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El Combate de Angamos

El 8 de octubre se produjo el combate de Angamos, que tuvo lugar en el año de 1879. La batalla naval
ocurrió en Punta Angamos, el cual pertenecía a Bolivia (actualmente pertenece a Chile). El Huáscar y
La Unión (naves peruanas) viajaban hacia el norte por la costa de Chile, después de haber completado
varias operaciones ofensivas en los puertos chilenos, divisaron varios buques de la armada chilena a la
distancia . Era la primera división chilena que constaba del Blanco Encalada, Covadonga y Matías
Cousiño los cuales se dirigían hacia el sur por la costa del Pacífico, al divisar en el horizonte a El
Huáscar y La Unión viajando en la dirección opuesta, procedieron a cerrarles el paso. En respuesta a
las operaciones de Almirante Grau, la Armada de Chile había ordenado la captura de los buques
peruanos.
Mapa del Combate de AngamosGrau, observando el mayor tamaño y superioridad de la flota chilena
decidió usar maniobras evasivas para así escapar del enemigo. El Huáscar y La Unión navegaron hacia
el norte en un intento de llegar al Perú, pero se encontraron con la 2 ª División naval chilena
(Cochrane y O’Higgins) a unas 22 millas de distancia. Al darse cuenta que La Unión podía avanzar más
rápido que los demás barcos; se le dió la orden de seguir.
En cambio el Huáscar, al no tener otra opción, tuvo que luchar, El Huáscar disparó contra el Cochrane.
Los barcos chilenos esperaron hasta tener dentro del rango de tiro al acorazado peruano antes de
abrir fuego (los buques chilenos eran de lo último en diseño y tecnología inglesa, estaban armados
con lo último en armamento). Uno de los disparos del Cochrane atravesó el puente del
Huáscar matando al Almirante Grau y al primera teniente Diego Ferre. El mando del Huáscar fue
asumido por Pedro Garezon, el barco estaba en un estado inoperable con la rueda dañada y sin
control. Los oficiales restantes decidieron hundir el barco antes de que el enemigo pudiera
apoderarse de él.
Se dio la orden y se abrieron las válvulas de la nave para permitir que el agua entre y inhundar el
barco. La armada chilena al darse cuenta de que el barco se ralentizaba en su ritmo, decidió que era
una buena oportunidad para capturar El Huáscar. La armada chilena se las arregló para subir al barco
y ordenó a la tripulación restante cerrar las válvulas (la sala de máquinas tenía cerca de 1,2 metros de
agua en ella).
Con El Huáscar fuera de servicio y en la posesión de las fuerzas chilenas el mar estaba abierto para los
chilenos.
Por sus acciones heroicas en la cara de innumerables dificultades, el contraalmirante Miguel Grau fue
ascendido a Almirante y es hasta hoy reconocido y celebrado como un héroe de la República de Perú
Combate naval de Abtao
07 de febrero de 1866
l 7 de febrero de 1866, la escuadra aliada (integrada por las fuerzas navales de Perú y Chile), derrotó a las fragatas
españolas Villa de Madrid y Blanca en el histórico Combate Naval de Abtao, uno de los últimos capítulos de la ocupación
española en tierras americanas.
A postrimerías del año 1865, las fuerzas peruanas no contaban con naves adecuadas para enfrentar a la poderosa
escuadra española. Por aquellos años, el monitor Huáscar y la fragata Independencia recién estaban construyéndose en
Inglaterra. A fin de aguardar la llegada de las dos naves y preparar la ofensiva contra el enemigo, el gobierno peruano,
presidido por Mariano Prado, envió sus cuatro naves principales a Chiloé, lugar donde se unirían a la escuadra chilena.

El 3 de diciembre de 1865 las fragatas Apurímac y Amazonas iniciaron la travesía. 44 días después lo harían las corbetas
Unión y América, de reciente adquisición en Francia. Mientras tanto, el capitán de navío chileno Juan Williams Rebolledo
organizaba en Chiloé el Apostadero Naval de Abtao con la corbeta Esmeralda, la goleta Covadonga y el vapor Maipú. La
unión de las fuerzas navales peruanas y chilenas fue conocida como la Escuadra Aliada.

Una semana más tarde, el gobierno chileno dispuso el desplazamiento del vapor Maipú hasta Magallanes para
interceptar los transportes españoles Odessa y Vascongada. El 4 de febrero llegaron a Abtao las corbetas peruanas
Unión y América. Como estas naves necesitaban algunos requerimientos logísticos, el capitán Rebolledo decidió ir con la
Esmeralda hasta Ancud para conseguirlos.

