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Si eres una persona observadora, es posible que te hayas dado cuenta de que las personas
tenemos una cierta tendencia a complicarnos la vida preguntándonos el porqué de las
cosas. No me refiero a esos "por qué" asépticos que se preguntan los médicos, los
ingenieros y los programadores, sino a esa otra versión de la pregunta que apunta hacia
la total inutilidad de sus posibles respuestas: "¿Qué me sugiere esta fotografía?", "¿por
qué soy la persona en la que me he convertido?", "¿qué hago paseando por la calle?".
¿Debemos entender, por lo tanto, que esta tendencia hacia lo inútil es una imperfección
de nuestra manera de pensar? Probablemente no lo sea.
A fin de cuentas, este apego por lo trascendente nos lleva acompañando desde tiempos
inmemorialesy no nos parece haber ido mal desde entonces. En todo caso,
quizás deberíamos entender que la búsqueda existencial es una de esas características
que nos definen como seres humanos. Quizás deberíamos, si queremos entender mejor la
lógica por la que se guía nuestro pensamiento, fijarnos en las propuestas de lo que hoy
conocemos como Psicología Humanista, una corriente psicológica que no renuncia a
entender todos los aspectos de lo que nos hace humanos.
En segundo lugar se encuentra lo que él llama "las psicologías freudianas", que ponen
énfasis en el papel del subconsciente para explicar el comportamiento humano y,
especialmente, la psicopatología.
No es sencillo describir en unas pocas líneas dos conceptos sobre los que se ha escrito
tanto. En primer lugar, y simplificándolo todo un poco, la concepción de la fenomenología
puede ser abordada explicando la idea de fenómeno. De hecho, el filósofo alemán Martin
Heidegger lo define como "aquello en que algo puede hacerse patente, visible en sí
mismo". Para la fenomenología, pues, lo que percibimos como lo real es la realidad
última.
Fenomenología
Por su parte, el existencialismo es una corriente filosófica que propone una reflexión sobre
la propia existencia humana. Dos de sus postulados que más influyen sobre la Psicología
Humanista son los siguientes:
La existencia del ser humano es cambiante y dinámica por su propia naturaleza, es decir,
se va desarrollando. A través del desarrollo de la existencia, concretado en su toma de
decisiones, se llega a la esencia, que puede ser auténtica o inauténtica dependiendo de su
congruencia con el proyecto de vida de la persona.
Además, como esta corriente de psicólogos asimila ideas como la búsqueda existencial, su
discurso suele hacer referencia a las "potencialidades" del ser humano, es decir, aquellas
etapas de su desarrollo que lo separan del estado al que aspira. La naturaleza de este
desarrollo no es biológica, sino bastante más inefable: se trata de una progresión de
estados subjetivos en los que la persona se pregunta constantemente el por qué de lo que le
ocurre, el significado de lo que está viviendo, y qué puede hacer para mejorar su situación.
Teniendo en cuenta que "lo que está viviendo" es algo totalmente privado y fuera del
alcance de miradas ajenas, se entiende que desde una perspectiva humanista esta
búsqueda existencial sea responsabilidad del propio sujeto que la experimenta y que el
psicólogo tenga un papel secundario como facilitador del proceso. ¿Complicado, verdad?
Pues este es el animal en busca de significado al que se enfrenta la Psicología Humanista.
Resumiendo
Un manifiesto
La ciencia heredera del positivismo de August Comte, señalan los psicólogos humanistas,
es de utilidad para describir la realidad, pero no para explicarla. El ser humano, al
contrario de lo que ocurre con los instrumentos científicos, experimenta la realidad
aportándole sentido, creando ficciones y formas de narrar que ordenan los hechos según
una serie de creencias e ideas, muchas de ellas difícilmente expresables verbalmente e
imposibles de medir. Por lo tanto, una disciplina que pretenda estudiar la manera de
pensar y de experimentar del ser humano tendrá que adaptar su metodología y sus
contenidos a esta dimensión "significadora" del ser humano. Deberá, en definitiva,
estudiar y aportar contenido acerca de la búsqueda existencial que nos caracteriza.
Estos psicólogos se enfrentan a retos a los que muchos otros científicos renuncian desde un
inicio: por una parte, la necesidad de conjugar el conocimiento acerca de los aspectos
medibles de la psicología humana con los fenómenos subjetivos, y por otra, la difícil
misión de crear un corpus teórico sólido a la vez que se renuncia a la pretensión de
universalidad de sus explicaciones. Esto último es importante, ya que nuestras experiencias
subjetivas se caracterizan por estar ligadas a la cultura que habitamos, pero también a un
montón de variables que nos hacen únicos. Quizás por eso hoy en día resulta
prácticamente imposible hablar de modelos concretos del funcionamiento del pensamiento
humano sostenidos por la Psicología Humanista.
