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Giro a la izquierda

El enorme triunfo de López Obrador augura un


profundo cambio en México
3 JUL 2018 - 00:00 CEST

Andrés Manuel López Obrador ganó con rotundidad las elecciones del domingo en
México. El tsunami de votos que le ha llevado a Los Pinos (30 puntos de diferencia
sobre el siguiente candidato) tiene su origen en el indudable hartazgo de muchos
mexicanos con la corrupción y la inseguridad que ahogan al país desde hace décadas y
que los partidos del régimen que se habían alternado en el poder (PRI Y PAN) se
mostraron incapaces de atajar, cuando no fueron cómplices en su extensión.

Esa avalancha de voto popular anticipa una liquidación más o menos ordenada de ese
régimen y deja a López Obrador con un amplio margen para conformar el futuro de la
segunda economía de América Latina. Por primera vez desde que México comenzara a
celebrar elecciones libres, alguien a quien la izquierda considera su representante más
nítido alcanza la presidencia, con un claro programa de cambio social.

En los más de 40 años que lleva en política (algunos de ellos en las filas del PRI), López
Obrador se ha distinguido precisamente por ese activismo social en un país plagado por
las desigualdades. Ello, junto con su calculada ambigüedad en asuntos económicos
durante la campaña, había suscitado no pocos temores y acusaciones de que su mandato
podría acabar descalabrando a México por una espiral de gasto desbocado y crisis
financiera.

Resulta por ello muy significativo que entre los primeros mensajes que el presidente
electo se apresuró a transmitir en su primer discurso el domingo por la noche figurase el
compromiso de respetar la autonomía del banco central. A ello se sumó otro en la misma
línea de tranquilizar a los actores económicos nacionales y extranjeros: pese a la
necesidad de buscar reacomodos en los Presupuestos tras el masivo voto por el cambio
del domingo, el futuro presidente se comprometió a no aumentar la deuda, así como
mantener la ortodoxia financiera.

Pese a los contrastes, México es una sociedad moderna y vibrante. Muchos en el país (y
fuera) temen que el triunfo indiscutible de López Obrador ponga en riesgo las frágiles
instituciones que los mexicanos se han esforzado en levantar desde los cimientos.

La debilidad en la que quedan los partidos derrotados augura no solo una profunda
reorganización del tablero político, sino también un periodo de debilidad forzada en su
labor de oposición y fiscalización del poder. Los mexicanos aprecian sus instituciones
(como el instituto electoral que ha garantizado la limpieza de estos comicios) y
tolerarían mal cualquier retroceso, especialmente en la independencia judicial o la
libertad de prensa.

Es alentador que el futuro presidente (solo asumirá el cargo el 1 de diciembre) haya


hecho referencia expresa a todas estas sombras de su campaña: abogó por la
“reconciliación” de todos los mexicanos, prometió defender y ampliar las libertades
individuales y sociales, y respetar las instituciones. Habrá “cambios profundos”, pero
serán siempre dentro de la Constitución y las leyes. El enigma López Obrador comienza
a desvelarse. Solo cabe desear que el resultado redunde en un México más igual, más
rico y más libre.

Otro México
Triunfó en las urnas el país de los derechos humanos,
los desfavorecidos, y los jóvenes
Conéctate
Jorge Volpi
3 JUL 2018 - 00:00 CEST

Este primero de julio de 2018 fue derrotado el México de las élites y el México de la
desigualdad. El México neoliberal y el México de la guerra contra el narco. El México
de la corrupción como modo de vida y el de las 200.000 muertes en dos sexenios. El
México de Ayotzinapa y el de la Casa Blanca. El México que se obcecó con cerrar los
ojos a la barbarie y el del miedo al cambio. El México de la desilusión y el del
conformismo. El México de quienes defienden doce años de desastre como nuestra
única normalidad posible.

Triunfó otro México. El México que despertó en la Revolución mexicana y quedó


adormecido por casi 70 años de revolución institucionalizada. El México que, desde
1968, se batió por la democracia y el ensanchamiento de nuestra ciudadanía. El México
de los movimientos sociales y el de los activistas por los derechos humanos. El México
de los desfavorecidos, de los olvidados, de los invisibles. El México de los jóvenes que
anhelan un futuro mejor.

Triunfó, también, la democracia: ese sistema que le permite a los ciudadanos elegir a
sus gobernantes y castigar, con la fuerza del voto, a quienes los han traicionado. Fueron
elecciones de decepción y de cólera: el voto de castigo a un sistema incapaz de mejorar
las condiciones de vida de la mayoría. Y se transformaron, hoy, en elecciones de
optimismo: ante el panorama que dejamos atrás, se trata del resultado más sensato. Tras
las decepciones del Brexit, Estados Unidos o Colombia, un país demostró que puede
imaginar una nueva narrativa de esperanza. Cualquier demócrata debería celebrarlo.

Lo anterior no implica que la victoria no sea, asimismo, de Andrés Manuel López


Obrador y su movimiento. Sus defectos se convirtieron en virtudes: su obcecación, su
temple, su fe (habrá que llamarla fe) hacia su propia causa y hacia sí mismo. Contra
viento y marea —uso intencionalmente el título vargasllosiano—, logró, en su tercer
intento, la presidencia de la República. Su campaña fue tan precisa como desastrosa la
de sus rivales. Fiel a sí mismo, asentó los únicos temas que parecían importarle, la
desigualdad y la corrupción, y dejó que Ricardo Anaya y José Antonio Meade se
aniquilasen mutuamente. La cruel derrota de ambos cimbrará a sus partidos: el PRI,
otrora hegemónico, podría volverse testimonial, mientras que en el PAN (por no hablar
del PRD) ya ha comenzado el fratricidio. He aquí uno de los peligros que nos acechan:
no tanto la falta de contrapesos ahora, cuando hay un mandato claro hacia Morena,
como de alternativas en caso de que falle.

Tras la celebración ha de empezar la inmediata reconstrucción del país. AMLO ha


dejado claras sus prioridades: de seguro no tardará en activar programas sociales y
mecanismos redistributivos para paliar la desigualdad; más incierto es cómo erradicará
la corrupción: su ascenso a la Silla del Águila no operará un milagro. Y más ardua aún
será su tarea frente a la violencia. Se impone que siga un programa con el que no
simpatiza del todo: extirpar el maniqueísmo de la guerra contra el narco, resolver las
causas sociales que impulsan al crimen, reformar los cuerpos de seguridad e iniciar la
legalización de las drogas.

Igual de urgente es un desafío que apenas abordó en su campaña: la construcción de un


sistema de justicia confiable, eficaz e independiente. El adjetivo crucial es
independiente: la medida de su convicción democrática quedará asentada en su posición
sobre este punto. De ello dependerá, a la vez, el éxito de su lucha contra la violencia y la
corrupción: un país como el nuestro, donde nueve de cada diez homicidios quedan
impunes, no tiene alternativa.

México inicia una nueva era, tan apasionante como incierta. López Obrador está
obligado a detallar un sinfín de medidas para cumplir sus metas y tranquilizar no tanto a
los mercados como a quienes se han obsesionado en dibujarlo como un aprendiz de
dictador. El éxito de su Gobierno, y del país, radicará en que logre preservar lo mejor
que ha exhibido en esta campaña y en reprimir cualquier sesgo autoritario. México le ha
concedido una oportunidad invaluable: con el concurso de todos los ciudadanos, quienes
lo votaron y quienes no, lograr que ese otro México —pacífico, próspero, libre y justo—
sea posible.

Jorge Volpi es escritor. @jvolpi

Austria no tiene razón


Por primera vez, la presidencia del Consejo Europeo
está ocupada por un Gobierno en el que casi la
mitad de los ministros militan en un partido de
extrema derecha. Exacerba los miedos de la
opinión pública con la emigración, el asilo y el
terrorismo
Emilio Menéndez del Valle
3 JUL 2018 - 00:00 CEST

Austria ostenta la presidencia temporal de la Unión Europea desde el 1 de julio, pero


días antes de acceder a ella el Gobierno ultraconservador de Viena había cometido ya un
crimen de lesa europeidad al violentar los principios y valores que desde su fundación
en los años cincuenta del pasado siglo han promovido las comunidades europeas,
recogidos en el artículo 21 del Tratado de la Unión: “La acción de la Unión en la escena
internacional se basará en los principios que han inspirado su creación, desarrollo y
ampliación y que pretende fomentar en el resto del mundo: la democracia, el Estado de
derecho, la universalidad e indivisibilidad de los derechos humanos y de las libertades
fundamentales, el respeto de la dignidad humana, los principios de la Carta de Naciones
Unidas y del derecho internacional...”.

Ese Gobierno —cómplice de otros varios— ha tocado a rebato. A pesar de que en lo que
llevamos de año han llegado solo 41.000 mientras que en 2015 fueron más de un millón
los inmigrantes, sostiene —como otros varios— que Europa está sufriendo una
avalancha de musulmanes, delincuentes, malandrines y otras especies de diverso pelaje,
casi ninguno blanco, que pretenden poner fin a nuestra cristiana civilización. Poco
importa que la oleada no sea tal, que las cifras de los condenados de la Tierra,
desheredados de la Historia, que arriban a nuestras costas huyendo de guerras,
persecuciones, violaciones y hambrunas hayan descendido significativamente. La
mayoría de los medios de comunicación de los países cómplices no tiene interés en
resaltar los datos.

En cualquier caso, hay que señalar que numerosos Gobiernos de la Unión, calificados
por Gareth Evans —alma de la doctrina onusiana de la Responsabilidad de Proteger—
como buenos ciudadanos internacionales, han sido desde 2015 pésimos gestores de la
crisis de los refugiados, aunque más propio sería hablar de la crisis de Europa en
relación con los refugiados.

La UE está obligada a articular una respuesta humana y digna a la crisis de los


refugiados

Por primera vez, la presidencia del Consejo Europeo corre a cargo del Gobierno de
coalición de un país en el que casi la mitad de los ministros de un gabinete de catorce
miembros (incluidos los muy importantes de Exteriores-Europa, Defensa e Interior y la
vicepresidencia del mismo) son militantes del Partido de la Libertad, de extrema
derecha. Dicha coalición está formada por el conservador Partido del Pueblo, del hoy
premier Sebastian Kurz, que obtuvo la primera posición en las elecciones de 2017 y por
el citado Partido de la Libertad, tercero. De este último, fundado tras la Segunda Guerra
Mundial por miembros del partido nazi austriaco, el consejo editorial de The New York
Times dijo en su momento que el Partido del Pueblo es “un partido antiinmigración y
antimusulmán, cuyo líder podría coaligarse con un partido fundado por antiguos nazis”.

Una norma de procedimiento no escrita en relación con la presidencia semestral del


Consejo Europeo indica que el país que la ostenta —sin renunciar necesariamente a su
propio interés nacional— debe velar y proponer iniciativas de carácter general europeo.
No parece que el canciller austriaco Kurz acceda a esa presidencia imbuido de un
espíritu paneuropeísta. Más bien el espíritu —apoyado por el Grupo de Visegrado
(Polonia, Hungría, Chequia y Eslovaquia), no incluiré por el momento a Italia— es
hipernacionalista, tal vez imbuido de la filosofía del entonces ultra presidente de
Polonia, Lech Kaczynski, quien en 2006 espetó: “Queremos aprovechar nuestra
presencia en la UE para fortalecer el Estado-nación”.

Diversos medios de comunicación han tenido acceso a un documento austriaco que


revela sus propósitos durante su presidencia sobre el tema que nos ocupa. Migraciones,
asilo y terrorismo constituyen un descarado y sin matices entramado obviamente
destinado a exacerbar los miedos de la opinión pública europea. La llegada a Europa de
los inmigrantes puede constituir un serio problema de seguridad para las generaciones
futuras, dice desvergonzadamente el documento.

El premio Nobel Wole Soyinka escribió en 2001 que los invasores de ayer son los
invadidos de hoy

Algunos hitos para concluir. Nos hallamos ante una Unión dividida sobre cómo hacer
frente a miles de refugiados que huyen de sus devastadas sociedades en busca de un
continente que los proteja, continente del que el presidente Juncker dijo en 2016 “se
encuentra en una crisis existencial”. Wole Soyinka, nigeriano premio Nobel, escribió en
2001 que los invasores de ayer son los invadidos de hoy. Europa —que se permitió
administrar África como si fuera de su propiedad— vive ahora aterrorizada por la
avalancha de inmigrantes. Con una nota de amargo sarcasmo, bromeaba: “Hay algo de
justicia poética en esta situación”.

El tercer hito lo proporciona Carlos Abrantes en carta a EL PAÍS: “Soy un joven de 15


años interesado en política y en el mundo que me rodea. Sería más fácil dedicarme a
jugar videojuegos, pero mi mente no me lo permite. Acabo de encontrarme con un vídeo
de una red social que apoya a los refugiados y con miles de comentarios xenófobos,
fascistas y ridículos. Estas personas del ala derecha de la humanidad no se dan cuenta de
que los refugiados no vienen a este continente por gusto. No ven el sufrimiento de las
familias al tener que abandonar su país de origen a la fuerza”. (25-6-17).

Coda: si queremos evitar la vergüenza de actualizar y hacer patente la desgarradora


sentencia de Hannah Arendt (“La historia contemporánea ha dividido a los seres
humanos en dos categorías: los que son confinados en campos de concentración por sus
enemigos y en campos de internamiento por sus amigos”), la UE está moral y
políticamente obligada a articular antes de que sea tarde una respuesta humana y digna a
la denominada crisis de los refugiados, a situar los derechos humanos y la
responsabilidad de protegerlos en el núcleo de sus políticas. En suma, como dijo en su
momento el presidente de Uruguay, José Mujica —que predicaba con el ejemplo—,
tenemos que empezar a pensar como especie.

Emilio Menéndez del Valle es embajador de España y eurodiputado socialista (1999-


2014

Opositar a empresario
Los políticos que se pasan al sector privado copan las
portadas de los medios
Víctor Lapuente Giné
3 JUL 2018 - 00:00 CEST

En España, Bill Gates o Mark Zuckerberg serían notarios. O abogados del Estado.
Porque, en nuestro país, el gran trampolín social son los cuerpos de la Administración.
En pocas democracias una oposición abre tantas puertas. Primero, las puertas correderas
que dan acceso al poder político. En otros países, se intenta preservar la neutralidad de
los altos funcionarios poniéndoles barreras, formales e informales, que dificulten el
salto a la política. Pero aquí, en lugar de obstaculizar, facilitamos el tránsito de la
función pública a la política. Desde la Transición (y no digamos antes), la proporción de
ministros y cargos de confianza que han sido funcionarios es muy elevada.

Los altos funcionarios usan también con frecuencia las puertas giratorias que conducen
al sector privado. En un estudio para ESADEgeo, Maximilian Gebhardt y Ángel Saz-
Carranza comparan la composición de los consejos de administración, y comités de
dirección, de las empresas del IBEX 35 con las de su equivalente alemán, el DAX 30.
Mientras solo un 6,3% de los consejeros alemanes ha ocupado previamente un cargo en
el sector público, en las empresas españolas ese porcentaje es del 30,3%. Algo paralelo
ocurre en los comités de dirección. Hay cinco veces más ex altos cargos públicos en las
grandes empresas españolas que en las alemanas. Y la mayoría de ellos son funcionarios
de los grandes cuerpos, sobre todo abogados del Estado.

Los políticos que se pasan al sector privado copan las portadas de los medios. Pero
debemos ser conscientes de que, además de la politización, lo que caracteriza la relación
público-privada en España es la funcionarización. A la sombra de los partidos, y en su
momento de Franco, han crecido en nuestro país unos cuerpos administrativos que
acumulan poder político y económico.

Sí, la entrada en ese exclusivo club está reservada a quienes superan unas duras
oposiciones. Pero el diseño anticuado de las pruebas favorece a las familias con recursos
para mantener a hijos veinteañeros preparándose los exámenes durante años.

Y la oposición se gana para hacer una carrera pública, no política ni negocios.


@VictorLapuente

La revolución de las conciencias


Escorado hacia la izquierda, López Obrador tendrá
que hacer malabarismos, cuando no
prestidigitación para cumplir sus promesas
Conéctate
Juan Jesús Aznarez
3 JUL 2018 - 00:00 CEST

El presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, dispone hasta


diciembre para concretar los cambios que habrá de presentar durante su investidura,
cinco meses después de un triunfo que ha multiplicado las expectativas de renovación
de una sociedad molida por la precariedad, la corrupción y el agravamiento de la
criminalidad. Escorado hacia la izquierda, pero obligado a transitar por una
socialdemocracia de corte latinoamericano, tendrá que hacer malabarismos, cuando no
prestidigitación para cumplir sus promesas, entre ellas el asistencialismo reclamado por
53 millones de compatriotas pobres, el 42% de la población total.
El margen de actuación política del nuevo gobernante será, sin embargo, amplio; y si
Morena controla el Congreso, mayor. Los fondos disponibles para el bienestar limitarán
la universalización de las gratuidades, subidas salariales, subsidios y créditos
comprometidos en el proyecto de nación publicado el 20 de diciembre de 2016, en el
que denunció el secuestro del Estado por mafias. Tendrá que establecer prioridades en el
reparto de ayudas porque el aumento del PIB apenas llega a los dos puntos, el
crecimiento demográfico lastra la creación de empleo, la emigración sigue siendo una
escapatoria, y el antagonismo con Trump trabará la renegociación del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte.

La revolución de las conciencias y la recuperación del Estado como promotor del


desarrollo social, político y económico sí son posibles. Pueden parecer objetivos
grandilocuentes, pero no lo son. Aunque no figuran en las partidas presupuestarias, se
necesita inversión y pedagogía para transformar la moralidad nacional. El esfuerzo será
ímprobo porque el menosprecio de la diversidad religiosa, étnica, cultural y sexual, el
machismo, la vulneración de los derechos humanos y la depredación del medio
ambiente son fuente de muchos de los males mexicanos.

La guerra contra los bolsones de primitivismo exigirá coerción democrática, de


compleja coordinación y cumplimiento en una república federal de 32 Estados y
legislaciones, propias, y una capital donde residen los poderes federales, entre ellos el
Congreso, cuyos consensos serán fundamentales. Improbable a corto plazo, un
crecimiento económico musculado. Las reformas laboral, educativa, fiscal y energética
del presidente saliente serán revisadas por el entrante, más estatista que privatizador,
pero cuya ascendencia priista le capacita para nadar y guardar la ropa.

Sus primeras acciones intentarán converger con las demandas populares: higiene en la
acción de gobierno y medidas contra dos problemas endémicos: la corrupción y la
inseguridad. La austeridad prometida comenzará con guiños: una reducción del 50% del
sueldo presidencial, y la renuncia a viajar en aviones y helicópteros privados.

Pero la profilaxis deberá trascender el simbolismo para acometer el adecentamiento de


la Administración y romper el contubernio de policías y ladrones. Hay cuerpos de
seguridad percibidos como sucursales del hampa. Más de 26.000 personas fueron
asesinadas en 2017 y miles desaparecieron. Si AMLO encamina México hacia la
seguridad y la justicia habrá hecho historia.

Nicaragua entierra a los muertos de la


matanza en Jinotepe y Diriamba
Al menos 21 personas fueron asesinadas el fin de
semana. El Ejército se deslinda de la violencia y
guarda silencio sobre los muertos en 85 días de
crisis
Managua 12 JUL 2018 - 09:22 CEST
Los lamentos cubrían el cementerio de Jinotepe la mañana del martes, cuando
comenzaron a sepultarse las víctimas de la brutal represión del fin de semana. Los
familiares de José María Narváez lloraban sobre el ataúd del hombre, mientras a su
alrededor la gente gritaba “¡presente!” “¡presente!”, una consigna de resistencia. Él es
una de las 21 víctimas mortales de la peor matanza desatada en Nicaragua en tiempos de
paz, cuando la madrugada del domingo grupos irregulares armados y a órdenes del
presidente Daniel Ortega atacaron este poblado y la vecina Diriamba. Los lamentos se
unían al dolor que desde hace 85 días enluta a este hermoso país de volcanes, que llora
ya 351 muertos según el más reciente informe de la Asociación Nicaragüense Pro
Derechos Humanos (ANDPH).

Jinotepe está localizada a 38 kilómetros de Managua. Es una ciudad apacible, de clima


fresco y productora de un excelente café. Fue fundada hace 135 años y en ella conviven
unas 30.000 personas. El fin de semana su paz de caficultores se vio violentada por el
ataque de las huestes de Ortega, que pretendían derribar las barricadas que los vecinos
de esta cuidad levantaron como forma de protesta contra el régimen. En esta ciudad
habita el comandante retirado Roberto Samcam, una de las voces más críticas contra la
desproporcionada violencia desatada por el Estado desde abril, cuando comenzaron las
protestas contra el presidente Daniel Ortega.

Samcam señala que en la represión del fin de semana participaron militares en activo y
llamó la atención sobre la utilización de armas de guerra por parte de los grupos
irregulares, por lo que acusa de complicidad al Ejército de Nicaragua. La noche del
martes, el Ejército emitió un comunicado en el que rechazaba lo que denominó como
una “campaña calumniosa” y un “montaje” contra la institución, en referencia a las
imágenes que recorren las redes sociales y que muestran a hombres encapuchados y con
armamento militar. “El Ejército de Nicaragua tiene control absoluto de su personal,
armamento y medios de todo tipo”, afirmó la institución que, sin embargo, no se
pronunció sobre los grupos irregulares fuertemente armados que siembran el terror en
las ciudades de Nicaragua, así como los centenares de asesinados en casi tres meses de
violencia.

Mientras los muertos eran enterrados en su ciudad, Samcam criticaba con dureza el
comunicado del Ejército. “Pretenden lavarse la cara. La gente reconoció en Jinotepe la
participación de militares en activo. Si no hay involucramiento directo del Ejército, sí
complicidad, un silencio cómplice”, advirtió el comandante en retiro. El comunicado de
los militares, que no se pronunciaban en Nicaragua desde el 12 de mayo, para Samcam
es “un acto de cobardía y complacencia”, porque “el Ejército ha preferido estar del lado
de un asesino de su pueblo que del lado de la Constitución”. Según este analista, la
institución militar es uno de los pilares de Ortega para mantenerse en el poder, al no
desarmar a los grupos irregulares o paramilitares. “Si el Ejército cumpliera su mandado
constitucional y desarmara a estos paramilitares, Ortega tendría que sentarse a negociar
su salida pacífica”, afirma Samcam.

Jinotepe y su vecina Diriamba vivían una calma tensa el miércoles, con sus calles
resguardadas por hombres encapuchados. Las barricadas fueron levantadas y unos 400
camioneros que se mantenían varados en esta región pudieron seguir su camino, una de
las promesas del presidente Daniel Ortega, dado que estos “tranques” significan un
golpe económico para el régimen. Ortega ha desatado en las últimas semanas una
ofensiva bautizada como “operación limpieza” por las organizaciones de derechos
humanos y cuyo objetivo es levantar todas las barricadas levantadas en el país, sin
importar la cantidad de muertos o heridos. En el país se habían levantado más de 200
barricadas y bloqueos de carreteras, pero las huestes de Ortega han logrado derribar ya
la mayoría.

El Gobierno, dijo el canciller Denis Moncada el miércoles en Washington, tiene la


responsabilidad de restaurar la “seguridad, estabilidad y paz” en el país. Moncada acusó
a los manifestantes de ser “grupos terroristas delincuenciales”, que pretenden derrocar
con un golpe de Estado el Gobierno de Ortega.

Mientras en Jinotepe y Diriamba se sepultaban a las víctimas de la matanza al grito


rebelde de "¡presente!" "¡presente!", en Managua la opositora Alianza Cívica –que
reúne a estudiantes, empresarios, productores y académicos– mantenía los preparativos
de una gran marcha nacional contra Ortega, bautizada “Juntos somos un volcán” –en
referencia a los colosos que se levantan en la verde geografía de este país– que se
realizará este jueves. La manifestación es apoyada por el sector empresarial, al igual que
el paro nacional convocado para el viernes y una caravana de coches que se realizaría el
sábado. Todas iniciativas para presionar la salida pacífica de Ortega. “La respuesta es
elevar la parada. Como no tenemos las armas, se tiene que golpear de manera cívica
para demostrarle que la población, a pesar de la represión, tiene suficiente músculo
social y cívico para seguir adelante y obligue a Ortega a renunciar”, dijo el analista
Óscar René Vargas. El exguerrillero sandinista, sin embargo, parece empeñado en seguir
gobernando Nicaragua sobre una montaña de cadáveres.

¿Es posible el compromiso histórico


berlingueriano en Catalunya y en
España?
Vicenç Navarro
Ignacio Sánchez-Cuenca, uno de los politólogos más interesantes del país, escribió hace
unos días un artículo “Berlinguer en Catalunya” (7 de julio de 2018) en La
Vanguardia en el que presentaba la posible relevancia para los partidos gobernantes
independentistas en Catalunya (en su “procés” hacia la independencia) de la estrategia
desarrollada por el Partido Comunista Italiano (PCI), conocida como el “compromiso
histórico”. Tal estrategia consistía en una amplia alianza del PCI con grandes sectores
de la democracia cristiana italiana, a fin de poder gobernar Italia y hacer cambios
sustanciales en aquel país. La tesis del Secretario General de tal partido, Enrico
Berlinguer, era que una fuerza minoritaria (aun cuando tuviera gran capacidad de
movilización) no podía aplicar políticas públicas de gran calado a no ser que
tuviera un apoyo amplio del electorado. De ahí que Sánchez-Cuenca concluya que, a
no ser que las fuerzas independentistas (que son todavía minoritarias en Catalunya)
consigan una base electoral más amplia, así como un mayor apoyo de otras fuerzas
políticas que no sean independentistas, su proceso para conseguir tal objetivo será
inviable.
¿Es posible el compromiso histórico en Catalunya?

Es conocido que Enrico Berlinguer había desarrollado su tesis como consecuencia


de su lectura de lo que había ocurrido en Chile con el Gobierno de la Unidad
Popular presidido por Salvador Allende. En las elecciones de 1970, una coalición de
partidos de izquierdas había ganado las elecciones en aquel país, recibiendo un 36,6%
de los votos, con el mandato de llevar a cabo un programa transformador de la sociedad
chilena, que fue obstaculizado por los partidos de la oposición que habían perdido las
elecciones por un margen muy reducido. El hecho de que la distancia entre los
vencedores y los vencidos fuera muy reducida explicaba que hubiera una gran
oposición al programa del gobierno de Unidad Popular, polarizándose la sociedad,
lo que facilitó que se realizara exitosamente el golpe militar liderado por el General
Pinochet. Esta lectura de esta realidad llevó a Enrico Berlinguer a la conclusión de que
no podían hacerse reformas tan sustanciales en un país por la vía democrática sin tener
un apoyo electoral mucho mayor que el que Salvador Allende había obtenido. En
realidad, Berlinguer acentuó que, incluso aunque hubiera alcanzado un 51%, tal mayoría
no habría sido suficiente para realizar los cambios profundos deseados por el PCI, pues
la otra mitad se opondría, dividiéndose el país en dos mitades. La mayoría tenía que ser
mucho más grande, ya que en caso contrario se crearía una polarización de las dos
mitades del país que imposibilitaría el cambio. De ahí que Ignacio Sánchez-Cuenca
concluya su artículo advirtiendo a los partidos independentistas gobernantes en
Catalunya de que estén atentos a lo que dijo Berlinguer, pues su intento de llevar a cabo
su programa electoral –la secesión respecto de España- en ausencia de una amplia y
clara mayoría (que fuera mucho más extensa que el 51%) crearía (como lo está creando
ya) una gran polarización en Catalunya que generaría una respuesta altamente represiva
del Estado (como ocurrió con el 155), la cual podría gozar de amplio apoyo entre la
población catalana opuesta a la secesión.

Puigdemont no es, sin embargo, Allende, y el contexto político de Chile e Italia es


distinto al español y al catalán

Como he escrito en varios artículos recientes estoy bastante de acuerdo con la tesis
expuesta en el artículo de Sánchez-Cuenca. El “procés” independentista está
polarizando a la población que vive y trabaja en Catalunya de una manera muy
marcada, habiendo alcanzado un nivel que dificulta la cohesión necesaria para
poder resolver algunos de los mayores problemas que tiene esta población, tales
como la enorme crisis social, que ha determinado que casi la mitad de los jóvenes
en Catalunya hoy no vivan mejor que sus padres. Es lógico concluir, pues, que a no
ser que se establezca una amplia alianza con otros partidos y se amplíe
considerablemente su base electoral, sus objetivos serán inalcanzables, creando en su
lugar un drama político y social. Ahora bien, habiendo dicho esto, siento la necesidad de
aclarar que hay diferencias notables entre lo que estaba ocurriendo en Italia y lo que está
ocurriendo en Catalunya y España, pues las condiciones para que pudiera aplicarse el
compromiso histórico en la Catalunya y en la España actuales son muy distintas a las
que había en el Chile de Pinochet o en Italia (en tiempos de Berlinguer).

Creo haber conocido bien lo que ocurrió en el Chile de Allende y en la Italia de


Berlinguer. Uno de los mayores privilegios que he tenido en mi vida es el haber sido
asesor del gobierno de la Unidad Popular, presidido por el presidente Allende, en el
desarrollo de su programa electoral, sobre todo en su reforma sanitaria. Y, por otra parte,
uno de los mayores goces en mi vida personal y profesional fue conocer y ser muy
amigo de Giovanni Berlinguer, con el que desarrollé además de una amistad sólida una
actividad conjunta profesional muy intensa. Lo visité con gran frecuencia en Italia y él
me visitó en Hopkins, escribiendo un libro sobre su visita (Un comunista visita a
USA). A través de él tuve la oportunidad de conocer a su hermano Enrico, el Secretario
General del Partido. Lo que los hermanos Berlinguer habían concluido de la
experiencia chilena era que el PCI no podría gobernar y llevar a cabo sus reformas
a no ser que tuvieran un apoyo claramente mayoritario de la población. Pero para
conseguir tal apoyo se requería de unas amplias alianzas, incluyendo alianzas de la
clase trabajadora (que era la base electoral del PCI) con las clases medias, e
incluso sectores de la pequeña burguesía. Era una alianza de “los de abajo” con
sectores de “los de arriba”. A nivel político, tal alianza política incluía en lugar
prominente sectores de la democracia cristiana italiana que había gobernado Italia
durante la mayor parte del periodo democrático desde el final de la II Guerra Mundial.
Tal alianza, sin embargo, no iba a ser fácil.

