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La “Carta de Jamaica” de Simón Bolívar 49

Escritos, Revista del Centro de Ciencias del Lenguaje


Número 23, enero-junio de 2001, pp. 49-61.

La “Carta de Jamaica” de Simón Bolívar:


un estudio a través de una poética histórica
(temático-formal) del género del ensayo

Blanca M. García Monsivais

El propósito es indagar la manera en que la “Carta de


Jamaica” (firmada en 1815) de Simón Bolívar se identifi-
ca con la forma del ensayo en tanto estructura histórica
determinada, tomando en cuenta que el género del ensa-
yo ha pasado por diversas fluctuaciones en su historia, y
que además este texto presenta una complejidad particu-
lar tanto histórica como formal. Está escrito, en primer
lugar, en el formato de una carta y esto lo acerca al género
epistolar, pero aquí es donde se empieza a perfilar su par-
ticular complejidad. En su modo de proceder para hablar
de la América hispana, Bolívar realiza una exploración
intelectual que se convierte en una autorrepresentación
de la exploración de la realidad de que habla, que es de
enormes proporciones y es hasta entonces muy desconoci-
da. Su reflexión se convierte en un proceso de
decodificación, es decir, casi no tiene presupuestos de
donde partir, sino las ideas que su propia praxis política
y militar le ha ofrecido, y los pocos conocimientos de la
época acerca de esa realidad. Esto es lo que se explora en
este estudio, así como sus circunstancias históricas.

En nuestras historias literarias, los partidarios del inicio del ensayo


con los movimientos de independencia, señalan un texto específico
50 Blanca M. García Monsivais

que es la famosa “Carta de Jamaica” que Simón Bolívar firma en


1815, y se publica —en inglés— por primera vez en 1818 en el
Jamaican Quaterly and Literary Gazette. En español se publica
años después, por primera vez en 1833, en el tomo XII de la Colec-
ción de documentos relativos a la vida pública del Libertador
de Francisco Javier Yáñez y Cristóbal Mendoza. Pasa a nuestras
historias designado como ensayo —aunque es de origen una
carta—, del que siempre se señala su importancia porque anticipa
el proyecto de autonomía política y social en Hispanoamérica. Son
tres los autores casi siempre directamente relacionados con la apa-
rición del ensayo: el mismo Bolívar (Venezuela, 1783-1830) quien
es el más joven, pero cuya carta antecede ciertos textos claves en
la historia del ensayo de los otros dos escritores; Simón Rodríguez
(Venezuela, 1771-1854) y Andrés Bello (Venezuela, 1781-1865).
Ahora solamente nos ocupa el texto mencionado de Bolívar, para
estudiar las cualidades que lo identifican con un género determina-
do como es el “ensayo”. Esto es, tal vez, paradójico, ya que es el
menos determinado de los géneros, pero el procedimiento ahora
consiste en estudiarlo teniendo presente las modalidades en que,
según algunos estudios recientes, el género del ensayo existe histó-
ricamente, en especial, en las literaturas de Francia e Inglaterra,
que son de las más influyentes en nuestros escritores hispanoame-
ricanos. Esto, como procedimiento que nos permita reconocer y
examinar lo que Todorov llama “propiedades discursivas recurren-
tes” (1976), como parte del “círculo hermenéutico por el cual reco-
nocemos las propiedades esenciales y secundarias de [los géneros]
en las estructuras reales de los textos históricos” (García Berrio,
69). Un propósito es indagar acerca de la manera en que un texto
como la “Carta de Jamaica” se identifica con la forma del ensayo
en tanto estructura histórica determinada, tomando en cuenta que
en su historia, el género ha pasado por diversas fluctuaciones y
modificaciones. A la vez, como aclara Viëtor, no olvidaremos que
ninguna obra particular representa efectivamente el género, sino
que éste existe históricamente, sin fijarse jamás en una norma ni
una ley, sino que existe como una estructura dada que siempre se
desarrolla en realizaciones particulares individuales. Hablar de “gé-
La “Carta de Jamaica” de Simón Bolívar 51

