Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
net/publication/257017086
CITATIONS READS
0 419
1 author:
Villar Diego
National Scientific and Technical Research Council
71 PUBLICATIONS 97 CITATIONS
SEE PROFILE
All content following this page was uploaded by Villar Diego on 21 May 2014.
ISBN 978-950-786-980-8
Prefacio
R. Tom Zuidema . .....................................................................................................11
Introducción
Relevancia y actualidad de los estudios de parentesco en antropología
Federico Bossert, Pablo F. Sendón y Diego Villar .................................................. 15
1. Se trata de una continuidad que, si bien desde otro ángulo, hemos tenido ya oportunidad
de destacar (Bossert, Sendón y Villar, 2001: 13-17).
18 Federico Bossert, Pablo F. Sendón y Diego Villar
3. Lo dicho encuentra respaldo adicional en otros campos que exceden el estudio del paren-
tesco. Por citar tan sólo un ejemplo, para John V. Murra (1978: 13) los estudios africanistas
constituyeron una fuente de inspiración explícita a la hora de interpretar la organización so-
cioeconómica del Estado incaico. Reflexionando acerca de las virtudes del método comparativo,
el mismo autor supo encontrar en los ensayos del helenista Moises I. Finley la contribución
más provechosa para la comprensión de la categoría de yana, por más que en dichos trabajos
no aparezca una sola palabra sobre esos mismos yanas (Murra, 1970: 16).
20 Federico Bossert, Pablo F. Sendón y Diego Villar
Sin que insinuemos aquí que estos autores hayan incurrido en el su-
puesto mencionado, resulta equívoca la adjudicación directa de la falta de
interés por el parentesco al proceso de transformación de la mayor parte
de las sociedades tradicionalmente estudiadas por la antropología a lo
largo del siglo xx.
Un primer problema consiste en suponer, por un lado, que la fortuna de
cualquier empresa científica queda determinada por la contemporaneidad
de su objeto de estudio; por el otro, en atribuir a la labor científica un carác-
ter instrumental que no tiene por qué ser necesariamente prioritario. ¿Por
qué insistir en el estudio de las lenguas clásicas si actualmente nadie habla
latín y griego? ¿Por qué estudiar las formas de organización sociopolítica
del mundo antiguo si ese mundo ya no existe? Como tendremos ocasión
de comprobar, dilemas semejantes no impidieron que Fred Eggan o Floyd
Lounsbury contribuyeran a nuestro actual conocimiento de los sistemas
de parentesco maya e inca.
Un segundo problema consiste en olvidar que la inquietud por el salto
cualitativo, la presunta aceleración de la metamorfosis morfológica o aun la
desaparición misma del objeto de estudio es tan vieja como la antropología.
Al describir las mascaradas de los zuñi y los hopi en 1938, Marcel Mauss
(1991) lamentaba que “todo esto, que se ha transformado en un espectáculo
para turistas, estaba en plena ebullición hace menos de cincuenta años, y to-
davía lo está” (314). Sin embargo, no nos referimos únicamente a problemas
lejanos que aquejaban a Frazer o a Boas, sino más bien a las preocupaciones
de antropólogos modernos en un mundo también moderno:
dades que tanto han dado que hablar a múltiples estudiosos no puede
obviar las fuentes de inspiración que dieron lugar no sólo a la constitución
de la antropología como campo de investigación específica, sino también
a la etnografía americanista propiamente dicha. La posibilidad de apre-
hender de primera mano las concepciones formuladas al respecto no sólo
redundará en una mejor comprensión del trasfondo teórico que subyace
en gran parte de las formulaciones acerca de las sociedades amerindias,
sino también –lo que es más importante– en una mejor comprensión de las
mismas. Este volumen no quiere ser concebido como una historia muerta,
una pieza de museo o un catálogo abigarrado pero prolijo de especímenes
exóticos. Procura contribuir, aunque más no sea en pequeña medida, con
la formulación activa y creativa de soluciones concretas para problemas
antropológicos particulares. No procura prescribir de forma dogmática la
utilización indiscriminada y acrítica de los modelos clásicos; pero tampoco
puede admitirse, en modo alguno, la posibilidad de llegar a resoluciones
satisfactorias descartando las propuestas de un número considerable de
estudiosos de valía que dedicaron tiempo y esfuerzo a la labor antropoló-
gica. Lo que este volumen en definitiva cuestiona es la noción misma de
que haya modelos de parentesco “clásicos”: simplemente hay buenos y
malos modelos.
Los antecesores
7. Para una evaluación de los trabajos de Durkheim sobre parentesco, véase Maybury-Lewis
(1965b). Para un análisis más general de sus investigaciones sobre la organización social,
véanse Barnes (1966), Lukes (1984) y Parsons (1968).
8. Dicho sea de paso, es a McLennan (1886) a quien la literatura antropológica debe la incor-
poración de los conceptos de “exogamia” y “endogamia”.
26 Federico Bossert, Pablo F. Sendón y Diego Villar
11. Puede decirse lo mismo respecto del término “historia” cuando años más tarde Kroeber
vuelva a empeñarse en la batalla que ya había sostenido contra Rivers. Los argumentos son
los mismos: sólo cambian los oponentes (Radcliffe-Brown) y los casos de referencia (los grupos
de California) (Kroeber, 1934).
