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Terra Nostra de Carlos Fuentes es una novela altamente descriptiva que narra los

eventos en una manera que de manera interpretativa se pudiera considerar cuasi


anacrónica, con saltos narrativos que bordean lo misterioso. Aun llevando bien el
hilo de la historia, la lectura de esta obra es comparable a montar sobre un toro
violento con argumentos muy bruscos, que en el menor descuido te pueden dejar
fuera de órbita en la comprensión de la lectura. No es una obra convencional
como la que cualquiera pudiera estar acostumbrado a leer, amerita de una
especial consideración en cuanto al acervo cultural y la focalización porque no es
comparable a una historia cotidiana y se le podría acusar al autor de no ser
sincrónico debido a estos saltos narrativos. En los mejores casos ha sido
considerada por la crítica como una obra difícil, llegando a catalogarse como una
“obra imposible” que requiere de una lectura extenuante y laboriosa, es
impredecible, siendo esto tal vez su mayor fortaleza literaria. En el largo recorrido
de la obra se comprende muy claramente que aunque se mencionen aspectos
culturales muy diversos. Todos estos recursos culturales son utilizados para
establecer el núcleo y el origen de la cultura hispana que se deja ver de manera
implícita en el devenir de la obra.

Indudablemente para ser tan exacto y certero, el autor ha tenido que convertirse
en investigador para saber entretejer los lazos literarios de esta obra, y llegar a ser
culturalmente hablando tan exacto, pero no sólo esto, sino también poder utilizar
este don literario de insertar saltos en la narrativa y hacer paralelismos para
mantener el aura de suspenso en el lector. Se puede reconocer esta obra como
intertextual, y esa intertextualidad manifestada nos permite entender la intención
del autor de querer exponer una especie de hilo conductor de las causas y las
consecuencias de las distintas costumbres y usos de cultura que expone. Todo
persigue el mismo fin: centrar la hispanidad y las disonancias sociales e ironías
humanas que aparecen plasmadas en la novela. Por este argumento
mencionado es que me atrevo a decir que esta obra no se lee, se descubre, pues
en ella se encierran aspectos culturales que a diario nos pasan desapercibidos; y
descubrir esta obra es dar una mirada directa al centro y origen de nuestro “por
qué social”, pues allí se explican ciertas conductas sociales cuyas prácticas han
permanecido hasta el día de hoy.

En su literatura Carlos Fuentes deja sentir rastros de marcada irreverencia, pero


más que considerarlo irreverente prefiero llamarlo realista. No plantea la conocida
pleitesía real y heráldica a sus propios personajes de quiénes escribe, antes
prefiere presentarlos desnudos y totalmente necesitados de amparo social,
sucumbientes ante la desgracia humana, despojando a los reyes de toda
naturaleza celestial, y dotando a los personajes campesinos (sólo en ciertos
casos) de una marcada naturaleza mística y mágica. Muestra el lado más crudo y
menos solemne de los seres humanos, y si en un momento de la obra te muestra
la gloria y el poder de un personaje, no tarda mucho tiempo en mostrar como
sucumbe de manera falible ante las vicisitudes que afectan los humanos.
Fuentes se vale mayormente del monólogo para narrar a través de sus propios
personajes todo el desenlace de la novela. Aquí desfila todo un consomé de
personalidades muy distintas y hasta antagónicas que le da un toque sensacional
al escrito, desde la más recatada monja hasta la reina loca que andaba con el
féretro de su esposo, el fenecido rey. En aparente condición de igualdad en la
obra, fuentes otorga a cada personaje la oportunidad de mostrar y revelar su
verdad interior. En esto me baso para aludir su capacidad irreverente para
desnudar las miserias del ser humano y despojar a cada personaje de grados
impenetrables de realeza. Nos saca del alcance horizontal de la vida y nos sitúa
desde un punto de vista muy vertical, en lo alto, juega con el lector y el deseo y
curiosidad humana de querer ser un Dios, que pueda conocer la intimidad y los
secretos de nuestros semejantes. Carlos Fuentes se ha valido de su narrativa
para darnos acceso a un punto que sólo está en la imaginación humana, pues
aunque todos nos sabemos humanos, hay quienes por el esplendor y gloria que le
ha tocado en la vida pueden ocultar de nuestra visión horizontal de la vida sus
desgracias humanas, sus debilidades humanas y todo aquello que pueda alejarlos
del carácter divino que se auto asignan. Carlos Fuentes nos ha servido en
bandeja de plata el menú de la realidad humana sin la mínima intención de recato.
Esto lo hace en un contexto literario donde utiliza semejanzas y contradicciones,
donde refleja la personalidad de cada actor. Es difícil establecer un protagonista
en esta obra, porque aquí todos los personajes son dominantes y cada uno
cumple un rol muy específico.

