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UNIVERSIDAD DE MEXICO

EL BLONDO ECKBERT las manos; no aprendía a coser ni a hilar,


ni podía ayudar en el manejo de la casa.
Lo único que entendía muy bien era la
estrechez en que mis padres se hallaban.
Por Ludwig TIECK A menudo permanecía sentada en un rin-
Dibujos de Ricardo MARTINEZ
cón y llenaba mi mente pensando dé qué
manera habría de ayudarles, si de la no-
che a la mañana me volviese rica, y cómo
los colmaría de oro y de plata, y me de-
N CIERTA región del Harz vivía un

E llamaba solamente el blondo Eck-


de ellas se retrae temerosa ante el conoci- leitaría con su sorpresa; entonces veía
caballero a quien por costumbre se miento de la otra. surgir unos espíritus que me revelaban
Había llegado ya el otoño cuando en tesoros subterráneos o ponían en mis ma-
bert. Tendría alrededor de 40 años, era una brumosa noche estaba Eckbert senta- nos pequeños guijarros que se convertían
de estatura apenas mediana, y a los lados do con su amigo y su esposa Berta junto en piedras preciosas: en una palabra: las
de su enjuto y descolorido rostro caían al fuego de una chimenea. La llama lan- fantasías más sorprendentes ocupaban mi
con gran senci'nez cortos y pesados cabe- zaba un brillante resplandor a través de imaginación, y cuando tenía que levantar-
llos de un rubio pálido. la estancia y jugueteaba en el techo; la me para prestarles un servicio o llevar
Aislado de los demás, vivía muy tran- negra noche miraba por las ventanas y, algún objeto, me mostraba aún más torpe,
quilo; jamás se mezclaba en las contien- afuera, los árboles tiritaban por la hu- porque la cabeza me daba vueltas con tan-
das de sus vecinos y rara vez se le veía medad y el frío. Walter se quejaba del tos y tan extraños delirios.
fuera de las murallas de su pequeño casti- largo camino que tenía por delante, y "Mi padre siempre estaba airado con-
llo. Su mujer amaba la soledad tanto como Eckbert le propuso que se quedara con tra mí, por ser tan inútil carga; a menudo
él; parecían amarse entrañablemente, y él: pasarían la mitad de la noche en ami- me trataba con bastante crueldad, y sólo
de lo único que a menudo se quejaban gables pláticas y después dormiría en una raras veces escuché de él una palabra
era de que el cielo no quisiera bendecir _habitación de la casa hasta la mañana si- amistosa. Cuando tenía cerca de ocho años
su unión con ningún hijo. guiente. Como el invitado estuviese de .empezaron a hacerse serios planes para
Eckbert casi nunca tenía huéspedes y, acuerdo, fueron traídos el vino y la cena, que trabajara en algo o aprendiese algún
cuando esto acontecía, su presencia casi" se echó la leña al fuego para reavivarlo, oficio. Mi padre creía que sólo a obstina-
no alteraba el curso ordinario de su vida· y la conversación fue haciéndose cada vez ción y pereza podría atribuirse el que
la sobriedad reinaba en la casa, y la mis~ más animada e íntima. pasara mis días en la ociosidad, y me ago-
biaba con indescriptibles amenazas. Pero
como éstas no rindieran ningún fruto, cas-
tigábame más despiadadamente, al tiem-
po que decía que los castigos se repetirían
a diario, ya que yo no era sino un estorbo.
"A lo largo de la noche lloré de todo
corazón; me sentía tan extraordinaria-
mente desamparada y tenía tal piedad de
mí misma, que anhelaba morir. Me asus-
taba la llegada del día, y no sabía qué
partido tomar. Deseaba que me fueran
dadas todas las habilidades imaginables, y
no podía concebir por qué era más simple
que los demás niEos del contorno. Estaba
:11 borde de la desesperación. Cuando des-
puntó el alba me levanté y, casi sin per-
catarme de ello, abrí la puerta de nues-
tra pequeña choza. Me encontré en el
campo abierto y poco después en un bos-
que, al cual la luz solar empezaba a pene-
trar apenas. Corrí incesantemente, sin
volver la vista ni experimentar cansancio
ma economía parecía ordenarlo todo. Eck- Cuando se hubo levantado la mesa y alguno, pues no dudaba que mi padre me
bert veíase entonces sereno y de buen hu- los sirvientes se alejaron, Eckbert tomó alcanzaría e irritado por mi fuga habría
mor, y únicamente cuando se hallaba solo la mano de Walter y exclamó: "Amigo de tratarme con crueldad mayor aún.
notábase en él cierto ensimismamiento y mío, debiérais haceros contar por mi es- Cuando volví a salir de la floresta el sol
una tranquila y contenida melancolía. posa la historia de su juventud, que es estaba ya bastante alto, y mis ojos vieron
. Nadie frecuentaba tanto el castillo como bastante extraña". "Con gusto", repuso una cosa opaca, cubierta por espesa niebla.
