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IV Congreso Internacional

Complementariedades y contradicciones entre


administración y estudios organizacionales

EJE TEMÁTICO:
Mesa 11: Gestión Humana
TEMA:
Historia Relaciones Humanas en Colombia
TÍTULO EN ESPAÑOL:
Flujos, transferencias y apropiaciones de conocimiento especializado sobre el
“factor humano”, Colombia 1912-1946

TÍTULO EN INGLÉS:
Flows, transfers and appropriations of specialized knowledge about the
“human factor”, Colombia 1912-1946

Autor (es)

Óscar Gallo 1

1
Historiador y magíster en historia de la Universidad Nacional de Colombia. Doctor en Historia de la
Universidad Federal de Santa Catarina (Brasil). Docente de Eafit. Más información: orcid.org/0000-0002-
7567-2464.
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Complementariedades y contradicciones entre
administración y estudios organizacionales

RESUMEN:

En 1939 comenzó en España la dictadura Francisco Franco (1939-1975). Los


historiadores calculan que hubo doscientos mil muertos y medio millón de exiliados. A
nuestro país llegaron 524 españoles en 1932, 575 en 1935, 359 en 1938, 405 en 1939, 389
en 1940. Esta cifra parece incongruente con el respaldo unánime a la República por parte
de los presidentes Alfonso López Pumarejo (1934-1938) y Eduardo Santos (1938-1940),
pero se justifica por una política migratoria excluyente que permitió únicamente el
ingreso de españoles con antecedentes irreprochables, conocimientos útiles o con capital
necesario. Entre el grupo de exiliados estaba Cesar Madariaga y Rojo (1891-1961).
Formado en ingeniería de minas y metalurgia, era un conocido promotor y defensor de
los beneficios de la organización científica del trabajo. Antes del exilio, había sido
director de la Escuela de Capataces y Minas de Almadén, vicepresidente del Comité
Nacional de la Organización Científica del Trabajo y miembro del Instituto de
Reeducación de Inválidos del Trabajo. En Colombia se desempeñó como profesor de la
Facultad de Administración Industrial y Comercial (FAIC) del Gimnasio Moderno,
trabajó como consultor de relaciones industriales en el Instituto de Fomento Industrial,
institución privada y gubernamental criada en 1940. En 1946, público el libro
Introducción al factor humano en la Industria, obra que recoge lo esencial de sus clases
con los alumnos colombianos. La hipótesis de esta ponencia es que Cesar Madariaga fue
probablemente uno de los primeros difundir en el ámbito universitario colombiano un
conocimiento especializado sobre el factor humano en el mundo del trabajo. Así, se puede
identificar una conexión clara de transferencia de conocimiento especializado que
favoreció la difusión de la psicotécnica y de la psicología industrial en el país.
Palabras clave:
Factor Humano; Psicología Industrial; Psicotécnica

ABSTRACT:
In 1939 he began in Spain Francisco Franco's dictatorship (1939-1975). Historians
estimate that there were about 200,000 dead and half a million exiles. Our country came
524 Spaniards in 1932, 575 in 1935, 359 in 1938, 405 in 1939, 389 in 1940. This figure
seems incongruous with the Republic unanimous support from the presidents Alfonso
Lopez Pumarejo (1934-1938) and Eduardo Santos (1938-1940), but is justified by an
exclusionary immigration policy that only allowed the entry of Spaniards with
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irreproachable history, useful knowledge or capital needed. Among the group of exiles
was Cesar Madariaga. Formed in mining engineering and metallurgy, it was a known
promoter and advocate of the benefits of scientific work organization. Before the exile,
he had been director of the School of Foremen and Minas de Almaden, vice-chairman of
the National Committee of Scientific Labor Organization and member of the Institute of
Rehabilitation of Invalids of Labor. In Colombia he served as professor of the School of
Industrial and Commercial Administration (FAIC) Gimnasio Moderno, he worked as a
consultant for industrial relations at the Institute of Industrial Development, private and
governmental institution raised in 1940. In 1946, public or book Introduction to human
factor in industry, work that collects most of its classes with Colombian students. The
hypothesis of this paper is that Cesar Madariaga was probably one of the first spread in
the Colombian university level specialized on the human factor in the world of knowledge
work. Thus, you can identify a clear connection transfer specialized knowledge that
favored the birth and consolidation of Psychotechnology and industrial psychology in the
country.
Keywords:
Human Factor; Industrial Psychology; Psychotechnology

