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ELIZABETH VIERA TALBOT

Pacific Press®
Publishing Association
Nampa, Idaho | Oshawa, Ontario, Cañada
www.padficpress.com
Título del original en inglés: Revelation: The Fifth Cospel
Redacción: Ricardo Bentancur
Traducción: Dr. Juan Carlos Viera

Diseño de la portada: Gerald Lee Monks


Diseño del interior: Alfredo Campechano/Diane Aguirre
Ilustraciones de la portada: John Steel y Sermonview.com

A no ser que se indique de otra manera, todas las citas de las Sagradas
Escrituras están tomadas de la versión Reina-Valera, revisión de 1960. La
autora se responsabiliza del estilo y de la exactitud de los datos y textos
citados en esta obra.

Derechos reservados © 2014 por:


Pacific Press Publishing Association
1350 N. Kings Road, Nampa, Idaho 83653
EE. UU. de N. A.

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ISBN 13: 978-0-8163-9225-4


ISBN 10: 0-8163-9225-0

Printed in the United States of America


All rights reserved

October 2014
Dedicatoria

Dedico este libro


a todo aquel que
ha consagrado su
vida a la proclamación del evangelio
de nuestro amado Salvador, Jesucristo,
ha sido perseguido por cumplir su misión.
Su recompensa es grande en los cielos,
porque ha
exaltado al
Cordero que
fue inmolado
por nuestra
redención. Y
como siempre,
yo doy toda la
gloria y todo el
honor a Aquel
que me justificó
por su sangre, a
mi Redentor. Sé
que solamente su
total suficiencia y
mi total indignidad
me aseguran un lugar
en la patria celestial.
Otros libros por
Elizabeth Viera Talbot
Mateo: Profecía cumplida
Marcos: ¡Buenas nuevas!
Lucas: Salvación para todos
Juan: Dios se hizo carne
Sorprendidos por amor
Sorprendidos por amor: Estudios bíblicos
Contenido

El “Des-cubrimiento” de Jesús (Revelación)....................................................... 7

El Cordero es el Alfa y la Omega (Seguridad)..................................................12

El Cordero es el León (Redención).....................................................................20

El Cordero es el Pastor (Provisión).....................................................................27

El Cordero es el Vencedor (Celebración)..........................................................34

El Cordero es el Esposo (Fidelidad)................................................................. 44

El Cordero es el Principio y el Fin (Restauración)........................................... 54


El "Des-cubrimiento"
de Jesús:
• Revelación •

T
odavía recuerdo el peculiar sentimiento que me embargaba: una mezcla
de suspenso y satisfacción que sentía una vez más cuando, sentada en una
banca de la iglesia, escuchaba a mi padre contar la historia en su sermón. La
había oído antes, pero por alguna razón todavía me atrapaba; quizá porque
conocía el final, o tal vez porque me podía identificar con el principal perso­
naje de la historia. Sabía lo que iba a pasar, pero aun así saboreaba cada palabra
como solo un niño puede hacerlo, como si estuviera escuchando la historia por
primera vez.
La historia era acerca de un jovencito a quien le encantaba seguir las aven­
turas de su héroe favorito en una serie de libros. Los tenía todos, y su valiente
y amado héroe nunca lo chasqueaba. Lo admiraba por su fuerza, su integridad
y su habilidad para salvar a los que estaban en dificultad. El poderoso héroe
siempre resultaba victorioso en su lucha por la justicia. El muchacho absorbía
intensamente cada libro y saboreaba cada página. Pero un día todo cambió. El
nuevo libro era muy diferente. Esta vez su héroe sufría los golpes y perdía
constantemente. ¡Parecía que siempre lo tiraban al suelo, y no podía levantar­
se! ¿Qué estaba pasando?
Aunque el niño había comenzado el libro, no pudo soportar más, y rete­
niendo el aliento se fue directamente al último capítulo. No podía esperar
m ás... algo andaba terriblemente mal. Se suponía que su héroe debía ser
victorioso, pero el villano le estaba ganando vez tras vez. Con manos tem­
blorosas buscó la última página del libro y leyó las últimas frases. ¡Y allí, en
las palabras finales del libro, descubrió algo que le dio un inmenso gozo! Al
final, después de tantas aparentes derrotas, su héroe resultaba victorioso y el
villano terminaba vencido. Este no era tan fuerte como parecía, y su héroe
era el ganador. Entonces, luego de conocer el final, el niño volvió con tran­
quilidad a la página que había estado leyendo antes y continuó con la lectu­
ra, solo que ahora, cada vez que el villano parecía estar ganando, el niño

. 7 .
A pocalipsis

decía en alta voz: “¡Si supiera lo que yo sé! ¡SI ÉL SO LO SU PIER A LO


Q U E YO SÉ!”
El libro de Apocalipsis es el último capítulo en la historia de la redención.
Es la última frase, la palabra final de Dios en las Escrituras acerca de la salva­
ción. En este libro el velo del futuro se descorre, y Jesús es completamente
revelado, “des-cubierto” desde una perspectiva cósmica. Así como el último
capítulo del libro de su héroe favorito le infundió paz y gozo al niño preocu­
pado, Dios nos ha revelado el capítulo final de la historia de este mundo, para
que no estemos temerosos. Este último libro de la Biblia puede ser sintetizado
en dos palabras: ¡JESÚS GANA! Me gusta visualizar una impresionante or­
questa angélica y un numeroso coro celestial participando de una escena de
adoración. Entonces se escucha un redoble de tambores que precede al final
del anuncio universal:
¡ALELUYA! ¡JESÚS GANA!
v

La revelación: ¡Jesús gana!


En el libro del Apocalipsis la eterna mano del Maestro descorre el velo
para descubrir una hermosa obra que excede todas nuestra expectativas y so­
brepasa la imaginación más fecunda.
Todos los que contemplan esta realidad revelada experimentan una indes­
criptible sensación de asombro. Los seres terrenales y celestiales se postran
maravillados al obtener una vislumbre del amor de Dios por sus hijos caídos y
del precio que él pagó por su redención. El último libro de la Biblia es la reve­
lación de Cristo* como el Redentor definitivo, victorioso sobre el villano en la
gran controversia entre el bien y el mal. Se lo presenta como “la revelación de
Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben
suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan”
(Apocalipsis 1:1). En este libro, el villano es finalmente expuesto: “Y fue lan­
zado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás,
el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron
arrojados con él” (12:9). Sabemos exactamente quién es el villano y cómo
terminará.
Sin embargo, por importante que sea la erradicación del mal, el tema
central está enfocado en el Héroe universal, el Invicto, el Cordero que hizo

* Parte del material de esta sección se encuentra en mi libro Sorprendidos por amor,
publicado por Pacific Press.
E l "D es-cubrimiento de J esús

posible la redención. Esta “revelación" de Jesús (apokalupsis significa “des.-cu-


brir” o revelar) es la palabra final de la Biblia. Está escrita en estilo apocalípti­
co: un género narrativo que utiliza visualizaciones y símbolos para narrar la
historia de la salvación desde una perspectiva “cósmica”. Relata hechos del
pasado, del presente y del futuro (ver 1:19).
Este género literario era común en el tiempo cuando el Nuevo Testamen­
to estaba siendo escrito, y presenta muchas visiones y representaciones para
describir la historia del mundo. Entre muchos cuadros interesantes, se presen­
tan siete iglesias y siete sellos, siete trompetas y siete plagas, y también siete
bienaventuranzas.
En muchos sentidos, este libro es una síntesis de la Biblia. En sus poco
más de 400 versículos hace más de 500 alusiones al Antiguo Testamento. El
autor utiliza los principales temas de la historia de la salvación (como el Exodo
y las plagas, el exilio y Babilonia) para demostrar y anunciar la victoria final
de nuestro Redentor sobre el mal.
Dos de las características más importantes del Apocalipsis — como tam­
bién de toda la literatura apocalíptica— son sus narraciones de naturaleza es-
catológica y dualística. La palabra “escatología” está basada en la palabra grie­
ga eschatos, que significa “lo último”, y se enfoca en la intervención final de
Dios, en los últimos días, y en el último capítulo de la historia. Narra toda la
historia humana y el plan de redención hasta su misma conclusión con la re­
creación de la tierra.
Es muy importante que Jesús se presente así: “Yo soy el eschatos (el últi­
mo)” (Apocalipsis 1:17; énfasis agregado del griego). El estudio correcto de los
eventos de los últimos días se enfoca en Jesús, quien es el Primero y el Ultimo
y, en consecuencia, nunca produce temor. Por eso, la revelación de Jesús esta
precedida por la expresión “no temas” (1:17). De paso, ¿no es también eso un
gran recordativo para nosotros? “No temas” es la exhortación repetida más a
menudo en la Biblia. Algunos dicen que aparece 365 veces (yo no las he con­
tado). ¡Una para cada día del afio! Dios sabe que a veces la vida es intimidante,
y que en ocasiones necesitamos ir al final del libro, como el niño de la historia,
para volver a tener una perspectiva positiva, para acordarnos de que este mun­
do es transitorio, y para saber que nuestro Eléroe gana.
La segunda característica importante de la literatura apocalíptica utiliza­
da en el libro es que desarrolla dos sistemas, por eso este género es llamado
dualístico: revela las acciones de Dios y las acciones de Satanás en el gran
A pocalipsis

conflicto entre el bien y el mal. Se invita al lector a aliarse con Dios, aunque
también tiene la libertad de aliarse con las fuerzas del mal. Los dos sistemas
están representados por dos ciudades (Jerusalén y Babilonia), por dos mujeres
(la esposa y la gran prostituta), por dos sistemas numéricos (el 7 y el 6), etc.
De acuerdo con algunos eruditos, este libro, que data del primer siglo de
nuestra Era Cristiana, fue escrito para animar a los fieles que vivían bajo cir­
cunstancias difíciles.
Era el tiempo en que gobernaba el emperador Domiciano (81-96 d.C), el
primer gobernante en requerir que se lo adorase mientras aún vivía. Otros
estudiosos creen que la iglesia había entrado en un período de apatía, porque
la segunda venida de Jesús no había ocurrido tan pronto como ellos habían
esperado después de su ascensión, y aun otros creen que los miembros de la
iglesia primitiva se habían vuelto temerosos debido a los problemas externos e
internos que enfrentaban.
¡TEMOR! ¿Te suena familiar? Temor a la incertidumbre, temor al futuro,
temor a la inseguridad, temor y confusión. Como si el autor estuviese escri­
biendo para nuestros días.
Juan anuncia a sus lectores que el enfrentamiento final entre nuestro Hé­
roe y el villano malvado es inminente, pero si ellos perseveran hasta el fin,
creyendo en el Cordero que fue inmolado, pasarán la eternidad con Dios. Este
es un libro de adoración, en otras palabras, es el libro de los “¡Viva! ¡Viva!”
Todos están alabando, todos están cantando, y todos están repitiendo una y
otra vez: “Digno es el Cordero” (Apocalipsis 5:12). Al descorrerse el velo se
presentan dieciseis escenas de adoración en las que el cielo y la tierra prorrum­
pen en cánticos que exaltan y alaban a Aquel que por su sangre ha ganado la
victoria sobre el mal.

Círculo completo
Toda la Biblia es un inclusio. Este es un término académico para un “sánd­
wich narrativo” donde algo comienza y termina de la misma manera. En los
últimos tres capítulos del Apocalipsis encontramos los mismos temas que vi­
mos en los tres primeros capítulos de la Biblia, solo que en orden inverso.
Hay simetría en la Biblia. ¿Recuerdas la secuencia de temas en Génesis
1-3? ¿Recuerdas la creación en el capítulo 1, la comunión de los seres humanos
con Dios en el capítulo 2, y la entrada del malvado villano que trajo pecado y
muerte en el capítulo 3? Pues bien, los últimos tres capítulos del Apocalipsis
E l "D es-cubrimiento de J esús

anuncian la reversión de estas mismas acciones: en el capítulo 20, Satanás es


destruido, y el mal y el pecado no existen más. En el capítulo 21, Dios mora
nuevamente con sus hijos, la comunión con él es restaurada, y no hay más
muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor, porque “las primeras cosas pasaron”. Y
finalmente, en el capítulo 22, la Tierra es recreada y exaltada aun más que al
principio. No puedo siquiera decirte cuántas veces, en los momentos difíciles
de mi vida, me he repetido e imaginado esta realidad: ¡No más dolor, no más
enfermedad, no más muerte! Lee conmigo el desenlace del drama de la histo­
ria en Apocalipsis 21:1-4. Yo ya me siento mejor, ¿y tú?
¡Y todo eso será posible SO LO porque Jesús murió por nosotros! Tomó
nuestra muerte sobre sí mismo para que nosotros, que somos mortales debido
al pecado (ver Génesis 3), y que nos hemos separado del Dador de la vida,
podamos recibir la vida eterna como un don (Romanos 3:23; 6:23). El Nuevo
Testamento hace constantes referencias a este asombroso intercambio: “Al que
no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos
hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). Y ya que esta es “la revelación
de Jesucristo” (Apocalipsis 1:1), nos enfocaremos exclusivamente en algunos
extraordinarios cuadros o retratos de Jesús en el Apocalipsis. No analizaremos
profecías, trompetas o sellos, aunque son muy importantes. Nos detendremos
SO LA M E N TE en algunas asombrosas presentaciones de Jesús, retratos de
nuestro Redentor llenos de ricas y significativas imágenes que se le mostraron
a Juan para animarnos en nuestra jornada y damos la certeza de la salvación.
Todavía puedo recordar el entusiasmo que sentía cuando mi padre conta­
ba la historia del niño al que le fascinaba leer los libros de su héroe favorito que
siempre vencía al malvado villano. Y ahora, yo misma me siento igual que
aquel muchacho, regocijándome y reteniendo mi aliento cuando estamos por
entrar en el último capítulo, porque este no es solo el final de un libro emo­
cionante, sino el último episodio en la historia de la redención de la humani­
dad, ¡que te incluye a ti y me incluye a mí! Sí, algunos capítulos de la historia
humana —y algunos de nuestra vida cotidiana— son realmente intimidan­
tes. Tal vez te parezca que ya no los puedes soportar... pero antes de que te
desanimes, te invito a que vengas conmigo a abrir el último libro de la Biblia,
el último capítulo en la historia de la salvación. Y, ¿sabes qué? ¡VIVA! ¡VIVA!
¡JESÚS GANA!

. 11 .
El Cordero es el Alfa
y la Omega:
• Seguridad •
E
speraba que aquel fuera un vuelo normal, como cualquier otro de mis
frecuentes viajes. Llegué al aeropuerto y entregué mi maleta. Las tarjetas
de embarque estaban todas en orden para mi vuelo entre Los Angeles, Cali­
fornia y Huntsville, Alabama. El empleado se aseguró de que mi equipaje tu­
viera el comprobante que indicaba el origen y el destino de mi viaje, con las
siglas LAX-HSV, y me confirmó que la maleta estaba despachada para el des­
tino final.
El viaje no tuvo incidentes, excepto por una demora por razones climáti­
cas, lo que retrasó la salida de la segunda etapa de mi viaje. El hecho de tener
que volar casi cada semana ya me tiene acostumbrada a las demoras, pero esta
me hacía las cosas más dificultosas. Por el nuevo horario, el vuelo llegaba a
Huntsville cerca de la medianoche, luego tenía que alquilar un auto y viajar
unos pocos kilómetros rumbo al hotel. Me imaginé que a la 1:00 de la madru­
gada podría estar descansando en el hotel. Dormiría unas cinco horas. Des­
pués me alistaría y comenzaría mi primer seminario en un retiro ministerial
de un día y medio de duración. Mi itinerario estaba ajustado, y planeaba vol­
ver a Los Ángeles a la tarde de mi segundo día en Huntsville.
Arribamos a Huntsville cerca de la medianoche, alquilé el auto y fui a
recoger mi equipaje. El aeropuerto se estaba poniendo silencioso a esas horas
de la madrugada. La correa mecánica comenzó a moverse y cada uno de los
pasajeros tomó su maleta y se retiró, excepto yo. Estaba tan cansada que ni
siquiera quería pensar en lo que podría estar sucediendo. Me quedé alrededor
de la cinta circular durante unos veinte minutos, esperando y orando porque
lo que temía que había sucedido realmente no hubiera ocurrido.
La correa se detuvo y mi corazón también.
Me ha llevado años entender el significado del refrán que en ese momento
apareció en mi mente: “SE M U R IÓ EL CA BA LLO , ¡D ESM O N T A !” Soy la
clase de persona que no se desanima fácilmente. Doy vueltas, espero, y hasta

