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"La perspectiva no directiva de un terapeuta de pareja y familia"

Autor: Charles O'Leary

(Journal – Vol 11 – Issue 3 – Septiembre 2012)

Para citar este artículo: Charles J. O'Leary (2012) A couple and family therapist's view o

Resumen

El autor reflexiona sobre la base y la importancia de la no directividad. La terapia de pareja y


familia es diferente de la terapia individual y requiere directividad que puede estar al servicio de la
directividad del cliente. Un terapeuta de pareja y familia puede ser visto como un traductor,
moderador, y anfitrión que se centra más en los objetivos de diálogo y cambio del cliente que en
los de exploración individual. El autor reflexiona sobre las posibles diferencias de estilo entre su
trabajo con parejas y familias y el enfoque de Carl Rogers a individuos y grupos. El escrito termina
con un breve ejemplo.

Introducción
Crecí en mi terapia con una terapeuta definitivamente no directiva (mayormente influenciada por
Carl Rogers y Carl Jung) quien me ofrecía una intensa atención silenciosa más que cualquier otra
cosa. Experimenté su presencia como si fuera una central de energía eléctrica mientras sentía la
mayor libertad en mi vida ya sea para hablar o para quedarme en silencio; para ser sabio o tonto –
y para crecer en cualquier dirección, sabiendo que ella no tenía nada acordado para mi crecimiento
fuera de lo que yo eligiera.

Sin embargo, esa clase de no directividad, no sería útil o aún más, posible, en terapia de pareja o
de familia. Ciertamente el investigador de relaciones humanas John Gottman (1999) ha dicho que
no hay literatura desarrollada sobre terapia de pareja y familia con un terapeuta inactivo. “Que es
un hallazgo generalizado en nuestro campo que los abordajes no directivos hacen que la gente
deje la terapia” (p.6). La terapia relacional está orientada a la comprensión individual y también al
diálogo (O’Leary, 2012, p. 18). Los lectores podrían imaginar a su padre o pareja invitados a la
terapia con un terapeuta silencioso o que simplemente diga “este espacio está abierto para
cualquiera que quiera hablar”, mirando desesperadamente la puerta de salida o el reloj más que
sintiéndose invitados a un encuentro útil y seguro.

Una práctica orientada a facilitar la directividad del cliente más que la no directividad del
terapeuta sería más descriptiva de mi trabajo. Los clientes que buscan seguridad para hablar con
su familia o pareja, liberándose de los condicionamientos que puedan tornar la charla frustrante o
imposible, presos de roles como el de “hablador” o el “que se espera que no hable”, podrían
sentirse invisibles o no contenidos sin un terapeuta activo. He mencionado en otra oportunidad
que, mientras el abordaje centrado en el cliente no privilegia lo verbal o dominante sobre los
clientes (O’Leary & Johns, 2007; O’Leary, 2012), para la mayoría de los clientes, considerando el
riesgo de diálogo con sus íntimos, un terapeuta silencioso, inactivo o inicialmente no directivo
puede no estar ofreciendo al menos la primera y sexta condición del enfoque centrado en la
persona (Rogers, 1957). Es decir, un terapeuta que no estaría en contacto psicológico con los
clientes y los clientes no podrían percibir o experienciar la aceptación o la empatía del terapeuta.
Descartar la no directividad, sin embargo, puede abrir la puerta a que el terapeuta se sobre –
responsabilice, tome el control y adopte el rol de experto, dejando al cliente con poco o nada de
dominio de su proceso en sesiones que son sobre relaciones que vienen de largo tiempo,
independientemente de la comprensión y experiencia del terapeuta. Peter Rober enfatizó la
importancia de reconocer el diálogo que ha precedido a la hora de terapia y que continuará
después de ésta. (Rober, 2005). El experimentado terapeuta centrado en la persona, Goff Barrett-
Lennard (2005) les recuerda a los terapeutas tener conciencia de cómo los clientes viven su vida
entre sesiones (¡¡¡Sin el terapeuta!!)