1. INTRODUCCIÓN

Carlos Dávila (2001), en una “nota sobre la teoría de las relaciones humanas en
Colombia”, destaca la carencia de investigación sobre la historia de la educación en
administración en Colombia. Sin embargo, sugiere que es posible identificar un primer
momento marcado por una especie de sociología del trabajo liderada por Alejandro López
desde la Escuela Nacional de Minas y que marcó a los industriales antioqueños en torno
a los años 1930. Posteriormente, en los años 1960 las ideas de Mayo y McGregor se
comenzaron a difundir en el medio académico. Específicamente, con publicaciones en la
revista ESAP o en el programa de economía industrial de la Universidad de Los Andes.
En el interregno, Dávila destaca de acuerdo con Jorge González (1981 citado por Dávila,
2001, p. 216), la difusión de la psicología aplicada al trabajo en un curso para los
“empresarios en ciernes que estudiaban en la FAIC”. El encargado de ese curso era César
de Madariaga y Rojo, al decir de González, “un ferviente cultor de la psicología aplicada
a la problemática del trabajo industrial”.
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En 1939 comenzó en España la dictadura Francisco Franco (1939-1975). Los


historiadores calculan que hubo cerca de 200 mil muertos y medio millón de exiliados. A
nuestro país llegaron 524 españoles en 1932, 575 en 1935, 359 en 1938, 405 en 1939, 389
en 1940. Esta cifra parece incongruente con el respaldo unánime a la República por parte
de los presidentes Alfonso López Pumarejo (1934-1938) y Eduardo Santos (1938-1940),
pero se justifica por una política migratoria excluyente que permitió únicamente el
ingreso de españoles con antecedentes irreprochables, conocimientos útiles o con capital
necesario (Bushnell, 1982, pp. 159–202). Entre el grupo de exiliados estaba Cesar
Madariaga y Rojo (1891-1961). Formado en ingeniería de minas y metalurgia, era un
conocido promotor y defensor de los beneficios de la organización científica del trabajo.
Antes del exilio, había sido director de la Escuela de Capataces y Minas de Almadén,
vicepresidente del Comité Nacional de la Organización Científica del Trabajo y miembro
del Instituto de Reeducación de Inválidos del Trabajo. La importancia de Madariaga
puede ser percibida por la influencia que tuvo en países como Chile y Portugal (Azevedo,
2012; Ortúzar, 2013).
En Colombia se desempeñó como profesor de la Facultad de Administración Industrial y
Comercial (FAIC) del Gimnasio Moderno, antecesora de la Facultad de Economía de la
Universidad de Los Andes, trabajó como consultor de relaciones industriales en el
Instituto de Fomento Industrial, institución privada y gubernamental criada en 1940 y
asesoró al gobierno sobre los yacimientos de Paz del Río. En 1946, público el libro
Introducción al factor humano en la Industria, obra que recoge lo esencial de sus clases
con los alumnos colombianos.
Pero en esta comunicación interesa indagar por las filiaciones teóricas y las fronteras
semánticas de la idea de factor humano, más que tratar de la figura del precursor. Y de
esa forma, aportar al conocimiento de la historia de la educación en administración en
Colombia, específicamente, en lo relacionado con difusión de relaciones humanas. Se
defiende que Cesar Madariaga fue probablemente uno de los primeros en difundir en el
ámbito universitario colombiano un conocimiento especializado sobre el factor humano
en el mundo del trabajo. Así, se puede identificar una conexión clara de transferencia de
conocimiento especializado que favoreció la difusión de la psicotécnica y de la psicología
aplicada al mundo del trabajo. Es decir, una psicología aplicada más enfocada a la
identificación de las causas predisponentes y de los factores psicosociológicos
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involucrados con la selección del personal, el aumento de los accidentes de trabajo, de la