El compromiso histórico: la Internacional cantada con música gregoriana

Esta estrategia fue recibida por algunos con sorpresa e, incluso, escepticismo. Recordaré
siempre una anécdota que creo que es significativa. Giovanni me invitaba
frecuentemente a participar en las campañas electorales del PCI, y asistí junto con él a
un mitin de la campaña en Roma, organizada por los sindicatos del sector ferroviario de
la CGIL. En la cena que siguió, varios de los dirigentes vinieron a la mesa donde
estábamos nosotros y me dijeron “Vicente, vamos a cantarte el Compromiso Histórico”.
Y comenzaron a cantar La Internacional como si fuera un canto gregoriano. Fue
una experiencia que nunca olvidaré. Oír a casi dos mil obreros y obreras ferroviarios
cantar la Internacional con tono de música gregoriana es algo que te marca para mucho
tiempo. La clase trabajadora mostraba su aceptación de la estrategia propuesta por su
dirección con cierto escepticismo e ironía. Como detalle de la lealtad hacia su
dirección, resultado de la gran credibilidad que esta tenía entre las bases del
partido y de su electorado, los primeros pasos fueron aceptados y llevados a cabo, y
dieron buen resultado. Ahora bien, hay dos elementos claves para entender las
diferencias y los riesgos de esta estrategia necesaria. Uno era que en Italia la
impulsaba un partido en la oposición, no en el gobierno. Y esto limitaba
enormemente lo que podía o no proponerse o hacerse. Y otro riesgo es que en
cualquier estrategia transversal hay que cuidar la base central del partido, no
sustituyéndola por otras bases. Y esto es lo que más tarde ocurrió con el PCI. Ocurrió
cuando Berlinguer y otros dirigentes que habían participado y/o eran herederos de la
resistencia antifascista fueron sustituidos por las nuevas generaciones, pertenecientes en
su mayoría a las clases medias ilustradas (clases medias de educación superior), que
interpretaron la transversalidad como un cambio en las bases electorales en lugar de una
expansión. El movimiento hacia el centro y centroderecha se hizo abandonando a la
clase trabajadora (la cual erróneamente se creía que estaba disminuyendo o
desapareciendo), por lo que el PCI pasó a definirse como el partido de las clases medias
(en un proceso que puede describirse como la americanización de las izquierdas), de tal
manera que dicho partido llegó a desaparecer, siendo sustituido por el Partido
Demócrata Italiano, cuyo hasta hace poco líder, Matteo Renzi, apoya hoy a Macron en
Francia. Y mientras la clase trabajadora ha ido canalizando su enfado a través de la
ultraderecha. Es lo mismo que ha ocurrido con las izquierdas gobernantes en Europa.
La situación en Catalunya es diferente a la italiana (y a la chilena)

En Catalunya, los partidos independentistas gobernantes tienen predominantemente el


apoyo electoral de la población con niveles de renta superiores a la media, la cual habla
predominantemente el catalán. Su área posible de expansión es la clase trabajadora, que
en su mayoría es de habla castellana y de nivel de renta inferior a la media. Esto es
esencial para entender Catalunya. En realidad, siempre ha habido dos Catalunyas
(según la Encuesta de usos lingüísticos de la población 2013, desarrollada
conjuntamente por la Dirección General de Política Lingüística de la Generalitat de
Catalunya y por el Instituto de Estadística de Catalunya, las clases medias de renta
media superior tienen como lengua mayoritaria habitual el catalán, mientras que la clase
trabajadora tiene como lengua mayoritaria habitual el castellano).

En Catalunya, el partido hegemónico en el bloque independentista es la “derecha


de siempre”, el pujolismo, que ha sido responsable de las políticas neoliberales
(votadas en las Cortes Españolas con el PP) que han dañado extensamente a las
clases populares y trabajadoras catalanas. Es difícil que se establezca una alianza
entre el bloque independentista actual, dirigido por la derecha, y las fuerzas políticas
enraizadas históricamente en la clase trabajadora como el PSC, o con aquellas fuerzas
que la clase trabajadora considera erróneamente que defienden sus intereses, como
Ciudadanos. Los barrios obreros consideran que su mayor adversario en España es el
PP, y han votado a En Comú Podem, pues lo perciben como el mayor y más creíble
contrincante frente a la derecha de siempre en España. Pero en las autonómicas el
adversario de siempre es la derecha catalana, el pujolismo, y votan a Ciudadanos, que es
visto como el más hostil y antagónico con tal establishment. Es difícil que el
compromiso histórico pueda ocurrir, a no ser que fuera la izquierda
independentista (realizando políticas distintas de las neoliberales) la que dirigiera
el proceso. Los obreros de Glasgow votaron al Partido Nacional Escocés, no por su
secesionismo, sino porque sus propuestas estaban más a la izquierda que las del Partido
Laborista. Con Corbyn a la cabeza de este partido, el apoyo bajó. Y ahí está la gran
diferencia también con Catalunya y con España. Es muy difícil que se expanda este
apoyo al independentismo entre la clase obrera que Sánchez-Cuenca considera
necesario para que el independentismo pueda vencer. Los dirigentes del gobierno son de
la derecha neoliberal dura. La consejera de Presidencia y portavoz del gobierno catalán,
Elsa Artadi, una de las personas más influyentes en este gabinete, es una fiel seguidora
(y traductora) de los trabajados del principal ultra liberal que existe en Catalunya y en
España, Sala i Martí. Y la mayoría de economistas del equipo gobernante
pertenecen a la tradición neoliberal. Este es uno de los mayores obstáculos para el
establecimiento de tales alianzas. El bloque independentista gobernante es visto como
el establishment político-mediático catalán responsable en gran parte del enorme
deterioro social de las clases populares. El tema nacional ha ocultado la importancia
del tema social, pero este todavía existe y condiciona cómo el tema nacional se
reproduce y persiste. Aquellas nuevas fuerzas políticas que, donde gobiernan, como en
Barcelona, son conocidas por su defensa de los intereses de las clases populares, como
En Comú Podem, son las mayores proponentes de una amplia alianza de las
fuerzas progresistas que quiere incluir tanto a las izquierdas independentistas
como a las no independentistas, pero el dominio del tema nacional, hegemonizado
en España hasta hace unos días por el Partido Popular (los herederos de las fuerzas
que controlaron el Estado dictatorial) y en Catalunya por el pujolismo (que ha
controlado las instituciones de Catalunya durante la mayor parte del periodo
democrático), ha dificultado la resolución del enorme problema social. Esta es la
realidad poco comentada en los mayores medios de información y persuasión del
país.

Detectado el origen de las partículas


fantasma que bombardean la Tierra
Un neutrino llegado de una galaxia a 4.000 millones de
años luz identifica una fuente de rayos cósmicos y
desvela un enigma cosmológico que ha durado más
de un siglo
12 JUL 2018 - 17:19 CEST

Hace 4.000 millones de años se creó una partícula elemental sin carga ni apenas masa.
Era inmune a las interacciones electromagnéticas con el resto de partículas y también a
la gravedad, así que desde entonces viajó por el universo en línea recta atravesando
galaxias, estrellas, planetas y cualquier otra cosa que se le pusiese por delante.

El 22 de septiembre de 2017, en el Polo Sur, a más de un kilómetro bajo el hielo de la


Antártida, saltaron las alarmas en el detector IceCube. Este coloso de la ciencia caza
más de 200 neutrinos al día, pero este era único porque tenía una energía muchas veces
superior a la del resto de neutrinos, lo que indicaba su lejana procedencia. Gracias a esta
partícula, cuya detección se ha anunciado hoy en dos artículos publicados en Science, se
ha conseguido resolver un enigma cosmológico de más de 100 años: ¿De dónde vienen
los rayos cósmicos, las emisiones de partículas más potentes que se conocen?

En 1912, Victor Hess descubrió los rayos cósmicos durante un ascenso en globo armado
con un electroscopio. Estas emanaciones están hechas de protones y núcleos atómicos
acelerados a altísimas energías. Desde entonces se ha intentado encontrar su origen,
algo muy complicado porque los protones tienen carga positiva y su trayectoria por el
universo se desvía cada vez que encuentran un campo magnético con lo que es muy
difícil identificar su fuente original. La teoría predice que los rayos cósmicos también
contienen neutrinos, cuya falta de carga y ligereza les hacen viajar en línea recta desde
su origen durante miles de millones de años. CAda segundo billones de neutrinos
atraviesan nuestro cuerpo sin causar el menor efecto, pues rara vez interactúan con la
materia. La inmensa mayoría de ellos provienen del Sol. Desde que se comenzaron a
estudiar estas partículas, solo se han identificado un reducido número que provienen de
fuera del Sistema Solar —a los dos más célebres se les apoda Epi y Blas— y hasta
ahora no se había identificado su origen exacto.

El IceCube de la Antártida es un bloque de un kilómetro cuadrado que contiene unos


5.000 detectores engastados en el hielo. Cuando un neutrino interactúa con un átomo de
hidrógeno u oxígeno dentro de un detector se produce un destello de luz que desvela la
trayectoria exacta de la partícula fantasma. Gracias a este experimento financiado por la
Fundación Nacional de Ciencia de EE UU y con un coste total de 279 millones de
dólares se ha podido identificar por primera vez el origen de un neutrino originado fuera
de nuestra galaxia.

Según los dos estudios publicados hoy esta partícula venía de un blazar, una galaxia en
espiral con un agujero negro masivo en su centro que gira a gran velocidad. La galaxia,
llamada TXS 0506+065, está a unos 4.000 años luz en la constelación de Orión. Este
cuerpo no emite luz en el espectro visible, pero dos instrumentos, el telescopio espacial
Fermi de la NASA y los telescopios MAGIC en la isla de la Palma, en Canarias, han
observado potentes emisiones de rayos gamma justo después de que IceCube detectara
al viajero interestelar, lo que reafirma que el origen de esta partícula es el blazar. Los
blazares escupen dos potentes rayos de partículas en direcciones opuestas. Uno de esos
haces está justo orientado hacia la Tierra, lo que ha permitido detectar la partícula que
ha desvelado su posición. La única forma de producir neutrinos como este es acelerando
protones lo que a su vez favorece que los piones, otra partícula elemental, se
descompongan formando neutrinos, por lo que los responsables del hallazgo creen que,
por primera vez, han identificado la fuente de los rayos cósmicos que bombardean la
Tierra y que fueron descubiertos por Hess hace más de un siglo.

Hasta ahora se pensaba que solo los objetos más violentos del cosmos, como las
estrellas que implosionan en supernovas, las galaxias que colisionan o los núcleos
activos de galaxias, eran capaces de producir rayos cósmicos y los blazares no eran uno
de los candidatos predilectos. El estudio de hoy muestra que la energía del neutrino
captado en el polo sur era de 300 teraelectronvoltios, unas 20 veces más que el LHC, el
acelerador de partículas más potente del mundo. Los estudios publicados hoy cambian
las hipótesis iniciales y desvelan que el blazar TXS 0506+065 es uno de los objetos más
luminosos del universo conocido, aunque emita luz en una longitud de onda fuera del
espectro visible. Tras la primera detección los responsables de IceCube han identificado
más de una docena de neutrinos detectados entrefinales de 2014 y principios de 2015
que también vendrían de este blazar. En total, más de 20 observatorios astronómicos han
participado en el hallazgo.

Lo más importante del hallazgo es que confirma que la astronomía de neutrinos es capaz
de estudiar agujeros negros y otros cuerpos que hasta hace muy poco eran totalmente
invisibles para los instrumentos convencionales. En esto las partículas fantasma, tan
esquivas y difíciles de cazar, se parecen a las ondas gravitacionales, pues desvelan qué
sucede en los confines más oscuros y violentos del universo.

Las rachas de éxito no dependen de


aumentar el esfuerzo, sino que llegan
por azar
Un estudio analiza el periodo de gracia en 30.000
carreras de artistas, cineastas y gente de ciencia
Kiko Llaneras
11 JUL 2018 - 19:05 CEST

"La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando". Esta frase de Pablo
Picasso resalta un secreto del éxito que va más allá de las tazas con mensajes
inspiradores: la importancia del esfuerzo. Sin embargo, le haría falta una segunda parte.
Algo así como "aunque producir más no te garantiza que aparezca". Es lo que sugiere
un estudio que ha analizado la carrera de 30.000 cineastas, artistas y científicos para
descubrir cómo aparecen las rachas de éxito, esos periodos en los que la genialidad se
manifiesta y se encadenan logros por encima del rendimiento habitual.

"Hay esperanza: cada nueva cana no nos vuelve obsoletos. Mientras sigas sacando
trabajos, un proyecto tras otro, tu buena racha podría estar a la vuelta de la esquina",
asegura el científico

Tras ese análisis, el equipo de Dashun Wang, de la Universidad de Northwestern, está


convencido de que las rachas de éxito existen y son bastante universales. Según Wang,
estas rachas son omnipresentes, pero generalmente se dan una sola vez a lo largo de una
carrera, ocurren aleatoriamente dentro de la secuencia de trabajos de una persona y
duran un período considerablemente corto. Para explicarse, Wang señala que una racha
triunfal sería la que tuvo Einstein en 1905, el periodo de goteo de Jackson Pollock entre
1947 y 1950, la producción de Van Gogh tras llegar al sur de Francia en 1888 y la saga
de El señor de los anillos de Peter Jackson. "Sospecho que Alejandro González Iñarritu
está en el medio de su racha positiva, después de lograr dos Oscar consecutivos en 2014
y 2015", añade.

Pero estos periodos de gracia los termina viviendo todo el mundo, según sugiere este
trabajo que publica la revista científica Nature. No todos los científicos tendrán una
racha de Nobel, pero sí unos años en los que sus estudios logren un impacto por encima
de lo habitual en ellos. Un periodo en el que cineastas encadenen sus películas con
mejores críticas que las demás (medidas por la puntuación del portal IMDB en este
estudio). O un tramo de su carrera en el que la producción de artistas plásticos termine
alcanzando en subastas precios más altos que el resto de sus obras. Más concretamente,
de los perfiles estudiados, el 91% de artistas, el 82% de cineastas y el 90% de gente de
ciencia disfruta de una racha especialmente exitosa en su vida laboral. Un pico de
talento en el que se juntan su mejor obra y su segunda mejor obra y que terminará por
gobernar el impacto colectivo de un individuo.
Tres ejemplos de rachas.

Descubrir que "carreras tan distintas (directores, artistas, científicos) parecen más
comunes de lo que pensábamos", fue de lo más inesperado para el investigador. Por
ejemplo, la racha buena tiene una duración similar en los tres casos: 5,7 años para
artistas, 5,2 para cineastas y 3,7 para científicos.

Y en los tres casos este momento de gracia aparece de forma completamente aleatoria a
lo largo de su carrera. Wang lleva muchos años estudiando este fenómeno, tratando de
dar con una pista que permita saber cuándo llegará el gran hit de una carrera individual
y siempre obtiene el mismo resultado: es prácticamente impredecible. Los picos no
encajan con el ciclo vital: "La visión convencional es que el mejor trabajo de un
individuo tiende a ocurrir en sus 30 o 40 años. Y que una vez que superamos el ecuador
de la carrera, las esperanzas de dar con el gran descubrimiento comienzan a disminuir",
dice Wang. Pero sus hallazgos indican que la racha positiva puede surgir con cualquier
trabajo y la gran oportunidad, según parece, puede llegar en cualquier momento de su
carrera. "Hay esperanza: cada nueva cana no nos vuelve obsoletos. Mientras sigas
sacando trabajos, un proyecto tras otro, tu buena racha podría estar a la vuelta de la
esquina", asegura el científico.

"Inesperadamente, las personas no son más productivas durante las rachas de éxito. No
muestran cambios detectables en la productividad durante estas rachas", dice el estudio

Y ahí es donde llega otra de las sospresas más importantes del estudio. Si el mayor éxito
de una carrera llega dentro de esta racha gloriosa, y este periodo de gracia es
completamente aleatorio, ¿dónde queda la importancia del esfuerzo? "Hay muchos
factores diferentes que sabemos que afectarán al impacto de la carrera, desde la
productividad, a las instituciones, al género, a la edad, etc.", advierte Wang.
Uno de esos factores, de hecho, quizás sea el azar. Cuando pensamos en los individuos
con más éxito a menudo no damos suficiente importancia a factores externos. Estar en
el lugar adecuado o tener una idea buenísima podría haber marcado sus carreras. Otro
trabajo reciente de los físicos Alessandro Pluchino y Andrea Raspisarda, en
colaboración con el economista Alessio Biondo, ha investigado la importancia de la
suerte y el talento en el éxito laboral. Entre los tres construyeron un modelo muy simple
que simulaba la evolución de carreras profesionales: cada individuo tenía cierto
"talento" y se iba encontrado una serie de eventos afortunados o desafortunados. ¿Qué
descubrieron? Que aunque el talento lo distribuían de forma normal, el éxito acaba
concentrado en unos pocos individuos. La clave era la suerte, encadenar una serie feliz
de acontecimientos cuyos efectos se multiplican: "El talento importa. Sin embargo, el
talento era definitivamente no suficiente, porque los individuos más talentosos rara vez
eran los más exitosos".

Quizá por esto, aunque "inesperadamente", el equipo de Wang encuentra que "las
personas no son más productivas durante las rachas de éxito. No muestran cambios
detectables en la productividad durante estas rachas, a pesar del hecho de que sus
resultados en este período son significativamente mejores que la mediana, lo que
sugiere que hay un cambio endógeno en la creatividad individual cuando ocurre la racha
buena", escribe en el artículo de Nature. Como diría Picasso, para ganar un Oscar hay
que trabajar, esforzarse en producir buenas películas; del mismo modo que para dar con
un descubrimiento científico hay que pasar muchas horas en el laboratorio. Pero no por
publicar más estudios, por dirigir más películas o pintar más cuadros nos acercaremos
más al éxito. La productividad no atrae de ese modo a las musas.

“Las ondas gravitacionales nos dirán qué


pasó una fracción de segundo después
del Big Bang”
El 'padre' del experimento LIGO explica cómo el
fenómeno predicho por Einstein puede explicar las
mayores incógnitas sobre el universo
10 JUL 2018 - 14:01 CEST

Barry Barish fue el primero de su familia en ir a la universidad. Su padre,


estadounidense hijo de inmigrantes judíos, se quedó huérfano a los 12 años y tuvo que
ponerse a trabajar para apoyar a la familia. Su madre recibió una beca para estudiar en
la Universidad de Nebraska, pero su padre no le dejó ir. Fue ama de casa toda su vida.

Al estallar la II Guerra Mundial el padre de Barish entró a trabajar en la fábrica de


aviones cerca de Omaha, donde se construyeron los bombarderos que lanzaron las
bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, entre muchos otros. Terminada la guerra la
familia se mudó a California. Barish iba para ingeniero, pero cuando entró en la
Universidad de California en Berkeley se estaban descubriendo nuevas partículas
elementales y quedó cautivado por las posibilidades de entender “de qué estamos
hechos”.

En 1994 Barish —que ya era profesor de física en Caltech— consiguió el trabajo de su


vida: director del observatorio de Ondas Gravitacionales por Interferometría Láser
(LIGO), un experimento al límite de la tecnología existente. Según la teoría de la
relatividad de Einstein, las estrellas que colapsan, las estrellas de neutrones y los
agujeros negros liberan parte de su masa en forma de ondas de gravedad que se
expanden por el universo como las ondas de un estanque al caer una piedra. El objetivo
de LIGO, con un coste total de 1.100 millones de dólares, era captar esas señales. Bajo
las órdenes de Barish (Omaha, 1936), LIGO pasó a ser una colaboración internacional
en la que trabajan unos 1.000 científicos de 18 países, incluida España.

El 14 de septiembre de 2015 a las 5:51 de la mañana hora local, el detector LIGO en


Livingston, Luisiana, captó una señal. Siete milésimas de segundo después, el detector
de LIGO en Hanford (Washington) —a más de 3.000 kilómetros de distancia— detectó
una señal idéntica. Era la primera onda gravitacional de la historia, producida hace
1.300 millones de años por dos agujeros negros que se fusionaron liberando una energía
equivalente a tres estrellas como el Sol. Al llegar a la Tierra la señal era tan débil que
apenas produjo un movimiento en los haces de luz láser menor que una billonésima de
centímetro.

El 3 de octubre de 2017, Barish recibió el premio Nobel de Física junto a Rainer Weiss
y Kip Thorne por el descubrimiento de las ondas gravitacionales. De visita en Madrid
para impartir una conferencia en la Fundación Ramón Areces, el físico explica en esta
entrevista la importancia de este descubrimiento y critica que la ciencia se ha vuelto
demasiado conservadora como para conseguir descubrimientos realmente rompedores.

Pregunta. La academia dijo que las ondas gravitacionales “abren la puerta a nuevos
mundos jamás observados”. ¿Por qué?

Respuesta. Todo lo que sabíamos de astronomía antes de 1608 era a través de la


observación del cielo a ojo desnudo. En esa fecha se inventó el primer telescopio.
Galileo lo usó para observar Júpiter y vio que tenía cuatro lunas, hay más, pero él vio
cuatro. Fue el inicio de la astronomía. Desde entonces hemos aprendido muchísimo del
universo usando telescopios cada vez más grandes, capaces de observar en varios
espectros. Pero todo lo que sabemos viene de las interacciones electromagnéticas. Las
ondas gravitacionales no tienen nada que ver con esas interacciones, sino con efectos
gravitatorios. Por primera vez miramos el universo de una forma totalmente nueva.

La ciencia se ha vuelto demasiado conservadora

P. ¿Cómo va a evolucionar este nuevo campo?

R. Lo primero que hemos observado han sido fusiones de agujeros negros y estrellas de
neutrones. Pero hay muchos otros fenómenos que deben producir ondas gravitacionales,
por ejemplo una supernova, el colapso de una estrella. Otro es un púlsar, una estrella de
neutrones en rotación. El más interesante de todos son las señales del origen del
universo. Todos queremos saber qué sucedió en los primeros instantes tras el Big Bang
[hace 13.700 millones de años]. El problema es que la radiación electromagnética solo
te permite observar hasta 400.000 años después del Big Bang, más allá los fotones son
absorbidos. Las ondas gravitacionales no son absorbidas, con lo que puedes usarlas para
entender qué pasó realmente. ¿Cómo se formaron las primeras partículas, cómo sucedió
la inflación del universo?, por ahora solo tenemos conjeturas. Si podemos llegar a la
primera fracción de segundo, sabremos cómo comenzó todo. Para esto necesitamos
experimentos diferentes a los actuales. Creo que tardaremos 50 o quizás 100 años en
conseguirlo, pero es un objetivo claro.

P. ¿Qué otras grandes preguntas se pueden responder estudiando las ondas


gravitacionales?

R. En física estamos en una situación muy embarazosa porque tenemos dos teorías
fantásticas. Una, inventada por Einstein, explica las grandes distancias y que funciona a
la perfección hasta el momento. Hay una segunda teoría, la teoría cuántica de campos,
que describe a la perfección qué sucede cuando las partículas elementales chocan entre
sí. El problema es que solo puede haber una teoría de la física, no dos Los científicos
han intentado unificarlas durante décadas sin ningún éxito. Necesitamos pistas
experimentales de dónde puede estar la intersección entre ambas. La posibilidad más
interesante son los agujeros negros. Ahora que podemos estudiar mejor estos cuerpos
gracias a las ondas gravitacionales tenemos que estar muy atentos de lo que sucede tanto
en lo cuántico como en lo referente a la relatividad. Mi esperanza es que las pistas que
necesitamos vengan de las ondas gravitacionales que emiten los agujeros negros.

En todo el congreso de EE UU solo hay un congresista con un doctorado en ciencia, uno


entre 600 miembros

P. ¿Podrán las ondas decir qué es la materia oscura y la energía oscura?

R. Sabemos tan poco de la energía oscura que no sabemos qué hacer con ella. En
materia oscura sí hay muchos experimentos que intentan mostrar qué es. Si miras los
progresos en física que hemos hecho en la última década, los más interesantes han sido
en neutrinos, en el CERN que descubrió el bosón de Higgs, responsable de la masa, y
las ondas gravitacionales. Los tres requieren grandes instalaciones de alta tecnología.
Probablemente esto siga siendo así en el futuro. El problema es cómo hacer
experimentos a gran escala que puedan hacer descubrimientos rompedores dentro de un
sistema científico en el que es tan complicado conseguir financiación y que tiende al
conservadurismo, que tiene aversión al riesgo, de forma que solo es posible lograr
descubrimientos pequeños y progresivos. No hacemos muchos experimentos que fallan.
Deberíamos hacer muchos más. Nos haría progresar más rápido.

P. ¿Qué perspectivas tiene la ciencia en EE UU bajo el Gobierno de Donald Trump?

R. Mi mayor temor no es que Trump deje de financiar la ciencia , sino que cancele
proyectos específicos en áreas en las que tiene un sesgo claro, como el cambio
climático. Para él la ciencia no es una prioridad, pero tampoco creo que la destruya. Un
problema mayor es que no hay ninguna contribución científica en la Administración. No
hay científicos, aunque muchos de los problemas que tratan requieren un conocimiento
científico.Y esto va más allá de Trump. En todo el congreso de EE UU solo hay un
congresista con un doctorado en ciencia, uno entre 600 miembros. Históricamente la
mayoría de los congresistas eran empresarios y abogados y eso funcionó durante mucho
tiempo, pero ahora que vivimos en una sociedad cada vez más tecnológica y con
asuntos que requieren conocimiento científico. No digo que sea una mayoría, pero uno
entre 600

P. España tiene un nuevo Gobierno en el que hay un ministro de ciencia, el astronauta


Pedro Duque. Una de las prioridades es hacer que la ciencia sea un pilar para el
crecimiento económico ¿Qué consejo le daría?

En EE UU solo el 10% de las personas que trabajan en física son mujeres

R. Hacemos ciencia por un valor fundamental, la curiosidad humana. Además hay


impactos técnicos de la ciencia en la sociedad. Todo país moderno tiene que participar
de la tecnología. No puedes depender de otros para obtener tecnología, desde los
componentes de un teléfono móvil a los programas informáticos en banca, finanzas y
seguridad. España debería participar más en estos campos. Odio cuando los periodistas
me preguntan "¿para qué nos sirven las ondas gravitacionales?", pero entiendo el
sentido de la pregunta. Si lo miras de forma general es fácil de entender. No debes
mirarlo proyecto a proyecto. Cuando estaba en Berkeley en los años 70 había un
experimento que demostró la emisión estimulada, otra predicción de Einstein. Nadie
supo ver que tendría un gran impacto en nuestras vidas. 10 años después se dieron
cuenta de que servía para hacer haces de luz. Hoy es la base de los láseres, una industria
de 20.000 millones de dólares. Y es solo un ejemplo cercano. Así te das cuenta de que la
pregunta que hay que hacer es ¿para qué nos sirve la investigación básica? Y así es fácil
ver.

P. El 99% de los ganadores del Nobel de Física son hombres ¿Ve un problema en esto?

R. En EE UU solo el 10% de las personas que trabajan en física son mujeres. La


situación está mejorando, pero despacio. Este año los periodistas nos preguntaron tras la
concesión del Nobel ¿por qué sois los tres hombres blancos mayores? Lo de mayores es
lógico porque normalmente tardan bastante en darte el Nobel. Pero es embarazoso para
las mujeres, porque han pasado las mismas pruebas que los hombres. De alguna manera
les cerramos el camino desde que son muy jóvenes y esto es sobre todo cierto en física,
donde el porcentaje se mantiene obstinado en el 10%.

Arqueólogos griegos creen haber


encontrado el extracto más antiguo
conocido de ‘La Odisea’
Las estimaciones preliminares fecharon la placa de
arcilla, que econtraron arqueólogos griegos y
alemanes en la antigua Olimpia, antes del siglo III
d.C
Madrid / Atenas 11 JUL 2018 - 21:48 CEST
Un equipo de arqueólogos ha descubierto en Grecia lo que podría ser el extracto más
antiguo de uno de los primeros poemas de la historia de Occidente: La Odisea de
Homero. La placa de arcilla en la que fueron grabados 13 versos de una de las rapsodias
del poema épico fue hallada en los alrededores del santuario de Olimpia, en la península
del Peloponeso, donde se encuentran restos de la época romana. Los especialistas creen
que fue precisamente en ese periodo cuando fue grabada la tableta, ya que sus
estimaciones preliminares fecharon el hallazgo antes del siglo III d.C.

“Si se confirma la datación, la placa podría ser el hallazgo escrito más antiguo de la
obra de Homero jamás descubierto” en Grecia, aseguró ayer el Ministerio de Cultura del
país helénico. El descubrimiento se realizó en el marco de la investigación
geoarqueológica El sitio multidimensional de Olimpia, que durante tres años ha
estudiado los alrededores del santuario con la participación de arqueólogos griegos y
alemanes. El extracto proviene del canto 14 de la obra –de los 24 que componen el
poema— en el que Homero narra el retorno de Ulises a su isla, Ítaca, el reencuentro con
Eumeo, su porquero que lo cree muerto. Pese a no reconocer a su amo, que se presenta
ante él bajo el aspecto de un mendigo, Eumeo lo cuida y le da cobijo.

La Odisea cuenta la historia de Ulises, rey de Ítaca, que viaja durante diez años tratando
de llegar a su isla natal después de la caída de Troya. La obra atribuida a Homero, —se
supone que el autor la compuso a finales del siglo VIII a.C—, fue en un primer tiempo
transmitida de forma oral durante los banquetes o en algunas cortes, “hasta que en
Atenas, en el siglo VI a.C, se decidió fijar el poema por escrito”, cuenta por teléfono
Óscar Martínez, traductor de Homero (La Ilíada, en Alianza Editorial) y presidente de la
delegación de Madrid de la Sociedad Española de Estudios Clásicos. Asegura que no
quedó nada de aquella primera edición.

"Otra fase de la transmisión fue cuando se hicieron las copias de la obra sobre papiros
en Alexandria" en torno al siglo III a.C, relata Martínez. La Biblioteca de Alexandría
conservaba entonces numerosas copias del texto homérico que provenían de diferentes
regiones de Grecia. Una de ellas, en la que figuran partes del canto IX y X, fue hallada
en Egipto en el 1900. Conservada en la actualidad en el Instituo de Papirología de la
Sorbona, la copia está fechada en el último cuarto del Siglo III a.C.

“Podemos suponer que no se encontrará toda la Odisea copiada pero [el trozo
encontrado en Grecia] es muy valioso en términos epigráficos”, ahonda Martínez, al que
llamó mucho la atención que se tratara del canto XIV de la epopeya y que se encontrara
la placa de arcilla en Olimpia. “Era un sitio muy dado a recibir peregrinos, un centro
panhelénico donde acudían muchos visitantes y en el que tratar bien al que venía era
una prioridad”, explica.