. 12
El C ordero es el A lfa y la O mega

puede ser que intente darle un golpe más al caballo muerto para ver si todavía
camina, ¡pero había llegado el momento de desmontar! Ya no había nadie en
la oficina de reclamos, y yo estaba ahí, sin posibilidades de hacer algo, hasta
que pasó una empleada que se compadeció de mí y llamó al personal del de­
partamento de equipajes. Tomó nota de la descripción de la maleta y me ex­
plicó que esta se había extraviado (esa información no me pareció relevante ni
de ninguna ayuda), luego me proporcionó un número telefónico para llamar.
Ella tampoco estaba conmovida por mi situación y mi apuro: en solo seis ho­
ras tenía que comenzar a enseñar a docenas de ministros, todos vestidos con
traje y corbata, y en ese momento solo contaba con un número telefónico y un
pantalón de pana que había usado en el viaje. Mientras me dirigía al hotel en
esa madrugada lluviosa, le agradecí al Señor por la protección de sus ángeles
mientras recorría algunas de las calles más oscuras que alguna vez transité, y
me preguntaba qué parte de la etiqueta de mi valija con las siglas LAX-HSV
los empleados no habían entendido. ¿Cómo podía ser que mi equipaje estuvie­
ra trabado en algún lugar, cuando el comienzo y el final de mi viaje estaba tan
claramente identificado? ¿Que parte de “la A a la Z ” la computadora de la ae­
rolínea había desconocido?
Podría escribir un libro acerca de lo que sucedió después. Me fui a com­
prar ropa a una tienda que estaba abierta las 24 horas (¡gracias, Walmart!), y
con la ayuda de una amiga que asistía a las reuniones y que me prestó una
chaqueta (¡gracias, Hazel!), pude experimentar la paz de Dios que sobrepasa
todo afán y temor (ver Filipenses 4:6, 7), y pude conducir las reuniones.
El “tiempo de espera” por mi maleta se extendió hasta el segundo día de
mi visita a Huntsville; llegó al cuarto de mi hotel justo a tiempo para dirigir­
me de regreso al aeropuerto. Nunca voy a olvidar cuán perdida me sentí sin
mis ropas, sin mis equipos de proyección y de sonido para mis presentaciones
el primer día, y todo lo demás que había empacado cuidadosamente. Me sentí
perdida porque la aerolínea no había cumplido una simple promesa: “Se la
llevaremos... de la A a la Z ”.
Dios sabe que una de las circunstancias más difíciles para nosotros es
estar en un “tiempo entre-medio”, un lugar en que no estamos ni aquí ni
allá, sino en un “intermedio”. Profundamente dentro de nosotros, necesita­
mos tener la certeza de que todo saldrá bien; deseamos saber nuestro destino
final y estar seguros de que lo alcanzaremos. Todos necesitamos tener una
seguridad más grande que nosotros mismos, que nos recuerde que este mun­
A pocalipsis

do es transitorio, y que el resultado final no está en nuestras manos sino en


las de Dios. Necesitamos saber con seguridad que nuestra salvación y adop­
ción es ya un ¡TRATO H EC H O ! La verdad es que todos nos encontramos
viviendo en ese espacio que llamamos “intermedio”: entre el “ya” y el “toda­
vía no”. Aunque el reino de Dios y a está entre nosotros, porque Jesús pagó el
precio de nuestro rescate y ganó la victoria, él todavía no ha venido por no­
sotros para poner fin al sufrimiento y recrear la tierra. Por eso me fascina el
hecho de que en la introducción del libro de Apocalipsis, uno de los prime­
ros retratos de Jesús que le es revelado a Juan es: “Yo soy el Alfa y la Omega”
(Apocalipsis 1:8). En otras palabras: “Persevera... Yo soy la A y la Z. ¡No hay
ninguna posibilidad de que no llegues a tu destino! Yo soy el principio y el
fin. N o hay forma de que te pierdas en el ‘intermedio’ si me estás siguiendo
a m í”.

¡Bienaventurado eres!
A Juan, “que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio
de Jesucristo” se le da el “descubrimiento” de Jesús (Apocalipsis 1:2). Después
de identificarse él mismo como “siervo”, presenta la primera de las siete bien­
aventuranzas o bendiciones que aparecen en el libro de Apocalipsis (1:3;
14:13; 16:15; 19:9; 20:6; 22:7, 14). La mayoría de las personas ha escuchado
hablar de las bienaventuranzas del Evangelio de San Mateo, al comienzo del
Sermón del Monte, pero no todos saben que el libro de Apocalipsis también
contiene siete bienaventuranzas. Desafortunadamente, he escuchado a evan­
gelistas apocalípticos bien intencionados pero mal informados, que promue­
ven el temor por medio del libro de Apocalipsis, el cual comienza con estas
palabras alentadoras: “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras
de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está
cerca” (Apocalipsis 1:3).
En el siglo primero la lectura ocurría en forma audible, de tal manera que
los que la escuchaban, ¡la estaban oyendo en vivo! El libro se leía en comuni­
dad y cada uno era invitado a participar de las bendiciones que otorgaba.
También me encanta el saludo: “Gracia y paz a vosotros” (Apocalipsis 1:4).
¡Estas son palabras mayores! (Juan usa la palabra “gracia” dos veces en el Apo­
calipsis: una para comenzar y otra para terminar el libro (1:4; 22:21.) ¿Quién
no estaría necesitado de un poco de gracia y paz si se encuentra en el “tiempo
de espera”, en el “intermedio”, preguntándose hacia dónde va, qué le depara el

• 14 •
El Cordero es el A lfa y la Omega

futuro, e incluso sintiéndose como mi equipaje: perdido en algún remoto ae­


ropuerto, olvidado por el scanner de la vida?
Las bendiciones en el libro, incluyendo las de “gracia y paz” por parte de
Dios (Apocalipsis 1:3, 4), tenían que ser esparcidas tan pronto como fuera
possible. Quizá por eso, los primeros receptores de esta revelación final del
Jesús victorioso fueron las siete iglesias de Asia: Efeso, Esmirna, Pérgamo,
Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. La ruta entre estas antiguas ciudades,
que estaban a unos ochenta kilómetros una de otra, formaba una especie de
herradura, y algunos eruditos creen que estas ciudades, donde se hallaban las
iglesias, eran importantes centros postales que servían a grandes regiones geo­
gráficas.
Cuando visité la antigua ciudad de Efeso, al principio me quedé muda de
asombro. Me había imaginado que el guía turístico nos llevaría a ver una co­
lumna solitaria en medio de la nada, para entonces explicarnos que allí había
estado la ciudad de Efeso. Pero en lugar de eso me encontré al final de una
avenida principal con sorprendentes y bien preservadas ruinas de esta magní­
fica y avanzada ciudad antigua. Podía imaginar a miles de ciudadanos y viaje­
ros llenando la calle principal de esta floreciente ciudad en los días en que el
libro del Apocalipsis fue escrito. También tuve la oportunidad de visitar la Isla
de Patmos, donde Juan recibió “el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 1:9).
Traté de imaginar cómo se habrá sentido él en esta isla, ubicada a unos ochen­
ta kilómetros al sur de Efeso, recibiendo en visión el capítulo final de la histo­
ria de este mundo con el anuncio: ¡JESUS GANA! Estoy segura de que su
corazón ardía cuando les escribía a estas iglesias: “Bienaventurado el que lee, y
los que oyen” (Apocalipsis 1:3).

Seguridad multidireccional
Lo que viene después ha sido una gran fuente de seguridad para mí. Pero
antes de comenzar esta sección te invito a que imagines (o quizá dibujes o re­
cortes en un papel) tres flechas: una, apuntando al pasado (hacia la izquierda);
otra, apuntando al presente (hacia arriba), y la tercera, apuntando al futuro
(hacia la derecha). La gracia y la paz vienen de Dios el Padre, de Jesucristo y
del Espíritu. El Espíritu, en este libro apocalíptico, está generalmente repre­
sentado en su plenitud en símbolos de siete (Apocalipsis 1:4; 3:1; 4:5; 5:6;
21:9, etc.). La identidad de Dios está presentada mediante una triple dimen­
sión de la seguridad de su presencia: "El que es y que era y que ha de venir”
A pocalipsis

(1:4). Así que allí está: ¡Ya sea que mires al pasado, al presente o al futuro, Dios
está allí! Me recuerda el salmo de David en el que concluye que no importa a
dónde vaya o dónde ponga su vista, siempre va a encontrarse con Dios:

¿A dónde huiré de tu presencia?


Si subiere a los cielos, allí estás tú;
y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.
Si tomare las alas del alba
y habitare en el extremo del mar,
aun allí me guiará tu mano
y me asirá tu diestra” (Salmo 139:7-10).

¡Sí! ¡No importa hacia dónde esté apuntando tu flecha... la presencia de


Dios está allí! ¡Su inmutabilidad es nuestra seguridad!
La identidad de Jesús está presentada en varias aseveraciones que, al agre­
garse, van acrecentando y reforzando su definición: “Y de Jesucristo el testigo
fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra”
(Apocalipsis 1:5; me gustaría tener el espacio para analizar cada uno de los
retratos de Jesús incluidos en esta frase de la Escritura). Entonces el enfoque se
vuelve hacia su actividad redentora, y una vez más tenemos la seguridad pre­
sentada en las tres dimensiones. Cada flecha será definida cuidadosamente
para que no pierdas una sola nota de la sinfonía de la redención.
Comencemos con la flecha del presente: “Al que nos ama” (1:5, N V I, el
original en griego está en presente). ¿Viste eso? ¡EL nos AMA! Este participio
presente nos recuerda el permanente amor de Jesús por nosotros, ahora y por
siempre. Él nos ama, y nos continúa amando. Este es el centro del evangelio
eterno: ¡ÉL N O S AMA!
Ahora, la flecha que apunta hacia el pasado: “Y que por su sangre nos ha
librado de nuestros pecados” (1:5, N V I).* En el griego original, el tiempo pa­
sado del verbo “ librar” es llamado el participio aoristo, que significa una ac­
ción completada, terminada en el pasado. Así que para estar seguros de que
todas nuestras flechas apuntan hacia la dirección correcta, necesitamos enten­
der que el amor de Jesús por nosotros es continuo e incesante, y que el pago de
nuestra libertad fue cumplido en la cruz. Pero aún tenemos otra acción en
tiempo pasado, un acto de diferente clase que señala al ideal que Jesús cumplió

* El énfasis en cursiva en la citas bíblicas de todo el libro es agregado.

• 16 •
E l C ordero es el A lfa y la O mega

cuando nos libró de nuestra deuda con Dios: “Al que ha hecho de nosotros un
reino, sacerdotes al servicio de Dios su Padre” (vers. 6, NVI). Estoy segura de
que tú y yo necesitamos escuchar que Jesús nos ama. Parece una declaración
tan simple, pero por alguna razón no todos la captamos: ¡Somos los amados
de Dios, y ese amor es C O N T IN U O !
Entonces Juan nos recuerda que el juicio para aquellos que hayan creído
en Jesús ocurrió en la cruz: ¡Hemos sido librados, hemos sido liberados y he­
mos sido redimidos! ¡Cuánto deseo que cada uno que lee esta “revelación” de
Jesucristo pueda obtener la seguridad de la salvación! Como dice mi escritora
favorita de temas bíblicos en una referencia a la historia, que también puede
aplicarse a nuestras vidas: “No tenemos nada que temer del futuro, a menos
que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido en el pasado”.* No
es extraño que de los labios de Juan broten expresiones excelsas de adoración
antes de mostrarnos la flecha hacia el futuro: “¡A él sea la gloria y el poder pol­
los siglos de los siglos! Amén” (vers. 6, NVI). ¡Sí! ¡Amén y amén! ¡Gloria y
poder al que nos ha librado!
Entonces, la tercera flecha, la del futuro, queda claramente delineada: “He
aquí que viene con las nubes. Y todo ojo le verá, y los que le traspasaron” (vers.
7). ¡Aquí vamos! Con las palabras de Daniel 7:13 (Daniel es la contraparte
apocalíptica en el Antiguo Testamento del libro de Apocalipsis en el Nuevo
Testamento), y con alusiones a Zacarías 12:10, se nos muestra la última página
de la historia humana: ¡Jesús vuelve por nosotros, porque rehusó pasar la eterni­
dad sin nosotros! ¡Oh, mi Jesús, cuánto te amo! ¡No puedo esperar para abrazar­
te y acariciar tus manos horadadas por los clavos que me dieron vida!

Exuberante retrato
En el primer capítulo del Apocalipsis encontramos un retrato multifacéti-
co de Jesús, una exuberante descripción que nos asegura no solo su presencia
sino también su capacidad de proveernos todo lo que necesitamos. Me gusta­
ría tener más espacio para analizar en detalle cada frase:

“V i... en medio de los siete candeleras, a uno semejante al Hijo del


Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por
el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos
como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus

* Elena G. de White, Notas biográficas de Elena G. de White, p. 216.


2—A. . 17 •
A pocalipsis

pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su


voz como estruendo de muchas aguas. Tenía en su diestra siete estre­
llas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era
como el sol cuando resplandece en su fuerza” (Apocalipsis 1:12-16).

Estas descripciones de Jesús son muy significativas porque están llenas de


símbolos que apuntan a varios aspectos de su persona. Por ejemplo, el hecho
de que de su boca sale una aguda espada de dos filos, muestra que su poder
está en su Palabra. Juan tuvo temor cuando vio semejante retrato de Jesús,
pero fue confortado y animado por medio de otros cuadros del mismo Jesús:
“No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas
he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la
muerte y del Hades” (vers. 17, 18).
Este multifacético retrato de Jesús (capítulo 1:13-18) será destacado nue­
vamente al presentarse él a las siete iglesias mediante diversas expresiones que
aparecen en este impresionante cuadro (ver capítulos 2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7, 14;
toma un momento para leer estos dos capítulos). Jesús es el todo y en todos.
Está con nosotros y provee para cada una de nuestras necesidades, no importa
lo que hoy estemos enfrentando.

La A y la Z
En caso de que alguno no haya entendido lo permanente de la presencia
de Dios con nosotros, la introducción del Apocalipsis termina con la seguri­
dad de que el “YO SOY” ha estado allí al comienzo, está allí al final, y se halla
también aquí en el “intermedio”. Nunca estás fuera de su vista, y te asegura
que alcanzarás tu destino por lo que EL ES: “Yo soy el Alfa y la Omega, prin­
cipio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopodero­
so” (Apocalipisis 1:8). El alfa es la primera letra del alfabeto griego y la omega
es la última del mismo alfabeto. Al pasarlo a nuestro alfabeto, Dios anuncia
que él es la “A” y la “Z ”; así que, al mirar hacia el pasado, el presente o el futu­
ro, él está allí, V IC TO R IO SO en contra del villano. Estas declaraciones se
repetirán una y otra vez en el descorrer del velo que revela a Jesús: “Yo soy el
Alfa y la Omega” (1:8); “Yo soy el primero y el último” (1:17; 2:8). Y en caso
de que se te haya escapado en las primera ocasiones, Dios se asegura de que
este retrato de Jesús se incluya también en el último capítulo de la Biblia: “Yo
soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último” (22:13).

. 18 •
El C ordero es el A lfa y la O mega

Te puedo asegurar que cualquier problema que estés enfrentando hoy está
cubierto por este Jesús, cuyo asombroso poder acaba de sernos revelado, ya sea
que tu problema comience con A o con Z, o con cualquier otra letra interme­
dia. Quizá necesites dibujar una gran “A” y una gran “Z ” (como yo lo hice) y
colocarlas en un lugar donde puedas verlas a menudo. Esto te recordará que
Dios nunca tuvo la intención de que vivas con temor; por eso te ha revelado la
última parte de la historia humana. Como lo mencionamos en nuestro capí­
tulo introductorio, si alguna vez te parece que el diablo está ganando, puedes
gritarle: “¡Si supieras LO Q U E YO SÉ!”
Así que expulsa los temores de tu mente y permite que Jesús ocupe el
mismo centro de tu alma. Llena el espacio en blanco con tu nombre para en­
carnar esta verdad y nunca olvidarte de ella:
“Amado (a )__________________ : N o temas; yo soy el primero y el últi­
mo” (Apocalipsis 1:17, paráfrasis).
El Cordero es el León:
• Redención •

H
abíamos estado todo el día en la iglesia y esa era la última reunión de la
tarde. M i padre estaba predicando y mi madre me cuidaba, porque yo
era solo una bebita de seis meses. Mi madre era muy afanosa con mi crianza;
era afable y cuidadosa, pero tímida en público, y en la iglesia mayormente es­
taba conmigo, mientras yo dormía plácidamente. Pero de repente todo cam­
bió! Inesperadamente, un hombre, que había tenido algunos contactos con
miembros de la iglesia, entró corriendo en el santuario y se dirigió directamen­
te hacia donde mi mamá y yo nos encontrábamos, me tomó de la falda de mi
madre y corrió hacia afuera antes de que alguien se diera cuenta de lo que su­
cedía. ¡ASÍ N O MÁS!
Pero mi madre, tan tranquila, suave y tímida como era, ¡se transformó!
Comenzó a correr detrás del “secuestrador”. El hombre seguía corriendo y mi
mamá detrás de él. Cuando el hombre se subió a su camioneta, ella también
saltó al vehículo y se sentó del lado del pasajero. Entonces él le dijo: “Venga
conmigo y yo le voy a explicar todo”. Pero mi madre no necesitaba semejante
invitación; estaba determinada a ir donde me llevaran, sin importarle otra
cosa. El hombre condujo como un loco, como si el mundo se estuviera que­
mando y quisiera salir de él, hasta que llegó a un edificio que mi mamá no
conocía. Se bajó del vehículo y conmigo en brazos subió las escaleras, seguido
de mi madre, que no le perdía pisada. Cuando finalmente entró en una sala
bien equipada, mi madre advirtió que era una estación de radio. Aquí el “se­
cuestrador” fue saludado al aire por el anunciador: “¡FELICITACIO NES,
U ST E D ES EL PRIM ERO EN LLEG A R A N U E ST R A ESTACIÓ N C O N
U N BEBÉ D E M EN O S D E U N A Ñ O !”
Así que se trataba de un juego, popular entonces, que los programas de
radio utilizaban, y la primera persona que llegaba con el objeto requerido (en
este caso un bebé de menos de un año), ganaba un premio bastante bueno.
Ahora sería casi imposible imaginar una estación de radio local organizando
tal “juego”, y menos hacerlo con impunidad. Pero en aquellos días no se lo
consideraba peligroso. Entonces el anunciador continuó: “¡Y AQUI ESTÁ LA

. 20 .
El C ordero es el L eón

M A D R E D E LA BEBÉ, Q U E TA M BIÉN H A GA N A D O U N SU R T ID O
D E PAÑALES Y LE C H E EN POLVO D U R A N T E U N A Ñ O !”
Mientras todo esto ocurría, mi padre seguía predicando en la iglesia, aje­
no a lo que estaba pasando. ¡Mi papá dirigiendo el culto en la iglesia, y mi
madre siendo felicitada en vivo y transmitida al aire por la estación de radio de
la ciudad! ¿Por qué? ¡Porque instintivamente mi madre había hecho, desde mi
nacimiento, un pacto conmigo: que me cuidaría, no importaba lo que ocurrie­
se! ¡Dondequiera que yo fuera ella iría conmigo, sería mi escudo y mi protec­
tora frente a cualquier peligro que me amenazara! ¡Su espíritu protector y sus
sacrificios no eran una debilidad sino su mayor fuerza!
Tal respuesta de un padre o una madre a un posible secuestrador, es un
buen ejemplo de cómo la misma persona puede ser un cordero y un león al
mismo tiempo. En el libro del Apocalipsis encontramos al Cordero que fue
inmolado yendo a la cruz voluntariamente, y de esa manera obtuvo el poder y
la fortaleza del León de Judá (Apocalipsis 5:5, 6).

