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INTRODUCCIÓN
Las dificultades que una persona presenta para su comunicación, a menudo constituyen
una de las mayores limitantes para la interacción social, así como para su salud mental
y la de su familia.
Cada vez es más preocupante, sobre todo para los docentes, el incremento en la
cantidad de niños y niñas que ingresan al nivel inicial o preescolar y a primer grado, con
serias dificultades en habla y lenguaje que limitan su aprendizaje escolar y social,
además que a menudo presentan alteraciones en su comportamiento y socialización.
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Algunos estudios han encontrado que muchos padres tienen un conocimiento limitado
acerca de los problemas en el desarrollo del habla y lenguaje, además de salud mental
en los niños pequeños (Alexander, Brijnath, y Mazza, 2013; Rescorla, Ross & McLure
2007). Como factores que afectan la percepción y el reconocimiento de los padres
acerca de tales dificultades se pueden incluir:
1. Dudas acerca de la edad de inicio: muchos padres creen que los niños aprenden
poco o casi nada en los primeros meses y años de vida, van a madurar y con el
tiempo van a superar los problemas de habla y lenguaje o comportamiento, por
sí mismos, o que en la escuela los maestros los van a corregir…..todo es cuestión
de tiempo…..(piensan ellos).
A nivel de Latinoamérica, cerca del 50% de niños y niñas llegan a la escuela con
retrasos en habla y lenguaje. La edad temprana se constituye en un período de
atención de vital importancia, por los efectos que tiene en la vida futura. Está
comprobado que durante este periodo especialmente los primeros 4 años de vida se
desarrollan, capacidades cognitivas, afectivas, psicomotrices, comunicativas, sociales y
culturales que constituyen la base para la vida futura del niño, la formación y
participación social y el desempeño escolar.
Por su parte, la Tartamudez podría definirse como un trastorno específico del habla o
como síntoma o consecuencia de diversos factores emocionales, lingüísticos o sociales, y
se caracteriza por una serie de cortes, interrupciones y / o repeticiones que afectan la
continuidad o fluidez del discurso hablado, las cuales se acompañan, algunas veces, de
tensión muscular y emocional, tics, movimientos asociados de zonas cercanas a los
órganos fonoarticuladores y accesorios de otras partes del cuerpo.
Trataremos aquí de describir lo que ocasiona este trastorno (que también algunos
profesionales denominan espasmofemia o disfemia) y algunas pautas para que la familia y
el docente puedan prevenirlo.
LA TARTAMUDEZ
Según datos estadísticos, dos (2) de cada cien (100) personas en el mundo presentan una
tartamudez en algún momento de su vida, con un rango de 4 a 1 entre hombres y mujeres.
Es decir, por cada 4 hombres hay 1 mujer que tartamudea. Un amplio porcentaje de los
niños entre dos (2) y siete (7) años de edad pasan por una etapa normal de su desarrollo
durante la cual tartamudean.
El niño en edad pre - escolar está muy ocupado aprendiendo a hablar, por ello comete
errores en el habla llamados "disritmias del discurso" o "tartamudez funcional o
fisiológica", dependiendo de los diversos autores que tratan el tema.
A menudo hay cuatro factores que se asocian muy estrechamente, y cuya combinación
puede generar la Tartamudez:
Padres muy ansiosos, exigentes, agresivos o drásticos con su hijo (a), quienes
esperan que él (ella) hable, piense y actúe como adulto y no como el niño (a) que
es.
De otro lado, cada vez los niños van más temprano a las guarderías, nidos, hogares
comunitarios o centros de educación inicial o preescolar. Estas instituciones en
general están pensadas para la educación de niños con características homogéneas y a
menudo la exigencia que se hace a los niños está por encima de sus posibilidades
reales. Los padres presionan para que sus hijos aprendan a hablar más rápido, utilicen
un segundo idioma y hasta que salgan leyendo y escribiendo antes de ingresar a la
primaria. Quienes no alcanzan estos niveles y se diferencien por sus dificultades o
dotes excepcionales van siendo segregados y derivados a sistemas y/o servicios
especiales de atención. Aquí comienza el peregrinaje de los padres a consultas
especializadas y diversos profesionales para que “curen” a su hijo y pueda ser
reintegrado a su centro educativo.
