El adulterio y la fornicación son ambos pecados de muertes
muy parecidos pero no iguales y se produce cuando dos personas mantienen una relación sexual.
La Biblia condena este acto con claridad: «No cometerás
adulterio.» (Éxodo 20,14) Esto atenta contra la promesa del matrimonio de ser fiel al cónyuge ( en el tiempo antigua la mujer era considerada una propiedad y en occidente es por amor ) por lo cual atenta contra la integridad de la Familia
«Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla;
pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.» (Hebreos 13,4) «Todo lo hizo hermoso en su tiempo» está escrito en Eclesiastés 3,11, y el tiempo que Él ha determinado para la intimidad sexual entre un hombre y una mujer es dentro del matrimonio(vale ver que bíblicamente la firma del matrimonio es la intimidad misma y no el civil ). Por lo cual el llamado de Dios es una vida ordenada y el civil es el registro o manifestación escrita del amor en entre ambos, o bien con otra pareja después del matrimonio va en directa desobediencia a la voluntad de Dios. Incluso si un cónyuge diera su consentimiento para una relación extraconyugal, esto no significa que sea aceptable frente a los ojos de Dios.
Huid de la inmoralidad sexual
Pablo advierte claramente contra tal tipo de comportamiento: «Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca.» (1 Corintios 6,18) (fornicación no necesario es la soltera con soltero es el que paga por mantener intimidad con mas de una persona ) El que Dios nos haya dado un cuerpo es un gran privilegio, y lo podemos utilizar para honrarlo a Él: «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; ¡glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios!» (1 Corintios 6,9-20)
El potencial para utilizar nuestros cuerpos para la gloria de Dios
se enfatiza en 1 Tesalonicenses 4, 3-5: «Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios.» La santificación es el proceso que tiene lugar en aquellos que ofrecen su cuerpo en obediencia a la voluntad de Dios, y el resultado es que reciben parte en su santidad (su propia vida y naturaleza).
En el nuevo testamento Jesús amplía la definición de adulterio o
fornicación para incluir una intención potencialmente oculta en el corazón: «Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.» (Mateo 5, 27-28) También hace hincapié en la actitud extrema que uno debe tomar para evitar un tal pecado: «Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.» (Mateo 5,29-30).
Tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin
pecado Cuando somos tentados con pensamientos impuros, podemos recordar que Jesús nos abrió un camino para salir del pecado: «Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.» (Hebreos 4, 15-16) En el trono de la gracia recibimos la ayuda que necesitamos: «Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.» (Hebreos 2,18)
Los placeres momentáneos del adulterio pronto desaparecen,
pero la tristeza que uno cosecha es muy duradera.
Para un cristiano no hay felicidad verdadera y duradera fuera de
la voluntad de Dios. Los placeres momentáneos del adulterio pronto desaparecen, pero la tristeza que uno cosecha es muy duradera. Bienaventurados son los que eligen, como Jesús, sufrir en hacer la voluntad de Dios, no cediendo ante la tentación. Entonces nos volvemos una bendición y un ejemplo allí donde estamos y obtenemos el gozo cada vez mayor que viene de una vida fiel mientras estamos en la tierra, y después en toda la eternidad.