su cabeza que terminaría a golpes, insultos, balazos...Y para
variar...Privada de su libertad.

¡Y todo por enamorarse, por amar como una loca y renunciar a sus miedos!

El encierro la estaba matando, terminaba con las escasas migajas de cordura que
aún pudieran rondar por su cabeza.

¡Pero, es que no podía dejar de quererla!

De pronto escuchó unos acordes musicales que le eran bastante familiares.

Pudo identificar “The Art of Suicide” en su faceta instrumental.

Pero...

¿Dé donde provenía la canción...?

¿Podría ser posible que...?

¡Por Dios, Era Pepa!

¡Pepa estaba tocando y...Era la primera vez que la escuchaba!


Solamente la había presenciado dirigiendo una modesta orquesta infantil, pero
jamás se imaginó que pudiera haber tanta magia contenida en aquellos dedos que
tantas veces habían logrado llevarla a conocer el paraíso.

Y esa melodía justamente era tan melancólica.

Era de suponerse que así se sentían ambas, con ganas de morir y perderse de
todo el sufrimiento que las atacaba.

Hubo un momento en que a pesar de no estar escuchando la letra, la pelirroja


identificó perfecto lo que la lírica debía decir en ese instante, era como el clímax de
la depresión...

Era como si Pepa le mandara un mensaje, no con palabras, sino con el sentimiento
a flor de piel, podía imaginarla allí en el salón, tocando para ella, con las lágrimas
en los ojos y pensando en un...

“Why live a life

That's painted with pity

And sadness and strife “

Hubiera deseado no tener que soportar ese maldito trapo adentro de la boca para
llamar a Pepa, para decirle que le quería, que no quería verla sufrir, porque su
sufrimiento era el propio, porque no soportaba un segundo más lejos de ella,
porque quería abrazarla.

Entonces Pepa dejó de tocar.

Y en medio de aquel silencio, la esperanza de que la violinista apareciera en la


habitación se incrementó en las ilusiones de Silvia, que a esas alturas ya nada le
importaba, solamente pensaba en volver a sentir ese cálido aliento tan cerca de su
piel.

Pero los segundos transcurrían y ella no aparecía.

Pasados unos minutos la esperanza al fin se esfumó.

************************************************
Y de nuevo Pepa y su whisky.
Su alma árida necesitaba hidratarse, y en el licor parecía encontrar la mejor
medicina, además el alcohol desinfectaba sus heridas y aunque en un principio
había optado por mandar a tomar por culo aquel violín, lo retomó.

No se le ocurría otra forma menos desadaptativa para expulsar toda la mierda que
la contaminaba por dentro.

Tocaría hasta que se le borraran las putas huellas digitales, hasta que se le
desgarraran todos los tendones...Hasta drenar todo el dolor camuflado de sangre
por los dedos...

21:10 horas.

El insistente timbre del móvil de la violinista la despertó de su profundo y pesado


sueño.

Miró en la pantalla el número del Comisario Castro y decidió hacerse cargo de la


llamada, aunque en realidad no estaba en las mejores condiciones para hacerlo.

-¡Diga...me, suegro! -Decía notablemente pasada de copas.

-¡PEPA!- Gimoteó Don Lorenzo -¡Pero será posible!- Exclamó indignado.

-¿Qrrrue pasa?- Preguntaba sin entender

-¡Que estás borracha! ¡Mi hija secuestrada y tú borracha por amor de


Dios!-

-Es que estoy desesperada Don Lorenzo- Respondió recobrando un poco la


cordura -Detesto estar atada de pies y manos mientras mi pelirroja la está
pasando mal-

-Pues de esa manera tampoco vas a lograr mucho, que yo te necesito en


tus cinco sentidos bien puestos por si algo se ofrece-

-Lo siento Don Lorenzo- Respondía mucho más recompuesta

-Toma una ducha y cena algo- Le ordenó -Y me llamas cuando estés


presentable-

La morena colgó con una sonrisa.

