Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
episcopal argentina)
Índice
CODIGO DE DERECHO CANONICO [1983] Y LEGISLACION COMPLEMENTARIA (CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA)
CONSTITUCION APOSTOLICA “SACRAE DISCIPLINAE LEGES”
PREFACIO
LIBRO I De las normas generales [Can. 1 - 203]
TIÍTULO I De las leyes eclesiaá sticas
TIÍTULO II De la costumbre
TIÍTULO III De los decretos generales y de las instrucciones
TIÍTULO IV De los actos administrativos singulares
Capíátulo I: Normas comunes
Capíátulo II: De los decretos y preceptos singulares
Capíátulo III: De los rescriptos
Capíátulo IV: De los privilegios
Capíátulo V: De las dispensas
TIÍTULO V De los estatutos y reglamentos
TIÍTULO VI De las personas fíásicas y juríádicas
Capíátulo I: De la condicioá n canoá nica de las personas fíásicas
Capíátulo II: De las personas juríádicas
TIÍTULO VII De los actos juríádicos
TIÍTULO VIII De la potestad de reá gimen
TIÍTULO IX De los oficios eclesiaá sticos
Capíátulo I: De la provisioá n del oficio eclesiaá stico
Capíátulo II: De la peá rdida del oficio eclesiaá stico
TIÍTULO X De la prescripcioá n
TIÍTULO XI Del coá mputo del tiempo
LIBRO II Del Pueblo de Dios [can. 204 - 746]
PARTE I: De los fieles cristianos
TIÍTULO I De los deberes y derechos de todos los fieles cristianos
TIÍTULO II De las obligaciones y derechos de los fieles cristianos laicos
TIÍTULO III De los ministros sagrados o de los cleá rigos
Capíátulo I: De la formacioá n de los cleá rigos
Capíátulo II: De la adscripcioá n o incardinacioá n de los cleá rigos
Capíátulo III: De las obligaciones y derechos de los cleá rigos
Capíátulo IV: De la peá rdida del estado clerical
TIÍTULO IV De las prelaturas personales
TIÍTULO V De las asociaciones de fieles
Capíátulo I: Normas comunes
Capíátulo II: De las asociaciones puá blicas de fieles
Capíátulo III: De las asociaciones privadas de fieles
Capíátulo IV: Normas especiales de las asociaciones de laicos
PARTE II: De la constitucioá n jeraá rquica de la Iglesia
SECCION I: De la suprema autoridad de la Iglesia
Capíátulo I: Del Romano Pontíáfice y del Colegio Episcopal
Capíátulo II: Del síánodo de los Obispos
Capíátulo III: De los Cardenales de la Santa Iglesia Romana
Capíátulo IV: De la Curia Romana
Capíátulo V: De los Legados del Romano Pontíáfice
SECCION II De las Iglesias particulares y de sus agrupaciones
TIÍTULO I De las Iglesias particulares y de la autoridad constituida en ellas
Capíátulo I: De las Iglesias particulares
Capíátulo II: De los Obispos
Capíátulo III: De la sede impedida y de la sede vacante
TIÍTULO II De las agrupaciones de Iglesias particulares
Capíátulo I: De las provincias y regiones eclesiaá sticas
Capíátulo II: De los Metropolitanos
Capíátulo III: De los concilios particulares
Capíátulo IV: De las Conferencias Episcopales
TIÍTULO III De la ordenacioá n interna de las Iglesias particulares
Capíátulo I: Del síánodo diocesano
Capíátulo II: De la curia diocesana
Capíátulo III: Del consejo presbiteral y del colegio de consultores
Capíátulo IV De los cabildos de canoá nigos
Capíátulo V: Del consejo pastoral
Capíátulo VI: De las parroquias, de los paá rrocos y
Capíátulo VII: De los vicarios foraá neos
Capíátulo VIII: De los rectores de iglesias y de los capellanes
PARTE III De los institutos de vida consagrada y de las sociedades de vida apostoá lica
SECCION I: De los institutos de vida consagrada
TIÍTULO I Normas comunes a todos los institutos de vida consagrada
TIÍTULO II De los institutos religiosos
Capíátulo I: De las casas religiosas y de su ereccioá n y supresioá n
Capíátulo II: Del gobierno de los institutos
Capíátulo III: De la admisioá n de los candidatos
Capíátulo IV: De las obligaciones y derechos
Capíátulo V: Del apostolado de los institutos
Capíátulo VI: De la separacioá n de los miembros del instituto
Capíátulo VII De los religiosos elevados al episcopado
Capíátulo VIII De las conferencias de Superiores mayores
TIÍTULO III De los institutos seculares
SECCION II De las sociedades de vida apostoá lica
LIBRO III De la funcioá n de ensenñ ar de la Iglesia [can. 747 - 843]
TIÍTULO I Del ministerio de la Palabra Divina
Capíátulo I: De la predicacioá n de la Palabra de Dios
Capíátulo II: De la formacioá n catequeá tica
TIÍTULO II De la actividad misional de la Iglesia
TIÍTULO III De la educacioá n catoá lica
Capíátulo I: De las escuelas
Capíátulo II: De las universidades catoá licas y
Capíátulo III: De las universidades y facultades eclesiaá sticas
TIÍTULO IV De los instrumentos de comunicacioá n social
TIÍTULO V De la profesioá n de fe
LIBRO IV De la funcioá n de santificar de la Iglesia [can. 844 - 1253]
PARTE I: De los sacramentos
TIÍTULO I Del bautismo
Capíátulo I: De la celebracioá n del bautismo
Capíátulo II: Del ministro del bautismo
Capíátulo III: De los que van a ser bautizados
Capíátulo IV: De los padrinos
Capíátulo V: De la prueba y anotacioá n del bautismo conferido
Tíátulo II Del sacramento de la confirmacioá n
Capíátulo I: De la celebracioá n de la confirmacioá n
Capíátulo II: Del ministro de la confirmacioá n
Capíátulo III: De los que van a ser confirmados
Capíátulo IV: De los padrinos
Capíátulo V: De la prueba de la colacioá n de la confirmacioá n y su anotacioá n
TIÍTULO III De la santíásima Eucaristíáa
Capíátulo I :De la celebracioá n eucaríástica
Capíátulo II: De la reserva y veneracioá n de la santíásima Eucaristíáa
Capíátulo III: Del estipendio ofrecido para la celebracioá n de la Misa
TIÍTULO IV Del sacramento de la penitencia
Capíátulo I: De la celebracioá n del sacramento
Capíátulo II: Del ministro del sacramento de la penitencia
Capíátulo III: Del penitente
Capíátulo IV: De las indulgencias
TIÍTULO V Del sacramento de la uncioá n de los enfermos
Capíátulo I: De la celebracioá n del sacramento
Capíátulo II: Del ministro de la uncioá n de los enfermos
Capíátulo III: De aquellos a quienes se ha de
TIÍTULO VI Del orden
Capíátulo I: De la celebracioá n y ministro de la ordenacioá n
Capíátulo II: De los ordenandos
Capíátulo III: De la anotacioá n y certificado de la ordenacioá n realizada
TIÍTULO VII Del matrimonio
Capíátulo I: De la atencioá n pastoral
Capíátulo II: De los impedimentos dirimentes en general
Capíátulo III: De los impedimentos dirimentes en particular
Capíátulo IV: Del consentimiento matrimonial
Capíátulo V: De la forma de la celebracioá n del matrimonio
Capíátulo VI: De los matrimonios mixtos
Capíátulo VII: De la celebracioá n del matrimonio en secreto
Capíátulo VIII: De los efectos del matrimonio
Capíátulo IX: De la separacioá n de los coá nyuges
Capíátulo X: De la convalidacioá n del matrimonio
PARTE II: De los demaá s actos del culto divino
TIÍTULO I De los sacramentales
TIÍTULO II De la liturgia de las horas
TIÍTULO III De las exequias eclesiaá sticas
Capíátulo I: De la celebracioá n de las exequias
Capíátulo II: De aquellos a quienes se han de conceder
TIÍTULO IV Del culto de los santos, de las imaá genes sagradas y de las reliquias
TIÍTULO V Del voto y del juramento
Capíátulo I: Del voto
Capíátulo II: Del juramento
PARTE III: De los lugares y tiempos sagrados
TIÍTULO I De los lugares sagrados
Capíátulo I: De las iglesias
Capíátulo II: De los oratorios y capillas privadas
Capíátulo III: De los santuarios
Capíátulo IV: De los altares
Capíátulo V: De los cementerios
TIÍTULO II De los tiempos sagrados
Capíátulo I: De los díáas de fiesta
Capíátulo II: De los díáas de penitencia
LIBRO V De los bienes temporales de la Iglesia [can. 1254 - 1310]
TIÍTULO I De la adquisicioá n de los bienes
TIÍTULO II De la administracioá n de los bienes
TIÍTULO III De los contratos y principalmente de la enajenacioá n
TIÍTULO IV De las píáas voluntades en general y de las fundaciones píáas
LIBRO VI De las sanciones en la Iglesia [can. 1311 - 1399]
PARTE I: De los delitos y penas en general
TIÍTULO I Del castigo de los delitos en general
TIÍTULO II De la ley penal y del precepto penal
TIÍTULO III Del sujeto pasible de las sanciones penales
TIÍTULO IV De las penas y demaá s castigos
Capíátulo I: De las censuras
Capíátulo II: De las penas expiatorias
Capíátulo III: De los remedios penales y penitencias
TIÍTULO V De la aplicacioá n de las penas
TIÍTULO VI De la cesacioá n de las penas
PARTE II; De las penas para cada uno de los delitos
TIÍTULO I De los delitos contra la religioá n y la unidad de la Iglesia
TIÍTULO II De los delitos contra las autoridades eclesiaá sticas y contra la libertad de la Iglesia
TIÍTULO III De la usurpacioá n de funciones eclesiaá sticas
TIÍTULO IV Del crimen de falsedad
TIÍTULO V De los delitos contra obligaciones especiales
TIÍTULO VI De los delitos contra la vida y la libertad del hombre
TIÍTULO VII Norma general
LIBRO VII De los procesos [can. 1400 - 1752]
PARTE I: De los juicios en general
TIÍTULO I Del fuero competente
TIÍTULO II De los distintos grados y clases de tribunales
Capíátulo I Del tribunal de primera instancia
Capíátulo II Del tribunal de segunda instancia
Capíátulo III De los tribunales de la Sede Apostoá lica
TIÍTULO III De la disciplina que debe observarse en los tribunales
Capíátulo I: Del oficio de los jueces y ministros del tribunal
Capíátulo II Del orden en que deben conocerse las causas
Capíátulo III De los plazos y proá rrogas
Capíátulo IV Del lugar del juicio
Capíátulo V De las personas que han de ser
TIÍTULO IV De las partes en causa
Capíátulo I: Del actor y del demandado
Capíátulo II De los procuradores judiciales y abogados
TIÍTULO V De las acciones y excepciones
Capíátulo I: De las acciones y excepciones en general
Capíátulo II De las acciones y excepciones en particular
PARTE II: Del juicio contencioso
SECCION I: Del juicio contencioso ordinario
TIÍTULO I: De la introduccioá n de la causa
Capíátulo I: Del escrito de demanda
Capíátulo II De la citacioá n y notificacioá n de los actos judiciales
TIÍTULO II De la contestacioá n de la demanda
TIÍTULO III De la instancia del litigio
TIÍTULO IV De las pruebas
Capíátulo I De las declaraciones de las partes
Capíátulo II De la prueba documental
Capíátulo III De los testigos y sus testimonios
Capíátulo IV De los peritos
Capíátulo V Del acceso y del reconocimiento judicial
Capíátulo VI De las presunciones
TIÍTULO V De las causas incidentales
Capíátulo I De la no comparecencia de las partes
Capíátulo II De la intervencioá n de un tercero en la causa
TIÍTULO VI De la publicacioá n de las actas, de la conclusioá n en la causa y de la discusioá n de la causa
TIÍTULO VII De los pronunciamientos del juez
TIÍTULO VIII De la impugnacioá n de la sentencia
Capíátulo I: De la querella de nulidad contra la sentencia
Capíátulo II De la apelacioá n
TIÍTULO IX De la cosa juzgada y de la restitucioá n “in integrum”
Capíátulo I: De la cosa juzgada
Capíátulo II De la restitucioá n “in integrum”
TIÍTULO X De las costas judiciales y del patrocinio gratuito
TIÍTULO XI De la ejecucioá n de la sentencia
SECCION II Del proceso contencioso oral
PARTE III: De algunos procesos especiales
TIÍTULO I De los procesos matrimoniales
Capíátulo I: De las causas para declarar la nulidad del matrimonio
Capíátulo II
Capíátulo III
Capíátulo IV
TIÍTULO II De las causas para declarar la nulidad de la sagrada ordenacioá n
TIÍTULO III Del modo de evitar los juicios
Capíátulo I: De la investigacioá n previa
Capíátulo II Del desarrollo del proceso
Capíátulo III De la accioá n para la reparacioá n de danñ os
SECCION II. Del procedimiento para la remocioá n de los paá rrocos o su traslado
Capíátulo I: Del modo de proceder en la remocioá n de los paá rrocos
Capíátulo II: Del modo de proceder en el traslado de los paá rrocos
LEGISLACION COMPLEMENTARIA ARGENTINA
INTRODUCCION
ANEXO: Programa provisorio para la formacioá n de diaá conos permanentes
ANÑ O I
ANÑ O II
ANÑ O III
Capíátulo I: Sobre la formacioá n y educacioá n religiosa catoá lica, impartidas en cualquier escuela
Capíátulo II: Normas generales sobre la formacioá n y educacioá n religiosa catoá lica cuando ella se imparta en los medios
de comunicacioá n social
PREFACIO
Ya desde los tiempos de la Iglesia primitiva existioá la costumbre de reunir los sagrados caá nones en una coleccioá n, para que su
conocimiento, su uso y su observancia resultasen maá s faá ciles, especialmente a los sagrados ministros, pues “a ninguá n sacerdote
le estaá permitido ignorar sus caá nones”, como ya lo advertíáa el Papa Celestino en la carta dirigida a los Obispos establecidos en
la Apulia y Calabria (21 de julio de 429, cfr. Jaffeá 2 n. 371; Mansi IV, col. 469); con estas palabras concuerdan plenamente las
del Concilio Toledano IV (a. 633) el cual, despueá s de la restauracioá n, en el reino de los visigodos, de la disciplina de la Iglesia,
liberada del arrianismo, ordenaba “conozcan los sacerdotes las sagradas escrituras y los caá nones” porque “debe evitarse la
ignorancia, madre de todos los errores, especialmente en los sacerdotes de Dios” (can. 25: Mansi, X, col. 627).
En realidad, en el decurso de los diez primeros siglos, florecieron casi por doquier innumerables recopilaciones de leyes
eclesiaá sticas compuestas sobre todo por iniciativa privada; en ellas se conteníáan principalmente las normas dadas por los
Concilios y por Romanos Pontíáfices y, ademaá s, otras tomadas de fuentes de menor importancia. A mediados del siglo XII, este
conjunto de normas y de colecciones, frecuentemente discordantes entre síá, fue reducido a una concordancia de leyes y
colecciones llevada a cabo
una vez maá s por iniciativa privada por el monje Graciano. Esta concordancia, llamada despueá s Decreto de Graciano, constituyoá
la primera parte de aquella gran coleccioá n de leyes de la Iglesia que, a ejemplo del “Corpus” de Derecho Civil del emperador
Justiniano, fue llamada “Corpus Iuris Canonici”, y que conteníáa las leyes, que en el espacio de casi dos siglos, habíáa dado la
suprema autoridad de los Romanos Pontíáfices con la ayuda de los peritos en Derecho Canoá nico, que se llamaban entonces
glosadores. Este
Corpus, ademaá s del Decreto de Graciano que conteníáa las normas superiores, consta del “Libro Extra” de Gregorio IX, el “Libro
VI” de Bonifacio VIII, las “Clementinas”, es decir, la coleccioá n que abarca las normas promulgadas desde Clemente V a Juan XXII,
a las que se agregan las “Extravagantes” de este Pontíáfice y las “Extravagantes Comunes”, Decretales de varios Romanos
Pontíáfices nunca reunidas en una coleccioá n auteá ntica. El derecho eclesiaá stico, que comprende este “Corpus”, constituye el
derecho claá sico
de la Iglesia catoá lica y con este nombre se lo denomina comuá nmente.
Ademaá s, a este “Corpus” de derecho de la Iglesia latina, responde, de alguá n modo, el “Syntagma Canonum” o “Corpus Oriental
de caá nones” de la Iglesia griega.
Las leyes posteriores dadas por el Concilio de Trento sobre todo en la eá poca de la reforma catoá lica y posteriormente por los
distintos Dicasterios de la Curia Romana, nunca fueron reunidas en una sola coleccioá n; y eá sta fue la causa por la cual, con el
correr del tiempo, la legislacioá n no incluida en el “Corpus Iuris Canonici”, constituyera “un inmenso cuá mulo de leyes
superpuestas unas sobre otras”, en el cual, no soá lo el desorden, sino tambieá n la incertidumbre unida a la inutilidad y a las
lagunas de muchas
leyes, hicieran que la misma disciplina de la Iglesia fuese puesta en peligro y en situacioá n críática cada vez mayores.
Por esta razoá n ya en la eá poca en que se preparaba el Concilio Vaticano I, muchos obispos habíáan pedido que se preparara una
coleccioá n de leyes nueva y uá nica, que sirviera, de un modo maá s claro y seguro, a la atencioá n pastoral del Pueblo de Dios. Dado
que esta obra no pudo ser llevada a cabo por el Concilio, la Sede Apostoá lica resolvioá despueá s realizar un nuevo ordenamiento
de las leyes, que atendiera soá lo a los temas maá s urgentes y que parecíáan tocar maá s de cerca a la disciplina. Finalmente el Papa
Píáo X, a
penas comenzado su pontificado, asumioá esa tarea, proponieá ndose reunir y reformar todas las leyes eclesiaá sticas y con ese fin
dispuso que esa obra se llevara a cabo, bajo la direccioá n del Cardenal Pedro Gasparri.
Para realizar un trabajo tan grande y tan arduo, se planteoá , en primer lugar la cuestioá n de la forma interna y externa de la
nueva coleccioá n. Dejando a un lado el sistema de la compilacioá n, seguá n el cual cada una de las leyes debíáa ser presentada
prolijamente en su texto original, se decidioá elegir un meá todo moderno de codificacioá n y asíá los textos que conteníáan y
proponíáan una norma, fueron redactados de nuevo, en una forma maá s breve; todo el contenido fue distribuido en cinco libros
siguiendo, sustancialmente, el sistema de las instituciones del derecho romano sobre las personas, las cosas y las acciones. La
obra fue terminada en doce anñ os trabajando en comuá n los peritos, los consultores y los obispos de toda la Iglesia. En el
proemio del can. 6 se enuncia claramente la íándole del nuevo Coá digo: “el Coá digo generalmente mantiene la disciplina vigente
hasta nuestros díáas, aunque aporte los cambios oportunos”. No se trataba, pues, de establecer un nuevo derecho sino
principalmente de ordenar con un meá todo Nuevo, el derecho hasta entonces vigente. Muerto Píáo X, esta coleccioá n universal,
exclusiva y auteá ntica, fue promulgada por su sucesor Benedicto XV el 27 de mayo de 1917 y tuvo caraá cter obligatorio a partir
del 19 de mayo de 1918.
Fue unaá nime el consenso en recibir bien el derecho universal de este Coá digo Píáo-Benedictino, y tambieá n en nuestra eá poca,
contribuyoá mucho a promover la tarea pastoral en toda la Iglesia, que alcanzaba entre tanto un nuevo desarrollo. Sin embargo,
por un lado las condiciones externas de la Iglesia en este mundo, que en unos pocos decenios experimentoá tan raá pidos cambios
en las cosas y tan graves alteraciones en las costumbres y, por otro lado, las razones internas de la comunidad eclesiaá stica en
continuo progreso, hicieron necesaria una nueva reforma de las leyes canoá nicas, cada díáa maá s urgente y maá s requerida.
Ciertamente, el Sumo Pontíáfice, Juan XXIII habíáa visto con claridad estos signos de los tiempos, quien, al anunciar por primera
vez el Síánodo Romano y el Concilio Vaticano II, el 25 de enero de 1959, declaroá , a la vez, que estos acontecimientos
constituiríáan necesariamente la preparacioá n para emprender la tan deseada renovacioá n del Coá digo.
