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Resumo
Palavras-chave
INTRODUCCIÓN
1
De “La trama invisible de la vida social: comunicación, sentido y realidad”. Libro, en prensa.
(ALAIC 2002).
2
Eduardo A. Vizer (UBA) es doctor en Sociología. Profesor Titular Regular de la Cátedra Promoción
Comunitaria, y del taller de Comunicación Comunitaria. Coordinador del proyecto y 1er. Director de la
carrera de Ciencias de la Comunicación, Universidad de Buenos Aires. evizer@yahoo.com
como un dominio de conocimiento legítimo, y como proceso que atraviesa todos los
dominios de la sociedad y la cultura, nos retrotrae a un materialismo elemental. No
existe hombre ni sociedad alguna que vivan la "realidad de los hechos en bruto" (esta
clase de objetividad es una construcción formal de la ciencia moderna). Los hombres y
las sociedades viven y construyen sus realidades mediatizándolas por las creencias, los
imaginarios instituídos por la cultura, el lenguaje, la observación, la subjetividad y la
propia acción sobre lo real. Este "magma" indefinible (para usar un término de
Castoriadis) es la verdadera "materia ontológica" con la cual los seres humanos
construímos nuestros lazos sociales y nuestras certezas: sobre lo que es "real" y lo que
no lo es, sobre las realidades pasadas o sobre realidades ideales, futuras o idealizadas.
Ahora bien, como todo conocimiento científico se construye a través de la
objetivación y del recorte de un dominio de "realidad" (de hechos, de acontecimientos,
de realidades naturales, sociales, o psíquicas), el problema epistemológico fundamental
radica en definir cómo concebimos y cómo abordamos teórica y prácticamente ese
“oscuro objeto del deseo (de conocimiento)” que llamamos comunicación. Esta es la
problemática de una epistemología histórica tratada en el presente trabajo. Se presenta a
la comunicación, como una fase contemporánea dentro de la historia de la
construcción histórica, social y epistemológica de las ciencias sociales, así como de la
formación de sus objetos de conocimiento. Y al método interpretativo y la investigación
acción como estrategias fundamentales para articular la producción de conocimiento
con la intervención social.
Esta nueva y compleja diversidad social, común tanto a las naciones más
desarrolladas como a las de desarrollo intermedio y a casi todas las regiones urbanas del
mundo, en Europa y Norteamérica ha dado origen al resurgimiento de la preocupación
por las temáticas relativas a los movimientos sociales, las expresiones de la sociedad
civil y a nuevas modalidades de asociación social. Estas transformaciones se
constituyen en el terreno de trabajo objetivo para especialistas de varias ciencias
sociales. Como respuesta a los esquemas de planificación vertical y dirigista por parte
de agencias de gobierno han surgido nuevas propuestas de acción social bajo
denominaciones como "planificación participativa", "gestión social", "gestión
participativa", "auditoría social", "desarrollo local", "promoción comunitaria",
"desarrollo comunitario", y desde el campo específico de la comunicación la
denominada "comunicación comunitaria".
La I+A aborda los análisis sobre las prácticas sociales, y se fundamenta en una
metodología inductiva (inducción analítica, de lo particular hacia lo general). Su
presupuesto central se basa en que la comprensión y la introducción de cambios en las
prácticas son medios adecuados para producir el mejoramiento de las mismas; tanto
sobre la propia situación en las que se realizan; como con respecto a la "racionalidad"
de las mismas (prácticas), y la comprensión del proceso integral.
Ha sido descripta de maneras diversas. Para Argyris, Smith y Putnam (1985) "la
ciencia de la acción es la investigación sobre el modo en que los seres humanos diseñan
e implementan la acción entre ellos. Es así una ciencia de la práctica, que precisa de
investigación básica y de la construcción de teoría, las que se hallan íntimamente
relacionadas con la intervención social".