El entusiasmo provocado por el descubrimiento no sorprende Martínez que destaca el


carácter fundamental de la aportación de Homero a la literatura universal. "Tanto La
Ilíada como La Odisea, que surgen aisladas en el tiempo con una belleza inigualable,
han sido un referente para la literatura posterior”. Todos los elementos que aparecen en
la obra como las sirenas, el cíclope, la maga Circe —e incluso los que no figuran en ella
y que se asocian al mito creado en torno a Homero, como el caballo de Troya o el talón
de Aquiles— llevan siglos “llenando toda la imaginación occidental. Es probablemente
una de las obras más influyentes de toda la literatura occidental”.
El ensayo general de las Cruzadas tuvo
lugar en Barbastro
Un libro aborda el asalto y ocupación cristiana de la
ciudad aragonesa en 1064 como el comienzo de la
tensión medieval entre el islam y la cristiandad
300
Conéctate
Marc Bassets
París 11 JUL 2018 - 21:10 CEST

Lo que sucedió en Barbastro en aquella primavera y verano de hace más de mil años
cambió el Occidente medieval. Sus repercusiones históricas contrastan con la memoria
escasa que quedó del acontecimiento. No es aventurado imaginar que el eco aún no se
ha apagado.

Los historiadores Philippe Sénac y Carlos Laliena Corbera reconstruyen el episodio y el


contexto en el panorámico 1064, Barbastro. Guerre sainte et djihad en Espagne (1064,
Barbastro. Guerra santa y yihad en España), recién publicado por la editorial Gallimard.
Los siglos de tensión entre el islam y la cristiandad en parte comenzaron con el sitio, la
toma, la ocupación y la posterior retirada del ciudad aragonesa en 1064.

La lucha contra el ‘otro’ comienza allí, en la primera ciudad musulmana tomada por los
cristianos

"Es una fecha esencial: el momento en que, por primera vez, se ve una especie de
connivencia de intereses entre el papado, los condes catalanes y los intereses del nuevo
soberano aragonés", explica Sénac, uno de los coautores, en un despacho de la
Universidad de la Sorbona. "Pero, sobre todo, es el momento que, por primera vez,
vemos instalarse en España linajes caballerescos que vienen del norte, de Champaña,
del sur de Francia, y que darán nacimiento a lo que algunos llamarán una pre Cruzada.
Y es verdad que, si no es una cruzada avant la lettre, sin duda es un ensayo general de
lo que se producirá treinta años después en Jerusalén. Y nunca —y esta fue mi gran
sorpresa al recorrer las fuentes árabes, porque los cronistas no exageran— se desató tal
violencia. No sé si es una guerra ideológica, si la conciencia de luchar contra el otro, el
musulmán, se expresa por primera vez aquí. Pero, indiscutiblemente, desde 1050 hay
una radicalización. La lucha contra el otro se expresa por primera vez en Barbastro, la
primera ciudad musulmana tomada. A partir de entonces, el combate secular entre
cristianos y musulmanes en España toma una connotación distinta. En este momento
podemos hablar de una ideología de la guerra santa".

El libro de los medievalistas Sénac, profesor en al Sorbona, y Laliena Corbera, profesor


en la Universidad de Zaragoza, aborda la historia siguiendo la vía que en los años
setenta abrió George Duby con libros como El domingo de Bouvines. El ejercicio
consiste en contar una época a partir de una fecha, en centrarse en la cronología y el
acontecimiento —el relato— y a partir de ahí revelar los cambios profundos de la
cultura y la sociedad.

La toma cristiana de Barbastro en 1064, y la posterior reconquista por parte de los


musulmanes nueve meses después, es uno de estos momentos estelares, o fatídicos, de
la humanidad. Un momento poco conocido, sí: diluyeron su recuerdo fechas más
emblemáticas como la toma de Toledo en 1085, la batalla de las Navas de Tolosa en
1212 o la conquista de Granada en 1492. Pero un momento, también, anticipador del
mundo que se gestaba.

Es entonces cuando se consolida el discurso ideológico para justificar la guerra. Ya no


se trata sólo de combatir en busca de un botín o de una conquista territorial, sino que
algo superior impulsa a los combatientes, como un dopaje espiritual. De ahí el papel el
papa Alejandro II, que, según los autores, alentó la operación bélica en Barbastro, "una
expedición de envergadura como jamás los musulmanes habían afrontado en estas
regiones". La península Ibérica estaba partida en dos: al norte, los principados
cristianos; al sur, las taifas musulmanas. Miles de guerreros participaron en la operación
internacional: 10.000 según fuentes musulmanas, aunque Sénac y Laliena Corbera creen
más razonable que fuesen la mitad, o un tercio, lo que ya era mucho. Era una auténtica
coalition of the willing, como se diría más de un milenio más tarde para referirse a las
coaliciones de voluntarios que lanzan operaciones bélicas en Próximo Oriente.
Aquitanos, normandos, burguiñones, gascones, champañeses, catalanes...

Las informaciones circulaban de un territorio a otro, por conexiones familiares o por las
comunidades monásticas. Una pequeña globalización en marcha. "Imaginar un mundo
del siglo XI encerrando en sí mismo, es equivocarse totalmente", avisa Sénac. La
construcción de la alianza internacional funcionó como un engranaje perfecto tras la
muerte del rey Ramiro I de Aragón en el sitio de Graus. "Es muy rápido, y esto es lo
más sorprende. Unos meses", resume el historiador de la Sorbona. "Desde el sur de
Italia, contingentes normandos que están luchando ahí recorrerán más 2.000 kilómetros
para llegar a Barcelona, y desde Barcelona, sin duda después de la Semana Santa,
alcanzar Barbastro".

La ocupación cristiana fue salvaje, según los documentos citados en 1064, Barbastro. "A
veces", escribe un cronista musulmán, "el musulmán entregaba el alma en medio de
estas torturas, lo que realmente era una alegría para él, pues, si sobrevivía, debía sufrir
dolores aún mayores, ya que los infieles, por un refinamiento de la crueldad, se
deleitaban violando a las mujeres y las hijas de los prisioneros delante de los ojos de
estos". Otro apunta: "Se dice que los vencedores eligieron a cinco mil musulmanas,
vírgenes o jóvenes distinguidas por su belleza, y se las enviaron al emperador de
Constantinopla". La ocupación de Barbastro supuso para muchos cristianos el
descubrimiento de la civilización árabe-musulmana. Incluso hay un teoría según la cual
la lírica de los trovadores tiene su origen en los poemas que las esclavas musulmanas
cantaban en la corte de Aquitania, adonde las habían trasladado. ¿La poesía occidental
nació en Barbastro? Los autores creen que las pruebas no son concluyentes.

Hubo autocrítica del lado musulmán. Algunos sabios atribuyeron la pérdida de


Barbastro a la torpeza de sus élites: la idea de que "la corrupción, la codicia, la
incapacidad para defender a una comunidad musulmana debilitada por nuevos
impuestos [...] estuvieron en el origen de los éxitos de los cristianos", escriben Sénac y
Laliena Corbera. "Sus pecados fueron para ellos como una enfermedad", se lee en un
poema árabe de la época.

También los cristianos hicieron su autocrítica. Fueron los excesos, según el posterior
relato cristiano, los que explican la breve duración de la ocupación de Barbastro.
"Celoso de los buenos inicios para la fe cristiana, el diablo, armado con malevolencia y
astucia, decidió meterse en medio y encender un fuego de amor en el corazón de los
caballeros y estos, en vez de elevarse, cayeron", escribió el monje Amado de
Montecassino. "El Cristo se irritó porque los caballeros se entregaron al amor de las
mujeres. Así, por sus pecados, perdieron lo que habían conquistado y los sarracenos los
expulsaron".

La batalla por Barbastro en 1064 es una historia con moraleja.

El arte que nació en lo más profundo de


las cuevas
El Museo Arqueológico de Alicante reúne 250 piezas de
una veintena de centros de toda España
Alicante 5 JUL 2018 - 18:17 CEST

Mientras unos chavales expresaban su contento afuera, con gritos y carreras, muros
adentro del Museo Arqueológico de Alicante (MARQ) se presentaba su gran exposición
anual, que trata de explicar cómo se manifestaban los humanos de la prehistoria. Los
objetos que fabricaban para usos cotidianos o rituales religiosos, así como fotografías y
vídeos en gran calidad de las representaciones pictóricas en paredes de cuevas forman el
grueso de la muestra Rupestre. Los primeros santuarios, inaugurada este jueves. Reúne
250 piezas procedentes de una veintena de museos arqueológicos de toda España, con
especial atención al arte rupestre del arco mediterráneo peninsular, el que mereció su
inclusión en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco en diciembre de 1998. Se van
a cumplir 20 años de un reconocimiento que quiere festejar esta exposición.

“Las pinturas rupestres no son solo una evidencia de arte decorativo, sino todo un
reflejo de las preocupaciones que tenían los hombres y las mujeres de hace 20.000 años,
o los animales que cazaban”, ha dicho en la presentación Virginia Barciela, comisaria
junto a Rafael Pérez y Jorge A. Soler de una exposición que ha llevado nueve meses de
preparación. Los ciervos y otras presas dibujados en las cuevas quedan a la
interpretación de si se plasmaban en agradecimiento a los dioses por haberlos cazado o
eran una invocación para su captura. Barciela subrayó la concentración en la provincia
de Alicante de enclaves arqueológicos que albergan huellas prehistóricas, “más de 200”,
conocidos en su mayoría como “abrigos”.

Dividida la exposición en tres salas, Pérez hizo hincapié en la que contiene los calcos
que reproducen las paredes adornadas de las cuevas, unas imágenes que, unidas a la
tenue iluminación y a unos sonidos llenos de misterio, intentan transmitir al visitante “la
sensación de que está recorriendo aquellos santuarios, toda vez que no se puede recortar
la piedra y traerla hasta la sala”, bromeó. Unas palabras que recordaron a los humanos
que, en 1993, se comportaron como sus antepasados más incivilizados al robar,
valiéndose de una sierra radial, cinco pinturas de la pared del Abrigo de Benirrama
(Alicante) y que hoy siguen sin aparecer.

En la sala primera están los ejemplos del arte del Paleolítico, realizado por humanos que
vestían pieles de animales y que representaban, a la luz de antorchas, en la superficie
rugosa de lo más profundo de las cuevas. Podían plasmarlos con sus propias manos o
con primitivos pinceles. La profesora Barciela asegura que realizaban sus obras “con
una intención de trascender”, no las ejecutaban en los lugares donde vivían, sino en
santuarios, y se sabe que “había una continuidad”, unos retomaban lo que habían hecho
sus antecesores.

En las vitrinas se muestran huesos grabados de hace 14.000 años. Ahí están las “venus”,
primitivas figuras talladas de mujeres, procedentes de Las Caldas (Asturias), o animales
como una cierva grabada en la piedra o una yegua rojiza pintada hace 24.000 años en la
Cova de Parpalló (Gandía).

Las habilidades y técnicas cambian, como muestran los vasos de cerámica del Neolítico,
los más antiguos con unos 7.000 años de antigüedad, con una decoración cada vez más
rica. Es también el momento de dibujar figuras humanas, ya sean orantes con los brazos
al cielo, para simbolizar sus creencias y rituales, o en grupo, cazando animales, algunos
agonizando tras ser apresados. Son hombres, algunos con pantalones, otros con
taparrabos, pero también se ofrece la reproducción de un amamantamiento con el
pequeño en el regazo. A su lado, las piezas en hueso de 5.000 años de antigüedad
llamadas “ídolos” y que acompañaban a los moradores de estos paisajes en sus
enterramientos.

Este paseo por la prehistoria acaba con un viaje al futuro, “una reflexión sobre la
relación entre el arte abstracto actual y el prehistórico”, según los organizadores, con un
lienzo de Miquel Barceló, de 1983, Il pittore a Bologna, que muestra una vorágine de
pintura con peces, animales, figuras… y con texturas que incluyen desde papeles
arrugados a colillas. A su lado, el audiovisual El cuaderno de barro (2011), en el que el
artista mallorquín dibuja figuras en una cueva de Mali. Hoy permanecen muchas
incógnitas sobre cómo vivían nuestros primeros antepasados, quién sabe si es mejor así,
porque, como asegura Einstein en uno de los paneles: “La experiencia más bella que
puedo tener es el misterio, es la cuna de la emoción en el arte y en la ciencia”.

Ayer es hoy, multiplicado


Tras más de dos meses de siega, la cuenta se acerca a
300 asesinados, cazados por francotiradores,
ejecutados con un tiro en la nunca, tiroteados por
paramilitares. Y los heridos llegan a 1.500
Conéctate
Sergio Ramírez
11 JUL 2018 - 00:00 CEST

La tarde del 23 de julio de 1959 se produjo en una calle de León la masacre de


estudiantes de la que fui sobreviviente y que marcó mi vida para siempre, ejecutada por
soldados del ejército de la familia Somoza.

Era una manifestación de protesta, y ya nos retirábamos hacia la universidad cuando


estallaron las bombas lacrimógenas, y a los primeros disparos de los fusiles comencé a
correr. Me topé con la puerta de servicio del restaurante El Rodeo. La empujé, y cedió.
Se oía el tableteo de una ametralladora y seguían las descargas de los fusiles. Subí a la
segunda planta. Había ahí tres niñas en una cama, aterrorizadas, en compañía de una
empleada. “Estamos solas aquí”, me dijo la mujer”, con voz temblorosa.

En absoluta inconsciencia me asomé por el balcón y vi a los soldados colocados en tres


filas: de pie, de rodillas y acostados en el suelo, los fusiles humeantes. El de la
ametralladora, echado en la acera de la esquina. En el pavimento, los cuerpos
desperdigados. Alguien me gritaba: “¡una ambulancia!, ¡una ambulancia!”.

Pregunté a la mujer si había un teléfono. No tenían. Un cura bendecía a un herido. Era


norteamericano, según supe luego. Creo recordar que se apellidaba Kaplan. En ese
momento escuché la sirena de una ambulancia, pero los soldados no la dejaban pasar.
Fernando Gordillo, mi amigo, envuelto en la bandera de Nicaragua, marchaba a media
calle, ofreciéndole su pecho al pelotón.

El recuerdo de Fernando caminando envuelto en la bandera me parece un sueño. En ese


momento el pelotón comenzó a retroceder en formación, sin voltearse, hacia el cuartel a
una cuadra de allí. Erick Ramírez, mi compañero de banca en el aula de primer año de
derecho, estaba tendido en la calle. Tenía un orificio en la espalda. Me arrodillé a su
lado para decirle que lo llevaríamos al hospital. Cuando lo volteé vi que tenía el pecho
desflorado por un balazo.

Subimos a los heridos y a los muertos en taxis y en vehículos particulares para llevarlos
al hospital. Allá, la confusión era grande. Descubrí sobre una de las losas a Erick, y en
otra a Mauricio Martínez, también compañero de banca. Los tres nos sentábamos juntos
en la primera fila, los tres teníamos 17 años, y ahora ellos dos estaban desnudos sobre
las losas, bajo el chorro de una manguera que los lavaba. ¿Cómo se entiende eso de la
muerte a los diecisiete años? También lavaban los cadáveres de José Rubí y Erick
Saldaña, estudiantes de medicina.

Un grupo nos fuimos a la Radio Atenas a hacer un llamado a donar sangre. Entró al
estudio una patrulla encabezada por el teniente Villavicencio, compañero de aula
también, con órdenes de impedir que se siguieran transmitiendo los llamados. No se
podía divulgar la noticia de la masacre, ni siquiera pedir sangre.

Regresamos al hospital y en el portón encontramos una caravana de seis ambulancias


del Hospital Militar que enviaba desde Managua el presidente Luis Somoza. Venían
médicos de gabachas almidonadas, enfermeras de blanco impoluto. En la primera
ambulancia, viajaba al lado del chofer el arzobispo González y Robleto.
Una multitud de estudiantes, furiosos ante el cinismo de la dictadura, impedía a los
médicos y enfermeras bajarse, y luego empezó el intento de empujar las ambulancias
para voltearlas. No olvido la cara de terror del anciano arzobispo detrás del vidrio de la
ventanilla. Tres años atrás había decretado funerales de “príncipe de la iglesia” para el
viejo Somoza, fundador de la dinastía.

El presidente de los estudiantes impuso la cordura. Al fin las ambulancias pudieron


retroceder de regreso a Managua. A la medianoche, llevamos los cuatro ataúdes en
procesión hacia el paraninfo de la universidad.

Cerca de la madrugada, Rolando Avendaño, estudiante de derecho, me propuso que


hiciéramos un periódico dedicado a la masacre. Conseguimos unas viejas máquinas de
escribir, y amanecimos trabajando en las notas. Se imprimió de manera clandestina en
un taller tipográfico, y antes del mediodía circulaba con sus gruesos titulares en rojo.

Fueron cuatro muertos y más de 70 heridos aquella tarde. Hoy, tras más de dos meses de
siega, la cuenta se acerca a 300 asesinados, cazados por francotiradores, ejecutados con
un tiro en la nunca, tiroteados por paramilitares desde vehículos en marcha, quemados
vivos dentro de sus hogares, aún niños de pecho. La inmensa mayoría son jóvenes, y
hay al menos 25 menores de 17 años. Como nosotros entonces. Y los heridos llegan a
1.500.

Ayer es hoy, multiplicado.

El caudillo mexicano ante su gente


En las elecciones ganadas por Andrés Manuel López
Obrador no se ha votado por un programa de
gobierno, sino que se ha definido el tamaño de una
esperanza. Los comicios marcaron el fin de las
ideologías y creado mezclas contradictorias
Conéctate
Juan Villoro
10 JUL 2018 - 00:00 CEST

Lo más valioso del fútbol mexicano es el público, según demuestran las tribunas donde
las gargantas se esfuerzan más que los jugadores.

El 27 de junio Andrés Manuel López Obrador cerró su campaña ante una multitud
consciente de su propio poderío. Las gradas que consagraron a Pelé y Maradona en los
Mundiales de 1970 y 1986 celebraron al candidato del Movimiento de Regeneración
Nacional (Morena) con el fervor que se concede a los profetas. Un coro griego pedía la
transformación de un país con más de cincuenta millones de pobres, impunidad en el
99% de los delitos y liderazgo mundial en asesinato de periodistas. La ideología era
menos significativa que la devoción.
Ese mismo escenario había sido testigo del primer plebiscito espontáneo que condenó a
los Gobiernos autoritarios del PRI: el presidente Miguel de la Madrid inauguró el
Mundial de 1986 ante una tormenta de abucheos. El 27 de junio la “voz del Azteca” fue
distinta. En su tercer intento por ganar las elecciones, el tenaz luchador social de
Tabasco escuchó un grito decisivo: “¡No estás solo!”. Consciente del pacto que sellaba
con los suyos, respondió con la frase más importante de su dilatada trayectoria, no por
ser la más original, sino porque era la que un país traicionado por la clase política quería
oír: “No les voy a fallar”.

Las elecciones mexicanas de 2018 fueron una historia de terror con final de cuento de
hadas. El pasado febrero, mi hijo Juan Pablo cumplió veintiséis años. Su amigo Esteban
llegó tarde a la fiesta porque trabaja como reportero. Juan Pablo estudia Medicina. Al
entrar a la casa, Esteban le dijo: “En lo que va del año, he visto más cadáveres que tú”.
En México, informar es una actividad forense.

La muerte definió la contienda electoral: 48 aspirantes a cargos de elección y más de


130 militantes de partidos políticos fueron asesinados de septiembre de 2017 a junio de
2018. Los cárteles se adelantaron a votar con disparos para marcar su territorio y
ratificar su contubernio con los más diversos mandos del Gobierno.

Las elecciones mexicanas de 2018 fueron una historia de terror con final de cuento de
hadas

De acuerdo con Borges, la democracia es un abuso de la estadística. La nuestra es un


abuso de la sangre y el dinero. Cada año, los partidos se asignan a sí mismos 265
millones de dólares que carecen de supervisión. Durante tres meses nos vimos
expuestos al ataque cerebral de 27 millones de spots en 3.111 emisoras. Estamos ante
una de las democracias más caras del mundo, donde los partidos han descubierto que el
negocio no consiste en resolver problemas sino en administrarlos.

La elección marcó el fin de las ideologías y dio lugar a mezclas contradictorias. El


conservador Partido de Acción Nacional se alió con el Partido de la Revolución
Democrática, presuntamente socialdemócrata; Morena, en teoría de izquierda, recibió el
apoyo del Partido Evangelista; consciente de su desprestigio, el PRI postuló a un
candidato que no pertenecía a su partido. Las convicciones pesaron menos que los
intereses. En vez de propuestas, hubo mensajes de sentimentalismo, marketing,
descalificación de los contrarios, vehementes autoelogios.

Por primera vez participaron candidatos “independientes”. Las comillas son


imprescindibles porque se trató de una farsa. La ley electoral exige recabar 867.000
firmas en al menos 17 Estados de la república para contender por la presidencia. Esta
desmesura fue perfeccionada por un mecanismo discriminatorio diseñado por el
Instituto Nacional Electoral: las firmas debían ser recabadas con una aplicación
descargable en celulares de gama media, que cuestan tres salarios mínimos. Esta
democracia para ricos no le abría las puertas a los ciudadanos, sino a los políticos
profesionales necesitados de un plan B.

Así se impidió que Marichuy Patricio, candidata del Concejo Indígena de Gobierno,
llegara a la papeleta. Fue la aspirante más honesta: el 94% de las firmas reunidas en su
favor resultaron válidas. Sin embargo, sólo alcanzó una tercera parte de la cuota
requerida. Con ella se perdió la oportunidad de una candidatura de izquierda que
incluyera la voz de los pueblos originarios.

Jaime Rodríguez El Bronco, gobernador de Nuevo León, hizo trampa en el 75% de sus
firmas, mientras que Margarita Zavala, esposa del expresidente Felipe Calderón,
presentó un 35% de firmas inválidas. Estas tretas no les impidieron contender por la
presidencia. Así lo decidió el Tribunal Federal Electoral, compuesto por siete personas.
Cuatro de ellas votaron porque El Bronco y Zavala estuvieran en la papeleta. En un país
con 127 millones de habitantes, un decisivo trance electoral quedó en manos de la
Banda de los Cuatro. José Woldenberg, que sentó las bases para las primeras elecciones
vigiladas y competidas en México, y que defiende con denuedo la gestión del INE,
escribió un artículo sobre el Tribunal con un título elocuente: “Vergüenza”.

Tal fue el deprimente prólogo de un domingo de excepción. Morena llegaba a la


contienda con el mayor mérito que puede tener una organización política mexicana:
nunca ha gobernado. Hartos de la corrupción y la ineficacia del PRI y el PAN, los
votantes buscaban un horizonte nuevo. A sus 64 años, López Obrador conoce todos los
pliegues del proselitismo. Llegó a la arena pública de la mano del poeta Carlos Pellicer,
militó en el PRI, presidió el PRD, gobernó la Ciudad de México y desde hace doce años
ha recorrido el país innumerables veces. A estas alturas, ya resulta imposible definirlo
como izquierdista por las alianzas que ha establecido con caciques locales, sindicatos
corruptos, expriistas, expanistas, evangelistas, pentecostales y personeros de empresas,
y porque defiende un capitalismo asistencialista. Definirlo como “antisistema” sería aún
más descabellado. Nadie conoce como él las procelosas reglas de nuestra política.

Los malos presagios que se cernían sobre los comicios desembocaron en un día pacífico

¿Se moderó para poder llegar y se radicalizará en el poder? Dispone de suficiente


respaldo para ello. Morena ganó cinco gubernaturas y dominará el Congreso. La
principal noticia no es quién ganó sino cómo ganó. No se puede menospreciar esa
abrumadora mayoría. El domingo, por unas horas, existió el pueblo.

Los malos presagios que se cernían sobre las elecciones desembocaron en un día
pacífico, marcado por la ilusión. ¡De los ogros al mundo de las hadas! ¿Una nueva
irrealidad? Lo cierto es que más de un millón de ciudadanos tuvieron a su cargo la
jornada en la que el 53% votó por un cambio cuya profundidad se ignora. No se definía
un programa de gobierno; se definía el tamaño de la esperanza.

En forma apropiada para un nuevo comienzo, la casilla donde voté se ubicaba en un


kindergarten. Afuera, un trompetista callejero entonaba destempladas melodías. A las
nueve de la noche, cuando ya se conocían los resultados preliminares, el músico seguía
ahí.

Andrés Manuel López Obrador había ganado.

El trompetista anónimo tocaba A mi manera.

Juan Villoro es escritor.


Una bella historia del cosmos
Barry Barish, descubridor de las ondas
gravitacionales, habla del origen del mundo, del
futuro del conocimiento y del valor de la ciencia
básica

Conéctate
Javier Sampedro
Madrid 14 JUL 2018 - 13:13 CEST

¿Para qué sirven las ondas gravitacionales? Los periodistas se lo han preguntado unas
cuantas veces a Barry Barish, premio Nobel de Física el año pasado por el
descubrimiento de las ondas gravitacionales, precisamente, que ocurrió solo dos años
antes. Leed su respuesta, y otras muchas cosas, en la interesante entrevista que ha
concedido a Materia esta semana. La pregunta puede generalizarse como ¿para qué
sirve la ciencia básica?, y ha sido formulada un millón de veces desde que Galileo
enfocó su telescopio a Júpiter y descubrió sus lunas. El caso es que Faraday y Maxwell
no descubrieron el electromagnetismo para disparar la revolución de la energía eléctrica,
ni Planck ni Einstein vislumbraron la estructura cuántica del mundo para reiniciar la
tecnología y la computación, ni Watson y Crick descifraron la doble hélice del ADN
para salvar vidas. Lo hicieron por curiosidad, el verdadero motor de la ciencia. Pero
todo eso que no buscaban es justo lo que ha acabado ocurriendo. Los grandes avances
aplicables a la sociedad son siempre consecuencia de un salto en nuestra comprensión
profunda del mundo.

Hace 1.300 millones de años, en un lugar muy, muy lejano, dos agujeros negros cayeron
en espiral uno sobre el otro hasta que, inevitablemente, se fusionaron en uno solo. Es
uno de los sucesos más violentos que cabe imaginar en el cosmos. El proceso de
aproximación entre los dos agujeros negros es largo y nada espectacular, pero su fusión
propiamente dicha solo dura unos pocos milisegundos. Esa misma rapidez hace que
emitan un mensaje muy nítido en forma de un pulso de ondas gravitacionales. Ese pulso
llevaba viajando 1.300 millones de años por el espacio y, en el preciso instante en que
llegó a la Tierra, los creadores del detector LIGO acababan de ponerlo en
funcionamiento. Eran las cinco de la madrugada, así que hay que imaginar cómo se
sintieron los científicos que andaban por allí. Se puede considerar suerte, pero, como
dijo o debió decir Pasteur, la suerte solo favorece a quien está preparado para que le
caiga encima.

Tras uno de los descubrimientos más deslumbrantes de este siglo, los físicos están
seguros de que las ondas gravitacionales constituyen una ventana recién abierta al
universo. Todo lo que sabemos del cosmos desde Galileo se basa en la luz o en otras
ondas electromagnéticas (infrarrojos, ultravioletas, rayos X, gamma y demás homólogos
de la luz en diferentes longitudes de onda). Y es justo por eso que no sabemos casi nada
de los primeros 400.000 años de vida del cosmos (que ahora tiene 13.700 millones).
Antes de 400.000 años no había átomos, sino una sopa de partículas opaca a la luz. Pero
que no es opaca a las ondas gravitatorias. Así que solo estas ondas nos permitirán
husmear en el verdadero origen del universo, con su Big Bang, su inflación cósmica y
los demás procesos que crearon todo lo que conocemos.

Crear un mundo. Esa no sería una mala aplicación de las ondas gravitatorias, ¿no os
parece?

Los aliados más extravagantes de la


medicina
Sapos, ratas, hormigas, abejas, perros... Cuando la
tecnología es demasiado cara, así ayudan los
animales a diagnosticar enfermedades
3
Conéctate
Esther Samper
15 JUL 2018 - 06:48 CEST

Dispositivos de tomografías por emisión de positrones, secuenciadores masivos de


ADN, robots cirujanos, gafas de realidad virtual para cirujanos, ecógrafos de bolsillo...
La progresiva tecnificación de la medicina, especialmente en los hospitales, con
aparatos cada vez más complejos y avanzados, es innegable. Pareciera que para dar
cualquier paso en un diagnóstico o tratamiento tuviéramos que recurrir obligatoriamente
a un artilugio de alta tecnología. Sin embargo, no siempre fue así o, mejor dicho, casi
nunca fue así. La historia de la medicina es casi tan antigua como el hombre y el uso de
complicados cachivaches por profesionales sanitarios es un fenómeno relativamente
reciente en el tiempo.

En el pasado, los médicos tenían que conformarse con lo poco que había para
diagnosticar y tratar a sus pacientes y ello fomentó prácticas muy originales. Al fin y
cabo, la necesidad es la madre del ingenio. Incluso hoy en día, en zonas rurales remotas
o en países pobres, la medicina se ejerce con lo más básico y la alta tecnología brilla por
su ausencia. En estos casos, el ingenio para conseguir lo máximo a partir de lo más
sencillo se convierte en imprescindible. Así, ¿si la tecnología es demasiado cara para
emplearla en medicina, por qué no recurrir a la naturaleza?

Podría parecer poco heterodoxo, incluso extravagante, pero lo cierto es que diferentes
especies animales han ayudado a los humanos en la práctica de la medicina, tanto en el
pasado como en el presente. Por ejemplo, textos antiguos de hace milenios ya
explicaban cómo las hormigas solían arremolinarse en torno a la orina de determinadas
personas afectadas por diabetes. ¿La razón? Un incremento de la cantidad de glucosa
(comúnmente mal llamado "azúcar") en la orina atraía a las hormigas, que se
alimentaban de ella. En ese sentido fueron unas pioneras en el diagnóstico químico de la
diabetes. Tendríamos que esperar al siglo XVII, cuando el valeroso Thomas Willis tomó
la iniciativa para catar el pis y diagnosticar así la diabetes por su sabor dulce.
Las hormigas fueron unas pioneras en el diagnóstico 'químico' de la diabetes

No menos original es recurrir a batracios como pruebas rústicas de embarazo. Nos


referimos al famoso test de la rana. Se empleó intensivamente hasta mediados del siglo
XX para confirmar el estado de señoritas con sospechas de estar encintas pero, aún hoy
en día, se sigue utilizando en países sudamericanos por su sencillez y bajo coste. El
principio por el que funciona es ciertamente curioso: al inyectar orina de una mujer
embarazada a una rana o sapo hembra bajo su piel, la hormona gonadotropina coriónica
humana (elevada durante el embarazo) induce la ovulación del animal, que pondrá
huevos en un plazo de 24 horas, confirmándose así el estado de embarazo. Sin duda, se
trata de una solución elegante por su sencillez, aunque ciertamente no muy glamurosa,
antes del desarrollo de los modernos test de embarazo.