La puerta abierta
“Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo” (Apocalip­
sis 4:1). Uniéndose a la sección previa, donde Jesús está llamando a nuestra
puerta, invitándonos a abrirle para entrar y cenar con nosotros (3:20), esta
escena comienza con una puerta abierta en el cielo. Me encanta que se nos
recuerde que la puerta, del lado del cielo, siempre está abierta. Qué asombrosa
verdad: ¡Debido a la muerte de Jesús, el camino al trono del cielo está abierto!
(ver Hebreos 10:19, 20).
A través de esta puerta abierta Juan contempla una indescriptible escena
del trono, y de Uno sentado sobre el trono (Apocalipsis 4:2). Las descripciones
y las expresiones que hacen referencia al pacto sobrepasan el entendimiento
humano: “Y el aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe
y de cornalina; y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto
a la esmeralda” (vers. 3). Lo que sigue es una de las más extraordinarias escenas
de adoración narradas en las Escrituras, con muchas voces, y veinticuatro an­
cianos, y criaturas vivientes con seis alas, que no cesan de adorar al Creador
(vers. 11) con la triple adoración: “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todo­
poderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir” (4:8; ver también Apoca­
lipsis 1:4, Isaías 6:3). La descripción completa me deja sin aliento. Desearía
poder unirme a ellos para echar mi corona delante del trono (vers. 10). ¡Yo

• 21 •
A pocalipsis

quiero cantar y celebrar y gritar “aleluyas” junto a todos los que rodean el
trono! ¡El acto de escribir este párrafo ya hace saltar mi corazón de gozo! La
conclusión de Apocalipsis 4 es una exuberante alabanza a Dios, declarándolo
digno de recibir la gloria por ser el Creador de todas las cosas: “Señor, digno
eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas,
y por tu voluntad existen y fueron creadas” (vers. 11).
Todo es maravilloso, el Creador es adorado, y todo parece estar bien, ¿ver­
dad? Bueno, debiera ser así... excepto que la tierra se había rebelado contra el
Creador al principio de la historia bíblica (Génesis 3), y ahora la escena cambia
radicalmente, presentándonos un asunto fundamental: ¡TEN EM O S U N
G R A N PROBLEMA!

¡Un gran problema!


¿Te ha ocurrido alguna vez que en medio de una gran celebración recibes
una noticia muy mala? ¡Instantáneamente todo cambia. La música cesa. El si­
lencio prevalece, y todo el mundo se queda quieto! ¿Te ha ocurrido eso alguna
vez? Te estabas sintiendo muy feliz, con una sonrisa en tu rostro, y de repente
una llamada telefónica con los resultados del laboratorio, o una carta de uno de
tus familiares te trae malas noticias. Puede ser que hoy estés pasando por esta
experiencia. Si es así, continúa leyendo.
En la siguiente escena Juan ve un rollo (biblos) (Apocalipsis 5:1, NV I), con
tanta información que deben usarse ambos lados para escribirlo (vers. 1). El
rollo se hallaba en la mano derecha de Aquel que estaba sentado en el trono.
Imagínate un rollo perfectamente sellado (con siete sellos), en la palma de la
mano de Dios, el Creador, que contiene la historia y el destino de la humani­
dad y de la tierra. El suspenso aumenta.
Ya leimos que la primera voz que Juan oyó lo invitaba a pasar por la puer­
ta abierta a fin de contemplar las cosas que sucederían después (4:1). Pero
ahora el rollo que contiene la historia del mundo está completamente cerrado
y sellado. ¿Qué está pasando? Se escucha una poderosa voz que desafía a toda
la creación a encontrar a alguien que sea D IG N O de abrir el rollo y revelar la
historia de la raza humana (5:2). Entonces se da la mala noticia: ’“Y ninguno,
ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun
mirarlo” (vers. 3; esta triple dimensión del universo entero puede también
encontrarse en Filipenses 2:10 y Exodo 20:4). ¡Nadie es digno siquiera de
mirar el rollo que contiene toda la historia! ¡Estamos en problemas; sí, en un

. 22 .
E l C ordero es el L eón

gran problema! ¿Acaso está ganando el villano? ¿Han fallado todos los planes
y propósitos del Creador? ¿Todas sus criaturas estamos condenadas a morir en
manos del secuestrador? ¿Ha perdido el Creador el control sobre sus amados
hijos? ¿Alguien entró corriendo y se los arrebató de las manos mientras estaba
en su trono?
Si alguna vez te sentiste IM P O T E N T E e IN C O M P E T E N T E , podrás
entender la reacción de Juan. Comienza a llorar amargamente, porque se sien­
te impotente (vers. 4). Nada hay parecido a la oscuridad de una respuesta
contundente y definitiva, de un túnel en el que no se ve una luz al final. Pero
agradezco a Dios porque para el cristiano siempre hay algo más, algo mejor
que la situación actual, algo que viene después del amargo llanto y la noche
oscura.

¡Espera! ¡Hay Uno!


Como dije antes, para el creyente en Jesús siempre hay algo más que lo que
la realidad parece mostrar. Uno de los ancianos está más que listo para animar
a Juan, diciéndole: “No llores”, porque él tiene una sorprendente y fascinante
noticia que darle. Y con un poderoso “He aquí”, comienza a presentar la mejor
noticia que oídos humanos alguna vez hayan escuchado. Es como si le dijera:
¡No vas a creer lo que voy a decirte! ¡La situación no es lo que parece! ¡No! ¡No!
¡Hay U N O ! ¡Hay U N O ! ¡El triunfante León de Judá, la Raíz de David, ha
vencido! “Y uno de los ancianos me dijo: N o llores. He aquí que el León de la
tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus
siete sellos” (vers. 5).
¡HAY U N O ! ¡Y él es poderoso, y victorioso, y triunfante! Haciendo refe­
rencia a dos títulos en las profecías mesiánicas de las Escrituras judías, el an­
ciano anuncia que este poderoso León es el prometido de la tribu de Judá
(Génesis 49:9), y descendiente de David (Isaías 11:1, 10). El ha vencido, y ga­
rantiza el futuro de la humanidad.
¡ESPERANZA! ¡ESPERANZA! ¡ESPERANZA! ¡Todos necesitamos E S ­
PERANZA! Incluso Juan. Y cuando se da vuelta para mirar al poderoso León
de Judá que el anciano ha descrito tan elocuentemente, se sorprende al ver a un
Cordero. El Cordero muestra señas de haber sido muerto, pero ahora está vivo.
En el Apocalipsis se utiliza una secuencia: primero, Juan escucha algo; pero al
darse vuelta para ver, se encuentra con algo totalmente diferente, que, no obs­
tante, explica y expande lo que ha escuchado antes (ejemplos de esta secuencia

• 23 •
A pocalipsis

pueden verse en Apocalipsis 1:10-12 y 7:4, 9; en esta última, los 144.000 se


transforman en una gran multitud que nadie puede contar). Ahora, cuando
mira para ver un León, se encuentra con un Cordero. El León de Judá ha logra­
do la victoria al morir como el Cordero para el sacrificio, y esa muerte hizo
posible su victoria una vez y para siempre. Antes de que el Cordero muriese no
había esperanza para nadie en la tierra; pero cuando murió, él obtuvo la fuerza
y el poder protector del León. La palabra griega para “Cordero”, arnion, es
usada 29 veces en el libro de Apocalipsis, pero en el resto del Nuevo Testamen­
to se la encuentra solo una vez (S. Juan 21:15), lo que muestra cuán singular es
el lenguaje de Juan en este último capítulo de la historia del mundo.
Solo el Cordero es D IG N O de ser alabado por redimir a la raza humana.
La palabra clave en Apocalipsis 5 es... sí... la adivinaste... es ¡DIGNO!
¿Quién es digno de revelar el destino de la humanidad? ¡Solo U N O : el que la
redimió! Me encanta esta palabra, y me gusta mucho porque aclara que nin­
guno de nosotros es digno de ser salvo, y que nuestra salvación es un don de
Dios (Romanos 6:23). En los evangelios, la gente religiosa siempre estaba con­
fundida en relación con esto, y querían persuadir a Jesús de que ayudara solo
a los que ellos pensaban — erróneamente— que eran “dignos” de ser ayudados
(ver S. Lucas 7:4, 6). Hay U N O solo que es digno. Por su sacrificio, solo Jesús
es digno de controlar el mundo, de garantizar la salvación, ¡y de recibir toda la
alabanza y la honra por haber redimido la tierra y a todos los hijos de Dios que
moran en ella! (ver Apocalipsis 5:9, 11, 12).

Un nuevo cántico
Cuando era pequeña, yo estaba obsesionada con el cielo (todavía lo estoy),
y una de las cosas que tenía curiosidad por saber era la letra de las canciones
que le vamos a cantar a Jesús en el cielo. N o quería perder la oportunidad de
cantarle yo misma. Y aunque parezca extraño, me preguntaba cómo la gente
sabría las palabras de una nueva canción que nunca antes había cantado.
Es que cuando el Cordero abre el rollo, ¡un N U EV O C Á N T IC O resuena
en el cielo! Hay tantas cosas “nuevas” en el Apocalipsis: un nuevo nombre, un
nuevo cielo, una nueva tierra, porque Dios hace nuevas todas las cosas. Y para
esta nueva y sorprendente revelación de Jesús, de lo que el León de Judá ha
cumplido mediante su muerte como el Cordero del sacrificio, la respuesta
apropiada es un “nuevo cántico”, un cántico majestuoso, glorioso y maravillo­
so, el cual nunca antes ha sido entonado. Y así como la magnitud de la reden­

. 24 .
E l C ordero es el L eón

ción nunca antes había sido entendida plenamente, ahora cantan: “un nuevo
cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú
fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y
lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdo­
tes, y reinaremos sobre la tierra” (Apocalipsis 5:9, 10).
Me encantaría escribir un libro solo acerca de este cántico. Me sorprenden
sus detalles y sus respuestas acerca del porqué el Cordero es digno de recibir la
alabanza, el honor y la adoración eternas:

• ¿CU A ND O el Cordero llegó a ser victorioso? ¡El alcanzó la victoria


cuando murió!
• ¿QUE es lo que el Cordero logró? ¡Logró comprar a la humanidad!
• ¿COM O lo logró? ¡La compró mediante su sangre! ¡Pagó un precio
muy alto! ¡Por eso es digno!
• ¿A Q U IÉ N ES redimió? ¡Oh! ¡Estoy tan feliz de que lo preguntes!
Nos compró de todo linaje y lengua y pueblo y nación ¡Por eso no
hay ningún grupo excluido!
• ¿Para Q U IÉ N los compró? ¡Para Dios! Él restableció la relación que
Dios se proponía tener con ellos desde la creación ¡y los hizo reyes
y sacerdotes para Dios! De paso, ¡ellos reinarán sobre la tierra! (lee
la promesa hecha a Israel en Éxodo 19:6, que ahora se hace realidad
con la redención lograda por Cristo).

¡Ahora sabes por qué, cuando era niña, me sentía tan especial y tan con­
movida cuando me imaginaba esta escena! Cada vez que leo este capítulo me
siento amada por Dios, apreciada e incluida, y comienzo a tener una vislum­
bre — solo una vislumbre— ¡de lo que Jesús dejó por mí! Cuando mi madre
comenzó a perseguir al “secuestrador”, ella mostró un excepcional amor por
mí, mostró que me consideraba muy digna de su protección, y que estaba
dispuesta aun a perder su vida por mí. ¡Pero el amor de Jesús sobrepasa este
amor, porque él realmente dio su vida por mí!

¡Únete!
¡Qué celebración y adoración! ¡Los ancianos, los seres vivientes y los ángeles
alaban con todo el corazón! En Apocalipsis 4 la adoración se centra en Dios,
porque él es el Creador. En el capítulo 5 se centra en el Cordero, quien es digno

• 25 •
A pocalipsis

de ser adorado por ser el Redentor. Ambos han tenido como propósito redimir
la creación de Dios. ¡Llega el momento cuando todos los seres creados se unen
para alabar al Creador y Redentor! “Y a todo lo creado que está en el cielo, y
sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos
hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la
honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 5:13). Todo
ser creado; ¡esto nos incluye a ti y a mí! ¡Yo quiero comenzar a cantar y alabar
ahora mismo! ¡No puedo esperar! ¡Unámonos y participemos de esta extraordi­
naria escena de adoración! ¡Jesús es el León y el Cordero! ¡Aleluya! ¡Viva! ¡Viva!
Cuando los días son difíciles y sientes que eres indigno de la salvación, re­
cuerda al Cordero, ¡EL U N IC O DIGNO! Cuando los días son oscuros, y el
villano parece estar ganando, y necesitas un defensor, recuerda el poder y la
fortaleza del León de Judá, y comienza a cantar. ¿Quieres practicar? Escribe tu
nombre en el espacio en blanco y repite esta séptuple adoración:
“Y______________________ dijo a gran voz: E l Cordero que fue inmolado
es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la
gloria y la alabanza” (paráfrasis de Apocalipsis 5:12).•

• 26 •
El Cordero es el Pastor:
• Provisión •

E
i transporte público era el único medio que mi mamá y yo teníamos para
trasladarnos, pues mi padre usaba el único auto de la familia para salir a
trabajar. Abordábamos el transporte colectivo y el tren subterráneo con mu­
cha frecuencia. Estábamos acostumbradas a hacerlo. Pero ese día ocurrió algo
extraño. Algunas empresas de transporte, aunque identifican sus autobuses
con un número definido, tienen pequeñas señales en sus parabrisas para indi­
car diversas rutas que utilizan para llegar al mismo destino, lo que muchas
veces confunde a los pasajeros que deben bajar en puntos intermedios de la
ruta. Nosotras pensábamos que habíamos tomado el autobús correcto, pero
pronto nos dimos cuenta de que estábamos transitando por una zona desco­
nocida que no era la parte de la ciudad donde vivíamos. Caía la tarde y mi
madre decidió que debíamos bajarnos ya, ¡antes de que nos alejáramos aun
más de nuestro hogar! Y lo hicimos.
El incidente debe haber sido muy traumático para mí, pues aún lo recuer­
do bien. Las imágenes que conservo en mi mente son las de grandes edificios
industriales y calles solitarias con poca iluminación, que hasta ahora me pare­
cen las calles más oscuras en las que alguna vez estuve. Esa era una zona peli­
grosa de la ciudad para una joven mujer y su hija. Las cosas estaban difíciles
en la Argentina, mi país. La gente no se aventuraba a salir de noche porque
corría el riesgo de no regresar. Y allí estábamos, madre e hija, solas, en medio
de una zona industrial que no conocíamos, y con pocas probabilidades de to­
mar otro autobús. Así que mi madre, que parecía recibir “fuerza celestial”
siempre que estábamos en problemas, decidió que debíamos caminar hasta
que llegáramos a un área residencial para encontrar una calle principal bien
iluminada y con mayores posibilidades de abordar el transporte público. Ella
parecía estar guiada por una brújula innata. Yo no tenía idea dónde estábamos
o hacia dónde nos dirigíamos, todo lo que podía hacer era tomarme de su
mano como si mi vida dependiera de eso. Su mano era mi línea de salvación,
y la iba a sostener, pasara lo que pasara.
Mientras caminábamos en la oscuridad la calle, me parecía cada vez más

. 27 .
A pocalipsis

larga, sin hogares residenciales, solo edificios industriales sin ventanas, y el


peligro embozado en las esquinas tenebrosas. Quizá mi madre notó algo o
alguien que nos seguía, porque me dijo que apresuráramos el paso, y lo hice,
siempre tomada fuertemente de su mano, porque sabía que ella era mi única
esperanza. También recuerdo que ella sugirió que mientras caminábamos,
repitiéramos un versículo bíblico una y otra vez. Recuerdo muy claramente el
que repetíamos: “El ángel de Jehová acampa en derredor de los que le temen,
y los defiende” (Salmo 34:7). Seguimos caminando y repitiendo el versículo
en alta voz hasta que llegamos a una zona residencial y mi mami encontró la
forma de regresar a nuestro hogar. Yo no estaba demasiado sorprendida de
que lo hubiera logrado, después de todo, ¡ella era MI MAMA! Ella siempre
podía idear algo para guiarme a lugar seguro, protegerme y proveer lo nece­
sario para mí. Quizá por eso, en mi mente juvenil y en mi corazón confiado,
yo esperaba, sin dudar, que me llevara con seguridad. Solo cuando alcancé la
mayoría de edad comprendí cuán terrible debió haber sido esa noche para
ella.
En este capítulo encontramos un cuadro de Jesús que ha brindado con­
suelo a incontables almas quienes, al estar en problemas, han necesitado pro­
tección, conducción y provisión. Pero la mayoría de las personas no sabe que
este grandioso retrato de Jesús se encuentra en el libro de Apocalipsis. Así que,
si necesitas conducción, créeme, encontrarás todo lo que necesitas al ver el velo
que Jesús descorre en este capítulo del Apocalipsis, ¡retrato que también inclu­
ye tu nueva identidad y algo especial para vestir!

