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Fecha: 2018-05-21
METODOLOGÍA PERSONAL
Se hace alusión al carácter objetivo del hecho por su interpretación, así mismo, el registrar y
guardar todo acontecimiento sin un aparente carácter subjetivo, sino “relatando lo sucedido
sin lugar a interpretaciones”. “El ideal del positivismo histórico es llegar a la exactitud fría,
neutra, impersonal de las ciencias naturales, como la botánica, la biología, la química. Se
mantiene rigurosamente en el nivel de los hechos, en su pura materialidad” (Mercaba, s/f).
Una revolución radical e integral de todas las formas hasta entonces dominantes de ejercer
el oficio de historiador, que no tiene parangón alguno dentro del mismo siglo xx -u n siglo
que no obstante, está lleno de importantes transformaciones de los "modos de hacer"
historiográficos-, y que sólo puede ser comparada en cuanto a su magnitud y sus efectos,
a la otra enorme revolución en la teoría de la historia que en el siglo XIX, ha representado
el desarrollo de la concepción marxista de la historia. (Rojas, 1999, pág. 71).
Ahora bien; una vez mencionado los caracteres fundamentales de la escuela de los Annnales,
hay que mencionar el carácter científico que posee el historiador. Dentro de estas inferencias
están estipulados ciertos preceptos con respecto a la función tanto de la historia como objeto
de estudio y el historiador como científico social.
Vilar también mencionará como punto clave –y aquí daremos inicio a la explicación de
nuestra metodología- que toda sociedad humana requiere un conocimiento histórico-
sociológico, ya que una sociedad sin conciencia histórica simplemente no lograría existir.
Menciona que la existencia de formas de historia no científica, no determina la imposibilidad
de determinar un conocimiento e interpretación de las sociedades pretéritas. (Vilar, 1980,
pág. 28) Asimismo, en las personas, la memoria jugará el papel de constructora. Jacques Le
Goff en su libro “Pensar la Historia” (1991, pág. 32), señalará que existen dos tipos de
historias: la memoria colectiva y la de los historiadores. La primera será una memoria mítica,
deformada y anacrónica. Es decir, esta memoria corresponde a aquella que nos es otorgada
dentro de la enseñanza más escueta de la historia, siendo el historiador quien debe
transformarla y rectificarla, sin embargo, el historiador no puede ser objetivo del todo, ya que
se ve atado a su contexto, por ende, siempre le impondrá una interpretación a la misma.
Ahora bien, Moniot mencionará que “si la oralidad y memoria significasen fantasía y
fragilidad perpetuas, no se comprendería cómo unas sociedades sin escritura pudieron
conservar unas prácticas y unas realizaciones políticas, económicas y culturales… a veces
complejas, extensas, durables…” (pág. 121). Toda sociedad buscará una forma de conservar
su historia, de un modo u otro. Veremos el avance de las fuentes escritas en occidente, pero
otros pueblos únicamente poseerán información de carácter oral. Este englobará genealogías,
principios jurídicos, formulas, poesía, cuentos, códigos, rituales, etc.
Es menester enfocarse en quienes cuentan esta historia, pues la misma, como la tradicional,
estará sujeta a las necesidades contextuales a las que el pueblo responda. Para ello deberemos
contrastar las fuentes –escuchar una historia de guerra de dos pueblos, comparando ambas
versiones- para obtener un criterio y, en base a eso, formar una hipótesis sobre el
acontecimiento. Moniot menciona que el “comparativismo organizado de sociedades, medios
y situaciones sociohistóricas, para ceñir mejor unas instituciones, pesar unos factores,
apreciar la formulación de problemas… haciendo variar su contexto (pág. 131), como
metodología de investigación. Es obvio, que el manejo del discurso dentro de la historia,
estará siempre presente, independientemente de quién lo cuente, debido a las coyunturas
sociales, culturales y políticas que existan.
Si la imparcialidad no exige por parte del historiador nada más que honestidad, la
objetividad requiere algo más. Si la memoria es un lugar de poder, si autoriza
manipulaciones conscientes e inconscientes, si obedece a intereses intelectuales o
colectivos, la historia, como todas las ciencias, tiene como norma la verdad. (Le Goff,
1991, pág. 35)
Usando esta cita de Le Goff, detallaré la importancia de la interpretación en mi metodología;
no llegando a afirmar acontecimientos como verdades absolutas, sino como hipótesis de
sucesos pasados, contados desde ciertas perspectivas, en las cuales estas memorias han
pervivido durante mucho tiempo y, de hecho, las mismas serán modificadas de acuerdo al
contexto al que se sometan, para afianzar el discurso y ayudar a la creación de una identidad
al momento de ser relatadas por los mayores hacia los niños, a modo de historia.
Aquí también entrará en juego la metodología de Braudel. Quién también mencionará que
“una civilización es siempre un pasado, de este modo, un cierto pasado vivo. Por
consiguiente, la historia de una civilización no sería sino el intento de entresacar de sus
coordenadas antiguas las que siguen siendo válidas para la actualidad” (Goberna, 2003, pág.
218). Además de mencionar, nuevamente, que se debe trabajar en conjunto con las ciencias
sociales. “Es igualmente imprescindible que la reunión de las ciencias sea completa, que no
se menosprecie a la más antigua en provecho de las más jóvenes, capaces del prometer
mucho, aunque no siempre de cumplir mucho” (Braudel, 1968, pág. 62). En el mismo libro,
mencionará los conceptos de corta, larga y mediana duración en el estudio histórico. Estos
conceptos serán sumamente útiles a la hora de determinar qué tanto se ve intrínseco en la
memoria un suceso o un relato; puede bien ser de un reciente conflicto –siendo de corta
duración- o podría tratarse de un mito fundacional –en cuyo caso sería de larga duración- de
igual modo, los conceptos de Braudel son un pilar dentro de la metodología presente.
BIBLIOGRAFÍA
Braudel, F. (1968). Historia y duraciones. En F. Braudel, La Historia y las ciencias
sociales (págs. 64-76). Madrid: Ediciones Castilla.