A veces, la vida puede tener un peculiar y sarcástico sentido del humor. Cuando
pensamos en ratas, inmediatamente las asociamos con pobreza, malas condiciones
higiénicas y transmisión de enfermedades. En Mozambique, sin embargo, crían y
entrenan a ratas gigantes para diagnosticar la tuberculosis de forma rápida, precisa y
barata (solo 30 céntimos de dólar al día). Gracias al agudo sentido del olfato que poseen
estos roedores, son capaces de reconocer el olor típico que desprenden las muestras de
esputo (secreción de las vías respiratorias) de las personas afectadas por la enfermedad.
Son capaces de revisar 70 muestras en 10 minutos. Es mucho más eficiente que un
técnico de laboratorio que tardaría dos días en confirmar el diagnóstico. La atrevida
idea, desarrollada por la ONG belga Apopo, ha permitido confirmar diagnósticos de
decenas de miles de personas en un país pobre como Mozambique, con recursos escasos
y una elevada incidencia de tuberculosis.

En el campo de la tuberculosis, parece que no sólo las ratas son una opción para
diagnosticarla. Estudios científicos han revelado la gran sensibilidad de las abejas para
reconocer el olor que libera la bacteria de la tuberculosis. Por ello, diversos expertos han
planteado la posibilidad de entrenar abejas, al igual que las ratas, para diagnosticar la
enfermedad de forma sencilla y barata. La ventaja adicional de estos insectos frente a
los roedores es que resultar mucho más sencillo y barato criarlas y mantenerlas (además
de dar rica miel). Además, las abejas no sólo podrían resultar útiles para detectar la
tuberculosis, sino que también podrían serlo para detectar ciertos tipos de cáncer como
de piel y pulmón. Aunque en este campo sólo se ha planteado de forma experimental.

En Mozambique crían y entrenan a ratas gigantes para diagnosticar la tuberculosis de


forma rápida, precisa y barata

Tras hablar sobre hormigas, ranas, sapos, ratas y abejas como aliados para la medicina
no podíamos olvidar al mejor amigo del hombre: el perro. Su papel esencial en la
detección de drogas o de personas enterradas bajo escombros, gracias a su portentoso
olfato, es conocido por todos. Lo que es bastante desconocido es su gran habilidad para
detectar y avisar con antelación a sus dueños diabéticos de ataques de hipoglucemia o
hiperglucemia (glucosa en sangre demasiado baja o demasiado alta, respectivamente).
De hecho, existen programas de entrenamiento estandarizado para adiestrar a los
denominados perros de alerta de diabetes.

De nuevo, el agudo olfato de los perros, junto con la capacidad para detectar el sudor o
ciertos temblores previos a un ataque, son la clave de su habilidad especial para detectar
los cambios de glucosa en sangre antes incluso de que la persona diabética muestre
síntomas. Así, al reconocer un posible ataque, el perro realiza una tarea específica
(ladrar, sentarse o tumbarse) para alertar a la persona para que ésta pueda tomar medidas
inmediatamente: ya sea ingerir comida rica en hidratos de carbono o pastillas de glucosa
para ataques hipoglucémicos o inyectarse insulina ante ataques de hiperglucemia. Y es
que, diabetes a parte, múltiples estudios reflejan los beneficios para salud que tiene
convivir con este peludo y fiel animal. No es ninguna exageración, por tanto, afirmar
que el animal que mayor beneficio terapéutico ha aportado a la humanidad como leal
cuidador es el perro.

Por qué en verano se altera nuestra


percepción del tiempo
Todo parece ralentizarse cuando estamos inactivos.
Ocurre al llegar el estío. El tiempo subjetivo de
nuestras experiencias tiene poco que ver con el
tiempo objetivo
10
Conéctate
Javier Sampedro
15 JUL 2018 - 00:00 CEST

Fue seguramente Sam Peckinpah, en su película de 1969 Grupo salvaje, quien inventó o
sistematizó una aplicación sorprendente de la cámara lenta en los planos violentos. A la
mínima balacera o explosión de un cartucho de dinamita, allá que iba Peckinpah
ralentizando la escena y mostrándola en todo su macabro detalle, como si se tratara del
ataque de un predador en un documental científico. Los jovenzanos, que entonces no
nos llamábamos así, salíamos del cine desconcertados: ¿no eran los sucesos más
dramáticos los que parecían ocurrir más deprisa? “Todo ocurrió en una fracción de
segundo”, suelen decir los testigos de uno de esos actos, también en las películas, para
justificarse por no haber visto nada útil.

Bien, empecemos por recordar que el nombre “cámara lenta” está mal puesto: la cámara
va en realidad más deprisa de lo normal, y es por eso que el resultado final, lo que ve el
espectador, se ralentiza. Y en las situaciones violentas, o estresantes en general, de la
vida real, la cámara de nuestro cerebro también se acelera, y nuestro tiempo percibido
parece hacerse más lento en consecuencia. Nosotros percibimos la realidad como un
continuo, pero, al igual que en el cine, es el resultado de una película interior donde
cada fotograma dura 150 milisegundos (eso es unos siete fotogramas por segundo). En
situaciones de estrés, los fotogramas pasan más deprisa, y el resultado es algo parecido a
una escena violenta de Peckinpah. No sé si el director lo hizo aposta, pero tenía razón en
cierto sentido neurológico.

“John Franklin tenía ya diez años y seguía siendo tan lento que no era capaz de coger ni
una pelota”. Así empieza El descubrimiento de la lentitud, una novela de Sten Nadolny
recién publicada en español por Plataforma Ficción. Está basada en la vida del auténtico
John Franklin, el célebre explorador del Polo Norte, pero Nadolny ha hecho de él un
personaje de ficción caracterizado por su lentitud para percibir el mundo, y también lo
ha convertido en una teoría neurológica, al estilo de Peckinpah. Curiosamente, su
condición cerebral tiene relación de nuevo con los fotogramas interiores de la mente:

“Lo sorprendente”, escribe Nadolny, “era que desde cerca todo lanzaba destellos y daba
saltos: los palos de la cerca, las flores, las ramas. Más allá había vacas, tejados de paja y
colinas cubiertas de bosque, de modo que el ritmo de lo que iba apareciendo y
desapareciendo de la vista resultaba solemne y sosegado”. Las cosas que están cerca
parecen, desde nuestro punto de vista, moverse muy deprisa en comparación con el
fondo, y a la pobre cámara interior de Franklin no le da tiempo a interpretar sus lentos
fotogramas como un movimiento continuo. Solo puede hacerlo si las cosas están lejos.

Si el lector está en la playa y es de naturaleza nostálgica, le puede asaltar a veces el


pensamiento: “Ay aquellas tardes interminables del verano de mi infancia”. O
simplemente: “Ay aquellos interminables veranos de mi infancia”. La verdad, por
supuesto, es que aquellos veranos y aquellas tardes duraban exactamente lo mismo que
ahora, pero es cierto que aquello parecía literalmente interminable. La razón es que
éramos niños, y que nuestra percepción subjetiva del tiempo se va acelerando con la
edad. ¿En qué se basa ese desconcertante reloj interno que tanto perturba a Franklin y
nos desconcierta a todos?

Los psicólogos experimentales han aprendido mucho sobre nuestra percepción subjetiva
del tiempo, comparándola con el tiempo objetivo que mide la física. Dos elementos
esenciales son la secuencia de sucesos y la duración entre ellos. Pero hay pocas
situaciones en la vida real que no sean periódicas. Cada una de nuestras células es un
reloj biológico —este descubrimiento mereció el último premio Nobel de Medicina—, y
su coordinación marca nuestros ritmos de vigilia y sueño, comida, temperatura,
actividad metabólica y mil cosas más.

El propio periodo de rotación de la Tierra (24 horas) es un factor esencial en la


evolución de los ritmos circadianos (de circa, de un día), que todos los seres vivos
tenemos incrustados en nuestra lógica más fundamental. Pero no todo en estos relojes
biológicos consiste en una adaptación al entorno. En los años sesenta, los psicólogos
sometieron a un grupo de personas a un aislamiento total de las pistas ambientales,
encerrados en ausencia de luz natural y variaciones de temperatura. Pese a ello, sus
ritmos de temperatura y sueño/vigilia, entre otros, mostraron su carácter perdurable, en
gran medida endógeno. Algunas personas, sin embargo, duplicaron el periodo de sus
ritmos: seguían durmiendo y despertando, pero en ciclos de 48 horas.

En situaciones violentas o estresantes, la ‘cámara’ de nuestro cerebro se acelera y


sentimos que todo va más lento

Otra cuestión clave es la definición de “presente”. Para un matemático, el presente es un


punto que separa el pasado y el futuro, y que se va desplazando continuamente,
eternamente inaprehensible y ciego a nuestras necesidades. Para un psicólogo, sin
embargo, el presente es un intervalo de tiempo algo más amplio. Nuestro presente
interior incluye sucesos del pasado inmediato y predicciones de lo que va a ocurrir
enseguida. Imagina cómo percibimos una melodía: hay una nota que suena ahora
mismo, pero solo tiene sentido en comparación con las que vinieron antes y —sobre
todo si la canción ya te era conocida— con las que predices que vendrán después. En
cierto sentido, la melodía entera forma una unidad perceptual, como si fuera un acorde
donde todas sus notas suenan al unísono. Así percibimos las secuencias de eventos.

Nuestra percepción de la duración, o lapso de tiempo que discurre entre dos eventos
(dos notas de una melodía, por ejemplo, o dos martillazos sucesivos) es extremadamente
limitada y fácil de manipular para los experimentadores. Este tipo de percepción directa
del paso del tiempo funciona razonablemente bien cuando los dos eventos ocurren con
unos pocos segundos de diferencia. Por debajo de un segundo, las cosas se empiezan a
fusionar con facilidad; y por encima, no tenemos percepción directa de la duración, y
tenemos que empezar a usar relojes u otros criterios externos.

Hay factores que afectan de manera reproducible a nuestro sentido del tiempo. Si estás
intentando hacer algo y alguien o algo te interrumpe continuamente, la tarea parece
eternizarse (lo que en parte es cierto, por supuesto, pero el efecto sigue siendo verdadero
tras descontar eso). A un alumno que toma notas, la clase se le hace mucho más corta
que a otro que solo escucha. En general, la falta de actividad alarga el tiempo subjetivo.
Si yo me retraso media hora, a quien me espera le parecerá mucho más tiempo, y a mi
menos. Si estoy haciendo algo que me motiva, me parecerá que el tiempo pasa más
deprisa que si lo que hago me aburre. Todo esto son pistas que pueden contribuir a
explicar “aquellas interminables tardes de verano”. Quede como ejercicio para el lector.

Dijimos que todos estos resultados psicológicos se basan en comparar el tiempo


subjetivo de nuestra experiencia con el tiempo objetivo que mide la física. Pero desde
hace más de un siglo sabemos que este tiempo físico no es tan objetivo como creíamos
todos. O como habíamos aprendido todos, que es lo que sostiene el físico teórico Carlo
Rovelli en su reciente El orden del tiempo (Anagrama). Rovelli argumenta que, dada la
enorme subjetividad de nuestra percepción del paso del tiempo, es imposible que todo el
mundo creyera desde la antigüedad que el tiempo es un escenario fijo y absoluto en el
que suceden los eventos y trascurren nuestras vidas. Cree más bien que eso fue una
invención de Newton, y que todos nos hemos intoxicado en la escuela con ella en los
últimos cuatro siglos. Es una propuesta osada.

Por fortuna, disponemos ahora de un texto esencial del filósofo francés Henri Bergson,
Historia de la idea del tiempo (Paidós). Arranca de una transcripción de sus conferencias
de 1902-1903 en el Collège de France, pero casi todo estaba inédito hasta ahora, y
Adriana Alfaro y Luz Noguez lo han editado muy bien en español, eliminando las
redundancias, incoherencias y anacolutos en los que incluso Bergson caía al hablar en
público. Bergson consideraba la idea del tiempo “un problema central de la metafísica
en general”, y reflexionó sobre ella con una extraordinaria agudeza:

“Yo me supongo inmóvil”, explicaba a su audiencia en 1902. “Me parece entonces que
el punto tiene cierto movimiento. Me pongo en movimiento con la misma dirección que
él, y con la misma velocidad: (…) Para mí, se volverá inmóvil”. Tiene gracia, porque
esa es más o menos la larva del experimento mental que Einstein estaba haciendo en la
misma época: ¿Qué pasaría si me monto en un rayo de luz? La luz debería parecerme
quieta, pero no puede estarlo, porque la velocidad de la luz es una constante
fundamental de la naturaleza. Como una velocidad no es más que el espacio recorrido
partido por el tiempo que se tarda, si la velocidad de la luz es constante, el espacio y el
tiempo no pueden serlo. Si corres montado en un rayo de luz, lo que se detiene no es la
luz, sino el tiempo. Hace volar la cabeza, pero es el fundamento de la relatividad
especial, que Einstein formularía un par de años después de las conferencias de París.
Bergson se deshizo después en elogios cuando conoció a Einstein, seguramente sin ser
correspondido.

Y no olviden ver Interestelar, la película que mejor explica la dilatación del tiempo en
las cercanías de un agujero negro. Venga, al chiringuito.

Y los relojes se sincronizaron con los


palacios
La medición de las horas comenzó a unificarse en la
Edad Media. Hasta entonces, la vida cotidiana
estaba marcada por el tañir de las campanas
15 JUL 2018 - 00:00 CEST

En el verano 5199 desde la creación del mundo, en el 2957 desde el diluvio, 2015 del
nacimiento de Abraham, 1510 desde Moisés y el éxodo de los judíos de Egipto, 1032
desde la coronación del rey David, en la semana 65 de la profecía de Daniel, en la
Olimpiada 194, en el verano 752 desde la fundación de la ciudad de Roma, en el verano
42 del reinado de Octavio Augusto, cuando por toda la tierra reinaba la paz, Jesucristo,
Dios eterno e hijo del Padre eterno, nació hombre de la virgen María”: esta retahila de
tiempos sagrados y tiempos históricos permitía a un martirologio romano de los
primeros siglos medievales enmarcar el acontecimiento, el nacimiento de Cristo, que
sería el gozne temporal de la tradición occidental hasta nuestros días.

El cristianismo implicó una profunda reestructuración de la medida del tiempo en la


Edad Media. Pronto se escribieron tratados de cronología para adaptar a las necesidades
cristianas los sistemas de datación antiguos y crear otros nuevos. La fecha de la
indicción —ciclos de quince años de origen probablemente egipcio— o los años de
reinado de los emperadores, convivieron con el Anno Domini, el del nacimiento de
Cristo que se iniciaba el 25 de marzo, fecha de la encarnación, que se difundió en el
siglo VIII gracias a los escritos de Beda el Venerable.

Un cálculo afinado de las fechas litúrgicas permitió resolver situaciones incómodas del
pasado: la discrepancia en el siglo VII entre las iglesias romana y celta sobre cómo
calcular la Pascua provocó que el rey Oswiu de Northumbria celebrara la fiesta
siguiendo la práctica celta, mientras que su esposa aún ayunaba ya que era domingo de
Ramos según la práctica romana.

Diferentes maneras de datar los documentos emitidos por las cancillerías regias y
pontificia se mantuvieron a lo largo de toda la Edad Media. El Anno Domini se
generalizó en la curia pontificia y en la mayoría de los reinos cristianos. Algunos reinos
de la Península Ibérica, sin embargo, mantuvieron hasta casi época moderna la datación
propia del reino visigodo de Toledo, la Era Hispánica, cuyo inicio en el año 38 a.c.
indicaba la conversión de Hispania en provincia tributaria del Imperio Romano. No era
un cómputo utilizado más allá de los límites peninsulares. El documento solemne que
sellaba en 1170 el matrimonio entre Leonor de Inglaterra y el rey Alfonso VIII de
Castilla se fechaba de dos maneras, con la Era Hispánica y el año de la Encarnación de
Cristo, prueba de que el diploma estaba pensado para una audiencia más amplia, que no
entendería los usos de la corte castellana.

Hasta el siglo XIII, los instrumentos de medida del tiempo eran objetos de lujo. La hora
estaba al alcance de pocos

El medieval, sin embargo, no era un tiempo unificado. El tiempo eclesiástico se


correspondía con el de los oficios religiosos; el tiempo campesino estaba sometido a los
ciclos agrarios y a la imprevisibilidad de las intemperies y de los cataclismos naturales;
el tiempo urbano era el de los mercaderes y artesanos, marcado por la expansión de las
ciudades y nuevas prácticas económicas; el tiempo guerrero se regía por las estaciones
que permitían llevar a cabo las campañas militares; el tiempo de los reyes y gobernantes
intentaba someter a todos los demás bajo su control.

El principal punto de referencia de la vida cotidiana medieval era el tañido de las


campanas. Las horas canónicas —maitines, primas, tercias, sextas, nonas, vísperas y
completas— se convocaban a su toque y regían un tiempo de la iglesia cada vez más
uniformizado por la liturgia. Las campanas también marcaban la hora del campesino,
aunque ésta refería a un tiempo local, variable de unas regiones a otras. Jean de
Garlande, a comienzos del siglo XIII, hacía proceder la etimología de campana del
trabajo en el campo del campesino, quien sólo sabía guiarse en el tiempo por el sonido
de las campanas.

Hasta el siglo XIII los instrumentos de medida del tiempo —relojes de sol, de arena, de
agua o clepsidras— eran objetos de lujo y calcular la hora no estaba al alcance de todos.
En Hainault, a finales del siglo XII, a un duelo judicial solo se presentó uno de los
duelistas; tras una larga espera, exigió que los jueces declararan su victoria. Pero para
eso debían establecer que era ya la hora nona, lo que los jueces no supieron hacer a
pesar de que lo intentaron mirando al sol. Al final, acabaron preguntando a los clérigos.
Cuando no se podía determinar la hora aproximada por la posición solar, se utilizaban
teas, velas o lamparillas de aceite. Era una práctica extendida, que los reyes llevaran en
sus viajes velas de igual tamaño, que se encendían una tras otra para calcular el paso del
tiempo.

En las ciudades bajomedievales las campanas llamaban al trabajo artesano. Un


campanario en Artois, construido en 1335, regulaba las transacciones comerciales y el
trabajo de los pañeros. Poco después el reloj mecánico sustituyó a la campana —clock
procede de clocca, campana— en las torres de las iglesias. Con la difusión de los relojes
comunales, los mercaderes y artesanos introdujeron una nueva idea de un tiempo laico.
En Florencia, la vieja campana cedió su lugar al reloj en 1354. En los reinos hispanos,
se menciona en 1378 un acuerdo entre el cabildo de Valencia y un relojero alemán para
instalar un reloj en la catedral. Gracias al reloj mecánico, cada ciudad tuvo su propio
tiempo. También los gobernantes descubrieron que el tiempo era un instrumento de
poder. En 1370 Carlos V de Francia ordenó que todas las campanas de París se
sincronizasen con el reloj del Palacio Real. Nacía el tiempo del Estado.
A comienzos del siglo XIV la Iglesia condenaba a los usureros porque su ganancia era
una hipoteca sobre el tiempo, y el tiempo sólo pertenecía a Dios. Cien años después
Leon Battista Alberti anunciaba un cambio de propietario: “Hay tres cosas que el
hombre puede decir que le pertenecen en propiedad: la fortuna, el cuerpo y el tiempo”.
Perder el tiempo se había convertido ya en un vicio intolerable. La esposa de un
mercader de Prato escribió a su esposo en 1399: “En vistas a todo lo que hay que hacer,
cuando pierdes una hora, me parecen mil… Pero considero que no hay nada tan
precioso, tanto para el cuerpo como para el alma, como el tiempo, y me parece que lo
valoras poco”. Lo decía de Francesco de Marco Datini, de quien se conserva una
correspondencia comercial de más de 150.000 cartas.

Ana Rodríguez es investigadora científica en el Instituto de Historia del Centro de


Ciencias Humanas y Sociales-CSIC

La última cena del hombre de los hielos


Ötzi, que murió asesinado hace 5.300 años en los Alpes
italianos, comió una dieta rica en grasa que puede
estar asociada a sus problemas cardiacos
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Daniel Mediavilla
12 JUL 2018 - 16:10 CEST

Pese a ser uno de los humanos prehistóricos mejor conocidos, no es fácil conocer
detalles sobre su vida, pero parece que Ötzi tuvo una existencia peligrosa. El análisis del
polen encontrado en su estómago reveló unas últimas horas agitadas. En poco tiempo,
pasó por una altitud de 2.500 metros para después descender a los 1.200 y volver a
superar los gélidos 3.000 metros de altitud donde recibió un flechazo por la espalda que
acabó con su vida. Poco antes, no se sabe si con la misma persona que lo acabó matando
o con otra, tuvo un enfrentamiento que le produjo una herida en la mano derecha.

Hace unos días, un análisis de las herramientas del hombre de los hielos mostró que se
encontraba en una situación crítica, con todos sus útiles desgastados y prácticamente
desarmado. Ahora, el primer estudio de su estómago indica que tenía una dieta útil para
sobrevivir en aquellas altitudes, pero que también pudo ser peligrosa. Pese a que análisis
previos del cabello de Ötzi apuntaban a una dieta vegetariana, el contenido del
estómago muestra una última comida rica en grasa, que incluía carne de una especie de
cabra montesa, de ciervo, cereales e indicios de un tipo de helecho tóxico.

Junto a carne de ciervo y cabra, Ötzi ingirió trazas de un helecho tóxico, quizá con
intenciones medicinales

Los autores del estudio que se publica en la revista Current Biology y están liderados
por investigadores del Instituto para Estudios de la Momia-Eurac Research en Bolzano,
Italia, explicaron en un comunicado que los análisis no habían sido posibles antes
porque en las primeras exploraciones no se encontró el estómago de Ötzi. El proceso de
momificación lo había cambiado de posición, pero finalmente fue identificado durante
una exploración con tomografía en 2009 y se comenzó a estudiar su contenido.

El estudio de la dieta de los antepasados humanos, a través de los restos de moléculas


que quedaron en recipientes de cerámica o en algunos yacimientos prehistóricos, ha
hecho posible reconstruir una parte importante de la historia de la humanidad. Esos
análisis, en combinación con los estudios de esqueletos a lo largo de miles de años de
historia, muestran, por ejemplo, un impacto desigual de la llegada de la agricultura. La
generación de una cantidad estable de comida del Neolítico facilitó el crecimiento de las
poblaciones, pero en muchos casos supuso una pérdida de calidad de vida para los
individuos, que vieron cómo les afectaban más enfermedades como la caries o los virus
transmitidos entre humanos y animales en las ciudades.

Para Ötzi, la dieta grasienta tenía sentido como fuente de energía en un entorno hostil
como el de la montaña, pero también pudo ser parte de los problemas que este hombre
de unos 45 años ya sufría cuando falleció. La observación de sus huesos indica que tenía
importantes calcificaciones en las arterias, un indicio claro de una aterosclerosis
avanzada a la que, además de una predisposición genética, contribuye una dieta alta en
grasas.

Los investigadores también se sorprendieron por la presencia de las trazas de helecho


tóxico. Es posible que, como sucede en algunas poblaciones indígenas en la actualidad,
Ötzi lo tomase con intenciones medicinales, para aliviar los problemas de estómago que
le provocaban algunos parásitos. Como alternativa, los autores plantean que los
helechos se empleasen para envolver la comida y que ingiriese las esporas tóxicas por
casualidad. Como siempre en el caso de este misterioso hombre de los hielos, pese a la
información ingente que se está obteniendo de su momia, nunca será posible conocer
con detalle cómo vivió y murió uno de nuestros ancestros más famosos.

Sólidos de Catalan
El matemático belga Eugène Catalan estudió en el siglo
XIX los poliedros duales de los sólidos
arquimedianos.
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Carlo Frabetti
13 JUL 2018 - 14:59 CEST

Nos preguntábamos la semana pasada por la relación entre los balones de fútbol y los
sólidos arquimedianos; reproduzco, al respecto, el comentario de nuestro “usuario
destacado” Carlos Gaceo: “Los balones actuales de fútbol están conformados por un
conjunto de 12 pentágonos y 20 hexágonos regulares, que ocupan el 86.74% del
volumen que ocuparía una esfera perfecta circunscrita al balón. Sin embargo, existe una
figura geométrica llamada rombicosidodecaedro que se aproxima aún más a la forma
esférica. Está formada por 20 triángulos equiláteros, 30 cuadrados y 12 pentágonos
regulares, teniendo un total de 62 caras. De esta manera el balón ocuparía un 94.33%
del volumen de la esfera circunscrita”. (Hay que tener en cuenta, además, que al hinchar
el balón sus caras se curvan ligeramente, con lo que a efectos prácticos se convierte en
una esfera).

El conjunto de 12 pentágonos y 20 hexágonos regulares es un icosaedro truncado (pues


se puede obtener truncando los vértices de un icosaedro) y, al igual que el
rombicosidodecaedro, es un sólido arquimediano.

Los duales de los sólidos arquimedianos son los sólidos de Catalan (recordemos que los
vértices del dual de un poliedro son los puntos medios de las caras del poliedro
original), denominados así en honor del gran matemático belga Eugène Catalan, que los
describió a mediados del siglo XIX.

Las caras de los sólidos de Catalan no son polígonos regulares, pero son todas iguales.
Y puesto que, como vimos, hay 13 sólidos arquimedianos, sus duales, los sólidos
catalanianos, también son 13:

Triaquistetraedro (12 caras y 8 vértices)

Rombododecaedro (12 caras y 14 vértices)

Triaquisoctaedro (24 caras y 14 vértices)

Tetraquishexaedro (24 caras y 14 vértices)

Icositetraedro deltoidal (24 caras y 26 vértices)

Hexaquisoctaedro (48 caras y 26 vértices)

Triacontaedro rómbico (30 caras y 32 vártices)

Triaquisicosaedro (60 caras y 32 vértices)

Pentaquisdodecaedro (60 caras y 32 vártices)

Hexecontaedro deltoidal (60 caras y 62 vértices)

Hexaquisicosaedro (120 caras y 62 vértices)

Icositetraedro pentagonal (24 caras y 38 vértices)

Hexecontaedro pentagonal (60 caras y 92 vértices)

¿De qué sólido arquimediano es el dual cada uno de ellos? Propongo a mis sagaces
lectoras/es este instructivo juego de emparejamientos.

Números de Catalan

Pero Eugène Catalan, más que por sus sólidos, es conocido por sus números. Hay varias
vías para llegar a los números de Catalan, y una de ellas consiste en ver de cuántas
maneras distintas se puede dividir en triángulos un polígono convexo mediante
diagonales que no se corten entre sí.

Un triángulo ya está dividido en triángulos de la única manera posible, por lo que le


corresponde el 1.

Un cuadrilátero convexo se puede dividir en dos triángulos trazando una de sus


diagonales o la otra, o sea, de 2 maneras distintas.

Un pentágono convexo se puede dividir de 5 formas distintas.

Y un hexágono, ¿de cuántas formas distintas se puede dividir en triángulos mediante


diagonales que no se cortan?

En el caso del heptágono, las posibilidades son 42, y en el del octógono, 132.

Una vez hallado el término que falta en la secuencia 1, 2, 5, x, 42, 132… ¿puedes decir
qué pauta sigue? O lo que es lo mismo: ¿cuál es la fórmula general que, para un
polígono convexo de n lados, nos da el número de triángulos en que podemos dividirlo
mediante diagonales que no se cortan?

Carlo Frabetti es escritor y matemático, miembro de la Academia de Ciencias de


Nueva York. Ha publicado más de 50 obras de divulgación científica para adultos, niños
y jóvenes, entre ellos Maldita física, Malditas matemáticas o El gran juego. Fue
guionista de La bola de cristal.

Migas de pan de 14.400 años cuestionan


el origen de la agricultura
Investigadoras españolas hallan restos de pan
elaborado milenios antes del cultivo de los cereales
17 JUL 2018 - 08:13 CEST

El pan se inventó antes que el trigo cultivado. Investigadoras españolas han identificado
restos de pan hecho hace 14.400 años, varios milenios antes de que los cereales fueran
domesticados. El hallazgo da un revolcón al relato dominante sobre el origen de un
alimento tan básico para la historia de muchas civilizaciones y el de la propia
agricultura.

El descubrimiento se ha producido en el desierto Negro, en el nordeste de Jordania. En


un hogar de una pequeña aldea, los científicos hallaron miles de restos orgánicos de
origen vegetal. La mayoría pertenecían a un tubérculo acuático emparentado con la
chufa. En menor cantidad, también identificaron semillas de avena, cebada o escaña, un
trigo silvestre. Pero lo más llamativo eran 24 pequeños trozos churruscados.
"¿Tienes tostadora en casa? Pues estos 24 son muy parecidos a los restos de pan que se
quedan en ella", dice la investigadora de la Universidad de Copenhague y principal
autora del estudio, Amaia Arranz-Otaegui. "Al microscopio binocular [el óptico
convencional] se ve que hay algo diferente, como incrustaciones. Pero con el
microscopio electrónico de barrido [que usa haces de electrones en vez de luz], se ve
que son células vegetales, células de granos de cereal", añade la investigadora del
University College de Londres (UCL) y coautora de la investigación, Lara González
Carretero.

Los natufienses elaboraban el pan con granos de cereales silvestres

El estudio, publicado en la revista PNAS, lo describe como un pan plano, sin levadura,
ácimo, hecho de harina y agua. Al microscopio se puede observar una estructura similar,
aunque menos inflada, que la de muchos panes actuales. Los vanos, los espacios huecos,
apenas ocupan el 16%, frente al 40% - 70 % de los actuales con levadura. Se parecería
más a un pan pita que a uno de molde. La datación por radiocarbono considera a este
pan como el más antiguo de los encontrados. Hasta ahora, ese puesto lo tenía un pan
encontrado por la propia González en Çatalhöyük, un yacimiento de la meseta de
Konya, en la actual Turquía. Según sus estimaciones, tendría unos 9.000 años. El
identificado ahora fue cocinado unos cinco milenios antes.

