Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
El último cartucho
Ya sé que va a ser jodido, amigo mío. Sé que presentarse a una entrevista de
trabajo, a competir con otros más jóvenes y preparados, cuando tienes medio
siglo de almanaque y canas en la cabeza, no será el momento más feliz de tu
vida. Probablemente los fulanos de quienes depende tu destino sean niñatos de
diseño, de esos que se creen que siempre van a ser jóvenes, y listos, e
incombustibles, y desprecian a la gente sin adivinar que un día ellos mismos
estarán con el cuello en el tajo. Tu experiencia les importa una mierda, eso ya lo
sabes. Quieren jóvenes de veinte años sin cargas familiares, que hablen inglés y
que parezca que no van a envejecer ni a morirse nunca.
Y sin embargo, amigo, deberías leer la carta que me escribe tu hijo. Deberías
comprobar con qué ternura y respeto habla de ti. Cómo sufre al saberse
demasiado joven para serte útil, al no encontrar las palabras o los gestos
adecuados. Porque ya sabes cómo es: torpe, desmañado, con esos pelos largos y
siempre con la puñetera música a todo trapo. Con esas broncas que tenéis, y esa
forma de vida suya tan diferente a la de tus tiempos, que te parece la de un
marciano. Lo que no sabes es que cuando te ve derrotado en el sofá con la
cabeza entre las manos, le quema la boca y le laten las venas porque desearía
tener labia, ser capaz de ir hasta ti, tocarte, decirte lo que de veras piensa. Y lo
que de veras piensa es que tengas ánimo, viejo, que no eres tan viejo, maldita
sea, aunque él mismo te lo diga a veces. Que él no es tan crío ni tan bobo como
parece, que sabe fijarse en las cosas que ve, y que te ha visto trabajar, e
intentarlo una y otra vez, y querer a su madre y a él y a sus hermanos. Y sabe
que eres el mejor, rediós, que eres la mejor persona, el hombre más decente y
trabajador que ha conocido en su puta vida. Que eres su padre y lo serás
siempre, tengas curro o no lo tengas. Que las mejores lecciones de su vida se las
diste siempre no con lo que decías, haz esto o no hagas lo otro, sino con lo que él
te vio hacer. Y que cuando, tarde o temprano, tenga que cerrarte los ojos —y
ojalá te los cierre él— sin duda podrá decir en voz alta: “Era un buen padre y era
un hombre honrado”.
18 de abril de 1999
Publicado por Migmun en 22:42
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir con TwitterCompartir con
FacebookCompartir en Pinterest
Etiquetas: 1999, 1999-16 El último cartucho
25 comentarios:
Rober dijo...
Gracias por escribir este artículo ,Arturo . En su día me ayudó mucho ,y a
mis padres también.
Hoy , con menos pelo , yo trabajando , mis padres jubilados , sabiendo lo
que es el dinero , sigo llorando cada vez que leo esto.
Aunque no me conozcas , tienes un amigo en Bilbao que te debe una.
Anónimo dijo...
Gracias por este artículo. Solo me han salido lágrimas al pensar en mi
padre... espero que cuando lo lea le den los mismos ánimos que a mi.
Bletchey_Park dijo...
¡que bestia Don Arturo!, ¡que estoy llorando, joder!.De rabia, de impotencia,
de no poder hacer nada. Tengo la puñetera suerte de tener trabajo, pero que
coño, esta historia duele con la fuerza de varios miles de historias similares.
arturo dijo...
Pues sí, así es la miseria y la tragedia que muchos ciudadanos se ven
obligados y tienen que pagar por la ineficacia de un país, en donde sus
líderes no supieron planificar un futuro de antemano.
En donde casi todo el mundo vivía y vivió montado en una nube sin
retorno.!Una pena!.Me gusta tu articulo, basado en la amarga realidad. La
que muchos de nuestros ciudadanos están viviendo. Un cordial saludo;
De otro Arturo.//
Noemi dijo...
Gracias xq no me toca de nada pero me emociona, sin que tenga mas
cercanía con la situación que la pura empatía con el que sufre. Y como le
describes tan bien, se me saltan las lágrimas... Gracias...
Anónimo dijo...
Genial artículo, como todos los de Perez Reverte
Maria dijo...
Parece mentira,trece años han pasado desde que escribio este articulo y
vuelve a ser actualidad…Bonito y emotivo articulo,otro saludo desde Bilbao
M.Antonio dijo...
Extraordinario, me ha llegado a emocionar su lectura. Enhorabuena.
Anónimo dijo...
“Anónimo”, si, a eso queda reducida tu vida cuando no tienes nada que
contar, nada nuevo que experimentar. Los 13 años de este artículo así lo
demuestran.
Ese hondo penar que te acuchilla el alma y te desgarra por la impotencia
parece que nunca se va a marchar.