Según el BID, “los niños de América Latina y el Caribe siguen sufriendo retrasos en
áreas críticas como el lenguaje y las capacidades cognoscitivas. El problema comienza
en los primeros cinco años de vida porque muchos de esos niños no reciben la
estimulación requerida para asegurar el desarrollo adecuado. Las pruebas muestran
que los niños pobres conocen menos palabras que los más ricos, y que los niños de
nuestra región conocen menos palabras que los de los países más desarrollados. La
consecuencia de todo ello es que muchos — demasiados— niños y niñas de la región
sencillamente no están preparados cuando comienzan la escuela” (Prólogo de Luis
Alberto Moreno. Presidente BID).
El impacto de los jardines de cuidado infantil en el desarrollo del niño depende sobre
todo de su calidad, la cual es definida por Schochet y Meckstroth (1996), citados en
Blau y Currie (2006), con la siguiente descripción:
“Los cuidadores (en centros de alta calidad) estimulan a los niños para que
participen activamente en diversas tareas; tienen interacciones frecuentes y
positivas con ellos, como sonreír, tocar, sostener y hablar al nivel visual de los
mismos; responden con prontitud a las preguntas o demandas de los niños, y los
estimulan para que hablen de sus experiencias, sentimientos e ideas. (La negrita
es nuestra)
¿QUÉ HACER PARA PREVENIR LA TARTAMUDEZ?
Nelson (1985), demostró que los niños y niñas que gozaban de la oportunidad de salir
más a menudo de sus casas, tenían mayores niveles de adquisición de lenguaje que
otros niños. Las salidas y el cambio de actividades rutinarias dentro del hogar, pueden
generar diversas experiencias que proporcionan tanto el contenido como la motivación
para compartirlas mediante el discurso.
Cada individuo, desde que nace, interactúa con un ambiente y tiene una serie de
experiencias que le permiten paulatinamente comprender, valorar y prospectar su
propia existencia. Posee unas características que varían de acuerdo con el proceso
evolutivo, las cuales están determinadas por variables madurativas, hereditarias y
heurísticas, lo que representa un conocimiento del niño o la niña como individuo único e
irrepetible, que tiene unas potencialidades a aprovechar en el medio circundante y
susceptible al cambio, dada la permeabilidad en su estructura psíquica.
El ambiente de y para la educación será todo el entorno que rodea a la persona, sin
necesidad de crear uno específicamente para este fin. Corresponde a la familia el
establecimiento de unas relaciones reforzantes con el niño, la creación de un ambiente
de estimulación desde períodos tempranos del desarrollo lo que repercute
significativamente en la competencia social, desempeño intelectual e independencia
personal, entre otros. Se deben buscar las ocasiones para jugar con el niño o la niña,
ojalá en el suelo, con elementos manipulables (animales, carros, muñecos, etc., de
materiales durables). Se pueden crear situaciones, moviendo los juguetes y narrando
lo que está pasando.
A ninguno de nosotros se nos ocurriría hablar con alguien que no parece interesado
en lo que estamos diciendo. El interlocutor ayuda a mantener el interés del niño por
comunicarse, con sus respuestas, comentarios y preguntas de final abierto, cuando es
posible, con el fin de permitir la ampliación en la longitud y profundidad del tema.
Trate de no hacer preguntas cerradas al niño; es decir aquellas que se responden con
un sí o un no. Recuerde que comunicarse no es pedirle al niño que repita palabras. Es
conversar. De otro lado, cuando estén jugando, no le dé órdenes. Recuerde que en el
juego estamos al mismo nivel. En lugar de ello, puede narrar lo que están haciendo
tanto Ud. como el niño o la niña.
La pregunta que surge, continúa el citado autor, es cómo los bebés y los niños
pequeños se hacen conscientes de su capacidad para mantener interacciones sociales.