enfermedad y de la reducción del rendimiento. En ese campo de saber, el factor humano
fue visto fundamentalmente a través de dos herramientas: la selección psicotécnica del
personal y la orientación profesional.
Metodología
Normalmente, los procesos de investigación en ciencias humanas siguen cuatro etapas,
las cuales pueden variar dependiendo de las necesidades: fase exploratoria, fase teórica,
fase empírico-teórica y fase de teorización. Durante la fase exploratoria se realiza una
aproximación a la realidad del objeto de estudio, problematizando y estableciendo los
interrogantes que servirán de derrotero para el establecimiento del propósito y objetivo
de la investigación. Adicionalmente, se indaga por los posibles archivos y fuentes
primarias. Así es establecida una hipótesis o formulada una pregunta orientadora, la cual,
acompañada de un acercamiento inicial al estado de la cuestión, permite tentativamente
definir un plan de recopilación de la información. En segundo lugar, aunque muy cerca
de la fase anterior, su busca establecer a partir de investigaciones realizadas el soporte
teórico que guiara la aproximación a las fuentes primarias. Es decir, durante esta etapa
teórica se busca establecer unas categorías conceptuales de análisis que servirán
inicialmente para delimitar los horizontes y hallazgos en el archivo. En tercer lugar,
durante la fase empírico-teórica es recopilada la información y ordenada parcialmente
con el fin de iniciar un proceso de análisis, que implica codificación y clasificación de
información, ordenamiento de grupos de citas, determinación de regularidades y
singularidades, descomposición y reagrupamiento de la información. Por último, la fase
de teorización parte de una dedicación exclusiva al procesamiento y análisis de toda la
información recabada, estableciendo relaciones entre fuentes primarias y fuentes
secundarias alrededor de los diferentes ejes conceptuales (ver estructura teórica). Más allá
de corroborar la hipótesis inicial al paso que se problematizan y contrastan categorías de
análisis y conceptos.
Para el análisis del discurso o sistematización de las fuentes y bibliografía se utilizó el
programa Atlas.ti. Clasificado como CAQDAS Computer Assisted Qualitative Data
Analysis Software o “HIAC “Herramientas informáticas para el análisis cualitativo”
apoya el trabajo de ordenación, clasificación, elaboración de citas y segmentos, creación
de anotaciones y comentarios, categorización y análisis de grandes volúmenes de
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información, con la ventaja de accesibilidad inmediata y por ende reducción del tiempo
invertido en la búsqueda. Con otras palabras, Atlas.ti busca facilitar el proceso de análisis
cualitativo a través de una serie de herramientas cuyo fin puede resumirse en
Visualización, Interpretación, “Serendipity” y Exploración –VISE-.
3. RESULTADOS
El libro “Introducción al estudio del factor humano…”, recoge lo esencial de las
conferencias dictadas por Madariaga a los alumnos del último semestre de la FAIC. No
es del caso resumir el contenido. Interesa sobre todo destacar sus aportes al conocimiento
del factor humano. Específicamente, su justificación, los planteamientos acerca de la
psicotécnica y la “psicoeconomía” y sus métodos. Del mismo modo, interesa mostrar la
relación de estos estudios con los accidentes de trabajo, la enfermedad profesional y la
fatiga industrial. Me concentro en esos aspectos, aunque el horizonte del curso se extiende
a otros horizontes como la organización jerárquica y la organización funcional, siguiendo
a Fayol y Taylor, o la importancia de establecer una legislación social con criterios
científicos.
Para Madariaga el curso se justifica por la necesidad de difundir entre los estudiantes el
conocimiento de la psicotécnica, único medio racional que puede conducir “por una vía
segura” a la apreciación de los problemas sociales. Sugiere, en contraste con el énfasis en
la fisiotécnica o los equipos y las herramientas, una humanización de la industria
considerando que lo importante en todo proceso es el factor hombre. Para él, la evolución
del trabajo humano está asociada a una liberación del deslumbramiento producido por las
cosas y las cifras. Con ese objetivo, plantea que el “rector de empresas” debe estudiar los
principios destinados al conocimiento del “complejo-hombre […] puesto que su
desconocimiento puede producir las más molestas disonancias” (Madariaga, 1946, pp. 7–
8).
La propuesta de formar al “rector de empresas” con estos temas, se hace porque en
Colombia el estudio del factor humano no formaba parte de los programas de las
facultades y escuelas técnicas. En el mejor de los casos, servía de apoyo a otros estudios
considerados más importantes como eran la organización industrial, la gerencia de
empresas, la organización científica del trabajo, la mecanización del trabajo, el estudio de
los equipos economizadores de mano de obra, los conflictos del trabajo y la legislación
de trabajo y derecho social (Madariaga, 1946, p. 17). De hecho, afirma Madariaga, el
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factor humano “no entraba siquiera entre las cuestiones integrantes de un prospecto
industrial” (Madariaga, 1946, p. 19).
En 1945, la psicotécnica en tanto que estudio del “factor humano” en la vida práctica en
sus diversos aspectos, parece ser todavía una heredera joven de la psicología
experimental, pero de un rápido crecimiento; eso al menos sugieren los seis congresos
mundiales celebrados entre 1919 y 1930. Pero, al decir de Madariaga, la psicotécnica
acumulaba demasiadas cosas, por lo que era necesario “precisar el campo de estudios de
la actividad económica en relación con el factor humano” (Madariaga, 1946, p. 11). Al
estudio científico de esta relación lo denomina Psicoeconomía. Y agrega “el sujeto [de la
psicoeconomía] es el hombre en particular en cuanto ejerce una función económica; el
objeto inmediato es la función económica que ejerce en interés de la colectividad y el
objeto mediato, el hombre (el hombre en general)” (Madariaga, 1946, p. 12).
La psicoeconomía se puede dividir en profesional, general, individual y social. A la
psicoeconomía profesional, corresponde analizar la función económica desde el “doble
punto de vista del trabajador o sujeto de la actividad económica y desde el punto de vista
del objeto inmediato, el trabajo o la función económica”. Madariaga identifica cuatro
fases: posibilidad, capacidad, conocimiento y disposición. La primera fase comprende
tanto “la naturaleza del esfuerzo, la duración del mismo, su ritmo, su continuidad o
alternancia, la fatiga, y de otro lado, las condiciones mínimas de higiene laboral y hasta
de higiene moral y de la seguridad ligadas con la accidentalidad de cada individuo y la
peligrosidad del trabajo” (Madariaga, 1946, p. 14). La segunda fase relativa a la
capacidad, comprende las aptitudes, educabilidad, readaptabilidad, selección y
orientación profesional; pero también incluye los diseños psicotécnicos del herramental
y de la maquinaria, la cinemática psicotécnica”. En cuanto a la fase de conocimiento se
destacan, por un lado, el aprendizaje, la formación profesional, el hábito, la
automatización, la especialización, por el otro lado, la racionalización de los procesos
técnicos o la organización racional de cada industria. Finalmente, la cuarta fase
comprende los estímulos, intereses, vocación, disciplina, espíritu de cooperación, y por
el lado del trabajo, los ambientes, las características especiales como la monotonía, la
perturbación.
La psicoeconomía general, en la industria responde a la necesidad de, primero, ordenación
de los elementos y las relaciones industriales; segundo, la ordenación de las unidades y
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la racionalización industrial; tercero, coordinación de los grupos y racionalización