Cada autor de esta corriente presenta sus propios contenidos diferenciados según la
idiosincrasia de su pensamiento y el ámbito del que se ocupa y, de hecho, es difícil saber
qué psicólogos abrazan totalmente la Psicología Humanista y cuáles están influidos sólo
en parte por ella. Si bien hay autores cuyas ideas son recurrentes en la literatura de otros
psicólogos, tal y como ocurre con Abraham Maslow y Carl Rogers, las propuestas de otros
autores se encuentran más "aisladas" o son demasiado específicas para ser extrapolables a
otros ámbitos.
De hecho, algunas veces marcharemos a través de sus rutas imaginarias aunque ello
pueda conllevarnos más problemas que beneficios desde una perspectiva puramente
económica y racional, y aunque el trilema de Agripa nos vigile de cerca durante esta
progresión de preguntas y respuestas. Por eso, por muy discutibles que sean sus contenidos
desde la óptica científica (y, en algunas ocasiones, desde el propio criterio de cada uno),
es bueno saber de la existencia de psicólogos que se han planteado la necesidad de
complicarse la vida tal y como lo hacen las personas a las que pretenden estudiar y servir.
Puede que la gente adscrita a Psicología Humanista carezca del aval del que disfruta la
psicología cognitivo-conductual o la neurología. Pero, desde luego, no se les puede acusar
de partir desde una situación ventajosa.
Referencias bibliográficas:
1. Estructuralismo
Se trata de una perspectiva reduccionista, ya que pretendía investigar desde los elementos
más básicos para entender los más complejos, y mecanicista, ya que se basaba en la idea
de que un sistema tan complejo como el que compone nuestra mente puede ser reducido a
partes aisladas, como si fuese un motor.
Justamente por su enfoque más académico que pragmático, pronto apareció otra corriente
que pasó a competir con esta: el funcionalismo.
2. Funcionalismo
Una de las principales corrientes de la psicología de las aparecidas a principios del siglo
XX. El funcionalismo, que nació en la primera década del siglo XX, supone un rechazo al
enfoque estructuralista; en vez de centrarse en estudiar los componentes de la mente, tenía
como objetivo entender los procesos mentales. No se centraba en las "piezas", sino en el
funcionamiento, es decir las funciones psicológicas que se llevan a cabo dentro de nuestra
cabeza (y, por extensión, dentro de nuestro cuerpo).
Además, mientras que los planteamientos del estructuralismo tenían que ver con preguntas
muy abstractas y generales, el funcionalismo aspiraba a ofrecer herramientas útiles. La
idea era conocer cómo funcionamos para poder utilizar esos conocimientos en problemas
cotidianos y específicos.
Aunque él mismo se desvinculó del funcionalismo, se considera que William James fue una
de las grandes figuras históricas del desarrollo de la psicología que mejor encarnaba los
planteamientos y preocupaciones propios de esta corriente.
3. Psicoanálisis y psicodinámica
4. Conductismo
Pero a pesar de que los conductistas querían basar su trabajo en el estudio de la materia y
no del alma, eso no significa que se dedicasen a estudiar el cerebro, tal y como haría un
neurólogo
Dos de los representantes más famosos de esta corriente de la psicología fueron John B.
Watson y B. F. Skinner.
5. Gestalt
Esta corriente, que no debe ser confundida con la terapia Gestalt, nació en Alemania para
estudiar procesos psicológicos relacionados con la percepción y con el modo en el que se
llega a soluciones ante problemas nuevos.
Para estos investigadores, tanto al ver una imagen como al tener una idea somos capaces
de crear una imagen global acerca del entorno y sus potencialidades, en vez de limitarnos
a acumular información pieza por pieza acerca de lo que nos rodea y luego hacer que
estos elementos encajen.
Por ejemplo, al resolver un puzzle o vamos probando hasta que por casualidad lo
conseguimos, sino que se nos aparece una imagen de la resolución del problema de forma
espontánea. Wolfgang Köhler, por ejemplo, estudió cómo los chimpancés llegan
Este colectivo de investigadores desarrolló una serie de normas, las llamadas "leyes de la
Gestalt", a través de las cuales describían los procesos por los que nuestro cerebro crea
unidades de información cualitativamente diferentes de los datos que le llegan a través de
los sentidos.
6. Humanismo
En esta corriente se cree que la función de la psicología no debe ser simplemente obtener
información y analizarla fríamente, sino que hay que hacer felices a las personas.
