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ISSN: 0716-8039
revista.psicologia@facso.cl
Universidad de Chile
Chile
Resumen
Se discute el problema de la historicidad de la clínica psicoanalítica, a la luz de su rela-
ción con el saber psiquiátrico y con las exigencias de su ubicación en la cultura. Tomando
como referencia un análisis histórico-conceptual, se revisa la teoría freudiana para abordar
críticamente el problema de la actualidad de la clínica y sus impases culturales. El análisis se
centra específicamente en los trastornos limítrofes de la personalidad, en la cientificidad del
psicoanálisis y en las consecuencias de una lectura contemporánea de la praxis freudiana.
Palabras claves: Discurso psiquiátrico, discurso psicoanalítico, subjetividad, cultura,
época contemporánea.
Abstract
The article discusses the discoursive historicity of the psychiatric and psychoanalytic
disciplines from two standpoints: the first, refers to the history of psychiatric and
psychoanalytic discours; the second, refers to the present of psychiatric and psychoanalytic
kwnowledge, in its relation to the problem analyzed before. The place of borderlines is
analyzed specifically, considered as an expresion of both a disciplinary constancy and
contemporary subjectivity in its social-cultural dimension. .
Key words: Psychiatric discours, psychoanalytical discours, subjectivity, culture,
contemporary times.
1 Este trabajo se basa en la Tesis de Doctorado (2000) Elements historiques du discours psychiatrique et psychanalytique.Ver l´historicité
de leurs limites Laboratorio de Psicopatología Fundamental y Psicoanálisis Universidad Denis Diderot Paris VII Aceituno R.
2 Psicólogo, Psicoanalísta Académico Dpto de Psicología Universidad de Chile, dptopsic@uchile.cl
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ficidad y su continuidad con respecto a la la psiquiatría del siglo XIX, evidencia esa
deriva psiquiátrica del siglo antepasado. búsqueda a través de los dispositivos disci-
plinario-normativos, ya sea en la construc-
ción de figuras nosológicas o nosográficas
2.1. La historicidad de la clínica a la luz de
que expresaban un nuevo estatuto de la
la historicidad del psicoanálisis
alteridad, del conflicto y de la extrañeza (por
Un camino para entender de otro modo ejemplo, a través de las figuras limítrofes
la contradicción antes señalada, hace alu- de salud y locura, de normalidad y de cri-
sión a la manera como el discurso analítico men), como también en el propio lugar de
inaugurado por Freud, opera en la tensión las disciplinas (aquí la psiquiatría) en lo que
entre lo que aporta como novedad crítica se ha denominado, con Foucault y otros, la
y las condiciones históricas que lo hicieron sociedad de la normalización
posible. Dicha tensión se expresa en la ma- (Foucault1997; Castel 1976). En este contex-
nera como Freud introduce una perspectiva to, la continuidad que hemos mencionado
histórica para iluminar algo de los impases entre la psiquiatría decimonónica y el discurso
de su actualidad, tal como en otro registro la psicoanalítico freudiano releva de una con-
dinámica misma del síntoma neurótico re- tinuidad de problemas culturales, para lo cual
quiere desde esta perspectiva freudiana un el inventor del psicoanálisis debió situarse en
tiempo precedente para ejercer su eficacia el centro de dicha problemática identitaria,
retroactiva. En este sentido, la historicidad pero para tramitarla de manera diversa.
del texto freudiano, análogo en cierto modo
Un ejemplo de esta tensión por la cual
a la historicidad del síntoma (del sujeto), re-
Freud es tributario de una vasta cultura clá-
presenta una via para superar la contradic-
sica, pero introduciendo ahí mismo una sub-
ción simple de una novedad o de una con-
versión de sus puntos de apoyo doctrinarios,
tinuidad enunciativa en el discurso analíti-
se expresa en la relación de Freud a las gran-
co mismo. Como veremos más adelante, es
des producciones culturales (arte, literatura,
este mismo problema el que se plantea cuan-
etc.) y, de modo más específico, en su relativo
do se discute la novedad de las patologías
parentesco a los problemas y apuestas del ro-
psíquicas de hoy (Narot, F., 1990), en tanto
manticismo decimonónico. Tal como ha sido
éstas pueden entenderse como diciendo algo
señalado por Michel Foucault (1997), la me-
de la manera como el sujeto correlativa-
dicina del siglo XIX es tributaria de la emer-
mente a sus síntomas- expresa las condi-
gencia del individuo como objeto de conoci-
ciones siempre actuales de su lugar en la
miento y de producción literaria, individuali-
cultura, pero donde dicha actualidad
dad que se define sin embargo en estrecha
recapitula un tiempo precedente.