económica.
La psicoeconomía individual debe propugnar por la coordinación de las “cuestiones que
interesan al hombre económico en su vida, como individuo o como parte integrante de un
grupo familiar” (Madariaga, 1946, p. 147). Dicho de otra manera, se preocupa por
garantizar que las relaciones entre trabajo y empresa sean “lo más cordiales y tranquilas”
e “intensas y permanentes” de modo que se “establezca un natural espíritu de
cooperación” (Madariaga, 1946, p. 147).
Finalmente, la psicoeconomía social indaga por la participación del hombre económico
en la vida social. Le interesa el hombre como ciudadano y como profesional, en su
relación con asociaciones particulares y públicas. Importan estas relaciones por su
reciprocidad: la actividad económica afecta al grupo y el grupo afecta la actividad
económica. Al respecto, afirma Madariaga:
Las diversas cuestiones relacionadas con estas influencias recíprocas,
constituyen la psicoeconomía social y ni qué decir tiene que ofrecen un interés
primordial hoy en día, en que las agrupaciones sociales por encima del inviduo,
adquieren una extensión importante, correspondiente al progreso cultural, a la
elevación del nivel de vida de las masas trabajadoras, y su influjo directo como
masa de potente impulso que unos y otros manejan para bien o para mal
(Madariaga, 1946, p. 155).
En resumen, según Madariaga, la psicoeconomía social procura la coordinación de la vida
cívica y social con la función económica.
Madariaga destaca como herramientas psicotécnicas aplicadas al mundo del trabajo de la
psicoeconomía cabe mencionar: la selección psicotécnica del personal y la profesiografía.
En cuanto a la selección psicotécnica, sugiere que todas las grandes empresas extranjeras
apostaron por este tipo de selección más racional del trabajo. Contrario a los métodos
tradicionales de selección indirecta, empírica, técnica y social, el psicotécnico “consiste
en el análisis sistemático de las aptitudes de cada individuo una vez que se conocen las
características, sistemáticamente estudiadas también del trabajo” (Madariaga, 1946, p.
33). El resultado, de acuerdo con Madariaga es un mayor rendimiento global, un menor
despilfarro de materias primas y energías, una mayor adaptación general, una mayor
estabilidad en el empleo, una mayor seguridad en el trabajo (Madariaga, 1946, p. 34).
La búsqueda de la correlación entre el sujeto y el objeto o las relaciones de desequilibrio
y desadaptación son una herramienta para evitar el fracaso, los accidentes o el
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agotamiento. Al identificar los rasgos que tienen relación más directa con el tipo de
trabajo que se va realizar se espera una armonía del conjunto.
En Colombia, el Army beta test, el test de Dearborn, el cálculo de Cleparède o la prueba
de memoria de fisionomías fueron aplicados, por ejemplo, entre cobradores del tranvía.
Pruebas similares fueron realizadas entre interesados en ingresar a la Policía Nacional
(Rodrigo, 1941). Se trata de establecer una relación psicológica con el mundo profesional,
además de medir la “velocidad de la reacción psico-motriz a un estímulo visual o auditivo,
la habilidad manual, la coordinación de movimientos de mano, etc…”, la atención e
inteligencia general mediante estímulos que obligan a la integración mental y conducen
a una reacción. Con otras palabras, “el que ha de hacer los zapatos ha de ser zapatero,
pero claro está, no llamárselo, sino serlo: ser, no estar” (Madariaga, 1946, p. 38).
De acuerdo con la profesiografía se debe estudiar las características de cada profesión en
su aspecto objetivo y subjetivo. Lo objetivo remite a la tarea, operación o labor de una
misma ocupación; lo subjetivo a la ocupación, oficio o profesión que un trabajador puede
realizar en diferentes talleres u oficinas (Madariaga, 1946, p. 51). Para este fin, Madariaga
destaca los límites de las clasificaciones generales de las profesiones; la importancia de
una clasificación psicotécnica de los oficios; las formas condicionadas por factores
externos; el estudio de las profesiones. En el primer punto, resalta que la actividad laboral
del individuo ha sufrido una profunda alteración con el proceso técnico, de modo que las
designaciones clásicas o tradicionales, por ejemplo, la de formas individuales simples
(jornalero, operario) y complejas (artesano) y formas colectivas simples (obrero
industrial, peón especializado) y complejas (obrero profesional). En esta los aspectos
complejos del factor humano se diluyen y poco dicen respecto a la selección,
remuneración y distribución. Igualmente, la clasificación basada en la ideación y la
ejecución es limitada porque desconoce el valor profesional o la función profesional
exacta. Con esa separación “costará mucho trabajo en cualquier momento saber que es lo
que hace un electricista o un mecánico” (Madariaga, 1946, p. 53).
La clasificación psicotécnica del trabajo, por el contrario, incorpora la agrupación de los
músculos que preferentemente han de entrar en actividad en un trabajo, las diferentes
disposiciones mentales, las clases de atención, las características de monotonía, las
reacciones personales del trabajador”, factores que a la postre deben orientar la
designación de las operaciones de trabajo y los métodos de selección y de aprendizaje
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(Madariaga, 1946, p. 54). Del mismo modo, la clasificación de la profesión debe