Las migas de pan de 14.400 años fueron halladas por un equipo de arqueólogos de la
Universidad de Copenhague en Shubayqa 1, uno de los yacimientos más antiguos de la
cultura natufiense, presente en todo el Oriente Próximo, desde el norte del actual Irak
hasta la península del Sinaí, en el moderno Egipto. "Los natufienses fueron los últimos
cazadores recolectores [en Oriente Próximo] antes de la llegada de los agricultores del
Neolítico", recuerda Arranz-Otaegui, que ha participado en las excavaciones del
desierto Negro durante cuatro años. Aquel pueblo ya tenía perros domesticados, habían
abandonado la vida nómada y contaban con piedras, morteros y toda una industria lítica
para, entre otras cosas, hacer pan.

Sin embargo, el cultivo consciente de los cereales necesarios para obtener harina
exigiría un proceso de domesticación que no se producirá hasta unos milenios más
tarde. Así que los natufienses hacían su pan plano con granos de cereales silvestres en
un proceso que debía ser muy costoso. "El trigo actual se descascarilla casi solo, en los
silvestres la cobertura está diseñada para protegerlo y después había que molerlo,
amasarlo, cocerlo... Todo apunta a que el pan se hacía en ocasiones, quizá para un uso
simbólico o ritual, pero esto es difícil de demostrar", comenta la arqueóloga de la
Universidad de Copenhague.

De hecho, la presencia de cereales, pan y otros posibles derivados de la harina como las
gachas es pequeña si se compara con otros vegetales o carnes hallados en el yacimiento.
Apenas el 20% de la dieta de aquellas personas dependía de los cereales que
recolectaban. Ese porcentaje irá aumentando a medida que avance la agricultura.

"El pan exige un proceso intensivo en mano de obra que incluye el descascarillado, la
molienda de los cereales, el amasado y el horneado. Que esto se hiciera antes de los
métodos agrícolas sugiere que era considerado algo especial y el deseo de hacer más de
esta comida especial probablemente contribuyera a la decisión de empezar a cultivar
cereales", opina el director de la tesis de González, el profesor de la UCL Dorian Fuller.
Y con el cultivo de los cereales, se generalizó la agricultura, la acumulación de
alimento, la primera explosión demográfica, las primeras ciudades, las estructuras
sociales...

El sacerdote Georges Lemaître, el padre


del Big Bang que hizo cambiar de
opinión a Einstein
El físico y matemático belga, que aunó ciencia y fe en
sus trabajos, fue el primero que habló del origen
del universo en expansión y con un pasado infinito
9
Conéctate
Alberto López
17 JUL 2018 - 13:11 CEST

Ciencia y fe no suelen casar muy bien, pero hay excepciones, como la del científico y
sacerdote católico belga Georges Lemaître, que no solo supone un ejemplo reconocido
por la comunidad científica, sino que con gran humildad fue capaz de corregir al
mismísimo Albert Einstein. Estamos hablando del padre de la teoría del Big Bang que
intentaba demostrar el origen del universo.

Sin renunciar a su fe católica, Lemaître habló de un pasado infinito del universo pero
que no entraba en contradicción con su creencia de un Dios creador del mundo, ya que
tanto Aristóteles como santo Tomás de Aquino habían mostrado que un universo creado
no necesita un comienzo en el tiempo.

Su precocidad para la ciencia, destacando en matemáticas y física, fue paralela a su


vocación, ya que a los 9 años decidió que sería sacerdote. Logró ambas cosas gracias al
consejo de su padre para que primero estudiara y después se ordenara sacerdote.
Consiguió becas, viajó por el mundo y obtuvo reconocimientos, pero su humildad
permitió que los honores y la fama de sus hallazgos y contribuciones a la astronomía y
la astrofísica se los llevaran otros.

Tal vez la definición más precisa sobre Lemaître y sus descubrimientos la dio el mismo
Albert Einstein al escucharlo en una conferencia en California. Puesto en pie, afirmó
que la teoría del origen del universo “es la explicación más bella y satisfactoria de la
Creación que alguna vez he escuchado”.

Georges Henri Joseph Édouard Lemaître nació, un 17 de julio de 1894, en la localidad


belga de Charleroi. Era el mayor de cuatro hermanos y desde muy pequeño dio muestras
de su precocidad en matemáticas y física pero también en su vocación personal, al
anunciarles a sus padres con nueve años que quería ser sacerdote.
Animado por su padre, Georges Lemaître se decidió primero a estudiar antes de entrar
en el seminario, y se matriculó en la Escuela Superior Jesuita del Sagrado Corazón en
Charleroi, donde destacó en química, física y matemáticas. En 1910, el padre consiguió
un nuevo trabajo y trasladó a la familia a Bruselas. El joven Lemaître, ya con 16 años,
se matriculó en otra escuela jesuita, el Colegio Saint Michel, donde sus maestros
descubrieron sus habilidades excepcionales en matemáticas y físicas.

Aunque todavía le gustaba la idea de convertirse en sacerdote, Georges decidió estudiar


ingeniería en lugar de teología. En 1911 ingresó en la Universidad Católica de Lovaina
para estudiar una carrera en ingeniería y en julio de 1913 obtuvo la diplomatura y
comenzó a realizar prácticas como ingeniero de minas.

La Primera Guerra Mundial le obligó a detener sus estudios y sirvió como voluntario en
el ejército belga, alcanzando el rango de sargento mayor. Fue condecorado con la
medalla de la Cruz de Guerra por su valentía, pero las atrocidades que contempló
acrecentaron su vocación sacerdotal, además de ser expulsado de alguna misión después
de decirle al instructor que sus cálculos balísticos estaban equivocados. Algún
compañero recordaría después que su vocación de fe y de ciencia iban tan en paralelo
que igual se le veía en el frente leyendo el libro del Génesis de la Biblia como artículos
de ecuaciones de físicos franceses.

Retomó sus estudios y en 1920, a la edad de 26 años, fue galardonado con la más alta
distinción, un doctorado en Ciencias Matemáticas por su tesis ‘La aproximación de
funciones reales de varias variables’. Georges Lemaître también obtuvo un
bachillerato en filosofía basada en el sacerdote italiano del siglo XIII santo Tomás de
Aquino.

Su siguiente paso fue comenzar los pasos para convertirse en sacerdote ingresando en la
Casa de Saint Rombaut en octubre de 1920. Sus profesores, al señalar su continuo
interés en las matemáticas y la física, sugirieron que estudiara el trabajo de Albert
Einstein. Lemaître así lo hizo, aprendiendo sobre el cálculo del tensor y la relatividad
general de los libros escritos por el famoso astrónomo matemático Arthur Eddington.

En 1922, Lemaître presentó una tesis, ‘La Física de Einstein’, que le valió una beca del
gobierno belga y aceptó la posibilidad de ir a la Universidad de Cambridge (Inglaterra)
como investigador de astronomía. Casi de forma paralela fue ordenado sacerdote en
septiembre de 1923, a la edad de 29 años. Sin embargo, en lugar de ejercer como
sacerdote en una parroquia o en un colegio, Lemaître utilizó la beca para estudiar la
relatividad general y trabajar personalmente con Eddington, quien le sugirió a Lemaître
que comenzara a trabajar en un doctorado sobre el universo.

Eddington le pidió a Lemaître que aplicara las reglas de la relatividad general a los
contenidos de su trabajo y que viera cuál era el resultado: Lemaître descubrió dos
soluciones al problema de Eddington: la primera consistía en una propuesta que hizo
Einstein en 1917 de un universo cerrado, estable y estático cuya densidad de masa de
energía es constante; la segunda tenía que ver con la propuesta de Willem de Sitter,
también en 1917, de un universo cuyo comportamiento a gran escala está dominado por
la constante cosmológica (la densidad de energía del espacio vacío).
Georges Lemaître cruzó el Atlántico para llevar a cabo investigaciones en la
Universidad de Harvard y también se inscribió como alumno para un doctorado en
Físicas en el MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts). Durante su estancia en
Estados Unidos viajó mucho y conoció a los astrónomos y físicos más importantes del
país, incluidos Forest Ray Moulton, William Duncan MacMillan, Vesto Slipher, Edwin
Hubble y Robert Millikan.

Georges regresó a Bélgica en el verano de 1925 y, apoyado y recomendado por


Eddington, fue nombrado profesor asociado de matemáticas en la Universidad Católica
de Lovaina. En 1927 defendió su tesis en el MIT: ‘El campo gravitacional en una
esfera fluida de densidad invariante uniforme según la teoría de la relatividad’.

En este nuevo papel de investigador y divulgador, Georges Lemaître reralizó la


derivación de lo que ahora se conoce como la Ley de Hubble, que relata la velocidad
con la que una galaxia se aleja y su distancia. A la famosa Conferencia Solvay de 1927
asistieron la mayoría de los principales físicos. Einstein también acudió y habló con
Lemaître diciéndole que las ideas que defendía ya habían sido presentadas por
Friedmann en 1922, y también le dijo que aunque pensaba que sus soluciones a las
ecuaciones de la relatividad general eran matemáticamente correctas, presentaba una
solución que no era factible físicamente. Concretamente, Einstein le dijo: “Tus cálculos
son correctos, pero tu comprensión de la física es abominable”.

Einstein no estaba solo al encontrar inaceptables las ideas de Lemaître; más bien era la
opinión de casi todos los científicos. Sin embargo, en 1929 Hubble publicó un trabajo
que presentaba una evidencia mayor de un universo en expansión, contradiciendo la
teoría entonces aceptada de un universo estático.

Eddington y otros miembros de la Royal Astronomical Society comenzaron a trabajar


para tratar de resolver el problema originado por la discrepancia entre la teoría y la
observación, con una parte de la teoría de Lemaître que los científicos, incluido
Eddington, encontraron imposible de aceptar, como era que el universo tuvo un
comienzo en un tiempo finito en el pasado como defiende la religión católica en el libro
del Génesis.

Lemaître respondió a las objeciones contra su teoría en un documento publicado en la


revista ‘Nature’ en mayo de 1931. “Si el mundo ha comenzado con un solo quantum, las
nociones de espacio y tiempo no tendrían ningún significado al principio; solo
comenzarían a tener un significado sensible cuando el quantum original se hubiera
dividido en un número suficiente de quanta. Si esta sugerencia es correcta, el comienzo
del mundo ocurrió un poco antes del comienzo del espacio y el tiempo”. En realidad,
Lemaître siempre expresó que era importante mantener una separación entre las ideas
científicas y las creencias religiosas sobre la creación.

Esta fue la primera formulación explícita de la teoría del Big Bang, actualmente
aceptada y en aquel momento también aceptada por la mayoría de científicos y a la que
Georges llamó “Teoría del átomo primigenio”. En 1933, Einstein y Lemaître ofrecieron
una serie de conferencias en California. Después de escuchar a Lemaître explicar su
teoría en uno de estos seminarios, Einstein se puso de pie y dijo: “Esta es la explicación
más bella y satisfactoria de la Creación que alguna vez he escuchado”.
Las ideas de Georges Lemaître llegaron a la prensa popular, que lo describió como el
cosmólogo líder del momento. Un artículo en el ‘New York Times’ mostró una fotografía
de él con Einstein con la leyenda: “Tienen un profundo respeto y admiración el uno por
el otro”, y es que el hecho de que Lemaître fuera tanto un científico como un sacerdote
católico formaba parte de la fascinación que tenía la prensa popular, hasta el punto de
que un periodista escribió de él: “No hay conflicto entre religión y ciencia, repite
Lemaître una y otra vez... Su punto de vista es interesante e importante no solo porque
sea un sacerdote católico, ni uno de los principales matemáticos y físicos de nuestro
tiempo, sino porque él es ambas cosas”.

El mayor opositor a la hipótesis de Lemaitre fue el astrónomo inglés Fred Hoyle, uno de
los arquitectos del modelo del Estado Estacionario. De hecho fue él quien le dio su
nombre a la teoría del Big Bang en una entrevista de radio para la BBC y lo hizo de
modo despectivo.

Para el sacerdote belga Georges Lemaître, la historia del universo se divide en tres
periodos: el primero es llamado “la explosión del átomo primitivo”, según la cual hace
5.000 millones de años existía un núcleo de materia hiperdensa e inestable que explotó
bajo la forma de una super-radiactividad. Esta explosión se propagó durante mil
millones de años y los astrónomos perciben sus efectos en los rayos cósmicos y las
emisiones X.

“¿Podría, acaso, la Iglesia tener necesidad de la ciencia? No; la cruz


y el Evangelio le bastan. Pero al cristiano nada humano le es
ajeno. ¿Cómo podría desinteresarse la Iglesia de la más noble
de las ocupaciones estrictamente humanas, la investigación
de la verdad?”

Después viene el periodo de equilibrio o el universo estático de Einstein. Afirma que


finalizada la explosión, se establece un equilibrio entre las fuerzas de repulsión
cósmicas en el origen del acontecimiento y las fuerzas de gravitación. Es durante esta
fase de equilibrio que dura 2.000 millones de años, cuando se forman los nudos y dan
nacimiento a las estrellas y galaxias.

Finalmente, siguen los periodos de expansión, iniciados hace 2.000 mil millones de
años, que demostrarían que el universo se encuentra en expansión a una velocidad de
170 kilómetros por segundo de manera indefinida.

En 1948, George Gamov propuso una nueva descripción del comienzo del universo; y
aunque es considerado hoy como el padre de la teoría del Big Bang, las líneas maestras
estaban ya presentes de una forma muy clara en la cosmología del Lemaître.

El reconocido sacerdote belga obtuvo distintos cargos en la Academia Pontificia de las


Ciencias, siendo asesor personal del papa Pío XII y presidente de la misma en 1960. En
1979, durante el discurso del Papa san Juan Pablo II a la Pontificia Academia de las
Ciencias con motivo de la conmemoración del nacimiento de Albert Einstein, citó
algunas palabras de Lemaître sobre la relación entre la Iglesia y ciencia:

“¿Podría, acaso, la Iglesia tener necesidad de la ciencia? No; la cruz y el Evangelio le


bastan. Pero al cristiano nada humano le es ajeno. ¿Cómo podría desinteresarse la
Iglesia de la más noble de las ocupaciones estrictamente humanas, la investigación de la
verdad?”

Al final de su vida, Georges Lemaître se dedicó cada vez más a los cálculos
numéricos. Su interés por las incipientes computadoras y la informática terminó por
fascinarlo completamente.

Murió en la ciudad belga de Lovaina, el 20 de junio de 1966, a los 71 años, dos años
después de conocer la noticia del descubrimiento de la radiación de fondo de
microondas cósmicas, que constituía la prueba definitiva de su fundamental teoría
astronómica del Big Bang.

El nombre en un cráter en la Luna y en un vehículo espacial de la Agencia Espacial


Europea (el ATV5), que ya ni tan siquiera existe, son dos casi insignificantes
reconocimientos para la talla humana y su aportación al entendimiento del origen del
universo que nos acoge.

Hallado un pene de oro en una


excavación arqueológica en Zaragoza
La pieza, fechada entre los siglos I y II, es un colgante
de 1,5 centímetros de longitud
Madrid 16 JUL 2018 - 21:32 CEST

La campaña de excavación en el yacimiento de Los Bañales, en la localidad zaragozana


de Uncastillo, ha sacado a la luz un amuleto fálico de oro de época tardo Imperial
(siglos I o II). Se trata de un colgante de 1,5 centímetros, "singular por su temática y por
el material con el que está hecha", informa en su cuenta de Facebook la web Comarca
de las Cinco Villas, que agrupa a 31 municipios de la zona y colabora en la excavación.
La pieza ha sido localizada en una habitación de una casa "de la zona pobre de la
ciudad, que tiene una superficie de 24 hectáreas y de la que se está excavando en su
zona norte".

Nuria Asín, del departamento de Comunicación de la entidad pública Comarca de las


Cinco Villas, financiada por el Gobierno de Aragón, ha explicado por teléfono a este
periódico que el yacimiento de Los Bañales "es un proyecto que lleva 10 años y en el
que se hacen varias campañas al año". Este antiguo asentamiento romano "tiene el valor
de estar situado entre la línea que unía Caesar Augusta (Zaragoza) y Pompaelo
(Pamplona)", según Asín. En cuanto al número de habitantes que pudo tener, por lugares
similares se calcula que vivieron unas 2.000 personas. La ciudad tuvo su esplendor entre
el siglo I antes de Cristo y finales del II.

"En un principio creímos que se trataba de una cornucopia, habitual es la iconografía de


la época, pero luego vimos que era un pene de oro, también singular, porque los
amuletos solían hacerse de bronce", ha explicado Javier Andreu, director de la
excavación y del proyecto pedagógico de Los Bañales. La figura va acompañada de un
puño cerrado. “Esta combinación se utilizaba como amuleto contra el mal de ojo, era el
símbolo de la buena suerte”, ha añadido.

El colgante fue hallado por María Campoy, una de las 37 estudiantes de diferentes
partes del mundo que han recibido una beca este verano para excavar en la zona, una
oportunidad que se da a futuros arqueólogos y en la que colabora la Comarca de las
Cinco Villas. En la excavación, que recibe unas 4.000 visitas al año, están trabajando
estadounidenses, chilenos, venezolanos.

Los patrocinadores de la excavación son, además de la Comarca de las Cinco Villas, la


Fundación Uncastillo, entidad sin ánimo de lucro, los ayuntamientos de Layana,
Sádaba, Biota y Uncastillo, y también cuenta con el apoyo de la Universidad de
Navarra.

Hace unos días se halló en la misma excavación otra pieza de oro singular, un
fragmento de un pendiente con lo que parece ser una esmeralda. La aparición de oro en
esta zona desvela "la importancia de la ciudad en aquellos años", ha subrayado Andreu,
ya que el yacimiento más próximo de este metal se situaba en los Pirineos.

Estas piezas y la labor realizada en este yacimiento se podrán contemplar en una jornada
de puertas abiertas el próximo domingo, 22 de julio. Todo ello se completará con la
realización de diferentes talleres de cantería, cerámica, acuñación de monedas y de
arqueología para niños.

Los perdedores de la globalización


Los trabajadores más castigados por los cambios
económicos se han quedado huérfanos en el sistema
político y los sindicatos se han debilitado. Los
gobiernos no tienen incentivos para proteger a loas
damnificados de la internacionalización
Conéctate
José Fernández Albertos
17 JUL 2018 - 00:00 CEST

Cada vez son más los estudios que vinculan el desapego de una parte de la ciudadanía
hacia el sistema político con las consecuencias que las transformaciones económicas
recientes están teniendo en nuestras sociedades. Tanto en Estados Unidos como en
Europa, las regiones cuyas estructuras productivas se han visto más afectadas por la
nueva competencia internacional, son las que más han virado políticamente hacia
Trump, el Brexit, o los partidos de corte nativista y proteccionista. Como trato de
mostrar en mi reciente libro Antisistema: Desigualdad económica y precariado político,
los individuos que se ven económicamente más vulnerables, especialmente tras la gran
recesión, son más proclives a votar a partidos que cuestionan el funcionamiento del
sistema político. Un cierto consenso empieza a emerger entre economistas, politólogos
y sociólogos: aunque los procesos de internacionalización y automatización de nuestras
economías tengan consecuencias netas positivas, también generan ganadores y
perdedores sistemáticos. Muchos individuos son capaces de aprovechar las
oportunidades que ofrece una economía más abierta y dinámica, pero otros ven cómo
estas transformaciones les condenan a perder sus empleos y a aceptar trayectorias
laborales más precarias y erráticas. Para los trabajadores menos cualificados y de
menores salarios no es fácil adaptarse a los cambios que trae la nueva economía:
cambiar de sector o de ocupación para convertirse en un “ganador” de la globalización o
de la automatización no siempre es posible. El proceso de ajuste deja cicatrices,
concentradas entre ciertos grupos sociales.

Que los cambios económicos tienen consecuencias distributivas y que estas pueden
degenerar en crisis políticas no es algo que hayamos descubierto ahora. Una de las
principales enseñanzas de la historia económica de la primera mitad del siglo XX es que
para sostener políticamente un orden económico internacional abierto era necesario que
los sistemas políticos nacionales fueran capaces de lograr que el crecimiento fuera
inclusivo, es decir, que los Estados ofrecieran políticas de compensación transversales
que suavizaran las consecuencias negativas asociadas a la exposición a los mercados
globales. No es casualidad que la reconstrucción de un orden económico internacional
abierto tras la Segunda Guerra Mundial viniera de la mano de la mayor expansión del
Estado del bienestar de la historia.

El nuevo contrato social exige un nuevo reparto de recursos económicos y del poder
político

¿Por qué hoy no somos capaces de compensar a los perdedores de la globalización y la


automatización? Son procesos que hacen a nuestras economías más ricas en su
conjunto, por lo que podríamos en principio transferir parte de esos beneficios a los
grupos que están encontrando más dificultades. Si estamos de acuerdo en que la clave
para parar el descontento social y político respecto de estas transformaciones
económicas es llevar a cabo políticas públicas que permitan que todos los grupos se
beneficien de ella. ¿Qué nos impide hacerlo?

El que sea un problema tan extendido nos hace ser escépticos respecto a explicaciones
coyunturales centradas en partidos concretos o en la tan manida falta de “voluntad
política de nuestros gobernantes”. Las causas, creo, son más profundas.

Una primera explicación la proporciona el economista Dani Rodrik: a diferencia del


pasado, las últimas olas globalizadoras tienen más consecuencias distributivas (generan
más ganadores y perdedores netos) y generan menos beneficios agregados para todos.
En estas circunstancias, cabe imaginar, compensar es más complicado: es más fácil
financiar nuevos programas sociales cuando se crece al 5% anual que cuando lo
hacemos al 2%.

Otra explicación es de naturaleza más política: los supuestos representantes de los


“perdedores” de estas transformaciones económicas han dejado de preocuparse de ellos.
El economista Thomas Piketty muestra en su último trabajo cómo los partidos que
tradicionalmente representaban a los votantes de clase trabajadora en Francia, Estados
Unidos y Gran Bretaña (los partidos de izquierda) se han “brahmanizado”: hoy son, más
que nada, los representantes de los segmentos de población con más alto nivel
educativo. Los trabajadores no cualificados, de menos recursos, los más castigados en
definitiva por las últimas transformaciones económicas, se habrían quedado huérfanos
en el sistema político. Una interpretación seguramente más realista diría que no es que
los partidos socialdemócratas se hayan deshumanizado y hayan voluntariamente dejado
a su suerte a sus votantes más vulnerables, sino más bien que para ellos hoy resulta más
difícil hacer compatible la defensa de los intereses de sus votantes tradicionales con los
de otros grupos, que también necesitan atraer para ser exitosos electoralmente.

Las políticas de compensación tienen que ser ambiciosas y sostenidas en el tiempo

Los perdedores económicos no se han vuelto débiles solo en las urnas. Una de las
principales instituciones que tradicionalmente les garantizaban voz en el proceso de
toma de decisiones, los sindicatos, también han sufrido un proceso secular de
debilitamiento. La consecuencia es que nuestros sistemas políticos han facilitado que los
perdedores económicos se vayan convirtiendo en una suerte de precarios políticos:
ciudadanos que se perciben incapaces de incidir en el proceso de toma de decisiones
democrática. La ausencia de políticas de compensación sería por tanto una consecuencia
más de ello: no les protegemos frente a los cambios porque nuestros gobernantes tienen
demasiados pocos incentivos para hacerlo.

Y ahora que empezamos a ver las orejas al lobo ¿cambiarán las prioridades de nuestros
líderes una vez que hemos visibilizado las dramáticas consecuencias políticas que tiene
la desatención sistemática de las demandas de protección? Parece existir un cierto
consenso en torno a la necesidad de una globalización más inclusiva, ¿pero es esperable
que lo logremos?

La toma de conciencia por parte de nuestros líderes económicos y políticos de la


gravedad de este problema es una condición necesaria, pero no suficiente. En la medida
que los perdedores sigan siendo electoral e institucionalmente marginales, las promesas
de compensación que les hagamos desde el sistema político serán inútiles. La razón es
que estas políticas, para ser efectivas, han de reunir dos condiciones: que sean
ambiciosas, y que sean sostenidas en el tiempo. Para lo primero será seguramente
necesario un esfuerzo fiscal importante, que no será políticamente fácil de gestionar.
Para lo segundo, necesitaremos que las promesas de compensación sean creíbles, es
decir, que sus beneficiarios obtengan garantías de que no podrán ser fácilmente
revertidas en el futuro. Y esto solo se consigue de una forma: que los perdedores
recuperen la centralidad que han perdido en el proceso político.

En última instancia, el nuevo contrato social que exige la nueva economía requerirá no
solo de un nuevo reparto de los recursos económicos, sino sobre todo del poder político.

José Fernández-Albertos es politólogo y científico titular del CSIC. Su último libro es


Anti-sistema: Desigualdad económica y precariado político (La Catarata, 2018

Salir de la gruta
Para salir de los mundos mentales cerrados, propios de
las sectas o círculos de elegidos, es necesario en
primer lugar una cierta propensión a la
independencia personal. Y, además, acogerse al
amparo moral de otra autoridad fuerte
Conéctate
José Álvarez Junco
16 JUL 2018 - 00:00 CEST
EULOGIA MERLE

Doce niños son rescatados, felizmente, de una cueva tailandesa. En esos mismos días
conozco, por fortuna, al chileno Mauricio Rojas, cuya historia personal me impresiona:
antiguo militante del MIR, exiliado a Suecia tras el golpe de Pinochet, se integró en
aquel país, fue elegido diputado y actuó durante años en el Parlamento sueco; hoy es
asesor del nuevo presidente chileno Piñera, liberal conservador.

Relaciono ambos casos, no sé si por los pelos, con la evolución intelectual y vital de mi
generación, la de los nacidos bajo el primer franquismo. No hemos vivido, pienso, un
proceso gradual de aprendizaje, una tranquila acumulación de conocimientos, sino una
sucesión de refugios en grutas, mundos mentales cerrados, en los que nos integramos
con fe ciega durante años para, en cierto momento, tras dramáticas crisis personales,
arrumbarlos y sustituirlos por otros.

Llamo mundos mentales cerrados a los propios de las sectas, círculos de elegidos,
creyentes en la salvación colectiva, alimentados por ideologías globales, con respuestas
para todo; comunidades que solo reciben su propia e interesada información y
desconfían de cualquier aporte proveniente del exterior, al que creen hostil, y que
castigan o excluyen a quien se obstina en plantear dudas o mantener opiniones propias.

¿Cómo se puede salir de este tipo de grutas mentales si desde ellas se carece, por
definición, de acceso a toda información crítica? Es una operación, en principio, más
difícil que la de Tailandia, pero de hecho ocurre y todos hemos conocido giros vitales de
este tipo. Aunque también sabemos de gente que no ha cambiado nunca, que han sido
fieles a una Iglesia, o a Trotski, toda su vida.

Ocurre con ciertos grupos políticos: no permiten que voces ajenas cuestionen su visión
del mundo

Lo primero que se necesita para liberarse de esas grutas es, desde luego, una cierta
actitud rebelde, un individualismo, una propensión a la independencia personal más que
a la lealtad incondicional hacia el grupo. Al decir esto halago a quienes protagonizan
estas rebeldías, pero no en todo seré tan positivo. En nuestro caso, el primer mundo
cerrado en que crecimos fue el nacionalcatolicismo, anclado en la condena de la
modernidad por Pío IX, tan viva aún en los colegios de curas de la España de los años
1950. Las pruebas acumuladas por Tomás de Aquino sobre la existencia de Dios, oídas
en clase de filosofía, nos parecían irrefutables. Pero por algún lado llegaban objeciones,
que no dejaban de rebullir en la cabeza de un chico de dieciocho años. Si Dios era tan
bueno, ¿por qué existía el mal? ¿por qué era tan injusto el mundo? No bastaba referirse
al demonio, porque Satanás mismo era, como todo, producto de la voluntad divina. ¿Por
qué había el Supremo Hacedor consentido —o decidido libremente— que existiera
Satanás?
Venía a continuación la pésima reacción del grupo ante el inquieto. Desconfiaban de
inmediato, le excluían, no perdían el tiempo con él. Por mucho que lo intenté, nunca
logré mantener un debate serio sobre el origen del mal en el mundo. Un par de curas me
dijeron que era un muchacho interesante, con inquietudes, que teníamos que hablar
largo y tendido. No encontraron el momento para hacerlo. Pero no todo deja en tan buen
lugar la personalidad del disidente, no todo se debe a su espíritu crítico, insatisfecho con
las explicaciones tranquilizadoras que apuntalan la visión del mundo dominante en su
entorno. Existe también un lado menos honorable. Pocos prescinden del amparo de un
grupo cerrado sin acogerse a otra autoridad o referencia moral fuerte. Mi decisión de no
ir a misa un cierto domingo, por ejemplo, se reforzó al caer en la cuenta de que Ortega y
Gasset no era católico; si Ortega, de quien había leído un par de libros y a quien creía
una mente de prestigio universal e incontestable, no creía en ese Dios uno y trino cuya
voz en la tierra era la Iglesia de Roma, alguna razón habría para no hacerlo. Un
argumento de autoridad tan ingenuo como ese pesó tanto o más que cualquier
planteamiento racional.

Durante años, o decenios, el mundo mental en el que nos refugiamos los miembros de
mi generación universitaria renegados del franquismo fue una cultura contestataria cuyo
soporte intelectual era básicamente marxista. Aquella nueva gruta nos proporcionó
amigos, amores, apoyos ante cualquier conflicto personal; y, en el terreno intelectual,
respuestas para todo. Cualquier frustración se debía a la dictadura, cuyos cimientos eran
la explotación de la clase obrera y el amparo del imperialismo americano. Las
multinacionales, oscuras y malignas regidoras del mundo, eran las responsables directas
o indirectas de todos los males que afligían a la humanidad: hambres, guerras,
analfabetismo, desajustes amorosos, extinción de especies, océanos ahogados en
plástico; todo, bien explicado, era culpa del capitalismo depredador.

Hay que oír a todos y estar dispuestos a aprender, a rectificar nuestras opiniones

Tampoco fue fácil escapar de aquello. Ni fue muy distinto el mecanismo seguido. Todo
empezó con algunas preguntas cruciales, como por qué la revolución proletaria había
desembocado en los horrores del estalinismo. La psicopática personalidad de Stalin no
bastaba como respuesta, pues era el propio sistema quien había confiado a un tipo como
él, y sin control alguno, la máxima responsabilidad. Al planteamiento reiterado de
aquellas objeciones siguió, de nuevo, un proceso duro, del que estuvieron ausentes,
como en el anterior, los debates serios. Uno empezó a ser sospechoso en cuanto repitió
sus dudas. Perdió amigos, dejó atrás amores, se oyó llamar traidor… Y tampoco bastó la
mente crítica. Fue necesario ampararse en personalidades que uno creía autorizadas
(Claudín, Semprún, en el caso español; Borges, Paz, Vargas Llosa, para los
latinoamericanos). Solo entonces se entrevió la salida de la gruta.

