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DOCUMENTO DE APOYO
. Principales ideas:
* La creación nos enfrenta a los fundamentos mismos de la vida humana... ¿De dónde
venimos? ¿A dónde vamos?
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¿Quién ha creado el mundo?
Decimos que Dios es el Creador del cielo y de la tierra porque hizo todas las cosas de la
nada, libremente y por amor (Gn 1, 1-31; CC 50-56)
Dios ha creado el universo libremente con sabiduría y amor. El mundo no es el fruto
de una necesidad, de un destino ciego o del azar. Dios crea «de la nada» un mundo
ordenado y bueno, que Él transciende de modo infinito. Dios conserva en el ser el
mundo que ha creado y lo sostiene.
La obra creadora de Dios lo abarca todo: “cielo y tierra, visible e invisible”.No hay
nada que se escape a esa obra creadora. No hay nada que no dependa, en última
instancia, del Dios que ha creado todo lo que existe. Incluso las muchas maravillas que
son fruto del ingenio humano, son también creación de Dios, puesto que han sido
hechas con materiales creados por Dios y han salido de las manos de una criatura de
Dios como es el hombre.
Dios ha creado todo y lo ha hecho de la nada. El Señor, precisamente porque es
Todopoderoso, no ha necesitado basarse en algo preexistente para, transformándolo,
crear lo que ahora existe. Si así hubiera sido, en realidad él no habría sido el Creador, lo
mismo que el carpintero no es el creador de la silla o el pintor del cuadro en un sentido
estricto.
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¿Para qué ha sido creado el mundo?
El mundo ha sido creado para gloria de Dios, el cual ha querido manifestar y comunicar
su bondad, verdad y belleza. El fin último de la Creación es que Dios, en Cristo, pueda ser
“todos en todos” (I Co 15, 28) para gloria suya y para nuestra felicidad. (Compendio nº
53)
No hay ninguna razón para la Creación más que el amor. En ella se manifiesta la gloria
y el honor de Dios. Alabar a Dios no quiere decir por eso aplaudir al creador. El hombre
no es un espectador de la obra de la Creación. Para él, <alabar> a Dios significa,
juntamente con toda la Creación, aceptar la propia existencia con agradecimiento.
Al contemplar la grandeza del mundo: los astros, el mar, las plantas; al mirar la
perfección de las cosas más pequeñas: un pajarillo, un insecto, nos maravillamos y
alabamos a Dios que es su autor. El mundo es una manifestación, una expresión de la
perfección divina, un reflejo de lo que es Dios, y el mundo canta la gloria de Dios. A esa
glorificación debe unirse el hombre, no solamente por ser la criatura más perfecta de
la creación visible, sino, además, porque Dios ha puesto todas las cosas a su servicio.
Pensando en el hombre Dios creó todas las cosas y las puso en sus manos.
Principales ideas:
• Dios no tiene otro motivo para crear que su amor y bondad. Por eso se manifiesta y se
comunica. Por puro amor.
• Dios no necesita aumentar su gloria. La gloria de Dios es que el hombre viva y sea
feliz reflejando en su vida al mismo Dios Amor.
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“Destino ciego o del azar”. Por pura casualidad, sin intervención voluntaria e
inteligente, sin finalidad.
“De la nada”. Sin ayuda y sin materia o algo existente de antemano. La 'nada' es nada.
Principales ideas:
Solo Dios es totalmente real; su presencia hace reales a los seres creados, los mantiene
en la realidad. Sin Él, se desvanecerían como un sueño. Esa presencia realizadora se
llama Providencia.
La Providencia (de Dios) es el cuidado que Dios tiene de los hombres y de todo lo
creado para llevarlos al fin para el que han sido creados.
LA PROVIDENCIA DIVINA
La divina Providencia consiste en las disposiciones con las que Dios conduce a
sus criaturas a la perfección última, a la que Él mismo las ha llamado. Dios es
el autor soberano de su designio. Pero para realizarlo se sirve también de la
cooperación de sus criaturas, otorgando al mismo tiempo a éstas la dignidad de
obrar por sí mismas, de ser causa unas de otras. (Compendio nº 55)
El Concilio Vaticano II, dice al respecto: "El hombre… no existe efectivamente sino por
el amor de Dios, que lo conserva. Y sólo se puede decir que vive en la plenitud de la
verdad cuando reconoce libremente ese amor y se confía por entero a su Creador"
(Gaudium et spes, 19).