Una solución al problema es pensar que éstos desarrollan la intencionalidad como
resultado de observar a sus mayores responder ante sus acciones ejecutadas al azar,
calificándolas erradamente como si fueran intencionales (Ryan, 1974; Shotter, 1975;
Newson, 1979). En la misma forma, en una etapa posterior, a las acciones particulares
(por ejemplo, alcanzar un objeto) se les puede atribuir un significado social especial y
así tomar las características de las mismas por gestos (es este caso, señalar).
3. Busque información acerca de las etapas del desarrollo del lenguaje del
niño.
Un amplio número de estudios han reportado cómo el discurso de tanto adultos como
niños se relacionan con actividades específicas. Wood, McMahon y Cranstoun (1980);
Bruner (1983); y Tizard y Hughes (1984) han explicado la manera en la cual ciertas
actividades favorecen la comunicación. Por ejemplo, cuando un adulto y un niño
pequeño (alrededor de los 18 meses) leen juntos un libro, la rutina de sentarse cerca y
voltear las páginas ayuda a establecer exactamente de qué se está hablando. Además,
la estructura de la actividad y su naturaleza repetitiva hacen más fácil para el primero
predecir la respuesta lingüística del segundo. En conjunto, estas características
incrementan las oportunidades de que el adulto sea capaz de determinar lo que el niño
está intentando decir, aunque su articulación (pronunciación) todavía tenga un pobre
desarrollo. De otro lado, las expectativas convencionales acerca de qué significados
son apropiados para la actividad permite inferir una estrecha gama de posibles
interpretaciones y se reduce la posibilidad de que se confunda la intencionalidad del
niño (Scollon, 1979).
Una enseñanza: escúchenlo con calma, sin ansiedad, sin angustia. No importa que se
equivoque. Valoren más lo que les quiere decir, que la forma como lo dice. Denle la
oportunidad de equivocarse. Más bien apóyenlo moldeando su discurso. Es decir,
repitiendo en forma correcta lo que trató de decir el niño o la niña, pero sin hacerlo
sentir mal.
LENGUA Y COMUNICACIÓN
Sin embargo, no hay que olvidar que comunicarse no es solo gramática. El proceso de la
comunicación consiste en la transmisión, hombre a hombre, de significados con cierto
contenido intelectual o cognitivo, para evocar en otra persona el mismo contenido, lo
cual implica que no es un simple envío de información con destino a una masa amorfa,
sino el intercambio conceptual entre dos o más interlocutores conscientes,
fundamentado en el análisis y orientado a la aparición o modificación de una conducta.
Habermas (1984, p. 393) complementa esto diciendo que un hablante escoge una
expresión lingüística inteligible es para entenderse con un oyente sobre algo y a la vez
darse a entender a sí mismo. La intención comunicativa del hablante comprende, pues,
a) el realizar un acto de habla que sea correcto en relación con el contexto normativo
dado, para poder con ello establecer una relación interpersonal con el oyente, que
pueda considerarse legítima; b) el hacer un enunciado verdadero (o presuposiciones de
existencia ajustadas a la realidad) para asumir que el oyente pueda asumir y compartir
el saber del hablante; y c) el expresar verazmente opiniones, intenciones,
sentimientos, deseos, etc., para que el oyente pueda fiarse de lo que oye.
Para Sawyer y Butler (1991) identificar lo que una palabra significa es un problema
complejo. Dentro de la memoria semántica hay un diccionario mental del hablante.
Este proporciona información acerca de las palabras, sus significados y pronunciación,
así como de sus contextos asociacionales. Como consecuencia, el significado de una
palabra es activado dentro del contexto en el cual se lee. En otros términos, el
contexto dispone de ayudas para elegir cuál de los significados es el apropiado,
siempre y cuando el niño tenga un suficiente conocimiento del mundo que lo rodea.
