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Epistemología e Historia de las Ciencias

Sociales

Trabajo Practico N° 2

Leandro Fernández Santa María

F-2010/9

Universidad Nacional de Rosario

2018
1) Las teorías de alcance intermedio, como su nombre lo indica, se diferencian de las
totalizadoras por el área teórica que abarcan. Las teorías totalizadoras aspiran a ser
extremadamente generales, abarcando muchísimos aspectos del comportamiento social.
Este tipo de proyectos son demasiado ambiciosos. Las teorías de alcance medio
proponen estudiar fenómenos sociales bien focalizados y bien delimitados por medio de
datos observables. Algunas teorías de este tipo abordaron la formación de normas
sociales, el grupo de referencia, o la movilidad social. A partir del estudio de estas áreas
se puede producir conocimiento que, más adelante, desarrollar esquemas conceptuales
progresivamente más generales.
No es lo más adecuado, según Merton, elaborar sistemas generales, con mucho
barroquismo conceptual pero científicamente estéril, semejantes a las grandes
especulaciones filosóficas de casi filosóficos, que pretendan explicar el comportamiento
social. Esto obstruye el desarrollo de la sociología, es como un mobiliario incomodo en
una casa pequeña. Es como empezar a construir la casa por el techo querer ir de lo
general a lo particular, hay que empezar al revés.

2) Popper considera el historicismo como una ideología que considera que la historia
del hombre se desarrolla de acuerdo con férreas leyes. Hunde sus raíces en la doctrina
del pueblo elegido, propuesta por el judeocristianismo, hasta llegar a manifestarse, en
épocas recientes, en las ideologías marxistas y fascistas. Las personas que viven la
historia no se dan cuenta del curso que sigue, pero un historiador erudito puede
dilucidarlas
Este historicismo lo contempla Popper en el pensamiento de la antigüedad en la obra
de Platón, que es el exponente de una sociedad cerrada, estructurada en una rígida
división de tres clases sociales (filósofos reyes, guardianes y comerciantes). Esta
concepción es un totalitarismo cerrado, que no admite reforma posible y que es una
falsa idea de la democracia, comparando el diálogo La República con El Capital de
Marx y con Mein Kampf de Hitler.
Este historicismo también es perceptible en el idealismo absoluto de Hegel, que
concibe la historia como un férreo e inexorable desarrollo del Espíritu Absoluto, que se
encarna en un Estado totalitario y prepotente, que no es otra cosa sino una apología del
Estado prusiano en el que Hegel vivió. Su filosofía representa una de las mayores
falsedades que ha contemplado la historia, siendo la fuente de inspiración de todos los
totalitarismos de la Modernidad, tanto del fascismo, el nazismo y el marxismo
dogmático. Precisamente la crítica a Marx la inscribe Popper en este contexto. La
postulación de la sociedad comunista le parece a Popper una expresión paradigmática
del historicismo totalitario, que posee una fe en leyes económicas e históricas absolutas
que cree en el advenimiento de un paraíso en la tierra. Pero la tierra no es un paraíso; y
la función de la política no es ninguna construcción de mundos perfectos.
Todas estas teorías historicistas afirman que la historia tiene una evolución que se
encamina a un fin. Epistemológicamente, ese fin es tan remoto en el futuro y tan
impreciso, y el camino para llegar a él es tortuoso y largo, que es posible acomodar
cualquier acontecimiento histórico a esta teoría según la conveniencia de los ideólogos.
Así, nada puede refutar al historicismo. Este es, en cierto modo, pseudocientífico al no
ser falsable como teoría.