Elke Lambers escribió en 1993:

“La no-directividad definida por Rogers, es sin embargo, mucho más que una técnica:
es la actitud central en el counseling centrado en la persona. Esta actitud está basada
en el principio de confianza en la capacidad del cliente para determinar su propia
dirección constructiva en el proceso terapéutico y en su vida. El terapeuta no tiene
intenciones directivas en relación al cliente.”
Comentando sobre un estudio anterior realizado por Porter en 1941, en el que medía la directividad
vs. la no-directividad en los counselors, Rogers (1989) escribió y pudo muy bien haber escrito hoy
en día que: “Hay una tendencia definitiva en los counselors a considerarse no directivos y no
coercitivos” (p. 85). Yendo un poco más allá, escribió: “La mayoría de los counselors que han
recibido calificaciones de gran directividad no creen que ellos hayan tomado la dirección de la
entrevista seleccionado el objetivo, sugerido lo que el cliente debería hacer y persuadirlo para que
lo haga”. En mi caso, podría decir: “Yo dirijo el proceso y mis clientes se auto-dirigen”, y todavía
me encuentro enredado en el lado de una persona o un abordaje que interfiere con la auto-
dirección del cliente. Por ejemplo, con un cliente actual, de repente me dí cuenta que había
pasado de ser un atento traductor de su posición a ser un defensor de esa posición antes de tomar
conciencia que él estaba en proceso de cambiar de idea

En este artículo, voy a reflexionar sobre el significado y los valores de la no-directividad y su


relación con el centramiento en el cliente y la terapia beneficiosa. Luego trataré las condiciones
únicas de la terapia de pareja y familia y las razones de por qué el terapeuta directivo, puede ser
paradójicamente facilitador de la auto-determinación y la auto – actualización del cliente. En la
siguiente sección ofreceré teoría y ejemplos de cómo un terapeuta de pareja y familia, aunque
pocas veces no directivo, puede facilitar la directividad del cliente. Continuaré con la discusión de
un caso breve y las conclusiones sobre la importancia constante del énfasis de Rogers acerca de
la auto-dirección del cliente así como su diferente expresión en el trabajo con parejas y familias.

Fundamentos de la no-directividad
“Me empezó a suceder que a menos que tuviera la necesidad de demostrar mi inteligencia y mis
conocimientos, haría mejor en confiar en la dirección que tome el cliente en su proceso” escribió
Carl Rogers (1961, p. 11). La nueva e innovadora terapia que Rogers describió e investigó en los
años 40 y 50, hacía hincapié en escuchar el proceso del cliente tal como se iba desplegando,
comprendiendo el mundo del cliente tal como lo iba experienciando y acompañando al cliente en el
camino que él elija para el cambio y como él lo defina. “Mis asociados y yo llegamos a darnos
cuenta,” dijo Rogers a los 80 años en una entrevista por televisión con Keith Berwick, “que
cualquiera sea el consejo que le ofrezcamos a nuestros consultantes, ninguno iba a ser tan útil
como aquello a lo que el cliente llegue por sí mismo”.

Ser no-directivo significa, entre otras cosas, estar cuidadosamente atento y reflejar momento a
momento las expresiones de la experiencia del cliente. Carl Rogers (1989) consideraba que ese
recurso era importante y que no todos los counselors eran parecidos. Citando un estudio en el que
se comparaba counselors según su directividad (Porter, 1941), Rogers identificó las actividades
más comunes de los counselors no directivos (los counselors no directivos ejercían estás tareas no
intrusivas menos que los counselors directivos)

1.“Reconoce de alguna manera los sentimientos y actitudes que el cliente ha expresado”

2. “Interpreta o reconoce sentimientos o actitudes expresados en el comportamiento


general, específico o por alguna declaración” (“Interpreto” poco o nada, a pesar de mi alta
actividad)

3.“Enfatiza aspectos de la conversación pero deja su desarrollo al cliente”.

4. “Reconoce la esencia de lo que el cliente ha dicho”.