¡Estos son míos!


El séptimo capítulo de Apocalipsis comienza con cuatro ángeles parados
sobre los cuatro ángulos de la tierra, deteniendo los vientos de destrucción.
Después de que el sexto sello ha sido abierto (Apocalipsis 6:12-17), y antes de
que se abra el séptimo sello, hay un interludio. Un quinto ángel clama a gran
voz diciéndoles a los cuatro ángeles que detengan los vientos destructores has­
ta que aquellos que pertenecen a Dios sean sellados con una marca que mues­
tre a quién pertenecen: “Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol,
y tenía el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes
se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar, diciendo: N o ha­
gáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en
sus frentes a los siervos de nuestro Dios” (Apocalipsis 7:2, 3). ¿Ves? ¡Dios tiene

. 28
E l Cordero es el Pastor

el control D E TO D O ! Él decide cuándo y cómo permite que algo suceda, y lo


hace para que sirva a sus propósitos redentores.
En nuestro ministerio (Instituto Bíblico JE SU S 101) tenemos un sello con
nuestra página de Internet y con otras informaciones que usamos para marcar
nuestros libros y otros recursos que ofrecemos y que son propiedad intelectual
del ministerio. Un sello o estampilla es una marca de propiedad, y Dios envía
un ángel para “marcar” a cada uno de los siervos de Dios antes de que vengan
las pruebas finales a la tierra. Podemos imaginar y visualizar un anillo sellador
(como los del primer siglo) que imprime el nombre de Dios y del Cordero en
la frente de cada uno de los que Dios considera suyos. La marca anuncia a todo
el universo: “¡Este es M IO !” Se trata de un símbolo de protección y propiedad.
La palabra griega para siervos es doulos, que significa “esclavo”, alguien que
brinda devoción plena y lealtad total. Y a través del Apocalpsis, sus siervos
llevan el sello de propiedad de Dios (ver 9:4; 14:1; 22:4). El Santo Espíritu
testifica a nuestro propio espíritu de que somos suyos y que tenemos una he­
rencia garantizada por el Cordero (ver Efesios 1:13, 14; 4:30; 2 Corintios 1:21,
22). En otras palabras, el sello les da la seguridad de la salvación a quienes
confían en los méritos de Cristo. ¡Sí! Como nos recuerda Pablo, “conoce el
Señor a los que son suyos” (2 Timoteo 2:19).
Muy pocas palabras me han infundido tanto ánimo como estas palabras
de Dios: “Eres mía”. Me siento protegida y segura, guiada y dirigida, así como
me sentía de niña, aferrada a la mano de mi mamá. Durante las horas más
oscuras de mi vida me he repetido muchas veces las palabras de Dios: “No
temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú” (Isaías 43:1). Este
versículo, uno de mis favoritos, está inscrito en la tumba de mi tío, el doctor
Robert Torrey, quien duerme en Jesús con total seguridad hasta su segunda
venida. Ya sea que estés enfrentando la enfermedad o la muerte o confrontan­
do obstáculos que parecen insalvables, nada puede compararse con que Dios
te diga: ¡ERES MÍO!
Juan escucha el número de los sellados; el de los siervos que pertenecen a
Dios. El número 144.000 (12 xl2 = l4 4 ) es el número del pueblo de Dios, del
Israel espiritual que ahora está completo y permanentemente sellado. El sella-
miento de los 144.000, que representa a todo el pueblo de Dios, tiene un sig­
nificado enfático de protección para las pruebas del fin de los tiempos (para
una imagen similar en el Antiguo Testamento, ver Ezequiel 9). Es interesante
notar que la primera tribu mencionada en este Israel espiritual ya sellada y

# 29 .
A pocalipsis

completada es Judá (Apocalipsis 7:5), quizá porque es la tribu de la realeza, del


Mesías.
Jesús — como David— es un descendiente de Judá (ver 5:5). Pero, ¿por
qué es tan reconfortante ser contado como parte del pueblo de Dios? ¿Qué es
lo que él ha hecho y lo que hará por los que son suyos? Oh, ¡estoy tan feliz de
que lo preguntes, porque esa es la mejor parte! Se te invita a formar parte de
un glorioso grupo al que Dios llama “los míos”, que entrarán en las eternas
delicias celestiales. Se te invita a una celebración magnífica, y ni siquiera tienes
que preguntarte: “¿Qué ropa me pondré para la fiesta?”

Incontables ropas blancas


En el característico estilo del Apocalipsis, Juan, después de escuchar el
número simbólico del pueblo que pertenece a Dios, se da vuelta para contem­
plar una escena en el cielo; escena que ocurre después que todas las tribulacio­
nes en la tierra ya han pasado. Esto es lo que yo llamo “escucha, entonces
mira”, una secuencia repetida en este último libro de la Biblia. “Después de
esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas
naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la
presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos”
(Apocalipsis 7:9).
El número que había oído es ahora una gran multitud que nadie puede
contar. Lo incluyente de esta multitud redimida se destaca con la misma cuá­
druple descripción en el capítulo 5:9: “De todo linaje y lengua y pueblo y na­
ción”. ¿Acaso no estás feliz de que la salvación no sea solo para un grupo de
personas que se parecen y hablan un mismo idioma? ¡Yo lo estoy! ¡Si no fuera
así, para algunos mi acento y mi género serían suficientes para excluirme!
¡Pero Dios no piensa así! ¡No puedo esperar para estar allí! Los redimidos es­
tán delante del trono y del Cordero, vestidos de fiesta, con ropas blancas in­
maculadas, y tienen palmas — el emblema de la victoria— en sus manos.
Me asombra lo que ocurre después. Esta multitud perfectamente vestida,
victoriosa, inmaculada y triunfante, se une para informar con una gran voz
(del griego, megas) ¡cómo llegaron allí! Me encanta el hecho de que todos, en
la gran multitud, son conscientes de cuán completamente indignos son de
estar delante del trono de Dios. Así que le gritan al universo por qué están allí:
“Y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que
está sentado en el trono, y al Cordero” (7:10). En otras palabras: “Sabemos por

. 30 .
El C ordero es el Pastor

qué estamos aquí: ¡Le debemos nuestra salvación a Dios y al Cordero! ¡Sin
ellos, no hubiéramos tenido ninguna posibilidad!”
También me encanta lo que pasa después. Cuando todos los ángeles escu­
chan el grito de los redimidos acerca de cómo Dios, mediante el Cordero, hizo
posible la salvación, no pueden esperar más, y “se postraron sobre sus rostros
delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: Amén. La bendición y la gloria y
la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nues­
tro Dios por los siglos de los siglos. Amén” (vers. 11, 12). Con una casi idéntica
adoración en siete expresiones, como en el capítulo 5:12, todos los ángeles se
postran en reverente admiración para adorar a Dios. Tengo la impresión de que
les vamos a contar a los ángeles nuestra historia durante la eternidad, y ellos no
se van a cansar de escucharla. Si los ángeles se alegran cuando un pecador se
arrepiente (S. Lucas 15:10), ¿ te imaginas cómo estarán cantando aleluyas, saltan­
do y alabando, cuando todos los redimidos hayan llegado finalmente al hogar?
Ahora que el universo sabe que la salvación no la produjo la misma huma­
nidad, se necesita aclarar algo más. Así que un anciano le hace a Juan una
pregunta retórica, común en los escritos proféticos (significa que él ya tiene la
respuesta; ver también Zacarías 4:5). “Entonces uno de los ancianos habló,
diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de
dónde han venido? Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que
han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanque­
cido en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios” (Apo­
calipsis 7:13-15).
¡Así que esa es la razón! ¿De qué otra manera podría una raza humana
caída estar frente a un Dios santo? ¡Ellos han sido redimidos! Cuando escucha
la pregunta, Juan responde enfáticamente con una frase que en griego signifi­
ca: “Tú eres el que sabe”. Entonces el anciano le presenta una de las visualiza-
dones más poderosas y coloridas de todo el libro. Los redimidos, cuya justicia
era “como trapos de inmundicia” (ver Isaías 64:6; Zacarías 3:3-5), ¡son ahora
vestidos con la justicia de Cristo! ¿Te puedes imaginar esta colorida explica­
ción? Ellos han sumergido sus ropas sucias y negras en sangre roja y las han
sacado pulcramente blancas. Y esta es la única razón por la que pueden estar
delante del santo Dios. ¡Qué imagen! Por la fe en su muerte recibimos el man­
to de justicia. El color negro, sucio, se torna blanco por causa del rojo. ¡Alaba­
do sea el Señor por el blanqueador celestial que nos es ofrecido como un don!
(ver Romanos 6:23). Que Dios, mediante la sangre del Cordero, ha triunfado
A pocalipsis

en favor de la raza humana es un tema que se repite a través del ultimo libro
de la Biblia (ver Apocalipsis 5:9, 12; 7:14; 19:13). Si eres creyente en Jesús,
N ECESITA S llegar a creer que mediante los méritos de su Hijo Dios te ve a ti
¡como si nunca hubieras pecado! De otra manera vivirás una vida llena de
culpa y vergüenza. Y eso no es lo que Dios tiene planeado para ti durante la
eternidad.

El Cordero es mi Pastor
Lo que se revela después es uno de los más hermosos retratos de Jesús en
toda la Escritura: Dios extiende su tabernáculo sobre los redimidos (la palabra
griega para tabernáculo es skéné, la misma que fue usada en el Antiguo Testa­
mento griego para el tabernáculo — o tienda de reunión— en el desierto (ver
Éxodo 26:13). De ahora en adelante, la presencia de Dios estará con ellos. El
tabernáculo de Dios estará en medio de su pueblo, y él “tabernaculará”, mora­
rá con ellos para siempre (ver Apocalipsis 21:3). Todos los males que “los su­
yos” sufrieron sobre la tierra no existirán más. Con una serie de negativos se
les recuerda lo que serán las glorias de la existencia eterna: “Ya no tendrán
hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno” (7:16). Y tú
puedes seguir añadiendo negativos a tu propia lista: no más cáncer, no más
lágrimas, no más relaciones quebrantadas, no más problemas financieros, no
más violencia doméstica, no más abuso infantil, no m ás_______________ , no
m á s________________ , no m á s________________ .
Estas imágenes de Isaías son tan vividas que Juan las utilizará otra vez al
final del libro, como una síntesis del maravilloso futuro de aquellos que siguen
al Cordero (ver el capítulo 21:3, 4).

“No tendrán hambre ni sed, ni el calor ni el sol los afligirá; porque el


que tiene de ellos misericordia los guiará, y los conducirá a manantia­
les de aguas” (Isaías 49:10; ver también Isaías 25:8).

Y ahora viene el retrato de Jesús que deseaba presentarte en este capítulo:


“Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los guiará a
fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos”
(Apocalipsis 7:17). En una sorprendente y paradójica expansión del papel del
Cordero, ¡ahora el Cordero llega a ser su Pastor! Él ha provisto todo para su
salvación, y ahora satisfará todas sus necesidades por siempre. Los guía a fuen-
E l C ordero es el Pastor

tes de aguas, les da descanso, y ya no hay más lágrimas ni muerte.


Que Jesús sería el perfecto Rey Pastor había sido profetizado muchas veces
en las Escrituras judías, especialmente en Ezequiel 34, donde los pastores de
Israel no estaban cumpliendo su labor y las ovejas estaban esparcidas, ham­
brientas y perdidas. Dios prometió que él mismo resolvería el problema y bus­
caría a las ovejas; enviaría a un descendiente de David que les daría descanso
(ver Ezequiel 34:15; S. Mateo 11:28-30), y las alimentaría. “Y levantaré sobre
ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David, él las apacentrará, y él
les será por pastor” (Ezequiel 34:23). Quizá quieras tomar un momento para
leer todo el capítulo 34, que es uno de los capítulos más apasionados de la
Escritura, donde Dios promete hacerse cargo de sus ovejas. Jesús mismo anun­
ció esta realidad: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las
ovejas” (S. Juan 10:11). Y ahora, en Apocalipsis 7, ¡el Cordero es elPastoñ
Me fascina este retrato de Jesús. He sabido que las ovejas necesitan mucha
ayuda. No tienen el instinto natural para encontrar agua o comida. Necesitan
protección de los depredadores. Se ahogan fácilmente si beben en aguas pro­
fundas, y no pueden dormir si hay tensión en el rebaño o las molestan los in­
sectos. Son dependientes del pastor para proveerles todas las cosas, incluyendo
un lugar tranquilo y pacífico, pastos verdes, aguas en reposo y todo lo demás.
Las ovejas no saben dónde están o hacia dónde van, siempre necesitan seguir
a su pastor. ¿Y tú? ¿Necesitas conducción y dirección, provisión y esperanza,
descanso y restauración? Yo necesito todas estas cosas. Así que tengo una bue­
na idea: Veamos si podemos comprender ahora la plenitud del Salmo 23 apli­
cada al verdadero Pastor, al Cordero. Escribe tu nombre en los espacios en
blanco:

El Cordero es el Pastor de _______________ ; nada le faltará a

El Cordero conduce a _____________ a descansar en delicados pastos;


El Cordero pastorea a ___________________ junto a aguas de reposo;
El Cordero conforta el alma d e ___________________ y la guía por
sendas de justicia por amor de su nombre, (paráfrasis del Salmo 23)

Recuerda, el Pastor sabe lo que está haciendo. Ha hecho provisión para tu


salvación y para todo lo demás. No te sueltes de su mano, y siempre sentirás su
seguridad.
El Cordero es el Vencedor:
• Celebración •

E
n 1978 tuve una experiencia que nunca olvidaré. En ese tiempo participé
de una celebración inesperada, una exuberante y espontánea expresión de
solidaridad y gozo compartida con muchas otras personas, en la que todos
teníamos un sentimiento de victoria y de aprecio por quienes lo habían logra­
do.
Como es sabido por muchos, el fútbol es el deporte más popular de mi
país de origen, la Argentina. La Copa Mundial de Fútbol es probablemente la
competencia deportiva más popular en el mundo. Es como los Juegos Olím­
picos, solo que todas las naciones participantes compiten en un solo deporte,
el fútbol. Dos años antes del evento se forman grupos de calificación en los
que se decide quiénes participarán en esta prestigiosa batalla deportiva y ten­
drán la posibilidad de luchar por el título de campeón mundial.
La Copa se juega cada cuatro años, y Argentina fue elegida para organi­
zaría y ser anfitrión en 1978. La posibilidad de que cualquier país pueda or­
ganizar la Copa más de una vez en pocos años es muy escasa; así que para mí
era una experiencia que iba a tener solo una vez en la vida. Yo estaba en la
escuela secundaria cuando todos los equipos que habían calificado llegaron
para competir en mi país. Muchos argentinos acariciaban el sueño, por más
remoto e imposible que pareciera, de que nuestro equipo llegara a la final.
¿Cómo nos sentiríamos si eso ocurriera? ¿Qué haríamos? ¿Qué clase de cele­
bración tendríamos si nuestro equipo ganara la Copa Mundial en nuestro
país? Creo que la mayoría de nosotros ni siquiera pensaba en prepararse para
una celebración, porque la victoria parecía un sueño demasiado bueno para
ser cierto.
Recuerdo el día cuando fui a la casa de mi abuela para ver el juego final.
Ella vivía en la pequeña villa que rodeaba el colegio donde yo estaba interna­
da. Nos sentamos frente a un pequeño televisor para ver la final entre Argen­
tina y Holanda. Apenas podía respirar... o hablar... o comer. Todo me parecía
surrealista. Al terminar los 90 minutos, el partido estaba empatado, así que
tuvieron que jugar otros 30 minutos. Como puedes darte cuenta, recuerdo

. 34 .
E l Cordero es el V encedor

cada detalle del juego, y especialmente quién hizo el gol en el tiempo extra que
le dio la victoria a la selección argentina.
Lo que ocurrió después todavía me resulta misterioso. Como si estuviéra­
mos siguiendo una guía invisible y enigmática, los centenares de estudiantes
del colegio, sin importar dónde habíamos visto el juego, corrimos hacia el pa­
tio central donde estaba el mástil de la bandera, la elevamos, cantamos y cele­
bramos la sorprendente victoria. El país entero se detuvo durante tres días. En
la capital, Buenos Aires, millones salieron a las calles a celebrar. El trabajo se
detuvo, el tránsito se detuvo, todo se detuvo, porque había llegado el momento
de celebrar. De alguna manera, todos nos sentíamos victoriosos. Aunque solo
los miembros del equipo que nos representaba habían jugado el partido, todos
teníamos un sentimiento de solidaridad y unidad sin precedentes, y la mejor
forma de expresarlo fue reunirnos alrededor de la bandera. No importaba en
qué parte del país estuviéramos, si la ciudad era grande o pequeña, si éramos
jóvenes o viejos, hombres o mujeres, ricos o pobres, de piel oscura o clara, to­
dos estábamos unidos en una triunfante celebración de la victoria que nuestros
representantes habían ganado para nosotros. ¡Nada podía reemplazar a la ac­
ción de unirse a esta celebración exuberante, espontánea y sin precedentes!
En este capítulo analizaremos un retrato triunfante de jesús: ¡El Cordero
es el Vencedor! El nos guía y nos representa; ha peleado la batalla contra el
villano y ha ganado. En muchas ocasiones, durante mis días difíciles, este re­
trato de Jesús me ha recordado que el resultado final está asegurado, porque él
ha triunfado en la batalla del gran conflicto entre el bien y el mal. Aunque hay
ocasiones en que no podemos dejar de advertir que suceden muchas cosas
malas alrededor de nosotros, sabemos que no será por mucho tiempo. Esta­
mos por cruzar la frontera hacia la Tierra Prometida. Tengamos paciencia.
Reunámonos alrededor de la bandera de Cristo y estemos listos para celebrar.