28 Federico Bossert, Pablo F. Sendón y Diego Villar
12. Aquí presentamos las partes primera y tercera, ya que la segunda analiza aspectos con-
cretos de los casos individuales.
13. La idea de que Radcliffe-Brown “descubrió” el sistema kariera, firmemente establecida por él
mismo y por otros en la historia de la antropología, fue posteriormente cuestionada con dureza
(Needham, 1974). Para una reinterpretación actual del modelo clásico de cuatro secciones que
no elude proposiciones conjeturales, genéticas y comparativas, véase Allen (1998, 2000).
14. En efecto, no es difícil percibir que la misma idea había sido formulada muchos años antes,
y casi en los mismos términos, por el propio Durkheim (1965, 1967, 1968). Véase también
Maybury-Lewis (1965b: 259-260).
15. Sobre la importancia de Morgan en Radcliffe-Brown, véase Fortes (1970a). Como antes Ri-
vers, y como luego Meyer Fortes, Radcliffe-Brown atribuía una importancia decisiva a Morgan,
e incluso acusó a Kroeber de no haberlo leído de primera mano (Harris, 1994: 280). Sobre la
Relevancia y actualidad de los estudios de parentesco en antropología 29
unen con los miembros de su propia familia nuclear. Según esta idea existe
una condición básica y fundamental –la familia–; recién luego, a partir de
la misma, entran en escena ciertas condiciones, regulaciones o costumbres
que varían entre las sociedades: la descendencia, las normas matrimoniales,
las agrupaciones mayores, la sustitución de parientes, la adopción, el modo
de residencia. El abordaje “extensionista” del parentesco intenta mostrar
cómo las relaciones impuestas por estas condiciones elementales cobran
vida, ganan sustancia y se cargan de sentido según cómo las experimente
cada Ego. Las extensiones del parentesco son como círculos que se agrandan
gradualmente a medida que se alejan del núcleo doméstico; las actitudes
de Ego hacia los parientes más lejanos, en consecuencia, se asimilan a esas
relaciones primarias e íntimas que tienen lugar dentro de la familia nuclear
o bien se construyen siguiendo su patrón. En los escritos de Malinowski
la terminología no designa relaciones jurídicas o normativas, ni un modo
de agrupar y clasificar a las personas –ya que su tratamiento no aceptaba
ninguna traducción al lenguaje de la estructura social–, sino que aparece
más bien como un reflejo de emociones y sentimientos individuales, mera
metáfora de los términos intrafamiliares. En lugar de poseer una coherencia
propia y conformar un sistema, las relaciones y los agrupamientos sociales
son concebidos como hechos de costumbre o de motivación. La cuestión
del origen –histórico o del tipo que fuere– de las formas de descendencia o
matrimonio no constituye una preocupación para esta perspectiva; la cual,
justamente, más bien debe pensarse como una suerte de reacción explícita
frente a ese tipo de problemas conjeturales.
No hace falta mencionar obras en las cuales Malinowski (1963a) retoma
explícitamente nociones psicológicas como el “complejo de Edipo”, la “am-
bivalencia emocional” o la “represión”. Los sustratos reales del parentesco
son las emociones y los sentimientos que componen sus relaciones y no las
ficciones legales declaradas; la magia del etnógrafo consiste, pues, en des-
cubrir dichos sustratos. Malinowski llegó a afirmar que en el parentesco la
costumbre observable era el equivalente de las fuerzas emocionales, que
de esta forma se volvían empíricamente observables. Desde esta perspec-
tiva, un abordaje normativo (o “algebraico”)19 como el de Rivers y Morgan
resultaba estéril: la única forma de llegar al sustrato real era mediante el
método “biográfico”, observando en forma directa a los individuos en situa-
ciones consuetudinarias concretas, y no recogiendo normas ideales que se
infringen a cada momento.
Un ejemplo de este tipo de generalizaciones es su artículo “Parentesco”,
redactado originalmente como entrada a la materia de la edición de 1929
de la Enciclopedia Británica (Malinowski, 1963b). El polaco propone la
19. Malinowski despreciaba el estudio de las terminologías (el “álgebra del parentesco”) y carac-
terizaba a la obsesión por las mismas como “coleccionismo lingüístico” (Fortes, 1974: 164).
Relevancia y actualidad de los estudios de parentesco en antropología 31
20. Esta posición central de la familia nuclear contó con gran apoyo posterior, por ejemplo en
Murdock (1949). La principal objeción al respecto estuvo a cargo de Lévi-Strauss, para quien
el “átomo de parentesco” está formado por dos hombres y la mujer que pasa de uno al otro
(Lévi-Strauss, 1968, 1974, 1981, 1986).
21. De hecho, un comentarista agudo calificó la obra temprana de Evans-Pritchard (1932) como
“el único intento serio de probar la teoría extensionista” (Hocart, 1975: 250).
32 Federico Bossert, Pablo F. Sendón y Diego Villar
22. Hocart incluso invirtió el argumento en una clave histórica que no habría desagradado a
Durkheim: a su juicio, los términos clasificatorios no se deben a una extensión de las relaciones
del grupo familiar inmediato, sino que más bien nuestro peculiar hábito de denotar la cercanía
de parentesco es resultado del mismo proceso de contracción.