considerar además de los factores directamente relacionados con el individuo “los
factores materiales y psicológicos externos”. Así, por esencia se deben distinguir los
trabajos intelectuales de los manuales; por relación simultanea separar entre trabajos
independientes, de equipo profesional y de equipo social; por relación sucesiva entre
trabajo intermitente y trabajo continuo; por condición de tiempo, por temporada, jornada
o discontinuos; por condición del lugar en oficios mineros, del mar o domésticos. Ante la
imprecisión del conocimiento sobre las profesiones, Madariaga recalca los métodos de
estudio profesiográfico: las encuestas libres o guiadas, la observación y la
experimentación (Madariaga, 1946, p. 54).
La psicoeconomía profesional, la selección profesional y la profesiografía son
funcionales al proceso productivo. Y el cálculo de los beneficios de su aplicación es
mucho más explícito cuando se habla de los accidentes de trabajo. De acuerdo con
Madariaga, “es negocio el prestar la máxima atención a la prevención de los accidentes.
Tanto más, cuanto que el gasto de cada accidente es mucho mayor de lo que a primera
vista parece si se considera tan solo el importe de los salarios del accidentado, su
asistencia y su indemnización” (Madariaga, 1946, p. 74). Entonces, dice Madariaga, fuera
de los aspectos “sociales y humanitarios”, el tema de la prevención de los accidentes de
trabajo tiene importancia económica (Madariaga, 1946, p. 74).
Frente a los accidentes, según Madariaga hay cuatro medios preventivos: técnica,
psicológica, social y psicotécnica. Los primeros consisten normalmente en incorporar a
los equipos de trabajo protecciones o mecanismos de mando que desactiven el mecanismo
cuando haya posibilidad de riesgo. La prevención técnica incluye también restricciones
legislativas que obliguen a informar los riesgos profesionales previo a cualquier
concesión industrial, patente o modelo industrial (Madariaga, 1946, p. 69). La prevención
psicológica busca enfrentar los accidentes producidos por el descuido obrero mediante
propaganda que haga ver el riesgo que no se ve, para ellos los carteles o avisos es el medio
más común. Los medios preventivos sociales, consisten en acciones conjuntas por parte
de los trabajadores o una colectividad interesada. Madariaga menciona como ejemplo los
“comités de seguridad que se ocupan periódicamente de la prevención de los riesgos y
cooperan con los ingenieros de seguridad” (Madariaga, 1946, p. 71).
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El más novedoso de los métodos era el psicotécnico. La regla que rige los medios
preventivos psicotécnicos es la adecuación del trabajador al trabajo y del trabajo al
trabajador. Si es cierto, que las “las cosas han de ser para las personas y no las personas
para las cosas” (Madariaga, 1946, p. 5), la principal estrategia psicotécnica es la
eliminación del riesgo. Pero, la prevención psicotécnica está emparentada con la
selección de personal o la profesiografía, por lo tanto, privilegia las aptitudes elementales
del individuo frente a los riesgos. Con ese fin se sirve de la cinemática para eliminar los
movimientos que se revelen como peligrosos, es decir, “aquellos que se hacen fuera del
campo visual normal o en posiciones no equilibradas o en posturas incorrectas o en
lugares de espacio reducido o a velocidades grandes”.
Pero, además, la prevención psicotécnica incorpora la pregunta por la “accidentabilidad”.
La accidentabilidad es “el grado de tendencia a la producción del accidente desde el punto
de vista individual”. Sirve para identificar los sujetos predispuestos al accidente basado
en la idea de que existen discrepancias entre los niveles de la percepción y los de las
reacciones motrices. Cuando los niveles de percepción son iguales o superiores al de la
reacción motriz tienen grado de accidentabilidad reducido. La fatiga, la distracción o el
alcohol pueden ser factores predisponentes. En cualquier caso, el objetivo de a identificar
los niveles de accidentabilidad es “por medio de una selección previa […] sería posible
reducir mucho el accidente profesional y aún se podía conseguir más analizando las
operaciones de trabajo desde el punto de vista de su riesgo y reservando estas para los
que mostraran una accidentalidad más reducida” (Madariaga, 1946, p. 73).
En la época en que Madariaga imparte su curso, las investigaciones sobre fatiga tiene un
corto periplo en el campo médico colombiano (Gallo, 2016), sin embargo, ya no
corresponde al registro de la neurastenia ni al terreno exclusivo de la fisiología. De ahí
que Madariaga afirme que la higiene industrial no debe únicamente actuar sobre los
factores fisiológicos sino también sobre los factores psicológicos.
Ahora bien, la fatiga psicológica es probablemente uno de los fenómenos de mayor
controversia entre médicos del trabajo y psicólogos industriales. Y al final, la disminución
en el rendimiento o la productividad normal es el único efecto visible para discernir entre
la fatiga real, la autogestión y la simulación. Pese a las diferencias conceptuales y
científicas muchos parecen coincidir en la importancia de considerar los siguientes
aspectos: monotonía, ritmo, reposo y alternancias. En primer lugar, se sabe que la
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monotonía conduce a una fatiga prematura dado el esfuerzo mental intenso que ocasiona
una tarea de esas características, si bien, dice Madariaga, la monotonía puede tener en
algunos un efecto sedante. Del ritmo se sabe que influye sobre el rendimiento tanto si es
exagerado como lento, en ese sentido se sugiere buscar los medios de conocer los ritmos
más favorables para los sujetos y su correlación con los movimientos fisiológicos
normales. Los reposos se consideran el único medio para reducir la fatiga en la industria,
la periodicidad de los mismos depende de cada tipo de trabajo por lo que no hay
uniformidad. Las alternancias, finalmente, sugiere que ante el tedio o la repugnancia
producida por la rutina se debe adoptar el sistema de alternancias “por el cual los
trabajadores cambian de vez en cuando de trabajo, soportando de este modo los motivos
de fatiga prematura ante el estímulo que supone la esperanza de que el trabajo no va durar
mucho y de que las circunstancias y de que las circunstancias perturbadoras afectan a
todos” (Madariaga, 1946, p. 98).
4. CONCLUSIONES Y DISCUSIÓN
En la primera mitad del siglo XX, médicos e ingenieros colombianos empezaron a discutir
un problema clásico del mundo laboral: la fatiga. A diferencia de lo ocurrido en otros
países, en Colombia. la «fatiga industrial» perteneció a un ramo diferenciado de la
neurastenia, históricamente más próxima de Rudolf Clasius y Charles Myers que de
Bénédict Augustin Morel. De hecho, para los médicos del trabajo, la fatiga era, antes que
nada, un concepto de las ciencias del trabajo, construido con elementos analíticos de la
termodinámica, de la sicofisiología del trabajo y de la sociología. De esa manera, se
relacionaba con otras figuras de la retórica científica, como esfuerzo y descanso, debates
acerca de la técnica, el medio y la máquina. Además, comprendía una compleja red de
interacciones con el problema de las transformaciones productivas, los cambios en las
condiciones de trabajo, la incorporación de leyes laborales y la consolidación de las
formas de racionalización científica del trabajo —representada en Colombia,
principalmente, por la economía industrial.
Por su parte, la fatiga se junta a la noción bastante problemática de factor humano. En
efecto, la discusión hizo parte del proceso más amplio de emergencia e incorporación del
«factor humano» o «factor sociológico» al cálculo de la producción. Ciertamente, las
metáforas de motor humano y capital humano no fueron sustituidas, pero hubo un proceso
de sicologización y sociologización. Así, en la medida en que se transitaba de la fisiología
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del trabajo hacia la sicofisiología, el foco en la capacidad corporal del obrero fue
descentrado, en función de la observación metódica del carácter mental del trabajador y
de su comportamiento social. No es posible analizar el impacto social y político
provocado por un concepto como el de factor humano o el de hombre social, sin embargo,
se deben problematizar algunas de sus coordenadas epistemológicas.
El movimiento del factor humano surge en respuesta al absurdo mecanicismo taylorista,
partiendo del principio que es pura especulación metafísica considerar al hombre como
motor o pura fuerza (Friedmann, 1956). Para los investigadores involucrados en ese
universo de reflexiones sobre los problemas laborales, la medicina industrial no puede
considerar al trabajador como una máquina o medir la capacidad laboral en función
exclusiva de la fuerza muscular. En la idea de factor humano convergían las
manifestaciones de fuerza, afectos, sentimientos y emociones. Como dijo T. J. Ostrewich
en el Consejo Interamericano de Seguridad, «ningún trabajador deja de ser papá, novio,
soñador, ni deja de odiar solo porque viste un overol. No podemos borrar las emociones
con llamados a la razón. La lógica no alcanza» (Ostrewich, 1950, p. 13). El mismo autor
recordaba que el trabajador no es un engranaje de la máquina industrial, sino «una unidad
completa que trabaja, respira y reúne aspectos mentales, físicos, emocionales, culturales,
sociales y económicos» (Ostrewich, 1950, p. 13).
Además de atenuar la clásica visión del motor humano, esta idea volvía más compleja la
preocupación con rendimiento, disminución del precio y aumento del volumen de la
producción, desafíos fundamentales de la racionalización científica del trabajo. De
acuerdo con la definición adoptada por la Conferencia Económica Internacional de 1927,
la racionalización era el conjunto de procedimientos propios para asegurar el mínimo de
pérdida de esfuerzos y de material, para «obtener de todos un rendimiento máximo para
alcanzar un precio de coste mínimo» (Maurethe, 1930, p. 436). En ese sentido, queda
claro que, para asegurar un mínimo de pérdida del material y un máximo de producción,
era necesario mejorar la máquina, al paso que se optimizaba el método de producción y
aumentaba el rendimiento, con menor agotamiento del obrero. Teóricamente, son las
causas mecánicas y las no mecánicas las que determinan tanto el rendimiento como la
mayor accidentalidad. Sin embargo, prácticamente todos los investigadores aceptan que
el buen funcionamiento de la industria dependía principalmente del factor humano. Para
bien o para mal, todas las campañas de intervención en la industria para acelerar la
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producción ponían al hombre en el centro. Cualquier pretensión de mejoramiento,