El Cordero vencedor
Juan contempla una vivida escena que no tiene paralelo en el Apocalipsis:
“Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el Monte de Sión, y
con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre
escrito en la frente” (Apocalipsis 14:1). Los 144.000, que representan el núme­
ro completo del Israel espiritual que ya analizamos en el capítulo previo, es el
mismo grupo que ahora está delante del Cordero en el Monte de Sión. Ningu­
no se ha perdido en las tribulaciones finales (lo que significa que el grupo de
A pocalipsis

los sellados y el de los salvados es el mismo). Estos tienen la marca del Corde­
ro en sus frentes, en contraposición con los que tienen la marca del enemigo
que se opone al camino de salvación de Dios (13:16).
Apocalipsis 14:1 es la única ocasión en que se menciona el Monte Sión en
el Apocalipsis. A través de toda la Biblia, el Monte Sión es la sede del gobierno
del reino de Dios (ver Salmo 2:6; 48:1, 2), y el lugar designado para la libera­
ción final de su pueblo (Isaías 52:7; 59:20). En el Nuevo Testamento, Sión
también representa la victoria final del reino de Jesús y de todos los que con­
fían en él (ver Romanos 9:33; Hebreos 12:22; 1 Pedro 2:6). Ahora el Cordero
está en pie, reinando en el Monte Sión, triunfante y victorioso, y con él — y
para siempre— “los suyos”, los que tienen el sello con su nombre y el de su
Padre en sus frentes (el mismo grupo que había sido sellado en Apocalipsis
7:3). El Cordero ha triunfado sobre el mal, y nosotros, los redimidos, nos reu­
nimos alrededor de Aquel que lleva nuestra bandera, nuestro estandarte (ver
en la Nueva Versión Internacional Exodo 17:15; Números 21:8, 9; Isaías 11:10.
Estas tres narraciones del Antiguo Testamento usan la palabra en griego que
significa bandera o estandarte. Quizá quieras tomar un tiempo para estudiar
estas historias en la que se simboliza a Jesús como nuestro estandarte o nuestra
bandera). El Cordero está en pie, victorioso, porque ha triunfado en nuestro
favor, ¡y nosotros estamos saltando de alegría, celebrando, cantando y tocando
instrumentos, porque su victoria ha comprado nuestra libertad!
La celebración llega a ser tan grandiosa y exuberante que Juan la describe
con tres frases diferentes, ¡una no es suficiente! Trata de explicarnos que la
celebración suena como... y usa tres similitudes, algo que se parece a lo que él
está oyendo, “algo” como el estruendo de muchas aguas, como un trueno
poderoso, y como arpas: “Y oí una voz del cielo como estruendo de muchas
aguas, y como sonido de un gran trueno; y la voz que oí era como de arpistas
que tocaban sus arpas” (Apocalipsis 14:2). Pues bien, tengo que decirte que yo
voy a ser una de los que van a producir una gran cantidad de ruido. Probable­
mente Juan, en su visión, escuchó mis aleluyas. ¡Y le sonaba como un gran
trueno o un tsunami\ Y todos nosotros, los redimidos, extremadamente gozo­
sos y emocionados, comenzamos a cantar un “cántico nuevo”, que es solo
nuestro, porque nadie más puede cantarlo, ¡PORQUE ES EL C Á N T IC O DE
LOS RED IM ID O S!: “Y cantaban un cántico nuevo delante del trono, y de­
lante de los cuatro seres vivientes, y de los ancianos; y nadie podía aprender el
cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil” (vers. 3).

• 36 •
El C ordero es el V encedor

En contraste con otras escenas de adoración en el Apocalipsis, donde to­


dos los seres están adorando y cantando en las cortes celestiales, este cántico
en particular solo puede ser entonado por los ciento cuarenta y cuatro mil.
¿Por qué? Como siempre, me alegra que lo hayas preguntado. Y la respuesta
está allí, en el texto mismo: “Y nadie podía aprender el cántico sino aquellos
ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra”
(vers. 3). ¡Esta es la razón! ¡Somos los únicos que podemos cantar el cántico de
la redención, porque cuenta una historia que nadie más puede contar! ¡Y la
cantaremos de todo corazón! ¡EL C O R D ER O REINA! ¡EL C O R D ER O
REINA!
Estoy muy contenta de que Dios eligiera mostrarle a Juan este retrato es­
pecial de Jesús como vencedor. Estoy segura de que a los creyentes del primer
siglo, así como a nosotros, dos mil años más tarde, este cuadro de Jesús nos da
consuelo y conforta nuestra alma cuando la oscuridad nos rodea. Así como
ocurría con el niño en la introducción de este libro, a veces escuchamos o
miramos las noticias y nos parece que el villano está ganando: terribles desas­
tres, gente desquiciada matándose unos a otros, violencia doméstica, abuso
sexual. Incluso, a veces en nuestras propias familias se quebrantan las prome­
sas y nos enfrentamos al dolor. En ocasiones caemos en la depresión, y algunos
de los nuestros mueren. Pero este cuadro del Cordero victorioso, y todos noso­
tros en su redor celebrando su triunfo, nos recuerda que el dolor y el mal son
realidades transitorias, y que pronto nuestro Héroe tomará el control de la
tierra y que todas las heridas y el sufrimiento de esta civilización no existirán
más. Hace ya mucho tiempo que yo decidí comenzar a celebrar su victoria
ahora mismo, porque, como el niño de la introducción, he leído el último ca­
pítulo de la historia de este mundo y me dice cómo termina: ¡JESUS GANA!

¡Portadores de buenas nuevas!


Después de la visión del Cordero triunfante, con Jesús reinando sobre el
Monte Sión y rodeado por los suyos, Dios le revela a Juan que, en su miseri­
cordia, él enviará tres ángeles a toda la tierra, tres últimos portadores de las
buenas nuevas que proclaman la victoria del Cordero, para que cada uno ten­
ga la oportunidad de formar parte del grupo que participa en la celebración.
“Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno
para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y
pueblo” (Apocalipsis 14:6). La cuádruple descripción de lo incluyente de esta
A pocalipsis

invitación ya ha sido destacada a través del libro (ver capítulos 5:9; 7:9). A estas
alturas de nuestras consideraciones es importante que comprendamos por qué
es necesario que estos mensajeros lleven el evangelio eterno a todo el mundo.
El sustantivo griego euangelion se traduce “evangelio” o “buenas nuevas”
en nuestro idioma. Este término, y su equivalente hebreo, era usado por los
mensajeros que venían del campo de batalla trayendo las buenas noticias de
una victoria, y anunciaban a los habitantes de una ciudad que su rey había
vencido en la batalla y, por lo tanto, podían comenzar a celebrar su libertad.
Imagínate a los centinelas de una ciudad fortificada esperando en lo alto de los
muros que el mensajero viniera del campo de batalla, a pie o a caballo, con
buenas o malas noticias, dependiendo del resultado de la lucha. Si traían ma­
las noticias, corrían o cabalgaban de cierta manera, para que los habitantes de
la ciudad supieran que, al menos, llegarían a ser prisioneros del enemigo. Pero
si traían buenas noticias, corrían o cabalgaban de manera diferente, como
para adelantar la información a los centinelas, para que éstos pudieran com­
partirla con la gente que esperaba ansiosa por saber si habían sido libertados,
¡porque su rey había sido el vencedor! El grito de los mensajeros podía oírse a
larga distancia: \Euangelion\ ¡Buenas nuevas! ¡Nuestro rey ha ganado!
El término griego fue usado en la traducción griega del Antiguo Testa­
mento (llamada la Septuaginta, o la LXX) para anunciar la liberación final del
pueblo de Dios:

Qué hermosos son, sobre los montes,


los pies del que trae buenas nuevas (o evangelio)-,
del que proclama la paz,
del que anuncia buenas noticias (evangelio),
del que proclama la salvación,
del que dice a Sión: “¡Tu Dios reina!” (Isaías 52:7, NVI)

Por eso es muy importante que después de la visión del Cordero victorio­
so, en pie en el Monte de Sión y rodeado por los redimidos, Dios le revele a
Juan que está enviando a los tres mensajeros finales a la tierra para que lleven
las buenas nuevas, el evangelio eterno (ver Apocalipsis 14:6), clamando en alta
voz que el Cordero ha ganado la batalla contra el mal.
En síntesis, cada uno de los ángeles anuncia un aspecto — o faceta— de
las buenas nuevas eternas:
E l C ordero es el V encedor

E l prim er mensajero celestial invita a toda la tierra a adorar al Dios Creador


y mantener su lealtad a Aquel que ha creado los cielos y la tierra (Apocalipsis
14:7). También anuncia las buenas nuevas de que la hora del juicio ha llegado.
Para algunos, juicio suena como malas noticias; pero para los creyentes en
jesús son buenas noticias, porque ellos ya han sido “juzgados” cuando a Jesús
le llegó “su hora” en la cruz. Los redimidos ya han sido “justificados por la fe”
(ver Romanos 3:23-26; 8:1). A través de todo el libro de Apocalipsis, vemos
que una y otra vez los redimidos le piden a Dios que llame a juicio para vindi­
car su sangre: “Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo
y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?”
(Apocalipsis 6:10). ¡El juicio R E A L M E N T E SO N BU ENAS N O TIC IA S
para los salvados! ¡Y Dios es plenamente vindicado!
E l segundo ángel (Apocalipsis 14:8) anuncia que el sistema satánico que se
oponía a Dios ¡ha colapsado! ¡El Cordero ha ganado! ¡Babilonia ha caído! La
primera vez que el concepto de “Babilonia” como un sistema de orgullo y
confusión se menciona en la Biblia, es en Génesis 11:9 (ver también Génesis
10:10), cuando los habitantes de la tierra decidieron oponerse a Dios y crear su
propio sistema de salvación para encontrar la forma de salvarse a sí mismos.
Así que Babilonia siempre ha representado arrogancia y confusión, incluso en
el tiempo de los profetas (ver Daniel 4). Este concepto de Babilonia puede
encontrarse también dentro de la misma iglesia, cuando la gente busca una
forma de salvarse por su cuenta, tal vez confiando en sus buenas obras en lugar
de lavar sus ropas en la sangre del Cordero. En Apocalipsis, ambos, el bien y el
mal, están representados por una ciudad: el sistema de Dios está representado
por la Nueva Jerusalén o el Monte Sión, el sistema del mal está representado
por Babilonia. Así que el segundo mensajero que trae buenas nuevas, anuncia
que la “capital” del sistema del mal y del dragón ¡ha caído! ¡Ha colapsado!
¡Finiquitado! ¡Concluido! ¡Jesús ganó!
E l tercerportavoz de buenas nuevas (Apocalipsis 14:9-12) le advierte a cada
uno que Dios conoce a los suyos, y que no puedes sentarte en el medio del
muro sin decidirte: o tienes la señal del Cordero en tu frente, o tienes la otra
marca del campo enemigo. Si confías en el Cordero, estás seguro. ¡Sí!, tienes
que estar seguro que si confias en la sangre del Cordero, Dios te ha sellado con
tina estampa que dice: “ER ES M IO ”. Resulta claro que tú puedes comprome-
terte a ser leal a Dios y sus mandamientos, porque por la fe confías en los
méritos de Jesús, quien ha ganado la victoria en tu favor (Apocalipsis 14:12).
A pocalipsis

¡Cuán hermosos son los pies de estos mensajeros que traen buenas nuevas
a los redimidos! Que traen “alegres nuevas... que publican salvación, y que le
dicen a Sión: ¡TU DIOS REINA! ¡EL C O R D ER O GANA!” (paráfrasis de
Isaías 52:7).

¿El cántico otra vez?


Después que los últimos portadores de buenas nuevas han sido enviados a
cada nación de la tierra con el evangelio eterno que ofrece salvación solo me­
diante la sangre del Cordero, entonces viene el fin, como lo profetizó el mismo
Jesús: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testi­
monio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (S. Mateo 24:14). Juan
ve, “siete ángeles que tenían las siete plagas postreras” (Apocalipsis 15:1). ¡El
fin ha llegado! Cuando oímos de “plagas”, inmediatamente nos acordamos de
Egipto y el éxodo, cuando Dios liberó a su pueblo del malvado opresor envián­
dole las plagas (ver Exodo 7-11, donde la majestuosa confrontación entre el
Dios de Israel y los dioses de los egipcios terminó con estos últimos siendo
derrotados al sufrir cada una de las plagas).
Y lo más importante: el pueblo de Israel, esclavizado por los egipcios, de­
bía prepararse para la plaga final, la de la muerte, asegurándose que estaban
cubiertos por la sangre del cordero pascual (ver Éxodo 12, 13). De esa manera
estarían seguros:

Y Moisés convocó a todos los ancianos de Israel, y les dijo: Sacad y


tomaos corderos por vuestras familias, y sacrificad la pascua. Y tomad
un manojo de hisopo, y mojadlo en la sangre que estará en un lebrillo,
y untad el dintel y los dos postes con la sangre que estará en el lebrillo;
y ninguno de vosotros salga de las puertas de su casa hasta la mañana.
Porque Jehová pasará hiriendo a los egipcios; y cuando vea la sangre
en el dintel y en los dos postes, pasará Jehová aquella puerta, y no
dejará entrar al heridor en vuestras casas para herir (Éxodo 12:21-23).

Esta era la señal de Dios de que ellos eran “suyos”, porque habían confia­
do en la sangre del cordero. En el Apocalipsis, aquellos que han lavado sus
ropas en la sangre del Cordero pascual, que es Jesús (ver 1 Corintios 5:7),
ahora tienen su nombre escrito en sus frentes (Apocalipsis 7:3; 14:1).
¿Te imaginas estar listos para la liberación? ¡Habían esperado cuatrocien­

. 40 .
El C ordero es el V encedor

tos años para ser libres de la esclavitud en Egipto! ¡Y nosotros hemos estado
esperando durante miles de años para ser liberados de este mundo de pecado
y maldad! Ya tú sabes qué ocurrió después. Probablemente has visto películas
acerca de la apertura milagrosa del Mar Rojo, como parte de la gloriosa histo­
ria de la conducción de Dios a su pueblo hacia la tierra prometida. Pero antes
de seguir adelante, detengámonos por un momento para considerar la celebra­
ción después de haber cruzado el mar. ¡Es un cántico de liberación y gozo!
Menciona al Señor (Yahweh) muchas veces, porque ellos saben que han sido
redimidos, no por su propio poder o habilidad, sino por la intervención de
Dios mediante la sangre del Cordero (espero que puedas tomar un momento
para leer todo el cántico en Exodo 15). En la mayoría de las versiones bíblicas,
a este cántico de liberación se lo llama “el cántico de Moisés”. El cántico des­
taca la poderosa mano de Jehová que logró redimir a su pueblo: “Condujiste
en tu misericordia a este pueblo que redimiste; lo llevaste con tu poder a tu
santa morada” (Éxodo 15:13). ¡Qué celebración debe haber sido esa! ¡Cuán
elevadas sus voces! ¡Cuán exuberantes sus danzas y vibrantes sus instrumen­
tos!
¡Es fácil celebrar — como lo fue para mí en 1978— cuando todo ha pasa­
do, estás del otro lado, y te asombra la victoria! Tal es la belleza y la novedad
de la narración de Apocalipsis 15. Aunque las plagas están todavía por delante,
lo primero que Juan contempla es la celebración de los redimidos. ¡Me encan­
ta! Esta escena tiene como referencia el éxodo y el cruce del M ar Rojo, y los
redimidos entonan el mismo cántico de Éxodo 15, ¡pero ahora no están cele­
brando la liberación de Egipto sino la liberación final del pecado y del mal!
¡Viva! ¡Viva!
Juan la describe de esta manera:

Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que


habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y
el número de su nombre, en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas
de Dios. Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del
Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios
Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los san­
tos. ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? pues solo
tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán,
porque tus juicios se han manifestado (Apocalipsis 15:2-4).

. 41 .
A pocalipsis

¡El cántico de Moisés también es el cántico del Cordero! ¡Sí! El Cordero es


el Redentor triunfante, mayor que Moisés. ¡Él abrió un camino donde no lo
había! ¡Tomemos las arpas! ¡Celebremos! ¡Este es el cántico que solo N O S O ­
TR O S, los “inmerecedores” pero ahora “redimidos”, podemos cantar (ver
Apocalipsis 14:3; 15:3).