Felipe Walter, hombre con quien Eckbert Walter, y todos volvieron a sentarse en Ya tenía que trepar por una colina, ya
que aventurarme por un tortuoso sendero
empezaba a tener amistad, porque en cier- torno a la chimenea. bordeado de rocas; entonces comprendí
to modo descubría en él la manera de pen- En este momento era precisamente la
que debía estar en los montes aledaños, y
sar que le era más simpática. Walter media noche, y la luna miraba a través empecé a asustarme de mi soledad. En la
vivía realmente en Franconia, pero mu- de las nubes que en trémulos jirones pasa- planicie no había visto todavía ningún
chas veces pasaba la mitad del año en ban frente a ella. monte, y la simple palabra montaña era
las cercanías del castillo. Coleccionaba "No debéis tenerme por demasiado mo- siempre un sonido atemorizador en mis
hierbas y. piedras y se ocupaba de poner- lesta", principió diciendo Berta. "Mi es- oídos infantiles. No tenía el valor de re-
las en orden. Vivía de un pequeño patri- poso asegura que pensáis tan noblemen- troceder; el miedo me impulsaba hacia
monio y no dependía de nadie. te, que injusto sería ocultaros algo. Mas adelante. A menudo, cuando el viento so-
Eckbert solía acompañarlo en sus solita- no veáis en mi relato un simple cuento plaba sobre mi cabeza a través de los ár-
rios paseos, y con el correr de los años de hadas, por peregrino que os parezca. boles o en la mañana apacible se percibía
surgió entre ellos una amistad cada vez "Nací en una aldea;, mi pad re era un el ruido lejano de hachazos en el bosque,
más estrecha. pobre pastor. La casa de mis progenito- miraba asustada en torno mío. Cuando
Hay ciertas horas en que el hombre res era bastante pobre, y a menudo no por fin encontré carboneros y montañeses
siente miedo, pues debe ocultar a su ami- sabían de dónde traer el pan. Lo que más y oí hablar con un dejo extraño, casi me
go un secreto que ha guardado celosa- lamentaba era que a causa de su miseria desmayé, presa del miedo.
mente; el alma experimenta entonces el reñían frecuentemente, y cada uno de ellos Pasé por varias aldeas y el hambre y la
irresistible impulso de abrirse del todo, y hacía al otro amargos reproches. Aparte sed me obligaron a pedir limosna; pero
de revelar lo más íntimo, para que, en la de esto en todo momento decían de mí cuando la gente me hacía preguntas, supe
medida de tal confianza, nuestro amigo que era una criatura simple y tonta, in- contestar bastante bien. Llevaba casi cua-
sea cada vez más amigo. En esos instan- capaz de despachar el más insigni ficante tro días de camino, cuando por casualidad
tes las almas sensibles se descubren sin asunto y, en realidad, era extraordinaria- me vi en un pequeño sendero que me ale-
reservas, y no pocas veces ocurre que una mente lerda y torpe. Todo se me caía de jaba cada vez más de la carretera. A mi
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alrededor, las rocas asumían las formas trañas vasijas. De la ventana colgaba una
más singulares. Eran peñascos ~e tal 1~1~­ brillante jaula, y el pájaro encerrado en
nera encimados que daban la ImpreSlOn ella era realmente el que entonaba la can-
de que el primer soplo ?e v!ento ,los ech~­ ción. La anciana jadeaba y tosía, como si
ría por tierra. N o sabIa SI debl~, segu! r no pudiera reponerse. Ya acariciaba al
andando. Por ser aquella la estaclOn mas perro, ya hablaba con e! pájaro, que siem-
hermosa del año, había dormido siempre pre respondía con su canción habitual.
en la espesura, o pasado las noches en Por lo demás, diríase que no tomaba en
apartadas cabañas de pastores; pero aquí cuenta mi presencia. Mientras la contem-
no veía ninguna vivienda, ni podía supo- plaba fui presa de un cierto temblor; pues
ner que en semejante soledad habría de Sel rostro estaba en continuo movimiento.
dar CO:1 alguna. Las rocas eran cada vez Parecía como si a causa de su avanzada
más horribles; a menudo tenía que cami- obscura gorra cubría su cabeza y buena edad su cabeza no pudiera estar en re-
nar al borde de abismos que me causaban narte de su rostro. En la mano tenía un poso; de modo que no podía saber cuál
vértigo y, finalmente, la senda se perdía bastón en que se apoyaba. era su verdadera apariencia. Cuando e
bajo mis pies. Me oprimía el desconsuelo; "Me acerqué a ella y le pedí ayuda; hubo repuesto, encendió la luz, cubrió con
gritaba y lloraba amargamente, y la for- rermitió que me sentara a su lado y me un mantel una mesa muy pequeña y trajo
ma en que los rocosos valles devolvían el dió pan y un poco de vino. Mientras co- la merienda. Entonces me miró v me dió
sonido de mi voz me llenaba de espanto. mía, empezó a cantar con voz bastante la orden de que tomara una silÍa de be-
Al caer la noche busqué un sitio cubierto chillona un himno religioso. Cuando hubo juco. Estaba sentada frente a ella y la luz
de musgo para poder descansar. No logra- terminado de cantarlo me dijo que la si- se encontraba entre nosotras. Enclavijó
ba dormir y en medio del silencio escu- guiera. sus huesudas manos y rezó en voz alta,
chaba los ruidos más raros. Unas veces "Mucho me alegró la invitación, pese al mismo tiempo que continuaba con sus
me parecía que se trataba de animales sal- a la extrañeza que me causaban la voz y muecas. Otra vez estuve a punto ele reír,
vajes; otras, pensaba ~e era el viento gi- la actitud de la anciana. Con la ayuda de pero me contuve para no disgustada.