Dios es amor y nos ama infinitamente. Por eso, nada de lo que nos pasa puede ser
indiferente para Él. Él nos cuida como a la niña de sus ojos y tiene contados hasta los
cabellos de nuestra cabeza. Dios dirige toda nuestra existencia hasta en los más mínimos
detalles. Nada escapa a su cuidado y las mismas fuerzas del universo están a su servicio
para bien de los hombres.
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Jesús pide un abandono filial en la providencia del Padre celestial que cuida de las
más pequeñas necesidades de sus hijos: “No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿qué
vamos a comer? ¿Qué vamos a beber?... Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis
necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os
darán por añadidura” (Mt 6, 31-33; cf 10, 29-31).
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. Principales ideas:
• No es una colaboración entre iguales sino concedida y posibilitada por Dios. Dios
como Creador, el hombre como criatura sostenida.
Al interrogante, tan doloroso como misterioso, sobre la existencia del mal solamente
se puede dar respuesta desde el conjunto de la fe cristiana. Dios no es, en modo
alguno, ni directa ni indirectamente, la causa del mal. Él ilumina el misterio del mal en
su Hijo Jesucristo, que ha muerto y ha resucitado para vencer el gran mal moral, que
es el pecado de los hombres y que es la raíz de los restantes males.(Compendio nº 57)
Algo bastante distinto sucede respecto al que hemos denominado mal moral. En
palabras de Juan Pablo II, “este mal decidida y absolutamente Dios no lo quiere”. El
mal moral es radicalmente contrario a la voluntad de Dios y su autor es exclusivamente
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el hombre, al haber hecho mal uso de su libertad. ¿Por qué tolera Dios este mal? Porque
para Dios la existencia de unos seres libres es un valor más importante y fundamental
que el hecho de que aquellos seres libres abusen de su propia libertad contra el propio
Creador y que, por eso, la libertad pueda llevar al mal moral.
La fe nos da la certeza de que Dios no permitiría el mal si no hiciera salir el bien del mal
mismo. Esto Dios lo ha realizado ya admirablemente con ocasión de la muerte y resurrección
de Cristo: en efecto, del mayor mal moral, la muerte de su Hijo, Dios ha sacado el mayor de los
bienes, la glorificación de Cristo y nuestra redención. (Compendio nº 58)
. Principales ideas:
• Dios nunca permitiría un mal si no lo viera necesario, en las circunstancias concretas,
para dar un paso hacia el bien.
• El ejemplo máximo es la cruz del Señor, querida por Dios como camino óptimo para
vencer al pecado a base de ir más allá del amor.
A veces nos preguntamos... ¿por qué Dios permite el mal? ¿Cómo es posible que exista
el mal si el mundo ha sido creado por Dios? Ante una catástrofe natural que origina
muchos muertos o ante los terribles efectos de una guerra o ante la maldad de unos seres
humanos capaces de hacer mucho daño a sus semejantes, nos indignamos pensando que
el mundo no debería ser así y nos atrevemos a pedir cuentas a Dios sobre por qué
permite todo esto. No es fácil responder a esta pregunta tan acuciante. El Catecismo nos
asegura que «Dios no es, en modo alguno, ni directa ni indirectamente, la causa del mal.
Él ilumina el misterio del mal en su Hijo Jesucristo, que ha muerto y ha resucitado para
vencer el gran mal moral, que es el pecado de los hombres y que es la raíz de los
restantes males. La fe nos da la certeza de que Dios no permitiría el mal si no hiciera
salir el bien del mal mismo»
La permisión divina del mal físico y del mal moral es misterio que Dios esclarece por su
Hijo, Jesucristo, muerto y resucitado para vencer el mal. La fe nos da la certeza de que
Dios no permitiría el mal si no hiciera salir el bien del mal mismo, por caminos que
nosotros sólo conoceremos plenamente en la vida eterna catecismo de la Iglesia católica
nº 324)