Para describir la obra en sí quisiera empezar mencionando que esta obra está
compuesta de tres nutridos capítulos, tres secciones que dimanan la riqueza
literaria: “El Viejo Mundo”, “El Nuevo Mundo y “El Otro Mundo”. Comienza con
Polo Febo, un joven parisino e inquieto con la relevancia del nacimiento de un
bebé con seis dedos y una cruz en la espalda. Este inicio marcado por una
hambruna y peste y el emblema de un salvador o anticristo que venía a regir al
mundo. Introduce de entrada una alusión al esoterismo. En esta obra las
tendencias de pensamientos y los credos están muy mezclados, así como están
mezcladas las creencias entre los seres humanos. Un bebé de seis dedos con
una cruz de carne incrustada en su espalda da el inicio místico y atrae la primera
atención, ligado con la catástrofe circundante en París en ese momento.

Sigue el desarrollo haciendo mención de personajes tan memorables como


Guzmán, quien pareciera ser el personaje que toma la preponderancia del relato
aún sobre el Señor, irónicamente un can llamado Bocanegra toma una especia de
relevancia implícita tan marcada que es imposible pasarla desapercibida, y es
inclusive más mencionado que otros personajes. Alrededor de este perro
conocido, que quien lea la obra le tomará gran aprecio, se tejen historias y
argumentos filosóficos como el de pensar en la interacción de los animales y sus
sentimientos y la relevancia de esto para el conocimiento humano. Polo Febo, “el
hombre sándwich”, un parisino que buscaba la felicidad y la paz en medio de una
sociedad de servidumbres muy desiguales dio muestras de la observancia de una
filosofía de la vida plena, más allá del conocimiento de cualquier jornalero que sólo
existe para lograr su sustento: “un día que ayer fue futuro, irrepetible después del
tiempo”. Creo que el autor con expresiones como estas prepara al lector para un
derroche de expresiones filosóficas que explican de manera sencilla la
complejidad de la vida humana. “Las causas surten efectos, los efectos proponen
problemas y los problemas exigen soluciones, que a su vez, se convierten, en
virtud de su éxito o de su fracaso, en causas de nuevos efectos, problemas y
soluciones.”, un planteamiento brillante de Polo Febo, la llamada ética de la
repetición o el pensar del rizoma. No le pasa la vida desapercibda, su razón le
guía aunque en muchos momentos no entienda, y la prudencia siempre le
aconseja a este joven, sobre todo frente a sus patrones con quienes se gana la
vida en una manera no muy agradable para él, un simple anuncio andante, con
dos carteles, uno delante y otro detrás a quien casi nadie le ponía atención en
medio del alboroto de una catástrofe.

De aquí la obra da un extraño salto hasta donde Ludovico, un personaje que


encierra misterio y que sorprende al mismo Polo Febo, un encuentro furtivo del
destino con una persona inesperada y un mensaje desconocido. Otros dos
personajes son Guzmán y el Señor, quiénes dialogan temas de sabiduría social.
Con ello se introduce el tema de la jerarquización social y la conducta humana.
Vemos siempre a un Guzmán obediente pero autónomo dentro de su obediencia,
capaz y porfiador, quien de repente entró en el diálogo de la razgón de ser de la
servidumbre: tratar siempre al pordiosero como lo que es para evitar vanidad y
pretensión segura en caso de dársele el menor signo de reconocimiento y
distinción, una ironía de la vida que aún es vista en estos tiempos modernos.