A las 6:30 de la mañana del 7 de febrero de 1866, el vigía del apostadero divisó un buque que se acercaba. Por un
momento pensó que era la corbeta Esmeralda, pero 90 minutos después se identificaron dos fragatas enemigas que
avanzaban en forma lenta y precavida: Villa de Madrid, al mando del comandante Claudio Alvargonzález, y Blanca,
capitaneada por el comandante Juan B. Topete.

Ambas habían zarpado el 10 y 14 de enero de Valparaíso, respectivamente, y luego, cerca a las 3 de la tarde, ambos
bandos quedaron a la vista. Afortunadamente, las fuerzas aliadas aprovecharon el tiempo transcurrido desde el
avistamiento inicial. Las cuatro naves –la chilena Covadonga y las peruanas Apurímac, América y Unión– calentaron
máquinas y cubrieron con sus cañones los dos accesos a la ensenada.

Las fragatas peruanas fueron dotadas con lo necesario, se cubrieron los cañones montados en tierra y se estableció una
enfermería de campaña. A las 3:30 de la tarde, la Escuadra Aliada rompió el fuego al mando del capitán de navío
peruano Manuel Villar. Primero lo hizo la Apurímac, seguida después por todas las unidades a una distancia de alrededor
de 1 500 metros.

Durante el combate, una de las espías de la corbeta América se cortó. Las espías son las cuerdas o tirantes con las que se
mantienen fijos y verticales los maderos de las naves. Ante ello, la Covadonga largó la suya a la Unión y fue a remolcar a
la América, que estaba próxima al fuego del enemigo. Cortado el remolque, la Covadonga decidió acercarse a 600
metros de la Blanca y empezó a cañonearla por sobre el istmo que forma la isla Abtao.

El duelo se prolongó por casi dos horas, intercambiándose unos 2 000 tiros entre ambas naves. Como las fragatas
españolas no se animaban a acortar la distancia, los resultados del enfrentamiento no fueron decisivos. Finalmente, ante
el rechazo de las fuerzas aliadas, las naves españolas decidieron regresar a Valparaíso sin cumplir con la misión asignada.
Combate Naval de Iquique (1879)
Como antecedente a este pimer combate que sostuvieron las armadas peruana y chilena en Iquique, el día 17 de mayo
la flota peruana fue rumbo a Arica, donde desembarcó el presidente Prado, para dirigir la guerra desde ese puerto
sureño. Casi de inmediato fueron despachados a Iquique el monitor Huáscar y la fragata Independencia, con
instrucciones de levantar el bloqueo de ese puerto, sostenido por la corbeta chilena Esmeralda, la cañonera Covadonga,
y el transporte Lamar.

El 21 de mayo de 1879, el monitor Huáscar al mando del capitán de navío Miguel Grau, y la Independencia al mando del
capitán de navío Juan Guillermo More, ingresaron a la bahía de Iquique y se enfrentaron a los ya mencionados buques
enemigos. El transporte Lamar izó bandera norteamericana y puso rumbo al sur, en lo que fue imitado por la cañonera
Covadonga que fue perseguida por la Independencia. Mientras tanto, el Huáscar en Iquique cañoneaba a la Esmeralda,
buque que maniobró para colocarse delante de la población. Ante esto, el comandante Grau decidió utilizar el espolón,
logrando finalmente hundir a la nave enemiga, cuyos sobrevivientes fueron rescatados por los marinos peruanos. En
este combate murió el teniente primero Jorge Velarde, primer héroe naval peruano de la contienda.

Mientras tanto, la Independencia había encallado en Punta Gruesa, al Sur de Iquique y tan pronto se percató de esto, el
comandante de la Covadonga Guillermo Condell volvió sobre sus aguas. Contrariamente a lo que había sucedido en la
rada de Iquique con los náufragos de la Esmeralda, ordenó disparar contra los sobrevivientes peruanos. Cuando la
Covadonga vio acercarse al Huáscar huyó del lugar y el monitor procedió a recoger a los sobrevivientes.

Posteriormente Grau, en un gesto de caballerosidad que lo enaltece, escribió a Carmela Carvajal ─viuda de Arturo Prat
Chacón, comandante de la Esmeralda, muerto en la cubierta del Huáscar─ una carta en la que elogiaba la actuación de
su esposo y le enviaba algunas de sus prendas personales, entre ellas, su espada.