miendo entre las rocas, y no pocas llegué su bastón caminaba con bastante agilidad, "Después de la merienda volvió a re-
a creer que eran exóticos pájaros. Me y a cada paso fruncía el rostro de tal mo- zar, y luego me señaló una cama en una
puse a orar y sólo pude dormirme cuan- do que al principio no pude dejar de reír. alcoba angosta y baja, quedándose ella en
do la aurora estaba próxima. Las desiertas rocas se quedaban cada vez la estancia. N o estuve en vela mucho
"Al sentir en el rostro la luz de! día, más atrás; atravesamos una agradable tiempo. Me sentía aturdida, pero duran-
desperté. Frente a mí se erguía una em- pradera y pasamos después por un exten- te la noche desperté algunas veces, oí a
pinada roca, y trepé a ella con la espe- so bosque. Cuando salíamos de la floresta la anciana toser y hablar con el perro,
ranza de descubrir los confines de aquella el sol empezaba a ocultarse, y nunca olvi- y escuché también la voz del pájaro, que
soledad o la existencia de moradas o de daré el aspecto y el sentimiento de aquella parecía dormir y rep.etía una y otra vez
hombres. Pero cuando estuve en la cús- noche. Todo se con fundía en los más palabras aisladas de su canción. Todo ello
pide todo lo que abarcaba mi mirada, lo tenues matices del rojo y del oro; los ár- formaba un concierto tan maravilloso con
mismo que lo había a mi alrededor, en- coles erguían sus copas en el fuego del los abedules. que susurraban frente a la
contrábase velado por una vaporosa ne- crepúsculo y e! hermoso resplandor se ex- ventana y con el canto de un lejano ruise-
blina. El día era gris y opaco, y mis ojos tendía sobre los campos. Los bosques y ñor, que no creía estar despierta, sino caer
no podían descubrir ningún árbol, ningu- las hojas de los árboles permanecían in- en otro sueño aún más extraño.
na pradera, ningún matorral; columbré móviles; e! cielo semejaba en su pureza "Por la mañana, la vieja me despertó
solamente unos cuantos arbustos que soli- un paraíso abierto, y el murmullo de los y me dió trabajo desde luego. Tuve que
tarios y tristes habían brotado en las es- manantiales y e! susurro interminente de hilar y pronto aprendí a hacerlo; además,
trechas grietas de las rocas. Es indescrip- los árboles resonaban en el silencio apaci- debía cuidar del perro y del pájaro. Me
tible el deseo que sentía de topar con al- ble con una alegría melancólica. Mi alma acostumbré pronto al manejo de la casa
gún ser humano, aun cuando su presencia infantil tuvo entonces por vez primera un y empecé a conocer todos los objetos que
hubiera de causarme temor. Como el do- presentimiento del mundo y sus destinos. había a mi alrededor. Me parecía como si
lor del hambre empezaba a atormentarme, Me olvidé de mí y de mi guía; mi espíritu todo tuviera que ocurrir de ese modo, al
me senté y me hice el propósito de morir. y mis ojos revoloteaban entre las nubes punto que ya no pensaba en que la ancia-
Empero, después de algún tiempo, e! de- doradas. na era un tanto desconcertante, que la
seo de seguir viviendo obtuvo la victoria. "Subimos después una colina cubierta casa estaba increíblemente alejada de to-
Hice un esfuerzo para incorporarme y, de abedules, desde cuya parte más alta dos los hombres y que algo extraordinario
'llenos los ojos de lágrimas y lanzando oteamos un verde valle llen{) de los mis- había en el pájaro. Pero su belleza llama-
entrecortados suspiros, caminé durante mos árboles, y en medio una pequeña ba mi atención cada vez que ponía en él
todo el día. Al final apenas tenía concien- choza~ Un alegre ladrido llegó hasta nos- mis ojos, pues sus plumas brillaban con
cia de mí; hallábame desfallecida y agota- todos los colores posibles; en su cuello
otros, y muy pronto un ágil perrito que
ia y, aun cuando ya no deseaba vivir, agitaba la cola se dirigió saltando hacia y su cuerpo alternaban el más bello azul
temía sin embargo la muerte. pálido y el rojo más vivo, y cuando en-
la anciana; seguidamente vino hacia mí,
"Por la noche, la comarca adoptó a mi me miró por todos lados y con grandes tonaba su canto esponjábase orgullosa-
alrededor un aire más amistoso. Mis pen- zalamerías fue otra vez hacia la vieja. mente, para que sus plumas se mostraran
samientos y mis deseos se reanimaron y "Cuando descendíamos de la colina, es- en todo su esplendor.
el amor a la vida despertó en todas mis cuché un maravilloso canto, que parecía "La anciana salía a menudo y sólo re-
venas. Me pareció escuchar el leve rumor provenir de la choza y recordaba el de un gresaba al anochecer. Yo iba a su encuen-
de un molino en la lejanía; apresuré la pájaro. El canto era así: tro con el perro y ella me llamaba su niña
marcha, y i qué felicidad llenó mi alma y su hija. Acabé por quererla de todo co-
cuando al fin llegué al término de la de- "Soledad del bosque, razón, pues nuestra alma se acostumbra
solada región rocosa! Ante mis ojos ex- de que tanto gozo, 1 todas las cosas, especialmente en la ni-
tendían se nuevamente praderas y bosques, de noche y de día
por una eternidad. ñez. Durante las horas nocturnas me en-
con lejanas y agradables montañas. Era señó a leer, y este arte, que aprendí sin
i Oh! i qué grande gozo
como si hubiera salido del infierno y lle- es mi soledad 1" esfuerzo, fue más tarde en mi soledad un
gado a un paraíso. La soledad y mi des- manantial de infinitos placeres, pues la
amparo no me parecían ya en manera al- "Estas pocas palabras repitiéronse mu- anciana poseía algunos manuscritos anti-
guna terribles. chas veces; si tuviera que describir su mú- 3"uos en los que encontré maravillosas his-
"En vez del esperado molino encontré sica diría que se asemejaba al sonido de ~orias.