dependencia a la evidencia de la muerte como
En este sentido, y más específicamente, límite y condición de posibilidad de esa expe-
podemos decir que el discurso psicoanalítico riencia trágica. Freud se hace parte de esta
hereda de la cultura decimonónica uno de nueva conciencia de la finitud (Foucault
sus problemas fundamentales, esto es la bús- 1996), pero para tramitarla más allá de las
queda de una identidad remecida por el referencias al cuerpo y su anatomía, a la muer-
relativo derrumbe de sus referencias clásicas te como destino y a la conciencia como pa-
(la religión, por ejemplo) en lo que se ha de- trón de medida, hasta entonces, de lo psí-
nominado, con Weber, el desencantamien- quico por excelencia.
to del mundo propio a la cultura burguesa
Podemos decir entonces que no es casual
(Weber 1964). Gran parte del desarrollo de
que Freud se vuelva hacia un tiempo prece-
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bor de Charcot apuntaba más bien a elabo- 1990). Pero esta actitud que suponía, por ejem-
rar ese cuadro razonado de distinciones plo respecto a las historias de casos, menos
nosológicas a las que se habían dedicado los la ilustración de la teoría que la introducción
primeros alienistas, pero mediante el deve- en ésta de los limites de su cobertura explica-
nir de una presencia: así, en la representación tiva, y permitiendo que avanzara a expensas
escénica (teatral) del diálogo del maestro con de sus lagunas, no implicaba solamente una
el enfermo (o con la enfermedad más bien), petición de principios generales, sino que se
podía aparecer lo nuevo de la enfermedad desarrollaba al interior de su propio movi-
ofrecida a la mirada, pero cuya función en miento discursivo. Así, lo real en cuestión no
Charcot- no era otra cosa que integrarse (y residía en aquello que la cientificidad busca-
producir) un ordenamiento que el caos de da pudiera alcanzar asintóticamente, insta-
las apariencias ocultaba en su desorden: No lada en el orden de una tipología clínica, sino
es una novela, la histeria tiene sus leyes en aquello que insiste en la tensión de la teo-
(Didi-Huberman 1994). ría frente a su otro; es decir, en los limites im-
En paralelo a esta primacía de la imagen puestos por el caso a la teoría misma. Cues-
y de la mirada en la escena de Charcot, su tión, por lo demás, que alimentará la dialécti-
clínica buscará las construcciones de tipos ca por la cual el desarrollo de la teoría, en
ideales, es decir, la delimitación de una esen- Freud, se irá formando por lo que ella ya no
cia mórbida de la cual los síntomas y los fe- comprende. Un real entonces que no opera
nómenos psicopatológicos serían su expre- como el límite último de una verdad inaccesi-
sión contingente y, por cierto, deformada. En ble, administrada por la universalidad del
este sentido, el método anatomo-clínico de orden (o de la Ley), sino como una insistencia
larga historia, aparecía reflejado en el nue- que sólo la ficción teórica podrá utilizar y ha-
vo espacio abierto por las enfermedades del cer enunciable (Assoun 1995). Un real que es
alma. Por otra parte, el carácter psicológico parte, para decirlo mas radicalmente, de la
(o más bien moral) de las alteraciones, intervención del sujeto (tanto Freud, en este
constituía mas bien el adjetivo secundario de caso, como sus interlocutores) en lo incons-
una enfermedad en última instancia orgáni- ciente que su sufrimiento hace emerger
ca. De ahí que para Charcot la psicología, como síntoma o como palabra.
