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1.- “La terapia, por lo tanto, debe incluir un proceso de autoexploración permanente
por parte del terapeuta” (Safran y Muran, 1994, p.18)
El primer elemento que se revela en esta frase es el carácter relacional del proceso
psicoterapéutico, en concordancia con el modelo propuesto por los autores. Tal como lo
explican Safran y Muran (1994) la psicoterapia es un encuentro humano, y este encuentro
convoca no solo al paciente sino también al terapeuta. Esto implica poner en relieve el rol
del vínculo terapéutico en la psicoterapia y sus procesos de cambio, lo que, a su vez,
conlleva la necesidad de dar cuenta, desde la teoría pertinente, del “proceso a través del
cual este encuentro humano origina el cambio, y que las técnicas pertinentes deben incluir
la capacidad de utilizar la propia humanidad como instrumento terapéutico” (p.17).
Entonces, este encuentro humano se da entre dos sujetos que deben ser considerados en
relación sistema interpersonal en el que participan. Se hace notar que el proceso
psicoterapéutico discurre también con la participación del terapeuta, quien debe entonces
clarificar sistemáticamente lo que aporta en dicha interacción, puesto que, en primer lugar,
de este ejercicio deriva la posibilidad de comprender plenamente a su paciente, de discernir
qué es lo que el paciente está poniendo en la relación y qué es lo propio del profesional. Si
lo que el terapeuta aporta en ese espacio adquiere relevancia, para comprender aún más lo
importante de su participación, es necesario también remontarse al cambio que se inicia con
el avance del modelo interpersonal, dentro de la Meta teoría Cognitiva Constructivista
(Yáñez et al, 2001). Particularmente se hace necesario tener en cuenta los cambios a nivel
epistemológico, que implican, entre otros, el abandono de una realidad inmanente; la
realidad se entiende como fluctuante y su orden está sujeto a la organización que el sujeto
le da a partir de sus estructuras cognitivas, las que se desarrollan crecientemente, a partir de
sus relaciones interpersonales. Tal como destacan Yáñez, en este momento es relevante la
noción de sujeto interpersonal, a partir de la cual comprende al individuo como un sujeto
activo, constructor de su realidad según su propia estructura y organización. Se abandona
entonces la idea de una realidad externa y objetiva independiente del sujeto y, como
consecuencia para la práctica, se cuestionan los supuestos cognitivos tradicionales como la
presunta objetividad del terapeuta (sujeto interpersonal), que operaría en pos de ayudar al
paciente a cambiar creencias y pensamientos distorsionados por aquellos que se ajustarían
más a una realidad objetiva. Al cuestionar la idea de que existe tal cosa como una realidad
objetiva, se abandona de alguna manera un mundo de certezas a las que el terapeuta podía
asirse en las praxis de la psicoterapia. Sus intervenciones ya no están respaldadas, por así
decirlo, por las evidencias que se desprenden de una realidad positividad; la humanidad del
terapeuta, para ser utilizada como instrumento de la psicoterapia, exige la autoexploración
para que la subjetividad del profesional esté al servicio del proceso del paciente,
comprendiendo y asumiendo la responsabilidad que le compete en crear las condiciones
para el cambio en psicoterapia, involucrándose a sí mismo como parte del proceso.
Finalmente mencionar que esta autoexploración será una constante necesaria para las
operaciones de enganche y desenganche, tal como lo exponen Safran y Muran, con la
finalidad de dar poder reconocer de qué manera le compromete el influjo interpersonal del
paciente para, a partir de la conciencia de los propios sentimientos y tendencias a la acción
que advierte en sí mismo el profesional mientras interactúa con el paciente, poder
desengancharse y ponerse al servicio de las necesidades del paciente y no las propias.