una caída de agua que en gran parte dis- la siringa y el cuerno de los cazadores. "El recuerdo de la forma de vida que
minuyó mi alegría. Tomé con la mano un oídos en lontananza. en aquel entonces llevaba todavía me pro-
poco de agua del arroyo. y de pronto creí "Mi curiosidad se encontraba extra- duce extrañeza: jamás visitada por nin-
oír a corta distancia una ligera tos. Nunca ordinariamente excitada; sin esperar la ::;una criatura humana, hallábame reducida
'me he sentido tan agradablemente sor- orden de la anciana penetré con ella en ~ un círculo familiar muy pequeño, pues
'prendida como en ese momento; me acer- la choza. La luz crepuscular había inva- el perro y el pájaro hacían sobre mí la im-
qué; y en el confín del bosque divisé a una dido ya la habitación; todo estaba en or- presión que ún icamente nos producen los
anciana que parecía descansar. Estaba den. En el armario adosado al muro veían- :lmigos a quienes conocemos hace largo
vestida casi totalmente de negro, y una se algunas copas: sobre la mesa había ex- tiempo. Nunca he podido volver a acordar-
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me del extraño nombre del can, -pese a tal modo que en el fondo nunca expe- cierto temor, pues tuve el presenttmlento
que en aquella época lo proliunciaba con rimenté el deseo de cambio. Cuando la an- de que no volvería a verla. Largo tiempo
tanta frecuencia. ciana volvía de sus largas caminatas ala- la miré alejarse. sin aber por qué me
"De esta manera había vi vido va cuatro baba mi atención y decía que el manejo sentía tan atemorizada. Era como si mi
años con la anciana y tendría n{ás o 111('- de su hogar. desde que yo pertenecía a él. propósito tomara cuerpo frente a mí, sin
nos once de edad cuando, sintiendo cn mí era llevado con mayO!' orden. Se alegraba que yo me percatara de ello.
mayor confianza, me reveló est"c secreto: de mi crecimiento y de mi aspecto saluda- "Jamás había cuidado del perro y del
el pájaro ponía diariamente un huevo. el1 ble y. en una palabra, me trataba entera- pájaro con tanta diligencia, y ahora los
cuyo interior había una perla o ul1a piedra mente como si fuera su hija. '¡ Eres bue- quería más que nunca. Hacía varios días
preciosa. Yo había ya advertido que ma- na, hija mía !', me dijo una vez con voz que la anciana estaba ausente, cuando una
nejaba a solas la jaula. pero nunca concc- ronca; 'si sigues así, siempre te irá bien. mañana me levanté COI1 la fi rme resolu-
dí a esto mayor importancia. Me dió el pues nunca se prospera cuando uno se cíón de abandonar la choza y marcharme
encargo de que en su ausencia reco:;iera aleja del camino recto; el castigo viene con el pájaro en busca de lo que las gen-
el huevecillo y 10 guardara bien en las ex- después, aun cuando llegue tarde'. Mien- o es llaman el mundo. Me sentía acongo-
trañas vasijas. Me dejó mis :~limento~ V tras decía esto. no ponía yo mucha aten- jada y deprimida; nuevamente deseaba
empezó a ausentarse por temporadas m:;- ción a sus palabras. pues era siempre muy quedarme y. sin embargo, rechazaba otra
.vares, semanas y meses. Mi ruequíta ZUI11- viva en mis movimientos y en todo mi 'er. vez tal pensamiento. de modo que en mi
baba; ladraba el perro; el maravilloso pá- Pero durante la noche las recordaba y no alma desenvolvíase una extraña lucha, al-
jaro entonaba su canción. y en torno mío podía comprender qué había querido decir go así como la pugna de dos espí ritus con-
todo estaba tan tranquilo que no recuerdo con ellas. Meditaba detenidamente todas tradictorios. Por un instante la apacible
en todo ese tiempo ningún vendaval ni sus frases, y como había leído acerca de soledad me parecía muy hermosa, pero
tempestad alguna. Los perdidos en el bos- riquezas, al final me vino la idea de que luego volvía a seduci rme la idea de un
que no llegaban al valle. V los venados sus perlas y gemas podían ser algo muy mundo nuevo, maravillosamente polifacé-
jamás se acercabau a nuestt~a morada. Me valioso. Muy pronto. este pensamiento re- tico.