23. Como veremos más adelante, George Homans y David Schneider propondrán una interpre-
Relevancia y actualidad de los estudios de parentesco en antropología 33
Podría decirse que los grupos básicos, los linajes y las unidades
políticas asociadas con ellos expresan las relaciones entre padre e hijo,
tación en clave psicológica del parentesco profundizando las teorías de Radcliffe-Brown acerca
de la “extensión de sentimientos” que expuso en el célebre artículo “El hermano de la madre en
África del sur” (Radcliffe-Brown, 1974: 25-41). Este tipo de razonamiento pronto sería impug-
nado por el Evans-Pritchard más tardío. Véase al respecto la detallada discusión del problema
en Needham (1962: 23-52, 126), y en Goody en este mismo volumen. Por otra parte, hay que
decir que no deja de llamar la atención el contraste en Radcliffe-Brown entre la expectativa
que motiva por un lado la búsqueda de leyes sociales, y por el otro las generalizaciones más
bien tautológicas y propias del sentido común que las prueban: “Todo lo que el axioma parece
significar, de hecho, es que el parentesco implica la cooperación, y que uno está obligado a estar
en buenos términos con aquellos con quienes coopera” (Needham, 1971a: xcvii).
24. Sobre el problema del avunculado en relación con los estudios acerca de la ley y la ciudad
antiguas, véase Fustel de Coulanges (1984) y Maine (1986). Para una contextualización breve
pero no por ello menos instructiva sobre las relaciones tempranas entre la antropología y los
estudios sobre la historia del mundo antiguo, véase Viazzo (2003).
25. Para una lúcida interpretación de esta obra, véase Dumont (2001). Para una lectura
complementaria a la de Evans-Pritchard a partir de los mismos datos recogidos por él, véase
Gough (1971).
34 Federico Bossert, Pablo F. Sendón y Diego Villar
26. Pueden consultarse dos balances del período en Fortes (1970a, 1970c) y Kuper (1982). Para
un examen de las monografías que Fortes dedicó a los tallensi en una perspectiva similar a
la de Evans-Pritchard, véase Barnes (1971).
Relevancia y actualidad de los estudios de parentesco en antropología 35
Alianza y descendencia
27. Salvo que se mencione expresamente, a lo largo de todo el volumen los tipos de parientes
serán consignados mediante la combinación de ocho tipos elementales: Pa = “padre”, Ma =
“madre”, Hno = “hermano”, Hna = “hermana”, Eo = “Esposo”, Ea = “esposa”, Ho = “hijo”, Ha =
“hija”. Para la combinación de estas unidades deberá tenerse en cuenta: a) que el punto que
separa un tipo de otro implica una relación genitiva (“del”, “de la”); b) que el orden de sucesión
de los tipos elementales es el mismo que en castellano se emplea para describir parentescos:
así, “Pa. Ma. Ea. Hno.” deberá leerse “padre de la madre de la esposa del hermano” de Ego.
Relevancia y actualidad de los estudios de parentesco en antropología 37
28. Por ejemplo, Morgan (1980), Lowie (1928), Murdock (1949). Para una hipótesis sobre las
causas de la confusión entre los sistemas dravidiano e iroqués, véase Trautmann (1984). En
efecto, sólo las investigaciones posteriores identificaron las diferencias lógicas entre ambos
sistemas atendiendo a factores como la ausencia o la presencia de una terminología afinal
específica, la consistencia de la distinción entre paralelos y cruzados a través de las genera-
ciones o la clasificación de los colaterales distantes como los primos de segundo y tercer grado
(Trautmann, 1995; Keesing, 1975: 105-112; Godelier, Trautmann y Tjon Sie Fat, 1998: 1-26;
Parkin, 1998: 71-72).
38 Federico Bossert, Pablo F. Sendón y Diego Villar
29. Más allá de la multitud de casos etnográficos, sean hindúes o sudamericanos, la impre-
sionante relevancia teórico-metodológica que ha cobrado dicho sistema en los estudios de pa-
rentesco puede advertirse con claridad en una obra colectiva como la de Godelier, Trautmann
y Tjon Sie Fat (1998).
30. Para una apología de las diferencias absolutas entre ambas escuelas, véase Dumont (1975a).
Para una postura más escéptica, véanse Schneider (1965a) y Needham (1971a).
Relevancia y actualidad de los estudios de parentesco en antropología 39
31. Tan sólo a modo de ejemplo, mencionemos algunos estudios detallados e iluminadores:
Josselin de Jong (1970), Barnes (1971), Needham (1962), Dumont (1975a). Otras opiniones
pueden consultarse en Homans y Schneider (1955), Leach (1974), Badcock (1975), De Heusch
(1973), Fox (1972) y Korn (1996).
32. Para aproximaciones comparativas –y por lo general discordantes– a los sistemas de
parentesco tupí-guaraní, véase Wagley y Galvão (1946), Philipson (1946), MacDonald (1965),
Shapiro (1968), Hornborg (1988) y Viveiros de Castro y Fausto (1993). Para un análisis formal
del matrimonio con la hija de la hermana, véase Shapiro (1966), Lave (1966) y también su
exégesis crítica en Rivière (1966).