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Nombre: Raquel Sandrini Carreño Diplomado de Clínica Constructivista Cognitiva 2018
Rut: 15.433.776 – 8 Psicoterapia I
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Un elemento relevante que aparece en el momento interpersonal, tiene que ver con la
relevancia que adquieren las emociones. Siguiendo esta dirección Safran y Muran revisan,
por ejemplo, lo que muestra la experiencia clínica respecto al papel que juegan las
emociones y los estados de ánimo que el paciente experimenta en la situación misma de
psicoterapia, las cuales harían que el paciente acceda más rápido, durante la terapia, a
cogniciones autocríticas y, por ende, tenga una mayor disposición a revisar ideas sobre sí
mismo. Con este ejemplo, los autores buscan poner de relevancia el papel de la experiencia
emocional significada en psicoterapia, destacando el aspecto expresivo – motor (que sería
el componente emocional) de dicha experiencia y las construcciones ideo afectivas que los
pacientes pueden elaborar, gracias a la inmediatez emocional de lo que les está
aconteciendo. La propuesta que Safran desarrolla junto a Greenberg se relaciona justamente
con el hecho de que si los esquemas interpersonales que se activan en las relaciones del
paciente tiene una estructura cognitivo – afectiva, al explorar y cuestionar creencias
disfuncionales sobre las relaciones interpersonales solo a un nivel conceptual, quedaría
fuera de la exploración todo el componente emocional que está codificado en forma
expresivo – motriz. Por lo tanto, para lograr el cambio de los esquemas, se necesita una
exploración de la experiencia lo más completa posible, lo que se lograría al acceder algunos
de los componentes expresivo – motores asociados al esquema interpersonal. Es importante
tener en cuenta, como se profundiza más adelante, que estos componentes expresivo –
motores pueden ser identificados como marcadores interpersonales, que surge en la
dinámica intersubjetiva entre paciente y terapeuta, y que este último puede identificar los
sentimientos y tendencias a la acción que el paciente suscita en él y asociarlos a acciones y
comunicaciones que generan respuestas complementarias negativas. En suma, al revisar la
propuesta de estos autores vemos que la dinámica intersubjetiva entre paciente y terapeuta,
sumado a las condiciones que se generan con la alianza terapéutica, generan un contexto
interpersonal en el que el paciente puede explorar las experiencias emocionales que se
presentan en terapia, experiencias que a su vez le permiten no solo estar más receptivo a la
exploración misma, sino que le permite revisar una experiencia completa, desde la toma de
conciencia de lo que le acontece a un nivel tácito emotivo, para luego reordenarla en un
nivel explícito explicativo, con la posibilidad de descubrir nuevos significados para esa
experiencia.
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Nombre: Raquel Sandrini Carreño Diplomado de Clínica Constructivista Cognitiva 2018
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Para reflexionar sobre la pregunta propuesta, podemos tomar como punto de partida
la siguiente frase de Safran y Muran (1994): “Es esencial que el terapeuta rastree los
cambios en el proceso de la terapia a medida que se producen”. Esta declaración se refiere
en primer lugar a la consideración de la vida como un proceso en constante flujo. Frente a
la variabilidad constante, es necesario advertir que las personas se ven y se comprenden a sí
mismas y a los demás a través de conceptos, con la consiguiente dificultad de tratar las
categorías conceptuales como reales. Al reificar las cosas de este modo, tal como advierten
los autores, se pierde de vista la variabilidad de la vida y del acontecer personal en cada
experiencia. De hecho, al pensar en la disfunción psicológica, los autores explican que un
elemento central de esta se relaciona con el desarrollo de conceptos rígidos del sí mismo y
de los demás. Del mismo modo los terapeutas corren el riesgo de reificar los constructos y
formulaciones teóricas de sus pacientes, perdiendo de vista la realidad permanentemente
cambiante de las experiencias de sus pacientes y de ellos mismos. En el fondo, la frase
propuesta invita a considerar la realidad dinámica que subyace en los conceptos y
constructos a través de los cuales los sujetos dan cuenta de sus experiencias, de sus
nociones de sí mismo y de los demás. Retornando entonces a la frase propuesta, el
terapeuta debe estar atento a los cambios en el proceso, cambios que por lo demás implican
la adquisición de nuevas experiencias, pues el cambio excede a una concepción conceptual
o racional, sino más bien tiene que ver con poder experimentar en el curso de la terapia