En esta obra se trabaja mucho el aspecto filosófico-religioso, es como una especie


de culto a la filosofía de la religión, la conversión en pensamiento filosófico de los
mitos, leyendas urbanas y sincretismo de las costumbres religiosas de los
personajes. Se plantea de una manera muy paradójica el abandono de la tierra a
la hora de la muerte, el grande dolor y el olvido de la memoria de la vida en el más
allá. Jesucristo y sus santos no asisten a consolar las almas de los justos, porque
ningún alma abandonara la tierra sin grande dolor. Y como la vida fue dolor no se
conservará la memoria ni recuerdo de lo que amaron en este siglo. Lo más
impresionante es que en otro dialogo se plantea un “contraste” similar: se plantea
la reencarnación, doctrina cuasi antagónica a la eternidad planteada en el
cristianismo. El Señor en medio de un suplicio infringido por sí mismo rezaba
entre sus dientes que no quería morir para renacer en forma animal, pero ahonda
su filosofía religiosa en un pensamiento un poco capcioso. El entendía que el
mundo actual no podía ni debería cambiar, y la razón de esto para que el cielo
pudiera existir, solamente del horror del mundo podía nacer en contraste la infinita
bondad del cielo, razón que en la juventud lo había convertido en un inquisidor
para ajusticiar a quienes prometían el cielo en la tierra. Lo interesante es que se
plantea otro argumento muy interesante, humanista, con el hombre en el centro,
este a cargo de Ludovico, quien se atrevió a decir que el buen mundo, la buena
sociedad, el buen amor y la vida eterna sólo serán si cada hombre es Dios, si cada
hombre es su propia fuente de salvación y gracia. Este planteamiento afirmaba
que siendo así Dios sería imposible porque sus atributos existirían en cada
hombre, y el hombre se bastaría a sí mismo dejando de ambicionar. Este intento
de explicación de una posible restauración de la naturaleza caída del mundo se
deja sentir a lo largo de toda la obra, acusan a Dios sentirse necesitado e
insuficiente, por haber necesitado la creación para no sentirse solo, no le bastó su
gracia.

Lo bueno de entender de esto es que Ludovico, quién da clara muestras de


ateísmo, era estudiante de teología en un monasterio. En su pensamiento lógico,
Ludovico no se siente aludido como un mortal en desgracia fuera de la ley divina,
pues si Adán pecó ese pecado solo dañó a Adán y no al género humano, y puso
de ejemplo a los niños, pues cada niño que nace lo hace en estado de inocencia y
sin injuria, tan inocente como Adán antes de su caída. Guzman también establece
su criterio filosofo-religioso: el príncipe astuto somete la religión a su interés. En
estos tres diálogos vemos cómo hombre y religión intentan de establecer su
relación, pero la finalidad es una: el poder. Porque el poder da autoridad, pero
también confort, y en medio de la incertidumbre humana, tanto para el amo, como
para el siervo, sea en esta vida o en la esperanza de la venidera en esta novela se
plantea el uso de la religión para llenar ese vacío, sea su presencia, su ausencia o
su uso.

De algo si se habla en medio de este mar filosófico y religioso, entre tantas


inquietudes de los personajes: de la seguridad de la muerte. Y es un
planteamiento muy pragmático. Esta certeza de la muerte se aduce en medio de
la incertidumbre total, pues aunque exista la certeza de morir, no se sabe el cómo,
ni el cuándo ni el por qué, ni el para qué. La explicación cede poder a Dios porque
el Señor entiende que si al nacer se nos revelara el curso completo de nuestras
vidas hasta el punto final se crearía la disociación de la relación Dios-criaturas,
pues el dejaría de ser Dios, y nosotros sus amorosas criaturas. No obstante esto
le asigna esa inteligencia a un falso favor del maligno. ¿Y qué decir de la
creación? Uno de los debates más interesantes planteados por los personajes es
el debate de la creación: ¿Quién creó al Padre? Una pregunta que se hizo el
Señor a sí mismo y a Guzmán. Al final can en cuenta de que la creación humana,
vista tan imperfecta, fue el capricho de unos ángeles inferiores que estaban
aburridos, los cuales no tuvieron más fuerza e imaginación que la suficiente para
crear la miseria humana. El Señor no podía creer que Dios hubiera creado la
miseria humana, y por eso prefería atribuirle esa creación a ángeles inferiores
“para liberar a Dios del soberano pecado que le atribuimos: la creación del
hombre”.
Al final se cae en cuenta con uno de esos ángeles inferiores que habíamos sido
creados por recomendación de Luzbel, y aquello de la imagen y semejanza: una
osadía humana.