40 Federico Bossert, Pablo F. Sendón y Diego Villar
33. Lévi-Strauss propone incluso el análisis matemático de estos sistemas. Sin embargo,
pronto se cuestionó la utilidad de sus conclusiones: “Un resultado fue que en una sociedad
con treinta clanes (de hecho, hay sociedades como los nyoro que tienen alrededor de cien) el
número de tipos matrimoniales es 297.423.855. No se demuestra, supuestamente, esta cifra,
y el mismo Lévi-Strauss no hace nada con este total extraordinario. No obstante, una cifra
cercana a los trescientos millones de tipos matrimoniales, en una sociedad de una escala del
tipo que se asocia con la terminología en cuestión, claramente carece de conexión con las
categorías, ideas y valores de acuerdo con los cuales los hombres se casan con las mujeres”
(Needham, 1971b: xxxii).
34. Ciertamente existió una controversia entre Schneider (1965b) y Goodenough (1970b)
respecto del parentesco norteamericano contemporáneo. Pero las discordancias no impidieron
consensos más cruciales. No es gratuito que Goodenough (1964) eligiera el volumen que editó
en homenaje a George P. Murdock para exponer los presupuestos del análisis componencial.
Tampoco que en Social Structure, como quien no quiere la cosa, Murdock (1949: xv-xvi) deslice
que Kroeber triunfó en su contienda californiana contra Radcliffe-Brown. Cuando comenta la
polémica entre Kroeber y Rivers en este mismo volumen, Schneider declara por su parte que
los criterios del primero son la “materia prima de los procedimientos analíticos y formales de
hoy en día”. Como vimos, seguramente otros autores norteamericanos de orientación distinta
–Eggan, Tax, Lloyd Warner o Redfield– no opinarían igual.
35. En efecto, una de las curiosidades de estas corrientes fue su irreprimible fascinación por
diversos dispositivos de formalización que utilizaron con desigual fortuna: los “árboles”, “pa-
42 Federico Bossert, Pablo F. Sendón y Diego Villar
37. En su estudio del sistema crow-omaha, Floyd Lounsbury (1964) enfrenta en cierto modo
esa dificultad: “Esto no implica desechar las explicaciones funcionales. Por el contrario, es una
esperanza y una expectativa legítima que el análisis formal contribuya –como un indicador
de dirección– a orientar con provecho los análisis funcionales. Seguramente todos nosotros,
los formalistas y los funcionalistas, tenemos este mismo objetivo” (352).
38. De hecho Goodenough (1970b: 72) afirmó que Lounsbury concibió la idea al mismo tiempo
de forma independiente, y que por una extraña coincidencia ambos la publicaron en 1956 en
el mismo número de Language.
Relevancia y actualidad de los estudios de parentesco en antropología 45
39. El ejemplo más obvio es Murdock, que personificó como nadie la ambición comparativa
creando el Institute of Human Relations en la Universidad de Yale, y luego de la guerra –en la
cual intervino poniendo su método al servicio de la toma de Micronesia– los famosos Human
Relations Area Files, una institución interuniversitaria destinada a clasificar una muestra
enorme de sociedades para luego elaborar hipótesis generales (Whiting, 1986).
Relevancia y actualidad de los estudios de parentesco en antropología 47
40. Edmund Leach, por ejemplo, no tuvo reparos en caracterizar la teoría de Lévi-Strauss como
un splendid failure con un valor fundamentalmente heurístico: “En mi opinión el producto final
es en gran medida falaz, pero incluso el estudio de las falacias puede resultar enriquecedor”
(Leach, 1974: 124).
41. En el prefacio a la segunda edición de Las estructuras elementales del parentesco Lévi-
Strauss se refirió particularmente a la reseña de Lounsbury: “Como Lounsbury comprendió
muy bien al reseñar Structure and Sentiment, el error principal radica en haber identificado
la oposición entre «estructuras elementales» y «estructuras complejas» y la existente entre
«matrimonio prescriptivo» y «matrimonio preferencial», y a partir de esta confusión haberse
permitido sustituir una por otra” (Lévi-Strauss, 1981: 22).
Relevancia y actualidad de los estudios de parentesco en antropología 49
Uno de los casos en los cuales se advierte con claridad la forma en que
los sucesivos desarrollos en las teorías de parentesco influyeron sobre
las aproximaciones etnohistóricas y etnográficas regionales es el estudio
de las sociedades que habitaron y aún habitan buena parte de los Andes
centrales. Desde fines del siglo xix hasta la actualidad, los andinistas se
han involucrado en el desciframiento de la organización del parentesco en
el área animando un debate que todavía no llega a su fin; es conveniente,
pues, ilustrar este fenómeno examinando las distintas aproximaciones a lo
que fue –o se piensa que fue– la organización social de los incas.
