mira mi cuarto: no hay en él adornos escogidos por mí; abre mi armario: no hallarás en el nada especial.
Mi querida y mi perro conocen mis caricias,
pero a mí, ni él ni ella. Se acostumbró hace tiempos mi guitarra a los montes y valles de mi mano, pero de mí tampoco podría decir nada.
No es que me esconda -sólo que no existo.
Como los otros, sufro y hago cosas, pero mi adentro, mi ser es no ser.
Amigo, yo carezco de secretos;
soy transparente como el vidrio. ¿Cómo puedes creer, entonces, que me ves?
Aún no puedo del todo acostumbrarme
a tener panza, tripas y garganta que lleno cada día de materia, a causa de lo cual estoy viviendo.
Aún no puedo del todo acostumbrarme
a que tenga que ser tan importante desear esto y evitar aquello, y ser amado, y que me ames tú.
Aún no puedo del todo acostumbrarme
a encontrar feos o creer hermosos tus órganos visuales o tus masticatorios, ni al hecho de que hay vivos y que hay muertos.
Aún no puedo del todo acostumbrarme
a no poder imaginar el todo, a que frente a mí bailen sólo partes, a que tras ellas nada puedo asir. El sino de esta noche
¿De quién es esta noche?
Cabecean fulgores. Toda la ventana es pérfida, El peligro, plateada sierpe, duerme.
Anda a tientas con blancos
y vacuos bulbos ciegos quien tú serías mañana. Le acecha un puente oculto. Apenas llegue, su botella de vino resonará vacía en las olas sin patria. ¿De quién es esta noche?