No tenía la menor idea de por qué sonreía, pero de cierta forma, le alegraba que al
menos Don Lorenzo la aceptara como nuera, aunque quizás eso ya no serviría
para mucho.

No quería volver a encontrarse con Silvia, pero debía llevarle algo para cenar y
quizás ofrecerle otra manta.
Así que entró en la habitación, encendió la luz y la liberó de la mordaza.

-Estoy harta Pepa- Le dijo muy seria, no se escuchaba triste, ni enojada,


simplemente desesperada -Tengo adormecido el culo y las piernas
entumidas-

-Vale, pues te desato para que camines un poco por la habitación-

-Es que quiero volver a mi casa- Ésta vez el tono empleado se asemejaba a
una súplica, mientras tanto, la morena le desamarraba los pies.

-Solías decir que tu casa era yo- Le recordó con tono de melancolía, pero la
Forense hizo caso omiso de aquel comentario, la verdad estaba un poco enfadada,
de que la hubiera dejado abandonada tantas horas, le había agarrado el gusto a la
situación, al menos estaba cerca de la mujer que amaba, supuestamente contra su
voluntad y por lo tanto no tenía razones para sentir culpa.

-¿No me vas a desatar las manos?- Preguntó extendiendo el nudo que


formaba con sus brazos, como si fuera lo más lógico.

-¿Y arriesgarme a que me rompas la nariz?- Su cara era un poema que todo
lo que expresaba era un “Pero tú estás loca” -¡Ni de coña!-

-Apestas a alcohol- Se quejó con gesto de asco, mientras pasaba a su lado para
mover un poco las piernas.

-Pues te ofrecí amablemente un whisky y lo rechazaste de mala manera-


Se encogió de hombros.

-Todo esto...- Decía Silvia repasando con la mirada la habitación, las cuerdas, la
silla, sus propias manos aún atadas -No tiene caso- Negaba con la cabeza.

-¿Eso crees?- Más que una pregunta era un reto hacia su escepticismo.

-Por más vueltas que le demos a ésta situación, nada de lo que intentes
tiene caso y lo sabes- Le miraba tan convencida de sus propias palabras...Que
le dolían a Pepa por todo el cuerpo.

-Yo te voy a demostrar que sí tiene caso- Fue su decidida respuesta, con
auténtico fuego en aquella mirada de miel.

Silvia imaginó hacia donde iban las intenciones de Pepa.

Durante cinco meses se aprendió casi de memoria todos y cada uno de los gestos
de la morena y sabía lo que seguía inexorablemente después de que ese fuego se
apoderaba de su mirada.

Observó con cierto recelo, la manera en que la traficante caminaba hacia ella...
Decidida, altiva...Segura de que no habría poder humano que le impidiera llegar a
su destino.

La pelirroja se amedrentó ante la actitud de su ex-amante y por instinto retrocedió,


como sí ante dicho movimiento, la violinista se fuera a detener.

Pero no lo hizo.

Silvia continuó dando pasos hacia atrás, así...Completamente a ciegas, hasta que
evidentemente se dio de bruces contra la pared.

¡Un maldito deja-vu!

Fue inevitable para ambas que regresaran los recuerdos de aquel reencuentro en
Comisaría, cuando después de una acalorada e intensa pelea, habían terminado
justamente así...

Silvia acorralada entre Pepa y la pared, con la enorme diferencia de que en aquella
ocasión, la pelirroja se lanzó a los brazos de la morena, suplicándole por un
abrazo.

Pero ésta vez no ocurrió así.

-¡No! ¡No lo hagas Pepa!- Le suplicaba con la poca fuerza que le quedaba para
rechazar a la morena.