(Rogers, 1989, p. 83) Rogers también señaló lo que un counselor no directivo no debe hacer o
hacer en mucha menor medida que un counselor directivo. “Hacer preguntas muy específicas,
limitar respuestas a si, no o información específica” (Yo casi nunca lo hago) o “Explicar, discutir o
dar información respecto del problema o tratamiento” (Rogers 1989, p. 83). (Esto lo hago con
frecuencia pero más como un ofrecimiento que como una imposición de información relevante). Por
ejemplo, yo considero que es importante que los nuevos padres sepan que el 66% de las parejas
sufren un deterioro de la relación luego de la llegada del bebé – que no están solos en esta
frustración (Gottman & Gottman, 2007).)

Comentando el mismo estudio (Porter, 1941), comparando los counselors no directivos y los
directivos, Rogers determinó que los counselors directivos “usaban en promedio seis veces más
palabras que los no directivos….”) (p. 82). La frase más aleccionadora que he leido.

Reflexionando sobre los terapeutas contemporáneos de pareja y familia, especialmente los que se
identifican como “postmodernos” o “dialógicas”, veo una consistente intención en los terapeutas en
no dirigir la terapia sino en ser un compañero en la “conversación” (Anderson, 1997). Lejos de ser
directivos, terapeutas familiares como Harlene Anderson viven con “una posición de no saber”
(Goolishian & Anderson, 1992), una posición de apertura a los clientes como sus maestros y
colaboradores más que en una posición basada en su experiencia como terapeutas.

En su libro Terapia Familiar: Una Historia Intima, la experimentada terapeuta Lynn Hoffman escribió
“la quietud de Carl Rogers”, describiendo su atención en nada más que en el cliente y la
percepción del cliente de “una enorme calidez y compasión” (2002, p. 181). En un capítulo que
refleja un encuentro colaborativo persona a persona entre terapeuta y clientes, Hoffman destaca
esta cualidad de Rogers: “el hablaba para escuchar” como oposición a “escuchar para hablar”
(Lyotard, 1996, citado por Hoffman, 2002, p.181).
Tal vez la práctica de la “quietud” pueda ser el puente entre la no-directividad y las acciones del
terapeuta para facilitar la directividad del cliente. Con una familia, los terapeutas no solo deben
tener la quietud para si mismos sino que deben encontrar una manera no intrusiva para requerir
esa quietud de los otros que participan de la sesión cuando cada uno habla.

Más adelante, propondré cierta directividad necesaria en los terapeutas de pareja y familia, aún
dándose cuenta de que se perderá mucho si el terapeuta privilegia sus propias contribuciones por
encima de las palabras e intenciones de los clientes.

La necesidad de directividad en la terapia de pareja y familia.


Aquí hay una verdad: no puedo decir que soy no-directivo en mi trabajo con parejas y familia.
Entonces… ¿qué estoy haciendo en el abordaje centrado en la persona? Aquí hay otra verdad:
Estoy interesado en que los clientes tengan la misma libertad de ser congruentes en la relación
terapéutica que la que tienen en la terapia individual. Deseo que puedan decir lo que les gusta en
una atmósfera libre de juicios de valor y que puedan tomar contacto con lo que verdaderamente
quisieran que sus íntimos comprendieran. Paradójicamente, con mi actividad, estoy intentando
facilitar el proceso de auto-dirección que los clientes descubren cuando están en presencia de un
terapeuta no directivo.

Los clientes vienen a la terapia familia o de pareja para aprender a como cambiar sus relaciones
para mejor o para solucionar algún problema que usualmente se siente bastante profundo. Por
ejemplo: un interminable estado de batalla que no se va o problemas con un niño que amenazan la
existencia misma de un presente o futuro feliz Tales dilemas deben ser explícitamente
aceptados/reconocidos en la medida que el terapeuta facilita la iniciativa de la persona que tiene
que vivir con ellos. Al mismo tiempo el terapeuta familiar debe estar atento a no caer en cuatro
actitudes que hacen imposible la terapia: sentimientos de “urgencia, ansiedad, sobre-
responsabilidad y pesimismo” (Duncan, Hubble & Miller, 1997) que pueden llevarea a la clase de
directividad que frustra el verdadero aprendizaje o cambio.