A la práctica, esto ha significado que los psicólogos humanistas se han basado mucho en
la fenomenología y han considerado que lo subjetivo y lo no medible directamente también
debe tener valor para la psicoterapia y la investigación. Esto les ha valido muchas críticas,
ya que puede ser entendido como un síntoma de que su orientación es dualista.
Uno de los representantes de esta corriente más conocidos fue Abraham Maslow, que
teorizó acerca de la jerarquía de necesidades humanas.
7. Cognitivismo
El cognitivismo se consolidó como corriente de la psicología a finales de los años 60, y fue
una reacción al conductismo de B. F. Skinner. Supuso una vuelta al estudio de los procesos
mentales que no eran demasiado tenidos en cuenta por los conductistas, y esto hizo que
apareciese una nueva preocupación por las creencias, las emociones, la toma de
decisiones, etc.
Sin embargo, en lo metodológico esta nueva corriente se vio muy influida por el
conductismo, y utilizó muchas de sus herramientas de intervención y de investigación.
Actualmente, el cognitivismo es la perspectiva dominante.
¿Somos animales racionales o emocionales?
¿Qué es lo que diferencia la racionalidad de lo emocional? Esta pregunta tan simple puede
ser un tema sobre el que se escriban libros enteros, pero algo que llama la atención
rápidamente es que la racionalidad acostumbra a estar definida en términos más
concretos: es racional la acción o el pensamiento que se basa en la razón, que es el ámbito
en el que se examinan las compatibilidades e incompatibilidades que existen entre las ideas
y los conceptos a partir de principios de la lógica.
En cambio, lo emocional es algo que no puede ser expresado en términos lógicos, y por eso
queda "encerrado" en la subjetividad de cada uno. Las formas de arte pueden ser una
manera de expresar públicamente la naturaleza de las emociones que se sienten, pero ni la
interpretación que cada persona haga de estas obras artísticas ni las emociones que esta
experiencia vaya a evocar son iguales a las experiencias subjetivas que el autor o autora
ha querido plasmar.
En definitiva, el hecho en sí de que lo racional sea más fácil de definir que lo emocional
nos habla sobre una de las diferencias entre estos dos reinos: el primero funciona muy bien
sobre el papel y permite dar expresión a ciertos procesos mentales haciendo que otros los
lleguen a comprender de un modo casi exacto, mientras que las emociones son privadas,
no pueden ser reproducidas mediante la escritura.
Sin embargo, que el reino de lo racional pueda ser descrito de un modo más exacto que el
de lo emocional no significa que defina mejor nuestro modo de comportarnos. De hecho,
en cierto modo ocurre lo contrario.
Como lo emocional es tan difícil de definir, muchos psicólogos prefieren hablar, en todo
caso, de "racionalidad limitada". Lo que acostumbraríamos a llamar "emociones"
quedaría así sepultado en un montón de tendencias y patrones de conducta que, esta vez sí,
tienen unos límites relativamente fáciles de describir: son todo aquello que no es racional.
Así, investigadores como Daniel Kahneman o Gerd Gigerenzer se han hecho famosos por
conducir numerosas investigaciones en las que se comprueba hasta qué punto la
racionalidad es una entelequia y no representa el modo en el que solemos actuar.
Kahneman, de hecho, ha escrito uno de los libros más influyentes en el tema de la
racionalidad limitada: Pensar rápido, pensar despacio, en el que conceptualiza nuestro
modo de pensar distinguiendo un sistema racional y lógico y otro automático, emocional y
rápido.
La heurística, los sesgos cognitivos, todos los atajos mentales que tomamos para tomar
decisiones en el mínimo tiempo posible y con la cantidad limitada de recursos e
información que tenemos... todo eso, mezclado con las emociones, forma parte de la no-
racionalidad, porque no son procedimientos que puedan ser explicados a través de la
lógica.
Lo mismo ocurre con toda la publicidad en general; las piezas publicitarias son maneras
de hacer que algo se venda sin tener que comunicar detalladamente las características
técnicas (y por lo tanto, objetivas) del producto. Las empresas se gastan en la publicidad
demasiados millones anuales como para que este mecanismo de comunicación no nos diga
algo acerca de cómo toman decisiones los compradores, y la economía conductual ha ido
generando muchas investigaciones que muestran cómo la toma de decisiones basadas en
intuiciones y estereotipos son muy frecuentes, prácticamente la estrategia de compra por
defecto.