sincronía o seguridad industrial recaía sobre el factor humano.
No siendo el hombre más una máquina de producción de trabajo, y siendo el factor
humano el eje de la producción, la empresa terminaba dependiendo de los factores
individuales y de la influencia de lo social en el factor humano. O, como dijo Friedmann
(1956), de un hecho técnico, un hecho psicológico y un hecho social. Así, para los
observadores de la época, no era secreto que los problemas económicos, la insatisfacción
con la vida, los conflictos familiares, las preocupaciones morales, la mala nutrición, entre
otros, incidían directamente en la producción. Del mismo modo, era evidente para ellos
que los mismos factores intervenían en la mayor o menor accidentalidad laboral. No se
subestimaba completamente el peso que el maquinismo, sus movimientos monótonos y
la rutina tenían sobre el individuo, pero los niveles de percepción y motricidad que podían
llevar a la mayor accidentalidad deberían ser evaluados en correlación con otros factores,
como malas condiciones de trabajo, factores de grupo, de ambiente y sociales.
En ese sentido, los problemas de la producción eran asociados a los problemas de la vida
y, de alguna forma, incorporados al campo de la sociología. De hecho, en los años 1940,
la fatiga industrial se había «sociologizado», de la misma manera que la discusión sobre
los factores sociales vinculados a la salud colectiva era cada vez más aceptada como parte
evidente del debate. Al respecto, Rafael Salamanca (1941) insistía en la necesidad de que
los médicos realizaran un tipo de investigación social en que todas las causas y
condiciones fueran evaluadas de acuerdo con la realidad nacional, sin inclinarse por
evaluaciones exclusivistas —pedagógica, social, nutricional, endocrinológica,
determinista geográfica o hereditaria. Más o menos en la misma época, Laurentino Muñoz
(1947) señalaba que los problemas de salud eran muy complejos y necesitaban de la
aplicación de principios médicos, económicos, antropológicos, éticos, sociales, estéticos.
Añadía que, en la visión de los médicos, el problema de la higiene era frecuentemente
visto de manera parcial, desatendiendo accidentes y enfermedades del trabajo, así como
la mortalidad infantil, que eran problemas a ser resueltos con una decidida acción social.
La idea del factor humano emergió en Colombia, tímidamente, en las facultades de
ingeniería, en torno a los años 1910, alcanzando su auge en los años 1940, cuando un
grupo de políticos en el contexto de la creciente tecnocracia la incorporó a los debates
institucionales. El factor humano en el debate político permitió un desplazamiento del
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problema de la degeneración de la raza, manteniendo unos pocos matices de la discusión.