¡Comencemos ahora!
Durante largo tiempo me ha fascinado el hecho de que el Exodo simboli­
za nuestra redención final y nuestra jornada hacia la tierra prometida, la Nue­
va Jerusalén; jornada que solo es posible mediante la sangre del Cordero. Este
tema teológico se lo encuentra desde el comienzo hasta el fin de la Biblia. Y me
interesó más cuando descubrí algo realmente especial en la historia de la
transfiguración de jesús en el Evangelio de Lucas. Cuando Moisés y Elias (los
representantes de la ley y los profetas) hablan con él acerca de la proximidad
de su muerte en Jerusalén, la traducción literal de sus palabras en el griego
original es tan sorprendente que te invito a sentarte (si estabas en otra posi­
ción) para leerla: “Y he aquí dos hombres estaban conversando con él, los
cuales eran Moisés y Elias, quienes habiendo aparecido en gloria, hablaban
con él acerca del éxodo que habría de cumplir en Jerusalén” (S. Lucas 9:30, 31;
Versión Interlinear del Nuevo Testamento, Griego-Inglés).
¿Te diste cuenta? ¡Jesús llevó a cabo el EX O D O en Jerusalén! Me imagino
a Moisés animando a Jesús y diciéndole: “Persevera; yo vi los rostros de los
redimidos después de cruzar el m ar... ¡y tú vas a cumplir con el EXO D O
D EFIN ITIV O para redimir a todo el mundo!
En Exodo 15, hay un detalle en el cántico de Moisés que siempre capta mi
atención. Es al final del canto: “Y María la profetisa, hermana de Aarón, tomó
un pandero en su mano, y todas las mujeres salieron en pos de ella con pande­
ros y danzas. Y María les respondía: Cantad a Jehová, porque en extremo se ha
engrandecido; ha echado en el mar al caballo y al jinete” (vers. 20, 21). Tengo
una pregunta: ¿Quién llevaría un pandero cuando está contemplando cruzar
el desierto a pie? Si estás planeando una larga caminata de varios días en el
desierto, seguramente tratarás de ir lo más liviano posible, especialmente por­
que después de algunos días el equipaje se siente muy pesado. Pero, ¿quién
haría lo que hizo María? ¿Quién se llevaría al desierto un instrumento musical
de adoración que ocupa bastante espacio? ¿Sabes qué? ¡Yo tengo la respuesta!
¡Unicamente alguien que espera que ocurra un acontecimiento digno de cele­

. 42 .
E l C ordero es el V encedor

bración! ¡Unicamente alguien que espera un poderoso y magnifícente acto de


Dios, que lo dejará sin aliento, y que no querrá perderse su participación en tal
exuberante evento, se llevará un instrumento al desierto! ¡Los israelitas experi­
mentaron eso mismo! ¡Y todas las mujeres de Israel habían tenido la misma
expectativa; todas habían llevado también sus panderos! (ver Exodo 15:20).
Ahora te hago una sugerencia: ¿Qué tal si comenzamos una celebración
A H O R A M ISMO, A N T E S D E CRUZAR? No importa por lo que estemos
pasando en este momento, ¿Qué tal si decidimos vivir de ahora en adelante
con una actitud de gratitud, que no solo llene nuestra vida sino que sea conta­
giosa para todos aquellos con los que entramos en contacto? Reunámonos al­
rededor del Cordero, nuestro estandarte y bandera (Isaías 11:10), quien está en
pie, triunfante, habiendo logrado la victoria para todo su pueblo, ¡y comence­
mos a celebrar y cantar ahora mismo! El Cordero es el Vencedor, porque ha
realizado el éxodo (S. Lucas 9:31) en Jerusalén, hace dos mil años. Estamos
por entrar en la Tierra Prometida. Preparemos los instumentos musicales y la
alabanza de nuestras voces. ¿Qué te parece si comenzamos a cantar ahora y
continuamos hasta la eternidad? ¡Unete conmigo para cantar el cántico glorio­
so de los redimidos! ¿Listos? Un, dos, tres...

Comprado con sangre por Cristo, gozoso al cielo yo voy;


Librado por gracia infinita, cual hijo en su casa estoy.
Por él, por él, comprado con sangre yo soy;
Con él, con él, con Cristo al cielo yo voy.
(Himnarío adventista del séptimo día, 2010, #296).

43
El Cordero es el Esposo: •
• Fidelidad •
a

E
l hizo lo que cualquier esposo hubiera hecho por su esposa”, escribía un
servicio de noticias de Internet,* al comentar un emotivo evento que ocu­
rrió el 13 de enero de 2012, cuando el crucero Costa Concordia se estaba hun­
diendo en la costa occidental de Italiad
Cuando Francis Servel y su esposa Nicole comprendieron que el barco se
hundía y que era imposible hacer descender los botes salvavidas, decidieron
lanzarse al agua. Sin embargo, no había suficientes chalecos salvavidas en el
crucero. Entre los dos, habían logrado conseguir solo uno. Francis era un buen
nadador, así que extendió el chaleco salvavidas a su esposa y le dijo: “Sigue
nadando, querida; yo te voy a alcanzar”.*
Ella ya no lo vio nunca más.
El mundo entero se asombró cuando el crucero de lujo, que llevaba más
de cuatro mil pasajeros, se hundió y muchos perecieron, otros quedaron heri­
dos física y emocionalmente. Pero en medio de la crisis el amor auténtico
muestra sus colores. El amor es capaz de sacrificar su propia vida por la de
otro. Francis dio su vida para que su esposa, a la que había amado durante
cuarenta años, pudiera vivir.
— Le debo la vida a mi esposo — dijo la ahora entristecida señora Servel.5
Y así es. Solo el verdadero amor hace el sacrificio supremo. Cuando ante
un desastre se realizan tales sacrificios, eso nos recuerda que en lo profundo
del corazón humano todavía se conserva la imagen del Creador.
* “Costa Concordia Cruise Disaster: Husband Sacrifices Life Jacket for Wife,
Disappears Into Water,” HufEngton Post, enero 16, 2012, accessado abril 3, 2014,
http://www.huflingtonpost.com/2012/01/16/costa-concordia-cruise
-disaster_n_1208773.html.
t Parte de este capítulo está publicado en Sorprendidos por Amor: Serie de 10 Estu­
dios Bíblicos Semanales para la mujer (Nampa, ID: Pacific Press, 2013).
f “Swim Ahead, Darling, I’ll Survive: ‘My Husband Cave Me His Lifejacket as
We Jumped O ff Sinking Cruise Ship . . . I Never Saw Him Again,’ Says French
Survivor,” Daily Mail, January 19, 2012, accessed April 3, 2014, http://www.
dailymail.co.uk/news/article-2086826/Costa-Concordia-cruise
-ship-accident-French-survivor-tells-husband-gave-lifejacket.html.
§. Ibíd.

• 44
E l Cordero es el Esposo

¿Cómo podía Dios demostrar la magnitud y el alcance de su amor por


nosotros? ¿Cómo podía comunicarle la profundidad, la anchura y la fuerza de
su amor a la raza caída, que parecía insensible ante el amor y el altruismo?
I )ios decidió recurrir al amor de un esposo por su esposa y de los padres por
sus hijos — dos de los lazos de amor más profundos que existen en la tierra—
para darnos una vislumbre de su amor por nosotros. Estas dos metáforas se
usan a través de la Biblia para ilustrar la pasión de Dios, quien nos amó más
que a sí mismo y finalmente dio su vida por el pueblo que lo había rechazado.
En este capítulo nos concentraremos en la primera metáfora: el Cordero
como el Esposo y el muy esperado anuncio de ¡la fiesta de bodas! Nos maravi­
llamos del plan de Dios de salvar a su pueblo con la pasión de un amante espo­
so que da su vida por su amada esposa. Entonces, ¡el Cordero triunfante lleva a
su esposa al hogar para no separarse jamás! Las palabras continúan sonando en
mis oídos, como si Jesús me dijera: “Sigue, querida; yo te voy a alcanzar”, y él
caminó hacia la cruz y murió en mi lugar, pero antes me dio su chaleco salva­
vidas para que yo pudiera tener la seguridad de vida eterna con él. Esta es una
historia de amor que ha continuado a lo largo de la historia de este mundo, y
ahora llega la siguiente etapa: ¡LA ETERN ID A D !

¡Aleluya!
La palabra aleluya se encuentra solo cuatro veces en el Nuevo Testamento
y solo en Apocalipsis 19:1-6; por eso, a esta sección del libro generalmente se
la titula “el cuádruple aleluya”. Esta palabra hebrea se compone de dos concep-
(os: “alabar” (halal), y el nombre del Señor “Yahweh” (Yah)-, por lo tanto el
significado de aleluya es: “Alabad al Señor” o “Alabad a Jehová”. La palabra
hebrea ha sido transliterada al griego, por lo que conserva el sonido hebreo.
Los primeros tres aleluyas (Apocalipsis 19:1, 3, 4) son alabanzas a Dios
porque al fin ha intervenido para juzgar y liberar a su pueblo. Quizás ya estés
saltando de alegría al tener esta visión del fin de la muerte, la enfermedad, las
lágrimas y el mal. ¡Yo ya lo estoy! Nunca más se escuchará la pregunta: “¿Por
qué Dios permite el mal?” ¡Nunca más lo permitirá! El ha vencido y ha traído
a juicio al malvado sistema satánico que oprimía a los suyos.
Recuerda que el Apocalipsis es una narrativa profética dualística, que
constantemente nos presenta la gran controversia entre Dios y Satanás, entre
el bien y el mal. Esta controversia está simbolizada por dos ciudades (la Nueva
Jerusalén y Babilonia), dos mujeres (la esposa del Cordero y la gran ramera),

. 45 •
A pocalipsis

dos marcas (el sello de Dios y la marca de la bestia), etc. En este caso, los pri­
meros tres aleluyas alaban a Dios por sus juicios contra el sistema malvado y
por su triunfo sobre las fuerzas satánicas. Entonces, con una intensidad “in
crescendo” aparece el cuarto aleluya ¡con la magnifícente imagen de una boda
celestial!
El cuarto y último aleluya no se enfoca en los juicios de Dios; en cambio,
anuncia que han llegado las bodas del Cordero con su amada: la iglesia; “Y oí
como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y
como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro
Dios Todopoderoso reina. Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; por­
que han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado” (Apoca­
lipsis 19:6, 7). Con tres similitudes, Juan anuncia ¡que el momento para las
bodas del Cordero finalmente ha llegado!
En todo el Nuevo Testamento, solamente en una ocasión más encontra­
mos esta exuberante combinación de “gozarse y alegrarse”, y la pronuncia Je­
sús en el Evangelio de San Mateo: “Bienaventurados sois cuando por mi causa
os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintien­
do. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos” (S. Mateo
5:11, 12). Y ahora, el tiempo de recibir el galardón ha llegado: ¡las bodas con
el Cordero!
Este maravilloso tema se repite hacia el fin del Apocalipsis (19:9; 21:2,9; 22:17),
cuando la reunión final de Dios con su pueblo se torna una feliz realidad. La metá­
fora de Israel como la esposa de Dios fue usada a través de las Escrituras judías (ver
Isaías 54:6; 61:10; 62:5; Jeremías 2:32; Ezequiel 16:8; Oseas 2:14-20), y también fue
usada en los evangelios como la reunión de Jesús con su esposa en el segundo adve­
nimiento (ver S. Mateo 22:2; 25:1; S. Marcos 2:19; S. Juan 3:29). ¡Ahora el tiempo
ha llegado! Las invitaciones han sido enviadas, y se hace el glorioso anuncio: “Bien­
aventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero” (Apocalipsis
19:9). Pero antes de dirigirnos a la cena de bodas conozcamos un poco mejor al
Esposo.

El Esposo fiel
El que ama no se desanima fácilmente. Tampoco lo hizo Dios cuando sus
amados eligieron separarse de él en el Jardín del Edén (ver Génesis 3). Cuando
se produjo la crisis, él le habló al diablo, la serpiente antigua (ver Apocalipsis
12:9) en presencia de Adán y Eva, y le dijo que ese no era el final; ¡que aun a

46
El C ordero es el E sposo

costa de su vida él no los abandonaría! Esta es la primera vez que se expresa la


realidad del amor eterno en la Biblia:

Y pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu simiente y la simiente


suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar (Génesis
3:15),

Dios tenía un plan: les daría su salvavidas a sus amados. Aunque estarían
separados por un tiempo debido a que ahora los seres humanos eran mortales
v habían perdido el paraíso (ver Génesis 3:24), Dios cargaría sobre sí mismo la
11 inerte de ellos para que pudieran estar otra vez juntos, esta vez para siempre.

El rehusó pasar la eternidad sin su amada esposa.


El no solo sería su Creador sino también su Redentor. El “nadaría” en lu­
jen' de ella, y en el proceso, moriría por ella. Y esto nos trae a uno de los más
lasetriantes temas de las Escrituras: el Go’el. Creo que una vez que comprende­
mos ese concepto presentado desde el Génesis hasta el Apocalipsis, comenza­
mos a comprender el plan de salvación. Go’e l es una palabra hebrea que signi­
fica “pariente redentor”. El “pariente más cercano” podía hacer varias cosas
por su querido familiar que nadie más podía hacer. Vamos a dedicar más
i icmpo a este tema en el siguiente capítulo. Por ejemplo, el Go’el podía redimir
.1un pariente que se había vendido a sí mismo como esclavo (Levítico 25:47-
54). ¡Podía ponerlo en libertad! También el Go’e l podía redimir la propiedad
que había sido entregada por un pariente pobre (Levítico 25:25-34). Y el Go’el
era quien debía casarse con la viuda de un pariente que había muerto sin des-
i endientes, a fin de proveer para la viuda y asegurarse que el linaje de la fami­
lia continuara, acto que quitaría su vergüenza (Deuteronomio 25:5, 6).
El libro de Rut fue escrito con este concepto en mente (toma un momento
para leerlo; ¡es una fascinante historia de amor!). Cuando Noemí y Rut enviu­
daron y volvieron a Belén desprovistas de todo, descubrieron que Booz era su
<¡o'el (Rut 2:20), y se regocijaron. Rut le pidió a él que la tomara bajo su cui­
dado y proveyera para ella: “Yo soy Rut tu sierva; extiende el borde de tu capa
sobre tu sierva, por cuanto eres pariente cercano (Go’e l)” (Rut 3:9). El lo hizo,
y con ello quitó su vergüenza. Llegó a ser su redentor.
Esto es lo que hizo Dios: Cuando él nos creó a su imagen, se comprome-
l ió a cumplir un plan de rescate, porque él es nuestro “pariente más cercano”.
El es nuestro Go’el y nosotros somos sus amados. Esta palabra llega a ser un

. 47 .

in-:[HTVIH'!1!IHPTrn,,TI"!^Trm...T!Tn^‘Tl
A pocalipsis

nombre descriptivo para Dios, que se traduce como “Redentor” en nuestras


Biblias (ver Isaías 63:16). Cuando Jesús se hizo carne, cumplió todos los com­
promisos del Go’el, al dar su vida para rescatarnos, para redimimos con su
sangre y no con precio (ver S. Marcos 10:45; Isaías 52:3), y para redimir
nuestra tierra.
La descendencia de Dios, una raza que ahora estaba destinada a morir, fue
comprada por él; de ahí que Isaías 53 contenga esta asombrosa declaración de
satisfacción: “Verá su descendencia... Después de su sufrimiento, verá la luz y
quedará satisfecho”(Isaías 53:10, 11, versión NVI).
El concepto del Go’el es el tema más sorprendente a través de las Escritu­
ras. Nos explica que cuando confiamos en el rescate pagado por el Go’el, po­
demos vivir con la seguridad de vida eterna. “¡Yo sé que mi Redentor {Go’el)
vive!” (Job 19:25). ¡Oh, mi amado Redentor! ¡Extiende tu capa sobre m í... y
quita mi vergüenza! ¡Soy tu prometida y no puedo esperar más!

Provisiones para la esposa


Para gustar plenamente el lenguaje del Nuevo Testamento en el que se
compara el matrimonio con la unión final de Jesús con su iglesia, necesitamos
comprender cómo era una ceremonia de bodas en la cultura judía del primer
siglo de nuestra era: “La ceremonia de bodas hebrea generalmente comenzaba
en la casa del padre de la novia, donde el novio se comprometía y pagaba la
dote. Después de esto, se los consideraba marido y mujer. Entonces el novio
regresaba a la casa de su padre y preparaba el lugar donde viviría con su espo­
sa. Durante ese tiempo, la novia permanecía en la casa de su padre preparán­
dose para las bodas. Cuando la vivienda y la novia estaban listas, el novio re­
gresaba para llevar a la novia a la casa del padre, donde se realizaría la
ceremonia de bodas (ver S. Mateo 25:1-10)”.*
Esta descripción nos ayuda a interpretar la metáfora de las bodas. Pero hay
algo más especial y emocionante que encontramos en esta particular ceremo­
nia de bodas que la hace diferente de todas las otras. Seguramente sabes que la
novia le dedica mucho tiempo a su prepararación: tiene que elegir el vestido,
los perfumes, el peinado y, por supuesto, disponer de todo el tiempo necesario
para probarse el vestido, hasta que este se ajuste perfectamente a su figura.
Pero en estas bodas, las del Cordero, el Novio es el que prepara T O D O para

* R. Stefanovic, Revelation o f Jesús Christ, 2a edición (Berrien Springs, Michigan:


Andrews University Press, 2009), p. 541.

48 .
E l Cordero es el Esposo

ella. Él mismo paga el precio de la dote al dar su vida por ella, la limpia y la
purifica, le provee el vestido blanco, todo lo hace él mismo. La novia lo ama
porque él la amó primero (1 Juan 4:19), ¡y se compromete a ser fiel a su Ama­
do! Repasemos lo que él ha hecho para asegurarse de que la novia esté lista:
“ Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se en­
tregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamien­
to del agua por ¡apalabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa”
(Kfesios 5:25-27).
El Novio también le dio un baño de purificación y le proveyó el vestido.
Ahora que tenemos más información, repasemos nuestro texto:

Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las


bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha conce­
dido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino
fino es las acciones justas de los santos. Y el ángel me dijo: Escribe:
Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cor­
dero. Y me dijo: Estas cosas son palabras verdaderas de Dios (Apoca­
lipsis 19:7-9).

