Las olas construyen y rehacen litorales constantemente, al transformar peñas en guijarros
y posteriormente en arena. Las piedras a la izquierda, golpeadas unas contra otras contra la marea, se pulen poco a poco. Su desintegración tal vez tarde varios miles de años, pues en la playa hay periodos alternativos de mar bravío y de calma. Las piedras hasta de 30 cm de diámetro pueden transformarse en arena en escasos siglos si se mantienen en movimiento constante. La arena producida de esta manera contiene fragmentos de diversas rocas y minerales. Si estos son blandos, se convierten en fango o ar cilla y entonces el mar los arrastra, con lo que aumenta el sedimento oceánico. Otros fragmentos son duros, como los de cuarzo, que por ser el mineral más duro que más hay resulta ser la arena más común. La textura de la arena determina la clase de playa que el mar ha de esculpir. La arena gruesa como el papel secante: las olas se filtran de ella, y la mueven constantemente formando playas escarpadas. Si la arena es fina tiene cohesión mayor, el agua no penetra en ella y entonces las olas trazan un declive compacto, terso y suave.