-No pienso escucharte, no puedo ni quiero- Acarició el cabello de la Forense


que se encontraba recogido en una coleta, pero que sin embargo dejaba que un
mechón rebelde se posara por su mejilla. -Nunca voy a querer a nadie como
te he querido a ti- Le decía bajito

-¡Aléjate!- Le amenazaba - ¡Que no quiero que me toques!- A punto de


derramar lágrimas de impotencia

Pero como era de esperarse, la traficante hizo caso omiso y restregó lo más que
pudo su cuerpo con el de Silvia.

-Necesito volver a sentirte por dentro- Le susurró con el deseo a flor de piel.

-La única manera en que podrás volver a tenerme será por la fuerza- Le
advirtió

-Pues no me importa- Le dijo mientras sus manos comenzaban a deslizarse por


ambos costados de la pelirroja, hasta descender por sus caderas.

-Eres una cobarde- Le recriminaba Silvia -Que lástima que necesites tener
amarrada a una mujer para poder tocarla-
Ese último comentario le dolió a la violinista, pero no fue suficiente para apagar su
libido -Sabes que no lo necesito- Le respondió con suficiencia y separó
ligeramente su cuerpo del de Silvia, sólo para liberarle rápidamente las manos de
aquellas cuerdas. -Con cuerdas ó sin ellas vas a volver a estar conmigo-

-Deja de decir estupideces- Le sentenciaba la Inspectora Castro, quien aún se


sentía como flotando dentro de un sueño, no se podía creer la situación que estaba
viviendo.

-No son estupideces- Fue lo último que escuchó la pelirroja antes de que Pepa
tirara de ella con fuerza de ambas manos e intentara desplazarla fuera de la
habitación.

-¿Qué demonios crees que haces?- Preguntaba completamente indignada,


sintiendo que su voluntad era impunemente ultrajada.

-Lo que debí haber hecho desde el primer momento en que te traje aquí-
Le daba la explicación pero sin dejar de jalarla hacia la dirección que ella pretendía
y es que la morena era demasiado fuerte, mucho más que una Silvia, quien por
mucho que luchara por mantenerse dentro, le resultaba imposible.

Una vez que hubieron salido de aquel cuarto, Pepa siguió desplazándola contra su
voluntad por una segmento del corredor de la casa, hasta que se encontró de
espaldas al marco de lo que parecía ser la puerta de otra habitación.

Silvia la reconoció de inmediato, era la que solía ocupar Pepa cuando se quedaba
a dormir en esa casa.

Más de una vez la compartieron juntas.

-¿Vas a obligarme a que duerma contigo?- La desafió con rabia.

-Dormir es lo último que me apetece en este momento- Y dicho esto, giró a


la pelirroja con fuerza, de manera que ahora fuera Pepa quien quedara de frente al
quicio y Silvia de espaldas.

Ya no había necesidad de tirar de la pelirroja, ahora bastaba con empujarla un


poco y eso fue exactamente lo que hizo, comenzó a empujarla, aún con la puerta
cerrada, de manera que cada movimiento emitido por la anatomía de Pepa, hacía
que ambas pieles entraran en un intenso contacto, al igual que las distintas partes
de su cuerpo que cada vez amenazaban con mayor fuerza de entrar en ebullición.

-No quiero- Seguía insistiendo en rechazarle, aunque a decir verdad, cada vez lo
hacía menos convicción, porque tener ese cuerpo tan perfecto ardiendo adherido
al suyo, revolucionaba su flujo sanguíneo.

-No te creo- Jadeó la morena mientras sus manos ascendían por el torso de
Silvia, anunciando la inminente llegada hasta sus pechos, aunque aún con la ropa
de por medio.
-No me importa lo que tú creas- Intentaba deshacer ese feroz contacto, pero la
fuerza de Pepa le impedía prácticamente moverse, escasamente era capaz de
respirar.

Y entonces Pepa le proporcionó su espacio, el suficiente para que consiguiera


moverse con libertad, pero aún estaba de frente a ella, obstruyéndole el camino.

