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Un par de dedos pulgares cubiertos con guantes de látex presionaban las manchas
azul grisáceas situadas en los muslos desnudos del cadáver.
La mujer que vestía una bata blanca salpicada con pequeñas gotas de sangre le
analizó durante un par de segundos sin decir palabra, notó que estaba de muy
buen humor, era un chico exitoso pero sobre todo noble de corazón, y cuando
sonreía de esa forma tan dulce no podía significar otra cosa, seguro que había
algún avance positivo dentro del caso.
Nuevamente la forense negó con la cabeza, otra chica que para su corta edad
llevaba demasiados títulos a cuestas. Al igual que Montoya, tenía 32 años, ambos
eran unas ratas de biblioteca, intentaban sublimar con el trabajo compulsivo, su
desastrosa vida personal, sus fracasos amorosos; Eran adictos en rehabilitación, él
al Whisky y ella a los ansiolíticos, específicamente a la benzodiacepina.
Seguramente era por eso que mantenían una conexión inexplicable, entre ellos no
hacían falta las palabras, bastaba mirarse a los ojos y el uno descifraba lo que
pensaba el otro.
Era lo que ella siempre le repetía a Gonzalo cada que amenazaba con tener una
recaída.
-¿Siempre tienes que ser tan explícita? - Preguntó con gesto de repulsión ante
la postal de sí mismo deshaciéndose del escenario del crimen que acababa de ser
descrito. - ¡Eres una hortera coño!
-¡Venga! - Intentó contener la carcajada y la sustituyó por una bella sonrisa- Que
con esos datos podemos comenzar a construir el perfil de personalidad,
aunque no creo que estemos tras la pista de un solo sujeto.
Silvia abrió los ojos como un par de platos, no podía evitar que le hubiese quedado
ligeramente el saco. -¿Insinúas que soy una puta carnicera de mierda? - Le
acomodó dos buenos golpes en la cabeza con el fólder que aún sostenía entre sus
manos.
Ahora era Gonzalo quien contuvo una sonora carcajada, tomó una nota mental de
lo hermosa que se veía la pelirroja cuando se enojaba. - Bueno, ¡Estás un
poquito perturbada!, pero nada más…- Seguía disfrutando del momento.
-En primer lugar es poco probable que alguno de los integrantes del
grupo posea una personalidad psicopática, te recuerdo que los
psicópatas matan por mero placer, más no lo hacen por dinero…- Le
aclaro con firmeza-…Y está claro que está organización debe ser altamente
lucrativa. Además no hay desmembramiento, ni escisión de cabeza, ni
rastros de antropofagia ni actividad sexual post-mortem. En mi opinión el
médico solamente podría padecer un trastorno delirante de tipo
somático y eso explicaría que haya cerrado el cuerpo minuciosamente,
de esta forma elimina de su cabeza la idea de que miles de gusanos se le
introducirán por el cuerpo hasta comérselo todo por dentro...-
Gonzalo finalmente asintió satisfecho, debía reconocer que quizás Silvia nunca iba
obtener una puntuación de 9.3 sobre 10 empuñando un arma desde la línea de los
20 metros en la sala de tiro, pero joder con la pelirroja que era toda una
enciclopedia de la criminología.
Gonzalo tomó una toalla y dio unos cuantos pasos hasta pararse frente al grifo de
agua.
-Me alegra que sepas reconocer que no las hojeado un DSM-V en tu puta
vida - Se burló ligeramente al tiempo que unas manos masculinas limpiaban su
frente.
-Esta mañana llamaron dos personas para reportar movimiento poco usual en una
casa abandonada. Parece que desde hace dos días han estado entrando y
saliendo personas desconocidas y estacionando camionetas con cristales
entintados…-
Ella lo miró atenta y permaneció en silencio parta darle la señal de que continuara.
-…La casa está ubicada a unas cuatro cuadras del callejón donde
encontramos muerto a Ochoa. - Sus ojos se iluminaron ante la posibilidad de
resolver el caso mucho antes de que lo que imaginaba-…Creo que tenemos el
hilo grueso que necesitábamos para comenzar a tirar, ¿No te lo parece?-
Silvia no estaba tan convencida de ir solos a ese lugar, no le daba buena espina.
Pero Gonzalo era su superior y por mucho que bromearan juntos y se tuvieran
confianza, pues el trabajo era trabajo y había que tomarlo con seriedad, así que no
tenía más remedio que acatar sus órdenes.
Se dirigió hacia los vestuarios para darse un baño y cambiarse de ropa. Sustituyó
los jeans vaqueros y la blusa semi-transparente de tirantes en color blanco, que en
realidad eran opacados por la bata.
-Vaya pelirroja…- Gonzalo la miró con la boca abierta desde el volante del coche
patrulla-…Pero si tú cada día te acercas más a la protagonista de todas
mis fantasías-
-¡Papá!…- Silvia le paró en seco con tono enérgico para posteriormente darle una
palmadita en el hombro e intentar dosificar el mal humor del Comisario -…No es
ningún operativo, es una Inspección de rutina-
Nuevamente besó su mejilla, de sobra sabía que ese era el mejor antídoto contra
el "genio de los mil demonios" de su padre. Aunque a decir verdad, ni ella misma
estaba del todo convencida de sus palabras, por alguna razón no se sentía
tranquila de saber que iban ellos dos solos a meterse en la boca del lobo.
-Bien…- Tomó de la mano a Silvia y la condujo hasta el lugar del copiloto del
coche patrulla donde ya la esperaba Montoya.-…Con mucho cuidado mi amor-
La despidió con cariño y besó su frente. Acto seguido le abrió la puerta del vehículo
y se dirigió hacia su hombre de confianza, su mano derecha, al que consideraba
como un hijo.
-Cuídemela porque en ese carro lleva lo más valioso que tengo - Dijo
tiernamente dirigiéndole una mirada llena de amor a su hija.
Gonzalo asintió.
La neblina casi empañaba los cristales del Seat Ibiza que conducía Gonzalo. El
clima estaba alocado, alcanzar los cuatro grados en pleno inicio del verano era
improbable, pero cada que ojeaban el termómetro digital en el tablero se
percataban que la temperatura seguía bajando. Esto no era normal, como tampoco
lo era que Silvia tuviera presentimientos. Estaba muy ansiosa, tenía una
desagradable sensación en el estómago que ni siquiera le permitía escuchar lo que
su compañero le decía.
Llevaban cerca de 40 minutos de camino cuando por fin el GPS les indicó que
estaban muy cerca de su destino.
-La reja negra - Informó Silvia una vez que verificó el número de la casa en un
papel.
Pero el tiempo transcurrió sin novedad alguna. Gonzalo miró su reloj y se dio
cuenta que llevaban allí más de dos horas y aún no tenían nada, ningún hilo de
donde jalar.
Era evidente que no quería estar ahí. Sus ojos prácticamente suplicaban, era un
desasosiego inexplicable. Desde que se despidió de su padre en Comisaría algo
dentro de ella comenzó a advertirle que no debía ir, debía convencer a Gonzalo
para que se quedasen pero no se atrevió a contradecir las ordenes de un superior.
La idea más racional que iluminó su mente fue que ella no estaba acostumbrada a
desempeñar las funciones de un típico policía de campo, ella disfrutaba analizando
pruebas y buscando minuciosamente evidencias en su laboratorio, eso de
empuñar un arma, caminar sigilosamente e irrumpir en una propiedad ajena para
capturar a los malos no era la razón por la que se había hecho policía. No le
interesaba, mucho menos le apasionaba.
De hecho le asustaba.
-¿Pero tu estás loco? ¡Que ahí dentro puede estar lleno de tipos armados!
-
¡Es una puta orden coño! - Habían sido las últimas palabras que Silvia escuchó
antes de bajar del vehículo.
Eso no encajaba.
Las denuncias anónimas presentadas en comisaría por la mañana describían una
casa abandonada, ó al menos eso les parecía, ya que según ellos el último dueño
se había mudado al menos dos años atrás.
Las piernas de Silvia comenzaron a temblar, sentía el sudor frío recorrer las
palmas de sus manos y palpaba constantemente su cintura para poder sentir el
arma que llevaba oculta debajo de la chaqueta. Notó como la velocidad de sus
pasos disminuía y su zancada se hacía cada vez más pequeña conforme se
acercaban al lugar.
-La casa está vacía- Afirmó en tono enérgico- Así que entramos, buscamos
las evidencias que necesitamos y si acaso hubiese alguien ahí dentro,
entonces sacas tu reglamentaria, le miras a los ojos y le apuntas en la
puta cabeza, ¿Entendido? - Le lanzó una mirada inquisitiva.
Silvia asintió.
La reja no tenía candado ni llave así que se introdujeron al jardín sin mayores
problemas, pero cuidando que sus pasos fueran moderados, sin portar de forma
visible las armas y las placas. La intención era pasar desapercibidos por los
vecinos ya que no llevaban una orden de cateo expedida por el juez, y estaban
incurriendo en un delito, eso era allanamiento de propiedad privada y les podían
suspender o abrir un expediente por eso.
No había nada.
Pasaron cerca de veinte minutos inspeccionando la segunda planta, los armarios,
botes de basura, debajo de las camas. Nada, ni una mancha de sangre, ni un trozo
de algodón, ni ropa.
Se percataron de que contaban con todos los servicios: agua, gas y luz. Solamente
faltaba línea telefónica y comida dentro del refrigerador.
De pronto observó la mirada atónita de Gonzalo, pero no tuvo tiempo siquiera para
preguntar o voltear y descubrirlo por ella misma.
Con todo y el pánico que le recorría el cuerpo al tener una una M16/A4 a escasos
15 centímetros de su cabeza, no pudo evitar notar que el hombre era bien
parecido.
Por supuesto que todos los planes que tenían de desenfundar su reglamentaria y
hacer valer su condición de agentes de la Policía Nacional, se vinieron abajo en
cuanto un segundo hombre comenzó a cachearlos y los desarmó de inmediato.
Lo último que Silvia pudo recordar antes de caer inconsciente en el piso y rodar un
par de escalones, fue el impacto del fusil de asalto contra su cabeza.
CAPITULO II. LO SIENTO...ESTO NO ESTABA DENTRO DE LOS PLANES
15:47 Horas.
Un vehículo todo terreno aparcó en la entrada de una reja negra. A decir verdad,
por esa zona no circulaban automóviles tan ostentosos y evidentemente que la
Touareg V10 del año contrastaba con aquel barrio de clase media baja. Sin
embargo, si se toma en cuenta que al volante de dicha unidad se encontraba la
cabeza de un grupo del crimen organizado, entonces el tipo de camioneta en color
blanco resultaba de lo más discreta.
Era una silueta femenina y espigada, unos 180 centímetros de estatura, su cabello
obscuro con algunos destellos castaños que se dejaban apreciar a contraluz
estaba sujetado por una coleta. Su piel trigueña hacía juego perfecto con sus ojos
marrón verdosos, aunque justo en ese momento los llevara ocultos tras unas gafas
de sol parda con forma de gota que le cubrían medio rostro.
La puerta que un par de horas antes había sido atravesada sin mayor problema
por dos agentes de la Comisaría de San Antonio, ahora era custodiada por dos
guardias, que al ver llegar a su jefa saludaron de forma respetuosa con un
movimiento de cabeza y la abrieron para darle libre acceso al interior de la casa.
Ella se paseó ante esos dos pares de ojos que la devoraban, haciendo gala de su
altivez y prepotencia. Hubiera sido demasiado pedir que les devolviera el saludo,
una sonrisa o siquiera un gracias, pero les dirigió unas cuantas palabras.
-Si alguien pone un pie a menos de diez metros de esta puerta le pegan
un tiro, no me interesa si es policía, sacerdote o si trae un bebé en
brazos - Les lanzó una mirada fulminante - ¿Entendido?-
Una vez dentro se encontró con dos caras familiares. Ambos estaban
pegados a un ordenador portátil.
-Ya les tenemos Pepa- Informó el hombre atractivo de mirada felina que había
dejado inconsciente a los dos agentes al ver llegar a la autora intelectual de la
organización.
Al ver que no dijo nada más, el individuo continuó exponiendo los resultados de su
investigación ráfaga.
Pepa estaba segura de que Lucas seguía hablando, pero ella no escuchaba ni una
palabra de lo que él decía. Su mente se había detenido ahí, sus ojos clavados al
monitor, en ese rostro, en esos ojos, en ese cabello rojo.
-No dieron con nosotros… - Respondió una voz femenina, entrando al fin en
escena una vez que había husmeado en la base de datos de la Comisaría. -
Estuve viendo el registro de las denuncias y esta mañana recibieron dos
llamadas anónimas de los vecinos que reportaban movimientos extraños
en la casa.
-Mala suerte - Masculló para sí misma, pensando claramente en la pelirroja, su
único pecado había sido estar en el sitio equivocado a la hora equivocada.
-No hay nada que decidir - Dijo Pepa con pesar- Subiré a echar un vistazo,
probablemente haya despertado ya - En ese momento se percató que seguía
hablando en singular y que su inexplicable interés hacia una "simple agente de
barrio" como ella misma la había llamado, comenzaba a hacerse evidente para los
demás.
Si las miradas pudieran asesinar, seguro que Lucas sería hombre muerto,
desangrado y mutilado. Pero Pepa no dijo nada y se limitó a seguir con su
recorrido hacia la habitación.
Silvia abrió los ojos pero no podía ver nada, entonces se percató de que los tenía
vendados. Pero no era eso lo que le preocupaba, sino un intenso dolor a la altura
del pómulo derecho que llegaba hasta la ceja.
Intuyó que el golpe que la había dejado inconsciente le habría hecho una abertura
y el pañuelo que le habían colocado para obstruirle la visión le estaba punzando
sobre la herida. ¡Era un maldito suplicio!. Pero estaba convencida de que lo peor
estaba apenas por venir.
Escuchó una silla moverse de forma insistente, entonces supo que Gonzalo había
despertado.
Estaba convencida de que en esa habitación sólo se encontraban ellos dos pero
tenía miedo de que les escuchasen hablar.
-¡Silvia! - Exclamó con preocupación pero con volumen audible -¿Estás bien? -
Le preguntó angustiado.
La pelirroja asintió, pero era obvio que él tampoco podía mirarle, así que optó por
hacer uso de la voz.
-Sí, sólo me duele un poco el golpe - Mintió. La verdad es que el dolor era casi
insoportable.
-¡Hey!, ¡Que todos la cagamos alguna vez!, ¡Yo la he cagado mil veces! -
Nuevos recuerdos llegaron a su mente, cuando abrió el cadáver de una mujer sin
autorización del juez y nuevamente puso en riesgo su placa; Y bueno su vida
personal no era ninguna excepción, cuando terminó su última relación amorosa se
hizo adicta a los ansiolíticos y dejó su trabajo en el hospital "12 de Octubre".
Ingresó a la academia de policía no porque quisiera serlo, sino para contradecir a
su padre, para demostrarle que ella era capaz de tomar sus propias decisiones.
Y eso no era todo, faltaba rememorar la más grande de todas sus estupideces,
"Su obra de arte" y es que después de dejar a Márquez plantado en el altar porque
descubriese que no la llenaba como ella deseaba, tan sólo una hora antes de la
ceremonia, naturalmente el chico se ofendió y decidió cortar de tajo su relación. A
los pocos meses Silvia decidió que quería darse una nueva oportunidad de ser feliz
en pareja y le buscó para propiciar una reconciliación, pero gran sorpresa se llevó
cuando él le rechazó y le informó que ya salía con otra persona. Su ego herido la
llevó a sufrir una especie de crisis de ansiedad y fue cuando se las ingenio para
introducir un cadáver al maletero del vehículo de la en aquel entonces pareja de
Márquez.
-¡Vamos a salir de esta Montoya, te lo juro! - Esto último lo dijo con falsos
ánimos, ya que en realidad estaba muerta de miedo, no tenía idea de la clase de
manos en las que estaba su vida, pero mucho temía que volver a mirar un
amanecer desde el ventanal de su apartamento a estas alturas era como esperar
un milagro. Pero si acaso existe una emoción aún más terrible que el miedo, esa
sin duda es la culpa y bajo ninguna circunstancia quería que su mejor amigo
experimentara esos horrorosos sentimientos, y mucho menos de forma
simultánea.
Decidieron permanecer en silencio, era una de las cosas que les enseñaban en la
academia. "Si el delincuente espera algo de ti, te lo hará saber" y esperar a que
"Los otros" dieran el primer paso.
15:52 Horas.
Sus ojos se clavaron en Silvia ignorando por completo la presencia del otro hombre
que también se encontraba amordazado a una silla.
Esa mujer , ¡Esto no podía estarle pasando! ¡No debía! Pero es que esa piel tan
blanca, parecía tan suave, tan frágil…Y en ese instante decidió que no quería que
nadie le pusiera las manos encima. Era algo demasiado extraño, inexplicable, una
sensación de choques eléctricos le recorría el cuerpo.
No podía seguir mirando esa boca un segundo más o iba cometer una locura. Y
cuando ella piensa en locuras pues lo hace a lo grande, no conoce nada de medias
tintas, así que seguirla mirando estaba descartado o su negocio se rodaba por la
barranca.
ELLA. Silvia Castro, una noche con ella, una mirada patosa enviada por sus ojos
que aún no conocía, un "Hola preciosa" saliendo de su boca, una caricia. Sí. La
verdad es que después de todo podían ofrecerle mucho.
Decidió que tendría una conversación a solas con ese hombre.
-Ya despertaron - Les informó intentando parecer la más casual del mundo.
-Yo- Respondió Pepa con absoluta seguridad.-Pero necesito hablar con ellos.
Sara tiene razón, necesitamos saber que tanta información tienen de
nosotros, pero habrá que interrogarles por separado-
Lucas pareció comprender. "Pepa estaba volada con la rehén y buscaría a como
diera lugar quedarse a solas con ella" y ¡Claro! No podía culparla, la verdad es que
Silvia era preciosa.
Sara se incorporó en aquella escena tan divertida. Era la eterna dinámica, Lucas
se aburría y entonces su pasatiempo predilecto era atormentar a Pepa con
cualquier pretexto, con la más absurda de las bromas, pero es que no le podía
culpar, Pepa era demasiado irritable, de cualquier cosa se exaltaba. Y Siempre
amenazando con descargar su mágnum en la cabeza de Lucas.
Pero Pepa que sabía perfecto lo que pretendían no cayo en provocaciones. Llamó
a uno de los hombres que montaban guardia en la reja y le pidió que trasladara a
Gonzalo a otra habitación. Aún conservaba aquella idea de conversar con él a
solas, quizás él pudiera convencer a la pelirroja de que "fuese amable con ella".
Esta no sería la primera vez que pasara la noche con una rehén y para después
acabar con su vida al amanecer.
Entró y la miró de nuevo. Estaba allí en la misma silla, maniatada de pies y manos,
y entonces de nuevo esa sensación tan parecida a descargas eléctricas por todo el
cuerpo, pero eran tan placenteras que no las reprimía.
Dio unos cuantos pasos para acercarse a ella y entonces una nueva sensación
llegó a su cuerpo, esta vez acompañada de un pensamiento. "Yo te voy a cuidar y
no dejaré que nadie te toque. Si es necesario te voy a proteger de mí misma".
Pero ¿En qué demonios estaba pensando? ¿Dejar escapar a un policía? Tenía que
haber perdido la razón. Pero esas descargas de adrenalina en todo su cuerpo no le
permitían pensar. Imaginó lo maravilloso que sería llegar a casa con la ilusión de
que esa chica la esperara para cenar y entonces se llenó de ternura.
Pero ¿Qué coños era la ternura? ¿Cómo saber que es ternura lo que siente si
jamás ha conocido tal sentimiento?.
Permaneció en silencio.
-Silvia …-Nuevamente Pepa tomaba la palabra, esta vez dejó asomar una sonrisa
de medio lado-…No tengas miedo que no acostumbro a comerme a mis
víctimas-
El tono jocoso de Pepa enfureció a la pelirroja que dejó escapar las palabras sin
pensar.
Esta bien, reconozco que por un momento me debilitó esa carita de inocente que vi
en el monitor, pero no puedo mandar todo esto a tomar por culo simplemente
porque me quiero tirar a la rehén. Así que ¡Basta de pensar idioteces! Que no
solamente está en juego mi pellejo, debo pensar también en Lucas , Sara, Decker.
- Es una pena que no tengas sentido del humor - Dijo cambiando el tono
jocoso por uno mucho más frío.
Pepa bajó la guardia. No pudo evitar sonreír de nuevo ante la mueca de Silvia,
acababa de percatarse de que la forense arrugaba la nariz de una forma muy
chistosa cuando se enojaba.
Antes de pronunciar palabra de nuevo se detuvo a analizar la voz tan dulce de esa
mujer que se encontraba atada a menos de un metro de ella. Sería tan fácil…
acercarse, acariciarla, comerse esa boca que le apeteció desde que vio su
fotografía en el ordenador portátil de Lucas.
-Debes tener un par de cojones muy bien puestos para hablarme de esa
forma…- Pepa comenzó a dar pequeños pasos que le acercaban a la rehén. El
tono de voz denotaba enfado. Un falso enfado para camuflar la impotencia que
sentía. Con cualquier otra persona ya habría empleado métodos mucho más
efectivos que el dialogo para obtener la información requerida. Pero con Silvia algo
le ocurría, no se atrevía si quiera a amenazarla.
-Estoy muerta de miedo… – Confesó Silvia sin poder más. No tenía la fortaleza
para enfrentarse a una asesina. Su voz entre cortada dejaba suponer que debajo
del pañuelo que cubría sus ojos habría lágrimas.
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VOZ EN OFF
La ternura es mirarla allí tan asustada, tan indefensa, sabiendo de sobra que
necesita un abrazo y que me muero porque sean mis brazos los que la liberen
de esa angustia, que sean mis labios los que pronuncien las palabras correctas
para hacerla sentir segura. La ternura es saber que si me atrevo a desaparecer
los escasos centímetros que me separan de ella, todo se vendrá abajo, perderé
por completo el poder que ejerzo sobre ella y entonces pensará que soy débil,
que me ha seducido y seguramente lo utilizará para salir de aquí con vida sin
haberme contado lo que saben de nuestra organización. Pero cuando ese
sentimiento hasta entonces desconocido para mi se apodera de ti, mezclado
con una peligrosa ola de pasión que corre por el torrente sanguíneo, no existen
razonamientos lógicos que impidan lanzarse al abismo sin red, sin paracaídas,
sin amortiguadores-
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La habitación había quedado en silencio y Silvia trataba de que sus sollozos fueran
lo menos audibles posibles. Ahora más que nunca había perdido el control de la
situación. Se encontraba allí a merced de una criminal y de pronto se descubrió a
sí misma pegando un salto inesperado. Su cabeza se había estremecido de
repente y sentía el corazón en la garganta galopando a toda velocidad.
La punta del dedo índice de pepa enrollado en uno de sus rizos rojos había fungido
como el estimulo externo que provocó esa reacción involuntaria por parte de su
cuerpo. Un acto reflejo.
VOZ EN OFF –Pero ¿Qué demonios…?. ¿Está jugando con mi cabello? Y ¡Dios!
Pero ¿Qué coños fue eso?-
Silvia permaneció en mutis, pero después de haber pegado tremendo brinco, Pepa
se inhibió un poco y dio por concluida su tímida caricia.
-No te va pasar nada, Tú sólo confía en mi - Le susurró muy cerca del oído
Silvia se estremeció una vez más. Se sorprendió al descubrir que no era miedo lo
que había sentido ante aquel contacto tan inesperado.
Silvia prácticamente no podía moverse por las ataduras que la mantenían pegada
a la silla, así que sólo se le ocurrió reclinar su cabeza sobre el respaldo. La
humedad en sus ojos se sentía con más intensidad que nunca. Sabía lo que
significaba aquello, habían detonado un arma. Y la tenue luz de esperanza que
había albergado en su cabeza de poder salir con vida de esa pesadilla se apagaba
de golpe.
Por su parte Pepa entró corriendo a la habitación donde se suponía debía estar
Gonzalo, pero lo único que encontró fue al inspector jefe de la Comisaría de San
Antonio tendido en el piso sumergido en un charco de sangre y con la cabeza
deshecha producto de una detonación de la M16/A4. Suficiente para que hubiera
sesos salpicados por toda la pared.
En seguida aparecieron Lucas y Sara que habían subido las escaleras tan rápido
como pudieron.
-Lo mismo quisiera saber yo…- Dijo Pepa fulminando con la mirada al guardia
que se había quedado interrogando a Montoya.
-El tipo estaba muy alterado y entonces comenzó a insultarme…- Se
justificó el chico de escasos 19 años, aún con el fusil de asalto descansando entre
sus manos.
-Porque las ordenes aquí las doy yo. No puedo permitir que las cosas se
salgan de control porque un adolescente enloquece de poder con un
arma en la mano y no es capaz de contener sus impulsos Sara, un
elemento así lejos de servirnos nos estorba-
Pepa asintió.
-¿Qué harás con ella? - Preguntó Sara mirando con dirección a la habitación
donde se encontraba Silvia.
-Pepa…-Insistió Sara.
16:18 Horas
La casa había quedado prácticamente vacía, a excepción de Silvia que llevaba
casi noventa minutos en el mismo sitio, en calidad de rehén y en el otro extremo de
la casa, en la planta baja estaba Pepa acompañada de todos sus demonios, Antes
de irse, Nelson el guardia que aún seguía con vida, se había encargado de limpiar
los dos charcos de sangre, cuero cabelludo, sesos y unas cuantas piezas dentales,
resultado de la explosión de dos cabezas.
Debía tomar una decisión, únicamente tenía dos opciones: Matarla o dejarla ir.
Pero ¡AHORA!. El tiempo se agotaba y si no se daba prisa, no demoraría en llegar
todo el cuerpo policial de Madrid alertados por la desaparición de dos de sus
inspectores. Para variar una de ellos era la hija del Comisario.
Cuando Pepa salió de la habitación unos veinte minutos atrás, se fue tan de prisa
que ni siquiera reparó en cerrar la puerta, así que había escuchado casi toda lo
acontecido, las conversaciones, los planes, tristemente se había enterado que se
llevarían a Gonzalo o lo que quedaba de él a un descampado.
-Silvia voy a dejar que salgas de aquí- La voz de Pepa sonaba firme y
decidida.
Silvia sintió como la cuerda que apretaba sus manos poco a poco se aflojaba y
suspiró aliviada. De nuevo vislumbro la posibilidad de volver a encontrarse con su
padre. Su padre. ¿Y si de verdad la dejaban escapar para después ir por su padre
y su hermana?
-¡Confía en mí, pelirroja! - Sonrió - …¡Y no tienes que jurarme nada, que si
te estoy devolviendo tu libertad es porque confío en ti!
Silvia sintió algo que de momento no tenía ni la menor idea de lo que se trataba,
pero le gustó. Y entonces esbozó una pequeña sonrisa.
Silvia abrió los ojos como un par de platos. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo
ante la tranquilidad con la que hablaba Pepa. Y así sin pudor se descaraba frente a
ella como la autora intelectual de un crimen, pero a estas alturas ya nada podía
sorprenderle y si para proteger su vida, la de su padre y la de su hermana tenía
que colaborar con traficantes de órganos, mentir y alterar los resultados, pues lo
hacía y punto. - Omitiré la nefrectomía y el resto lo dejaré como está, un
paro cardiaco a causa de sobredosis -
Pepa se quedó mirándola durante algunos segundos, ¡Era tan hermosa!, le habría
encantado tenerla ahí cautiva durante meses, conocerla mejor, robarle una que
otra sonrisa cada día, verle reír, pero la vida es así, la transitas sin rumbo fijo, y de
pronto un día te das cuenta que el sitio en donde te hubiera gustado aparcar ha
quedado unos cuantos kilómetros atrás y no hay forma de volver, quizás si sigues
con tu camino, en algún momento aparezca un retorno, y con esa esperanza, de
volverse a encontrar, bajo circunstancias diferentes, en otra vida quizás, decidió
que al menos quería conservar el recuerdo de sus ojos, así que contra toda norma
del código ético de un traficante que pasa su vida entera escondiendo su
verdadera identidad, la morena se acercó a Silvia, se puso de rodillas para quedar
a la altura de la silla y colocó su boca muy cerca del oído de la pelirroja.
Silvia cerró los ojos con fuerza, la luz le lastimaba un poco, pero rápidamente se
recuperó y los abrió de nuevo para reincorporarse despacio a la realidad y como
una escena en cámara lenta se encontró con unos expresivos ojos en tono
verdoso a escasos dos centímetros de los suyos.
Los ojos de Pepa clavados en los de Silvia, perdidos en esa mirada capaz de
derretir el corazón más duro. Convencida de que el tiempo se había detenido en
una postal maravillosa que le encantaría conservar para siempre en sus recuerdos.
Los ojos de Silvia clavados en los de Pepa, perdidos en esa mirada capaz de
acariciarle el alma, de reconfortarla, de hacerle olvidar que esa mujer a escasos
milímetros de ella es una asesina. En cambio, se detiene a pensar que nunca
imaginó que una mujer tan hermosa pudiera ser la encargada de mover los hilos
de un grupo de criminales tan peligroso.
Le desató los tobillos y le entregó una pequeña bolsa negra con su placa y la
reglamentaria.
La dejó ir y la miró como se alejaba por la ventana a paso veloz, hasta que su
silueta desapareció de su campo de visión.
La real academia española define al Terror como el miedo una vez que ha
alcanzado su máxima expresión. La actividad cerebral se ve superada, pierde el
control y toda racionalidad queda abandonada.
Cuando un individuo se encuentra bajo el yugo del terror, surge la angustia, esa
que nos indica que la luz tenue de la última velita encendida ha quedado extinta,
que la salida del callejón se ha hecho tan angosta que ningún cuerpo, por espigado
que fuese, lograría escapar a su inevitable y fatídico destino, esa que acelera los
latidos del corazón a un ritmo tan vertiginoso que se dificulta respirar, que inunda
con un líquido gélido cada uno de los poros de la piel, que provoca contracciones
involuntarias de los músculos y desordenes del sueño, el más común las
Parasómnias.
Y Estaba aterrada.
Y paradójicamente era bajo ese estado de terror que por fin perdió el miedo a
sentir miedo. La vida le concedió una segunda oportunidad, sólo para estar tendida
en el sofá de su apartamento, mirando por ese enorme ventanal que le regalaba
una maravillosa postal de Madrid de noche. Fue así como descubrió que los
milagros existían. Veía todas luces encendidas en la ciudad y escuchaba ruidos
de motores que pasaban por su calle a toda velocidad.
¡Dios! Casi había olvidado lo bien que se sentía apretar el acelerador hasta
alcanzar los 195 kilómetros por hora, de madrugada, transitando una autopista
desierta después de haber fumado una ración de porro.
Entró al baño con la botella de tinto sujeta en una mano y una copa en la otra.
Abrió la llave del agua caliente y vertió el vino sobre la copa, la cual acomodó con
cuidado sobre el borde de la bañera. Salió nuevamente con destino hacia la sala,
dando tiempo a que la tina se llenara.
Ésta era una Silvia diferente, con todo y que estaba amenazada por la mafia o lo
que fuese esa peligrosa organización con la que en menor o mayor grado se
acababa de involucrar, algo en su interior había cambiado, era como si de pronto
hubiese recuperado la libertad del espíritu y quisiera romper esas ataduras
invisibles pero que de igual forma inmovilizaban.
Por lo menos cuatro años habían pasado desde la última vez que se paseó
desnuda por todo el apartamento, que se decidía a llenar la tina, sin el
remordimiento de que desperdiciaría 1600 litros de agua y sonreía negando con la
cabeza, como si creyera que todo eso era una locura, pero ¡Joder! ¡Si perder la
cordura era sentirse tan bien, pues entonces quería enloquecer por completo!.
El agua caliente contrastaba con los dos grados que marcaba el termómetro ahí
fuera, y ¡Ufff! Eso era increíble, parece mentira que con algo tan sencillo pudiera
degustar unas pequeñas gotas de felicidad, bebió otro sorbo de su copa, le
encantaba la sensación en el paladar, en la garganta, y ¡Claro! Como si algo faltara
para montar el escenario perfecto, comenzó a sonar “Comfortably Numb” de Pink
Floyd.
<
FLASHBACK
17:46 Horas.
<
22:12 horas
La habitación era levemente iluminada por la luz tenue que escapaba del
ordenador portátil que descansaba en las piernas cruzadas de Pepa.
Repasaba una y otra vez el expediente virtual que le había enviado Sara sobre la
vida y milagros de la inspectora Silvia Castro León.
Comenzó a bufar para evitar ponerse a gritar como desquiciada. Pero poco a poco
recuperó la compostura y ligeramente más tranquila seguía observando la imagen
de Silvia en el monitor. - A ver ¿Se puede saber qué tienes tú de especial y
por qué has movido cosas dentro de mí que yo ni siquiera sabía que
existían?- El tono de sus palabras era mucho más relajado.
Después de verter varios cubos sobre el vaso, tomó entre sus manos la botella de
Johnnie Walker Blue Label y se desplazó hasta el sillón de piel blanco de tres
plazas que estaba en la sala.
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VOZ EN OFF
Por otro lado tuvo un accidente de tráfico en Julio del 2006, al que por cierto
sobrevivió de milagro, porque el conductor del otro coche si murió. Y a partir de
ahí estuvo tomando terapia Psicológica por más de dos años, pero nunca fue
constante con sus sesiones porque durante ese tiempo vio a cinco terapeutas
diferentes. -Otra vez rió- ¡Vaya con la pelirroja! ¡Pero si está más loca que una
puta cabra! Ya decía yo que algo especial debía tener además de esa boca y
esos ojos que idiotizan.
Era la médico forense del Hospital “12 de Octubre “ y tenía un sueldo nada
despreciable, pero perdió el trabajo justo después de una crisis de ansiedad
que ella misma se provocó con una sobredosis de Benzodiacepina. A esa crisis
le vinieron un par más y tuvieron que hospitalizarla de emergencia. Después
deja de trabajar un tiempo y termina en la pocilga de San Antonio, con un
sueldo insulso de €10.000 Euros al año.
Y en Febrero del 2008 la demanda una mujer por introducir un cadáver
en el maletero de su carro, pero cerraron el caso por falta de pruebas.
-Suspiró complacida- ¡Pero si es toda una Limítrofe de manual!
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22:58 horas
Aunque no lo abandonó por completo, desde hace tres años fundó una escuela
para niños y adolescentes prodigio de la música, que no contaban con los
suficientes recursos para ingresar en el conservatorio o alguna academia donde
pudiesen potencializar su talento. Pepa era la directora y además la encargada de
impartir las lecciones de violín en todos los niveles.
Seguía inmersa en esa ola de pensamientos cuando escuchó el sonido del timbre.
-¡Mierda! ¡como si estuviera de humor para darle explicaciones a ese
par! - Masculló de mala manera y con su segundo whiskey en mano se encaminó
a la puerta.
-Hola tórtolos- Saludó sin mucho ánimo.Tal y como lo había imaginado eran
Lucas y Sara, y tampoco había que ser muy brillante para adivinar el motivo de
dicha visita.
-¡Venga que estás muy seria! - Le seguía picando Sara al tiempo que se
dejaba caer en el mismo sofá que instantes atrás había ocupado Pepa.
-Yo sí - Al fin habló Lucas, que se acomodó junto a Sara -Pero con agua mineral
por favor-
-Yo quiero un rico vinito- Le sonrió Sara que tampoco se quería levantar.
Lucas que conocía esa cocina como la palma de su mano se puso a buscar un
vaso para él y una copa para Sara, después buscó entre la cava de Pepa y eligió
un "Mirto" cosecha de 2004. - ¡Vaya! El negocio debe ir viento en popa para
tener la cava llena con botellas de €800 euros - Bromeó Lucas mientras
llenaba la copa de su mujer.
Una vez que los tres estuvieron sentados, Sara junto a su marido y Pepa en el
sillón de dos plazas que estaba colocado justo frente a ellos, separados
únicamente por un espacio de dos metros que era ocupado por una elegante mesa
de cristal, Lucas comentó que ya había conseguido una nueva casa, ubicada en
una zona discreta y era perfecta porque tenía un sótano, así Decker ya no tendría
que trabajar más en la recámara.
Pero Pepa no le prestaba mucha atención, estaba pendiente del momento en que
le soltaran la pregunta obligada, y en ese instante fue Sara la que se decidió a
romper el hielo.
-¡Tengo el presentimiento de que mañana Lucas estará cantando "Viva la
Vida" en primera fila...- Rió- ...Gritando como una quinceañera - Le guiñó el
ojo a su marido.
Sara seguía sin borrar esa sonrisa divertida y maliciosa - Pues que he apostado
con Lucas y si gano iremos al concierto de Coldplay, mañana en primera
fila, así tenga que "volar unas cuantas putas cabezas" para conseguir los
boletos, ¿Verdad mi vida? - Lo besó en los labios, le causaba mucha gracia
saber que estaba furioso y no decía nada.
Pepa hizo una mueca de desagrado, detestaba los grupos musicales que
arrastraban multitud de adolescentes, sólo de pensar en las chicas gritando,
cantando y llorando, sintió pena por Lucas, pero luego se lo imaginó tal y como dijo
Sara, berreando como una quinceañera y soltó una carcajada, ya con la
explicación si que le encontraba la gracia al chiste.
Lucas estaba muy serio y algo nervioso, pero permaneció en silencio y optó por
beber un sorbo de su vaso.
-Te lo dije- Se burló Sara mirando a Lucas, mientras que el rostro de este tenía
una expresión de incredulidad mezclada con preocupación- ¡Tienes que
aprenderte por lo menos una canción eh! - Le amenazó la rubia de 1.66 de
estatura.
-Tranquilízate- Sara intentó calmarlo con una palmadita en el hombro pero con
voz enérgica, ella era la única persona que ejercía el poder suficiente para que ese
hombre entrara en razón cuando perdía el control.
-¡Joder!- Seguía sin parar de maldecir -¡Que vio mi cara! A estas alturas
puede que ya me hayan hecho un retrato hablado y soy agente del CNI,
entrenado por la CIA…- Explicaba preocupado pero, ligeramente más tranquilo -
…Si me abren un expediente pierdo la placa-
En ese instante Pepa hizo una nota mental de que Silvia no solamente
había visto el rostro de Lucas, también había visto el suyo y lo que es
peor, había tenido la oportunidad de observarlo durante varios minutos,
así que de existir un retrato hablado en todo caso sería el de ella y no el
de Lucas, por lo que el arrepentimiento por haberla dejado con vida
comenzaba a hacer mella de sus emociones.
-La cabra loca de mi tía tiene razón mi vida- Sara trataba de darle ánimos a
Lucas, que había cambiado su expresión de enojo por angustia - Pero de todas
formas tenemos que asegurarnos que de verdad se va a callar-
Pepa hizo un gesto de desagrado. -No pienso pedirle ayuda a esa mujer-
Advirtió decidida.
En un principio la relación con Marina había sido excelente. Era una mujer
enérgica y a veces hasta un poco dura, Los que le conocían bien, sabían de sobra
que era una mujer de conducta camaleónica, cuando estaba en horas de trabajo
se convertía en la comandante Salgado, parecía tan insensible y a veces incluso
prepotente, déspota, perfeccionista y sobre todo apegada a morir al protocolo, pero
por otro lado, cuando llegaba a casa volvía a ser simplemente Marina, la mujer de
42 años que estaba perdidamente enamorada de Paco y que se desvivía por
mimarlo, por llevar una vida plena disfrutando con su familia, de gran corazón.
El conflicto se suscitó cuando los del CNI comenzaron a investigar a Pepa y fue
precisamente Marina la que descubrió que su cuñada era traficante de órganos. En
un principio amenazó con entregarla a la justicia, pero posteriormente cuando supo
que también Sara, la hija del hombre que más amaba en el mundo estaba metida
hasta el cuello en la organización, decidió callar para proteger a esa familia de la
cuál ella ya se sentía parte, pero a esas alturas Pepa ya la había mandado un par
de veces a tomar por culo y le había jurado rencor eterno.
Unos cuantos meses después la propia Marina fue el conducto para negociar con
ellos un intercambió que proponía Alejandro Díaz, el director del CNI,
aparentemente necesitaba con urgencia un riñón y se los pidió a cambio de
protección. La realidad es que contando con ese hombre, entonces la organización
sería intocable en todo el territorio español, pero eso si, debían tener extremo
cuidado para no levantar sospechas y ser sujetos a investigación, porque en ese
caso Lucas perdería su placa y las chicas quedarían manchadas con antecedentes
penales y entonces si las familias de las víctimas aparecían para reclamar justicia,
era probable que tuvieran que pisar la cárcel aunque después el mismo CNI se
encargara de destruir cualquier evidencia que les inculpase y dejarlas en libertad.
Pepa desde todo aquello le había agarrado infinita tirria por su intención inicial de
encarcelarla, pero Marina constantemente buscaba retomar la relación con su
cuñada, sobre todo por Paco, ya que para él era muy importante que la familia
estuviera unida. Y bueno ¡Ni hablar!, Pepa sabía que por mucha protección del CNI
que tuvieran podían estar metidos en un lío gordo por asesinar a un inspector de la
Policía Nacional, así que un poco impaciente y nerviosa a la vez, escuchó como
sonaba el primer timbrazo, el segundo, el tercero…
-Hola Marina, buenas noches…- Hacía su mayor esfuerzo por parecer cordial -
…Perdona que moleste a estas horas-
-Aja- Asintió -Te pido que cualquier cosa que averigües por pequeña que
sea me la hagas saber-
-Pues ahí está…- Dijo para Lucas y Sara -…Cualquier cosa ella se encargará
de mantenernos al tanto- …Les informó al tiempo que se encogía de
hombros y le daba un trago a su ahora lleno vaso de whiskey.
Había roto con la monotonía y se levantó desde las 6:00 A.M., un hora antes de lo
habitual, al igual que la noche anterior dejó llenando la tina mientras preparaba
algo para desayunar. Desempolvó una caja de harina de hot cakes de la alacena y
al comprobar que aún no vencía la fecha de caducidad decidió preparar un par, los
cuales acompañó después del baño con un poco mantequilla, mermelada y un
vaso con leche. No podía recordar cuando había sido la última vez que desayunó
decentemente, pero lo había disfrutado, ni siquiera había echado de menos su
estricta dosis diaria de cafeína que era lo que generalmente activaba sus
neuronas. Pero esta vez no había sido necesaria porque se encontraba más
despierta que nunca.
Entró en Comisaría luciendo gafas obscuras que le cubrían gran parte del rostro y
es que el pómulo había amanecido inflamado y con un aparatoso hematoma, se
hubiera quedado a descansar en casa como le sugirió su padre, pero tuvo que ir a
sabiendas de que tenía cosas por hacer, debía alterar levemente el informe de la
autopsia de Juan Manuel Ochoa como había acordado con Pepa. Por un instante
sonrió sin saber porque, pero había sido justo después de recordar a aquella
mujer, pero decidió no prestar mucha atención a la sensación placentera que
experimentó al resonar ese nombre por su cabeza y continuó repasando los
pendientes para ese día al tiempo que saludaba a unos cuantos de sus
compañeros que se iba topando mientras subía las escaleras que la conducían
hacia el Laboratorio.
Iba por el tercer escalón cuando escuchó una voz familiar que la llamaba y
entonces detuvo su andar.
-Hola Rita- Saludó Silvia con una sonrisa luego de que se girara para quedar
frente a frente.
-Veo que amaneciste de buen humor- Dijo Rita asomando sus prominentes
encías y luciendo sus enormes y cuadrados dientes, para así corresponder a la
sonrisa de Silvia.
La forense suspiró. -Supongo que la vida sigue- Intentaba conservar su actitud
positiva pero por un momento se pudo apreciar un atisbo de tristeza en su mirada
al pensar en que no volvería a saludar a Gonzalo.
Al escuchar “Asuntos Internos” supo que algo andaba mal, pero estaba decidido y
no había marcha atrás, no pensaba permitir que el miedo la paralizara una vez
más en su vida.
Una vez fuera de la oficina del Comisario empuñó la mano para golpear tres veces
con timidez y la familiar voz de Don Lorenzo le indicó que entrase.
El Comisario se levantó del escritorio para abrazarla. -Hola hija - Besó su mejilla -
Tú tranquila cariño - Le susurró para que solamente ella pudiera escuchar sus
palabras-
-Sé que este no es el mejor momento Doctora Castro...- Hizo una pequeña
pausa para mirar a Don Lorenzo, como esperando su aprobación para continuar
-...Pero desafortunadamente es el procedimiento a seguir-
La forense asintió.
Don Lorenzo había pactado con Trujillo un procedimiento informal para llevar a
cabo la declaración, sin asistir a la sala de interrogatorios ni la presencia de
individuos ajenos a Comisaría que pudieran perturbar los nervios de Silvia. Trujillo
aceptó con la condición de que el Comisario permanecería en silencio, limitándose
a su papel de oyente.
Don Lorenzo pudo sentir el veneno que circulaba por las palabras de Trujillo pero
recordó el pacto de permanecer en silencio y se limitó a escuchar la conversación.
-Le voy a pedir que nos limitemos a las preguntas que nos ayuden a
coger a quienes le hicieron esto a Montoya...- Le dijo en tono seco-..Y en
cuanto a mi sanción, me someteré a lo que indique el reglamento.
Trujillo asintió sin darle mucha importancia a las palabras de Silvia, podría decirse
que en el pecado cargó con la penitencia porque estaba tan ensimismado en
joderla y llegar al punto en el que estaba seguro la iba pillar con la guardia baja,
que ni siquiera le preguntó por la causa de muerte del tipo, de haberlo hecho le
habría solicitado el informe de la autopsia que Silvia aún no había tenido
oportunidad de alterar, sin embargo por saltarse ese pequeño detalle, la pelirroja
aún seguía en pie, dispuesta a soportar el nuevo ataque.
Entonces Don Lorenzo salió de su exilio y decidió que era tiempo de volver a
intervenir -Le recuerdo que tampoco hemos encontrado el cadáver de
Montoya y es muy probable que las balas estén albergadas ahí dentro-
-Me rasgué con un clavo- Mintió de nuevo, pero lo hizo con seguridad.
Silvia sintió la cara hirviendo, seguro que sus orejas se habrían puesto rojas y su
rostro transparente, no supo que decir pero Don Lorenzo nuevamente salió en su
rescate.
11:24 horas.
Las continuas sesiones de placer con las que consentía su paladar se vieron
interrumpidas con el sonido del timbre. Como ya era costumbre cada que llamaban
a la puerta, se levantó maldiciendo a quien fuera que osaba a interrumpir la
sagrada hora del desayuno, madrugar no formaba parte de sus actividades, así
que no hacía mucho que había salido de la cama y estaba ahí aún con la misma
ropa deportiva del día anterior, sin duchar, era evidente que no había pasado una
buena noche, ni siquiera se había molestado en ponerse la pijama para dormir.
-Lo que me faltaba, tenerle que ver la cara a esta imbécil - Pensó para sus
adentros al observar a Marina por el ojo de la puerta.
-Pasa- Le dio una bienvenida seca y hasta grosera, sobre todo si se tomaba en
cuenta que su cuñada le estaba haciendo un favor y no al revés.
-Gracias Pepa- Respondió seria, más por la información que le había conseguido
que por la nefasta actitud de esta.
Marina asintió, depositó su bolso sobre la cristalina mesa de centro y tomó asiento
en el confortable sillón de dos plazas. - Vengo de Comisaría...- Le miró
preocupada -Estuve hablando con Don Lorenzo Castro-
Marina vio a su cuñada sentarse en el otro sofá quedando frente a ella y entonces
habló de nuevo. -Me temo que la situación es delicada... - Agachó la mirada,
sentía pena por Silvia y por el propio Comisario, si bien a lo largo de tantos años
de trabajo habían tenido sus roces, estaba convencida de que era un gran ser
humano y que su hija era una forense calificada con grandes aptitudes -...Pero
necesito saber lo que ocurrió exactamente para poder ayudarte-
Pepa dudó, no estaba segura si contarle fuese buena idea - ¿A qué te refieres
exactamente con delicada? - Arqueó una ceja como tanteando el terreno.
Pepa la interrumpió.
-Está bien- Dijo resignada - Ayer por la tarde Silvia Castro y Gonzalo
Montoya entraron en mi casa, bueno digamos que a nuestro sitio de
trabajo- Envuelta en una expresión de completo cinismo, pero Marina no articuló
palabra, tampoco le sorprendió, más bien se lo había imaginado desde el preciso
segundo en que su cuñada le llamaba por teléfono después de que llevara meses
haciendo lo imposible por evitarla.
-Puede que pague un precio demasiado alto por cumplir esa promesa ...-
Le advirtió Marina- ...Los de Asuntos Internos metieron sus narices en el
caso y ahora la están investigando por presunta colaboración con el
crimen organizado-
Marina se impresionó al ver esa mirada en Pepa, nunca la había visto así, la idea
de que entre ella y Silvia hubiera algún tipo de relación le pasó por la cabeza,
porque esa reacción en su cuñada no tenía lógica. -¿Por qué te preocupas
tanto por ella? - Se atrevió a preguntar al fin.
Marina sonrió, después de todo el alma de Pepa Miranda daba señales de vida
- Se me ocurre algo...- Dejó escapar una risita - Es una locura pero creo que
puede funcionar - .
13:16 horas
Silvia asintió dejando muchas dudas en su padre, sabía que no era verdad, que
estaba angustiada, que algo escondía, pero no se lo iba a contar, llevaba toda la
mañana intentado que su hija se abriera con él, le reiteró más de tres veces que no
importaba lo que hubiese sucedido, él iba a estar con ella hasta el último minuto,
no la iba dejar caer, pero todos sus intentos fueron fallidos.
Los gritos de su padre fue lo último que escuchó Silvia antes de que se cerrara la
puerta.
14:04 horas
Ni ella misma lo sabía, pero si de algo tenía la certeza era de que esa mujer
manejaba los hilos de algo muy gordo, tenía el poder y el control de todo, no podía
darse el lujo de traicionarla. Porque ella podía detener a Trujillo, pero Trujillo no
podría detenerle a ella.
La puerta del laboratorio se abrió y Pepa pudo distinguir una silueta femenina de
espaldas que vestía una bata blanca, a pesar de no tener la perspectiva de su
cara, los rizos rojizos le confirmaron lo que los acelerados latidos de su corazón ya
le auguraban, era ELLA.
-Hija…- La voz de Don Lorenzo fue la encargada de sacar a Silvia de la labor que
desempeñaba con extrema concentración- …Tenemos buenas noticias…-
-Un placer Inspectora- Sonó la voz de una tímida Pepa envuelta en un vestido
simple que llegaba casi a su rodilla, bastante sencillo y casual, en tonalidad
completamente en beige y un cinturón de color negro que hacía juego con sus
sandalias de tiras sin tacón y ascendían hasta su tobillo. A decir verdad la morena
estaba lejos de ser fanática de los vestidos, pero debía presentarse elegante,
como todo un alto mando del CNI y con el jodido calor que hacía esa tarde en
Madrid, ni de coñá usaría un traje sastre.
Silvia se quedó pasmada, no daba crédito a lo que veían sus ojos, era…ELLA,
¡Otra vez ella!, aunque a diferencia del primer encuentro ya no sentía miedo,
porque ella misma había decidido que no lo tendría nunca más, esta vez no se
sintió desprotegida e indefensa, sentía rabia, coraje, le habría escupido en la cara
si hubiese podido...-Lo mismo digo - Dijo sin embargo.