para los efectos de sus problemas, pertenecie- Lo real de la clínica se sitúa entonces, para
ra a la medicina y que no fuera al menos Freud, en virtud de las resistencias que el
en su mayor parte, sino la fisiología de las caso le ofrece a su trabajo develador. Cues-
partes superiores o nobles del cerebro tión que acarreará alcances no solamente al
(Gauchet y Swain1997). interior de su práctica (aquí divorciada de la
Freud hereda entonces de Charcot -y de actitud del maestro Charcot), sino que im-
toda una tradición clínica- la necesidad de si- pulsará una interrogación de más amplia
tuarse frente a lo real del sufrimiento del en- cobertura: desde su desencanto frente a la
fermo, en el ofrecimiento de éste a un saber hipótesis traumática entendida como acon-
médico. Pero este real, más allá de presentar- tecimiento en la realidad historica del pa-
se como la expresión visible o deducible- de ciente -para habilitar precisamente un con-
las imágenes de la enfermedad, operaba cepto de realidad (fantasmática, ficcional) y
para Freud en función de una experiencia de historia (en acción diferida) que las sitúa
irreductible a un saber dado por descontado a ambas de manera problemática respecto a
y, en este sentido, alimentaba su valor de la causalidad que buscaba infatigablemente
enigma a resolver indefinidamente (Assoun el saber medico- hasta que en sus últimos días
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supone el alejamiento de una mera descrip- derar para nuestros fines como un exponen-
ción impresionista del cuadro y que impli- te de la lógica que Freud dejó, al menos en
ca un movimiento temporal que, en el trans- parte, atrás. Se trata de Pierre Janet. Aquí
curso de una vida (o de una cura) pueda a las diferencias son mas explícitas, dado que
posteriori revelar el secreto de su origen. la posición del maestro no opera ya. Si la crí-
Si la hipótesis del fantasma introduce en tica de Freud a Janet suponían que en las
la naturaleza misma del síntoma el estatuto duplicidades de la conciencia o de la organi-
subjetivo de su ficción y de su deseo; si la ne- zación de la personalidad el elemento sexual
cesidad de un tiempo primero, aparentemen- aparecía descuidado y, en un sentido más
te destinado a fijar los orígenes de la Ley y de extendido, implicaban un concepto de apa-
la transmisión (Totem y Tabú) una vez que lo rato psíquico que no reconocía una realidad
acontecido de las escenas primordiales (El otra que los fenómenos de la conciencia
Hombre de los lobos) implicara una partici- aún como sub-consciencia-, la crítica de Janet
pación activa del sujeto en su producción a Freud descansaba precisamente en esa apa-
como testigo y personaje; si, en fin, el trauma rente obsesión por llevar los fenómenos his-
deviene efecto a posteriori de una tensión que téricos a la causa única de la sexualidad.
es universal (la naturaleza pulsional) y con- Así, por ejemplo, la histeria para Janet es
tingente a la vez (el recorrido histórico de los una enfermedad causada por representacio-
avatares de la sexualidad en la introducción nes pero, sobre todo, donde se han debilitado
del Otro en su constitución subjetiva); todo las capacidades unificadoras (de sintesis)
ello corre a la par de un movimiento de escri- de su Yo. Se trata de la clásica evocación de la
tura por el cual es la propia teoría, el propio Unidad y de las Funciones, donde el recorri-
Freud como autor el lugar temporal donde do de Pinel a Freud, se había encaminado
deviene acto de enunciación. para tramitar expurgando- la tragedia y el
Ahora bien, si respecto a Charcot, estas conflicto de un nuevo sujeto. Esto adquiri-
diferencias permiten situar la novedad rá formulación explícita cuando la neurosis
freudiana en relación al estatuto (la histeria) sea entendida como un trastorno
metodológico de sus apuestas clínicas, y con de personalidad. Esta noción, que será clave
ello operando como en tensión frente a ese para entender algo de nuestras actuales figu-
tiempo donde la ciencia médica podía hacer ras limítrofes, precisamente en la medida que
ingresar lo aborrecible o lo enigmático de la éstas subrayan mas o menos los mismos crite-
vida cotidiana en las figuras de La Enferme- rios de Janet acerca de la histeria, supone : a)
dad, a partir de una subjetivación creciente que el sujeto es un individuo, b) cuya vida
del síntoma en la alteridad de lo que se lla- psíquica está organizada por un conjunto de
mará transferencia, es posible también reco- representaciones que tiene a la conciencia
nocer en los contenidos mismos de sus apues- como su expresión fenoménica más precisa y
tas teóricas particularmente acerca de la d) que se estructura mediante un sistema de-
naturaleza del síntoma histérico- una pers- finido como una entidad (el Yo) compleja.