sentía contenta y pasCiba día tras_ día tra- sultó para mí aún más claro; pero: ¿ qué "No sabía comprender lo quc me ocu-
bajando. Creo que el hombre sería bas- quería expresar con aquello del camino rría; el perro saltaba incesantemente fren-
tante más dichoso, si su vida pudiera des- recto? N o lograba captar completamente te a mí, mientras la luz del sol se exten-
lizarse con tal tranquilidad hasta el fin. el sentido de sus consejos. día con placidez sobre los campos. hacien-
"De 10 poco que leía me formé repre- "Tenía entonces 14 años, y ahora pien- do brillar los verdes abedules. Tenía la
sentaciones muy peculiares del mundo y so que es una desdicha para el hombre sensación de que debía hacer algo muy
-de los hombres, pues todo lo tomaba de llegar a la edad de razón únicamente para urgente, así que tomé al perrito, lo até en
mí misma y de mi pequeña sociedad: perder la inocencia del alma. Pues bien, la pieza y coloqué bajo mi brazo la jaula
cuando se trataba de gente alegre sólo me daba cuenta de que sólo dependía de dorada. El animal se retorció y empezó
podía representármela bajo la -figura del mí tomar el pájaro y las gemas durante a chíllar al advertir tan insólito trato. Me
perrito; las damas elegantes asemejábanse la ausencia de mi ama, e ir con ellos al míró con ojos suplicantes. pero tuve mie-
siempre al pájaro. y todas las ancianas a encuentro de ese mundo del que tanto ha- do de llevarlo conmig-o. Tomé una vasi.ia
mi singular viejecita. También había leí- bía leído. Además, pensaba que de este llena de piedras preciosas y me la guardé,
do acerca del amor y forjaba en mi fanta- modo podría quizás encontrar también al dejando las otras en su sitío.
sía curiosas historias, de las que era pro- caballero de gallardía sin par, constante "El pájaro volvió la cabeza de manera
tagonista. Trataba de imaginar al más objeto de mis devaneos. muy extraña cuando crucé con él la puer-
hermoso caballero del mundo, adornándo- "Al principio, la idea no tuvo para mí ta, y el perro trató inútilmente de seguir-
lo con todas las virtudes; pero después de más importancia que cualquiera otra; pero me. Evitando el sendero que llevaba a
todos mis esfuerzos va no sabía cuál era cuando me sentaba frente a mi rueca vol- las rocas solitarías. caminé en dirección
realmente su aspect¿. En cambio. podía vía a mi involuntariamente, y de tal suerte opuesta. El perro ladraba y chilIaba in-
sentir -verdadera piedad hacia mí misma me abismaba en ella. que podía verme ya cesantemente. V logró conmoverme en lo
cuando 110 correspondía a mi amor. En- entre caballeros y príncipes, ataviada con más íntimo. El pájaro quiso varias veces
tonces tejía en el pensamiento largos y mis mejores galas. Cuando, en medio de empezar a cantar, pero como era llevado
conmovedores discursos, y a veces me di- estos sueños, miraba a mi alrededor y mis por mí, debe haberle resultado incómodo.
rigía a él en voz alta, a fin de ganarme su ojos recorrían la pequeña habitación, una "Conforme avanzaba, la intensidad de
voluntad. ¿ Sonreís? i Qué atrás hemos de- grata tristeza embargaba mi espíritu. Pero los ladridos era cada vez menor, hasta
jado todos nosotros esta época de la con tal de que cumpliera mis obligaciones,_ que cesaron por completo. Lloré. y estu-
juventud! ve a punto de volver sobre mis' pasos.
la anciana no se preocupaba mayormente
pero el deseo de descubrir algo nuevo me
"Me gustaba más hallarme sola, pue~ de mi humor.
impulsaba hacia adelante.
entonces yo era la señora de la casa. El "Un día volvió a salir y me <.lijo que
"Había cruzado las montañas y algu-
perro me quería entrañablemente y hacía estaría fuera más tiempo del acostumbra-
nos bosques, cuándo e hizo de noche v
todo lo que yo deseaba; el pájaro respon- do. Añadió que debía cuidar bien de todo,
-tuve que hospedarme en una aldea. -Al
día a todas mis preguntas con su canción. para que las horas no me parecieran de-
entrar al albergue me mostré muy torpe;_
Mi pequeña rueca giraba alegremente, de masiadu largas. Me despedí de ella con
me señalaron un cuarto y una cama:-:v
normí bastantt> tranquila, pero sQñé que
la vieja me amenazaba. Mi viaje- fue bas-
tante monótono; pero con forme avanzaba
el recuerdo de la anciana y del pequeño
can era para mí cada vez más lacerante.
Pensé en que sin mi ayuda el perrito mo-
riría de hambre y. cuando me encontraba
en el bosque, varias veces creía que la
vieja iba a salirme al paso. De esta ma-
nera, entre suspiros y lágrimas. el camíno
se iba quedando atrás. Cada vez que des-
,:ansaba y ponía la jaula a mi lado entona-
ba el pájaro su curiosa melodía. Y yo re-
cordaba entonces con gran vivacidad el
hermoso lugar de que había huido. Como
la naturaleza humana es olvidadiza, ahora
tenía la idea de que el viaje que había
hecho en mi niñez no había sido tan tris-
te como éste, y lluevamente deseaba en-
contrarme en la misma situación.