En realidad, aunque la Comisioá n para la revisioá n del Coá digo de Derecho Canoá nico fuera constituida, una vez empezado el
Concilio Ecumeá nico, el 28 de marzo de 1963, siendo Presidente el Cardenal Pedro Ciriaci y Secretario el Rvmo. Mons. Santiago
Violardo, sin embargo los Cardenales miembros, en la reunioá n del 12 de noviembre del mismo anñ o, convinieron juntamente
con el Presidente que los trabajos propiamente dichos de la revisioá n, deberíáan ser diferidos y que soá lo una vez terminado el
Concilio se los podríáa comenzar. La reforma, en efecto, debíáa ser realizada de acuerdo con las resoluciones y los principios que
debíáa establecer el mismo Concilio. Mientras tanto, a esta Comisioá n instituida por Juan XXIII, su sucesor, Pablo VI, el 17 de abril
de 1964 le agregoá setenta consultores y luego nombroá otros Cardenales miembros y convocoá consultores de todo el mundo
para que colaboraran en llevar a cabo la tarea. El 24 de febrero de 1965, el Sumo Pontíáfice nombroá al Reverendíásimo Padre
Raimundo Bidagor, de la Companñ íáa de Jesuá s, nuevo Secretario de la Comisioá n por haber sido promovido el Reverendíásimo
Mons. Violardo al cargo de Secretario de la Congregacioá n para la Disciplina de los Sacramentos, y el 17 de noviembre del
mismo anñ o constituyoá como Secretario Adjunto de la Comisioá n al Reverendíásimo Mons. Guillermo Onclin. Muerto el Cardenal
Ciriaci, fue nombrado el 21 de febrero de 1967 nuevo Pro-Presidente el Arzobispo Pericles Felici, anteriormente Secretario
General del Concilio Vaticano II quien, el 26 de junio del mismo anñ o, fue incorporado al Sagrado Colegio de Cardenales y luego
asumioá el cargo de Presidente de la Comisioá n. Como el Reverendíásimo Padre Bidagor, el 1º de noviembre de 1973 al cumplir
los 80 anñ os cesara en su cargo de Secretario, fue nombrado nuevo Secretario de la Comisioá n, el 12 de febrero de 1975, el
Excelentíásimo Senñ or Don Rosalíáo Castillo Lara S.D.B. Obispo titular de Bizacena y coadjutor de Trujillo en Venezuela, quien fue
designado Pro-Presidente de la Comisioá n el 17 de mayo de 1982, debido a la prematura muerte del Cardenal Pericles Felici.
Acercaá ndose ya el final del Concilio Ecumeá nico Vaticano II, se celebroá una sesioá n solemne ante el Sumo Pontíáfice Pablo VI el 20
de noviembre de 1965 a la que asistieron los Cardenales miembros, los Secretarios, los consultores y los oficiales de la
Secretaríáa, que se habíáa creado entre tanto, con la finalidad de celebrar la inauguracioá n puá blica de los trabajos de revisioá n del
Coá digo de Derecho Canoá nico. En la alocucioá n del Sumo Pontíáfice fueron establecidos, en cierto modo, los fundamentos de todo
el trabajo y, en verdad, se recuerda en ella que el Derecho Canoá nico emana de la naturaleza de la Iglesia, que su raíáz estaá en el
poder de jurisdiccioá n concedido a la Iglesia por Cristo y que su fin debe ser puesto en la cura de almas para conseguir la
salvacioá n eterna; se explica ademaá s la naturaleza del derecho de la Iglesia; se defiende su necesidad contra las objeciones maá s
comunes; se hace la historia del progreso del derecho y de las colecciones; y, sobre todo, se pone en claro la urgente necesidad
de una nueva revisioá n para que la disciplina de la Iglesia se adapte convenientemente a las nuevas situaciones.
El Sumo Pontíáfice le senñ aloá a la Comisioá n, ademaá s, dos elementos que debíáan inspirar todo su trabajo: en primer lugar, que no
se trataba de un nuevo ordenamiento de las leyes, como se habíáa hecho en la elaboracioá n del Coá digo Píáo-Benedictino, sino
ademaá s -y principalmente- de la reforma de las normas, que se debíáan adaptar a una nueva mentalidad y a las nuevas
necesidades, si bien el antiguo derecho debíáa servirles de fundamento. En segundo lugar, en este trabajo de revisioá n habíáan de
tenerse cuidadosamente
presentes todos los Decretos y Actas del Concilio Vaticano II, ya que en ellos se encontraríáan los lineamientos propios de la
renovacioá n legislativa, ya fuera porque se habíáan dictado normas que directamente se referíáan a las nuevas instituciones y a la
disciplina eclesiaá stica, ya porque era necesario que las riquezas doctrinales de ese Concilio que tanto habíáan aportado a la vida
pastoral, tuvieran tambieá n en la legislacioá n canoá nica sus consecuencias y su necesario complemento.
Tambieá n en anñ os siguientes, en repetidas alocuciones, disposiciones y consejos, el Sumo Pontíáfice les recordoá a los miembros
de la Comisioá n los dos elementos arriba mencionados, sin dejar nunca de dirigir, en sus líáneas generales, todo el trabajo, y de
seguir muy de cerca su desarrollo.
Para que las subcomisiones o grupos de estudio pudieran emprender orgaá nicamente su tarea, era necesario que ante todo se
seleccionaran y aprobaran ciertos principios que establecieran el procedimiento que se debíáa seguir para toda la revisioá n del
Coá digo. Una Comisioá n central de consultores preparoá el texto del documento que, por orden del Sumo Pontíáfice, fue sometido,
en octubre de 1967, al estudio de la Asamblea General de Obispos. Estos fueron los principios aprobados asíá, casi por
unanimidad: 1º) En la renovacioá n del derecho, debe ser firmemente conservada la íándole juríádica del nuevo Coá digo, como lo
exige la naturaleza social de la Iglesia. Por lo tanto, es funcioá n propia del Coá digo establecer normas para que los fieles, en la
praá ctica de su vida cristiana, participen de los bienes que les ofrece la Iglesia para conducirlos a la vida eterna. Por tanto, para
alcanzar este fin, el Coá digo debe definir y proteger los derechos y obligaciones de cada uno para con los demaá s y para con la
sociedad eclesiaá stica, en todo lo que se refiere al culto de Dios y a la salvacioá n de las almas. 2º) Entre el fuero externo y el fuero
interno, que es propio de la Iglesia y que tuvo vigencia durante siglos, debe darse una coordinacioá n, de modo tal que se eviten
conflictos entre ambos. 3º) Para fomentar lo maá s posible la cura pastoral de almas, se debe tener en cuenta, en el nuevo
derecho, ademaá s de la virtud de la justicia, tambieá n la de la caridad, la templanza, la humanidad y la moderacioá n, por medio de
las cuales se tienda a la equidad no soá lo en la aplicacioá n de las leyes que deben realizar los pastores de almas, sino tambieá n en
la misma legislacioá n; por lo tanto, deben dejarse de lado las normas demasiado ríágidas; maá s auá n, debe recurrirse maá s bien a las
exhortaciones y consejos en los casos en que no haya necesidad de mantener el derecho estricto en favor del bien puá blico y de
la disciplina eclesiaá stica general. 4º) Para que el Sumo Legislador y los Obispos procedan de mutuo acuerdo en la cura de almas
y el ministerio de los pastores se manifieste de un modo maá s positivo; las facultades hasta ahora extraordinarias para la
dispensa de las leyes generales que se conviertan en ordinarias, reservando a la Suprema Potestad de la Iglesia universal o a
otras autoridades superiores solamente aquellas que exijan excepcioá n en razoá n del bien comuá n; 5º) Que se tenga muy en
cuenta el llamado principio de subsidiariedad, derivado del principio anterior, el cual, con mayor razoá n, debe ser aplicado en la
Iglesia, ya que el oficio de los Obispos, con las potestades anejas, es de derecho divino. Mediante este principio, al tiempo que
se conservan la unidad legislativa y el derecho universal y general, se propugna la conveniencia y hasta la necesidad de proveer
a la utilidad sobre todo de cada una de las instituciones a traveá s de derechos particulares y de la sana autonomíáa de su
potestad ejecutiva particular a ellas reconocidas. El nuevo Coá digo, pues, basado en dicho principio, debe conceder a esos
derechos particulares o a la potestad ejecutiva, aquello en que no esteá comprometida la unidad de disciplina de la Iglesia
universal; de tal manera que se prevean oportunas “descentralizaciones” como se las llama actualmente, evitando los peligros
de la disgregacioá n o de la constitucioá n de Iglesias nacionales. 6º) Teniendo en cuenta la igualdad fundamental de todos los
fieles y la diversidad de deberes y de funciones que tiene su fundamento en la misma ordenacioá n jeraá rquica de la Iglesia,
conviene que se determinen exactamente y que queden asegurados los derechos de las personas. Esto hace que el ejercicio de
la potestad aparezca maá s claramente como servicio, que quede maá s firme su ejercicio y que se eliminen los abusos. 7º) Para
que esto se lleve a la praá ctica rectamente, es necesario que se tenga especial preocupacioá n por la organizacioá n del
procedimiento para la defensa de los derechos subjetivos. Por tanto, al renovar el derecho, se debe poner atencioá n a aquello
que, en ese aspecto, era hasta ahora muy echado de menos, a saber, los recursos administrativos y la administracioá n de la
justicia. Para obtener esto, es necesario que se distingan claramente las distintas funciones de la potestad eclesiaá stica, es decir,
la legislativa, la administrativa y la judicial; y que se determinen en forma apropiada, a queá oá rganos corresponde ejercer cada
una de esas funciones. 8º) De alguá n modo debe ser revisado el principio sobre la conservacioá n del caraá cter territorial en el
ejercicio del gobierno eclesiaá stico; las caracteríásticas del apostolado moderno parecen recomendar las unidades
jurisdiccionales personales. Se debe, pues, establecer en el nuevo derecho el principio por el cual la porcioá n del Pueblo de Dios
que corresponda gobernar estaraá , por regla general, determinada por un territorio; pero nada impediraá que, cuando lo
aconseje la utilidad se puedan admitir otros criterios, por lo menos combinados con el territorial, para determinar la
comunidad de los fieles. 9º) En cuanto al derecho coactivo, al cual la Iglesia, como sociedad externa visible e independiente, no
puede renunciar, las penas deberaá n ser generalmente “ferendae sententiae”, y tan soá lo se aplicaraá n y se perdonaraá n en el fuero
externo. Las penas “latae sententiae” deberaá n reducirse a unos pocos casos y solamente se fijaraá n para delitos gravíásimos. 10º)
Finalmente, como todos lo admiten unaá nimemente, la nueva disposicioá n sistemaá tica del Coá digo, exigida por la nueva
adaptacioá n, al comienzo soá lo se la puede esbozar, pero de ninguá n modo definirla con exactitud ni determinarla. Soá lo se podraá
hacerlo, por tanto, despueá s de una revisioá n suficiente de cada una de las partes, maá s auá n, despueá s de haber hecho casi toda la
obra.
A partir de estos principios, mediante los cuales era necesario senñ alar el meá todo para la revisioá n del nuevo Coá digo, queda
manifiesta la necesidad de aplicar, en toda ocasioá n, la doctrina sobre la Iglesia desarrollada por el Concilio Vaticano II,
concretamente la que establece que se deben tener en cuenta, no solamente las caracteríásticas externas y sociales del Cuerpo
Míástico de Cristo, sino tambieá n, y principalmente, su vida íántima.
En verdad, los consultores, para la elaboracioá n del nuevo texto del Coá digo, han sido como llevados de la mano por estos
principios.
Entretanto, en una carta del 15 de enero de 1966, dirigida por el Eminentíásimo Cardenal Presidente de la Comisioá n a los
Presidentes de las Conferencias Episcopales, se les pidioá a los Obispos catoá licos del mundo entero que propusieran sus deseos
y sus consejos sobre la elaboracioá n del mismo derecho, asíá como tambieá n sobre el modo en que debíáan entablarse
adecuadamente las relaciones entre las Conferencias Episcopales y la Comisioá n, a fin de conseguir la mayor cooperacioá n
posible en ese aspecto para bien de la Iglesia. Ademaá s se les pidioá que enviaran a la Secretaríáa de la Comisioá n los nombres de
los peritos en derecho canoá nico que, a juicio de los Obispos, maá s sobresaliesen por su doctrina, en sus respectivas regiones,
indicando ademaá s su especializacioá n, para poder seleccionar entre ellos y nombrar los consultores y colaboradores. En efecto,
desde el comienzo y durante el curso de los trabajos, ademaá s de los Eminentíásimos miembros de la Comisioá n, fueron invitados
a prestar su colaboracioá n, en la elaboracioá n del nuevo Coá digo de Derecho Canoá nico, como consultores de la Comisioá n, obispos,
sacerdotes, religiosos, laicos, peritos en derecho canoá nico, en teologíáa, en la cura pastoral de las almas y en derecho civil,
procedentes de todo el orbe cristiano. Durante todo el tiempo que duroá el trabajo, colaboraron en la Comisioá n, procedentes de
los cinco continentes y de 31 naciones, en calidad de miembros, de consultores y de diversos colaboradores, 105 Padres
Cardenales, 77 Arzobispos y Obispos, 73 presbíáteros seculares, 47 presbíáteros religiosos, 3 religiosas y 12 laicos.
Ya antes de la uá ltima sesioá n del Concilio Vaticano II, el 6 de mayo de 1965, fueron convocados los consultores de la Comisioá n a
una sesioá n privada en la que, con la aprobacioá n del Santo Padre, el Presidente de la Comisioá n puso a su consideracioá n tres
problemas fundamentales, a saber, si se debíáan elaborar uno o dos Coá digos: el Latino y el Oriental; luego, queá meá todo de
trabajo debíáa seguirse, o sea, coá mo debíáan actuar la Comisioá n y sus oá rganos; y, finalmente, coá mo podríáa hacerse la distribucioá n
del trabajo entre las varias subcomisiones que debíáan dedicarse a esa tarea simultaá neamente. Acerca de estas cuestiones, los
tres grupos formados con ese fin, redactaron sus informes, los que luego se comunicaron a todos los miembros de la Comisioá n.
Acerca de las primeras cuestiones celebraron los Eminentíásimos miembros de la Comisioá n una segunda sesioá n, el 25 de
noviembre de 1965, en la cual se les pidioá que respondieran a algunas dudas surgidas sobre el mismo asunto.
En lo que respecta a la ordenacioá n sistemaá tica del nuevo Coá digo, seguá n el voto del grupo central de consultores, que se reunioá
del 3 al 7 de abril de 1967, se formuloá un principio sobre este punto para someterlo al Síánodo de los Obispos. Despueá s de la
sesioá n del Síánodo, parecioá oportuno constituir, en el mes de noviembre de 1967, un grupo especial de consultores, que se
dedicaran al estudio del orden sistemaá tico. En la sesioá n de este grupo, celebrada a comienzos de abril de 1968, todos
estuvieron de acuerdo en que no debíáan incluirse en el nuevo coá digo, ni las leyes propiamente lituá rgicas, ni las normas sobre
los procesos de beatificacioá n y canonizacioá n ni tampoco las normas sobre las relaciones de la Iglesia con el exterior. Tambieá n
les parecioá bien a todos que, en la parte en que se trata del Pueblo de Dios, se fijara el estatuto personal de todos los fieles
cristianos, y se trataran separadamente los poderes y facultades que incumben al ejercicio de los diversos oficios y funciones.
Finalmente, estuvieron todos de acuerdo en que no podíáa mantenerse íántegramente, en el nuevo Coá digo, la estructura del
Coá digo Píáo-Benedictino.
En la tercera sesioá n de los Eminentíásimos miembros de la Comisioá n, del 28 de mayo de 1968, los Padres Cardenales aprobaron,
en lo esencial, una ordenacioá n provisoria, seguá n la cual los grupos de estudio, que ya habíáan sido constituíádos anteriormente,
fueron dispuestos en un nuevo orden: “De la ordenacioá n sistemaá tica del Coá digo”, “De las formas generales”, “De la Jerarquíáa
sagrada”, “De los institutos de perfeccioá n”, “De los laicos”, “De las personas fíásicas y morales en general”, “Del matrimonio”, De
los sacramentos, excepto el del matrimonio”, “Del matrimonio eclesiaá stico”, “Del derecho patrimonial de la Iglesia”, “De los
procesos”, “Del derecho penal”.
Los temas tratados por el grupo “De las personas fíásicas y juríádicas” (asíá fue llamado despueá s) se volcaron en el Libro “De las
normas generales”. Tambieá n parecioá oportuno constituir un grupo “De los lugares y los tiempos sagrados y del culto divino”. En
razoá n de un contenido maá s amplio fueron cambiados algunos tíátulos de otros grupos: el grupo “De los laicos” tomoá el nombre
de “De los derechos y las asociaciones de los fieles y de los laicos”; el grupo “De los religiosos” tomoá el nombre de “De los
institutos de perfeccioá n” y finalmente, “De los institutos de vida consagrada por la profesioá n de los consejos evangeá licos”.
Acerca del meá todo que fue empleado en el trabajo de revisioá n durante maá s de 16 anñ os, brevemente deben recordarse los
cometidos principales: los consultores de cada uno de los grupos de trabajo hicieron una labor de extraordinario valor con la
plena dedicacioá n de espíáritu, no mirando a otra cosa maá s que al bien de la Iglesia, ya en la preparacioá n hecha por escrito de los
votos acerca de las partes del propio esquema, ya en las discusiones de las largas sesiones que se teníáan en Roma en eá pocas
determinadas, ya en el examen de las observaciones, los votos y las sentencias que llegaban a la Comisioá n acerca del mismo
esquema. El modo de proceder era el siguiente: a cada uno de los consultores que en nuá mero de ocho a catorce integraban los
distintos grupos de estudio, se les senñ alaba el tema que, basado en el derecho del Coá digo vigente, debíáa ser sometido a un
estudio de revisioá n. Cada uno de los consultores, despueá s de examinar los problemas, transmitíáa a la Secretaríáa de la Comisioá n
su voto escrito y una copia del mismo al relator y, si habíáa tiempo para ello, a todos los miembros del grupo. En Roma, en las
sesiones de estudio, que se debíáan tener seguá n la agenda convenida, sesionaban los grupos y, a propuesta del relator eran
consideradas todas las cuestiones y opiniones hasta que el texto de los caá nones se hubiere sometido a votacioá n artíáculo por
artíáculo y se lo hubiese luego redactado como esquema. En la sesioá n, ayudaba al relator el oficial, que desempenñ aba la funcioá n
de actuario.
El nuá mero de sesiones de cada uno de los grupos era mayor o menor seguá n los temas concretos; el trabajo, asíá, se prolongaba
durante anñ os.
Especialmente en los uá ltimos tiempos, se teníáan algunas reuniones mixtas constituidas con el fin de que algunos consultores,
provenientes de diversos grupos, tratasen juntos temas que se referíáan directamente a varios grupos y que conveníáa se
resolvieran de comuá n acuerdo.
Una vez terminada la elaboracioá n de algunos esquemas llevada a cabo por los grupos de estudio, se le pedíáan indicaciones
concretas al Supremo Legislador acerca de la marcha que se debíáa seguir en el proá ximo trabajo; ese camino fue entonces el
siguiente, seguá n las normas entonces impartidas.
Los esquemas, junto con una relacioá n explicativa, eran enviados al Sumo Pontíáfice, quien decidíáa si se debíáa proceder a la
consulta. Una vez obtenido ese permiso, los esquemas impresos eran sometidos al examen del Episcopado universal y al de los
demaá s oá rganos de consulta (a saber, los Dicasterios de la Curia Romana, las Universidades y las Facultades eclesiaá sticas y la
Unioá n de Superiores Generales), para que esos oá rganos, dentro del tiempo prudentemente fijado -no menor de seis meses- se
ocuparan de expresar su juicio. Al mismo tiempo, los esquemas eran enviados a los Eminentíásimos miembros de la Comisioá n
para que, a partir de esa etapa de trabajo, formularan sus observaciones, tanto las generales como las particulares.
He aquíá el orden con que fueron enviados en consulta esos esquema: anñ o 1972: esquema “Del procedimiento administrativo”;
anñ o 1973: “De las sanciones en la Iglesia”; anñ o 1975: “De los sacramentos”; anñ o 1976: “Del modo de proceder para la tutela de
los derechos o de los procesos”; anñ o 1977: “De los institutos de vida consagrada por la profesioá n de los consejos evangeá licos”;
“De las normas generales”; “Del Pueblo de Dios”; “De la funcioá n docente de la Iglesia”; “De los lugares y tiempos sagrados y del
culto divino”; “Del derecho patrimonial de la Iglesia”.
Sin ninguna duda, el Coá digo renovado de Derecho Canoá nico no hubiese podido ser preparado sin la inestimable y continua
cooperacioá n que prestaron a la Comisioá n las numerosas y valiosíásimas observaciones, sobre todo de íándole pastoral,
expresadas por los Obispos y las Conferencias Episcopales. En efecto, los Obispos hicieron muchas observaciones por escrito;
ya generales, referidas a los esquemas considerados en general, ya particulares, referidas a cada uno de los caá nones.
Fueron, ademaá s, de gran utilidad las observaciones basadas en la propia experiencia sobre el gobierno central de la Iglesia, que
transmitieron las Sagradas Congregaciones, los Tribunales y otras Instituciones de la Curia Romana, asíá como las propuestas
cientíáficas y teá cnicas y las sugerencias presentadas por las Universidades y Facultades eclesiaá sticas pertenecientes a diversas
escuelas y diversas líáneas de pensamiento.
El estudio, examen y discusioá n colegiada de todas las observaciones generales y particulares que fueron transmitidas a la
Comisioá n, representaron un trabajo inmenso y de mucho valor, que se prolongoá por espacio de siete anñ os. El Secretariado de la
Comisioá n se ocupoá con gran esmero de que se dispusieran en orden y se sintetizaran todas las observaciones, propuestas y
sugerencias, las cuales, despueá s de haber sido transmitidas a los consultores para su atento examen, eran sometidas a
discusioá n en sesiones colegiadas, a cargo de diez grupos de estudio.