3) La ingeniería social utópica es políticamente peligrosa para Popper. Un dirigente


con esta perspectiva, de clara matriz historicista, aspira modificar su sociedad de una
manera radical y abrupta, encaminada a un fin en el cual la sociedad mejorara
definitivamente. El utopismo da por sentado que el curso de la historia es inexorable, y
lo que la dirigencia política tiene que hacer es actuar para apresurar el alcance de ese fin
último noble. Esto lleva a que puedan justificarse todo tipo de acto terribles como las
guerras o los genocidios en nombre del progreso. Se necesita de un gobierno poderoso y
autoritario para poder controlar a la sociedad y llevarla a donde los ingenieros sociales
utopistas quieren, lo que fácilmente lleva a dictaduras. También es difícil determinar
quién es el encargado de efectuar el plan utópico y quien los sucedería para alcanzarlo,
una vez que el primero se retire.
Todo esto se sostiene si se cree en dos cosas: que el ideal es racionalmente
cognoscible y determinable y que los medios para alcanzarlo también lo son. Pero como
los utopistas lo logran ponerse de acuerdo en estos puntos por medio de la razón,
entonces se resuelve la disputa por la fuerza.
Para Popper, estas teorías han sido un palo en las ruedas de la sociedad abierta y su
desarrollo. En nombre de ideales utópicos para cambiar la sociedad e han cometido
cosas horribles, como el Holocausto o el gulag soviético. Hay que considerar que el
pensador inglés escribió su obra política durante la Segunda Guerra Mundial, donde una
corriente de pensamiento de corte historicista trata de dominar el mundo a sangre y
fuego.
Lo que Popper propone es una ingeniería social gradual, que respete las libertades
individuales y la disidencia, y que sea llevada a cabo por gobierno democráticos. Esa es
la única forma adecuada y válida para cambiar para bien una sociedad
Popper acepta, e incluso enfatiza, la necesidad de reformas sociales y políticas para
resolver los problemas, con frecuencia acuciantes, con los que se enfrenta una sociedad
determinada. Pero reforma es algo muy distinto de revolución. Las reformas no
pretenden mejorar toda la sociedad de una vez, sino paso a paso: primero se resuelve
este problema, luego el otro, luego el siguiente. Esta metodología para resolver
problemas sociales la describe Popper como una ingeniería social. Es un modo de
proceder parecido al del ingeniero o del científico experimental que trata de resolver un
problema complicado: primero se fijan ciertos parámetros, y se modifican otros para ver
qué pasa. Si ello conduce a un resultado satisfactorio, en el paso siguiente se modifican
algunos de los parámetros que antes se habían fijado. Y así sucesivamente. Este es el
espíritu reformista, por el que aboga Popper, completamente distinto del espíritu
revolucionario
4) Para Adorno el método no es la condición de objetividad de la ciencia. Adorno
debate contra Popper porque este último entiende a la totalidad como un concepto
absurdo e inexistente que daña a la ciencia sociológica. La totalidad, de hecho, era
aquello contra lo que había combatido Adorno toda su vida, tanto en sentido filosófico
como estrictamente sociológico. Renunciar a la categoría de totalidad seria para él un
error porque no se podría criticar el carácter totalitario de la sociedad de masas.
A los ojos de Adorno, el error del positivismo es pretender que la totalidad se entienda
como un hecho social, igual que los objetos en los experimentos científicos. La
totalidad, por el contrario, es un concepto en el que permanecen los datos particulares y
es, precisamente, aquello que es necesario combatir.
El positivismo popperiano trata a la sociedad como si fuese un experimento lógico de
la ciencia matemática y erra profundamente. Considera el mundo social como un dato
de hecho y, de este modo, no es capaz de asumir una posición crítica respecto a ella.
Quieren los positivistas abstraer leyes sociales pero haciendo eso son funcionales a la
ideología dominante y pierden cualquier posibilidad de señala los elementos opresivos
de lo real. Olvida que existen multitud de intereses creados que hacen que una sociedad
se configure de una determinada forma; pero si no se recurre al método dialéctico y a la
separación entre ciencias sociales y ciencias naturales, entonces estos intereses no serán
percibidos.
Adorno y los frankfurtianos, rechazan la imposición positivista a la sociología de los
métodos propios de las ciencias de la naturaleza. Para éstos la sociedad no es un objeto
de la naturaleza y tiene sus propias características: es una totalidad, que ha de captarse
en su globalidad, puesto que es contradictoria en sí misma, racional e irracional a un
tiempo; la reflexión que sobre ella se hace no tiende simplemente a conocerla, sino a
transformarla y toda teoría social es también práctica; de ella nos interesa primariamente
no lo que es verdadero o falso, sino lo que es bueno o justo. Adorno entiende la lógica
de la investigación científica de una manera más amplia de como la concibe Popper.
Para Adorno es el modo concreto como debe proceder la sociología, más que un
conjunto de normas generales de pensamiento o de una disciplina deductiva. La
