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Breve reseña del fascismo en el Perú

Fue el Teniente Coronel Luis Miguel Sanchez Cerro quien fundo el partido Unión Revolucionaria en
el año 1.931, una vez depuesto el gobierno del presidente Augusto B. Leguía.

Ganó las elecciones presidenciales en el año 1.931 cuyo oponente principal fue el partido aprista,
pero este último no reconoció la victoria e inició una oposición armada, el gobierno de Sanchez
Cerro no tuvo otra opción que aplastar feroz y sanguinariamente a los partidos aprista y
comunista.

Se dá levantamiento aprista en Trujillo en 1.932 donde según las fuentes apristas murieron 4.000
personas acribilladas en las Ruinas de Chan Chan. Eso le valió la sentencia de muerte a Sanchez
Cerro quien muere asesinado en 1.933.

El liderazgo del partido lo toma el político Luis A. Flores quien le da la orientación ideológica, ética
y estética del fascismo italiano.

Sin un programa político claramente definido, el militar Luis Sánchez Cerro llegó a la presidencia
del Perú por la vía de las elecciones en 1931. Obtuvo, por un lado, el apoyo de las masas populares
que se identificaron con su procedencia humilde, el color mestizo de su piel, su léxico populista y
sus rasgos autoritarios. Los grupos oligárquicos también le dieron su apoyo al verlo como una
alternativa para cerrar el paso a las reformas radicales propuestas por el APRA.

Durante su breve gobierno de 16 meses, Sánchez Cerro siguió una política populista y autoritaria
de represión contra sus opositores del Partido Aprista Peruano, la cual fue llevada a cabo por su
ministro de gobierno, Luis A. Flores, futuro líder de la Unión Revolucionaria. A través de la
denominada ley de emergencia, que autorizaba al gobierno a tomar medidas contra los derechos
civiles, fueron fusilados 8 marineros acusados de subversión, los parlamentarios apristas fueron
desaforados del Congreso y tuvieron que exiliarse, mientras que muchos militantes apristas
comunes fueron perseguidos y apresados, incluyendo a su líder Víctor Raúl Haya de la Torre. Estas
medidas fueron avaladas por los miembros del partido (llamados “urristas” por las siglas UR),
quienes las justificaron como necesarias para "salvar el orden de la nación".

Producto de esta política surgió en julio de 1932 una rebelión armada de militantes apristas en la
ciudad de Trujillo que fue sofocada sangrientamente por el ejército. El enfrentamiento violento
entre ambos bandos terminó con el asesinato de Sánchez Cerro por un estudiante aprista en el
Hipódromo de Santa Beatriz, el 30 de abril de 1933.

Tras su muerte, la UR sufrió una escisión y se formó el "Partido Nacionalista", liderado por
Clemente Revilla, que apoyó al gobierno del sucesor de Sánchez Cerro, el general Óscar R.
Benavides. La dirección de la "Unión Revolucionaria" cayó entonces en manos del ex ministro de
gobierno Luis A. Flores, quien radicalizó la propuesta de la Unión Revolucionaria y lo convirtió en
un partido plenamente fascista.
De esa forma el partido fascista peruano Unión Revolucionaria luchando contra la Internacional
Socialista son la fachada de la social democracia aprista y los comunistas se posicionó hasta
comienzos de la década de los 60s en que se extingue.

De 1933 a 1936, la Unión Revolucionaria difundió su discurso fascista, influido fuertemente por la
Italia fascista y las ideas de Benito Mussolini, de quien Flores era un ferviente admirador. A través
de sus órganos de prensa (La Batalla, Acción, y Crisol) manifestaron su oposición al gobierno del
general Oscar R. Benavides, el sucesor de Sánchez Cerro a quien consideraban traidor, y
proclamaban al sistema fascista como el necesario para el desarrollo del país. También tenían
cierta presencia en algunos sindicatos, aunque estos estaban mayormente identificados con el
APRA.

A fines de 1933 se crea la Legión de Camisas Negras, conformada por la juventud de la UR. Era
común por esos años verlos entrenar en Lima, en la playa La Herradura, o en las fincas de
Limatambo en la periferia de la capital peruana, preparándose para el “combate” contra los
apristas, a quienes llamaban despectivamente “aprocomunistas” o “búfalos”. El 4 de noviembre
de 1933 estos camisas negras hacen su primera aparición en una ceremonia de homenaje en el
mausoleo de Sánchez Cerro. El saludo fascista, con la mano diestra en alto, también fue adoptado
por los camisas negras de la UR en esta especie de “fascismo criollo” dedicado a copiar gestos y
apariencias mussolinianas.

Los “urristas” también contaban con una fuerte presencia femenina en sus filas, liderada por
Yolanda Cocco. Aun así, entre las propuestas de la UR no figuraba la igualdad de derechos de la
mujer, siendo que su rama femenina principalmente propugnaba una preservación de los valores
tradicionales asignados a la mujer (aspecto también copiado del fascismo europeo).