Combate naval de Pedrera


10 - 12 de julio de 1911

A principios del año 1911, el gobierno peruano tuvo noticias de que fuerzas del Ejército Colombiano, sin mediar
justificación alguna, se encontraban desde hacia algún tiempo ocupando parte de nuestro territorio situado cerca de la
frontera, zona delimitada por el río Caquetá. Dichas tropas, después de haber sido avisadas por los canales establecidos
para estos casos, se negaron a abandonar pacíficamente el sector ocupado, pensando quizás que aquella posesión
transitoria iba a tornarse definitiva.

Como consecuencia, el gobierno peruano dispuso la salida de la cañonera América comandada por el Teniente Primero
don Manuel A. Clavero, con la doble misión de efectuar una investigación sobre esta situación anormal, y de ejecutar en
caso de comprobar la veracidad de la información recibida, la desocupación del territorio ilícitamente apropiado por las
fuerzas colombianas. Su consigna fue la de dejar una guarnición militar peruana en dicho lugar, después de desalojar a
los ocupantes. Para efectuarlo, debía agotar primero todos los medios pacíficos a su alcance.

Luego de una infructuosa búsqueda, que duró algunos meses, regresó la América a Iquitos en el mes de Junio, no sin
haber dejado establecidas a las tropas que condujo, en un punto conveniente situado en los márgenes del río Putumayo.

En esta ciudad, Clavero obtuvo información adicional con datos concretos y precisos. Desembarcados algunos enfermos
que traía, reaprovisionado el buque y sustituidos sus tripulantes, salió nuevamente con idéntica misión. Algunos
armadores de Loreto, departamento en que el patriotismo se encuentra sumamente arraigado, pusieron a disposición
del país y del gobierno sus lanchas para ayudar en el transporte de tropas. Es así como la cañonera América zarpó
conjuntamente con las lanchas Loreto, Estefita y Tarapoto, para constituir un convoy y realizar su cometido.
Alrededor de 300 infantes del Batallón Nro. 9 del Ejército, fueron transportados en la cañonera, y en la Loreto y la
Estefita. Se designó a la Tarapoto como buque-hospital. Las tropas del Ejército iban al mando del Teniente Coronel Oscar
R. Benavides, quien era el Jefe militar más caracterizado en el convoy.

Al mando de la América iba, como ya se ha dicho, el Teniente Primero don Manuel A. Clavero. Su plana mayor estaba
constituida por el Teniente Segundo don Héctor Mercado y los ingenieros J. Runciman y C. Lima. El buque llevaba como
armamento dos cañones Armstrong de 37mm. y dos ametralladoras.

El 10 de julio de 1911, en las últimas horas de la mañana, arribó el convoy, después de haber surcado el río Caquetá, a
las inmediaciones del paraje denominado La Pedrera. Las informaciones coincidían en expresar que en dicho sitio se
encontraba el General colombiano Gamboa, al mando de unos 400 hombres de tropa. Clavero y su oficialidad pudieron
comprobar lo cierto de la información, al verificar la presencia de soldados colombianos en las inmediaciones.

A distancia apropiada, se arrió un bote y procedió a embarcarse en él a un parlamentario. No obstante las señales
efectuadas indicando estos propósitos, las fuerzas ocupantes abrieron fuego al desatracar el bote del costado de la
América. Al poco rato sin embargo, cesaron los disparos y el parlamentario pudo desembarcar. Hecha la notificación
amigable para desocupar el territorio dentro de las mayores garantías poniendo a órdenes de las fuerzas colombianas a
la Estefita, se recibió una respuesta dilatoria, que necesitaban cuando menos dos días de plazo para dar una
contestación definitiva.

Las fuerzas peruanas, con fundado motivo, no aceptaron dicha respuesta del General Gamboa, comprobándose luego lo
acertado de este proceder, pues los colombianos habían destacado tropas aguas arriba, en Puerto Córdoba, a un día de
camino La Pedrera. Se último, ya esta vez, a los ocupantes de nuestro territorio para desalojarlo, en caso contrario, se
les comunicó que la Flotilla se vería obligada a emplear la fuerza.

Los colombianos mantuvieron su posición aceptando el reto. A las 13.00 hrs. comenzó el combate. El primer disparo fue
hecho por la pieza de proa de la América, dirigiendo el fuego el Segundo Comandante en persona, quien maniobrando
dicho cañón, continuó combatiendo en la forma indicada durante toda la acción. La pieza de popa tenía como primer
apuntador al Contramaestre Señalero José Navarro Solano. Un vivo fuego de fusilería fue la respuesta colombiana,
habiendo continuado el combate durante toda la tarde, sin dirimirse superioridades.