No hubo observacioá n que no fuera examinada con el mayor cuidado y diligencia. Esto tambieá n se hizo cuando se trataba de
observaciones contrarias entre síá (lo que sucedioá no pocas veces), y se tuvo en cuenta su peso socioloá gico (es decir, el nuá mero
de oá rganos de consulta y de personas que las proponíáan), como tambieá n, sobre todo, su valor doctrinal y pastoral y su
coherencia con la doctrina y las normas de aplicacioá n del Concilio Vaticano II y con el Magisterio pontificio, asíá como, en lo que
respecta, especíáficamente, al aspecto teá cnico y cientíáfico, la necesaria conformidad con el sistema juríádico canoá nico. Maá s auá n,
siempre que se trataba una cuestioá n dudosa o problemas de especial importancia, se pedíáa de nuevo la opinioá n de los
Eminentíásimos miembros de la Comisioá n, reunidos en sesioá n plenaria. En otros casos, en cambio, teniendo en cuenta la
materia especíáfica sobre la que se discutíáa, se consultaba tambieá n a la Congregacioá n para la Doctrina de la Fe o a otros
Dicasterios de la Curia Romana. Finalmente, fueron introducidas muchas correcciones y cambios en los caá nones de los
primeros esquemas, por pedido o por sugerencia de los Obispos y demaá s oá rganos de consulta, a tal punto que algunos
esquemas resultaron profundamente renovados o corregidos.
Discutidos, por tanto, todos los esquemas, la Secretaríáa de la Comisioá n y los consultores se dedicaron a un trabajo ulterior de
verdadero peso. Se trataba, en efecto, de ocuparse de la coordinacioá n interna de todos los esquemas, de asegurar su
uniformidad terminoloá gica, sobre todo en el aspecto teá cnico-juríádico, de redactar los caá nones en foá rmulas breves y concisas y,
finalmente, de establecer definitivamente el orden sistemaá tico, de tal modo que todos y cada uno de los esquemas, preparados
por los distintos grupos confluyeran en un Coá digo uá nico y, en todos aspectos, coherente.
El nuevo orden sistemaá tico, que surgioá como espontaá neamente del trabajo que poco a poco fue madurando, se asienta en dos
principios, uno de los cuales mira a la fidelidad respecto de los principios generales previamente establecidos por el grupo
central, mientras que el otro se refiere a la utilidad praá ctica, de modo tal que el nuevo Coá digo pueda ser faá cilmente
comprendido y usado no soá lo por los peritos, sino tambieá n por los Pastores, y aun por todos los fieles.
Consta, pues, el nuevo Coá digo de siete Libros cuyos tíátulos son: De las normas generales, Del Pueblo de Dios, De la funcioá n de
ensenñ ar de la Iglesia, De la funcioá n de santificar de la Iglesia, De los bienes temporales de la Iglesia, De las sanciones en la
Iglesia, De los procesos. Aunque por la diferencia de las ruá bricas que se ponen al frente a cada uno de los Libros del antiguo y
del nuevo Coá digo ya aparece suficientemente la diferencia entre ambos sistemas, con todo mucho maá s manifiesta queda la
renovacioá n del orden sistemaá tico por las partes, las secciones, los tíátulos y sus ruá bricas. Y debe tenerse como cierto que el
nuevo orden no soá lo responde mejor que el anterior al contenido y a la íándole propia del derecho canoá nico, sino que, y esto es
maá s importante, satisface tambieá n maá s a la eclesiologíáa del Concilio Vaticano II y a los principios que de eá l se derivan, los
cuales ya al comienzo de la revisioá n habíáan sido propuestos.
El esquema de todo el Coá digo, el 29 de junio de 1980, en la solemnidad de los Santos Apoá stoles Pedro y Pablo, ya impreso, fue
presentado al Sumo Pontíáfice, quien ordenoá que se le enviara a cada uno de los Cardenales miembros de la Comisioá n para su
examen y juicio definitivos. Para poner maá s en evidencia la participacioá n de toda la Iglesia tambieá n en la uá ltima fase de los
trabajos, el Sumo Pontíáfice decretoá que se incorporaran a la Comisioá n otros miembros Cardenales y tambieá n Obispos elegidos
en toda la Iglesia a propuesta de las Conferencias Episcopales, o Consejos o bien grupos de Obispos propuestos por las
Conferencias de Obispos y asíá la misma Comisioá n se vio aumentada esta vez a un nuá mero de 74 miembros. Estos, a comienzos
del anñ o 1981, enviaron muchas observaciones, las cuales fueron sometidas por la Secretaríáa de la Comisioá n a un cuidadoso
examen, estudio diligente y a una discusioá n colegial, prestando su ayuda consultores dotados de singular conocimiento en cada
una de las materias de que se trataba. La síántesis de todas las observaciones, junto con las respuestas dadas por la Secretaríáa y
por los consultores, en el mes de agosto de 1981, fue entregada a los miembros de la Comisioá n.
La sesioá n plenaria convocada por orden del Sumo Pontíáfice para que deliberara sobre todo el texto del nuevo Coá digo y para que
diera los sufragios definitivos, se celebroá desde el 20 al 28 de octubre de 1981 en el Aula del Síánodo de los Obispos y en ella se
discutioá principalmente sobre seis cuestiones de la mayor importancia y peso, ademaá s de otras presentadas a pedido de por lo
menos diez Padres. Al final de la sesioá n plenaria se planteoá la siguiente cuestioá n: Si los Padres aceptaban que, despueá s de
examinado en la plenaria el esquema del Coá digo de Derecho Canoá nico y las enmiendas ya introducidas; y despueá s de
introducidas tambieá n las enmiendas que hubiesen obtenido mayoríáa en la plenaria y consideradas asimismo aquellas otras que
se hubiesen presentado; y hecha la depuracioá n de estilo y de lengua latina (todo lo cual se encomienda al Presidente y a la
Secretaríáa), dicho esquema es considerado digno de ser presentado cuanto antes al Sumo Pontíáfice, a fin de que publique el
Coá digo en el tiempo y modo que mejor le parezca. Los Padres respondieron unaá nimemente: placet.
El texto íántegro del Coá digo, revisado y aprobado de este modo, aumentado con los caá nones del Esquema de la Ley Fundamental
de la Iglesia que, por razoá n de su contenido, era conveniente que figuraran en eá l, pulido en lo que respecta al latíán, fue
finalmente impreso de nuevo y entregado al Sumo Pontíáfice el 22 de abril de 1982, para que ya pudiera procederse a su
promulgacioá n.
El Sumo Pontíáfice personalmente examinoá el uá ltimo esquema con la ayuda de algunos peritos y, despueá s de oir al Pro-
Presidente de la Pontificia Comisioá n para la revisioá n del Coá digo de Derecho Canoá nico al cabo de considerar a fondo todos sus
aspectos, decretoá que el nuevo Coá digo debíáa ser promulgado el 25 de enero de 1983, aniversario, precisamente, de la primera
noticia que dio el Papa Juan XXIII acerca de la revisioá n del Coá digo.
Puesto que la Comisioá n Pontificia, que habíáa sido creada para llevar a cabo esa tarea, cumplioá felizmente la funcioá n que le habíáa
sido encomendada despueá s de casi veinte anñ os de arduo trabajo, ya estaá a disposicioá n de los Pastores y de los fieles, el nuevo
Derecho de la Iglesia, que no carece de simplicidad, claridad, justeza y ciencia del verdadero derecho; maá s auá n, por no
permanecer ajeno a la caridad, la equidad y la humanidad, y por estar plenamente inspirado de verdadero espíáritu cristiano,
desea corresponder a la íándole externa e interna dada por disposicioá n divina a la Iglesia, y al mismo tiempo anhela responder a
las condiciones y necesidades de la misma en el mundo actual. Porque si a causa de los cambios demasiado raá pidos de la
sociedad humana actual, algunos aspectos resultaron menos perfectos ya en el momento de su elaboracioá n, y necesitaren por
ello de una nueva revisioá n; tiene la Iglesia tal riqueza de energíáas que, como en los siglos pasados, estaá en condiciones de
retomar, una vez maá s, la víáa de la renovacioá n de las leyes que gobiernan su vida. Ahora, sin embargo, no puede ser ya ignorada
la ley: los Pastores cuentan con normas seguras para dirigir rectamente el ejercicio de su sagrado ministerio; a partir de ahora
se le da a cada uno la posibilidad de conocer sus derechos y deberes propios, y se cierra el camino a la arbitrariedad en la
accioá n; ahora se podraá maá s faá cilmente extirpar e impedir de antemano los abusos que, por falta de leyes, se hubieran podido
deslizar quizaá s en la disciplina eclesiaá stica; finalmente, todas las obras de apostolado, instituciones e iniciativas tienen ahora
un punto de partida desde el cual avanzar y ser promovidas, ya que el sano ordenamiento juríádico es absolutamente necesario
para que la comunidad eclesial cobre vigor, crezca y florezca. Que asíá lo disponga Dios lleno de bondad por la intercesioá n de la
Santíásima Virgen Maríáa, Madre de la Iglesia, la de su esposo, San Joseá , Patrono de la Iglesia y la de los santos Pedro y Pablo.
TÍTULO II De la costumbre
23. Tiene fuerza de ley tan soá lo aquella costumbre que, introducida por una comunidad de fieles, haya sido aprobada por el
legislador, conforme a los caá nones que siguen.
24 # 1. Ninguna costumbre puede alcanzar fuerza de ley si es contraria al derecho divino. # 2. Tampoco puede alcanzar fuerza
de ley una costumbre contraria al derecho canoá nico o extralegal, salvo que sea razonable; pero, la costumbre expresamente
reprobada en el derecho, no es razonable.
25. Ninguna costumbre alcanza fuerza de ley si no es observada, con intencioá n de introducir un derecho, por una comunidad
capaz, al menos, de recibir la ley.
26. Salvo cuando fuera aprobada especialmente por el legislador competente, la costumbre contraria al derecho canoá nico
vigente o la extralegal soá lo alcanza fuerza de ley si se ha observado legíátimamente durante treinta anñ os continuos y completos;
pero, contra la ley canoá nica que contenga una claá usula por la que se prohíábe futuras costumbres, soá lo puede prevalecer una
costumbre centenaria o inmemorial.
27. La costumbre es el mejor inteá rprete de las leyes.
28. Quedando a salvo lo prescripto en el can. 5, la costumbre, tanto contra la ley como extralegal, se revoca por una costumbre
o por una ley contraria; pero, a no ser que las cite expresamente, la ley no revoca las costumbres centenarias o inmemoriales,
ni la ley universal revoca las costumbres particulares.
TÍTULO III De los decretos generales y de las instrucciones
29. Los decretos generales, mediante los cuales el legislador competente establece prescripciones comunes para una
comunidad capaz de recibir una ley, son propiamente leyes y se rigen por las disposiciones de los caá nones relativos a las leyes.
30. Quien goza solamente de potestad ejecutiva no puede dar un decreto general sobre el que trata el can. 29, salvo en los casos
particulares en que, conforme al derecho, esto le haya sido concedido expresamente por el legislador, y si se cumplen las
condiciones establecidas en el acto de concesioá n.
31 # 1. Quienes gozan de potestad ejecutiva pueden dar, dentro de los líámites de su competencia, decretos generales
ejecutorios, es decir, aqueá llos por los que se determinan maá s detalladamente el modo que ha de observarse en la aplicacioá n de
la ley, o se urge la observancia de las leyes. # 2. En lo que atanñ e a la promulgacioá n y vacacioá n de los decretos a los que se refiere
el # 1, deben observarse las prescripciones del can. 8.
32. Los decretos generales ejecutorios obligan a aqueá llos a quienes estaá n sometidos a las leyes cuyos modos de aplicacioá n
determinan o bien cuya observancia urgen esos mismos decretos.
33 # 1. Los decretos generales ejecutorios, aunque se publiquen en directorios o documentos de otro nombre, no derogan las
leyes, y aquellas prescripciones suyas que sean contrarias a las leyes carecen de valor alguno. # 2. Los mismos pierden su vigor
por revocacioá n explíácita o bien implíácita hecha por la autoridad competente, asíá como al cesar la ley para cuya ejecucioá n fueron
dados; en cambio, no cesan al concluir la potestad de quien los dictoá , a no ser que se disponga expresamente otra cosa.
34 # 1. Las instrucciones, por las cuales se aclaran las prescripciones de las leyes, y se desarrollan y determinan los modos en
que ha de realizarse su ejecucioá n, se dan para aqueá llos a quienes compete cuidar que se cumplan las leyes y los obligan en la
ejecucioá n de las mismas; pueden darlas legíátimamente, dentro de los líámites de su competencia, quienes gozan de potestad
ejecutiva. # 2. Lo mandado en las instrucciones no deroga las leyes, y si algunas cosas resultan incompatibles con las
prescripciones de las leyes, carecen de todo valor. # 3. Las instrucciones dejan de tener vigor no soá lo por revocacioá n explíácita o
implíácita de la autoridad competente que las emitioá , o de su superior, sino tambieá n al cesar la ley para cuya aclaracioá n o
ejecucioá n hubieran sido dadas.
Artíáculo 2: De la presentacioá n
158 # 1. La presentacioá n para un oficio eclesiaá stico por aqueá l a quien compete el derecho de presentacioá n, debe hacerse a la
autoridad a quien corresponde dar la institucioá n para el oficio de que se trata, y ni no se ha establecido legíátimamente otra
cosa, se haraá dentro de los tres meses de que se tuvo conocimiento de la vacante del oficio. # 2. Si el derecho de presentacioá n
compete a un colegio o bien a un grupo de personas, debe ser designado el que ha de ser presentado de acuerdo con lo
prescripto en los caá ns. 165-179.
159. Nadie debe ser presentado contra su voluntad; por lo tanto, el candidato propuesto puede ser presentado si, al ser
consultado sobre su voluntad, no lo rehuá sa dentro de los ocho díáas uá tiles.
160 # 1. Quien goza de derecho de presentacioá n puede presentar uno o tambieá n varios, y tanto simultaá nea como
sucesivamente. # 2. Nadie puede presentarse a síá mismo; pero un colegio o un grupo de personas pueden presentar a uno de
sus miembros.
161 # 1. A no ser que en el derecho se establezca otra cosa, quien hubiera presentado a uno que no fue considerado idoá neo,
puede presentar a otro candidato soá lo una segunda vez y dentro del mes. # 2. Si el presentado renuncia o bien fallece antes de
hacerse su institucioá n, quien tiene el derecho de presentar puede ejercer su derecho de nuevo dentro del mes de recibida la
noticia de la renuncia o de la muerte.
162 Quien no hace la presentacioá n dentro del plazo uá til a tenor del can. 158, # 1 y can. 161, asíá como quien por dos veces
presenta a una persona no idoá nea, pierde para esa ocasioá n el derecho de presentacioá n, y compete proveer libremente el oficio
vacante a la autoridad a la que corresponde dar la institucioá n, siempre que deá su consentimiento el Ordinario propio del
nombrado.
163. La autoridad a la que, a tenor del derecho, compete instituir al presentado, instituiraá al legíátimamente presentado que
considere idoá neo y que haya aceptado; si son varios los legíátimamente presentados y considerados idoá neos, debe instituir a
uno de ellos.
Artíáculo 3: De la eleccioá n
164. Si en el derecho no se provee otra cosa, en las elecciones canoá nicas han de observarse las prescripciones de los caá nones
que siguen.
165. A menos que en el derecho o en los estatutos legíátimos del colegio o del grupo se provea otra cosa, si a un colegio o bien a
un grupo de personas compete el derecho de elegir para un oficio, la eleccioá n no debe diferirse maá s allaá de un trimestre uá til
que ha de computarse desde que se recibioá la noticia de que el oficio ha quedado vacante; transcurrido inuá tilmente ese plazo,
la autoridad eclesiaá stica a quien compete subsidiariamente el derecho de confirmar la eleccioá n o el derecho de proveer,
proveeraá
libremente al oficio vacante.
166 # 1. El presidente del colegio o bien del grupo convocaraá a todos los pertenecientes al colegio o al grupo; pero la
convocatoria, cuando deba ser personal, seraá vaá lida si se hace en el lugar del domicilio o cuasidomicilio o en el lugar de
residencia. # 2. Si alguno de los que debíáan ser convocados hubiera sido preterido, y por tanto estuviera ausente, la eleccioá n es
vaá lida; sin embargo, a peticioá n del mismo, despueá s de probar su pretericioá n y ausencia, la eleccioá n debe ser rescindida por la
autoridad competente, aunque hubiera sido confirmada, con tal de que conste juríádicamente que el recurso se interpuso al
menos dentro de los tres díáas despueá s de recibir la noticia de la eleccioá n. # 3. Pero si hubieran sido preteridos maá s de la tercera
parte de los electores, la eleccioá n es nula por el mismo derecho, a menos que todos los preteridos hubieran estado de hecho
presentes.
167 # 1. Hecha legíátimamente la convocatoria, tienen derecho de voto quienes se hallen presentes en el lugar y díáa
determinados en la convocatoria, quedando excluida la facultad de votar por carta o por procurador, a menos que en los
estatutos legíátimamente se disponga otra cosa. # 2. Si alguno de los electores se halla presente en la casa donde se celebra la
eleccioá n, pero no puede asistir a la misma por enfermedad, los escrutadores recogeraá n su voto escrito.
168. Aunque alguien tenga derecho a votar en nombre propio por varios tíátulos, no puede emitir sino un uá nico voto.
169. Para que la eleccioá n sea vaá lida, nadie que no pertenezca al colegio o grupo puede ser admitido a votar.
170. La eleccioá n cuya libertad hubiera sido impedida en cualquier modo es invaá lida en virtud del mismo derecho.
171 # 1. Son inhaá biles para votar:
1º. el incapaz de actos humanos;
2º. quien carece de voz activa;
3º. el sujeto a pena de excomunioá n impuesta por sentencia judicial o declarada por decreto;
4º. el que se ha apartado notoriamente de la comunioá n de la Iglesia. # 2. Si alguno de los antedichos es admitido, su voto es
nulo, pero la eleccioá n es vaá lida, a menos que conste que, prescindiendo de eá l, el elegido no habríáa obtenido el nuá mero
requerido de votos.
172 # 1. Para que sea vaá lido, el voto debe ser:
1º. libre; y por tanto, es invaá lido el voto de quien, por miedo grave o dolo, directa o indirectamente, fue obligado a elegir a
determinada persona o a diversas personas disyuntivamente;
2º. secreto, cierto, absoluto, determinado. # 2. Las condiciones anñ adidas al voto antes de la eleccioá n se tendraá n por no puestas.
173 # 1. Antes de que comience la eleccioá n, deben designarse al menos dos escrutadores de entre los miembros del colegio o
bien del grupo. # 2. Los escrutadores recogeraá n los votos y comprobaraá n ante el presidente de la eleccioá n si el nuá mero de
boletas corresponde al nuá mero de electores, examinaraá n los votos y haraá n puá blico cuaá ntos ha conseguido cada uno. # 3. Si el
nuá mero de los votos supera al nuá mero de electores, el acto es nulo. # 4. Todas las actas de la eleccioá n seraá n labradas fielmente
por quien desempenñ a la funcioá n de secretario de actas, y firmadas al menos por dicho secretario, el presidente y los
escrutadores, se guardaraá n con cuidado en el archivo del colegio.
174 # 1. La eleccioá n, a menos que en el derecho o bien en los estatutos se disponga otra cosa, puede hacerse tambieá n por
compromiso, siempre que los electores, por acuerdo unaá nime y escrito, transfieran por esa vez el derecho de eleccioá n a una o
varias personas idoá neas, tomadas de entre ellos o no, a fin de que hagan la eleccioá n en nombre de todos, en virtud de la
facultad recibida. # 2. Si se trata de un colegio o de un grupo formado solamente por cleá rigos, los compromisarios deben tener
el orden sagrado; de lo contrario la eleccioá n es invaá lida. # 3. Los compromisarios deben cumplir las prescripciones del derecho
acerca de la eleccioá n y, para la validez de la misma, deben atenerse a las condiciones puestas en el compromiso, que no sean
contrarias al derecho; en cambio, las condiciones contrarias al derecho se tendraá n por no puestas.
175. El compromiso cesa y los electores que lo habíáan hecho recuperan el derecho de voto:
1º. por revocacioá n hecha por el colegio o el grupo, mientras la cosa esteá íántegra;
2º. por no haberse cumplido alguna condicioá n puesta en el compromiso;
3º. una vez realizada la eleccioá n, si fue nula.
176. A menos que en el derecho o en los estatutos se disponga otra cosa, se consideraraá elegido y seraá proclamado por el
presidente del colegio o del grupo, el que hubiera obtenido el nuá mero requerido de votos, a tenor del can. 119, n. 1.
177 # 1. La eleccioá n se ha de comunicar inmediatamente al elegido, el cual, dentro de los ocho díáas uá tiles despueá s de recibir la
comunicacioá n, debe manifestar al presidente del colegio o del grupo si acepta la eleccioá n o no; en caso contrario, la eleccioá n no
produce efecto. # 2. Si el elegido no acepta, pierde todo derecho adquirido por la eleccioá n y no lo recupera por una aceptacioá n
subsiguiente, pero puede ser elegido de nuevo; el colegio o el grupo debe proceder a una nueva eleccioá n dentro del mes de
conocida la no aceptacioá n.