-Entonces pégame- Le ofreció -No pienso meter las manos para


defenderme, sólo pégame hasta que consigas convencerme de que no
quieres estar conmigo-

Silvia no lo pensó dos veces y de alguna manera toda esa rabia que aún mantenía
guardada en contra de Pepa, consiguió impregnarla en un certero gancho que
colocó con fiereza en el abdomen de la traficante.

Prácticamente consiguió sacarle el aire.

El gesto de dolor de la violinista lo decía todo, mientras se llevaba ambas manos a


la zona del golpe.

Su cuerpo se encontraba completamente abatido, era la oportunidad que Silvia


necesitaba para escapar.

Y la Forense lo sabía.

El único obstáculo entre ella y su libertad fue el enorme nudo que se formó en su
garganta al ver como materialmente Pepa se retorcía de dolor.

Sin decir nada, ahora fue la pelirroja quien tiró con fuerza de las solapas de la
camisa de la traficante y la pegó a su cuerpo todo lo que pudo.

-Quiero follarte- Le informó de forma inesperada, completamente encendida y


transformada, aunque evidentemente Silvia no le estaba proponiendo un acto de
amor, era sólo sexo.

Sexo y nada más.

Pepa, quien aún no se recuperaba de aquel fuerte golpe, no pudo reaccionar lo


suficiente, ya que su cuerpo aún se encontraba algo débil, situación que fue bien
aprovechada por la pelirroja para girarla con relativa facilidad.

Ahora era Pepa quien estaba contra la puerta.

Los ojos de Silvia eran puro fuego.

Sus manos eran un par de brazas ardientes que comenzaron a desabrochar uno a
uno los botones de la camisa de su ex-mujer.
Pepa no oponía resistencia alguna, simplemente se limitaba a dedicarle una
mirada atónita.

Aún quedaban tres botones por abrir, sin embargo, mirar a Pepa en sujetador, fue
la causa de que una pasión salvaje y desbordada se desatara en la pelirroja, quien
ya no fue capaz de seguir deshaciéndose con paciencia de aquellos botones que
tanto estorbaban.

Simplemente abrió la camisa con desmedida fuerza y la rompió.

Para éstas instancias, la morena ya se encontraba excitadísima, así que intentó


atraer a Silvia hacia ella para besarla, pero ésta se lo impidió.

-No me beses- Le advirtió aún con furia.

Estaba claro que sería solamente un refrote y nada más, cosa que al principio
desconcertó a la violinista y no supo muy bien cómo reaccionar, pero en tanto
Silvia introdujo una de sus manos en los vaqueros y comenzó a tocarla por encima
de las bragas, recordó lo que convenía hacer en esas situaciones y rápidamente le
ayudó en la labor de despojarse completamente de los pantalones.

La mano de Silvia que bajo ninguna circunstancia pretendía abandonar la zona


genital de la violinista, se dispuso a tocarla con mucha mayor intensidad...

Cada vez más rápido.

Por instinto, Pepa colocó sus manos sobre los glúteos de su ex-mujer y los estrujó
con fuerza.

Completamente cegada por la lujuria y aislada de la realidad, atrajo el cuerpo de


Silvia hacia ella, necesitaba sentirla cerca, necesitaba sentir que toda aquella nivea
piel aún le pertenecía, necesitaba sentir su calor.

La pelirroja, por su parte, apoyó la barbilla sobre el hombro desnudo de su amante


y ayudada por ambas manos se deshizo de las bragas.

La excitación líquida de Pepa fue la encargada de guiarla por el que sería un


vertiginoso camino de embestidas sonorizadas por decenas de gemidos.

Mientras Silvia la penetraba de una forma salvaje e irracional, pero que al mismo
tiempo estaba consiguiendo llevar a Pepa hasta la más grande de las locuras, la
morena intentó besarla en los labios, pero una vez más, la Forense la esquivó, así
que lo único que atinó a hacer la traficante, fue despojar a Silvia de la blusa que
aún llevaba puesta y clavar su cabeza entre el canalillo que dividía el relieve de su
escote.

