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FILOSOFÍA Y CIUDADANÍA. 1º BACHILLERATO.

IV. ¿CÓMO SABEMOS QUÉ ES VERDAD Y


MENTIRA?

7 y 8. SI NO LO VEO, NO LO CREO (LAS


EPISTEMOLOGÍAS EMPIRISTAS). SI NO ES
LÓGICO, NO LO CREO (LAS EPISTEMOLOGÍAS
RACIONALISTAS).
En este tema nos preguntamos en qué consiste y de qué depende el conocimiento
verdadero. En general, se admite que el conocimiento verdadero es aquél que refleja
fielmente la realidad. Ahora bien, dependiendo de lo que se entienda por realidad, se
afirmará que lo verdadero es el reflejo de cosas o hechos físicos, psíquicos, sociales...
(teorías inmanentistas del conocimiento), o bien que es el reflejo de ideas que están más allá
de los hechos (teorías trascendentalistas del conocimiento). La teoría inmanentista del
conocimiento es fundamentalmente el empirismo (y la teoría de la verdad como
correspondencia), que afirma que el conocimiento procede de la experiencia de los sentidos,
aunque también mencionaremos, dentro del inmanentismo, las teorías del constructivismo
social y el pragmatismo. La teoría trascendentalista del conocimiento es el racionalismo (y la
teoría de la verdad como coherencia lógica), que afirma que el conocimiento procede de la
razón. Ambas, empirismo y racionalismo, admiten una versión fuerte o monista, y una
versión más moderada o dualista (en la que el conocimiento es fruto de una combinación
entre la experiencia sensorial y el razonamiento, como por ejemplo ocurre en la ciencia
moderna). De todas ellas presentamos sus ideas principales y las dificultades o problemas a
que dan lugar.

1. EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO.

¿Cómo sabes lo que sabes? ¿Cómo sabes que lo que sabes es verdad?... Si respondes:
“simplemente lo sé”, todo lo demás es epistemología... La epistemología o gnoseología1 es la
rama de la filosofía que se ocupa de conocer el conocimiento. Y no es nada fácil. Si conocer
algo es ya un problema, imagináos lo que supone conocer el propio conocer 2...

Conocimiento y metaconocimiento.
Al complejo ejercicio reflexivo consistente en conocer el conocimiento podemos denominarle
“metaconocimiento”. Tanto en este caso como en otros el prefijo “meta” delante de una palabra indica que la
acción o cosa designada por la palabra se aplica o refiere a ella misma. Por ejemplo: “metalenguaje” significa
“lenguaje que se refiere al lenguaje mismo”, “metaconsciencia” significa “consciencia de la propia consciencia”,
etc.3

1
El término “gnoseología” se usa en la tradición filosófica para tratar del problema del conocimiento en general, mientras que el
término “epistemología” suele tener un significado más estrecho, pues se suele emplear para tratar el problema del conocimiento
científico o racional en particular. Nosotros, para simplificar, emplearemos el término “epistemología” con ambos significados, por
ser éste el más frecuente en la actualidad.
2
Supone, entre otras cosas, que el problema que intentamos resolver es, a la vez, ¡la herramienta que utilizamos para resolverlo! No
hay solución fácil para este problema... La única que se nos ocurre consiste en contrastar todo lo que descubramos acerca del
conocimiento con el propio proceso de descubrimiento, demostrando que no existen contradicciones entre lo que averiguamos en
torno al conocimiento y nuestro propia forma de averiguarlo...
3
Podríamos suponer que el metaconocimiento es una de las características propias al conocimiento humano que marcan la
diferencia con respecto al conocimiento animal Una prueba de esto mismo es la práctica ausencia de “progreso” cultural en el
conocimiento que poseen los animales (si observamos su conducta, casi invariable a lo largo de los siglos, llegamos a la conclusión
El epistemólogo se hace preguntas tales como: ¿Qué es conocer? ¿Cómo podemos
obtener verdadero conocimiento? ¿Cuáles son los límites del conocimiento humano? En
este tema nos ocuparemos de estas preguntas, referidas fundamentalmente al conocimiento o
saber racional.

1.1. ¿QUÉ ES CONOCER?

1. ¿Qué dirías tú que es conocer?


2. ¿Tiene relación el conocimiento con la verdad? ¿Un conocimiento falso es conocimiento?
3. ¿Es lo mismo opinar que saber?

Conocer consiste en mantener una idea verdadera de algo 4. Dicho de otro modo: conocer
consiste en lograr la identidad entre lo que pensamos que es algo y lo que realmente es ese
algo. Conocer es, por tanto, afirmar que “S es P” y que realmente S sea P. Un conocimiento se
da cuando se piensa o afirma, por ejemplo, que “la Tierra es redonda” y, además, la Tierra
resulta ser realmente redonda. Cuando ocurre esto decimos que nuestra afirmación es
verdadera u objetiva y que, por tanto, constituye un conocimiento.

Como veis, conocimiento y verdad son inseparables. Un conocimiento que no sea


verdadero es sólo apariencia de conocimiento 5. Esto no quiere decir que sólo hay conocimiento
cuando éste es absolutamente verdadero6. El conocimiento puede ser gradual. De este modo,
una afirmación representará más o menos conocimiento conforme más o menos verdadera sea.
Por ejemplo, afirmar que “Mérida es una población austriaca” parece algo más verdadero que
afirmar que “es un tipo de pez tropical”. O tener un conocimiento aceptable de una persona
después de tratarla durante un mes puede representar menos conocimiento que el que tengamos
después de tratarla durante un año. Etc.

Ahora bien, justamente porque el conocimiento y la verdad admiten gradación, no


podemos admitir que toda afirmación sea igualmente válida. Conviene así distinguir bien
entre el conocimiento y la mera opinión. No basta con que alguien opine algo para que su
opinión constituya un buen conocimiento. Si así fuera cualquier cosa que dijéramos sería igual
de verdadera, lo cual no es obviamente verdadero...

4. ¿Qué ocurriría si cualquier cosa que se dijera fuera igualmente verdadera? ¿Es esto lógico? ¿Nos conduce esta
hipótesis al absurdo? Explícalo.

1.2. EL PROCESO DE CONOCIMIENTO. DESCUBRIMIENTO, HIPÓTESIS Y


JUSTIFICACIÓN.

5. Define los siguientes términos: abstraer; concebir; analizar; sintetizar; razonar.


6. ¿Qué es una hipótesis?

de que sus conocimientos –que son lo que determina la conducta— tampoco deben haber variado: siempre poseen
fundamentalmente los mismos). ¿Estará esto relacionado con la incapacidad para el metaconocimiento? El metaconocimiento
supone tener plena consciencia de la distinción entre conocimiento (representación) y realidad y, por ello, de la noción de error o
falsedad (representación desajustada con respecto a la realidad) así como de su contraria, la de verdad (representación ajustada a la
realidad). Precisamente, esta consciencia tanto de la posibilidad del error como del acierto en la actividad representativa es lo que
motiva el esfuerzo por mejorar el conocimiento que se posee y, así, de progresar...

4
A esa idea que tenemos se le llama “proposición”, y a su expresión lingüística se le llama “enunciado”
5
Aunque el que mantenga ese “conocimiento” no se de cuenta de su error y crea que posee realmente conocimiento.
6
En verdad, un conocimiento absolutamente verdadero ya no sería propiamente conocimiento, sino que sería la realidad misma
(con la que mantendría tal identidad que el propio conocimiento “desaparecería”). Del mismo modo, un conocimiento
absolutamente falso tampoco sería conocimiento, pues en él ni siquiera se representaría a la propia ignorancia (como cuando digo
“que sólo se que no se nada”). El conocimiento está siempre entre la verdad absoluta (el Ser) y la falsedad absoluta (que es
imposible, pues incluso la falsedad absoluta habría de ser “verdadera” falsedad absoluta).
Aunque el conocimiento consiste fundamentalmente en realizar una afirmación que des-
criba adecuadamente la realidad, dicha afirmación es tan sólo la parte central de un complejo
proceso que incluye otras acciones, tanto antes como después de que se dé tal afirmación. A las
acciones que suelen ocurrir antes se las comprende dentro de la denominada “fase de descubri-
miento”. Y a las acciones que ocurren después dentro de la llamada “fase de justificación”.7

La fase de descubrimiento recoge un gran conjunto de actividades cognoscitivas: percibir,


recordar, imaginar, abstraer y concebir, creer, tener ideas, ordenar, analizar, sintetizar,
comparar 8, razonar, intuir 9, etc. Y también conductas observables como registrar datos,
dialogar, realizar observaciones o experimentos más o menos informales, etc. En esta fase
no suele haber ninguna regla ni método claro, e incluso parte de la misma puede ser
inconsciente10. En ella se combinan una cierta acumulación de experiencias e ideas previas (a
veces prejuiciosas o dogmáticas)11 con el ingenio e intuición del “descubridor”. El momento
cumbre de este proceso llega con el “descubrimiento”12 de una hipótesis explicativa, es
decir, de una afirmación que parece describirnos cómo son las cosas...

La fase de justificación se refiere al esfuerzo sistemático por el que intentamos


demostrar que nuestra hipótesis es verdadera 13. Y es aquí donde comienza el problema
fundamental del conocimiento: el problema de la verdad. ¿Cómo podemos estar seguros de que
una afirmación es verdadera? Si, por ejemplo, creemos haber descubierto que “la Tierra es
esférica” o que “en un triángulo los lados opuestos a dos ángulos iguales son también iguales”,
¿cómo podemos demostrar que tales creencias son verdaderas?.. Hay varios modos de
intentar justificar o demostrar que una creencia o hipótesis es verdadera. Cada uno de estos
modos se corresponde con una teoría distinta del conocimiento y la verdad.

La fase de descubrimiento y la fase de justificación.


