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Nadie lo diría pero la capital alemana tiene playas para todos los gustos
repartidas por toda la ciudad. Desde la céntrica playa situada en la Isla de los
Museos, muy concurrida y popular, a la clásica Yaam (Young African Arts MArket)
situada en Friedrichshain y el Capital Beach, cerquísima de la estación central y
el barrio gubernamental. Arena, sombrillas, tumbonas, bebidas refrescantes junto al
río Spree, una gozada.
Mauerpark, Berlín
La capital más joven y alternativa de Europa sorprende con su gran mercadillo al
aire libre de los domingos. Situado en el enorme parque que ocupa uno de los tramos
del antiguo Muro de Berlín, en el Mauerpark (en Prenzlauer Berg) se puede encontrar
de todo, desde objetos de la antigua Alemania del Este y ropa vintage, a obras de
arte de artistas noveles, fotografías y artesanía.
Mauerpark, Berlín. Situado en el enorme parque que ocupa uno de los tramos del
antiguo Muro de Berlín, este mercado es un imán para los jóvenes y para todo aquel
que disfruta vagando por puestos de muebles, objetos de la antigua Alemania del
Este y ropa vintage, pero también obras de arte de artistas noveles, fotografías y
artesanía. Ambiente relajado, música, espacios para hacer un picnic, tenderetes con
comida, el Mauerpark (en Prenzlauer Berg) es un plan a tener en cuenta para pasar
un delicioso y divertido domingo.
Mauerpark
El nombre del Mauerpark (parque del Muro) recuerda que aquí hubo una imponente
frontera que separaba la antigua zona de Prenzlauer Berg y Wedding. Los fines de
semana se convierte en uno de los lugares más animados y dinámicos de Berlín con un
rastro, espontáneas actuaciones musicales, gente paseando o deleitándose con un
picnic.
La Potsdamer Platz se presenta ahora como una ventana al mundo del cine: el Sony
Center, el Museo del Cine y la Televisión con los tesoros de la gran Marlene
Dietrich, el paseo de la fama en tres dimensiones y, como una reliquia renovada, el
semáforo de cinco caras que nos recuerda que aquello fue la zona más transitada de
la ciudad. Si nos fijamos veremos al Ampelmann, el hombrecillo con sombrero que
aparece en las luces verdes y rojas de los pasos de peatones. Se hizo tan famoso
que tiene una tienda en la Karl-Lieb-knecht Strasse 5, como si fuera un Mickey
Mouse alemán.
Muchos lugares impactan, pero ninguno con la intensidad del Monumento al
Holocausto: 2.700 bloques de hormigón como tumbas gigantes que ondulan igual que un
campo de trigo para la reconciliación con el pasado más reciente. Sobrecogedor
también el cuadrado de la Bebelplatz, en el que se ven estanterías vacías. En 1933
las SS quemaron libros en un aquelarre feroz, y para recordarlo, los berlineses
hicieron ese hueco en el asfalto.
Hay que cruzar el río Spree para descubrir el barrio de Kreuzberg, llamado "el
pequeño Estambul" porque un tercio de la población es de origen turco. No has
estado en Berlín si no has ido al mercado turco de Maybachufer, toda una
institución. Venden alimentos frescos, comida preparada, pequeños
electrodomésticos, ropa y joyas. También es el mejor barrio para comer: desde el
clásico restaurante Die Henne, de 1908, al mítico Weltrestaurant Markthalle, donde
casi solo se puede tomar schnitzel (escalope vienés) con patatas. Eso sí,
posiblemente acompañados por actores de culto como Birol Ünel, de origen turco.
04 de abril de 2014
En Berlín, como en toda gran capital, hay autobuses turísticos como el City Circle
Sightseeing, que por 22 euros le dan al forastero una vuelta de dos horas con unos
auriculares que chicharrean en 13 idiomas. Pero también hay un autobús urbano
normal y corriente, el número 100, que hace un recorrido similar por nada, si se
tiene la tarjeta Berlin Wellcome, o por 2,40 euros, si hay que pagar el trayecto.
El 100ter Bus o Hunderter Bus fue el primero que, tras la reunificación alemana,
circuló entre el centro del Berlín occidental (Zoologischer Garten) y el centro del
oriental (Alexanderplatz) y en su ruta enhebra lugares emblemáticos como la iglesia
memorial del Kaiser Guillermo, la columna de la Victoria, el Reichstag, la Puerta
de Brandeburgo, la catedral o la torre de la Televisión. Y lo hace en solo 27
minutos. Lo bueno, si breve y gratuito, tres veces bueno.
No todos los que van a la Filarmónica de Berlín son potentados que sueltan
alegremente 220 euros para sentarse en las mejores butacas. Hay humildes melómanos
que pagan solo siete para ver los conciertos de pie y que están deseando que llegue
el martes, como si fuera domingo, porque ese día, a las 13.00, miembros de la
Filarmónica y de otras orquestas de la ciudad tocan en el foyer sin coste alguno
para los asistentes. Se llaman Lunchtime Concerts, o conciertos de la hora de
comer, pero hay que llegar con tal anticipación para conseguir asiento (mínimo, 45
minutos), que más bien son de la hora del bocata. Para no levantar la liebre, el
programa se anuncia unos pocos días antes en www.berliner-philharmoniker.de. Estos
conciertos informales son también una excelente ocasión para admirar el edificio de
la Philharmonie, obra de Hans Scharoun (1893-1972), uno de los máximos exponentes
de la arquitectura orgánica europea.
10 Monte de espías
Que queremos más verde, pero mucho más, pues ahí está Grunewald, la Casa de Campo
berlinesa, un bosque de 3.000 hectáreas que se explaya al oeste de la ciudad, hasta
el río Havel. Caminando media hora, descubriremos Teufelsberg, la Montaña del
Diablo, que no la creó ningún poder infernal, sino los propios berlineses
amontonando los escombros de la capital después de la Segunda Guerra Mundial. En su
cima, a 115 metros de altura, la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense
construyó una estación de escucha para espiar lo que se cocía detrás del telón de
acero. Hay que tomar la línea 5 del S-Bahn hasta la estación del Olympiastadion y
luego andar un par de kilómetros. No tiene pérdida, porque es la montaña más alta
de Berlín.
11 La cúpula de Foster
En la misma Auguststrasse, en el número 24, abre sus puertas desde 1913 Clärchens
Ballhaus, un salón de baile (con café y restaurante) de lo más retro, divertido y
asequible, donde por la tarde dan clases muy baratas, incluso gratuitas, de salsa,
tango, swing y chachachá, y a partir de las nueve de la noche se puede practicar lo
aprendido (o lo que ya se sabía) sin hacer gasto. Si acaso, una cervecita para
reponer sales.