Por un instante, la inspectora Castro intentó rehusarse a que Pepa se recreara con
sus pechos, pero era demasiado tarde, porque la morena ya se había deshecho
del sujetador y a la par que seguía estrujándole los glúteos, con su boca degustaba
el dulce sabor de aquella cobertura dérmica que pensó jamás volvería a saborear.

Pequeños y suaves, pero precisos mordiscos en la aureola derecha de la Forense,


consiguieron que la violinista consiguiera su objetivo y cada vez, el cuerpo de Silvia
de adhería mucho más al suyo.

Ahora no solamente era Pepa la que gemía, Silvia también lo hacía, pero sin dejar
de penetrar a su amante.

Y lo hacía de tal forma, que en cada una de sus emisiones sonoras y sus
embestidas, transmitía el oculto mensaje de “No te apartes de mí, por favor, no
sabes cuanto te necesito”. Y La morena era perfectamente capaz de interpretar
cada uno de sus gestos, por supuesto que no la soltaría.

Así que dejó de estrujar sus cabezas femorales con fuerza, para deslizar las
palmas de sus manos en dirección ascendente y ésta vez, acariciarle la espalda
con ternura, con amor...

Ese cambio de ritmo no pasó desapercibido para la pelirroja, que privada de


cualquier atisbo de cordura, posó su boca en la oreja de Pepa para hacer y
deshacer con ella, haciendo una escala estratégica en el lóbulo.

-Me vuelve loca tu cuerpo, no sé cómo lo haces, pero no puedo dejar de


tocarlo- Le confesaba agitada y llena de vergüenza, en medio de un torpe y
prácticamente inaudible susurro.

Y así, con la espalda desnuda golpeando sobre la puerta helada, que aún
permanecía cerrada, el cuerpo de Pepa se arqueó, para comenzar convulsionarse,
aún sintiendo a Silvia dentro de su cuerpo.

El momento idílico había llegado a su fin, pero aún Pepa no conseguía recuperarse
de todas aquellas sensaciones que le había provocado tener a Silvia dentro de ella
una vez más.

Intentaba normalizar su respiración, pero aún su corazón palpitaba peor que un


caballo desbocado, pero con todo y eso le regaló la más tierna de las sonrisas, era
una sonrisa de esas que lo dice todo sin necesidad alguna de emplear las
palabras, era un “Gracias por hacerme sentir esto, te quiero”, pero la pelirroja
cambió la dirección de su mirada.

Simplemente la evadió y se inclinó para recoger el sujetador y la blusa del suelo.

-¿Qué haces?- Le preguntó Pepa aún desnuda, al darse cuenta de que la pelirroja
pensaba ponerse la ropa.

-Me voy a vestir- Respondió de forma álgida y negando con la cabeza -Esto no
debió haber pasado-
-Pero ¿Qué coños estás diciendo?- La morena no daba crédito a lo que
escuchaba.

-No sé que me pasó, fue...- Intentaba explicar cubriendo la desnudez de sus


senos con la misma blusa, solamente que aún sin colocársela correctamente -Fue
un puto impulso, pero no puede volver a pasar- Intentaba sonar hiriente,
pero una apenas perceptible gotita de agua salada escurriendo de sus ojos, la
delataba.

-Pasó lo normal...- Le decía Pepa con cariño, limpiando la lágrima con el dorso
de su mano -Lo que tarde ó temprano tenía que pasar-

Pero Silvia seguía negando con repetidos movimientos de cabeza -¡Que no


Pepa! ¡Que no! - Sollozaba arrepentida -Esto no puede ser normal, esto no
debió pasar nunca-

Pepa desesperada de no poder convencerla se abalanzó sobre ella y para


abrazarla con todas sus fuerzas. -Entiende que no soy capaz de vivir sin ti-
Le susurraba al oído.