nero” no es sino una abstracción que resulta del estudio del conjun-
to de características que se observan en la existencia histórica de
obras individuales derivando en un conocimiento crítico y teórico
(Viëtor, 500). Es imposible detenernos en los muchos aspectos, tanto
generales como específicos acerca del ensayo, y sólo aplicaremos
los conceptos más pertinentes para nuestro estudio.
La “Carta de Jamaica” presenta una complejidad histórica par-
ticular. Recordemos que no se conserva el original, y circula la
leyenda de que la versión conocida y que siempre aparece en las
antologías u obras completas del Libertador, es una traducción al
español de un impreso en inglés, que primero apareció publicado en
Kingston, Jamaica. En general, la crítica ha buscado argumentos
para disipar esta leyenda, establece Francisco Cuevas Cancino,
pero según este crítico, es posible certificar la hipótesis de que la
versión conocida, la que publicaron en español por primera vez
Yáñez y Mendoza, en 1833, es una probable retraducción del inglés
al español (1975). En rigor criticado, cabe decir que la versión ori-
ginal en español de la famosa carta sigue siendo tema de debate, lo
cual configura una ambigüedad muy particular con respecto a la
aparición del ensayo en nuestras letras, en las dimensiones históri-
cas y literarias.
Lo más frecuente es que de este texto se elaboren resúmenes o
descripciones de su contenido, y la consecuente síntesis del pensa-
miento bolivariano, así como la nota sobre algunos rasgos de su
estilo. Sin embargo, como destaca Cuevas Cancino (18), se ha in-
currido en una desatención intelectual, ya que se ha declinado “es-
tudiar cada una de las partes de la Carta, y permitimos que la gloria
del autor se extienda hasta sumergir todo el documento en una
vaga luminosidad”, sin “señalar sus oscuridades [ni] penetrar sus
aparentes contradicciones”. Se omite precisamente el estudio de la
forma operativa que construye, y, con ello, la filosofía que erige, así
como el hecho particular histórico que corresponde a la Carta, y el
problema de su existencia o realidad como hecho literario.
Es pertinente describir ciertas de las condiciones históricas en
que se escribe el texto, para intentar ahondar en algunas caracte-
rísticas que presenta en tanto escrito estructurado. Se recuerda
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que Bolívar escribe esta carta en su exilio voluntario en Jamaica, el


6 de septiembre de 1815, y donde reside a partir del 10 de mayo, y
regresa desembarcando en Los Cayos, Haití, el 24 de diciembre
del mismo año. Es un particular difícil momento para el Libertador,
ya que entonces “confrontaba allí el más sombrío de los horizontes;
vencido y exiliado, triunfantes los españoles” (Cuevas Cancino, 7).
No era un invitado del gobernador de la isla ni tampoco desarrolla
una actividad propagandística, ya que no eran fácilmente bienveni-
dos los ideales libertarios, y se encontraba el obstáculo del idioma
(Ibid. 20). La carta está dirigida a Henry Cullen, rico plantador que
se interesaba por los “grandes acontecimientos que sacudían a la
América”. La correspondencia se produce por medio de un cono-
cido de nombre W. Maccomb, todo lo cual se asienta en la misma
carta. Pero esa circunstancia se convierte en una oportunidad para
Bolívar “de decir todo cuanto le prohibían expresar las autoridades
inglesas y una prensa poco acogedora”. Recibe la carta de Cullen
fechada el 29 de agosto, y la contesta Bolívar el 6 de septiembre; la
traducción inglesa está lista para el 20 de ese mes. Ésta se publica
por primera vez, mencionamos anteriormente, en inglés, en el año
de 1818. Pero es sólo hasta su segunda edición de 1825, también en
inglés en el Jamaican Journal and Kingston Chronicle, que se
empieza a percibir la extraordinaria importancia de este documento
(Cuevas Cancino, 23-31). No podemos detenernos en todos los
detalles de esta historia, pero sí destacar las curiosas circunstan-
cias en que sobrevive este documento, que finalmente nos entre-
gan un texto del que no se conserva el original, y que la versión
conocida es probablemente una retraducción no debidamente re-
conocida, del inglés al español. En el presente estudio, nos enfoca-
mos en la nueva traducción que hace Cuevas Cancino, ya que es-
tamos de acuerdo con él en que la versión en español siempre pu-
blicada proveniente de la edición de Yáñez-Mendoza, está plagada
de oscuridades y de numerosas discordancias sintácticas, y hay
además claras diferencias entre la versión inglesa y la versión
española.
Recordemos que, en principio, el texto es una carta de “Contes-
tación de un Americano Meridional a un caballero de esta isla”,
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como se le tituló en los primeros años de su publicación. Es, pues,