Podemos dar algunos ejemplos muy sencillos. Imaginad un detective que ha de encontrar al responsable de un
crimen. Lo primero que hace es acumular datos, hablar con unos y con otros, ser muy observador y analizar y
resumir toda esa información. Casi a la vez, ayudándose de la memoria, la imaginación y el razonamiento va
buscando alguna idea acerca de quién pueda ser el asesino. Todo esto es la fase de descubrimiento. Esta fase
culmina con la formulación de una (o más) hipótesis. Por ejemplo: “creo que el asesino es el mayordomo”. Una
hipótesis es una afirmación que pretende ser verdadera pero que todavía no estamos seguros de que lo sea. Y aquí
comienza la fase de justificación, que consiste en probar que nuestra hipótesis es verdadera. En esta fase nuestro
detective tendría que “probar” que el mayordomo es, en efecto, el asesino, utilizando argumentos lógicos, pruebas
visibles, etc. El funcionamiento de la ciencia no es muy diferente de todo esto. Imaginemos, por ejemplo, el trabajo
de un astrónomo. Este astrónomo está recogiendo datos acerca de cierta región del universo (objetos visibles, su
movimiento y velocidad, la intensidad de su luz, etc., etc.). Analiza esos datos y con ellos en la memoria y con la
ayuda de sus conocimientos formula una hipótesis que le parece creíble: “en la proximidades de la estrella X hay

7
Hay que añadir que la distinción entre fase de descubrimiento y de justificación es tan sólo una herramienta de análisis. En la
práctica tal distinción no es nada fácil de establecer. En los saberes racionales, como la ciencia, la fase de descubrimiento puede ser
en parte tan sistemática (por ejemplo, en la recogida de datos) como la fase de justificación. Y, de otro lado, la fase de justificación
puede ser en parte tan irregular (por ejemplo, en el momento en que hay que descubrir qué experimentos o demostraciones serían
necesarios para justificar una afirmación) como la fase de descubrimiento.
8
Así, la hipótesis ondulatoria acerca de la naturaleza de la luz se la sugirió al físico Christian Huyghens (1229-1695) la comparación
con las olas.
9
Muy en general, intuir quiere decir comprender la relación entre dos o más ideas.
10
He aquí una narración de cómo el químico August Kekule (1829-1896) llegó a descubrir su hipótesis sobre la estructura
molecular del benceno. El propio Kekule nos cuenta que había intentado durante mucho tiempo hallar dicha estructura, hasta que
una tarde, mientras dormitaba frente a la chimenea, halló la solución. Contemplaba las llamas y le parecía ver átomos que danzaban
serpenteando. De repente, una de esas serpientes se asió la cola y formó un anillo, y luego giro burlonamente ante él. Kekule se
despertó de golpe: se le había ocurrido la idea –ahora famosa y familiar— de representar la estructura molecular del benceno
mediante un anillo hexagonal ( Cf. en C.G. Hempel Filosofía de la ciencia natural. Ed. Alianza. Madrid, 1973.).
11
Por ejemplo, el físico Christian Oersted (1777-1851) formuló su hipótesis acerca de la vinculación de la electricidad con el
magnetismo bajo la influencia de creencias como la de que todo en la naturaleza se caracteriza por la dualidad o polaridad positivo-
negativo, y la de que todas las fuerzas naturales están interconectadas. Es célebre, la obsesión religiosa de Kepler y otros científicos
por demostrar que el mundo era una creación matemáticamente perfecta de Dios.
12
El “insight” o “ajá” que describen a veces los psicólogos.
13
Se atribuye a los antiguos griegos el origen del interés por la justificación racional de los conocimientos, que en civilizaciones
coetáneas o más antiguas constaría tan sólo de un conjunto acumulado de fórmulas “prácticas” para resolver problemas cotidianos, y
cuyo fundamento teórico estaría aún ligado a explicaciones míticas. El modo de justificación racional o demostrativa es, desde
entonces, el propio de la ciencia y la filosofía. Gracias a él es posible desvincular al conocimiento de los contextos concretos y
elevarlo al nivel de abstracción necesario para el logro de la máxima objetividad.
un planeta”. Aquí acaba la fase de descubrimiento, pero no la tarea del astrónomo. Para que la hipótesis sea un
verdadero descubrimiento ha de justificarse la verdad de dicha hipótesis. En este caso el astrónomo tendría que
presentar pruebas lógicas (la demostración matemática de que según sus cálculos astronómicos ha de haber un
planeta junto a la estrella X) y empíricas (nuevas observaciones todo lo precisas posibles que confirmen la
existencia de dicho planeta).

2. EL PROBLEMA DE LA VERDAD.

7. ¿Qué te interesa más: la verdad o justificar a toda costa lo que ya tienes “metido en la cabeza”?
8. ¿Cuándo dirías tú que una afirmación es verdadera?

¿Cuándo dirías tú que una afirmación es verdadera? ¿Crees que basta con aseverarla
con autoridad? ¿O con que todo el mundo lo diga? ¿O con que tú estés seguro y sientas que es
verdad?... Si has respondido que sí, tendría que poder responder a estas otras preguntas: ¿De
dónde procede la autoridad con que alguien habla? ¿Por qué todo el mundo dice lo que dice?,
¿Por qué está alguien seguro y siente que es verdad lo que se dice?... La respuesta de todas ellas
es la misma: “porque es verdad”. Por lo que hemos de volver a preguntar: ¿cómo sabemos que
lo es?, ¿qué es la verdad? Hay varias respuestas posibles a esta pregunta, y cada una de
ellas es una teoría de la verdad.

Dado que la verdad consiste en la identidad entre lo que afirmamos (es decir, la proposición
o enunciado) y la realidad14, las teorías sobre la verdad dependerán en gran medida de lo que
se entienda que es la realidad. Esto quiere decir que las distintas teorías sobre la verdad están
relacionadas con las teorías metafísicas que hemos estudiado en el tema anterior.

3. TEORÍAS INMANENTISTAS DE LA VERDAD.

3.1. EL EMPIRISMO Y LA TEORÍA DE LA CORRESPONDENCIA.


9. Busca información acerca del empirismo y de los filósofos empiristas más famosos: Locke, Hume y Berkeley 15.

El empirismo es una teoría general sobre el conocimiento que afirma que éste procede
en todo o fundamentalmente de la experiencia16 de los sentidos. Esto es coherente con que se
crea que la realidad es la materia (inmanentismo), pues es lo sujeto al espacio y al tiempo lo que
justamente puede verse, tocarse, etc. Más allá de esta realidad sensible no hay nada, por lo que
cuando una persona “viene” a este mundo viene sin ningún conocimiento: su mente o cerebro
es una “tabla rasa” que se ira “llenando” de conocimiento conforme sus ojos, oídos, etc., le
vayan suministrando información (información sensorial que se “imprimirá” en la mente
formando percepciones, de manera que a partir de ellas la misma mente generara imágenes,
conceptos e ideas; a tales conceptos e ideas se les adscribirán además distintos signos –el
lenguaje— para así poder comunicarlos y pensarlos más fácilmente). El conocimiento es, pues,
“a posteriori”, producto de la experiencia...

El origen de las ideas según el empirismo.


Según el empirista, el proceso del conocimiento es como sigue. La mente recibe, a través de las sensaciones, cierta
información luminosa, olorosa, etc., ordenada de cierta forma peculiar, que al imprimirse en la mente generará una
percepción, percepción que, además, quedará en la memoria como una imagen. Cuando la mente descubra la
similitud entre varias imágenes parecidas, generará por abstracción el concepto o idea de “vaca”, a la que, además,
se le adscribirá una “etiqueta” lingüística (el nombre “vaca”). A su vez, varios conceptos o ideas pueden
comprenderse bajo conceptos aún más generales o abstractos (por ejemplo: “vaca”, “caballo”, “gallina” y otros

14
Más exactamente: la verdad suele definirse como la propiedad de aquellas proposiciones o enunciados que reflejan fielmente la
realidad.
15
Berkeley es un raro caso de empirista mentalista (no materialista).
16
El término “empirismo” se deriva del griego “empeiría”, que se traduce por “experiencia”. A veces se le da otros nombres, como
fenomenismo, sensualismo, etc.
bajo el concepto de “mamíferos domesticados”, etc.). De otro lado, combinando conceptos pueden empezar a
construirse juicios o proposiciones: “esto es una vaca”, “las vacas son animales mamíferos”, etc. Lo importante es
aquí recalcar que todo el proceso parte de la experiencia de los sentidos. El empirista más moderado tiende a
admitir, no obstante, que ciertos conceptos o ideas (sobre todo, las ideas matemáticas o lógicas), dado que parecen
necesaria o eternamente verdaderas, no se pueden explicar como provenientes de la experiencia (que es siempre
contingente y temporal).

Al empirismo le corresponde la teoría de la verdad como correspondencia, según la cual


una afirmación es verdadera cuando lo que en ella se representa se corresponde con
hechos observables (es decir: “sólo me creo lo que veo o experimento”). Por ejemplo: el
enunciado “los leones son animales territoriales” es un enunciado verdadero si podemos
observar que los leones son animales territoriales. El modo de asegurarnos de que esta
correspondencia se da es, de un lado, la correcta comprensión del enunciado y, del otro, la
observación de que lo que ocurre en el mundo es lo mismo que lo que decimos o
representamos en el enunciado. Dicha observación está sujeta (en el caso de la ciencia, y
como estudiamos en el tema 2) a ciertos “controles”, con el fin de asegurar que sea lo más
rigurosa y menos subjetiva posible.

A la verdad producto de la correspondencia del enunciado con los hechos se le llama de


muchas maneras: “verdad material”, “verdad de hecho”, “verdad empírica”, “verdad a
posteriori” (pues su obtención o comprobación es “posterior” a la experiencia), etc.

Además, hay que tener en cuenta que estas verdades pueden adecuarse a los hechos de
un modo directo, como cuando manejamos enunciados muy particulares del tipo: “El león
número 53 se muestra en este momento (a las 17 horas del día 3 de enero de 2009) y lugar (la
zona al oeste del río tal en el Parque natural X de Tanzania) irritado por la presencia de otro dos
leones a 150 metros de él” (a estos enunciados se les llama “protocolarios” u
“observacionales”). Pero hay enunciados, más generales, que se adecuan a los hechos de un
modo más indirecto. Tales enunciados se concluyen a partir de un razonamiento inductivo.
Por ejemplo, el enunciado “Los leones son animales territoriales” sería verdad en cuanto se
extrae inductivamente (por generalización) a partir de una suma considerable de enunciados
observacionales (como el del ejemplo de arriba) que son los que se relacionan directamente con
los hechos.

La inducción.
Al proceso por el cual afirmo la verdad de un enunciado general (del tipo “ Toda agua hierve siempre a 100
grados”) a partir de una cierta cantidad de enunciados observacionales más particulares (del tipo “El agua de la
probeta número tal ha hervido hoy al alcanzar los 100 grados medidos por el termómetro tal”...) se le llama
inducción. La inducción es un modo de razonamiento por el cual afirmo que si en n enunciados observacionales
(siendo n mayor que 1), obtenidos en experimentos adecuadamente diseñados, se afirma que m individuos (siendo
m mayor que 1) de una misma clase (por ejemplo, individuos de la clase de los cisnes o de la clase de las masas de
agua) cumplen las propiedad P (por ejemplo, ser blancos o hervir a los 100 grados), puedo concluir que todos los
individuos posibles de esa clase (por ejemplo, todos los cisnes o cualquier masa de agua) cumplen con dicha
propiedad P (es decir, que Todos los cisnes son blancos o que Toda agua hierve siempre a 100 grados). La
inducción es muy utilizada en la ciencia moderna y consiste en justificar la verdad de un enunciado no observable
ni experimentable (yo no puedo observar que todo posible cisne sea blanco, ni que toda posible cantidad de agua
hierva siempre a 100 grados) en base a una suma considerable de enunciados observables más particulares (Este
cisne que vemos es blanco; aquél cisne que vimos ayer era blanco, etc.).

Problemas del empirismo y la teoría de la verdad como correspondencia.