178. Al aceptar una eleccioá n que no necesita de confirmacioá n, el elegido obtiene inmediatamente el oficio de pleno derecho; en
caso contrario, no adquiere sino derecho a eá l.
179 # 1. Si la eleccioá n necesita de confirmacioá n, el elegido debe pedir la confirmacioá n de la autoridad competente, por síá o por
otro, dentro de los ocho díáas uá tiles desde el díáa de la aceptacioá n de la eleccioá n; en caso contrario, queda privado de todo
derecho, a menos que pruebe que por justo impedimento no le fue posible pedir la confirmacioá n. # 2. La autoridad competente,
si halla idoá neo al elegido a tenor del can. 149, # 1, y la eleccioá n se hizo seguá n derecho, no puede denegar la confirmacioá n. # 3.
La confirmacioá n debe darse por escrito. # 4. Antes de que le sea comunicada la confirmacioá n, el elegido no puede inmiscuirse
en la administracioá n del oficio, ni en lo espiritual ni en lo temporal, y los actos que tal vez pusiera son nulos. # 5. Una vez
comunicada la confirmacioá n, el elegido adquiere el oficio de pleno derecho, a menos que en el derecho se establezca otra cosa.
Artíáculo 4: De la postulacioá n
180 # 1. Si a la eleccioá n de aqueá l a quien los electores consideran maá s apto y prefieren, se opone un impedimento canoá nico que
puede y suele dispensarse, pueden eá stos, mediante sufragio, postular su nombramiento por la autoridad competente, a menos
que en el derecho se disponga otra cosa. # 2. Los compromisarios no pueden hacer esta postulacioá n si eso no figura
expresamente en el compromiso.
181 # 1. Para que la postulacioá n tenga validez, se requieren al menos los dos tercios de los votos. # 2. El voto para la
postulacioá n debe expresarse por la palabra “postulo”, u otra equivalente; la foá rmula “elijo o postulo”, u otra equivalente, vale
para la eleccioá n si no hay impedimento; de lo contrario, para la postulacioá n.
182 # 1. Dentro de los ocho díáas uá tiles, el presidente debe enviar la postulacioá n a la autoridad competente a la que
corresponde confirmar la eleccioá n, a la cual compete conceder la dispensa del impedimento, o bien, si carece de esta potestad,
pedirla a la autoridad superior; cuando no se requiere la confirmacioá n, la postulacioá n debe ser enviada a la autoridad
competente para que conceda la dispensa. # 2. Si la postulacioá n no es enviada dentro del tiempo prescripto, es por el mismo
hecho nula, y el colegio o grupo queda privado por esa vez del derecho de elegir o de postular, a no ser que se pruebe que el
presidente no envioá la postulacioá n a tiempo por un justo impedimento o por dolo o negligencia. # 3. Quien ha sido postulado
no adquiere derecho alguno a raíáz de la postulacioá n; la autoridad competente no tiene obligacioá n de admitirla. # 4. Una vez
hecha la postulacioá n a la autoridad competente, los electores no pueden revocarla si no es con el consentimiento de dicha
autoridad.
183 # 1. Si la autoridad competente no admite la postulacioá n, el colegio o grupo recupera el derecho de elegir. # 2. Si, en
cambio, es admitida la postulacioá n, ello se comunicaraá al postulado, que debe responder a tenor del can. 177, # 1. # 3. Quien
acepta la postulacioá n que ha sido admitida, obtiene inmediatamente el oficio de pleno derecho.
Artíáculo 1: De la renuncia
187. El que se halla en su sano juicio puede, con causa justa, renunciar a un oficio eclesiaá stico.
188. Es nula, por el mismo derecho, la renuncia hecha por miedo grave injustamente provocado, por dolo o error sustancial o
simoníáa.
189 # 1. Para que valga la renuncia, ya sea que necesite su aceptacioá n o no, ha de presentarse, por escrito o de palabra ante dos
testigos, a la autoridad a quien corresponde la provisioá n del oficio de que se trate. # 2. La autoridad no aceptaraá la renuncia
que no esteá fundada en una causa justa y proporcionada. # 3. Carece de todo valor la renuncia que necesita de aceptacioá n, si no
es aceptada dentro de los tres meses; la que no necesita de aceptacioá n produce su efecto mediante la comunicacioá n del
renunciante, hecha a tenor del derecho. # 4. Mientras no haya producido efecto, la renuncia puede ser revocada por el
renunciante; una vez que lo ha producido, no puede revocarse, pero quien renuncioá puede conseguir el oficio por otro tíátulo.
Artíáculo 3: De la remocioá n
192. Se queda removido de un oficio ya sea por decreto legíátimamente dado por la autoridad competente, observados los
derechos eventualmente adquiridos a raíáz de contrato, ya sea en virtud del mismo derecho a tenor del can. 194.
193 # 1. Nadie puede ser removido de un oficio que se le ha conferido por tiempo indefinido, a no ser por causas graves y
observando el procedimiento determinado por el derecho. # 2. Lo mismo vale para que pueda ser removido antes del plazo
correspondiente, el que recibioá un oficio por tiempo determinado, sin perjuicio de lo prescripto por el can. 624, # 3. # 3. Puede
ser removido por causa justa, a juicio de la autoridad competente, aqueá l a quien se le ha conferido un oficio por un tiempo que,
seguá n las prescripciones del derecho, queda a la prudente discrecioá n de la misma autoridad. # 4. Para que produzca efecto, el
decreto de remocioá n debe comunicarse por escrito.
194 # 1. En virtud del mismo derecho queda removido del oficio eclesiaá stico:
1º. quien perdiere el estado clerical;
2º. quien se apartare puá blicamente de la fe catoá lica o bien de la comunioá n de la Iglesia;
3º. el cleá rigo que atentare contraer matrimonio, aunque fuere soá lo civil. # 2. La remocioá n sobre la que se trata en los nn. 2 y 3
puede urgirse solamente si consta de ella por declaracioá n de la autoridad competente.
195. Si alguien, no en virtud del mismo derecho, sino por decreto de la autoridad competente, es removido de un oficio con el
que se proveíáa a su sustento, la misma autoridad debe cuidar de que se provea al sustento del mismo por un tiempo
conveniente, a no ser que se haya provisto de otro modo.
Artíáculo 4: De la privacioá n
196 # 1. La privacioá n del oficio, que tenga caraá cter de pena por un delito, puede hacerse solamente a tenor del derecho. # 2. La
privacioá n surte efecto seguá n las prescripciones de los caá nones del derecho penal.
TÍTULO X De la prescripción
197. La prescripcioá n, en cuanto modo de adquirir o perder un derecho subjetivo, asíá como de librarse de obligaciones, es
recibida por la Iglesia tal como estaá regulada en la legislacioá n civil de la respectiva nacioá n, quedando a salvo las excepciones
que se determinan en los caá nones de este Coá digo.
198. Ninguna prescripcioá n tiene validez si no se funda en la buena fe, no soá lo al comienzo,sino durante todo el decurso de
tiempo requerido para la misma, salvo lo prescripto en el can. 1362.
199. No estaá n sujetos a prescripcioá n:
1º. los derechos y obligaciones que son de ley divina natural o positiva;
2º. los derechos que pueden obtenerse soá lo por privilegio apostoá lico;
3º. los derechos y obligaciones que miran directamente a la vida espiritual de los fieles;
4º. los líámites ciertos e indudables de las circunscripciones eclesiaá sticas;
5º. los estipendios y cargas de Misas;
6º. la provisioá n de un oficio eclesiaá stico que, a tenor del derecho, requiere el ejercicio del orden sagrado;
7º. el derecho de visita y el deber de obediencia, cuya prescripcioá n haríáa que los fieles no pudieran ser visitados por ninguna
autoridad eclesiaá stica, ni quedasen ya sometidos a autoridad alguna.
Artíáculo 2
Del Colegio Episcopal
336. El Colegio Episcopal, cuya cabeza es el Sumo Pontíáfice y cuyos miembros son los Obispos en virtud de la consagracioá n
sacramental y de la comunioá n jeraá rquica con la cabeza y miembros del Colegio, y en el cual de modo continuo persevera el
cuerpo apostoá lico, es tambieá n, en unioá n con su cabeza y nunca sin esta cabeza, sujeto de la suprema y plena potestad sobre la
Iglesia universal.
337. #1. El Colegio Episcopal ejerce de modo solemne la potestad sobre la Iglesia universal en el Concilio Ecumeá nico. #2. La
misma potestad se ejerce mediante la accioá n unida de los Obispos dispersos por el mundo, que como tal es promovida o
aceptada libremente por el Romano Pontíáfice, de modo que se convierta en un acto verdaderamente colegial. #3. Corresponde
al Romano Pontíáfice, seguá n las necesidades de la Iglesia, elegir y promover los modos seguá n los cuales el Colegio Episcopal
haya de ejercer su oficio colegialmente respecto de la Iglesia universal.
338. #1. Compete soá lo al Romano Pontíáfice convocar el Concilio Ecumeá nico, presidirlo por síá o por otros, trasladarlo,
suspenderlo o disolverlo, y aprobar sus decretos. #2. Al mismo Romano Pontíáfice compete determinar las cuestiones que han
de tratarse en el Concilio, y establecer el orden que se ha de observar en el mismo; a las cuestiones propuestas por el Romano
Pontíáfice los Padres del Concilio pueden anñ adir otras que han de ser aprobadas por el Romano Pontíáfice.
339. #1. A todos y soá lo a los Obispos que sean miembros del Colegio Episcopal compete el derecho y la obligacioá n de asistir al
Concilio Ecumeá nico con voto deliberativo. #2. Tambieá n otros que no poseen la dignidad episcopal pueden ser llamados al
Concilio Ecumeá nico por la suprema autoridad de la Iglesia, a la cual compete determinar el modo de participar de aqueá llos en
el Concilio.
340. Si aconteciere que la Sede Apostoá lica quedara vacante durante la celebracioá n del Concilio, eá ste se interrumpe “por el
mismo derecho”, hasta que el nuevo Sumo Pontíáfice ordene continuarlo o bien lo disuelva.
341. #1. Los decretos del Concilio Ecumeá nico no tienen fuerza obligatoria sino cuando, una vez aprobados por el Romano
Pontíáfice juntamente con los Padres del Concilio, hayan sido confirmados por el mismo Romano Pontíáfice y promulgados por
su mandato. #2. De la misma confirmacioá n y promulgacioá n, para que tengan fuerza obligatoria, necesitan los decretos que deá el
Colegio Episcopal mediante un acto propiamente colegial, promovido de otro modo por el Romano Pontíáfice o libremente
aceptado por eá l.
Artíáculo 2
De la sede vacante
416. Una sede episcopal queda vacante por fallecimiento del Obispo diocesano, por renuncia aceptada por el Romano Pontíáfice,
por traslado y por privacioá n intimada al Obispo.
417. Es vaá lido todo lo realizado por el Vicario general o por el Vicario episcopal hasta que hayan recibido noticia cierta del
fallecimiento del Obispo diocesano, e igualmente es vaá lido lo realizado por el Obispo diocesano o bien por el Vicario general o
episcopal hasta que reciban noticia cierta de los citados actos pontificios.
418. #1. A partir de la noticia cierta de su traslado, el Obispo debe dirigirse a la dioá cesis ad quam dentro de los dos meses y
tomar posesioá n canoá nica de la misma; por su parte, el díáa en que toma posesioá n de la nueva dioá cesis, queda vacante la dioá cesis
a qua. #2. Desde la noticia cierta del traslado hasta la posesioá n canoá nica de la nueva dioá cesis, en la dioá cesis a qua el Obispo
trasladado:
1º. recibe la potestad y tiene las obligaciones del Administrador diocesano, cesando toda potestad del Vicario general y del
Vicario episcopal, quedando al salvo sin embargo el can. 409, # 2;
2º. recibe íántegra la remuneracioá n propia de su oficio.
419. Al quedar vacante la sede y hasta la constitucioá n del Administrador diocesano, el gobierno de la dioá cesis pasa al Obispo
auxiliar, y si son varios, a aqueá l que es maá s antiguo por el orden de su promocioá n; si no hay Obispo auxiliar en cambio, al
colegio de consultores, a no ser que la Santa Sede provea otra cosa. Quien de este modo asume el gobierno de la dioá cesis,
convocaraá sin demora al colegio que sea competente para designar un Administrador diocesano.
420. En un vicariato o prefectura apostoá lica, cuando queda vacante la sede, el gobierno lo asume el Pro-Vicario o el Pro-
Prefecto, nombrado a este solo efecto por el Vicario o por el Prefecto inmediatamente despueá s de tomada posesioá n, a no ser
que la Santa Sede haya establecido otra cosa.
421. #1. Dentro de los ocho díáas de recibida la noticia de la vacante de la sede episcopal, el colegio de consultores quedando
firme lo prescripto en el can. 502, # 3, elegiraá al Administrador diocesano, es decir, quien regiraá interinamente la dioá cesis. #2.
Si dentro del plazo prescripto, el Administrador diocesano, por cualquier motivo, no fuera legíátimamente elegido, su
nombramiento pasa al Metropolitano, y si la vacante es precisamente la Iglesia metropolitana o bien la metropolitana a la vez
que una sufragaá nea, al Obispo sufragaá neo maá s antiguo seguá n el orden de promocioá n.
422. El Obispo auxiliar y, en su defecto, el colegio de consultores, informaraá cuanto antes a la Sede Apostoá lica el fallecimiento
del Obispo; lo mismo haraá el elegido como Administrador diocesano respecto de su nombramiento.
423. #1. Quedando reprobada cualquier costumbre contraria, se designaraá un solo Administrador diocesano; de lo contrario la
eleccioá n es nula. #2. El Administrador diocesano no seraá al mismo tiempo ecoá nomo; por ello, si el ecoá nomo de la dioá cesis fuera
elegido como Administrador, el consejo de asuntos econoá micos elegiraá interinamente otro ecoá nomo.
424. El Administrador diocesano ha de elegirse a tenor de los caá ns. 165-178.
425. #1. Para el cargo de Administrador diocesano soá lo puede ser nombrado vaá lidamente un sacerdote que haya cumplido los
35 anñ os de edad y que no haya sido ya elegido, nombrado o presentado para la misma sede vacante. #2. Como Administrador
diocesano se elegiraá un sacerdote que se destaque por su doctrina y prudencia. #3. Si las condiciones prescriptas en el # 1 no
se hubieran respetado, el Metropolitano o bien, si la propia Iglesia metropolitana estuviera vacante, el Obispo sufragaá neo maá s
antiguo por promocioá n, despueá s de comprobar la verdad de los hechos designaraá por esa vez al Administrador; por su parte,
los actos realizados por quien hubiera sido elegido contra las prescripciones del # 1 son nulos de propio derecho.
426. Mientras estaá vacante la sede, quien rige la dioá cesis antes del nombramiento del Administrador diocesano, goza de la
potestad que el derecho reconoce al Vicario general.
427. #1. El Administrador diocesano tiene los deberes y goza de la potestad del Obispo diocesano, excluido todo aquello que
por su misma naturaleza o de propio derecho esteá exceptuado. #2. Una vez aceptada la eleccioá n, el Administrador diocesano
adquiere su potestad, sin que se requiera confirmacioá n de nadie, quedando firme la obligacioá n del can. 833, n. 4.
428. #1. Estando vacante la sede, nada debe innovarse. #2. A quienes interinamente cuidan del gobierno de la dioá cesis, se les
prohíábe realizar cosa alguna que pueda causar perjuicio o a la dioá cesis o a los derechos episcopales; especíáficamente se les
prohíábe tanto a ellos como a cualesquiera otros, tanto personalmente como por medio de otros, sustraer o destruir o bien
modificar de cualquier modo, cualquier documento de la curia diocesana.
429. El Administrador diocesano tiene la obligacioá n de residir en la dioá cesis y de aplicar la Misa por el pueblo a tenor del can.
388.
430. #1. El cargo de Administrador diocesano cesa por la toma de posesioá n de la dioá cesis por parte del nuevo Obispo. #2. La
remocioá n del Administrador diocesano se reserva a la Santa Sede; la renuncia que eventualmente presente, debe ser
presentada en forma auteá ntica al colegio competente para la eleccioá n y no necesita de aceptacioá n; una vez que el
Administrador diocesano ha sido removido o ha renunciado o ha fallecido, se elegiraá otro Administrador diocesano a tenor del
can. 421.
PARTE III De los institutos de vida consagrada y de las sociedades de vida apostólica
SECCION I: De los institutos de vida consagrada
Artíáculo 2
De los capíátulos
631. #1. El capíátulo general, que ostenta la autoridad suprema en el instituto a tenor de las constituciones, debe constituirse de
manera que, representando a todo el instituto, resulte un verdadero signo de su unidad en la caridad. Le corresponde
principalmente: defender el patrimonio del instituto, de que trata el can. 578, y promover su adecuada renovacioá n de acuerdo
con el mismo, elegir al Moderador supremo, tratar los asuntos maá s importantes, asíá como dictar normas, a las cuales todos
estaá n obligados a obedecer. #2. La composicioá n y el aá mbito de potestad del capíátulo se determinaraá n en las constituciones; el
derecho propio, ademaá s, estableceraá el procedimiento para la celebracioá n del capíátulo, sobre todo en lo que se refiere a las
elecciones y a la manera de tratar los asuntos. #3. Seguá n las normas determinadas en el derecho propio, no soá lo las provincias
y las comunidades locales, sino tambieá n cualquier miembro puede enviar libremente al capíátulo general sus deseos y
sugerencias.
632. El derecho propio determinaraá con precisioá n queá es lo que corresponde para otros capíátulos del instituto u otras
asambleas semejantes, o sea lo referido a su naturaleza, autoridad, composicioá n, procedimiento y tiempo de la celebracioá n.
633. #1. Los oá rganos de participacioá n o de consulta cumpliraá n con fidelidad la funcioá n que se les encomienda, a tenor del
derecho universal y del propio, y cada uno a su modo seraá n la expresioá n del cuidado y participacioá n de todos los miembros en
favor del bien del instituto entero o de la comunidad. #2. Al establecer y utilizar estos medios de participacioá n y de consulta,
debe observarse una sabia discrecioá n, y el modo de proceder de los mismos ha de ser conforme a la íándole y a la finalidad del
instituto.
Artíáculo 3
De los bienes temporales y de
su administracioá n
634. #1. Los institutos, las provincias y las casas, en cuanto son personas juríádicas en virtud del mismo derecho, tienen
capacidad de adquirir, poseer, administrar y enajenar bienes temporales, a no ser que esta capacidad quede excluida o limitada
por las constituciones. #2. Deben evitar, sin embargo, toda apariencia de lujo, de lucro inmoderado y de acumulacioá n de bienes.
635. #1. Los bienes temporales de los institutos religiosos, por ser bienes eclesiaá sticos, se rigen por las prescripciones del
Libro V, “De los bienes temporales de la Iglesia”, a no ser que se establezca expresamente otra cosa. #2. Cada instituto, sin
embargo, estableceraá normas convenientes sobre el uso y administracioá n de los bienes, mediante las cuales ha de fomentar,
defender y manifestar la pobreza que le es propia.
636. #1. En cada instituto, e igualmente en cada provincia gobernada por un Superior mayor, habraá un ecoá nomo distinto del
Superior mayor y nombrado a tenor del derecho propio, que llevaraá la administracioá n de los bienes bajo la direccioá n del
Superior respectivo. Tambieá n en las comunidades locales se nombraraá , en cuanto sea posible, un ecoá nomo distinto del
Superior local. #2. En el tiempo y modo determinados por el derecho propio, los ecoá nomos y demaá s administradores rendiraá n
cuentas de su administracioá n a la autoridad competente.
637. Los monasterios autoá nomos de los que se trata en el can. 615 deben rendir cuentas al Ordinario del lugar una vez al anñ o;
el Ordinario del lugar tiene, ademaá s, el derecho de conocer la situacioá n econoá mica de una casa religiosa de derecho diocesano.
638. #1. Corresponde al derecho propio, dentro del aá mbito del derecho universal, determinar cuaá les son los actos que
sobrepasan la finalidad y el modo de la administracioá n ordinaria, asíá como tambieá n establecer los requisitos necesarios para
realizar vaá lidamente un acto de administracioá n extraordinaria. #2. Ademaá s de los Superiores, realizan vaá lidamente gastos y
actos juríádicos de administracioá n ordinaria, dentro de los líámites de su cargo, tambieá n los oficiales designados para esta
funcioá n en el derecho propio. #3. Para la validez de una enajenacioá n o de cualquier operacioá n en la cual pueda sufrir perjuicio
la condicioá n patrimonial de una persona juríádica, se requiere la licencia del Superior competente dada por escrito, con el
consentimiento de su consejo. Sin embargo, si se trata de una operacioá n que supera la suma determinada por la Santa Sede
para cada regioá n, asíá como de bienes donados a la Iglesia con motivo de un voto o de bienes preciosos por su valor artíástico o
histoá rico, se requiere ademaá s la licencia de la misma Santa Sede. #4. Los monasterios autoá nomos de los que trata el can. 615 y
los institutos de derecho diocesano necesitan, ademaá s, del consentimiento del Ordinario del lugar, otorgado por escrito.