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VOZ EN OFF
¿Pero qué demonios hace esta mujer aquí? ¿De verdad será agente del
CNI? ¿Será posible que por eso me haya dejado escapar? Quizás no sea
una mala persona, tal vez la obligaron a que se infiltrara en esa
organización para poder llegar hasta ellos y desmantelarlos, pero ¿Por
qué no me lo dijo? Si cuando me desató nos quedamos a solas, No! Ella
no puede ser policía, seguro que viene a amenazarme, a decirme que si
hablo con Trujillo va a matar a mi familia y ¡Claro, a mi de paso!
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Notó los ojos descarados de Pepa clavados sobre ella y esta vez no pensaba
mostrarle rastros de debilidad, así que posó sus ojos negros sobre los de aquella
morena que lucía muy distinta al día que la conoció, a pesar de llevar puesto un
vestido casual lo portaba con elegancia, con clase, la verdad es que perfectamente
podría pasar por modelo de pasarela. Y de nuevo sentía como Pepa la penetraba
con la mirada sin el menor pudor, pero no iba caer en el juego de nuevo, no iba
quedarse eclipasada como la última vez, así que estaba fingiendo, la veía pero no
la miraba.
Pepa por su parte había decidido que de haberla matado se hubiera perdido de
uno de los momentos más perfectos de su vida, y era justamente ese, volverla a
encontrar después de tantas cosas que había pasado para protegerla, después de
haberla maldecido por convertirla en una idiota, en un ser débil, sumiso y sin
voluntad propia, porque se había dado cuenta que estando frente a Silvia los
colores se veían distintos, más vivos, con más luz, era como sí hasta días antes su
visión estuviera nubalda y no pudiese ver con claridad.
Pero de pronto algo cambió y ahora entendía que tras toda una vida dedicada a
quitar gente de en medio como si de objetos de tratase, de encontrar el sentido de
su existencia en amasar una gran fortuna, había algo más allá hasta el final de sus
propios horizontes, en donde termina la neblina, algo que le llenaba aún más que
los lujos, algo que le provocaba más adrenalina que jalar el gatillo de una magnum,
algo que era más excitante que la sensación de omnipotencia, del poder elegir si
alguien vive o muere.
Era inexplicable, no se habían inventado aún las palabras que fuesen capaces de
describir ni un tercio de la magia que envolvía ese momento, ni pinceles capaces
de plasmar la intensa tonalidad rojiza de su cabello, mucho menos la calidez de su
nívea piel, tampoco existía una lentilla tan poderosa capaz de congelar los rasgos
perfectos de su cara en una imagen como la que tenía frente a ella en ese instante.
Aún sin decir nada, Silvia que intentaba recobrar la cordura, pensar con claridad,
suprimir los deseos de borrarle esa descarada sonrisa de un puñetazo, quizás
preguntarle de forma civilizada un “Pero...Tú qué haces aquí? ¿En verdad eres
agente del CNI? o quizás explicarle que no tenía ni idea del por qué Trujillo se
había empeñado en investigarla, pero que ella no había roto su pacto, que de
cierta manera confiaba en ella...
Pepa que aún no lograba apartar sus ojos de la hermosa mujer que tenía en frente,
intentaba adivinar los pensamientos de la pelirroja, claramente estaba sorprendida,
seguro que verla ahí con una placa del CNI hubiera sido lo último en pasar por su
cabeza, pero ¿Estaba asustada? ¿Quizás contenta de reencontrarse con una vieja
amiga?, entonces sonrió con más ganas todavía al pensar lo absurda que
resultaba la última idea que había llegado a su cabeza.
Pasaron así en silencio casi un minuto y finalmente Silvia, ayudada por esa
intensificación en la sonrisa de Pepa consiguió abandonar su trance y tener un
ligero estallido de ira.
-Intentando salvar el culo de ambas ¿Te suena? - Preguntó con gesto irónico.
-Pues fíjate que no estaría mal…- Igualando el volumen de los casi gritos de
Silvia y sin darse cuenta acortó un par de pasos el espacio entre ellas que aún era
considerable, de unos treinta centímetros quizás - …Si tomamos en cuenta que
lo único que debías hacer era inventar una historieta creíble pero por lo
visto ni eso pudiste hacer bien-
Comenzaba a sacar su verdadero yo, ese que se vio sometido el día anterior por
una inexplicable ola de ternura y que seguramente era lo que más le ardía en el
orgullo, haberse puesto a tontear como una adolescente y arriesgarlo todo "Para
esta menuda bienvenida que le había dado la pelirroja"
La pelirroja notó como los ojos de Pepa parecían cobrar vida propia y amenazaban
con salirse de su órbita, así que no pudo evitar fallarse a sí misma y sentir miedo.
Nuevamente esa desagradable sensación que le resecaba la boca y aceleraba las
palpitaciones de su corazón la paralizó, y se quedó así, observándole en silencio.
Pepa no podía creer que Silvia le odiara tanto, por un absurdo instante creyó que
la pelirroja también se estremecía con su sola presencia, creyó que esa atracción
irresistible podía ser mutua pero…Tal vez hubiese sido mejor haberla matado.
-No tienes ni puta idea de como soy - Le miró también decepcionada - Pero
no te equivoques porque la perfección humana no existe y tú no eres
perfecta - Sabía que sus palabras le harían daño a la forense, pero desde su
punto de vista se merecía eso y todavía se quedaba corta.
Era una tontería, pero el orgullo de Silvia estaba herido, la noche anterior había
conseguido auto convencerse de que buscar la perfección era como intentar nadar
en el desierto o exprimir el jugo de una piedra con las manos, sin embargo lo que
realmente le calaba en los más hondo era que fuese precisamente Pepa, el ícono
de la imperfección andando la que se lo restregase en la cara.
Cualquier pensamiento racional era obstaculizado por su visión, era como si sus
miradas fueran dos imanes atraídos por una fuerza irrefrenable y una vez que se
ha producido la coalición no existiese forma de separarlas, intentaba recuperar la
cordura, liberarse de aquel sortilegio inducido por aquellos ojos que estaba segura
solo podrían conducirla a un camino, al de la perdición.
-Me voy a la mierda…- Para su buena suerte, fue la misma Pepa quien se
encargó de hacerla emerger a la superficie, liberándola de ese efímero paseo en la
montaña rusa - …Pero te llevo conmigo- Le advirtió con residuos de
resentimiento en sus palabras.
Silvia abrió los ojos tan grandes como pudo al darse cuenta que Pepa iba hacia
ella, estaba a menos de diez centímetros, y seguía caminando decidida, otra vez,
cerca de tocar fondo, a punto de sufrir un colapso nervioso, eso tenía que ser una
situación límite, pero no se la pondría fácil, lo que sea que pretendiese hacerle no
le sería tan fácil, así que instintivamente comenzó a dar pasos hacia atrás para
acrecentar la distancia que las separaba, que a estas alturas sería cuando mucho
de cinco centímetros.
Y a pesar de que Silvia intentaba evitar a toda costa el contacto físico con Pepa ,
con sigilosos desplazamientos de reversa, sucedió lo que habitualmente ocurre en
estas situaciones y la pelirroja topó con pared, no tenía escapatoria, a la morena
solamente le bastó estirar las manos y apoyarlas contra el muro para tenerla
aprisionada a su merced, y sintió un pellizco en las entrañas que la encendía aún
más.
-Si me haces algo todo mundo sabrá que fuiste tú - Fue lo único que se le
ocurrió decir a Silvia, quien daba por hecho que su atacante pretendía
estrangularla y así terminar con la única testigo que pudiera implicarla en el caso.
Pepa deslizó sus manos por la pared hasta encontrarse con los hombros de Silvia
quien al sentir el contacto comenzó a temblar y fue está respuesta fisiológica por
parte de la pelirroja la que hizo estremecer a Pepa y en tan sólo un segundo, su
rabia nuevamente se había convertido en ternura.
Silvia no entendía nada, aún no podía creer lo que estaba sucediendo, Pepa la
estaba abrazando y lejos de lastimarla sentía como las palmas de sus manos se
posaban en su espalda y sus dedos le regalaban pequeñas caricias como si
trazaran líneas imaginarias, sabía que eso no podía estar bien bajo ninguna
circunstancia, pero ese mismo magnetismo que la arrastraba a perderse en su
mirada inmovilizando a todas sus neuronas, la había llevado a rendirse, a echar
abajo todas sus defensas, a abandonar toda actividad racional y al igual que había
hecho la morena escasos segundos antes, la rodeó con sus brazos y hundió la
cabeza en su pecho.
Silvia de pronto tuvo la sensación de que había dos Pepas, la cariñosa y la bestia
primitiva. La verdad es que la primera la hacía sentir en casa, a salvo de la Pepa
violenta a la que tanto le temía y esa suplica de "No me sueltes" era una petición
desesperada para que ese lado tierno se quedara ahí con ella, para que no dejara
sola.
Pero como todo lo bueno dura poco, el sonido de la puerta las obligó a romper el
abrazo. Por instinto se alejaron unos cuantos pasos.
14:43 horas
El largo pasillo que conducía del Laboratorio a la sala de briefing era testigo de
como dos cuerpos acompasaban la velocidad de sus pasos, caminaban en
silencio, aún sin que los latidos de sus corazones lograran sobreponerse por
completo, aún sin poder darle significado a la escena que acababan de
protagonizar tan sólo un par de minutos atrás, no sabían si sería el principio de una
tregua o quizás el puro instinto de supervivencia de un alma perdida, sin hogar,
vagando indefensa al tiempo que derrama lágrimas y las deja perderse entre la
lluvia, y tal vez, era en ese abrazo desesperado en donde había encontrado la
única puerta abierta hacia un sitio que le brindara el calor que necesitaba para no
morir de hipotermia, el consuelo suficiente para no morir de dolor y la calma que
pedía a gritos para no morir de angustia.
Ninguna de las dos tenía muy claro hacia donde debiera dirigir la mirada, de
repente apuntaban al piso, luego al suelo, después al frente y de pronto Silvia pilló
a Pepa mirándola de soslayo, no supo porque pero ese gesto tan insignificante por
parte de la morena le robó una sonrisa. Pero conforme se acercaban a la sala de
juntas sintió como su efímera tranquilidad comenzaba a esfumarse; La mujer que
caminaba a su lado debió percatarse porque frenó en secó y la cogió del brazo
para que ella también parara.
-Todo va a salir bien, así que tú tranquila- Esta vez ninguna de las dos se
arriesgó a dedicarse una mirada de esas que resultaban peligrosas, pero Pepa no
resistió y antes de continuar con su camino apoyó con delicadeza su mano
izquierda en la cabeza de Silvia y tiró ligeramente de su flequillo entre jugueteo y
caricia disimulada.
Observó los ya familiares rostro de Salgado y del Comisario Castro, pero su mirada
se detuvo fijamente en el hombre que por mera lógica deductiva supo era Joaquin
Trujillo. Detrás de ella apareció una desconcertada pelirroja que no tenía ni la más
remota idea de qué sucedería en la dichosa reunión, y sus frenéticos esfuerzos por
demostrar modales escasamente le permitieron emitir un movimiento de cabeza
que se interpretaba como un saludo hacía Trujillo y él correspondió de la misma
forma.
La sala lucía un tanto desolada, solamente estaban aquellas cinco personas que
se acomodaron ocuparon los asientos de la primera fila y armaron una especie de
circulo para comenzar a departir.
VOZ EN OFF - Claro cabrón cosas como andar jodiendo mujeres sólo
porque piensas que somos vulnerables y que no tenemos quien nos
defienda, pero esta vez no va poder ser, te vas a tener que quedar con
tus complejos ahí guardaditos, nada más para ver como se hacen más
grandes-
Silvia miró atónita la escena, ya comenzaba a reconocer esos ojos de Pepa, era
justo la mirada que ponía cuando comenzaba a perder la paciencia, le inquietaba
que la bestia saliera de su guarida y entonces la violencia se apoderara de ella.
Sin embargo Pepa manejó la situación con toda la serenidad del mundo, esbozó
una sonrisa de medio lado que le dedico con "afecto" a Trujillo - Sé que su
tiempo es valioso Inspector, es por eso que seré CLA-RA y BRE-VE -
Hizo énfasis en estás últimas dos palabras, no sabía si para los demás había
quedado entendido el mensaje, pero para ella eso solamente significaba un
"Preste atención porque no se lo pienso decir dos veces imbécil", pero de una
forma muy diplomática, claro está.
Silvia quería comerse las uñas pero cada que intentaba llevarse un dedo a la boca,
Don Lorenzo que estaba también atento a los movimientos de su hija, le soltaba un
disimulado manotazo, entonces la pelirroja lo fulminaba con la mirada.
-¿Y se puede saber por qué nadie dio aviso de todo esto a Asuntos
Internos?- Preguntó furioso, sobre todo porque estaba haciendo el ridículo frente
a Silvia y Don Lorenzo a quienes siempre había visto muy por debajo del hombro.
-Lo siento… - Se excusó Trujillo - …Yo no tenía idea que ustedes estaban
llevando el caso- En ese momento de percató de que en esa sala eran
cuatro contra uno y obviamente tenía que bajar la guardia.
A Silvia se le iluminó el rostro, esa mujer que estaba de pie enfrentando tan quitada
de la pena al Inspector Trujillo, estaba dando la cara por ella y entonces se sintió
tan segura, tan protegida, tan…En Casa.
Era la segunda vez en menos de una hora que Pepa la hacía sentir en casa.
¿Pero a qué se refería su voz interior cuando hablaba de Casa? ¿Era una caja de
concreto? NO- Se respondió a sí misma con una sonrisa, es algo mucho más
bonito, pero todavía no era capaz de describir "ese algo que era tan bonito".
Estaba demasiado embobada viendo a Pepa como para reprocharse a sí misma
por las estupideces que pasaban por su cabeza, ya hablaría sola en voz alta para
intercambiar puntos de vista con ella misma cuando estuviera en su apartamento,
ahora no.
-¡Debe ser muy reconfortante trabajar para usted Miranda, veo que se
preocupa mucho por sus empleados!-
-La voy a mandar a juicio, y así sea lo último que haga voy a hacer que
pierda su placa- Se puso de pie para encararla.
Pero Pepa que aún conservaba la calma tuvo que intervenir. Se puso atrás de
Silvia y colocó las manos sobre sus hombros. Sin planearlo sus cuerpos quedaron
muy próximos el uno del otro. Instintivamente la pelirroja cerró los ojos ante una
sensación de lo más desconocida que invadió su estomago. Las emociones de
Pepa que iban por el mismo camino sinuoso le aceleraron el ritmo cardiaco y antes
de que el deseo la traicionara prefirió dan un paso hacia atrás, aún con las manos
acomodadas sobre Silvia. -Tranquilízate mujer, que no vale la pena - Le dijo
bajito. Y Silvia solo podría concentrarse en lo protegida que se sentía estando
cerca de Pepa.
-Deje el sarcasmo Trujillo- Le advirtió la morena sintiendo como las caricias casi
imperceptibles que depositaban sus manos sobre los hombros de la pelirroja
habían conseguido tranquilizarla - Si hay algo que no soporto es tener que
tratar con un imbécil que pretende revestir su ineptitud con expresiones
de ironía-
En ese momento Don Lorenzo decidió que Pepa le agradaba, era una chica
cojonuda y eso le gustaba en la gente que trabajaba con él.
Silvia iba a hablar de nuevo pero Pepa le hizo la señal de que parara y para ser
ella la que contestara al intento de provocación. -La Inspectora Castro no
allanó ninguna propiedad privada, pensé que había quedado claro que
ella colabora para nosotros y fui yo quien les di la orden a los dos
agentes para que entrasen y para su información "Inspector Trujillo" -
Remarcando esto último a manera de dar a entender que no comprendía como un
imbécil como él podía ocupar su puesto - Su equipo de trabajo llegó muy
tarde a la escena del crimen, nosotros nos encargamos de sacar de ahí
con vida a la Inspectora Castro y recabar toda la evidencia, la cual
incluye siete casquillos de bala, ¿Satisfecho? Porque yo me sentiría
avergonzada si mis hombres siempre fueran cinco pasos por detrás -
-Tomen asiento por favor - Les indicó Marina a las tres personas que tenía
de pie frente a ella - Ahora les explicaré la problemática del caso -
Obedecieron a Marina.
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VOZ EN OFF
¿De verdad será Agente del CNI?. ¡Dios, Pero de verdad que soy imbécil!
Lo único que he hecho ha sido comportarme borde con ella, bueno pero
es que ella pudo habérmelo dicho, que era policía, bueno Silvia pero si es
que tú eres una neurótica que ni siquiera se lo preguntaste, te pusiste a
gritarle como una perturbada sin dejarla que te explicara.
¡Pero que vergüenza! Desde que nos vimos ella no ha hecho más que
ayudarme, de no ser por ella, ahorita yo estaría junto a Gonzalo
convertida en carroña, luego aquí en la sala de briefing defendiéndome
de Trujillo, y ese abrazo que me dio en el CSI, Uff! fue tan tierna y lo hizo
solo para que me tranquilizara porque me vio muy alterada. Ah ¿Y Si me
equivoco de nuevo? ¿Y si resulta que si trafica con órganos? Yo la
escuché matar a ese hombre y luego cuando me daba instrucciones de
cómo debía alterar el informe de la autopsia, lo hacía con la sangre tan
fría, como si nada le importara.
Joder Pepa ¿Quién eres y por qué te apareciste así de súbito en mi vida
para sacudirla como un remolino? Es que debería estar aterrada de
tenerte aquí, ¿Y si ahorita sacas un fusil y te pones a disparar a diestra y
siniestra? ¡Que no Silvia! Si la Comandante Salgado se ve que mete las
manos en el fuego por ella. ¿Y si Salgado también está involucrada en
todo eso?.
Es que no sé, ¿Qué hago? Sé que no debería…Pero…Cuando ella está
cerca y me mira como lo hace, a mi no sé qué es lo que me pasa, pero
cuando eso pasa yo me niego a creer que esa una asesina.
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VOZ EN OFF
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Ninguna de las dos se dio cuenta el momento en que Marina había comenzado a
hablar, pero afortunadamente no se habían perdido de mucho ó más bien se
habían perdido de casi nada.
-Estamos casi seguros que se trata de una red del crimen organizado que
trafica con órganos- Relataba Salgado .
Pepa pensaba en que ahora más que nunca Silvia tendría la duda, y que la
balanza se inclinaría a que en efecto era una Agente encubierto del CNI.
Y estaba en lo cierto, ese momento la pelirroja daba por hecho que era policía, que
pertenecía al equipo de los buenos.
Pero la realidad era que si no exponían el caso como era, "Tráfico de Órganos" el
CNI no podría intervenir. Así que pensaban tontear un poco y después entregarles
a algún culpable, ya se vería sobre la marcha.
La idea había sido de Marina, sólo había que hacer unas cuantas llamadas para
dar aviso al director de Asuntos Internos, que por supuesto no se tomó la molestia
de informar a un simple agente como Trujillo, y el resto era conseguir una placa
para Pepa y crear un expediente falso que constara que corroborara su fichaje
desde cuatro años atrás, con un buen número de casos resueltos, era mucho más
sencillo de lo que parecía. Sobre todo cuando el Director y la Comandante están
de tullido.
Don Lorenzo seguía embobado con el asunto del tráfico de órganos y se acercó a
Marina para que le aclarara algunas dudas y le siguiera contando más detalles, así
que se apartaron un poco de las chicas y Pepa aprovechó para salir de ahí, tanta
palabrería dando vueltas por su cabeza la tenía como león enjaulado, necesitada
llegar a casa, ponerse la ropa deportiva y salir al parque a correr o iba terminar
arrancándose los cabellos y arañando las paredes.
Respiró profundo y notó como su sentido del olfato se recreaba con un delicioso
aroma que ya comenzaba a reconocer y que además resultaba imposible negarse
a sí misma que le encantaba. Resulta increíble como el simple olor de su perfume
mezclado con sus feromonas activaba la alarma en sus glándulas suprarrenales
que de inmediato comenzaban a producir enormes cantidades de adrenalina y
noradrenalina, las descargas eléctricas estaban de vuelta por todo el cuerpo, su
pulso se aceleraba, el corazón le palpitaba con el poder y la fuerza de una
orquesta sinfónica. Sabía que ella estaba detrás, que la observaba, que quería
decirle algo pero no se atrevía, pensó en esperar a que fuera la pelirroja la quien
diera el primer paso, pero por primera vez en su vida se odió por tener que
respirar, mientras siguiera deleitándose con la fragancia que despedía el cuerpo de
Silvia, le resultaba imposible esperar, así que se giró y como lo había imaginado
allí estaba...Se veía preciosa, apenas había notado que ya no traía la bata blanca,
vestía unos vaqueros un poco deslavados en color negro, una blusita simple color
púrpura de cuello redondo y manga corta , que acompañaba con unas sandalias
negras de tacón corto.
Y ahí se encontraba Silvia Castro, completamente perdida en esos ojos a los que
aún no conseguía definirles un color, ¿Eran miel o verdosos? y ante su debate
interno supo que tal vez había perdido la razón ¡Y es que llevaba medio minuto con
su vista clavada en ella, sin parpadear! Y si lo hizo ni se enteró.
Embelesada por la cercanía con la trigueña era imposible recobrar la cordura, así
que no pudo refrenar el impulso de estudiar minuciosamente cada una de las
facciones de su rostro, que no pasó desapercibido para una vocesilla interna que le
retumbaba en la cabeza, "Es perfecto", "Dios Es perfecto".
Pepa le regaló una radiante sonrisa y fue entonces cuando Silvia se dio cuenta de
que la voz que acababa de escuchar era la suya y no la de sus pensamientos.
Silvia hizo nota mental de que cuando Pepa estaba de por medio actuaba como
una completa imbécil. -El día… Que amaneció como muy bonito - Recordó
que efectivamente hacía un clima muy agradable ahí fuera - Apetece salir y dar
un paseo-
-Ya…- La morena la miró intentando descubrir a que podría haberse referido como
"perfecto" para que sus mejillas estuviesen enrojecidas, ¿A la escena de película
que habían estado interpretando mientras se quedaban mirando como dos tontas?
¿O quizás al plan que había trazado para patearle el culo a Trujillo?
-Pepa…- Pronunció tímidamente su nombre, detalle que le encantó a la morena.
-Nada que…- Otra vez se sonrojó un poco - …Que gracias por…- Le regaló una
sonrisa que fue ampliamente correspondida por Pepa - …Defenderme ahí
dentro-
Silvia sintió un agradable cosquilleo en el estómago y no pudo hacer otra cosa que
incrementar el tamaño de su sonrisa y claro, sus mejillas desde hace rato que ya
no eran blancas, habían alcanzado una tonalidad carmesí permanente.
-Si…Claro-
21:09 horas
Una mano blanca se estira buscando a tientas un vaso con agua que descansa
sobre el buró de la cama, al fin lo palpan, lo atenaza y lo traslada hasta su boca,
bebe un sorbo, y se queda un rato sosteniéndolo mientras su vista se pierde una
vez más en esos ojos, al fin ha decidido que son de color marrón verdosos.
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VOZ EN OFF
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Levantó la tapa del ordenador y decidió que era tiempo de apagarlo, su día había
sido de locos, Trujillo ahí poniéndola al borde de un colapso nervioso y lo peor
había sido cuando se le ocurrió aparecer a Pepa en el laboratorio acompañada de
su padre y luego la discusión con ella y la forma como terminaron abrazadas, de
sólo recordar regresó ese espasmo en los músculos del abdomen.
Lo cierto era que se había quedado profundamente dormida y que era la segunda
noche consecutiva que lo lograba sin la ayuda de los dos comprimidos de TAFIL
que llevaba consumiendo sin fallar desde hace más de tres años.
21:25 HORAS
-Vale que tú cuando vienes me robas los chocolates que me regala Lucas
- Levantó su copa para darle un trago.
-Vete a tomar por culo- Le amagó con darle un manotazo en la cabeza que
Pepa esquivó ladeándose hacia atrás.
-Bueno Y ¿A qué hora vuelve Lucas? - Era evidente que Marina estaba muy
lejos de ser su tema de charla favorito-
-No lo sé, espero que antes del amanecer - Le sonrió- Pero gracias por
cenar conmigo, odio cuando me deja sola toda la noche-
-Ya me cobraré el favor sobrina, eso tenlo por seguro. Pero tenía la
esperanza de ver a tu marido, hay algo que necesito pedirle-
-No lo sé, ya sabes que soy malísima con los nombres, pero necesito que
Lucas lo localice porque ya es tiempo de que este tipo me devuelva el
favor.
La morena negó con la cabeza porque seguía deglutiendo el cubo de sushi. Dio un
sorbo a su copa. - No no, que lo arregle directamente con él, solamente
necesito que abra una cuenta en su banco con dos millones de euros,
pero necesito la ayuda del tipo este para simular que la cuenta se abrió
hace un par de meses porque quiero que aparezca a nombre de Enrique
Martinez - Le explicaba Pepa mientras tomaba otro cuadro de sushi
-Si con eso no habrá problema, aprovecho que dormiré sola para
practicarla-
-Perfecto sobrina, pues puedes dar el favor de la cena de esta noche por
saldado - Le guiñó el ojo.
La mano de Silvia cubierta con guantes de látex pulsó stop en la grabadora portátil,
en ese momento la puerta del CSI se abrió y la cabeza de una guapísima Pepa se
asomó tímidamente.
-Ya pues es por tu culpa ¡Que tuve que meterme aquí para mandar a
Trujillo a su casa- Se acercó instintivamente a Silvia quedando a unos diez
centímetros de ella.
-¿Por qué yo Pepa? Quiero decir ¿Por qué me ayudas? - Y muchas otras
preguntas que se quedaron atoradas en su garganta ¿Por qué me dejaste vivir?
¿Por qué me miras así? y ¿Por qué no puedo dejar yo de mirarte?, pero que fue
incapaz de dejar salir - ¿De verdad tocas el violín? - Preguntó en cambio.
Silvia levantó las cejas en un gesto que fascinó a Pepa - Vale- Respondió con
cierto tono que a la morena le pareció bastante seductor. -¿Por qué me ayudas?
- No pudo evitar tomar nota mental de que ya no eran los ojos de Pepa lo que
ahora le preocupaba, era esa increíble sonrisa que con sólo mirarla le provocaba
sonreír a ella también.
-Nada que…Me toca a preguntar a mí- Se acercó más hacia Silvia, notaba
como con cada paso que daba los latidos de su corazón se salían de control, su
ritmo cardiaco estaba a mil, siempre pensó que nada podía ser más trepidante que
una expedición de rafting y ahora se daba cuenta que del gran error en el que
había vivido.
Silvia no dijo nada, se encogió de hombros y soltó una carcajada.- ¿Cómo es que
sabes eso? - Preguntó algo apenada, pero notando como su tensión disminuía
notablemente.
La pelirroja no pudo evitar reír de nuevo, por extraño que parezca comenzaba a
sentirse cómoda con la situación - ¡Eres una tramposa- Se quejó.
La ahora Agente Miranda se acercó más a Silvia, lo hizo sin pensar, por mero
instinto y sintió como su mano temblaba cuando se posó sobre la frente de la
forense. - Tienes sangre - Le dijo dulcemente acariciando la pequeña mancha
que comenzaba a convertirse del rojo a un tono mucho más caoba.
Silvia sonrió, le gustaba el tono cariñoso con el que Pepa le hablaba, y entre toda
esa mezcla de emociones, de ausencia de cordura, de constantes descargas de
adrenalina, de excitación por lo prohibido tal vez le soltó sin más…
22:02 HORAS
La luz del despacho se apagó y la silueta de una mujer alta con vaqueros y una
camisa a cuadros de manga corta salió de allí cerrando la puerta de forma un tanto
descuidada produciendo un fuerte sonido, lo que realmente no importaba mucho
porque a esas horas la Comisaría estaba prácticamente vacía, el reloj se había
encaprichado en avanzar muy despacio, tan lento que más de una vez estuvo
tentada a volver al laboratorio y abrazar a la pelirroja sin una razón en especial,
simplemente porque quería hacerlo y punto. Pero se refrenó.
Pero si de verdad fuera un polvo ¿Entonces por qué se la pasaba pensando en ella
y sentía esos bichos aleteando libremente por todo el estómago? ¿Por qué era
incapaz de enfadarse con ella? ¿Por qué cuando se metía en líos solamente
pensaba en protegerla? ¡Por supuesto que le gustaba! Solamente que sentía
temor, el temor natural que se siente por lo desconocido, María José Miranda
Ramos de 30 años de edad no conocía el amor, inclusive esos insectos voladores
que acababan de encontrar en la boca de su abdomen una nueva colonia para
vivir, era algo completamente nuevo para ella, pero la verdad es que se sentía tan
bien tener a esos inquilinos ahí dentro, que no chistaba, solamente se dedicaba a
disfrutar y lo mejor es que había identificado la fuente de ese placer...
Sonrió de oreja a oreja, era ella, la mujer en la que había pensado toda la la
mañana, la tarde y parte de la noche, pero por fin se había desocupado y por fin la
vería de nuevo y no sabía que decirle, no tenía idea si Silvia ya estaba enterada y
no le importaba o si estaba en una fase de negación, y prefería hacer de cuenta
que no pasaba nada, antes de enfrentar el hecho de que Pepa no era una buena
persona pero aún así tampoco podía detener el deseo de estar con ella.
Todo aquello por culpa de una fuerza demasiado poderosa, que no se mira, ni se
palpa, que simplemente no tiene explicación, pero está ahí coordinando cada uno
de tus pensamientos y por lo tanto los movimientos de tu cuerpo.
Y ahí iba ella, dispuesta a encontrarse con su pelirroja y disfrutar de su compañía
sin pensar, pero de pronto el móvil hizo nuevamente acto de presencia, está vez
era una llamada entrante y observó el nombre de Lucas en la pantalla.
-Nada del otro mundo, mañana me pasó por tu casa y les explico, ahora
debo colgar porque tengo un compromiso.
Colgó y se dirigió a paso veloz a encontrarse con Silvia que ya estaba un poco
desesperada mirando el reloj.
-Que no va a pasar nada …- Llegó hasta ella y tiró de su brazo para llevarla
hasta su carro - …Además yo sé que te mueres por alcanzar los 260 km/h
sin que se te mueva un pelo - Le tentó mientras la seguía jalando hacia su
vehículo.
Pepa mostró las llaves del coche y con el control remoto botó los seguros.
Habían avanzado unos cuantos kilómetros con rumbo hacia las afueras de la
ciudad, eran cerca de las diez con treinta de la noche y no importaba la hora, en
Madrid siempre había tráfico, así que la pelirroja se aventuró a preguntar.
-Pues ahora nada más necesitamos que cuentes con algún disco
decente- Dudaba de los gustos musicales de Pepa.
-Bueno nada de Lady Gaga ni sus derivados, nada de hip hop, rap…-
Arrugaba la nariz en total gesto de repulsión pero sin apartar la vista del camino.
-¿Qué tal Metallica con la Sinfónica de San Francisco? - Preguntó Pepa con
entusiasmo.
-No soy muy afecta al metal… - Se quejó la pelirroja - …Pero seguro que
será agradable apretar el acelerador con "Nothing Else Matters" de
fondo. Aunque a mi me van más las voces femeninas, como Tarja
Turunen, Emma Shapplin, Emilie Autumn, no sé si las conozcas -
-Lo tocaba- Respondió con gesto melancólico -Sufrí una lesión en el dedo
meñique que me dejó fuera de combarte-
-¿Y cómo te ocurrió eso? - Desvió un poco la mirada del volante para ver a
Pepa que de pronto se había puesto seria.
-Para casi todo violinista es como un sueño poder tocar "Devil´s Trill" de
Guiseppe Tartini, una vez que lo logras deja de ser un sueño y se
convierte en un reto, y entonces el perfeccionarla, ejecutarla con
maestría, tocarla mejor que el resto se convierte en una obsesión y ya no
importa nada más…- Relataba mientras apretaba los puños de impotencia - Me
pasaba las horas practicando, la repetía una y otra vez, hasta que un día
sentí que mi dedo meñique no respondía de la forma que solía hacerlo,
entonces fui con el médico y me dijo que debía dejar de practicar un
tiempo, pero no quise escucharle-
María José Miranda había olvidado por completo cuando fue la última vez que
derramó una lágrima, pero no había mentido cuando mencionó que la música era
su gran pasión y para ella haberse tenido que retirar de esa manera, era como si
literalmente la hubiesen matado en vida.
La morena asintió, no quería que Silvia la viera llorar y si intentaba emitir palabra
sabía que se iba a desmoronar.
Ante esa escena, Silvia notó como algo se desgarraba en su interior, se dio cuenta
que si Pepa sufría, entonces ella también lo hacía y un deseo irracional de
protegerla y consolarla se apoderó de ella.
Aparcó el carro en plena calle, ya que a esas alturas del camino, prácticamente en
los linderos de la ciudad, se encontraban en una zona bastante desolada.
Se acercó lo más que pudo a la morena, tanto como la palanca de velocidades que
se le atravesaba para llegar hasta la desconsolada mujer se lo permitía, levantó su
mano a la altura de la cabeza de Pepa y con dedos completamente temblorosos
limpió sus lágrimas con extrema delicadeza.
Pepa cerró los ojos para sentir el suave contacto que le propinaban los dedos de
Silvia sobre su mejilla. Permitió a su cuerpo estremecer y un par de segundos más
tarde abrió sus párpados para encontrarse con el gesto de un rostro abatido por su
causa, entonces le regaló una sonrisa.
-Nada de eso- Negó con la cabeza -Creo que me vendrá bien esa descarga
de adrenalina - Le guiñó el ojo - Así que ve preparando ese pie firme sobre
el acelerador-
Silvia inhaló y exhaló con fuerza para sacudirse las ganas de abrazar a Pepa y
volvió a poner en marcha al Porsche. Comenzó a sentir como su pie se clavaba
con fuerza en el acelerador, esa agradable sensación que había decidido eliminar
de su vida desde…Bueno la verdad es que era mejor no pensar en ello porque de
hacerlo no iba poder continuar con esa locura, terminaría frenando y llorando como
una idiota. Así que apretó con más fuerza, la excitación que provoca la velocidad
ya comenzaba a hacer presa de ambas mujeres a bordo, el velocímetro indicaba
180 Km/h, pero era insuficiente, era como iniciar la fase de la meseta, a sabiendas
que el clímax aún se encuentra lejos y que lo mejor apenas está por suceder.
-¡Vamos Silvia, acelera! - Inquirió la morena al mirar los escasos 195 Km/h que
marcaba el tablero.
-Pero nunca le he dado a más de 195 Pepa, Que si acelero más voy a
perder el control del volante -
-Pero si eras tú quien quería correr - Le recriminó con una risa burlona -
Primero muy valiente y ahora quieres a Don Lorenzo para que venga por
ti - Soltó a reír de nuevo.
Poco a poco, Silvia comenzó a disminuir la presión que ejercía sobre el acelerador
hasta alcanzar una velocidad promedio de 120 Km/h.
-La última vez que corrí fue hace cuatro años… - Ahora eran los ojos de la
forense los que estaban humedecidos -…Salí de casa a media noche, me
había fumado dos porros y me fallaron los reflejos, no pude frenar y me
impacté contra otro coche - Negó con la cabeza y detuvo por completo el
movimiento del vehículo, había una mezcla entre dolor y rabia en su mirada -…Y
maté a un hombre-
Cerró con fuerza los ojos y hundió su cabeza en el centro del volante, se llevó las
manos a la cabeza y Pepa que no encontraba las palabras prudentes para
aminorar el pesar de su pelirroja solamente atinó a posar la palma de su mano
izquierda sobre el dorso de la mano derecha de Silvia. Era un contacto tierno, sin
malicia, sin siquiera un rastro de coquetería, era simple apoyo, un cariñoso gesto
que intentaba reconfortarle.
Sin embargo la reacción de sus cuerpos fue inevitable para ambas y las mariposas
que vivían en sus respectivos vientres, despertaron sobresaltadas y se
manifestaron eufóricas.
No es nada fácil crecer y enfrentarte a los recuerdos que duelen, es duro cuando
necesitas desahogarte y recibir un poco de comprensión pero no eres capaz de
contar esas terribles experiencias, es más sencillo ocultarse adentro del propio
cuerpo, refugiarse entre la soledad y el frío del silencio, cargar con ellos en la
espalda como si fueran una mochila llena de piedras.
Y en ese momento supo que ya no era la misma mujer solitaria que caminaba por
una vereda obscura sin rumbo, porque de alguna manera ahora veía luz, ya no se
sentía sola, y sabía que quería llegar a casa, aunque seguía sin entender qué era
exactamente la casa que tanto le mencionaba su voz interna.
Pero una cosa le quedó clara esa noche…"Entre dos era mucho más cargar con el
peso de una cruz"
-Yo sé que puedo confiar ti- Sonrió - Eso no creí volver a decirlo... gracias -
La miró por primera vez sin temor de mostrarle todo el agradecimiento que hubiese
querido expresar desde que la dejó escapar con vida.
-Nunca digas nunca mientras tengas una vida por delante… - Acortó la
distancia que les separaba y le rozó las mejillas con el dorso de su mano
- …Y tú estás viva pelirroja- Le sonrió con ternura.
Pepa sonrió complacida, sus dedos se habían trasladado del rostro de Silvia hasta
sus mechones rojizos, no entendía el por qué de la debilidad por ese cabello. Su
yema les recorría a pasos muy lentos, se enredaba ligeramente con ellos y
entonces regresaba al punto de partida y volvía colocar tenues caricias sobre las
mejillas, cerró los ojos, intentando aprender braille para leer esas facciones que le
parecían tan perfectas, ahora ya no solamente a la vista, sino también al tacto.
Silvia no decía nada, se dejaba hacer sin más, sin siquiera pensar, eso le gustaba,
sentir y nada más, sin culpas, sin cuestionamientos, sin dudas, solamente dejarse
llevar.
-¿Todavía quieres ese abrazo? - Susurró Pepa cada vez más cerca de
rozarse con la punta de la nariz.
Silvia negó con la cabeza, esbozó una sonrisa de nervios, ¡Claro que lo deseaba! -
Mmm…- Hizo la finta de que pensaba su respuesta -No me gustan los abrazos,
creo que fue un momento de debilidad, pero ahora ya estoy mucho
mejor - Le susurró en el oído con un tono que lejos de decir "No" parecía incitarle
a que le abrazase y mucho más.
¡Y como no se iba encontrar mejor que nunca, si nunca antes su rostro había
estado tan cerca del de Pepa!
Pepa no dijo nada, se limitó a sonreír ante el flirteo evidente que se suscitaba con
mas fuerza entre ellas. Deslizó las manos con dirección hacia el sur, deteniéndose
una fracción de segundo en la barbilla para impregnar sus huellas sobre ella,
entonces continuó con su recorrido hasta llegar al cuello de una Silvia que se había
perdido entre la oreja y el cabello de Pepa, pero que tampoco es que tuviera
mucho interés por moverse de ahí.
Hasta ese momento supo porque la gente asociaba al corazón con el amor, porque
cuando te enamoras y esa persona te mira, te toca, te abraza, sientes como sus
latidos golpean tu pecho con tanta fuerza y parece que fuera a escaparse de la
piel.
Silvia no dijo nada, se limitó a disfrutar de las manos de Pepa que habían dejado
de jugar con su cuello para posarse sobre su espalda. Pero la morena también
tenía sus demonios internos, también cargaba con un pasado, también había
preferido vivir entre la obscuridad del silencio, se había convertido en una asesina
sin remedio, en una escoria que la sociedad rechazaría sin preocuparse por mirar
más allá de todo el cochambre que recubría su alma.
Y la realidad es que uno pasa por la vida y no siempre resultas ileso de las malas
jugadas que te prepara el destino, a ella le tocó salir muy mal librada, pero en su
afán por evitar a toda costa sufrir el mismo tormento otra vez, decidió eliminar la
debilidad de su repertorio conductual, construyó una coraza mucho más fuerte que
las rocas para que nadie pudiera traspasar y mirar el contenido de un alma
despedazada por el miedo, por el dolor, por el odio.
Habían sido los ojos, los brazos, el cabello, la voz, las palabras y cada uno de los
componentes que le daban vida a Silvia Castro. No podía permanecer callada, no
podía dejar que lo único puro que hasta ahora había tocado su vida, se manchara
por la cobardía, que se volviera añicos por sus mentiras.
Silvia al fin levantó la cabeza solo para mirarla horrorizada, las palabras de Pepa
consiguieron dejarla estupefacta, pero esa última palabra “despiadada” había sido
la estocada final.
-Para...- Levantó ambas manos para mostrar sus palmas - Que ya fue
suficiente -
-Solamente quiero que conozcas las razones que me han traído hasta
aquí, antes de que me juzgues- Le suplicó, pero ésta vez su mirada de perro
triste no fue suficiente para convencer a una Silvia decidida a cortar de tajo con
todo lo que empezaba a sentir por Pepa.
-Deja el sarcasmo Pepa, que sabes que no me refiero a eso - Se dio vuelta
y comenzó a caminar hacia el coche - ¡Vámonos de aquí! - Ordenó la pelirroja
aprovechando que aún traía las llaves del auto.
-¡No! - Inquirió con voz firme, tomándola del brazo - No hemos terminado de
hablar-
-Pero es que entiende - Se señalaba repetidamente la cabeza en gesto de “A
ver si te entra lo que estoy diciendo” - Que yo no comulgo con tu filosofía
Nietzschista, no estoy de acuerdo en que te auto proclames Súper-Pepa,
legisladora de las reglas morales impuestas a su santa voluntad, y el que
no las siga es un imbécil y por tanto merece morir, no eres Dios y no eres
omnipotente, no tienes derecho a decidir sobre la vida de las demás
personas-
-¡Coño Silvia! Pero escúchate por favor, me estás tratando como si fuera
una puta nazi-
-Eres una cínica Pepa - Le reclamó furiosa y sin decir nada más se montó en el
asiento del conductor.
Pepa subió al auto algo resignada a que esa noche no arreglaría nada con esa
mujer, pero mañana sería otro día, ya con los ánimos más relajados, cerró la
puerta y Silvia puso en marcha el motor. - Dicen que todo cínico en el fondo es
un puto sentimental - Esbozó una sonrisa de medio lado que hizo enfurecer a la
pelirroja aún más, lo notó por su forma tan limítrofe de conducir, acelerando sin el
menor temor. - Pues me parece que no deberías correr en un auto que se
ha pagado con dinero sucio, fruto de sacrificar la vida de varios inocentes
- Le seguía picando Pepa.
Silvia eligió mal momento para percatarse de que la risa de Pepa debilitaba sus
defensas, lo supo cuando se sorprendió a sí misma sonriendo con disimulo por
todas las tonterías que la morena estaba diciendo. Así transcurrió el resto del
trayecto de vuelta a Comisaría, sin dirigirse una sola palabra pero con la tensión
disminuyendo con cada kilómetro recorrido.
Sabía que el cuerpo de ese hombre iba aparecer en la madrugada porque ella
misma le había dado indicaciones a Lucas para que así sucediera, pero no
contaba con que su presencia iba a ser requerida a esas horas, de haberlo sabido
hubiera dado la orden para postergar el plan, mínimo hasta que saliera el sol. Pero
ya no tenía caso lamentarse, sobre todo porque en ese instante llegaba al
aparcamiento de Comisaría, justo en el sitio donde un par de horas antes había
dejado marchar a Silvia con la situación bastante tensa entre ellas.
Con todo y eso, debiera llegar al laboratorio con ella para estar pendiente de la
Autopsia.
Silvia abrió muy grandes los ojos, notablemente extrañada por la repentina actitud
de Pepa, apenas un par de horas antes le suplicaba que la escuchara, que le
permitiera explicarse y además con esa mirada de cachorro triste que de verdad la
había puesto en una disyuntiva, porque quería conocer sus razones, quería
entenderla, pero su vida siempre terminaba regida por los principios y las normas
morales.
-¿Tienes que ver algo con esto? - Tomó un par de bolsas transparentes que
estaban sobre la mesa, en una se podía apreciar una tarjeta de presentación y en
la otra una foto de Gonzalo.
-No estoy para andar subiendo el ego de nadie - Se quejó de mala gana
- ¡Escucha! - Le ordenó - No tuvo tiempo de lavarse las manos después de
disparar, así que con una sencilla prueba de parafina bastará para que
encuentres residuos de pólvora, ¿La puedes hacer tú? - Intentó retarla con
la pregunta, la intención era bastante clara, era un “A ver demuéstrame que no
eres una inepta”
En parte era verdad, estaba exhausta, además tantas horas sin dormir la ponían
de mal humor y Silvia lo estaba pagando, porque justo fue con ella con quien
descargó su hostilidad, así que sin más se fue.
La pelirroja la miró partir, sintió un nudo en la garganta y ganas de llorar sin saber
por qué, ¿O probablemente sí lo sabía, pero prefería engañarse a sí misma?
13:36 horas.
-No lo sé, esa tarjeta que traía Martinez en la billetera me da mucho que
pensar, pero por otro lado no es ninguna prueba contundente -
-Gracias...Si ese tipo está involucrado quiero verlo tras las rejas, tengo
miedo que intente algo contra Silvia - Expresó preocupado.
-Tranquilo Comisario, le aseguro que a la Inspectora Castro no va
ocurrirle nada-
Pepa salió de allí, estaba desesperada, el trabajo de oficina no era para ella, se
aburría, y además había tenido que buscar un profesor sustituto para las lecciones
de violín y eso no le agradaba, ya que impartir sus clases que lo único que
disfrutaba hacer, que le ayudaban a olvidarse por un momento de la mierda que
era su vida, cuando estaba ahí ante sus alumnos, un grupo de niños ingenuos,
nobles, sin malicia, simplemente llenos de talento y de ilusión de ser grandes
músicos algún día, se recordaba a sí misma a los siete años, eligiendo su primer
violín, tomando su primera clase, antes de ser privada de su seguridad y su
inocencia.
No aguantaba un minuto más con esa vida sedentaria, así que decidió visitar la
salta de tiro, segura de que disparar un rato le ayudaría a relajarse un poco, a
sacarse toda la bola de cosas que traía en la cabeza: Que si le debía un favor a
Marina, que si ahora tenía responsabilidades y era policía, que debía deshacerse
de Trujillo, y sobre todo que tenía que olvidarse de Silvia o iba a enloquecer de
tanto pensar en ella.
Tomó el móvil para enviarle un SMS a Lucas, la verdad es que había hecho un
excelente trabajo como siempre, y pues había que agradecérselo. Entró en la sala
de tiro con la vista clavada en las teclas del teléfono, no dio ni dos pasos estando
ahí dentro cuando escuchó un par de detonaciones, hizo un gesto de desagrado
porque se había imaginado que estaría sola, levantó la cabeza para ver a la
persona que le haría compañía y entonces la miró.
Silvia traía puestos los audífonos peritimpánicos, así que ni se enteró de que
alguien había irrumpido en la sala y la miraba a lo lejos. Pepa hizo lo propio y al
igual que la pelirroja, se colocó las protecciones auditivas y oculares, para acto
seguido comenzar a caminar con rapidez hasta quedar tan sólo a unos cuantos
centímetros de su espalda.
Estaban demasiado cerca la una de la otra, pero Pepa decidió quedarse ahí
parada, inmóvil, con la única intención de contemplar como el muñeco de cartón
recibía varios disparos en la cabeza.
Silvia notó que el ambiente olía distinto, percibió un aroma tan agradable que tuvo
que cerrar los ojos para deleitar sus sentidos, la lluvia de balas cesó y bajó el arma
para concentrarse en el maravilloso e increíble aleteo de las mariposas en el
estómago, entonces, tras esa fracción de segundos en la que todo pasó tan rápido
y esas deliciosas emociones sacudieron su cuerpo, lo supo, era el perfume de
Pepa.
Silvia estremeciéndose entre sus brazos era lo mas cercano que hasta ahora había
estado de conocer la felicidad. Entonces decidió no poder más...
-Me encantas pelirroja - Silvia tembló con más intensidad y el rojo que teñía sus
mejillas, se volvió más intenso, pero permaneció en silencio y dejó que Pepa
siguiera susurrando - Cuando estoy contigo no puedo ser yo, no puedo
pensar, lo único que quiero es abrazarte, tenerte cerca y no soltarte...-
Las manos de Silvia se posaron sobre las de Pepa y en un abrir y cerrar de ojos,
sus dedos se encontraban entrelazados. Aún sin palabras, la pelirroja le confesaba
que ella se sentía de la misma manera.
Pero el sonido producido por el móvil de Pepa rompió la magia del momento y
entonces Silvia aprovechó para separarse un poco.
La Agente Miranda observó la pantalla aún sin soltar a Silvia, sólo para encontrar
que era Lucas quien la llamaba. -Dime Lucas- Respondió de mala gana.
“Esa es la llave del éxito en nuestra organización”, era lo que siempre decía Pepa.
La ventaja de tener a un médico dentro del equipo les permitía que Decker desde
el hospital donde trabajaba investigara los historiales clínicos de pacientes que en
un momento dado habían sido ingresados y así con base a la compatibilidad
sanguínea y la seguridad de que se trataba de individuos con ambos riñones
sanos, exentos de cáncer y cualquier infección significativa que pudiera hacer
fracasar el transplante seleccionaban a la persona que sería sacrificada.
-¿Qué se han creído esos gillipollas, qué sus putos caramelos salen en la
cajita feliz de McDonalds? - Silvia notó que se ponía demasiado tensa, nunca la
había visto así por lo que automáticamente se imaginó que eran asuntos de
“trabajo” y de cierta forma la magia terminó de extinguirse por completo.
-¿Abortamos la operación? - Sonó la voz de Lucas del otro lado del teléfono
que esperaba la orden de la jefa, de hecho el motivo de la llamada se reducía a
esa simple pregunta.
-No podemos darnos ese lujo...- Respondió con resignación - ...Dame una
hora para pensar en algo, pero llámales y diles que a las 10 tendrán listo
su paquete -
-Digamos que gajes del oficio, pero sí tengo que resolver unos asuntillos
un poco complicados -Respondió sin intención de proporcionar mucha
información.
-No Pepa, quiero saberlo- Le suplicó con esa mirada a la que la morena era
incapaz de negarle lo que fuese que le pidiera-
-Pero eso es técnicamente imposible - Silvia abrió los ojos como un par de
platos - Hay que hacer la prueba de compatibilidad de tejidos, cerciorarse
de que el tipo de sangre coincida...-
-¡Joder Pepa! - Levantó la voz perdiendo un poco los estribos, un poco por la rabia
de lo que ocurría, un poco por el miedo atroz que le provocaba la idea de que
pudieran hacerle algo a Pepa si no conseguía cumplir con las exigencias de la
mafia - ¿En qué coños estás metida?
-Por eso no quería que lo supieras - Le explicó con cara de “Te lo dije”
-Es que no Pepa - Cruzó los brazos y se quedó ahí mirándola con incredulidad -
Es que de verdad que lo intento, trato de imaginar que eres una persona
normal que ha tenido que vivir bajo circunstancias poco comunes, pero
¡Es que no puedo! - Sollozó entre esa última frase - ¡Es que esto me supera!-
Ante sus últimas palabras Silvia no pudo permanecer un segundo más allí y salió
huyendo de la sala de tiro, no tenía idea de qué hacer, minutos antes acababa de
aceptarse a sí misma atraída por una mujer, por una asesina y a lo mejor hasta
sentenciada a muerte, sentía rabia, rabia de haberla conocido, de haberla mirado
tan intensamente que cada una de sus facciones habían quedado grabadas en su
mente, que no podía dejar de pensarla, que le dolía, le dolía querer estar con ella y
al mismo tiempo tener que salir corriendo cada vez que lo intentaba.