El empirista (al menos, el más monista o radical) afirma que todo conocimiento y verdad
depende de la experiencia sensible. ¿Pero cómo sabe que esto mismo es verdad? Experiencia
sensible sólo tenemos de las cosas materiales, pero justamente la teoría empirista no es una cosa
material. ¿Cómo podríamos entonces asegurar que es cierta esta teoría, o cualquier otra
teoría o idea?
El empirismo tendría que dejar fuera todo conocimiento obtenido a través de razona-
mientos (como por ejemplo las matemáticas). El empirista suele replicar que este tipo de co-
nocimiento racional o lógico se debe en el fondo a una abstracción mental (con ayuda del len-
guaje) a partir de la experiencia17. Ahora bien, la única abstracción mental que cabe a partir de la
experiencia depende de la generalización o inducción 18; pero la inducción proporciona sólo ver-
dades probables o contingentes (son verdaderas ahora pero quizás mañana no), y las verdades
matemáticas no son probables, sino necesarias (son verdaderas siempre y en todo lugar). Por
eso, los empiristas más dualistas afirman que ciertos conocimientos (como los matemáticos) son
independientes de la experiencia, si bien no saben explicar cómo es posible un conocimiento no
procedente de la experiencia (¿A qué realidad tendrían que corresponder las ideas matemáticas
para ser verdaderas?...).

Si las personas “vinieran” al mundo con la mente o el cerebro “en blanco”: ¿podrían apren-
der algo? Aprender es comprender y asimilar algo nuevo. Pero cuesta trabajo creer que se pueda
comprender o asimilar algo sin contar con ninguna idea previa en la que comprender o con la
que asimilar19 lo nuevo. Si alguien careciera de toda idea previa ¿podría entender algo –por
muy simple que fuera— que le explicáramos? ¿Podría tener alguna experiencia? (ver, oír,
tocar “algo”...)... Los empiristas más moderados afirman que las personas vienen al mundo do-
tadas de un mínimo aparato lógico que les permite recibir sus primeros conocimientos empíricos
(sobre los que luego monta todos los demás). Pero entonces los problemas se multiplican: ¿de
dónde sale ese “aparato lógico”? ¿Si ese mínimo “conocimiento” lógico no responde a la expe-
riencia, cómo es que es la condición para aprender de la experiencia?...

Si el conocimiento dependieran de las sensaciones sería tan cambiante como ellas.


Pero cualquier conocimiento o verdad se precia de sobrevivir al tiempo, de no cambiar (Si el
enunciado “Ahora estoy leyendo estas palabras” es verdadero, lo será siempre 20, nunca
cambiará), mientras que las sensaciones son puro tiempo, jamás se detienen o dejan de
cambiar21. ¿Podrán entonces nuestros enunciados verdaderos depender o ser el reflejo de las
sensaciones, como afirma el empirista?

Se supone que las sensaciones nos informan de cómo son las cosas reales (para así
comprobar si coinciden o no con lo que decimos de ellas). ¿Pero es esto posible? Las cosas,
hechos o sucesos reales de los que supuestamente nos informan las sensaciones son los
propios al mundo material, pero en éste todo está continuamente cambiando y todo carece
de límite o unidad, por lo que en él no puede haber nada delimitado como “cosa”, “hecho”
o “suceso”... Tampoco esa unidad la puede “poner” la sensación en sí, pues ésta es también
cambiante y plural... Por otra parte, el empirista supone que esas supuestas “cosas reales” son la
causa de las sensaciones. Pero aquí está introduciendo un elemento muy problemático: la
causalidad. Los empiristas más conscientes y coherentes afirman que la causalidad en sí no es
algo experimentable por los sentidos, por lo que no podemos contar con ella para explicar el
conocimiento22...

Suponiendo que las sensaciones nos informasen de cómo son las cosas, ¿cómo sabríamos
que esas cosas que vemos, oímos, etc., no son creación de la propia mente (como
suponemos que ocurre en los sueños, las alucinaciones, etc.)? Aquí podemos recordar los

17
La matemática sería, por ejemplo, el fruto de una abstracción a partir de nuestro trato con la realidad sensible, que es en sí misma
plural y extensa (del trato con esa pluralidad provendría la aritmética, y del trato con esa extensión la geometría).
18
Así, para el empirista, de la suma de experiencias consistente en comprobar que dos árboles y otros dos constituyen cuatro
árboles, y que dos casas y otras dos conforman cuatro, etc., obtendríamos por inducción que toda suma de todo dos con cualquier
otro dos da como resultado cuatro...
19
Aunque sea transformándose ella misma
20
En todo momento será verdad que en tal momento estaba leyendo esas palabras
21
O dicho de modo: a las sensaciones las concebimos intemporalmente como algo puramente temporal.
22
En rigor, no sólo la “causa” es algo inmaterial inexperimentable por los sentidos, también lo es la “cosa” en sí, la “sensación” en
sí (¿Alguien ha visto a la “cosa” o ha experimentado la “sensación”?..)...
argumentos contra el mentalismo, pero aún así tales argumentos no aseguran la existencia del
mundo físico23...

De otro lado, si el conocimiento dependiera de las puras sensaciones, todo


conocimiento tendría el mismo valor, pues en cuanto a sensaciones no es mejor un
conocedor que otro: un científico ve más o menos igual que una persona iletrada. Incluso no
habría diferencias fundamentales entre el conocimiento animal y el humano, pues los animales
también ven (algunos incluso parece que mejor que nosotros). También tendríamos que afirmar
que un ciego de nacimiento habría de ser, por principio, menos sabio que alguien que viera...
Ahora bien: ¿todo esto no parece absurdo?

Otro problema del empirismo es que su criterio de verdad parece conducir a la subjetividad
más extrema. Si lo verdadero depende de lo que veo o experimento con los sentidos, dado que
tal experiencia es personal e intransferible, la verdad o el conocimiento fundado en ella no
podría ser objetivo como se pretende, sino más bien subjetivo, parcial, etc.

Ante estas dos últimas objeciones el empirista acabará reconociendo que la experiencia
sensible no es pura sensación, sino una sensación relacionada con ideas o interpretaciones.
Así, un astrónomo que maneje buenas interpretaciones acerca de lo que puede verse en el cielo
“verá” más y mejor lo que hay en el cielo que alguien que no sepa de astronomía. Y así, la
experiencia sensorial subjetiva podrá traducirse a palabras (a significados o ideas), de manera
que la observación puede ser compartida y contrastada y no sea ya meramente subjetiva. Ahora
bien, todo esto supone multitud de problemas para el empirista. En primer lugar: ¿Cómo
pueden relacionarse las sensaciones (que son cambiantes y supuestamente generadas por
el mundo material) con las ideas (que no cambian ni tienen naturaleza material)? ¿Cómo
se puede traducir la sensación a lenguaje? (Si esta traducción fuese posible, la sensación o la
materia serían reducibles a idea o forma, lo cual ha de resultar inaceptable para el empirista,
que es un inmanentista)24. En segundo lugar, si lo que veo depende de ideas (y así parece que es,
pues ¿cómo sé qué es lo que estoy viendo? ¿Vería yo un león si no tuviera previamente la idea
de león?), el conocimiento no es tan “empírico” como parecía. Lo que vemos no serían
“hechos” neutros, sino “algo” (¿) 25 determinado por las ideas que tenemos. En suma: si vemos
en función de nuestras ideas, la verdad no podría ser la relación entre las ideas y lo que
vemos, pues lo que vemos también sería en cierto modo idea. La verdad sólo podría ser
entonces una relación entre ideas; pero esto es, justamente, la ruina del empirismo.

¿Veo lo que pienso?


¿Podemos realmente decir que exista una observación aséptica de las “cosas”? ¿Lo que vemos son “hechos”
independientes de nuestras ideas e interpretaciones? ¿O más bien vemos lo que vemos en función de los conceptos
o ideas que tenemos en la mente? ¿Alguien que carezca del concepto o idea de “ordenador” podrá ver
ordenadores? ¿O verá “extraños objetos que desprenden luces” o algo así (y siempre que posea los conceptos de
“extraño”, “objeto”, “luz”, etc.)?... Por cierto: qué ocurriría si las ideas que tengo en la mente son incorrectas. Si
tuviera una idea errónea de lo que es un león o de lo que es la territorialidad de los animales: ¿estaría realmente
viendo leones que manifiestan conductas territoriales? Mientras el empirista mantenga que la verdad depende de lo
que se ve y no atienda a las ideas con que interpreta lo que ve, su “verdad” sólo será más o menos subjetiva,
probable, errónea26...

23
En realidad, las cosas, no pueden ser creación de la mente porque la mente también carece del límite y la permanencia (es decir,
de la unidad) que han de tener las cosas. Además, si todo lo creara la mente, la mente no admitiría distinciones (no habría deseos no
cumplidos, ni conocimientos falsos, por ejemplo). Ahora bien, aunque estos argumentos nos obligan a “salir” fuera de la mente, no
nos obligan a aceptar la realidad física; de hecho, el mundo físico también carece (podríamos decir que más aún que el mundo
psíquico) de la unidad que han de tener las cosas reales.
24
En rigor, este es el problema nuclear de la teoría de la verdad como correspondencia. Esta supone que la verdad es la identidad
entre lo pensado y lo observado. Pero esa “y” ¿es algo pensado u observado? La “identidad” entre idea y hecho, ¿es algo ideal o es
un hecho?...
25
¿Pero podríamos, incluso, ver “algo” sin contar con la idea o forma de lo que es “algo”?
26
Así, por mucho que nos cuidemos de que un experimento sea riguroso definiendo y controlando las variables, realizando registros
cuantitativos exactos, repitiéndolo, etc., mientras el criterio fundamental de verdad sea la experiencia sensible (y no, por ejemplo,
las definiciones) el experimento no podrá reportar un resultado seguro. La razón es que mientras no atendamos a las definiciones
éstas pueden ser incorrectas. Además, las experiencias sensibles nunca son exactamente repetibles; el acuerdo entre observadores
puede ser fruto de un error de interpretación colectivo; etc.
Otro problema grave del empirismo y de la teoría de la verdad como correspondencia
tiene relación con la inducción. La mayoría de los enunciados empíricos se obtienen por
inducción, es decir, por una generalización a partir de un cierto número de observaciones (o
mejor, de enunciados observacionales). Ahora bien, ¿cuántas observaciones harían falta para
lograr una conclusión segura? La respuesta debería ser todas, puesto que lo que la conclusión va
a afirmar es que todo X (todo león, por ejemplo) es Y (tiene una conducta territorial...). Ahora
bien, esto nunca es posible. Por muchas observaciones concretas que acumulemos acerca, por
ejemplo, de la territorialidad de los leones, nunca podremos acumularlas todas (por ejemplo, las
observaciones sobre los futuros leones son imposibles), por lo que nuestra generalización será
siempre inexacta, aproximada, y dará lugar no más que a una verdad probable. Pero
además, esto último que hemos dicho (la probabilidad de las verdades empíricas), ¿no habría de
ser también una verdad empírica y, como tal, también probable?... 27