una carta que constituye también por su parte un género específi-
co, el cual, como estudia Janet Gurkin Altman (1982), es asimismo
proteico. En la carta existen explícita o implícitamente ciertas
fórmulas convencionales, y una flexibilidad posible debido a sus
propios parámetros. Varias de sus convenciones se encuentran
también en la “Carta de Jamaica”; señalaremos algunas. En pri-
mer lugar, la particularidad del “yo-tú”, es decir, el que escribe se
dirige a una persona en particular. Los ejemplos son numerosos en
esta carta: “Tengo ahora el honor de contestar su carta... que me
fue remitida...”, “Sensible al interés que ha querido tomar en el
destino de mi patria”, “No soy menos sensible al afán de sus solíci-
tas preguntas”, etc. Encontramos otra convención, al ubicarse en
el tiempo presente al hablar. Por ejemplo cuando dice: “me encuen-
tro en un estado de perplejidad, en un conflicto entre mi deseo de
merecer la buena opinión con la que me favorece y la aprensión de
que puedo fracasar en mi empeño, tanto por la falta de documentos
y libros necesarios, como por los limitados conocimientos que po-
seo de un país tan inmenso, variado y desconocido como la Améri-
ca”; “Ahora combatimos por nuestra libertad”, etc. Es también una
convención responder a las solicitudes de su corresponsal: “No soy
menos sensible al afán de sus solícitas preguntas, relativas a los
acontecimientos más importantes que pueden ocurrir en la historia
de una nación...”. A continuación, expresa que lo que va a descri-
bir constituye solamente su propia visión de las cosas, resultando la
carta en una exposición no sólo de los hechos políticos del momen-
to, sino también de los conflictos y problemas según los comprende
y observa, y asimismo, de sus esperanzas: “me conceptúo muy obli-
gado a prestar toda mi atención a su muy apreciable carta”; “...al
menos recibirá mis más sinceros pensamientos y mis vehementes
anhelos”. También finaliza con una fórmula de despedida: “Tales
son, señor, los pensamientos y observaciones que tengo el honor de
someterle...”. Es decir, es muy clara la conciencia del medio elegi-
do, y de sus fórmulas básicas, pero empieza a dejar de ser carta en
otros aspectos muy importantes del texto.
Entre ellos destaca que no se expresa ahí acerca de sus cir-
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cunstancias, o problemas y afecciones personales; además carece