"Había vendido algunas piedras precio-
sas y, después de varias jornadas, llega-
ba a una aldea. Al entrar experimenté
desde un principio algo muy extraño; me
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asusté sin saber por qué y muy pronto ta del pájaro me resultó muy desagradable; confianza que le había dado. Cuando una
caí en la cuenta de que estaba en el mis- me miraba constantemente y su presencia sospecha pone el alma en tensión, en
mo pueblo en que había nacido. ¡Cómo me causaba miedo. No dejaba de cantar, cualquier pequeñez encuentra confirma-
me sorprendí! i Cómo, a cau,sa de mi ale- y su voz era más fuerte y ruidosa que de ciones. Aun cuando Eckbert se reprochó
gría y de mil extrañas remembranzas, co- costumbre. Mientras más lo contemplaba, la innoble duda que le inspiraba su hon-
rrieron las lágrimas por mi's mejillas! El más crecía mi temor. Por fin abrí la jaula, rado amigo" no pudo librarse de ella.
aspecto de la aldea había cambiado mu- introduje la mano, lo tomé por el cuello Toda la noche luchó con estos pensamien-
cho; nuevas casas habían sido construidas y oprimí con fuerza. El pájaro me miró tos y durmíó muy poco.
y otras, erigidas durante mi niñez, esta- suplicante y yo abrí los dedos, pero ya Berta se sentía enferma y no pudo
ban ya en ruinas. Encontré también res- había muerto. Lo sepulté en el jardín. presentarse a la hora del desayuno. Wal-
tos de incendios, y descubrí' que todo era "Ahora estaba temerosa de mi sirvienta, ter no pareció p~eocuparse y 'se despidió
bastante más pequeño y estrecho de lo pues recordaba lo que yo había hecho y del caballero con bastante indiferencia.
que yo esperaba, Regocijábarne infinita- creía que alguna vez ella también habría Eckbert no podía comprender su conduc-
mente la idea de volver a ver a mis padres de robarme, y de asesinarme quizás. Desde ta. Visitó a su esposa y la encontró con
después .de tantos años. y por fin encontré hacía bastante tiempo conocía a un joven una fiebre muy alta. Berta dijo que el
la :pequ~Aa casa, el umbral bien conocido, caballero que me agradaba en forma ex- relato de la víspera debía haberle produ-
La 'pf'¡wHa"~~ia la misma de otros tiempo,. traordinaria, y decidí darle mi mano... cido ese estado de agitación.
y me .parecía como si apenas ayer hubiera y con esto, señor Walter. concluve mi
entrecerrado la puerta. Mi corazón latía A partir de aquella noche, \Valter vi-
historia". ' . sitó rara vez el castillo de su amigo. Cuan-
violentamente y abrí de un golpe. pero
"Debiérais haberla visto entonces" -in- . do se pr,esentaba en él pronunciaba algu-
los que estaban sentados en la habitación
terrumpió Eckbert precipitadamente- "su nas palabras sin importancia y después
eran extraños para mí y me miraban con
juventud, su belleza, y el inconcebible en-
fijeza. Pregunté por el ,pastor Martín y se despedía. Este comportami'ento causó
canto que le había dado su educación so-
se me dijo que tres años antes había a Eckbert una pena profunda; no dejó
litaria. Me parecía como un milagro y la
muerto junto con su esposa. Me retiré a ver nada a Berta ni a Walter, pero todo
gran prisa y salí del pueblo llorando en amaba fuera de toda ponderación. No
tenía yo bienes de fortuna, pero por su el mundo podía advertir su desazón in-
voz alta.
amor llegué a la situación de bienestar en terna. Berta se agravaba por momentos y
"Mil veces había ímaginado cómo los
que ahora me encuentro. N os ,cambiamos el médico se mostraba preocupado, pues
sorprendería con mi opulencia; v ahora
a este sitio, y hasta hoy nuestro enlace el rubor de sus mejillas había desaparecido
que por un extraño azar era realidad lo
que en mi niñez tanto había soñado, todo nunca nos ha dado motivo de arrepenti- y sus ojos ardían cada ..vez más. Una
miento." mañana hizo llamar a Eckbert a su ca-
resultaba en vano; ya no podían alegrar-
se conmigo, y lo que más había esperado "En la plática", dijo Berta nueva- becera y mandó que las doncellas se ale-
en la vida, perdido estaba para siempre. mente, "ha pasado gran parte de la noche. Jaran.
"En una agradable ciudad renté una Vamos a acostarnos". "Querido esposo", comenzó diciendo,
casita con un i¡¡.rdín y tomé una criada a Se puso en pie y se dirigió hacia su "debo revelarte algo que casi me ha he-
mi servicio. El mundo no me pareció tan alcoba. Walter, besándole la mano, le de- cho perder la razón y ha arruinado mi sa-
maravilloso como lo había supuesto. pero seó una buena noche, al tiempo que decía: lud, aun cuando parezca un detalle sin
empecé a olvidarme de la anciana y de "Noble señora, os doy las gracias, y puedo importancia. Pese a que hablaba de mi
los añ'os pasados con ella, por lo que vivía muy bien imaginaros con el extraño pá- niñez tan a menudo, tu sabes que nunca
bastante contenta. jaro, o dándole de comer al pequeño Stro- pude, a despecho de todos mis esfuerzos,
"Hacía mucho que el pájaro no canta- hmian". acordarme del nombre del perrito con el
ba:, así q~le me asusté no poco cuando una Walter también se acostó. Solamente que viví tanto tiempo. Pero aquella no-
noche empezó ele pronto a hacerlo otra Eckbert permaneció en la sala y, con gran che, al despedirse, Walter me dijo súbita-
vez, pero en distinta forma. Ahora la can- impaciencia, empezó a dar vueltas de un mente: 'Puedo muy bien ímaginaros dán-
ción era así: lado a otro. "¿ N o es el hombre un tonto ?", dole de comer al pequeño Strohmian.' ¿ Se
dijo por fin. "He hecho que mi mujer trata de una casualidad? ¿ Adivinó acaso
'Soledad del bosque cuente su historia, y ahora me arrepiento el nombre? ¿ Lo sabía y lo dijo preme-
i qué lejos estás! de esta confianza. ¿ No hará \Valter mal ditadamente? ¿ Qué conexión puede tener
Cuando el día llegue, uso de ella? ¿ La revelará a otros? ¿ N o nuestro amigo con mi destino? Algunas
te arrepentirás.