Verificación y falsación.
El método normal de justificar una verdad empírica es buscando un gran número de enunciados observacionales
que la confirmen por inducción. Por ejemplo, si quiero justificar que “todos los mamíferos tienen pelo”, he de
reunir un número considerable de observaciones en las que resulte evidente que tal o cual mamífero posee pelo. A
esto se le llama “verificación”. Ahora bien, como acabamos de decir, esto no proporciona más que un
conocimiento (infinitamente) probable. Frente a este problema, algunos epistemólogos, como K. R. Popper, han
propuesto la llamada teoría de la falsación. Esta consiste no en buscar observaciones que verifiquen una hipótesis,
sino, todo lo contrario, en buscar observaciones que la desmientan o falseen. Así, en lugar de buscar mamíferos
con pelo, lo que habríamos de hacer para justificar que “todos los mamíferos tienen pelo” es ¡buscar mamíferos sin
pelo! La explicación es muy sencilla: si buscamos mamíferos con pelo (verificación) nunca podremos estar seguros
de que la hipótesis es verdadera (pues por muchos que encontremos nunca podremos observar a todos los
mamíferos posibles). Pero si buscamos mamíferos sin pelo (y con uno sólo basta), podremos estar totalmente
seguros, al menos, que la teoría es falsa (pues aunque ningún número de casos basta para completar una inducción,
para eliminarla basta con un solo caso de signo negativo). En suma, la falsación parece que hace avanzar más
rápido a la ciencia saltando por encima del problema de la inducción. Buscando aquello que desmiente un
conocimiento (en lugar de aquello que lo confirma) 28, podremos saber más rápidamente y con total seguridad si un
conocimiento o teoría es falso. Pero sólo eso. De su verdad seguiremos sabiendo sólo en términos de probabilidad.
Pues aunque un conocimiento o teoría resista sucesivos intentos de falsación (y esto es lo que significa que dicha
teoría es “verdadera”) tales intentos son tan potencialmente infinitos como los intentos de verificación, por lo que
volveríamos, de nuevo, al campo de la probabilidad...

3.2. EL CONSTRUCTIVISMO SOCIAL Y EL RELATIVISMO.


10. ¿Hasta qué punto crees que lo que crees verdadero está determinado por la sociedad y la época en las que vi -
ves?
11. ¿Crees que la verdad es relativa a cada cultura y época (o incluso a cada persona en cada momento)? ¿Qué con-
secuencias tendría esta creencia caso de ser verdadera?

El constructivismo social afirma que la verdad es, en el fondo, fruto de una convención (o
construcción) social o cultural. Según esta teoría una idea o proposición será verdadera
cuando coincida con las ideas que determinado grupo cultural, en determinada época, ha
establecido como verdaderas. Por ejemplo. Las ideas de que “todos los hombres son iguales
ante la ley”, o de que “Canadá es un país al norte de EE.UU.”, serían verdaderas (en nuestra
sociedad) porque coinciden con ideas ya previamente establecidas como verdades.

El constructivista estaría de acuerdo en que no hay hechos empíricos puros, pues la


observación depende de las ideas previas del observador. Pero añade que tales ideas previas

27
Y esta última verdad también, y así indefinidamente, con lo que la probabilidad “tendería a cero” (esto es: a la imposibilidad de la
verdad). De otra parte, si fuésemos “coherentemente” empiristas (Aunque: ¿Hasta qué punto puede creer un empirista en algo como
la “coherencia”? ¿Se corresponde tal cosa con algún hecho observable?) habríamos de asumir que la regla lógica de la inducción es
también una verdad empírica, pero: ¿Con que hecho se corresponde tal regla lógica? ¿Tendríamos que demostrar inductivamente la
verdad de la regla inductiva?...
28
Y teniendo en cuenta que si un conocimiento o teoría no es desmentible o falsable no es ningún conocimiento ni teoría. Esto lo
decía Popper de teorías como el psicoanálisis o el marxismo que, según él, tenían “respuesta para todo”.
están a su vez determinadas por la cultura y la época a la que el observador pertenece 29.
Así, si un empirista replicara que la idea de que “Canadá es un país nórdico” es verdadera
porque coincide con “hechos” (podemos observar que Canadá es un país situado en el
hemisferio norte, dirá), el constructivista le respondería que “observa” tal cosa porque en su
cultura predomina cierta idea de lo que es un país y ciertas ideas de lo que es el norte y el sur
(ideas que podríamos cambiar, con lo que los “hechos” que veríamos y las verdades que
admitiríamos serían otras).

Ahora bien: ¿en qué se basa una sociedad para establecer ciertas ideas como
verdaderas? Las respuestas que suele dar el constructivista aluden a la costumbre o, sobre
todo, a la “utilidad social”. Así, las ideas convenidas como ciertas en una cultura serán
aquellas que contribuyan a mantener o justificar el orden económico, social, político, etc.,
relativo a dicha cultura. Por ejemplo, en una sociedad autoritaria y patriarcal será muy útil para
mantener o justificar el orden social establecer la filiación divina del gobernante o la condición
inferior de la mujer como ideas verdaderas.

Los constructivistas más radicales aplican su teoría a todo tipo de verdades,


incluyendo a las ideas científicas, matemáticas o lógicas. Así, las proposiciones “el hombre
desciende de los primates” o “dos más dos son cuatro”, serían también verdaderas en cuanto en
nuestra cultura se han establecido como válidas ciertas teorías antropológicas y matemáticas (y
no otras). En una cultura distinta (por ejemplo, en una en que la religión fuese socialmente más
valorada) la idea de que el hombre desciende de los primates (y no es una criatura de Dios) sería
falsa...

Parece claro que el constructivismo conduce al relativismo epistemológico. Es decir: a


la idea de que la verdad es relativa a cada cultura y época, y que, por tanto, no hay ninguna idea
que tenga que ser necesariamente verdadera para todas las culturas 30. Puede haber tantas
verdades como grupos sociales y épocas históricas. ¡Y todas son verdaderas! Esto quiere
decir que no hay verdades objetivas. O que la “objetividad” es también una creación social,
esto es: una creación subjetiva, entendiendo aquí como sujeto no al individuo, sino al grupo
social (por lo que más que subjetiva tendríamos que decir que la verdad es, para esta teoría,
inter-subjetiva)31.

Problemas del constructivismo social y el relativismo.

Según esta teoría la verdad no dependen de hechos observables, sino de ciertas ideas
determinadas como verdaderas en función de circunstancias históricas y culturales
(circunstancias sociales, económicas, políticas, etc.). Ahora bien: ¿qué son estas circunstancias
para el constructivista sino “hechos”?32 No se puede decir –como hace el constructivista— que
no hay hechos objetivos porque todo depende de interpretaciones culturales, y luego añadir
que las interpretaciones culturales dependen de hechos sociales, económicos, políticos, etc.
(que se supone que determinan –de forma objetivamente cierta—las ideas y verdades de un
grupo social). En otras palabras: para el constructivista toda idea o teoría es una “creación”
cultural, menos su propia idea o teoría constructivista. Ninguna ciencia es objetivamente
verdadera para él, menos la suya propia, que es un tipo de sociología o antropología cultural
que explica objetivamente el carácter subjetivo o inter-subjetivo de todas las ciencias, pero no

29
Así, como las ideas dependen de las circunstancias sociales, económicas, políticas, religiosas, etc., de tal grupo social en tal o cual
época, los individuos verán “cosas” distintas según pertenezcan a una cultura u otra, y a una época u otra
30
En otras palabras: no hay ningún criterio de verdad que trascienda toda cultura (espacio) y epoca (tiempo).
31
Esto es coherente con la teoría de que no hay “hechos” observables que no dependan de ideas y con que las ideas sean creaciones
culturales. Si esto es así está claro que no hay una realidad “fuera” del grupo social (de la mente colectiva, cabría decir) con la que
contrastar lo que pensamos, por lo que nuestras proposiciones no podrían ser verdaderas más que subjetiva o inter-subjetivamente.
32
Si tales circunstancias sociales, económicas, etc., no fueran hechos, sino también ideas o interpretaciones, o si las circunstancias
culturales determinantes fueran de tipo ideológico y no económico, político, etc., el argumento del constructivista nos conduciría al
infinito, ¿pues qué determinaría a su vez tales circunstancias ideológicas?...
de sí misma. Esa excepción carece de justificación racional (más bien atiende al prejuicio
metafísico de que la realidad es lo mismo que el entorno social y cultural que nos rodea).

Si suponemos que el criterio para que en un grupo social prevalezca tal o cual idea
verdadera es la costumbre o la utilidad, el problema de la verdad vuelve a presentársenos.
Pues, ¿por qué es costumbre pensar, por ejemplo, que “todos los hombres son iguales ante la
ley” y no pensar otra cosa? ¿O cómo sé que creer en la filiación divina del rey es
verdaderamente útil para el orden social? En el primer caso, o lo dejamos todo al azar (una
costumbre se impone sobre otra porque sí, sin más) o tendremos que buscar verdaderas razones
para que una costumbre prevalezca sobre otra. En el segundo caso, tendremos que emplear
algún criterio (¡no constructivista!) de verdad para afirmar que tal idea y no otra es
verdaderamente útil para garantizar el orden social (quizás el “hecho” objetivamente
experimentable de que bajo tal o cual idea hay menos conflictos que bajo otra).

El relativismo epistemológico es la teoría de que la verdad es relativa a cada cultura y


época (o incluso a cada persona –o incluso a cada persona en cada circunstancia de su vida—),
lo cual quiere decir que hay tantas verdades como culturas, épocas (o incluso circunstancias
personales). Ahora bien, esto acarrea innumerables dificultades lógicas. De entrada, el
relativista se autocontradice al decir que toda verdad es relativa, pues al decirlo supone
que el propio relativismo es verdadero absoluta y no relativamente. En segundo lugar, si la
verdad es relativa a cada cultura y época, lo que es verdadero para una podría ser falso para la
otra y viceversa, por lo que o bien toda idea o enunciado podría ser verdadero y falso a la
vez, o bien habría que definir lo que es “verdad” de manera distinta en cada cultura. El
relativista suele optar por esto último (pues la primera opción lleva a la contradicción y el
escepticismo absolutos: nada sería verdadero). Pero si “verdad” significa algo distinto para cada
cultura (o, peor aún, para cada persona), entonces no tiene sentido ni siquiera afirmar que “ la
verdad (¿pero qué verdad?) es distinta para cada cultura o persona”. Nadie podría decir sin
contradecirse que “la verdad (es decir: lo que todos entendemos por verdad) la entiende cada
uno a su manera”33. El relativista podría replicar que aunque todos tenemos el mismo
significado genérico de verdad (la correspondencia del pensamiento con la realidad), cada uno o
cada cultura ve la realidad de distinto modo. Pero entonces traslada el mismo problema al
término “realidad”, y diría “la realidad (es decir: lo que todos entendemos por realidad) la
entiende cada uno (o cada cultura) a su manera”. En suma, si decimos que la verdad cambia o
que hay varias verdades estamos afirmando que la verdad es a la vez invariable (porque es
la verdad) y variable (porque cambia), que es una (la verdad) y múltiple (varía), todo lo cual
es lógicamente inaceptable.

