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Los siete pecados capitales, conocidos también como los 7 pecados

capitales, o simplemente, pecados capitales, son la clasificación que


hace el cristianismo sobre los vicios en que pueden caer las personas. La
palabra capital no hace referencia a que el pecado sea de mayor
importancia, sino a que estos son el origen del resto de pecados, tal y
como afirmó santo Tomás de Aquino.

Qué duda cabe que desde que el hombre es hombre, el pecado capital
ha estado siempre presente en su persona. De hecho, incluso se podría
decir que desde el hecho primigenio en el que Adán muerde la manzana
que le dio a probar Eva, conforma en sí mismo todos y cada uno de ellos.
Y, quién sabe, si quizá por ello, en la actualidad, en pleno siglo XXI, el
hombre digital sigue condenado.

¿Qué es el pecado?
¿Son todos los pecados iguales?
El pecado mortal y el pecado venial
Ni que decir tiene que, por norma general, tanto hombres como mujeres,
tenemos a comportarnos de una manera, de un modo acorde con lo que
se espera de nosotros. Sin embargo, resulta extraño ver como, por
mucho que lo intentemos y por muchos esfuerzos que pongamos en ello,
alguno de los 7 pecados capitales recaen sobre nosotros como una
pesada losa ante la que, por mucho que nos cueste admitir, no podemos
hacer nada. ¿O es que alguien, nunca mejor dicho, está libre de pecado?
Por supuesto que no.
1849 El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia
recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a
causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del
hombre y atenta contra la solidaridad humana. Ha sido definido como
“una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna” (San
Agustín, Contra Faustum manichaeum, 22, 27; San Tomás de
Aquino,Summa theologiae, 1-2, q. 71, a. 6) )

1850 El pecado es una ofensa a Dios: “Contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces” (Sal 51, 6). El pecado se levanta contra
el amor que Dios nos tiene y aparta de Él nuestros corazones. Como el
primer pecado, es una desobediencia, una rebelión contra Dios por el
deseo de hacerse “como dioses”, pretendiendo conocer y determinar el
bien y el mal (Gn 3, 5). El pecado es así “amor de sí hasta el desprecio
de Dios” (San Agustín, De civitate Dei, 14, 28). Por esta exaltación
orgullosa de sí, el pecado es diametralmente opuesto a la obediencia de
Jesús que realiza la salvación (cf Flp 2, 6-9).
1852 La variedad de pecados es grande. La Escritura contiene varias
listas. La carta a los Gálatas opone las obras de la carne al fruto del
Espíritu: “Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza,
libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas,
divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas
semejantes, sobre las cuales os prevengo como ya os previne, que
quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios” (5,19-21;
cfRm 1, 28-32; 1 Co 6, 9-10; Ef 5, 3-5; Col 3, 5-8; 1 Tm 1, 9-10; 2 Tm 3,
2-5).

1853 Se pueden distinguir los pecados según su objeto, como en todo


acto humano, o según las virtudes a las que se oponen, por exceso o por
defecto, o según los mandamientos que quebrantan. Se los puede
agrupar también según que se refieran a Dios, al prójimo o a sí mismo;
se los puede dividir en pecados espirituales y carnales, o también en
pecados de pensamiento, palabra, acción u omisión. La raíz del pecado
está en el corazón del hombre, en su libre voluntad, según la enseñanza
del Señor: “De dentro del corazón salen las intenciones malas,
asesinatos, adulterios, fornicaciones. robos, falsos testimonios, injurias.
Esto es lo que hace impuro al hombre” (Mt 15,19-20). En el corazón
reside también la caridad, principio de las obras buenas y puras, a la que
hiere el pecado.

Ni que decir tiene que, por norma general, tanto hombres como mujeres,
tenemos a comportarnos de una manera, de un modo acorde con lo que
se espera de nosotros. Sin embargo, resulta extraño ver como, por
mucho que lo intentemos y por muchos esfuerzos que pongamos en ello,
alguno de los 7 pecados capitales recaen sobre nosotros como una
pesada losa ante la que, por mucho que nos cueste admitir, no podemos
hacer nada. ¿O es que alguien, nunca mejor dicho, está libre de pecado?
Por supuesto que no.

Sería complicado decir cuál de ellos es peor o puede tener peores repercusiones.
De hecho, y por comentarlos en el orden en el que los hemos mencionado decir
que si bien es cierto que la gula muchos no lo consideran un pecado, en los libros
sagrados sí se tiene en cuenta como tal.
Pero es que la avaricia, la codicia ni siquiera está bien visto en la sociedad de hoy
en día. De hecho, el simple hecho de llamar a una persona avariciosa, puede
incluso tener connotaciones un tanto peyorativas. Y qué decir de la ira, la cual, se
podría considerar como uno de los pecados capitales por excelencia y ante la que
nada podemos hacer cuando nos toca ya que, algo que no podemos describir nos
invade y solo podemos desear que pase lo más rápidamente posible.