Otra manera de ver hasta qué punto es la racionalidad limitada es darse cuenta de que la
lógica y la mayor parte de las nociones de las matemáticas deben ser aprendidas de
manera deliberada, invirtiendo tiempo y esfuerzo en ello. Aunque es verdad que los recién
nacidos ya son capaces de pensar en términos matemáticos básicos, una persona puede
vivir perfectamente toda su vida sin saber lo que son las falacias lógicas y cayendo
constantemente en ellas.
Se sabe además que en ciertas culturas los adultos se quedan en la tercera etapa del
desarrollo cognitivo definida por Jean Piaget, en vez de pasar a la cuarta y definitiva
etapa, caracterizada por el uso correcto de la lógica. Es decir, que el pensamiento lógico y
racional, más que ser una característica esencial del ser humano, es más bien un producto
histórico presente en unas culturas y no en otras.
Personalmente, creo que este último es el argumento definitivo sobre por qué esa parcela
de la vida mental que podemos asociar a la racionalidad no se puede comparar a los
dominios de las emociones, las corazonadas y las chapuzas cognitivas que solemos hacer
diariamente para salir del paso en contextos complejos que en teoría deberían ser
abordados a través de la lógica. Si tenemos que ofrecer una definición esencialista sobre lo
que define la mente humana, entonces la racionalidad como forma de pensar y actuar tiene
que quedar fuera, porque es el resultado de un hito cultural al que se llegó a través del
desarrollo del lenguaje y de la escritura.
La emoción predomina
La trampa por la que podemos llegar a creer que somos seres racionales "por naturaleza"
probablemente es que, en comparación con el resto de vida, somos bastante más lógicos y
propensos al razonamiento sistemático; sin embargo, eso no significa que pensemos
fundamentalmente a partir de los principios de la lógica; históricamente, los casos en los
que lo hemos hecho son excepciones.
Puede que el uso de la razón tenga unos resultados muy espectaculares y que sea muy útil
y recomendable servirse de ella, pero eso no significa que la propia razón no sea, en sí
misma, algo a lo que aspirar, más que algo que define nuestra vida mental. Si la lógica es
tan fácil de delimitar y de definir es justamente porque existe más sobre el papel que en
nosotros mismos.
El humanismo es una corriente filosófica que ha tenido una gran influencia tanto en la
psicología como en la política y las ciencias sociales en general. Sin embargo, no existe
como algo homogéneo, sino que existen diferentes tipos de humanismo.
Cada una de estas clases de humanismo expresa, a su manera, la idea fundamental de esta
forma de pensar: que importan la vida de todos los seres humanos y que, por defecto, hay
que respetar las vidas de los demás sin pretender alterarlas injustificadamente o sin tener
en cuenta su opinión. Veamos de qué modo lo hacen.
El humanismo es una forma de pensar que pone énfasis en el valor de las experiencias
subjetivas y privadas de cada uno. Así, por ejemplo, la Psicología Humanista toma muchas
influencias de la fenomenología (las sensaciones y las experiencias privadas y conscientes
de cada persona son valiosas y únicas) y el existencialismo (cada persona construye un
relato vital que da significado a su existencia).
Estas son las características fundamentales de los distintos tipos de humanismo. Para
comprenderlos del todo, sin embargo, hay que tener en cuenta que cada uno de ellos ha
surgido en un contexto histórico diferente, y no pueden ser entendidos sin comprender el
grado de desarrollo tecnológico, filosófico y ético que existía en el momento de su
aparición.
1. Humanismo teocéntrico
Este tipo de humanismo basa toda su moral en la existencia de un dios determinado que
revela lo que es bueno y lo que es malo y, por consiguiente, cómo debe tratarse a los seres
humanos.
2. Humanismo histórico
Este fue un tipo de humanismo nacido en Florencia al final de la Edad Media. En él, las
artes y la actividad intelectual iba centrándose poco a poco en lo humano, dejando de
considerar que lo divino era el centro de todo.
3. Humanismo antropocéntrico
Este tipo de humanismo fue el que empezó a caracterizar a las sociedades occidentales a
partir del Renacimiento y, especialmente, desde la época de la Ilustración.
Aquí, la figura de Dios deja de ser el centro del sistema moral, y el ser humano cobra todo
el protagonismo. Se deja de prestar tanta atención al código de conducta escrito en textos
sagrados y se formulan nuevas formas de ética humanista.
Del mismo modo, se rechaza la idea de que un ser humano pueda controlar a otro; lo que
sí se puede controlar y someter es la naturaleza, vista como un conjunto de recursos que
pueden ser utilizados para el bienestar de la especie.