de la intimidad que es tan característica de la carta. En cambio, se
expresa no sobre sí mismo, sino sobre todo un continente, su pre-
sente lucha de liberación, las circunstancias de su historia, los de-
seos de una nueva vida y construcción política, que es, probable-
mente, por lo que desde la primera vez que es comentado en la
publicación de 1825, se le califica como “documento de estado”
(Cuevas Cancino, 31). Tampoco espera Bolívar una contestación,
la cual es una de las condiciones imprescindibles del género, y no
hay tampoco otro intercambio epistolar al respecto. Por otro lado,
también se le ha querido ver como un manifiesto, pero está muy
lejos de serlo, ya que las circunstancias, como vimos, no se presta-
ban para constituir un llamado de tal naturaleza, y porque se produ-
ce un lapso de 3 años entre el momento en que se escribe y se
publica la carta, y, además, se publica en otro idioma.
Otros aspectos más lo alejan del género epistolar, y es donde se
empieza a perfilar la particular complejidad de este texto. Entre lo
más relevante que lo distingue del género epistolar, es que Bolívar
deja muy claro que él y su corresponsal no comparten el mismo
mundo, siendo que lo contrario es imprescindible de este género, es
decir, que emisor y destinatario tienen de alguna manera algo en
común acerca del mundo de que hablan. En cambio, de hecho, uno
de los rasgos más relevantes y trascendentes de la “Carta de Ja-
maica”, es la afirmación acerca de la diferencia particular y espe-
cífica de la América hispana con respecto al mundo europeo, y la
enorme incomprensión e indiferencia que existe en ese lado del
mundo hacia este mundo nuevo, subrayando ante todo, la larga y
humillante explotación por España. Bolívar subraya el carácter sin-
gular y diverso de los pueblos de Hispanoamérica. Considera que
su población, es una “especie intermedia entre indios y españoles”,
siendo ellos a quienes corresponde luchar por la independencia; la
cual, agrega, “la haremos a pesar del abandono de una Europa que
se muestra indiferente a nuestros sufrimientos, y que nuevamente
permite que nos sacrifique la vieja e insaciable serpiente que es
España”. Así también afirma: “Los acontecimientos de la Tierra
Firme comprueban que las instituciones puramente representativas
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no son adecuadas a nuestro carácter, costumbres y luces” (65), y