La pereza, para qué vamos a engañarnos, siempre nos llega a todos y cada uno de
nosotros en algún momento de nuestra vida con las consecuencias, nefastas por
cierto, que puede llegar a tener para muchos. Pero es que la lujuria no es mejor
ya que nos puede crear muchos problemas. Unos problemas que vienen desde
tiempos remotos ya que nunca ha estado bien visto por nadie.

Para terminar el repaso a la historia del pecado capital, no podemos dejar de


mencionar la envidia y la soberbia. Dos pecados que para muchas personas
pueden ir de la mano ya que uno puede ser incluso la consecuencia del otro. Es
más, muchas de las personas que se las podrían considerar como envidiosas
pueden ser al mismo tiempo soberbias ya que no aceptan el hecho de no ser
mejor que alguien o no poseer aquello que otra persona sí posee.

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El orgullo o la soberbia, es la estima en uno mismo, o amor propio que no
debería producirse, en busca de la atención y el honor hacia la propia
persona, siendo esto contrario a Dios.
Por ello, se trata de una forma de blasfemar el alma, que provoca que se
produzcan otros errores humanos. De forma estricta, se trataría del
orgullo que busca aquella persona que trata de igualarse a Dios.
La soberbia es por tanto, amarse en demasía, haciéndonos despreciar a
Dios y al resto. Somos personas con soberbia, cuando pensamos que
somos capaces de hacer cualquier cosa, que no requerimos de Dios, ni
de nadie más, cuando pensamos que somos los más inteligentes, los
más perfectos, y tomamos por personas de menor valía a los demás,
cuando una persona es presumida o le gusta ser el centro de atención, o
cuando pretendemos que todo el mundo actúe según nuestro parecer,
cuando creemos que merecemos todo, o cuando sólo hablamos de
nosotros mismos.
Las personas que padecen de soberbia, se pueden manipular con
facilidad, basta con enaltecer su ego, para poder obtener de ellos
cualquier cosa, y de forma general, bajo ese escudo de arrogancia, se
esconde una baja autoestima, propia de una persona que sufre. Siempre
pretenden salirse con su objetivo a cualquier coste, lo que provoca una
vacío emocional y una gran desdicha, aunque traten de disimularlo con
una capa de contento y alegría.
La soberbia es por tanto, uno de los mayores pecados según la Biblia, y
además es una de las raíces mismas del pecado, siendo su origen el
mismo pecado original. Como en el primer pecado, se trata de la rebeldía
frente a Dios, en el deseo de los hombres de considerarse como dioses,
creyendo conocer el bien y el mal.
A continuación algunas formas de que quede representada la soberbia:
-Ser vanidoso: La búsqueda del aprecio y de quedar bien frente a los
demás.
-Ser engreído: Creerse muy importante, pensar que uno es más de lo que
realmente es.
-Ser arrogante: Mostrar una actitud de superioridad frente al resto.
-Ser autosuficiente: Pensar que una persona es capaz de hacerlo todo
por uno mismo, sin necesidad de Dios, ni de otras personas.
-Ser susceptible: No aceptar las críticas o correcciones, o molestarse por
ellas sin razón.
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La avaricia, proviene del latín “avarus”, que significa “codicioso”, es el
deseo y ansia excesiva por obtener riqueza.
La especial maldad de este pecado, consiste en la búsqueda continua de
obtener propiedades, dinero y demás, con el único objetivo de vivir por y
para eso.
Es conocido como un pecado capital, ya que por medio de dicho
enriquecimiento se cometen otros mucho pecados, y en algunos casos,
mucha gente lo “esconde” atribuyendo dicha avaricia a una búsqueda de un
ahorro para el futuro. Este pecado capital consiste en tener una fuerte
ambición por lograr la posesión de cosas materiales. Somos personas
avaras, cuando lo único que queremos es obtener bienes materiales, y no
importa lo que hagamos para conseguirlos.
No hay que confundir la avaricia con el deseo de
superarseeconómicamente a uno mismo por medio del trabajo honrado, lo
que sería correcto. El problema recae cuando únicamente se piensa en obtener
más, en lugar de concentrarse en ser mejor persona con el prójimo.
El propio décimo mandamiento se muestra en contra de la avaricia, pues
expresa “No codiciarás los bienes ajenos”, dejando claro que esta sería una
muestra de avaricia, siendo este uno los de siete pecados capitales.