¿Puede haber más de una verdad?


Parece claro que no. ¿Cómo distinguiríamos entre dos verdades? La distinción no podría ser verdadera (igual que
para distinguir entre dos cosas rojas no podemos utilizar la propia rojez como criterio). Además, si la distinción
fuera verdadera estaríamos asumiendo que, al final, la verdad es una (la verdad de que hay muchas verdades). Dos
verdades sólo pueden ser aparente o temporalmente dos. Si dos verdades no se pudieran unir finalmente en una
sola entonces obedecerían cada una de ellas a una lógica y realidad distintas. Pero es imposible que haya dos
lógicas distintas (¿Con qué lógica las distinguiríamos? ¿Cómo es que son las dos “lógicas”?), o dos realidades
distintas (¿Como podríamos pensarlas a las dos como realidades? Para distinguirlas haría falta algo no real, etc.)...

3.3. EL PRAGMATISMO. LA VERDAD COMO CONVENIENCIA EN RELACIÓN A


FINES.

Según la teoría pragmática de la verdad, una idea o enunciado es verdadero si resulta


útil para lograr determinados fines “prácticos”. Así, por ejemplo, un enunciado o conjunto
33
Si así fuera, cada cultura (o incluso cada persona) tendría que inventar un concepto distinto de verdad, por lo que nadie podría
decir que la “verdad” es distinta en una cultura y otra, pues ¿cómo sabría él, desde su concepto particular de verdad qué es lo que en
otras culturas entienden por verdad? Si la traducción fuera posible, entonces es que el concepto de verdad sería fundamentalmente
idéntico para todas las culturas. Igual que si podemos traducir “hat” por “sombrero” es que hay un concepto o significado común a
la cultura anglosajona y la nuestra.
de ellos (es decir, una teoría) sobre el sida será verdadero si contribuye a curarlo. A este tipo de
verdad se le llama verdad “pragmática”34.

Esta teoría presenta, no obstante, importantes problemas teóricos. El más importante de


ellos está relacionado con la determinación de los fines que sirven de criterio de verdad. ¿Cómo
conocemos cuáles son nuestros verdaderos fines? Para responder a esta pregunta hemos de
utilizar alguna teoría de la verdad que no sea ya la propia teoría pragmática (pues
caeríamos en un razonamiento ad infinitum).

Además, cabe preguntarse si un enunciado pragmáticamente verdadero no ha de ser,


para ello (y antes de nada), adecuado a la realidad. Pues ¿podría ser terapeúticamente útil un
enunciado sobre el sida si dicho enunciado no reflejara lo que es realmente el sida? Si esto es
así, la teoría pragmática de la verdad no puede prescindir de las teorías que entienden la verdad
como adecuación entre pensamiento y realidad (con respecto a las cuales mantendría un lugar
secundario).35

¿En qué consisten las ciencias empírico racionales?


El empirismo y la teoría de la verdad como correspondencia son las tesis epistemológicas que asumen las
llamadas ciencias experimentales, que son prácticamente todas las ciencias modernas a excepción de las
matemáticas y alguna más. El empirismo científico es, no obstante, un empirismo moderado o dualista: aunque la
observación y el experimento son la piedra de toque para los enunciados más importantes (aquellos que dan más
información acerca de la realidad –que para la ciencia es fundamentalmente el mundo material—), no dejan de
emplearse ideas (a veces con carácter axiomático) y procedimientos matemáticos y lógicos (inducción, deducción)
cuyo conocimiento es puramente racional. Por eso a las ciencias las hemos denominado, en el tema 2, saberes
empírico racionales.36
Veamos brevemente en qué consiste el conocimiento científico. Toda ciencia parte de ciertas ideas o
proposiciones fundamentales a las que se les llama “axiomas” o “postulados” y “definiciones” 37. Tales ideas
fundamentales se aceptan como verdaderas sin más, pues no pueden ser científicamente probadas (a veces, ni
siquiera lógicamente son aceptables). Así mismo las ciencias suponen, de forma más o menos implícita, unas ideas
generales acerca de lo que es la realidad (supuestos ontológicos, como por ejemplo, que la realidad es de carácter
material, que está dividida en diversos “campos”: lo matemático, lo físico, lo biológico, lo social, lo histórico, lo
psicológico, etc.), y también unas ideas generales acerca del conocimiento (supuestos epistemológicos tales como
la idea de la verdad como correspondencia, la idea del método correcto para lograr conocimientos, etc. ). Todas
esas ideas fundamentales son indiscutibles para la ciencia (las ciencias no las puede tratar, como vimos en el tema
3, pues exceden su campo de trabajo).
El núcleo de las teorías científicas, tras los axiomas y definiciones, son sus teoremas o enunciados
demostrados. Tales enunciados se apoyan en los axiomas y definiciones, y han de ser lógicamente coherentes entre
sí (los teoremas de una misma teoría no pueden contradecirse 38). Pero su verdad depende en última instancia

34
“Pragmático” viene del griego “prâgma”, que significa “asunto”, “negocio”. Tal como lo usamos aquí se refiere a los intereses
prácticos que sirven de criterio para decidir acerca de la verdad de un enunciado o conocimiento.
35
El pragmatismo también colapsa, como las teorías anteriores, cuando planteamos el problema de su propia justificación. ¿Cómo
sabemos que la teoría pragmática de la verdad es ella misma verdadera? Si el pragmatista es coherente con su doctrina tendría que
admitir que la teoría pragmática de la verdad sólo es verdadera en cuanto resulta en algún sentido útil, y que cuando no lo sea dejará
de ser verdadera. Esto nos retrotrae al problema de saber lo que es verdadera o realmente útil...
36
Esta regla presenta, sin embargo, objeciones. Aunque para la mayoría de los científicos la experiencia es la madre de la ciencia,
algunos reconocen en la razón al padre. Esto es: reconocen que la investigación científica avanza de manera deductiva y racional
antes que a través de los experimentos y observaciones. De hecho, la matematización cada vez más acentuada de las ciencias (sobre
todo la física) ha convertido a muchos científicos en matemáticos más preocupados por la coherencia lógica de sus teorías que por
su contrastación empírica. La idea de algunos de ellos es que la perfección lógica y matemática de una teoría es una garantía casi
segura a la que poco o casi nada ha de aportar los experimentos...
37
Los axiomas o “postulados” son enunciados no demostrables, ni sensible (dado su grado de abstracción), ni lógicamente a partir
de otros enunciados (pues en la teoría no hay “otros” enunciados más allá de ellos). Se aceptan o bien porque lo que afirman parece
una verdad muy evidente (o muy aceptada por todos), o bien, sencillamente, porque la teoría no puede mantenerse sin ellos.
Podemos citar como un ejemplo clásico los axiomas de la geometría euclidiana (“cosas iguales a una misma cosa son iguales entre
sí”; “el todo es mayor que la parte”, etc.) o de la mecánica del XVII (“todo lo que acaece es el efecto de una o más causas”).
Axiomas más generales pueden ser las ideas de “cantidad” y “espacio” en matemáticas, o la idea de “energía” en física. Entre los
axiomas cabe citar, además, a las “definiciones”. Al construir sus teorías, los científicos suponen ciertas definiciones y usos de
términos como correctos, sin demostrar dicha corrección. Por ejemplo, al iniciar la exposición de su teoría mecánica Newton
comienza con un conjunto de definiciones de términos: masa, inercia, fuerza, etc. La validez de estas definiciones se acepta como
supuesta (y se supone que se corrobora en tanto la teoría construida a partir de ellas se demuestra como verdadera). Tal y como los
cimientos de los edificios, estos axiomas y postulados rara vez salen a la luz durante el trabajo cotidiano del científico; están en los
“planos” de la teoría en construcción, pero nadie repara en ellos (a no ser que la teoría comience a tambalearse gravemente, se
desmorone y, como un edificio que se cae, deje a la vista sus cimientos).
(excepto en las matemáticas y ciencias muy matematizadas, como algunas partes de la física) de los resultados
experimentales, por lo que son fundamentalmente enunciados empíricos. Tales enunciados representan la
conclusión de un razonamiento inductivo por el cual hacemos una generalización a partir de un número suficiente
de observaciones o experimentos. Por ejemplo, el enunciado “todo sistema económico posee bienes de cambio para
facilitar el comercio” es una generalización a partir de la observación de un cierto número de sistemas económicos
concretos. Cuando los enunciados así demostrados son muy generales son llamados leyes. Las leyes reflejan pautas
fijas y muy universales de comportamiento, tales como “siempre que aumenta la demanda y disminuye la oferta de
un determinado producto aumenta el valor económico del mismo”, o la “presión de un gas es inversamente
proporcional al volumen que ocupa”, etc.39
El “motor” de la investigación científica son las hipótesis. Las hipótesis son enunciados que aún no hemos
demostrado y que parecen ofrecer algún conocimiento nuevo que añadir a la teoría 40. La comprobación de una
hipótesis se realiza imaginando lo que tendría que ocurrir caso de ser cierta dicha hipótesis. Por ejemplo, si la
hipótesis de que la Tierra es redonda fuera cierta entonces imagino que si viajáramos en la misma dirección y sin
perder el rumbo, al cabo del tiempo tendríamos que volver al lugar del que partimos... Estas proyecciones
imaginarias se llaman “predicciones” 41. Para comprobar las predicciones he de realizar observaciones o
experimentos adecuados (en este caso, el experimento sería realizar el viaje correspondiente). Ya sabéis, por el
tema 2, cómo han de realizarse estas observaciones y experimentos para que sean lo suficientemente rigurosos para
la ciencia.42 Cuando se cumple cierto número de predicciones deducidas de una hipótesis, decimos que ésta está lo
suficientemente verificada y la convertimos en un nuevo teorema o ley de la teoría.

Cómo funcionan las ciencias empírico racionales.

IDEAS FUNDAMENTALES NO DEMOSTRADAS.


Supuestos ontológicos (qué es la realidad, como se organiza...)
Supuestos epistemológicos (el método científico, el criterio de verdad...)
Axiomas, definiciones y otros enunciados cuya verdad se asume sin demostración.

