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El entramado de vivir juntos: ser y hacer

Diosnel Centurión
Charla para Kuñá Roga (Organización de Mujeres, ONG)
Encarnación, Octubre 2006
Introducción
En la sociedad vivimos y convivimos dentro de un contexto socio-cultural regido
por leyes tradicionales y convencionales, culturales y nacionales, regionales e
internacionales.
Nuestra cultura obedece a una organización social donde las costumbres y tradicion
es se han transmitido oralmente y vivido en grupo por generaciones, a través de la
historia. Con el advenimiento de la apertura a otras culturas, se llevó a cabo la
socialización de una con otra, creando así un margen más amplio de relaciones, tanto
ligüísticas como religiosas y de intercambio comercial y social.
Con la creación de las leyes por los estados, éstas fueron adoptadas para un mejor m
anejo de las libertades y de las relaciones humanas, familiares, comunitarias, l
ocales y nacionales. Así fueron surgiendo muchas leyes, emanadas de las necesidade
s, las circunstancias, del desarrollo histórico y de la evolución humana.
En este entramado humano, la convivencia se ha hecho posible gracias a los derec
hos que tenemos de expresar nuestras ideas y opiniones, de reunirnos y estudiar
juntos, de realizar tareas conjuntas y de desarrollar actividades que nos gustan
. Al mismo tiempo, vivimos en un marco donde cada quien debe cuidar su sociedad,
su familia, su comunidad, su nación, y las cosas públicas. Existen, por tanto, tamb
ién deberes que cada uno debe atender, ya que la libertad de uno está condicionada p
or la del otro, donde todos debemos respetarno y manejarnos en un marco legal.
En un mundo cada vez más complejo, es menester saber crear el equilibrio entre amb
as cosas para desarrollar una sociedad justa y habitable.
Decisiones firmes en defensa del ciudadano
Mientras parece haber una crisis social que va en desmedro del sentido de autori
dad y de la responsabilidad personal, surgen varias incógnitas con respecto a la c
apacidad de manejar la situación sin tener que sacrificar tantas vidas. Al fin y a
l cabo quien sufre las consecuencias más inmediatas de la crisis de la seguridad e
s el ciudadano común que camina por la calle.
De ahí que todos parecen clamar por decisiones más firmes, serenas e inteligentes en
defensa del derecho de los ciudadanos, miembros de una sociedad donde también cad
a uno tiene obligaciones a fin de asegurar una convivencia armoniosa.
Mientras suele dársele mayor peso a los derechos, es menester hacer hincapié en los
deberes, ya que de hecho nos inculcan para la defensa y protección de los derecho
s, particularmente los individuales, en una sociedad cada vez más violenta e inseg
ura. Está claro que no es suficiente el trabajo de los entes estatales, ya que la
seguridad nos incumbe a todos. En efecto, es fácil desnaturalizar, por acción u omis
ión, la gran responsabilidad que tenemos como ciudadanos, la vigencia del deber qu
e lleva aparejado cada derecho.
Actualmente se publicitan los derechos del niño, de la mujer, de los ancianos, de
los jóvenes, de los ciudadanos en general y es tanta la euforia en su defensa que,
a menudo, se pierde la perspectiva y se enfoca en una sola dirección.
Crear una conciencia ciudadana responsable
No hay duda que es necesario su defensa como principio fundamental para salvagua
rdar la dignidad humana de todo tipo de abuso a los derechos humanos. Pero, al m
ismo tiempo, es necesario crear conciencia de los compromisos de vivir en socied
ad, de las fronteras que salvaguardan los derechos personales de cada uno y los
de la colectividad, lo cual significa trazar los límites donde inicia el derecho d
e otro y de todos los otros integrantes de la sociedad.
¿Dónde están esos límites? En los instrumentos jurídicos justos que hacen posible la convi
vencia, dejando atrás la ley de la selva para generar espacios en los que se abran
las oportunidades para todos los ciudadanos. El papel del Estado es fundamental
, puesto que regula las relaciones de la población.
En esta dimensión se han de ver las medidas que las autoridades adoptan, lo cual n
o significa, por sí mismas que sean las mejores, pero sí necesarias a fin de restabl
ecer el clima de seguridad que pese a golpear duramente y provocar adversas reac
ciones, apelamos a derechos cuando toca aportar sacrificio o, lo que es lo mismo
, cumplir con los deberes.
Tu barrio es mi barrio -¿Será?
Cuando alguien de nuestra comunidad sufre o se alegra, nos contagia a todos. Por
lo menos idealmente. En general, a todos nos interesa lo que pasa en nuestra co
munidad, toda vez que exista un sentido auténtico de cuan to esta palabra encierra
.
Todos tenemos derecho a vivir en ciudades y barrios habitables, pero se elude el
deber de contribuir, de acuerdo a la ley, con el pago de tributos. El derecho a
l trabajo es fundamental para la dignidad humana, pero es abuso cuando se apela
a él para violentar el derecho de los peatones a caminar por las aceras. El derech
o a la educación es primario, pero conlleva un deber en padres, maestros y el mism
o Estado.
Es preciso revertir la actitud de muchos conciudadanos ante el desorden social q
ue testimoniamos a diario, reflejado en una estructura social, económica y política
en las que las fisuras amenazan al caos nacional. Un desafío no sólo para el gobiern
o, sino para cada ciudadano.
Es, por tanto, urgente rescatar el principio de autoridad, pero de manos de pers
onas que conjuguen sus derechos y deberes y estén dispuestos a hacer respetar el d
erecho de los demás y exigir el cumplimiento de las obligaciones. Sólo así será posible
una convivencia saludable y liberadora que necesitamos todos.

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