La Ira implica enfadarse sin medir dicho enfurecimiento, y tener deseo de


vengarse por actos en los que se ha visto perjudicado. La ira es una reacción
en la que la persona se irrita por un daño sufrido real o aparente, donde
sentimos que ha sido vulnerado aquello que pensamos merecer.
Se produce por un sentimiento de frustración, de no alcanzar alguna
necesidad u objetivo, y puede variar en su intensidad, (mayor o menor
intensidad en la irritación).
Cuando la ira se apodera de nosotros, llevamos a cabo actos de los que
posteriormente nos podemos arrepentir, pues no solo nos vemos afectados
nosotros mismos, sino también la gente que se encuentra a nuestro alrededor,
quienes reciben nuestra ira, ya sea por comentarios hirientes o directamente
desprecio, de forma que aún nos sentimos peor con posterioridad, pues nuestra
reacción ha sido desmedida. Se encuentra relacionado con la soberbia, en
nuestra incapacidad de pedir disculpas por la actitud.
En las propias escrituras podemos observar como Dios actúa de forma
contraria a nosotros:
“El Señor es compasivo y clemente, lento a la ira, rico en amor. No acusa de
manera inapelable ni guarda rencor eternamente; no nos trata según nuestros
pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas…” Salmo 103, 8-10

La lujuria, es el deseo desordenado de recibir placer sexual. Se es una


persona lujuriosa, cuando buscamos el placer sexual en sí mismo, sin importar
si es antes o fuera de una unión matrimonial, sin importar que estás
ofendiendo por ello a tu pareja, y haciendolo únicamente por disfrute, sin
intención de que la unión sea para lograr el embarazo.
Estos actos son desordenados cuando no son conformes al propósito
divino, esto es, dar amor mutuo entre la pareja unida en matrimonio, con el
objetivo de lograr descendencia.
La lujuria es a su vez, origen de otros pecados:
-La masturbación, actos homosexuales* o pornografía.
-La fornicación, esto es, mantener relaciones sexuales fuera de matrimonio.
-La violación, prostitución o pederastia.
El propio catecismo de la Iglesia Católica, en su número 2359 afirma: Las
personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de
dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el
apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental,
pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana
El objetivo de mantener relaciones sexuales es doble, por un lado unir a la
pareja, y por otro lograr descendencia, esto debe tener lugar dentro de una
unión sagrada de Matrimonio, ya que en caso contrario se debe guardar
castidad.
*Si bien en las enseñanzas del catecismo cristiano aparece la homosexualidad
como algo ajeno a la propia perfección cristiana; la tolerancia y el amor hacia el
prójimo deben imperar en estos casos. El propio Papa Francisco afirmó que “Si
una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿Quién soy yo para
juzgarlo?”.

La gula es el deseo excesivo de placer derivado del consumo


de comida o bebida. También podría estar unido al consumo
de estupefacientes. Pecar de gula implica beber y comer
sin medida, comer por el puro hecho de comer, pese a que
cuando lo hagas ya no te encuentres hambriento, y cuando
todo el día estás pensando únicamente en comer. También
implica beber de forma excesiva hasta llegar a un punto de
embriaguez.
Según Santo Tomás y San Gregorio, uno puede ser
culpable del pecado de gula de cualquiera de las siguientes
formas:
 Comer de forma demasiado rápida

 Comer fuera de horario y necesidad.

 Comiendo o bebiendo de forma excesiva.

 Buscando comida únicamente exquisita.

Sostienen que la Gula es un pecado capital, cuando uno


elige antes el placer de comer y beber que a Dios.
Al tratarse de un pecado capital, la gula es el germen
de otros muchos pecados y vicios, ya que las personas pierden
la razón cuando el cuerpo se encuentra lleno de comida o bebida,
perdiendo el control de lo que deberían ser nuestras
acciones.
Entre otros, ocasiona los siguientes pecados:
 Estupidez del intelecto

 Placer excesivo por el consumo de comida y bebida,

que le siguen actos de imprudencia y acciones de


poca dignidad.
 Hablar demasiado, lo que puede implicar cometer

otros pecados.
 Lujuria, provocada por el estado de embriaguez tras el consumo
de bebida.
Además, el consumo excesivo de comida y bebida, también causa los
siguientes efectos:
 Debilita el organismo
 Empobrece las muestras de afecto
 Destruye la paz familiar
 Te aísla de la sociedad, de forma especial con la bebida.

La pereza implica que una persona descuida sus obligaciones,


es
la falta culpable de esfuerzo, ya sea este físico, espiritual,
acedia u ociosidad.
Pecamos de pereza cuando tenemos desgana (siendo esta por
nuestra culpa) para llevar a cabo el cumplimiento de las
obligaciones, tanto en el trabajo como en el estudio.
Incluye el estar ociosos, o la propia procrastinación (dejar
para mañana aquello que podrías hacer hoy).
Se considera también pereza espiritual, cuando existe
desgana para cumplir con los mandamientos divinos y
responder a las gracias divinas. Como cuando no
acudimos a la iglesia y deberíamos hacerlo.
Se es perezoso cuando impulsados por el cansancio o
desgana,dejamos de hacer aquello que deberíamos hacer.
El propio catecismo de la Iglesia, afirma que entre otros, genera los
siguientes pecados hacia Dios:
 La acedia
 La ingratitud
 La indiferencia

 El odio a Dios

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