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Indudablemente para ser tan exacto y certero, el autor ha tenido que convertirse
en investigador para saber entretejer los lazos literarios de esta obra, y llegar a ser
culturalmente hablando tan exacto, pero no sólo esto, sino también poder utilizar
este don literario de insertar saltos en la narrativa y hacer paralelismos para
mantener el aura de suspenso en el lector. Se puede reconocer esta obra como
intertextual, y esa intertextualidad manifestada nos permite entender la intención
del autor de querer exponer una especie de hilo conductor de las causas y las
consecuencias de las distintas costumbres y usos de cultura que expone. Todo
persigue el mismo fin: centrar la hispanidad y las disonancias sociales e ironías
humanas que aparecen plasmadas en la novela. Por este argumento
mencionado es que me atrevo a decir que esta obra no se lee, se descubre, pues
en ella se encierran aspectos culturales que a diario nos pasan desapercibidos; y
descubrir esta obra es dar una mirada directa al centro y origen de nuestro “por
qué social”, pues allí se explican ciertas conductas sociales cuyas prácticas han
permanecido hasta el día de hoy.
Para describir la obra en sí quisiera empezar mencionando que esta obra está
compuesta de tres nutridos capítulos, tres secciones que dimanan la riqueza
literaria: “El Viejo Mundo”, “El Nuevo Mundo y “El Otro Mundo”. Comienza con
Polo Febo, un joven parisino e inquieto con la relevancia del nacimiento de un
bebé con seis dedos y una cruz en la espalda. Este inicio marcado por una
hambruna y peste y el emblema de un salvador o anticristo que venía a regir al
mundo. Introduce de entrada una alusión al esoterismo. En esta obra las
tendencias de pensamientos y los credos están muy mezclados, así como están
mezcladas las creencias entre los seres humanos. Un bebé de seis dedos con
una cruz de carne incrustada en su espalda da el inicio místico y atrae la primera
atención, ligado con la catástrofe circundante en París en ese momento.
Un planteamiento interesante en la obra es aquel que exponen que las cosas son
desde el punto de vista en que se vean: Guzmán y el Señor hablando conversan
en un arduo debate sobre quién tiene la verdad y quién plantea lo certero. El
Señor pone de manifiesto frente a Guzmán que todo es visto desde el punto de
vista del triunfo; si hubiesen triunfado las tesis heréticas, los santos serían hoy los
herejes y los herejes los santos. Bajo este argumento plantea que al final
cristianos son todos; para ello se vale de la analogía de la famosa discusión
doctrinal de todos los tiempos entre Agustín y Pelagio. Pero esto no queda aquí
hay un debate ontológico sobre dos rivales: El hijo de Dios y el hijo de María, se
siente muy interesante el debate que parte de los actos humanos de un ser divino
o los actos divinos de un ser humano. ¿Cómo distinguir a uno del otro? Finalmente
se establece a Pilatos como el fundador de la religión cristiana y se deriva la
pregunta ¿Fue nuestra religión fundada por un error de la policía romana?
Simplemente brillante.
Un subcapítulo muy interesante se titula “El beso del paje”, donde se alude a un
contacto si bien no es homosexual, entonces sería hermafrodita. El beso del paje
despierta una increíble curiosidad y morbo sobre poder entender qué rayos
sucede en esa escena. ¿Quién es el paje? ¿De dónde vino? ¿Cuál es su función?
Más adelante se deja ver que posiblemente el paje sea celestina disfrazada de
hombre para guardar su honor de mujer y ser confundida entre los parroquianos.
Oh celestina, la olvidaba. En ella y alrededor de ella se centra una trama
asombrosa. Un entramado que va desde la pasión hasta la filosofía de la vida, o
quizás esa misma pasión es su filosofía de vida por lo que ella representa en una
sociedad machista y sexada. Una hostia se convirtió en serpiente al rozar su
lengua sólo porque fue a la capilla ese día con la menstruación, con este
argumento el novelista asesta un duro golpe contra la mitología urbana en los
tiempos, exponiéndola sin filtro. Este relato desemboca en un episodio de zoofilia
con un ratoncillo que da placer a una joven yacida en el suelo, agolpeada por la
caída aparatosa y como no podía ser levantada sino sólo por su marido (el cual
estaba distante y lejos en una guerra) duró un espacio de treinta y tres días
postrada. En su relato ella confiesa que solo un ratoncillo le acompañaba cada
noche royendo el orificio de su virginidad. Por esta acción este diminuto ratón fue
acusado de verdadero compañero de suplicio, esto conllevó a la señora a rasgar
por ella misma las finas hebras de su virginidad, que el ratoncillo había dejado
como escombros, al final fue vencida por sus propias sensaciones según hace
constar en su propio relato.
Felipe, Ludovico y Celestina yacieron juntos y se resume entre ellos una especie
de triángulo amoroso donde la permisividad de Felipe ahonda los límites: “Tú eres
Celestina: tú eres mía: Ludovico es tuyo”. En su lógica, Felipe interpretando el
sueño de Celestina permite brotar sus mórbidos deseos de estar con un varón,
pero los filtra a través de Celestina. Celestina también fue violada, o al menos por
consenso, sí, consenso por estar bajo el efecto de una hechizante lujuria
incontenible. Fue presa de dos viejos, estaba ella en el punto más álgido de su
fantasía, y no pudo distinguir lo certero del momento, si fue una realidad o alguna
alucinación producto del placer. En fin, fue considerada como un premio y quedó
evidenciado este hecho en el comentario incestuoso del Señor a su hijo Felipe,
donde expresó una loa al hecho de que ambos, tanto padre como hijo, hayan
estado con la misma mujer.
Esta obra es un tomo que condensa las realidades de la vida, todas, pero en una
sola realidad: la humana. Tan diversa y diversificable, al mismo tiempo. Es un
relato que alberga un sinnúmero de lecturas e interpretaciones, en forma
multidimensional. La clara oposición a una línea del tiempo no permite en la
mayoría de los casos hacer énfasis en una misma trama o algún personaje
específico. De aquí surge la alquima de su pensamiento y sus palabras, en
donde aparte de todo lo expresado, plasmó la lectura completa de símbolos
esotéricos, de una manera álgida pero sutil, todo un consomé literario de
pensamientos y tendencias.