sociología no posee, hasta el momento, un sistema de leyes tan patentes y claras como
las que tienen las ciencias naturales, por lo que es inútil pensar que la unidad del método
entre las ciencias sociales sirva para remediar la separación que de facto existe entre
ambas ciencias. Las ciencias naturales estudian un objeto definido, que puede ser
abordado de forma inmediata, pero la sociedad no es un objeto que esté ahí, tal cual,
para ser examinado, sino que ni es neutral ni es coherente; la sociedad es contradictoria,
y en ella coexiste lo racional y lo irracional. Por consiguiente, el método de la
sociología debe tener esto en cuenta. Si no es así, un purismo metodológico que repugne
lo contradictorio (lo dialéctico) entonces la sociología se encontrará en sí misma con
una contradicción: la que existe entre su estructura formal (el método sociológico) y la
estructura de su objeto (la sociedad). Así como sea el objeto, así será el método, indica
Adorno.
5) Popper considera que el método dialéctico, defendido por los frankfurtianos, es una
nefasta interpretación del método estrictamente científico. En éste, contra lo que
defienden los frankfurtianos, no existe una necesidad de la síntesis, así como tampoco
está clara la posición ni de la tesis ni de la antítesis. El método dialéctico es irrelevante
científicamente pues no está sujeto a la fuerza probatoria de la experiencia, ya que no es
falsable. En Popper apreciamos, por tanto, una crítica del holismo historicista; Popper
defiende que existe una básica unidad entre la metodología de las ciencias sociales y las
ciencias naturales, La ingeniería social es gradualista y "reformista". Pero los defensores
del historicismo dialéctico, los frankfurtianos, las ciencias sociales deben percibir la
evolución histórica humana de tal forma que podemos prever sus consiguientes avances.
La "totalidad" es la concepción que pretende captar la completud de un objeto o de un
acontecimiento o de una sociedad. Pero Popper considera que es un lamentable error
metodológico afirmar que el hombre puede comprender la "totalidad", sino que las
teorías científicas lo único que pueden entender son aspectos concretos y delimitados de
la realidad y que esos aspectos son infinitos, De esta forma el holismo se desvanece en
un peligroso utopismo (en lo tocante a la ingeniería o tecnología social) o se convierte
en un lamentable totalitarismo (en lo que concierne a la práctica política).
De esta forma Popper critica al historicismo y al holismo en tanto que sostiene la
unidad del método científico, que es el mismo tanto para las ciencias naturales como
para las sociales. Tanto unas como otras deben adecuarse al falsacionismo. Para Popper
la contraposición entre ambas ciencias únicamente tiene sentido cuando se malinterpreta
el método científico. El hecho de que las ciencias sociales tengan la misma naturaleza
que las ciencias naturales y físicas, significa que en el plano de la ingeniería social se
proceda a solucionar los problemas más importantes acudiendo también a
"experimentos", adecuadamente planteados con el propósito de corregir medios y
objetivos, basándose en los resultados concretos obtenidos.
Pero para Adorno, la sociología será también una crítica de la sociedad, una crítica
social, versando el auténtico conocimiento sobre la totalidad social que entiende las
partes como un todo dialéctico. La sociedad sólo es "problema" únicamente para aquella
persona que pueda pensar una sociedad distinta de la que existe. Pero renunciar a una
teoría propia de la sociedad (como hace Popper según Adorno) es una actitud
conservadora y de resignación: no se atreve a pensar el todo social porque no cree poder
transformarlo. Adorno señala que la teoría del conocimiento intuye la reflexión de cómo
se conoce realmente en lugar de describir el rendimiento cognoscitivo de acuerdo con
un modelo lógico o científico al que el conocimiento productivo no corresponde;
mientras que para Popper, el concepto del problema viene acompañado por el de
solución, ya que se proponen y critican las soluciones, por ende, el conocimiento
sociológico es crítica, en la sociedad los hechos no son lo último en lo que el
conocimiento encuentra sus puntos de incidencia ya que son mediamos por la sociedad,
por lo que no todos los teoremas son hipótesis y la teoría no es vehículo de la
sociología, para Adorno la crítica y el intento de refutación son equiparables, por lo que
la refutación resulta fructífera como crítica inmanente, mientras que Popper le da a la
categoría de la crítica un lugar central y la crítica se resiste a la conformidad de una
opinión dominante.
6) La sociedad, para el marxismo, tiene una disposición subyacente. Lo social es
similar a un edificio que tiene una planta baja y un primer piso. La planta baja es la
estructura económica de la sociedad, que condiciona e influye en el primer piso, que
sería la vida política y cultural de la sociedad.
La estructura es la base material económica de la sociedad que determina el desarrollo
y cambio social. Incluye las fuerzas productivas y las relaciones de producción. De ella