pectiva igualmente heterogénea. Ahora bien, no es muy difícil señalar
Así, otra lectura mediante la cual el tra- cómo Freud cuestiona punto por punto es-
bajo freudiano muestra su heterogeneidad tos supuestos.
respecto al espíritu psicopatológico de su a) el sujeto no es un individuo (solamen-
época, se refiere ya no a la relación con uno te). Es de hecho en el límite de su uni-
de sus maestros, sino a un contemporáneo dad (conciente o no) donde su poder
cronológicamente, pero que podemos consi- (de síntesis) se muestra como deter-
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versión de la tragedia que aquél había olvi- puede representar para analizar la
dado como un mal recuerdo. Y lo ha hecho historicidad de las categorías nosológicas (a
no sólo al interior de la lógica clínica misma; la par que la historicidad del sujeto que las
aquélla que hacía del síntoma un texto, el su- sostiene), como una necesaria evaluación de
frimiento una experiencia del sujeto en su di- lo que ellas pueden tener de recurso sinto-
visión y en sus conflictos, y donde la implica- mático, es decir, que describen dicha
ción de su propia subjetividad se hacía parte historicidad, pero a costa del préstamo de
de lo que podía reconocer en la palabra de otro tiempo: precisamente aquel que marcó
sus pacientes incluso a costa de sus fracasos. la diferencia de Freud respecto a la clínica
Ahora bien, los dos aspectos que hemos de su época. El problema que se plantea aquí
introducido como antecedentes para una lec- es saber si tales construcciones son efectiva-
tura actual de la clínica psicoanalítica, mente actuales o si no hacen más que re-
entendida como una de las maneras de nom- verberar en las antiguas definiciones que
brar el lazo social que la define, esto es, la marcaron la antesala del freudismo de prin-
relación psiquiatría/psicoanálisis en Freud, cipios del siglo XX. Nos parece que en torno
por un lado, y la historicidad del síntoma a este problema se juega la cuestión de la
psicoanalítico, por otro, nos permiten sen- historicidad del psicoanálisis en función de
tar las bases para analizar en específico una sus compromisos institucionales incluso
de las maneras como tales antecedentes se ideológicos- cuando es leída en virtud de su
expresan contemporáneamente. lugar en la ciudad. Compromisos que, en este
caso, se expresan en la relación psiquiatría/
En efecto, se trata ahora de poner en juego
psicoanálisis.
ese marco teórico/histórico para abordar a
la manera de un síntoma- el problema de
la relevancia actual de la clínica psicoanalítica, 3.1. Una vieja historia
a la luz de sus impases contemporáneos. Aquí El tema de los borderlines en la
donde la relación psiquiatría-psicoanálisis nosología psicoanalítica, ha implicado un
opera como un nuevo conflicto y donde la intento por reformular los criterios por los
relación de la doctrina psicoanalítica a la his- cuales la clínica freudiana estableció la ya
toria revela sus compromisos actuales. Por clásica distinción de neurosis/psicosis, a la
ello, nos interesa discutir, a la manera de un luz de los desafíos que presenta el estatuto
ejemplo preciso, cómo operan las hipótesis actual del síntoma, así como las consecuen-
sugeridas precedentemente. cias que tiene su presencia contemporánea
en las llamadas nuevas enfermedades del
alma (Kristeva 1993). Los trastornos limí-
Análisis: Los Trastornos trofes de la personalidad, o los estados-limi-
tes si utilizamos la nomenclatura francesa
Limítrofes de la Personalidad y la
(Bergeret 1996), evidencian parte importan-
Clínica Psicoanalítica Actual te de los impases a los cuales se enfrentan los
El problema de los llamados trastornos clínicos de hoy, cuando tienen que vérselas
limítrofes de la Personalidad (Kernberg, con las provocaciones transferenciales, las
1993) nos ofrece un material específico don- resistencias al tratamiento y las dificultades
de se manifiestan los impases y las posibili- que estos pacientes presentan al trabajo aso-
dades de una clínica de lo actual. Ello con- ciativo y a su propia historia de relaciones.
