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NEGOCIOS SON NEGOCIOS

Todos hemos escuchado la


expresión “negocios son
negocios”. Sin embargo, rara vez
alguien se ha detenido a pensar en
su sentido. Pues, ¿qué significa
realmente esta frase? Si tratamos
de ver en qué contextos se da,
generalmente se asocia a algo así como “disculpa, te perjudiqué, pero cuando
hay un negocio de por medio todo es posible; lo siento”; o bien algo así como
“qué diablos, hay que sobrevivir”. De algún modo, es vanagloriarse o
beneficiarse de un negocio en el cual se ganó a costa de la credulidad del otro,
de la confianza previa, o de lo que estaba escrito con letra pequeña.

Pensar y actuar en los negocios y a veces en la vida misma de esta manera,


justificando todo porque “los negocios son negocios”, evidentemente desvincula
a la persona de toda ética. Es una frase que no tiene nada que envidiarle a la
famosa frase “el fin justifica los medios”; incluso más bien es una aplicación
particular del mismo principio. Es como decir que los negocios existen con
independencia de todo lo demás: la ética, la moral, los valores, los ideales, etc.,
lo cual lleva por lo tanto a considerar este tema directamente en el ámbito de la
ética.

En un distrito de Lurín, poniendo muebles de melanina, conocí un empleado


increíblemente arribista (trepador sería un término más correcto), que llegó a
desvincularse en forma voluntaria y negociada de su empresa. En los años que
estuvo ahí llegó a tener un gran acercamiento con el dueño, que terminó en
una amistad familiar. Sin embargo una vez que se retiró, montó su propia
empresa –y del mismo rubro que su ex patrón-, se llevó todo el conocimiento
que había adquirido, y se robó las bases de datos. De modo que empezó a
competir con su ex jefe. Increpado en un momento por el ex jefe, su
respuesta fue muy clara y contundente: “negocios son negocios”, le
expresó con una gran sonrisa de triunfo. Con esto justificaba todo. Pero
la historia no tuvo un final feliz, pues después de un par de años de
gozar de interesantes ganancias, comenzó a perder los clientes hasta
quedar “en la calle”. Terminó convertido en un estafador.

Desde luego un asunto como éste plantea todo un problema de ética, que es
susceptible de mucho análisis y formas de mirarlo. Incluso cada punto de vista
puede tener cierta razón. Por lo demás, en grandes corporaciones se
encuentran a veces con esta misma forma de ver los negocios. Por ejemplo,
hubo una serie de empresas norteamericanas que durante la segunda guerra
mundial, aún estando su país en guerra, siguieron vendiendo pertrechos
bélicos al ejército alemán. También se hizo público hace un par de décadas las
vinculaciones que supuestamente tenía el Banco del Vaticano con la mafia. Y
para qué decir de la venta de armas, como cuando un gran fabricante de
armas, acosado por un periodista que le planteó que sus bombas mataban
personas, justificó su proceder diciendo que “si yo no las fabrico otros lo
harán”. Y esto sin citar el caso de las tabacaleras, o de algunos laboratorios
farmacéuticos, que es ya emblemático. Nuevamente, negocios son negocios.

¿Pueden los negocios desvincularse de toda ética? ¿O puede el afán de lucro


pasar por alto toda consideración moral, amparándose en que “negocios son
negocios”?
Preguntas difíciles y espinudas, que requieren de estudio y análisis. En lo
personal, me inclino claramente porque los negocios estén dentro de un
marco ético. Y como estudiante, creo que quienes son capaces de
desvincular tan fuertemente su vida personal de sus negocios, viven una
incongruencia interna, casi un proceso de cierta alienación mental, que
tarde o temprano los llevará al colapso.
Por eso a título personal cuando realizamos un negocio siempre tenemos
que ser bien transparentes para que ambas partes queden satisfechos y
sin duda.

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