15:02 horas
Ya había transcurrido la hora de plazo que le pidió a Lucas, pero ninguna idea de
calidad había surcado por su cabeza, que para variar ya comenzaba a dolerle, si
seguía sometida a tanta presión esa maldita vena iba a estallarle. Decker había
conseguido rastrear a varias personas con tipo de sangre A+, que por fortuna
pertenecía a uno de los grupos sanguíneos más comunes y por lo tanto más
fáciles de encontrar. Pero a pesar de ser jueves, un atractivo día para salir de
marcha, la mayoría de los resultados arrojados por el ordenador indicaban que
eran menores de edad, así que cazarlos en un bar quedaba descartado.
El resto tampoco parecían ser buenos candidatos, por una u otra razón no
cumplían con los requisitos para ser seleccionables, y eso era normal, ¡Roma no
se construyó en un día!, y en este como en todos los trabajos, pero sobre todo en
este, “El que se precipita pierde”, esa es la regla de oro.
¡Pero es la Gomorra coño! - Se repetía para sus adentros una y otra vez.
Es que si le hubieran dado un plazo más largo, ¡Pero no!, esos cabrones lo querían
ahorita, y estaba segura que la estaban poniendo a prueba, si aprobaba se
convertiría en una de sus principales aliadas, contaría con su protección y su
entera confianza, ¿Qué mas podía pedirle a la vida una traficante de mediana
monta?, ¿Y si no lo conseguía? ¿Y si defraudaba a la mafia? No quería ni
imaginarse lo que le ocurriría.
Una media hora antes, el Agente Curtis Naranjo había aparecido por su oficina
entregándole una enorme bolsa llena de pelotas blandas anti-estrés rellenas de
arena. Las había mandado traer conocedora de que las iba a necesitar.
Tomaba una bola, la presionaba con fuerza una y otra vez hasta deformarla,
entonces la cabeza le punzaba, la sacudía una ola de mal humor y la lanzaba
contra la puerta, que fungía como tablero para que rebotara en ella y cayera justo
en el cesto de basura.
Escuchó que alguien llamaba a la puerta y se alivió un poco al pensar que era Rita
con los comprimidos de ketorolaco que le envió a conseguir a enfermería, para
aminorar su jaqueca.
Pepa la miró sorprendida, ¿De verdad Silvia pensaba ayudarla? - Pero fue un
accidente de tráfico Silvia, ¿Qué excusa le vamos a dar a las familias?-
-¡Vamos Pepa! Que eres agente del CNI - Hizo una nota mental de que ni
siquiera sabía si lo era, vamos que perfectamente podría ser agente del CNI y ser
traficante al mismo tiempo, tenía mucho sentido - Puedes argumentar que fue
un accidente lamentable pero que ocurrió bajo circunstancias muy
extrañas, que tienes el presentimiento de que les narcotizaron con algún
inhalador para que se quedaran dormidos y robarles, y que el efecto
alcanzó al chofer-
-¡Joder Pepa! Que podrá sonar todo lo absurdo que tú quieras, pero nadie
va objetar una orden dictada por Inteligencia Nacional-
La morena no estaba muy segura pero tampoco era que a ella se le hubiese
ocurrido una idea mejor, asintió con seriedad - Vale pues voy a llamar a
Marina-
-Perfecto- Sonrió complacida con los labios y con la mirada - Necesito que
llames a tu médico de confianza porque yo sola no voy a poder con todos
los cuerpos y disponemos de muy poco tiempo - Dijo mirando el reloj.
Por un instante Pepa se sintió tremendamente contenta, ¡De verdad Silvia le iba a
ayudar! Iba a saltarse todo el protocolo por ella, ¡Sólo por ella!
22:07 horas.
Les autorizaron llevar a cabo doce autopsias, Entre Silvia y Decker agilizaron el
procedimiento de los análisis correspondientes y los resultados fueron bastante
favorables, ya que al menos siete de los posibles candidatos les serían útiles.
Alrededor de las siete de la noche Pepa se encontró con Lucas en la casa de este,
haciéndole entrega de cinco maletas, cada una contenía una hielera con su
respectiva cantidad generosa de hielo y su riñón.
Mientras tanto Silvia y Decker se quedaron en el CSI trabajando con los
cadáveres. Primero rociaron un poco de cloroformo en los pulmones de los
cuerpos con un inhalador, y posteriormente extrajeron una muestra del pulmón
para presentar las evidencias necesarias que justificaran la autopsia.
Posteriormente suturaron y listo, absolutamente nadie se imaginaría que los
habían utilizados para practicarles una nefrectomía.
Alrededor de las nueve llegó Pepa mucho más tranquila, la verdad es que había
pasado el día sin poderse relajar, esperando que en cualquier momento surgiera
alguna dificultad, pero la verdad es que por descabellado que pareciera, el plan de
la pelirroja había salido a la perfección, ya solamente faltaba que Lucas entregara
el pedido y les montara la escenita cursi “De ninguna manera podemos recibir su
dinero, para nuestra organización no existe mayor gratificación que contar con el
apoyo y la protección de la suya” - Era la frase memorizada que Lucas le soltaba
siempre a la gente importante de la cual sabían más adelante obtendrían un
beneficio.
En punto de las diez, Lucas llamó a Pepa solo para pronunciar un escueto pero
significativo “Está hecho, todo resultó perfectamente”. La morena complacida colgó
y entonces faltaba romper el último eslabón de la cadena de obstáculos que
pudieran arruinar sus planes.
Habría que robar la cinta que grababa los movimientos del CSI y las llaves para
accesar al cuarto de audiovisuales solamente las podían obtener de un cajón
ubicado en el despacho del Comisario.
-Las tengo - Le informó Silvia a una Pepa que se había quedado en el pasillo
montando guardia.
Un hombre más realista, el Doctor Alfonso Quiroz Cuarón, decía que esos votos
eran imposibles de ponerse en práctica ya dentro de un contexto real, desde su
perspectiva, ningún individuo puede reunir de forma simultánea todas las
cualidades mencionadas en el anterior discurso.
Por lo que elaboró una clasificación con los cinco tipos de personalidad que puede
tener un Médico Forense:
23:25 HORAS
Suspiros, susurros y lágrimas atrapados en la almohada de una pelirroja que se
mantiene despierta persiguiendo un sueño que es la fuente de su propia
destrucción, un maldito sueño que significa la muerte de su integridad, la
decadencia de su voluntad, la sumisión ante las pasiones más bajas, la rendición
ante sus instintos.
Bendita contradicción.
Quiere jugar porque le gusta, quiere parar porque se asusta, en ese momento ella
es el juego, ella es la pelota que se disputan dos equipos contrarios a patadas, es
la cuerda estirada brutalmente por dos fuerzas. Se da cuenta que ya no puede
estar en medio porque duele, tiene que decidir, la balanza debe ceder, inclinarse
ante una de las dos o entonces es ella la que va perder.
Con la mirada clavada sobre el techo, buscando por una señal entre las sombras,
algo que le ayude a olvidar la verdad. Una verdad que se ha convertido en un
pensamiento constante e hiriente, una verdad que hubiese preferido ignorar mil
veces, pero que existe y no la puede borrar.
Tenía que sacársela de la cabeza, se puso la misma ropa que había portado un par
de horas antes y se percató de que su blusa aún conservaba el aroma de Pepa,
entonces imágenes de lo ocurrido en la sala de tiro llegaron a su cabeza.
-Tengo que salir de aquí antes de hacer una locura - Pensó en voz alta luego
de que se pillase a sí misma con el móvil en la mano contemplando el número de
Pepa.
Se enfiló hacia la puerta con las llaves del carro en la mano, quería hacerlo una
vez más, correr, correr y correr, como si de esa manera pudiera arrancarse todos
los recuerdos y las sensaciones que no la dejaban dormir, ni vivir, ni trabajar, ni
concentrarse en otra cosa, simplemente no la dejaban estar.
Para su desgracia, la noche estaba lluviosa, podría manejar por un rato sin rumbo
fijo, pero definitivamente no podría correr.
Condujo por las calles desiertas de Madrid cerca de quince minutos a una
velocidad bastante moderada, la lluvia no cesaba y sus pensamientos tampoco, así
que en uno de sus típicos impulsos frenó su recorrido y aparcó el coche.
Abrió los ojos y sonrió. Cuando era niña le encantaba mojarse, pero su padre
siempre la reprendía, así que conforme fue creciendo reprimió los deseos de
disfrutar las tardes lluviosas porque podía pescar un resfriado, de brincar encima
de los charcos porque arruinaría sus zapatos...Entonces recordó aquél
pensamiento que la hizo saltar de la cama como un resorte, esto no era el final y el
mundo estaba en sus manos.
FLASHBACK
-¡Joder Silvia!-
<
-Ten cuidado con lo que me pides Pepa, porque ya no puedo decirte que
¡No! - Susurró para sí misma.
23:58 horas
Ojalá "Cambiar una vida de mierda" fuera tan simple como traer una cubeta con
agua y pasarle el trapeador al pasado, entonces desaparecerían los pecados y los
errores. Desafortunadamente las etiquetas son limites que nosotros mismos le
ponemos a nuestras expectativas, no se pueden lavar, son las huellas que
dejamos impregnadas en el arma homicida, con la diferencia de que estás no se
pueden borrar.
¿Cómo había comenzado todo? ¿Cuándo tenía ocho años? ó ¿Fue después, a los
catorce?. Podría ser que a los ocho los caprichos del destino le hubiesen
arrancado la típica sonrisa que esboza cualquier niña de la edad con el simple
hecho de saber que llega la navidad y que el día de reyes se avecina. Ella perdió
esa ilusión justamente un 22 de Diciembre.
La verdad es que evocaban recuerdos muy amargos, pero a pesar de que nunca
volvió a dejar una carta debajo del árbol los días cinco de Enero por la noche,
como pudo se fue levantando, mirando hacia adelante, siempre apoyada en su
hermano Paco, quien era como su mejor amigo y ¿por qué no? También una
especie de padre. Ya que ambos habían quedado huérfanos cuando Pepa aún era
muy pequeña.
Por un momento pudo notar como sus ojos se humedecían ante la impotencia de
no poder hacer si quiera una descripción física de su madre, le dolía tanto que
siempre se negaba a mirar los álbumes fotográficos. El Psicólogo que la trató sin
éxito durante la adolescencia le diagnosticó “Trastorno Disocial de la
Personalidad”, basándose en supuestos síntomas que la morena manifestaba ya
desde aquella época.
Él decía que todo estaba en un bloqueo emocional que solamente podría romper si
era capaz de explotar y dejar salir todos aquellos sentimientos reprimidos que tenía
en relación a la muerte de sus padres. ¡Comenzar a llorar sería un buen
inicio! ¡Llorar no es malo, algunas veces ayuda depurar el alma! Pero ella
simplemente no podía.
Desde los seis años le detectaron a su madre cáncer en un riñón, desde entonces,
los pocos recuerdos que le quedan de ella, era la expresión de su rostro siempre
triste, siempre tendida en una cama, siempre yendo y viniendo del hospital,
quejándose por los fuertes dolores. La quimioterapia no funcionó, únicamente le
averió otros aspectos de la salud que le provocaban malestares todavía mayores.
Una tarde, recuerda que su padre se reunió en la sala de la casa con otro hombre,
ella y Paco los espiaban desde la cocina y escuchaban como aquel tipo le
comunicaba a su padre que tenía un riñón, que habían hecho pruebas y era
perfecto para salvarle la vida a su mamá, pero a cambio quería $200,000 dólares.
Su familia siempre fue gente sencilla, vivían dignamente pero sin lujos y no tenían
ni una cuarta parte de esa cantidad ahorrada. Durante lo siguientes días, su padre
estuvo bajo mucha tensión, siempre desplazándose de un lado a otro, intentando
conseguir un préstamo, el cuál le denegaron más de cuatros veces.
Hasta que alguien con el suficiente poder adquisitivo para salvar su propia vida, se
quedó con ese riñón y no solamente eso, se quedó con las ilusiones de una familia
entera, con sus propias sonrisas y con la vida de su madre.
Entonces, al cumplir los ocho años de edad, la vida le enseñó su primer gran
lección: “La supervivencia le corresponde al más fuerte” “El débil es débil y por
tanto no tiene derecho a vivir”
Hubiera seguido ahí tendida en el sofá rememorando la basura que había sido su
completa existencia, pero el sonido del timbre hizo que Pepa dejara su copa de
tinto sobre la duela de madera y se dispusiera a abrir de mala gana ¿Quién
demonios podría estar llamando a la puerta a las doce de la noche? ¿Otra vez la
pareja de tórtolos que querían una explicación? ¡Pues vale! se las iba a dar, no fue
a cenar con ellos porque simplemente no se le dio la gana y punto, porque estaba
perdida, porque estaba mal, porque la pelirroja la abatía, porque lo único que podía
desear era beber y beber a ver si entonces lograba anestesiar a los bichitos que se
rehusaban a detener el incesante revoloteo.
Pero para su desgracia, solamente obtuvo el efecto contrario y no sólo eso, sino
que había terminado pensando estupideces, evocando recuerdos que le hacían un
infinito daño, que terminaban de marchitar el pequeño trozo que aún le quedaba
con vida dentro del alma.
Respiró profundamente, no sería fácil confesarle a esos dos que estaba hecha una
piltrafa humana por la culpa de una hermosa pelirroja desequilibrada que a ratos la
quería y la mayoría del tiempo salía huyendo despavorida. Por un breve instante
cerró los ojos con fuerza, ¡Dios! ¡Eso dolía! Desear tanto a alguien y no poder
tenerle…Intentó olvidarse de su evidente mal humor y abrió la puerta sin siquiera
reparar por la mirilla.
Pepa entró detrás de ella y una vez que había dejado la puerta bien cerrada, se
animó a preguntar…
Silvia no respondió, La verdad es que no estaba nada bien, no podía estar bien,
pero había llegado hasta allí privada de la cordura solamente para cumplir con su
sueño.
Había intentado una y otra vez dejarla ir, ¡Pero es que ya era adicta a ella!
Pepa se rindió, olvidó sus preguntas y permitió que las trémulas palmas de la
pelirroja se posaran sobre su cara. Se percató que los párpados de Silvia se
habían cerrado por completo y que a cada caricia brindada en las facciones de su
rostro, las manos de la mujer de sus sueños, emitían un espasmo más intenso, y
eso la hacía sentir tremendamente idiotizada, además de que bueno, era obvio que
en esas circunstancias el alcohol no era de gran ayuda, la bloqueaba, le nublaba
las palabras en la mente…Y Silvia que no dejaba de recrear cada uno de sus
sentidos con el rostro de Pepa, la tocaba, la miraba, respiraba muy cerca de su
cabello, se acercó a su oído y entonces por primera vez, la Inspectora Castro,
probó el sabor en la piel de una mujer, no había conseguido resistirse y por mero
acto reflejo había depositado una sensual caricia con el ápice de la lengua en el
lóbulo de la oreja de Pepa, como si quisiera susurrarle algo pero simplemente no
se atrevía.
-Eres preciosa. - Dijo Silvia con la voz tenue y entre cortada - ...No puedo dejar
de mirarte- Las mejillas de la pelirroja se tiñeron del color de su cabello.
Se miraron fijamente con los ojos muy abiertos y entonces Pepa intentó decir algo
en respuesta a las palabras de Silvia, pero ésta negó con la cabeza y le acomodó
tiernamente una mano entre sus labios.
Silvia lejos de paralizarse, sintió una fuerza que se apoderaba de todo su cuerpo,
no le permitía pensar, sólo sentía, sentía taquicardia, sentía literalmente fuego que
incineraba su sangre para apoderarse del control de su Sistema Nervioso Central
y entonces se bloqueó, se dejó invadir por el impulso, por el sentimiento, por los
consejos extraídos del corazón y posó nuevamente ambas manos sobre el rostro
de Pepa, cerró los ojos y acercó lentamente su rostro al de la morena.
Sentía que iba a estallar, nunca había vivido algo similar, entonces le acarició la
nariz con la suya, y así... A escasos milímetros de sus labios, abrió los ojos…
Tomó una de las manos de Pepa entre las suyas para depositarle pequeñas
caricias en el dorso, trazar líneas abstractas a lo largo de su palma, y entonces la
sintió tiritar ligeramente, detalle que le fascinó y terminó por contagiarla.
Sonrieron apenadas.
Pepa que no había sido incapaz de abrir los ojos desde que Silvia se apareció para
sumergirla de lleno en ese onírico universo, era capaz de mirar a través de Silvia,
podía observar esa pasión desesperada desbordándose por sus venas, sus
arterias, sus tejidos y buscando la salida por cada uno de los poros de su piel.
La pelirroja sustituyó los dedos y le encomendó la labor de estos a sus labios para
que comenzaran a repartir tiernos besos por cada uno de los milímetros de piel
que cubrían la mano de Pepa, quien sentía esos labios fríos acariciando sus
palmas, y poco a poco los besos se fueron recorriendo hacia los dedos.
Pepa sufrió una descarga eléctrica fulminante en la boca del estómago cuando
sintió los labios de la pelirroja envolviendo la punta de su dedo indice, primero con
timidez, con labios fríos y espasmódicos, pero que poco a poco fueron tomando
confianza y con el movimiento del propio dedo de Pepa que se sumergía y emergía
de la boca de Silvia, entraban gradualmente en calor.
¿Era todo esto lo que parecía o se trataba únicamente del flash de un delirio?
Las manos de Pepa se enredaron en ese cabello rojo que tanto le enloquecía.
La boca de Silvia liberó al dedo de la morena. -Me encanta eso que haces con
mi cabello - Confesó la pelirroja entrelazando de nuevo sus dedos con los de
Pepa y sintiendo en ellos la humedad de su propia saliva.
La Inspectora Castro dio un par de pasos hacia atrás intentando recuperar su ritmo
cardíaco y sacar el móvil del bolsillo de sus vaqueros. Vio el nombre de su padre
en la pantalla.
Silvia obedeció, entonces reparó en que estaba escurriendo, que había varias
gotas de agua sobre la madera del piso y que Pepa estaba empapada por su
culpa. - Creo que acabo de arruinar tu duela - Le dijo apenada.
-¿Nos vamos? - Le propuso la morena al tiempo que cogía una chaqueta negra
de piel que estaba mal acomodada en el mismo sillón donde había estado
recostada.
-Creo que necesitaré un bote más grande - Habló para sí misma al tiempo
que recogía las bolas del suelo. Acto seguido, tomó el contenedor de basura y
vertió los esféricos objetos al costal donde pertenecían.
¿El recuento de los daños?: Se empeñó en llegar a Comisaría por separado, cada
quien en su respectivo carro y tres mensajes de texto vilmente ignorados.
VOZ EN OFF - ¿A qué estás jugando pelirroja? Tus ojos me dicen que
sientes algo por mi, ¡Joder! Pero es que no solamente tus ojos, todo tu
cuerpo, si siento como tiemblas cuando te toco y ahora estoy segura que
no es por miedo.
¡Contrólate Pepa! Tiene miedo, dale tiempo, tienes que ser paciente...
-Seré paciente - Se dijo a sí misma al tiempo que llenaba de aire sus pulmones.
Llamaron a la puerta. Ese seguro sería Don Lorenzo con los resultados arrojados
por la autopsia, entusiasmado con lo rápido que avanzaba el caso.
-Pase - Ordenó con una sonrisa, la verdad es que ese hombre le gustaba como
suegro.
-Creo que deberíamos comenzar con interrogar a Trujillo - Pepa lo miró con
seriedad - Estoy segura de que ese hombre es pieza clave en todo esto -
El Comisario salió del despacho y acto seguido, Pepa cogió el móvil para
telefonear a Lucas.
Un timbrazo...Dos...Tres...Cuatro...Cinco...Seis...Buzón de voz.
Intentó una vez más y la historia fue la misma, seis timbrazos y el buzón.
Y así hasta que al cuarto intento se dejó escuchar una voz adormilada al otro lado
de la línea.
-¡Jo..-Se aclaró la garganta - Joder Pepa que son más de las cuatro de la
mañana- Le recriminó Lucas que todavía tenía un ojo cerrado y la cabeza rubia
de Sara acomodada sobre su pecho desnudo.
SMS: “Sé que estás ocupada pero necesito una respuesta”. 02:12 A.M.
Entonces la puerta se abrió sin previo aviso y delante de ella apreció la espigada
figura de Pepa, quien se notaba visiblemente cansada y hasta un poco ojerosa.
Pepa la tomó de las manos con decisión sin darle oportunidad para que se soltara
-Mira Silvia, mi primer impulso fue venir a presionarte para que me
dieras una explicación - Sonrió -Pero no lo voy a hacer porque de sobra
conozco tus razones, sé que estás asustada por todo esto-
-Pues claro que me asusta - Al fin la miró, pero se soltó del agarre de sus
manos -Es que me la paso corriendo hacia ti, pero cuando te tengo de
frente entonces ya sólo pienso en huir y cuando estoy lejos... De nuevo
quiero correr hacia donde tú estás, pero es que si lo hago entonces
quiero volverme a escapar...- Terminó por confesar con tono de aflicción - ...Es
que me estoy volviendo loca Pepa-
“Soy capaz de herir tus sueños,
enjaular mis sentimientos,
arrancarte los recuerdos...
Sacrificar tu corazón”
-¡Es que Joder Pepa, que no sé si mi cabeza ha quedado infectada por “El
Síndrome de Estocolmo” o si mi corazón se ha envenenado de amor!-
Estaba confundida, desesperada, se estaba ahogando entre sus propias palabras,
pero con todo y eso logró ser firme - Pero lo que si me queda claro, es que no
tengo el menor interés de averiguarlo -
Las palabras de Silvia hirieron a Pepa, pero la morena era persistente y no se iba
rendir así de fácil - ¡Pelirroja podemos intentarlo!, ¡Mira, vayamos despacio!
- El gesto de Pepa era lleno de ilusión - Esta noche tengo una cena en la casa
de mi hermano, el esposo de Marina Salgado - Le aclaró - ¿Por qué no
vienes conmigo?-
La invitó entusiasmada.
Por un momento Silvia se dejó conmover por el discurso de Pepa y su mirada brilló
-Eso que dices es muy bonito Pepa, pero es que no podemos vivir como
Bonnie y Clyde-
Pepa sonrió - Tú serías Bonnie - Recordando que Bonnie nunca cometió ninguno
de los asesinatos, pero que estaba dispuesta a estar con Clyde sin importar lo que
este hiciera, lo hubiese seguido hasta al fin del mundo.
-No sigas Pepa - Los ojos negros comenzaron a empañarse...Y sin más se lanzó
hambrienta hacia los labios de la morena, hubiera deseado que fuera tan despacio
como el aleteo de una mariposa, pero fue imposible, sin darse cuenta lo había
deseado desde aquella riña en el laboratorio, llevaba tanto tiempo esperando ese
contacto, que no pudo ser tierna, simplemente fue apasionada.
Capturó el labio superior de Pepa y se quedó anclada a él, moviendo su boca con
rapidez. Rapidez a la cual Pepa correspondió sorprendida atrapando el labio
inferior de la pelirroja, quien depositaba ligeros mordiscos que reflejaban el deseo
de rozar la lengua con la suya.
Separaron sus bocas sin deshacerse del abrazo, sólo para inhalar del mismo aire,
sus respiraciones se encontraban agitadas y Pepa tuvo el impulso de reanudar el
beso, solamente había probado una vez esos labios y tal parece que fuera
suficiente para causarle adicción, pero antes de apresurarse decidió preguntar.
-¿Que significó eso? - Preguntó luciendo una radiante sonrisa, la tenía a escasos
dos centímetros, aún con las manos puestas sobre su espalda y las manos de
Silvia sujetadas en su cuello.
Se deshizo del abrazo ante una atónita Pepa quien no hizo nada por detenerla,
simplemente la miró salir del laboratorio con los ojos vidriosos.
22:16 horas.
Existen muchos tipos de reuniones familiares, la típica cena que transcurre entre
risas y el tiempo vuela porque verdaderamente existen vínculos afectivos
fortalecidos por la confianza y la comunicación; También tenemos esas cenas a las
que se acude por compromiso y se mira el reloj constantemente, la incomodidad
está presente y se mantiene latente la fantasía catastrófica de recibir alguna
pregunta en relación con algún tema que se pretende evadir; Por otro lado, son
muy comunes esas reuniones en las que dentro del grupo de comensales se
forman subgrupos, ya sea por la proximidad en los lazos sanguíneos, por la
contemporaneidad, por los intereses comunes o simplemente por el género.
Las mujeres intercambian tips de belleza y los hombres se juntan para hablar de
fútbol.
La realidad es que la mayoría de las reuniones pasan por todas las situaciones
anteriormente mencionadas, ya que siempre existirán aquellos instantes de
complicidad que tanto se atesoran cuando se está lejos, pero también estará el
típico integrante indiscreto que se proponga revelar intimidades ajenas sin el más
mínimo pudor o lanzar preguntas comprometedoras que rompan con los buenos
momentos.
Habrá ocasiones en las que la amena charla y el positivo acogimiento hacia una
buena copa de vino por parte del cuerpo, prolongue la extensión de dichas cenas y
otras tantas en las que uno se la pasa cavilando un pretexto creíble para salir
huyendo tan pronto como se termine de servir la cena.
La última vez que habían estado todos juntos compartiendo la misma mesa, había
sido unos seis meses antes, en la cena de Navidad, pero como ya es sabido, Pepa
tiene conflictos severos con esta época del año, así que durante la última reunión
había desplegado una actitud de completo ensimismamiento y hostilidad hacia la
interacción con la familia.
Y no era que Silvia se lo hubiese dicho, simplemente Pepa lo sabía, y por alguna
razón se sentía inquieta, ansiosa…Angustiada tal vez…
-De verdad que la paella está deliciosa - Comentó Lucas tratando de romper
un poquito el hielo en aquella mesa, mientras se llevaba nuevamente el tenedor a
la boca.
-Es verdad Marina...-Sonrió Sara - ...No tenía idea que te gustara la cocina
-
-¡Y gracias a Dios leches! Que Marina en la cocina ¡La madre que me
parió! - Agregó Paco y todos rieron, incluso la propia Comandante, ya que
las pocas veces que había intentado preparar algo para comer siempre
olvidaba la sal, o se olvidaba de sacarlo del horno a tiempo o
simplemente confundía el azúcar con el carbonato.
-Bastante bien cariño - Sonrió Paco satisfecho, mientras bebía de su bote con
cerveza -Las ventas han aumentado este año con todo y la recesión
económica-
-¡Papá!
-¡Paco!
Sonaron al unísono las voces de Lucas y Sara.
Pepa sonrió con malicia. - ¡Que no estaría mal eh Lucas! ¡Que ya no tienes
quince años y la calidad de tus genes se puede devaluar! - Le guiñó el ojo
comenzando lo que sería una disputa por ver quién se enfadaría primero.
Sara era muy joven, apenas iba a cumplir los veinticuatro, justo diez años menos
que Lucas, y la verdad es que no se sentía con deseos de ser madre, sobre todo
porque eso significaría un cambio radical en su modus vivendi, ese era un acuerdo
que había hecho con Lucas y aún no era tiempo. Sin embargo, le hacía mucha
ilusión tener un bebé igual de descerebrado que su marido, se imaginaba a Lucas
comprándole una colección de armas de juguete e inculcándole su amor
incondicional por disparar una mágnum.
Pero mientras Sara fantaseaba con su futuro, era el turno de su marido para
intentar cabrear a Pepa.
La morena no respondió.
Solamente podía maldecir a Lucas en sus adentros, pero había quedado muda, las
ideas se le habían secado, y su rabia...Que era infinita, ¡Aceptémoslo! Ni siquiera
era contra Lucas, sino contra ella misma, no pudo evitar evocar el recuerdo con
todo y la dolorosa sensación que le provocaba. ¡Pensar que había invitado a la
pelirroja! Que había estado dispuesta a darle las llaves de su mundo para que
hiciese lo que le placiera con él! y todo lo que recibió a cambio fue un cruel “Pero
no puedo Pepa...Lo siento mucho!
-La novia de Pepa- Respondió Sara burlona que salía de sus fantasías ¡Y cómo
no! Para salir al auxilio de su marido.
-Ustedes...-Les miró Pepa furiosa pero la verdad es que había hecho un gesto
que a los demás les pareció por demás divertido y mientras... Ella señalaba con el
dedo a la feliz pareja, pensando en qué se la iban a pagar
Pero Marina, Lucas y Sara en silencio, sin si quiera mirarse o ponerse de acuerdo,
llegaron exactamente a la misma conclusión: El grito iracundo de Pepa no iba para
Sara, ni para Lucas, iba dirigido hacia ella misma, tratando de auto convencerse de
sus propias palabras.
-Pero...- Paco volvió a tomar la palabra aún sin entender del todo - ¿Son novias
o no?-
Entonces, un “No” que dolía en toda el alma, en todo el cuerpo, en todos los
huesos, en cada respiración y que se asomaba por una mirada sin brillo, se escapó
de la boca de Pepa.
Fue el momento en que Sara se dio cuenta que Silvia no era un juego para Pepa...
Ni un capricho...
Ni un polvo...
¿Qué era entonces...? Necesitaba tener una conversación larga y tendida con su
tía.
-¿Y cómo van esas clases de música cuñada? - Preguntó Marina con toda
intención de restarle importancia al hecho de que para más de uno en esa mesa,
los sentimientos de Pepa habían quedado al descubierto.
Recibir un chocolate sin más... Únicamente porque para un niño de ocho años...
¡Pepa es su ídolo!
Una tarjeta de cumpleaños porque para una niña de nueve años... ¡Ella es su
maestra favorita!
El tono de su voz no fue para nada cortés pero al menos se contuvo de gritar y los
ojos que amenazaban con reventar, al final permanecieron en su sitio.
-¡Ya Pepa...Para! - Intervino Sara, quería evitar que su padre se sintiera mal -
...Sabes que no estás discapacitada y que el hecho de no poder tocar el
violín como antes no significa que no puedas hacer otras cosas-
-Te ayudo con los platos Marina - Fue la excusa que Pepa encontró para
meterse en la cocina.
-Por favor...- Le regaló una sonrisa acompañada del guiño de un ojo, entonces
Marina comprendió.
Lucas entró a la cocina detrás de Pepa y ambos dejaron los platos encima del
fregadero.
Pepa abrió el grifo del agua para lavarse las manos y Lucas se puso junto a ella
para que pudiera escucharlo sin necesidad de hablar demasiado fuerte.
-Sólo déjenlo ahí...- Le lanzó una mirada fulminante a Lucas -...Adviérteles a esos
imbéciles que no quiero que le toquen ni un pelo, ¡Que el placer de acabar con su
miserable vida lo tengo reservado sólo para mi!. Que monten guardia toda la noche
y se larguen por la mañana, no quiero topármelos cuando llegue-
Lucas asintió en señal de que las cosas se harían exactamente como ella las pedía
.
-Los dos millones de euros ya fueron transferidos a su cuenta, con fecha del 25 de
Mayo - Seguía proporcionando toda la información que no podían discutir delante
de Paco.
23:04 horas
El problema no era que sus decisiones le alejaran a años luz de ese sitio en dónde
deseaba despertar todas las mañanas...
De casa.
Y aunque ahora estaba segura de que Pepa era su casa y que a pesar de todo era
con ella con quien deseaba estar...
El problema real era esa pregunta que no dejaba de resonar una y otra vez en su
cabeza: ¿Y ahora con qué iba a soñar, cuándo había sido tan feliz despierta?
Y entonces se estremeció.
Y un recuerdo más...
Y la fotografía perfecta de sus propios labios acariciando los de Pepa, fue la última
imagen que apareció en su cabeza, antes de que esa necesidad de estallar en
llanto que estoicamente había resistido se convirtiera en un inesperado ataque de
risa que le cosquilleaba el alma.
-¡Pero mírate esas ojeras Silvita! ¡Por Dios! Que en el entierro de Gonzalo
te dije que ya no regresaras mi vida, que te fueras a descansar a casa -
Pero el tono de preocupación no cesaba.
Silvia se percató de que había algo más. Algo tenía angustiado a su padre y no
tenía nada que ver con ella.
-No mientras haya trabajo por hacer papá, dime qué pasa - Le demandó en
tono inquisitivo.
-No lo creo - Negó con la cabeza - Me pareció escuchar que tenía una cena-
-Pues más le vale que se aparezca porque ¡Este caso es suyo! - Comenzó
a honrar la fama de su “Bendito carácter”
-¿Pepa? - Abrió muy grandes los ojos - ¿No te parece que te estás tomando
demasiadas confiancitas con la Agente Miranda?-
Primero una tenue luz solar colándose tímidamente por las persianas, invadiendo
la privacidad de sus párpados cerrados, después el sonido del móvil arrancándola
de golpe de la cama, los gritos de Don Lorenzo y su obsesión con sus santísimos
cojones la habían hecho saltar a la ducha, ni siquiera había tenido tiempo para
desayunar.
Estaba harta de montar el espectáculo freaky, de llegar todas las mañanas dando
grandes zancadas a su despacho porque siempre se le hacía tarde, no dormía, no
comía y tampoco tenía a su pelirroja, por el contrario...
Su ego pisoteado.
Nunca antes había tenido que meterse entre las sabanas vacías al mismo tiempo
que sus hormonas alborotadas le pedían a gritos sentir la piel de una mujer sobre
su piel...
Silvia camufló su infinita desilusión en una mirada llena de rabia - Eres una
grandísima hija de puta...¿Lo sabías?-
Pepa rió sardónicamente -Pues no era lo que decías ayer mientras metías tu
lengua hasta mi campanilla -
-¡Jódete Pepa!-
Entonces la morena dejó atrás las risas y le lanzó la mirada más intimidante con
que contaba en su repertorio -¿Y Por qué mejor no me jodes tú? - Preguntó
con la firme y maliciosa intención de provocar tensión sexual en la forense.
-¿Qué pretendes con todo esto Pepa?- Negó con la cabeza -Es que no te
entiendo-
-Sí Pepa pero es que no eres Robin Hood - Respondió con incredulidad ante
los métodos que utilizaba la morena para resolver los problemas.
-Ya lo sé Silvia - Ahora estaba seria, asumiendo una actitud de formalidad para
encarar la situación - No soy Robin Hood, Ni Dios, Ni Nietzsche, Ni Hitler,
simplemente soy una persona que trata de ayudarte, intento evitar que
te hagan daño-
La pelirroja Contuvo la sonrisa, era increíble lo que hacía Pepa, era capaz de
hacerse odiar con la intensidad de mil soles y de un segundo para otro hacerle
sentir como una tonta.
Ese comentario irónico no fue la mejor respuesta para Pepa, quien podría ser
sarcástica y prepotente, pero no era capaz de aguantar que los demás lo fueran
con ella...Específicamente esa mañana no estaba de humor.
Así que rió en son de burla - Por supuesto que no...Y Me extraña que a estas
alturas no te hayas dado cuenta de que el altruismo no existe, todos
nuestros actos por pequeños que sean van encaminados a obtener una
recompensa... -
Mintió.
Bueno técnicamente no lo hizo, porque eso era lo que había pensado durante casi
toda su vida, hasta que conoció a Silvia...
Silvia se quedó literalmente con la boca abierta, los párpados se abrieron y sus
cejas se levantaron. Estaba...Sorprendida ¡No!...¡Lo que le sigue!
-Te quiero a ti Silvia...- Soltó las palabras sin rodeos, entonces sus manos
viajaron de la camisa al cabello de la pelirroja, y repitió el característico ritual, sus
dedos enredados en los mechones rojos, sólo que a diferencia de la ocasiones
anteriores, esta vez Pepa desbordaba deseo en la mirada -...Una noche...Sólo
un polvo y nada más -
Quería dormir con ella todas las noches y despertar a su lado todas las mañanas.
Pero una morena ardiendo en deseos por protagonizar una noche salvaje con una
pelirroja, impone más autoridad que una Pepa al borde de enamorarse con locura
de una Silvia que le priva de la voluntad con la simple dulzura que es capaz de
transmitir con la mirada.
Silvia se quedó muda, sólo atinó a deshacerse del contacto de Pepa y dio un par
de pasos hacia atrás, sin saber que decir ó que pensar.
Pepa era consciente de que la lastimaba con sus mentiras, pero su mal carácter y
el ego herido no eran buenos consejeros, así que se propuso ser fuerte para no
mostrar ternura, ni cariño y no lanzarse a sus brazos para consolar esa tristeza que
la pelirroja intentaba disimular sin éxito.
-¿Guapa?- Preguntó Pepa arqueando las cejas una vez que la puerta se había
cerrado.
-A ver Pepa...- Comenzó a decir todo lo que había planeado, impregnando una
poca de seriedad adicional a la conversación -...De sobra sabemos que tu vida
personal te la reservas únicamente para ti y creo que toda la vida he
respetado eso...- Hizo un a pausa y miró asentir a su tía en gesto de que estaba
de acuerdo -
...Pero ahora...Es que no sé, estoy segura que tienes al alcance de tu
mano la oportunidad para ser feliz y no me perdonaría nunca, quedarme
contemplando como jodes tu vida por egocéntrica y orgullosa-
-¡Por dios Sara! No tiene ni una semana que la conocí - Trataba de negarse
a sí misma lo que ya era evidente para ambas en ese despacho.
-Es que esa mujer te robó el corazón desde el momento mismo en que le
miraste por primera vez...- Rió conmovida - Reconócelo Pepa...¡Te flechó! y
eso no es ningún pecado...-
-Pero es que...-Al fin bajó la guardia, doblegó sus defensas y reconoció lo que
saltaba a la vista por más que se esforzara inútilmente en esconderlo - Tengo
tanto miedo sobrina...- Confesó con el rostro compungido y Sara se paralizó por
una fracción de segundo, nunca había visto así a Pepa y le imponía ver a aquel
mujeron de 1.80 completamente indefensa, víctima del padecimiento de un amor
improbable.
-Es que yo soy la persona que ella jamás soñó, atento contra todos sus principios,
su ética, su moral...Represento todo lo que ella buscaba no encontrar...
Entonces Pepa asintió y le regaló una gran sonrisa...- Si sobrina, creo que estoy
enamorada...- Confesó ligeramente sonrojada...
Y se permitió reflexionar en silencio las últimas palabras que había dicho Sara...
-Que me emociona verla sobrina, que su sola presencia hace que mi día
valga la pena, incluso cuando peleamos y nos gritamos, me
emociona...Saber que no le soy indiferente, me emociona saber que
aunque sea para maldecirme, pero que piensa en mi, que me emociona
mirarla aunque sé que tal vez no la merezca...-
-¡Hey Pepa! ¡Para, para!...-Le ordenó Sara - Creo que es justo eso que
tanto le asusta de ti lo que al mismo tiempo le gusta, quiero decir...Es
eso que le hace alejarse lo que precisamente hace que quiera estar
cerca de ti - Y entonces le sonrió - Que tienes muy buen gusto tita, ¡Es muy
bella! y así de linda como es seguro que habrá salido con miles de
chicos, pero chicos aburridos que en años de relación no habrán sido
capaces de hacerle sentir lo que tú le provocas con una simple mirada y
así es la vida...El amor te llega en el lugar y en el momento menos
indicado, y con la antítesis de la persona que habías soñado, ¡Que
mírame a mi con Lucas! - Hizo una pausa y entonces bajó la mirada - ¡Que yo
tampoco soñé mi vida con un asesino y que además me doblara casi la
edad cuando le conocí!
- No pidas disculpas por intentar ser feliz... -Acarició su mejilla con ternura y
le regaló una mirada llena de sincero cariño - ...Te lo mereces Pepa -
David Hume afirmaba que "Las ideas son copias borrosas de las impresiones, ya
que por su naturaleza abstracta son débiles y obscuras".
Por el contrario, las impresiones se derivan de nuestras experiencias sensoriales:
Calor, color, forma, tacto, olor, etc. Y por lo tanto permanecen en nuestra memoria.
No era lo mismo tener la idea firme de que Pepa es una asesina a presenciarlo con
sus propios ojos.
¿Evitarlo o presenciarlo?
Puso el motor en marcha de nuevo y para su fortuna, era un camino recto, sin un
sólo crucero, sin margen de error.
No recorrió ni cuatro kilómetros cuando vislumbro una bonita casa de campo y una
Touareg blanca aparcando, entonces la recordó igualmente aparcada afuera de
aquella casa el día que se conocieron, la había mirado cuando Pepa le dejó
escapar aunque sin prestarle mucha atención.
Hizo nota mental de que esa camioneta era utilizada por Pepa únicamente cuando
pensaba cometer algún crimen.
Llegó a la casa pero se estacionó un poco lejos de Pepa para impedir que se diera
cuenta de que la había estado siguiendo.
Los pasos de la morena eran lentos y cortos, no tenía ninguna prisa, más bien
disfrutaba enormemente de la quietud del campo y de estar en contacto con la
naturaleza.
En cambio, Silvia corrió lo más rápido que pudo hasta situarse a unos treinta
metros de ella, desenfundó su arma y gritó con la mayor firmeza que pudo:
Entonces Pepa reconoció esa voz al instante pero no se volteó para mirarla,
simplemente siguió su camino.
Pero nuevamente fue ignorada y Pepa sacó unas llaves de su bolsillo, las cuales
introdujo en el candado, quitó la cadena y entonces otra de las llaves se encargo
de hacer girar la cerradura.
Ante aquel grito, la reacción de Pepa fue pararse en seco y entonces se giró.
Aterrada porque sabía que era incapaz de dispararle, aterrada porque no sería
capaz de mirar a Pepa acabando con la vida de un hombre.
-No lo hagas…-Le suplicó - Ven conmigo - Le tendió una mano invitando a que
abandonaran las casa- Salgamos de aquí las dos…¡Juntas!-
-Es mejor que te vayas Silvia…- La miró seria y lanzó la pistola al piso lejos del
alcance de ambas.
-Es que no quiero Pepa, no voy a irme sin ti… - Gimoteó al tiempo que se
cubría el rostro con las manos de impotencia.
Ante esas palabras y esa actitud de completa indefensión por parte de la pelirroja,
Pepa no pudo aguantar más y con un habilidoso movimiento cerró la puerta que se
encontraba detrás de Silvia y literalmente la acorraló entre la puerta y sus manos
recargadas con fuerza en la pared.
Maldito deseo.
Mi voluntad envenenas,
llenas de tí mi existencia, de tí...de tí”
Silvia que para estas alturas con el sonido producido por la puerta al cerrarse, ya
había descubierto su rostro , se percató que tenía frente a ella a una mujer de 1.80
a tan sólo tres centímetros de distancia.
Apretó los párpados con fuerza intentando ganar la batalla contra sus instintos y
entonces la puerta se encontró abierta una vez más.
Pero una vez más, las manos de Pepa empujaron la puerta para cerrarla.
Pepa inclinó la cabeza lo suficiente para alcanzar el cuello de Silvia, con la inercia
del propio cuerpo empujó más a la forense hasta que sus cuerpos quedaron
completamente pegados el uno del otro.
Ya no era del todo necesario emplear los brazos para impedirle que se moviese,
así que aprovechó para despegar una mano de la puerta y remover unos cuantos
mechones rojos de la clavícula de Silvia y acto seguido se lanzó a devorarle el
cuello.
Primero lo hizo dejando pequeños y cálidos besos sobre él, pero al sentir
estremecer el cuerpo de la pelirroja debajo del suyo se despertó en Pepa un deseo
voraz por probar más fracciones de aquella piel con la que tantas veces había
soñado despierta.
Su boca no perdía el tiempo, repasaba ese cuello una y otra vez, despertando una
intensa avidez que incrementaba a cada beso regalado.
La morena notó como una Silvia empeñada en disimular sus emociones fracasaba
en el intento.
Lo hubiera conseguido sino fuera por esos constantes temblores de su cuerpo que
la delataban y entonces inclinó la cabeza hacia atrás para que los labios de Pepa
pudieran profundizar aún más esos besos.
Entonces Pepa obedeció y esta vez fue su lengua la que comenzó a recorrer aquel
camino que había sido previamente trazado por sus labios.
Comenzó a trazar círculos imaginarios con el dedo índice alrededor del ombligo.
Pepa lo tomó como una señal para ascender despacio con la punta de sus dedos.
Un nuevo camino fue trazado hasta llegar a rozar con timidez y casi de forma
imperceptible el sujetador de la pelirroja. Sólo para entonces emprender el camino
de regreso hacia el ombligo.
La mano izquierda de Pepa seguía recorriendo ese excitante camino que abarcaba
del ombligo al nacimiento del sujetador de la pelirroja, hasta que abandonó su
posición solamente para desabrochar muy lentamente el primer botón de la camisa
de Silvia.
Entonces Pepa abandonó el cuello de Silvia y retrocedió un poco solo para mirar la
reacción de la forense.
Para Pepa fue señal suficiente de que podía seguir adelante con su cometido.
Silvia abrió los ojos solamente para encontrarse con la mirada de Pepa que en ese
instante solamente era capaz de transmitir lujuria.
Ese fue un gesto cruel para la pelirroja y entonces una vez más, retumbaron en su
cabeza aquellas palabras que tanto le dolían "Sólo un polvo y nada más!
-¡Para…!- Le suplicó con voz muy tenue y la respiración entre cortada - …Para
por favor Pepa - Suplicó nuevamente al ver que la morena no se detenía e
intentaba desabrochar el tercer botón de aquella camisa que tanto le estorbaba.
Pero seguía siendo ignorada, así que como pudo posó ambas manos sobre los
hombros de Pepa empujando ligeramente hacia atrás, lo suficiente para recuperar
un poco de su espacio vital y recuperar la cordura.
Pero la sangre de Pepa había alcanzado una temperatura demasiado alta y era
imposible pensar con claridad bajo el influjo de semejante sensación que había
dejado de ser deseo para convertirse en auténtica excitación.
Así que acortó la distancia nuevamente, decidida a terminar el asunto pendiente
que había dejado con aquella maldita camisa que le privaba de lo que seguro sería
uno de los paisajes más maravillosos que podría contemplar en toda su existencia.
-No lo hagas Pepa…- Sollozó y entonces sus ojos se tornaron vidriosos - Por
favor…- Suplicó nuevamente.
Solamente las lágrimas de Silvia fueron capaces de debilitar la lascivia que había
tomado el control del cuerpo y la cabeza de Pepa, así que frenó.
Silvia identificó ese contacto como un acto de infinita ternura y cerró los ojos para
disfrutar de esa maravillosa sensación de mariposas en el estomago que aleteaban
de manera incesante.
Pepa también las sentía y no supo hacer otra cosa más que dejarse llevar por
aquella infinita ternura que había logrado transmitirle a Silvia con éxito y entonces
acercó su rostro al de la pelirroja y rozó sus labios con suavidad.
Rodeó el cuello de Pepa con sus manos y ahora fue ella quien se colocó de
puntillas para acercar su rostro al de la morena, pegaron sus frentes y entonces
sus labios trémulos se encontraron, primero se rozaron con timidez, pero no
tardaron mucho en reconocerse y comenzar a buscarse con un poco más de
confianza, aunque el beso seguía siendo pausado, se disfrutaban con tranquilidad,
se deleitaban con el sabor y la textura de sus bocas.
Las palmas de Pepa intentando memorizar cada una de las facciones de aquel
rostro que comenzaba a resultar adictivo para sus manos.
Pero entonces, Pepa notó que esa misma intensidad hacía presa del llanto de la
pelirroja, que a pesar de los apacibles besos y las dulces caricias no cesaba.
Entonces fue deteniendo el beso despacio y retrocedió un poco sin dejar de
envolver las mejillas de Silvia entre sus manos
-No llores princesa…- Le susurró tan conmovida que por un momento Silvia
creyó que la había contagiado con sus lágrimas - No pasará nada que tú no
quieras ¿Vale?-
Pero Pepa que no estaba dispuesta a ceder ni con las suplicas de Silvia, rompió el
abrazo.
Negó con la cabeza…- Eso no está a discusión Silvia - Le aclaró muy seria.
Y sin esperar por una respuesta de la Inspectora Castro se dio vuelta y comenzó a
caminar hasta llegar a las escaleras, a través de las cuales comenzó a ascender
decidida a cumplir con su objetivo, segura de que la magnum situada en la espalda
baja, oculta por la ropa, le daría la estocada final a la vida de Joaquin Trujillo.
Cuando por fin consiguió llegar hasta Pepa, se encontró con un Trujillo maniatado,
con la boca encintada pero los ojos descubiertos y una mirada de completo terror
mientras la mágnum de Pepa le apuntaba directamente en la cabeza.
Silvia abrió muy grande los ojos y la boca, prácticamente en estado de shock.
Y entonces el llanto se hizo incontenible.
Se llevó una mano para cubrirse la boca que no era capaz de cerrar y entonces
Pepa se giró para mirarla…
Pero ahora ya lo conocía, ahora había dejado de ser un motel para convertirse en
la casa.
En la casa de alguien...
En la casa de Silvia.
Silvia...Un alma en pena que pedía con desesperación ser arropada, sin darse
cuenta fue a parar frente a la puerta cerrada de una Pepa que lo entendió todo con
tan sólo una profunda mirada.
Decidió que ese sitio tan imperfecto ante los ojos de cualquier cotidiano, era
simplemente perfecto...
De dar una respuesta razonable a esa voz que le repetía de forma insistente que
Pepa era su casa.
Y solamente lograba sentirse así entre los brazos de Pepa, porque la morena se
había convertido inexorablemente en su casa.
El sitio que tu cuerpo puede abandonar, pero que tus pensamientos se quedan
ahí...Anclados a ese lugar...
El lugar en donde te quieres quedar, aún cuando sabes que no es el mejor sitio
donde pudieras estar...
VOZ EN OFF:
Una mano cubierta con piel blancuzca sostiene el móvil que no deja de sonar, mira
la pantalla iluminada, un número tan familiar y tan desconocido a la vez.
¿Ó no...?
El mismo número.
-¡Pepa! - Le gritó por el teléfono - ¡Que te estás comportando como una cría!
-
¿Ó que los días transcurrieran sin que Pepa diera señales de vida?
El timbre sonó.
Una sonrisa de ilusión se dejó asomar por su rostro, pero no demoró demasiado en
difuminarse al observar a Don Lorenzo por la mirilla de la puerta.
-Pero hija...-Fue lo primero que escuchó apenas abría la puerta -¿Qué cojones
está pasando contigo?-
El Comisario Castro avanzó un par de metros hacia el interior del piso de su hija y
entonces abrió los ojos como platos.
-Perfectamente papá...
Las sonrisas fingidas nunca se le habían dado tan mal a la pelirroja como aquella
mañana.
-Pero que esto no es normal mi vida - Decía al tiempo que recorría aquel
desorden con la mirada.
Ya lo había dicho su padre, ¡Estaba hecha una piltrafa! y así era como se
encontraba por dentro...
Con la moral en el piso como una rueda que se arrastra por el asfalto...
Ya no.
¡Pepa es su morfina! Y es que sabe que esa maldita sustancia la va a matar, pero
es que si no se la inyecta el dolor no la deja respirar.
No pudo evitar inquietarse más de lo que estaba ya ante las palabras de su padre
- ¿Apareció el cadáver de Trujillo? - Preguntó sorprendida y también
preocupada.
