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DESARROLLO
CIDES-UMSA
Ciudad y ciudadanía
Marzo 2014
Se puede afirmar que a partir del espacio público se organiza la ciudad. Este texto
reflexiona sobre la ciudad como espacio de construcción de ciudadanía e introduce la
discusión en torno al significado de algunos conceptos, recuperando algunas
contribuciones teóricas. Y por último analiza las características principales de ambos
términos identificando algunos encuentros y desencuentros.
Ciudadanía
Como una primera interpretación T. H. Marshall (1950) hace referencia a los derechos
de ciudadanía desde los derechos civiles y políticos, donde se asientan las bases para
la condición de ciudadano, haciendo inseparables la democracia y la ciudadanía.
Posteriormente aparecen nuevas perspectivas de ciudadanía en la que emergen los
derechos denominados “bienes públicos'', que están vinculados al patrimonio natural, a
la diversidad cultural, al patrimonio histórico, al patrimonio económico y a un medio
social libre de violencia. A ello habría que añadir la permanente defensa por los
derechos sociales y económicos, dado el retroceso que han sufrido con el
cuestionamiento del Estado de Bienestar.
Espacio público
Existe, en primer lugar, una concepción proveniente de las teorías del urbanismo
entendida como lo que queda, lo residual y lo marginal. Una segunda concepción,
predominantemente jurídica y bastante difundida proviene del concepto de propiedad y
apropiación del espacio. En ella se distingue entre espacio vacío y espacio construido,
espacio individual y espacio colectivo, lo que conduce a la formación del espacio privado
en oposición al espacio público. Una tercera concepción señala que los espacios
públicos son un conjunto de nodos —aislados o conexos— donde paulatinamente se
desvanece la individualidad y, por tanto, se coarta la libertad.
Luhmann (1992) propone una visión alternativa del espacio público al indicar que se
trata de un escenario de racionalización del poder administrativo o de generación de
poder comunicativo. También es un campo de acción política permanente, un lugar de
relación y de identificación, de manifestaciones políticas, de contacto entre personas,
de animación urbana y especialmente de democracia. Por lo tanto es la ciudad misma
un espacio abierto por y para el ejercicio de la ciudadanía que favorece a la otredad, y
en ese sentido viene a ser un “espacio político, de formación y expresión de voluntades
colectivas, es un espacio de la representación, pero también del conflicto” (Borja 2000)
y en consecuencia la presencia del conflicto cotidiano en los espacios públicos debe ser
vista como parte integral de su relevancia, y no como un hecho negativo.
Los espacios públicos son por naturaleza espacios políticos, porque se trata de espacios
donde cada sujeto individual se relaciona con otros y durante esta interacción e
intercambio es que se produce la acción política.
Resulta fútil intentar reducir el espacio público a un mero lugar o solo una estructura de
representatividad social. Por el contrario la dimensión política de una sociedad se ve
reflejada a través de sus prácticas sociales y políticas. Es a través de la acción colectiva
(política) que se construye el espacio común sobre el cual se construye la democracia
y la estructura institucional que son parte de una ciudad la sustenta.
Hoy la ciudad se organiza desde lo privado, y ciertos espacios comunitarios —como las
plazas— terminan siendo a la vez un desperdicio desde la lógica económica de la
maximización de la ganancia, y un mal necesario para cumplir con las normas del
urbanismo. De espacio estructurante ha pasado a ser un espacio estructurado, residual
o marginal o, incluso, a desaparecer por la pérdida de sus roles o por la sustitución por
otros espacios más funcionales al urbanismo actual.
Armando Silva (1993) propone el concepto de anti-ciudad como una nueva manera de
entender al espacio público, siendo sinónimo de una expansión acelerada de la ciudad
pero por causas distintas a la búsqueda de soluciones a las necesidades mismas de
sus principales habitantes y gestores, los ciudadanos. Es la ciudad sin sujetos colectivos
o “la muerte del sujeto urbano, ello quiere decir que para la anti-ciudad resulta
completamente banal y superflua la construcción de ciudadanía como expresión cultural
y política de la vida en comunidad.
Conclusiones
Por lo tanto el espacio público debe recobrar el lugar que le corresponde dentro de la
estructura de la ciudad, siguiendo las cuatro condiciones que definen al espacio público:
lo simbólico, lo simbiótico, el intercambio y lo cívico. Es un espacio de dominio público,
uso social y colectivo, multifuncional, estructurador de la actividad privada y locus
privilegiado de la inclusión. Es el espacio que le otorga calidad a la ciudad y el que define
su cualidad, de allí que sea un eje estratégico en la nueva ciudad o el nuevo urbanismo.
Bibliografía
LUHMANN, Niklas,
1992 “Sistemas sociales: Lineamientos para una teoría general”.
https://www.facebook.com/SociologiaCriticaPedagogica/posts/50440942
2938895
WIRTH, Louis
1938 “El urbanismo como modo de vida”, en Bifurcaciones. Revista de Estudios
culturales urbanos, # 2, Santiago (pp. 1-14)