El sistema de parentesco peruano y las comunidades gentilicias de los
incas, escrito y publicado en alemán por Heinrich Cunow en 1891, constituye
el primer esfuerzo de interpretación del sistema de parentesco de la sociedad
incaica (Cunow, 1929). A partir del análisis de la terminología de parentesco,
Cunow se propuso el mismo programa que Lewis H. Morgan (1997) se ha-
bía impuesto veinte años antes: vincular el sistema de parentesco inferido
a partir del análisis terminológico con un orden social determinado. En el
caso de Morgan este orden consistía en las etapas sucesivas de la evolución
de la humanidad, y en concreto en el pasaje paulatino desde los sistemas
“clasificatorios” a los “descriptivos”. Aceptando estas premisas, Cunow trató
de esclarecer el lugar preciso que ocuparía la sociedad de los incas en la serie
evolutiva propuesta por Morgan. Por un lado, la unidad fundamental de la
sociedad incaica es el ayllu, comunidad gentilicia o grupo de descendencia
50 Federico Bossert, Pablo F. Sendón y Diego Villar
42. La identificación del ayllu con la “comunidad gentilicia” tuvo amplia aceptación entre los
primeros estudiosos de las sociedades andinas (Belaúnde, 1908; Uhle, 1911; Saavedra, 1975;
Cosio, 1916; Baudin, 1953), quienes se refieren una y otra vez en sus escritos a Fustel de Coulan-
ges, Henry S. Maine, Gabriel Tarde, Lewis H. Morgan y al mismo Cunow, entre otros.
43. Resulta retrospectivamente significativo que ni Latcham ni Imbelloni citen el texto de
Cunow aquí comentado.
44. Ese ensayo, reproducido en este volumen, fue publicado por primera vez en un número
especial de la revista Annales, y también puede encontrarse en la versión inglesa del mismo
volumen (Lounsbury, 1978, 1986).
52 Federico Bossert, Pablo F. Sendón y Diego Villar
45. La perspectiva de Lounsbury no tuvo una aceptación contundente en los estudios andinos.
De todos modos, puede apreciarse un análisis similar dedicado a un grupo rural contempo-
ráneo en Sato (1981).
Relevancia y actualidad de los estudios de parentesco en antropología 53
46. En trabajos posteriores Zuidema (1989, 1996) volvió a pronunciarse sobre el tema. El
antropólogo peruano Juan Ossio Acuña (1981) fue el primer autor que destacó la conexión
entre el análisis de Zuidema y la perspectiva aliancista desarrollada por Louis Dumont. En
distintas medidas, pueden considerarse continuadores de este tipo de enfoque los estudios de
54 Federico Bossert, Pablo F. Sendón y Diego Villar
Earls (1971), Isbell (1978), Ossio Acuña (1992), Caparó (1994) y Skar (1997). Existe un esfuerzo
de explicación (decididamente desordenado) del sistema de parentesco incaico a partir de los
análisis de Cunow, Lounsbury y Zuidema (Rodicio García, 1980); otro aporte al respecto puede
encontrarse en Sendón (2002). Los balances más importantes sobre el tema siguen siendo los
de Ossio Acuña (1981) y Arnold (1998). Por último, cabe agregar que Zuidema volvió a consi-
derar su modelo desde una perspectiva que si bien no invalida su escrito de 1977, lo rectifica
a partir de información relativa a las consecuencias específicas de las reglas matrimoniales
(Zuidema, 1990, 2005).
47. Los ejemplos podrían multiplicarse, incluso para los estudios que procuran descifrar la
actual organización social andina. Es imposible dejar de mencionar el hecho de que, a la hora
de analizar la estructura moderna de las categorías sociales andinas, el antropólogo australiano
John Earls (1971) no sólo considera relevantes los trabajos de Lounsbury y Zuidema sobre los
incas sino también los análisis de Spencer y Gillen sobre los aranda.
Relevancia y actualidad de los estudios de parentesco en antropología 55
48. Es cierto que Keesing observa que las “mitades” pueden ser simplemente “divisiones
implícitas del universo social de cada Ego entre «parientes» (mi misma gente) y «afines» (la
gente con la que me uno en matrimonio). Esta división terminológica ha sido denominada
como sistema de dos secciones” (108). Sin embargo, la indecisión de Keesing entre esta lectura
egocentrada y otra lectura sociocentrada, evidenciada en su ubicación de la Ma como afín y la
ecuación Hna. Pa = Ma. Ea como consanguínea, origina la detección por su parte de presuntas
“inconsistencias” entre la distinción afines/consanguíneos y paralelos/cruzados. Para críticas
distintas de esta perspectiva véanse Viveiros de Castro (1998: 341), Hornborg (1998: 183),
Córdoba y Villar (2002: 91, 96-97).
49. Hay que reconocer que los estudiosos del parentesco asiático ya habían señalado el mismo
punto (Yalman, 1962).
56 Federico Bossert, Pablo F. Sendón y Diego Villar
50. Hay que notar, sin embargo, que en honor a la plasticidad mencionada también se reportan
casos de sistemas dravidianos con terminología afinal específica, como los de filiación caribe.
51. La primera de estas autoras ha propuesto incluso la etiqueta de “generación bifurcada”
para este tipo de nomenclatura, así como también una teoría que pretende explicarla (Dole,
1969).
Relevancia y actualidad de los estudios de parentesco en antropología 57
52. Incluso en los casos en los cuales los aspectos kariera parecen no existir, como entre los
shipibo (Morin, 1998) o entre los katukina (Cofacci de Lima, 1997), se discute la eventual
pertinencia de los clásicos modelos australianos.