En contraste con la vestimenta de la ramera (ver Apocalipsis 17:4; 18:16),


,i la esposa se le concede vestirse “de lino fino, limpio y brillante” (19:8). Es
muy importante saber que es Dios quien toma la iniciativa para proveerle a la
esposa el vestido de bodas. En contra de la teología expuesta en todo el libro
i le Apocalipsis, algunos han tratado de interpretar la frase que sigue de una
manera legalista, como si las acciones de los santos fueran meritorias para la
salvación: “Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y res­
plandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos” (vers. 8).
I .a palabra griega traducida como “acciones justas” (dikaioma), también tiene
el significado de juicios justos o absolución (ver Apocalipsis 15:4; comparar
con Romanos 5:16-18). Nos dice la forma en que Dios ve a los creyentes me­
diante los méritos de Cristo. “Las dikaiomata (plural) les fueron dadas a los
santos; no fueron provistas por los santos”.*
Así que no importa cómo la palabra sea traducida, resulta claro que el
vestido limpio y resplandeciente de la esposa ha sido lavado en la sangre del

‘ I,. Morris, Revelation, Tyndale New Testament Commentaries, 2a edición


(1 )owners Grove, Illinois: InterVarsity Press, 1999), p. 221.

. 49 .
A pocalipsis

Cordero (ver Apocalipsis 7:9, 14). El ofrecimiento de Cristo de comprar “ves­


tiduras blancas”, ya ha sido hecho al comienzo del libro (3:18) a la iglesia de
Laodicea. Ahora, aquellos que eligieron la justicia de Cristo en lugar de la
suya, son vestidos de lino fino. “Juan declara que a la esposa del Cordero se le
ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente. El hecho de
que ‘se le ha concedido’ que se vista de lino fino, indica que no fueron sus
propias acciones justas las que hicieron una vestimenta de obras meritorias de
justicia propia. Las vestiduras blancas no se hacen ni se ganan; solo son pro­
vistas por Cristo y dadas al pueblo redimido de Dios. Las acciones justas son
el regalo de Cristo a los suyos”.*
Después de explicar lo que la esposa estará vistiendo, la cuarta bienaven­
turanza (de un total de siete) es anunciada: “Y el ángel me dijo: Escribe:
Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y
me dijo: Estas son palabras verdaderas de D ios” (Apocalipsis 19:9). ¡Sí! ¡So­
mos bienaventurados! ¡TAN BIEN A V EN TU R A D O S! ¡Mendigos invitados
a la fiesta final y eterna! ¡Eso es lo que somos! “Bienaventurados” es una ex­
presión que me parece un poco limitada; locos de contentos y exuberante­
mente gozosos, serían mejores traducciones. O quizá mejor aun: ¡Maravilla­
dos!

¡Retrato que nos deja sin aliento!


Hace unos pocos años celebramos las bodas de oro de mis padres. Fue una
ocasión extremadamente gozosa. A la entrada del salón de la fiesta había una
exposición con varios artículos: estaban las copias ampliadas de las primeras
fotos que ellos intercambiaron (tenían unos trece años cuando comenzaron su
amistad especial), recuerdos de la fiesta de bodas, algunos regalos que recibieron,
y la parte superior del vestido de bodas de mi madre. En algunos de los videos
que puedes mirar en nuestro sitio de Internet, www.jesusl01institute.com,
podrás ver algunas fotos de su casamiento. En las fotos, mi madre lucía mag­
nífica y mi padre tenía ojos chispeantes cuando le tomaron una foto dentro del
auto de “recién casados”. Parecía decir: “¡De ahora en adelante, ella es mía,
toda mía!” ¡Se los veía tan encariñados y enamorados! Todos estos recuerdos
son especialmente queridos, porque por la gracia de Dios y el amor que se han
manifestado, cada uno de ellos logró sobrevivir a tres cánceres por varios años
(muchas gracias por las oraciones que se han elevado en favor de ellos en estos

* R. Stefanovic, Revelation o f Jesús Christ, p. 546; énfasis en el original.

. 50 .
E l C ordero es el Esposo

últimos años). ¿Te puedes imaginar lo que sentiremos cuando finalmente nos
reunamos con nuestro Esposo celestial que dio su vida por nosotros?
Aunque el previo anuncio de las bodas en Apocalipsis 19 nos ha preparado
para tener una visión del Esposo, Juan ve a un poderoso guerrero, un general
condecorado, que llega con sus ejércitos para liberar a su esposa de manos del
opresor. Hay tantos detalles en esta narración que no me alcanzaría todo el
capítulo para considerarlos, así que mencionaré solo unos pocos. Toma un
momento para leer Apocalipsis 19:11-16, y ver la extraordinaria descripción de
la venida de Jesús. Espero que te impresione tanto, que decidas hacer algunas
investigaciones por tu propia cuenta. Lo primero que captó mi atención fue
que, una vez más, Juan ve el cielo abierto (vers. 11). Esta vez no es para que
Juan contemple el trono y la escena de adoración celestial (4:1) sino para ver a
Jesús descender del cielo. El siguiente detalle sorprendente es que su nombre
es descrito cuatro veces en esta corta narración (19:11-16).

1. Es llamado “Fiel y Verdadero” (vers. 11).


2. “Tenía sobre él un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo”
(vers. 12).
3. “Su nombre es: EL V ER BO D E D IO S” (vers. 13; ver S. Juan 1:1).
4. “En su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE
REYES Y SEÑ O R D E SE Ñ O R E S ” (vers. 16).

Estas descripciones del nombre de Jesús ofrecen un retrato de él que sobre­


pasa cualquier escena fotográfica que pudiera realizarse. Es un cuadro com­
pleto con diferentes facetas que incluyen quién es él y lo que hizo para redi­
mirnos. ¡El es todo eso y mucho más!
También advertí que se nos dice cuál es su arma de guerra: “De su boca
sale una espada aguda” (vers. 15). Es muy importante entender que su espada
es su Palabra, por eso sale de su boca. Pero para mí, la parte más sorprendente
del retrato es su vestimenta. Como verás, esta es una escena de blanco resplan­
deciente. ¡Todo es BLANCO! Cristo cabalga sobre un caballo blanco (vers.
11). “Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le
seguían en caballos blancos” (vers. 14). Al blanco, el color de la victoria, ¡se lo
encuentra en todas las cosas! Los caballos son blancos, y todos están vestidos
ile blanco, ¡EXCEPTO U N O ! Él está “vestido de una ropa teñida en sangre”
(vers. 13).
A pocalipsis

¡Qué maravilla! ¡Solo el escribir esta frase me deja sin palabras! Al contra­
rio de la mayoría de las escenas populares pintadas o imaginadas de la Segun­
da Venida de Jesús, en esta descripción vemos que en medio de ángeles de
blanco inmaculado y de caballos blancos, Uno está visitiendo una ropa teñida
en ROJO; un recuerdo del alto precio que pagó por su amada esposa: su pro­
pia sangre. “El venció, no por derramar la sangre de otros, sino por derramar
la suya propia”.* ¿Te has enamorado espiritualmente del Cordero? ¡Estoy segu­
ra que sí! Si no, ¡tómate el pulso!

¿Hasta que la muerte nos separe?


Estoy segura de que has escuchado los votos matrimoniales. Quizá los
dijiste en tu propia ceremonia de matrimonio. “Prometemos ser fieles el uno al
otro en la enfermedad y en la salud, en la prosperidad y en la adversidad”. Y
entonces, la frase final: “Hasta que la muerte nos separe”. ¡Pero con nuestro
Esposo celestial sucede exactamente LO O PU ESTO ! ¡Su muerte es lo que nos
permite unirnos a él y es lo que garantiza nuestra vida eterna con él!
La Biblia finaliza con una asombrosa escena de la Nueva Jerusalén, la
santa ciudad de los amados de Dios que están finalmente con él.

Y yo Juan vi la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, descender del cielo,


de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una
gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los
hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo
estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos
de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni do­
lor; porque las primeras cosas pasaron (Apocalipsis 21:2-4).

¡Finalmente Dios está con nosotros para siempre, y no hay más dolor,
enfermedad o muerte! ¿No te llena eso de entusiasmo?
¡Todo el cielo está TAN FELIZ con la esposa (con nosotros)! Todo el
mundo está hablando de la esposa: “Vino entonces a mí uno de los siete ánge­
les que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló con­
migo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero”
(Apocalipsis 21:9). ¡Sí! ¡Todo el cielo está TA N feliz C O N TIG O ! Yo sé que a
veces en esta vida los que se suponía que tenían que amamos rompieron sus

. Morris, Revelation, p. 224.


E l C ordero es el Esposo

votos y nos dejaron con el corazón quebrantado, ¡pero eso no ocurre con nues-
tro Esposo celestial! ¡El está muy ansioso de llevarnos al hogar con él para
siempre!
¿Recuerdas cuán feliz estabas al ver a tu novia recorrer el pasillo central de
la iglesia, y luego de la boda, la ansiedad que tenías de que terminara la fiesta
para poder llevarla finalmente a tu hogar, a tu nuevo hogar, para vivir juntos
por el resto de sus vidas? Bueno... si has experimentado algo parecido, enton­
ces puedes comenzar a imaginarte a Jesús en el cielo, esperando ansiosamente
i u llegada, para verte cara a cara ¡y darte el abrazo más estrecho que alguna vez
bayas recibido!
¡Yo ya no puedo esperar! ¡La esposa del Cordero ansia el fin de la espera!
¡Así que la esposa extiende una invitación a cada uno para que VEN GA! Es­
tamos tan conmovidos porque las bodas del Cordero se acercan que no quere­
mos que nadie se pierda la oportunidad de formar parte de la iglesia, la esposa
de Cristo. Así que deseamos proclamar lo que el resto del cielo está procla­
mando: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven, Y el que
i ¡ene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”
(Apoc. 22:17). ¡Sí! ¡Ven, y únete a nosotros! ¿Tienes sed? Hay suficiente agua,
suficiente lugar y suficientes vestiduras blancas. Así que, preparémonos. Nues-
i ro Go’e l nos ha dado el chaleco salvavidas y murió en nuestro lugar. Pero re­
sucitó y está por volver. ¡No puedo esperar más ese abrazo que él quiere darnos
después de tantos años! Y ya escucho la marcha nupcial: ¡AQUI V IE N E EL
ESPOSO!

Ciertamente vengo en breve.


Amén, sí, ven, Señor Jesús (Apocalipsis 22:20).
El Cordero es
el Principio y el Fin:
• Restauración •

E
l Io de noviembre de 2010, Brian David Mitchell, quien había sido decla­
rado competente para enfrentar un juicio el Io de marzo del mismo año,
fue llevado ante el ju ez * Mitchell era el principal sospechoso de haber secues­
trado el 5 de junio de 2002 a la jovencita Elizabeth Smart. Este caso me fasci­
nó desde el comienzo. He mirado muchos noticieros y videos de este secues­
tro.
Elizabeth fue raptada desde su cama, en Salt Lake City, a la edad de ca­
torce años. Ed Smart, su padre, fue al canal de televisión local esa fhañana, y
le imploró al secuestrador que le devolviera a su hijita. Después de nueve me­
ses, el 12 de marzo de 2003, Elizabeth fue encontrada a unos treinta kilóme­
tros de su hogar. Durante esos nueve meses de búsqueda, toda la ciudad se
vistió de cintas azules esperando su regreso. Todos oraban y esperaban. Final­
mente llegó el día cuando alguien reconoció a Brian Mitchell basado en un
dibujo del posible secuestrador. Mitchell estaba acompañado de dos mujeres;
una de ellas era Elizabeth Smart. Elizabeth, ahora una adulta, dio su testimo­
nio en la Corte Federal de los Estados Unidos el Io de octubre de 2009.
Me sentí aliviada y agradecida cuando encontraron a Elizabeth. Sentí pro­
funda emoción al ver las señales colocadas en todas partes de la ciudad que
celebraban su regreso. Los centros comerciales no anunciaban sus productos en
los carteles públicos sino que en estos se leía: “Elizabeth: Bienvenida a casa”. Yo
sentía algo especial cuando leía esos carteles, tal vez porque ese es también mi
nombre. Muchas veces me vino a la mente el día cuando me encuentre con mi
Creador y Redentor. Me imaginé muchos carteles en el cielo con la misma
inscripción: “Elizabeth: Bienvenida a casa”.
Cuando Elizabeth fue rescatada, me emocionaron profundamente los
sentimientos y las declaraciones del padre. Una de ellas fue su respuesta a un

*Parte de esta sección de nuestro estudio aparece en Sorprendidos por amor (Nam-
pa, Idaho: Pacific Press, 2010).

54
El C ordero es el P rincipio y el Fin

periodista que le pidió que describiera los primeros momentos cuando supo
con certeza que Elizabeth estaba viva. ¿Cómo se puede describir tal escena? El
dijo que mientras se encontraba en un auto de la policía con Elizabeth en sus
brazos, llamó a su esposa (y sollozaba mientras relataba al periodista el diálogo
con su esposa):
— ¡No vas a creer esto! ¡Elizabeth está viva! ¡Y está aquí en mis brazos!
Entonces declaró:
— Así como fue absolutamente horrible cuando me la quitaron, es absolu­
tamente maravilloso tenerla otra vez en casa. ¡Es lo más maravilloso que he­
mos experimentado!
Cuando concluyó la entrevista, me imaginé a Dios comentando acerca de
nosotros. Me imaginé su emoción al vernos rescatados y reunidos con él para
siempre. Se me llenaron los ojos de lágrimas al imaginar a Jesús, llamando al
Padre y diciéndole con lágrimas de gozo:
— ¡No vas a creer esto! ¡Elizabeth está viva! ¡Y está aquí en mis brazos!
Este último capítulo versa sobre el reencuentro final de Dios con sus hijos
y la completa restauración y recreación de la tierra. ¡Sí! ¡Es verdad! ¡Muy pron­
to iremos al hogar!

El Restaurador'
Como afirmamos en el primer capítulo, toda la Biblia es un inclusio, una
especie de sándwich literario donde la historia comienza y termina de la mis­
ma manera. En los últimos tres capítulos del Apocalipsis encontramos los
mismos temas y palabras que encontramos en los tres primeros capítulos de la
Biblia, solo que en orden inverso. En los tres primeros capítulos del Génesis se
narra la creación (cap. 1); la comunión con Dios (cap. 2); y el tentador, y con
él la entrada del pecado en el mundo y la muerte (cap. 3). Y en los tres últimos
capítulos del Apocalipsis se anuncian las mismas cosas pero en orden inverso:
Satanás es destruido y el mal no existe más (cap. 20); Dios mora nuevamente
con sus hijos, tiene comunión con ellos para siempre, y no hay más muerte,
llanto, clamor o dolor, “porque las primeras cosas pasaron” (cap. 21). Final­
mente, la tierra es recreada (cap. 22).
La mayor parte del libro de Apocalipsis anuncia con gran emotividad el
momento en que el Cordero viene a buscarnos para estar con él. ¿Te imaginas
el tener que esperar durante mucho, mucho tiempo para ver a tus hijos otra vez?
Iid Smart esperó nueve meses para ver nuevamente a su hijita. Dios ha estado
A pocalipsis

esperando mucho más. ¿Puedes imaginar ese momento? El padre de Elizabeth


no podía contener las lágrimas cuando relataba el momento en que llamó a su
esposa para decirle: “¡No vas a creer esto! ¡Elizabeth está viva! ¡Y está aquí en
mis brazos!”
Cuando Jesús vino por primera vez a este mundo, lo hizo para pagar nues­
tro rescate. Su nacimiento y su muerte se narran en los evangelios. La cruz fue
el momento en que nos libertó. Su vida, su muerte y su resurrección perfectas
aseguran la vida eterna para todos los que aceptan el pago del rescate en su
favor.
Intentemos profundizar en el concepto del Go’e l que presentamos en el
capítulo anterior. Se trata de uno de los temas bíblicos más intrigantes, el que
fluye a través de todas las Escrituras. Al Go’el se le designa comunmente como
“el pariente redentor”. Cuando alguien estaba en crisis y necesitaba ser resca­
tado, su pariente más cercano podía ayudarlo legalmente. Si un deudor ya no
podía hacer frente a sus acreedores, tenía que entregar su propiedad o su he­
rencia; y si esta no alcanzaba, tenía que venderse como esclavo para pagar su
deuda.
¡Qué situación tan terrible! Pero, ¡espera! ¡Había una luz al final del túnel!
El pariente más cercano podía actuar en favor de la víctima; podía comprar la
propiedad y devolvérsela al dueño original, o pagar el rescate y liberar al pa­
riente esclavizado. El pariente más cercano se hacía responsable del que había
caído en desgracia. ¿Te imaginas a ti mismo en una condición tan miserable ya
que lo habías perdido todo, aun tu libertad, y de repente escuchas que tu pa­
riente redentor viene en camino para rescatarte? ¡Qué maravilla!
La palabra hebrea para “pariente redentor” es Go’el. Además de casarse
con la viuda para asegurarle descendencia al pariente fallecido, el Go’e l tenía
muchas otras responsabilidades con el pariente en desgracia. Levítico 25 expli­
ca en detalle algunas de las leyes de redención. Estos son algunos ejemplos de
las obligaciones del Go’eh

1. Redimir a un pariente que se había vendido como esclavo (Levítico


25:47-54).
2. Redimir la propiedad que había sido entregada por un pariente pobre
(vers. 25-34).
3. Vengar la sangre de un pariente asesinado (Go’el haddam) (ver Números
35:19-27).

. 56 .
E l C ordero es el P rincipio r el Fin

4. Aparecer en corte para asegurarse de que se le hiciera justicia a su parien­


te (ver Proverbios 23:11; Jeremías 50:34; Salmo 119:154).