La pregunta es por qué existen esas grutas, por qué tendemos a refugiarnos en ellas, cuál
es el camino que nos permite encontrar la salida, y con cuánta frecuencia abandonamos
una solo para refugiarnos en otra similar. Los casos de tránsito del marxismo al
nacionalismo, por ejemplo, son notorios. O los de aquellos que no salen nunca de la
gruta, ni aun cuando creen haberlo hecho, porque siguen aferrados a tópicos propios de
aquella visión a la que un día fueron fieles.

Ocurre con las sectas, por antonomasia religiosas. Pero también con los grupos
políticos, en general radicales, de derechas o de izquierdas, como nacionalismos o
populismos: hablan únicamente entre ellos, leen su propia prensa, oyen su canal de
televisión, no permiten que voces ajenas les cuestionen su visión del mundo. Lo
tranquilizador es que exista una verdad, garantizada por una autoridad. Lo contrario, lo
propio del espíritu libre, es afrontar la realidad sin armadura, a pecho descubierto,
aceptando que la verdad es múltiple, que sus fragmentos viven dispersos, que hay que
oír a todos y estar dispuesto, hasta el final, a aprender, a cambiar de opinión. Hace falta
mucha fuerza para eso.

José Álvarez Junco es historiador

Hacia la destrucción del tercer templo en


Israel
La legislación impulsada por la coalición de Netanyahu
amenaza con socavar el carácter democrático del
Estado hebreo
19 JUL 2018 - 21:43 CEST

En el momento más crítico de la guerra de Yom Kipur, cuando se desmoronaban en


octubre de 1973 los frentes del Sinaí y del Golán ante el avance árabe enemigo, el
general Moshe Dayan proclamaba ante el Estado Mayor que nunca permitiría “la
destrucción del tercer templo”. El vencedor de la guerra de los Seis Días en 1967 aludía
al Estado de Israel como emblema identitario moderno del pueblo judío frente al primer
templo, arrasado por el rey babilonio Nabucodonosor, y al segundo, demolido por el
emperador romano Tito. Se refería a una patria para antiguos judíos errantes en la que, a
pesar de 70 años de conflictos irresueltos, el jefe del Ejército se cuadra ante el primer
ministro, el Tribunal Supremo tumba leyes inconstitucionales y dos mandatarios han
acabado entre rejas por violación o corrupción. Ese es el simbólico templo cuyos
cimientos amenazan con verse ahora socavados por una legislación impulsada en la
etapa final de su actual mandato por el ultraconservador Gobierno de Benjamín
Netanyahu.

El diputado Avi Dichter, ponente de la polémica ley del Estado Nación que discrimina a
los árabes de Israel, ha apelado en la Kneset a argumentos de primacía bíblica para
rebatir las críticas de los parlamentarios de la minoría. “Ustedes no estaban aquí antes
que nosotros y no permanecerán después de nosotros”, enfatizó el legislador del partido
Likud, liderado por Netanyahu. “Hemos aprobado esta ley fundamental para impedir la
menor veleidad o tentativa de transformar el Estado de Israel en una nación de todos sus
ciudadanos”, sentenció de modo explícito.

En el Gabinete y en la bancada gubernamental de la Kneset abundan mesiánicos


partidarios de la construcción del tercer templo —sobre la actual Explanada de las
Mezquitas que alberga los santuarios musulmanes de Al Aqsa y el Domo de la Roca—,
que suelen ser los mismos que se oponen al rezo conjunto de hombres y mujeres en el
Muro de las Lamentaciones, único resto que sigue en pie del segundo templo, de
acuerdo con la tradición del judaísmo. El giro nacionalista y la deriva ultrarreligiosa han
agrandado entretanto la brecha entre la sociedad israelí y la diáspora judía, en particular
con las comunidades liberales y reformistas de Estados Unidos.

La Unión Europea ha recibido con preocupación la adopción de la controvertida norma,


que plantea un obstáculo añadido a la solución de los dos Estados al consagrar a
Jerusalén como capital “completa y unida” israelí. “La democracia y la igualdad,
incluidos los derechos de las minorías, son derechos clave que definen nuestras
sociedades y creemos que Israel también debe respetarlos”, ha advertido una portavoz
comunitaria.

La ley del Estado Nación se presenta como un poderoso guiño político para movilizar a
los votantes más conservadores ante las legislativas que se avecinan. Codifica una
realidad cotidiana en la que judíos y árabes viven en localidades y distritos separados,
salvo en algunas poblaciones mixtas como Haifa (norte de Israel) o Jaffa (sur de Tel
Aviv), y en la que la lengua árabe queda oficialmente degradada ante el hebreo. Pero
como nueva ley fundamental puede llevar a los jueces a interpretar con criterio más
restrictivo los derechos de las minorías en casos de discriminación, frente a la defensa
de la igualdad proclamada en la Declaración de Independencia que alumbró en 1948 el
Estado de Israel. Ese era precisamente el templo que defendió, no sin apuros, el general
Dayan.

Modelos matemáticos para entender el


funcionamiento del sistema
inmunológico
Las ecuaciones diferenciales son claves en los modelos
de poblaciones empleados para estudiar y
comprender los procesos de enfermedades
autoinmunes

Ágata A. Timón
19 JUL 2018 - 19:17 CEST

Los linfocitos T son células que forman parte del sistema inmune del cuerpo humano.
Sus procesos de creación y maduración son especialmente delicados, ya que cualquier
fallo puede derivar en problemas graves para el individuo, como leucemias y otras
enfermedades autoinmunes. En los últimos años, las ecuaciones diferenciales han
resultado ser la clave de los modelos matemáticos de poblaciones empleados para
estudiar y comprender estos procesos.

Los linfocitos T participan en la respuesta inmune adaptativa, la segunda etapa de


acción del sistema inmunológico para proteger al organismo de las infecciones causadas
por virus, bacterias y toda clase de patógenos. Se crean en la médula ósea, a partir de
células madre hematopoyéticas. Estas células se convierten en precursoras de los
linfocitos T mediante la selección tímica, un proceso de diferenciación celular que dura
aproximadamente tres semanas y tiene lugar en el timo.

En cada instante del proceso, cada una de las células puede (1) morirse, (2) dividirse y
dar lugar a dos células hijas, o (3) diferenciarse y dar origen a una célula diferente. Es
muy importante entender dónde y cuándo recibe cada timocito una señal que le indica la
opción que ha de seguir. Estas señales dependen tanto de las células epiteliales del timo,
en particular del tipo de moléculas (antígenos) que tengan en su membrana celular,
como del tipo de receptor T que el timocito muestre en su superficie. Es precisamente la
interacción entre los receptores T de un timocito y los antígenos de las células
epiteliales lo que determina su futuro.

Si la interacción es de gran afinidad bioquímica, el timocito ha de morir por apoptosis


(muerte celular programada); si la afinidad es muy pequeña o nula, la muerte es por
``negligencia”; en el caso de afinidades intermedias, el timocito sufre un proceso de
diferenciación y continúa la maduración. Para cuantificar la cinética de la selección
tímica se introducen tasas de muerte (la frecuencia con la que un timocito recibe una
señal de muerte) y tasas de diferenciación o proliferación (la frecuencia con la que
recibe una señal de diferenciación o de división celular). Conocer estas tasas permitiría
predecir, por ejemplo, el tiempo medio que un timocito pasa en cada fase del proceso de
maduración tímica.

Sin embargo, no es posible determinar de manera experimental estos parámetros, ya que


requeriría observar la trayectoria de cada pre-linfocito T en el timo del individuo
estudiado, y las técnicas de microscopía actuales solamente permiten hacerlo durante
una hora como máximo, lo que es un periodo muy inferior a las escalas de tiempo del
proceso tímico.

Las matemáticas brindan herramientas precisas para describir poblaciones de células y


sus cambios en el tiempo, mediante modelos deterministas de poblaciones. En esencia,
estos modelos describen la evolución temporal de la población. Si se supone que a
tiempo inicial la población consta de un cierto número de individuos, la ecuación
describe cuántos habrá un poco después, si la población cambia por migración, por
muerte o por nacimiento de nuevos individuos. Cada modelo de población depende de
lo que se suponga como mecanismos de migración (por ejemplo, un flujo constante o no
de individuos), de muerte y de nacimiento.

Las ecuaciones diferenciales ordinarias (EDOs) son la clave de estos modelos, que
permiten describir en cada instante de tiempo el número de timocitos que hay en cada
fase de maduración y los modelos matemáticos de poblaciones incorporan las tasas de
muerte, diferenciación y división, que caracterizan el proceso de selección tímica.

Los parámetros que se emplean, de forma habitual, son: el flujo de entrada en el timo
desde la médula ósea, las tasas de muerte de cada población, las tasas de diferenciación,
las tasas de proliferación, y las tasa de migración a la sangre de los linfocitos que han
sobrevivido todo el proceso. Los datos experimentales que requiere el modelo para
determinar estos parámetros son el número de timocitos de cada población en distintos
instantes de tiempo.
En colaboración con Kris Hogquist, catedrática de la Universidad de Minnesota y
experta en el desarrollo tímico, hemos desarrollado una línea de investigación en el
estudio de la selección tímica en ratones. Uniendo sus datos experimentales con nuestro
modelo, hemos determinado las tasas del proceso de selección tímica. Nuestro estudio
permite concluir que menos del 9% de los pre-linfocitos T que comienzan el proceso de
maduración tímica logran llegar al final.

Este es solo uno de los muchos ejemplos de aplicaciones de las matemáticas a la


inmunología. Pero todavía queda mucho por hacer: un gran reto actual es entender tanto
la dinámica como los mecanismos moleculares de las respuestas inmunes en tumores y
así mejorar las terapias inmunes existentes contra el cáncer. Para los matemáticos un
reto importante es cómo describir procesos biológicos a nivel de células individuales (y
no a nivel de población) y ser capaces de modelar la heterogeneidad de cada célula en
una población de interés.

Carmen Molina-París es catedrática de Matemáticas Aplicadas en la Universidad de


Leeds (Reino Unido).

Ágata Timón es responsable de Comunicación y Divulgación en el ICMAT.

¿Por qué la llama del fuego va para


arriba?
La gran cantidad de calor liberado hace que la
temperatura de los gases que se producen en la
combustión sea altísima y estos se expanden,
ocupan mayor volumen y se hacen menos densos, lo
que provoca que se eleven en la atmósfera
11 JUL 2018 - 14:20 CEST

En un fuego se produce un proceso en el que el oxígeno que hay en el aire reacciona con
un combustible. Las materias originales se transforman en otras, sobre todo gases como
el dióxido de carbono y el vapor de agua, aunque también pueden formarse sólidos muy
finos (las cenizas, el humo, el hollín). No es magia, es química.

La característica principal de una combustión es que desprende una gran cantidad de


calor. Ese calor procede de la energía almacenada en los enlaces químicos de los
combustibles. Por ejemplo, en la madera o en los combustibles fósiles como el carbón,
el petróleo o el gas natural esos enlaces químicos se formaron en las plantas de las que
proceden gracias a la intervención de la luz solar, lo que conocemos como fotosíntesis.
La combustión es el proceso inverso: en él se destruye la materia orgánica para
regenerar el dióxido de carbono y el agua que utilizaron las plantas. En este proceso se
rompen aquellos enlaces creados por fotosíntesis y en los que, durante decenas y hasta
millones de años, las plantas habían almacenado la energía del sol. Esa energía ahora
liberada se desprende en forma de calor.
La gran cantidad de calor liberado hace que la temperatura de los gases que se producen
en la combustión sea altísima, normalmente entre 1.000 y 2.000 grados centígrados.
Cuando un gas se calienta, se expande, ocupa mayor volumen y se hace menos denso, lo
que provoca que se eleve en la atmósfera. Es decir, que según el principio de
Arquímedes “flota” en el aire.

Si provocáramos una combustión en ausencia de gravedad, las cosas serían distintas

Esa es la respuesta a por qué la llama va para arriba, porque está formada por gases
producto de la combustión que al calentarse se expanden y suben. Y eso es así siempre,
en las condiciones normales de la Tierra. Pero si provocáramos una combustión en
ausencia de gravedad, las cosas serían distintas. En experimentos realizados en la
Estación Espacial Internacional, se ha visto que las llamas no van para arriba. Las
especiales condiciones de movimiento de la Estación Espacial hacen que en ella exista
una situación de microgravedad, y por esa razón allí las llamas son redondas. Nuestro
planeta ejerce una fuerza de atracción gravitatoria que es mayor sobre los gases fríos,
más densos, que sobre los gases calientes, menos densos. Eso, como vimos al principio,
hace que los gases de la combustión se vayan hacia arriba, y que la llama tenga su típica
forma ahusada. En la Estación Espacial, en sus condiciones de microgravedad, esa
diferencia no existe, así que los gases calientes se expanden hacia todas las direcciones
de igual forma, no solamente hacia arriba. Y el resultado es una llama esférica.

Comparación de una llama en la Tierra y en microgravedad. NASA

En cuanto a la luz de la llama, también se debe a que está caliente. Toda la materia
emite radiación, excepto si estuviera a la temperatura teórica más baja que se puede
alcanzar: -273,15 ºC. Pero una buena parte de esa radiación no es luz visible, es decir,
detectable por el ojo humano. Por ejemplo, nuestros cuerpos también emiten radiación,
pero no es luz visible sino que está en la frecuencia infrarroja y por eso en la oscuridad
puede “verse” a un ser humano vivo con dispositivos de detección de infrarrojos. Como
las llamas tienen una temperatura muy superior a nuestro cuerpo, parte de su radiación
está dentro de la zona visible del espectro electromagnético, y la vemos como luz.
Además, su temperatura influye en su color. La luz de las llamas de temperatura más
baja tiene un tono rojizo y las de mayor temperatura son de color anaranjado o amarillo.
El color de la llama también puede verse modificado por la existencia en ella de
sustancias que emiten luz de colores específicos, como las que se forman en la llama de
un quemador de butano o gas natural y que le dan su brillante color azul.

La pregunta ha sido hecha por @Siranido vía Twitter


Flor Rodríguez Prieto. Doctora en Química. Catedrática de Química Física de la
Universidad de Santiago de Compostela.

Un Israel solo para judíos


Una nueva ley niega por exclusión a los israelíes de
origen palestino el derecho a la autodeterminación
20 JUL 2018 - 00:00 CEST

Al codificar lo obvio —que Israel aspira a ser el “hogar nacional de los judíos”— el
Gobierno más derechista en la historia del Estado hebreo y la ajustada mayoría que le
sustenta en la Kneset parecen haberse olvidado deliberadamente del derecho universal
de igualdad. La Ley del Estado nación aprobada durante una madrugada de ásperos
debates en el Parlamento discrimina abiertamente a una quinta parte de la población: los
árabes que desde la creación de Israel en 1948 cuentan con plena ciudadanía formal.

A estos israelíes de origen palestino se les niega por exclusión el derecho a la


autodeterminación, que ahora queda consagrado en una norma de rango constitucional
únicamente en favor del pueblo judío. ¿Qué necesidad tenía de invocar ese derecho un
pueblo asentado desde hace siete décadas en un Estado que fue creado originalmente
por una votación de la ONU? Se priva más bien, sensu contrario, a la minoría de toda
aspiración a una identidad propia y se confirma su estatuto relegado de ciudadanos de
segunda clase.

No es de extrañar que los diputados árabes abandonaran la Cámara dando gritos contra
la “ley del apartheid”, que impide que su lengua materna sea cooficial junto al hebreo.
Mientras, los partidarios del primer ministro Benjamin Netanyahu y de sus aliados
nacionalistas y ultraortodoxos celebraban una “norma fundacional” que consagra la
hegemonía de la mayoría.

Los legisladores han enterrado el artículo que autorizaba la creación pura y dura de
ciudades segregadas para judíos bajo una fórmula declarativa por la que el Estado se
limitará a alentar como “un valor nacional” dichos asentamientos. Acuñado ya en una
una norma fundamental, nadie podrá negar ahora que Israel es un Estado judío. Está por
ver si el carácter democrático que defendieron sus padres fundadores, con David Ben
Gurion a la cabeza, queda preservado tras esa nueva ley que proclama un Estado nación
solo para judíos.

Silicon Valley no nos salva


No pongamos nuestras esperanzas en manos de
empresarios aunque parezcan jóvenes estrellas de
rock, porque lo más probable es que nos defrauden
Conéctate
Jorge Galindo
19 JUL 2018 - 00:00 CEST

Un multimillonario ingeniero con aura de salvamundos se entromete en la operación de


rescate a los doce niños tailandeses atrapados en una cueva y acaba entorpeciéndola.

Otro ingeniero, que también es el hombre más rico de la historia moderna, se enfrenta a
una huelga por las condiciones en las que mantiene a la base de trabajadores de lo que,
para muchos, es la plataforma comercial más revolucionaria que existe.

La empresa que, esencialmente, define el flujo de información que pasa por nuestras
manos y por nuestros cerebros día a día es sancionada con una multa monumental por
parte de la Comisión Europea, acusada de abuso de posición dominante.

Todo ello, acontecido en los últimos siete días, se suma a la caída en desgracia de
Facebook, o al cuestionamiento de Apple por su manera de esquivar impuestos. Los
superhéroes de Silicon Valley, que algunos consideraron redentores de la humanidad
ante políticos supuestamente corruptos e incapaces de enfrentarse a los grandes desafíos
de nuestro tiempo, vuelven a ocupar su lugar.

Y su lugar no es otro que el que siempre han tenido los empresarios. Resulta que no
están aquí para salvarnos, sino para salvarse a sí mismos. Mientras están en ello nos
ofrecerán productos y servicios que quizá nos mejoren la vida. También pedirán nuestro
trabajo a cambio de una remuneración. Pero al mismo tiempo tratarán de que sus
productos y servicios sean los únicos, o de que la remuneración sea baja, o flexible. En
definitiva, harán todo lo posible por maximizar sus beneficios.

Afortunadamente, tenemos un instrumento tan viejo como este dilema para encontrar un
equilibrio: el Estado moderno. Con sus leyes para proteger a trabajadores y a
consumidores, su inversión en ciencia e investigación básica, su sistema de bienestar,
sus impuestos para financiar todo ello, sus mecanismos igualitarios para decidir cómo
resolvemos tal o cual problema.

Así que no pongamos nuestras esperanzas en manos de empresarios aunque parezcan


jóvenes estrellas de rock, porque lo más probable es que nos defrauden. Pero el
aburrido, lento y seguro Estado: él siempre estará ahí para nosotros. @jorgegalindo

Alta traición
Nada de lo que Trump dice tiene que ver con la verdad.
Solo con el poder, el suyo
19 JUL 2018 - 00:00 CEST

Definitivamente, el argumento de la novela El complot contra América de Philip Roth


se ha hecho realidad con Trump. El presidente es un agente del enemigo, Hitler en la
fantasía del novelista, Putin en la realidad. La última y definitiva prueba ha llegado de
su propia mano, en la conferencia de prensa posterior al encuentro con el presidente
ruso en Helsinki, en la que se ha mostrado servil e incluso sumiso con su homólogo al
admitir una responsabilidad simétrica en las malas relaciones entre ambas potencias y,
sobre todo, dar credibilidad a la palabra presidencial rusa en detrimento de los servicios
secretos estadounidenses respecto a las comprobadas interferencias en las elecciones
presidenciales.

No importa su improvisada rectificación, dirigida a apaciguar a los republicanos


indignados ante el deterioro de la imagen de Estados Unidos y ante la victoria obtenida
por Putin en Helsinki. Los 18 meses de presidencia trumpista significan el mayor
desastre geopolítico que haya sufrido Washington en su historia al menos desde la
guerra de Irak, pues se ha enajenado a sus aliados, ha minado y dividido las
instituciones que había construido durante 70 años y ha proporcionado todas las
ventajas imaginables a Moscú.

Poco o nada se sabe de la cumbre y es muy probable que su contenido sea


preocupantemente nulo, sobre todo tratándose de dos potencias enfrentadas en tantos
contenciosos. La falta de sustancia no esconde su valor como escaparate, especialmente
del prestigio de Putin y de la vanidad de Trump. Pero pocos esperaban que fueran las
explicaciones posteriores de Trump y luego su abrupto y chapucero desmentido los que
se alcanzarían dimensión histórica.

Nunca se había visto una conferencia de prensa tan vergonzosa para la imagen de EE
UU, con un desequilibrio de actitudes y de autoridad entre ambos mandatarios tan
explícito. El bochornoso espectáculo es también un desastre para su protagonista, pues
da alas al fiscal Mueller, el encargado de investigar las interferencias rusas, que ya ha
mandado a los tribunales a 32 personas, 25 de ellas rusas, ha obtenido autoinculpaciones
de tres colaboradores del presidente y no dudará en estrangularle judicialmente si tiene
la oportunidad.

Nada de lo que Trump dice tiene que ver con la verdad. Solo con el poder, el suyo. Con
frecuencia para amedrentar o debilitar a sus interlocutores, tal como ha hecho con
Theresa May y Angela Merkel; o de forma más discreta con un representante del
Gobierno español, en un reciente encuentro en el que se permitió desconsideradas y
desfavorables valoraciones sobre la crisis catalana.

Trump ha sido ya tachado de traidor en su país. Tras la catástrofe de su semana europea,


con descalificaciones y desplantes a diestro y siniestro, Gobiernos e instituciones, no
hay muchas dudas de que también ha traicionado los valores y los intereses compartidos
entre Estados Unidos y quienes han sido sus socios europeos de la OTAN y de la UE
durante los últimos 70 años. Urge echar al agente de Moscú.

La autocrítica pendiente
Es obligado hacer una severa crítica a la forma como
se ha afrontado el desafío secesionista desde la
política española
Conéctate
Joaquim Coll
19 JUL 2018 - 00:00 CEST

Tras la decisión de los jueces de Schleswig-Holstein de extraditar a Carles Puigdemont


solo por un posible delito de malversación es obligado hacer una severa crítica a la
forma en la que se ha afrontado el desafío secesionista desde la política española. Son
muchos los errores cometidos desde que Artur Mas llevó a cabo la consulta soberanista
en 2014, hasta la última fase del procés en septiembre y octubre pasados. Si el Gobierno
de Mariano Rajoy, responsable máximo pero no único, hubiera hecho política para
defender el orden constitucional, hoy la justicia española no estaría al pie de los caballos
en Europa. La fortuna para Puigdemont, pese a su temeraria acción de visitar Finlandia
para acabar huyendo en coche, fue que su detención se hiciera en ese singular
landfronterizo con Dinamarca, cuya pertenencia a Alemania se decidió tras diversas
guerras en el siglo XIX y la celebración de un plebiscito al final de la Primera Guerra
Mundial.

La historia de Schleswig-Holstein anticipaba que no era el mejor lugar para lograr una
fácil extradición, aunque era difícil imaginar que sus jueces acabarían extralimitándose
en la aplicación de la euroorden y haciendo un enjuiciamiento paralelo con
sorprendentes conclusiones. Por ejemplo, afirman que el expresident solo veía el
referéndum como un preludio de las negociaciones con el Gobierno español, o que no
cabe ni tan siquiera atribuirle una responsabilidad penal por “quebrantamiento de la
paz” porque no era el “líder espiritual de la violencia” ocurrida el 1 de octubre. Todo
ello sin interrogar a testigos ni disponer de nada más que de la información de la fiscalía
confrontada con los argumentos de la defensa.

Pero si la justicia española se encuentra en un callejón de difícil salida es porque


políticamente se dejó hacer en Cataluña, incongruencia que no pasa inadvertida a los
jueces alemanes. ¿Por qué se optó por judicializar un desafío penalmente escurridizo en
lugar de darle una respuesta política mucho antes con la Constitución en la mano?
Ahora se paga con creces el error de no haber activado el artículo 155 a principios de
septiembre. La debilidad del Estado es el resultado del autoengaño que practicaron los
partidos constitucionalistas hasta el final, de su desunión y del cortoplacismo que siguen
practicando en medio de una crisis que no se ha cerrado aunque el procés haya
concluido con el fracaso de la unilateralidad. El quietismo rajoyista ha resultado
catastrófico, pero creer que el diálogo hubiera evitado el choque resulta naif. De la
misma forma que se pide al independentismo que haga autocrítica, el constitucionalismo
necesita otro tanto. Hoy las circunstancias han mejorado algo, pero los partidos siguen
sin una estrategia compartida ante un problema que, como declaró Pedro Sánchez en EL
PAÍS, no va a resolverse en un año ni en dos, ni en cinco ni seis.

Bandadas
La ingeniería se ha inspirado siempre en la naturaleza,
y lo hace cada vez más
Conéctate
Javier Sampedro
19 JUL 2018 - 00:00 CEST

La imagen resulta algo nuevo. Tiene gracia verlos: son 30 drones (del tipo quadcopters,
o pequeños helicópteros autónomos de cuatro hélices) volando juntos, pero no en
perfecta formación robótica, sino como vemos hacer a las bandadas de aves,
dividiéndose en dos grupos para salvar un obstáculo, girando de repente hasta casi darse
la vuelta y sin chocar jamás una con otra, ajustando su forma todo el rato y sin ningún
control central. La ingeniería se ha inspirado siempre en la naturaleza, y lo hace cada
vez más. El roboticista húngaro Gábor Vásárhelyi y sus colegas han diseñado su
bandada de drones para que vuelen juntos como las aves. Los gráficos de sus
trayectorias reales te dejan estupefacto (Science Robotics). Parecen vencejos al
atardecer, aunque no gritan tanto.

He aquí algunos trucos de Vásárhelyi: todos los drones se comunican unos con otros.
Los que van al frente tienen que avisar a los de atrás de que van a cambiar el rumbo, de
modo que eviten apiñarse como los coches que llegan a un atasco. Los movimientos de
la bandada deben absorber factores azarosos como errores de comunicación,
perturbaciones atmosféricas y obstáculos imprevistos. No intentan programarlo todo de
forma definitiva, sino que dejan evolucionar a sus modelos en simuladores de vuelo.
Esto último es otra idea que proviene de la biología, como es obvio.

Recuerdo bien lo que más me impresionó de Parque jurásico cuando la vi hace un


cuarto de siglo. No, no fue el tiranosaurio temible ni el astuto velocirráptor. Ni siquiera
Jeff Goldblum haciendo de matemático pelmazo. Fue una manada de dinosaurios de
gama media, parecidos a codornices escabechadas aunque más grandes, que cambiaban
de dirección justo como una bandada de aves. El trasfondo científico de la peli era la
teoría, relativamente novedosa en la época, de que las aves habían evolucionado a partir
de los dinosaurios. Así que me maravilló la finura de los técnicos de efectos especiales a
sueldo de Spielberg. Igual de asombrado estoy ahora con los algoritmos húngaros.

Hay otros avances de la robótica (misma fuente) que también son hazañas colectivas, y
que en este caso se basan en las colonias de insectos sociales. Uno de estos enjambres
de robots puede, según demuestran científicos belgas e italianos, resolver complejos
problemas que deben abordarse secuencialmente y que son inalcanzables para cada
robot individual. También parece una película, pero esta vez de Frank Capra.

No tienen forma humana, pero a fe mía que se organizan mejor que nosotros.

Por qué hoy me avergüenzo de ser israelí


No creo que el pueblo judío haya vivido sufriendo
persecución y soportando crueldades sin fin para
ahora convertirse en el opresor que somete a los
demás a sus crueldades
Conéctate
Daniel Barenboim
24 JUL 2018 - 00:00 CEST

En 2004 pronuncié un discurso ante la Kneset —el Parlamento israelí— en el que hablé
de la Declaración de Independencia del Estado de Israel. La califiqué de “fuente de
inspiración para creer en los ideales que nos hicieron dejar de ser judíos y nos
transformaron en israelíes”, y proseguí diciendo que “este documento extraordinario
expresaba este compromiso: ‘El Estado de Israel se consagrará al desarrollo de este país
en beneficio de todos sus pueblos; se fundamentará en los principios de libertad, justicia
y paz, guiado por las visiones de los profetas de Israel; reconocerá la plena igualdad de
derechos sociales y políticos a todos sus ciudadanos, con independencia de su religión,
raza o sexo; garantizará la libertad religiosa, de conciencia, idioma, educación y
cultura”.

Los padres fundadores del Estado de Israel que firmaron la Declaración veían en el
principio de igualdad la piedra angular de la sociedad que estaban construyendo.
También adquirieron el compromiso —tanto ellos como nosotros— de “procurar la paz
y las buenas relaciones con todos los países y pueblos vecinos”.

Setenta años después, el Gobierno israelí acaba de aprobar una nueva ley que sustituye
el principio de igualdad y valores universales por el nacionalismo y el racismo.

Me llena de profundo pesar tener que repetir exactamente las mismas preguntas que
planteé hace 14 años cuando me dirigí a la Kneset: ¿Podemos pasar por alto la distancia
intolerable que separa la Declaración de Independencia prometida de los hechos, la
distancia entre la idea y la realidad de Israel?

¿Encaja la situación de ocupación y dominio sobre otro pueblo en la Declaración de


Independencia? ¿Tiene sentido la propia independencia a costa de los derechos
fundamentales del otro?

¿Puede el pueblo judío, cuya historia es una crónica de sufrimiento continuo y


persecución implacable, consentir la indiferencia hacia los derechos y el padecimiento
de un pueblo vecino?

¿Puede el Estado de Israel permitirse el sueño ingenuo de un final ideológico para el


conflicto en vez de buscar una resolución pragmática y humanitaria basada en la justicia
social?

Catorce años después, sigo creyendo que, a pesar de todas las dificultades objetivas y
subjetivas, el futuro de Israel y su puesto en la familia de los países ilustrados dependerá
de su capacidad para cumplir la promesa de los padres fundadores tal como la
consagraron en la Declaración de Independencia.

Sin embargo, nada ha cambiado verdaderamente desde 2004. Por el contrario, ahora
tenemos una ley que confirma la condición de la población árabe como ciudadanos de
segunda clase. Por consiguiente, se trata de una forma muy evidente de apartheid. No
creo que el pueblo judío haya vivido 20 siglos, la mayor parte de ellos sufriendo
persecución y soportando crueldades sin fin, para ahora convertirse en el opresor que
somete a los demás a sus crueldades. Precisamente esto es lo que hace la nueva ley. Por
eso, hoy me avergüenzo de ser israelí.

