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Hace unos meses mi profesora de Literatura nos pidió hacer un ensayo, y vaya que escribí.

Las
palabras parecían fluir naturalmente, arme y desarmé, hice cuanto quería hacer, y oh
maravilla, obtuve un sobresaliente. Dentro de las apreciaciones, mi profesora escribió
“Felicitaciones, ya tienes un estilo muy marcado, sigue perfeccionándolo”. Me alegré
muchísimo, pues de verdad me había esforzado, pero la pregunta seguía dando vueltas en mi
cabeza, y ahora, con esa pequeña “valoración”, aún más. ¿Cómo es posible que otra persona
identifique un determinado estilo en mí, si ni siquiera yo soy consciente de él? Entonces, entré
en crisis. Quizá se preguntarán, ¿Por qué no le pedí una explicación a mi maestra, una
ayudadita? Pues, no lo hice porque creí que ése era mi trabajo personal, porque creo que
todos los escritores, desde mi maestra hasta el mismo Mario Vargas Llosa pasaron por lo
mismo en algún momento de sus vidas; y descubrir por sí mismos ese pequeño gran detalle,
ese sentido; es lo que los convierte de alguna u otra manera, en auténticos escritores.

Creo que estoy siendo muy vaga, discúlpenme, pero de verdad quiero saber por qué escribo
(como tanto lo recalqué en mi post anterior), de verdad muero por encontrarme con aquel
estilo que mencionó mi maestra, aquel estilo que quizá hoy se tomó un largo paseo a nunca
jamás.

Pero bueno, son las 2:02 a.m. y todo este largo preámbulo sí tiene una razón de ser,
¿recuerdan al escritor del que les hablé la publicación pasada? Sí, Augusto Monterroso, pues
ahora me tocó investigar su obra, y verdaderamente me encantó, porque tiene todo lo que
siempre busqué: brevedad, un toque de ironía y sobretodo mucha originalidad. Creo que lo
admiro, porque con casi ninguna palabra (jaja está bien, con unas pocas), es capaz de
reflexionar profundamente respecto a la vida, la humanidad e incluso el universo.
Sumergiéndome entre páginas y páginas web, un cuento atrajo mi atención de inmediato,
Monterroso lo llamó “El mono piensa en ese tema”, ¿En qué tema?, pues el que ya antes les
había hablado (escrito) un poco. Les dejo el cuento completo pues, como dije antes, es muy
breve.

¿Por qué será tan atractivo -pensaba el Mono en otra ocasión, cuando le dio por la literatura- y
al mismo tiempo como tan sin gracia ese tema del escritor que no escribe, o el del que se pasa
la vida preparándose para producir una obra maestra y poco a poco va convirtiéndose en
mero lector mecánico de libros cada vez más importantes pero que en realidad no le interesan,
o el socorrido (el más universal) del que cuando ha perfeccionado un estilo se encuentra con
que no tiene nada qué decir, o el del que entre más inteligente es, menos escribe, en tanto
que a su alrededor, otros quizá no tan inteligentes como él, y a quienes él conoce y desprecia
un poco publican obras que todo el mundo comenta y que en efecto a veces son hasta buenas,
o el del que en alguna forma ha logrado fama de inteligente y se tortura pensando que sus
amigos esperan de él que escriba algo, y lo hace, con el único resultado de que sus amigos
empiezan a sospechar de su inteligencia y de vez en cuando se suicida, o el del tonto que se
cree inteligente y escribe cosas tan inteligentes que los inteligentes se admiran, o el del que
ni es inteligente ni tonto ni escribe ni nadie conoce ni existe ni nada? "

Esto era justamente lo que estaba buscando, ya saben que estoy en medio de una crisis
literata. Me gustó porque describe ese indescriptible arte de escribir, de una manera tan
distinta a lo que se acostumbra, pero al mismo tiempo de una forma tan irónica que da el
aspecto de que el mismo Monterroso, hecho mono, se burla de sí mismo y de su profesión.
Es que, creo yo, todos los escritores, o bueno
#Yoconfieso que no sé por qué escribo, o quizá sí, en todo caso, aún no lo descubro. Mi mejor
amiga, Valeria, me dijo que escribía cuando se sentía sola y triste, local me pareció extraño,
pues cuando yo estoy así, de lo único que me dan ganas es de ver una película depresiva
mientras devoro un kilo de helado de chocolate #noexagero. Mi hermano me confesó que
escribía para no perder la costumbre y hacer que su mano haga algo de vez en cuando. Pero la
mayoría me dijo que sólo lo hacían y ya, no debía haber una razón especial. Yo, no estoy de
acuerdo, porque no puede ser sólo eso; siempre debe haber una causa, un motivo, ¿una
necesidad?, ¡no lo sé!, pero debe haber algo, de lo contrario, ¿Qué sentido tendría hacerlo?

No sé por qué hago esto en este momento. De lo que sí estoy segura es que hoy, es uno de
esos días (noches) en los que se me antoja escribir y lo hago. No, no estoy actuando como “la
mayoría” que había mencionado antes. Simplemente me provoca, tanto como comer un
helado un caluroso día de verano, o como admirar un atardecer en la playa. Sé que hay una
razón detrás de todo, y también sé que la encontraré tarde o temprano, tengo paciencia.

Como sea, aprovecharé estas deliciosas ganas de mover mis dedos sobre el teclado de mi
laptop, para hacer tarea. Lo siento con todo mi hipotálamo #elcorazónsolobombeasangre, que
mi primer post tenga que ser así, bajo estas circunstancias, pero ¿qué voy a hacer? Si no
hubiera sido por mi profesora de literatura, jamás me habría atrevido a abrir un blog personal.

La miss Andrea, como la llamaré de aquí en adelante, realizó para este trabajo, un odioso
sorteo, ¡ODIOSO SORTEO! De autores contemporáneos latinos. Como soy la persona más
afortunada del mundo #mentira, no pedía mucho: sólo rogaba que me toque alguien que haya
leído aunque sea una sola vez en mi vida. Pero ni eso. Por respeto a su carrera literaria dejaré
en anonimato al escritor que me toco, sólo diré que no congeniamos para nada, no hubo
“clic”, “ boom” tal vez sí, porque creo que mi cabeza explotaba pensando qué escribir sobre
aquel hombre.
La autoconciencia como otro de los recursos literarios que posibilita la ruptura de los
marcos de la narración en la metaficción postmoderna, surge en Monterroso a través de la
intromisión de un narrador-autor extradiegético, narrador que no participa directamente
de la historia contada y que deja entrever la personalidad del autor cuando analiza el
quehacer literario de sus personajes-animales por medio de reflexiones irónicas y autoirónicas
que determinan su manera particular de concebir la creación literaria. En otras palabras,
el narrador autorial extradiegético es alguien que reflexiona sobre la obra que él mismo
está escribiendo. De acuerdo con María del Pilar Lozano cuando manifiesta que la intromisión
de la voz del autor en su quehacer literario propicia la ruptura de la ilusión ficcional
(168). Un texto que ilustra lo anteriormente señalado es El Mono piensa en ese tema.
Texto donde Monterroso, enmascarado de Mono escritor, elabora un metadiscurso que
cuestiona los procesos creativos de diferentes clases de escritores. A más de dar a conocer
las tribulaciones que atraviesan éstos para llevar a cabo sus procesos:

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