-Ya pero...-
-Nada de peros hija, No quiero que anden diciendo por ahí que la hija de
Lorenzo Castro es una irresponsable-
Silvia asintió resignada, sin remedio, ¿Quién era capaz de reñir a su padre? Ella no
había sido capaz de hacerlo en más de treinta y dos años.
Aún no era capaz de dirigir sus pasos hacia el cuarto de baño cuando el móvil
volvió a sonar.
No se inmutó.
-No quiero contestar ¿Vale? - Le miró con hastío. Ya estaba bastante crecidita
como para que su padre se pasara por su apartamento a estas alturas de la vida y
pretendiera darle ordenes.
¡Pero es que así había sido todo la vida! Y Don Lorenzo no iba a cambiar ahora.
-¡Por mis santos cojones Silvia! - Exclamó exasperado - ¡Que eres médico y
además policía! ¡Que puede ser una puñetera emergencia hija!
-Pero es que han estado insistiendo toda la mañana y tomo la llamada
pero nadie responde, debe ser un crío jugando con el teléfono-
El Comisario asintió pero para nada estaba convencido, por supuesto que pensaba
averiguar a quien pertenecía el dichoso número.
10:42 horas
En las notas desgarradas del sonido de un corazón que palpita entre muros de
cristales rotos...
¡Que triste es pensar que tus sentimientos quedarán reducidos a un simple papel
de tono amarillento, devorado por la polilla en el fondo de un cajón!
Y las manecillas de aquel reloj de pared que decoraba la cocina eran bastante
caprichosas, se negaban a que el tiempo avanzara de forma dinámica, era como si
se quedara estancado cada dos o tres segundos y entonces el tormento de la
espera resultaba aún más dolorosa.
Sara sostenía la cafetera entre sus manos y llenaba su taza para posteriormente
hacer lo propio con la de su tía.
Ambas aún con la pijama puesta y es que había sido una noche larga...
Llena de confesiones.
Por primera vez en su vida, Pepa había abierto su alma en canal y finalmente
confesó lo doloroso que podía ser el amor, porque a ella le dolía, le dolía su
corazón cada que no palpitaba junto al de Silvia.
Y Es que la Real Academia Española no sabía una puta mierda, porque la única
definición probable para definir la palabra “Agonía” eran cuatro días sin
saber de Silvia”
Cualquier persona que se atreviera a pensar diferente, seguro que nunca conoció
a Silvia Castro.
Don Lorenzo le había ofrecido que tomase la mañana y parte de la tarde libres, ya
que le reconocía su esfuerzo y por lo tanto la imperiosa necesidad de tomar un
concienzudo descanso.
Así que después de diez días, al fin recuperaba sus sueños y tomaba un desayuno
como Dios manda.
-Es que no puedo sobrina...Que han sido cuatro malditos días- Decía
tomando un pincho de Salmón con alcaparras entre sus dedos temblorosos.
-Recuerda lo que hablamos Pepa, tienes que darle su espacio, déjala que
piense en soledad, que te sienta lejos para que te extrañe- Le aconsejó a
la vez que tomaba la botella de aceite para rociar un poco sobre su pincho de
anguilas con camarón.
-¿Y por qué coños estamos desayunando con café y no con una copa
llena de tinto? - Se quejó Pepa
-Ó me escupe en la cara...- Tal parece que ese día se le estaba dando muy bien
adoptar una actitud pesimista - No sé Sara, es que no es sólo eso, hay algo
más que me inquieta...-Confesaba preocupada.
-Puede ser...- Se quedó pensativa por unos breves instantes-...Es que cada que
pienso en Silvia siento esa desesperación, como si algo malo fuera a
pasar -
-¡Hey! Que todo va a estar bien ¿Si? - Le sonrió y le brindó una palmadita en
el hombro manifestándole su apoyo.
Pepa asintió pero con muchas dudas.
-Pepa...- Sara retomó la palabra de nueva cuenta - Que tengo un plan que no
puede fallar y si tú me autorizas...Ya mismo lo ponemos en práctica-
Pepa levantó las cejas y comenzó a estudiar el rostro de su sobrina, ¿Qué podría
estar pasando ahora mismo por la cabeza de esa cabra loca? - Miedo me das
sobrina...-Le dijo muy seria
-Pronto vas a estar con Silvia desayunando aquí, en esta misma barra, tú
ya lo verás - Sonrió maliciosa.
11:49 horas
Las manos de Silvia protegidas por los guantes de látex removieron la sábana para
encontrarse con el hombre que había perdido la vida en manos de Pepa.
Cerró los ojos y negó con la cabeza, no podía evitar que imágenes del momento
en que la bala proveniente de la mágnum explotara la cabeza del Inspector de
Asuntos Internos regresaran a su mente.
Tomó algunas fotografías en diferentes perspectivas del cadáver, ya que para el
archivo era indispensable dejar evidencias del estado de las ropas.
Posteriormente comenzó a cortar las prendas con tijeras de hojas curvas y largas
hasta dejarlo completamente desnudo.
Fluídos en color café- amarillentos escurrían por las fosas nasales y ambas
comisuras de los labios.
Tomó fotografías de todo aquello y humedeció el cuerpo con agua caliente para
aligerar la rigidez de los huesos, mientras con una toalla limpiaba un poco la
serosidad de la piel.
Entonces, ahora sí...La posición era la correcta, solamente faltaba colocar una
base de madera sobre la nuca para mantener la cabeza estática.
Tomó el bisturí por el mango para realizar una incisión que comenzaba en el
pabellón de la oreja izquierda, atravesando el cuero cabelludo hasta llegar al
pabellón de la oreja derecha.
Con un escoplo en forma de “T” separó el casquete óseo del resto de los
elementos ahí mezclados.
El cráneo presentaba varias fisuras, así que unos segundos con la sierra eléctrica
presionando sobre él fueron suficientes para abrirlo por mitad.
Extrajo con ambas manos lo que ahí quedaba de masa encefálica y lo colocó
sobre la báscula para pesarlo.
De sobra sabía que no encontraría nada más, pero por mero protocolo debía hacer
una incisión por todo el tórax.
Y Así lo hizo.
Separó los dos extremos de la abertura con los dedos y con el escoplo plano
comenzó a remover las capas de grasa que tenían un aspecto gelatinoso de color
blancuzco-amarillento.
Fue entonces cuando pudo palpar con las yemas de los dedos algo extraño.
La teoría te dice que específicamente esas capas del cuerpo deben ser blandas.
Introdujo los dedos índice y medio de su mano derecha por la pequeña ranura que
había trazado con la hoja del bisturí y entonces pudo sentir que en efecto ahí
dentro había un objeto ajeno al cuerpo.
Y un nuevo corte del bisturí, esta vez empleó una hoja de diez centímetros de
longitud, más del doble de tamaño que la anterior.
Era una caja de latón de unos quince por quince centímetros de área.
Con dificultad consiguió empujar la carne para que sus manos pudieran accesar
con plenitud y entonces atenazar con decisión la caja para tirar de ella con fuerza y
sacarla del interior del cadáver.
Colocó la caja sobre la encimera que tenía a su lado y dio un par de pasos hacia el
grifo del agua, se quitó los guantes y los tiró en el bote de basura. Se lavó las
manos y abrió un paquete con guantes nuevos.
Entonces tomó una toalla limpia y comenzó a limpiar la caja que venía
impecablemente sellada, pero que estaba impregnada de sangre, tripas y una que
otra larva.
Finalmente consiguió abrirla solamente para encontrarse con otra caja de menores
proporciones, pero esta última era de cartón y venía amarrada con listón rojo, de
manera que formaba una cruz.
Era un DVD.
Anexa al DVD, había una nota, escrita por la morena, con su puño y letra.
Es que yo estoy segura de que tú y yo juntas podemos hacer que caiga nieve
en el desierto.”
Negaba con la cabeza pero incapaz de borrar la sonrisa - ¡Eres una perturbada
Pepa!
19:18 horas
El porsche amarillo aparcó en Comisaría, y una Pepa con vaqueros y una playera
negra ajustada, bastante informal, aunque no por eso desmerecía la proporcionada
y curvilínea figura de la morena, bajó a toda prisa al mirar a lo lejos que una
cabellera roja se colaba por la portezuela de su carro dispuesta a huír.
Corrió tan rápido como pudo y se interpuso en el paso de Silvia, quien tuvo que
frenar al mirar a semejante larguirucha de 1.80 ahí parada, en medio de la acera,
sin la menor intención de apartarse.
Y Solamente se miran.
Tan indefensas...
-Pensé que...- Hizo una pausa, no sabía que decir, la verdad es que pensaba que
Silvia tal vez la iba a estar esperando, aunque fuera para reñirla- ...Que quizás
tendríamos una cena está noche- Dijo tímidamente.
La Agente Miranda asintió - Vale- Bajó la mirada, se dio la media vuelta y negó
con la cabeza sintiéndose una estúpida.
Silvia colocó la mano en el asiento del copiloto y tomó entre sus manos la caja del
DVD que allí descansaba.
-Que...- Sonrió una vez más - Esta noche debo llegar a casa para ver esta
película-
Dijo mostrando la portada de Bonnie & Clyde que había encontrado en el paquete
misterioso al interior del cadáver de Trujillo.
Entonces sí.
Pepa esbozó una de sus mejores sonrisas, o al menos eso le pareció a la pelirroja
que sintió como una corriente eléctrica se descargaba por todo su cuerpo.
Miró la pantalla.
De nuevo el mismo número.
Las manos las mantenía a la vista, era imposible que fuera ella la persona que
había estado haciendo las llamadas.
Pepa sintió como esa angustia que había estado recorriéndole el cuerpo, de pronto
se intensificó.
Algo no iba bien y ahora más que nunca estaba segura de que Silvia podría estar
en peligro - Hay que rastrear el número - Fue todo lo que acertó a decir.
Pepa se acercó hasta la portezuela que comunicaba con el asiento del conductor
que ocupaba Silvia.
-Déjame acompañarte a casa ¿Sí? - Le pidió con una afable modulación en la voz.
A la forense le dolía el corazón por tener que negarse, pero reunió la fuerza
suficiente para negar con la cabeza - Si vienes conmigo voy a cometer una
locura - Volvió a negar con la cabeza - Que me conozco Pepa, me voy a
dejar llevar...-Cerró los ojos para disfrutar la caricia de la mano de la morena
sobre la suya - Y después me voy a arrepentir -
-Pepa...- Susurró al tiempo que cerraba los ojos una vez más - ...Es que no
puedo, no puedo tenerte así de cerca y no lanzarme a tus brazos -
Con la mano que le quedaba libre, la violinista acarició con ternura el rostro de su
pelirroja e introdujo la cabeza por el hueco abierto de la ventanilla - Pues mis
brazos solo desean que te lances hacia ellos - Le dijo bajito mientras se
acercaba lo suficiente para que sus labios hicieran contacto con la mejilla de Silvia.
-No Pepa - Al sentir el contacto, abrió los ojos y movió la cabeza para dejar sus
labios fuera del alcance de la morena - Es mejor que no te acerques porque
solamente consigues confundirme más -
-Voy a estar bien...- Fue la seca respuesta que le proporcionó Silvia antes de
subir el vidrió de su portezuela.
Pepa se quedó ahí mirando como el carro de Silvia se alejaba lentamente de ella.
Así que la morena, llevada por esa ansiedad que no la dejaba en paz, movida por
esa necesidad de saber que su pelirroja estará bien, corrió detrás del Renault que
conducía Silvia y aunque difícilmente la iba a alcanzar, sí consiguió llegar a la calle
justo a tiempo para mirar como otro automóvil que se encontraba estático del otro
lado de la acera, ponía en marcha el motor para acelerar con dirección hacia la
Inspectora Castro.
Angustia.
Presentimiento.
Llamadas.
Corrió hasta su coche lo más rápido que pudo y lo arrancó sin pensar.
Sabía que la pelirroja iba para su apartamento, pero no tenía idea donde quedaba,
lo más sencillo era entrar a Comisaría e investigarlo bajo cualquier excusa
relacionada con el trabajo, pero hacerlo le privaría de tiempo valioso que podría
significar la diferencia entre llegar a tiempo...
Y no fue hasta siete minutos después que se toparon con un semáforo en rojo, que
pudo vislumbrar el carro de la pelirroja en primera fila de los autos que esperaban
que la luz se tornara verde.
Estiró la mano sin quitar la vista del camino y a tientas lo encontró solo para mirar
el nombre de Pepa en la pantalla.
-Vamos Pepa que te pedí espacio - Decía para sí misma al tiempo que se
debatía entre tomar la llamada o dejarla pasar.
Un timbrazo más.
Y otro...
Y otro más.
El semáforo al fin cambió al color verde, entonces los tres coches aceleraron.
-Me muero por decirte que vengas a ver la película conmigo- Decía
sonriendo mientras atenazaba el teléfono con su mano izquierda y lo recargaba en
su pecho
- Pero no debo - Negaba con la cabeza - Que ella solamente quiere
acostarse conmigo -
Pero no encontrando otra alternativa, intentó escribir un sms, con una sola mano y
únicamente mirando las teclas de Soslayo.
SMS - Tienes que coger el móvil, que creo que un Jetta negro te viene
siguiendo-
Pulsó enviar.
Alcanza su bolso que había caído al piso, sobre el tapete del asiento del copiloto y
entonces así, agachada, comienza a buscar el control remoto que abre la cochera
eléctrica.
Tiempo suficiente para que el sujeto del auto negro aparque con cierta discreción y
baje del auto, colocándose justamente detrás del Renault de la Forense.
Silvia vuelve a pisar el acelerador, pero esta vez lo hace con mucha suavidad,
simplemente para proporcionar el impulso necesario que la haga entrar en el
edificio donde ha vivido durante los últimos años de su vida.
En ese instante llega Pepa, quien mira con tremenda agonía como sus esfuerzos
han resultado inútiles y aquel hombre calvo, delgado, de unos cuarenta años, tez
blanca y bajo de estatura, se introduce con pasos lentos al edificio, justo detrás del
auto de Silvia.
Pepa da un enfrenon que deja las marcas en color negro de las llantas por todo el
pavimento y el rechinido provoca un estruendo nada discreto, pero que no es
suficiente para encender las alarmas de peligro en el cerebro de la pelirroja.
El corazón agonizante de la morena se acelera y siente como su cuerpo comienza
a transpirar, al observar como la reja del edificio se cierra lentamente con aquel
merodeador dentro.
Baja del lujoso Porsche lo más rápido que puede, dejándolo mal ubicado,
prácticamente atravesado en medio de la calle.
Silvia pulsa el botón del ascensor y con la otra mano sostiene el DVD, el bolso y la
chaqueta de gamuza en color marrón.
Silvia se da dos pasos para entrar, pero su mente está en otro sitio, recordando la
nota que había guardado en el bolsillo de sus vaqueros, ansiosa por tenderse a
releerla mil veces en su sofá.
Siente la presencia de alguien más ahí dentro, al tiempo que las puertas se cierran.
Sabía perfectamente que esa cinta contaba con más de una portada, pero Pepa
logró conseguir justamente esa, en donde se muestra a ese par de asesinos
fugitivos como una pareja feliz, que sonríen porque están enamorados, y que
presienten su trágico final, pero que no les importa esperar a que este llegue
porque lo harán juntos...
Porque si la muerte los alcanza será estando perdidos el uno en los ojos del otro...
Porque sus almas se reconocerán y no importa bajo que circunstancias, pero ellos
se volverán a enamorar...
Estira la mano sin mirar, simplemente busca el botón número “5” que pertenece al
nivel donde se encuentra su piso.
Pero cuando está a punto de hacer contacto, una mano tira de su brazo con fuerza
haciendo que se sobresalte.
-Vaya...- Resonó la voz aguda de aquel hombre que vestía una gabardina que
cubría casi todo su cuerpo hasta un poco por debajo de las rodillas - ...El tiempo
pasa Inspectora Castro y usted cada día más hermosa -
Silvia impávida que solamente podía sentir esa arma ejerciendo presión sobre su
espalda, no puso objeción alguna y obedeció la petición de su atacante.
Los ojos de aquel hombre estaban clavados en su Jetta de color negro aparcado a
escasos veinte metros y su mano desocupada recorría el torso de la Forense hasta
llegar al escote de la blusa - Siempre quise tocarte las tetas - Sonrió con
actitud de perversión.
Silvia cerró los ojos con fuerza y se aferró con fuerza a la caja del DVD que aún
conservaba entre sus manos, mientras sentía aquellos dedos libidinosos
estrujando con voracidad las copas de su sujetador.
Entonces una voz iracunda resonó por toda la calle que a esas alturas ya estaba
prácticamente en penumbras debido a la deficiente iluminación de las farolas.
Aquel hombre sólo temblaba como un ratón que ha sido capturado por un gato.
-¡Pepa por favor! Ya no quiero más muertes - Le suplicó Silvia - ¡Deja que
llame a la policía! - Acarició la espalda de Pepa y dicho gesto provocó que la
morena bajara un poco la guardia - ¡Por favor! - Volvió a suplicarle.
Silvia sonrió complacida, esa era la Pepa que necesitaba, de la que se había
enamorado como una idiota, la que quería que estuviera siempre a su lado...
21:34 horas.
Él alegaba que había sido su suegra quien la había asesinado, ya que según su
declaración, aquella mujer no soportaba ver feliz a su hija con él.
El tiempo pasó y nunca volvió a saber de él, así que dio por sentado que ya había
quedado todo olvidado.
Y entonces sí...
Silvia la miró circunspecta, no sabía que decir, un “Gracias” era tan insuficiente...
-Dímelo otra vez- Le pidió Pepa en un volumen tan bajo que parecía que
susurraba.
No dijo nada.
-Tal vez no haga falta decirlo...- Le susurró Pepa sin dejar de abrazarla -
...Pero quiero decirte que te mentí pelirroja, que tú no eres ningún polvo
para mi...-
Y deshizo el abrazo.
Tomó la barbilla de Silvia entre sus manos para provocar un nuevo choque de fijas
miradas y entonces sí...
-Pepa...-
Despacio fueron acercando sus rostros hasta acortar por completo la distancia
entre ellos.
Se regalaron besos en la mejilla, en la frente, en la nariz.
Y es que por primera vez, las dos estaban completamente seguras de que sería un
beso de amor.
Y lo encuentra.
Y con las puntas de los dedos que tiemblan como una hoja, acaricia tiernamente
el estomago de la violinista y percibe como ha conseguido erizarle la piel.
Y entonces sus dedos siguen ascendiendo, justo por el centro, para conseguir
llegar al cuello sin tocar nada que pudiera hacerlas ruborizar.
Acarician el ombligo.
Vuelven a tocar el borde de la blusa, esta vez para levantarla con timidez.
Pepa cierra los ojos, y siente el aire frío que se cuela despacio por su piel a cada
milímetro que la prenda va dejando descubierta.
La camiseta ha quedado enroscada a la altura de los hombros y tiene que levantar
los brazos para que Silvia termine de quitársela al fin.
Y una vez en sus manos la deja caer al suelo con las mejillas completamente
teñidas del color de su cabello.
Y coloca las manos en la cintura de Pepa y con las palmas asciende despacio
acariciando su costado.
Y levanta la vista para encontrarse con aquel panorama perfecto, un sujetador azul
que cubre la desnudez de su pecho.
Y sonríe.
Y se sonroja por sus pensamientos, se sonroja por desear cubrir ese sujetador con
sus manos.
Y ambas se estremecen.
Y ahora si...
Envuelve esos pechos que tanto desea acariciar entre sus manos,
Y con las puntas de los dedos marca el curvilíneo contorno de las copas...
23:45 horas
La voz histérica de un león enjaulado llamado Pepa Miranda resuena por todo el
interior de su automóvil aparcado afuera del edificio donde vive la Inspectora
Castro, narrándole a Sara vía telefónica la manera en como los sueños que de
pronto parecían convertirse en realidad se vieron frustrados debido a la inesperada
visita de Don Lorenzo y una tal Lola, quien resultaba ser la hermana mayor de
Silvia.
-Es que no hay derecho sobrina - Reclamaba furiosa como si Sara tuviera la
culpa- ¿Tú sabes lo que a mí me ha costado que Silvia admita que me
quiere?-
-Ya lo sé Pepa...- Resonaba la voz de Sara un poco enfadada del otro lado de la
línea, y es que Pepa llevaba más de quince minutos repitiendo la misma cantaleta
-Ahora solamente queda esperar ahí abajo y en cuanto salgan pues
regresar con Silvia-
-Es que a ver...¿Por qué justo se les ocurre aparecer en ese momento?-
Refunfuñaba y Sara solamente reía.
-Pero es que a ver Pepa, que son su familia y es normal que estuvieran
preocupados por ella-
Y así lo hizo.
Colgó el móvil y subió corriendo por el edificio hasta plantarse afuera del piso de
Silvia.
Se sentía muy ansiosa, temía lo peor, que la pelirroja hubiera vuelto a su estado
natural y le rechazase de nuevo, pero tenía que intentarlo, era su oportunidad, y
entonces se armó de valor y con mucho miedo pulso el botón del timbre.
-Te dije que al menos por ésta noche no me separaría de ti... - Su mirada
era penetrante y estaba completamente sumergida en los ojos de Silvia -
...Además...- Sonrió - Tú y yo nos quedamos en mitad de algo-
Pero Silvia negó con la cabeza. -No me he arrepentido. Yo, de verdad, nunca
había sentido esto por nadie - Le confesó muerta de miedo ó al menos eso le
pareció notar a Pepa.
-Tranquila... - Le dijo la morena con voz suave mientras acariciaba ambos brazos
de su pelirroja con extrema ternura, en lo que parecía un tímido amago de abrazo
- Tal vez te parezca que somos dos seres completamente diferentes, y
probablemente tengas razón, pero créeme que yo tampoco había sentido
esto jamás - Acercó su rostro para posar sus labios en la nariz de la forense - Ni
siquiera tenía idea de que estas sensaciones pudieran existir -
-Yo también siento ese miedo pelirroja, porque cuando estoy contigo es
tu voz la única que soy capaz de escuchar, eres tú lo único que soy
capaz de ver, no existe nada más, solamente tú...-
Entonces sus manos cambiaron de sitio para colocarse entre el cabello rizado de
color rojizo...
Silvia sonrió.
-Me encanta esa fijación tuya con mi cabello- Confesó la forense ocultando
sus ojos tras párpados cerrados para disfrutar de cada una de las sensaciones que
le provocaba ese jugueteo de los dedos de la violinista con su cabello.
Silvia abrió los ojos solamente para encontrarse con la mirada de Pepa que
contemplaba su boca con devoción.
-Toda la vida, Pepa...- Guardó silencio un instante, solamente para recorrer con
la punta de los dedos, de la mano izquierda, cada milímetro de su cara - Una
noche no me alcanzaría para quererte -
Esta vez fue Silvia quien buscó los labios de Pepa y la besó con ternura, sintiendo
como se le encogía el estómago y como una descarga de choques eléctricos se
apoderaba de todo su cuerpo.
La forense disfrutaba de los labios de Pepa que habían abandonado los gentiles
roces para comenzar a succionar,
Escasos segundos transcurrieron, justo los necesarios para tomar ese respiro, y
nuevamente los labios de la pelirroja deseaban reencontrarse con los de Pepa,
pero la morena atravesó las manos impidiéndoselo, posponiendo aquel beso.
-Silvia...- Le dijo envuelta en un jadeo - ...Si tú me lo pides yo te prometo
que...-
-No Pepa, ya no...- Sonrió como lo hace una idiota que se encuentra
completamente sometida a la voluntad de la otra persona - ...Ya no me importa
lo que seas, ni lo que hagas, porque yo ya no soy nada sin ti...Y si lo
fuera...Dejaría de serlo por ti, para estar contigo-
Y dichas las palabras que Pepa necesitaba escuchar, permitió que Silvia se
lanzara con pasión a devorarle los labios.
Y los sentía.
Deseaba que, absolutamente, nadie que no fuera ella los volviera a tocar.
Silvia dejó de succionar el labio inferior de Pepa para recorrerlo con la punta de la
lengua.
Y las manos de Pepa intentaban memorizar las caderas de Silvia, pero tocarlas ya
no le era suficiente y comenzó a dejar discretos pellizcos sobre ellas, que no
pasaron desapercibidos para la Forense, que de inmediato buscó la lengua de la
morena con la suya.
Y se encontraron.
Y se rozaron.
Y después se abandonan, simplemente, para que sus labios vuelvan a poseerse.
Con desesperación...
Las manos de Pepa no pueden permanecer quietas y abandonan los glúteos que
las mantenían ancladas a ellos, para colarse por el interior de la blusa de Silvia.
Y las palmas de sus manos ascienden por aquella espalda completamente erizada.
Y con las puntas de los dedos se bebe toda la calidez contenida en aquella piel
blancuzca que solía ser tan suave, pero que en ese preciso instante se percibe
áspera al tacto debido a la inminente excitación provocada por los besos, las
caricias y la cercanía de los cuerpos.
Consigue tocar el broche del sujetador, pero las manos siguen subiendo y ahora
acarician los hombros.
Y de nuevo se topa con el sujetador, pero esta vez son los tirantes.
Ahora son las manos de Silvia las que comienzan a explorar las caderas de Pepa y
esto excita aún más a la traficante, que con un rápido movimiento ha logrado
alcanzar el borde de la prenda que tanto desea mirar desparramada por el suelo.
Y entonces levanta los brazos para que la morena termine deshaciéndose de una
vez por todas de la blusa.
Y Pepa la mira.
A dejarse llevar hasta alcanzar la plenitud entre sus labios, entre sus manos...Entre
todo su cuerpo.
La desea a ella, desea a su pelirroja como nunca se imaginó que podía llegar a
desear.
Ahora tiembla solamente con la idea de rozar esa capa cutánea satinada... Tan
delicada...Tan pálida...Tan suave...
Tan tersa y tan encrespada a la vez producto de esa ola de sensaciones que
recorre el cuerpo de la Forense.
Y es que contempla esa piel tan blanca...Que le da pavor ensuciarla con sus
manos...
La petición de Silvia hizo que el estómago de Pepa se contrajera y pudiera salir del
trance en que se había sumergido.
Ambas sonrieron.
La voracidad de Pepa por deleitar sus labios con la boca de la Forense la obligaron
a detener su andar en mitad del recorrido.
Y es que saber que la mujer con la que ha soñado toda su vida le corresponde y
quiere entregarse a ella por completo, no la deja pensar con claridad, no puede ir
despacio...
Primero en los labios, pero no soporta demasiado quedarse ahí habiendo tanto
territorio por conquistar.
Así que busca el cuello de su pelirroja, conocedora de que esa zona repleta de
terminaciones nerviosas, es uno de los puntos que más enloquecen a la Forense.
Y no se equivoca.
Al sentir esos labios húmedos resbalar con avidez por su garganta, Silvia
experimenta la necesidad de aprehender el cuerpo de Pepa contra el suyo, de
estregar esa trigueña piel contra su piel.
Y así lo hace, tira de la cintura de Pepa, con impaciencia, para que sus cuerpos
queden adheridos y Silvia introduce ambas manos por la blusa y asciende con las
palmas abiertas por todo el estomago de la violinista, dejando senderos de piel
erizados a su paso.
Por fin palpa el sujetador y cierra los ojos un momento para disfrutar de ambos
pechos de la morena que aún cubiertos por la tela, puede sentirlos respirar con
excitación, como si desearan ser liberados para contactar directamente con el calor
de su piel.
Y la pelirroja intenta colar las puntas de los dedos por el escote de las copas.
Y consigue tocar una porción de aquellos firmes y redondeados senos.
Ahora sí, ambas en sujetador, se abrazan con fuerza para sentir el calor de sus
vientres adheridos.
Y se vuelven a mirar.
-Pepa...- Dijo Silvia entre nerviosa y preocupada -Que yo...- Se puso roja -
...Bueno yo nunca he...-
Pepa asintió apenada - Es que te miro así tan tierna, tan perfecta y yo
tengo miedo de ir mal, de hacerlo muy rápido o ser muy brusca y
entonces que no te guste...-
-Para...- Le pidió la pelirroja - ...No pienses en eso ¿Vale? - Acarició las mejillas
de la morena - Sólo bésame ¿Sí?
Y entonces Pepa se lanzó hasta aquellos labios, esos que, ahora estaba segura,
nunca iba poder olvidar, esos que sin piedad la volvieron adicta y le encanta sentir
la timidez con que la lengua de Silvia busca la suya.
Y los torsos siguen haciendo fricción el uno con el otro y los poros del cuerpo
comienzan a transpirar ligeramente producto del calor despedido por aquel par de
cuerpos encendidos.
Y otra...
Y otra...
Motivada por la locura que le quema por dentro, busca la manera de rozar su
entrepierna con los glúteos de Silvia.
Y lo consigue.
Y lo vuelve a hacer.
Se sitúan en la parte frontal del cuerpo de Silvia, justo a la altura del ombligo.
Y ascienden con las palmas extendidas.
Y las manos de Silvia se aferran con más fuerza a la pared y Pepa siente que se
ha despegado unos milímetros de su cuerpo, así que ejerce la presión necesaria
en los pechos de la pelirroja, para tirar de ella y pegar nuevamente sus cuerpos.
Ese detalle enciende aún más a la Forense que deja escapar un ruidito apenas
audible.
Y es la señal que Pepa necesita para que sus manos bajen hasta la cintura de
Silvia, y ahora remarcan el contorno de las piernas cubiertas por la mezclilla de los
vaqueros.
Y la mano izquierda de la violinista consigue deslizar las puntas de los dedos por
dentro del pantalón.
Pero ese cruce de miradas no puede durar más de escasos dos segundos porque
el deseo hace presa de ellas.
Los captura entre los suyos y, sin pensar demasiado, simplemente, se deja llevar
por esa pasión que arde por toda su piel y baja las manos hasta encontrarse con el
botón de los vaqueros de Pepa y, con un par de movimientos ágiles, la despoja de
ellos por completo.
Ahora las dos están cubiertas únicamente por la ropa interior.
-No...- Susurró Pepa - No apagues la luz - Le pidió con voz afable - Que quiero
mirarte a los ojos y ver tus gestos mientras hacemos el amor -
Las mejillas de Silvia habían ganado una tonalidad rojiza más intensa que su
propio cabello.
-Pero...-
-Shhh. No digas nada... - Depositó un pequeño beso en sus labios - ... Además
no tienes idea de cuánto deseo ver tu cuerpo -
Pepa no dijo nada, ni le dio tiempo a la pelirroja para que replicara, la calló con un
suave beso.
Beso que, envuelto en una tónica suave, se prolongó mucho más de lo esperado.
Las manos de Pepa repartían caricias por toda la espalda blanca de Silvia.
Mientras que las manos de la Forense acarician el cabello obscuro y lacio de Pepa.
Y por fin los dedos de Pepa buscan el broche del sujetador negro de Silvia y sin
dejar de besarla lo desabrocha.
Silvia se estremece.
Las manos de Pepa siguen subiendo hasta llegar a los hombros de la pelirroja y
después de regalarle dulces caricias, desliza los tirantes por los brazos con mucho
cuidado.
Rápidamente se separa de ella para mirarle a los ojos - Eres preciosa - Le dice
con firmeza y aparta unos cuantos mechones rojos que cubren su rostro y la
vuelve a besar.
-mmm - Suspiraba la violinista cerrando los ojos para regodearse con la mano de
Silvia recorriendo su cuerpo desnudo - Vamos a la cama - Le pidió con tono
sugerente.
-No te vayas...- Reía mientras entre susurros le chupaba la oreja sabiendo que le
provocaba cosquillas a la Forense.
Silvia también reía por las cosquillas, pero al mismo tiempo se encendía con el
calor de aquella lengua y las manos de Pepa que trazaban círculos con las yemas
de los dedos alrededor de sus pechos.
-Mmm Pepa...- Decía agitada - Deja eso - Le regañó envuelta en risas mientras
la morena deslizaba la palma de la mano por sus muslos y delineaba el contorno
de las bragas.
-Mmm...- Susurró traviesa la violinista mientras Silvia sacaba del cajón seis
pequeñas velas en color azul - Pero tú no quieres que lo deje - Y esta vez coló
los dedos por dentro de la delgada prenda y pudo sentir la excitación de la
pelirroja mojando su piel.
La Inspectora Castro movía sus manos torpemente tratando de encender las velas,
pero la mano de Pepa, acariciando ese sitio tan intimo, no le permitía pensar en
otra cosa, se concentraba en que estaba viviendo el momento más maravilloso de
toda su existencia, el corazón amenazaba con explotar y salir disparado de la piel.
Los labios ahora son sustituidos por la lengua que dibuja un camino cálido y
sinuoso hasta llegar al ombligo.
Decide que de momento, es justo ahí, en el centro del abdomen donde quiere
aparcar.
Y el ápice se sumerge en ese hueco situado en la zona umbilical.
Silvia deshace aquel beso, sólo para abrir los ojos y poder mirar a la persona que
le ha robado la voluntad, que le ha colocado al mundo entre sus manos, que le ha
dado la vida...
Hasta que miró esos ojos marrón verdosos por primera vez.
Sus cuerpos la furiosa marea, culpables de desatar el vaivén entre las sábanas
Intentan adherirse aún más a la piel de la otra, sólo para disfrutar de aquellas
huellas líquidas que ha dejado la excitación en la parte más intima de la piel.
Provocan deliberadamente la fricción entre sus cuerpos, sus fluidos se mezclan, se
confunden entre las sabanas que las cubren
Entonces comienza un ritual de caricias que nace desde la rodilla hasta morir en
aquellos muslos bañados de placer.
-Estás temblando- Susurró Pepa entre jadeos con una inflexión de voz apenas
audible
-No tienes idea lo que me haces sentir…- La voz que la morena empleaba en sus
susurros cada vez se notaba más y más agitada.
Las puntas de sus dedos advierten esa zona acuosa que antecede a cruzar las
puertas de la plenitud.
Entonces separa sutilmente las piernas para que esa mano que hasta entonces se
ha recreado entre sus muslos pueda subir hasta ese rincón en donde es capaz de
esconderse tanto amor.
Y así lo hace...
Los tres dedos medios de la morena se deslizan con suavidad sobre el núcleo
empapado y excitado de la mujer que ama, a la que piensa dedicarte todo su
corazón por esa noche...
Y ambas jadean
Y las uñas de Silvia se deslizan sin ton ni son dejando huellas de pasión color
carmesí sobre la espalda de su amante.
Y Silvia tira con fuerza de sus caderas para sentirla más dentro.
El amor verdadero.
Pepa se aferra a esa blancuzca pierna que la lleva lejos de cualquier síntoma de
cordura.
Y los movimientos de ambas mujeres son cada vez más rápidos, más precisos…
Al fin la encuentra…
Vuelve a tirar con fuerza de sus caderas para poder estregarla con más
profundidad.
Silvia se estremece una vez más, pero lo hace con fuerza, con desesperación y
entonces la mano libre de la morena consigue colarse por debajo de la espalda de
su mujer para poder abrazarla mientras siente como se convulsiona debajo de su
cuerpo.
Y mientras su pelirroja le muerde los labios posesa de tanto placer, le dedica un “te
amo” envuelto en una voz trémula y agotada producto de sus pulsaciones tan
aceleradas.
Y lo hace por última vez.
Pero ahora lo hace únicamente arrastrada por ese hermoso sentimiento que es el
amor, con infinita ternura, y no deja de abrazarla con la mano libre.
Ese breve instante de plenitud, de locura, de delirio, de tocar el cielo con la punta
de los dedos ha pasado.
Ha ocurrido.
Y ahora sí...
Silvia se recuesta de lado para que la morena pueda envolverla con ambos brazos.
Y la pelirroja aun respira con dificultad, pero Pepa la abraza con fuerza y como
ocurre cada vez que lo hace...
La mujer más espigada de cabellos largos y obscuros abre un ojo, intenta dar una
rápida escaneada al lugar y entonces sonríe al recordar lo que pasó escasamente
un par de horas atrás y entonces a pesar de tener la de espaldas, se acerca a su
pelirroja lo más que puede dejándole varios besos tiernos en su espalda
descubierta.
Y se abrazan.
Y se miran.
-No han sido muchas horas, pero creo que nunca había dormido tan rico-
-Pues yo te voy a ayudar todas las noches para que duermas igual de
rico que hoy- La besó en los labios.
-Perdona que...- Silvia intentaba disculparse mientras su rostro se teñía del color
de las sábanas frescas - Me he quedado dormida y...dejamos algo
pendiente - Le dijo volviendo a contactar esos labios que entre más besaba más
necesitaba volver a besar.
Las manos de Silvia se posaron sobre los pechos de la morena, depositando las
caricias necesarias para que aquel par de relieves se tornaran más firmes y
erguidos de lo normal.
A Silvia le gustaba notar como reaccionaban ante sus caricias y saber que era
capaz de derretir a la morena con una sola de ellas.
Las manos continuaron con su labor y sus labios atraparon los de Pepa para
continuar con ese acto físico del amor que había quedado inconcluso.
Y el beso cada vez fue adquiriendo mayor intensidad y las manos de Pepa se
posaban en las caderas de la pelirroja aferrándose a ellas para atraer aún más el
cuerpo de Silvia hacia el suyo.
La Inspectora Castro pudo notar como la ficticia Agente Miranda se tensó ante
aquellas palabras, y no lo entendía, ¿Había hecho algo mal?, era como si de
pronto rechazara el contacto de su cuerpo.
Muchas cosas pasaron por su mente, barajaba la posibilidad de haber hecho algo
mal, intentaba recordar las palabras que había dicho e intentaba descubrir cuáles
de ellas habrían podido molestar a Pepa, no podía creer que de pronto aquel
momento maravilloso se estuviera estropeando ante sus ojos.
La morena al fin giró la cabeza para dedicarle la mirada a una Silvia con el rostro
desencajado.
Pepa consiguió sonreír entre las lágrimas que inevitablemente bañaban sus ojos
en sal. -Silvia...Yo...- No se atrevía, no sabía como...Simplemente no era capaz
- ...Lo que pasa es que yo...Yo nunca he dejado que me toquen...- Confesó
en un volumen casi imperceptible agachando la cabeza.
-Nunca había querido a nadie como a ti - Derramó una lágrima más - Mi vida
ha sido una mierda desde que tengo memoria y tú eres lo único
realmente bonito que me ha pasado y yo nunca pensé que iba desear
tanto que alguien me tocara y yo quiero estar contigo, y tengo mucho
miedo - Decía desesperada.
Las respiraciones agitadas, las manos inquietas queriendo tocar todo el cuerpo a la
vez y los labios de la pelirroja que han abandonado la boca de su amante para
conquistar nuevas porciones de piel a lo largo del torso de la violinista, se
convierten en la antesala de un maravilloso momento lleno de amor.
-Te amo- Fue la sincera respuesta de Silvia mientras le dejaba besos por todo su
vientre, mientras con las manos ascendía por todo el pecho hasta llegar al cuello,
luego a la barbilla y después acariciar sus labios.
Y una pelirroja completamente encendida condujo sus labios por todo el cuerpo de
la morena, hasta encontrarse de nuevo con su boca para besarla y besarla y
besarla.
Y siente como su mano se moja y se resbala por el exterior del núcleo de aquel
cuerpo desnudo y excitado que tiene debajo del suyo.
La violinista asintió.
Finalmente abre las piernas por mero instinto y la pelirroja no lo piensa dos veces e
introduce dos trémulos dedos entre la empapada cavidad de la mujer que ama.
Se introduce una vez más y vuelve sentirla estremecer, pero ahora con más fuerza.
Entonces lo vuelve a hacer, pero obedeciendo a las peticiones del ritmo que le
marca aquel cuerpo, lo hace más rápido, y con los labios devora toda la piel que
encuentra su paso, pero se detiene en aquellos pechos que simplemente le
parecen perfectos.
Y vuelve a entrar.
Y Pepa tiembla con fuerza mientras deja escapar un gemido que la pelirroja trata
de silenciar con un apasionado beso.
Y Pepa vuelve a gemir, pero esta vez la boca de la Forense está demasiado
dedicada en su labor como para intentar callar a la morena con un beso.
Y la pelirroja descubre lo mucho que le gusta escuchar las descargas placenteras
que provoca en su amante y la penetra de nuevo.
07:26 horas.
perspectiva de silvia
Durante muchos años intenté ser una persona normal, como el resto de
la gente que ocupa mi entorno, intenté tener una pareja y tener buen
sexo, pero no funcionó.
Nunca me sentí plena, nunca entendí la razón por la que todo mundo se
emocionaba al punto de los gritos de euforia por tener un orgasmo, ¡Yo
había tenido orgasmos! Y me parece que están sobrevalorados...
Me siento tan estúpida cada que lo pienso, pero la realidad es que nunca
me había sentido tan viva como hoy, como esta mañana con el corazón
palpitando de alegría porque ella está descansando a mi lado...
08:09 horas.
Algunos amantes suplican “Quédate conmigo esta noche”, como si con dicha
petición se presagiase el final ante el fatídico despertar...
Una realidad estigmatizada por el frío de la soledad que deja un espacio vacío al
otro lado de la cama.
El miedo a lo efímero...
Porque quizás la pequeña flama de las velas agonice por la mañana y quede
reducida a un monolito de cera.
Pero cuando esa llama muera reinará la luz del sol, haciendo desaparecer las
sombras que se llevarán consigo el temor y la confusión.
Es imposible no recordar que apenas unas cuantas horas atrás hicieron magia
sobre esa misma cama.
Le resulta imposible no sonreír al mirar esa carita inocente e indefensa que apenas
anoche se deshacía de placer entre sus brazos.
La contempla en silencio y se da cuenta que entre más tiempo dedican sus ojos a
esa mujer, más razones encuentra para quedarse junto a ella por el resto de sus
días.
Pero esas ganas locas de Pepa por volver a poseer los labios de su pelirroja hacen
que acerque su boca a la de Silvia y a tan sólo escasos milímetros de ella...
-Hola- Saludó la pelirroja con voz adormilada conservando su posición boca arriba
sobre la cama.
-Hola- Respondió Pepa con una sonrisa de tonta enamorada, aún con su cara
muy cercana a la de Silvia.
-Se nos acabó la noche- Le dijo Silvia con un poco de pesar, al tiempo que
posaba ambas manos sobre las mejillas de la violinista.
La sonrisa de Pepa se hizo más grande al sentir ese dulce contacto sobre su piel
- Pero empieza un nuevo día...- Se encogió de hombros.
-¿Te quedarás aquí conmigo? - Preguntó aún con voz soñolienta pero llena de
ilusión.
-Te lo estoy pidiendo - Respondió Silvia en tono bajito un poco ruborizada, pero
sin dejar de memorizar las facciones del rostro de Pepa con las palmas de las
manos.
-Perfecto...- Se acercó una vez más a ella para depositarle un beso travieso en la
nariz -...Porque de todas maneras pensaba quedarme-
Tiró levemente de las orejas de Pepa como reprendiéndola por su ego elevado.
-Ya...- Sonrió -Pero una boba que te encanta ó ¿Me lo vas a negar?-
Silvia negó con la cabeza -Imposible negar tan grande verdad, pero ¿Crees
que deba preocuparme por ello?-
-Es que...-Tomó una almohada entre sus manos y aprovechó para ocultar la
cabeza en ella - Ya sabes que no es solamente que me encantes, que...-
Pepa le quitó la almohada para encontrarse con un rostro completamente
sonrojado -
Silvia asintió avergonzada como diciendo “Sí...Claro que fue en ese momento”,
entonces escondió la mirada en el suelo y observó la ropa regada por el piso.
Inevitablemente una descarga eléctrica hizo presa de su estomago al recordar que
finalmente había decidido dejarse llevar por sus más íntimos deseos, mandando a
tomar por culo a la maldita culpa y a todo rastro de moralidad que quedara en ella,
y entonces sonrió una vez más.
Y sonrió porque sabía que era ella...Pepa...¡Pepa era su casa!, la persona con
quien quería dormirse abrazada todas las noches y despertar abrazada a ella
todas las mañanas. Porque sabía que era Pepa ese rostro familiar que deseaba
encontrarse en casa al abrir la puerta, esa sonrisa que quería mirar a todas horas
del día...
-Quiero escucharte decírmelo otra vez- Le pidió la morena con esos ojitos que
estaba segura convencerían a la pelirroja.
-A ver Pepa...- Puso los ojos en blanco - Que tú disfrutas con esto ¿No?-
Comenzó a cabrearse.
-¡Uufff! - Exclamó una vez más aún sin reponerse de aquellas sensaciones -
Pues tú que eres médico me lo dirás, que yo no sé si esto de sentir que
se me retuerce el estomago cada que te tengo tan cerca sea normal- Dijo
llevándose las manos a la zona abdominal.
Silvia sonrió. -¡Uy! déjame decirte que tu caso es bastante grave... - Enredó
la mano derecha entre los mechones obscuros del cabello de Pepa -...Por lo que
me cuentas deben ser las famosas mariposas y son altamente
peligrosas... - Y entonces la besó. Apenas un contacto suave y fugaz, pero lo
suficientemente intenso para conseguir que ese par de corazones latiera más de
prisa - Te hacen tartamudear porque simplemente cuando estás cerca de
la persona que te las provoca, se te olvida como hablar - Y vuelve a
depositarle otro pequeño beso en los labios - Te pones a temblar sin que haga
frío - Y de nuevo la besa - El corazón te palpita tan rápido y tan fuerte que
puedes sufrir un ataque al miocardio - Y lo hace otra vez, adhiere su boca a la
de Pepa - Y se dificulta respirar porque sientes que te falta el aire - Otro
beso más - Porque las mariposas se comen tu voluntad, tu razón, porque
dejas de pensar, te carcomen las neuronas y se presenta un cuadro
crítico de alucinaciones, al grado de pensar que te han salido un par de
alas y te sientes capaz de volar...-
-Porque desde que te conocí supe lo que era tener a esos insectos
viviendo en la boca del estómago -
Esta vez Pepa la hace callar con un beso y termina una vez más poniéndose
encima del cuerpo de la pelirroja.
Y entonces Silvia captura el labio superior de Pepa, lo degusta con calma, mientras
que ambas respiraciones comienzan a acelerar como si fueran a emprender la
carrera más importante de sus vidas.
Pepa deshace el beso solamente para preguntar...
-También son necesarias las caricias - Susurra Silvia sintiendo que le falta el
aire y posando una mano sobre el costado de la morena, deslizándola con deseo
hasta llegar a las caderas de la violinista.
Y ya no queda distancia entre ellas, sólo su pasión y una locura que parece no
tener fin...
-Dímelo Silvia...- Le suplicó Pepa al tiempo que entreabría las piernas para
permitir que la mano de la pelirroja irrumpiera en el calor de su interior.
Y ahora sí...
Suficientemente cerca para tener la completa certeza de que todo lo que sienten
es real.
Suficientemente cerca para comprobar que su amor tan sólo se ha hecho más
grande con la aparición del Sol.
Y ahora son los brazos de Pepa los que atraen la cabeza de Silvia hacia la suya
para besarla con la más desenfrenada de las pasiones.
Perdida en su boca...
La siente temblar entre sus brazos y le clava las uñas en la espalda haciendo más
intenso el abrazo - Te quiero...- Las palabras de amor pronunciadas por la
pelirroja provocan que la morena se estremezca aún con mayor fuerza - ...Te
quiero - Le dice una vez más y entonces comienzan los intensos espasmos.
Le excita los movimientos cada vez más furiosos del cuerpo de Pepa sobre su
cuerpo.
Y las manos blancuzcas presionan con fuerza las caderas de la violinista para
pegarla aún más a ella.
Y la siente...
Y la vuelve a sentir.
Y succiona de nuevo, pero esta vez el placer amenaza con hacerla explotar.
Pero una vez más la sombra del miedo desaparece con una simple frase...
-Cada que me tocas es como si...- Una Pepa un poco más recuperada de todo
lo que acababa de pasar sobre aquella cama rompió el silencio -...¡Ppfff! Es
como si no me faltara nada - Y aún sobre el cuerpo agotado de Silvia deposita
un tierno beso en sus labios.
Sabía que era el turno para hablar de sus sentimientos...Y ya lo había hecho,
incluso había pronunciado un “Te amo” pero también es verdad que lo hizo al calor
del momento, bajo el influjo de la pasión, del embrujo del cuerpo de Silvia que la
embriagaba de placer y le privaba de cualquier atisbo que pudiera quedar en ella
de cordura...
Y no era que se arrepintiera, por el contrario, ahora se encontraba más segura que
antes de la magnitud del amor que sentía por Silvia, pero es que no era fácil
expresar algo tan bonito, mucho menos cuando aún no conseguía recuperarse de
la maravillosa sorpresa que le había causado escuchar a su pelirroja pronunciar
tan bellas palabras.
¿Cómo igualar una confesión de amor tan sublime, tan hermosa y perfecta a la
vez?
Pepa se notaba nerviosa. Se frotaba las manos y después las paseaba por su
cabello una y otra vez.
-A ver pelirroja... - Una vez más se frota las manos - Creo que las palabras
están en deuda conmigo porque yo hablo y hablo, digo muchas tonterías,
pero en los momentos importantes...- Y entonces esboza una sonrisa de
medio lado -Y que sepas que este se ha convertido en el momento más
importante de mi vida...- Y entonces Silvia corresponde a la sonrisa -Pero es
que las palabras simplemente se largan, desaparecen ...Y es que no
encuentro la manera de hacerte saber todo lo que me haces sentir -
Sonríe una vez más, como una tonta enamorada -...Es increíble sentir algo
así aquí dentro - Se lleva ambas manos al pecho - Y sé que no soy capaz de
describirlo, pero gusta como se siente - Y de nuevo sonríe - haces que
anhele convertirme en una mejor persona, solamente para que puedas
estar orgullosa de mí y para que no te avergüences por quererme-
-Esa historia comenzó cuando nuestros ojos se cruzaron por primera vez
en aquella casa - La tomó de las manos - Me cambiaste la vida con una
simple mirada-
Y Pepa sonríe.
-Sé que no estoy muy bien de la cabeza y solo me queda darte las gracias por quererme
como soy, por quedarte conmigo a pesar de mis locuras y mis errores porque yo sé que...
-Shh...- Y entonces Silvia le hace callar poniendo un dedo sobre sus labios- Puede que
gracias a ti haya descubierto que soy un poco esquizofrénica y que tal vez mi
percepción distorsionada de la realidad sea lo que me permita ver al ser
humano tan maravilloso que se esconde detrás de esa pose fría e indiferente,
pero me alegro de estar desequilibrada ¿Sabes? Sería una pena que por culpa
de la cordura me hubiese perdido la oportunidad de amarte-
Pepa se estremeció.
Cerró los ojos mientras susurraba embelesada por el aroma de Silvia que inundaba
todos sus sentidos. - ¿Sí?-
¿Estaba enfadada...?
-Así que te parezco cursi ¿Eh? - Le dedicó una mirada asesina -Pues te
confieso que fue lo mismo que pensé de ti anoche...- Entonces le sonrió
triunfal sabiendo que la estocada estaba a punto de ser colocada -Cuando me
susurrabas “Pepa soy tuya”... - Intentó imitar a Silvia en aquel momento de
completo éxtasis y con jadeos y todo - Mientras te hacía el amor-
Y entonces sí...El rostro de Silvia se tornó de un rojo tan intenso que Pepa podría
jurar que superaba a su cabello.
-Pues claro que lo eres...- le dijo indignada- Mira que burlarte de algo tan
íntimo-
Pero Silvia rió -Vamos Pepa que... ¡Era una broma! además a mí me gusta
que seas cursi y me digas todas esas cosas - Le hizo ojitos.