Los regímenes de Hitler y Mussolini contaban en Perú con muchos simpatizantes provenientes
principalmente de los sectores oligárquicos, al menos hasta antes de la Segunda Guerra Mundial.
Además, la personalidad carismática y caudillista de Sánchez Cerro le había ganado la aceptación
de una gran parte del proletariado urbano y de la pequeña clase media, que no percibía peligro
alguno en el fascismo de la UR y que por el contrario se identificaba con el origen pobre y mestizo
de Sánchez Cerro. La prédica populista y nacionalista de la UR ganó aceptación entre estos núcleos
de proletariado y clase media baja, que serían su principal apoyo. Hacia mediados de la década de
1930 el fascismo no era una ideología especialmente rechazada en el Perú pues el diario El
Comercio e intelectuales como José de la Riva-Agüero y Osma y Felipe Sassone manifestaban su
simpatía y aprobación hacia las políticas del fascismo europeo; el conservadurismo político hacía
que los admiradores peruanos del fascismo pronto extendieran su adhesión a la sublevación de
Francisco Franco cuando estalló en julio de 1936 la guerra civil en España.

Los postulados de la UR combinaban proteccionismo económico con el apoyo a una reforma


agraria "gradual" y no completa, mientras propugnaban leyes sociales en favor de los
trabajadores, combinando estos postulados con un marcado desprecio hacia la democracia
representativa y una fuerte tendencia al autoritarismo. Otro rasgo típico de la UR fue su abierta
promoción de la xenofobia en el Perú, dirigiéndola contra los inmigrantes de origen chino o
japonés, a los que consideraban “genéticamente inferiores” y responsables del desempleo en el
país.

Cabe destacar que el régimen autoritario de Oscar R. Benavides también mostraba sus simpatías
por el fascismo, llegando a contratar en 1935 una "misión policial italiana" destinada a reorganizar
la policía de investigaciones de Perú. Siguiendo esta línea autoritaria, Benavides ilegalizó al APRA y
al Partido Comunista por considerarlos “partidos internacionales” pero también persiguió a
muchos “urristas”.

En las elecciones de noviembre de 1936 la UR alcanzó cerca de un 29.1% de los votos frente al
37.1 % alcanzado por Luis Antonio Eguiguren, quien fue apoyado desde la clandestinidad por el
aprismo. No es difícil suponer entonces que, si el APRA hubiera participado abiertamente en estas
elecciones, el porcentaje de votos de Eguiguren hubiera sido mucho menor y las posibilidades de
que la propuesta totalitaria de la Unión Revolucionaria llegara al poder habrían sido mayores.

Sin embargo, el presidente Óscar R. Benavides anuló las elecciones aduciendo el argumento de
que la victoria de Eguiguren era "ilegítima" porque sus votos provenían de los militantes apristas
ya proscritos. El Congreso de la República, subordinado a las decisiones del dictador, ratificó esta
medida y se decidió prolongar el gobierno de Benavides hasta 1939. Ante ello los militantes de la
UR intentaron una revuelta contra el gobierno con apoyo de algunos oficiales jóvenes del ejército;
esta conspiración fue descubierta y el gobierno respondió con una dura persecución, equiparando
a los líderes "urristas" con el resto de la oposición.

Decadencia y extinción[editar]

Luis A. Flores y otros dirigentes del partido fueron deportados a Chile. Otros miembros destacados
del movimiento fueron encarcelados. Ya sin la organización que gozó en sus inicios, la resistencia
de los “urristas” contra el gobierno de Benavides fue menguando y en 1938 uno de sus dirigentes
encarcelados, el militar retirado Cirilo Ortega, desconoció a Flores como líder de la UR, ofreció su
apoyo al régimen de Benavides y criticó la antigua línea de su partido.

Cirilo Ortega salió de la cárcel poco después y formó una "fracción disidente" de la Unión
Revolucionaria, con la cual prestó su apoyo a Manuel Prado Ugarteche, el candidato presidencial
aliado del presidente Benavides en las elecciones de noviembre de 1939. Pese al triunfo de
Manuel Prado, la UR nunca alcanzó protagonismo en el régimen del nuevo presidente y perdió
gran cantidad de seguidores.

Flores regresó en 1945 del exilio en Chile e intentó reorganizar la Unión Revolucionaria, pero tras
la derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial, la caída de los regímenes fascistas y el regreso de
la democracia en el Perú, la propuesta de la reformada UR tuvo muy poca acogida entre sus
antiguos seguidores. Flores logró ser elegido como senador por el departamento de Piura en 1946
y posteriormente manifestó su apoyo a la dictadura del general Manuel A. Odría. Pese a esto, el
completo desprestigio de la ideología fascista después de 1945 hizo imposible que la Unión
Revolucionaria recobrase su antigua fuerza. Finalmente el partido terminó por disolverse para
todo efecto a inicios de la década de 1960 tras varios años de agonía.

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