siderando tanto los aportes que dicha noción La tendencia al acting, las dificultades
para ser ubicados en las categorías
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indirectamente, lo que llamaremos una cier- pobreza de los vínculos, sea que anterior-
ta nostalgia. Cada vez que la sociedad o la mente se plantearan como obstáculos que
cultura en la cual estos discursos operan se ciertos pacientes ofrecían a los clínicos en sus
halla sometida a la necesidad de fundar sus engaños transferenciales. Es el caso también
referencias identitarias (tales como la revo- de las referencias cognitivas para definir lo
lución cientifico-teconológicas del siglo XIX que antes se presentaba en el teatro privado
o la revolución informática del siglo XX), es- de las histerias (Janet, Charcot, Freud) y que
tos mismos discursos se encargan de trami- hoy día se propone como un salto
tar dichas referencias mediante la invetera- epistemológico hacia la construcción de las
da apelación a una decadencia. Sea que realidades y a la definición de las identida-
ésta tome la forma de un ocaso de las repre- des. Es el caso, también, de las apelaciones
sentaciones, de un fin del relato, de una morales a los límites de hoy, que
apocalíptica enunciación del fin de la his- recapitulan en parte importante la higiene
toria, o que se exprese apelando a la deca- de otras debilidades psíquicas o sociales.
dencia de las antiguas referencias familiares Finalmente aunque la lista podría seguir-
o simbólicas (la familia, el padre, la reli- es el caso de las apelaciones a la personali-
gión, el encantamiento del mundo), lo cierto dad, ahí donde la clínica de Janet o de
es que una constante de los discursos disci- Charcot quisieron formular el escenario de
plinarios, incluidos aquí el discurso psiquiá- las conciencias en la clínica de las neurosis,
trico y psicoanalítico, supone apelar a un y que hoy en día se plantea a propósito de
tiempo anterior para fundar una cierta no- las unificaciones más o menos (es general-
vedad. mente el caso) logradas de las alternancias
Sin embargo, es posible reconocer que de la representación de si mismo, en las nue-
mediante estas aparentes actualizaciones vas tecnologías del Yo.
opera una paradoja central para analizar el 3.2.2. La existencia de estas nuevas
lugar de tales discursos en el marco de la patologias hay que leerla a partir de ciertos
historicidad del sujeto en la cultura. Porque compromisos institucionales por parte de los
a través de ellas no sólo se niega lo que efec- agentes que las formulan teóricamente y que
tivamente puede haber de actual en las vici- proponen tramitarlas en el espacio cada vez
situdes de la clínica, sino que se propone una más amplio de ls clínica psicológica o psi-
novedad que es parte de aquello que preci- quiátrica. En este sentido, el matrimonio psi-
samente se quiere superar o relativizar his- quiatría-psicoanálisis, cuya historia bosque-
tórica y teóricamente. En este contexto, las jamos críticamente en nuestra primera sec-
formulaciones relativas a los bordes en la ción de este trabajo, vuelve a aparecer en
clínica de hoy sirven como un ejemplo espe- escena para dar cuenta de las aparentes no-
cialmente ilustrativo. Por una parte, debido vedades de la clínica actual. En este caso, la
a que podemos encontrar en los enunciados especificidad crítica del psicoanálisis freudia-
que las representan, toda una referencia im- no, como el de algunos de sus desarrollos
plícita a otras escrituras del síntoma, preci- posteriores, tiende a perderse en la galería
samente aquellas que formaron parte del de recursos tecnológicos que permiten, pa-
tiempo que se quisiera reconocer como radójicamente, que el discurso normalizador
otro. Es el caso, a modo de ejemplo, de las de la clínica decimonónica adquiera una
apelaciones a lo no-analizables de ciertos nueva versión, con lo cual la influencia de
pacientes; sea que se planteen hoy dia aso- estas nuevas nomenclaturas no hace sino