Silvia negó con una gran sonrisa - Tenías porque ahora lo tengo yo
¿Recuerdas?-
Y al fin se besan.
Y es que más de cinco minutos sin unirse labio con labio las estaba matando.
Aunque en realidad fue un beso corto, pero es que no necesitaban más para sentir
sus cuerpos estremecer.
11:25 horas
La Comandante Salgado dirigía sus ágiles pasos hacia el Despacho de la Agente
Miranda, reía por lo bajo imaginando lo absurdo que resultaba toda la situación: Su
cuñada infiltrada como policía y burlándose en las narices del Comisario Castro.
-¡Vaya!...Con tan buen humor juraría que tuviste una estupenda noche,
pero a juzgar por esas ojeras no creo que hayas dormido demasiado- Le
dio un pequeño abrazo y tomó asiento.
Marína correspondió la sonrisa de forma afable y genuina. -Me imagino que esa
maravillosa compañía no es cualquier chica-
Pepa negó con la cabeza pero manifestando una evidente felicidad en su rostro
-Definitivamente no...- Sonrió -Ella no es como las demás mujeres que he
conocido, ¿Sabes...? Mi pelirroja supera con creces todo lo que yo había
soñado - Confesó sin pensar, solamente para reaccionar de forma tardía y mirar a
Marina con cara de “La he cagado”.
La reacción primera de Marina fue soltar una carcajada y es que la cara de Pepa
no tuvo precio y encima de todo aquello era un plus imaginar la idea de que Una
traficante de órganos se estuviese tirando a la hija del intachable Comisario
Lorenzo Castro.
-¿Y ella?-
-No tiene caso esconderlo cuñada, le quiero, le quiero como una idiota y
siento que he comenzado a vivir una vida verdadera desde que ella se
apareció en mi mundo-
-Pero es que aún no me lo creo...- Decía sorprendida- “El ángel exiliado del
paraíso porque se enamoró del diablo” - Rió.
-Pues mi historia de amor bien podría ser el guión de una novela erótica
policiaca- Le guiñó el ojo. -Pero ya hablando en tono serio...Sé que suena
inverosímil que hayamos podido compaginar tan bien, pero es que
somos tan opuestas que nos complementamos como las piezas de un
puzzle, y es que Silvia no es ningún ángel- Sonríe- Es una desequilibrada
reprimida y de cierta forma ve en mi la manera de liberarse, de ser ella
misma sabiendo que yo no la voy a juzgar...Digamos que mi locura la
hace sentir viva y al mismo tiempo su locura mesurada me ayuda a
anclar los pies al suelo y hemos conseguido lograr un equilibrio-
-A ver poeta- Se burla un poco ¿Para qué negarlo? Silvia ha convertido a Pepa
en un monstruo de la cursilería -Todo eso suena maravilloso pero ¿Tú te has
hecho una idea del suegro que te vas a echar encima?-
Pepa sonrió.
-¿Y quieres que te ayude a entrar en su celda para que le mates?- Pues
era obvio que Salgado ya conocía a la perfección la manera tan extraña en que
funcionaba la retorcida y renegrida mente de Pepa así que no era de extrañarse
que preguntase eso.
-Pero a ver...-Intentó hacerla entrar en razón- Si Silvia piensa que ese hombre
escapó vivirá aterrorizada toda su vida pensando que en cualquier
momento pueda aparecer-
Pepa gruñó enfadada. -Ya pero entonces ¿Qué pretendes? ¿Qué me quede
de brazos cruzados y espere a que de verdad ese tipo salga libre y
regrese por ella?...¡NO MARINA! Ya veré que se me ocurre para
tranquilizar a mi pelirroja, ella sabe que estando conmigo nada malo
puede ocurrirle y además pues luego podemos simular que un contacto
tuyo te informó que lo capturaron en otro país, no sé...
12:25 horas
Silvia aún permanecía en la cama, desnuda, únicamente medio cubierta por unas
sábanas completamente revueltas, pero es que no quería ducharse y perder el
aroma de Pepa que aún tenía impregnado por todo su cuerpo.
Había sido una misión casi imposible convencer a la morena de que entrara en la
regadera y se fuera para Comisaría aunque llegará casi dos horas tarde...Pero...
(Sonrió al recordar)...Tremenda impuntualidad había merecido la pena, ¡Dios! ¡Que
forma tan apasionada la de Pepa para hacerle el amor por la mañana!
Cerraba los ojos para revivir el momento y sentía la humedad una vez más en su
cuerpo.
Y seguramente tenía que ser pecado haber dado rienda suelta a sus instintos de la
forma en que lo hicieron...
Y así pudo pasarse el día entero de quimera en quimera esperando a que llegara
su mujer para ir a cenar como prometieron que ocurriría, pero el bendito sonido del
timbre la devolvió violentamente a la realidad.
-¡Voy! - Gritó al fin y corrió tan rápido como pudo al baño, abrió la ducha y se
envolvió en una toalla.
Y entonces sí...
La puerta se abrió.
-¡Lola por Dios! - Corrió de nuevo al baño entre gritos sin dedicarle una sola
mirada a su hermana - ¡Que estaba a punto de entrar en la ducha!- Una Lola
más tranquila se acomodó en el sofá -... Dame 5 MINUTOS - Y resonó un
portazo.
-Tomate tu tiempo hermana que no tengo prisa- Respondió entre risas por lo
exaltada que parecía Silvia.
¡Y es que no lo parecía...LO ESTABA!
-Pues sí...- Confesó sin poder disimular más su alegría -...Anoche estuve con
alguien-
-Hola...- Resonó una sonriente Pepa del otro lado de la línea- Es que falta
mucho para que se haga de noche y necesitaba escuchar tu voz para
recuperar fuerzas mientras el tirano del Comisario Castro me explota
como si fuera una esclava- Bromeó solamente para hacer reír a la pelirroja.
-¡No! ¿Cómo crees?...- Sonrió -...Es que no estoy sola, mi hermana Lola
vino a visitarme-
Y al fin Pepa pilló lo que sucedía. -Y no puedes hablar...- Infirió como tramando
alguna travesura.
-Sí...Exacto- Asintió.
-Entonces te dejo mujer...- Sonrió -...Pero que sepas que cuento las horas
para que las manecillas de ese puñetero reloj marquen las diez y
entonces sí te voy a comer a besos-
Y Lola no podía más que disfrutar el color carmesí de las mejillas de su hermana.
¡A saber lo que le estaban diciendo por teléfono pero podría jurar que Silvia se
estaba retorciendo por dentro!
-¿Y qué más me harás?- Difícil adivinar quien de las dos disfrutaba más de los
aprietos en que estaba metida la pelirroja, pero la morena estaba dispuesta a
seguir con el cachondeo por el teléfono.
-Pero un rato muy chiquito ehh- Ahora sí la pelirroja le respondió con ternura,
casi olvidando por completo la presencia de Lola.
Aún no conseguía salir de su trance en que la había sumergido Pepa cuando una
vez más, fue la voz de Lola la encargada de devolverla al mundo de los vivos.
-Ya no hace falta que contestes a mis preguntas hermana...- Rió -Ya vi que
no eres feliz ¡Lo que le sigue! Y me acabo de dar cuenta que estás
enamorada como una tonta de esa chica-
DE ESA CHICA...
DE ESA CHICA...
-No me mires así hermana- Le dijo al notar que se había quedado estupefacta.
- Que tus sábanas estaban impregnadas de perfume de mujer y no era el
tuyo-
13:16 Horas
PERSPECTIVA DE PEPA
Si tan sólo dejamos de llorar esperando a que del cielo caiga la justicia.
Podemos conformarnos con lo que hay, con lo que tenemos, con tomar el
autobús todas las mañanas ó podemos convertirnos en los triunfadores,
en el grupo de aquellos que duermen por la mañana, desayunan en casa
y ponen en marcha su convertible del año.
El resto...
El resto es cobardía.
Desde que era muy niña tuve que aprender a enfrentar a levantarme
cada mañana a base de hostias, de los típicos golpes de la vida que
pasan desapercibidos para los demás porque no dejan los ojos morados,
ni los labios hinchados, pero que despedazan el alma, se la van bebiendo
gradualmente, gota a gota, hasta convertirla en una zona árida,
desierta...
Mis sentimientos que creía muertos reverdecieron, y todo con una simple
mirada.
Bueno, una simple mirada no fue, es que Silvia no es una mujer común,
no es una persona ordinaria, ella no es como las demás y no sé como me
di cuenta de ello, pero fue al instante, simplemente lo sentí.
Pero a ver...
¡Maldito Facebook!
¡Maldito Farmville!
Miraba impaciente la puerta esperando que entrara Don Lorenzo y le informara que
debía presentarse en el apartamento de Silvia para trabajar en un asunto
relacionado con el caso que supuestamente llevaban juntas, pero nada...
Entonces sus ojos saltaban hacia la pantalla del móvil con la esperanza de que la
Forense hubiera llamado o enviado un mensaje de texto y que por alguna extraña
razón teniendo el volumen del timbre a su máxima capacidad y con el aparato
colocado en el escritorio a escasos tres centímetros de su cara...No se hubiese
percatado de que había sonado.
14:51 horas
Pero mientras se sentaba en una banca del parque situado a escasos metros de su
destino, pensaba en lo absurdo que sería andarse escondiendo de su propio padre y el
resto de sus compañeros de trabajo.
Era verdad que aún no tenía un panorama claro de su futuro junto a Pepa y no estaba
preparada, ni consideraba que fuese correcto exhibirse de la mano con la morena delante
de todos, porque no tenía la certeza de que esa relación fuese a durar, ¡Es más, ni
siquiera lo habían hablado...!
Hay veces que las palabras no son necesarias, sobran porque los hechos hablan por sí
mismos, y en este caso, los besos y las caricias dejaban entre ver el inminente
surgimiento de algo serio, fuerte...Duradero...
¿Y si no funcionaba...? Obviamente que esa era una posibilidad y antes de salir del
armario de golpe era necesario probar un poco para evaluar como les iba juntas, ya como
una pareja de verdad...Y entonces sí...Hablaría con su padre y podría presumir a los
cuatro vientos que esa morena espectacular era su chica, y que era suya, y que se
pertenecían, y que Pepa solamente tenía ojos para ella.
El día había amanecido precioso, caluroso, aunque claro, hizo nota mental que podría
haber influido el hecho de tener el cuerpo desnudo de Pepa pegado al suyo.
Nuevamente sonrió.
Pero podría jurar que unos intrépidos rayos de sol se habían colado a través de las
cortinas para iluminar tímidamente el dormitorio por la mañana.
Y ahora...
FLASHBACK
<
Esta vez fue Lola la que dejó escapar una carcajada. - Más bien
tú estás enamorada-
<
16:03 horas
Silvia asintió como si fuera lo más natural del mundo. -¿Pasa algo - Lo miró con
cara de “¿Te molesta?”.
-Es que dio órdenes de que nadie la molestara - Hizo una pausa y se rascó
la barbilla -Estaba de un humor que...¡Joder con ella, que estará muy buena pero
le hace falta un buen polvo!-
-¡¡¡BASTA CURTIS!!! - Está vez si consiguió que Silvia estallase y sus alaridos se
dejaran escuchar por media Comisaría.
-¡Pero qué Demonios son esos...! - Estaba gritando con la vista clavada en
Curtis cuando reparó en la presencia de su pelirroja, ahí parada con esa carita de
enojo que a Pepa tanto le gustaba - ...Gritos - Disminuyó notablemente su enojo y
sonrió cuando sus miradas al fin se encontraron fijamente.
Pero ellas seguían allí mirándose embobadas con una sonrisa patosa, sin
pronunciar palabra.
-¡Naranjo! - Gritó al tiempo que giraba la cabeza para encontrarse cara a cara
con él- ¿Me puede explicar a qué vienen esos...?- Se interrumpió a sí misma al
percatarse de que ya no estaba.
-El muy cobarde huyó- Se quejó Silvia aún molesta, pero aparentemente más
tranquila.
-¿Por qué discutían? - Preguntó con extrañeza, al tiempo que le indicaba a Silvia
que entrasen a su oficina.
Pepa arqueó una ceja y la miró circunspecta como esperando una explicación
mucho más amplia. -¿El muy guarro? - Preguntó.
Silvia tomó aire y recorrió los escasos metros que faltaban para llegar hasta la
morena que aún permanecía recargada en la puerta -¡Uff! Mejor olvidemos el
asunto que me pongo de malas, fue una tontería - Intentó restarle
importancia, contemplando la posibilidad de que a Pepa se le ocurriera coger la
magnum y volarle la tapa de los sesos en plena Comisaría.
-¡Vamos Pepa!...Que vine hasta aquí para verte...-Le hizo ojitos y posó
ambas manos sobre los hombros de la morena- ...Para besarte...-
Y justo cuando la boca de Silvia comenzaba a saborear esos labios que había
deseado durante toda la mañana y parte de la tarde, Pepa se apartó.
Silvia caminó detrás de ella y le pasó ambas manos sobre la espada para
acariciarla con cautela. -Hey...- Le dijo bajito, sintiendo como a cada caricia, la
rigidez del cuerpo de la traficante disminuía y comenzaba a disfrutar del contacto
-Yo confío en ti - Se acercó lo más que pudo a ella y se colocó en puntillas para
susurrarle un “Te quiero” al oído que inevitablemente hizo estremecer a Pepa.
-Solamente que no quería hacerte pasar un mal rato- La forense la miró con
expresión de tristeza y le rozaba dulcemente las mejillas con el dorso de la mano
-Lo siento-
Ambas se sonrieron.
-Pero es que ese pobre tío me ha tirado los trastos desde el primer día-
-Ya...Y tú te sientes muy halagada ¿no?- Abrió muy grandes los ojos como
esperando una explicación que le convenciera.
-Pues sí...- Respondió la violinista como la fresca mañana, con toda intención de
mosquear a Silvia.
-¡Anda pues...! - Pepa hizo nota mental de lo mucho que le encantaba la manera
en que su pelirroja arrugaba la nariz cuando se enojaba, y ahora mismo, mientras
hablaba se veía preciosa - ¡Que harían una linda pareja!- Nunca el sarcasmo
le había sentado tan mal a la Inspectora Castro.
Silvia la miró sin entender tan repentino derroche de alegría, pero aún sin articular
palabra.
La cabeza de Rita asomó discretamente por la ranura que se formaba por el efecto
de la puerta entre abierta.
-He dicho que pasarás ¿No? - Fue la intransigente respuesta que proporcionó
Pepa.
-Disculpe Agente Miranda, es que llegó esto para usted - Explicó Rita
extendiendo ambas manos que sostenían una caja de cartón.
No era difícil de suponer que su pelirroja estuviese cabreada, aquello que le había
entregado Rita tenía toda la pinta de ser un regalo.
Miró a Silvia intentado explicarle con las manos y los gestos que no tenía la más
remota idea del contenido, mucho menos del remitente.
Pero la Forense le dedicó una afable sonrisa hacia la Agente Peláez. - Gracias
Rita- Le dijo amablemente y de soslayo asesinó a la morena de nueva cuenta
- ¿Nos dejas a solas por favor? - Le pidió sin abandonar la cortesía.
Rita asintió un tanto descolocada por el repentino cambio de actitud de Pepa y con
un “Con permiso” salió del despacho.
-¡Y Pepa Miranda debe comportarse prepotente con todo el mundo para
demostrar su poder! - Le recriminó la pelirroja negando con la cabeza.
Pepa elevó los hombros, inhaló y unos cuantos segundos después, exhaló. Juntó
sus palmas y justo en el sitio donde convergían los pulgares apoyó la barbilla - A
ver Silvia, que yo nunca he podido ser amable con la gente, simplemente
no me nace -
-Lo sé...Es que soy algo bruta para tratar a la gente- Puso cara de cachorro
triste, a sabiendas de que Silvia no conseguía resistirse cuando hacía eso.
La pelirroja se acercó con toda la intención de abrazarla, sin borrar esa sonrisa de
su cara, pero de pronto desvió la mirada hacia el paquete.
-¿No piensas abrirlo?- Silvia soltó sin más, la pregunta que más bien sonaba a
un reproche.
-No tengo idea de quien pudo haberlo enviado- Respondió de forma sincera,
sin mostrar mucho interés en el contenido.
-Está pesada- Informó mientras trozaba la cinta adhesiva que la mantenía sellada
aún. Entonces la volvió a dejar sobre el escritorio y al fin logró destaparla.
La Agente Miranda dibujó una mueca de completa sorpresa en su rostro. -¿Un
contenedor isotérmico?- Preguntó con incredulidad.
-Quizás te hayan enviado un bote con helado- Se burló Silvia pero con
fingida seriedad.
-Esa chica sí que debe estar coladita por ti... - La Forense rompió el silencio
-Mira que...- Y entonces sus ojos se encuentran, y chispas invisibles saltan por
todo el lugar, y se pierden, y se quedan adheridas como si la fuerza de un imán no
les permitiera mirar rumbo a otro sitio - ...Regalarte de forma simbólica su
corazón y pretender convertirse en poeta para escribirte una tan nota
cursi llena de amor...-
- ¿Qué le has dicho? - Preguntó aún con la bolsa ziplock entre las manos.
- Pues que dormí con una chica, que estamos juntas y...- Entonces le regaló
una nueva sonrisa, aunque unos diez metros de distancia las separaban -...Y
que te quiero-
Silvia miró como Pepa devolvía el corazón dentro del contenedor isotérmico. -Pues
la verdad es que bastante bien - Respondió mientras con pequeños pasos
hacia al frente agotaba la distancia física que se interponía entre ellas -Dice que a
ella le basta con que yo sea feliz-
-Me tranquiliza que no te haya cuestionado por estar con una mujer- Le
comentaba mientras sentía las manos de Silvia acomodándose en ambos
extremos de su cintura.
-Es una gran mujer, aunque te confieso que no me fue fácil entenderla,
pero sobre todo es la persona más discreta que he conocido- Le informó
para intentar que se quedara más tranquila, mientras sentía que las manos de
Silvia se aferraban más y más a su cuerpo.
-Explícate- Le demandó.
Y entonces...
Y como siempre ha de ocurrir en los mejores instantes que nos regala la vida, la
puerta interrumpe, el sonido de un puño golpeándola es capaz de cortar el
momento más romántico que hasta esa tarde había presenciado aquél despacho.
Pepa miró a Silvia con un gesto que inequívocamente transmitía alegría. Y acto
seguido devolver al mirada hacia Rita
Rita se le quedó mirando a Silvia como buscando una explicación racional a tan
repentino cambio de actitud, pero la pelirroja solamente se encogió de hombros.
La morena asintió con fingida alegría, ¡Como sí le importara la vida de Rita!, pero
es que ese repentino cambio de actitud le significaban pequeños pasos hacia el
frente con su pelirroja.
Ambas mujeres miraron como Rita salía de la oficina con la expresión del rostro
reventando de absoluta felicidad y entonces Silvia se acercó a la morena.
Tenía toda la intención de abrazarla, besarla, decirle cuanto la quería, pero esta
vez fue Pepa quien sin decir nada, simplemente la tomó entre sus brazos, con tal
intensidad que pareciera no deseara soltarla nunca.
La estrechó con fuerza y le susurró varios “Te quiero” en el oído, mientras la sentía
estremecer entre sus brazos.
Pepa asintió.
-Claro...- Dejó su lata de coca-cola sobre el escritorio después de haber bebido
un sorbo -Pero será una sorpresa, así que no pienso decirte nada-
-Miedo me dan tus sorpresas... -Le regaló una sonrisa mientras veía con
atención la mano de la violinista a punto de atenazar la lata de refresco con su
mano para llevársela a la boca una vez más -...Tienes que dejar de beber esas
cosas que te vas a perforar el hígado y se te van a deshacer los riñones-
Pepa tomó la charola de los bocadillos y la acercó hasta su suegro -¿Un pinchito
para el estrés?- Le ofreció con desfachatez.
-Pero es que hija...- Seguía quejándose aunque eso sí, ya un poco más relajado
-Que aquí ya todo mundo hace lo que se les da la gana, que ya nadie
respeta mis órdenes-
Por un instante Silvia se puso nerviosa, no tenía pensada una coartada para
justificar su presencia en Comisaría, pero fue cuestión de décimas de segundo
para que las palabras correctas aparecieran en su cabeza. -Pues necesitaba
poner al tanto del caso a la Agente Miranda, le estaba contando lo que te
comenté cuando hablamos por teléfono ¿Te acuerdas?, Que mañana voy
a necesitar que se pase desde en la mañana por mi apartamento- Y
entonces le dedicó una mirada traviesa a su mujer, sintiéndose orgullosa de sí
misma por lo convincente que había sonado.
Pero Don Lorenzo negó con la cabeza, al tiempo que cogía un segundo bocadillo
-Pues sigo sin comprender esa necedad tuya de reunirse en tu
apartamento hija, que los asuntos de trabajo se deben quedar fuera de
casa y se atienden en Comisaría-
-La silla eléctrica es lo que le deberían de dar a ese imbécil- Pensó Pepa
en voz alta.
-Con permiso- Se excusó -Voy a salir a tomar la llamada- Y con unos cuantos
pasos abandonó su oficina.
-¿Sabías que eres una guarra?- Preguntó sin dejar de reír alegremente.
-¿Y qué te dijo?- Seguía gritando como adolescente después de recibir su primer
beso.
Pepa como pudo se alejó unos cuantos pasos dándole la espalda al Comisario.
-¡Mierda Sara! - Susurraba nerviosa por lo bajo -¡Que tengo a mi suegro aquí
dando gritos, te llamo más tarde vale?-
Y entonces colgaron.
21:36 horas.
La carta del lugar era bastante amplia, aunque la especialidad era la comida italiana.
La idea era cenar algo bastante informal, pero en realidad la sorpresa había resultado ese
sitio con un toque tan romántico...
Una atmósfera relajante amenizada por un piano en vivo que era perfecto para sostener
una conversación entre dos tontas enamoradas.
Por el tipo de construcción y la ubicación de la misma, el clima era bastante frío pero
contrastaba con el calor que producía la chimenea a tan solos un par de metros de su
mesa.
Descorcharon una botella de vino blanco Bottega Vinaia, ideal para acompañar pastas y
mariscos, y una vez con ambas copas servidas Silvia sonrió al contemplar esa
maravillosa vista que les regalaba ese enorme ventanal de cristal del lago que lucía
todavía más espectacular con el reflejo de las farolas.
-No voy a alimentar tu ego...Sí es lo que pretendes- Tomó su copa y bebió un trago.
-¡Salud! - Sonrió
-¡NO! - Le interrumpió- Sí quiero ser tu novia y que tú seas la mía y todas las
cosas que eso implique-
-Mmm creo que hemos hecho las cosas un poco al revés nosotras...- Susurró
-Primero nos besamos, después te dije que te quería...Luego dormimos juntas-
Pegó su rostro al de Pepa pero evitando que sus labios se rozasen.
Ambas sonrieron.
Entonces la morena tomó cierta distancia, la suficiente para tomar un nuevo pedazo de
pizza -Es que no pude...- Le dio un mordisco al triángulo caliente que sostenía en la
mano -...Te miré y simplemente no pude-
-¿Te refieres a quedarme paralizada por una rehén...? - Le dio una nueva mordida
a su trozo de pizza- ¡Por supuesto que no!-
-Entonces fue mutuo- Rió- Digo...Yo me quedé paralizada por el miedo pero...No
sé, hubo algo en tí, en tu olor, en el sonido de tu voz, tu sola presencia me
hacía sentir un poco protegida, incluso en medio de todo aquel terror que me
infundías-
-El destino...No te burles pero creo que estaba escrito que ese día, a esa hora
dos almas que en otra vida se pertenecieron chocarían y se reconocerían al
momento-
-¡Ya! Pero eso solamente lo sabes tú...- La besó de nuevo -...Y si alguien más se
entera entonces sí tendré que matarte-
-¡Ah! Y yo que sé...¿Quién me asegura que no le dices esas cosas a todas tus
conquistas?-
-Ya te escuché Lucas- Respondía molesta -En cuarenta minutos estoy allá-
Entonces colgó de mala manera.
La violinista miró con pesar a su pelirroja - Sé que esto no es ni por mucho la noche
tan especial que te prometí- Le dijo apenada -Pero en verdad tengo que irme-
Pero no en casa.
Y no...No es una casa rodante, es un cuerpo de carne y hueso, con roja cabellera
y piel blancuzca como la nieve que ha tomado su propio rumbo haciendo uso de
sus dos pies.
Por primera vez repudia con todo su ser la asquerosa vida de crimen que decidió
vivir, por primera vez siente que el dinero y la ambición la están apartando de la
esencia de su felicidad.
Pero es que una vez que matas...Una vez que pruebas el exquisito sabor del
poder...
Pero una vez que aprendes a tomar la mesa con la vista más bonita de todo el
restaurante, a ordenar la botella de champagne más fina sin siquiera tomarte la
molestia de mirar los precios en la carta, una vez que vas al centro comercial y te
llevas a casa todas las prendas que te hacían ver linda y sexy en el probador,
así...Sin reparar en el precio de la etiqueta...
Se frota los labios con brusquedad y entonces mira el color rosado, casi pálido de
los residuos de su propio labial impregnados en el dorso de su mano izquierda.
Y ríe con sarcasmo, pero lo hace de sí misma, ¡Sí! El color es rosa, pero debiera
ser rojo, porque a pesar de que esos labios tan sensuales van transitando por la
vida... Sin que se note...
Tal vez sí...Ó Tal vez solamente estaba iracunda porque Silvia no utilizó las llaves
del apartamento para entrar en él y entonces esperar a que Pepa llegara.
Darte cuenta de que entre más los pruebas más los necesitas.
-Estoy hecha una completa idiota por ella- Decía en voz alta mientras
intentaba deslizar la cremallera del elegante vestido negro que portaba esa noche.
Fue entonces cuando se percató que aún no se había deshecho de los tacones.
-No puedo permitir que maneje mi vida de ésta manera...- Lanzó una de
las sandalias, solamente para provocar que se estrellara contra el armario - Dice
que no le importa lo que yo haga, ni lo que yo sea, pero está intentando
castigarme por lo de está noche y no pienso permitir que me manipule a
su antojo- Finalmente lanzó la sandalia restante para que impactara contra la
pared.
-Sé que esto no es ni por mucho la noche tan especial que te prometí- Le
dijo apenada - Pero en verdad tengo que irme-
-¡Pufff! - Tomó una generosa bocanada de aire -De verdad que lo estoy
intentando Pepa, pero no sé si pueda- Entonces la morena presenció cómo
aquellos ojos negros se tornaban vidriosos -¡Es que todo esto me supera!-
-No lo sé Pepa...- Negó con la cabeza -Yo no sé si quiera pasar esta noche
contigo- Le dijo con pesar.
Bueno, en realidad no es que estuviera muy cuerda, pero en ese momento estaba
en plena crisis emocional, no sabía si era rabia lo que sentía, si era tristeza ó una
mezcla de ambas.
Había avanzado varios kilómetros cuando recordó que había dejado a Silvia en el
restaurante, sola, sin coche, ¡Joder! Que habían llegado juntas, que había llegado
con ella y la había dejado ahí, materialmente botada como a un par de calcetines
sucios que te quitas antes de meterte en la cama y luego los lanzas al suelo.
Salió tan enojada y se comportó tan egoísta que ni siquiera le ofreció llevarla a
casa o por lo menos asegurarse de que hubiera un sitio de taxis cercano.
Así que se limitó a pisar el acelerador con más fuerza y escupir un repertorio de
insultos que a juzgar por su enojo, resultaba bastante limitado.
Debido a su mala administración del tiempo le fue imposible llegar a casa de Lucas
y Sara a la hora acordada, así que tuvo que llegar directamente al restaurante en
donde se supone debiera coincidir con la persona que se convertiría en la próxima
víctima, el blanco perfecto que serviría para cosechar un éxito más en su récord.
Bajó del vehículo, el cual aparcó tres cuadras antes de la ubicación exacta del
lugar en donde esa noche debería seducir a un hombre de aproximadamente
cuarenta y dos años de edad. A lo lejos vislumbró la Touareg blanca que solamente
era utilizada para llevar a cabo este tipo de operativos.
Es curioso, ya que por lo general, este tipo de grupos pertenecientes al crimen
organizado emplean un vehículo distinto cada vez, para evitar dejar pistas. Sin
embargo, Pepa siempre decía que ese tipo de camioneta se asociaba más con la
típica ama de casa económicamente acomodada que recoge todos los días a sus
hijos del Instituto, así que a nadie le cruzaría por la cabeza que alguien a bordo
pudiera ser la cabecilla de una banda traficante de órganos.
-¡Ya basta!- Intentó poner orden Lucas antes de perder la paciencia -Que se
ponga el vestido como pueda, que improvise si es necesario, que
tampoco creo que sea tan difícil - Ordenaba desde el asiento del conductor -Y
respecto al coche, pues ahora llamo a uno de nuestros hombres para que
vaya y lo deje en tu casa-
-¿Tú de verdad piensas que yo voy a dejar que uno de esos imbéciles
conduzca mi coche? - La morena comenzó a chistar de inmediato.
-Lo siento pero Lucas tiene razón- Sentenció Sara -No podemos asumir
riesgos innecesarios-
Como bien amenazó Lucas, Pepa tuvo que sacarse los vaqueros y la camisa en el
asiento trasero de la camioneta y como pudo, con la ayuda de Sara se metió
dentro de aquel vestido en color negro, liso, recto y nada espectacular, sí acaso un
poco escotado del pecho y la espalda, pero nada para escandalizar a los santos de
la Iglesia.
Y como dato adicional tenían conocimiento de que se le iban los ojos con las
mujeres morenas.
El trabajo que haría Pepa esa noche sería bastante sencillo, debía sentarse en la
barra, de forma casual, pretendiendo no percatarse de la presencia de aquel
hombre. El resto lo haría él...Abordarla, sacarla platica, tontear un poco con ella y
entonces invitarla a seguir la fiesta a su apartamento.
El proyecto estaba trazado, ahora faltaba ejecutarlo, así que con pasos firmes, la
traficante atravesó todo el lugar, desde la puerta de entrada hasta la barra.
Lo miró.
Y Pepa se percató de que era un tipo que tenía ese típico “No se que”...
¿Encantador quizás? -Eso parece- Le sonrió de forma casual -Quedé con una
amiga pero me llamó para decirme que le surgió un contratiempo- Se
encogió de hombros -Pero yo ya estaba aquí en la entrada, así que decidí
no quedarme con las ganas de tomar al menos una copa, mala suerte
supongo- Y entonces bebió un sorbo de su martini.
-Mala suerte para usted, pero quizás muy buena suerte para mí-
Entonces Pepa hizo lo que tocaba, apretar esa mano y darle dos besos en la
mejilla - Pues encantada-
*Perfecto, presa mucho más fácil de lo que hubiera pensado* - Miró el reloj
de forma involuntaria, necesitaba saber que tenía tiempo, tiempo para disfrutar de
lo que quedara de la noche con su pelirroja - ¿Vienes muy seguido por aquí?-
Intentando parecer interesada.
-La verdad es que sí...Al menos cuatro veces por semana- Ahora fue él
quien bebió un ligero sorbo de su Whiskey en las rocas -Casi todas las tardes
saliendo del trabajo me paso por aquí con el pretexto de tomar una copa
y relajarme, pero casi siempre me voy de filo-
¡Vaya con la sinceridad de ese individuo! -En cambio yo...Es la primera vez
que me paso por aquí -
-Lo sé...- Le dijo él con mucha seguridad -...De haber visto tu cara antes
jamás se me habría olvidado-
-¡Uy! Tal parece que existiera una correlación muy directa entre las
rupturas sentimentales y el venir a este Bar a desahogar las penas-
-¡Vaya! - Exclamó Pepa con artificial sorpresa -¡Que directo! - Dio el último
sorbo a su copa y al fin ésta quedó vacía.
A Pepa le agradaba ese hombre, era una lástima porque de todas formas iba a
morir -Pues la verdad es que me has regalado una charla muy agradable
para acompañar mi copa, pero yo solamente venía por una y ya se ha
terminado-
-Pero ¡Por favor! - Rió -Permíteme que te invite una más...- Le guiñó el ojo
-Por lo menos-
Era ese el momento, “Ahora ó nunca” -Mejor déjame que te invite yo a ti...- Y
entonces sí...Se humedeció sutilmente los labios - ...Una copa en mi casa-
Sara y Lucas miraban discretamente desde otro punto del Bar, diametralmente
opuesto de la barra, cómo Pepa les hacía la señal de que debieran pedir la cuenta
e irse adelantando.
Javier siguió a Pepa, un poco extrañado de que la casa estuviera a las afueras de
la Ciudad, pero quizás por el calentón del momento ó por menospreciar la astucia y
la maldad que pueden reinar en la mente femenina, no reparó en desconfiar y
siguió su camino hasta llegar a la especie de cabaña en el campo, la misma donde
la traficante había terminado con la vida de Trujillo, apenas unos cuantos días
atrás.
Unos cuantos besos en los labios fueron suficientes para que Javier se distrajera y
diera la oportunidad a que Pepa vertiera una dosis sumamente elevada de
Remifentalino en su Whiskey.
Tan sólo unos minutos después, el hombre cayó inconsciente sobre el sofá.
Entonces Pepa marcó al móvil de Lucas para indicarle que todo estaba listo.
Y es que cuando te enamoras eres capaz de distinguir el sol entre las nubes más
obscuras, no existe estrella tan lejana en el firmamento que no se pueda rozar con
las yemas de los dedos...
Habría olvidado todo, incluso la identidad de ambas, todos los porqués que las
separaban, las razones que le gritaban en el interior de su cabeza que una
traficante de órganos no podía ser buena para ella, que quererla no era sano...
No cambiaría por nada esa noche llena de pasión y ternura dónde por primera
conoció el verdadero significado de hacer el amor.
Pero ella soñaba con llevar una vida medianamente normal junto a la persona que
ama, esa que le da sentido a levantarse todas las mañanas...
Y estaba segura que esa persona era Pepa, era a ella a quien se entregaría en
cuerpo y alma cada día que le restara de vida, pero ya no estaba segura sí valdría
la pena arriesgarlo todo por ella, no estaba segura si la morena estaría dispuesta a
ofrecer lo mismo.
Quizás Pepa no la amara tanto, quizás ese amor capaz de todo que sentía el
corazón de la pelirroja no fuese correspondido.
-¿No se supone que debieras estar con Miranda analizando los resultados
de las pruebas en tu casa?- Resonó la voz de Don Lorenzo, tan pronto como
Silvia miraba abrirse la puerta del CSI.
-Papá por favor, eso yo no tengo porque saberlo, que no soy su niñera-
Respondió arisca, detalle que no pasó desapercibido para el Comisario.
-¡Hija pero...! - Reparó una vez más en aquellos ojos hinchados -¿Tù has
estado llorando?- Preguntó boquiabierto, más de alguna vez había sopesado la
remota idea de que la neurótica Inspectora Castro estuviera constituida de roca.
-¡No soy de roca sabes!- Y no pudo más, las gotas de sal comienzan a
quemarle la mirada -A todos nos ocurre alguna vez, nos sentimos frágiles,
como sí no tuviéramos una casa a dónde ir- Sollozó.
-Lo sé mi vida- La abrazó con mayor intensidad -Nunca pude amar a nadie
como a ella, era la mujer más maravillosa que he conocido, era tan
hermosa...Y yo tenía tanto miedo no conseguir sacarlas adelante a ti y a
Lola...-
-Todos cometemos errores, pero con todo y eso...- Sonrió -Tú siempre has
estado ahí para Lola y para mí, nos has dado apoyo en los momentos
difíciles, nos trazaste el camino del bien- Justo en estas dos últimas palabras
intensificó el llanto, como avergonzada por todo lo que había hecho últimamente.
-Era mi obligación, pero sobre todo fue ese infinito amor que siento por
ustedes hija, que me duele decirlo, pero sé que no siempre he sido capaz
de demostrárselos, y he fallado en esas pequeñas cosas que pueden
llegar a significar tanto para una niña de nueve años, como cuando no
pude llegar al festival del día del padre ¿Recuerdas?- Confesó apenado -
Te compré una muñeca para lavar mi culpa pero tú no me perdonaste-
-Pero hay cosas mucho mas importantes que esas, como cuando me
defendiste de Trujillo en tu despacho, él estaba empecinado en culparme
de la muerte de Gonzalo y tú diste la cara por mi aún cuando corrías el
riesgo de que te abriera un expediente-
-No diga tonterías Don Lorenzo...- Deshizo el abrazo, se secó las lágrimas
solamente parar mirar fijamente los ojos de su padre que también estaban
humedecidos -Que yo estoy orgullosa de decir que El Comisario Castro sea
mi padre-
-No digas nada papá...Te quiero y necesito agradecerte por todo lo que
me has dado, porque...- Tomó aire -Yo no soy ni la mitad de la hija que tú
hubieras merecido tener -Le temblaban los labios, no podía seguir hablando,
solamente sintió los brazos de su padre envolviéndola una vez más.
-Si me hubieran dado a elegir, no habría sido capaz de escoger a una hija
mejor, eres una mujer extraordinaria, una Forense brillante, una policía
íntegra, eres inteligente y por si fuera poco eres hermosa, tu hermana y
tú son todo lo que tengo y lo único que amo en esta vida-
Silvia fue incapaz de articular alguna frase, las palabras de su padre solamente
incrementaban el sentimiento de culpa y por consiguiente el llanto.
-Y más vale que nadie sepa que la familia Castro estuvo a punto de
inundar el CSI con estas cursilerías- Decía Don Lorenzo con su característico
tono inquisitivo al tiempo que se secaba las lágrimas con el dorso de la mano -Y
con lo que respecta a usted, Inspectora Castro, no quiero volver a
escucharle decir esas tonterías de que no se merece tener como padre a
un viejo necio y cansino, ¿Entendido?-
-¡Cojones contigo hija! - Exclamó enfadado - ¿Será posible que seas tan
cuadriculada que hasta algo tan impulsivo e irrefrenable como el amor pretendas
racionalizarlo?-
-¡Eso sí que no Inspectora! Que con las cartas de amor que yo le escribía
a mi difunta Margarita hubieran podido sacar un guión decente para la
porquería esa de adolescentes del vampiro y el hombre lobo- Se defendió
indignado.
-Pues que lo sepas que no ha nacido la persona que merezca una sola de
tus lágrimas, y si ese gilipollas te hace llorar, entonces busca otro, uno
que sea inteligente y sepa tratarte como la princesa que eres-
-Gracias- Sonrió avergonzada -No pude haber sido más afortunada ¿Sabes?
Porque el mejor hombre del mundo resulta ser mi padre-
11:04 horas.
Pepa la mira a través del cristal, está allí trabajando en el ordenador, simula estar
concentrada pero ella sabe que no es así, puede notar la infinita tristeza que se
esconde en su mirada y no puede evitar sentirse culpable, sabe que es por ella.
Silvia asintió -Que bueno que llegas porque necesitaba hablar contigo-
La violinista sonrió -No te imaginas la noche terrible que pasé, imaginaba lo peor,
que estarías enfadada y no querrías verme, me asusté mucho cuando llegué a
casa y no te encontré...- Camino hacia la Forense, moría por sentirla cerca una vez
más.
-¡No Pepa!...- Colocó las manos como una especie de barrera para que la
morena no consiguiera acercarse -De eso justamente quiero hablarte-
Entonces se metió la mano al bolsillo de la bata blanca y le tendió el juego de
llaves de su piso que le había confiado la noche anterior.
-Lo siento pero...No las quiero- Las dejó sobre la encimera al notar que Pepa no
las cogía.
-Significa ¡Que no, Pepa! Que no pienso entablar una relación contigo...-
Aunque el corazón la traicionaba y las lágrimas amenazaran con rodar por sus
mejillas -Perdona mi honestidad pero tenerte cerca de mí no me
hace ningún bien-
-No quiero averiguarlo Pepa, me da miedo ese ser en el que soy capaz de
convertirme para estar contigo, siento que estoy perdiendo la poca
cordura que quedaba dentro de mí-
-¡El maldito miedo otra vez!- Se exaltó, prácticamente estaba al borde de los
gritos.
-Sí- Respondió igual de alterada que la morena -Pero resulta que es ese
maldito miedo el que puede impedirme que me ante caminando por el
borde de un acantilado con los ojos vendados-
-Vale pues no creo poder hacer gran cosa contra ese miedo atroz tuyo de
ser feliz...Así que...Ni hablar...Supongo que no me quieres lo suficiente-
Intentaba picarla.
-¡Por favor! No te atrevas a decir eso porque nunca había querido a nadie
como a ti y creo que te lo he demostrado una y otra vez, ¡Sabes que he
luchado contra todos mis principios para intentar entenderte, pero es
que no puedo evitar sentirme de esta manera!
-Déjame que te ayude a entender, sabes que daría todo para que no te
sintieras así...Que si pudiera te regalaría el mundo, pondría todos los
astros del cielo entre tus manos - Nuevamente intentó acercarse pero Silvia
dio un par de pasos hacia atrás y Pepa pareció entender puesto cesó si intento -
Mira yo sé que fui una imbécil, que cambié una noche maravillosa
por...Ni vale la pena hablar de ello, solamente quiero que sepas que
estoy arrepentida, que estoy consciente de que si no hubiera sido una
idiota ahorita mismo estaríamos en tu apartamento, sonriendo, felices...-
Sus ojos se humedecieron -...Te estaría abrazando-
-Sigo asombrada, Yo siendo tan racional nunca creí que pudieran existir
las mariposas en el estomago, no concibo como me envolviste para
meterme contigo...Pero es que no puedo estar con alguien que se cree la
dueña del mundo, y lo peor es que perdió su alma solamente para
obtener un poco de poder-
Pepa negó con la cabeza -Yo también lo creía así, pensaba que había
perdido mi alma, pero entonces te apareciste en mi vida y...La
recuperé...Eres lo más bonito que me ha pasado en la vida-
Las lágrimas que rodaban por las mejillas de la morena consiguieron ablandar el
escudo protector que había colocado Silvia alrededor de su corazón - No sabes
como desearía no necesitarte con tanta desesperación- Fue la última frase
que pronunció antes de que la sal que bañaba su mirada le nublara la vista,
nuevamente se había quedado indefensa ante el enorme sentimiento que se
desbordaba por todo su cuerpo, se habría lanzado a los brazos de la traficante que
al igual que ella, lloraba con desesperación por el temor de no volver a tocarla,
pero entonces la puerta del laboratorio se abrió una vez más y la familiar voz de
Sara se hizo escuchar.
Los ojos de Silvia se abrieron cual par de platos casi en sintonía con sus labios.
-¡Tita! - Entonces la voz de su sobrina sonó por lo alto - ¡Deja atrás ese
maldito orgullo ó la vas a perder!
-¡Es que...!-
-¡Es que nada Pepa! - Le interrumpió con voz enérgica -Que por mucho que
Silvia te quiera ella siempre va a pertenecer al equipo de los buenos,
mientras que tú estás en el bando de los malos, eres su enemiga natural,
y esto es demasiado para ella, debes tenerle paciencia, quererla,
cuidarla, ¡A tomar por culo con ese puto orgullo que tú tienes! - Le
reprendió.
-Es que no sé si seré capaz sobri, no estoy segura de ser la pareja que
ella necesita-
*******************************
Mientras que por el pasillo de Comisaría vaga un alma perdida, no tiene idea de
como ejecutar el verbo “Olvidar”, ¿Cómo dejar de sentir? De sentir ese amor que le
duele, que llena de oscuridad sus sueños, que le parte en dos el alma y le destroza
el cuerpo.
-Marina...- Pronunció apenada, sabiendo que tenía los ojos hinchados y rojos de
tanto llorar.
Pero Silvia negó con la cabeza - Resulta que ahí esta metida la cínica de
Pepa con SARA...- Este último nombre lo pronunció con rabia -...Su amante-
Concluyó con un atisbo de melancolía.
La Comandante Salgado la miró atónita. -¿Sara? ¿Sara, su amante?- Preguntó
sin dar crédito a las incoherencias que escuchaba -¡Por Dios Silvia! ¡Que Sara y
Pepa son familia!-
-¿Qué dices? - Por un momento se sintió arrepentida de todas las idioteces que le
pasaron por la cabeza
Marina sonrió -No pasa nada, hablen y aclaren sus cosas, que mi cuñada
te adora-
-Es que no es sólo eso Marina, hay demasiadas cosas que nos separan-
23:08 horas.
Había sido un largo día, una larga tarde y todo parecía indicar que sería una aún
más larga y dura noche.
Allá afuera, en la calle, la lluvia era incesante, su abrigo color negro estaba
empapado y sus botas de piel que casi le alcanzaban la rodilla estaban un poco
batidas de lodo, así que las talló lo mejor que pudo en el típico tapete de la entrada
con la leyenda “Welcome” y se deshizo de ellas para no estropear la limpieza del
piso.
Unas cuantas gotas de agua escurrían del cabello rojo hasta sus mejillas y cerró
un poco los ojos para limpiarse los rastros de lluvia que le nublaban la visión.
Y de pronto...
Cerró los ojos para sentir alrededor de su cuerpo a esos brazos que locamente
había extrañado.
-Shh...¿Tienes frío?- Preguntó cariñosa al darse cuenta que Silvia traía la ropa
mojada y la temperatura de su cuerpo estaba demasiado baja.
-No...Yo...- Intentaba articular palabra aún sin abrir los ojos, disfrutando del calor
que le brindaba el cuerpo de Pepa a su espalda -Estoy temblando porque lo
hago siempre que te tengo cerca- Confesó con timidez, pero convencida de
que las palabras estaban dichas y de que sería capaz de experimentar el frío
eterno si alejaba de esa mujer, a la que tanto amaba.
-Entonces deja que me quede esta noche, la siguiente y todas las que
vengan- Seguía hablando con tono muy bajito aún sin mirarse cara a cara.
-Lo único que yo tengo claro en mi cabeza es que una vida lejos de ti no
vale la pena vivirla-
-¿Y que han sido los mejores que has vivido?- Preguntó Pepa segura de
conocer la respuesta -Porque puedes estar segura que para mí sí...Para mí
sí lo han sido, pero aunque pensar en ti sea maravilloso - Negó con la
cabeza -No se compara con mirarte, ni con escuchar tu voz-
-¿Y tú de verdad crees que esto pueda ser normal? ¿Piensas que está
bien...? Es decir...Tú y yo juntas-
-En realidad se siente maravilloso, estoy segura que algo que se siente
así...No puede ser malo- Sonrió.
-Entonces ya no más dudas Silvia, yo te quiero, y estoy dispuesta a
modificar muchas cosas en mi vida para que podamos estar juntas-
-¿De verdad crees que pueda funcionar?- Preguntó con un poco de temor,
pero muy cerca de los labios de su violinista.
SÍ Y NO.
No hay que poner en duda el hecho de que en un instante toda cambia, pero no es
que se transforme de color, es que los ojos lo perciben de forma distinta,
Pero Protágoras de Abdera, un Sofista de origen griego, afirmaba que el “El mundo
está hecho a medida de quien lo contempla” Y seguramente esto sea verdad,
porque si la Inspectora Silvia Castro hubiese sido una persona equilibrada de la
mente, seguramente hubiera terminado recluida en un hospital Psiquiátrico
diagnosticada con Trastorno de Estrés Post-Traumático, debido a la severa lesión
emocional ocasionada por encontrarse expuesta a una situación que suponía un
severo peligro para su integridad física y su vida en general.
Sin embargo, han pasado casi cinco meses desde aquel 23 de Mayo, cuando todo
comenzó como una simple inspección de rutina, donde efectivamente un
panorama negro se convirtiera en la luz más resplandeciente.
No tiene la más remota idea de hacia dónde va, pero sabe perfectamente que si es
junto a Pepa, que si es esa Traficante de órganos humanos quien la va a llevar...
Y sabe que más de alguna vez, la gente las ha mirado paseando por la calle y las
han envidiado al verlas reír, porque ellos desearían poder tener alguna alegría para
compartir, y sin embargo...Silvia sabe que ellos no ríen porque no duermen dentro
de las mismas sábanas que Pepa, ellos no conocen la forma tan graciosa en que
un rebelde mechón de cabello resbala todas las mañanas por el rostro de la
morena al despertar...
-¡Me asustaste pelirroja!- Se quejó la violinista tallándose los ojos, después que
le salpicara agua con jabón dentro de éstos a causa del brinco que pegó.
Pero antes de cruzar la puerta, sintió las empapadas manos de Pepa sobre sus
hombros -¿Estás enfadada?- Preguntó con temor, sin percatarse de que Silvia ya
esbozaba una sonrisa triunfal.
Era imposible, por mucho que lo intentara...De verdad que era imposible.
-Dime...-
-No...- Y es que esa mirada de miel era su maldita perdición, era incapaz de
pensar, incapaz de ver hacia otro sitio, estaba allí, clavada en la intensidad de
aquellos ojos.
-¡Ufff!- Suspiró con la respiración acelerada -¿Y así esperas que me de prisa
para llegar a la casa de Paco?-
-Mmm...- Lo pensó por un instante mientras que ahora sí cruzaba la puerta -...En
realidad...- Caminó rumbo a la habitación y se percató de que Pepa la seguía
-Planeaba la manera de hacerte salir de la bañera-
Entonces Pepa atrapó los vaqueros y la camisa en color amarilla que le lanzó la
pelirroja, ropa interior incluida, pero de pronto llegaron miles de pensamientos
juntos a su cabeza, y no pudo evitar esbozar una sonrisa de medio lado.
¿Cómo habían llegado justo a este punto...? No tenía idea pero se alegraba
profundamente de que estuvieran ambas allí, juntas, enamoradas y...¿Felices?
La Forense la miró extrañada, ¿A que venía esa pregunta tan así...De la nada?
-En este momento sería mucho más feliz si yo también estuviera
desnuda, metida contigo en esa cama- Sonrió -Pero tenemos un
compromiso-
Esa respuesta era todo lo que Pepa necesitaba escuchar para confirmar que Sí, en
efecto, eran inmensamente felices juntas.
Y si ...¿Ser feliz había sido su sueño...ese que había estado persiguiendo durante
años...?
Entonces significaba que su sueño había llegado a su fin, pero se encontraba
enfrente del inicio de otro...
“Su mujer”, unos cuantos meses atrás, eso habría sonado tan disparatado en su
cabeza y ahora... Era sorprendente la naturalidad con la que podía pensar en Pepa
de esa forma.
22:46 horas.
El vehículo deportivo de color amarillo aparcó afuera del edificio del piso que
compartía la Comandante del CNI Marina Salgado con Francisco Miranda. Al llegar
a la casa de su hermano, Pepa se percató de que el auto de Lucas y Sara ya
estaba allí, por lo que la pelirroja le dirigió una mirada con cierto reproche.
-Te dije que llegaríamos tarde, que Paco y Marina se acuestan temprano-
-Pero nosotras no...- Y con una mirada malévola introdujo una de sus manos por
dentro del vestido de la pelirroja para acariciarle las piernas despacio y con deseo
de llegar más lejos
Silvia que ocupaba el asiento del copiloto se limitó a cerrar los ojos y sentir esos
dedos escurridizos ascendiendo sobre sus muslos a la par que su cuerpo
comenzaba a entrar en ebullición.
-Pepa...- Susurró mientras dejaba caer la cabeza sobre el respaldo del asiento
-...Tienes que sacar la mano de ahí ó jamás llegaremos a esa cena-
-Pues yo no tengo hambre...- Le dijo muy cerca del oído, mientras aquella
mano seguía haciendo de las suyas -¿Acaso...Tú sí?-
Silvia sonrió -No, no podemos- Acarició la mano de Pepa para expulsarla con
suavidad del interior de su vestido -Ni dejarlos plantados, ni terminar lo que
comenzaste- Se encogió de hombros.