TEOREMAS

* Razonamiento
HIPÓTESIS inductivo (verdad
empírica)

* Razonamiento
Predicciones
deductivo (verdad
lógica)
38
Por ejemplo: no puede ser que una misma teoría sobre la luz contenga enunciados en lo que ésta es entendida como un sistema de
ondas y otros en los que es entendida como un haz de partículas.
39
La distinción entre leyes generales y particulares es simplemente de grado: las leyes generales (a veces se les llama “principios”)
tienen un contenido más genérico e independiente; las leyes particulares tienen un contenido más concreto y suelen depender de las
leyes generales (Un ejemplo de leyes generales son las tres leyes o principios del movimiento de la mecánica newtoniana; un
ejemplo de leyes particulares son las leyes del movimiento pendular, dependientes de las leyes del movimiento citadas).
40
Las hipótesis son el origen, el motor, la condición y la piedra de toque de las teorías. El origen porque toda teoría comienza por
ser un conjunto de hipótesis con el que (partiendo de ciertos presupuestos y principios axiomáticos) se intenta explicar algo. El
motor porque los principales enunciados de una teoría (las leyes, sobre todo) van constituyéndose como tales a partir de hipótesis
bien contrastadas con los datos (las hipótesis son como “aspirantes a ley científica”, ideas teóricas novedosas que, si soportan las
pruebas a las que se les somete, pasan a ser leyes). La condición porque, en el fondo, todos los enunciados científicos (incluso
algunos axiomas y definiciones) tienen en el fondo un carácter hipotético (no son verdades absolutas, no son dogmas, sino ideas
científicas con una validez limitada y dependiente, en último término, de los datos). Y la piedra de toque porque muy a menudo,
cuando ponemos a prueba una hipótesis ponemos a prueba la teoría entera (dado que las hipótesis han de ser coherentes con los
enunciados axiomáticos y con los enunciados ya probados).
41
La predicción, que se deduce de la hipótesis indica que datos reales deberían obtenerse (qué debería ocurrir o haber ocurrido ya)
si la hipótesis fuera cierta (esto es: si la teoría de la que se deduce la hipótesis se ajustara bien a la realidad). La predicción es parte
de la estrategia científica para contrastar empíricamente la teoría con los datos.
42
La correcta obtención de los datos que justamente se necesitan para comprobar si la predicción se cumple o no, depende de un
riguroso diseño experimental mediante el cual: (a) obtengamos los datos directamente relacionados con la predicción, y (b)
obtengamos datos concluyentes, esto es: datos que sólo puedan “encajar” con la predicción y la hipótesis a prueba, y no con otras
hipótesis y predicciones distintas (para ello realizamos experimentos con “grupos de control”, como vimos en el tema 2). De
cualquier modo, la obtención de datos es siempre el resultado de la actividad y manipulación del investigador (y no la mera
descripción de un supuesto mundo objetivo situado frente a mí). Esta “creación” del dato se da ya antes del experimento, dadas
todas las teorías e ideas que se suponen como ciertas y que constituyen las “gafas” con que el investigador ve el mundo. También se
da mientras se experimenta, dado que durante el experimento se modifican (se aceleran, por ejemplo) las condiciones naturales o
normales de las cosas para así “forzarlas” de alguna manera a “responder”. Y también se da tras el experimento, porque los
resultados de éste hay que interpretarlos... Para minimizar los factores subjetivos, los diseños experimentales requieren de una gran
precisión en la definición de las variables o elementos a considerar, la máxima exactitud a lo largo de todo el proceso (los
experimentos han de ser procesos sistemáticos, sujetos a reglas y diseños previamente establecidos), y el acuerdo entre los
científicos (si puede ser de científicos defensores de teorías rivales) en la interpretación de los datos.
Experimentos / observaciones (Enunciados observacionales)

4. TEORÍAS TRASCENDENTALISTAS DE LA VERDAD.

4.1. EL RACIONALISMO Y LA TEORÍA DE LA VERDAD COMO EVIDENCIA


LÓGICA.
12. Busca información acerca del racionalismo y de algunos de los más conocidos filósofos racionalistas: Descar -
tes, Spinoza, Leibniz.
13. Algunos filósofos (racionalistas pero más moderados) intentan conciliar las teorías racionalista y empirista.
Busca información acerca de la filosofía de Kant. ¿Es este filósofo uno de estos racionalistas dualistas?
14. ¿Qué es la lógica? ¿Qué relación tiene con el racionalismo?
15. ¿Podría un ciego de nacimiento comprender lo que es color azul sin llegar a verlo jamás? ¿Por qué?

El racionalismo es una teoría general sobre el conocimiento que afirma que éste procede
en todo o fundamentalmente de la razón. Esto es coherente con que se crea que la realidad es
la forma o idea (trascendentalismo), pues son las ideas el objeto propio a la razón 43 .

Según el racionalista, el conocimiento procede de la razón porque lo único que se puede


conocer de las cosas es su forma. Conocer algo es identificarlo, pero las cosas sólo tienen
identidad (límite, permanencia) en cuanto a su forma, no en cuanto a su materia (pues la materia
es inseparable del espacio y del tiempo, es decir, de lo que carece de límites y está siempre
cambiando). Conocer algo es, así, conocer su forma. Pero la forma, por no ser material, no es
visible, sino pensable. La forma descubierta o pensada por la mente es la idea o concepto. Por
esto dice el racionalista que el conocimiento consiste en pensar (no en ver), y que lo que se
conoce pensando son ideas (no hechos).

Incluso si pensáramos que el conocimiento tiene que ver con los “ojos”, con la
sensación, ésta no sería posible sin las ideas y el pensamiento; mientras que, por el contrario,
las ideas y el pensamiento no parecen necesitar a las sensaciones. ¿Podríamos ver (percibir o
imaginar) algo sin tener previamente la idea o concepto de ese “algo”? ¿Si no supiéramos lo
que es una “vaca” o un “ordenador”, podríamos ver o imaginar vacas y ordenadores? En
cambio, podemos pensar en muchas ideas (la idea de dos, la idea de libertad, incluso la idea de
vaca y ordenador) sin necesidad de ver o imaginarnos nada. ¿No es cierto? 44... Esto quiere decir
que las ideas y la razón son más fundamentales para el conocimiento que las sensaciones 45.

Dado que las ideas y conceptos son independientes y previos a toda supuesta
experiencia sensible, tales ideas y conceptos los puede conocer la razón independientemente
de toda experiencia sensible (“a priori”, como dicen los filósofos). Ahora bien, si la razón
puede conocer las ideas sin necesidad de experiencia alguna, ¿cómo es que no las conoce ya? El
racionalista responde afirmando que, en efecto, la razón conoce desde siempre las ideas (las

43
Digamos que la idea es la forma en cuanto descubierta por la razón. Más en general, la forma en sí es la Forma misma, y la forma
en otro es según ese otro sea cuerpo o mente. La forma en el cuerpo es la psique o mente. Y la forma de la psique o mente es la idea.
La idea en cuanto objeto que descubre la razón es la idea misma, y en cuanto pensada o razonada es concepto. Lo bello en sí es la
idea, y la belleza común a las cosas bellas es el concepto...
44
Esto es, naturalmente, muy discutible. Sobre todo con los dos últimos ejemplos (los de la “vaca” y el “ordenador”). ¿Podemos
considerar el concepto de vaca sin utilizar ninguna imagen? El racionalista más radical diría que sí, e indicaría que, de hecho, eso es
lo que hacemos cuando, por ejemplo, en una conversación hablamos y comprendemos rápidamente enunciados acerca de vacas sin
necesidad de construir mentalmente imágenes de éstas. Más racionalmente, si el conocimiento lo es de la realidad, y ésta es por
entero lógica, ha de ser posible pensar la totalidad de la vaca de manera puramente lógica...
45
¿Tendríamos entonces que invertir el dicho popular y afirmar que una palabra (concepto, definición...) vale más que mil
imágenes?
posee de manera “innata”, por así decir). Entre otras cosas porque si no tuviera un cierto
conocimiento previo de ellas: ¿Cómo podría saber lo que busca cuando busca descubrirlas? ¿O
cómo podría darse cuenta de que las ha descubierto? (¿Podríamos buscar algo si no supiéramos,
de alguna manera, lo que estamos buscando?). Incluso: ¿cómo podría comprender alguien una
“nueva” idea si no la supiera ya en el fondo? (¿Podría alguien explicarnos algo “nuevo” a través
de ideas que no conozcamos? ¿Dónde está entonces lo “nuevo”?) 46. Ahora bien, aunque la
mente ya posea de alguna manera las ideas, no las posee de forma plena: las tiene olvidadas, o
las posee de manera errónea, confusa, inconsciente, así que lo que la mente hace, a través de la
razón, es recordar esas ideas, volverlas más claras, sacarlas a la luz de la consciencia,
pensarlas...

En suma. Para el racionalista conocer es razonar, pensar. Pensar consiste en combinar


conceptos para formar proposiciones o juicios (los más básicos son del tipo “S es P”: “Dos más
dos son cuatro”; “Los cisnes son blancos”, etc.). Para el racionalista, una proposición o juicio es
verdadero no porque se corresponda con un hecho, sino, fundamentalmente, porque expresa
una relación lógica entre sus términos (entre “la suma de dos y dos” y “cuatro” hay una
relación lógica), y con relación a otros juicios (en último término con relación a ciertas ideas o
principios lógicos47). A esta relación lógica también podemos llamarla “coherencia”. Por eso la
teoría de la verdad que acompaña al racionalismo es denominada a veces: teoría de la verdad
como coherencia lógica.48 Una proposición o juicio será coherente cuando no implique
contradicción y, al menos para un racionalista radical, cuando la relación entre sus
términos y/o con otros juicios sea necesaria (por ejemplo, entre “dos más dos” y “cuatro” no
sólo no hay contradicción, sino que también hay una relación necesaria; entre “A o B”, “no B” y
“A” no sólo no hay contradicción, sino también una relación necesaria). El que una relación
entre conceptos o juicios sea necesaria quiere decir que negar esa relación es imposible o
contradictorio (es imposible que “dos más dos” no sean “cuatro”; es imposible que si “A o B”
y “no A” entonces “no B”). Comprender la necesidad de la relación lógica entre conceptos o
juicios supone un tipo de “evidencia” no sensible, sino puramente intelectual, a la que a veces se
denomina “intuición”.

A la verdad como expresión de la coherencia lógica entre ideas, conceptos o juicios, se le


llama de muchas maneras: “verdad formal”, “verdad lógica”, “verdad de razón”, “verdad a
priori” (pues su obtención o comprobación es “previa” o independiente de toda experiencia),
etc.

Verdades necesarias y “verdades” contingentes.


Las verdades lógicas son necesarias, lo cual significa que es imposible negarlas (sin incurrir en contradicción). Es
imposible que “dos cosas iguales a una tercera no sean iguales entre sí”. En cambio, las verdades de hecho (o
empíricas) no son necesarias, sino contingentes, pues es posible negarlas (sin incurrir en contradicción). Es posible
que “los leones no sean animales territoriales” o que “los cisnes no sean blancos”. Las verdades de hecho parecen
por tanto temporales. A lo sumo, podemos decir que es siempre verdad que “ahora los leones son animales
territoriales”, pero hemos tenido que introducir el “ahora”, el “tiempo”. Esta relación entre la verdad y el tiempo es
lo que –según el racionalista— les quita a las verdades contingentes la condición de auténticas verdades.