Para Rossi - Landi (1970, p. 22 y 23), la lengua no es una creación del individuo, sino
producto de la comunidad: En ningún caso el aprendizaje individual del lenguaje dentro
de una lengua consistió en la producción de los instrumentos de los que cada lengua
hoy consiste; se cumplió socialmente a través de decenas o centenares de milenios y
sería totalmente absurdo pensar que pueda ser cumplido nuevamente por un solo
individuo. Sería como aprender a servirse de los instrumentos y procedimientos,
supongamos, de la extracción minera contemporánea, sino recorrer solo toda la
historia de tal extracción.
Esto también lo afirma Miller (1979) indicando que las 1500 lenguas existentes en el
mundo ofrecen un testimonio vigoroso de que implica un aprendizaje. Así, al niño no le
es posible construirla, ya que según Saussure (1982, p. 136), de hecho, ninguna
sociedad conoce, ni jamás ha conocido la lengua de otro modo que como un producto
heredado de las generaciones precedentes y hay que tomar tal cual es. Sencillamente
se aprende desde los primeros días de vida el modelo lingüístico que le proporciona la
sociedad donde nació, por medio del cual le es posible aprehender la realidad.
Con base en lo tratado anteriormente, se supone que tanto el emisor como el receptor
son individuos con un sustrato idéntico para la codificación o descodificación
(lenguaje). El emisor demuestra la intención de expresar sus sentimientos,
pensamientos, ideas o conceptos, y se supone que el receptor está en disposición para
reaccionar y apropiarse de los mismos, descifrándolos y comparándolos con las
experiencias previas que puedan concordar. El primero codifica su mensaje, el cual es
enviado por medio de un canal, y el segundo, lo descodifica. Si se da este proceso
ideal, el receptor podrá comprender lo que esperaba transmitirle su interlocutor, para
invertirse posteriormente los papeles, convirtiéndose éste último en emisor.
Una visión útil del proceso comunicador se ve como un conjunto de sub - procesos
dentro del cerebro de los interlocutores. El sub - proceso inicial se ubica con el
“hablante” en intención de comunicarse, e involucra una serie de etapas normalmente
jerarquizadas, desde el conocimiento implícito de los significados, la sintaxis, la
correspondencia palabra - sonido o palabra - signo manual o gráfico que se usan para
codificar un mensaje dentro de una señal acústica, kinésica o gráfica. El destinatario,
por su parte, utilizando en forma semejante un sub - proceso jerarquizado por etapas
de procesamiento perceptual inverso, comienza con una representación auditiva o
visual, y termina con la recuperación del mensaje. Cada etapa del proceso se asume
para transformar el mensaje de una representación interna a la otra, preservando la
información lingüística relevante (Bailey, 1983).
Cuando tenga que exponer o hablar en público, la persona con tartamudez debe
hacerlo en primer lugar. Esperar largamente o hasta el final, genera mayor
ansiedad y obviamente la fluidez en su discurso estará más alterada.
Tratar de hablar a la velocidad que lee en voz alta, evitando hablar muy rápido.
En el camino desde la infancia hasta la edad adulta, el niño puede necesitar una
atención especializada para optimizar su desarrollo del habla y lenguaje en diversos
momentos, pero lo más importante es que la familia obtenga la información necesaria,
así como los recursos y la orientación para estimular al niño en casa.
La base para la comunicación es la interacción social, y ciertas habilidades de
conversación, se pueden desarrollar desde una edad muy temprana a través del juego
(MacDonald, 1989). Los juegos de buscar, recibir y entregar un juguete o instrumento
musical por turnos de ida y vuelta son formas de desarrollar una comunicación
efectiva e intencional. Estas actividades de juego también son útiles para incrementar
el vocabulario y las habilidades pragmáticas, además de otros aspectos en el
conocimiento y uso de la lengua en general, así como para el desarrollo de habilidades
en reconocimiento de presencia y ausencia de estímulos auditivos. (Schwartz y Miller,
1996).
Como el prefijo "trans" indica, la transdisciplinaridad trata con lo que está, al mismo
tiempo, entre las disciplinas, a través de las diferentes disciplinas y más allá de todas
las disciplinas. Su objetivo es la comprensión del mundo presente, y uno de los
imperativos para eso es la unidad del conocimiento. Así, el intercambio dialógico entre
profesionales y comunidad abre espacios de participación como un modelo de vida en el
cual todos los miembros pueden expresarse, disentir o estar de acuerdo y crear una
variedad de posibilidades frente al futuro del ser humano.