Tomadas de la mano subieron las escaleras que las conducían hasta el piso donde
vivían Paco y Marina.
-Al fin llegan- Se hizo escuchar la voz de la Comandante Salgado una vez que
había abierto la puerta.
-El tráfico cuñada...- Se excusó Pepa -...Es que una ya no puede circular
por la bendita Ciudad, ¡Que es un caos a todas horas!-
-Hola Paco- Una vez más saludó tímidamente la pelirroja, justo después de que
los hermanos habían deshecho el abrazo -Lamentamos lo del tráfico...- Se
excusó nuevamente -...Quizás debimos haber salido con más anticipación
de casa- Dicho esto le lanzaba una fulminante mirada a la traficante que
solamente sonreía con desfachatez.
Paco era un hombre bastante noble y con un carácter bastante afable, así que
contar con su empatía era pan comido -¡Por favor cuñada, no te disculpes! -
Ahora era él quien sonaba apenado, decirle cuñada a una mujer, a sabiendas del
contexto de la situación, es decir, ella era la pareja de su hermana, y si bien, desde
hace años tenía conocimiento de la homosexualidad de Pepa, jamás les había
presentado una novia formal, y a pesar de que los meses habían transcurrido,
algunas veces aún le costaba acostumbrarse a la situación que no dejaba de ser
nueva. -Más bien el apenado soy yo que les insistí tanto para que vinieran
y nada más las hice pasar un momento desagradable para llegar acá-
-Nada de eso hermano- Pepa se adentró en el lugar como Pedro por su casa y
tomó a Silvia del brazo para que la imitara -Que para nosotras es un gustazo
venir a tu casa Paquito-
Ó al menos ese pensamiento recurrente era el que le consolaba cada vez que
Pepa le mostraba indiferencia.
Marina les invitó a sentarse en el salón donde ya las esperaban hambrientos Sara
y Lucas. Cualquiera hubiera imaginado que la expresión marcada en el rostro de
éste último era de enfado, quizás por el hambre y la espera obligada, pero Pepa,
quien a lo largo de los años había aprendido a descifrar uno a uno el significado de
sus gestos, supo que algo no estaba del todo bien...
Lucas deshizo el enlace con la mano de Sara y se levantó para saludar a Silvia con
cortesía, le dio dos besos a lo que la pelirroja respondió con un sonriente “Buenas
noches”, para acto seguido darle un caluroso abrazo a Sara.
Escasos cuatro meses atrás, Silvia deseaba partirle la cara a esa rubia y ahora...
¡Tan amigas como si se conocieran de años!
Mientras ellos salían del apartamento, las tres mujeres restantes se quedaban
mirando entre ellas como esperando que alguna supiera de qué iba todo aquello y
fuera capaz de proporcionar una explicación.
Probablemente Sara supiera más de lo que aparentaba, pero sabían que no era
momento para hablarlo, así que no diría nada.
Por su parte, Pepa y Lucas bajaron rápidamente las escaleras hasta salir del
edificio y encontrarse a solas en medio de la calle.
-Vamos Lucas, dímelo y trata de ser breve - Decía de mala gana la traficante
-A ver Pepa...- Junto las palmas de las manos y las apoyó en su frente
-...Anoche me llamó el tipo que nos va ayudar con tu encargo, quería
negociar y quedamos hoy para desayunar- Informaba con cierto atisbo de
preocupación
-No no no...- Negaba con la cabeza - ...A ver es que es algo complicado -
Observó la mirada atenta de Pepa que tanto conseguía intimidarle - ...Quiere que
hagamos un trueque - Entonces gesticuló con desagrado - “Hombre por
hombre”-
-Lo lamento Pepa, pero eso es lo que hay...- Se encogió de hombros con esa
misma mueca de descontento -...En 72 horas trasladan a ese tipo y te
aseguro que recluido en otra prisión será casi imposible que consigas
deshacerte de él-
-¿Te das cuenta de lo que me estás pidiendo? ¿Quieres que permita que
un cerdo le ponga las manos encima a mi pelirroja? ¿A MI mujer?- Se
señaló a sí misma con el dedo índice flexionado
-Eso mismo digo yo- Respondió aquel hombre con ojos que amenazaban con
salirse de sus órbitas -¡Así que deja de tratarla como si lo fuera! ¡Permítele
decidir si quieres colaborar o no!-
Marina temía por la venda que imaginaria que cubría los ojos de Paco y lo
mantenía al margen de la desagradable situación.
Paco únicamente pensaba en lo bien que olía esa pasta de cuatros quesos que
aguardaba en el horno.
-¡Que las tripas ya reclaman por un trozo de pan!- Dijo Paco con una risita
boba intentando romper la tensión en aquella mesa.
-Deberá ser la cena...- Intervino Silvia, sólo por decir cualquier cosa -Que huele
delicioso-
Sara agradecía el esfuerzo que hacían las dos mujeres por aparentar normalidad,
pero ella simplemente no era capaz de emitir palabra.
-¿Y cómo es abrir es eso de trabajar con muertos?- Preguntó Paco lleno de
curiosidad -Es que yo siempre he sido de los que se desmaya cada que
me pinchan para sacarme sangre...- Confesó apenado.
-Está mintiendo...- Le delató Sara con una sonrisa, quien al fin se atrevía a
participar de la plática -Yo jamás he visto a mi padre desmayarse por un
pinchazo- Y entonces contuvo la carcajada con grandes esfuerzos -¡Que el
siempre se desmaya en cuanto mira la aguja a más de cinco metros-
Sara la miró con sorpresa, había escuchado con atención cada una de sus
palabras y no solamente eso, también se había dado a la tarea de analizar “el
cómo” las decía, descubría poco a poco las razones por las que Pepa se había
vuelto literalmente loca por esa mujer, no solamente era una cara bonita
acompañada de un cerebro brillante, también había algo en ella que resaltaba, ese
lado oculto en donde eran capaz de morar obscuras perversiones
Pero a Silvia le parecía lo más romántico del mundo y entre risas comenzaba
realmente a disfrutar de la velada, incluso con la ausencia de Pepa; Esas personas
con las que compartía la mesa le hacían sentir cómoda, como sí ya perteneciera a
la familia Miranda.
Era Pepa que aparecía con mala cara y sin mucho esfuerzo por disimular su furia,
seguida por Lucas quien a juzgar por su aspecto no se encontraba mucho mejor
que la morena.
Silvia y Sara se miraron, obviaban que sus respectivas parejas habían discutido.
Pepa ocupó su lugar en la mesa junto a Silvia, mientras que Lucas hizo lo propio
junto a Sara, pero esta última se puso de pie...
-Nada de eso Sara, que para son mis invitados y casi nunca nos visitan
así que déjame ese gusto por favor...- Inquirió Salgado -...Si no me puedo
adjudicar el mérito de haber cocinado la cena, al menos quiero
atenderles como Dios manda- Sonrió y ante eso, la rubia no tuvo argumento
para desacatar sus peticiones.
Y ese era el vinculo que las unía, el saber que se tenían la una a la otra de manera
incondicional, sin excusas, sin pretextos, ni condiciones...
Porque así es el amor, no se mira, ni se toca, pero se siente y se sufre con él, pero
también se disfruta, y ellas sufrieron mucho por quererse...Ahora solamente había
sitio para gozar de su relación.
-¿Te paso la sal mi vida?- Le susurró Pepa al oído al percatarse que la pasta
estaba un pelin desabrida. Conocía perfecto a su pelirroja, sabía que le
encantaban las cosas saladas pero no se atrevería a pedirle el salero a Paco.
La morena sonrió con gesto de “Parece que no me conoces” y entonces Silvia miró
como de pronto el semblante de su novia se tornaba por fin lleno de alegría, como
si el incidente con Lucas hubiera quedado en el olvido -¡Paquito! - Le llamó Pepa
- Que digo yo que la sal se pone al centro de la mesa y la tienes ahí
apañada en tu lugar-
-Es el hambre suegro- Lucas intentaba desviar el tema, por nada del mundo
quería tener que responder a preguntas como ¿Y ustedes que tienen? ¿Acaso han
discutido?.
-¡Que Lucas es necio hermano! Dice que el problema del ruido radica en
que es necesario cambiar una pieza, pero yo estoy segura que...-
Entonces Lucas le interrumpió -Pues nada que Pepa piensa que una nueva
pieza rompería con la armonía de conservar todas las piezas originales
del auto-
-¡Pues claro! - Exclamó Pepa - ¡Que dentro de 50 años ese auto será un
clásico, nada de cambiarle las piezas!-
-A ver Pepa...- Intervino Sara...- Que de aquí a 50 años ese carro será un
montón de fierro oxidado y tú...- Rió - Tú, serás una anciana paseando en
silla de ruedas-
-Bueno ya- Paco intentaba poner orden -¡Joder con ustedes dos! ¿Qué no es
posible cenar en paz en esta familia o qué pasa con ustedes coño?-
El camino de regreso a casa había transcurrido con una Pepa bastante callada,
con la mirada que aparentaba estar fija en el pavimento puesto ya era tarde, pero
la realidad es que no conseguía ir más allá del parabrisas, se había perdido en ese
cristal que le recordaba la encrucijada en la que estaba atrapada.
Cualquiera de las dos opciones que barajaba podría ser peligrosa para Silvia.
Ésta última obviaba que algo estaba mal, pero no quería presionar a su mujer,
tenía la seguridad que de un momento a otro iba a soltar de golpe todas esas ideas
que viajaban a mil kilómetros por hora por aquella cabeza perturbada...
Pero no sucedió.
El disco de “Use your illusion” interpretado por Guns & Roses, fue el encargado de
que el trayecto a casa no se hubiera convertido en un silencio sepulcral, porque
que la voz de la pelirroja tampoco se dejó escuchar, ya que al igual que la morena,
se encontraba bastante pensativa, con la diferencia de que ella intentaba inferir el
origen de la preocupación de Pepa.
Al fin llegaron.
Pepa oprimió el botón del mando para abrir las puertas eléctricas del
estacionamiento que daban paso al interior del edificio.
-Es muy triste ¿No?- Fueron las inesperadas palabras que empleara la pelirroja
para romper el silencio.
-¿Qué chica?- Sí, astutamente Silvia intentaba hacer que Pepa confesase que
venía perdida pensando en quién sabe qué cosas.
-No hay tal...- Negó con la cabeza, se veía un poco enfadada o tal vez
decepcionada de que su pareja no confiara en ella, ó al menos no lo suficiente -
No hay tal chica, ni tal historia...- Se encogió de hombros, el carro ya estaba
completamente estático, el motor apagado... -Me refería a la canción, ese “Talk
to me softly...There’s something in your eyes”, no sé porque...No sé, creo
que ni siquiera es lo que dice, es simplemente esa melodía tan triste, esa
guitarra tan melancólica, pero...Esa frase...Justo ahora hizo que me
identificara con la canción-
-Es un clásico pelirroja, creo que todos alguna vez hemos tenido
emociones encontradas con “Don’t Cry”-
¡Bingo! Silvia se abría en canal para desnudar sus sentimientos y obtenía una
respuesta tan mediocre...Tan vacía...Tan...
¡Maldita sea!
Pero ahora lo hacía con tanta ternura, con tanta necesidad que...¿Cómo negarle
un beso a la persona que más en este mundo?, ¿Cómo negárselo cuando sabes
que es la única manera de devolverle la paz a su alma aunque sea por un
momento? ¿Cómo negárselo sí ella es todo tu Universo?
Sin reproches...
Simplemente obedeciendo los mandatos del deseo, del propio y de los latidos de
su corazón, se acercó a Pepa con determinación, la miró a los ojos con infinita
ternura y con delicadeza tomó el rostro de la violinista entre sus manos y entonces
la besó.
Durante el beso que no fue precisamente dulce, sino más bien apasionado, Pepa
se sentía capaz de curar los miedos, de ganar la guerra, de resolver con éxito
cualquier encrucijada.
Entre los brazos de Silvia se hacía más fuerte, se convertía en el ser más
poderoso del Universo ...
-No podemos hacerlo aquí- Jadeaba la Forense sin hacer nada realmente para
que Pepa dejara de devorarse su cuello.
Excitación que pudo corroborar Pepa al subir las manos por el interior del vestido
de su chica y llegar hasta el interior de los muslos.
Le encantaba sentir esa humedad entre sus manos, el mundo se podía estar
acabando allá afuera y eso no importaba, no mientras tuviera el núcleo de Silvia,
mojado y meciéndose encima de sus dedos.
-Pe...Pa...Que...- Intentaba decir algo pero se quedaba sin aire, se perdía entre
las caricias de su amante -Alguien puede vernos-
Silvia no tuvo más remedio que obedecer al notar como los movimientos de la
mano de Pepa se hacían más rápidos y más profundos cada vez. Así que la besó
como una loca desesperada, le mordía los labios y dejaba que su saliva se
mezclara dentro de la boca de Pepa.
Por su parte, la violinista deleitaba su sentido del tacto con los fluídos más íntimos
de su mujer, mientras que con la otra mano recorría como podía la mayor cantidad
del cuerpo de la pelirroja, de pronto conseguía colarla por arriba del escote y
tocarle los pechos, y era en ese momento que lamentaba no estar en la comodidad
de su cama para poder desnudarla a placer, deseaba arrancarle el vestido en ese
instante y acariciarla sin pudor, sin perder detalle de cada milímetro de la suavidad
de aquella piel.
Pero era tarde para cambiar de ubicación porque las manos de Silvia se apoyaron
con fuerza sobre la cima del respaldo, al tiempo que Pepa comenzó a sentir esas
contracciones en el cuerpo que estaba encima del suyo.
-No...- Fue la monosilábica respuesta, y la única emisión de voz entendible que
salió de la voz de la Forense, ya que el resto eran gemidos e intentos de
respiraciones sumamente agitadas-
Todo aquello para alcanzar ese sitio donde se desborda el instinto, ese sitio preciso
en donde se alinean las estrellas, en donde se tocan los océanos, ese lugar en
donde la pelirroja no había estado jamás hasta que conoció la existencia del amor,
en donde se entrega por completo y aún así estaría dispuesta a dar un poco más,
porque el mundo deja de girar, el sol deja de quemar, porque eso solamente puede
existir en un sueño...Y es que hacer el amor con Pepa es su sueño hecho realidad.
09:19 hrs.
-Pepa...Lo siento...Sé que no son horas- Resonó la voz de Lucas por el otro
lado de la línea.
-Pues lo lamento, pero ésta vez no tengo la menor idea de cómo resolver
ese asunto, así que decide tú...- Hizo una pausa y modificó su tono de
desgano por uno mucho más amenazante -...Pero a ella la dejas fuera de todo
esto - Susurró para no despertar a Silvia, sin imaginar que la pelirroja estaba
pendiente de cada una de las cosas que la violinista decía.
Dejó caer el teléfono junto a ella sobre el colchón, pensando en que efectivamente,
podrían avecinarse problemas si no conseguía asesinar al atacante de Silvia.
-¿Y Por qué no?- Se sentó imitando a la morena -Yo sé que hace unos meses
te pedí que no lo hicieras, pero a estas alturas ya entendí que solamente
sería uno más en la lista y digo no lo harás ni por hobbie, ni por maldad,
ni siquiera por dinero...- Sonrió enamorada -Lo vas a hacer por mí, para
protegerme y yo jamás te reprocharía el hecho de que quieras cuidarme
- Se acercó a ella para dejarle un beso en los labios.
-Confío en ti pelirroja-
-En realidad no lo sé, pero es que tú sabes como trabajamos nosotros, los
abordamos para luego seducirlos y...-
-No hace falta que me recuerdes que te besas con ellos, que sabes los
asquerosos celos que eso me provoca-
-Bueno- Sonrió complacida de que Silvia la celara -El problema es que ni Sara
ni yo somos su tipo-
-¿Le gustan los tíos?- Preguntó con una ceja levantada -Pues que lo haga
Lucas y asunto resuelto-
-Pero que ni Sara ni yo pasamos por una, bueno ni con una peluca, que
no tenemos pecas ni cabello rizado-
-¿Y la persona que tienes sentada frente a ti qué es...? ¿Un holograma?
¿ó Consideras que no soy capaz de seducir a un hombre?- Preguntó
indignada.
-A ver Pepa...Tú misma dijiste que con ese tipo libre mi vida peligra,
¿Será que prefieres mantener a salvo tu ego y la presunción de que a tu
mujer nadie la toca más que tú...Aún cuando mi vida corra peligro?-
-Lo sé...- Respondió tranquilamente -...Esta vez sería parte activa dentro de
un asesinato...¿Y sabes qué? ¡No me importa!, me asusta incluso
pensarlo Pepa, pero es que yo mataría por ti y para ti, no hay nada que
no hiciera si tú me lo pides-
-Hay muchas cosas que nunca pensé que sucederían y míranos, aquí
desnudas en tu cama...Ya nada me sorprende, sólo quiero que sepas que
te amo, un poquito más con cada segundo que pasa-
PERSPECTIVA DE PEPA.
Dicen que aquel que comete pecado, rechaza el amor divino, se opone a la propia
dignidad de hombre llamado a ser hijo de Dios y hiere la belleza espiritual de la
Iglesia...
Bonita vida la que me obligó a vivir, me pregunto en dónde estaba él cuando murió
mi madre...
Me encanta esa sensación que se produce en mi interior al saber que ella está
esperando por mí para cenar, que en cuanto cruce la puerta ahí estará con esa
sonrisa que me derrite, ¡Que me pone idiota!
Oprimo el botón que abre la puerta del ascensor, mientras espero a que esto
suceda pienso en el triunfo de la noche.
Pero hay algo dentro de mí que no me deja disfrutar del momento, y es que yo
creo firmemente en la inexistencia de la “Justicia Divina”, no te tenido el gusto de
conocer al remordimiento, para mí solamente ha sido un día más de trabajo, pero
para ella...
El color rojo le sienta maravilloso, hace juego perfecto con su cabello, resalta lo
penetrante de sus ojos y entonces...Aún avergonzada por lo que he permitido que
suceda, por arrastrarla conmigo por un camino sinuoso y lleno de piedras me
animé a terminar con el silencio.
-Lo sé- Respondió asintiendo -Pero esto no es nada comparado con lo que
yo haría por ti - Se levanta y camina hacia mi con los pies descalzos.
-No lo digas...Nunca te pediría algo así- Negué con la cabeza -Ésta vez lo
permití porque era tu propia vida la que corría peligro-
Esta vez fue ella la que no me permitió seguir y me calló con un beso - Shh..- Me
derritió con una sonrisa -No lo digas, yo sé que lo haces por protegerme y
me encanta que lo hagas, pero es que eso me hace sentir no sé, no me
gusta que me percibas como una mujer indefensa y débil, al contrario,
me encantaría que pienses que soy valiente, porque intento serlo, nada
me encantaría más que saber que te sientes segura conmigo, a salvo,
que me dejes cuidarte como lo haces tú conmigo-
-¿Crees que es una mala idea?- Supongo que era evidente mi temor.
-Es que...- Y entonces me mira de una manera tan increíble y profunda que
pareciera que nuestros ojos fueran capaces de salirse de sus órbitas para
abrazarse -Ya estoy harta que siempre que vas a visitarme a Comisaría
tengamos que buscar una excusa para ello, tan bonito que sonaría en la
boca de Rita “Zagalica que acabo de ver entrar a tu novia y viene
cargando con un oso de peluche”- Me dijo imitando la voz de Rita la dientona.
Me encanta como suenan sus palabras y con la pasión que imprime en cada una
de ellas, me encanta que me cele, que quiera estar conmigo, que no quiera
esconderse, que no se avergüence de nuestro amor.
-No puedo pelirroja, los osos de peluche me superan- Pero a pesar de que
me hace ojitos, no pienso acceder a tal cosa -Y de las flores ni hablamos-
La miro como se sonroja, para acto seguido encogerse de hombros con una
sonrisa timidilla - Es que eres la mejor-
-¿En la cama?-
Y es increíble como un simple beso deja de ser simple cuando existe una conexión
mágica e inexplicable entre dos seres que se aman con todo lo que son, sin
reservarse nada, sin miedo, sin prisa...
-¿Te dije que estás hermosa metida en ese vestido?- Le dije apenas nos
separamos.
-Pues puedes mirarme todo el tiempo que quieras con él y después me lo quitas...-
Sonrió -Sólo así podremos saber...- Me besa -...Comparando-
-Debe ser el vestido- Y con una sonrisa junto su nariz con la mía.
-¿Sabes de que tengo ganas?- Me preguntó con esa carita de boba enamorada
que me hacía flotar entre nubes -
-¿De qué? - Enredé mis dedos entre sus rizos, ¡Casi cinco meses y aún no perdía
esa fijación con su cabello!
PERSPECTIVA DE SILVIA
Entrar en la oficina de mi padre esa mañana, ha sido una de las cosas más difíciles
que seguramente me ha tocado enfrentar a lo largo de mi vida. Sentía mis manos
temblar a la par de mis rodillas, mi ritmo cardiaco estaba tan acelerado que apenas
podía respirar, estoy segura que los poros de mi piel transpiraban frío y unas
horrendas contracciones estomacales se anticipaban a lo que sería una confesión
de definitivamente etiquetaría mi vida para siempre.
No tenía idea como empezar, ¿Debía decirlo en forma directa...? ¿Sin rodeos?
¿O ...Simplemente intentar establecer una conversación con él para después
confesar?
¿Cómo se lo tomaría?
Quizás ya se las olía y sólo me llamara algo así como "practicante sexual anti-
natura" y entonces con el paso de los días iba terminar por aceptar nuestra
relación al darse cuenta de que yo era feliz.
Y que la sola idea de imaginarme liada con otra mujer le pareciera escalofriante.
Me daba pavor que considerara aberrante mi amor por ella.
Sonreí un tanto por los nervios y otro poco por la alegría que le daba al verme.
-Pero si serás exagerado papá...- Puse mi mano sobre su hombro, una vez que
cortamos el abrazo -...Que trabajamos en la misma Comisaría-
-Pues eso hija, que si no me lo has presentado por algo será...A saber los
vicios que tendrá-
Tomé una generosa bocanada de aire hasta sentir que se llenaban mis pulmones,
mucho me temía que esto no iba ser nada fácil.
-No no no...- Negué rotundamente, aunque no pude evitar pensar ¿Qué había
querido decir con ese “Nos conocemos”? ¿Acaso insinuaba que yo era una loca
impulsiva? Podría haberle reclamado, pero la verdad es que ¡Ni como desmentirlo!
-De hecho en mi situación no sería posible porque...- Lo mire antes de
continuar y me percate que me observaba con una ceja levantada -...Estoy con
una mujer- Finalmente me atreví a decir pletórica de temor.
-¿Una mujer has dicho?- Me preguntó con cierta tranquilidad aunque a mi
parecer con la esperanza de haber escuchado mal
Asentí, la verdad es que pronunciar el ya evidente "si" salía sobrando -De verdad
lo siento papá, sé que esto no tiene nada que ver con lo que tú hubieras
querido para mí-
¡Vaya! Supongo que el amor es así...Se desborda por todo el cuerpo aunque una
se empeñe en ocultarlo. -Sí papá...- Confesé tímidamente pero en ningún
momento escondí la mirada -Pepa y yo estamos juntas-
-No me gusta Miranda- Me dijo muy serio, aunque más que sonar molesto, se
escuchaba preocupado.
-¡Pero hija que eso es anti-natura!- Gimoteó -¡Esa maldita María José
Miranda es una anormal!-
-Pues entonces yo también lo soy papá, porque llevo casi cinco meses
durmiendo con ella en la misma cama-
-Silvia, cariño- Me miró con impotencia, como si deseara que sus palabras
tuvieran el poder suficiente para hacerme cambiar de idea. Estoy segura que
pensó en decirme miles de cosas pero de pronto y honestamente en un gesto que
no me esperaba, únicamente negó con la cabeza -A veces creemos estar
enamorados cuando en realidad es otra cosa lo que sentimos y una
mujer no se enamora de otra mujer-
-Papá...- Entonces le miré con dulzura, como intentando explicarle que no quería
alejarlo de mí, ni que nuestra relación padre-hija se viera fisurada a causa de mi
condición sexual, pero es que no sabia como. -Yo te amo infinitamente, eres
mi papá y fuiste capaz de desempeñar el rol de padre y madre a la vez
cuando mamá murió, y de verdad no quiero que el cariño que nos
tenemos se vea afectado por lo que te voy a decir...Pero es que a Pepa
también la amo y es mi pareja-
-Me queda clarísimo papa- Le dije molesta -Te agradezco por escucharme,
yo siempre he pensado que detrás de ese viejo gruñón existe un hombre
sensato, con capacidad para reconocer la realidad cuando está delante
de sus ojos, así que espero no descubrir que he vivido equivocada todo
este tiempo con respecto a ti y esperaré con paciencia que pronto
cambies de opinión-
Salí del despacho de mi padre dejándolo al pobre con un amargo sabor en la boca,
atormentado por sus demonios internos, sufriendo y quebrándose la cabeza para
descifrar en donde había estado su error, barajando la posibilidad de que yo fuese
lesbiana por la falta de una madre, por la ausencia de una figura femenina con la
cuál yo me hubiese podido sentir identificada. Porque claro está que mi hermana
Lola estaba casada y ella vivía entre los parámetros de normalidad aceptados por
mi padre, pero es que cuando Margarita, mi madre se nos fue, Lola ya estaba
grandecita, lo suficiente como para encaminar su sexualidad por la senda
adecuada.
Y mientras toda esa bola de cosas e ideas absurdas surcaban por la mente del
Comisario Castro, yo me escapé un rato de lo monótono que resultaba mi trabajo
en Comisaría para ir a “Los Cachis”, justamente el Bar de mi hermana Lola.
Entré al Bar con una enorme sonrisa, la verdad es que no me había ido nada mal
con mi padre, era lógico que no iba a ofrecer una gran fiesta para celebrar mi unión
con Pepa, había que darle tiempo y seguro que las cosas se encausarían de
manera favorable. Además me había quitado una enorme loza imaginaria que
cargaba sobre mis hombros, de cierta forma me sentía liberada y hasta feliz de ya
no tener que ocultar más mis sentimientos hacia Pepa.
¿Quién me iba a decir que terminaría liada con una mujer y encima delincuente?
Tan pronto cruce la puerta Lola me miró y a pesar de que se notaba algo ocupada
conversando con unos clientes, me hizo un ademán para que me acercara a la
barra.
Mientras ella terminaba de arreglar sus asuntos en una de las mesas, yo ordené
una botella con agua. La verdad es que después de semejante cantidad de
adrenalina descargada en la oficina de mi padre, me apetecía una copa de vino o
al menos una cerveza, pero si algo me distingue entre mis compañeros es mi
sentido de la responsabilidad y el respeto con mi horario laboral.
Negué con la cabeza pero al mismo tiempo le regalé una sonrisa -Es que al fin se
lo dije Lola- Y entonces me di cuenta de que ella no entendía de lo que estaba
hablando -Lo mío con Pepa, se lo dije y necesitaba venir y contarte-
-Lo normal- Respondí quitándole importancia -Me dijo que no esperara que
me hiciera una fiesta, que nunca iba aceptar a Pepa como su nuera y ya
sabes...Sus frases típicas-
Entonces Lola rió supongo que imaginando la escena en su cabeza -Tal vez
nunca llame "nuera" a Pepa...- Y entonces río con mas ganas -Pero quizás
hasta llegue a llamarle "hija"-
-Eres una idiota, pero es que Pepa tuvo la misma ocurrencia, dijo que le
pedirá a mi padre..."Don Lorenzo...¿Puedo llamarle padre?"- Terminé de
contarle casi ahogándome entre mi sardónica risa.
El ceño de Pepa se encontraba fruncido, era la quinta vez que tenían que
re-comenzar la pieza, y todo por el mismo chico, quien aparentemente no estaba
concentrado ó simplemente no se esforzaba lo suficiente.
-Es que yo...- Victor agachó la mirada, se notaba compungido -No practiqué el
fin de semana- Confesó con la típica voz indefensa que emite un infante cuando
definitivamente intenta manipular a un adulto.
-Vale...- Fue la expresión de Pepa que ni por error denotaba indicios de que su
molestia disminuyera -¿Nos puedes contar el motivo?-
-Es que se quedó a dormir mi primo Jorge en la casa y trajo su X-Box 360,
yo...- El chico se veía realmente triste - ...Bueno es que a mi papá no le
alcanza para comprarme uno y yo nunca había podido jugarlo tanto
tiempo-
-Con mayor razón pídeles una disculpa a tus compañeros...- Le pidió Pepa
un poco más calmada -...Que mientras tú pasaste el finde enterito jugando
video juegos, resulta que ellos estuvieron ensayando “Lacrymosa” una y
otra vez para no equivocarse ni una sola vez. ¡Y tú te has equivocado
cinco veces!-
Literalmente acababa de mearse del puto miedo, y todo por su culpa, por exigirle
disciplina y perfección a un niño que lo único que buscaba era jugar y tener una
infancia normal.
Pero se sintió aún peor cuando el resto del grupo comenzó a reír a carcajada
limpia señalando y haciendo evidente con el dedo lo que acababa de pasar con
Victor.
Pepa salió tras él no sin antes advertir al resto del grupo que permanecieran dentro
y no hicieran desorden.
-No era mi intención...- Ahora era Pepa quien se sentía avergonzada frente al
niño.
-¿Quieres que llame a tu mamá para que venga por ti?- Preguntó la morena
con tono cariñoso.
-No, Por favor- Le suplicó con cierto temor - Si sabe lo que hice me va
encerrar en el cuarto obscuro con los fantasmas- Decía desesperado.
-¿Hace eso? - Preguntó incrédula con cara de “Valiente hija de puta que es tu
madre” -Me refiero a que si te encierra-
-Vale no le vamos a contar nada de lo que paso ¿Ok?- Le dijo con una mayor
dosis de ternura -Pero tenemos que cambiarte esa ropa-
Afortunadamente Pepa era una directora muy estricta y les exigía llevar uniforme,
por lo que tenía varios pantalones en bodega, el problema sería la ropa interior.
La única solución que encontraron fue que de momento se colocara los pantalones
nuevos así...Sin utilizar nada debajo, lavar los calzoncillos e intentar que se
secaran lo más posible exponiéndolos al sol, aunque eso sí...Completamente fuera
del alcance de los ojos morbosos que pudieran seguir con las burlas en contra del
pequeño.
Victor no quería volver al salón, pero Pepa le convenció de que la única manera de
resolver un problema era enfrentándolo y si las burlas representaban un problema
para él, entonces había que enfrentarlas, porque escondiéndose no solucionaría
nada.
-No lo sé...- Dijo triste, pero entonces reparó en que seguro su novia comenzaba
a preocuparse -...No es nada grave, nada de ya sabes “El trabajo”-
Con esa pequeñísima explicación fue suficiente para que la pelirroja recobrara el
aliento -Menos mal- Dijo aliviada.
-No sé si se asustó, digo tampoco fui como tan ruda o tal vez sí- Dudó por
un instante -Pero no sé exactamente si fue miedo o vergüenza-
-Tal vez sus padres lo maltraten y por eso se asustó, quizás pensó que le
ibas a pegar-
-Sí...Después hablé con él a solas y le pedí disculpas y sí, en efecto
pelirroja, me habló de que su madre lo encerraba en un cuarto con
fantasmas-
-¡Hija de puta!-
17:34 horas.
Y Silvia se emocionó porque si Pepa estaba triste, pues ella también lo estaba y
mirarla sonreír de nuevo le devolvía la alegría a su día.
-Pues nada que ahora hay que concentrarnos en mirar las XBox porque a
ver creo que hay de varios tipos...- Entonces comenzó a leer lo que decía
cada una de las cajas -...A ver...aquí dice que este es XBox 360 Arcade,
Xbox 360 Premium y ¡Mira que linda que es la consola Elite, es de color
negro y también la hay en rojo!-
-Ya pelirroja, pero mira el precio que es la más cara- Se quejó la morena.
En ese instante se acercó una chica rubia, más o menos de la estatura de Silvia y
no mayor de 25 años, que a juzgar por el Uniforme que portaba, un pantalón negro
de vestir y una playera tipo polo en color rojo con el logo de la tienda, pues sería
vendedora del área de videojuegos.
-¡Hola Buenas tardes!- Se dirigió a la pareja feliz con una radiante sonrisa -¿Les
puedo ayudar en algo?-
-Pues sí...- Respondió Pepa algo confundida entre tantas consolas que en
apariencia eran iguales pero resultaba que a juzgar por el precio eran diferentes
-¿Cuál es la diferencia entre la Arcade, la Premium y la Elite?-
-Exactamente- Sonrió.
-¿Y yo para que quiero un disco duro si los juegos vienen en discos?-
Preguntó con una ceja levantada.
-Bueno con Live Points, que es una tarjeta que maneja Xbox 360 puedes
cargarle crédito y descargar juegos de Internet o en el caso de Guitar
Hero, puedes descargar canciones- La rubia se encogió de hombros como
diciendo “Ya ves la tecnología de hoy en día”.
¡Vale! Silvia observaba la escena con poco entusiasmo, ¿Acaso esa maldita
vendedora estaba intentando coquetear con su novia en sus propias narices? Sin
embargo permaneció en mutis.
-Si gustas te los puedo mostrar...- Le hizo la señal con el brazo de que la
siguiera -...Tenemos varias ediciones-
Poco más de Diez minutos después, ahí estaba Pepa, acompañada de la atractiva
y por lo visto muy acomedida vendedora. Ambas cargaban dos enormes bolsas
con las que apenas podían.
-No ¿Cómo crees?- Negó la violinista con una enorme sonrisa- Ya han sido
demasiadas molestias-
-En lo absoluto- Negaba entre risas, era obvio que en esos minutos que
desaparecieron de cuadro, habían hecho buenas migas y hasta se dirigía la una a
la otra con cierta complicidad. -Que esto es mi trabajo-
-Nada de eso- Y al fin miró a Silvia - ¡Anda Pelirroja, sostén las bolsas de
Jenny para que me ayudes!-
La Inspectora Castro que no podía estar más llena de rabia, levantó la mirada y la
clavó en la playera tipo polo en color rojo que vestía la rubia, fue entonces cuando
distinguió el nombre de “Jennifer” escrito en el Gafete que pendía de un hilo grueso
sujeto a su cuello.
Sin decir nada, miró a la susodicha con desdén y prácticamente le arrebató las
bolsas, dio la media vuelta y comenzó a caminar rumbo a la salida.
Pero Pepa todavía se acercó a darle las gracias a Jenny y le hizo un gesto con la
mano para decir “Hasta luego”.
-No es verdad- Y entonces se giró para quedar frente a Silvia -¿Mi vida estás
celosa?- Preguntó entre divertida y emocionada.
-¡Por supuesto que no! - Negó furiosa - ¡Estoy indignada que es distinto!-
Silvia esbozó esa mueca tan graciosa que hacía con los ojos y la frente arrugada
cuando estaba furiosa -¡Pues que lo harán contigo porque...!-
-¡Para, Para! - Le interrumpió Pepa -¡Era una buena vendedora Sil y yo no
tenía ni puta idea de cómo elegir un videojuego, ella nos ayudó y punto-
Le explicó con serenidad.
-¡Sí claro!- Respondió con ironía -Y por eso te reías con ella y hasta la
llamaste Jenny-
-Pues porque ella me pidió que la tuteara- Se justificó como si fuera lo más
normal del mundo
-Pues claro que te pidió que la tutearas, si poco faltó para que te
montara el cuento de que como compraste tantas cosas, te convertías
en cliente distinguida y te pidiera tu número para ofrecerte futuras
promociones-
-Pues de hecho lo hizo- Respondió como la fresca mañana -No veo qué
pueda tener eso de malo-
-No entiendo tus celos pelirroja, de verdad que no! - Negaba con la cabeza
segura de que los argumentos de Silvia eran simples necedades.
-Que te amo- La miró Pepa llena de ternura -Y que me amas- Y puso una
mano sobre la mano de Silvia - Y que pensaba en lo idiota que fue esa chica
si en algún momento pensó que yo podría mirarla si quiera, ¡Que yo
solamente tengo ojos para ti, solamente tengo manos para acariciarte a
ti- Y entonces acercó su rostro al de la Forense- Y solamente tengo labios
para besarte a ti- Y entonces sí, le dio un beso tierno, tan tierno que pudo sentir
como los labios de la pelirroja temblaban entre los suyos.
-Perdóname por ponerme así- Se disculpó apenada y bajo la mirada pero sin
deshacer el enlace de sus dedos -No soporto la idea de imaginar que puedas
dejarme de querer-
Resignación a que ese amor que sentían las arrastraba a cometer tonterías,
locuras inesperadas y que quizás llegaran a hacerse daño y se lastimaran...
Pero que al mismo tiempo, esas cosas que en algún momento les habían hecho
daño, que las habían separado...Hoy las unían irremediablemente.
-Una vez que entremos por esa puerta no sé yo si...Vaya a dejarte salir
después-
-Y digo yo que tú deberías estar con tus pruebas y esas cosas que haces
en el laboratorio en vez de seducir a jovencitas inocentes-
-Esa nueva pelirroja me gusta- Sonrió -Por cierto, estaba pensando que si
la madre de Victor es la bruja malvada que pensamos, tal vez lo regañe
por recibir regalos de su maestra de violín-
-¡Con todo y Guitar Hero incluído- Exclamó con actitud de “Si claro que se lo
va a creer”
-Me gusta, me gusta, sobre todo por aquello que decías de expiar culpas
y librar el infierno ¡Que mejor que alimentar a los niños pobres-
Por un momento pensó que alguien ahí dentro había decidido tomar revancha de las
maldades que Pepa había hecho a lo largo de su vida y estaba destruyendo el mobiliario
de la casa con un bate de béisbol.
Pero esa idea abandonó rápido su cabeza cuando escuchó unos alaridos de cerdo en
pleno matadero coreando...
-¡Dios mío!- Exclamó Silvia -Ya me veo todos los días con dolor de cabeza y
tapones para los oídos-
-”And never mind that noise you heeeeeeard...It's just the beasts under
your bed...”- Esos berridos definitivamente ya no podían ser cantos.
-¡Pero que parece que estás pariendo chayotes coño!- Tomó el control
remoto y amagó con apagar el televisor.
-¡Pero si lo haces terrible!- Comenzó a reír por fin al asimilar la escena. Pepa
ahí sentada en el sillón en sujetador y empapada de sudor, con una heineken a
lado.
-Bueno- Sonrió Pepa - Al menos gracias a que vienes hecha polvo pudiste
tomar la tarde libre-
-¡Vamos!- Se acomodó en el sofá junto a Silvia -Tú sabías que esto no iba a
ser nada sencillo, pero al menos lo estás intentando- Extendió los brazos
para envolver el cuerpo de la pelirroja.
-Ts Ts Ts- Se ladeó un poco hacia atrás, lo suficiente para que Pepa no pudiera
alcanzarla -Ni lo sueñes que...Apestas a perrito mojado-
-Yo sé que te encanta mi olor..Mi sudor...- La miró con lujuria -Sobre todo
cuando se adhiere a tu cuerpo-
-Anda y tira para la ducha- Le señaló el camino hacia el cuarto de baño con el
dedo.
-¡Vaya pues estoy aquí con Silvia y ella también te manda saludos!-
Intentaba disimular.
-¿Cómo ves a mi cuñada?- Torció los ojos -Quiere que le ayude a escoger
un regalo para Paco-
-Ya no seas mala- Sonrió con dulzura y se le acercó despacio -Que ella te ha
sacado de muchos líos eh...Además...- Y entonces la sonrisa se hizo tan
grande que casi no le cabía en la cara -Fue ella quien te ayudó a infiltrarte
en San Antonio, podríamos decir que gracias a ella estamos juntas-
Y por un momento olvidó el mal olor y el cuerpo pegajoso por tanto sudor.
La miró fijamente.
¿Cómo es posible que aún después de tantos meses siga sin cansarse de mirarla?
¡Es que nunca podrá tener suficiente de esos ojos color miel!
Pepa pensó que le dejaría un rápido beso en los labios y la llevaría a rastras para
la ducha, pero se equivocó, porque los labios de Silvia se posaron con delicadeza
sobre su hombro.
Y la violinista cerró los ojos para sentir el calor de ese delicioso aliento sobre su
piel que ya comenzaba a erizarse.
Silvia disfrutaba de esa leve interacción entre sus labios y la piel morena de su
amada. Degustaba su sabor, ese que era salado por culpa de la transpiración, pero
que a ella le parecía tan dulce, por el simple hecho de que...¡Era la piel salada de
Pepa la que estaba probando!
Y entonces esos labios que resultaron ser tan hiperactivos no pudieron quedarse
quietos. Continuaron su camino hasta parar sobre el cuello.
No podía parar de besar ese cuello, aunque lo hacía de forma pausada, tan tierna
y delicada que pareciera que tuviera temor de hacerle daño.
La mente de Pepa estaba plenamente consciente de que allá afuera, en el mundo
real, la esperaba una tormenta, que debiera darse prisa, salir de allí e intentar
resolver la problemática. Pero algo dentro de ella, en algún sitio muy profundo le
decía que lo único que podía salvarle eran esos besos, el recuerdo de aquellos
momentos que la hacían sentir tan viva...Tan feliz...
Y así con movimientos suaves, lentos, fueron caminando hacia el baño, sin decir
nada, sin mirarse si quiera, únicamente con los labios de Silvia clavados en su
cuello y la mano extendida sobre su pecho sintiendo el palpitar de ese corazón que
de sobra sabía...Latía por ella, porque le pertenecía.
PERSPECTIVA DE PEPA
Esa tarde en la ducha fue uno de los momentos mas hermosos que recuerdo
haber vivido. No tuvimos suficiente tiempo para hacer el amor, ni para acariciarnos
todo lo que hubiésemos querido, pero pienso que la vida debería medirse por esos
pequeños detalles por los que vale la pena existir y despertar cada día, solamente
para volver a sentir las manos blancuzcas de mi pelirroja enjabonando cada
centímetro de mi cuerpo, amándome con cada roce de las yemas de sus dedos,
con cada mirada, con cada beso lleno de ternura.
Me queda muy claro que no exageraba en lo mas mínimo cuando dijo que estaba
hecha polvo. Y entre el cansancio y el relax de la ducha había quedado rendida
sobre el confortable nórdico en color rojo.
¡Y yo de ella!
¿Quien querría reunirse con Marina y Lucas teniendo en frente ese majestuoso
panorama?
En esos casos...Lo mejor que puedes hacer es destender la cama con sumo
cuidado y en silencio, para no despertar al amor de tu vida.
Y ayudarle de forma disimulada, con movimientos casi imperceptibles a que se
resguarde debajo de las mantas.
¿Alguna vez te he dicho cuánto me encanta verte así...Sin nada más que el
brillo de tu piel? ¡Vale, Pues ahora ya lo sabes! ¡Tu cuerpo es tan perfecto
que me deja embobada!
Así que no fui capaz de despertarte y romper con esa escena tan perfecta.
Quiero que sepas que cada segundo que transcurra lejos de ti voy a
extrañarte como una loca. TE AMO.
Hasta dentro de unas horas que me resultarán eternas...
Antes de salir de forma sigilosa para no interrumpir sus sueños, le dirijo una última
mirada.
¡Es preciosa!
¡Me enamoré!
Jamás pensé que ella me correspondería, siendo dos mundos tan distintos...
Hay algo que no me gusta, sé que las cosas con Daniel Gutierrez, el hombre que
atacó a Silvia hace más de cuatro meses, no han salido nada bien, pero no sé,
siento que se avecina algo muy malo.
Y siento el maldito terror, ese que solamente siento cuando pienso que puedo
perderla.
Yo no soy capaz de vivir sin ella.
Aún sin saber porque, toqué el timbre del apartamento de Lucas y Sara con manos
temblorosas y tomé un respiro.
Necesitaba aire fresco para intentar tranquilizar esa ansiedad que me provocaba
un dolor agudo en el estómago.
Parecía que estaba en un funeral, siendo que ella siempre está alegre y le
encuentra buena cara a cualquier adversidad. Podría decirse que es la encargada
de no dejarnos caer y animarnos siempre para seguir adelante.
-Hola- Saludó aún más seria que yo e incluso omitió el protocolo de los dos besos.
-Pero ¿Qué le puede ofrecer Don Lorenzo? Si nosotros pagamos muy bien
por ese trabajo y cuando digo “Muy bien”... - Enfaticé la última frase -Hablo
de millones-
-Pero él sabe que nosotros tenemos mucho más poder que un simple
Comisario de Barrio- Les dije indignada, aún sin poder creer lo que escuchaba.
-Lo más seguro es que alguien más esté enterado de todo esto, el tipo no
tiene un pelo de imbécil, sabe que tu primer impulso será asesinarlo-
Opinó Marina sin que yo se lo pidiera, pero por muy cabreada que yo estuviera, la
verdad es que tenía la boca de razón.
-Sara...- Lucas la miró muy serio -En este negocio, las elucubraciones son un
lujo que no podemos permitirnos-
-Pepa, por una puta vez en tu vida deja de pensar solamente en ti- Me
recriminó Lucas -Si tu suegro encuentra cosas raras, nos va a cargar a
todos, Marina incluida-
Porque no existe una flama tan tenue que sea incapaz de quemar.
-Me voy- No pude decir nada más. Me levanté de mi sitio y me dirigí hacia la
puerta con la mirada perdida, la sonrisa muerta y seguramente con mi alma
entrando en estado de descomposición, sintiendo como era devorada por las
larvas.
-No hay mucho tiempo para decidir- Alcancé a escuchar la voz de Marina
mientras hacía girar el picaporte para salir de allí.
Con mucho más tacto que su marido, Sara se me acercó a darme un par de
palmadas en la espalda, ella sabía lo que significaba para mí ese “Hazlo” que
acababa de salir de mi boca.
-Estoy bien sobrina- Respondí llorando pero con una sonrisa pintada en los
labios.
No podía llegar a casa, Silvia no podía mirarme en ese estado. Pero tampoco
podía escapar y desaparecer, por mucho que deseara que el mar me tragase.
Estuve corriendo un rato por la autopista, la verdad es que fue una fortuna que no
me estrellara contra un árbol o contra otro auto, porque tenía la vista nublada de
tanto llorar.
Hay voces dentro de mí que gritan hasta ensordecer mis oídos y se burlan de mi
supuesto amor, y me dicen que el diablo no se enamora, que es incapaz de amar,
porque al igual que un lobo, el instinto de la traición es inherente a mi ser.
Y ese instinto traicionero aúlla en la esquina recóndita y obscura de lo que queda
de mi alma, donde algún día guardé todo lo bonito que Silvia había sembrado
dentro de mi.
Y todas esas cosas hoy se quedaban enterradas dentro de un desierto seco en el
que se había convertido mi corazón, la semilla del mal finalmente había germinado,
contaminando toda la pureza que mi pelirroja había traído a mi vida.
Ojalá pudiera abrirme en canal y drenar toda la maldad, toda la suciedad que vive
dentro de mi, ojalá pudiera descomponerme en partes y que permaneciera
solamente lo digno, lo limpio...El amor.
Estoy hundiendo mis colmillos en sus labios, soy la bestia asquerosa que deja
huellas indelebles de dolor en donde solamente deberían existir besos de amor.
Alrededor de las 9:00 de la noche al fin me atrevo a llegar a casa, cruzó el portal y
miro que las luces están apagadas, no se escucha ruido así que intuyo que ella
aún sigue durmiendo, seguro que no ha borrado esa sonrisa de sus labios con la
que la dejé cuando me fui.
Miro el reloj.
¡Es hora! Las 10:25, a las 10:27 de la noche, el Comisario Lorenzo Castro estará
muerto.
Y pronto recuerdo que la vida no es más que un juego cruel y despiadado, que se
encargó de unir a dos corazones que por nada del mundo debían encontrarse, ni
hablar entre sí, mucho menos latir tan cerca...Tan pegados el uno del otro.
Ese par de corazones que provenían de mundos tan distintos...
El suyo rodeado de una familia, destinado a salvar vidas...
El mío...Indiferente a la tragedia ajena, despreocupado por la vida de sus
semejantes...
Porque yo soy el dolor disfrazado con piel de amor que se ha infiltrado por tu
sangre, que ha carcomido tus neuronas hasta reducirlas a cenizas.
Soy yo tu peor pesadilla, esa fantasía catastrófica hecha realidad.
Soy el mal hecho carne.
Soy la obscuridad de tus días.
Soy yo quien te mata lentamente, quien mutila tu fe y descuartiza tu esencia
solamente por quererme.
Y desde mi averno particular estaré esperando para volverte a sentir, porque
aunque eso ya no sea posible, yo cerraré los ojos y aun seré capaz de oírte
respirar.
Y siento su aliento por toda mi cara y entre esas voces que me atormentan consigo
distinguir su voz.
Abro lentamente los ojos, ya no hay neblina, solo está ella y su sonrisa.
-Creo que me quedé dormida- Respondí sin pensar, aún no era plenamente
consciente de si esto era la realidad o sí seguía siendo parte de mi fantasía.
-Creo que un poco de Whisky- Y fue cuando al fin conseguí enfocar la vista y la
miré, aún desnuda, envuelta en una sábana.
-¿Sin mí?- No era un reclamo, simplemente creo que le habría gustado compartir
esas copas conmigo.
-Lo siento- Le dije apenada, la verdad es que me sentía en otra dimensión, era
como si fuera otro personaje quien estuviera interpretando la vida de Pepa Miranda
y yo fuera una simple espectadora, era como sí no pudiera mirar a Silvia, como si
estuviera frente a una extraña. -Es que no quería despertarte-
-Gracias por la nota que me escribiste- Me miró con tanta devoción que no
pude evitar sentirme más mal de lo que de por sí ya me sentía. No merecía tener
su amor, no merecía tenerla ahí junto a mí, jugueteando con mi cabello -La leí un
montón de veces y es que sentía los bichitos aquí- Me contaba llevándose
las manos a la boca del estomago.
Se acomodó en el sofá junto a mi, apenas cabíamos pero ahí estábamos las dos
recostadas y ella me envolvió con la sábana y y buscó los botones de mi camisa
para quedar en igualdad de circunstancias, y poner su piel contra mi piel.
-La leí por la tarde, es que el sonido del móvil me despertó y fue cuando
la encontré sobre el buró-
Al escuchar “Mi padre”, sentí un horripilante escalofrío que sacudía todo mi cuerpo,
pero creo que conseguí disimularlo porque Silvia siguió hablando.
-La verdad es que sí...Además ahora si seremos una pareja normal, como
cualquier otra, sin escondernos ni inventar pretextos tontos para estar
juntas-
Y sin decir nada, me aferré con fuerza a su cuerpo, necesitaba sentirla, estrujarla,
porque sabía que solamente así podría disminuir está maldita ansiedad que me
estaba matando.
Le hice el amor con desesperación, no pude ser cariñosa, el ritual de los besos por
todo el cuerpo fue vilmente omitido y pasé de aferrarme a su cuerpo en un abrazo
a deshacerme de los vaqueros y las bragas para comenzar a besarla con lujuria en
los labios y frotar mi núcleo contra el suyo.
Entre tantas emociones encontradas, creo que fui un poco brusca, la toqué sin la
acostumbrada gentileza y ella se dio cuenta, pero se lo atribuyó al exceso de
whisky en mi torrente sanguíneo.