58 Federico Bossert, Pablo F. Sendón y Diego Villar
53. Como advirtieron algunos críticos, la prueba principal del argumento de Dumont es la exis-
tencia o no de distinciones en la generación +2: el sistema dravidiano utiliza una sola categoría
para el Pa Pa y el Pa Ma y otra para la Ma Ma y la Ma Pa, en tanto que el kariera distingue
a los abuelos paternos de los maternos. Sin embargo, esta distinción fue luego calificada como
“sociológicamente trivial” (Shapiro, 1970: 385) o “no diagnóstica” (Viveiros de Castro, 1998:
336). Actualmente se prefiere enfatizar el mayor valor diagnóstico de las ecuaciones en las
generaciones impares, como + 1 y -1 (Daillant, 2003: 107-108).
Relevancia y actualidad de los estudios de parentesco en antropología 59
55. Véanse Erikson (1999) para los matses, Kensinger (1998) o Deshayes y Keifenheim (2003)
para los cashinaua, y Townsley (1994) para los yaminahua. Se ha llegado incluso a sugerir
que el tono “australiano” de los pano se debe precisamente a un fenómeno de abstracción y
generalización de estas equivalencias onomásticas (Erikson, 1999).
Relevancia y actualidad de los estudios de parentesco en antropología 61
56. Conviene aclarar que en este caso “Sudamérica” es más bien el Chaco, y que algunos de
los “descubrimientos” del suizo fueron refutados por la etnografía posterior: por ejemplo, la
presunta “patrilinealidad” wichí.
62 Federico Bossert, Pablo F. Sendón y Diego Villar
57. La controvertida cuestión del matrimonio entre primos wichí es caracterizada por Brauns-
tein de modo suficientemente elocuente: “En suma, la cuestión podría formularse de una
manera sintética: ¿pueden o no las mujeres matacas casarse con sus primos?, o ¿pueden o no
los hombres matacos casarse con sus primas? Nosotros creemos poder responder de un modo
rotundo: ¡en algunos casos sí y en otros no!, dependiendo de cuáles sean los matacos de que
se trate” (Braunstein, 1991: 38). La única excepción a la anomia generalizada parece ser la
tesis del antropólogo británico John Palmer (1997), quien rastrea entre los wichí salteños una
suerte de regla positiva: Ego busca cónyuge en un grupo con el cual algún consanguíneo suyo
haya establecido ya lazos de alianza; o, en otras palabras, trata de establecer una “afinidad
serial” que replique las uniones matrimoniales de sus parientes a través de las generaciones
pese a no seguir un patrón fijo.
Relevancia y actualidad de los estudios de parentesco en antropología 63
58. Entre los nivaclé, al existir sólo reglas negativas, una preferencia por “casarse fuera del
grupo”, y a lo sumo una duplicación estratégica de las alianzas (Ego se casa donde lo hizo
su hermano o tío), lo máximo que puede identificarse son “estructuras complejas de alianza”
(Sterpin, 1993: 137). Al describir la incorporación de “ajenos” al grupo local wichí, Guadalupe
Barúa (1993: 83) concluye por su parte que la aplicación del modelo canónico del intercambio
matrimonial es entorpecida por la aparición de individuos cuyos nexos parentales no pueden
ser trazados. Finalmente, pese a realizar un análisis de la afinidad matrimonial en términos
de grupos “dadores” y “receptores” de cónyuges, Palmer (1997) también duda de la pertinencia
del concepto de “intercambio”.
64 Federico Bossert, Pablo F. Sendón y Diego Villar
59. El corolario evidente, y por ende la afirmación más fuerte en la tesis de Braunstein, es
que aquello que la literatura chaqueña denomina “etnia” carece de una existencia social
relevante.
60. Es decir, un grupo local (endógamo o exógamo) sin descendencia unilineal, cuya exo o
endogamia dependerá de las reglas de residencia; así, existirán “matri-demes”, “patri-demes”
o “endo-demes” (Murdock, 1949: 63-64).
Relevancia y actualidad de los estudios de parentesco en antropología 65
61. Fortes (1970a: 91) señala con razón que, como todo en los estudios norteamericanos de
66 Federico Bossert, Pablo F. Sendón y Diego Villar
co.61 Pues bien, en tanto las unidades sociales típicas del Chaco son por
lo común familias extensas o conjuntos de ellas, pueden ser consideradas
ejemplos de “grupos de parentesco residencial” –por oposición a los “grupos
de parentesco consanguíneo” (Murdock, 1949: 41-42)–. De hecho, uno de
los más importantes tipos de agrupamiento encontrados por los etnógrafos
del Chaco es justamente la “banda”; es decir, una subespecie de aquello que
Murdock denominaba “comunidades”. En este sentido, manteniendo la vieja
tesis de Lowie y de Murdock, no son pocos los trabajos que sostienen que
en el Chaco la residencia o el mero hecho de compartir un territorio es el
factor determinante en la composición de los grupos, y que éstos por lo tanto
son primordialmente “grupos locales”, cuyo carácter flexible –amorfo según
Métraux– en realidad constituye una respuesta a esa misma condición.62
Palabras finales
Bibliografía
del parentesco en los Andes, La Paz, Centre for Indigenous American Studies
Exchange-Instituto de Lengua y Cultura Aymara, 15-62.