639. #1. Si una persona juríádica contrajere deudas y obligaciones, aun con licencia de los Superiores, estaá obligada a responder
de las mismas. #2. Si las contrajere un miembro, con licencia del Superior, respecto de sus propios bienes, debe responder
aqueá l personalmente; si, en cambio, ha realizado una operacioá n del instituto por mandato del Superior, debe responder el
instituto. #3. Si las contrajere un religioso sin licencia alguna de los Superiores, debe responder eá l personalmente, no en
cambio la persona juríádica. #4. Debe quedar firme, sin embargo, que siempre puede entablarse accioá n contra aqueá l que ha
aumentado su patrimonio a causa de un contrato realizado. #5. Los Superiores religiosos cuiden de no permitir que se
contraigan deudas, a menos que conste con certeza que con las rentas habituales se podraá pagar el intereá s y devolver el capital
por legíátima amortizacioá n dentro de un plazo no demasiado largo.
640. Teniendo en cuenta los distintos lugares, los institutos esfueá rcense en dar testimonio, de alguá n modo colectivo, de caridad
y pobreza y, en lo posible, destinaraá n algo al alivio de las necesidades de la Iglesia y el sustento de los pobres.
Artíáculo 2
Del noviciado y la formacioá n de los novicios
646. El noviciado, con el que comienza la vida en un instituto, tiene como finalidad que los novicios conozcan mejor la vocacioá n
divina, y ciertamente la propia del instituto, que experimenten el estilo de vida de eá ste, que conformen la mente y el corazoá n
con su espíáritu y que puedan ser comprobados su intencioá n y su idoneidad.
647. #1. La ereccioá n, traslado y supresioá n de la casa de noviciado deben hacerse mediante decreto escrito del Moderador
supremo del instituto, dado con el consentimiento de su consejo. #2. Para que el noviciado sea vaá lido, debe realizarse en una
casa debidamente destinada a esto. En casos particulares y como excepcioá n, por concesioá n del Moderador supremo con el
consentimiento de su consejo, un candidato puede hacer el noviciado en otra casa del instituto, bajo la direccioá n de un religioso
experimentado, que haga las veces de maestro de novicios. #3. El Superior mayor puede permitir que el grupo de los novicios
viva, durante determinados períáodos de tiempo, en otra casa del instituto designada por eá l mismo.
648. #1. Para que el noviciado sea vaá lido, debe durar doce meses, que se han de hacer en la misma comunidad del noviciado,
quedando firme lo prescripto en el can. 647, # 3. #2. Para completar la formacioá n de los novicios, ademaá s del plazo establecido
en el # 1, las constituciones pueden establecer uno o maá s períáodos de ejercitacioá n apostoá lica fuera de la comunidad del
noviciado. #3. El noviciado no se extenderaá maá s de dos anñ os.
649. #1. Quedando a salvo las prescripciones de los caá ns. 647, # 3, y 648, # 2, la ausencia de la casa del noviciado por maá s de
tres meses, sean continuos o con interrupciones, hace invaá lido el noviciado. La ausencia que supere los quince díáas debe
suplirse. #2. Con el permiso del Superior mayor competente, la primera profesioá n puede anticiparse, no maá s de quince díáas.
650. #1. El objetivo del noviciado exige que los novicios se formen bajo la direccioá n de un maestro seguá n el plan de formacioá n
que debe determinar el derecho propio. #2. El gobierno de los novicios queda reservado uá nicamente al maestro, bajo la
autoridad de los Superiores mayores.
651. #1. El maestro de novicios seraá un miembro del instituto, profeso de votos perpetuos y legíátimamente designado. #2. Si
fuera necesario, al maestro se le pueden dar cooperadores, que dependan de eá l en cuanto a la direccioá n del noviciado y al plan
de formacioá n. #3. Para la formacioá n de los novicios deben ponerse al frente miembros cuidadosamente preparados que, sin
estar impedidos por otros trabajos, puedan cumplir su funcioá n con fruto y de modo estable.
652. #1. Corresponde al maestro y a sus cooperadores discernir y comprobar la vocacioá n de los novicios, e irlos formando
gradualmente para que vivan la vida de perfeccioá n propia del instituto. #2. Debe conducirse a los novicios al cultivo de las
virtudes humanas y cristianas; se los debe introducir en un camino de perfeccioá n maá s plena mediante la oracioá n y la
abnegacioá n de síá mismos; se los debe instruir en la contemplacioá n del misterio de la salvacioá n y en la lectura y meditacioá n de
las sagradas Escrituras; se los debe preparar para que celebren el culto de Dios en la sagrada liturgia; deben aprender el modo
de vivir una vida consagrada a Dios y a los hombres en Cristo por medio de los consejos evangeá licos; se los debe formar en el
caraá cter y espíáritu, finalidad y disciplina, historia y vida del instituto y se los imbuiraá del amor a la Iglesia y a sus sagrados
Pastores. #3. Los novicios, conscientes de su propia responsabilidad, colaboraraá n activamente con su maestro de tal manera
que respondan fielmente a la gracia de la vocacioá n divina. #4. Los miembros del instituto han de cooperar por su parte en la
formacioá n de los novicios, con el ejemplo de su vida y con la oracioá n. #5. El tiempo de noviciado, sobre el que trata el can. 648,
# 1, debe emplearse propiamente en la tarea de formacioá n, por lo cual los novicios no se ocuparaá n en estudios o trabajos que
no contribuyan directamente a dicha formacioá n.
653. #1. Un novicio puede abandonar libremente el instituto; por su parte, la autoridad competente del instituto puede
despedirlo. #2. Al terminar el noviciado, si se lo considera idoá neo, el novicio seraá admitido a la profesioá n temporal; de lo
contrario seraá despedido; si queda alguna duda sobre su idoneidad, el Superior mayor puede prorrogar el tiempo de prueba a
tenor del derecho propio, pero no maá s de seis meses.
Artíáculo 3
De la profesioá n religiosa
654. Mediante la profesioá n religiosa, los miembros asumen con voto puá blico la observancia de los tres consejos evangeá licos, se
consagran a Dios por el ministerio de la Iglesia, y se incorporan en el instituto con los derechos y deberes determinados en el
derecho.
655. La profesioá n temporal se emitiraá por el tiempo establecido en el derecho propio, que no seraá inferior a un trienio ni
superior a un sexenio.
656. Para la validez de la profesioá n temporal se requiere que:
1º. quien la va a emitir, haya cumplido al menos los dieciocho anñ os de edad;
2º. haya realizado vaá lidamente el noviciado;
3º. haya sido admitido libremente por el Superior competente con el voto de su consejo a tenor del derecho;
4º. sea expresa y emitida sin violencia, miedo grave o dolo;
5º. sea recibida por el Superior legíátimo, personalmente o por medio de otro.
657. #1. Una vez cumplido el tiempo por el cual se emitioá la profesioá n, el religioso que lo pide espontaá neamente y sea
considerado idoá neo, debe ser admitido a la renovacioá n de la profesioá n o a la profesioá n perpetua; en caso contrario, saldraá del
instituto. #2. Si en cambio parece oportuno, el períáodo de la profesioá n temporal puede ser prolongado por el Superior
competente, de acuerdo con el derecho propio, de manera, sin embargo, que el tiempo durante el cual un miembro permanece
ligado por votos temporales, no supere los nueve anñ os. #3. La profesioá n perpetua puede ser anticipada con causa justa, pero no
maá s allaá de un trimestre.
658. Ademaá s de las condiciones de las que trata el can. 656, nn. 3,4 y 5 y de otras anñ adidas por el derecho propio, para la
validez de la profesioá n perpetua se requiere:
1º. al menos los veintiuá n anñ os de edad cumplidos;
2º. la profesioá n temporal previa por lo menos durante un trienio, quedando a salvo lo prescripto en el can. 657, # 3.
Artíáculo 4
De la formacioá n de los religiosos
659. #1. En cada instituto, despueá s de la primera profesioá n, la formacioá n de todos los miembros debe completarse a fin de que
vivan maá s plenamente la vida propia del instituto y cumplan maá s adecuadamente su misioá n. #2. Por lo cual el derecho propio
debe definir el plan de esta formacioá n y su duracioá n, atendiendo a las necesidades de la Iglesia y a las condiciones de los
hombres y de la eá poca, tal como lo exigen la finalidad y la íándole del instituto. #3. La formacioá n de los miembros que se
preparan para recibir el orden sagrado se rige por el derecho universal y por el plan de estudios propio del instituto.
660. #1. La formacioá n seraá sistemaá tica, adaptada a la capacidad de los miembros, espiritual y apostoá lica, doctrinal y a la vez
praá ctica, y tambieá n si es oportuno, con obtencioá n de los tíátulos convenientes, tanto eclesiaá sticos como civiles. #2. Durante el
tiempo de esta formacioá n, no se encomienden a los miembros oficios y tareas que la impidan.
661. Durante toda la vida los religiosos proseguiraá n con cuidado su formacioá n espiritual, doctrinal y praá ctica; los Superiores,
por su parte, les han de proporcionar medios y tiempo para esto.
Artíáculo 2
De la salida del instituto
686. #1. El Moderador supremo, con el consentimiento de su consejo, puede conceder por causa grave el indulto de
exclaustracioá n a un profeso de votos perpetuos, pero no por maá s de un trienio, y habiendo obtenido previamente el
consentimiento del Ordinario del lugar en el que debe residir, si se trata de un cleá rigo. Prorrogar ese indulto o concederlo por
maá s de un trienio queda reservado a la Santa Sede o, si se trata de un instituto de derecho diocesano, al Obispo diocesano. #2.
Corresponde exclusivamente a la Sede Apostoá lica conceder el indulto de exclaustracioá n a las monjas. #3. A peticioá n del
Moderador supremo, con el consentimiento de su consejo, por causas graves y observando la equidad y la caridad, la
exclaustracioá n puede ser impuesta por la Santa Sede a un miembro de un instituto de derecho pontificio, o por el Obispo
diocesano a un miembro de un instituto de derecho diocesano.
687. El miembro exclaustrado es considerado libre de las obligaciones incompatibles con su nueva condicioá n de vida, y
permanece bajo la dependencia y cuidado de sus Superiores y tambieá n del Ordinario del lugar, sobre todo si se trata de un
cleá rigo. Puede llevar el haá bito del instituto, a menos que se establezca otra cosa en el indulto. Carece, no obstante, de voz activa
y pasiva.
688. #1. Quien, concluido el tiempo de la profesioá n, deseara salir de un instituto, puede abandonarlo. #2. Quien, durante la
profesioá n temporal, pide con causa grave abandonar el instituto, el indulto para salir puede conseguirlo del Moderador
supremo con el consentimiento de su consejo en un instituto de derecho pontificio; en los institutos de derecho diocesano, en
cambio, y en los monasterios, de los que se trata en el can. 615, para la validez del indulto, se requiere que sea confirmado por
el Obispo de la casa a la que el miembro estaá asignado.
689. #1. Cumplido el tiempo de la profesioá n temporal, habiendo causas justas, un miembro puede ser excluido de la profesioá n
subsiguiente por el Superior mayor competente, oíádo su consejo. #2. La enfermedad fíásica o psíáquica, aunque se haya contraíádo
despueá s de la profesioá n, que, a juicio de los peritos, hace al miembro del que se trata en el # 1 no apto para vivir en el instituto,
constituye causa para no admitirlo a la renovacioá n de la profesioá n o a la emisioá n de la profesioá n perpetua, a no ser que la
enfermedad se hubiera contraíádo por negligencia del instituto o por la labor realizada en eá ste. #3. Si en cambio el religioso,
durante los votos temporales, cayera en amencia, aunque no pueda emitir una nueva profesioá n, sin embargo no puede ser
despedido del instituto.
690. #1. Quien hubiera salido legíátimamente del instituto una vez cumplido el noviciado o despueá s de la profesioá n, puede ser
admitido de nuevo por el Moderador supremo con el consentimiento de su consejo, sin la carga de repetir el noviciado; no
obstante, al mismo Moderador le corresponderaá determinar la conveniente probacioá n previa a la profesioá n temporal y la
duracioá n de los votos antes de la profesioá n perpetua, a tenor de los caá ns. 655 y 657. #2. De la misma facultad goza el Superior
de un monasterio autoá nomo con el consentimiento de su consejo.
691. #1. Un profeso de votos perpetuos no pediraá indulto de salida del instituto, si no es por causas gravíásimas ponderadas en
la presencia del Senñ or; su peticioá n la elevaraá al Moderador supremo del instituto, quien la transmitiraá a la autoridad
competente junto con su parecer y el de su consejo. #2. En los institutos de derecho pontificio, este indulto se reserva a la Sede
Apostoá lica; en cambio, en los institutos de derecho diocesano, puede concederlo tambieá n el Obispo de la dioá cesis en la que estaá
ubicada la casa a la que estaá asignado el religioso.
692. El indulto de salida legíátimamente concedido y notificado al miembro, en virtud del mismo derecho lleva consigo la
dispensa de los votos y de todas las obligaciones provenientes de la profesioá n, a no ser que, en el acto de la notificacioá n, el
indulto fuera rechazado por el mismo miembro.
693. Si el miembro es cleá rigo, el indulto no se concede antes de que haya encontrado un Obispo que lo incardine en su dioá cesis
o, al menos, lo reciba a prueba. Si es recibido a prueba, pasado un quinquenio queda incardinado en la dioá cesis en virtud del
mismo derecho, a menos que el Obispo lo rechace.
Artíáculo 3
De la expulsioá n de los miembros
694. #1. En virtud del mismo hecho, se debe considerar expulsado de un instituto el miembro que:
1º. se haya apartado notoriamente de la fe catoá lica;
2º. haya contraíádo matrimonio o lo haya intentado, aunque sea soá lo civilmente. #2. En estos casos, una vez recogidas las
pruebas, el Superior mayor con su consejo debe emitir, sin ninguna demora, una declaracioá n del hecho, a fin de que conste
juríádicamente la expulsioá n.
695. #1. Un miembro debe ser expulsado por los delitos de que tratan los caá ns. 1397, 1398 y 1395, a menos que en los delitos
de que trata el can. 1395, # 2, el Superior juzgue que la expulsioá n no es absolutamente necesaria y que la enmienda del
miembro, y la restitucioá n de la justicia y reparacioá n del escaá ndalo puedan satisfacerse de otro modo. #2. En estos casos, el
Superior mayor, despueá s de recoger las pruebas sobre los hechos y la imputabilidad, presentaraá al miembro que ha de ser
expulsado la acusacioá n y las pruebas, daá ndole la posibilidad de defenderse. Se enviaraá n al Moderador supremo todas las actas,
firmadas por el Superior mayor y por el notario, junto con las respuestas escritas del miembro y firmadas por el mismo.
696. #1. Un miembro puede ser expulsado tambieá n por otras causas, siempre que sean graves, externas, imputables y
juríádicamente comprobadas, como son: el descuido habitual de las obligaciones de la vida consagrada; las reiteradas
violaciones de los víánculos sagrados; la desobediencia pertinaz a las prescripciones legíátimas de los Superiores en materia
grave; el escaá ndalo grave surgido por la conducta culpable del miembro; la pertinaz defensa o discusioá n de doctrinas
condenadas por el magisterio de la Iglesia; la adhesioá n puá blica a ideologíáas contaminadas de materialismo o ateíásmo; la
ausencia ilegíátima de la que se trata en el can. 665, # 2, prolongada durante un semestre; otras causas de gravedad semejante
eventualmente determinadas por el derecho propio del instituto. #2. Para la expulsioá n de un miembro de votos temporales son
suficientes tambieá n otras causas de menor gravedad establecidas en el derecho propio.
697. En los casos de los que se trata en el can. 696, si el Superior mayor, oíádo su consejo, considera que debe iniciarse el
proceso de expulsioá n:
1º. reuniraá o completaraá las pruebas;
2º. amonestaraá al miembro por escrito o ante dos testigos con explíácita amenaza de que se procederaá a su expulsioá n si no se
corrige, indicaá ndole claramente la causa de la expulsioá n y dando al miembro la plena facultad de defenderse; si la
amonestacioá n quedase sin efecto, procederaá a una segunda advertencia, despueá s de un plazo de por lo menos quince díáas;
3º. si tambieá n esta advertencia resultase inuá til y el Superior mayor con su consejo estima que consta suficientemente de la
incorregibilidad y que las defensas del miembro son insuficientes, despueá s de pasados sin efecto quince díáas desde la uá ltima
advertencia, enviaraá al Moderador supremo todas las actas firmadas por síá mismo y por el notario, a la vez que las respuestas
del miembro por eá ste firmadas.
698. En todos los casos de los que se trata en los caá ns. 695 y 696, permanece siempre firme el derecho del miembro de
comunicarse con el Moderador supremo y presentarle a eá l directamente su defensa.
699. #1. El Moderador supremo con su consejo, que, para la validez del acto debe constar de por lo menos cuatro miembros,
procederaá colegialmente a evaluar detalladamente las pruebas, argumentos y defensas; y, si se decide asíá por votacioá n secreta,
daraá el decreto de expulsioá n, que para su validez, deberaá expresar los motivos de derecho y de hecho, al menos de manera
sumaria. #2. En los monasterios autoá nomos de los que se trata en el can. 615, corresponde decidir la expulsioá n al Obispo
diocesano, a quien el Superior someteraá las actas revisadas por su consejo.
700. El decreto de expulsioá n no entra en vigor si no es confirmado por la Santa Sede, a la cual han de enviarse el decreto y
todas las actas; si se trata de un instituto de derecho diocesano, la confirmacioá n corresponde al Obispo de la dioá cesis donde
estaá ubicada la casa a la cual el religioso estaá adscripto. Sin embargo, para que sea vaá lido el decreto, debe indicar el derecho de
que goza el expulsado de recurrir dentro de los diez díáas siguientes de haber recibido la notificacioá n a la autoridad competente.
El recurso tiene efecto suspensivo.
701. Por la expulsioá n legíátima cesan en virtud del mismo hecho los votos asíá como tambieá n los derechos y obligaciones
provenientes de la profesioá n. Pero si el miembro es cleá rigo, no puede ejercer las oá rdenes sagradas hasta que encuentre un
Obispo que, despueá s de una probacioá n conveniente, lo reciba en su dioá cesis a tenor del can. 693, o al menos le permita el
ejercicio de las oá rdenes sagradas.
702. #1. Quienes salgan legíátimamente de un instituto religioso o hayan sido legíátimamente expulsados de eá l, no pueden exigir
nada de eá l por cualquier labor realizada en eá l. #2. Sin embargo, el instituto observaraá la equidad y la caridad evangeá lica hacia el
miembro que se separe de eá l.
703. En caso de grave escaá ndalo externo o de danñ o gravíásimo que amenace al instituto, un miembro puede ser expulsado
inmediatamente de la casa religiosa por el Superior mayor o, si hay peligro en la demora, por el Superior local con el
consentimiento de su consejo. Si es necesario, el Superior mayor cuidaraá de que se instruya el proceso de expulsioá n a tenor del
derecho, o remitiraá el asunto a la Sede Apostoá lica.
704. En el informe que debe enviarse a la Sede Apostoá lica seguá n el can. 592, # 1, se haraá mencioá n de los miembros que, por
cualquier concepto, se hayan separado del instituto.
TÍTULO V De la profesión de fe
833. Tienen la obligacioá n de emitir personalmente la profesioá n de fe, seguá n la foá rmula aprobada por la Sede Apostoá lica:
1º. ante el presidente o su delegado, todos los que participan, con voto deliberativo o consultivo, en un Concilio Ecumeá nico o
particular, síánodo de los Obispos y síánodo diocesano; el presidente, por su parte, ante el Concilio o síánodo;
2º. los que han sido promovidos a la dignidad cardenalicia, seguá n los estatutos del sacro Colegio;
3º. ante el delegado de la Sede Apostoá lica, todos los promovidos al episcopado, y asimismo los que se equiparan al Obispo
diocesano;
4º. ante el colegio de consultores, el Administrador diocesano;
5º. ante el Obispo diocesano o un delegado suyo, los Vicarios generales y Vicarios episcopales asíá como los Vicarios judiciales;
6º. ante el Ordinario del lugar o un delegado suyo, los paá rrocos, el rector, los profesores de teologíáa y de filosofíáa en los
seminarios, cuando comienzan a ejercer su funcioá n; los que van a ser promovidos al orden del diaconado;
7º. ante el Gran Canciller o, en su defecto, ante el Ordinario del lugar o sus delegados, el rector de la universidad eclesiaá stica o
catoá lica, cuando comienza a ejercer su funcioá n; ante el rector, si es sacerdote, o ante el Ordinario del lugar o ante sus delegados,
los docentes que ensenñ an disciplinas relacionadas con la fe o las costumbres en cualesquiera universidades, cuando comienzan
a ejercer su funcioá n;
8º. los Superiores en los institutos religiosos y sociedades de vida apostoá lica clericales, a tenor de las constituciones.
3|bCICA
TÍTULO IV Del culto de los santos, de las imágenes sagradas y de las reliquias
1186. Para fomentar la santificacioá n del Pueblo de Dios, la Iglesia encomienda a la peculiar y filial veneracioá n de los fieles a la
Bienaventurada siempre Virgen Maríáa, Madre de Dios, a quien Cristo constituyoá Madre de todos los hombres y, asimismo,
promueve el culto verdadero y auteá ntico de los demaá s Santos, con cuyo ejemplo, ciertamente, los fieles son edificados y con
cuya intercesioá n son sostenidos.