En 1934, los miembros de la Oficina Nacional del Trabajo, al enumerar las razones por
las cuales era necesario establecer un salario mínimo, afirmaron que «aparte de las
conveniencias sociales y raciales», la labor de creación de riqueza «tiene que incluir
ineludiblemente el mejoramiento del factor trabajo, es decir, el capital humano, que
incorpora sus esfuerzos en la producción» (Lanao Tovar, 1934, p. 302). Seis años
después, en el mismo órgano, José Joaquim Caicedo Castilla, Ministro del Trabajo,
Higiene y Previdencia Social recordaba como funciones esenciales de esa institución la
defensa del factor humano, para la cual era necesaria una política de fomento municipal
y amplia política social (Caicedo Castilla, 1940, p. 8). Paralelamente, algunos de los
argumentos favorables a la previdencia social eran, precisamente, conservar el factor
humano y aumentar sus principales valores de salud y capacidad para el trabajo (Stein,
1942). El historiador Daniel Díaz señala que, para el presidente Alfonso López Pumarejo,
«el problema no era ya la degeneración de la raza, sino las cadenas de la tradición que
aprisionaban las inteligencias y las fuerzas de la población [por eso la solución era] la
educación del pueblo inculto [...] y la formación de ciudadanos conscientes de su
nacionalidad» (Castro-Gómez & Restrepo, 2008, p. 56). No obstante, fue con Mariano
Ospina Pérez que el debate sobre el factor humano alcanzó su ápice. Como recuerda
Daniel Pécaut, el programa económico de Ospina Pérez era convertir el país en una gran
empresa de producción (Pécaut, 2001). Eso explica por qué, durante su campaña
presidencial en 1946, proponía el desarrollo del factor humano, de la fuerza productiva
nacional, de los institutos científicos para estudiar a los trabajadores, las causas y efectos
de la fatiga psicológica y fisiológica, los efectos orgánicos del trabajo y diversos agentes
nocivos, y demás instrumentos para el rendimiento del trabajador (Mayor Mora, 1997).
En conclusión, el factor humano era tanto aquel que desarrollaba armónica y
conscientemente la energía síquica y física, como la energía activa que contribuía con
otras fuerzas económicas para el mejoramiento de la producción y para el aumento de la
riqueza nacional (Calderón Reyes, 1955). Estos atributos parecen hacer eco con otras
categorías vigentes en la época, como raza y capital humano, pero también son parte de
un largo proceso de afirmación y legitimación de la identidad, mediante objetivación y
apropiación, por parte de los médicos, de diversos factores inherentes al mundo del
trabajo. De esa manera, en lo que respecta al factor humano en los discursos de ingenieros
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y médicos, se observa, en primer lugar, la complejidad del problema con la introducción