Silvia no sabía que decir, cuando tenía el cuerpo de Pepa tan cerca, así de pegado
al suyo, no era capaz de pensar, ni de medir las consecuencias, así que hizo lo
propio y también envolvió el aún cuerpo desnudo de la morena entre sus brazos.

De forma disimulada, Pepa consiguió abrir la puerta de la recamara y hacer que


Silvia caminara con ella sin chistar.

Una vez dentro, Pepa le buscó la mirada y volvió a sonreírle.

Sonrisa que a pesar de todo, la pelirroja no era capaz de devolver, estaba ahí de
pie frente a la morena, pero como una estatua que contemplaba el techo.

Pepa se acercó nuevamente a ella, lo más que pudo y comenzó a depositarle


besos tiernos sobre su hombro, que inmediatamente reaccionó ante el contacto de
aquellos labios y se tornó completamente erizado.

Mientras que sus manos hacían lo que les tocaba y comenzaron el camino
descendente por sus brazos, una travesía que era lenta, y es que a Pepa le
gustaba disfrutar de cada una de las sensaciones que provocaba en Silvia, le
fascinaba observar el cambió en la textura de la piel, que se tornaba con rapidez
de tersa a crespa, y sonría con suficiencia, pues sabía que era la culpable.

Sabía que solamente ella, era capaz de provocar todas éstas reacciones en el
cuerpo de la Inspectora Castro.

Y así continuó hasta encontrar el botón de los vaqueros.

Lo desabrochó sin dudar.


Después continuó con la cremallera, lo suficiente para poder colar su mano y en
esa zona tan íntima y con la que llevaba soñando tantas noches.

La acarició despacio, aún por encima de las bragas.

Sentía como la pelirroja se retorcía de placer y entonces se atrevió a intentarlo de


nuevo...Acercó su rostro al de Silvia y buscó sus labios, pero nuevamente se
encontró con el rechazo.

-¿Qué pasa?- Preguntaba Pepa confundida en voz bajita, como tratando de no


romper con la atmósfera del momento.

-Que no quiero- Respondió haciendo un puchero, era obvio que le dolía


rechazarle, pero había algo más fuerte que todo su dolor, la culpa tal vez, que era
más grande que el deseo que parecía sentir por Pepa.

Entonces dio un brusco paso hacia atrás y consiguió que la mano de la violinista
saliera de la rendija que se había abierto entre los vaqueros.

-A ver Silvia...- Entonces una Pepa muy decidida y segura de lo que pensaba
hacer, habló -No te vas a mover de aquí, al menos...No hasta que
terminemos lo que empezamos-

-Pero entiende que no quiero- Le suplicó

Entonces Pepa nuevamente se acercó a ella y haciendo uso de su fuerza física la


volvió a abrazar, aún cuando la pelirroja se resistía.

-No te creo...- Le susurró muy bajito al oído y de forma incitante -Que acabo de
tocarte y estás completamente empapada...Yo sé que te mueres por
tenerme adentro de ti-

-No hagas esto Pepa- Seguía suplicando Silvia que ya no sabía de donde sacar
fuerzas para seguirla rechazando.

-Shhh...- La conversación se seguía suscitando entre susurros -No te voy a


lastimar- Decía cariñosa mientras se ayudaba de ambas manos, para ahora sí,
bajarle poco a poco los pantalones.

Y antes de dar tiempo a que Silvia hiciera o dijera algo, comenzó a acariciarla de
nuevo, con la palma de la mano completamente extendida, que cada vez estaba
más húmeda.

Silvia solamente cerró los ojos y se olvidó de todo.

Se olvidó del pasado, se olvidó de quién era y se olvido de quién era Pepa.