Badcock, Cristopher R. (1975), Lévi-Strauss: Structuralism and Sociological Theory,
Londres, Hutchinson.
Barnes, John A. (1966), “Durkheim’s Division of Labour in Society”, Man 1 (2),
158-175.
– (1971), Three Styles in the Study of Kinship, Berkeley-Los Ángeles, University of
California Press.
Barry, Laurent (2008), La Parenté, París, Gallimard.
Barth, Fredrik (1954), “Father’s Brother’s Daughter Marriage in Kurdistan”,
Southwestern Journal of Anthropology, 10 (2), 164-171.
– (1959), “Segmentary Opposition and the Theory of Games: A Study in Pathan
Organization”, Journal of the Royal Anthropological Institute, 89, 5-21.
– (1965), Political Leadership among Swat Pathans, Londres, The Athlone Press.
– (1971), “The System of Social Stratification in Swat, North Pakistan”, en E. Leach
(ed.), Aspects of Caste in South India, Ceylon and North-West Pakistan, Cam-
bridge University Press, 113-146.
– (1973), “Descent and Marriage Reconsidered”, en J. Goody (ed.), The Character of
Kinship, Londres, Cambridge University Press, 3-19.
Barúa, Guadalupe (1993), “Parentesco y proximidad en la comunidad mataco wichí
de Tres Pozos”, Hacia una nueva carta étnica del Gran Chaco, 5, 75-84.
Baudin, Louis (1953), El imperio socialista de los incas, Santiago de Chile, Zig-
Zag.
Belaúnde, Víctor A. (1908), El Perú antiguo y los modernos sociólogos (Introducción
a un ensayo de sociología jurídica peruana), Lima, Imprenta y Librería de San
Pedro.
Bossert, Federico, Pablo F. Sendón y Diego Villar (eds.) (2001), De la función al
significado. Escritos de antropología social, Lima, Universidad Nacional Mayor
de San Marcos.
Bossert, Federico y Diego Villar (2007), “La etnología chiriguano de Alfred Mé-
traux”, Journal de la Société des Américanistes, 93 (1), 127-166.
Braunstein, José (1976), “Los wichí. Conceptos y sentimientos de pertenencia
grupal de los mataco”, Scripta Ethnologica, 4 (1), 130-143.
– (1979), “Las bandas matacas. Gentilicios”, Scripta Ethnologica, 5 (1), 82-90.
– (1983), Algunos rasgos de la organización social de los indígenas del Gran Chaco,
Facultad de Filosofía y Letras-Universidad de Buenos Aires.
– (1988), “Gentilicios toba del occidente chaqueño”, Scripta Ethnologica, 12: 51-
55.
– (1991), “Primos equívocos. Variantes léxicas del parentesco mataco”, Hacia una
nueva carta étnica del Gran Chaco, 2, 23-39.
– (1993), “Territorio e historia de los narradores matacos”, Hacia una nueva carta
étnica del Gran Chaco, 5, 4-74.
Braunstein, José y Mario califano (1979), “Los grupos ayoreo”, Scripta Ethnolo-
gica, 5 (1), 92-101.
Braunstein, José y John Palmer (1992), “Bereavement Terminologies in the Chaco”,
Hacia una nueva carta étnica del Gran Chaco, 3, 7-23.
Buchler, Ira y Henry A. Selby (1968), Kinship and Social Organization: An Intro-
duction to Theory and Method, Nueva York, Macmillan.
Relevancia y actualidad de los estudios de parentesco en antropología 69
de duelo de los tobas del oeste de Formosa”, Hacia una nueva carta étnica del
Gran Chaco, 6, 117-122.
Métraux, Alfred (1946), “Ethnography of the Chaco”, en J.H. Steward (ed.), Hand-
book of South American Indians, Washington, Smithsonian Institution, vol. i,
302-370.
Miller, Elmer (1966), “Toba kin terms”, Ethnology, 5 (2), 194-201.
Morgan, Lewis H. (1980), La sociedad primitiva, Madrid, Ayuso.
– (1997), Systems of Consanguinity and Affinity of the Human Family, Lincoln-
Londres, University of Nebraska Press.
Morin, Françoise (1998), “Los shipibo-conibo”, en F. Santos y F. Barclay (eds.), Guía
etnográfica de la Alta Amazonia, Quito, Instituto Francés de Estudios Andinos-
Abya Yala, vol. 3, 275-438.
Murdock, George P. (1949), Social Structure, Nueva York, Macmillan.
– (1970), “Kin Term Patterns and Their Distribution”, Ethnology, 9 (2), 165-207.
– (1971), “Anthropology’s Mythology”, Proceedings of the Royal Anthropological
Institute of Great Britain and Ireland for 1971, 17-24.
Murra, John V. (1970), “Current Research and Prospects in Andean Ethnohistory”,
Latin American Research Review, v (1), 3-36.
– (1978), La organización económica del Estado inca, México, Siglo Veintiuno.
Needham, Rodney (1962), Structure and Sentiment: A Test Case in Social Anthro-
pology, The University of Chicago Press.
– (1971a), “Introduction”, en R. Needham (ed.), Rethinking Kinship and Marriage,
Londres, Tavistock, xi- cxvii.
– (1971b), “Remarks on the Analysis of Kinship and Marriage”, en R. Needham (ed.),
Rethinking Kinship and Marriage, Londres, Tavistock Publications, 1-34.
