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“Puedes descubrir más de una persona en una hora de juego que en 1 año
de conversación” Platón.
Resulta casi imposible concentrarse con calma en una sola tarea, tener tiempo y
tranquilidad para reflexionar. Menos mal que una de las pocas instancias en que
esto todavía resulta factible es cuando jugamos.
La vida no es sueño, como decía Calderón de la Barca. La vida es juego. Desde que
nacemos hasta que entramos al colegio, el juego se convierte en nuestra principal y
casi única estrategia de aprendizaje, en la manera a través de la que vamos
adquiriendo habilidades y competencias de alta complejidad y que serán esenciales
a lo largo de toda nuestra vida como andar, hablar o leer. El shock nos sobreviene
cuando llegamos por primera vez al colegio donde debíamos pasar interminables
horas sentados en una silla mirando alternativamente a un profesor y a una
pizarra, repitiendo en los exámenes lo que nos dijeron y viéndonos obligados a
olvidarnos por completo de jugar mientras duraba la clase. Todos reconocíamos que
resultaba imposible aguantarse las ganas de que llegase el recreo para salir a jugar
con nuestros amigos. La contradicción vital proviene de un mundo que busca
personas activas para innovar y emprender (o lo que es lo mismo, personas
capaces de hacerse muchas y buenas preguntas) mientras que la educación rema
en dirección opuesta y fomenta la pasividad y la obediencia. Ya como adultos, el
juego sigue formando parte importantísima de muchas de las cosas que nos
apasionan, como el deporte, e incluso puede desembocar en una peligrosa adicción
(ludopatía).
Para una empresa, lo que menos importa es desarrollar las habilidades propias del
juego (quién encesta más, quién obtiene más rebotes o mejor porcentaje de tiros)
sino las indirectas e invisibles para los participantes pero que son las que nos
interesan. Por esa razón, el aprendizaje, el conocimiento y la innovación son
siempre medios para lograr fines que le importan a una organización. Hay varios ex
deportistas profesionales muy reconocidos en el ámbito del management y las
habilidades directivas, no por sus logros como deportistas (como atletas o
futbolistas) sino por las habilidades complementarias que desarrollaron. Existe un
aspecto que sistemáticamente se olvida y que refleja muy bien la potencia del
juego: Cuando estás jugando es cuando tú inconsciente, tu parte menos racional,
aflora con fuerza y toma las riendas de tus acciones y es cuando te muestras como
realmente eres. Es cuando despliegas todas tus habilidades en pos de alcanzar
objetivos que te interesan de verdad y aprender se convierte en una herramienta
muy útil para lograrlo.
Lo segundo es que aprendes haciendo; nadie puede jugar por ti sino que es una
experiencia personal e intransferible. A mucha gente le gusta por ejemplo jugar al
fútbol pero no disfruta de la misma forma viendo un partido por televisión. No hay
nada que se pueda comparar a la sensación de experimentar las cosas en primera
persona.
"Dad al alumno algo que HACER y no algo que aprender, ya que el hacer tiene tal
potencia que exige pensar y reflexionar" John Dewey, Thinking in Education, 1916.
"Tienes 5 minutos para construir un puente que sea suficientemente alto y ancho
para que pase una mano, robusto como para soportar el peso de un objeto y
estable para que no se caiga al empujarlo suavemente". Así comenzó el primer
taller de LEGO© al que asistí tiempo atrás. Lo que ocurrió durante ese breve lapso
de tiempo fue un fenómeno verdaderamente impactante. De repente, el hecho de
tener un objetivo que cumplir provocó una revolución imparable porque exigía
pasar a la acción y abandonar el cómodo rol de alumno que escucha y toma
apuntes. Basta que el desafío que te plantean sea creíble, el objetivo a alcanzar te
interese, sea abordable y pertinente para que hagas materialmente lo que sea
necesario para conseguirlo. Nunca falla. El primer impacto drástico es que ese
desafío te obliga a pensar profundamente, a hacer un esfuerzo descomunal de
reflexión que no es para nada habitual en la mayoría de sesiones de formación.
Como sucede con los coches, se produce una brutal aceleración de 0 a 100 en 2
segundos. ¿Qué puente hago? ¿Qué piezas tengo? ¿Por dónde empiezo? ¿Qué
piezas encajan? Las preguntas se suceden como un torbellino incontrolable. El
segundo impacto radica en construir, en materializar con las manos las posibles
ideas teniendo en cuenta que en la mayor parte de los casos, son las manos las que
trabajan autónomamente sin un plan preconcebido. Resulta muy complicado
planificar y sin embargo resulta bastante natural dejarse guiar por lo que las manos
van haciendo a su libre albedrío. Se trata de un ejemplo más de que el
conocimiento es un intangible que radica no sólo en la cabeza sino también en las
manos, en los pies, etc.. El tercer impacto, ya definitivo, consiste en verbalizar, en
contar una historia que explique lo construido y trate de justificar porqué se ha
hecho lo que se ha hecho de esa manera y no de otra, y qué posibles significados
puede tener la obra de arte resultante.
En este taller se cumplían los 3 criterios esenciales para aprender: 1. Hacer (pensar
y construir) 2. Cometer errores y 3. Contar historias (explicar lo que has hecho
que es la mejor manera de aprender). Por si fuese poco, resultaba imposible no
participar, no aprender, ya que todos teníamos que construir. Hoy en día, en los
talleres Lego que impartimos para desarrollar determinadas habilidades directivas,
no es importante quien es el que mejor construye sino que las piezas de Lego son
solo un mero instrumento.
Hacer es divertido, por eso cuando juegas generalmente disfrutas pero hay un
efecto secundario: Te pruebas a ti mismo que eres capaz (vences la duda de
¿Podré?) y logras pasar de la teoría a la práctica, a comprobarlo y demostrarte a ti
mismo tu capacidad. En términos de aprendizaje, no importa mucho lo que pasa en
el aula o en el curso, sino que importa lo qué aplicas después y los resultados que
obtienes. No aprendes algo hasta que lo haces, hasta que lo aplicas y eso no ocurre
ni en el aula ni en la pantalla sino en la cabeza y sobre todo si eres capaz de
recordarlo meses y años después.
Dado que en las empresas, muchas de las tareas que se acometen son repetitivas y
se realizan millones de veces, existen grandes oportunidades para sacar partido del
conocimiento, eliminar errores y mejorar muchas ineficiencias, descoordinaciones y
redundancias. Es decir, hay unanimidad en que Aprender mejor y más rápido que
los demás se convierte en la principal ventaja competitiva. Si reconocemos que
Aprender es una habilidad clave y el juego es una metodología inigualable para
lograr el aprendizaje, ¿A qué estamos esperando para innovar e incorporar el juego
como una de las metodologías fundamentales? ¿No será que debiésemos tomarnos
el trabajo como un juego, con sus reglas, con sus resultados, con sus vencedores y
vencidos?
1. Que algo sea entretenido no quiere decir que ocurra aprendizaje, pero al mismo
tiempo, si no es divertido, resulta difícil aprender.