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Licenciatura en Teología
Profesor
Presentado por:
Entre 1808 y 1827 abundan los estudios basados en la crítica literaria sobre
diversos libros del NT, que se cuestionan la autoría tradicional de algunos escritos
neotestamentanos. Fr D E Schleiermacher (1768-1834) expresó su convicción de
que la primera carta a Timoteo no podía proceder de Pablo tanto por las
diferencias de lenguaje y estilo como por la imposibilidad de encajar la situación
que presupone dentro de la vida del Apóstol.
En muchas de esas cartas, una vez caligrafiadas por el amanuense, Pablo firmaba
de su puño y letra (1 Cor 16,21; Gal 6,11; Flm 19). El Apóstol menciona a
corrientes de sus cartas (por ejemplo, Silvano y Timoteo en 1 Tes 1,1). Ello
significa probablemente no que las escribieran en comandita, sino que los
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ayudantes se hacían partícipes de las ideas que el maestro expresaba en su
escrito. Este hecho se deduce igualmente de la unidad de expresión y de estilo
que apuntan hacia una persona única como autor, Pablo.
Parece que este doble grupo de cartas compuestas por los discípulos de Pablo
fueron redactadas no muchos años después de la muerte del Apóstol. Su época
de composición coincide grosso modo con la redacción de los tres primeros
evangelios y los Hechos de los apóstoles. Sus autores conocen las cartas de
Pablo y meditan sobre ellas. El impulso de !a teología del maestro les sirve para
enfrentarse al hecho de que la reconciliación con las ideas representadas por la
antigua Iglesia de Jerusalén no era posible. También quedaba lejos la etapa de
Antioquía. Nuevas perspectivas y problemas del cristianismo surgen después de la
muerte de Pablo, y tras un cierto tiempo de silencio como afectadas por la
desaparición de aquél, sus discípulos comienzan a entonarse y a enfrentarse a los
problemas en nombre y con el espíritu del Apóstol.
Una vez descartada la autoría paulina, lo más sensato es confesar lo mismo que
en ocasiones anteriores: no sabemos quién fue el autor. Pero esta «carta» no es
pseudónima (para algunos la mención a Timoteo en 13,23 basta para adscribirla a
un discípulo inmediato de Pablo), sino que se ha transmitido anónimamente.
Timoteo nos es ya un personaje conocido. Los Hechos dicen de él que era hijo de
una judeocristiana y de un pagano y que había nacido en Asia Menor (Hch 16,1-
3). Fue convertido probablemente por Pablo, y con el tiempo pasó a ser uno de
sus más íntimos colaboradores en sus tareas apostólicas en diversas ciudades
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(Tesalónica, Corinto, Filipos: 1 Tes 3,1; 1 Cor 4,17; Flp 2,19). Hay cinco cartas
auténticas de Pablo en las que Timoteo aparece nada menos que como
corremitente del Apóstol (1 Tes; 2 Cor; Flp; Flm, también en 2 Tes)
El noventa por ciento de los investigadores cree que no. Las Pastorales fueron
compuestas por uno o dos discípulos del Apóstol (lTim- Tito / 2Tim) de la segunda
o, mejor, de la tercera generación. Las razones para defender esta opinión son las
siguientes:
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comportamiento cristiano es llevar una vida pacífica, ordenada y tranquila, bien
gobernada.
Estos argumentos por separado pueden tener una fuerza relativa, pero unidos
forman un bloque compacto difícilmente rebatible. El autor hubo de ser un
discípulo del Apóstol que intentó acomodar su legado. Parece absolutamente
imposible que un carismático como Pablo haya compuesto estas cartas que
en el fondo dan al traste con la Iglesia carismática y del fin de los tiempos que
vivió en sus días.
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¿Quién es entonces el autor o autores? ¿En qué momento y dónde se
compusieron?
Tampoco es fácil responder a la cuestión del momento y del dónde. Lo único que
se puede afirmar es que el autor de las Pastorales está ya alejado de Pablo, una o
más bien dos generaciones. Si calculamos unos 20/25 años de distancia por
generación y damos por válida la tradición de que Pablo murió en la persecución
de Nerón en Roma hacia el año 64, tendríamos una fecha en torno al año 100 o
110. Tuvo que ser un momento, además, en el que el autor o autores tuvieran ya a
su disposición una cierta colección de cartas de Pablo y al menos una edición
temprana de los Hechos de los apóstoles, pues da la impresión de conocer y
utilizar esos escritos. En torno al año 100 es un momento en el que en la Iglesia se
escriben cartas que tratan de ia constitución y ordenamiento de la Iglesia: la
Epístola de Clemente en Roma dirigida a la Iglesia de Corinto (hacia el 96); la
Didaché o Doctrina de los doce Apóstoles (hacia el 100); las cartas de Ignacio a
diversas iglesias antes de su martirio (hacia 110) y la carta de Policarpo a la
Iglesia de Esmirna (hacia el 110/120). Parecen estos años un buen momento para
la composición de las Pastorales, pero parece también que estas últimas tienen un
aire un tanto más primitivo que las obras mencionadas. El lector que se sitúa
mentalmente en esa época tiende a colocarlas un poco antes: hacia el 90-100.
Respecto al dónde nuestra ignorancia es total. Es muy probable que dado que se
trata de una literatura cuyo autor esconde voluntariamente su personalidad
verdadera: los detalles pintorescos de las cartas (1 Tim 5,23; 2 Tim 4,13) valen
sobre todo para provocar un aire de autenticidad se hayan compuesto en el
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entorno mencionado en las obras y al que van dirigidas: Éfeso (1 Tim), Creta (Tit),
o Asia Menor en general (2 Tim). Parece que en Éfeso hubo muchos discípulos de
Pablo y que allí siguió evolucionado la tradición paulina. Esta ciudad pudo ser un
buen lugar para la redacción de las Pastorales.
Al tratarse de los textos deuteropaulinos – los que son (en orden de creciente
probabilidad) 2 Tesalonicenses, Colosenses, 2 Timoteo, Efesios, Tito, 1 Timoteo,
Hebreos – creo que juega un papel determinante la imagen de Pablo que se
encuentra en los textos auténticos. Porque si el Pablo histórico, cuya voz se
escucha en los textos auténticos, y el Pablo de los Hechos son vistos como más o
menos el mismo Pablo, ya no quedará remedio para entender el discurso de los
deuteropaulinos sino que dentro del mismo marco. Una relectura de los
deuteropaulinos depende, pues, de una relectura de los textos auténticos.
El debate que se retoma en los deuteropaulinos será, pues, ¿qué hacer con este
cuerpo paulino – el mensaje y el mensajero, su evangelio y los escritos que llevan
este nombre – tan atrevido y socialmente vergonzoso?
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Bibliografía