A menudo los clientes están imbuidos de una lucha de poder (Collins, 2010, comunicación
personal) la que, si el terapeuta no es activo, puede dominar la sesión. La facilitación del
encuentro de un cliente con el otro requiere un contexto en el cual sentimientos e ideas nuevas
puedan ser dichos y escuchados. Las familias angustiadas, necesitan un terapeuta que facilite el
camino a través de una selva de supuestos, refutaciones automáticas, argumentos irracionales y
sentimientos dolorosos provenientes de la incomprensión. Eventualmente pueden surgir palabras
nuevas y el terapeuta puede hacerse a un lado.

¿Confío en los clientes tanto como los terapeutas menos directivos lo hacen? Éste será
seguramente un aspecto a seguir desarrollando en mi vida. Algunas veces, sin embargo, yo confío
en los clientes pero tengo lo que considero una conciencia saludable del poder de un patrón de
movimientos rígidamente establecidos a favor y en contra que distraen o bloquean la conciencia
del cliente o la capacidad de contactarse con el otro. (Yo confío en los esquiadores pero haría
cualquier cosa para liberarlos de una avalancha). Por ejemplo, no considero que la “lucha” entre
dos o más personas sea la expresión de sentimientos, sino que un estado de mucha excitación,
muchas veces, oculta todos los sentimientos excepto el enojo y el miedo. Me quedo en presencia
de una pelea solo por poco tiempo antes de invitar a los participantes a una exploración en los
profundos sentimientos y pensamientos que encierra esa pelea. (O’Leary, 2012).

Creo que sin la dirección del terapeuta el dominador puede continuar dominando al silencioso o
más introvertido en la medida en que los clientes se deslizan hacia los mismos roles que los
frustran en el hogar. Las condiciones de congruencia, empatía y consideración positiva
incondicional del terapeuta como así también los intentos del cliente de una manera distinta de
conversación, pueden pasar desapercibidos.

Sprenkle, Davis y LeBow (2009) identificaron “factores comunes” en toda la terapia de pareja y de
familia que fue efectiva. Uno de esos factores, “lentificar el proceso” ilustra una manera en la que la
directividad del puede motivar la directividad y la iniciativa del cliente. Lentifico el proceso del
cliente de tres maneras:

· La primera es escuchar lo que se dice y tomarme el tiempo para reflejar a cada participante
para estar seguro que lo que estoy comprendiendo acuerda con lo que el cliente quiso decir La
práctica persistente de una escucha reflexiva por parte del terapeuta no-directivo puede en sí
misma cambiar la dirección de la sesión. (La terapeuta familiar Harlene Anderson, enfatizó
(1997) que solo este proceso de escuchar a una persona en presencia de su familia o allegados
íntimos, puede abrir una puerta de comunicación entre ellos).

· La segunda es preguntarles a las otras personas presentes, que significa para ellos que la otra
persona haya hablado como lo hizo y que quisieran decir en respuesta antes de seguir con otro
tema.

· La tercera es hacer algún comentario o invitar a comentar u opinar sobre la interacción entre
mis clientes, ofreciendo la posibilidad de reflexionar y dar sus puntos de vista sobre los
intercambios que si no, serían predecibles y desalentadores.