También aquí hay que insistir en el carácter más o menos directo o indirecto de las
verdades lógicas. Así, hay proposiciones que muestran su necesidad lógica de modo
inmediato, como: “A = A”, o “A # no A”, o “A o no A” (a estas proposiciones se les llama
principios lógicos, y se dice de ellos que su verdad lógica es “autoevidente”, esto es: no

46
Explicar algo es “mostrar”, “hacer ver” lo que se explica, invocando las ideas apropiadas para “mostrarlo” y “hacerlo
ver”. Digamos que la explicación y comprensión a partir de ideas previas equivale a la percepción a partir de imágenes previas (que
son también, para el racionalista, no más que el aspecto plástico de las ideas).
47
Véase más adelante, o el cuadro titulado “la demostración lógica o deducción”.
48
A través de la lógica, el pensamiento busca la mayor coherencia posible entre las ideas. Que las ideas sean coherentes o
lógicamente relacionables significan que son deducibles de ideas más fundamentales y “unificantes”. Las ideas más fundamentales y
unificantes son los principios lógicos y, entre ellos, el principio de identidad (A = A). Recordad que en la metafísica
trascendentalista este principio expresaba la idea de las ideas, la realidad entendida como absoluta Unidad. De esta manera,
unificándolo todo bajo el principio lógico de identidad, el pensamiento se acerca a la realidad.
requieren de ninguna otra proposición o idea para demostrar su verdad 49). Pero hay otras
proposiciones lógicamente verdaderas en las que la necesaria identidad entre ideas se muestra
de modo más indirecto, a través de una demostración lógica o “deducción”.

La demostración lógica o deducción.


La evidencia intelectual debe poder asegurarse mediante una demostración rigurosa. Así, aunque yo comprenda
que “dos cosas iguales a una tercera son iguales entre si”, debo poder concluir dicho enunciado a través de una
demostración lógica. La demostración lógica (en la que a veces se emplea un lenguaje muy especializado, similar
al lenguaje matemático) consiste en deducir el enunciado que hemos de demostrar de otros ya demostrados
aplicándoles a estos ciertas reglas lógicas o deductivas. Por ejemplo, si yo supiera demostrados estos dos
enunciados: (1) “O el mundo ha sido creado o existe desde siempre”, y (2) “El mundo no ha sido creado” 50, podría
deducir a partir de ellos un tercer enunciado: (3): “El mundo existe desde siempre”. Para realizar esta deducción he
aplicado un regla lógica51 que dice que “Si yo tengo un enunciado del tipo A o B y tengo otro en que se dice que no
A puedo lógicamente concluir afirmando otro que diga B”. Del estudio de estas reglas se ocupa la lógica formal. La
demostración o deducción lógica depende en última instancia de ciertos enunciados a los que se les llama
principios lógicos y que no se demuestran porque ellos mismos son el fundamento de toda demostración posible;
tales principios lógicos son el fundamento de las reglas deductivas. La verdad de estos principios es supuesta por
cualquier otra proposición o enunciado (si tales principios fueran falsos no sería posible pensar en ninguna idea o
proposición con sentido; todas serían absurdas52). Estos principios lógicos fundamentales son: el principio de
identidad (P es P), el principio de contradicción (no puede ser que P y no P al mismo tiempo), y el principio de
tercio excluso (o P o no P). Aunque el más importante de ellos es el primero: el principio de identidad.

Problemas del racionalismo y de la teoría de la verdad como coherencia.

El racionalismo más extremo afirma que todo conocimiento es “a priori”, es decir, previo o
independiente a la experiencia. Pero si esto es cierto, ¿cómo es que no lo sabemos ya todo? 53.
Una respuesta que da a veces el racionalista es la siguiente: realmente lo sabemos todo desde
siempre, nuestro conocimiento es realmente pleno, pero parece como si lo hubiéramos olvida-
do en parte. Por eso conocer es recordar (teoría de la anámnesis o reminiscencia). Dicho de
otra manera: aunque en el fondo la mente posee todas las ideas, no las hace presente (no las ac-
tualiza) sino mediante su experiencia en el mundo. Al experimentar las “cosas” del mundo, la
mente se va dando cuenta de que tales cosas no pueden ser sin las ideas (es decir: sin las formas
que les dan identidad). Más aún, que las cosas no son más que ideas (pues nada es sin idea o
forma). Pero a su vez, la mente no podría conocer esas ideas sin poseerlas ya antes (si la mente
no tuviera ni idea de ellas, ¿cómo podría buscarlas y reconocerlas al descubrirlas?). De este
modo: conocer es reconocer fuera de la mente las ideas o formas que ya poseía la mente previa -
mente (pero que había olvidado), en una especie de auto conocimiento por el que la mente va
dándose cuenta de que lo diferente o “exterior” a ella (las cosas, las ideas) no era más que olvi -
do de sí, ignorancia temporal, apariencia... Ahora bien –podríamos replicarle al racionalista— :
¿Por qué la mente ha olvidado las ideas? ¿A qué vienen la ignorancia y el tiempo?... El racio-
nalista puede intentar contestar a esto invocando la necesidad de la imperfección del mundo y la
mente. Si no se hubiera producido ese olvido o decadencia no habría mundo ni mente, pues un
mundo o mente perfecta sería imposible de conciliar con una Causa igualmente perfecta de tal
mundo o mente (no puede haber dos seres perfectos, pues serían mutuamente incompletos). Y
dado que tanto el mundo que vemos como la mente no pueden ser la causa de sí mismos (ambos
carecen por sí mismos de la unidad y permanencia que parcialmente ostentan), han de tener una
Causa más perfecta que ellos54.
49
En rigor, de los tres principios del ejemplo, el único realmente autoevidente es el primero (A = A, que es el principio de
identidad), pues los otros dos (A # no A, que es el principio de contradicción, y (A es B o A no es B), que es el llamado principio de
tercio excluso) sólo son verdaderos si admitimos el principio de identidad.
50
Porque nada puede pasar del “no ser” al “ser”
51
Llamada del “silogismo disyuntivo”.
52
Ni siquiera sería posible pensar que “todas las ideas y principios lógicos son absurdos”, pues este misma idea requiere, para ser
pensada y expresada, de los principios lógicos.
53
Preguntar esto es como preguntar por qué somos una mente o subjetividad distinta del resto. ¿Por qué no somos ya una unidad
perfecta con lo real? ¿Por qué hemos de estar persiguiendo esa unidad (que es la verdad) en lugar de serlo ya?
54
Es la célebre cuestión teológica acerca de la imperfección de lo creado. ¿Podría Dios haber creado un mundo perfecto? No
sin dejar de ser Dios (pues un Dios tan perfecto como otra cosa que él no podría ser Absolutamente Perfecto). ¿Hubiera sido mejor,
La teoría de la reminiscencia. ¿Saber es recordar? 55
Platón introduce esta teoría en sus diálogos. Parte de la idea de que conocer o aprender es un proceso imposible a
menos que ya se conozca de alguna manera aquello que se busca, puesto que no es posible investigar lo que ya se
sabe (si ya se sabe, ¿para qué buscarlo?), ni es tampoco posible investigar lo que no se sabe (si no se sabe qué
investigar, ¿cómo investigarlo y cómo saber que lo hemos hallado?). Ante ello Platón sostiene que aprender
consiste en «recordar», y que el conocimiento es una anámnesis o reminiscencia. Utilizando los mitos órfico-
pitagóricos como metáforas, Platón lo cuenta como si el alma humana -por ser inmaterial e inmortal- hubiera
formado parte, a lo largo de diversas preexistencias (metempsicosis), de la misma realidad inteligible y
trascendente de las ideas, antes de caer prisionera de la materialidad corporal (es decir: en la “caverna”, en la
ignorancia u olvido). Para salir de ahí, el alma ha de darse cuenta de que las percepciones e imágenes son un reflejo
imperfecto de las ideas (es decir: el conocimiento empírico es un modo imperfecto del conocimiento racional), y
que el verdadero conocimiento lo es sólo de ideas. Este “darse cuenta” es el recuerdo: el mundo cambiante e
imperfecto de que nos informa la sensación (es decir: las percepciones e imágenes) nos recuerda un mundo eterno
y perfecto que sólo se puede pensar (es decir: el mundo de las ideas). Dicho de otra manera: la percepción y la
imaginación implican el concepto y la idea como condición previa. Al ver las “cosas” del mundo, la mente se va
dando cuenta de que tales cosas no pueden ser sin las ideas (formas) que tiene previamente (“a priori”) en sí
misma. La mente descubre que nada es sin idea o forma. Es decir: que todo es idea, por lo que el conocimiento es
conocimiento de ideas a partir de si mismas. Conocer es reconocer fuera de la mente las ideas que ya poseía la
mente previamente. El conocimiento es autoconocimiento, es decir: el proceso por el que la mente se conoce o
recuerda a sí misma 56 (dándose cuenta, a cada paso, de que lo diferente o “exterior” a ella no era más que olvido de
sí)... Una vez en el mundo de las ideas, la mente vuelve a recordar, en las ideas más imperfectas o erróneas a las
más perfectas y verdaderas (pues, de nuevo, no es posible percatarse de lo imperfecto sin la idea de algo más
perfecto). Justo porque el alma conoció la idea perfecta puede ahora darse cuenta por sí sola de la imperfección de
cada conocimiento y, así, moverse hacia un conocimiento cada vez mejor. Percatarse de un error es, a la vez,
recordar la verdad que nos falta. 57

Una objeción que se le suele poner al racionalismo y a la teoría de la verdad como coherencia lógica
es la siguiente: a menudo se da la situación de que haya varias explicaciones lógicas, pero distintas, de
un mismo asunto, por lo que, dado que se admite que sólo es posible una explicación verdadera, no
parece que sea la lógica lo que pueda decidir cuál de esas explicaciones lo es . Por ejemplo, es posible
que un policía tenga dos teorías igualmente lógicas para explicar la muerte de alguien 58: en una la muerte
ha sido un crimen, y en la otra ha sido un suicidio. Dado que las dos no pueden ser verdaderas a la vez,
habrá que decidir cuál de ellas lo es. Pero esta decisión –dice el crítico— no compete ya a la lógica (pues
ambas explicaciones lo son) sino a otra cosa, tal vez a la búsqueda de algún dato significativo mediante la
observación... ¿Qué puede replicar a esto el racionalista? La respuesta de este es muy simple. No puede
haber dos teorías igualmente lógicas, pues la lógica es una. Una de ellas ha de ser necesariamente más
lógica que la otra (y, por eso mismo, incluir a la otra, integrando lo que tiene de verdadero y explicando
lo que tiene de falso o erróneo). Sólo quien ya presupone que la realidad o nuestro conocimiento no pue-
den ser perfectamente lógicos59 podría mantener la idea de dos teorías lógicas distintas 60, pero quien hace
esto está ya suponiendo como cierto aquello mismo que quiere demostrar: la imposibilidad del racionalis-
mo.