El término praxis para los griegos se refería a la acción realizada a través de una
práctica reflexiva y crítica, y la investigación-acción puede encontrar sus antecedentes
en Aristóteles cuando propone la autoreflexión como un modo de adquirir conocimiento
sobre las propias prácticas para su mejoramiento. La praxis requiere la reflexión sobre:
La praxis implica asimismo una profunda disposición moral hacia una acción
que contribuya a la verdad y la justicia. Esta disposición recibió el nombre de phronesis,
y sin su existencia se estaría limitado a un ejercicio de la acción en un sentido
meramente técnico, el que tendería a mantener y reproducir una situación de injusticia
y frustración.
Esta larga transcripción del trabajo de Sautú es una buena guía para la
comprensión de las dificultades y particularidades de la investigación cualitativa y del
refinamiento y cuidado necesario en el trabajo de investigación sobre los propios modos
de vivir y adjudicar sentido a las acciones, las percepciones, creencias y valores de una
comunidad o un otro significativo. Para la I*A, estas observaciones son doblemente
relevantes, ya que el investigador no se ubica desde una posición de mero observador
externo, sino desde una doble posición epistemológica de observador-actor (a la que me
he referido en otros escritos). Para buscar similitudes, podemos poner el ejemplo de la
práctica del analista social (ya sea terapeuta, analista institucional u operador de
grupos).
a) Una “realidad óntica” –a la que subyace una ontología- del mundo de los
hechos, los procesos, los fenómenos que constituyen el “objeto de estudio”, al que
generalmente nos referimos como unidad de análisis. b) Un cuerpo teórico, una trama
de conceptos, que asociados entre sí constituyen los instrumentos intelectuales por
medio de los cuales se construyen proposiciones e hipótesis de investigación
(dispositivos de análisis a los que Whitehead denominó alegremente la “red de pesca”
con la que vamos a recolectar datos, hechos e información en el “mar de la realidad”).
Este segundo elemento constituye evidentemente el dispositivo epistemológico, la
selección y combinación lógica y propositiva que los investigadores hacen dentro de un
corpus de conocimientos de una (o de diferentes) disciplina(s). Cuando la investigación
empírica se centra sobre fenómenos que aún no se conocen bien, supone generalmente
seleccionar un conjunto de datos y conocimientos que permitan explorar un campo de
hechos sobre determinados “temas”, o un ámbito óntico-ontológico (estudios sobre la
comunidad, la familia, la pobreza, la estructura social, la formación de organizaciones
de la sociedad civil y el sector social, las asociaciones voluntarias, etc.).
A comienzos del siglo XX, una filosofía que marcó los futuros estudios de la
comunicación fue el pragmatismo de W. James y J. Dewey, lo que señaló un camino
recorrido por varios investigadores que dieron origen a la denominada Escuela de
Chicago y –entre otros– a estudios innovadores sobre la interacción humana.
En los Estados Unidos, el filósofo de la educación John Dewey (1910) aportó las
primeras reflexiones para el desarrollo futuro de la I+A al sugerir que las prácticas
sociales debían constituírse en un tema de estudio. Sugería que tanto los docentes como
los investigadores de la educación así como la propia comunidad debían ocuparse en
forma colectiva de los problemas de la educación para producir reformas que
democratizaran y demistificaran la investigación en educación. Consideró la
investigación como un proceso de autocorreción continua, y sujeta a la pretensión de un
conocimiento abierto a la discusión y la crítica permanente. Consideraba que el "valor"
de la investigación se asentaba en la utilidad de sus resultados comprobable en la
práctica. Los resultados finales de las prácticas de la educación se constituían en la
demostración del valor de la investigación científica. La Escuela de Chicago, imbuída
de un visceral pragmatismo filosófico, se constituía en el semillero de los futuros
desarrollos del interaccionismo social, como promotor de investigaciones sobre la
acción y las relaciones sociales, la vida cotidiana y la formación de los procesos
simbólicos en el seno de la vida social.