La no-directividad en la terapia de pareja y familia puede ser vista más provechosamente como un
logro que como un punto de partida. Cuando los clientes se sienten lo suficientemente seguros
para hablar directamente y escuchar al otro con interés, el terapeuta se convierte en un testigo no
directivo.
Traductor, moderador y anfitrión: El terapeuta facilita la directividad del cliente
La terapia de pareja y de familia requiere de un Traductor (O’Leary, 2008), un Moderador y
un Anfitrión. Estas actividades encarnan una actitud de querer aprender la dirección de cada cliente
y un deseo de ser la voz para cada permiso y descubrimiento del cliente – a menudo frente a un
modelo que evita que esto suceda.
El rol de Traductor puede ser la vía para reconciliar la no-directividad con las aptitudes y la actividad
del terapeuta. Los Traductores no tienen sentido si no son fieles a las intenciones de cada uno de
los que habla. También son muy útiles si pueden traducir lo dicho para que pueda ser comprendido
con el significado con que se dijo, no como los escuchantes esperan que sea.
Un buen traductor es no-directivo, es decir: reproducir exactamente el significado del hablante; y
también debe ser habilidoso, es decir: capaz de traducir el significado en un lenguaje comprensible
para el que escucha. El terapeuta como traductor inevitablemente afecta la experiencia del cliente
en el espacio entre ambos – el “interespacio” (Gaylin, 2008) – esto afecta cada palabra dicha o
escuchada. Por ejemplo, una mujer pregunta como se siente su pareja. El le responde con lo que
ella considera un pensamiento. Ella responde con frustración en un tono irritado refiriéndose a su
experiencia de él como no escuchándola y que está emocionalmente cerrado. Su pareja se vuelve
al terapeuta y le dice: “Ve lo que le digo?” refiriéndose a su experiencia de ella como
siempre crítica y buscando lo malo en él. El terapeuta, percibiendo el sentir del hombre atrás de
esos pensamientos, le pide permiso para compartir lo que él escuchó con su esposa, “Siento que
no tiene mucho sentido que te diga lo que siento – creo que ya estás enojada conmigo”. La mujer
se suaviza, aceptando el mensaje de su marido verbalizado por el terapeuta quien, no siendo parte
del problema, lo comprende y le puede hablar a ella de una manera respetuosa. El terapeuta, con
el permiso de ella, ofrece su experiencia de las palabras de ella a él: “Siempre te defiendes. Nunca
quieres escuchar lo que yo siento.” Lentificando la interacción de manera tal que lo que dice cada
cliente pueda ser escuchado y tentativamente reflejado - simplemente siendo un terapeuta
centrado en la persona con escucha activa, el terapeuta interviene en un campo en el que a
menudo los sentimientos son ignorados o activamente negados, se cambian los temas de
conversación sin haber sido reconocidos, y donde la interrupción y la contradicción son
prácticamente una norma de conversación irresistible. Pidiendo permiso para traducir
respetuosamente las emociones que subyacen en las expresiones acusatorias, al sarcasmo, o
diagnósticos no deseados de deficiencias de carácter, el terapeuta les ofrece a los clientes una
nueva oportunidad para encontrarse.

En la terapia de pareja y de familia, el terapeuta también puede ser visto como un Moderador. El
propósito del encuentro terapéutico es el diálogo, no el monólogo. (Seikkula et. Al., 1995, citado en
Anderson, 1997). El terapeuta, de esta manera, involucra a cada uno en la tarea a la cual se
comprometieron más que a permanecer en el círculo vicioso que los trajo a la terapia (O’Leary,
2012, p. 38). Un terapeuta interrumpe interrupciones (pp. 89-90); sigue la dirección de las
conversaciones y averigua las intenciones del cliente cuando hay un cambio en la dirección; indaga
si el cliente puede responder al otro u otros (p. 37). (Ellos a veces no pueden – reconociendo este
estado emocional temporario pueden mostrar respeto por el otro, por ellos mismos y por el
proceso. Por ejemplo: “¿Puede ser esto cierto? ¿Puedes estar tan herido y enojado que realmente
no puedes escuchar nada de lo que el pueda decir?”)
El Moderador facilita la directividad del cliente de varias maneras:
 Tratando de comprender y reflejar la intención y emoción del cliente
 Recordando las palabras anteriormente dichas por el cliente, y objetivos manifestados y conectándolos con
la comunicación actual.
 Haciendo notar la conexión entre las miradas diferentes del cliente ante las mismas intenciones.
· Expresando las palabras del cliente de una manera diferente a las propias
interpretaciones de éste