Una “cascada” (cashuera) con fondo bajo y pedregoso, era la defensa natural tras la que se guarecían las tropas
colombianas; su existencia impedía a nuestros buques rebasar la línea de las fortificaciones contrarias y llegar
justamente al punto indicado para batirlas con éxito. La corriente, demasiado impetuosa, y el natural peligro de
encallamiento, se oponían a que, avistando parte del emplazamiento enemigo, pudieran hacer disparos más efectivos
sobre él.

Al caer la noche cesó el fuego colombiano, retirándose la Flotilla aguas atrás del Caquetá. Se ignoraban las bajas del
contrario, pero de nuestro lado había muerto el parlamentario y habían algunos heridos. Se convocó una reunión
presidida por el Comandante Benavides, a la que asistieron todos los oficiales presentes; se impartieron las instrucciones
del caso y luego, tanto la tripulación como la tropa fueron arengados delante del mismo cadáver del oficial
parlamentario, Alférez Bergieri, muerto en el cumplimiento de su deber.

A 0700 hrs. del 11 de Julio se reanudó el combate iniciado el día anterior. La lucha fue denodada por ambas partes, pero
los resultados siguieron imprecisos e infructuosos. A las 2300 hrs. la América navegando sola, volvió a atacar al
adversario, pero no obtuvo contestación su fuego.

Al amanecer del tercer día la Flotilla volvió a la carga y combatió impetuosamente hasta aproximadamente las 1500 hrs.
sin definirse la acción. Clavero, comprendiendo lo indeciso de la situación y la imprescindible necesidad de tomar una
actitud riesgosa para asegurar el triunfo, resolvió surcar las cascadas y utilizar todos los medios disponibles para
envolver al enemigo. Dando orden de forzar las máquinas para así poder vencer la fuerte correntada llegó a sobrepasar
el límite de seguridad del diseño. Quince minutos luchó la cañonera contra la corriente sorteando con fortuna el casi
seguro riesgo de encallar; en este intervalo, el fuego colombiano se concentró sobre su buque con notable intensidad.
Cuando ya parecía que surcando los remolinos iba a salir triunfante, la corriente fortísima del paraje la hacía regresar
derrotada en su intento.

La voluntad de vencer y el patriotismo de aquellos hombres pudo sin embargo más que la naturaleza impetuosa de las
aguas. A poco de haber transcurrido un cuarto de hora, la cañonera podía navegar fuera del peligro de encallamiento,
pero constantemente azotada por el fuego contrario. Siguiendo su estela y ejemplo, no obstante habérsele trabado el
timón, la Loreto logró forzar el paso. De inmediato, ambos buques atracaron a la orilla y efectuaron el desembarco de
las tropas del Batallón de Infantería Nro. 9 que transportaban.

La atrevida maniobra de nuestros buques, inesperada y creída imposible por los colombianos, hizo fallar sus cálculos.
Flanqueados por aquel desembarco, iniciaron de inmediato una rapidísima retirada hacia la selva, no sin dejar gente y
pertrechos que fueron tomados por nuestras tropas. El General Gamboa, jefe de los efectivos invasores cayó entre los
prisioneros. Las bajas en la América fueron 1 muerto y 5 heridos, además de las numerosas bajas que se registraron
entre la oficialidad y tropas de infantería; 38 impactos y algunas averías en el casco y superestructura fueron el saldo
material de aquel combate.

Así, pues, en las últimas horas de la tarde del día 12 de julio de 1911, el gallardo pabellón nacional fue izado nuevamente
en aquel paraje ratificando su peruanidad y como premio al esfuerzo de esos patriotas que también habían luchado en
resguardo de nuestra integridad territorial.

El 31 de julio de 1911, fondeó la América en Iquitos; a bordo llevaba heridos y enfermos. El Teniente Primero Manuel A.
Clavero se contaba entre ellos; su dolencia: fiebre amarilla. Tres días después pudo recién desembarcar. El pueblo de
Iquitos en pleno le rindió a él, a su dotación y a las tropas de nuestro Ejército un calurosísimo homenaje, como
testimonio vivo de su justa admiración.

Algunos días después, habiendo recrudecido su enfermedad, Clavero cayó en cama para no levantarse más. Su deceso
tuvo lugar el 12 de agosto de 1911, cuando su brillante carrera y sus singulares dotes militares le prometían un
estupendo porvenir como marino. La fiebre amarilla, contraída en actos del servicio, arrebató a la Institución y a la Patria
al valiente Comandante de la América.

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