El Terapeuta del Lenguaje, Fonoaudiólogo asume por medio de este enfoque un papel
provocador para el análisis de los potenciales cambios que debe asumir una persona
que presente dificultades para comunicarse adecuadamente, teniendo como base las
necesidades en la clase, la escuela y el currículo. También debe considerar las
necesidades de la persona en relación con las actividades de la comunidad, tales como
grupos religiosos y recreativos.
Otro aspecto importante del rol del Fonoaudiólogo es el control de las condiciones
acústicas del aula. El ambiente sonoro tiene mucha influencia sobre la capacidad de
escuchar, porque el niño "se entrena" a escuchar los sonidos que percibe o sea a
enfocar su atención sobre lo que desea. Si las condiciones de ruido en el medio son
demasiado fuertes, el niño se ve obligado a protegerse y deja de escuchar, bloqueando
el acceso de información al Sistema Nervioso.
Observamos que los salones o aulas que dan a la calle o vecinos al patio de recreo
tienen un factor dispersante importante y los niños presentan una mayor inquietud,
incidiendo directamente en el área educativa, ya que se altera la comunicación, sobre
todo con los ruidos de impacto, tales como bocinas, tubos de escape libres, propaganda
callejera, gritos de otros niños, etc. Los estudiantes también elevan el volumen de su
voz, los maestros deben repetir reiteradas veces su mensaje, con el consiguiente
esfuerzo vocal y pérdida de tiempo.
El ruido parece interferir con la de atención, memoria y la capacidad de los niños para
discriminar entre estímulos auditivos significativos, sobre todo del campo del habla. El
ruido de fondo, en particular los murmullos, los gritos de otros estudiantes jugando
fuera del aula o en el aula vecina y el discurso irrelevante, interfieren en la capacidad
de los niños para comprender la palabra hablada. Esto puede tener serias
consecuencias para el rendimiento académico.
Pero igualmente muchos niños de nuestra actual era presentan limitaciones en sus
capacidades para aprehender la información auditiva, debido a la interferencia del
ruido en los hogares, las guarderías, los centros de estimulación y colegios.
CONCLUSIONES
Según datos estadísticos, dos (2) de cada cien (100) personas en el mundo presentan
una tartamudez en algún momento de su vida, con un rango de 4 a 1 entre hombres y
mujeres. Es decir, por cada 4 hombres hay 1 mujer que tartamudea. Un amplio
porcentaje de los niños entre dos (2) y siete (7) años de edad pasan por una etapa
normal de su desarrollo durante la cual tartamudean.
Todas las facultades originales del ser humano, que empiezan a partir de las primeras
relaciones sociales (intercambios etc.), son la ayuda básica y / o inicial para que el niño
aprenda a usar la lengua y las diversas modalidades comunicativas. Es decir, antes de
la comunicación lingüística, aprende otros sistemas funcionales de intercambio.
Las rutinas cotidianas constituyen uno de los que ayudan al niño a desenvolverse
lingüísticamente y conforman lo que se denomina “Sistema de Apoyo de Adquisición
del Lenguaje.
En el camino desde la infancia hasta la edad adulta, el niño puede necesitar una
atención especializada para optimizar su desarrollo del habla y lenguaje en diversos
momentos, pero lo más importante es que la familia obtenga la información necesaria,
así como los recursos y la orientación para estimular al niño en casa.
A menudo hay cuatro factores que se asocian muy estrechamente, y cuya combinación
puede generar la Tartamudez:
Padres muy ansiosos, exigentes, agresivos o drásticos con su hijo (a), quienes
esperan que él (ella) hable, piense y actúe como adulto y no como el niño (a) que es.
BID (2015). Los primeros años: el bienestar infantil y el papel de las políticas públicas.
Editado por Samuel Berlinski, Norbert Schady. Washington
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