depende la superestructura. Esta el conjunto de elementos de la vida social dependientes
de la estructura. En este conjunto se incluyen la religión, la moral, la ciencia, la
filosofía, el arte, el derecho y las instituciones políticas y jurídicas.
El proceso de producción económico condiciona las diferentes áreas de la vida en
sociedad. No es la política y la cultura la que determinan el sistema productivo, sino al
revés, lo económico es lo determinante. Si la base económica se altera, toda la
superestructura se trasforma también. La mejor manera de entender a una sociedad
científicamente es viendo las contradicciones de la vida material entre las fuerzas
productivas sociales y las relaciones de producción.
La ideología es una parte integral de la superestructura, la que justifica y naturaliza la
situación socio-economica que es la base de todo.
Las ideologías no describen al hombre y su situación en el mundo y la sociedad de un
modo correcto, sino de un modo deformado, falso; esa deformación en la descripción
del hombre es consecuencia del interés de la clase dominante por mantenerse en su
situación de dominio. La clase dominante dispone de los medios de producción
material, pero también del control y producción de los bienes espirituales, de la
producción de la cultura, por lo que las ideas que en una sociedad triunfen serán las que
la clase dominante quiera que dominen.
Para Marcuse, la cultura del capitalismo industrial avanzado del siglo XX es más
ideológica que la anterior, al estar la ideología presente también en el proceso
productivo. El aparato productivo impone subrepticiamente costumbre e ideas propias
de la clase dominante, todo se estructura en torno a la producción y al consumo, en una
especie de círculo vicioso que no se termina.
Marcuse critica fuertemente el consumismo, argumentando que es una forma de
control social. Sugiere que el sistema en el que vivimos puede afirmar que es
democrático, pero en realidad es autoritario en el sentido de que unos pocos individuos
dictan nuestras percepciones de libertad solo al permitirnos elegir comprar la felicidad.
En este estado de "falta de libertad", los consumidores actúan de forma irracional
trabajando más de lo necesario para satisfacer las necesidades básicas reales, ignorando
los efectos psicológicamente destructivos, ignorando el desperdicio y el daño ambiental
que causa, y buscando conexión social a través de elementos materiales.
Es aún más irracional en el sentido de que la creación de nuevos productos, que piden
la eliminación de productos viejos, alimenta la economía y fomenta la necesidad de
trabajar más para comprar más. Un individuo pierde su humanidad y se convierte en una
herramienta en la máquina industrial y un engranaje en la máquina de consumo.
Además, la publicidad sostiene el consumismo, que desintegra la conducta social,
entregada a granel e informa a las masas que la felicidad se puede comprar, una idea
que es psicológicamente dañina.
7) El capitalismo es, para Marcuse, también totalitario como lo son los regímenes
nazi-fascista y comunistas. Las personas están controladas por la hegemonía del capital
que gracias a los órganos de control de la opinión, han planificado y racionalizado no
solo la producción sino también el consumo. El exceso de producción trae un exceso de
consumo; esto fomenta, a su vez, que los órganos de control del poder político-
económico induzcan en los individuos pautas de consumo pseudo-liberadoras que
acaban convirtiendo al sujeto individual en un engranaje más del sistema de producción-
consumo.
El hombre unidimensional es el hombre creado por esta racionalidad acomodaticia.
Frente a esto, la lucha por la libertad en el ocio o la dignidad en el trabajo son tareas
“irracionales” en tanto que no son medibles y no generan ningún bien objetivable. Por
ejemplo, la felicidad para el hombre unidimensional, si significa algo, significará
capacidad para consumir: poder comprarse un coche más grande o poder ver más
canales de televisión. Así el hombre unidimensional queda libre dentro de unos
parámetros bien definidos, como un pajarito en una jaula, y es incapaz de ver más allá
de los barrotes impuestos por la sociedad del “bienestar”.
El enorme nivel de producción material que hemos alcanzado y la mecanización de
ciertas tareas productivas, parecía que iban a llevarnos a una sociedad en donde el
trabajo ocupara cada vez menos tiempo. Sin embargo, en vez de liberarnos del trabajo
para que los sujetos busquemos nuestro propio autodesarrollo en un mundo
superabundante, el capitalismo lucha contra nuestra propia liberación. El desarrollo no
debería haber liberado de horas de trabajo al obrero para que buscase su autodesarrollo
en otras actividades no productivas: cuidar a sus hijos, cultivar un huerto, aprender algo
nuevo, etc. En vez de esto, el avance tecnológico produce más y nosotros, en
consonancia, debemos consumir más, olvidándonos de otros modos de ser y estar ajenos
al propio sistema de producción. En este sentido dice Marcuse que el capitalismo es un
movimiento totalitario, como el comunismo y el fascismo, ya que pretende totalizar la
vida y el universo de discurso de todos los hombres.

