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In Katrina's Wake: Portraits of Loss from an Unnatural Disaster (2005) [http://www.chrisjordan.com/gallery/katrina/#reddoor]
¿Por qué la contemplación de una ruina nos produce asombro, temor, pero a la vez también placer?, ¿Existe
algo en las imágenes de destrucción que suscita en nosotros una experiencia estética?, La transformación
simbólica del desastre y la tragedia en un objeto asimilable culturalmente, hacen que la tragedia y el desastre
adquieran categoría estética.
El concepto de ruina perfila siempre una idea de conceptos duales, que se contraponen y relacionan
entre sí, creando un sistema de aprehensión de la idea. Con ello nos referimos por un lado a la idea de
construcción/destrucción y a la verticalidad/horizontalidad, situaciones que configuran el estado de ruina
dentro de un ciclo infinito de nacer, morir y renacer. La verticalidad conseguida por la obra del hombre
alcanzará inminentemente la horizontalidad del derrumbe en un acto de retorno a lo primigenio. Por otro
lado, a la idea de razón/sentimiento y a lo bello/sublime como herramientas de juicio crítico y de valoración
en el sentido de la experiencia estética que acompaña los fenómenos percibidos por el hombre y debido
también a este poder evocador de las ruinas y su imagen, la idea de un sistema que nos lleva a un proceso de
orden/entropía, nos invita pues, a la quietud/exaltación.
Todas estas ideas, vigentes en la complejidad y heterogeneidad del arte y del pensamiento contemporáneo,
tienen sin embargo un origen muy lejano. Serán muchos los artistas que a través de la historia, expresen las
emociones que las ruinas, como estímulo, les genere. Donde las más destacadas, al retroalimentarse con las
nacientes corrientes del pensamiento, originarán verdaderas teorías artísticas.
fragmentos de elementos arquitectónicos clásicos que se dan en la pintura religiosa, fungen como
escenarios de narraciones religiosas que representan la decadencia y debacle del mundo pagano
frente al cristianismo. Esta doble moral renacentista aplicada a la ruina, por un lado como
fundamento de la exaltación del mito clásico, y por el otro, como símbolo de la derrota y
fugacidad de un imperio pagano, podríamos hallarla representada en primer término en Paisaje
con ruinas romanas, de Herman Posthumus (1536) y en segundo en La Virgen adorando al Niño,
de Andrea del Verrocchio (1470).
[http://1.bp.blogspot.com/_HgBcn1iTEWk/TKtqaLsfaUI/AAAAAAAAAJo/XDBZGrOtaEY/s1600/PosthumusR
omanRuins1536ViennaLiechtensteinW.jpg] Paisaje con ruinas romanas, de Herman Posthumus (1536)
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naLie chte nste inW .jpg]
En pleno periodo barroco, la renovación del tema de la ruina viene dado por el prestigio de la
antigüedad y la manía clasificatoria, generando la idea de una ruina bucólica. La naturaleza que
nace de entre las piedras y crece subiendo por las columnas y arquitrabes abrazando los
fragmentos arquitectónicos con su fuerza y energía, representan la dialéctica entre cultura y
naturaleza, es decir, entre el mundo de la razón y el de la sensibilidad. La eterna dualidad del
pensamiento humano: lo apolíneo y lo dionisiaco; clasicismo y romanticismo. Esta es la expresión
de la absorción del arte por la naturaleza y la consideración de la naturaleza como principio del
arte. La contemplación del infinito, de la vastedad de la naturaleza, de la grandeza en la escala
constructiva de las ruinas, invita al espectador a ser parte del momento y dejarse transportar por
la pasión del instante.
Durante el recorrido histórico por el que nos conduce el hilo representativo de la ruina, llegamos al
momento histórico donde se genera la invención de una mirada reflexiva sobre los fragmentos del
pasado. Al final, la teoría arquitectónica del setecientos logra desmitificar el arbitrario simbolismo
de la edad clásica y es la obra de arquitectos como Piranesi la que permite pensarla y dibujarla en
una especie de anticlasicismo.
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fresca alternativa que supone, según expresa Francesco Dal Co “la locura y la mente negra” con
que Piranesi nos muestra nuevos mundos. Es en esta locura, entendida como “una desviación
irremediable que revela un modo de conducirse carente de fundamento” en la que se apoyará la
validación y aceptación que la obra del arquitecto grabador tendrá a lo largo de la historia.
El trabajo de las Carceri, con toda su carga emotiva, llega a representar el origen del verdadero
espíritu romántico, inaugurando la fantasía visionaria de una realidad efímera, caduca e
inquietante. La invención de un mundo laberíntico donde juega con los elementos de un
repertorio formal clásico: las columnas, bóvedas, cornisas, arcos adovelados, acompañados de
puentes, andamios, candelabros, cadenas, cuerdas y poleas, nos habla de una atmósfera turbia,
llena de vapor y humo donde los seres que las habitan experimentan sensaciones de confusión,
temor y desproporción; una experiencia sublime total. “A través de la invención –nos comenta
Francesco Dal Co- habla el saber literario y arqueológico que Piranesi pretende mostrar, mientras
que la audacia le permite representar un mundo en el que la decisión ha sido abolida, en el que las
figuras de los torturados se unen a las evocaciones de los héroes antiguos, en cuyas multitudes
se confunden jueces y condenados, mientras siluetas de maquinas gigantescas ensombrecen o
velan las perspectivas de monumentos gloriosos.”