con frecuencia señala que el ejemplo o modelo de máximas y ejem-
plos, o libertades formales de otras culturas, se pueden convertir en
tiranía, cuando “están en oposición manifiesta a los intereses del
pueblo” (69). Bolívar elabora en esta carta una visión del pueblo de
América, en que destaca la diversidad de sus gentes, su extraordi-
naria geografía, y su muy particular historia, lo cual lo lleva a for-
mular la necesidad e importancia de su unidad. Como dice, el solo y
gran vínculo se conforma a partir de “la misma religión, unido por la
lengua, el origen y las costumbres” (75), por lo que aspira a que una
vez emancipado el Nuevo Mundo, se llegue a organizar en una
gran nación. Pero ésta la entiende en el sentido de la perfección
que debe lograr según su propio gobierno (67). Sin embargo, tam-
bién agrega que debido a “lo remoto de sus regiones, lo diverso de
sus situaciones, lo contencioso de sus intereses y lo diferente de
sus caracteres”, ésa es una perfección que todavía tomará “cierto
tiempo” (75). Pero en este apartado, la supuesta mención de la
capital de la Gran Colombia (43º párrafo) señala Cuevas Cancino,
es una agregado posterior.
En la “Carta de Jamaica”, Bolívar procede según la idea con
que inicia su escrito, es decir, que la América es inmensa, variada y
desconocida, y por ello su propia reflexión se va a ir moldeando de
acuerdo con esas carencias y su conocimiento personal, siendo in-
suficientes moldes formales preestablecidos. Una, entre muchas
de las ideas que expresa, es indicativa de la manera en que concibe
el quehacer de los hispanoamericanos, al decir, en esta misma Car-
ta, “Por fortuna para nosotros, la mayoría del pueblo ha seguido sus
propios sentimientos” (79). Así, también, este texto se convierte en
una autorrepresentación de la propia exploración intelectual que
hace Bolívar acerca de la realidad de que habla, así como de los
proyectos y anhelos de emancipación de lo que piensa, es el singu-
lar territorio americano. Su reflexión se convierte en un proceso de
decodificación, es decir, casi no tiene presupuestos de donde partir,
sino poco más o menos, las ideas que su propia praxis le ha ofreci-
do. Es claro que se apoya en los conocimientos de la época. Cue-
vas Cancino, ha determinado que “A lo largo de la Carta [Bolívar]
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hace hasta trece citas de diferentes autores: las más de ellas corro-
boran sus afirmaciones; otras son ilustrativas de su pensamiento; y
una, por último, apunta evidentemente que Bolívar acepta la conca-
tenación de argumentos elaborados ya” (35).
En los once apartados que conforman el texto, se puede hablar
de una estrategia retórica en que se revela una cierta dinámica
intelectual que reproduce ciertas experiencias, tanto en el orden
racional como en el orden vital. Es decir, aplicando lo dicho por
Adorno (“El ensayo como forma”, 1962) sobre el ensayo, ésta es
una manera de reproducir un continuo develamiento de significa-
ciones encapsuladas en los fenómenos y circunstancias. Al res-
pecto, es particularmente relevante el individuo que se revela en el
texto, sujeto a la contingencia de las circunstancias y la propia sub-
jetividad, pero creándose, por así decir, en el quehacer objetivo de
la lucha política de emancipación.
Mencionaremos otro aspecto más que es de lo más importante
para señalar su carácter de ensayo. Si bien en la Carta Bolívar
empieza agradeciendo el interés de su interlocutor por “las desgra-
cias con que ha sido oprimida [mi patria] por sus destructores espa-
ñoles”, también expresa la dificultad de satisfacer, aunque sea en
poco, la solicitud de informarle sobre los acontecimientos más im-
portantes de las naciones americanas, a pesar de que ello es tam-
bién de gran interés para él mismo. Esto se debe, y lo cual tiene la
mayor importancia, repito, a que no existe el conocimiento necesa-
rio sobre esta América, según destaca el mismo Bolívar, y faltan
“documentos y libros”, insiste en señalar. Expresa, éste es un “in-
menso hemisferio” (45); “país tan inmenso, variado y desconocido
como la América”. Precisamente, tratar de explicarlo y describirlo,
de acuerdo a sus “más sinceros pensamientos y [...] vehementes
anhelos” (43), es donde reside lo que viene a constituir el asombro-
so carácter multifacético de esta carta. Bolívar contesta elaboran-
do, dice, conjeturas, ya que no hay casi documentos sobre la reali-
dad americana. Ofrece datos estadísticos aproximados según se
conocen en la época, pero también se permite detallar, expresa,
según sus propias observaciones. De este modo, especifica acerca
del estado político de las naciones siguiendo el orden de los aconte-
La “Carta de Jamaica” de Simón Bolívar 57

cimientos recientes, a la vez que emite sus propios juicios.


Pormenoriza sobre ciertos aspectos de la historia de América y
realiza algunas comparaciones con ejemplos de otras culturas y
otros sistemas políticos, pero ante todo, con el propósito de insistir
acerca de las diferencias que separan a esta América del occiden-
te europeo. Dice: “Formamos, por así decirlo, un pequeño género
humano; poseemos un mundo aparte, cercado por diversos mares;
extraños a casi todas las artes y ciencias, aunque ya experimenta-
dos a todas las sociedades civilizadas” (55). Más adelante: “no so-
mos indios ni europeos, sino una raza intermedia entre los aboríge-
nes y los usurpadores españoles; en suma, siendo americanos por
nacimiento y nuestros derechos los de Europa, hemos de disputar y
combatir por estos intereses contrarios” (55); “Desde hace siglos
la posición de los habitantes del hemisferio americano no tiene pa-
ralelo” (56). Pero como queda claro de estas mismas citas, a la par
que señala la condición única, diversa de América, también Bolívar
sabe que la unen al mundo occidental valores fundamentales como
es la libertad ante todo, y con ello, la dignidad, la autonomía, la
sapiencia y la sagacidad, así como el derecho de equilibrio entre las
naciones. Precisamente, debido a que la lucha independentista as-
pira a estos valores fundamentales —donde reside la “pureza de
sus motivos” (50-51) expresa—, Bolívar reprocha a Europa y
Norteamérica su abrumadora indiferencia, sobre lo cual insiste en
varias ocasiones en este texto. Lo que reitera en casi cada párrafo,
es el profundo anhelo de libertad e independencia, poniendo de
manifiesto la larga, dolorosa e injusta dominación española, que ha
significado sumisión, explotación, crimen, tortura, vejación, priva-
ción de derechos y, en todos los sentidos, una “infancia permanen-
te” (57). Esto es lo que reitera en casi cada párrafo, y que subraya
al señalar: “Nuestra condición es tan negativa que nada puedo ha-
llar que la iguale en otras sociedades civilizadas, a pesar de que he
consultado la historia de todos los tiempos y las instituciones de
todas las naciones”. Agrega con sobrecogedora emotividad: “¿Aca-
so no es un ultraje, una violación de los derechos de la humanidad,
pretender que sea meramente pasiva una nación tan felizmente
constituida, tan extensa, rica y populosa?” (59). Más que plantea-
58 Blanca M. García Monsivais