La última prenda que le quedaba terminó en el suelo y con sutileza la condujo


hasta la cama.
Se recostaron, Pepa encima de Silvia y dos dedos de la violinista se introdujeron
en el núcleo de la mujer que tanto amaba.

Entonces Silvia comenzó a llorar.

Y es que no podía hacerlo, pero tampoco era capaz de parar.

-No lo hagas Pepa...- Le suplicó por enésima vez entre sollozos -¡Ayúdame!
¿Que no ves que yo no tengo fuerzas para rechazarte?- Decía entre
lágrimas y llanto, pero la morena no hacía caso, era como sí creyera que teniendo
un acercamiento sexual, las cosas se pondrían más fáciles y Silvia le perdonaría
todo.

Y aunque la pelirroja deseaba rechazarla, deseaba empujarla y salir corriendo de


allí, otra parte de ella, era incapaz de despegarse del cuerpo que tenía a
horcajadas del suyo, era incapaz de despreciar todas las caricias que le propinaba
Pepa a la piel que había debajo de su piel.

Sin dejar de penetrarla y acariciando su cabello con la mano que le quedaba libre,
nuevamente buscó susurrarle en el oído -No llores pelirroja...Te quiero-

Y volvió a buscar sus labios, pero Silvia apartó la cara para esconderlos.

Sin embargo, nuevamente se dejó invadir por la pasión y esa lujuria irrefrenable,
enredó sus piernas en las de Pepa y se acomodó de forma que pudiera disfrutar de
mejor forma de las habilidosas caricias que le propinaba la morena.

Aumentaron el ritmo de los movimientos y entre mordiscos, rasguños y jadeos por


parte de la pelirroja, consiguió alcanzar el climax en medio de un conjunto de
espasmos provocados por el placer.

Una vez que todo acabó, apartó a Pepa de su cuerpo y se incorporó sin decir
nada.

Se cubría el rostro con ambas manos y no podía dejar de negar con la cabeza, se
repetía una y mil veces en su interior que era una mierda de mujer y basura de
hija.

Se levantó se la cama y comenzó a ponerse la ropa.

Pepa abrió los labios y la pelirroja supo que querría decir algo, pero fue ella quien
se anticipó a hablar.

-Me largo de aquí- Dijo furiosa consigo mismo y con una mirada de distancia e
indiferencia hacia la mujer con quien acababa de acostarse -Y no me importa si
me descargas el cargador de tu mágnum en la cabeza, creo que me
harías un favor-
-Silvia, pero...- Estaba sentada a los pies de la cama intentando hacerla que
recapacitase -¿Cómo te vas a ir así? Necesitamos hablar de lo que pasó-

-Vamos, Pepa, que no queda nada que hablar, fue un maldito polvo, fue
el maldito deseo, fue no lo sé...Fue la más grande de mis estupideces-

Entonces terminó de colocarse la ropa, pero la morena que se encontraba aún


desnuda, ya ni siquiera hizo esfuerzo para tratar de retenerla, solamente preguntó
-¿Y cómo demonios piensas irte? Son siete kilómetros de terracería y
como otros doce en carretera para llegar a Madrid-

-Creo que después de nuestro refrote lo menos que me debes son las
llaves de tu coche ¿No?- Fue su hiriente respuesta.

-Vale- Se había quedado completamente seca de argumentos, desarmada,


vencida.

-Te lo dejo en la bodega de siempre, digo seguramente ahí guardaron mi


carro ¿Cierto? -

Pepa asintió.

-Y respecto a lo de mi padre, no te preocupes, yo no me encargo de que


cumpla su palabra y ya no le mueva a éste asunto, pero por favor, no
quiero volverte a ver, no te quiero a menos de diez kilómetros de mí-

-Vale- De nuevo asintió -Solamente espero no te arrepientas de tu decisión-

-Sabes que lo único de lo que me arrepiento en la vida es de haberme


involucrado contigo-

Fueron las últimas palabras de Silvia antes de partir.

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