 Marcando la etapa en la conversación. Por ejemplo: “Parece que estamos justo en la mitad del tema del
dinero que tiene una gran intensidad emocional para ustedes” o “dejenme sentarme aquí y escuchar vuestra
conversación. Luego podemos reflexionar juntos sobre lo que sucedió aquí.”
 Reconociendo y preguntando sobre aparentes cambios de humor en un clima que se pone súbitamente
tenso.
 Apertura a dejarse sorprender. (Rogers (1990) considerado esto como un signo de la relación “yo-tu”, lo
que él consideraba un aspecto esencial de su terapia. Por ejemplo “No esperaba que dijeras eso. ¿Puedes
decirle algo más sobre esto a tu madre?” o “¿Qué significa para ti que tu hijo te haya dicho esto hoy?”
 Relacionar la conversación del cliente con los objetivos que mencionó. (La investigación respalda que la
relación terapéutica mejora si el cliente siente que el terapeuta está alineado con sus objetivos, Cooper,
2008, pp. 102-106)
En la terapia de pareja y de familia, el terapeuta también puede ser visto como un Anfitrión – que
representa en general las costumbres y reglas no dichas del lugar y contexto del encuentro: es
decir, “Por qué estamos juntos en esta clínica u oficina”? Los clientes dejaron deliberadamente su
casa para venir al lugar de la terapia. El movimiento físico refleja la intención del movimiento
psicológico: “Queremos salir de nuestra casa juntos, de la manera/forma que es ahora.”
El Anfitrión facilita la directividad del cliente/s de la siguiente manera:
 Ofreciendo alguna actividad de bienvenida y conversación incluyendo las respuestas a las preguntas del
cliente sobre lo que puede esperar.
 Hacer el esfuerzo de conectarse con el cliente aparentemente más reacio mientras se reconocen las
preocupaciones del que aparentemente está más dispuesto.
 Las preguntas abiertas facilitan la reflexión y la exploración en el cliente.
 Describiendo eventos no verbales positivos sin hacer ninguna interpretación (no los negativos, esos los
detecta el cliente inmediatamente!). Por ejemplo: “Una vez le dije a un hombre:” Su esposa lo mira
atentamente mientras usted habla.” Ella respondió en el medio de una desagradable discusión sobre un
tema difícil: “Me gusta mirarlo. El es buen mozo.” Indirectamente, el cliente cambió positivamente. Un
elemento amable logró hacer más cálida la conversación.
 Estar atento a los tiempos – dejando espacio para el caldeamiento – escuchando a todos – y bajando las
revoluciones del encuentro – haciendo una recapitulación de los temas y chequeando los temas resueltos y
no resueltos.
 Rituales breves – por ejemplo, preguntando a los clientes al final de la sesión que apreciaron/valoraron uno
del otro durante la sesión. Una pregunta hecha no para imponer un clima positivo, si éste no estuvo
presente, sino para dar lugar en el espacio de la terapia a los deseos no dichos para lograr una mejor
comunicación que es la razón para incluso hablar de lo que resulte negativo. Los clientes traen a la terapia
los problemas que tienen con otro – si no ¿para qué vienen? – (pero vienen con todas sus alertas y algún
nivel de valoración de los otros)
Un terapeuta con la intención de no dirigir a sus clientes puede aceptar roles facilitadores que
puedan crear oportunidades para los clientes para encontrar su propia voz y dirección, y puedan
escuchar las voces y direcciones de sus otros significativos.