i Ay! i mi único gozo empezará acaso a sentir, ya que así es la veces lucho conmígo misma, como si so-
es la soledad J' naturaleza del hombre, una triste codicia lamente hubiera imaginado esta rareza.
por nuestras piedras preciosas, y tramará Pero es seguro, demasiado seguro que
"N O pegué los ojos en toda la noche; algo y adoptará fingimientos?" ocurrió. Cuando un extraño contribuyó
todo lo pasado volvió de golpe a mi espí- Recordó que Walter no se había des- ele tal suerte a reavivar mis recuerdos,
ritu, y más que nunca sentí que había pedido de él con la LOrdialidad que se 'entí un terror indecible. ¿ Qué opinas de
procedido mal. Cuando me levanté, la vis- podía esperar después de la muestra de esto, Eckbert?"

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tJN1V~RSJt)AD DE MEXICO
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Eckbert miró a su doliente esposa con seguro de que verdaderamente era su
profundo sentimiento; guardó silencio y amigo. Entonces le retenían nuevos es- abandonado el pensamiento dl~ la amistad
y el deseo del trato humano.
se puso a cavilar. Trató de consolarla con crúpulos y el temor de que se le aborre-
algunas palabras y se retiró después. En ci~ra. Había horas en que el convenci- Partió sin haberse propuesto un deter-
una apartada estancia empezó a dar vuel- ml~nto de ~u ~ileza era tan fuerte, que Tfol~nado camin?; ~s más, ponía poc~ aten-
tas de un lado a otro con inquietud in- crela que nmgun hombre, para quien no Clan ~n el paIsaje que se extendía ante
descriptible. Desde hacía muchos años f~era totalmente desconocido, se digna- sus OJos. Forzando el trote de su caballo
Walter había sido la única persona a quien na respetarlo. Mas no pudo contenerse c~?algó ~presuradamente y de pronto s~
había tratado y, sin embargo, este hom- En un solitario paseo a caballo descubrió VIO perdIdo en un laberinto de rocas, sin
bre era a la sazón el único en el mundo a. su a~nigo toda su historia y le preguntó poder encontrar la salida por parte al-
cuya existencia le torturaba y oprimía. SI podla querer a un asesino. Hugo esta- guna. ,Por fin dio con un aldeano que le
Parecíale que había de quitársele un peso ba conmovido y trató de darle consuelo. ~ostro un sendero al lado de una peque-
de encima y que experimentaría gran. Eckbert 10 siguió hasta la ciudad, sintien- na cascada; quiso ofrecerle algunas mo-
.regocijo, si este único ser no fuese un do que un gran peso se le había quitado nedas en muestra de agradecimiento, pe-
obstáculo en su camino. Tomó su balles- de encima. ro el labrador las rechazó. ". Santo Cie-
ta para distraerse e ir de caza. 1O.1" d"IJO E ck-bert hablando consigo
¡
mis-
Diríase que era su maldición crear sus-
Era un tempestuoso y rudo día inver- picacias precisamente en la hora de la con- mo, "¿ acaso no podría nuevamente ima-
nal. Una profunda capa de nieve cubría fianza, pues apenas había entrado a la ginar que éste no ha sido otro sino Wal-
los montes y doblaba bajo su peso las ter?" Diciendo esto, volvió otra vez la
ramas de los árboles. Eckbert anduvo lar- ,~irada y se convenció de que el campe-
go tiempo errante. El sudor le perlaba smo era realmente Walter. Eckbert e _
la frente, no encontró ninguna pieza y poleó a su caballo y lo hizo correr tan
esto aumentó su contrariedad. De pronto rápidamente como pudo, a través de' pra-
vio, a 10 lejos, algo que se movía: era de:as y bo~ques, hasta que el exhausto
Walter, ocupado en recoger musgo de a11lm~1 cay~ por tierra. Sin preocuparse
los árboles. Casi maquinalmente, apuntó lo mas mí11lmo, prosiguió su viaje a pie.
en esa dirección. Su amigo se volvió ha- Escal? soñando una colina, y creyó oír
cia él y 10 amenazó con un mudo ademán, un ladndo alegre y próximo. Susurraban
pero en ese momento voló el dardo y los abedules y escuchó los extraños soni-
Walter cayó sin vida. dos de una canción:
Eckbert se sintió aligerado y tranquilo.
pero un estremecimiento de horror 10 im- Soledad del bosque
pulsaba a regresar a su castillo. Tenía que que de nuevo gozo,
hacer una larga caminata, porque se ha- 'sin dolor ni envidia
bía internado demasiado lejos en el bos- por la eternidad.
que. Cuando llegó, Berta había muerto. j Oh, qué grande gozo
Poco antes de expirar había hablado mu- es la soledad!'
cho de Walter y de la anciana.