Un planteamiento interesante en la obra es aquel que exponen que las cosas son
desde el punto de vista en que se vean: Guzmán y el Señor hablando conversan
en un arduo debate sobre quién tiene la verdad y quién plantea lo certero. El
Señor pone de manifiesto frente a Guzmán que todo es visto desde el punto de
vista del triunfo; si hubiesen triunfado las tesis heréticas, los santos serían hoy los
herejes y los herejes los santos. Bajo este argumento plantea que al final
cristianos son todos; para ello se vale de la analogía de la famosa discusión
doctrinal de todos los tiempos entre Agustín y Pelagio. Pero esto no queda aquí
hay un debate ontológico sobre dos rivales: El hijo de Dios y el hijo de María, se
siente muy interesante el debate que parte de los actos humanos de un ser divino
o los actos divinos de un ser humano. ¿Cómo distinguir a uno del otro? Finalmente
se establece a Pilatos como el fundador de la religión cristiana y se deriva la
pregunta ¿Fue nuestra religión fundada por un error de la policía romana?
Simplemente brillante.

En Yuxtaposición al planteamiento filosofo-religioso se deja en esta novela


entrever de manera muy abierta, casi de manera infinita el verdadero pudor
humano, haciendo alusión a que el pudor y la moral de los humanos es solo una
capa de deseos reprimidos que se practican en ausencia de testigos que no estén
de acuerdo. No es raro ver en medio de esta obra algunas prácticas sexuales,
aún escandalosas hoy día: orgías, bestialismo, necrofilia, pedofilia y voyerismo.
Se estrena esta obra con la acción necrofílica de la reina que viajaba con el
cadáver de su marido en medio del dilema de maldecir al doctor que embalsamó
el cuerpo de su marido ya difunto por no dejarle todo el proceso putrefacto, pero
luego lo venera por dejarle la mirada de su marido a quien ella disfruta en medio
de la fría manifestación de su ser, yaciendo ya muerto. Un hombre que en vida
gozó de poder y de abuso de este, de quien en la narración se estipula era alguien
de manos ligeras con las mujeres, hacíase para sí mismo de lo más preciado del
género femenino, asumió el poder de dormir con doncellas prenupciales primero
que sus maridos.

Un subcapítulo muy interesante se titula “El beso del paje”, donde se alude a un
contacto si bien no es homosexual, entonces sería hermafrodita. El beso del paje
despierta una increíble curiosidad y morbo sobre poder entender qué rayos
sucede en esa escena. ¿Quién es el paje? ¿De dónde vino? ¿Cuál es su función?
Más adelante se deja ver que posiblemente el paje sea celestina disfrazada de
hombre para guardar su honor de mujer y ser confundida entre los parroquianos.
Oh celestina, la olvidaba. En ella y alrededor de ella se centra una trama
asombrosa. Un entramado que va desde la pasión hasta la filosofía de la vida, o
quizás esa misma pasión es su filosofía de vida por lo que ella representa en una
sociedad machista y sexada. Una hostia se convirtió en serpiente al rozar su
lengua sólo porque fue a la capilla ese día con la menstruación, con este
argumento el novelista asesta un duro golpe contra la mitología urbana en los
tiempos, exponiéndola sin filtro. Este relato desemboca en un episodio de zoofilia
con un ratoncillo que da placer a una joven yacida en el suelo, agolpeada por la
caída aparatosa y como no podía ser levantada sino sólo por su marido (el cual
estaba distante y lejos en una guerra) duró un espacio de treinta y tres días
postrada. En su relato ella confiesa que solo un ratoncillo le acompañaba cada
noche royendo el orificio de su virginidad. Por esta acción este diminuto ratón fue
acusado de verdadero compañero de suplicio, esto conllevó a la señora a rasgar
por ella misma las finas hebras de su virginidad, que el ratoncillo había dejado
como escombros, al final fue vencida por sus propias sensaciones según hace
constar en su propio relato.
Felipe, Ludovico y Celestina yacieron juntos y se resume entre ellos una especie
de triángulo amoroso donde la permisividad de Felipe ahonda los límites: “Tú eres
Celestina: tú eres mía: Ludovico es tuyo”. En su lógica, Felipe interpretando el
sueño de Celestina permite brotar sus mórbidos deseos de estar con un varón,
pero los filtra a través de Celestina. Celestina también fue violada, o al menos por
consenso, sí, consenso por estar bajo el efecto de una hechizante lujuria
incontenible. Fue presa de dos viejos, estaba ella en el punto más álgido de su
fantasía, y no pudo distinguir lo certero del momento, si fue una realidad o alguna
alucinación producto del placer. En fin, fue considerada como un premio y quedó
evidenciado este hecho en el comentario incestuoso del Señor a su hijo Felipe,
donde expresó una loa al hecho de que ambos, tanto padre como hijo, hayan
estado con la misma mujer.