tanto a sí mismo como a los demás de una nueva manera. Estas nuevas experiencias, es
decir estos cambios, pueden ser rastreados por el terapeuta, en la medida en que el
profesional tiene claridad sobre los mecanismos a través de los cuales es posible cambiar la
forma en que el sujeto se experimenta a sí mismo y a los demás. Safran y Muran se centran
en tres de estos mecanismos de cambio específicos: descentramiento, desmentido
experiencial y acceso a la información sobre disposiciones a la acción. Son mecanismos
que pueden ser explorados tanto en la exploración de acontecimientos vitales relevantes
para el paciente (que tienen lugar fuera de la psicoterapia) o bien en la relación terapéutica
misma, aunque hay que tener en cuenta, como lo explican los autores, que finalmente la
relación terapéutica media cualquier cambio que tiene lugar en psicoterapia. En relación a
esto último y a la necesidad de rastrear los cambios que van ocurriendo en psicoterapia, es
importante también tener en cuenta que el proceso de psicoterapia discurre a través de
fluctuaciones sucesivas, tanto del mundo fenomenológico del paciente, como del estado de
la relación terapéutica y en la experiencia interior del terapeuta, que constituyen niveles
interdependientes. De esta forma, cuando el paciente experimenta cambios en el estado
psicológico, estos cambios se producen además en el contexto de las fluctuaciones en la
relación terapéutica, lo que a su vez implica que el terapeuta también registra variaciones
en su experiencia interna, y viceversa, todo de manera interrelacionada (respecto de del
proceso de rastrear la propia experiencia interior del terapeuta, se ha desarrollado una
reflexión más profunda en la primera pregunta sobre la necesidad de autoexploración
permanente).
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Nombre: Raquel Sandrini Carreño Diplomado de Clínica Constructivista Cognitiva 2018
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6 - Marcadores interpersonales.
Tal como lo expone Kiesler (1988, citado en Safran y Muran, 1994), identificar ejemplos
específicos de actos y comunicaciones (que van desde conductas manifiestas hasta sutiles
comunicaciones) del paciente que están vinculados con los sentimientos y tendencias a la
acción del terapeuta, permite, en primer lugar que el paciente tenga la posibilidad del estilo
particular de conducta o estilo de comunicación que interfiere en el curso de sus relaciones
interpersonales. Además para el terapeuta la identificación de estas acciones y
comunicaciones le permite identificar el comportamiento interpersonal del paciente,
facilitando el desenganche, y permitiendo al terapeuta estar preparado cada vez que se
presenten, con el fin de poder manejar su reacción.
Para Safran y Muran estos actos y comunicaciones constituyen marcadores
interpersonales, y tal como lo explica el autor, estos revelan indicios claros para la
oportunidad de realizar una exploración cognitiva y emocional, lo que en el fondo
representa una ocasión para comprender el ciclo cognitivo – interpersonal del paciente, lo
que resulta una coyuntura importante para el desarrollo de la psicoterapia. Es importante
considerar que justamente con estos marcadores interpersonales se da inicio al ciclo
interpersonal problemático, ya que los procesos internos más conflictivos para el paciente
suelen activarse en asociación con estos marcadores, por lo que además son conductas y
comunicaciones que suscitan típicamente respuestas complementarias negativas por parte
de las personas del entorno de quien consulta. Esto último ocurre también con el terapeuta,
quien al detectar ciertos sentimientos y tendencias a la acción como por ejemplo
aburrimiento, molestia u otras conductas complementarias negativas, puede a través del
proceso de observación participante detectar los marcadores interpersonales que están
asociados a estas respuestas. De esta manera, una vez identificados, el terapeuta puede
orientar al paciente a que observe estos marcadores (inter sesión) en sus relaciones con
personas del entorno, lo que finalmente facilita la exploración de los procesos
cognitivos/afectivos pertinentes. De la propuesta de estos autores es posible comprender
entonces que la relevancia de dichos marcadores está dada en la medida en que
proporcionan información valiosa al terapeuta, indicando momentos apropiados para que
oriente al paciente a explorar sus experiencias, para que pueda tomar conciencia
(desautomatizar) de cómo inicia el curso de las interacciones que le resultan más
problemáticas con los demás, indicando además momentos en que los procesos cognitivos
centrales del paciente son más accesibles.
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