Fui una amante bastante egoísta, demasiado preocupada por llenar todo mi vacío
emocional con sexo y me olvidé de ser tierna con ella.
Y así lo hice, hasta que ahora sí, me cercioré de que se convulsionara en mi boca.
Nos abrazamos por largo rato, fue en ese momento que comprendí que quizás
había sido un tanto ruda, y comencé repartirle besos tiernos por toda la cara,
intentando remendar mi falta de gentileza.
Así que optó por entrar al dormitorio y trasladar el edredón de la cama hacia el sofá
para abrigarse las dos y seguir durmiendo.
Su primer impulso fue ir por Pepa, presentía lo peor y antes de recibir las malas
noticias, necesitaba los brazos de la mujer que amaba reconfortándola.
La morena abrió un ojo, debido a la insistente voz de Silvia que le pedía despertar.
Miró la luz encendida del salón y sintió una dolorosa punzada en la cabeza,
producto de la resaca que comenzaba a pasar factura.
-¿Qué pasa?- Preguntó aún sin aterrizar de lleno en el mundo de los vivos.
Olvidando por completo que conocía de sobra la razón de que Silvia estuviera ahí
con el gesto compungido.
-Tengo varias llamadas de Lola y mensajes pidiéndome que me
comunique, temo que algo grave haya sucedido -
-No lo se, debo llamar a Lola pero tengo pánico de hacerlo- Entonces
buscó consuelo y protección en los brazos de su novia -Es que mira, todas
estas llamadas y los mensajes, Tengo miedo Pepa- Sollozó mientras le
mostraba el móvil.
Y así...Entre los brazos del amor, la Forense reunió el suficiente valor para tomar el
teléfono y comunicarse al fin con Lola.
-Hermana que...- La voz de Lola sonaba seria, con un toque de tristeza -Tienes
que serenarte y ser muy valiente-
Dicen que a nadie le gustan los hospitales...La atmósfera es tan fría que los
huesos se congelan como si de un sitio con el aire acondicionado encendido se
tratase, además de que se respira el miedo y una terrible sensación de pérdida,
acompañada de un olor a muerte y Formol.
Por si fuera poco, los pasillos largos y estrechos en completa obscuridad son tan
tétricos que de pronto pareciera que la gente instalada en la sala de espera, fueran
un personaje más del filme "El Resplandor" dirigido por Stanley Kubrick,
aguardando a que alguna criatura mutante o ser de ultratumba comience la
persecución por todo aquel escenario tan lúgubre.
Todo aquello le provocaba una infinita pereza y observaba de pie aquellos cuadros
desgarradores, con absoluta indiferencia mientras sostenía un capuchino caliente
que había extraído de la maquina expendedora.
Lo único que les habían informado era que un trailer envistió el carro de Don
Lorenzo cuando transitaba el camino de la Comisaría a su casa.
Aparentemente, el conductor del trailer iba borracho, o al menos eso declararon los
testigos que alcanzaron a presenciar el accidente, porque el responsable de
aquella tragedia que apremiaba a la familia Castro se había dado a la fuga.
Cuando llamaron a Lola para darle la mala noticia, solamente le dijeron que El
Comisario había tenido un accidente de tráfico y que se encontraba en Terapia
Intensiva en un estado calificado como grave.
Y al llegar al hospital los datos que recibió no fueron muchos mas de los que
previamente tenían.
Ahora mas que nunca le necesitaba para que con su entusiasmo le inyectara
esperanza y ganas de creer en los milagros.
Pero la realidad es que en esos momentos, la violinista era algo así como lo mas
parecido a un vegetal, incapaz de transmitir emoción, árida por dentro como el
Sahara.
¿Debería alegrarse de que las cosas hubieran salido mal y Don Lorenzo, aunque
en una situación critica, aún se encontrara con vida?
¿Ó debiera estar furiosa y preocupada de que su suegro tuviera más vidas que un
gato y pudiera causarle severas dificultades a posteriori?
-Es que...Te noto algo extraña, no sé, tal vez fastidiada de estar en el
hospital o quizás solamente estés un poco cansada-
Fue entonces que Pepa reparó en la mirada vidriosa de su Forense, estaba hecha
pomada por dentro y de veras necesitaba de sus brazos, su calor, esas palabras
más efectivas que cualquier ansiolítico y que solamente su boca era capaz de
pronunciarlas.
-Por supuesto que no, Tú te quedas con Lola que en cualquier momento
sale el médico a darles la buena noticia de que mi suegro está fuera de
peligro y yo voy a la farmacia por el suero y unos analgésicos-
Silvia abrió los labios dispuesta a decir algo, seguro la pensaba contradecir y
acompañarla a como diera lugar, pero antes de que las palabras fueran expulsadas
de su boca, como ángel caído del cielo y enviado por el espíritu santo, apareció
Sara, quien traía consigo una suficiente ración de cannabis para intentar aminorar
los malestares del alma.
-Necesitas un porro porque te ves fatal- Susurró Sara cerca del oído de su
tía, antes de los dos besos de rigor
La morena dedicó una mirada hacia su pelirroja que observaba con tristeza la
interacción privada entre tía y sobrina, quizás era la difícil situación que estaba
viviendo lo que la tenía más susceptible de lo normal, pero la cuestión era que se
sentía relegada del grupo.
-Espera un segundo- Se excusó con su sobrina y caminó para reencontrarse con
su pelirroja. -¿Te apetece un porro?- Preguntó encogida de hombros una vez
que estuvo para frente a ella.
-No estaría mal- Sonrió de medio lado -Creo que me hace falta-
Las tres se dirigieron hacia la salida del maldito hospital, aunque estaba claro que
para Sara la situación resultaba igual de bizarra que para Pepa y es que podrían
ser todas unas asesinas en serie, pero nunca habían matado por placer, y a pesar
de lo necesario que había resultado exterminar a Don Lorenzo, estaban ahí junto a
su hija, actuando como si nada...Fingiendo preocupación y ofreciendo apoyo.
Y entre ellas existía una especie de incómodo silencio mientras Pepa preparaba el
carrujo de marihuana.
-La mas difícil de todas, no recuerdo haber pasado por una peor, ni
siquiera la noche que murió Gonzalo y yo temía por mi vida y la de mi
familia- Respondió la Forense quitándole el porro encendido de las manos a la
violinista para darle un par de fumadas
-Sé que son exactamente las palabras que detestas escuchar en una
situación como ésta porque son justamente las que te suele decir todo el
mundo pero "Todo va a salir bien, ya verás"- Intervino Pepa -En un par de
días estará dando gritos por toda Comisaría rindiendo tributo a sus
inmaculados cojones y llamándonos "Desustanciadas" porque le
hacemos a la tijereta- Intentó bromear un poco para relajar a su novia.
Esas palabras hicieron sonreír levemente a Silvia, esa era la Pepa que ella
necesitaba a su lado en tales momentos, esa era la mujer mas parecida a la que
se había enamorado, la única capaz de devolverle el alma al cuerpo en semejante
tragedia que apremiaba su existencia en el aquí y el ahora.
-No tienen idea lo mucho que significa para mí que estén aquí conmigo-
Y mientras Pepa fumaba y las manos de la Inspectora Castro habían quedado
vacías, atenazó entre las suyas una de las manos de Sara con una y con la otra
una de Su morena - Les agradezco infinitamente por hacerme compañía en
estos momentos-
El corazón de la rubia se estrujo, ¿Se podía ser más vil? ¿Se podía ser más
basura? !Por supuesto que sí! Y para muestra de ello...-Hey Silvia no digas
tonterías, sabes que en estos meses te has ganado a pulso el titulo de
"mi tita" y ni Pepa ni yo vamos a dejarte sola- Apretó su mano como si con
ello pudiera lavar sus culpas.
-En una misión del CNI- Se encogió de hombros y le dio otra fumada al carrujo
de marihuana -Supongo que es lo que tiene estar casada con un Agente
entrenado por la CIA, estar irremediablemente destinada a dormir sola
tres cuartas partes de mi vida-
-Pues prepara otro y ya está- Le dijo como si la vida fuera tan sencilla y el ser
humano se la complicara por gusto.
-Chicas que yo debo volver allí dentro- Se excusó Silvia con voz bajita como
si temiera que alguien más la fuera a escuchar. Y entonces soltó una risita que
aunque intentó que fuera discreta, terminó contagiando al otro par.
Y ahí estaban las tres riéndose a carcajada limpia como idiotas, sin motivo
particular, simplemente encontrando un desahogo a la miseria espiritual que
embargaba sus respectivas almas.
-¡Vamos Sil!- Le invitaba una Pepa visiblemente, ya más relajada -Sólo otro
cigarrillo y ya-
04:18 horas.
-Silvia, menos mal que apareces, ya había enviado a Rita para que te
buscara- Le informó su hermana un poco aliviada de que al fin llegara.
Pero no era un buen momento para que Silvia asumiera su rol de médico, digamos
que la Forense se había ausentado por unas horas, se había ido de vacaciones y
en su lugar había dejado a Silvia la novia de Pepa, la Neurótica capaz de cometer
cualquier locura, como fumarse un porro afuera del Hospital mientras su padre se
debate entre la vida y la muerte...
-Mira Silvia...- Entonces aquel hombre hizo una pausa -Perdón- Se disculpó
apenado -¿Te molesta si te tuteo?- Preguntó con una sonrisa que ¿Para qué
mentir? A La Inspectora Castro le pareció encantadora.
-Mira el hecho de haber llegado hasta aquí nos posiciona con una gran
ventaja de un setenta por ciento, pero no podemos cantar victoria y
confiarnos-
-Pepa- Le reprochó con la mirada -Mi tía postiza está demasiado enamorada
de ti y extremadamente preocupada por la vida de Don Lorenzo como
para darse cuenta de que ese médico pretende impresionarla con su
pose de galán-
-No lo es...Yo diría que más bien es todo lo contrario, pero los ojos de
Silvia solamente son capaces de mirarte a ti- Se encogió de hombros.
-No- La rubia negó con un movimiento de cabeza -Se supone que tú deberías
estar junto a tu mujer ofreciéndole un hombro donde llorar y una mano
para estrechar, pero en cambio...Estás aquí...Completamente drogada,
teniendo delirios celotípicos-
-No soy capaz de mirarle a los ojos estando sobria- Confesó con la humedad
en los ojos.
-Es que no puedes permanecer borracha y drogada toda la vida-
Ambas presenciaron que al fin Silvia estrechaba la mano del médico en señal de
despedida y se daba media vuelta para buscarlas con la mirada. Una mirada a la
que Pepa no supo darle una interpretación.
-¿Cómo va todo?- Preguntó Sara a una pelirroja que se notaba desorientada, tan
pronto la tuvieron ahí parada frente a ellas.
Silvia negó con la cabeza -No sabemos a ciencia cierta, aunque el médico
nos da muchas esperanzas de que sobreviva, pero aunque lo logrará es
probable que queden secuelas porque recibió un golpe muy fuerte en la
cabeza- Les explicaba lo más coloquialmente posible.
-No, no se siente nada bien- Le informó Sara -Me temo que está bastante
drogada-
-Anda tita- Intervino Sara -No seas necia que te llevo a casa-
De muy mala gana, la morena accedió a irse con su sobrina, no son antes recibir
un beso en los labios por parte de su adorada pelirroja que contempló su partida
con tristeza, le habría encantado permanecer junto a ella todo el tiempo, pero es
que el estado de su novia era el menos propicio para estar en la sala de espera de
un hospital.
No entendía del todo qué pasaba, ni las razones de Pepa para ahogarse en
alcohol y después ponerse a volar con marihuana, no era abstemia ni mucho
menos, pero jamás se había caracterizado por perder la sobriedad de esas
manera, mucho menos así, sin dejar llegar la resaca.
Pero no se iba a quebrar la cabeza dándole vueltas a algo que parecía irrelevante,
cuando el asunto en que realmente debiera enfocarse se encontraba allí dentro, en
el área de Terapia Intensiva, debatiéndose entre la vida y la muerte.
10:22 horas.
El sonido de las cortinas que se corrían hizo que la violinista diera por finalizado su
sueño, la verdad es que el ruido no había sido tan estrepitoso, pero se le habían
acumulado las dos resacas, tanto la del whisky, como la del cannabis, y cuando
ese fenómeno se presenta, es normal que no se consiga descansar
adecuadamente; Las mantas provocan extremo calor y si te deshaces de ellas,
entonces un temblor de aparente frío se apodera del cuerpo y el resultado es dar
vueltas en la cama, despertar una y otra vez solamente para descubrir que el techo
es un platillo giratorio, que el suelo se mueve y que la cama se encuentra
suspendida en el aire, como flotando, y que en cualquier momento puedes caer al
vacío.
Así que después de experimentar todas esas cosas una y otra vez, al fin sintió
como la luz del sol se colaba por sus retinas y le lastimaba a tal grado, que parecía
que un taladro estaba trabajando a marchas forzadas en su cabeza, los oídos le
zumbaban y los labios le amanecieron pegados de tan deshidratada que estaba.
-Toma- Le extendió Lucas un Gatorade al percatarse que al fin había abierto los
ojos -Roncas como un tren- Se burló -Y hueles a piña podrida, ¿Qué carajos
bebiste anoche?-
-Black...- Intentaba despegar los labios para responder dignamente -Black Label-
Consiguió articular al fin, tomando la bebida hidratante en color púrpura
que Lucas le ofrecía-
-Silvia le pidió a Sara que te trajera a casa y bueno hete aquí yaciendo
plácidamente sobre mi cama-
-Creo que fumé de más porque lo último que recuerdo es ese asqueroso
olor a formol del hospital y un imbécil que intentaba seducir a mi mujer-
-¿Y que dijo?- Preguntó con desesperación, con esa enorme necesidad por
conocer la respuesta -¿Ya se sabe algo de Don Lorenzo?-
Lucas asintió de mala gana, como si las noticias recibidas le ocasionaran un grave
disgusto. -Pésimas noticias- Confirmó con sus palabras lo que ya anunciaba con
sus gestos.
En el umbral de la puerta apareció una Sara con ojos de desvelada y de fiesta, aún
en pijama, unos bóxers en color gris y una blusita de tirantes del mismo color.
Sostenía una bandeja que contenía unos cuantos emparedados, una jarra con
zumo de naranja y otra con leche.
-El viejo está vivo y para colmo acaba de reaccionar, ya está consciente
y todo- Terminó de informarle Lucas.
-¡Por supuesto que desayunaremos en santa paz sobrina, pero que sepan
que me alegro profundamente de que Don Lorenzo se haya salvado...!-
Entonces tomó otro sorbo del Gatorade -¡...Que yo jamás estuve de acuerdo
en que le matasen!-
-¡No voy a caer de nuevo en el chantaje! ¡No ésta vez que la vida me ha
dado una segunda oportunidad para remendar mis gillipolleces!-
-Emm Lucas...- Una Sara pensativa y tal vez decepcionada se le quedó mirando
a su marido -¿Tú serías capaz de matar a mi padre con tal de evitar perder
tu placa y entrar en prisión?-
-¿Pero qué tonterías me estás contando Sara?- La miró indignado -¡Pero por
supuesto que no!-
11:56 horas.
Pepa entró al hospital para encontrarse con una ojerosa pero sonriente pelirroja
que la recibía con los brazos abiertos y le daba noticia de que Don Lorenzo ya
había sido trasladado al área de Terapia Intermedia.
Era impresionante como el silencio podía decir tanto, la manera en que dos pares
de ojos eran capaces de comunicar tanto amor que no existían palabras suficientes
que pudieran hacerlo, al menos no con tanta precisión.
Y entonces apareció Lola en escena, quien venía de estar con su padre, al fin
había podido verlo, tocarlo, hablar con él, aunque fuera por unos cuantos minutos.
Después de todo los milagros existían y la familia Castro había sido testigo de uno.
-Hola Pepa- Lola le sonrió y le dio dos besos -Espero que ya te sientas mejor,
aunque deberías ir a descansar porque te ves fatal-
-¿Yo también?- Preguntó una Pepa asustada, peor que un niño pequeño que le
teme a los fantasmas.
-He dicho que ambas cuñada, así que no creas que te salvaras de pasar
al banquillo de los acusados- Rió.
-¿Y tienes idea para qué nos quiere a las dos ahí dentro?- Preguntó una
Silvia casi igual de asustada que su novia.
Lola negó con la cabeza -No me lo dijo, pero no creo que sea para nada
malo- Les animó con una gran sonrisa. -Y no tengas miedo Pepa, que estoy
segura de que te dejará llamarle padre- Se mofó, pero era normal, era una
manera de sacar toda la tensión acumulada, todo el miedo que había guardado
para transmitirle fuerza y optimismo a su hermana y ahora al fin podía celebrar y
hacer chistoretes.
La pelirroja sabía que era el momento de darle su lugar a Pepa, su lugar como su
pareja novia, como su pareja frente a su padre, así que no encontró otra forma
mejor que tomarla con fuerza de la mano.
Dicen que el espacio vacío entre los dedos, es para llenarlo con los dedos de la
persona amada y ni mandado a hacer ese instante para demostrar tal sabiduría.
La Forense golpeó la puerta con timidez y una voz femenina poco familiar le
autorizó la entrada.
-Cinco minutos- Les advirtió de mala gana y salió de allí cerrando la puerta tras
de sí.
-¡Papá! ¡Te veo muchísimo más recuperado que está mañana!- Exclamó
llena de alegría.
-Buenas...- Pronunció con timidez la Violinista, aunque hizo una pausa antes de
continuar, la verdad es que había perdido toda noción del tiempo...¿Serían días o
tardes?, Prefirió ahorrarse la vergüenza frente a su suegro y cortó el saludo de
cortesía con el simple “Buenas” -¿Cómo se siente Don Lorenzo?-
Pepa sintió el impulso de reír, pero Silvia le tiró un palo en el brazo, la verdad es
que no sabía si su padre había dicho aquello a manera de chiste o si estaba
molesto, ambas se quedaron calladas...Sin saber que decir.
-Si cariño...- Se dirigió el Comisario a la pelirroja -Me siento mucho mejor que
está mañana y supongo que ya como me ves fuerte y sano entras en
éste cuarto de la mano con ésta despotenciada...- Decía con voz que
expresaba cierto dolor, colocándose la mano sobre la zona abdominal, y que entre
otras partes del cuerpo, se había fracturado un par de costillas.
-¿Y si todo esto es por culpa de usted Pepa...? ¡Pues como carajos no le
voy a dar la bienvenida dentro de mi familia!- Y dicho esto extendió la mano
para que la violinista se la estrechara.
-Muchas gracias Don Lorenzo- Respondió casi al borde del llanto contagiada
por la emotividad de su mujer.
-No me de las gracias, que mi hija es una neurótica, ¿Ya le contó que
lleva dos novios que deja plantados en el altar?-
-Perfectamente bien, así que ya puede darme el alta- Exigió Don Lorenzo.
-Pero doctor...- Al fin habló la morena que había pasado inédita durante la breve
conversación- ¿No cree que mi suegro ya se encuentra perfectamente
bien?, digo no me parece a mí que sea incapaz de nombrar a los objetos
por su nombre cuando ya ha mencionado más de una vez a sus santos
cojones-
Silvia se le quedó mirando a Pepa con cara de “¿Qué coños te pasa?”, y es que no
estaba segura de que a su padre le hiciera gracia que hicieran publica su relación
frente a desconocidos.
13:03 horas.
Para Silvia, el día pintaba perfecto, después de superar una de las pruebas más
fuertes e importantes de su vida, todo parecía acomodarse a su favor. Ahora no
solamente tenía un padre fuerte y sano para rato, sino que también contaba con la
aprobación de éste para hacer y deshacer con su vida amorosa.
Y creía comprender a Pepa, seguramente los hospitales, al igual que las fiestas
decembrinas, le traían recuerdos dolorosos, la muerte de su madre, el suicidio de
su padre...Entre otras cosas.
Aunque no lo manifestara, debiera ser eso lo que la motivaba para actuar de forma
tan extraña, pero es que aunque no quisiera asaltarle a preguntas incómodas,
había algo más...
Silvia tomó dos expresos, la verdad es que estaba agotada, necesitaba recobrar
energía, porque se negaba rotundamente a pasarse un rato por el piso que ahora
compartía con su mujer y tomar un descanso.
Pepa ordenó chocolate caliente, aunque apenas lo probó, y no era que supiera
mal, es que cualquier cosa le provocaba nauseas.
Cosa rara, Silvia que era bastante melindrosa para la comida, había devorado el
suyo de atún atascado de mayonesa y aceitunas, e incluso había roído un trozo de
lo que dejó Pepa.
¿Alejandro García?
-Emmh...Pepa- La miró como si existiera algo que necesitaba saber con urgencia
unos cuantos metros antes de cruzar la puerta del hospital -Tú...¿Tienes celos de
Alejandro?-
-¿Intenta tontear conmigo?- Preguntó como sí fuera lo más normal del mundo.
-¡No, no, no...!- Intentaba que no surgiera ningún mal entendido entre ellas -No
se trata de eso, no lo pienses si quiera, jamás te subestimaría, todo lo
contrario...- Entonces acarició tímidamente su mano y la tomó entre la suya
-Desde que te conocí pensé que eras la mujer más inteligente que había
conocido-
-Pero piensas que soy ingenua- Le reprochó pasillo adentro hacia el área de
Terapia Intermedia.
-Estás exagerando-
-Solamente te estoy pidiendo que le dejes claro a ese tal Alejandro que
estás con alguien y no te interesa tener algo con él-
-¿Por mear en tu territorio como los perros? ¡Por supuesto que no! - Le
Respondió sarcástica con cara de ¿Y tú que crees?
-¡Otra vez con lo mismo joder!- Frunció el ceño un poco hastiada de la misma
cantaleta.
Y cuando parecía que las cosas no podían ir peor, apareció Alejandro con su
radiante sonrisa.
-Claro Al...- Entonces recordó que había acordado con Pepa no tutearlo -Vamos-
Le dijo finalmente -Será sólo un segundo mujer- Esto último iba para la morena
que se limitó a apretar los puños para contener la rabia mientras observaba como
su pelirroja se alejaba con ese tipo, que encima de todo, osaba a colocar una de
sus asquerosas manos sobre el hombro de su mujer.
Estaba iracunda.
Porque ¡Vale! Pudo haberle dicho “Será un segundo cariño”, pero ¡NO! Estaba
claro que no pensaba dejar en aclarar su condición de mujer comprometida y
encima gay.
-Te alegrará saber que he dado la orden ya para que Don Lorenzo
abandone Terapia Intermedia y sea trasladado a una habitación-
-¡Eso significa que...!- Exclamó feliz, poco le faltaba para que se pusiera a dar
saltitos -¿Está fuera de peligro?-
-No tienes nada que agradecer- Respondió aún sin recuperarse de aquel
abrazo que le había robado el aire -Tu padre es un hombre muy fuerte y con
muchas ganas de vivir-
-¿Sabes...?- Se frotaba las manos un tanto nervioso, mientras que Pepa no les
quitaba los ojos de encima -Sé que nos conocimos en el momento menos
afortunado para esto, pero ahora que tu padre ya está bien, será
cuestión de días para darle el alta y no nos volveremos a ver...- Entonces
hizo una pausa y jaló tanto aire como pudo -Al menos que tú dispongas otra
cosa-
-Vas a pensar que estoy loco, pero es que...¡Me flechaste!- Se atrevió por
fin.
Silvia sonrió con agradecimiento, la verdad es que era un tipo muy cortés y por si
fuera poco, guapo, educado, respetuoso, quizás si lo hubiera conocido seis meses
antes habría contemplado la posibilidad -Tus palabras me halagan- Sujetó su
mano en tono amistoso -Pero no puedo aceptar-
-¿Por qué?- Preguntó sorprendido, la verdad es que no se esperaba la negativa
-¿Alguna razón en particular?-
-¿Ella?- Palideció por un momento, probablemente por la vergüenza o tal vez por
la impresión - ¿Tú eres...? ¿Ustedes son...Están juntas?- Tartamudeaba un
poco.
Silvia asintió con el gesto repleto de satisfacción, esa mujer que estaba sentada a
unos metros de ellos, observando la escena con completa impotencia, era la mujer
de su vida, la única persona capaz de hacerla sonreír, de hacerla sentir completa,
estar con ella era...Sentir que era dueña del mundo porque nada le faltaba.
-Tranquilo, no pasa nada- Ahora era Silvia la que le dejaba una cariñosa
palmada en el hombro
-No es tu culpa- Se encogió de hombros -Es sólo que no...Ya sabes...- Quería
decirle algo, era evidente, pero no se atrevía -No pareces...No tienes pinta de
que te gusten las chicas-
-Supongo que no- Decía intentando encontrar un pretexto para escapar de allí
sin quedar como un resentido.
Silvia se limitó a sonreír por las palabras del médico, pero no dijo nada, era como
sí ya no quedará nada por decir.
-Ahora con tu permiso me retiro, que aún debo terminar la ronda con el
resto de mis pacientes-
Dicho esto último, la pelirroja se quedó mirando como se alejaba aquel hombre con
las ilusiones rotas y la sonrisa desdibujada, reflexionaba sobre lo acostumbrados
que estamos a querer a la persona que no nos quiere y jamás nos querrá, pensaba
en que absolutamente todos los “NO” duelen, pero que es menos doloroso recibirlo
que propinarlo.
Y mientras todos esos pensamientos surcaban por su cabeza, una voz ya bastante
familiar se dirigía a ella con cierto tono de cabreo.
-¿Y bien...?- Se cruzó de brazos -¿Me seguirás argumentando que mis celos
son injustificados?-
-Si apreté su mano fue para aligerar la carga del rechazo- Le explicó con
paciencia.
-¿La carga del rechazo?- Preguntó sin comprender mucho, hasta que escuchó la
frase de su propia boca y asimilaba cada una de las palabras fue que todo
comenzó a tomar cierto sentido -¿Qué me estás diciendo...? ¿Ese imbécil se
te insinuó?- Y de nuevo la furia volvía a su semblante.
-No...- Negó con la cabeza -No se me insinuó, solamente me pidió una cita-
-¡Vaya!- Dijo chocando sus palmas a manera de sarcasmo -¿Te invita a salir
pero no se te ha insinuado? ¿Y qué se supone que discutirían en la
cita...? ¿Cosas de médicos?-
-Es que no entiendo por qué tu afán de llevar todo a un nivel tan
extremista- Se quejó -Vale que sí...Me invitó a salir para conocernos
porque le gusto, pero me lo externó con mucho respeto, sin
insinuaciones fuera de lugar-
-Anda pues el chico es tan respetuoso que ya hasta siento como que le
tengo afecto- Dijo arrugando la nariz.
-¿El sarcasmo lo dejamos para después...?- Preguntó con cara de “Si quieres
podemos dar paso a lo que sigue ó nos quedamos discutiendo la misma estupidez
de por vida”
16:32 HORAS.
PERSPECTIVA DE SILVIA.
Por un momento pienso que es la silla más incómoda sobre la que me he sentado,
pero por otro lado reflexiono que es la primera silla sobre la que paso más de 5
horas seguidas después de no sé cuantos años de haber culminado mis estudios
académicos.
La verdad es que yo ya estaba muy acostumbrada a estar en constante
movimiento, en el CSI casi siempre estoy de pie, desplazándome de un lado a otro
y la verdad es que tanto tiempo en esa puñetera silla ya comienza a pasarme
factura, siento todo el cuerpo entumido y mis baterías se encuentran
completamente descargadas.
Quizás si...
Tan sólo hubiera escuchado a Lola y hubiera tirado para casa a descansar...
-Mucho gusto- Le dije por cortesía ante su respuesta que ya más ó menos me
esperaba.
-¿De qué se trata?- Pregunté nerviosa, sentí como las palmas de mis manos
transpiraban frío.
Entonces me relajé un poco, recordé que ya había bebido dos expresos un par de
horas atrás, pero aparentemente declararía oficialmente al 21 de Octubre como “El
día mundial del café”.
-Por supuesto que sí...- Acepté con una sonrisa -...Además me hace falta, no
he dormido nada-
-¿Cómo está Lorenzo?- Preguntó mientras nos enfilábamos pasillo afuera del
Hospital.
-¡Vaya!- Exclamó con genuina alegría -Te asustaría escuchar las cosas que se
dicen allá fuera-
-¿De mi padre?-
-¿Un golpe de suerte tal vez?- Se me hizo la respuesta más lógica -Además
no es raro que después de un fuerte susto se baje el efecto del alcohol-
Expuse con profesionalismo
-¡Vamos Silvia! Tienes que pensar como policía, Han pasado casi 24
horas de lo ocurrido y no han encontrado el trailer, es como si ya
hubieran tenido planeado un lugar para esconderlo-
-No te parece extraño que el trailer no tuviera razón social, ningún indicio
de que perteneciera a alguna empresa, y nadie ha reportado el robo de
un trailer o la desaparición de uno de sus empleados-
-Pero es que de solo pensarlo se me enchina la piel- Dije sin más con los
ojos como par de platos.
-Lo sé...Es duro saber que hay alguien que está cavilando la forma para
deshacerse de ti-
-Esa es otra de la razón por la que estamos aquí- Señaló con la mirada la
fachada de la cafetería a la que justo acababan de arribar -Debemos idear la
manera en que tu padre se encuentre vigilado las 24 horas y sí es
posible favorecer la propagación de los rumores que indiquen que está
en coma o que tiene muerte cerebral y si no le han desconectado ha sido
a la espera de que algo divino suceda- Me sugería mientras nos
acomodábamos en una mesa
-¡Tenemos que dar con esos hijos de puta!- Exclamé con tanto odio que
podía notar perfectamente mi sangre en ebullición y apreté los puños con fuerza.
-Gracias- Fue todo lo que atiné a decir, dándome por aludida quizás...Y es que yo
misma me había convertido en participante de crímenes impunes, la verdad es que
hacía mucho tiempo que yo misma había dejado de creer en la dichosa Justicia.
-Claro, eso nos sucede todo el tiempo, es nuestro pan de cada día...Pero
piensa, alguno realmente poderoso, que tuviese interés en hacer
desaparecer a Lorenzo, sobre todo piensa en alguien que no esté preso,
más bien que le estén investigando y ¡Claro!, a esa persona no le
convenía que el Comisario Castro fuera asesinado porque las sospechas
iban a recaer directamente sobre él-
-Es verdad- Asentí con mis pensamientos vagando a mil por hora, intentando
recordar rostros, nombres, expedientes, los últimos casos en los que había visto
como mi padre se apasionaba había sido el que supuestamente supervisaba Pepa,
ese relacionado con desmantelar a un grupo de crimen organizado y pues quizás
también lo vi muy aferrado a vigilar a Daniel Gutierrez, el hombre que me atacó,
que de hecho a estar altura ya estaría bien muerto. -Si se hubiese tratado de
una venganza lo habríamos encontrado acribillado o mutilado adentro de
alguna zanja, pero la verdad es que no tengo idea-
Dicen que quien nada debe nada teme, tal vez yo comencé a delirar que este
hombre sabía mucho más de lo que aparentaba cuando no fuese cierto, pero es
que yo ya debía muchas y por tanto me encontraba temerosa.
-Bueno hace unos meses...Pero mi padre es muy discreto con esas cosas
y la Comandante Salgado no que me tenga mucha confianza, por lo
general ella trabaja con su propio Forense y a mi no me dan acceso a las
pruebas- Mentí no sé por qué, quizás porque sentía que de esa forma protegía a
Pepa y tristemente ¡A mí misma!.
Es verdad que mi padre era muy discreto, pero la verdad es que Marina confiaba
mucho en mí, además desde que éramos algo así como familia, ella me mantenía
al tanto prácticamente de todo lo que sucedía, incluso en algunas reuniones nos
platicaba de ciertos casos y estoy segura que si hubiese tenido conocimiento de
que mi padre podría correr peligro me lo hubiera dicho.
-Vale- Respondí.
Para cuando nos tomamos el café, prácticamente ya me había dicho todo lo que
había venido a decirme, sin embargo mi padre ya estaba consciente y en perfectas
condiciones para que tuvieran una platica cara a cara, ¿Quién mejor que mi padre
para conocer a sus enemigos?
Sabiendo que lo iba dejar en buenas manos, decidí lanzarme para Comisaría,
necesitaba asignarle a un par de Agentes que montaran guardia en el Hospital,
tanto en interiores como en exteriores y sobre todo un par de hombres que no se
movieran de la puerta, debía tramitar una orden para controlar las visitas, elaborar
una pequeña lista con los posibles nombres de las personas que pudieran ir a
visitarle.
Lo primero con que me encontré al llegar a Comisaría fue al Agente Curtis Naranjo,
que se dirigía hacia mi tan pronto me vio subir las escaleras que conducían a mi
laboratorio.
-Inspectora- Me llamó.
-Eso era antes- Le dije con cara de “Y que lo sepas” -Seguramente estará
entrando y saliendo conmigo muy a menudo porque...-
-¡Vaya que ustedes se han hecho muy amigas pelirroja!- Esbozó una
sonrisa de medio lado -¡Que digo yo que deberías echarme una mano con
ella! -Me pidió con pose de galán.
Entonces sonreí y negué con la cabeza -A ver Curtis que Pepa y yo estamos
juntas- Nunca fue tan agradable convertirme en portadora de tan magníficas
noticias.
-Juntas, juntas- Sonreí -No habíamos dicho nada porque mi padre aún no
lo sabía y sabes como se pone, pero ahora él ya ha aceptado nuestra
relación y ¡Qué mas da que todo San Antonio se entere!-
¡Claro que sí, ella siempre tiene el control de absolutamente todo lo que pasa con
sus hombres!
¡Y lo estaba haciendo otra vez! ¡Me estaba subestimando, como si yo fuera una
niñata tonta, cobarde, débil y toda la bola de adjetivos ofensivos para una
Inspectora Científica de mi capacidad intelectual como lo era yo!
-¿Con Daniel Gutierrez?- Pregunté incrédula, ¿Que tenía que hacer un pobre
diablo como él atentando contra la vida de mi padre? En mi cabeza un acto de
venganza había quedado descartado desde el principio.
-¿Las órdenes de alguien?- Hice un esfuerzo sobre humano para que me saliera
la voz.
-Sí...Debe ser alguien muy poderoso, estoy seguro que detrás de todo
esto se esconde algo muy gordo, yo pensaba negociar con ese hombre y
ofrecerle un piso franco a cambio de que nos proporcionase nombres -
Me explicó, pero eso no tenía sentido, estábamos perdiendo el tiempo...¡Siguiendo
la pista equivocada! -Pero ya sabes cómo es la Salgado!- Alzó voces por el
teléfono como reviviendo su cabreo hacia ella -Siempre hay que hacer las
cosas a su modo y no me dejó interrogarle, me dijo que podría hablar
con él hasta hoy por la tarde-
Nunca aquella frase contenida en ese viejo poema de Neruda había cobrado tanto
sentido para mí...”Los recuerdos irrumpían en mi mente como una espada en
gotas, como un desgarrador río de vidrio...”
Su atípica borrachera, su actitud tan extraña, la manera tan poco sutil con la que
me había follado, porque esa noche no me había hecho el amor, ¡Me había follado!
¡Claro!
Apreté el móvil con todas mis fuerzas como si pretendiera exprimirle jugo.
-Lo siento papá, tengo que colgar, en un rato te marco ¿Vale?- Y colgué sin
esperar su respuesta.
¡No podía ser verdad!
Solamente puedo suplicarle a Dios que esto no sea lo que parece, que no sea lo
que estoy pensando.
Y entonces recuerdo que fui yo misma la que renuncié a Dios, la que me metí en la
misma cama con el diablo.
-¡Silvia!- Curtis paseaba su mano frente a mis ojos para que reaccionara -¿Estás
bien?-
-De todas maneras yo te llevo a casa que todavía estás muy pálida y con
lo blanca que eres zagalica te ves verde-
-Llévame al piso de Pepa- Le pedí sin pensar, pero por primera vez supe que yo
ya no era la misma, supe que al igual que a ella, se me había podrido el alma, se
me había contaminado de odio, de sed de venganza.
-Ya me dijo Curtis que están juntas- Sonrió dejando al descubiertos aquellos
dientes tan peculiares.
Dormir, dormir, dormir, eso era lo único que quería, dormir para nunca despertar,
cavar un hoyo tres metros bajo tierra y meterme allí para no salir jamás.
Abrí los ojos, en realidad si me quedé dormida, aunque no me di cuenta a qué hora
ni cuánto tiempo.
Abrí la puerta del coche patrulla en que me había llevado hasta casa...
Me ofrece su brazo para que me apoye en él porque aún me percibe muy débil.
Que fuerte es caminar por esa maldita acera, por la que solíamos pasear tomadas
de la mano, por la misma en donde tantos besos nos regalamos.
Ahora solamente quiero verla, quiero que venga y llene todas las páginas de mis
fantasías, quiero aplastarla...Verla retorcerse en el suelo sucio como a una
cucaracha después de rociarla con insecticida, quiero que sufra, que llore que
suplique de la misma forma en que yo supliqué por la vida de mi padre, mientras le
pongo una jodida mágnum en la cabeza.
Y conforme me adentro al edificio me doy cuenta que tengo miedo, que tengo asco
de mí misma.
Es horrible temer al sitio que una vez amaste, al sitio que una vez consideraste tu
hogar, es horrible estar frente al ascensor que abordas todos los días y tener
miedo de entrar en él, es horrible estar frente al quicio de tu puerta y no atreverte a
cruzarla, es horrible mirar tu habitación y temerle a las sombras que se forman en
la ventana.
Y como una autómata despedí a Rita y le prometí que descansaría, pero tan pronto
se fue me puse a buscar las llaves del carro de esa perra.
Lo único que le importaba en la vida eran los lujos, el dinero, no tenía espacio en
su vida para los sentimientos, y le iba a pegar en donde más le dolía, en su puto
“Bebe amarillo” y después yo misma me encargaría de que no volviera a joder la
vida de alguien...
¡Nunca más!
PERSPECTIVA DE PEPA
Me duelen mis errores por todo el cuerpo, no creí que esa confianza que un día mi
pelirroja depositó en mí...Pudiera lastimar tanto...
Yo solamente quiero que nos tendamos encima de éste sofá, que recuerde que es
nuestro lugar...
Que olvida lo que he hecho, por favor...Solamente pido que lo olvide y recostarnos
aquí, juntas, ¡Como tantas veces lo hicimos!
Que me regale esa sonrisa que me da el aliento para respirar, que me devuelva la
ilusión que me daba todos los días solo verla despertar...
-¡CUARENTA Y DOS!...- Grité al fin con desesperación mientras daba vueltas por
el salón de mi apartamento como una endemoniada, había transcurrido toda la
madrugada en silencio, quizás porque sabía que merecía este tormento y no
quedaba nada por decir...Solamente la maldita espera -Cuarenta y dos horas
desde la última vez que hablé con ella- Cambié mi tono de rabia y
desesperación por uno de más humildad, quizás de resignación al castigo.
Yo negaba con la cabeza y apretaba con rabia los labios, reprimiendo esos
sollozos ahogados que clamaban por emerger a la superficie.
-Vamos Pepa, que seguro Silvia está bien, las malas noticias vuelan y tú
lo sabes-
-¿Y de qué me sirve que esté bien si...De todas formas la voy a perder?-
Le pregunté rindiéndome ante el dolor, si bien no me desmorecí en llanto, si dejé
que las lágrimas fluyeran libremente dejando sus huellas de humedad por toda mi
cara.
-Pfff...No puedes ser tan egoísta tita, cuando amas de verdad deseas lo
mejor para esa persona aunque no sea contigo- Me miró con reproche, yo sé
que tenía razón, pero es que yo no podía entender eso, yo no era una persona
ordinaria, y definitivamente no estaba sana ni emocionalmente equilibrada.
-No digas tonterías que hasta hace unos meses tú eras muy feliz sin
haberla conocido-
-Vamos Pepa - Me abrazó con ternura -Que para bien ó para mal, la misión
de eliminar a Don Lorenzo fracasó y él está vivo, no te será nada fácil
pero si tienes paciencia y le das tiempo...Ella tal vez...-
-¿Tiempo?- Le pregunté saltando rápidamente del llanto a la ira, ¡Y es que para
Sara era tan fácil decirlo! -¿Cuánto sobrina?- De nuevo negué con la cabeza -Si
de sobra sé que una eternidad no le alcanzará para perdonarme,
mientras que a mí...- Y entonces intenté limpiar esas lágrimas que inundaban
mis ojos y nublaban mi campo de visión -A mí no me va a alcanzar una
eternidad para olvidarla-
Y hay veces que las palabras sobran porque ya todo ha sido dicho y mi sobrina
parecía comprenderlo, al fin parecía que aterrizaba en su cabeza la idea de que la
asesina despiadada de su tía por primera vez había tenido algo real, algo que me
llenaba la vida...Que le daba sentido a mi existencia e irremediablemente lo había
perdido.
Y tan sólo me acunaba entre sus brazos mientras el ensordecedor sonido del
silencio me recordaba que ya nunca más volvería a enredar mis dedos en su
cabello.
No había marcha atrás, el daño estaba hecho, supongo que ahora quedo fuera de
su vida.
Tal vez me quede demasiado dentro, como una estaca clavada en su corazón,
destrozándole la vida cada día, tan destrozada como ya la tengo yo.
Asentí.
Lucas se estaba encargando de buscar a Silvia hasta por debajo de las piedras y
tenía la orden precisa de no cesar hasta encontrarla.
-Pero alguna pista debes tener Lucas, ¿Que acaso no eres un Agente
entrenado por la CIA?- Le reté porque en ese momento estaba perdiendo el
control, ya no sabía ni que lo que pensaba, ni lo que sentía, estaba como atrapada
en un sueño, en donde absolutamente nada es lo que parece, o tal vez estaba
atrapada en la realidad y pretendía vivir dentro del sueño.
Pillé a Sara conteniendo una risita, después de todo, “Lo de Forense automotriz”
brindaba una pequeña esperanza de que la vieja Pepa, aquella que gustaba de
gastar bromas, pudiera reaparecer de un momento a otro.
Era un regalo que me había hecho Sara un par de años atrás para intentar
alegrarme una Navidad. Y junto con mi coche, eran mis dos bienes más preciados
y ¡Por supuesto que Silvia lo sabía!
En más de una ocasión me reprochó medio en broma, medio en serio que quisiera
más a mi “Bebé Amarillo” y a mi Desert Eagle que a ella.
Hasta cierto punto consideré predecible que el carro fuera a resultar deshecho,
aunque lo que me preocupaba era que Silvia pensara en estamparse con él, pero
algo me decía que ella estaba bien, al menos físicamente.
Ahora mi segunda preocupación era que se fuera a pegar un tiro con mi arma.
¡Es que era demasiado impulsiva! De pronto recordé que en una ocasión introdujo
un cadáver al maletero de la pareja de un ex-novio.
Y entre todo mi dolor, no puedo evitar sonreír al tiempo que se me escapa una
lágrima, y es que éramos tal para cual, la una para la otra.
¡Un par de enfermas mentales que nacieron para estar juntas, para amarse, para
quererse, para cuidarse, para complementarse!
Después de que finalizara la llamada con Lucas, le pedí a Sara que se fuera.
Pensar lo que se me venía encima, y al mismo tiempo luchar por dejar mi mente en
blanco, ya que cualquiera de los escenarios posibles eran más que desoladores.
Así que prácticamente terminé por pedirle de muy mala manera que se largara, no
sé, quizás hasta le haya cerrado la puerta en la cara.
Me senté en el suelo del salón, con una botella de Black Label en mano y me puse
a beber directamente de la boquilla como un alma en pena, con la desesperación
de alguien que ha perdido todo en la vida, incluso la esperanza de levantarse y
comenzar de nuevo.
Solamente había sentido semejante dolor en el pecho cuando murieron mis padres
y cuando aquel hijo de perra me violó.
Ahora me sentía igual de perdida ó tal vez peor.
Porque la diferencia era que ésta vez, la culpable de todo esto había sido yo.
09:46 horas.
Así mismo se encontraba la alguna vez racional Silvia Castro, agachada tras un
arbusto en la acera de enfrente de la que hasta un par de días atrás había sido su
casa.
Tenía dos puntos en la mira, la puerta que daba entrada al edificio y el coche de
Sara.
Sabía que la rubia se encontraba ahí dentro, lo cual significaba que Pepa no
estaba sola.
Había perdido la cuenta del tiempo que llevaba ahí esperando, aguardando por
una posibilidad de encarar a la morena sin testigos, porque esa cuenta que tenían
pendiente era sólo cosa de dos.
Llevaba quien sabe cuantos días sin pegar el ojo, los días más terribles de toda su
existencia, estaba desquiciada, llena de rabia y sedienta de venganza, dispuesta a
todo sin tocarse el corazón, porque simplemente ya no tenía, la morena se lo había
robado, únicamente para jugar con él como un guiñapo.
No hizo ni lo uno ni lo otro, simplemente apretó los dientes con fuerza, harta de
contener esa rabia, y es que destrozar con un bate de béisbol el Porsche de Pepa
no le hacía sentir mejor, no le le había resultado suficiente.
Se topó a un par de rostros conocidos y les dio el buen día como siempre lo hacía.
Su piso, su piso, alguien debería sacudirle la cabeza y modificar todos sus auto-
esquemas, “Ese ya no era su piso, esa ya no era su puerta, esa ya no era su vida”.
Tomó aire, el suficiente para reunir el valor que le hacía falta y hacer girar el
picaporte.
Cuando pudo distinguir que alguien había entrado, se topó con la anatomía de
Silvia, a escasos centímetros de ella.
No sabía que decir, únicamente se limitó a clavar sus ojos de miel en aquellos
color negro a los que tanto amaba, pero estos habían desaparecido, eran muy
distintos a cuando los había visto por última vez.
-No lo sé- Se encogió de hombros, aún con el vacío en la mirada -En el infierno
tal vez- Pero ésta vez, el odio hizo mella de sus ojos.
-No quiero escuchar tus mentiras- Le advirtió con la mirada perdida en algún
punto dentro de la nada.
-No te voy a mentir, solamente quiero explicarte- Y entonces de forma
instintiva dio un paso hacia donde se encontraba su chica.
-Es que tampoco quiero escuchar tus verdades, todas tus razones son
una mierda- Respondió en medio de sollozos -Fui una imbécil y solamente
era capaz de escuchar las cosas que tú decías...Y yo te creía-
-En tu puta vida vuelvas a llamarme así ¿Me escuchas? ¡En tu puta vida!-
Gritaba completamente fuera de sí, mientras sostenía el arma con manos
temblorosas a la altura de su pecho, apuntando con dirección hacia Pepa.
-¿Entonces que coños quieres Silvia? - Le preguntó con los brazos en los
costados -¡Las dos sabemos que tú no eres una asesina!- Le recordé
solamente para inyectarle la idea de que no le tenía miedo.
-Yo no quería- Le dijo derramando una lágrima al fin -...Te lo juro que jamás he
querido hacerte daño-
-No digas eso por favor- La morena también negaba con la cabeza, y al igual
que Silvia comenzó a desbaratarse entre lágrimas y lamentos llenos de dolor - Que
yo te amo- Le susurró
Silvia volvió a negar sacudiendo la cabeza mientras colocaba la punta de la
Mágnum en la frente de Pepa -¿Sabes cuál es tu maldito problema...? ¡Que
no estás acostumbrada a que te quieran, que no eres capaz de recibir
amor!-
-Baja el arma- Le pidió una vez más, mientras se secaba las lágrimas y sentía
como ambos cuerpos temblaban, el de la violinista por el miedo, el de la Forense
por el odio -No tuve otra opción- Le buscaba la mirada, pensaba que era la
única manera de aminorar aquella furia que corroía por las venas -¿De veras
crees que si la hubiese tenido habría hecho algo que destrozaría la vida
de la mujer con la que he soñado toda mi vida?-
-No hables de sueños Pepa, porque los humanos tienen sueños, hasta los
perros tienen sueños, PERO NO TÚ- Y aumentó la presión del revolver sobre la
cabeza de la Traficante -Tú eres tan sólo una máquina, ¡Una imitación de la
vida!, ¡Estás seca por dentro!-
Pepa se encorvó para que sus manos recuperaran la botella que había dejado en
el suelo instantes atrás -Ya me cansé de tu puto jueguito- Respondió con
coraje, con la idea fija de que Silvia únicamente pretendía insultarla, hacerla sentir
mierda, y que jamás tendría las agallas suficientes para descargar esa Mágnum en
su cabeza -¿Me vas a matar? ¡Pues anda coño, dispara!- La desafió.
En ese momento toda la sed de venganza y el infinito dolor que Silvia sentía se
hicieron uno mismo, se unieron para sacar el coraje y disparar ese condenado
gatillo que tanto le costaba apretar.
Era su padre, lo amaba por sobre todas las cosas y apenas escasos días atrás
había estado a punto de morir asesinado.
Pepa salvándola de aquel loco que pretendía sodomizarla y a saber que más.
Ambas cerraron los ojos, la pelirroja no era capaz de disparar mirándole a la cara.
Pepa no era capaz de presenciar como Silvia la miraba con odio, dispuesta a
arrancarle de tajo la vida.
Y entonces sucedió.
Se apretaba con fuerza para no perder demasiada sangre -Eso quiere decir
que...- Decía con ilusión a pesar de que sentía aquel horrible dolor punzándole en
la herida.
Fue lo último que una Pepa perpleja escuchó de aquellos labios que tanto amaba,
antes de que la pelirroja abandonara su piso...Tal vez para siempre.
Aunque yo me aferre
¿Es posible estar compartiendo un espacio con más personas, incluso charlar con ellas y
aún así sentir que el sitio está vacío?
Solamente queda una mujer arrepentida por todo aquello que no fue capaz de ser, por
todos los sueños que nunca se convertirán en realidad, por toda esa maravillosa vida que
tenía y se ha perdido de vivir.
Una mujer que en el acantilado de sus ilusiones sueña con disfrazarse de viento para
volver a rozar a su Silvia.
Disfrazarse de luz para colarse por la ventana de su habitación y embriagarse con su piel
todas las mañanas.
Que cambiaría todo lo que tiene para convertirse en una sábana y colarse dentro de su
cama.
Pero que para su desgracia, debajo de ese disfraz solamente existen las cenizas de un
juguete del destino que se rompió en su intento por amar.
11:26 HORAS.
-¡Nada más esa me faltaba! ¡AGRRR!- Gemía del dolor -Que me quedara
sin brazo y no pudiera volver a tocar un violín en mi puta vida-
-Pues déjame decirte que estuviste muy cerca- Decía mientras aplicaba el
líquido sellador en la herida, ya que Pepa amenazó con pegarle un tiro si se atrevía
a suturarla -Y más te vale que durante las próximas 48 horas no muevas
ese brazo al menos que sea estrictamente necesario- Ahora era él quien la
amenazaba con la mirada -Yo no soy partidario de estas cosas - Decía
refiriéndose al sellador -Porque cualquier movimiento brusco y se te
puede abrir la herida-
-Está bien- Asintió -Voy a hacer todo lo posible para tener cuidado-
En ese momento apareció Sara con una copa de tinto en mano y y dos vasos con
whisky, uno para Pepa y otra para Decker.
-¿Otra vez con lo mismo?- Preguntaba la rubia algo cansada de darle vueltas y
vueltas al mismo tema. Miró a Decker con cara de “Por favor suminístrale un
sedante para que se calle y se duerma”, pero el Forense simplemente se encogió
de hombros con una clara actitud de “Yo mejor ni me meto”.