Esta rica vastedad de cotidianidad humana, totalmente pura y presentada con el


menor pudor posible se hace sentir también en los apéndices de filosofía humana,
pura y simple que se presenta. Lecciones de convivencia social, dichos
sentenciosos y una notable sabiduría humana nacida de la entraña de lo cotidiano,
del uso común de las relaciones entre los humanos. Esta riqueza nutre y
acompaña la novela en todo su devenir dando consistencia a la trama y al
argumento. Una muestra de este conocimiento se expone en uno de los tantos
diálogos entre Guzmán y el Señor sobre las posibilidades de la verdad tras un
relato de lo escrito. Establecía el Señor que lo escrito permanece y que al mismo
tiempo es una verdad irrefutable porque no puede sometérsele al escrutinio, ni a la
prueba del tiempo. Al mismo tiempo abre la posibilidad de la duda sobre la
verdad, la compagina con Guzmán y abre el universo de las posibilidades:
“depende de quién lo cuenta, depende de quién lo vio y cómo lo vio”.
Antropologicamente hablando, el Señor atinó a una clase de comunicación
antropológica, hablando sobre el conocimiento situado. Con esta acción el
novelista asesta un duro golpe a los sistemas humanos tal y como los conocemos
hoy en día: la verdad no es aquello que conocemos tal y como es, sino que
solamente conocemos el punto de vista de quién nos lo transmitió. Lo mejor de
todo es que expresa la justificación y un válido por qué de las cosas, y expone la
ingobernabilidad como consecuencia de una extenuante libertad en donde todos
pudiesen expresar la pluralidad de lo que entienden, creen y conocen, a este
fenómeno le llama: “demasiadas verdades”. La unidad del poder es el fundamento
de un gobierno, el privilegio de poseer un texto único, escrito, que funja como
norma incambiable, a esto en tiempos modernos llamamos constitución.

“¿Carecen ellos de vida o carezco yo de muerte; sóbrales muerte a ellos o


sóbrame vida a mí?”. Una analogía brillante sobre los vivos y los muertos, pues el
Señor se encuentra frente a un gran dilema (entre tantos) con su cumpleaños, él
ve para sí un año menos de vida, y para los muertos un año más de muerte.
Utiliza siempre este tipo de mayéutica para ir descubriendo la verdad de la vida: su
verdad. Finalmente se encuentra con la realidad pragmática del presente: los
muertos bien muertos están y se da su espacio para celebrar la ceremonia del
poder y de la vida.

Esta obra es un tomo que condensa las realidades de la vida, todas, pero en una
sola realidad: la humana. Tan diversa y diversificable, al mismo tiempo. Es un
relato que alberga un sinnúmero de lecturas e interpretaciones, en forma
multidimensional. La clara oposición a una línea del tiempo no permite en la
mayoría de los casos hacer énfasis en una misma trama o algún personaje
específico. De aquí surge la alquima de su pensamiento y sus palabras, en
donde aparte de todo lo expresado, plasmó la lectura completa de símbolos
esotéricos, de una manera álgida pero sutil, todo un consomé literario de
pensamientos y tendencias.

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