[http://4.bp.blogspot.com/_HgBcn1iTEWk/TKtqaxozrbI/AAAAAAAAAJ4/DVXcUTZ6bqo/s1600/piranesi011.
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Para Piranesi, las ruinas que hallaba integradas en su entorno cotidiano significaban además de
fragmentos de un pasado memorable y glorioso, la posibilidad de conservar un patrimonio; al
poder dibujar estas arquitecturas fragmentadas recalcando su sentido a la vez emotivo y
documental, generando “una de las más lúcidas críticas al mito y a la tradición de lo clásico, por
eso se empeñó en buscar sus orígenes, descomponiéndolo hasta el detalle, para hacerlo inútil, o,
en todo caso, para confirmar su agotamiento, su definitiva ruina…” según nos comenta Delfín
Rodríguez en la colaboración que publica en Historia de las ideas estéticas y las teorías artísticas
contemporáneas, que coordina Valeriano Bozal.
Plantear una teoría arquitectónica dibujada no sería descabellado si consideramos que “el dibujo,
era para Piranesi, una forma de escribir un texto”. Dentro de esta nueva visión emotiva, usó las
ruinas “para constatar la catástrofe de una idea del proyecto y de la arquitectura que ya sólo
podían ser enunciadas alegóricamente, incluso con una facilidad trágica.” De este modo –concluye
Rodriguez- sus vistas “rompen violentamente con la estilizada presentación de las ruinas propias
del Neoclasicismo.”
ocupación de la imaginación.” Como el mismo Burke apunta, “cuando el peligro o el dolor acosan
demasiado, no pueden dar ningún deleite, y son sencillamente terribles; pero, a ciertas distancias
y con ligeras modificaciones, pueden ser y son deliciosos, como experimentamos todos los días.”
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[http://3.bp.blogspot.com/_HgBcn1iTEWk/TKts0ihnOhI/AAAAAAAAAKA/Qv-
rVCRWPZc/s1600/Cementerio+de+convento+bajo+la+nieve,+1817-1819..JPG]
Jens Jensen comenta en su investigación sobre el pintor alemán: “para él es significativo haber
conocido el gótico donde concretamente apareció, Alemania. Mientras otros teorizaban, se
documentaban intelectualmente, especulaban y filosofaban, él dibujaba.” Las ruinas de Eldena no
representan para él la decadencia del gótico, puesto que la aproximación a la arquitectura
mediante el estudio de su destrucción constituía un punto de partida lleno de posibilidades.
Epílogo
El estudio y análisis de temas de estética nos descubre nuevos problemas arquitectónicos, nuevas visiones e
interpretaciones en relación a la ciudad que vivenciamos como resultado de un espacio urbano residual
configurado por un catálogo de arquitecturas, en el cual, ideas como lo sublime, lo pintoresco e inclusive lo
siniestro tienen total validez. Bajo esta premisa, las indagaciones filosóficas del XVIII, aunque redefinibles,
resultan vigentes. Elegir este camino, es teorizar desde la historia del arte y la estética. El comprender las
sociedades del pasado y las claves de su pensamiento sería el camino para la reflexión y la actuación en
nuestro tiempo. Si conservar las ruinas del pasado nos hace conservar la identidad cultural -un hecho
directamente ligado a la memoria histórica- entonces los edificios actuales ya no hacen hincapié en esa
identidad diferenciadora, sino en una nueva identidad genérica que marca las pautas de nuestro tiempo. Sin
embargo, esta identidad también es histórica desde el momento que está condicionada por un sistema social
y cultural. Las identidades de la arquitectura reciente, están generando un nuevo sistema de espacios,
lugares y ciudades que requieren ser entendidos desde una nueva perspectiva.
Reflexionar sobre la idea de ruina en la arquitectura contemporánea, para generar preguntas que
apuntalen nuevas consideraciones dentro de la ciudad y su espacio como dimensión del proyecto
arquitectónico, instaura en el centro de la práctica arquitectónica, el debate crítico de la historia de
la arquitectura. Acercarnos a los problemas de la arquitectura desde al ámbito del arte, no hace
más que recalcar la indudable asociación que existe entre ambas actividades. Históricamente,
existen pocas expresiones arquitectónicas que no hayan sido precedidas por una revolución en el
arte, principalmente la pintura y la literatura. Apoyarnos en el arte para explicar problemas de
arquitectura, es la herramienta para el entendimiento de los procesos teorizantes de la
arquitectura. Es en el parteaguas que se produce en la creación arquitectónica de los siglos XVIII
y XIX -siempre alimentada por la creación artística- donde confirmaremos la hipótesis de que
siempre han existido dos grandes ámbitos donde se cobijan todas y cada una de las expresiones
arquitectónicas. A saber, el ámbito de la racionalidad y el de la emotividad; clasicismo y
romanticismo. A partir de estos dos hemisferios es que conseguiremos ubicar la variedad de
manifestaciones que al día de hoy podemos encontrar en la propuesta de la arquitectura, desde
entonces y hasta nuestros días.
Aceptar la ruina es aceptar el proceso natural de vida de todas las cosas. La descomposición
natural es sólo el inevitable camino que hemos de seguir; limpiar, mantener, conservar, restaurar,
son sólo procesos que postergan el inminente estado de ruina. Esta visión nos permite concebir
la ruina como monumento accidental, no ideado. Un monumento que celebra la efimeridad del
poder del hombre y el eterno regreso a lo orgánico y natural de la vida. Un derrumbe para un
levantamiento; nacer y renacer. Aceptación de la idea de desorden y deterioro natural; entropía.
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