Daniel Barenboim (Buenos Aires, 1942) es pianista y director de orquesta. Tiene


nacionalidad argentina, española, israelí y palestina.

“Habrá un periodo en el que solo los más


ricos podrán pagar los nuevos
fármacos contra el cáncer”
El investigador busca nuevas combinaciones para
mejorar la efectividad de los medicamentos
oncológicos
24 JUL 2018 - 12:22 CEST

En 2001, Antoni Ribas comenzó a probar un nuevo fármaco experimental en sus


pacientes de melanoma, el tipo de cáncer de piel más letal. Una vez las células malignas
se han extendido a otros órganos es muy difícil de combatir. Ribas (Barcelona, 1966)
declara orgulloso que su padre, abuelo y bisabuelo eran médicos y que él se metió en
esta disciplina porque le interesa “la ciencia que hay detrás de cada caso de cáncer”.

Aquel nuevo fármaco funcionó solo en un 10% de pacientes, pero fue el primer paso
hacia la inmunoterapia. En la actualidad, la segunda generación de estos fármacos ya
están aprobados para tratar diferentes tipos de tumores y el porcentaje de éxito en
melanoma es del 40%. Ribas explica que esta nueva generación de fármacos funciona
por ahora solo en los pacientes cuyo sistema inmune ya había aprendido a identificar el
tumor, pero no podía combatirlo porque "tenía echado el freno". Los nuevos fármacos
de inmunoterapia eliminan esos frenos moleculares y desencadenan una respuesta
completa.

“Hay pacientes que están curados”, explica Ribas, jefe de inmunología tumoral del
Centro de Cáncer Jonsson de la Universidad de California en Los Ángeles (EE UU).
“Los pacientes que respondieron tenían cánceres esparcidos por el cuerpo y ahora llevan
años sin ningún tumor. Es porque el sistema inmune tiene memoria, se acuerda. Nos
vacunamos de niños y aunque tengas 80 años tu cuerpo aún recuerda que te vacunaron
de paperas. Es increíble. Si conseguimos lo mismo para el cáncer podemos lograr
respuestas aún más duraderas”, explica Ribas, que ha visitado Madrid para participar en
un simposio organizado por la Fundación para la Excelencia y la Calidad en Oncología.
Este investigador, que trabaja en EE UU desde 1996, intenta entender por qué la
inmunoterapia no funciona en otros pacientes y busca nuevas formas de activar su
sistema inmune contra el cáncer. Probablemente el próximo gran paso en esta línea de
investigación será gracias a la combinación de tratamientos conocidos con otros nuevos,
explica en esta entrevista.

Pregunta. ¿Cómo se puede aumentar la tasa de éxito de la inmunoterapia?


Respuesta. Una de las cosas que estamos intentando es inyectar en una metástasis un
virus alterado genéticamente para que el sistema inmune piense que hay una infección.
O inyectar una secuencia de ADN que se parece a un virus o a una bacteria. Después
aplicamos inmunoterapia. Son estudios preliminares, pero prometedores. Hacemos
también combinaciones de quitar frenos, otros previos a los que va dirigida la
inmunoterapia actual. Además hay unos 20 fármacos de inmunoterapia que se están
probando en ensayos clínicos y más de 1.000 combinaciones de inmunoterápicos. No
todos funcionarán, pero algunos conseguirán el nuevo avance.

P. Pero la inmunoterapia aún no funciona en muchos tumores

Invertir en ciencia básica es rentable a corto, medio y largo plazo

R. Las respuestas que vemos no son por suerte, es pura biología. Los tumores para los
que se han aprobado estos fármacos son lo que llamamos inmunogénicos. El melanoma
en la mayoría de casos está inducido por radiación solar, que causa mutaciones que
cambian el gen y la proteína que produce. Es esa proteína la que el sistema inmune
reconoce como anormal. También son efectivos con los inducidos por el tabaco:
pulmón, esófago, vejiga, cabeza y cuello… y con los causados por virus, como el de
hígado o cérvix, entre otros.

P. Hace unas semanas un tipo de terapia con células inmunes consiguió —en una sola
paciente— eliminar el cáncer de mama metastásico, que no responde a inmunoterapia
¿Qué le parece este enfoque, se conseguirá así combatir los tumores que hasta ahora no
responden?

R. Es un estudio importante. Estos trabajos nos han permitido saber que el sistema
inmune reconoce proteínas alteradas por mutaciones cancerígenas. Saber esto hace
posible tratar de inducir ese reconocimiento. Por ejemplo, extirpar un cáncer, secuenciar
su genoma, y hacer una vacuna específica. Estamos haciendo estudios preclínicos como
este, de sacar linfocitos y ponerles un receptor que les permite reconocer una proteína
mutada. Parece ciencia-ficción pero ya es realidad en leucemias y linfomas. El siguiente
paso es ponerle a los linfocitos los receptores endógenos que detecten mutaciones y esto
va a pasar en los próximos años. La inversión en ciencia básica de los últimos 30 años
nos ha llevado aquí. Cada vez tratamos más cánceres y mejor.

P. Menciona la inversión en ciencia básica. En España se acaba de nombrar a un nuevo


ministro de ciencia ¿qué le diría sobre esto?

R. Le diría al ministro que invierta en esto, porque es rentable a corto, medio y largo
plazo. El crear centros de excelencia con capacidad de entender la biología, pensar en
nuevos tratamientos y desarrollarlos en lugar de que lo hagan las compañías suizas,
americanas y alemanas. De las cosas que más me han enriquecido es ver compañías que
han empezado con una idea y han llegado a crear nuevos tratamientos. Una de ellas es
Kite Pharma, una compañía de Santa Mónica de la que soy asesor científico y de la que
tengo acciones. Empezamos seis personas. Se basa en sacar linfocitos, introducirles un
cambio para que sean capaces de reconocer el linfoma, una proteína que se llama CD-
19, algo conocido como CAR-T, y devolverlo a los pacientes. La ciencia existía, se
había generado en el Instituto Nacional de Salud de EE UU. Había que desarrollarlo de
forma comercial. Mucha gente dijo que era imposible, pero se pudo. Ahora el fármaco
está aprobado en EE UU y se va a probar en otros países. Esa empresa empezó con 15
millones de dólares y se vendió por 12.000 millones. Si esto pasara en Madrid tendría
un impacto grande. ¿Por qué no pasa? No es por falta de conocimiento, es porque no
hay un entorno científico y de emprendimiento.

En sus orígenes la penicilina era tan cara que se recogía la orina de los pacientes y se
purificaba para extraerla de nuevo y dársela a otros pacientes

P. ¿Está justificado el precio de algunos fármacos oncológicos?

R. No. El sistema americano permite que cuando un fármaco demuestra tener actividad,
las compañías pueden poner un precio basado en el mercado. Yo creo que no es
correcto. Habría que ligarlo al beneficio que aportan. De esa forma habría más
incentivos para desarrollar fármacos que realmente beneficien a más gente y más
tiempo. Al principio estos medicamentos cuestan mucho en los primeros pacientes,
luego cada vez es más barato. Es como la penicilina. Si vas a la farmacia de la esquina
una dosis te puede costar el equivalente de unas pocas pesetas. Pero en sus orígenes era
tan cara que se recogía la orina de los pacientes que la habían tomado, se purificaba para
sacar la penicilina otra vez y dársela a otros pacientes. Lo que tenemos que hacer es
desarrollar fármacos que funcionen, porque si lo hacen no son caros, acaban siendo
baratos para la sociedad.

P. ¿En ese camino habrá un periodo de tiempo en el que solo los más ricos se los podrán
permitir?

R. Sí, eso me afecta como investigador y como médico. Para que alguien llegue a
UCLA tiene que tener un seguro médico. Los tratamientos son caros. No me gusta saber
que hay gente que no puede acceder, que reciba el fármaco antiguo porque es más
barato que el nuevo. Esto no es inteligente. La parte más cara del tratamiento de una
persona es los últimos meses antes de morir, ahí es cuando gastamos mucho más. El
tratamiento en los últimos meses de vida acaba siendo mucho más caro que el fármaco.
Hay veces que la gente que analiza el sistema sanitario no lo entiende. En un país como
España, con una sanidad pública, habría que enfocar el gasto en este sentido en función
de cuál es el mayor beneficio para la sociedad.

El cristianismo se extiende más


rápidamente a través de líderes
influyentes
El éxito de la expansión cristiana no está en la
conversión de las bases de la sociedad
23 JUL 2018 - 17:00 CEST

El misionero británico John Williams llevó el evangelio a muchas culturas del Pacífico
Sur durante la primera mitad del siglo XIX. Cuando arribaba en una nueva isla, siempre
hacía lo mismo: buscaba a la persona más poderosa y ponía a su disposición los
recursos de la misión. Aunque Williams murió a manos de caníbales con 43 años, para
entonces había logrado la conversión de muchas personas. Ahora, un estudio
internacional publicado en Nature Human Behaviour concluye que la forma más rápida
en que se puede expandir el cristianismo es captando a los líderes políticos de nuevas
comunidades, tal y como hizo el misionero.

El nuevo estudio analiza datos de censos coloniales y de diarios de misioneros


pertinentes a la conversión de 70 culturas austronesias entre los siglos XVI y XIX.
Desmiente la hipótesis de que el cristianismo se haya extendido principalmente entre las
bases sociales por su mensaje de igualdad y su capacidad de empoderar espiritualmente
a los oprimidos. Si este fuera el caso, los investigadores habrían esperado encontrar una
rápida difusión de la doctrina entre las culturas con mayor desigualdad social. Sin
embargo, ese factor era irrelevante y, en cambio, los autores constataron que el
cristianismo se adoptó más rápidamente en las sociedades jerarquizadas políticamente,
es decir, las que tienen líderes con influencia sobre el resto de la población.

Un observador cínico puede concluir que los misioneros como Williams eran bien
conscientes de esto y manipulaban a los jefes para llegar a todos sus súbditos por
mandato. Al fin y al cabo, este siempre ha sido un modelo de transmisión ideológica
muy plausible, y quienes lo defienden destacan ejemplos como la conversión del
emperador romano Constantino I entre los grandes hitos de la expansión del
cristianismo. Sin embargo, Joseph Watts, el autor principal de este estudio, señala que
los misioneros corrían grandes riesgos al establecer contacto con sociedades extranjeras
—como ilustra la historia de Williams— y hacerle la pelota al jefe podía ser una de las
pocas formas de protegerse que tenían.

Watts, que no es cristiano, investiga la evolución de la cultura humana en el instituto


Max Planck (Alemania) y los procesos cognitivos que la subyacen en la Universidad de
Oxford (Reino Unido). Considera que hay aspectos del proceso recién descrito que no
se pueden extrapolar a la transmisión de cualquier cultura. “El cristianismo tiene
algunas propiedades que lo hacen una religión única: tiene un solo dios con autoridad
sobre toda la gente, defiende un conocimiento o verdad exclusiva y promueve el
proselitismo. Damos por hecho que estas características son comunes a cualquier
religión, pero realmente son bastante únicas”, dice.

No obstante, los autores demuestran que la religión sí sigue algunos patrones


generalizados de la difusión cultural, como el hecho de que su adopción sea más rápida
en comunidades pequeñas que en las poblaciones más grandes. La explicación que
ofrecen los científicos sociales es que una persona tiene más posibilidades de asimilar
una doctrina cuanta más gente conozca que ya la haya adoptado; en una sociedad
pequeña, el porcentaje de la población que conoce a los primeros cristianos es mayor.

La religión sigue patrones generales de la transmisión cultural, como la difusión rápida


en comunidades pequeñas

El estudio se basa en un conjunto de archivos bastante completo, y además tiene en


cuenta factores como la distancia entre las islas y sus lazos históricos, por ejemplo
derivados de una genealogía común. Es curioso que casi todos pueblos austronesios,
desde Madagascar hasta Hawaii, adoptaron una de las grandes religiones del mundo en
los últimos siglos (cristianismo, islam o hinduismo), a pesar de tener sus propias
creencias sobrenaturales desde la antigüedad. El estudio demuestra que las misiones
cristianas de esta región solían tener éxito en menos de 30 años, aunque en los datos
figuran pueblos que tardaron desde menos de un año en convertirse hasta 203, en el caso
más extremo.

Los autores consideran a un pueblo "convertido" cuando la mitad de su población


adopta la nueva doctrina, pero cabe preguntar cómo de realista o útil es esta
clasificación. En realidad, el cristianismo ampara multitud de confesiones y el
seguimiento de las prácticas o rituales de cada una varía incluso entre los que se
consideran fieles. La especialista en evolución cultural y genética en la Universidad de
Vanderbilt (EE UU) Nicole Creanza, que no participó en el estudio, sugiere añadir estos
matices a investigaciones futuras, pero señala en un comentario adjunto a la publicación
de Nature la utilidad de los nuevos métodos para estudiar la evolución cultural humana.
“Con tan solo conocer unas pocas características de cada población, como su tamaño y
organización política, mejora drásticamente nuestra capacidad de predecir exitosamente
si una idea se extenderá en la sociedad”, afirma.

Los romanos también cazaban ballenas


Un estudio revela que, más de mil años antes de lo que
se creía, el Estrecho ya cazaban dos especies de
ballena hoy desaparecidas del Mediterráneo
10
Conéctate
Jesús A. Cañas
Cádiz 24 JUL 2018 - 09:38 CEST

No solo de atún rojo vivían los gaditanus. Ni de las sardinas o salmonetes que
maceraban en su famosa salsa garum. En tiempos de la antigua Roma, sus ciudadanos
en el Estrecho de Gibraltar también explotaban una pingüe y, hasta ahora, desconocida
industria ballenera. Dos especies daban sustento a la actividad desarrollada hace unos
2.000 años, la ballena de los vascos y la ballena gris. Y la presencia de ambas -hoy en
peligro de extinción- en el Mediterráneo era tan ignota como el propio negocio romano
en sí mismo.

Un equipo internacional e interdisciplinar de ecólogos, arqueólogos y genetistas ha


llegado a esta conclusión tras cuatro años de investigación; condensados en un estudio
publicado en la revista Proceedings of the Royal Society of London B. El doble
resultado, alcanzado gracias a análisis moleculares de huesos antiguos, adelanta más de
1.000 años el arranque de la industria ballenera, fijado hasta ahora en el medievo, y
replantea hábitats desconocidos para dos especies de cetáceos, “probablemente
abundantes en el mar Mediterráneo durante el periodo romano”, según la investigación.

Tan importantes conclusiones, hechas públicas este pasado 11 de julio, tuvo un origen,
allá por 2014, tan casual como imprevisto. “Cuando excavas encuentras tanto lo que
buscas como lo que no”, reconoce Darío Bernal Cassola, uno de los siete coautores del
estudio y coordinador del equipo de arqueólogos de la Universidad de Cádiz que ha
encontrado la mayor parte de los huesos en el Estrecho.

El grupo trabajaba en el yacimiento romano de Iulia Traducta, en Algeciras, cuando


encontró el primer vestigio de ballena. Podría haber quedado en un hallazgo casual si no
fuese porque, poco después, Baelo Claudia, en Tarifa, les regaló otra osamenta de
cetáceo. Era el hilo definitivo del que tirar. “Eso nos hizo ver que ambos huesos no
podían ser ocasionales. Fue algo apasionante”, reconoce Bernal, con más 25 años de
investigaciones del mundo romano a sus espaldas. Los arqueólogos abrieron el foco de
sus pesquisas a dos ciudades romanas al otro lado del Estrecho: Septen Frates, en la
actual Ceuta, y Tamuda, muy cerca de Tetuán.

Este estudio tuvo un origen, allá por 2014, tan casual como imprevisto. “Cuando
excavas encuentras tanto lo que buscas como lo que no"

Las cuatro antiguas localidades romanas “vivían de la explotación y las plusvalías del
mar”, tal y como explica el arqueólogo gaditano. Tanto como para convertirse en
reputados centros de la industria pesquera de la Antigüedad, gracias a la producción de
salazones que eran exportados por todo el Imperio Romano. En todos los yacimientos
analizados -salvo, curiosamente, en el de Algeciras que lo inició todo- han aparecido
varios restos óseos de ballenas “en diferentes sitios y en diferentes momentos históricos,
lo que demuestra que la industria era frecuente”, aclara Bernal.

En los entornos de los lugares de procesamiento del pescado de estas ciudades, como
sus factorías de salazones, los arqueólogos han localizado restos óseos de tamaño
reducido que se corresponderían con la actividad del descarnado y cocido para el
aprovechamiento de la grasa y la carne de las ballenas. Pero los romanos reservaban
más usos a esta suerte de cerdos de la Antigüedad. Como ejemplifica el arqueólogo, “las
huesos grandes se reutilizaban para hacer distintos objetos, las vértebras servían para
mesa de pescadero o carnicero”. Incluso en Tamuda ha aparecido un cepillo de
carpintero realizado con este tipo de osamenta, único hasta ahora.

Caza adelantada

¿Pero, cómo los romanos eran capaces de cazar ballenas? Con los hallazgos óseos sobre
la mesa, la investigación ha implicado también a ecólogos y genetistas -pertenecientes a
seis instituciones científicas de Francia, España e Inglaterra y con la financiación de los
dos primeros- para resolver ésta y otras incógnitas. “No disponían de la tecnología
necesaria para capturar los cachalotes y rorcuales actualmente presentes en el
Mediterráneo, porque viven en alta mar”, avanza Ana Rodrigues, también autora del
estudio e investigadora del CNRS (Centre National de la Recherche Scientifique de
Francia), en una declaración divulgada en un comunicado de las entidades
investigadoras.

La clave estaba en las ballenas que se cazaban. Las nuevas técnicas moleculares basadas
en el código de barras de ADN antiguo y la huella dactilar de colágeno aplicadas por los
genetistas permitieron saber que los huesos hallados por Bernal eran de dos especies, la
ballena de los vascos y la gris, que sí hacen posible su captura sin la mecanización que
ya surgió en el Industrialización contemporánea. “La ballena gris y sus ballenatos
pueden acercarse mucho a la costa, hasta ser visibles desde tierra y podrían llegar a ser
unas presas tentadoras para los pescadores locales”, añade Rodrigues.

El estudio teoriza que ambas especies podrían haber sido capturadas usando pequeños
botes de remos y arpones, como los primeros balleneros vascos hicieron durante el siglo
XI, en la Edad Media, momento que tradicionalmente la historiografía había fijado para
el inicio de la industria. Bernal ha encontrado evidencias de que, en el Estrecho, el
negocio funcionó un lapso de 700 años, desde el siglo II antes de Cristo y duró hasta el
500 de nuestra era, aunque “eso no quiere decir que antes o después no se practicase”.

Hasta la fecha, tan solo existían referencias aisladas a las ballenas en textos romanos,
una sobre sus bondades médicas y otra en un tratado sobre cómo cazarlas. “Pero nunca
se había pensado que hubiese una pesca y aprovechamiento como tal”, reconoce el
arqueólogo. De hecho, ni siquiera se conocía que la ballena de los vascos (Eubalaena
glacialis) y la ballena gris (Eschrichtius robustus) hubiesen llegado tener el
Mediterráneo como hábitats habituales. Tras siglos de persecución, actualmente la
primera subsiste a duras penas en una población frente a las costas de Norteamérica. La
segunda ya ha desaparecido del océano Atlántico y ahora su localización se restringe al
Pacífico norte.

No se ha podido determinar cuándo o porqué acabaron desaparecidas del Mediterráneo,


aunque Bernal plantea la hipótesis de que quizás ese aprovechamiento romano acabase
con ellas. Es solo una de las preguntas que esta investigación abre para el futuro. De
entrada, el conocimiento aportado permite una relectura con ojos nuevos de fuentes
históricas. Es el caso de cuando Plinio el Viejo, naturista del siglo I describía a orcas
que atacaban a una ballena y su cría recién nacía en la bahía de Cádiz. “Eso se ajusta
perfectamente con lo que sabemos de la ballena gris y la de los vascos”, reconoce Anne
Charpentier, profesora titular de la Universidad de Montpellier y otra de las autora del
estudio.

Por ello, los autores aconsejan a historiadores y arqueólogos que reexaminen sus
materiales históricos bajo este nuevo prisma. Es lo que hará el propio arqueólogo
gaditano, justo ahora enfrascado en una nueva campaña de excavaciones en Baelo
Claudia. La coautora Camilla Speller, arqueóloga y genetista de la Universidad de York,
cree los expertos en genética tendrán protagonismo en las próximas investigaciones en
la materia: “Las nuevas herramientas moleculares nos abren una nueva ventana al
pasado de los ecosistemas”. El tiempo y las futuras indagaciones dirán si la
combinación entre disciplinas hará viable el descubrimiento de nuevos espacios en
blanco que la historia de las civilizaciones mediterráneas aún parece querer reservarse.

La derrota de Aníbal y el auge de Roma


están escritos en plata hispana
Un análisis geoquímico muestra que las monedas
romanas tras la caída de Cartago procedían de
Iberia
28 AGO 2017 - 08:14 CEST

La derrota del hasta entonces invicto Aníbal Barca por el general romano Escipión el
Africano en la batalla de Zama supuso el fin de Cartago como potencia del
Mediterráneo. También fue, para los historiadores, el estreno de Roma como nueva
potencia en el Mediterráneo. Ahora, un estudio del plomo presente en las monedas
circulantes en los años anteriores y posteriores muestra cómo aquella derrota inundó la
economía romana de plata procedente de las colonias cartaginesas del sur de Iberia.

Ya antes de la batalla de la llanura de Zama (en el actual Túnez) el 19 de octubre de 202


antes de esta era, los romanos se habían hecho con el control del sur de la península
ibérica, conquistando en 209 la flamante Qart Hadasht, a la que cambiarían el nombre
por Cartago Nova (la actual Cartagena). Tras firmar la paz con Roma, los cartagineses
tuvieron que renunciar a sus dominios ibéricos y pagar 10.000 talentos en
compensaciones. La cifra equivale a unas 260 toneladas de plata en monedas. En poco
tiempo, la economía romana se llenó de plata hispana.

Ese es uno de lo principales resultados de una investigación en la que la historia y la


arqueología se unen a la geología y la química. El trabajo, presentado en la Conferencia
Goldsmichdt, la cumbre anual de la geoquímica que se celebra estos días en París, se
basa en el análisis de 70 monedas de plata romanas (y cartaginesas) acuñadas entre el
310 y 101 antes de esta era, medio siglo después de que Cartago fuera borrada del mapa
literalmente. En realidad, más que la plata, los investigadores analizaron los vestigios
del plomo que, como impureza, aún contienen estas monedas de hace más de 2.000
años. Las diferentes configuraciones atómicas del plomo (isótopos) permiten no sólo
saber cuándo fue acuñada la moneda, también de dónde procedía la plata.

El plomo presente en las monedas desvela que la plata procedía de las minas de Qart
Hadasht (Cartagena) y la Faja Pirítica Ibérica

"Antes de la guerra, vemos que las monedas romanas están hechas de una plata que
procede de las mismas fuentes que la moneda emitida por las ciudades griegas de Italia
y Sicilia. En otras palabras, la firma del isótopo de plomo de las monedas se
corresponde con el mineral de plata y los procesos metalúrgicos propios de la región del
Egeo", dice la investigadora del Instituto de Ciencias Arqueológicas de la Universidad
Goethe de Fráncfort (Alemania) y coautora del estudio, Katrin Westner. "Pero la derrota
de Cartago supuso la imposición de enormes reparaciones de guerra en favor de Roma,
así como la rapiña de un gran botín y la propiedad de las ricas minas de plata hispanas.
Desde 209, vemos que la mayoría de las monedas romanas muestran una firma
geoquímica típica de la plata ibérica", añade.

Lo que hicieron los investigadores fue tomar ínfimas muestras del interior de cada
moneda tras hacerles tres pequeñas incisiones en el canto. Con el uso de la técnica de
espectrometría de masas, pudieron identificar el plomo presente en cada moneda y el
isótopo específico. "El plomo y la plata se encuentran a menudo en los mismos
depósitos de mineral", recuerda Westner en un correo. Además, el plomo tenía un papel
clave en la obtención de la plata en la metalurgia de la antigüedad: mediante un proceso
llamado copelado, el plomo fundido permitía recuperar la plata presente en la mena.
"Por eso el plomo también nos revela algo sobre el origen de la plata de las monedas",
añade la científica germana.
Hasta la derrota cartaginesa, las monedas romanas eran acuñadas con plata de origen
griego

Ese plomo y, por tanto, esa plata, procedía en su mayoría de las minas de la sierra de
Cartagena, de las de Sierra Morena y de la Faja Pirítica Ibérica, donde aún se
explotaban yacimientos como el de Riotinto o el de Aznalcóllar. Durante décadas la
república romana extrajo directamente el mineral.

Aunque la relevancia de la plata hispana ya había sido destacada tanto por los
historiadores romanos como por los actuales, faltaban datos que apoyaran tales
argumentos, unos datos que ahora muestran las monedas. Con la derrota de Aníbal, "las
grandes riquezas saqueadas durante la conquista de la península ibérica y los pagos en
reparaciones de Cartago tras la II Guerra Púnica prestaron la base monetaria de la
política expansionista de Roma", sostiene Westner, una expansión que sostuvieron
después las minas del sur de Hispania.

La Universidad ya avisó en 2015 a


Francisco Ayala para que frenara sus
comentarios de cariz sexual
El informe completo de la investigación subraya el
abuso de poder por su preeminente posición. A una
profesora le dijo que parecía que ella iba a tener un
“orgasmo” y que quería “agarrarle el culo”
Madrid 21 JUL 2018 - 18:00 CEST

La investigación por acoso y discriminación sexual de la Universidad de California en


Irvine (UCI) al biólogo Francisco Ayala detalla cómo el profesor fue alertado en 2015
por su comportamiento y no cejó y considera que abusó de su posición de poder como
eminencia científica y mecenas del campus. El informe recoge comentarios vejatorios
reiterados a lo largo de los años pese al aviso. A una profesora le dijo que su charla
había sido tan entusiasmante que parecía que iba a tener "un orgasmo” o, en otra
ocasión, que le gustaría “tocarle el culo”. Ayala fue apartado de todos sus cargos en la
UCI a finales de junio.

El científico, de 84 años y nacionalizado estadounidense, fue alertado en 2015 por la


adjunta al rector de la UCI, Kirsten Quanbeck, de que su conducta “no era bien recibida
y debería cambiarla para adecuarse a las políticas de la Universidad”. Los
investigadores señalan en el informe, cuyo contenido ha sido revelado por la revista
Science, que la capacidad intelectual del eminente biólogo y su inteligencia social del
más alto calibre le hacían capaz de entender la advertencia. “Si hubiese querido prestar
atención al consejo de aquellos que le alertaron para que cambiase su actitud, era más
que capaz de hacerlo”, señalan. El código de comportamiento de la UCI considera acoso
sexual los comentarios y chistes sexuales, las preguntas sobre la vida sexual o sobre el
cuerpo o la apariencia de alguien.

El informe, de 97 páginas, ha sido elaborado por la Oficina de Igualdad de


Oportunidades y Diversidad del campus. Se basa en la denuncia de cuatro mujeres de la
Facultad de Ciencias Biológicas de la UCI que decidieron hacer públicos sus nombres.
Son Kathleen Treseder, profesora y presidenta del Departamento de Ecología y Biología
Evolutiva; la profesora Jessica Pratt; la vicedecana Benedicte Shipley; y la estudiante de
postgrado Michelle Herrera. En el caso de Herrera, la Universidad no considera que lo
que denuncia incumpla las políticas de acoso sexual y discriminación de la Universidad.

Según el informe, algunos testigos situados también en puestos de gran relevancia


dentro de la universidad, apoyaron el comportamiento “cortés” del biólogo y
consideraron que estaba siendo malinterpretado. Los investigadores del caso rechazan
ese argumento con contundencia: “Los hábitos de interacción social de Ayala iban más
allá de lo que era cómodo para un gran número de mujeres tanto en situaciones docentes
como laborales”.

Arriesgar la carrera académica

La profesora Kathleen Treseder explicó a los investigadores que empezó a trabajar en la


UCI en julio de 2003 y ya entonces Ayala empezó a hacer comentarios sobre su
apariencia o a besarla al saludarla. “Soy europeo, por eso siempre doy besos en las dos
mejillas”, se justificaba, según el informe. Sus comentarios aludían normalmente a lo
guapa que estaba o lo feliz que se sentía en compañía de mujeres guapas.

Treseder pidió en 2015 que dejaran de asignar a Ayala profesoras asistentes porque
temía que les dirigiese “atención sexual no solicitada”. Un testigo corroboró que la
denunciante le pidió ayuda para atender las funciones del departamento con ella y
“ayudarle a evitar” así los acercamientos de Ayala. La profesora contó a los
investigadores del caso que tuvo muchas dudas sobre si denunciar la conducta del
biólogo. Sentía que haciéndolo ponía en peligro su carrera académica, así que “se lo dijo
a otras personas con esperanzas de que lo denunciasen”.

"Agarrarle el culo"

El 25 de agosto de 2012, esta profesora se cruzó con Ayala en el mercadillo de la


Universidad. El día anterior había dado una conferencia invitada en un seminario. Ayala
le dijo que había hecho un trabajo excelente con su charla y que había hablado de forma
“tan entusiasta” sobre su investigación que pensó que “iba a tener un orgasmo delante
de todo el mundo”. El 13 diciembre de 2013, en una fiesta académica, en una
conversación con Ayala y con un testigo, la profesora Treseder contó que un hombre en
una bicicleta le había agarrado el culo mientras pasaba a su lado. Lo puso como un
ejemplo del tipo de violencia sexual que pueden experimentar las mujeres. Ayala, según
el informe, replicó que no podía considerar a ese hombre culpable ya que “a él también
le habría encantado agarrarle el culo”.

Otra de las denunciantes, la profesora Jessica Pratt contó como, el 11 de febrero de


2015, en una reunión de claustro en la que ella tenía que hacer una presentación, Ayala
le dijo que podía sentarse en su regazo y así él disfrutaría más de esa presentación. El
comentario impactó “severamente” a la profesora dado el escenario y “la naturaleza
júnior” de su posición. Asegura que Ayala fue a discutirlo con ella cuando descubrió que
estaba molesta y le recriminó que estaba siendo muy sensible. Lo denunció a la Oficina
de Igualdad de Oportunidades y Diversidad, lo que desembocó en una reunión informal
en la que se advirtió al científico que su comportamiento incumplía el código de
conducta de la universidad. A pesar del aviso, volvió a referirse a la denunciante con
comentarios sobre su aspecto, según el informe.