– (1974), “Surmise, Discovery, and Rhetoric”, en Remarks and Inventions: Skeptical
Essays about Kinship, Londres, Tavistock, 109-162.
Ossio Acuña, Juan (1981), “La estructura social de las comunidades andinas”,
en Historia del Perú. (Perú Antiguo), Lima, Editorial Juan Mejía Vaca, t. iii,
203-377.
– (1992), Parentesco, reciprocidad y jerarquía en los Andes. Una aproximación a la
organización social de la comunidad de Andamarca, Lima, Pontificia Universi-
dad Católica del Perú.
Overing, Joanna (1973), “Endogamy and the Marriage Alliance: A Note on Conti-
nuity in Kindred-Based Groups”, Man, 8 (4), 555-570.
– (1975), The Piaroa, a People of the Orinoco Basin: A Study in Kinship and Ma-
rriage, Oxford, Clarendon Press.
Palmer, John (1997), “Wichí Goodwill: Ethnographic Allusions” (tesis de doctorado),
Universidad de Oxford.
Parkin, Robert (1998), Kinship: An Introduction to Basic Concepts, Oxford, Black-
well.
– y Linda Stone (eds.) (2004), Kinship and Family: An Anthropological Reader,
Oxford, Blackwell.
Parsons, Talcott (1968), The Structure of Social Action: A study in Social Theory
with Special Reference to a Group of Recent European Writers, vol. i, Nueva
York, The Free Press.
Philipson, Jurn J. (1946), “O parentesco Tupi-Guarani”, Etnografia e Lingua Tupi-
Guarani, 11, 7-17.
Relevancia y actualidad de los estudios de parentesco en antropología 75
Pocock, David (1975), “North and South in the Book of Genesis”, en J.H.M. Beat-
tie y R.G. Lienhardt (eds.), Studies in Social Anthropology: Essays in Memory
of E.E. Evans-Pritchard by his Former Oxford Colleagues, Oxford, Clarendon
Press, 273-284.
Radcliffe-Brown, Alfred R. (1974), Estructura y función en la sociedad primitiva,
Barcelona, Península.
– (1982), “Introducción”, en A.R. Radcliffe-Brown y D. Forde (eds.), 11-97.
– y Daryll Forde (eds.) (1982), Sistemas africanos de parentesco y matrimonio,
Barcelona, Anagrama.
Renard-Casevitz, Marie-France (1998), “Acerca de algunas teorías sobre paren-
tesco y alianza: el matrimonio entre la hija de la hermana del padre y el hijo del
hermano de la madre”, Anthropologica, 16, 7-47.
Renshaw, John (1996), Los indígenas del Chaco paraguayo. Economía y sociedad,
Asunción, Interamericana.
Reynoso, Carlos (1998), Corrientes en antropología contemporánea, Buenos Aires,
Biblos.
Rivers, William H.R (1968), Kinship and Social Organization, Nueva York, The
Athlone Press.
Rivière, Peter (1966), “A Note on Marriage with the Sister’s Daughter”, Man (n.s.),
1, 550-556.
– (1969), Marriage among the Trio: A Principle of Social Organization, Oxford,
Clarendon Press.
– (1993), “The Amerindianization of Descent and Affinity”, L’Homme, 33 (126-128),
507-516.
Rodicio García, Sara (1980), “El sistema de parentesco inca”, Revista Española de
Antropología Americana, 10, 182-254.
Romney, Kimbal y Philip Epling (1958), “A Simplified Model of Kariera Kinship”,
American Anthropologist, 60, 59-74.
Sato, Noboyuki (1981), “El concepto de ayllu, y qata/q’ac̆un: Un estudio de la fami-
lia, el parentesco y el ayllu”, en S. Masuda (ed.), Estudios etnográficos del Perú
meridional, Universidad de Tokio, 139-171.
Saavedra, Bautista (1975), “El ayllu”, en E. Gómez, Bautista Saavedra, La Paz,
Biblioteca del Sesquicentenario de la República, 455-555.
Schneider, David (1965a), “Some Muddles on the Models: Or, How the System really
Works”, en M. Banton (ed.), The Relevance of Models for Social Anthropology,
Londres, Tavistock, 25-85.
– (1965b), “American Kin Terms and Terms for Kinsmen: A Critique of Goodenough’s
Componential Analysis of Yankee Kinship Terminology”, American Anthropo-
logist, 57 (5), 288-308.
– (1968), “Rivers and Kroeber in the Study of Kinship”, en W.H.R. Rivers, Kinship
and Social Organization, Londres, The Athlone Press, 7-16.
– (1972), “What is Kinship all About?”, en P. Reining (ed.), Kinship Studies in the
Morgan Centennial Year, Washington, The Anthropological Society of Washing-
ton, 32-63.
Seligman, Brenda Z. (1929), “Incest and Descent: Their Influence of Social Organi-
zation”, Journal of Royal Anthropological Institute, 59, 231-272.
Sendón, Pablo F. (2002), “Aproximación a tres teorías antropológicas sobre el pa-
rentesco quechua”, Scripta Ethnologica, 23, 111-146.
76 Federico Bossert, Pablo F. Sendón y Diego Villar