ciadas a la decadencia de la palabra y a la profundizar las estrategias disciplinarias
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su alienación y en su sufrimiento. Por ello, tragedia, es también el lugar donde los desti-
un desafío que se le plantea al psicoanálisis nos de la palabra y de las acciones pueden
(a los psicoanalistas más bien) es pensar su formularse críticamente en tanto prácticas de
identidad más allá de las fronteras escritura. De ahí, finalmente, que el famoso
institucionales a las cuales generalmente se problema de las decadencias en nuestra
le asocia. Es sólo en el diálogo con otras dis- cultura, deben ser pensadas en lo que anun-
ciplinas, incluido ahí el discurso médico tam- cian de nuevos desafíos para la psicología,
bién, que el psicoanálisis puede pensarse el psicoanálisis, la psiquiatría o las ciencias
como otra cosa (otra escena, decía Freud a sociales, pero también como síntomas de una
propósito del inconsciente) y que no descui- época que se niega a ser otra. No es esto otra
de sin embargo su dependencia a esos mis- cosa que aquello que nuestras subjetividades
mos saberes de los que podría desprenderse expresan con su desconsuelo, pero también
en parte. con su esperanza. Aquí donde el trabajo de
Esta cuestión institucional, incluso políti- autor mucho más que de autoritarismo-
ca del lugar del psicoanálisis en nuestra cul- permita avanzar en una perspectiva crítica
tura, es particularmente relevante cuando las que hable realmente de otro tiempo.
sirenas de una cientificidad ciega, de una
tecnología miope, llaman a descuidar el tra-
bajo teórico para proponer en cambio una
Conclusiones
nueva lógica de la adaptación, en el marco
de nuestras nuevas o renovadas Tecnologias La teoría y la práctica del psicoanálisis
del Yo, por utilizar la expresión de Michel puede leerse como síntoma cultural. Ella in-
Foucault. terroga, en su quehacer mismo, los límites y
las posibilidades de una psicología (o de una
4.3. La escritura y el tiempo experiencia de pensamiento en general)
cuando se enfrenta a las exigencias de su
El trabajo freudiano es un trabajo en el ubicación en la cultura. Son sus contradic-
tiempo y con el tiempo. Su escritura releva ciones internas, su doble dependencia/recha-
de un ejercicio de pensamiento que no niega zo al saber médico, del cual recibe su carta
las referencias (simbólicas, identitarias, cul- de nacimiento, los aspectos que hacen de esta
turales, etc.), pero que las traduce en la ex- experiencia un asunto conflictivo. Conflicti-
periencia singular y social del sujeto enfren- vo no solamente en función de los saberes
tado a sus determinaciones, para decirlas de más validados científicamente en el seno
otro modo y tal vez poder cuestionarlas de la modernidad, sino al interior de su pro-
creativamente. Decimos que se trata de una pio territorio enunciativo.
escritura en tanto práctica de lenguaje en la
historia. En tanto práctica en la cultura, el psicoa-
nálisis debe entenderse en su dimensión so-
Es en este contexto que las actuales discu- cial, histórica e incluso institucional. Y es en
siones sobre el paciente de hoy o, más ex- la crítica que habilita, incluso en el rechazo
tensamente, la subjetividad contemporá- más radical del que es objetio, por donde ilu-
nea, merecen ser examinadas como prácti- mina algo de los desafíos de la época actual.
cas actuales, pero que recorren sin saberse Lejos de constituirse como una perspectiva
del todo la genealogía de otros discursos y clínica más, el psicoanálisis se nos presenta
de otras culturas. El sujeto llamado actual en su dimensión antropológica en tanto pone
no es solamente el triste efecto de una nueva
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3 Dado el origen de este texto, las referencias utilizadas corresponden en su mayoría a la traducción francesa de las Obras de S. Freud.
Se señala una traducción libre de tales títulos para facilitar la lectura. Las citas son traducidas al español por el autor.
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