Las “nuevas escuelas de pensamiento” son también derivados de casi 100 años
de pragmatismo. Y se han transformado en teorías “evidentes al sentido común”,
fundamentalmente en el mundo de las prácticas de la economía, de la gestión de las
organizaciones, de las políticas de Estado, de los administradores y de los entrepreneurs
creativos. El desarrollo y la educación de los jóvenes en los valores de una racionalidad
funcional, eficiente y eficaz (aunque evidentemente no la única forma de racionalidad,
ni posiblemente la más deseable para la vida social) son hoy aplicadas en la educación,
en la resolución de problemas y en la capacitación para el diseño prospectivo de
estrategias de acción realistas. Y son hoy aceptadas no solamente en el mundo de las
empresas, en la economía tradicional, en la “nueva economía”, y en la planificación de
las políticas públicas, sino que además reciben el impulso y la bendición de los
organismos internacionales que las propugnan como modelo paradigmático de
racionalidad. Una racionalidad modernizadora y estratégica para la asimilación de las
economías y los estados nacionales, sus instituciones y sus políticas a criterios y
normas uniformes y globales. Los éxitos de una filosofía de la acción que ha surgido
históricamente para rearticular la disociación moderna entre la mente y el cuerpo, el
pensamiento y la acción, la conciencia individual y la sociedad, parecen haber
consagrado esta disociación con el éxito unívoco de los segundos términos: la acción
por la acción en sí misma, la sociedad como mercado, el culto al cuerpo como
exhibición, el individuo como consumidor.
Pero es importante no “tirar el agua de la bañera con el bebé adentro”. Las
problemáticas que abordaron las propuestas que originariamente surgieron como una
filosofía de la acción para afrontar la disociación entre el pensamiento y la acción, entre
la investigación como producción de “saber por el saber mismo” y la investigación
como forma estratégica de entender y producir cambios en la realidad, son
problemáticas que aún nos aquejan. Si el mundo real y las organizaciones e intereses
dominantes que lo orientan, han hallado en esta filosofía una apoyatura intelectual y una
justificación, no es solamente responsabilidad de sus autores. Ambos procesos han
surgido de complejos y conflictivos condicionamientos sociales, y de profundas
tendencias de reorganización económica, política y cultural, así como de la necesidad de
construcciones intelectuales que en tanto universos de sentido (que tradicionalmente se
designaban como ideologías) han sido capaces de otorgar significado, identidad y un
sentido de direccionamiento histórico por medio de sistemas de interpretación asociados
a prácticas específicas. Hay una necesidad creciente de generar “puentes” y
articulaciones en un mundo disociado y fragmentario. Esta disociación se ha dado en
forma paralela a una estrecha dependencia con el desarrollo de tendencias hegemónicas
que rearticulan nuevas alianzas e intereses entre agentes sociales desde el nivel local, al
regional y global. Por un lado, fuertes tendencias hacia la descentralización y la
fragmentación social, acompañadas de la dispersión intelectual. Por el otro, la presencia
masiva de las redes de información y comunicación acompañadas de expectativas de un
mundo interconectado e idealizado como una aldea. Todo el mundo acuerda en la
necesidad de concretar las posibilidades de acceso a las tecnologías de la información y
la comunicación, y esto se ha ido constituyendo velozmente en una demanda
generalizada. Pero los motivos son muy diferentes: para las empresas, para diferentes
públicos, para el estado y para la propia comunidad. Las TIC´s no resuelvan los
problemas reales –ni ontológicos ni teóricos-, y apenas si representan un medio nuevo
de acceso a procesos de producción y circulación de datos y de información. Son
sumamente valiosos y específicos para establecer redes y formas de participación social
en nuevas modalidades –o en su defecto de generar nuevas formas de diferenciación y
aislación social-. Esto podría abrir las posibilidades de nuevas alternativas que deben
aún ser experimentadas respecto de procesos inéditos de transformación social
(económica, política y cultural). Las TIC´s pueden tender a reforzar la marginación de
los grupos y sectores sociales más vulnerables, pero al mismo tiempo abren las puertas
para la creación de nuevas formas de asociación económica, política y cultural (Vizer,
2000).
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