1187. Es líácito venerar con culto puá blico solamente a aquellos siervos de Dios que hayan sido incluidos por la autoridad de la
Iglesia en el cataá logo de los Santos o de los Beatos.
1188. Debe permanecer firme la praá ctica de exponer a la veneracioá n de los fieles las imaá genes sagradas en las iglesias; sin
embargo, seraá n expuestas en nuá mero moderado y en orden conveniente, a fin de que no provoquen la extranñ eza del pueblo
cristiano ni den lugar a una devocioá n menos recta.
1189. Cuando necesiten de reparacioá n imaá genes preciosas, es decir que se destaquen por su antiguü edad, arte, o culto,
expuestas en las iglesias u oratorios a la veneracioá n de los fieles, nunca seraá n restauradas sin licencia escrita dada por el
Ordinario, el cual, antes de concederla, consultaraá a personas expertas.
1190. #1. Estaá terminantemente prohibido vender reliquias sagradas. #2. Las reliquias insignes, asíá como aquellas otras que
son honradas con gran veneracioá n por el pueblo, no pueden en modo alguno enajenarse vaá lidamente o ser trasladadas a
perpetuidad sin licencia de la Sede Apostoá lica. #3. Lo prescripto en el # 2, vale tambieá n para aquellas imaá genes que, en una
iglesia, son honradas con gran veneracioá n por el pueblo.
TÍTULO II De los delitos contra las autoridades eclesiásticas y contra la libertad de la Iglesia
1370. #1. Quien utiliza la violencia fíásica contra el Romano Pontíáfice incurre en excomunioá n latae sententiae reservada a la
Sede Apostoá lica; si se trata de un cleá rigo, puede agregarse otra pena, seguá n la gravedad del delito, sin excluir la expulsioá n del
estado clerical. #2. Quien hace lo mismo contra quien tiene caraá cter episcopal, incurre en entredicho latae sententiae, y, si es
cleá rigo, tambieá n en suspensioá n latae sententiae. #3. Quien emplea la violencia fíásica contra un cleá rigo o religioso, en desprecio
de la fe o de la Iglesia o de la potestad eclesiaá stica o del ministerio, debe ser castigado con una pena justa.
1371. Debe ser castigado con una pena justa:
1º. quien, fuera del caso que trata el can. 1364, # 1, ensenñ a una doctrina condenada por el Romano Pontíáfice o por un Concilio
Ecumeá nico o rechaza pertinazmente la doctrina de que se trata en el can. 752 y, amonestado por la Sede Apostoá lica o por el
Ordinario, no se retracta;
2º. quien, de otro modo, no obedece a la Sede Apostoá lica, al Ordinario o al Superior cuando mandan o prohíáben algo
legíátimamente, y persiste en su desobediencia despueá s de haber sido amonestado.
1372. Quien recurre al Concilio Ecumeá nico o al Colegio Episcopal contra un acto del Romano Pontíáfice, debe ser castigado con
una censura.
1373. Quien promueve puá blicamente la aversioá n o el odio de los suá bditos contra la Sede Apostoá lica o el Ordinario, con motivo
de alguá n acto de potestad o ministerio eclesiaá stico, o bien induce a los suá bditos a la desobediencia respecto de ellos, debe ser
castigado con entredicho o con otras penas justas.
1374. Quien se inscribe en una asociacioá n que maquina contra la Iglesia, debe ser castigado con una pena justa; quien en
cambio promueve o dirige una asociacioá n de ese tipo, debe ser castigado con entredicho.
1375. Pueden ser castigados con una pena justa quienes impiden la libertad del ministerio o de una eleccioá n o de la potestad
eclesiaá stica o bien el uso legíátimo de los bienes sagrados u otros bienes eclesiaá sticos, o bien coaccionen al elector, o al elegido, o
a aquel que ejercioá una potestad o ministerio eclesiaá stico.
1376. Quien profana una cosa sagrada, mueble o inmueble, debe ser castigado con una pena justa.
1377. Quien enajena bienes eclesiaá sticos sin la licencia prescripta debe ser castigado con una pena justa.
Capítulo II De la apelación
1628. La parte que se considera perjudicada por alguna sentencia, asíá como el promotor de justicia y el defensor del víánculo en
las causas en las que se requiere su presencia, tienen el derecho de apelar la sentencia al juez superior, salvo lo prescripto en el
can. 1629.
1629. No hay lugar a apelacioá n:
1º. de la sentencia del mismo Sumo Pontíáfice o de la Signatura Apostoá lica;
2º. de la sentencia afectada de vicio de nulidad, a menos que se acumule con la querella de nulidad a tenor del can. 1625;
3º. de la sentencia que ha pasado a cosa juzgada;
4º. del decreto del juez o sentencia interlocutoria que no tenga fuerza de sentencia definitiva, a no ser que se acumule con la
apelacioá n de la sentencia definitiva;
5º. de la sentencia o del decreto en una causa que el derecho preveá que debe ser decidida de modo urgentíásimo.
1630. #1. La apelacioá n debe interponerse ante el juez por quien fue pronunciada la sentencia, dentro del plazo perentorio de
quince díáas uá tiles de conocida la publicacioá n de la sentencia. #2. Si se hace oralmente, el notario la redactaraá por escrito en
presencia del mismo apelante.
1631. Si se origina una cuestioá n sobre el derecho de apelacioá n, de ella veraá de modo urgentíásimo el tribunal de apelacioá n seguá n
las normas del proceso contencioso oral.
1632. #1. Si en la apelacioá n no se indica a queá tribunal se dirige, se presume hecha al tribunal de que tratan los caá ns. 1438 y
1439. #2. Si otra de las partes apela a otro tribunal de apelacioá n, en la causa entiende el tribunal que es de grado superior,
salvo lo prescripto en el can. 1415.
1633. La apelacioá n debe proseguir ante el juez ad quem en el plazo de un mes desde que se interpuso, a menos que el juez a
quo hubiera otorgado a la parte un plazo maá s largo para proseguirla.
1634. #1. Para proseguir la apelacioá n se requiere y basta que la parte invoque el ministerio del juez superior para corregir la
sentencia impugnada, presentando adjunta una copia de esta sentencia e indicando las razones de la apelacioá n. #2. Pero si la
parte no puede obtener del tribunal a quo una copia de la sentencia impugnada dentro del plazo uá til, entretanto los plazos no
corren, y dicho impedimento se debe notificar al juez de apelacioá n, que debe mandar mediante precepto al juez a quo que
satisfaga cuanto antes su obligacioá n. #3. Entretanto, el juez a quo debe remitir los autos al juez de apelacioá n, a tenor del can.
1474.
1635. Transcurridos inuá tilmente los plazos fatales de apelacioá n tanto ante el juez a quo como ante el juez ad quen la apelacioá n
se considera desierta.
1636. #1. El apelante puede renunciar a la apelacioá n, con los efectos de que trata el can. 1525. #2. Si la apelacioá n ha sido
planteada por el defensor del víánculo o por el promotor de justicia, la renuncia puede ser hecha, a menos que la ley establezca
otra cosa, por el defensor del víánculo o por el promotor de justicia del tribunal de apelacioá n.
1637. #1. La apelacioá n hecha por el actor aprovecha tambieá n al demandado, y viceversa. #2. Si los demandados o los actores
son varios y solamente por uno o contra uno de ellos es impugnada la sentencia, se considera que la impugnacioá n ha sido
hecha por todos y contra todos, siempre que la cosa pedida sea indivisible o la obligacioá n sea solidaria. #3. Si es interpuesta
por una parte respecto de alguá n capíátulo de la sentencia, la parte contraria, aunque hubieran transcurrido los plazos fatales de
apelacioá n, puede apelar incidentalmente sobre otros capíátulos de la sentencia dentro del plazo perentorio de quince díáas a
partir del díáa en que es notificada la apelacioá n principal. #4. A menos que conste otra cosa, la apelacioá n se presume hecha
contra todos los capíátulos de la sentencia.
1638. La apelacioá n suspende la ejecucioá n de la sentencia.
1639. #1. Salvo lo prescripto en el can. 1683, en grado de apelacioá n no puede admitirse un nuevo motivo de demanda, ni
siquiera a modo de acumulacioá n uá til; por lo tanto, la contestacioá n de la demanda puede versar solamente sobre si la sentencia
anterior se confirma o bien se reforma tanto en su totalidad como parcialmente. #2. Unicamente se admiten nuevas pruebas a
tenor del can. 1600.
1640. En grado de apelacioá n debe procederse, con las debidas adaptaciones, del mismo modo que en primera instancia; pero, a
menos que eventualmente deban completarse las pruebas, inmediatamente despueá s de la contestacioá n de la demanda hecha a
tenor del can. 1513, # 1 y del can. 1639, # 1, se debe pasar a discusioá n de la causa y a la sentencia.
Artíáculo 3
Del oficio de los jueces
1676. Antes de aceptar una causa y siempre que perciba alguna esperanza de buen eá xito, el juez emplearaá medios pastorales
para inducir a los coá nyuges, si es posible, a convalidar eventualmente su matrimonio y a restablecer la convivencia conyugal.
1677. #1. Una vez aceptada la demanda, el presidente o el ponente procederaá a notificar el decreto de citacioá n a tenor del can.
1508. #2. Transcurrido el plazo de quince díáas desde la notificacioá n, el presidente o el ponente, a no ser que una de las partes
hubiera pedido una sesioá n para la contestacioá n de la demanda, dentro de los diez díáas estableceraá por decreto y de oficio la
foá rmula de la duda o de las dudas y las notificaraá a las partes. #3. La foá rmula de la duda no soá lo buscaraá si consta la nulidad del
matrimonio en el caso, sino que debe tambieá n determinar por queá capíátulo o capíátulos se impugna la validez de las nupcias. #4.
Despueá s de diez díáas de notificado el decreto, si las partes no han opuesto nada, el presidente o el ponente dispondraá mediante
un nuevo decreto la instruccioá n de la causa.
Artíáculo 4
De las pruebas
1678. #1. Al defensor del víánculo, a los abogados de las partes y si interviniera en el juicio, tambieá n al promotor de justicia, les
corresponde el derecho de:
1º. asistir al examen de las partes, de los testigos y de los peritos, salvo lo prescripto en el can. 1559;
2º. examinar los actos judiciales, incluso todavíáa no publicados y revisar los documentos presentados por las partes. #2. Al
examen del que se tratoá en el # 1, n. 1, las partes no pueden asistir.
1679. A menos que las pruebas sean consideradas plenas por otro concepto, para evaluar las declaraciones de las partes a
tenor del can. 1536, el juez emplearaá , si es posible, testigos de la credibilidad de las partes ademaá s de otros indicios y
adminíáculos.
1680. En las causas sobre impotencia o sobre falta de consentimiento por enfermedad mental, el juez se serviraá de la ayuda de
uno o varios peritos, a menos que por las circunstancias, esto se muestre evidentemente inuá til; en las demaá s causas, se
observaraá lo prescripto en el can. 1574.
Artíáculo 5
De la sentencia y la apelacioá n
1681. Siempre que en la instruccioá n de la causa surja una duda muy probable de que no se ha seguido la consumacioá n del
matrimonio, el tribunal puede, suspendiendo la causa de nulidad con el consentimiento de las partes, realizar la instruccioá n
para la dispensa del matrimonio rato, y luego transmitir las actas a la Sede Apostoá lica junto con la peticioá n de dispensa hecha
por ambos coá nyuges o por uno de ellos y el voto del tribunal y del Obispo.
1682. #1. La sentencia que declara por primera vez la nulidad del matrimonio, junto con las apelaciones, si las hay, y demaá s
actas del juicio, deben transmitirse de oficio al tribunal de apelacioá n, dentro de los veinte díáas de la publicacioá n de la sentencia.
#2. Si la sentencia en favor de la nulidad del matrimonio se ha pronunciado en el primer grado del juicio, el tribunal de
apelacioá n, evaluados los alegatos del defensor del víánculo y, si los hay tambieá n de las partes, debe mediante un decreto suyo, o
bien confirmar sin demora la decisioá n o bien admitir la causa a examen ordinario de nueva instancia.
1683. Si en grado de apelacioá n se aduce un nuevo capíátulo de nulidad del matrimonio, el tribunal puede, en calidad de primera
instancia, admitirlo y juzgar sobre eá l.
1684. #1. Una vez que la sentencia, que por primera vez declaroá la nulidad del matrimonio, es confirmada en grado, de
apelacioá n o bien mediante decreto o bien por nueva sentencia, aquellos cuyo matrimonio ha sido declarado nulo pueden
contraer nuevas nupcias en cuanto les sea notificado el decreto o la segunda sentencia, a menos que esto se les prohíába
mediante un veto incluido en la misma sentencia o en el decreto o establecido por el Ordinario del lugar. #2. Las prescripciones
del can. 1644 deben observarse aunque la sentencia que declarara la nulidad del matrimonio hubiera sido confirmada no
mediante una segunda sentencia, sino por decreto.
1685. No bien la sentencia se haya hecho ejecutiva, el Vicario judicial debe notificarla al Ordinario del lugar en que se celebroá el
matrimonio. Este, por su parte, debe cuidar de que se anoten cuanto antes la nulidad que se ha decretado y las prohibiciones
eventualmente establecidas, en los libros de matrimonios y de bautismos.
Artíáculo 6
Del proceso documental
1686. Una vez recibida la peticioá n planteada a tenor del can. 1677, el Vicario judicial o el juez designado por eá ste, puede
declarar mediante sentencia la nulidad del matrimonio, omitiendo las solemnidades del proceso ordinario, pero citando a las
partes y con intervencioá n del defensor del víánculo si, por un documento, que no esteá sujeto a objecioá n o excepcioá n alguna,
consta con certeza la existencia de un impedimento dirimente o el defecto de forma legíátima, con tal de que conste con igual
certeza que no
se ha dado dispensa, o la falta de mandato vaá lido del procurador.
1687. #1. Si el defensor del víánculo estima prudentemente que o bien los vicios de que se trata en el can. 1686 o bien la falta de
dispensa no son ciertos, debe apelar contra esta declaracioá n al juez de segunda instancia, a quien se han de remitir los autos y
quien debe ser advertido por escrito de que se trata de un proceso documental. #2. La parte que se considera perjudicada
conserva intacta la facultad de apelar.
1688. El juez de segunda instancia con intervencioá n del defensor del víánculo y habiendo oíádo las partes, decidiraá , del mismo
modo que se trata en el can. 1686, si la sentencia debe ser confirmada o maá s bien se debe proceder en la causa seguá n el traá mite
ordinario del derecho; en este caso, la remitiraá al tribunal de primera instancia.
Artíáculo 7
Normas generales
1689. En la sentencia, se debe advertir a las partes sobre las obligaciones morales o tambieá n civiles que eventualmente tengan
la una respecto de la otra, y de la prole, a fin de aportar el sustento y la educacioá n.
1690. Las causas para declarar la nulidad del matrimonio no pueden tramitarse por el proceso contencioso oral.
1691 En las demaá s cosas que atanñ en al procedimiento, a no ser que lo impida la naturaleza del asunto, deben aplicarse los
caá nones sobre los juicios en general y sobre el juicio contencioso ordinario, observando las normas especiales para las causas
sobre el estado de las personas y las causas que se refieren al bien puá blico.
Capítulo II
De las causas de separacioá n de los coá nyuges
1692. #1. La separacioá n personal de los coá nyuges bautizados, a menos que se haya provisto legíátimamente otra cosa para
lugares determinados, puede decidirla el Obispo diocesano mediante decreto, o el juez mediante sentencia a tenor de los
caá nones que siguen. #2. Donde la decisioá n eclesiaá stica no surte efectos civiles, o si se preveá una sentencia civil no contraria al
derecho divino, el Obispo de la dioá cesis de residencia de los coá nyuges, atendiendo las circunstancias peculiares, podraá
conceder licencia para acudir al fuero civil. #3. Si la causa versa tambieá n sobre los efectos meramente civiles del matrimonio, el
juez procuraraá que, observando lo prescripto en el # 2, la causa se lleve desde el primer momento al fuero civil.
1693. #1. A no ser que alguna de las partes o el promotor de justicia pidan el proceso contencioso ordinario, se emplearaá el
proceso contencioso oral. #2. Si se ha empleado el proceso contencioso ordinario y se plantea apelacioá n, el tribunal de segundo
grado procederaá a tenor del can. 1682, # 2, observando lo que haya que observar.
1694 En lo que atanñ e a la competencia del tribunal, deben observarse las prescripciones del can. 1673.
1695. El juez antes de aceptar una causa y siempre que perciba una esperanza de buen eá xito, debe emplear medios pastorales
para que los coá nyuges se reconcilien y sean inducidos a restablecer la convivencia conyugal.
1696. Las causas de separacioá n de los coá nyuges tambieá n afectan al bien puá blico; y por lo tanto debe intervenir en ellas siempre
el promotor de justicia, a tenor del can. 1433.
Capítulo III
Del proceso para la dispensa del
matrimonio rato y no consumado
1697. Soá lo los coá nyuges, o uno de ellos, aunque el otro se oponga, tienen el derecho de pedir la gracia de la dispensa del
matrimonio rato y no consumado.
1698. #1. Unicamente la Sede Apostoá lica juzga sobre el hecho de la inconsumacioá n del matrimonio y de la existencia de causa
justa para conceder la dispensa. #2. La dispensa, por su parte, es concedida solamente por el Romano Pontíáfice.
1699. #1. Para recibir el escrito por el que se pide la dispensa es competente el Obispo diocesano del domicilio o
cuasidomicilio del orador, el cual, si consta el fundamento de las preces, debe disponer la instruccioá n del proceso. #2. Si en
cambio, el caso planteado tiene especiales dificultades de orden juríádico o moral, el Obispo diocesano consultaraá a la Sede
Apostoá lica. #3. Contra el decreto por el que el Obispo rechaza la peticioá n, cabe el recurso a la Sede Apostoá lica.
1700. #1. Quedando firme lo prescripto en el can. 1681, el Obispo encomendaraá la instruccioá n de estos procesos, establemente
o en cada uno de los casos, al tribunal de su dioá cesis o de una ajena o a un sacerdote idoá neo. #2. Pero si se introdujo demanda
judicial para declarar la nulidad del mismo matrimonio, la instruccioá n debe encomendarse al mismo tribunal.
1701. #1. En estos procesos siempre debe intervenir el defensor del víánculo. #2. No se admite abogado, pero, por la dificultad
del caso, el Obispo puede permitir que el orador o el demandado sean ayudados por la colaboracioá n de un jurisperito.
1702. En la instruccioá n deben ser oíádos ambos coá nyuges y se observaraá n, en la medida de lo posible, los caá nones sobre la
recoleccioá n de pruebas en el juicio contencioso ordinario y en las causas de nulidad del matrimonio, con tal de que puedan
compaginarse con la íándole de estos procesos.
1703. #1. No se hace la publicacioá n de las actas; sin embargo, si el juez ve que de las pruebas aducidas puede originarse un
grave obstaá culo para la peticioá n del orador o la excepcioá n del demandado, se lo haraá saber prudentemente a la parte
interesada. #2. A la parte que lo solicite, el juez puede mostrarle el documento aportado o el testimonio recibido y fijaraá un
plazo para presentar conclusiones.
1704. #1. Una vez concluida la instruccioá n, el instructor elevaraá al Obispo todas las actas con el informe oportuno, y eá ste
expresaraá su voto acerca de la verdad tanto sobre el hecho de la inconsumacioá n, como sobre la causa justa para la dispensa y la
oportunidad de esa gracia. #2. Si la instruccioá n del proceso fue encomendada a un tribunal ajeno a tenor del can. 1700, los
alegatos en favor del víánculo deben ser confeccionados en ese mismo foro, pero el voto de que se trata en el # 1, corresponde al
Obispo que efectuá a la comisioá n al cual entregaraá el instructor el informe oportuno junto con las actas.
1705. #1. El Obispo remitiraá a la Sede Apostoá lica todas las actas junto con su voto y los alegatos del defensor del víánculo. #2. Si
a juicio de la Sede Apostoá lica se requiere un suplemento de instruccioá n, lo haraá saber al Obispo, indicaá ndole los aspectos sobre
los cuales la instruccioá n debe realizarse. #3. Pero si en el rescripto de la Sede Apostoá lica se declara que, por las conclusiones no
consta la inconsumacioá n, entonces el jurisperito de que se trata en el can. 1701, # 2, puede examinar las actas del proceso, pero
no el voto del Obispo, en la sede del tribunal para sopesar si puede aducir algo grave a fin de plantear de nuevo la peticioá n.
1706. El rescripto de dispensa de la Sede Apostoá lica se transmite al Obispo, eá ste, por su parte, notificaraá el rescripto a las
partes y ademaá s mandaraá cuanto antes al paá rroco del lugar donde se efectuoá el matrimonio y del lugar donde recibieron el
bautismo que se anote la concesioá n de la dispensa en los libros de matrimonios y de bautismos.