mientos precisos y delimitados, lo que sobresale en este documento


y lo convierte en esa “asombrosa carta, ardiente de relámpagos
proféticos”, como dijera Rodó, es una profunda pasión, y la emo-
ción que penetra las ideas expuestas, lo cual siempre ha causado
gran impacto en los lectores.
El pensamiento de Bolívar no se encuentra en esta sola carta,
sino en el conjunto de sus escritos. Sin embargo, éste es el docu-
mento más ilustre que ha elegido la posteridad, y el cual, muy pro-
bablemente, se ha valorado consciente o inconscientemente, por la
fuerza, pasión y vehemencia con que se expresa, y por la lucidez de
su pensamiento acerca de la singularidad y unidad hispanoamerica-
na. Bolívar hace de su experiencia, pensamiento y conocimiento, el
modo de exploración intelectual sobre la compleja realidad ameri-
cana en los diversos aspectos políticos y sociales, lo cual distingue
a esta prosa de aquella otra de propósitos prácticos o de arenga
política. Traslada a sus escritos su experiencia de luchador activo,
para elaborar con otras nuevas reglas, una manera de proceder en
el análisis y reflexión de aspectos casi del todo desconocidos, que
conforman la América hispana. Sabe que procede de manera des-
acostumbrada, como por ejemplo expresa en el texto conocido como
“Carta al redactor o editor de la Gaceta Real de Jamaica” (1815),
donde desde el inicio dice que su reflexión es aventurada y emplea
“reglas diferentes”. En cuanto al procedimiento, a diferencia del
modo ensayístico con que procede Rousseau por ejemplo, siguien-
do la tradición montaigniana, quien se asume a sí mismo como el
sujeto de la escritura en busca de auto conocimiento, Bolívar en la
carta hace de su propia praxis el eje que permite el desarrollo de su
reflexión.
Se presenta un claro “yo” que habla, pero inmerso en la lucha
independentista, por lo que este “yo” pasa fácilmente a la voz co-
lectiva del “nosotros”, por ejemplo, al decir: “Hemos roto [...], ya
somos libres [...] Ahora combatimos [...]” (45); etc. El “yo” que
habla sin embargo, se constituye en el foco que busca y elabora
conocimiento. Bolívar habla de la actualidad de las naciones ameri-
canas y de su lucha de liberación, pero el conocimiento que tiene,
expresa, se debe a su praxis como luchador en la emancipación. Es
La “Carta de Jamaica” de Simón Bolívar 59