de los factores individuales y los factores sociales. Por un lado, la vertiente más cercana
de los ingenieros, que pone el factor humano en relación con la racionalización
«científica» del medio del trabajo, el aumento del rendimiento, de la productividad, la
capacidad y la reducción de los costos por accidente. Esto asociado a la liberación de
potencial y experiencia de los individuos, al paso que se daba un proceso de persuasión y
búsqueda de consenso con el obrero para menguar las formas de resistencia cotidiana o
los actos de independencia del espíritu.
Por otro lado, estaba la vertiente sicofisiológica del trabajo, en principio más teórica,
enfocada a la identificación de las causas predisponentes y de los factores
sicosociológicos involucrados en el aumento de la accidentalidad, de la enfermedad y de
la reducción del rendimiento. En ese campo de saber, el factor humano fue visto
fundamentalmente a través de dos herramientas: la selección psicotécnica del personal y
la orientación profesional. Partía del supuesto que existían individuos más aptos para
determinados trabajos que, al ser colocados en un lugar diferente, sufrían en su espíritu y
su carne las consecuencias de dicha actividad. Igualmente, eran considerados tipos de
individuos más propensos a sufrir accidentes: maníacos depresivos, soñadores,
crónicamente ansiosos, paranoicos, solitarios, de «personalidad retorcida» (Ostrewich,
1950). Toda esa clasificación de los factores sicológicos que incidían en la mayor
accidentalidad parece contradecir lo que también se afirmaba, en términos teóricos, acerca
de la importancia de reconocer los factores sociales implicados en el proceso productivo.
Es posible afirmar que la observación sistemática del factor humano permitió comprobar,
científicamente, que el control de los factores sicofisiológicos de la producción favorecía
tanto patrones como obreros. Sin embargo, esta suerte de nihilismo parecía olvidar que la
búsqueda de la felicidad de los trabajadores únicamente era importante si contribuía
efectivamente al aumento de la productividad, como decía el presidente de una gran
compañía de la época: «la sociología ha demostrado que los hombres parecen producir
mejor sin son felices. Mas, si la experiencia probara que producen incluso mejor si están
furiosos, nos las arreglaríamos para que lo estuvieran permanentemente» (Aktouf, 2009,
p. 223). De igual forma, parecía olvidar que un régimen basado en la exploración
sistemática de los trabajadores y la negación de los derechos era infelizmente más fácil
de aplicar. Además, los defensores del movimiento del factor humano nunca consiguieron
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entender el comportamiento del obrero, un dato siempre rebelde a la previsión y al cálculo


(Canguilhem, 1947), más cuando el esfuerzo comprensivo se instrumentaliza en función
de la productividad. Así, todos los esfuerzos para conceptuar la fatiga fueron tan frágiles
que se aceptó la imposibilidad de una teoría general de la fatiga (Le Bianic & Vatin,
2007).
En la crítica al tecnicismo taylorista o en la búsqueda de la liberación del trabajador de
los problemas corporales de la producción, los sicofisiologistas hicieron de la mente y del
propio cuerpo del trabajador un nuevo ídolo. La culpa, consciente e inconsciente, del
obrero en los accidentes de trabajo pasó a ser fundamental, al paso que el medio laboral
se volvía, paulatinamente, un aspecto secundario en el momento que se evaluaran los
riesgos de la industria. Evidentemente, este no fue un proceso tan homogéneo. En los
años 1950, muchos de los problemas de la producción en Colombia aún eran técnicos. En
todo caso, la discusión sobre el factor humano en la producción circulaba en los ámbitos
académicos e industriales contribuyendo para indicar y ocultar los problemas del mundo
del trabajo, mediante una retórica de psicologización, medicalización y normalización de
las aptitudes para el trabajo.
Si bien es necesario profundizar en los flujos y transferencias de conocimiento
especializado sobre el factor humano en Colombia, al concluir esta presentación podemos
afirmar que Cesar Madariaga fue uno de los primeros difundir en el ámbito universitario
colombiano un conocimiento especializado sobre el factor humano en el mundo del
trabajo. En ese sentido, se puede identificar una conexión clara de transferencia de
conocimiento especializado que favoreció la difusión de la psicotécnica, especialmente,
la “psicoeconomía” en el país.
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