Capítulo IV
Del proceso acerca de la muerte
presunta del coá nyuge
1707. #1. Cuando la muerte de un coá nyuge no pueda probarse por documento auteá ntico, eclesiaá stico o civil, el otro coá nyuge no
se consideraraá libre del víánculo matrimonial, sino una vez que el Obispo diocesano haya pronunciado una declaracioá n de
muerte presunta. #2. La declaracioá n de la que se trata en el # 1, el Obispo diocesano puede pronunciarla solamente si, una vez
realizadas las investigaciones oportunas, por la declaracioá n de los testigos, por fama, o por indicios, haya alcanzado certeza
moral sobre la muerte del coá nyuge. La sola ausencia del coá nyuge, aunque sea prolongada, no es suficiente. #3. En los casos
inciertos y complicados, el Obispo consultaraá a la Sede Apostoá lica.
AÑO II
Sagradas Escrituras II . 40 Hs. (30 T. y 10 P.)
Nuevo Testamento
Teologíáa II . 40 Hs. (30 T. y 10 P.)
Misterio de Dios
Cristologíáa
Escatologíáa
Historia de la Iglesia II . 10 Hs.
Liturgia II . 20 Hs. (10 T. y 10 P.)
Homileá tica
Pastoral II . 30 Hs. (20 T. y 10 P.)
Catequesis
Moral II . 20 Hs.
Moral particular
Derecho Canoá nico . 30 Hs. (20 T. y 10 P.)
AÑO III
Sagradas Escrituras III . 40 Hs. (30 T. y 10 P.)
Nuevo Testamento
Teologíáa III . 40 Hs. (30 T. y 10 P.)
Eclesiologíáa
Sacramentos
Mariologíáa
Historia de la Iglesia III . 10 Hs.
Liturgia III . 20 Hs. (10 T. y 10 P.)
Liturgia sacramental
Pastoral III . 30 Hs. (20 T. y 10 P.)
Pastoral especializada
Moral III . 20 Hs.
Moral social
Ensenñ anza social de la Iglesia
Teologíáa Espiritual . 30 Hs.
3. can. 276 # 2,3: Horas lituá rgicas que deben rezar los diaá conos permanentes.
Los diaá conos permanentes tendraá n obligacioá n de rezar laudes y víásperas de la Liturgia de las Horas, conforme al canon 276 #
2,3º.
Aprobado 48a - 49a AP (1984)
Reconocido 13 diciembre 1985
Promulgado 19 marzo 1986
4. can. 284: Traje eclesiaá stico
Usen los sacerdotes clergyman o sotana, como signo distintivo de ser un consagrado a un ministerio en la Iglesia.
Aprobado 48a - 49a AP (1984)
Reconocido 13 diciembre 1985
Promulgado 19 marzo 1986
5. can. 377 # 2: Lista de presbíáteros candidatos al episcopado
Las listas de proponendis seraá n elaboradas por provincias eclesiaá sticas, una vez al anñ o, conforme al canon 377 # 2.
Aprobado 48a - 49a AP (1984)
Reconocido 13 diciembre 1985
Promulgado 19 marzo 1986
6. can. 496: Normas para los estatutos de los Consejos presbiterales
De acuerdo con el canon 496 la Conferencia Episcopal Argentina decreta:
Art. 1:. Cada dioá cesis redactaraá los estatutos del Consejo presbiteral teniendo en cuenta su naturaleza y sus fines a la luz de los
cans. 495 - 502 del Coá digo de Derecho Canoá nico y sus principales fuentes (LG 28; CD 27, 28; PO 7, 8 y DPME 203).
Art. 2:. De acuerdo con las prescripciones del derecho, (cfr. can.497), el estatuto debe determinar cuaá ntos son los miembros
designados por el Obispo y quieá nes son los miembros natos que en razoá n de su oficio participan en el Consejo. Entre los
miembros natos pueden figurar el Vicario o Vicarios generales, el Vicario o Vicarios episcopales, el Rector del seminario; los
Delegados episcopales o Directores de aá reas pastorales, el Deaá n del cabildo catedralicio o un representante del mismo, el
Presidente o un sacerdote de la junta o consejo diocesano de religiosos y el ecoá nomo diocesano o un miembro sacerdote del
Consejo de Asuntos Econoá micos, a condicioá n de que se respete la norma del canon 497 # 1, que exige que aproximadamente la
mitad de los miembros sea de libre eleccioá n.
Art. 3:. El estatuto estableceraá el modo de elegir al secretario y a otras autoridades internas, si fuere necesario, el tiempo que
duran en sus cargos y las funciones que ejercen especíáficamente. De ordinario corresponderaá al secretario, con el
consentimiento del Obispo, la organizacioá n del trabajo, la confeccioá n del orden del díáa, las comunicaciones y la convocatoria,
que se haraá siempre con la debida antelacioá n.
Art. 4:. El estatuto contemplaraá la posibilidad de solicitar la colaboracioá n de peritos ajenos al consejo para que lo asesoren e
informen en casos particulares.
Art. 5:. El estatuto podraá establecer el modo que deberaá emplearse para que un miembro o grupo de miembros del Consejo o
del presbiterio presenten los temas o sugerencias que se estimaran de intereá s para el trabajo pastoral o para el bien del
presbiterio diocesano.
Art. 6:. Es conveniente que el estatuto determine las normas necesarias para regular las relaciones del Consejo presbiteral con
otros organismos de estudio, consulta y gobierno de la dioá cesis en los cuales haya miembros presbíáteros.
Aprobado 59a AP (1990)
Reconocido 16 febrero 1991
Promulgado 12 marzo 1991
7. can. 502 # 3: Colegio de consultores y cabildo catedralicio
Queda firme lo prescrito en el canon 502 # 3, ejerciendo por lo mismo los Colegios de consultores plenamente las funciones
que les acuerda el derecho.
Aprobado 48a - 49a AP (1984)
Reconocido 13 diciembre 1985
Promulgado 19 marzo 1986
8. can. 522: Nombramiento de paá rrocos “ad tempus”
El paá rroco gozaraá de estabilidad, y, por tanto, conforme al canon 522 seraá nombrado por tiempo indefinido. Sin embargo, por
este decreto la Conferencia Episcopal Argentina establece para los casos en que por razones pastorales se juzgue necesario
nombrarlos soá lo por un tiempo, el períáodo de seis anñ os, renovable por iguales lapsos.
Aprobado 48a - 49a AP (1984)
Reconocido 13 diciembre 1985
Promulgado 19 marzo 1986
9. can. 535 # 1: Particulares libros parroquiales
Art. 1:. Ademaá s de los libros senñ alados como obligatorios por el canon 535 # 1, se dispone que en cada parroquia se lleve un
libro de confirmaciones en el que han de inscribirse los nombres de los confirmados en su jurisdiccioá n, “dejando constancia del
ministro, de los padres y padrinos, y del lugar y díáa de la administracioá n del sacramento” (can. 895).
Art. 2:. Una vez realizada y anotada la confirmacioá n en el libro parroquial deberaá comunicarse “al paá rroco del lugar del
bautismo, para que se haga la anotacioá n en el libro de bautismos a tenor del can. 535, 2”, seguá n lo prescripto por el can. 895.
Cuando la notificacioá n tenga que enviarse a otra dioá cesis, se haraá a traveá s de la propia curia diocesana.
Art. 3:. Se recomienda que en cada parroquia se lleve un libro de enfermos, en el que ha de constar el nombre, el domicilio, las
visitas y los sacramentos recibidos.
Art. 4:. Se dispone que cada parroquia lleve un libro inventario de los bienes parroquiales muebles e inmuebles, y de los
objetos del patrimonio cultural y religioso, en el que se anotaraá n tanto las adquisiciones como las peá rdidas y las enajenaciones
de los mismos. Una copia actualizada de este inventario deberaá enviarse a la curia diocesana de acuerdo a lo prescripto en el
can. 1283, 2-3, con la periodicidad que determine el Obispo diocesano.
Art. 5:. En cada parroquia se llevaraá un libro de entradas y salidas, de acuerdo a las normas establecidas por el Obispo
diocesano , a tenor del can. 537.
Aprobado 57a AP (1988)
Reconocido 3 febrero 1989
Promulgado 13 marzo 1989
10. can. 538 # 3: Sostenimiento de los paá rrocos renunciantes por edad
Conforme al canon 538 # 3, la Conferencia Episcopal Argentina decreta:
Art. 1:. El Obispo diocesano tiene la obligacioá n de asegurar la honesta sustentacioá n y la vivienda digna y conveniente al paá rroco
que haya cumplido 75 anñ os y renuncie a su oficio; para ello tendraá en cuenta tambieá n el aporte de previsioá n social (FIDES)1 u
otra jubilacioá n, o los ingresos, o los medios personales o familiares, que tenga el presbíátero renunciante, asíá como las tareas
ministeriales que eventualmente continuá e realizando.
Art. 2:. Es conveniente crear en cada dioá cesis un fondo destinado a estas necesidades de vivienda y sustentacioá n, como tambieá n
cuidar con particular esmero todo lo referente a la asistencia social (mutual) de los ya renunciantes, a tenor del canon 281, 2.
Aprobado 58a AP (1989)
Reconocido 2 diciembre 1989
Promulgado 6 marzo 1990
11. can. 755 # 2: Normas praá cticas sobre ecumenismo
De acuerdo con las disposiciones del canon 755 # 2, la Conferencia Episcopal Argentina resuelve:
En tanto no se publique el nuevo Directorio de ecumenismo que prepara la Santa Sede no se dictaraá n normas praá cticas sobre el
tema.
Resolucioá n aprobada 59a AP (1990)
12. can. 766: Admisioá n de los laicos a predicar en iglesias u oratorios
Conforme al canon 766, la Conferencia Episcopal Argentina decreta:
Art. 1: . 1) Queda firme que la homilíáa es parte integrante de la Liturgia, y por lo mismo es misioá n propia y exclusiva del
ministro ordenado, de acuerdo al canon 767 # 1.
2) Cuando se den las circunstancias particulares previstas por el derecho canoá nico, los laicos que han de presidir, debidamente
autorizados, algunos ritos lituá rgicos (por ejemplo, los funerales, el matrimonio y el bautismo) podraá n predicar en la forma
indicada por el Obispo.
Art 2:. Para que los laicos puedan ser admitidos a predicar durante un cierto períáodo de tiempo, se requiere la aprobacioá n del
Obispo diocesano.
En casos particulares o de manera ocasional, el mismo Obispo diocesano determinaraá en el aá mbito de la dioá cesis las
condiciones seguá n las cuales el paá rroco puede autorizar la predicacioá n de los laicos.
Art 3:. Para que se pueda otorgar la aprobacioá n de que trata el art. 2, los laicos han de poseer principalmente las siguientes
condiciones personales: buena fama, testimonio de vida cristiana, haber recibido el sacramento de la confirmacioá n, fidelidad al
Magisterio de la Iglesia y adecuada preparacioá n doctrinal, como tambieá n cualidades apropiadas para hablar en puá blico.
En la medida que existan acoá litos, lectores o catequistas reconocidos por el Ordinario del lugar, es conveniente que se les confíáe
a ellos esta tarea.
Aprobado 62a AP (1991)
Reconocido 14 diciembre 1991
Promulgado 3 febrero 1992
13. can. 772 # 2: Exposicioá n de la doctrina cristiana por radio o televisioá n
Con respecto a lo dispuesto en el canon 772 # 2 del Coá digo de Derecho Canoá nico, la Conferencia Episcopal Argentina prescribe:
Art. 1:. Quedando firme lo establecido en el Decreto que regula el canon 831 # 2, tambieá n aquellas personas que no sean
cleá rigos ni miembros de institutos religiosos, para exponer la doctrina cristiana por radio o televisioá n de modo oficial, deberaá n
obtener la autorizacioá n del Ordinario del lugar donde tiene su sede la productora o la del Ordinario del lugar donde se
encuentran los estudios de las emisoras.
Art. 2:. Para obtener dicha autorizacioá n deberaá constar que reuá nen las siguientes cualidades personales: buena fama,
testimonio de vida cristiana, haber recibido el sacramento de la confirmacioá n, fidelidad al Magisterio de la Iglesia, adecuada
preparacioá n doctrinal, y tambieá n aptitudes para actuar en los medios audiovisuales.
Art. 3:. Por lo general los programas se deberaá n preparar previamente por escrito; y, en ellos, los puntos de doctrina cristiana
deberaá n ser expuestos de forma clara e íántegra, en un todo conformes con el Magisterio de la Iglesia y evitando toda
ambiguü edad o confusioá n.
Art. 4:. Es recomendable la utilizacioá n adecuada -sobre todo en televisioá n - del simbolismo expresivo, uniendo la palabra a la
imagen. Asimismo, se procuraraá presentar las verdades en una visioá n cristiana de toda la realidad, para que sean mejor
valoradas y vividas.
Art. 5:. En nuestro tiempo es particularmente necesaria la exposicioá n completa de la Doctrina Social de la Iglesia, desde la cual
podraá n iluminarse grandes temas como la paz, la justicia, la libertad, los derechos de la persona, la convivencia y la
reconciliacioá n entre personas y grupos sociales.
Aprobado 61a AP (1991)
Reconocido 15 junio 1991
Promulgado 5 julio 1991
14. can. 788 # 3: Estatutos sobre el catecumenado
Con referencia al canon 788 # 3 del Coá digo de Derecho Canoá nico acerca de los Estatutos que deberaá n regular el catecumenado,
la Conferencia Episcopal Argentina, decreta:
Durante la preparacioá n de los estatutos que han de determinar particularmente las obligaciones y prerrogativas de los
catecuá menos, y por un períáodo de tres anñ os, se observaraá n solamente las normas establecidas en el Coá digo de Derecho
Canoá nico sobre el catecumenado y el bautismo de adultos (cfr. en particular cans. 788; 789; 852; 857, 2; 865; 866, etc.), asíá
como las contenidas en el Ritual de la Iniciacioá n cristiana de adultos (cfr. Ritual Romano de los Sacramentos, CEA, 1987, paá g.
139-421) y tambieá n las normas emanadas por el respectivo Obispo diocesano (cfr. ibidem, paá g. 150, n. 20 y paá g. 165, n. 66).
Aprobado 59a AP (1990)
Reconocido 16 febrero 1991
Promulgado 12 marzo 1991
Vigencia hasta 12 marzo 1994
15. can. 804 # 1: Catequesis a traveá s de los medios de comunicacioá n social
Teniendo en cuenta las facultades acordadas en el canon 804 # 1 se resuelve, respecto a la catequesis a traveá s de los medios de
comunicacioá n social:
a) que compete a la Conferencia Episcopal Argentina:
- fijar las normas generales que regulen la vigilancia que la Iglesia debe ejercer sobre la utilizacioá n de medios de comunicacioá n
social en la catequesis y en la evangelizacioá n;
b) que compete al Obispo respectivo:
- conceder la licencia para conducir o producir programas de catequesis por los medios masivos (radio, televisioá n, revistas,
diarios);
c) que por las caracteríásticas de estos medios, salvo casos particulares, no se exigiraá una aprobacioá n especial teniendo en
cuenta para ello la idoneidad catequíástica del conductor y/o autor del programa y su contenido.
Aprobado 48a - 49a AP (1984)
Reconocido 16 septiembre 1986
Promulgado 8 diciembre 1988
Educacioá n religiosa catoá lica en las escuelas o a traveá s de los medios de comunicacioá n social
Con respecto a lo dispuesto en el canon 804 # 1 del Coá digo de Derecho Canoá nico, la Conferencia Episcopal Argentina completa
el Decreto promulgado el 8 de diciembre de 1988, con las siguientes normas generales:
Capítulo II: Normas generales sobre la formación y educación religiosa católica cuando ella se imparta en
los medios de comunicación social
Art. 1:. Ademaá s de la responsabilidad de vigilancia que compete por derecho el Ordinario del lugar, la Conferencia Episcopal
Argentina propicia revalorizar y promover la pastoral de los medios de comunicacioá n social. Para tal fin la Comisioá n
correspondiente elaboraraá planes para la formacioá n de los agentes de esta pastoral. Para ello, podraá n crearse nuevas Escuelas
o Institutos de la Iglesia donde se imparta, junto a una soá lida formacioá n doctrinaria, la preparacioá n artíástica y teá cnica de nivel
adecuado.
Art. 2:. La Iglesia trataraá de multiplicar sus propios medios de comunicacioá n social, desde los maá s sencillos, hasta otros maá s
desarrollados, que se destaquen por su calidad y difusioá n.
Seraá necesario tambieá n alentar la produccioá n de programas y escritos, que puedan ser difundidos por diversos medios no
confesionales.
Art. 3:. Los comunicadores catoá licos se abstendraá n de intervenir en aquellos medios o programas que sean anticristianos o
inmorales.
Art. 4:. Los comunicadores catoá licos trataraá n de asociarse y procuraraá n la aprobacioá n de Coá digos de eá tica en los medios en que
habitualmente actuá en.
Ademaá s, colaboraraá n con diversas instituciones de la Iglesia para fomentar la vocacioá n de comunicadores cristianos y para
ofrecer a traveá s de los medios una visioá n e interpretacioá n cristiana de la realidad.
Art. 5. Los pastores en esta materia procuraraá n formar en los fieles un verdadero espíáritu críático frente a los medios de
comunicacioá n; y velaraá n del modo maá s conveniente para defender los valores humanos y cristianos en la comunidad.
Art. 6:. Conviene que oportunamente se elabore un Directorio nacional sobre la pastoral de los medios de comunicacioá n social
que desarrolle y complemente estas normas generales. En eá l se daraá n las debidas orientaciones para la formacioá n de los
seminaristas, para padres, educadores, joá venes y comunicadores catoá licos, como tambieá n para las relaciones con los hermanos
separados, de acuerdo con los documentos de la Iglesia. Este Directorio ha de determinar tambieá n los organismos diocesanos,
interdiocesanos y nacionales que deban cuidar de toda la pastoral de los medios de comunicacioá n social.
Aprobado 62a AP (1991)
Reconocido 14 diciembre 1991
Promulgado 3 febrero 1992
can. 831 # 2
17. Participacioá n de cleá rigos y religiosos en emisiones de radio o televisioá n
Conforme al canon 831 # 2:
a) para que los cleá rigos o miembros de Institutos religiosos tomen parte en programas de radio o televisioá n, en los que se trate
cuestiones referentes a doctrina catoá lica o a las costumbres, es necesario que esteá n autorizados por el Ordinario, en cuyo
territorio estaá instalada la estacioá n de radiodifusioá n.
b) para otorgar dicha autorizacioá n se requiere que quien la solicite posea:
a'- Licencias ministeriales, si se trata de cleá rigos.
b'- Aprobacioá n de su Superior local, para los miembros de Institutos religiosos.
c'- Competencia en los temas que se han de desarrollar.
d'- Aptitudes para actuar en los medios audiovisuales.
Aprobado 48a - 49a AP (1984)
Reconocido 16 septiembre 1986
Promulgado 8 diciembre 1988
18. can. 844 # 4:Administracioá n de sacramentos a cristianos no catoá licos
Con respecto a lo dispuesto en el canon 844 # 4 la Conferencia Episcopal establece que otros casos de necesidad grave en los
que se podraá administrar los sacramentos de la penitencia, Eucaristíáa y uncioá n de los enfermos a los cristianos no catoá licos,
con las condiciones determinadas en el mismo paraá grafo 4, son:
1- accidente o cataá strofe;
2- encarcelamiento o persecucioá n;
3- grave necesidad espiritual por migracioá n o diaá spora;
4- otros casos, de necesidad grave que determine el
Obispo diocesano.
Antes de administrar los mencionados sacramentos se pediraá , a ser posible, una profesioá n explíácita de la fe catoá lica respecto a
los mismos.
Aprobado 59a AP (1990)
Reconocido 15 junio 1991
Promulgado 5 julio 1991
19. can. 851, 1: Adaptacioá n del Ritual de Iniciacioá n cristiana de adultos
Con respecto a lo dispuesto por el canon 851 # 1, la Conferencia Episcopal Argentina decreta:
No realizar por el momento adaptaciones al Ritual de Iniciacioá n cristiana de adultos, ni dar normas peculiares al respecto.
Aprobado 59a AP (1990)
Reconocido 16 febrero 1991
Promulgado 12 marzo 1991
20. can. 854: Modo de administrar el bautismo
Con respecto a lo dispuesto en el canon 854, la Conferencia Episcopal Argentina establece que siguiendo la costumbre
extendida en nuestro paíás el bautismo se administraraá por infusioá n. Cuando las circunstancias pastorales aconsejen su
conveniencia podraá utilizarse el rito de inmersioá n, con la aprobacioá n del Obispo diocesano y observando las normas de
prudencia del caso.
Aprobado 58a AP (1989)
Reconocido 2 diciembre 1989
Promulgado 6 marzo 1990
21. can. 877 # 3
Inscripcioá n del bautismo de los hijos adoptivos
Conforme a las disposiciones del canon 877 # 3 del Coá digo de Derecho Canoá nico, la Conferencia Episcopal Argentina decreta:
Art. 1:. Solamente con la sentencia judicial de adopcioá n, se podraá registrar el bautismo de un hijo adoptivo, consignando los
nombres y apellidos que se le asignen en dicha sentencia.
Art. 2:. En el caso de adopcioá n plena, si, en conformidad con la sentencia judicial se conocieran los nombres de los padres
naturales, eá stos se registraraá n en un libro ad hoc, que se conservaraá en el Archivo secreto de la curia diocesana, y que seraá
consultado especialmente en el caso previsto por el Artíáculo 5. En el mencionado libro se indicaraá libro y folio del acta original
de bautismo; asimismo al margen de la referida acta de bautismo, se haraá una llamada a la anotacioá n reservada.
