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Sin embargo, la mayoría son producidos por perturbación profunda del

psiquismo, determinada por enfermedad mental.


Los suicidios por la depresión son los más frecuentes y en ellos se va pro-
gresando desde la simple idea de morir, a dejarse morir y a actuar la
propia muerte. Suelen llevarse a cabo con mayor frecuencia en épocas de
invierno y en horas tempranas de la madrugada, cuando el insomnio es más
severo y los demás duermen.
Hay también suicidios “larvados” o “crónicos” asociados al consumo de
tóxicos que están en relación con el tabaquismo, el alcoholismo, las otras far-
macodependencias, o en la negligencia en el cuidado de otras enfermedades
como la diabetes, la hipertensión, etc.40.
—¿Cómo, madre? —exclamé—. ¿Suicidarte? ¿Por qué? ¡Oh, no hagas eso!
Ella sonrió agriamente.
—Mi vida es mía, ¿no? Por qué habrías de disuadirme de que me la quite. Sin
duda, no me echarás de menos, ¿verdad?
—Eres mi madre —respondí—. Un hombre solo tiene una madre.
—Me sorprende que hables como un hijo obediente. No he sido una madre
muy cariñosa para ti. ¿Cómo habría podido esperarse de mí que lo fuera?
Siempre fuiste una gran desilusión para mí, una cosa enfermiza, débil, medro-
sa, tonta. Bien, los dioses me han castigado por no haberte cuidado. Mi esplén-
dido hijo Germánico, asesinado, y mis pobres nietos Nerón, Druso y Gemelo
asesinados, y mi hija Livila castigada por su maldad, por mi propia mano...
Ese fue el peor castigo que sufrí, ninguna madre sufrió uno peor —y mis cua-
tro nietas arruinadas, y este sucio e impío Calígula... Pero tú, lo sobrevivirás.
Creo que serías capaz de sobrevivir a un diluvio universal—. Su voz, serena al
principio, se había elevado a su habitual tono colérico y regañón.
—Madre —dije—, ¿no tienes una palabra de bondad para ofrecerme, ni si-
quiera en un momento como este? ¿Es que te herí o te desobedecí intencio-
nalmente alguna vez?
Pero no pareció escucharme.
—Encontrarás instrucciones escritas para el funeral. Presidirás el duelo. No
quiero oración fúnebre. Acuérdate de cortarme la mano para enterrarla por se-
parado, porque esto será un suicidio. No quiero perfumes en la pira. Y por una
vez en tu vida, trata de llevar a cabo la ceremonia sin errores. —Eso fue todo,

40. K. Menninger, El hombre contra sí mismo (Barcelona: D’editions, 1972).

86 • psicopatología básica

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