4. Humanismo empírico
Este es uno de los tipos de humanismos que tratan de diferenciarse del resto por el hecho
de ser más prácticos y aplicados. Mientras que otras formas de esta corriente de
pensamiento se basan más en ideas abstractas, como por ejemplo la necesidad de no
dominar a otros seres humanos, este se centra en el rechazo o la aceptación de ciertas
acciones o actitudes concretas.
Por ejemplo, desde el humanismo empírico se rechaza la violencia, se declara una total
libertad de expresión y de creencias, y se enfatiza la necesidad de resaltar las formas de
vivir la vida propia de minorías.
5. Humanismo existencialista
Para los filósofos existencialistas como Jean-Paul Sartre, es el individuo quien debe
construir un significado para su propia vida sin que otros interfieran en este sistema de
ideas y símbolos.
6. Humanismo marxista
Muy fundamentado en la filosofía del filósofo Karl Marx, este tipo de humanismo surgido a
partir de la II Gerra Mundial pone énfasis en la idea de que el ser humano es un ser social
cuya identidad solo emerge a partir de la interacción con los demás, permitida gracias a
los vínculos de solidaridad presentes en sociedades bien cohesionadas y unidas.
Esta filosofía rechaza el individualismo de buena parte del resto de tipos de humanismo, y
señala que el bienestar del individuo depende de fenómenos colectivos en los que todos
deben participar para no ser manipulados.
7. Humanismo universalista
Se trata de una forma de pensamiento muy influida por la filosofía posmoderna. Señala la
necesidad de crear sociedades inclusivas para todas las personas, respetar las diferentes
culturas que están presentes en la sociedad y no guiarse únicamente por códigos de
conducta rígidos, sino todo lo contrario: apreciar la espontaneidad y la creatividad en
todos los aspectos de la vida.
En una familia es fundamental establecer una educación eficaz para adolescentes. El clima
de tu hogar y la relación con tu hijo dependen de ello.
Para lograrlo, en este artículo te proponemos las bases de la disciplina inductiva. Conoce
las estrategias para conseguir educar en casos de conflicto y reconducir situaciones de
bloqueo en la familia.
Educación o pesadilla
Un día suena el teléfono y al otro lado de la línea tienes al centro de estudios de tu hija. Te
comunican que ha dañado unas instalaciones y va a ser expulsada. En esos instantes tu
cara coge todos los colores y tienes ganas “de colgarla”. El enfado en circunstancias así
no resulta nada eficaz, ya que el chantaje emocional es nefasto como disciplina (- si haces
esto, me enfado, o – si no haces esto me entristezco).
Aunque estar enfadada es lo normal, ello no implica que le muestres tu enfado. La mejor
forma de afrontar tales situaciones y conservar la calma es optar por una reacción
cognitiva.
Así, para no dejarte llevar por tus emociones puedes intentar encontrar una explicación de
lo ocurrido. Puedes preguntarle a ella por lo sucedido con lo que entrenas el diálogo y la
escucha activa. Y con ello, además, se optimiza el acercamiento a tu hija.
Si tu hija no quiere hablar, puedes repasar mentalmente lo acontecido los últimos días. Y si
de repente te das cuenta de que desobedece normas que antes parecía aceptar y entender,
ha llegado el momento de repasar los aspectos de la educación inductiva:
Si las anteriores cuestiones están bien atendidas, es muy probable que el problema sea que
no se están aplicando los refuerzos y castigos adecuadamente. Es normal despistarse y que
se te escape reforzar positivamente el cumplimiento de una norma (ordenar su cuarto).
Señalar que a pesar de que mostrar emociones como el enfado es ineficaz para extinguir
conductas, el mostrar alegría o sorpresa refuerza que una conducta se repita en el futuro.
Además, cuando tu hija es pequeña carece de las herramientas necesarias para razonar las
normas y tendrás que esperar a que alcance más desenvoltura y conocimientos.
Dentro de la relación que tienes con tu hija, de las dos tú eres la adulta no ella. Así que
eres tú la primera que ha de someterse a una disciplina para entrenarla y enseñarla.
Lo que has de tener presente es que tú eres “Autoridad” y la que más experiencia vital
acumula. En cambio tu hija carece de tus mismas bases, por lo que tenderá a discutir las
normas usando amenazas emocionales.
Muchas veces podrás observar que te doblegas a tales amenazas, ya que eres madre y
quieres a tu hija. Pero el hecho de equivocarte en ciertas ocasiones, no tiene por qué ser la
razón para que lo dejes de intentar. Establecer una educación eficaz para adolescentes
pasa por tener en cuenta estos matices.
Cantón Mayo, I. (2011). Gestión del conocimiento, capital intelectual y formación del
profesorado. Prolepsis, 9 (2), 17-30.