¿Puedes imaginar a una persona en desgracia, sin propiedades, esclavizada


0 llevada a juicio? ¿Puedes imaginar la desesperación y la angustia que experi­
mentaba? Pero entonces, ¿puedes visualizar la felicidad y el alivio que sentía al
ver a su Go’ell

¡Esc es Jesús!
Es ahora cuando el asunto se pone realmente bueno. Este tema explica toda
la Biblia, desde el Génesis al Apocalipsis: Cuando Dios nos creó a su imagen,
también se comprometió a ejecutar un plan de rescate, porque él era nucsiro
“pariente más cercano”. El es nuestro Go’el. ¡Se comprometió a ser nuestro
Rescatador!
Desde el mismo comienzo, los conceptos de creación y redención estuvie­
ron vinculados. Dios es nuestro Padre y Redentor {Go’el): “Tú, oh Jehová, eres
nuestro Padre; nuestro Redentor [Go’el] perpetuo es tu nombre” (Isaías 63:16).
La palabra Go’el es usada en las Escrituras como un nombre para describir a
Dios, y generalmente es traducida como Redentor. Destaca sus poderosos actos
de redención en favor de su pueblo (ver Exodo 6:6; 15:13).
Especialmente en el libro de Isaías, Dios constantemente nos recuerda que
él es nuestro “Pariente Redentor”, nuestro Go’el. Me emociona cuando él nos
dice: “N o temas”, porque él ha cumplido su tarea como nuestro Go’el:

Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh


Israel: No temas, porque yo te redimí (verbo derivado de Go’el); te puse
nombre, mío eres tú (Isaías 43:1).

Jesús sería el que se haría carne para llegar a ser nuestro Hermano y redi­
mirnos sin dinero (ver Isaías 52:3). Por eso el Cordero que fue inmolado es el
único digno de abrir el libro de la historia de la redención de este mundo
(Apocalipsis 5:5-10). Nos redimió con su sangre. Vino para morir. Este fue su
propósito: pagar por nuestro rescate, porque él es nuestro Go’el. Jesús mismo
declaró que ese era el propósito de su muerte, y en una declaración suya encon-
1ramos una palabra asociada con el Go’el y con el pago para liberar al pariente
esclavizado: “Porque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para

. 57 .
A pocalipsis

servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (S. Marcos 10:45). Jesús nos
redimió, y también redimió nuestra tierra. Por eso la Nueva Jerusalén será
establecida aquí mismo. ¡Volveremos adonde comenzamos en la creación! (ver
Apocalipsis 22). ¡Sí! Jesús cumple todas las responsabilidades del Go’el. ¡Ala­
bado sea Dios por nuestro Pariente Redentor!
Si tus hijos fueran secuestrados, ¿no pagarías el rescate y harías lo que
fuera necesario para recuperarlos? Toda la Biblia es la historia escrita de lo que
hizo Dios para recuperar a sus hijos. Cuando los seres humanos siguieron al
secuestrador, se transformaron en pecadores y en mortales (ver Romanos 5:12-
21). Estaban discapacitados; se estaban muriendo, y no podían salvarse a sí
mismos, porque “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). La serpiente
seductora nunca se hubiera imaginado tal cosa: ¡que Dios mostraría tanto
amor! Se consideraba tan astuta que pensó que le había ganado la partida a
Dios. ¡Nunca pensó que el amor ganaría! ¡Incluso los mismos seres humanos
quizá pensaron que estaban más allá de los límites de la RED EN C IO N ! Pero
“cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Romanos 5:20).
¡Todos nos sorprendimos por su amor! ¡Nuestro Go’el entró en escena, y
ahora nos vamos al hogar! ¡No es sorpresa que el libro de Apocalipsis contenga
tantas escenas exuberantes de adoración!

¡Bienvenido a casa!
Después de un lapso especificado como de “mil años” el secuestrador, la
serpiente, “el diablo que los engañaba” (Apocalipsis 20:10) es destruido para
siempre.* Entonces la tierra es recreada y llega a ser la Nueva Tierra (ver, capí­
tulo 21). Es muy significativo que nuestro hogar permanente será el mismo
lugar donde estuvimos al principio; porque esa era una de las responsabilida­
des del pariente redentor. ¿Recuerdas que él tenía que redimir la propiedad
que había sido entregada por su pariente en desgracia? “Cuando tu hermano
empobreciere, y vendiere algo de su posesión, entonces su pariente más próxi­
mo [Go’el] vendrá y rescatará lo que su hermano hubiere vendido” (Levítico
25:25). Jesús, nuestro Pariente Redentor, no solo nos rescató a nosotros al pa­
gar el precio del rescate, sino que también recuperó nuestra propiedad (la
Tierra). ¡Todo esto es tan maravilloso y emocionante! ¡Faltan palabras para
describirlo! ¡La Biblia completa el círculo mediante la sangre del Cordero!
* Parte de esta sección de nuestro estudio aparece en Sorprendidos por amor, Serie
de 10 estudios bíblicos semanales para la mujer (Nampa, Idaho: Pacific Press, 2013),
pp. 83-90.
. 58 .
El C ordero es el P rincipio y el Fin

Cuando abrimos el libro de Apocalipsis, inmediatamente nos encontra­


mos con el lenguaje usado al comienzo de las Escrituras judías. Por ejemplo:
“Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del
paraíso de Dios” (Apocalipsis 2:7). “Arbol de la vida” y “paraíso” son palabras
que encontramos en Génesis 2, cuando Dios preparaba la hermosa “habita­
ción” para sus hijos amados. El árbol de la vida también se menciona en Gé­
nesis 3, pero con la triste noticia de que los seres humanos no tendrían más
acceso a él debido a que ahora eran mortales. Sin embargo, cuando se revela el
ministerio de Jesús en una dimensión cósmica, nuevamente comenzamos a
ver y oír el mismo lenguaje.
Cuando comenzamos a leer el capítulo 21, Juan anuncia: “Vi un cielo nue­
vo y una tierra nueva... y el mar ya no existía más” (vers. 1). Para el mundo
mediterráneo del primer siglo, el mar era el lugar donde residía el mal. Ahora
ya no existe el mal. Y se escucha una gran voz desde el trono que anuncia el
cumplimiento final del pacto divino, que había sido prometido en varias for­
mas y en diversos momentos a través de la Biblia, pacto que siempre prometía
la morada de Dios con su pueblo (Apocalipsis 21:3, 4). La presencia de Dios
con su pueblo ha sido el tema central a través de la historia de la humanidad.
I-os seres humanos fueron creados para estar con él. Y este hecho se nos recuer­
da a través de todo el Antiguo Testamento. “Y pondré mi morada en medio de
vosotros... y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi
pueblo” (Levítico 26:11, 12). Esta frase de pacto nos recuerda constantemente
que ¡DIOS ESTÁ C O N N O SO TR O S y ESTARÁ C O N N O SO TR O S PARA
SIEMPRE! ¡Oh, querido Jesús, cuánto necesito recordar esta realidad cada día!
Más aun, Dios diseñó la forma en que su pueblo experimentaría su pre­
sencia: en el tabernáculo del desierto y posteriormente en el templo. Dios
manifestó la gloria de su presencia, así como su plan de redención, en estas
estructuras sagradas. Cuando Jesús se encarnó, vino a morar, a tabemacular,
entre nosotros (la palabra que se traduce como “morar” es la misma que se
i raduce como “tabernáculo”, pero en forma verbal), y nuevamente “vimos su
¡■ .loria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (S.
| nan 1:14).
Jesús era la representación suprema de la gloria de Dios (ver Hebreos 1:1-
3). En la Tierra Nueva, el tabernáculo de Dios está entre los humanos porque
él mora con ellos para siempre. No hay necesidad de templo porque Dios está
cu medio de ellos. “No vi ningún templo en la ciudad, porque el Señor Dios

. 59 •
A pocalipsis

Todopoderoso y el Cordero son su templo” (Apocalipsis 21:22, versión NVI;


vamos a regresar a este tema más adelante en el capítulo). Al fin Dios está
nuevamente con sus hijos a quienes había perdido en el paraíso. El pacto de
Dios les fue dado a Adán, Noé, Abraham, Moisés y David en las Escrituras
judías. Estos hombres del pasado recibieron señales del pacto y vislumbres de
su constante desarrollo.
Cuando nosotros lleguemos a la Tierra Nueva, el pacto se completará, y
experimentaremos su más extraordinaria realidad al recibir la filiación divina;
¡Somos, de hecho, hijos de Dios! ¡Dios estará con nosotros y nosotros estare-,-
mos con él! ¡Reunidos! ¡Para siempre! El cumplimiento de esta última realidad
será anunciado por Dios mismo (ver Apocalipsis 21:7). ¡Sí! “¡Fíjense qué gran
amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!” (1
Juan 3:1; versión NV I). ¡Que nadie te convenza de otra cosa!

¿Quieres de esta fruta?


El último libro de la Biblia termina con la escena de la humanidad redi­
mida regresando al árbol de la vida. El círculo se ha completado: “Después me
mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía
del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y
otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando
cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones”
(Apocalipsis 22:1, 2). El mismo árbol que Dios plantó en el paraíso en el prin­
cipio está de vuelta.
¿Recuerdas que Jesús le prometió que estaría en el paraíso al criminal que
pendía de la cruz? Pues aquí estamos, frente al árbol de la vida, cuyo fruto es
descrito con vividas y deleitosas palabras. Entonces Juan declara la séptima y
última bienaventuranza del libro: “Bienaventurados los que lavan sus ropas para
tener derecho a l árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad”
(vers. 14). La expresión “lavar sus ropas” ya ha sido explicada anteriormente en
el libro: “Han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del
Cordero” (Apocalipsis 7:14).
Los bienaventurados tienen ahora derecho al árbol de la vida — símbolo
de inmortalidad— porque han lavado sus ropas en la sangre del Cordero,
aceptando el rescate pagado por el Go’el. Esta es la única razón por la que
tienen derecho a volver al árbol de la vida; el mismo árbol que Adán y Eva
perdieron cuando siguieron al secuestrador.

60 .
El C ordero es el P rincipio r el Fin

El árbol se levanta a ambos lados del río. Esta es una alusión al Jardín
del Edén con el árbol de la vida a orillas del río que corría por el huer­
to (Génesis 2:9). Comer del árbol de la vida en el Edén significaba
vivir “para siempre” (3:22). Fue después que Adán y Eva fueron ex­
pulsados del jardín cuando se les prohibió aproximarse al árbol de la
vida y comer de él (3:23, 24). El árbol de la vida en la Nueva Jerusalén
simboliza 'a vida eterna, libre de la muerte y el sufrimiento. En la
nueva tierra — el Jardín del Edén restaurado— el árbol de la vida ya
no está más prohibido; está localizado en medio de la Nueva Jerusa­
lén, y todos los redimidos tienen acceso a él. Otra vez los seres huma­
nos comparten el don de la vida eterna del que Adán gozaba antes de
que el pecado entrara en el mundo. Todo lo que se perdió con Adán
se recupera mediante C risto*

¡Sí! ¡Se sienten y se perciben las fragancias de casa!

¡El Cordero es todo!


Espero que puedas tomar un momento para leer los últimos dos capítulos
del Apocalipsis. Analicemos un poco más dos retratos interesantes de Jesús en
estos capítulos finales de la Biblia. Leamos nuevamente Apocalipsis 21:22, 23:
“Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de
ella, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen
en ella, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera”.
El hecho de que Jesús es la Luz del mundo, ha sido desarrollado por mu­
chos autores, especialmente por Juan en su Evangelio. El lo hace desde el
mismo comienzo (ver S. Juan 1:1-5). El Verbo estaba con Dios y fue el Agente
activo de la creación. El mismo era Luz (ver 1:4). Y así como ocurrió en el
proceso de la creación, cuando apareció la luz, las tinieblas fueron expuestas
(1:5; ver también 3:18-21). Juan continúa diciendo que Jesús era la “luz verda­
dera, que alumbra a todo hombre” (1:9). Cada persona tiene la posibilidad de
aceptar o rechazar la Luz. Pero entonces se nos dice que cuando la Luz vino a
lo suyo, a su propio hogar, los que estaban en el hogar no la recibieron; ¡qué
tragedia! Se supone que el hogar es el lugar donde todos conocen tu nombre.
El Verbo, el Dador de la vida, el Dador de la luz, venía a este mundo: “En el

*. Ranko Stefanovic, Revelation o f Jesús Christ, 2‘ edición (Berrien Springs, Michi­


gan: Andrews University Press, 2009), p. 604

• 61 •
A pocalipsis

mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A


lo suyo vino, y los suyos no le recibieron (vers. 10, 11). ¡Qué triste noticia! Pero
también hay buenas noticias: Algunos aceptaron la Luz. Y a los que lo recibie­
ron porque creyeron en él, les dio un regalo, una nueva identidad: hijos de
Dios (filiación divina; ver Apocalipsis 21:7). En una de sus declaraciones de
“YO SOY” que se encuentra en este Evangelio, Jesús declara enfáticamente:
“Yo soy la Luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que
tendrá la Luz de la vida” (S. Juan 8:12; mayúsculas añadidas; ver también 9:5).
En Apocalipsis, Juan revela que el Cordero es la lumbrera de la Nueva Jerusa-
lén. ¡Jesús nos ilumina desde el Génesis hasta la eternidad!
En su evangelio, Juan también desarrolla el tema de Jesús como el Taber­
náculo de Dios. “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y
vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de
verdad” (S. Juan 1:14). Las palabras usadas en este versículo son de la mayor
importancia. Primero, la elección por parte de Juan de la palabra carne, tiene
la intención de destacar el hecho de que el Verbo no tenía solo una apariencia
espiritual sino un cuerpo físico real. Jesús es plenamente Dios y plenamente
hombre. En segundo lugar, la palabra “habitó” tiene el significado de acam­
par, o en el lenguaje propio del Antiguo Testamento tabernacular entre noso­
tros. Esta es una palabra clave porque proviene de la raíz “tabernáculo”, el
Santuario del desierto, donde la presencia de Dios moraba con su pueblo.
Juan quiere que sus lectores capten y entiendan la conexión de este término
con el tabernáculo construido por Moisés en el desierto. Inmediatamente él usa
otra palabra, “gloria”, que también guarda relación con el vocabulario del taber­
náculo: “Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de
Jehová llenó el tabernáculo” (Exodo 40:34). Ahora el tabernáculo es de carne y
vemos la gloria de Dios por medio de Jesucristo. El es la plena revelación de la
gloria de Dios. Más aun: su mayor gloria es la cruz, donde Dios se revela más
plenamente. Cuando la humanidad pecó, Dios encontró la forma de continuar
su relación con nosotros, y desarrolló la idea del tabernáculo (santuario, tem­
plo), a fin de que los servicios y los sacrificios realizados allí pudieran demostrar
su plan para nosotros, y pudiéramos entender la obra de redención de Jesús en
nuestro favor. Cuando Jesús vino a la tierra, vino a tabernacular entre nosotros,
y vimos más claramente la gloria de Dios (S. Juan 1:14). Cuando Jesús ascendió
al cielo, dejó a los miembros de su iglesia como templos mediante los cuales su
gloria podía ser revelada. ¡Ahora en la Nueva Jerusalén, el Cordero es el Templo

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E l C ordero es el P rincipio r el Fin

para siempre, y Dios mora (planta su tabernáculo) con nosotros por la eterni­
dad! (ver Apocalipsis 21:3, 22). ¡Verdaderamente es Emanuel, Dios con noso­
tros! ¡Quiere estar cerca de nosotros! ¡Para siempre!

Finalizando en el principio
Al final del libro de Apocalipsis tenemos un retrato multidescriptivo de
Cristo, en el que se repiten algunas descripciones de Jesús que hemos encontrado
al comienzo del libro: “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el prime­
ro y el último... Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de
la mañana” (Apocalipsis 22:13, 16). ¡Sí! Jesús estaba allí al principio y es el fin de
nuestra historia en la tierra. ¡El es todo en todos! La última vez que se registran
en la Biblia las propias palabras del Cristo resucitado son las de Apocalipsis
22:20: “Ciertamente vengo en breve”. ¿Puedes sentir la ansiedad de un padre
que regresa por sus hijos?... La respuesta de Juan también nos representa a todos
nosotros que hemos deseado durante tanto tiempo ver a nuestro Redentor y es­
tar con Dios para siempre: “Amén; sí, ven, Señor Jesús” (vers. 20). ¡Sí! ¡Agregue­
mos nuestras voces anhelantes: ¡Amén! ¡Ven Señor Jesús! ¡Ven pronto!
Comencé este capítulo describiendo los anuncios de Salt Lake City: “¡Eli-
zabeth: Bienvenida a casa!” Bueno... ya me puedo imaginar los anuncios ce­
lestiales por todas partes mientras nos acercamos al cielo: “¡Queridos hijos:
Bienvenidos a casa!” Casi puedo escuchar la voz de Jesús diciendo: “¡Ellos es­
tán vivos! ¡Y están en mis brazos!”
Esta es la historia real de la humanidad desde el principio hasta la eterni­
dad. El Cordero es vencedor y el villano ha perdido. Es el círculo completo
desde la creación a la redención hecho posible solo porque el Cordero pagó el
precio de nuestro costoso rescate. Es la historia del rescate exitoso de Dios de
sus hijos secuestrados. ¡Conocemos el fin de la historia! El Apocalipsis puede
ser sintetizado en dos palabras: ¡JESÚS GANA! ¡JESÚS GANA! No necesita­
mos estar ansiosos. No necesitamos estar temerosos. Solo necesitamos recor­
dar cómo termina:

Y Dios y sus hijos vivieron felices para siempre...


FIN

Que, gracias al Cordero, es solo


¡EL PRINCIPIO!

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