Eckbert vivió largo tiempo en la ma- Sintió que se le ofuscaba el espíritu
vor soledad; siempre había sido melancó- y se embotaban sus sentidos. Era para él
lico, porque la peregrina historia de su un enigma indescifrable determinar, si
esposa 10 intranquilizaba y porque temía estaba soñando o había soñado a ·una
que algún acontecimiento infortunado pu- mujer llamada Berta; lo más extraordi-
diera ocurrir. Pero ahora sentía que el nario se mezclaba con lo más común. Pa-
alma se le había desgarrado. N o podía sala cuando en el brillo de tantas luces recíale estar en un mundo de encanta-
olvidar el asesinato de su amigo y con- empezó a disgustarle el aspecto de su miento, y se sentía incapaz de pensar o
tinuamente se hacía reproches internos. amigo. Creyó percibir una malévola son- recordar nada.
risa y tuvo la impresión de que Hugo ha- Una encorvada anciana. que tosía y se
Algunas veces, con el propósito de dis-
blaba poco con él y mucho con los pre- apoyaba en un bastón, subió morosamente
traerse, iba a la ciudad próxima y fre-
sentes, y parecía no poner atención en su la colina. "¿ Me traes mi pájaro? ¿ Mis
cuentaba reuniones y fiestas. Deseaba lle-
persona. Estaba en la reunión un viejo perlas? ¿ Mi perro ?", gritó desde lejos.
nar con alguna amistad el vacío de su
caballero que siempre se había mostrado "Mira cómo las malas :.tcciones tienen' en
alma. y cuando se acordaba de Walter,
hostil a Eckbert y a menudo había hecho, sí su castigo; yo no era sino tu amigo
l"stremecíale la idea de encontrar un ami-
en forma muy particular, preguntas acer- Walter, tu Hugo."
go, pues tenía el convencimiento de que
ca de su mujer y de su riqueza. Hugo se
esto sólo podía ser fuente de desdichas. "Santo Dios", se dijo Eckbert "¿en
acercó a él y ambos hablaron algún tiempo qué horrible soledad he pasado pues 'mi
Con Bertha había vivido en una hermosa
de manera secreta, a la vez que señalaban vida ?"
quietud durante muchos años y la amis-
hacia Eckbert. Este vió confirmada su
tad de Walter le había hecho feliz. Y "Y Berta era tu hermana."
sospecha, se creyó traicionado y una ira
ahora la muerte se había llevado a los Eckbert se desplomó.
terrible se apoderó de él. Mientras mira-
dos en forma tan brusca que en muchos
ba fijamente, de pronto creyó ver el ros- "¿ Por qué me abandonó tan artera-
momentos su vida más le parecía un cuen-
tro de Walter, todas sus facciones. la mente? -Prosiguió la vieja-o De otro
to fantástico que el curso de una existen-
figura que tan bien conocía; volvió a ,,?~do todo habría terminado en paz y fe-
cia real.
mirar con atención y se convenció de que lICIdad. Pues su período de prueba había
Un joven caballero, llamado Hugo, em- nadie sino Walter hablaba con el anciano. concluido. Berta era la hija de un caba-
pezó a tratar al taciturno y triste Eckber.t Su espanto fue indescriptible; fuera de llero que confió su educación a un pas-
y pareció experimentar una sincera incli- sí, salió de la tertulia bruscameilte, aban- tor; la hija de tu padre."
nación hacia él. Eckbert se sintió extra- donó la ciudad cuando todavía era de
ordinariamente sorprendido, y correspon- noche y, después de haberse extraviado, "¿ Por qué siempre tuve este horrible
dió con rapidez tanto mayor a la amistad pudo al fin regresar a su castillo. presentimiento?" exclamó Eckbert.
del caballero cuanto menos la había espe- "Porque una vez en tu primera juven-
rado. Se les veía juntos a menudo y d Como un alma en pena, su inquietud 10 tud, oíste hablar de ello a tu progenitor.
extraño tenía con Eckbert todas las aten- llevaba Jie una alcoba a la otra; no podía A causa de su mujer no podía encargarse
ciones posibles. Ninguno cabalgaba mln- retener ningún pensamiento; caía de una . de la educación de esa hija, que era de
ca sin el otro; se encontraban en todas espantosa imag-inación en otra aún más otra madre."
las reuniones y, en una palabra, diríase espantosa, y el sueño no lograba cerrar Eckbert yacía en tierra, enloquecido y
que eran inseparables. Eckbert sólo en sus ojos. A menudo pensaba que había agonizante. Obscura y con fusamente, oía
cortos momentos se sentía contento, pues enloquecido y que todo era producto de que la vieja hablaba, que el can seguía la-
comprendía que el afecto de Hugo estaba su fantasía. Luego volvía a recordar los drando, y que el pájaro repetía nuevamen-
fincado en un error. Su amigo ni le co- rasgos de Walter y todo se iba convirtien- te su canción.
nocía ni sabía su historia, y Eckbert ex- do para él más y más en un enigma. De-
perimentaba nuevamente el mismo im- cidió emprender un viaje para poner en Traducción de Mdrianne O. de Bopp :v
pulso de abrirle el corazón, a fin de estar orden sus ideas; definitivamente había Eduardo _Carcía Máynez .

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