Art. 3:. Si la adopcioá n es simple, de acuerdo a la legislacioá n argentina vigente a la fecha, se podraá n consignar en nota marginal
los nombres de los padres naturales.
Art. 4:. El bautismo de un ninñ o, durante el períáodo de guarda o tenencia, no se registraraá con el apellido de los posibles o
probables padres adoptivos. En el caso que posteriormente se obtuviera la sentencia judicial de adopcioá n, se inscribiraá una
nueva partida, anulando la anterior, con la autorizacioá n del Ordinario del lugar, cumpliendo el artíáculo 1, 2 y 3.
Art. 5:. En el caso de matrimonio de un hijo adoptivo, se prestaraá especial atencioá n al posible víánculo de consanguinidad (cfr.
can. 1091, CDC ) o al parentesco legal originado en la adopcioá n (cfr. can. 1094, CDC ).
Aprobado 59a AP (1990)
Reconocido 16 febrero 1991
Promulgado 12 marzo 1991
22. can. 891: Edad para la confirmacioá n
En uso de las facultades reconocidas en el canon 891, se establece como edad para recibir el sacramento de la confirmacioá n la
comprendida desde 9 a alrededor de 12 anñ os, a no ser que por justa causa el Obispo respectivo decida otra cosa.
Aprobado 48a - 49a AP (1984)
Reconocido 13 diciembre 1985
Promulgado 19 marzo 1986
23. can. 895: Libro parroquial para confirmaciones
[ Las normas de la Conferencia Episcopal Argentina sobre esta materia se incluyen en el Decreto General correspondiente al
canon 535 # 1.]
24. can. 964 # 2: Sede para oíár confesiones
Relativo a lo dispuesto por el canon 964 # 2 se aprueba:
a) el confesonario tradicional, provisto de rejilla;
b) dentro de la iglesia u oratorio se aconseja que se adecue un aula o sala de la reconciliacioá n, donde tambieá n exista la
posibilidad para el penitente de mantener el anonimato, si asíá lo desea, mediante una rejilla entre eá l y el confesor.
Aprobado 48a - 49a AP (1984)
Reconocido 13 diciembre 1985
Promulgado 19 marzo 1986
25. can. 1031 # 3: Edad para el presbiterado y para el diaconado permanente
La edad para recibir el presbiterado o el diaconado permanente seraá la que fija el canon 1031 # 1 y 2.
Aprobado 48a - 49a AP (1984)
Reconocido 13 diciembre 1985
Promulgado 19 marzo 1986
26. can. 1062 # 1: Promesa de matrimonio
En conformidad con el canon 1062 # 1, la Conferencia Episcopal Argentina decreta:
Art. 1:. No establecer un derecho particular sobre la promesa de matrimonio llamada esponsales, ya que en la Argentina tal
institucioá n no tiene vigencia.
Art. 2:. Sin embargo, cuando los novios soliciten una celebracioá n especial para invocar la bendicioá n de Dios en bien de su
noviazgo, y al ministro le conste la habilidad nupcial de los novios, se podraá realizar el rito de bendicioá n de acuerdo con la
foá rmula establecida en el Bendicional (cap. VI, nn. 197 - 216).
Art. 3:. Se prohíábe terminantemente todo tipo de bendicioá n a los divorciados con motivo de intentar nuevas uniones contra las
leyes de la Iglesia.
Aprobado 61a AP (1991)
Reconocido 15 junio 1991
Promulgado 5 julio 1991
27. can. 1067: Examen de los contrayentes y proclamas matrimoniales
*1. Toda la atencioá n pastoral en orden al matrimonio (cursillos, entrevistas, etc) y el “Expediente Matrimonial” o “Informacioá n
Matrimonial”, han de realizarse como acciones complementarias e inseparables. Soá lo en ambas tareas se cumple el
compromiso que tiene la comunidad cristiana, y sobre todo los pastores, de asistir a las futuras familias (cfr. CDC cans. 1063 -
1065 y 1066 en adelante). En consecuencia, el procedimiento juríádico llamado comuá nmente Expediente matrimonial, se ha de
insertar siempre en la entera accioá n pastoral de la Iglesia, de acuerdo con las normas siguientes.
2. Una de las partes del mencionado procedimiento, ya prescripta por el Coá digo, es el examen de los contrayentes (can. 1067),
que debe realizar el paá rroco a quien compete asistir al matrimonio de acuerdo al derecho. Dicho examen seraá hecho en forma
personal, tomando declaracioá n a los novios por separado y bajo juramento, acerca de las siguientes cuestiones:
- conocimiento de la naturaleza y fines del matrimonio, realidad creada elevada al orden sobrenatural
- capacidad y disposicioá n para prestar el consentimiento matrimonial con la perfeccioá n debida (ausencia de vicios del
consentimiento)
- aptitud para contraer (ausencia de impedimentos)
- actitud actual y personal de fe y formacioá n cristiana elemental.
Soá lo habiendo justa causa el paá rroco podraá autorizar al vicario parroquial, al diaá cono o a una persona idoá nea que cuente con
aprobacioá n del Obispo, para realizar este examen.
3. Ademaá s, para conocer mejor que nada obsta a la celebracioá n vaá lida y líácita del matrimonio, se dispone la publicacioá n de
proclamas, que contengan el nombre completo de los novios, y se realicen durante quince díáas, seguá n la costumbre de cada
lugar aprobada por el Obispo (cfr. can. 1067).
4. Con ideá ntico fin los novios presentaraá n a dos testigos, mayores de edad, que por el conocimiento que tienen de los
contrayentes puedan declarar bajo juramento, respondiendo a las cuestiones propuestas en el nuá mero 2, ante el sacerdote o
diaá cono.
5. Los novios presentaraá n certificado de bautismo, extendido en los uá ltimos seis meses anteriores a la celebracioá n del
matrimonio. Si el caso lo requiere, entregaraá n tambieá n certificado de defuncioá n del coá nyuge, constancia de nulidad del
matrimonio anterior, rescripto de dispensa, etc. No es suficiente la sentencia civil de ausencia con presuncioá n de fallecimiento
del coá nyuge, y en ese caso debe recurrirse al Ordinario del lugar.
6. Como norma general, la edad míánima para contraer líácitamente matrimonio canoá nico en la Argentina, es de 16 anñ os para la
mujer y 18 para el varoá n (cfr. cans. 1072 y 1083). El Ordinario del lugar puede autorizar el matrimonio antes de esa edad,
cumplidas las exigencias del derecho.
7. El matrimonio canoá nico seraá inscripto cuanto antes en el libro correspondiente de la parroquia donde fue celebrado, seguá n
el formulario prescripto por la Conferencia Episcopal (can. 1121 # 1), salvo las excepciones previstas en derecho, y tambieá n en
el libro de bautismo conforme al canon 1122 # 1.
8. En los casos de matrimonios mixtos, las declaraciones y promesas de la parte catoá lica mandadas en derecho (can. 1125), se
realizaraá n por escrito y ante el paá rroco. El contrayente no catoá lico seraá informado de la misma forma. Y cuando eá ste uá ltimo no
quisiera presentarse personalmente, el contrayente catoá lico dejaraá constancia del grave compromiso que adquiere de
informarlo (can. 1126).
9. En los matrimonios mixtos el Ordinario del lugar puede dispensar la forma canoá nica, cuando existan graves dificultades,
como la oposicioá n irreductible de la parte no catoá lica, la peá rdida de amistades muy arraigadas, graves problemas familiares del
contrayente no catoá lico, conflicto grave de conciencia, notable quebranto econoá mico, u otras similares a juicio del mismo
Ordinario; permaneciendo siempre necesaria para la validez alguna forma puá blica de celebracioá n, que podríáa ser: la
celebracioá n religiosa de la parte no catoá lica, la celebracioá n civil, o la presentacioá n ante escribano puá blico, siempre que estos
actos se realicen con intercambio de consentimiento matrimonial, ante dos testigos, y se deje constancia escrita (can. 1127 #
2).
10. La participacioá n conjunta del ministro catoá lico y de otro ministro de alguna iglesia cristiana requiere la autorizacioá n del
Ordinario del lugar, con quien se ha de acordar el modo de realizar la celebracioá n, observando lo prescripto en el can. 1127 # 3.
Aprobado 56a - 57a AP (1988)
Reconocido 12 noviembre 1988
Promulgado 8 diciembre 1988
28. can. 1083 # 2
Edad superior para la celebracioá n líácita del matrimonio
[ La edad superior para la celebracioá n líácita del matrimonio ha sido establecida por la Conferencia Episcopal Argentina en el
Decreto General sobre matrimonio, n. 6 (can. 1067).]
29. can. 1120: Rito del matrimonio
En cumplimiento del canon 1120, la Conferencia Episcopal Argentina resuelve:
No elaborar por el momento un rito propio del matrimonio y atenerse a las foá rmulas del Ritual Romano de los Sacramentos.
Resolucioá n aprobada 59a AP (1990)
30. can. 1121 # 1
Anotacioá n de los matrimonios celebrados
[ El modo de inscribir los matrimonios celebrados ha sido establecido por la Conferencia Episcopal Argentina en el Decreto
General sobre matrimonio, n. 7 (can. 1067). ]
31. can. 1126: Declaraciones y promesas previas a los matrimonios mixtos
[ Las normas de la Conferencia Episcopal Argentina sobre este tema estaá n incluidas en el Decreto General sobre matrimonio, n.
8 (can. 1067). ]
32. can. 1127 # 2: Dispensa de la forma canoá nica en los matrimonios mixtos
[ Las normas de la Conferencia Episcopal al respecto se incluyen en el Decreto General sobre matrimonio, n. 9 (can. 1067). ]
33. can. 1236 # 1: Materias para la construccioá n de altares fijos
Con respecto a lo dispuesto en el canon 1236 # 1 la Conferencia Episcopal establece que la mesa del altar fijo sea,
preferentemente, de un solo bloque de piedra natural. Cuando a juicio del Obispo ello no sea posible, tambieá n se podraá usar,
madera natural, digna y soá lida, o un bloque de cemento dignamente elaborado.
Aprobado 59a AP (1990)
Reconocido 16 febrero 1991
Promulgado 12 marzo 1991
34. can. 1246: Fiestas de precepto
Con respecto a lo establecido por el canon 1246, la Conferencia Episcopal Argentina decide recuperar como fiesta de precepto
intrasemanal la Asuncioá n de la Santíásima Virgen, el 15 de agosto. Para el resto de las fiestas se mantiene la situacioá n actual
legíátimamente vigente desde 1976.
En consecuencia:
a) Son díáas de precepto, ademaá s de los domingos, las fiestas de:
Maríáa Madre de Dios (1º de enero)
Asuncioá n de la Sma.Virgen (15 de agosto)
Inmaculada Concepcioá n (8 de diciembre)
Navidad de N.S.J.C. (25 de diciembre)
b) quedan trasladadas al domingo siguiente las fiestas de:
Ascensioá n del Senñ or
Cuerpo y Sangre de Cristo
c) quedan suprimidos como díáas de precepto las fiestas de:
Epifaníáa (6 de enero)
San Joseá (19 de marzo)
Santos Pedro y Pablo (29 de junio)
Todos los Santos (1º de noviembre)
Aprobado 60a AP (1990)
Reconocido 15 junio 1991
Promulgado 5 julio 1991
35. can. 1251
Materia de la abstinencia
[ La determinacioá n de la Conferencia Episcopal Argentina al respecto forma parte del Decreto General correspondiente al
canon 1253. ]
36. can. 1253: Observancia del ayuno y de la abstinencia, o sustitucioá n por otras praá cticas
A tenor del canon 1253, se retiene la praá ctica penitencial tradicional de los viernes del anñ o consistente en la abstinencia de
carnes; pero puede ser sustituida, seguá n la libre voluntad de los fieles por cualquiera de las siguientes praá cticas: abstinencia de
bebidas alcohoá licas, o una obra de piedad, o una obra de misericordia.
Aprobado 48a - 49a AP (1984)
Reconocido 13 diciembre 1985
Promulgado 19 marzo 1986
37. can. 1265 # 2: Normas sobre colectas y otras formas de recaudacioá n
Conforme al canon 1265, sobre colectas deberaá observarse lo siguiente:
Cualquier persona juríádica eclesiaá stica, o sus representantes, o sus enviados,necesitan para realizar cualquier clase de colectas,
la licencia escrita del Ordinario propio y del Ordinario del lugar donde se desee hacer la colecta. Salvo que en la autorizacioá n
conste lo contrario expresamente, todas las recaudaciones permitidas que se realicen en parroquias o iglesias o colegios
catoá licos, y que tengan caraá cter general, no particular, deberaá n remitirse a la curia diocesana, que retendraá para las obras
pastorales de la dioá cesis el 10 % de la recaudacioá n bruta.
Las demaá s formas de recaudacioá n, a saber: festivales, kermeses, rifas, sorteos, bonos, etc., que realicen en las dioá cesis personas
fíásicas o juríádicas pertenecientes a la Iglesia, necesitan permiso escrito del Ordinario del lugar, a quien corresponde juzgar
sobre su finalidad, necesidad o conveniencia. Tambieá n en estos casos, el 10 % de las recaudaciones netas deberaá enviarse a la
curia diocesana para obras pastorales. No se presumen permisos habituales ni verbales.
Aprobado 48a - 49a AP (1984)
Reconocido 13 diciembre 1985
Promulgado 19 marzo 1986
38. can. 1277: Actos de administracioá n extraordinaria
Con referencia al canon 1277, los actos de administracioá n extraordinaria seraá n los siguientes, cuando superan la cantidad
míánima establecida por la Conferencia Episcopal Argentina, a tenor del can. 1292 # 1:
a) enajenacioá n o transferencia de dominio por venta o donacioá n;
b) transferencia de alguna facultad que corresponda al dominio;
c) cesioá n onerosa o gratuita de derechos reales, como ser, servidumbre, hipoteca, enfiteusis;
d) adquisicioá n onerosa de nuevos bienes patrimoniales;
e) adquisicioá n onerosa de bienes de produccioá n;
f) aceptacioá n de legados onerosos, de prestaciones vitalicias o de depoá sitos de terceros;
g) locacioá n extraordinaria por causa del tiempo o del uso, arrendamiento y aparceríáa;
h) administracioá n de bienes de terceros;
i) concesioá n de rentas vitalicias;
j) concesioá n de fianzas y de mandatos ad omnia;
k) contratacioá n de preá stamos de consumo o de uso;
l) transformacioá n y demolicioá n de inmuebles, cuando no sean urgentes o imprescindibles.
Aprobado 58a AP (1989)
Reconocido 2 diciembre 1989
Promulgado 6 marzo 1990
39. can. 1292 # 1: Valor maá ximo y míánimo para las enajenaciones
Con referencia al canon 1292:
a) el monto maá ximo para enajenaciones sin autorizacioá n de la Santa Sede seraá de 200.000 doá lares USA.
b) el monto míánimo seraá de 10.000 doá lares USA.
Aprobado 48a - 49a AP (1984)
Reconocido 13 diciembre 1985
Promulgado 19 marzo 1986
40. can. 1297: Arrendamiento de bienes de la Iglesia
Con relacioá n al canon 1297, las normas para arrendamiento de bienes eclesiaá sticos seraá n las siguientes:
a) se requieren, al menos, dos tasaciones de peritos por escrito;
b) para arrendar por cifras menores hasta un 10 % de las tasaciones, por alguna causa justa, se requiere el consentimiento del
Consejo de Asuntos Econoá micos. Para maá s de un 10 % por debajo de la tasacioá n se oiraá tambieá n al Colegio de consultores;
c) el tiempo míánimo del arrendamiento es el que fija la ley civil;
d) el tiempo maá ximo seraá de tres anñ os, pudieá ndose agregar una claá usula de proá rroga de hasta otros tres, por acuerdo de partes
en el precio y en la modalidad;
e) para otorgar un arrendamiento por tiempo mayor de tres anñ os, por causa justa a juicio del Obispo (por ejemplo
remodelacioá n del local a costa del inquilino), se requiere el consentimiento del Consejo de Asuntos Econoá micos;
f) para arrendar inmuebles que habitualmente no estaá n destinados a renta, se requiere ademaá s oíár al Colegio de consultores;
g) el mismo reá gimen se aplica a otros tipos de arrendamiento, como ser concesiones, etc.;
h) el arriendo de bienes eclesiaá sticos de personas juríádicas sometidas al Obispo diocesano se rige por estas normas, pero,
cuando se trata de arrendar por un teá rmino mayor de tres anñ os o para arrendar un bien no destinado habitualmente a renta, se
requiere permiso escrito del Obispo.
Aprobado 58a AP (1989)
Reconocido 2 diciembre 1989
Promulgado 6 marzo 1990
41. can. 1421 # 2: Jueces laicos
Con respecto al canon 1421 # 2 la Conferencia Episcopal decide permitir que tambieá n los laicos sean nombrados jueces en los
actuales tribunales interdiocesanos de primera instancia, observando lo prescripto en el canon 1421 # 3.
Corresponde su nombramiento al grupo de Obispos sobre cuyas dioá cesis ejerza su jurisdiccioá n el tribunal o al Obispo
designado por ellos, de acuerdo al canon 1423 # 1.
Aprobado 57a AP (1988)
Reconocido 3 febrero 1989
Promulgado 13 marzo 1989
42. can. 1439 # 3: Obispo designado para el tribunal nacional de segunda instancia
Conforme a lo dispuesto por el canon 1439 # 3, el Obispo delegado de la Conferencia Episcopal Argentina para el tribunal
eclesiaá stico nacional de segunda instancia seraá el Arzobispo pro - tempore de Buenos Aires.
Aprobado 48a - 49a AP (1984)
Reconocido 13 diciembre 1985
Promulgado 19 marzo 1986
43. can. 1714: Normas sobre la transaccioá n, el compromiso y el juicio arbitral
A fin de evitar litigios judiciales, de conformidad con los caá nones 1714 - 1716 del Coá digo de Derecho Canoá nico, para la
transaccioá n, el compromiso y el juicio arbitral, se observaraá n las normas establecidas por las partes. En su defecto, la
Conferencia Episcopal Argentina determina:
Art. 1: La transaccioá n se regiraá por las normas del Coá digo Civil de la Repuá blica Argentina (artíáculos 832 - 861), vigentes a la
fecha de la aprobacioá n del presente Decreto.
Art. 2:. El compromiso o la sujecioá n a juicio arbitral y el mismo juicio arbitral, se regiraá n por las normas del Coá digo Procesal
Civil y Comercial de la Nacioá n (artíáculos 736 - 773), vigentes a la fecha de la aprobacioá n del presente Decreto, con exclusioá n de
los respectivos coá digos de las provincias.
Aprobado 59a AP (1990)
Reconocido 16 febrero 1991
Promulgado 12 marzo 1991
44. can. 1733 # 2: Departamento o consejo diocesano para evitar conflictos
Art. 1:. Con respecto a lo establecido en el canon 1733 # 2 la Conferencia Episcopal recomienda que -consintieá ndolo el Obispo
diocesano - en cada dioá cesis se cree un Departamento o Consejo cuya funcioá n sea buscar o sugerir soluciones equitativas en los
problemas o conflictos derivados de actos administrativos que se produzcan en el fuero externo extrajudicial.
Art. 2:. Se regiraá por las siguientes normas:
1. Estaraá integrado por un nuá mero míánimo de tres consejeros y un maá ximo de nueve. Seraá n designados por el Obispo
diocesano como cuerpo estable por cinco anñ os renovables y su actuacioá n seraá colegiada - mediante la intervencioá n de tres
consejeros en cada caso.
A su vez el Obispo determinaraá los miembros que se ocupen de cada caso concreto, estableciendo tambieá n plazos prudenciales
para su actuacioá n, cuando lo juzgue conveniente.
2. El Consejo haraá que se formulen por escrito las respectivas posiciones de las partes en conflicto, y trataraá de pesar la
relevancia de los hechos y argumentos que se aduzcan, a los efectos de precisar los teá rminos del desacuerdo. Para una mejor
captacioá n de la realidad objetiva podraá interrogar testigos, recibir documentos y realizar consultas. Y, sobre la base de la
verdad y la justicia, trataraá de aproximar los puntos de vista, asíá como de sugerir víáas de solucioá n. Entre sus cometidos estaraá
tambieá n fomentar el diaá logo paciente de las mismas partes, con la presencia de al menos uno de los consejeros, debiendo
consignar por escrito lo sustancial de tales diaá logos.
3. El Consejo verificaraá si en el caso concreto se cumplieron o infringieron las normas del derecho general y particular.
4. Terminada la labor del Consejo, o bien porque se logroá la solucioá n equitativa del conflicto, o bien porque se dio por concluida
la mediacioá n sin resultado, o bien porque transcurrioá el plazo eventualmente establecido, con sus posibles proá rrogas, dicho
Consejo elevaraá un informe con sus conclusiones al Obispo diocesano , y podraá tambieá n entregar su dictamen a las partes. A
pedido del Obispo, el Consejo elevaraá tambieá n informes parciales durante el transcurso de su funcioá n.
5. El Obispo diocesano podraá en su dioá cesis complementar estas normas con otras, seguá n su prudente juicio.
Aprobado 57a AP (1988)
Reconocido 3 febrero 1989
Promulgado 13 marzo 1989
3