8) La palabra teoría de orígenes religiosos: theorós se llamaba al representante que las


ciudades griegas enviaban a los festivales públicos. En lenguaje filosófico la palabra
teoría se transforma en perspectiva del cosmos.
Las ciencias positivas comparten con la tradición de la gran filosofía el concepto de
teoría, pero destruyen la pretensión clásica de esta tradición.
Las ciencias empírico – analíticas desarrollan sus teorías en una auto comprensión que
establece una continuidad con los comienzos del pensar filosófico: se comprometen a
una actitud teórica, que libera de la conexión dogmática y de la enojosa influencia de los
intereses naturales de la vida y coinciden en el propósito cosmológico de describir
teóricamente el universo en su ordenación conforme a leyes. Separan los hechos de las
opiniones.
Si la teoría incidió en la vida, es porque fingió haber descubierto en el orden cósmico
una conexión ideal del mundo, lo que quiere decir: también el modelo para la
ordenación del mundo humano. La teoría no queda instalada en la cultura por haber
emancipado al conocimiento respecto del interés, sino inversamente por tener que
agradecer al ocultamiento de su propio interés una fuerza pseudonormativa.
La teoría pura que promete la purificación, la contemplación desinteresada significa
evidentemente entonces libertad.
La catarsis ya no se logra ahora por la vía del culto misterioso, sino que se establece
mediante la teoría en la voluntad de los individuos, muestra el nuevo estadio de la
libertad: muestra que ha prosperado la individualización de cada uno, al extremo de que
la identidad del yo aislado como una magnitud fija solo se puede formar mediante la
identificación con las leyes abstractas del orden cósmico. En la unidad de un cosmos
que descansa en sí mismo y en la identidad del ser inalterable encuentra ahora su sostén
la conciencia que se ha liberado de los poderes originarios.
Dos son los momentos más efectivos de la tradición griega, la forma teórica y la
suposición real fundamental de un mundo estructurado en sí, son admitidos en una
conexión que ambos prohíben en una conexión del conocimiento con el interés.

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