entonces, que Dios no creara nada? Pero entonces: ¿Podría ser perfecto un Dios que no creara todo lo que es posible crear? La Rea -
lidad da lugar a la apariencia como un imperfecto reflejo suyo (igual que la Idea da lugar a la mente como un imperfecto y olvidadi -
zo reflejo suyo). Y esta “estructura” analógica es igualmente una apariencia del verdadero conocimiento. Etcétera. ¿Podría haber
sido de otro modo? ¿Hubiera sido mejor de otro modo? ¿Puede el racionalista seguir contestando estas cuestiones?...
55
Tomado en parte del Diccionario Herder de Filosofía (Ed. en CD-Rom. Barcelona; 1991. V. “Reminiscencia”).
56
O más profundamente: el proceso por el que las ideas se reconocen a sí mismas a través de la mente.
57
Para ilustrar esto, Platón propone el conocido ejemplo del esclavo de Menón que, sin instrucción alguna, y partiendo solamente
del hecho de conocer la lengua es capaz -siguiendo las sugerencias que le va formulando Sócrates (el maestro)- de descubrir por sí
mismo el teorema de Pitágoras. Así, la labor del maestro no es la de comunicar saberes, como pretendían los sofistas, sino la de
facilitar la labor de pensamiento: «no se alcanza el saber enseñándolo a alguien, sino preguntándole, y como sacándole la ciencia de
sí mismo». De esta manera, se concluye que el esclavo conoce porque re-conoce (recuerda), a través del pensamiento. Este re-
conocimiento es el recuerdo o reminiscencia del que habla Platón. El esclavo de Menón, convenientemente dirigido por el maestro
(que no sustituye la función de pensar, pero que la acelera), encuentra en su propia racionalidad la respuesta al problema (en una
forma especial del «conócete a ti mismo»). Puesto que obtiene dicha respuesta en sí mismo, Platón dice que ya la poseía y que, por
tanto, el conocimiento es una reminiscencia: «si no ha adquirido -en la vida presente- las nociones geométricas, es del todo
necesario que las haya tenido en otro tiempo y que él estuviera provisto de ellas con antelación». (Tomado del Diccionario Herder
de Filosofía. Ed. en CD-Rom)
58
Toda explicación que podamos plantear es por eso mismo lógica.
59
Un ejemplo de esto son las antinomias de Kant, que quizás estudiéis el próximo curso.
60
Dos teorías lógicas sólo pueden ser distintas si hay algo más que lógica para diferenciarlas; es decir, si parte de la realidad (o de
nuestro conocimiento) es ajena a la lógica (y, por tanto, a la razón).
La crítica más común al racionalismo es que éste se muestra incapaz de reducir el conocimiento
que creemos empírico a conocimiento puramente lógico. Parece fácil demostrar que ciertos conoci-
mientos matemáticos (como “dos más dos son cuatro”) se obtienen de manera puramente lógica, pero qué
pasa con conocimientos como “el agua hierve a 100 grados” o “Juan estuvo ayer aquí”. ¿Pueden demos -
trarse estos enunciados a través de la mera lógica? No lo parece. De la idea o concepto de agua no parece
que se deduzca necesariamente que hierva a tal o cual temperatura; lógicamente podría hervir a 140 o a
30 grados (esto no ocurre con “dos más dos cuatro”: de dos más dos se deduce necesariamente cuatro, no
cinco ni tres). Del mismo modo: de la idea o concepto de “Juan” no parece que se deduzca necesariamen-
te que tuviera que estar ayer 61 en un lugar u otro. Así, parece que hay enunciados o conocimientos que
no se pueden obtener o verificar de manera puramente lógica (tan lógico es que el agua hierva a 100
grados como que hierva a 115, y tan lógico es que Juan esté en un lugar como en otro 62). Lógico significa
aquí “posible”. La lógica establece los límites de lo posible: lo posible es lo no contradictorio. Ahora
bien, esto parece dar lugar a muchas proposiciones posibles e incompatibles entre sí acerca, por
ejemplo, de la ebullición del agua o de la situación espacial de Juan, por lo que no parece que la lógica
baste para saber cuando hierve el agua o para saber dónde está Juan. El racionalista moderado afirma
así que la lógica tan sólo establece el marco “a priori” del conocimiento posible, pero que este cono -
cimiento no culmina sino tras la experiencia (“a posteriori”). Sólo por observación –dice el racionalis-
ta dualista— podemos determinar si el agua hierve a tal o cual temperatura, o si Juan está en un lugar po -
sible u en otro. La lógica sin la experiencia resultaría así un conocimiento insuficiente, vacío, meramente
formal (al que le falta el material de la experiencia)... La respuesta del racionalista radical a esta obje-
ción es también obvia: aunque aún no sepamos como deducir la temperatura de ebullición del agua a par-
tir de la idea de agua, o la idea de tal o cual lugar a partir de la idea de Juan, esto ha de ser lógica o neces-
ariamente posible, a no ser que admitamos que parte de la realidad no es lógica ni racional (hipótesis que
resulta, como sabemos, lógicamente imposible). Dicho en otros términos: si la realidad fuera por com-
pleto racional y, además, tuviéramos un conocimiento completo de la misma, tendríamos que poder
deducir lógicamente todas las ideas a partir de otras (así, a partir del conocimiento completo de Juan
sabríamos perfectamente donde está en cada momento, etc.)...

¿Puede un ciego de nacimiento conocer los colores?


El problema se puede plantear con esta sencilla pregunta: ¿podría alguien (por ejemplo, un ciego de nacimiento)
conocer perfectamente el color azul sin verlo jamás? El empirista y el racionalista más moderado o dualista dirían
que no. Por mucha teoría sobre la luz y el color que domine esa persona, si no ve algo azul alguna vez no podrá co-
nocer plenamente lo que es el azul. Pero para el racionalista más radical o monista esto representa una concesión
injustificada a la irracionalidad. Si la comprensión de una teoría perfecta sobre el azul no basta para conocerlo, en -
tonces es que hay algo por principio incomprensible e irracional en la realidad 63. Esta última es la postura del racio-
nalista dualista. Mas este está sujeto a las mismas dificultades que afectaban al trascendentalismo dualista; sobre
todo a una: ¿puede ser la misma realidad a la vez racional e irracional?...

De otra parte, afirmar que parte del conocimiento depende de la experiencia sensible, y no de
las ideas o teorías, supone la posibilidad de un conocimiento puramente sensible. ¿Pero es esto
realmente posible? ¿Podemos ver (tocar, oír...) algo sin poseer previamente la idea de lo que es-
tamos supuestamente viendo? ¿Es más: puede ser la visión (o, en general, la sensación) algo
diferente del pensamiento?...

El origen de las sensaciones según el racionalismo


La percepción y la imagen son, para el racionalista, el momento más pasivo e incompleto del conocimiento. Son
pasivos respecto de la idea o concepto, que son los que dan forma e identidad a las sensaciones (para formar
percepciones) y a las percepciones (para formar imágenes). Y son incompletos en cuanto la percepción es parte de
la imagen (ninguna percepción particular de una vaca es una imagen completa de la vaca), y la imagen es parte del
concepto (ninguna imagen de una vaca particular equivale a la definición de vaca). El racionalista más radical o
monista lo explica así. Las sensaciones (un color, un sonido, etc.) no son más que partes de la percepción, que es lo
que realmente “vemos” u “oímos” (un objeto rojo que suena, etc.). Pero ninguna percepción puede darse sin algo
que la unifique dándole límite y permanencia, y esto es la imagen (percibimos en función de imágenes previas en
la memoria o imaginación). Pero a la vez, la imagen es un ejemplo concreto de algún concepto abstracto
(imaginamos una vaca porque sabemos previamente lo que es una vaca, es decir: porque tenemos el concepto de
vaca). Ahora bien, un concepto o significado es algo unitariamente delimitado y permanente en el tiempo, y esta
unidad y permanencia no se la puede dar la mente, que es plural y temporal; se lo ha de dar la idea, que a
61
Esta deducción podría ser incluso contradictoria: Si Juan es, no puede ser que fuera, pues si fue ayer, ahora, en algún sentido, ya
no es (por lo que es y no es, lo cual es contradictorio).
62
Siempre que no esté en dos lugares distintos a la vez.
63
Si, por principio, no basta conocer la idea o forma de azul para saber perfectamente lo que es, entonces es que la realidad contiene
algo (la materia) irreductible a idea o forma, es decir: incognoscible.
diferencia del concepto es ya algo extramental, trascendente. El conocimiento parte pues de la idea. La idea
pensada en la mente es el concepto. El concepto todavía no completo, es decir, particularizado o ejemplificado, es
la imagen. Y la imagen sin completar es la percepción. El racionalista diría entonces que las sensaciones y
percepciones son el grado mínimo de conocimiento de la idea, la idea aún no conocida del todo. “Ver” o percibir
sería, así, un modo defectuoso de pensar. Cuanto mejor se representa uno la realidad (que es la Idea o Forma) más
conceptual es su representación o pensamiento... El racionalista más moderado tiende a admitir, no obstante, que
un conocimiento puramente conceptual o racional de la realidad es imposible, al menos para el conocimiento
limitado del ser humano. Nuestro conocimiento no puede prescindir de la información dada por los sentidos,
aunque sea la razón la que haga posible y organice esta información (al igual que nuestra mente no puede
prescindir del cuerpo, aunque lo gobierne). Es decir, que parte de la realidad (al menos para nosotros) sería materia
irreductible a la forma del concepto. Y aunque el conocimiento es siempre el intento de vencer esa irreductibilidad,
nunca lo logra del todo: siempre hay algo –por raro que suene esto-- que sólo se puede “experimentar” pero no
comprender... Ahora bien: ¿es esto último posible?

ALGUNAS LECTURAS Y ACTIVIDADES RECOMENDABLES...


 Una buena y seductora novela en la que, junto a muchas cuestiones filosóficas, se describe el conflicto entre
racionalismo y empirismo (si bien en un lenguaje, a veces, teológico), es EL NOMBRE DE LA ROSA, de
UMBERTO ECO.
 FILOSOFÍA Y CIUDADANÍA. BACHILLERATO (EDEBÉ). Podéis leer en el Bloque II, las unidades 3, 4 y 6.
 HETHERINGTON, STEPHEN ¡FILOSOFÍA! (UNA BREVE INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA Y A LA
EPISTEMOLOGÍA). (ALIANZA ED.). Una obra muy asequible, profunda y completa acerca de los problemas
que hemos tratado en clase.
 CATHCART, T. y KLEIN, D. PLATÓN Y UN ORNITORRINCO ENTRAN EN UN BAR...ED. PLANETA. Para
pensar y reír a la vez. Los capítulos II y III, dedicados a la lógica y la epistemología.
 SMULLYAN, R. : ¿CÓMO SE LLAMA ESTE LIBRO? Un libro divertido de juegos lógicos.
 WESTON, A: LAS CLAVES DE LA ARGUMENTACIÓN (ED. ARIEL). Un libro muy sencillo y práctico para
aprender a argumentar (inductiva, deductivamente, y de algún otro modo).
 DEAÑO, A. INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA FORMAL (ED. ALIANZA). Una excelente, clásica y muy
comprensible introducción a la lógica.
 PLATÓN. MENÓN Y TEETETO (HAY MUCHAS EDICIONES). Son dos diálogos de Platón sobre el
conocimiento.

* Material elaborado por Víctor Bermúdez. IES “Santa Eulalia” (Mérida).

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