"Cautelas" con la versión de Ayala

Este periódico ha intentado recabar la versión de Ayala, antes y después de que se


conociera el contenido del informe, de momento sin éxito. El biólogo declaró a Science
que acusaciones como la del orgasmo eran mentira y que sus palabras han sido
malinterpretadas: "Vi mis cumplidos como actos de cortesía. Y convirtieron esos actos
de cortesía en hostigamiento sexual ".

Los investigadores indican en el informe las contradicciones en las que incurrió Ayala y
muestran “cautelas” sobre la credibilidad de la información que les proporcionó porque
“no ha sido totalmente consistente”. En noviembre de 2017 señaló que los comentarios
que alguna vez había hecho sobre el aspecto de Kathleen Treseder, formaban “parte de
la formalidad social, nunca con intención de acosar y a menudo recibidos con una
sonrisa y un gracias”. Sin embargo, en su entrevista con investigadores en abril de 2018,
aseguró que nunca había hecho ningún comentario sobre ella.

Seis meses de investigación y más de 60 testigos

La UCI inició la investigación el 17 de noviembre de 2017 y la concluyó el 16 de mayo


de 2018. Tras la investigación, en la que se entrevistó a alrededor de 60 testigos, Ayala
fue apartado de todos sus cargos y responsabilidades en el campus. El informe establece
que la tendencia del eminente biólogo de blandir su influencia de una manera
“intimidante” tenía consecuencias sobre cómo era percibido su comportamiento. Por
ejemplo, dejó claro que en su calidad de miembro de la Fundación Nacional para la
Ciencia, una agencia gubernamental de Estados Unidos, podía “condenar” las opciones
de una candidata. Una de las denunciantes, de hecho, señaló que sufría sus comentarios
desde 2003 pero que temía denunciarle por miedo a que afectara a su carrera
profesional.

El estatus de Ayala “es más alto que el de las denunciantes y los testigos”. La de más
alto rango, una vicedecana, “no tiene ni por asomo" su influencia, subraya el informe.
La UCI decidió retirar su nombre de la Facultad de Ciencias Biológicas y de la
Biblioteca Central de Ciencias. Ayala renunció a todos sus cargos el 1 de julio y no
volverá a participar en actividades de la Universidad.

Los neandertales también sabían hacer


fuego, según un nuevo estudio
Una investigación trata de demostrar que los hombres
de Neanderthal eran capaces de encender fuegos,
una capacidad que solo han demostrado sin dudas
los humanos modernos
26
Conéctate
Daniel Mediavilla
19 JUL 2018 - 16:26 CEST

El fuego parece un medidor de humanidad. A diferencia de la mayoría de los animales,


los chimpancés, nuestros primos hermanos, saben cómo funciona, no se asustan cuando
ven un incendio y saben cómo librarse de las llamas sin someterse al pánico. Además,
como nosotros, prefieren la comida cocinada a la cruda. Dennis Sandgathe, investigador
de la Universidad Simon Fraser, de Canadá, considera que esta fue la primera etapa de
acercamiento de los homínidos al fuego. Más adelante, aprenderían a capturar esos
fuegos naturales para mantenerlos y cocinar sus alimentos o incluso elaborar
herramientas y, por último, se harían con el control de este proceso natural cuando
desarrollaron técnicas para hacer fuego a voluntad.

Los Homo sapiens son la primera especie que desde hace unos 120.000 años empieza a
dejar muestras claras y abundantes de su maestría con el fuego. Más allá, dudas. En
cuevas como la de Wonderwerk, en Sudáfrica, se han hallado pruebas de uso del fuego
por ancestros humanos, posiblemente Homo erectus, pero parece probable que para
obtenerlo necesitasen fuentes naturales como incendios. Después, lo mantendrían
mientras fuese posible, pero si no se daban las circunstancias adecuadas, podrían pasar
meses, años o incluso vidas completas sin disfrutar de los beneficios de las llamas.

Los neandertales son la única especie a la que se atribuye expresión artística además de
los humanos

La humanidad a medias de los erectus es aceptable, pero no sucede lo mismo cuando


hablamos de los neandertales, la especie con la que tuvimos hijos hace decenas de miles
de años. Aquellos individuos, que son junto a la nuestra la única especie animal con
expresión artística conocida, representaron una forma alternativa de ser humanos y
cuanto más les conocemos más perturbador resulta pensar en un tiempo en el que dos
especies extremadamente inteligentes compartieron la Tierra hasta que una de las dos
sucumbió, posiblemente por culpa de la otra. En los yacimientos neandertales se han
encontrado restos de fogatas, pero no es seguro que fuesen capaces de encenderlas por
sus propios medios.

Hoy, en un estudio que se publica en la revista Scientific Reports, Andrew Sorensen y


otros investigadores afirman que han encontrado evidencias de que los neandertales
eran capaces de encender sus propios fuegos, una tercera fase del control de este recurso
que por ahora solo han probado los humanos modernos. Hasta ahora, en numerosos
yacimientos de Homo sapiens se han encontrado restos de pedernal y pirita que se
empleaban para hacer fuegos golpeándolos entre sí, pero no es así en los antiguos
asentamientos neandertales.
Sorensen, investigador de la Universidad de Leiden (Países Bajos), plantea que las
pruebas de la capacidad para dominar el fuego de los neandertales podían estar ocultas
entre otras herramientas empleadas para diferentes usos. Las hachas utilizadas por los
neandertales para destazar animales o cortar cuero para hacer ropa eran precisamente de
pedernal, un material que, golpeado con pirita, puede producir chispas adecuadas para
encender fuego.

Los autores del trabajo analizaron algunas de estas herramientas encontradas en


yacimientos franceses de neandertales de hace unos 50.000 años y encontraron marcas
que, según ellos, se podrían explicar si se hubiesen empleado como parte de un
encendedor. Sorensen trató también de recrear la actividad de hacer fuego con aquellos
útiles y explica que puede encender un fuego en menos de un minuto. Las marcas que
quedaron en las hachas de sílex después de golpearlas para hacer fuego son, según él,
comparables a las encontradas en los yacimientos del paleolítico.

En las épocas frías hay menos restos de fuegos neandertales que durante las cálidas,
algo que sugiere que no eran capaces de generarlo

Para otros expertos en el origen del fuego como Sandgathe, sus pruebas no son
convincentes. “No hay restos de pirita en los yacimientos pese a que estamos estudiando
periodos de decenas de miles de años. Hay un puñado de piezas de pirita, pero no se
tienen pruebas sólidas de que se utilizasen para hacer fuego. Deberíamos encontrar
muchas más evidencias, sobre todo en los sitios donde hay fuegos, y eso no sucede.
Además, el tipo de desgaste que ellos asocian a la producción del fuego no me parece
convincente, podría ser cualquier cosa”, apunta.

Sorensen ofrece algunas explicaciones para estas ausencias. Por un lado, considera que,
al ser multiusos como una navaja suiza, las hachas de pedernal empleadas para hacer
fuego en un sitio pudieron llevarse hasta otro donde nunca encendieron fuego. Además,
apunta que la habilidad para hacer fuego en el momento deseado, evitando tener un
fuego encendido todo el rato, reduciría los residuos de la actividad, especialmente en
épocas de frío, cuando la madera era un recurso más valioso.

En opinión de Sandgathe, además de que los restos de herramientas con las que hacer
fuego no abundan como debieran, la ausencia de restos de fuego en las grutas
neandertales en épocas frías particularmente, cuando es menos frecuente encontrar
incendios y más necesario es el calor de una llama, sugiere que aquellos humanos no
habían controlado la técnica de encender fuego. Para él, por lo conocido hasta ahora,
esta técnica solo fue controlada por los sapiens y es posible que sea una de las
diferencias definitivas que permitieron a nuestra especie sobrevivir a los neandertales.

Modelos matemáticos para entender el


funcionamiento del sistema
inmunológico
Las ecuaciones diferenciales son claves en los modelos
de poblaciones empleados para estudiar y
comprender los procesos de enfermedades
autoinmunes

19 JUL 2018 - 19:17 CEST

Los linfocitos T son células que forman parte del sistema inmune del cuerpo humano.
Sus procesos de creación y maduración son especialmente delicados, ya que cualquier
fallo puede derivar en problemas graves para el individuo, como leucemias y otras
enfermedades autoinmunes. En los últimos años, las ecuaciones diferenciales han
resultado ser la clave de los modelos matemáticos de poblaciones empleados para
estudiar y comprender estos procesos.

Los linfocitos T participan en la respuesta inmune adaptativa, la segunda etapa de


acción del sistema inmunológico para proteger al organismo de las infecciones causadas
por virus, bacterias y toda clase de patógenos. Se crean en la médula ósea, a partir de
células madre hematopoyéticas. Estas células se convierten en precursoras de los
linfocitos T mediante la selección tímica, un proceso de diferenciación celular que dura
aproximadamente tres semanas y tiene lugar en el timo.

En cada instante del proceso, cada una de las células puede (1) morirse, (2) dividirse y
dar lugar a dos células hijas, o (3) diferenciarse y dar origen a una célula diferente. Es
muy importante entender dónde y cuándo recibe cada timocito una señal que le indica la
opción que ha de seguir. Estas señales dependen tanto de las células epiteliales del timo,
en particular del tipo de moléculas (antígenos) que tengan en su membrana celular,
como del tipo de receptor T que el timocito muestre en su superficie. Es precisamente la
interacción entre los receptores T de un timocito y los antígenos de las células
epiteliales lo que determina su futuro.

Si la interacción es de gran afinidad bioquímica, el timocito ha de morir por apoptosis


(muerte celular programada); si la afinidad es muy pequeña o nula, la muerte es por
``negligencia”; en el caso de afinidades intermedias, el timocito sufre un proceso de
diferenciación y continúa la maduración. Para cuantificar la cinética de la selección
tímica se introducen tasas de muerte (la frecuencia con la que un timocito recibe una
señal de muerte) y tasas de diferenciación o proliferación (la frecuencia con la que
recibe una señal de diferenciación o de división celular). Conocer estas tasas permitiría
predecir, por ejemplo, el tiempo medio que un timocito pasa en cada fase del proceso de
maduración tímica.

Sin embargo, no es posible determinar de manera experimental estos parámetros, ya que


requeriría observar la trayectoria de cada pre-linfocito T en el timo del individuo
estudiado, y las técnicas de microscopía actuales solamente permiten hacerlo durante
una hora como máximo, lo que es un periodo muy inferior a las escalas de tiempo del
proceso tímico.
Las matemáticas brindan herramientas precisas para describir poblaciones de células y
sus cambios en el tiempo, mediante modelos deterministas de poblaciones. En esencia,
estos modelos describen la evolución temporal de la población. Si se supone que a
tiempo inicial la población consta de un cierto número de individuos, la ecuación
describe cuántos habrá un poco después, si la población cambia por migración, por
muerte o por nacimiento de nuevos individuos. Cada modelo de población depende de
lo que se suponga como mecanismos de migración (por ejemplo, un flujo constante o no
de individuos), de muerte y de nacimiento.

Las ecuaciones diferenciales ordinarias (EDOs) son la clave de estos modelos, que
permiten describir en cada instante de tiempo el número de timocitos que hay en cada
fase de maduración y los modelos matemáticos de poblaciones incorporan las tasas de
muerte, diferenciación y división, que caracterizan el proceso de selección tímica.

Los parámetros que se emplean, de forma habitual, son: el flujo de entrada en el timo
desde la médula ósea, las tasas de muerte de cada población, las tasas de diferenciación,
las tasas de proliferación, y las tasa de migración a la sangre de los linfocitos que han
sobrevivido todo el proceso. Los datos experimentales que requiere el modelo para
determinar estos parámetros son el número de timocitos de cada población en distintos
instantes de tiempo.

En colaboración con Kris Hogquist, catedrática de la Universidad de Minnesota y


experta en el desarrollo tímico, hemos desarrollado una línea de investigación en el
estudio de la selección tímica en ratones. Uniendo sus datos experimentales con nuestro
modelo, hemos determinado las tasas del proceso de selección tímica. Nuestro estudio
permite concluir que menos del 9% de los pre-linfocitos T que comienzan el proceso de
maduración tímica logran llegar al final.

Este es solo uno de los muchos ejemplos de aplicaciones de las matemáticas a la


inmunología. Pero todavía queda mucho por hacer: un gran reto actual es entender tanto
la dinámica como los mecanismos moleculares de las respuestas inmunes en tumores y
así mejorar las terapias inmunes existentes contra el cáncer. Para los matemáticos un
reto importante es cómo describir procesos biológicos a nivel de células individuales (y
no a nivel de población) y ser capaces de modelar la heterogeneidad de cada célula en
una población de interés.

Carmen Molina-París es catedrática de Matemáticas Aplicadas en la Universidad de


Leeds (Reino Unido).

La estructura matemática común del


ruido, la difusión de oxígeno y los LED
Tres aspectos en los que intervienen distintos campos
de investigación: análisis armónico, ecuaciones en
derivadas parciales y geometría
3 JUL 2018 - 14:07 CEST
¿Cuál es la relación entre la difusión de oxígeno en el cuerpo humano, el
funcionamiento de un panel acústico para reducir el ruido y el comportamiento de los
electrones en los diodos emisores de luz (LED, por sus siglas en inglés)? A primera
vista, no mucha. Operan a escalas completamente diferentes (decenas de micras, metros
y nanómetros, respectivamente), y su naturaleza física está separada por kilómetros de
distancia. Sin embargo tienen en común una estructura matemática subyacente, en la
que intervienen distintos campos de investigación: análisis armónico, ecuaciones en
derivadas parciales y geometría.

Como consecuencia de este fondo matemático compartido, los modelos que describen
estos sistemas son similares y permiten anticipar fenómenos análogos en todos ellos. De
esta manera, cuando respiramos, el oxígeno atraviesa la barrera alveolar, una superficie
muy intrincada, que extendida alcanza los 100 m², para llegar a la sangre. Como hemos
demostrado Bernard Sapoval (Ecole Polytechnique) y yo, en este proceso las moléculas
tienden a concentrarse en ciertas regiones específicas de la interfaz de los alveolos, y
evitan otras totalmente. Esta característica juega un papel clave en la comprensión de la
robustez del pulmón.

Los paneles acústicos para reducir el ruido funcionan de manera similar. Para
amortiguar los sonidos no deseados se ponen en su camino obstáculos hechos de
material absorbente. Estos son, por ejemplo, los muros que se pueden ver a los lados de
grandes carreteras o autopistas, para proteger el vecindario del tráfico. El caso es que
una pared con una geometría complicada, llena de protuberancias y hendiduras,
funciona de manera mucho más eficiente para absorber la energía acústica que una
superficie plana hecha del mismo material. Efectivamente, la propagación de las ondas
no es uniforme, sino que se concentran y se capturan en recovecos donde finalmente son
absorbidas. Ahí yace el secreto de la eficacia de la pared Fractal®, diseñada a partir de
ideas matemáticas.

Por último, también estas matemáticas nos permiten entender cómo se mueven los
electrones a través de la estructura atómica de la materia, en concreto en los LED. Los
LED funcionan confinando los electrones en lugares específicos a través de capas de
diferentes materiales semiconductores, donde son capturados por átomos, emitiendo en
el proceso su exceso de energía en forma de luz. Los materiales utilizados en los LED
son aleaciones cuya composición puede variar mucho de un lugar a otro, y cuyas
interfaces son desordenadas y tienen una alta complejidad geométrica. A nivel atómico
los electrones son también ondas cuánticas (que se propagan, difractan e interfieren
entre ellas), y en este contexto intentan abrirse camino a través de un paisaje muy
accidentado, como hemos descrito Svitlana Mayboroda (University of Minnesota) y yo
en un trabajo reciente.

En términos matemáticos, las ecuaciones que rigen la evolución de todos estos sistemas
tienen muchas similitudes. Todas son ecuaciones en derivadas parciales elípticas que
contienen el mismo operador diferencial. Un operador diferencial es la generalización
de la derivada de una función, pero en espacios con varias dimensiones, que
proporciona información no solo del valor de la función, sino también de la forma en
que varía la función en cada punto. Además, todas las ecuaciones son lineales. Esto
quiere decir, utilizando el primer ejemplo, que se puede agregar a una población
existente de moléculas de oxígeno, nuevas moléculas de oxígeno y toda la población se
difundirá de acuerdo con la misma ecuación. En el segundo ejemplo nos permite
superponer ondas acústicas (o sonidos diferentes) y la suma formará una onda acústica
(un sonido nuevo). Incluso se pueden superponer ondas cuánticas: esta es una
característica clave de la física cuántica. Asimismo es necesario considerar que todos los
procesos ocurren en un entorno muy complejo (interfaces intrincadas entre dos medios o
materiales diferentes, desorden, fluctuaciones); y esta complejidad geométrica cambia
toda la evolución del sistema.

Por ello, es imprescindible emplear herramientas de diferentes campos. Por un lado,


ideas del análisis armónico, que se ocupa de la representación de funciones como
superposición de ondas básicas (armónicos); por otro, se requieren las herramientas
propias para estudiar ecuaciones en derivadas parciales elípticas; y también
conocimientos sobre estructuras geométricas llamadas campos laplacianos. Este campo
es de gran relevancia en física ya que aparece en las ecuaciones de onda (ecuación de
Maxwell, ecuación de Schrödinger, ecuación de Dirac, ondas acústicas) y en las que
involucran operadores elípticos (ecuaciones de difusión, ecuación de Poisson).

Uniendo estas tres disciplinas es posible estudiar propiedades matemáticas intrínsecas


de la geometría de estas ecuaciones elípticas y así ser capaces de aumentar la absorción
de las estructuras de reducción de ruido optimizando la forma de la pared para controlar
la propagación de las ondas, enfocándolas en algún lugar o, al contrario, expulsándolas
de lugares específicos; o mejorando el diseño de los LED que serán, probablemente, una
de nuestras principales fuentes de luz de baja energía en el futuro.

Marcel Filoche es investigador en el Laboratoire de Physique de la Matière Condensée


(École Polytechnique)

¿Por qué no se usa ya la modificación


genética para eliminar las
enfermedades?
Aun no tenemos los conocimientos que lo hagan de
forma suficientemente eficaz y segura
10 JUL 2018 - 07:38 CEST

No usamos la edición genética para eliminar enfermedades en humanos porque todavía


no sabemos hacerlo suficientemente bien. Para hacer esas modificaciones genéticas a las
que te refieres, es decir que las personas puedan ir a su consulta de reproducción asistida
y pedir que les hagan una intervención genética para tener hijos sin enfermedades, aun
no tenemos los conocimientos que lo hagan de forma suficientemente eficaz y
suficientemente segura.

Lo que no quiere decir que no haya interés, también entre los científicos y las
científicas. Acabo de volver del Congreso Europeo de Genética Humana y el debate está
sobre la mesa. Y no solo hay interés, también se está trabajando en ello, se está
investigando en la modificación de la línea germinal de los embriones. La línea
germinal en genética es aquella que se pasa a los descendientes. Es decir que las
modificaciones hechas ahí no solo afectan a la persona a la que se le hace sino que las
heredarán todos sus descendientes. En la comunidad científica hay consenso sobre estas
investigaciones. De momento solo esto, investigación. Aunque, claro, en cada país a su
manera y según sus leyes. En general, es China dónde se están haciendo más cosas en
este campo. La razón es que sus leyes son más permisivas porque sus preocupaciones
éticas con respecto a estas cuestiones son menores que las que existen en Occidente. Así
que creo que todo indica que será allí donde se hará.

También se investiga la modificación de la línea germinal de los embriones

Pero también en Occidente se investiga. Por ejemplo, en Estados Unidos cuyas leyes
impiden realizar investigaciones para la modificación genética de la línea germinal con
fondos públicos, hay una fuerte contestación desde el mundo científico para acabar con
esa prohibición. Y hace poco más de un año, en febrero de 2017 fueron la Academia
Nacional de Ciencias y la Academia Nacional de Medicina de ese país las que emitieron
un informe en el que defendían la conveniencia de utilizar técnicas de edición genética
sobre la línea germinal cuyo propósito es precisamente acabar con algunas
enfermedades.

Así que aunque no es todavía posible, sí lo va a ser en algún momento, probablemente


dentro de no muchos años. Y aquí es clave lo que ha supuesto la técnica CRISPR para la
genética. Esta técnica es un método que sirve para intervenir en el ADN que es donde
está almacenada toda la información biológica heredada. El CRISPR permite agregar,
modificar o interrumpir secuencias genéticas con enorme precisión y de una manera
muy sencilla. Comenzó a utilizarse en el año 2013 y desde entonces es el protagonista
de una auténtica revolución. Pero su utilización todavía no es perfecta.

Lo lógico es que las primeras enfermedades que consigan eliminarse mediante edición
genética sean trastornos muy graves, que suelen ser enfermedades raras, como las
autoinmunes a las que conocemos como las de los niños burbuja, etc…, y que también
fueron las primeras que se abordaron desde la terapia génica. En investigación sobre
corrección somática, por ejemplo, se está avanzando mucho con talasemias y hemofilia.
Y es muy probable que entre esas primeras afecciones desterradas estén igualmente los
cánceres hereditarios.
Pero hay una cuestión relacionada con la edición genética que separa completamente la
realidad de los deseos de la gente. Cuando se hacen encuestas públicas sobre si se debe
usar para erradicar enfermedades o para mejorar la especie humana hay una gran parte
de la población que no tiene ningún problema en que se use para esto último, es decir,
para hacernos más altos, más delgados o con mejores músculos… Y sin embargo esa es
una posibilidad en la que la comunidad científica no está trabajando, ni siquiera como
planteamiento.

Y también hay que tener en cuenta otra cuestión: por mucho que avance la edición
genética, por muchos logros que consigamos a la hora de vencer definitivamente a las
enfermedades que conocemos es inimaginable un mundo totalmente libre de ellas. Si
algo nos ha enseñado la genética es que la biología es mutación y las mutaciones se
están produciendo continuamente. Esos cambios genéticos pueden resultar beneficiosos
pero también perjudiciales. Continuamente aparecen virus nuevos o virus viejos que han
cambiado. Como genetista, creo que es imposible un mundo sin enfermedades.

Pregunta realizada vía Twitter por @Diegokpri050

Susana Balcells Comas es investigadora del Dpto. de Genética, Microbiología y


Estadística, Universitat de Barcelona y del CIBERER (Centro de Investigación
Biomédica en Red sobre Enfermedades Raras).

Brutalidad política
Triunfan los líderes arrogantes que rompen las reglas
de la diplomacia
24 JUL 2018 - 00:00 CEST

El centenario del nacimiento de Nelson Mandela fue la ocasión aprovechada por el


expresidente Barack Obama para alertar contra los peligros de un retorno al
autoritarismo y la intolerancia. Es una señal de alarma más que oportuna en un
panorama mundial dominado por una suerte de brutalidad política en las formas que
cuenta con las crecientes simpatías de los electorados. Donald Trump es probablemente
el máximo exponente de un ideario que abomina de lo políticamente correcto y que
utiliza un lenguaje bronco e incluso soez fácil de entender que, además, apela a los
sentimientos primarios frente a la razón.

La última bravuconada de Trump, publicada en su cuenta de Twitter con letras


mayúsculas amenazando con lenguaje barriobajero al presidente iraní, no es una
anécdota inocua. Una vez que ha retirado a Estados Unidos del programa nuclear iraní,
enterrando uno de los mayores éxitos diplomáticos de los últimos años, Trump
acrecienta la tensión internacional, sabedor de que su arrogancia es bien apreciada entre
los suyos.

Donald Trump, Vladímir Putin y Matteo Salvini, entre otros, han establecido un nuevo y
agresivo estilo en el que domina la brutalidad. La Italia que ha votado a un movimiento
cuyo lema era “a tomar por culo” es hoy un país radicalizado contra la inmigración de la
mano de personajes públicos como Salvini. Sus decisiones, casi siempre de tintes
xenófobos y nacionalistas, las subraya con insultos impropios de un político de primer
nivel y con expresiones arrogantes. “Los puertos italianos solo los verán en postal”,
advirtió recientemente en su cuenta de Twitter a las ONG españolas que rescatan
náufragos en el Mediterráneo.

La dialéctica establecida por estos líderes no es una inocente ruptura de las reglas
diplomáticas, una de las más potentes herramientas para preservar la paz y la concordia.
Es una ruptura más amplia por parte de un poder personalista que dialoga o parece
dialogar directamente con el pueblo a través de las redes sociales —despreciando las
instituciones democráticas—, que empatiza con él a través del lenguaje coloquial, que
encandila con su proteccionismo patriótico y que, en definitiva, no utiliza la lengua
como un medio de comunicación, sino de dominación.

Frente a un mundo demasiado complicado y una democracia lenta y compleja en sus


equilibrios de poder, los líderes fuertes imponen sus dinámicas. El perfil de Putin,
antiguo espía soviético, de complexión y maneras militares, es el guía protector que,
segun él mismo, los rusos demandan.

En los tiempos de fake news, la brutalidad del poder se ejerce con poco respeto hacia la
verdad. Lo importante no es qué se han dicho en Helsinki, sino que Putin hable de igual
a igual con Trump, al que, por cierto, solo la mitad de los estadounidenses le critica por
confiar más en la palabra del ruso que en la de su propia Administración.

El juego de gestos y palabras gruesas y desacomplejadas entronca directamente con el


populismo y apunta una deriva peligrosa: de la dominación propagandística al
totalitarismo hay un camino demasiado corto.

Cambio semántico en Cuba


El anteproyecto de reforma constitucional introduce
liberalizaciones, pero faltan derechos
fundamentales
23 JUL 2018 - 00:00 CEST

El anteproyecto de reforma constitucional abordado este fin de semana por el


Parlamento cubano, con facultades constituyentes, cierra el paso a la deseable
democracia representativa, pero incorpora reajustes semánticos, económicos y sociales
susceptibles de un desarrollo legislativo más amplio, entre ellos el reconocimiento de la
propiedad privada, la figura del primer ministro y la definición del matrimonio como la
unión entre dos personas, con independencia de su orientación sexual. Bienvenidas tales
liberalizaciones, pero faltan las fundamentales. El partido comunista seguirá siendo la
“fuerza dirigente superior de la sociedad”, y ni la propia Constitución puede imponerle
directrices, pero, así como la anterior instaba a la construcción del socialismo y al
avance hacia una sociedad comunista, en el anteproyecto se elimina esa meta.
Empeñarse en la utopía fue ruinoso.
La inversión extranjera aparece también ahora como un bien a preservar, y se instala en
el anteproyecto porque es imprescindible en un país sin ahorros y con una economía
subdesarrollada y dependiente. Ese reconocimiento debiera llevar a la aprobación de un
marco regulador menos invasivo que el vigente, un auténtico freno en la captación de
inversores.

El texto que será sometido a referéndum no cederá espacios a derechos fundamentales


como las libertades de prensa, sindicación y asociación política, cuya imperiosa
necesidad no queda en absoluto compensada por logros como la gratuidad de la sanidad
y la educación, tan alabadas en Cuba y ciertamente punteras en una América Latina
castigada por la desprotección social. La inclusión de todos en los asuntos que a todos
compete seguirá siendo exigencia irrenunciable, la gran asignatura pendiente en Cuba.
La convocatoria de una Asamblea Constituyente hubiera sido el momento idóneo para
dar voz, de una vez, a todos los sectores capaces de representar a los once millones de
cubanos.

Feminismo sin ruido


Estamos ante una batalla política y, en nuestro tiempo,
las batallas políticas comienzan por socavar los
territorios comunes
Conéctate
Félix Ovejero
23 JUL 2018 - 00:01 CEST

La guerra de las ideas se disputa en factorías de palabras. Algo nuevo. Los


revolucionarios clásicos acudían a la sencilla dignidad de palabras de familia gastadas
tibiamente. Si acaso, volvían la mirada atrás, a griegos, romanos o, más tarde, a la
Francia revolucionaria. Ahora es distinto. Ha sucedido, superlativamente, con el
feminismo más reciente y su impresionante capacidad para despachar nuevos sintagmas:
microagresiones, mansplaining, bropropriating, manterruption, etc. Se trata de un
léxico, casi siempre autorreferencial, que inunda los debates y, no pocas veces, deja con
el pie cambiado a los interlocutores, incapaces de saber de qué se habla. No se trata
tanto de hechos nuevos sino de designaciones nuevas de hechos antiguos que, por lo
mismo, cabe pensar, se podrían haber denunciado con las palabras de todos. Pero
estamos ante una batalla política y, en nuestro tiempo, las batallas políticas comienzan
por socavar los territorios comunes, que es algo bien distinto a discutirlos.

Ese despliegue léxico con frecuencia superpone, sin distinguir, varios registros: el
normativo y el positivo, el cómo son las cosas y el cómo nos parecen, bien o mal, con la
biología como sospechosa habitual; el académico-técnico y el común, el uso preciso y
explícito y las palabras comunes de la tribu, como se ha visto con las decisiones
judiciales; los actos locutivos y los ilocutivos, cuando los adjetivos, abandonada su
función clarificadora, se usan para acallar discrepancias o desatar emociones.

Esa superposición tiene insanas consecuencias para el necesario debate de las causas
justas. Primero, propicia la ambigüedad, el mejor modo de no entenderse. El nuevo
léxico crea una ilusión de precisión (Lilienfeld, Microaggressions: Strong Claims,
Inadequate Evidence) y acaba por encanallar los debates. Parafraseando a Russell se
podría decir que “las controversias son más salvajes cuando no hay precisión. La
persecución se utiliza en la teología, no en la aritmética”. Por otra parte, la discusión se
empantana por las malas maneras argumentales: hechos que se confunden con valores
(falacias naturalistas y moralistas), técnicas estadísticas maltratadas y omnipresencia de
la falacia ad hominem (“tú, hombre, no lo puedes entender”). Tercero, no se sabe muy
bien si se discuten teorías académicas o propuestas políticas. La crítica a ciertas teorías
se considera una descalificación del movimiento emancipador, como si criticar la teoría
del valor trabajo descalificara al socialismo. Dudar de ciertas tesis se entiende, sin más
trámite, como un acto de opresión. Y no: discutir la calidad epistémica de la
“perspectiva de género” no es defender la violación.

Pero lo peor de todo es que la resistencia a matizar puede arramblar con las mejores
propuestas. La discriminación positiva, justificada en determinadas circunstancias,
puede ser la primera víctima, cuando se convierte en incondicional y se defiende con
pobres argumentos. El afán de decorar con (mala) teoría propuestas sensatas y la
insistencia en tomar la crítica a la primera como una descalificación de las segundas, es
un modo seguro de allanar el camino al triunfo de las peores ideas. No sería la primera
vez.

A ver qué pasa.

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