-¡QUE NO PUEDO JODER!- Gritó con impotencia -Cada segundo lejos de ella
me asfixia, ¿Qué de verdad es tan difícil de entender?- Sollozaba con
desesperación.
-Pero a ver...- Sara intentaba hacerla entrar en razón -No puedes buscarla
ahora, que hace menos de dos horas te acaba de pegar un tiro-
-Pues ya estará más tranquila ¿Cierto?- Dijo como sí fuera lo más natural del
mundo.
-Pepa pero es que Silvia está hecha una fiera, lo último que quiere ver es
a ti-
-Esto ya está- Les informaba Decker colocando una gasa sobre la herida, pero en
realidad ninguna de las dos mujeres ahí presentes lo escuchaban.
-Sólo dale unos días tita, un par de días y ya está ¿Vale?- Le dijo Sara con
dulzura, permitiéndole que conservara la esperanza.
Esperaría.
Silvia cruzaba la puerta a paso muy lento, era como sí no quisiera llegar a su
destino final y es que estaba devastada por dentro y por fuera, se le
desmoronaban los huesos, se le desangraba el corazón, se le podría cada
centímetro de la carne y tenía que fingir entereza, debía aparentar que todo estaba
bien, tenía que ser fuerte...
¿Y cómo iba a ser fuerte si durante todo éste tiempo Pepa había sido su fuerza?
El motor que hacía latir a mil por hora ese corazón que ahora estaba marchito.
¿Y qué carajos se supone que debía hacer con todo ese dolor?
¡Mierda! “La vida es demasiado complicada como para tener que vivirla” Eran
justamente sus pensamientos cuando la puerta se abrió y vio salir a Lola.
-Hermana pero ¿Dónde demonios te habías metido? ¡Que nos tenías con
la angustia en el pecho!-
-Pero ¿Tú estás bien?- Preguntaba con preocupación la mayor de las hermanas
Castro.
“NO” Era lo que ansiaba gritarle al mundo entero -Sí...- Respondió en cambio
-...Pero necesitaba un tiempo fuera, reflexionar sobre muchas cosas...No
sé, estar sola y nada más-
-A ver Silvia que tú ya estás bastante grandecita para que nos pongamos
a pedirte cuentas de tu vida, pero ¿No te parece que debiste avisarnos
de esa repentina necesidad tuya por estar sola?- Le reprochaba sin duda.
-Ya sé, estoy consciente de que fui una egoísta pero es que yo tampoco
estaba bien-
La Forense asintió. -Pues me temo que sí, supongo que debo retomar el
medicamento-
-¡Ah, no! Tú no me vas a venir ahora con ese cuento cuando hace apenas
un par de días Pepa era el ser más maravilloso sobre la tierra-
-¡Lola!- Silvia la miró con un gesto que solamente ella sabía poner, de esos que
dicen un ¡Por favor no me atosigues con eso ahora quieres! -Ya no estamos
juntas y punto, no me preguntes ya-
-Va venir siendo cierto eso que dice mi padre y solamente eres una niña
caprichosa que un día quiere una cosa y se aferra con su vida hasta
conseguirla y cuando ya la tiene, entonces decide que ya no le interesa-
Una Lola muy decepcionada miraba con dureza a su hermana menor.
-¿Sabes qué?- Preguntó la Forense hastiada de que juzgaran sus actos sin
conocimiento de causa -¡Piensa lo que quieras!- Y después de exclamar con
semejante frase adolescente de todo tacto, se dirigió a la habitación de Don
Lorenzo.
-¡Dios Papá! ¿Tú también?- Preguntó enfadada -¡Que Lola me acaba de dar
un sermón allí afuera por lo mismo-
-¿Te parece poco desaparecerte por dos días? ¡Que ni Miranda sabía
donde estabas metida!- Negó con la cabeza -¡Bonita relación la de
ustedes!-
¡Joder! Pero es que...¿Cómo explicarles que lo suyo por Pepa no había sido un
capricho? ¿Cómo explicarles que la amaba más que a su vida? ¡Pero que con todo
y ese sentimiento que le cercenaba el alma...Lo de ellas simplemente ya no podía
ser!
-¿Podrías dejar de ser por un día el Comisario Castro, ese hombre que
solamente es capaz de juzgar a los demás y actuar únicamente como mi
padre? El hombre comprensivo que me apoya decida lo que decida?-
Preguntó molesta, pero la realidad era que tras ese fingido enojo se escondía una
infinita melancolía.
Silvia abrió muy grandes los ojos y la boca -¡No me lo puedo creer papá! ¡No
concibo escucharte decir eso!-
Pero había decidido escuchar las palabras sabias de su sobrina y darle espacio y
tiempo a su ahora ex-mujer con el fin de que pudiera digerir todo lo sucedido, que
pudiera pasar del odio a la empatía y consiguiera comprender que no había sido
un acto de crueldad y perversión, sino que se hubo encontrado atrapada en una
encrucijada que parecía no tener otra salida.
En ese aspecto, el Médico había sido tajante: “Si piensas sustituir los hilos de
sutura por un liquido sellador tendrás que incrementar al triple todos los cuidados”
Podría ser toda una asesina certificada pero tenía fobia por las agujas.
Ya la esperaba Sara con la comida preparada, la verdad es que durante todo ese
tiempo, la mujer de Lucas había sido más que un apoyo, se había convertido en
una especie de ángel de la guarda.
-Hey te veo de muy buenas- Se alegraba Sara al mirar ese semblante tan
alentador en el rostro de de su tía.
-Es que lo estoy- Respondía con una radiante sonrisa que de menos llevaba
unos nueve días sin hacer acto de presencia.
-¿Y se puede saber la razón?- Preguntaba mientras veía como Pepa se colaba
en la cocina para husmear en las cacerolas.
-Pues que le regalé la consola y está feliz, hubieras visto su carita, toda
iluminada- Relataba conmovida sin hacer caso de la sugerencia con respecto a la
pasta.
-Ya decía yo- Decía con la boca llena, e intentando pescar un poco más de
tallarines con los dedos.
-¡Deja ahí cerdo! - Le dio un manotazo y con las pinzas comenzó a servirle en un
plato. -Pero hay algo más...¿Cierto? Quiero decir...Además de ese niño-
La fulminó con la mirada. -¡Por favor Sara, que estamos hablando de Silvia,
ella jamás haría algo así-
18:31 HORAS.
Para Silvia los días no habían sido menos tormentosos que los de Pepa, entre los
juicios duros emitidos por su padre y su hermana, quienes no la bajaban de ser
una caprichosa y el terrible dolor en cada una de sus vísceras que le provocaba la
ausencia de Pepa, ¡Había sido una semana terrible!.
Había intentado refugiarse en todo el cúmulo de trabajo que había surgido durante
su desaparición fugaz.
Pero es que ni todo ese montón de expedientes eran suficientes para que pudiera
sacar de su mente a la Violinista por más de diez minutos.
-Ni me digas nada zagalica que cuando veas la sorpresa que te traigo
hasta la cara de amargada que tienes se te va a quitar-
-Nada de gruñidos Silvica que cada día te pareces más a tu señor padre y
déjame decirte que con un Don Lorenzo tenemos suficiente-
-A ver Rita, que no quiero ser grosera, pero en verdad tengo mucho
trabajo- Le informaba con paciencia, comprendiendo que aquella mujer no tenía
culpa absoluta del desastre en que se había convertido su vida.
No pudo evitar dejar escapar una sonrisa y recordar las palabras de Pepa...
“Que no soy de regalar peluches pelirroja...No puedo, que los osos de peluche me
superan”
-Y digo que como en estas cosas del amor un tercero siempre sale
sobrando...- Dijo Rita sonriendo -Yo las dejo solas- Se dio la media vuelta y se
dirigió a la puerta, no sin antes susurrarle un “Suerte” apenas audible a Pepa.
-Al menos ya no me miras con odio- Sonrió dejando al enorme oso sobre la
encimera.
Y mientras Pepa pasea por sus ojos intentando encontrar aquellos viejos
sentimientos que solía guardar allí para ella, para después entregárselos envueltos
en una mirada, la Forense al fin es capaz de romper la coraza de piedra en la que
había guardado su corazón y comienza a hablar...
-No quiero sentir esto, no quiero querer estar contigo...- Entonces sus ojos
comienzan a bañarla en sal -Ojalá pudiera sacarme el alma y las vísceras...-
Comenzó a subir el volumen de la voz entre sollozos, producto de su infinita
desesperación -...Y todo lo que me obliga a sentir, todo lo que me obliga
extrañarte- Intentaba inútilmente ocultar las lágrimas bajo la palma de sus manos
-¡Me odio por quererte!-
-No pepa, esto no se trata de mí, no tiene nada que ver conmigo, esto es
cuestión de tener el poder y el control sobre la vida de los otros, No te
imaginas como maldigo a éste par de manos...- Lloraba desconsolada y
dejaba sus húmedas palmas al descubierto -...Que son incapaces de
arrancarme el corazón a pedazos, y me odio por respirar junto a ti y me
odio por respirar sin ti, me odio por no poder callar los latidos de mi
corazón cada vez que te miro y me odio porque entre más me dueles
más te amo-
Ante semejante confesión, a Pepa se le estrujó todo lo que tenía adentro del
cuerpo, más allá de los huesos y la carne, no pudo contener el impulso de
abrazarla, abrazo que por un instante Silvia aceptó, pero tan pronto se dio cuenta
que era a Pepa, la mujer que intentó terminar con la vida de su padre, a quien
estaba abrazando, se zafó con fiereza.
-Por favor Silvia, tienes que escucharme que...¡Mi vida es una mierda sin
ti!- Intentaba acercarse de nuevo.
-No Pepa- Negó con la cabeza aún sin poder detener el llanto -Que tú vida ya
era una mierda cuando yo te conocí, que me aferré a un imposible
porque tenía fe en que lo lograríamos, porque tú me dabas esa fe, TÚ
ERAS MI FE- Remarcó ésta última frase -Pero tú misma te encargaste de
destruirla-
-Pelirroja...- Le dijo con ternura -Que yo solamente intento dormir para ver
si por casualidad te encuentro en mis sueños y luego cuando me
despierto me doy cuenta de que estoy sola- Se acercó una vez más y Silvia
conmovida le limpió las lágrimas con ternura ¡No soportaba verla así! Tan
deshecha, tan indefensa.
¡Y es que esas lágrimas son capaces de embrujarla con una mirada!
Envenenan por completo su razón y no puede hacer más que escucharla mientras
sigue removiendo esas lágrimas que parecen no cesar.
Y aunque el alma se le haga añicos de sólo pensar en lo que dirá, niega con la
cabeza -No Pepa, no soy ni seré capaz de olvidar, no podré estar contigo
nunca más y te suplico que éste sea nuestro último abrazo y que no me
vuelvas a buscar-
-Pero Silvia entiéndeme que no sé vivir así, no sé como hacerlo sin ti-
Y entonces asintió.
Ya no hay nada que decir, sabe que se aman, pero el amor no es suficiente y el
tiempo no será capaz de curar todo ese dolor.
Era muy extraño que la mayor de las hermanas Castro se dejara ver por
Comisaría, es más, eran de esos fenómenos que solamente ocurren cada año
bisiesto, sin embargo, aquella tarde, Lola apareció con unas cuantas bolsas de
papel kraft en mano, las cuales contenían comida y llevaban como destinataria a la
Forense de San Antonio.
Así que se encontraba golpeando la puerta del laboratorio con los nudillos de la
mano derecha.
-¿Se puede?- Preguntó con una sonrisa asomando medio cuerpo nada más.
-¡Ay pero claro Lola, pasa!- Le indicó Silvia entusiasmada por la sorpresa.
-Pues te traje unos pinchitos y unas croquetas para que no te quedes con
el estómago vacío, que ya me ha dicho papá que estás cargada de
trabajo- Decía dándole los dos besos.
-Gracias- Respondió con fingida emoción, tomando los paquetes entre sus manos
y dejándolos sobre la encimera
-Anda pues gracias por los piropos que yo también te quiero- Dijo de mala
manera.
-Está bien- Al fin parecía resignarse a que Silvia no le confesaría la verdad -Si no
me quieres contar, ¡Adelante! ¡Quédate tú sola con toda tu pena para
que se te enquiste!-
-¡Aaash!- Gruñó -Lo tuyo es necedad absoluta, entiende que estoy bien,
que no pasa nada, que lo de Pepa terminó porque simplemente me di
cuenta de que no era lo que yo buscaba, que no la amaba como
pensaba- Intentaba repetir las mismas mentiras que había estado diciendo desde
hace días, como si haciéndolo se las fuera a terminar creyendo ella misma.
-Vale pues yo te dejo porque supongo que tendrás mucho trabajo- Le dijo
con ironía.
-No es enojo hermana, creo que es más bien tristeza, me duele que no
confíes en mí, pero sobre todo me duele verte sufrir, y me duele que no
intentes hacer nada para remediarlo-
-Bueno pero... ¿Tú de verdad crees que estoy así por gusto?-
-¿Y cómo estás?- Preguntó como sí fuera lo más obvio, pero sin embargo
enfadada porque Silvia se había empeñado en negar lo evidente.
-¿Y para que te empeñas en negarlo? Tal vez si me contarás lo que está
sucediendo realmente...Pues podría ayudarte, al menos sabes que lo
intentaría, que vas a tener mi apoyo, ¡No estás sola Silvia!, deja de
comportarte como si nadie te comprendiera porque llevas toda tu vida
cometiendo locuras y jamás te hemos dado la espalda, ni siquiera
cuando atropellaste a aquel hombre-
-Ya lo sé- Asintió cabizbaja -Es sólo que ni yo misma entiendo lo que pasa-
Mintió
-La quieres, tu mirada te delata- Sonrió -Simplemente tienes miedo, creo que
esperabas que papá no la aceptará nunca y ahora que al fin accedió...¡Pues te
aterra el compromiso, y creo que estás auto-saboteando tu felicidad!-
-Creo que habrías una muy buena Psicóloga- Sonrió, aunque éste gesto
seguía siendo insuficiente para disfrazar su enorme pesar -Pero no quiero
hablar de ello ¿Vale?- Suplicaba comprensión con la mirada.
Entonces Silvia ya no pudo más, los ojos le dolían por tanto esfuerzo en contener
las lágrimas, pero ¡No más! ¡Soltó a llorar!, olvidó toda clase de pudor y vergüenza
de que su hermana la viera así, tan frágil, tan desarmada, tan infeliz y destrozada.
-Es que no puedo Lola- Sollozaba sin control -No puedo, no puedo- Era lo
único que era capaz de articular ante la impotencia de su hermana, que deseaba
ayudarla pero no era capaz, ni siquiera comprendía los porqués de encontrar a
Silvia en semejante estado de indefensión.
-A ver Silvia mírame- Intentaba encontrar los ojos de la pelirroja, pero era
imposible, ya que ésta se había llevado las manos al rostro para cubrirlo, como sí
de esa manera pudiera evitar que Lola se percatara de todo ese dolor que había
intentado ocultar durante semanas -Mírame mi niña, por favor- Le pedía
completamente conmovida, en su memoria no almacenaba un sólo recuerdo de su
hermana así...Simplemente estaba desmoronada.
La Forense al fin obedeció y se atrevió a mirar a su hermana a los ojos pero sin
poder detener esos sollozos que brotaban de forma involuntaria -Es que la quiero
Lola, la quiero tanto que me cuesta dormir por las noches, porque no sé
dormir sin ella, porque la extraño tanto que me duele aquí- Decía mientras
se tocaba el pecho.
-¿Y Por qué no tratas de arreglar las cosas?- Le aconsejaba con toda la
sabiduría que era capaz de encerrar aquella sonrisa alentadora que le regalaba a
la pelirroja -Todas las parejas tienen malas rachas y ahorita ustedes están
pasando por una, pero créeme hermana, no existe una sola diferencia
que no pueda ser resuelta con paciencia y una buena conversación,
sobre todo cuando hay amor- Le dejaba una palmadita en el hombro, que
intentaba transmitir claramente el mensaje de “No te desanimes que veras que en
un par de días ya estarán juntas otra vez”.
-No Lola- Negó con un movimiento de cabeza mientras volvía a clavar los ojos en
el suelo -No todos los problemas se solucionan con amor-
18:22 HORAS.
Una mujer que ante la vista de los ojos ajenos se percibiera inmensamente
afortunada, en apariencia lo tiene todo...Salud, belleza, dinero y sobre todo poder
absoluto.
Dicen que nadie puede atreverse a cuestionar la Patología del poder y que quien lo
hiciese...Será porque nunca lo ha probado.
Y ahí está María José Miranda, sentada en el suelo del salón, recargada en su
sofá, con los ojos cerrados y bañados en lágrimas, abrazándose a su propio
cuerpo, imaginando que son los brazos de Silvia los que la envuelven.
Y así transcurren sus minutos, alejada de toda realidad, ¡A saber desde cuando no
se abre la regadera de su baño!
Aún puede recordar la última vez que se duchó con Silvia, ese momento lleno de
amor y de entrega total, en donde alma y cuerpo se fusionan para volverse una
sola substancia.
Echaba tanto de menos sus regaños, esa forma tan peculiar que tenía de arrugar
la nariz cada que se cabreaba, su sonrisa tan perfecta, el color de su cabello todo
desparramado por la almohada.
Una camisa de las muchas que Silvia dejó adentro del armario, cubren las piernas
de Pepa, y entonces rocía sobre ésta un poco del perfume de la pelirroja,
solamente para deleitarse con su aroma...
Y la besa...Solamente para sentir que son los labios de su pelirroja a los que besa.
Solamente para conservar esa falsa ilusión de que su presencia aún permanece
cerca.
Si tan sólo Silvia pudiera mirar sus lágrimas, si pudiera mirar en su interior y
descubrir al ser tan insignificante en que se ha convertido con su ausencia...
Ahora sabe la respuesta...Si pudiera dar marcha atrás ¡Lo haría sin titubear!
La cárcel sería un sitio infinitamente más acogedor para vivir que un lujoso
Penthouse...Tan sola, muerta en vida...Porque la única razón por la que no ha
cometido la cobardía de pegarse un tiro, es porque sabe que muerta no podrá
verla jamás y porque prefiere vivir en la inmundicia, pero viva, con la esperanza de
que algún día su pelirroja la despertará de esa horrible pesadilla con un cálido
beso.
************************************************
Es verdad que Sara respetaba el proceso de aislamiento que deseaba vivir Pepa,
pero también es verdad que le preocupaba de forma considerable que su tía
cometiera un disparate.
La conocía de sobra y sabía hasta donde era capaz de llegar en un impulso, así
que después de mucho analizar pros y contras, al fin se decidió a utilizar su juego
de llaves que Pepa le había proporcionado por si algún día surgía alguna
emergencia.
“Ésta es una emergencia”, pensaba la rubia, quien con un poco de temor a una
posible reacción furibunda por parte de Pepa al sentir invadida su privacidad, hizo
girar el picaporte de la puerta y entró en el apartamento.
El día estaba bastante nublado, las persianas cerradas y todas las luces se
encontraban apagadas, por lo que entre las penumbras de aquel salón, apenas
pudo distinguir la silueta de la morena que se había quedado dormida al ras del
suelo, solamente abrigada por una camisa color púrpura, la cual no le fue difícil
identificar como propiedad de la pelirroja.
-Sara- Fue lo único que la violinista fue capaz de pronunciar, debido a que estaba
adormilada aún.
-Creo que sí, aunque estoy mareada, creo que bebí demasiado whisky-
Decía aún tumbada en el piso y sobándose un poco la cabeza.
-Te recuerdo que tengo duplicado de tus llaves- Le aclaró, al tiempo que
imitaba a la mayor de las Miranda ahí presentes y se ponía de pie.
-Es verdad, lo había olvidado- Decía mientras se dejaba uno que otro masaje
en ambas sienes.
Sara presionó el interruptor para encender uno de los focos de la sala.
-¡Vaya!- Exclamó la rubia -Eso es lo que llamo yo una resaca del quince-
-¿Tú?...¿De verdad crees que yo me voy a comer algo cocinado por ti?- Se
mofó.
-Yo también- Haciendo gala de aquello que dicen que hay que saber reírse de
una misma -Pero...¿Qué le vamos a hacer si es lo que hay? Ya no es
posible cambiar las cosas-
-Ó tal vez sí...- Se encogió de hombros -...Yo creo que todavía te puedes
jugar una última carta-
-¿Lo dices en serio?- Parecía muy interesada en lo que fuese que Sara se trajera
entre manos.
Pepa no pasó por alto el semblante de preocupación que había adoptado el rostro
de su sobrina al decirle esto último.
-Marina fue a verme ésta mañana, parece que Don Lorenzo ya cumplió
sus días de incapacidad y está de vuelta en San Antonio- Entonces Sara la
miró muy seria intentando prevenir a su tía de que no escucharía nada agradable
-Quiere abrir un expediente por lo de Gutierrez y su intento de asesinato-
-¡Vaya con la madre que parió al puto viejo, aún está convalenciente y no
escarmienta!- Exclamó sin dar crédito a lo que escuchaba
-Pues así están las cosas, por eso me parece que poner en marcha mi
plan podría beneficiarte por partida doble- Elevó los hombros y sonrió como
si ejecutar su idea fuera el paso más lógico a seguir -Tendrías a Silvia cerca y
además neutralizarías al viejo sin tener que matarlo-
-Y otra vez tomar decisiones que no quiero- Negaba con la cabeza -Es que
después de ésta si la pierdo para siempre sobrina- Comenzaba a reflejar
desesperación en el rostro.
-A ver Pepa, pero es que a Silvia tú ya la perdiste, yo más bien diría que
tienes todo que ganar y nada que perder-
-Pues como siempre...- Y entonces expulsó el aire que sentía le pesaba por todo
el cuerpo -...Elegir no es una opción-
-¿Entonces?- Preguntó con una gran sonrisa a sabiendas de que Pepa aceptaría.
-Sé que es una locura, pero...De verás tengo el palpito de que ésta vez
sí...Todo va a salir mejor de lo que esperamos- Sonrió con todo y el
pesimismo de la violinista.
16 DE NOVIEMBRE DEL 2010, 10:44 AM
Los gritos de Silvia se escuchaban por toda la Comisaría de San Antonio, y es que
últimamente, el gen Castro estaba haciendo mella de la Forense, pero no
solamente eso, si bien es cierto es que se había convertido en una mujer
amargada y permanentemente malhumorada, ante los ojos de los demás ella tenía
la razón, claro menos para su padre, que era más terco que una mula.
-Pero es que a ver papá...- Intentaba respirar y exponer su punto con paciencia,
pero simplemente cuando tienes a Lorenzo Castro en frente con una idea fija en la
cabeza, cualquier esfuerzo para no exaltarse resulta imposible -Que por poco y
te matan y abrir un expediente es meterte a la cueva del lobo-
-Papá...- Le miró aterrada, prácticamente con las lágrimas asomando por sus
mejillas -Estamos frente a gente muy peligrosa-
-¿Y crees que no lo sé? ¡Por eso mismo necesitamos coger a esos hijos de
puta y encerrarlos!- La miró completamente decidido, y en ese instante Silvia
supo que no habría forma de disuadirlo -¡Que no podemos permitir que sigan
jodiendole la vida a más inocentes por Dios!-
La Forense asintió cabizbaja, y es que ambos tenían razón, pero ¡Joder! A tomar
por culo la maldita ética y la misión como agente de policía, el bienestar propio y
de los tuyos debe estar sobre cualquier cosa, pero...¿Cómo explicarle eso a Don
Lorenzo Castro? -Pues yo flipo contigo, lo siento- Respondió disminuyendo
considerablemente los decibeles en el tono de voz.
En ese instante la puerta de la oficina del Comisario se abrió y apareció Rita, quien
entró sin tocar, aparentemente venía tan eufórica que se le olvidó ese pequeño
detalle de las buenas costumbres.
No fue hasta que miró el par de caras largas que protagonizaban la discusión, que
se percató de que acababa de cometer una terrible falta de educación.
-Perdonen...Yo...- Titubeó avergonzada, sin saber como disculparse -Es que
venía tan en mi mundo que...Bueno yo quería entregarles esto- Terminó
diciendo al fin extendiéndoles un elegante sobre a cada uno, en color blanco, con
unos detalles de buen gusto en color dorado.
-¿Qué cojones es esto?- Preguntó Don Lorenzo con cara de pocos amigos.
-¿Te vas a casar?- Preguntaba Silvia muy sorprendida al observar que se trataba
de una invitación.
-Pues sí- Respondió dejando atrás por completo la vergüenza y esbozando una
sonrisa tan grande que hacía lucir aún más gigantescos sus dientes, si acaso eso
era posible -Que mi Joselu y por fin nos vamos a casar por la Iglesia-
-Vaya Rita pues...Me alegro por ustedes dos- Decía Silvia aún con la
expresión de sorpresa en el rostro aunque carente de entusiasmo
-En hora buena Rita...Povedilla es un gran hombre- Decía don Lorenzo con
toda sinceridad.
-¡Pues anden que...Denme un abrazo!- Les pidió aún con la sonrisa brillando
en todo su esplendor.
Y así lo hicieron.
-Les deseo lo mejor a José Luis y a ti- Le decía Silvia al deshacer el abrazo.
22:02 HORAS.
Gracias a las cámaras que habían colocado sus hombres por la mañana,
podía tener una vista perfecta del más insignificante aleteo de una
mariposa, a través de los monitores instalados en la furgoneta.
-No...- Sonó una respuesta vacilante, como si estuviera segura de que esa no era
la solución -Así que mejor no preguntes-
-¡Ahí está Silvia!- Exclamó Sara emocionada, aunque un poco nerviosa, porque
sabía que lo que seguía a continuación era precaución extrema.
Sujetó el bolso de mano y una botella con agua, para posteriormente apagar las
luces y cerrar la puerta de su laboratorio.
A pesar de ser Silvia Castro, la hija del Comisario, a estas alturas ya no resultaba
extraño para nadie que casi todas las noches fuera la última en salir y es que
buscaba refugio en el trabajo, intentaba pasar la menor cantidad de tiempo en
casa.
La verdad es que su apartamento era el peor sitio donde podía estar, ya que
estaba lleno de recuerdos.
¿Cómo olvidar que fue justamente ahí dónde había hecho el amor con Pepa por
primera vez...? Ese lugar en donde se dedicaron tantas caricias y confesiones
llenas de amor.
Y mientras pensaba en las duras horas que se le venían encima, esas en las que
lucharía sin éxito por conciliar el sueño y no pensar en ella, llegó al aparcamiento,
prácticamente su carro era el único que quedaba y es que la mayoría de sus
compañeros, quienes cubrían el turno de la noche y madrugada, eran becarios que
ni siquiera llegaban a poseer vehículo propio.
Abordó su automóvil y lanzó el abrigo junto con la botella de agua al asiento del
copiloto.
Después de zapear a través de las estaciones sin éxito, haciendo gala de toda su
neurosis, optó por apagarlo.
Una furgoneta de color blanco seguía atentamente cada uno de los movimientos
de su carro, sin embargo, la pelirroja tenía su mente ocupada en los posibles
problemas que podrían avecinarse en el futuro debido a la necedad de su padre
por abrir un expediente para atrapar a quienes habían intentado asesinarle, pero lo
que no se imaginaba, ni por equivocación, es que justo al doblar la calle, una
furgoneta idéntica a la que ya la perseguía, se le atravesó, de tal manera que le
obstruía el paso.
De inmediato dos encapuchados con fusil de asalto en mano bajaron de cada una
de las unidades móviles que encajonaban a la Doctora Castro.
En ese momento supo que el futuro que tanto temía ya había alcanzado a su
presente.
Cuando Silvia despertó tuvo la idea de que esa película ya la había vivido, atada a
una silla, privada de su libertad, con los ojos vendados, sin tener la menor idea de
qué esperar.
Seguro que enredarse con una criminal como la morena sería razón suficiente para
que algún resentido quisiera cobrárselas ¡Y que mejor carnada que su mujer!
Porque vale, que las demás personas no tendrían porque estar enterados de su
vida privada ni de que ya no eran pareja.
-Estoy despierta- Pronunció con calma, no tenía idea de quién estaba allí, ni
siquiera sabía si querrían hacerle daño, si tal vez hubiese sido mejor callar a que
entonces aparecieran veinte tipos y la violaran sin piedad, pero después de todo lo
que le había tocado vivir en los últimos meses...Ahora sí que ya no tenía miedo.
Había aprendido que al miedo se le debe mirar a la cara, porque si a algo le teme
el miedo, es a los ojos fijos clavados sobre él, a la mirada de un ser valiente.
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-¿Dónde está Pepa?- Le preguntaba Sara a su marido desde las escaleras que
venía bajando.
-Mejor así, que seguramente se pondrá como una fiera- Predijo con gesto
de “La que se va liar allá arriba” -Nosotros nos vamos a dormir a casa y que
Pepa se encargue de tranquilizar a su mujer-
-¿No crees que sería bueno mandar traer a un par de hombres para que
vigilen la casa? Digo por si acaso- Sugirió la rubia.
-Solamente Pepa puede girar esa orden, pero sinceramente no creo que
quiera tener público presenciando su luna de miel- Se hacía el chistoso.
-Calma Pepa que no crucé palabra con ella, aún no sabe que somos
nosotros-
-Bueno pues hasta aquí termina nuestra misión por hoy, nos vamos para
casa a descansar- Le informó Lucas -No olvides enviarme la fotografía de
Silvia sosteniendo el periódico del día, antes de las diez, que para esas
horas ya se habrán dado cuenta de que desapareció y cuento antes
contactemos con el viejo mejor-
Ambos negaron con la cabeza en señal de que no había nada que agradecer.
Pepa sonrió -Gracias sobrina, si esto sale bien te deberé algo más que la
vida- Bromeó -Pero anden vayan a dormir un rato que mañana tenemos
mucho por hacer-
¿Cómo decirle a la mujer que amas que fuiste tú quien la secuestró...? Pero que lo
hiciste por desesperación, como último recurso para poder estar juntas otra vez.
Pepa se armó de valor como pudo, reunió la valentía que la había caracterizado
para cometer todo tipo de criminales actos y abrió la puerta de la habitación en
donde aún permanecía Silvia atada de pies y manos.
-Yo también quiero- Fue la temerosa respuesta de una morena que no tenía la
más remota idea de qué decir.
¿Debía alegrarse?
A Pepa solamente se le ocurrió descubrirle los ojos, aún sabiendo que encontraría
miles de reproches en aquella obscura mirada.
-Sé que estuvo mal...- Intentaba explicarse al tiempo que se arrodillaba frente a
ella -Pero es que no encontraba la manera para estar cerca de ti-
Y entonces Silvia pudo ver aquella mirada de miel que era sincera y se bañaba en
sal sin pudor alguno.
-¡Pero es que no puedo Silvia, que no soy capaz de vivir sin ti!-
-Tal vez con el tiempo...- Le dijo tímidamente, temerosa por la respuesta que
recibiría.
Silvia negó con la cabeza -No, el tiempo no va curar éste dolor, no borrará
lo que hiciste-
-¡Dios!- Entrecerró los ojos con preocupación -¿No pretenderás hacerle creer
a mi padre que...?-
-¿Qué de verdad estás secuestrada?- Completó la pregunta de Silvia antes de
que ésta terminara de hablar, entonces asintió con mucha seriedad -Lo siento
pero no tengo otra opción-
-Vale pues muérete de frío- Le dijo molesta y antes de que la pelirroja pudiera
pronunciar palabra, le amordazó la boca, para que no se pusiera a echar voces lo
que restaba de la noche.
Salió de allí entre triste y furiosa, pero recordó las sabias palabras de su sobrina,
no iba a ser nada sencillo, pero debía ser paciente, así fuera por el puto frío pero
tarde o temprano sería la misma Silvia quien le suplicara dormir en la misma cama.
11:05 horas.
Escasamente había conseguido pegar los ojos más de quince minutos seguidos,
para después despertar y recordar que en la habitación contigua se encontraba la
mujer que amaba pasando frío y terribles incomodidades.
¡Que duro es eso de tener que aguantarte las ganas de abrigarla con tus brazos!
La Inspectora Castro asintió ya que una mordaza le impedía hacer uso de la voz,
pero acto seguido, la traficante la liberó de aquel molesto trapo dentro de la boca.
-Pues sí, ¡Maldito sea el día que te enredaste conmigo, pero ya lo hiciste
y ahora toca pagar las consecuencias!-
-¿Y cuál es el precio a pagar? ¿Me piensas tener aquí toda la vida? ¿Me
dejarás viviendo atada a una silla?-
-¿Piensas que no voy a soportarlo no? ¿Ese es tu brillante plan?- Rió con
ironía -¡Lástima que tenga las manos atadas que me encantaría
aplaudirte!-
-¡Vete a la mierda!-
-Si colaboras con nosotros todo será más fácil, además...En el fondo
sabes que es la única solución-
-¿Y cuándo mi padre haga lo que ustedes quieren piensas dejarme ir?-
-Eso no lo sé-
-Hijita...- Sonó la voz desesperada del Comisario Castro. -¿Estás bien? ¡Si esa
panda de anormales te toca un pelo los mato con mis propias manos!-
-Tranquilo, de verdad estoy muy bien, ellos solamente quieren que zanjes
el asunto y me dejarán ir- Sus ojos amenazantes se posaron sobre los de
Pepa.
-Estoy segura de que hará lo que le pidan, déjame ir- Le pidió una vez más.
Pepa descendió por las escaleras y se encontró con Sara y Lucas que
desayunaban unos pinchos sentados en el sillón de tres plazas.
-Pues es una necia y está insoportable- Decía con furiosa, pero la verdad es
que esas muecas le causaban mucha gracia a la parejita feliz.
-¿Y qué esperabas?- Preguntó Lucas mientras tomaba un pincho para llevarse a
la boca -Si apenas hace tres semanas mandaste ejecutar a su padre y
anoche la secuestraste- Se encogió de hombros dándole a entender que la
reacción de Silvia era la más normal del mundo.
-Sobrina dile algo que no respondo- Miró a Sara como esperando que la
defendiera de su marido.
-Bueno Lucas tiene razón, eres una perturbada pero al menos tienes a tu
favor que Silvia está igual de deschavetada que tú, así que seguro te
perdona, solamente debes tener paciencia- Intentaba darle ánimos.
-Querrá avisarte lo que pasó con Silvia, pedirte ayuda tal vez- Infirió la
rubia.
-Es Silvia hija...- Sollozaba -Que unos hijos de puta la tienen secuestrada
desde anoche-
-¿Cómo?- Intentaba sonar lo más perpleja que fuera posible -Pero...¿Qué coños
me está contando Don Lorenzo?-
Lucas elevó el dedo pulgar en señal de que estaba montando muy bien la película.
-No diga eso Don Lorenzo- Intentaba sonar preocupada -Que Silvia es fuerte
y resistirá cualquier cosa con tal de estar con su familia de nuevo-
-Yo estoy igual hija, es la primera vez en mi vida que siento este miedo
que me paraliza y no sé que hacer-
-De momento no queda otro remedio más que hacer lo que le están
pidiendo esos cabrones- Le sugirió a su conveniencia
-Está bien, tampoco quiero que los demás se enteren, no quiero que esos
hijos de puta que tienen a mi hija se pongan nerviosos y decidan
lastimarla-
MINUTOS DESPUÉS
Lucas y Sara se habían ido, el primero porque tenía una misión para el CNI y la
segunda por aquello que dicen de que el octavo mandamiento es no estorbar.
Pepa retornaba al sitio donde la Forense permanecía cautiva, quien la miró entrar
con un contenedor térmico relleno de café en mano.
-Más que un café me apetece un trago- Le dijo mientras Pepa le desataba las
manos.
-Ojalá fueras una extraña, al menos así no tendría que odiarte como te
odio-
-¿Es esa la verdadera causa de tu rabia no? ¡Que intentas odiarme pero
entre más lo intentas más me amas-
Pepa inclinó la cabeza para quedar muy cerca de Silvia quien ya tenía las manos
libres, pero no hizo nada para impedir que la morena rozara su frente con la suya.
Pero en cuanto la sangre volvió a irrigar por su cerebro, la razón apareció e hizo
mella de sus actos.
Y aún con el cuerpo atado, empujó a la traficante como pudo haciendo uso de las
manos.
Consiguió aparte lo suficiente para que ésta vez sí...Pudieran mirarse a los ojos.
Esa mirada de odio que por momentos desaparecía, se encontraba más presente
que nunca en los ojos de la Inspectora Castro.
Pero una Pepa harta de recibir ese tipo de humillaciones, ó al menos así calificaba
los recientes actos de la pelirroja, se enfureció y la encaró.
-¿Y qué me vas a hacer?- La retó -¿Me vas a matar?- Preguntó con ironía -Es
así como acostumbrar a solucionar las cosas ¿Cierto? Matando a la gente
que te estorba-
-¿Sabes qué?- La traficante estaba hecha una furia y hastiada de recibir tantos
desaires -¡Vete a la mierda!-
Pero salir de ese intento de calabozo resultaba insuficiente, necesitaba huir, salir
de la casa, tomar aire fresco, gritar en medio de la nada, donde nadie pudiera
escucharla, donde nadie pudiera observar como a Pepa Miranda se le desgarraba
el alma a causa de Silvia Castro.
Nadie lo sabía, pero de vez en cuando aún tocaba, por supuesto que a solas y
sumergida en el total anonimato.
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Silvia lo intentaba, de veras que lo intentaba pero le era imposible parar de llorar.
Ya ni siquiera conseguía discriminar la razón, había vivido demasiadas cosas tan
espantosas en los últimos días que en realidad lloraba por absolutamente todo y
nada a la vez.
Nunca pasó por su cabeza que terminaría a golpes, insultos, balazos...Y para
variar...Privada de su libertad.
¡Y todo por enamorarse, por amar como una loca y renunciar a sus miedos!
El encierro la estaba matando, terminaba con las escasas migajas de cordura que
aún pudieran rondar por su cabeza.
Pero...
Era de suponerse que así se sentían ambas, con ganas de morir y perderse de
todo el sufrimiento que las atacaba.
Era como si Pepa le mandara un mensaje, no con palabras, sino con el sentimiento
a flor de piel, podía imaginarla allí en el salón, tocando para ella, con las lágrimas
en los ojos y pensando en un...
Hubiera deseado no tener que soportar ese maldito trapo adentro de la boca para
llamar a Pepa, para decirle que le quería, que no quería verla sufrir, porque su
sufrimiento era el propio, porque no soportaba un segundo más lejos de ella,
porque quería abrazarla.
************************************************
Y de nuevo Pepa y su whisky.
Su alma árida necesitaba hidratarse, y en el licor parecía encontrar la mejor
medicina, además el alcohol desinfectaba sus heridas y aunque en un principio
había optado por mandar a tomar por culo aquel violín, lo retomó.
No se le ocurría otra forma menos desadaptativa para expulsar toda la mierda que
la contaminaba por dentro.
Tocaría hasta que se le borraran las putas huellas digitales, hasta que se le
desgarraran todos los tendones...Hasta drenar todo el dolor camuflado de sangre
por los dedos...
21:10 horas.
No tenía la menor idea de por qué sonreía, pero de cierta forma, le alegraba que al
menos Don Lorenzo la aceptara como nuera, aunque quizás eso ya no serviría
para mucho.
No quería volver a encontrarse con Silvia, pero debía llevarle algo para cenar y
quizás ofrecerle otra manta.
Así que entró en la habitación, encendió la luz y la liberó de la mordaza.
-Es que quiero volver a mi casa- Ésta vez el tono empleado se asemejaba a
una súplica, mientras tanto, la morena le desamarraba los pies.
-Solías decir que tu casa era yo- Le recordó con tono de melancolía, pero la
Forense hizo caso omiso de aquel comentario, la verdad estaba un poco enfadada,
de que la hubiera dejado abandonada tantas horas, le había agarrado el gusto a la
situación, al menos estaba cerca de la mujer que amaba, supuestamente contra su
voluntad y por lo tanto no tenía razones para sentir culpa.
-¿Y arriesgarme a que me rompas la nariz?- Su cara era un poema que todo
lo que expresaba era un “Pero tú estás loca” -¡Ni de coña!-
-Apestas a alcohol- Se quejó con gesto de asco, mientras pasaba a su lado para
mover un poco las piernas.
-Todo esto...- Decía Silvia repasando con la mirada la habitación, las cuerdas, la
silla, sus propias manos aún atadas -No tiene caso- Negaba con la cabeza.
-¿Eso crees?- Más que una pregunta era un reto hacia su escepticismo.
-Por más vueltas que le demos a ésta situación, nada de lo que intentes
tiene caso y lo sabes- Le miraba tan convencida de sus propias palabras...Que
le dolían a Pepa por todo el cuerpo.
-Yo te voy a demostrar que sí tiene caso- Fue su decidida respuesta, con
auténtico fuego en aquella mirada de miel.
Durante cinco meses se aprendió casi de memoria todos y cada uno de los gestos
de la morena y sabía lo que seguía inexorablemente después de que ese fuego se
apoderaba de su mirada.
Observó con cierto recelo, la manera en que la traficante caminaba hacia ella...
Decidida, altiva...Segura de que no habría poder humano que le impidiera llegar a
su destino.
Pero no lo hizo.
Silvia continuó dando pasos hacia atrás, así...Completamente a ciegas, hasta que
evidentemente se dio de bruces contra la pared.
Fue inevitable para ambas que regresaran los recuerdos de aquel reencuentro en
Comisaría, cuando después de una acalorada e intensa pelea, habían terminado
justamente así...
Silvia acorralada entre Pepa y la pared, con la enorme diferencia de que en aquella
ocasión, la pelirroja se lanzó a los brazos de la morena, suplicándole por un
abrazo.
-¡No! ¡No lo hagas Pepa!- Le suplicaba con la poca fuerza que le quedaba para
rechazar a la morena.
Pero como era de esperarse, la traficante hizo caso omiso y restregó lo más que
pudo su cuerpo con el de Silvia.
-Necesito volver a sentirte por dentro- Le susurró con el deseo a flor de piel.
-La única manera en que podrás volver a tenerme será por la fuerza- Le
advirtió
-Eres una cobarde- Le recriminaba Silvia -Que lástima que necesites tener
amarrada a una mujer para poder tocarla-
Ese último comentario le dolió a la violinista, pero no fue suficiente para apagar su
libido -Sabes que no lo necesito- Le respondió con suficiencia y separó
ligeramente su cuerpo del de Silvia, sólo para liberarle rápidamente las manos de
aquellas cuerdas. -Con cuerdas ó sin ellas vas a volver a estar conmigo-
-No son estupideces- Fue lo último que escuchó la pelirroja antes de que Pepa
tirara de ella con fuerza de ambas manos e intentara desplazarla fuera de la
habitación.
-Lo que debí haber hecho desde el primer momento en que te traje aquí-
Le daba la explicación pero sin dejar de jalarla hacia la dirección que ella pretendía
y es que la morena era demasiado fuerte, mucho más que una Silvia, quien por
mucho que luchara por mantenerse dentro, le resultaba imposible.
Una vez que hubieron salido de aquel cuarto, Pepa siguió desplazándola contra su
voluntad por una segmento del corredor de la casa, hasta que se encontró de
espaldas al marco de lo que parecía ser la puerta de otra habitación.
Silvia la reconoció de inmediato, era la que solía ocupar Pepa cuando se quedaba
a dormir en esa casa.
-No quiero- Seguía insistiendo en rechazarle, aunque a decir verdad, cada vez lo
hacía menos convicción, porque tener ese cuerpo tan perfecto ardiendo adherido
al suyo, revolucionaba su flujo sanguíneo.
-No te creo- Jadeó la morena mientras sus manos ascendían por el torso de
Silvia, anunciando la inminente llegada hasta sus pechos, aunque aún con la ropa
de por medio.
-No me importa lo que tú creas- Intentaba deshacer ese feroz contacto, pero la
fuerza de Pepa le impedía prácticamente moverse, escasamente era capaz de
respirar.
Silvia no lo pensó dos veces y de alguna manera toda esa rabia que aún mantenía
guardada en contra de Pepa, consiguió impregnarla en un certero gancho que
colocó con fiereza en el abdomen de la traficante.
Y la Forense lo sabía.
El único obstáculo entre ella y su libertad fue el enorme nudo que se formó en su
garganta al ver como materialmente Pepa se retorcía de dolor.
Sin decir nada, ahora fue la pelirroja quien tiró con fuerza de las solapas de la
camisa de la traficante y la pegó a su cuerpo todo lo que pudo.
Sus manos eran un par de brazas ardientes que comenzaron a desabrochar uno a
uno los botones de la camisa de su ex-mujer.
Pepa no oponía resistencia alguna, simplemente se limitaba a dedicarle una
mirada atónita.
Aún quedaban tres botones por abrir, sin embargo, mirar a Pepa en sujetador, fue
la causa de que una pasión salvaje y desbordada se desatara en la pelirroja, quien
ya no fue capaz de seguir deshaciéndose con paciencia de aquellos botones que
tanto estorbaban.
Estaba claro que sería solamente un refrote y nada más, cosa que al principio
desconcertó a la violinista y no supo muy bien cómo reaccionar, pero en tanto
Silvia introdujo una de sus manos en los vaqueros y comenzó a tocarla por encima
de las bragas, recordó lo que convenía hacer en esas situaciones y rápidamente le
ayudó en la labor de despojarse completamente de los pantalones.
Por instinto, Pepa colocó sus manos sobre los glúteos de su ex-mujer y los estrujó
con fuerza.
Mientras Silvia la penetraba de una forma salvaje e irracional, pero que al mismo
tiempo estaba consiguiendo llevar a Pepa hasta la más grande de las locuras, la
morena intentó besarla en los labios, pero una vez más, la Forense la esquivó, así
que lo único que atinó a hacer la traficante, fue despojar a Silvia de la blusa que
aún llevaba puesta y clavar su cabeza entre el canalillo que dividía el relieve de su
escote.
Por un instante, la inspectora Castro intentó rehusarse a que Pepa se recreara con
sus pechos, pero era demasiado tarde, porque la morena ya se había deshecho
del sujetador y a la par que seguía estrujándole los glúteos, con su boca degustaba
el dulce sabor de aquella cobertura dérmica que pensó jamás volvería a saborear.
Ahora no solamente era Pepa la que gemía, Silvia también lo hacía, pero sin dejar
de penetrar a su amante.
Y lo hacía de tal forma, que en cada una de sus emisiones sonoras y sus
embestidas, transmitía el oculto mensaje de “No te apartes de mí, por favor, no
sabes cuanto te necesito”. Y La morena era perfectamente capaz de interpretar
cada uno de sus gestos, por supuesto que no la soltaría.
Así que dejó de estrujar sus cabezas femorales con fuerza, para deslizar las
palmas de sus manos en dirección ascendente y ésta vez, acariciarle la espalda
con ternura, con amor...
Y así, con la espalda desnuda golpeando sobre la puerta helada, que aún
permanecía cerrada, el cuerpo de Pepa se arqueó, para comenzar convulsionarse,
aún sintiendo a Silvia dentro de su cuerpo.
El momento idílico había llegado a su fin, pero aún Pepa no conseguía recuperarse
de todas aquellas sensaciones que le había provocado tener a Silvia dentro de ella
una vez más.
-¿Qué haces?- Le preguntó Pepa aún desnuda, al darse cuenta de que la pelirroja
pensaba ponerse la ropa.
-Me voy a vestir- Respondió de forma álgida y negando con la cabeza -Esto no
debió haber pasado-
-Pero ¿Qué coños estás diciendo?- La morena no daba crédito a lo que
escuchaba.
-Pasó lo normal...- Le decía Pepa con cariño, limpiando la lágrima con el dorso
de su mano -Lo que tarde ó temprano tenía que pasar-
Silvia no sabía que decir, cuando tenía el cuerpo de Pepa tan cerca, así de pegado
al suyo, no era capaz de pensar, ni de medir las consecuencias, así que hizo lo
propio y también envolvió el aún cuerpo desnudo de la morena entre sus brazos.
Sonrisa que a pesar de todo, la pelirroja no era capaz de devolver, estaba ahí de
pie frente a la morena, pero como una estatua que contemplaba el techo.
Mientras que sus manos hacían lo que les tocaba y comenzaron el camino
descendente por sus brazos, una travesía que era lenta, y es que a Pepa le
gustaba disfrutar de cada una de las sensaciones que provocaba en Silvia, le
fascinaba observar el cambió en la textura de la piel, que se tornaba con rapidez
de tersa a crespa, y sonría con suficiencia, pues sabía que era la culpable.
Sabía que solamente ella, era capaz de provocar todas éstas reacciones en el
cuerpo de la Inspectora Castro.
Entonces dio un brusco paso hacia atrás y consiguió que la mano de la violinista
saliera de la rendija que se había abierto entre los vaqueros.
-A ver Silvia...- Entonces una Pepa muy decidida y segura de lo que pensaba
hacer, habló -No te vas a mover de aquí, al menos...No hasta que
terminemos lo que empezamos-
-No te creo...- Le susurró muy bajito al oído y de forma incitante -Que acabo de
tocarte y estás completamente empapada...Yo sé que te mueres por
tenerme adentro de ti-
-No hagas esto Pepa- Seguía suplicando Silvia que ya no sabía de donde sacar
fuerzas para seguirla rechazando.
Y antes de dar tiempo a que Silvia hiciera o dijera algo, comenzó a acariciarla de
nuevo, con la palma de la mano completamente extendida, que cada vez estaba
más húmeda.
Se olvidó del pasado, se olvidó de quién era y se olvido de quién era Pepa.
-No lo hagas Pepa...- Le suplicó por enésima vez entre sollozos -¡Ayúdame!
¿Que no ves que yo no tengo fuerzas para rechazarte?- Decía entre
lágrimas y llanto, pero la morena no hacía caso, era como sí creyera que teniendo
un acercamiento sexual, las cosas se pondrían más fáciles y Silvia le perdonaría
todo.
Sin dejar de penetrarla y acariciando su cabello con la mano que le quedaba libre,
nuevamente buscó susurrarle en el oído -No llores pelirroja...Te quiero-
Y volvió a buscar sus labios, pero Silvia apartó la cara para esconderlos.
Sin embargo, nuevamente se dejó invadir por la pasión y esa lujuria irrefrenable,
enredó sus piernas en las de Pepa y se acomodó de forma que pudiera disfrutar de
mejor forma de las habilidosas caricias que le propinaba la morena.
Una vez que todo acabó, apartó a Pepa de su cuerpo y se incorporó sin decir
nada.
Se cubría el rostro con ambas manos y no podía dejar de negar con la cabeza, se
repetía una y mil veces en su interior que era una mierda de mujer y basura de
hija.
Pepa abrió los labios y la pelirroja supo que querría decir algo, pero fue ella quien
se anticipó a hablar.
-Me largo de aquí- Dijo furiosa consigo mismo y con una mirada de distancia e
indiferencia hacia la mujer con quien acababa de acostarse -Y no me importa si
me descargas el cargador de tu mágnum en la cabeza, creo que me
harías un favor-
-Silvia, pero...- Estaba sentada a los pies de la cama intentando hacerla que
recapacitase -¿Cómo te vas a ir así? Necesitamos hablar de lo que pasó-
-Vamos, Pepa, que no queda nada que hablar, fue un maldito polvo, fue
el maldito deseo, fue no lo sé...Fue la más grande de mis estupideces-
-Creo que después de nuestro refrote lo menos que me debes son las
llaves de tu coche ¿No?- Fue su hiriente respuesta.
Pepa asintió.