así una búsqueda cognoscitiva de la que el mismo autor está cons-


ciente, por ejemplo al decir “Mientras más reflexiono” (49), “Pero
supongamos” (50), “Ya he señalado cuál es la población” (53), es
“difícil vaticinar [...] cualquier conjetura es arriesgada y aventura-
da”, “en mi opinión, ésta es la descripción de nuestro estado”, “con-
sidero que la América” (55), “No obstante me atreveré a ofrecerle
algunas conjeturas”, entre otras.
En estas expresiones es claro el aspecto sofista o retórico de la
convención, pero con las cuales introduce la disyuntiva, o giro con
que paso a paso, va señalando la marcha del pensamiento acerca
de un saber no establecido, y con esa dinámica revela que está
construyendo un saber de una realidad desconocida, conflictiva y
llena de contrastes, por lo que son insuficientes preceptos, axiomas
y la misma erudición de la época. Lo que hace, y que es muy ca-
racterístico del ensayo y lo lleva a otro plano que el de la epístola,
es que no sólo ofrece sus opiniones, sino que esas marcadas transi-
ciones señalan una polémica intelectual interna, y en ello recae la
dinámica de la misma experiencia de conocer y aprehender esa
realidad que parece escaparse de las manos, y que su manera de
saber es tanto vital como intelectual. Esto es lo central del proce-
dimiento ensayístico, como dice Kauffmann (231), ya que lo prin-
cipal no es la mera transmisión de las ideas del autor, sino la
transportación a la experiencia misma del movimiento que las
genera, induciendo al lector en la experiencia de la construcción
de ese pensamiento .
Ahora bien, con ello nos adentramos en la particular densidad y
complejidad de este texto de Bolívar como hecho discursivo, por-
que con el procedimiento de que hablamos, lo que hay es un “ir
siempre”, según estudia A. A. Roig acerca de la filosofía de Bolí-
var, como un constante desarrollo que no tiene un final señalado o
designado, es decir, va siempre a un futuro no dado sino deseado.
No hay en el texto un programa, ni un filosofar totalizador, sino la
decodificación de una realidad, o des-encubrimiento, según expre-
sión del mismo Roig, en que se intenta constituir el “futuro que
será” a partir de esa decodificación, que es crítica y revelación del
presente y del pasado. Así también, el procedimiento discursivo
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específico de este famoso texto, es la autorrepresentación de ese


pensamiento. Y en este pensamiento, a lo largo de los escritos de
Bolívar, lo que se configura en la base de una filosofía de la historia,
en tanto dialéctica negativa, es decir, no hay síntesis o totalización,
sino que es siempre un “proyecto de futuro” (64). La “Carta de
Jamaica” es históricamente ese ejemplo y momento admirable del
pensamiento y acción del Libertador.
Con esto sólo señalamos algunos de los procedimientos carac-
terísticos del ensayo en la “Carta de Jamaica”, muy lejos todavía
de ofrecer aquí una exploración exhaustiva. Es un texto que si bien
es escrito en el vehículo de la carta, sin embargo descubre un fondo
discursivo que lo coloca en el plano del ensayo. Los elementos que
hemos expuesto, proporcionan claves que, si bien sería exagerado
decir que esta “Carta...” es absolutamente el primer ensayo de
Hispanoamérica, sin embargo sí se puede decir que es un texto que
marca más que un hito con respecto al origen o aparición del ensa-
yo en nuestras letras. Aunque no se lo propone literariamente Bo-
lívar, y no es tampoco un modelo particular para el desarrollo del
ensayo en la América hispana, sin embargo, en la “Carta de Jamai-
ca” se encuentra la aparición del ensayo en nuestras letras. Desde
este punto de vista, está tal vez de más decir, que el ensayo se
desarrolla entre nosotros, como también en otras literaturas, de
manera dispareja, en que las circunstancias históricas y las con-
fluencias literarias, llevan a producir textos que, como indicábamos
antes, se convierten en fenómenos que en mayor o menor grado
están dotados de la característica elegida por lo que hablamos del
género del ensayo. Son aspectos como estos que nos permiten ha-
blar de un continente expresivo específico como es el ensayo, sin
confundirlo o mezclarlo con otras formas que son también, a su
vez, distintivas.

BIBLIOGRAFÍA

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