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La historia natural que se practicó en la época del humanismo (ss.

XV y XVI) Era un
saber alegórico y emblemático que estaba entregada a lo extraño y lo sorprendente y se
centraba en los conocimientos populares y en las aplicaciones y usos de los animales y
las plantas. Los naturalistas de entonces coleccionaban especies y las describían y
clasificaban con criterios más o menos aristotélicos y algunos de ellos completamente
extraños para nosotros. Con el descubrimiento del Nuevo Mundo y los viajes a Oriente
de donde se traían nuevas especies, las colecciones aumentaban, el saber de los clásicos
quedaba rebasado y donde la ciencia comenzó a fundarse más en la experiencia sensible
del mundo que en la palabra de los antiguos, más en el trabajo de campo que en el de la
biblioteca. Las tareas de tres médicos renacentistas nos hablan de los caminos que estaba
emprendiendo la ciencia. El belga Andrea Vesalio (1514-1564) reivindicó la disección y
publicó un tratado magníficamente ilustrado que revolucionó los estudios anatómicos
(1543). El sevillano Nicolás Monardes (ca. 1493-1588) escribió la Historia medicinal de
las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales (1574). A su vez, Andrea Cesalpino
(1519-1603), médico, filósofo y botánico toscano, quien clasificó las plantas a partir de
sus órganos de reproducción y sus semillas
La época clásica de la historia natural
Son muchas de las ideas taxonómicas que han seguido vigentes hasta nuestros días,
principalmente el sistema linneano y su nomenclatura binomial, pero siendo algo
generosos podríamos remontarnos a los días de John Ray (1627-1705) considerado por el
mundo angloparlante el fundador de la botánica moderna, es fiel exponente de la teología
natural y el argumento del designio, el entorno habitual de la ciencia del periodo, definió
con cierta precisión el concepto de especie a partir de las similitudes morfológicas.
Joseph Pitton de Tournefort (1656-1708). Estableció el concepto de género, la categoría
que media entre familia y especie, recogió y clasificó plantas en Europa Occidental y el
Levante. Karl von Linée (Linneo, 1707-1778) conocido como el Nuevo Adán (dio
nombre nuevo a todas las especies!), su libro Species plantarum (1753) pasara por ser la
Biblia de la botánica. Sus dos grandes conquistas fueron la sistemática (su modelo de
clasificación) y el método que ideó para nombrar las plantas.
Linneo culminó la fantasía aristotélica: encasillar todas las especies en virtud de unos
rasgos formales y funcionales. La nomenclatura que ideó es un prodigio de simplicidad y
pedagogía, una regla mnemotécnica que inventó para facilitar el aprendizaje y que
consiste en la célebre fórmula binomial con los nombres latinos genérico y específico, la
fórmula con que se siguen nombrando los seres vivos. Cuando dio con ella, dijo que había
tenido la sensación “de haberle puesto el badajo a la campanilla”. Calendula officinalis
(la caléndula, la flor de difuntos o rosa de los muertos); Giraffa camelopardalis (la jirafa,
cuyo nombre específico es un tributo a su nombre latino, a Plinio): así es, cuando uno se
topa con la palabra justa para designar algo parece como si la misma cosa resonara a
través de sus letras.

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