Caso ejemplo
Riley y Meghan, que habían vivido juntos en la pequeña casa de Riley por más de 1 año diciendo cada uno
que había encontrado el compañero de su vida, vinieron a la terapia con una crisis bastante común. Meghan
descubrió que la utilización de pornografía por Internet por parte de Riley había ido más allá de su confianza
y de lo que podía tolerar. . Riley además, había prometido parar con esta actividad y luego fue descubierto
en la mentira por una Meghan que oscilaba entre querer terminar con la relación y su deseo de seguir con él
y continuar con su feliz relación habitual.
Riley: (Luego de expresar su vergüenza y arrepentimiento) Sé que mentí y ella tiene razón en no
confiar en mí. Realmente pienso que lo que hice no es gran cosa. Dejé de hacer un montón de
cosas por ella. Estoy harto de todo este asunto – toda esta pelea. Si ella no va a confiar en mí –
OK! Se acabó! Te vas de mi casa!
Terapeuta: Ud. Se siente herido. Se disculpa, pero siente que su enojo y desconfianza fueron
demasiado lejos. No puede soportar este estado de las cosas. Tiene sentimientos encontrados en
cuanto sentirse apenado por como ella se siente y enojado con ella por sentir esto.
Meghan: No se trata solo de la pornografía. Eso lo acepto. Es solo un sitio. Yo solía sentirme
adorada y ahora cuando pienso en eso, solo siento – ¿que piensa él de mi? ¿Cómo puedo confiar
en él? Y no me gusta estar tan enojada con él . Ojalá pudiera decir está todo ok tanto como él lo
dice.
Terapeuta: realmente odias este estado de enojo entre ustedes. Realmente quieres confiar en Riley
y estás triste por no poder. Realmente quieres encontrar la forma de dejarlo en el pasado pero
tienes que compartir con él como te sientes.
El terapeuta habilitó la escucha para cada persona – recibiendo la sensación de pérdida de la intimidad que
había entre ellos así como el enojo. Desde el momento que el encuentro será considerado congruente para
los dos, el terapeuta no quiso minimizar la importancia de su problema ni la sensación de la pérdida de la
buena conexión entre ellos. La primera sesión finalizó con mi pedido de que escriban la respuesta a dos
preguntas: ¿Qué es lo que realmente quieres que tu pareja comprenda acerca de ti? Y ¿Que es lo que
realmente comprendes de los sentimientos y la situación de tu pareja?
Su respuesta a ambas preguntas (leidas en voz alta mirando al otro) mostró más empatía hacia el otro y
reveló una verdad más compleja que cualquier cosa que el terapeuta pudiera haber dicho. El pedido
directivo facilitó la dirección del cliente que fue congruente y comunicativo.
Riley y Megan tuvieron una conversación que les pertenece, pero que hubiera sido diferente si
hubieran estado solos o con un terapeuta silencioso. Si el terapeuta hubiera impuesto una agenda,
se hubieran sentido frustrados; si el terapeuta no hubiera encontrado la manera de describir tanto
sus palabras de conexión como las palabras acusatorias seguramente se hubieran quedado en
posiciones estancadas; si el terapeuta no hubiera ofrecido una oportunidad de comunicación que
sobrepasara la pelea, se podrían haber quedado con el sentimiento de no sentirse escuchados ni
amados.

El espíritu de la no-directividad en un facilitador activo


Carl Rogers es mi modelo para la expectativa de que la no-directividad es una fuerza positiva y
creativa en una relación dinámica con los clientes. Se trata de estar presentes con la plena
confianza siendo testigos de lo que las personas eligen hablar y actuar a medida que despliegan.
El estaba convencido que el esfuerzo de ayudar de los terapeutas no era tan valioso como el estar
atentos a que el cliente encuentre su propio camino. El era activo en la terapia pero su principal
objetivo era “tratar de comprender al cliente lo más sensible y precisamente posible que (uno)
pueda, desde su último punto de vista” (Raskin, 1974, citad in Rogers, 1980, p. 146), más que
agregar cualquier cosa como si fuera el experto.
En la terapia de pareja y de familia , el espíritu y la práctica de la no-directividad pueden co-existir
con la práctica de ser un moderador, traductor y anfitrión activo que se relaciona con la intención
del cliente de elegirlo como medio en la terapia de pareja y de familia.

A menudo le he preguntado a alumnos graduados o a asistentes de los Workshops, que clase de


terapeuta elegirían para sus familias de origen. La respuesta mayoritaria fue “Alguien que sea
fuerte”. También frecuentemente contestaron “alguien que me permita ser escuchado”.
Preguntados acerca del significado los estudiantes hablaron acerca de sentir seguridad para que
todos tengan su propia voz sin consecuencias negativas por su compartir.

La auto-dirección del cliente puede requerir un terapeuta que pueda proteger, facilitar las voces
generalmente no escuchadas y crear una atmósfera para otro tipo de comunicación que los
clientes puedan usar a su manera.

Siendo lo suficientemente fuerte para facilitar la seguridad para todas las voces y lo
suficientemente humilde para privilegiar la voz de cada persona por sobre la mía – es el balance
que siempre busco pero que nunca alcancé completamente . Algunos días mi no-directividad aviva
los viejos hábitos familiares de competencia, falta de cuidado y de respeto; algunos días mi
directividad hace que las interacciones entre los clientes sean pobres, inauténticas y poco
reveladoras. Algunos días mis clientes y yo estamos bien y ellos sientes que han podido
encontrarse bien uno con el otro.

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overlooked foundation for effective practice, New York: Guilford Press.
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de-pareja-y-familia#sthash.0w51v4IZ.dpuf

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