Por desgracia y por suerte, no tengo a nadie que me estruja la mano
dándome su infinito apoyo, porque así no sufro por ver otro corazón triste.
También tengo la suerte de no acallar lo que siento. Pero, ni aún así, “libre
de esos pesares”, me puedo desprender de este sentimiento que ahoga y te
condena a un futuro incierto, siempre duro, que no te ofrece estabilidad, y
sobre todo, que nos castiga llenándonos de una pena propia y ajena que no
te deja respirar, queriéndose llevar la dignidad que todos portamos para
desparramarla por algún lugar lejano y desconocido al que no poder llegar
para recuperarla.
¡Pues no!. Esto nunca ocurrirá porque siempre aparecerá alguien en
nuestras vidas que nos recuerde “quienes somos y lo que significamos”.
Gracias, Reverte, por hacerme llorar, pero con lágrimas de fuerza y ánimo.
Carlos Sánchez
Soledad dijo...
Que pena que estés toda tu vida trabajando y cuando llegas y los cuarenta y
tantos te digan que ya eres mayor y ves que para tu mismo trabajo cogen a
gente mucho más joven, sobre todo si el trabajo es de cara al público.
Yo trabajaba en el Casino Montesblancos en Alfajarín y cuando lo bajaron a
Zaragoza la nueva empresa echó a casi toda la plantilla. Que si éramos muy
caros (teníamos trienios y quinquenios), que si éramos muy mayores
(entramos con veinte y pocos y habían pasado veinte años, así que
rondábamos los cincuenta), que no quería parejas cuando en este trabajo
tan duro, trabajando noches y fiestas, la gente se relacionaba y salían
parejas. Y antes de que te dijeran que mejor que te fueras, vinieron unas
psicólogas para hacer entrevistas al personal. Y después de veintidós años
en la empresa, veías que no representabas nada para ellos y empezaron a
hacer cursillos para que entrara gente nueva y por supuesto joven. El
convenio que hicieron nuevo ya no recogería antigüedad, sólo se la
mantenían a los antiguos, así que los antiguos a la calle que a la larga
recuperarían la indemnización que nos dieron.
Y luego a buscar trabajo y sí, ya puedes tener experiencia, ya puedes hacer
cursos de la casa de la mujer o del INEM que con cincuenta años no te
quieren en ningún sitio. Como si a esa edad ya no se tuviera que comer.
Enhorabuena por el artículo que a pesar de los años sigue siendo actual con
el añadido de que ahora no hay trabajo ni para los jóvenes.
Anónimo dijo...
Gracias Arturo, mañana tengo mi entrevista y esto me da la fuerza para
enfrentarla sin temor.
Anónimo dijo...
Y cuando crees que nadie en este puto país se acuerda de nosotros, uno lee
esto y se emociona. Vaya si se emociona uno.
Anónimo dijo...
Recuerdo haber leído el artículo en su día; diecisiete años ya, y por desgracia
más en vigor que nunca. Yo tenía diecisiete años menos y me faltaban
dieciocho para llegar a la edad del protagonista. Me conmovió, sí, pero a los
treinta y seis eres un master del universo y crees que eso no te va a pasar a
ti, hasta que te pasa. A mí, por suerte, sólo ha sido una reducción a media
jornada (comeremos la mitad, pagare media hipoteca, compraré medio libro
de texto) y tengo una familia que puede ayudarme, pero esa sensación de
"no sé para que se presenta a este puesto de trabajo", agravado por la
infame costumbre de sólo recibir candidaturas a través de los portales de
internet, descartar tu candidatura en apenas unos minutos (cuando se
molestan en mirarla), y ni siquiera poner un mensaje tipo de
agradecimiento ya que le has contado tu vida a alguien que no conoces de
nada, te deja un resquemor en la tripa por verte como un cero a la izquierda
en una sociedad que cada día que pasa se acerca más al abismo de la
mierda, después de haber intentado, y conseguido casi siempre, espero, ser
una persona honrada y cabal, tal como te esforzaron tus padres en educarte.
No iré más allá criticando a quien te entrevista en ocasiones, jóvenes
víctimas de unos planes educativos impuestos por mediocres que creen que
la democracia es implantar su propia mediocridad, a los cuales una pátina
de sicología barata les da derecho a juzgar en minutos a alguien que tiene
callos donde no imaginan por haber bregado en una vida que ellos ni
siquiera tendrán la oportunidad de vivir.
SPSS
Anónimo dijo...
55 años pero con trabajó. Solo estuve algunos meses en el paro durante mi
vida laboral y lo pasé muy mal. Recuerdo en mi esa imagen de abatimiento
en el sofá. Trabajé cuando pude en lo que pillé. No podía con esa angustia.
Gran artículo. Saludos
Publicar un comentario